2. P O L I K U S H K A I Como usted guste, seora! Pero son muy
dignos de lstima los Dutlov. Todos ellos son buena gente!... Y si
no mandamos ahora a uno de los dvorovuy,1 inevitablemente deber ir
uno de ellos, deca el intendente. La verdad es que toda la aldea
los seala. Por lo dems, si es voluntad de usted... Y puso otra vez
la mano derecha sobre la izquierda, colocndose ambas sobre el
vientre; inclin a un lado la cabeza, apret sus delgadsimos labios
hasta casi hacerlos chasquear, levant los ojos y call, con la
intencin evidente de permanecer as mucho tiempo, escuchando sin
rplica todas las tonteras que no dejara de decir la seora. 1 Los
dvorovuy eran siervos que no labraban la tierra, sino que se
encontraban a disposicin de la casa seorial. 3
3. L E N T O L S T O I Este intendente era un antiguo siervo de
la casa, que, afeitado y con largo casacn del corte especial
adoptado por los intendentes, estaba de pie frente a su ama,
rindiendo su informe, a la cada de una tarde de otoo. Segn el
parecer de la seora, el informe haba de consistir en escuchar en
las cuentas que le rindiera respecto a la marcha de la hacienda,
para darle enseguida rdenes sobre asuntos futuros, mas, segn el
parecer del intendente, Egor Mikilovich, consista en la obligacin
de permanecer sobre sus torcidos pies, en un rincn de la estancia,
con el rostro vuelto hacia el divn, escuchando toda la charla,
alejada siempre del asunto, hasta lograr por medios diversos que la
seora, impaciente, comenzara a murmurar: "Bien, bien...",
consintiendo en todos los propsitos de Egor Mikilovich. Se trataba
en esta ocasin del reclutamiento. La hacienda Pokrvskoie haba de
enviar tres reclutas. Dos estaban designados claramente por la
suerte, debido a la coincidencia de todas las condiciones
familiares, morales y econmicas; acerca de ellos no poda haber
duda, vacilacin o protesta ni por la 4
4. P O L I K U S H K A parte del mir2 ni por la de la seora;
pero en cuanto al tercero, la cuestin era discutible. El intendente
quera salvar al treinik (padre de tres hijos) Dutlov, enviando en
lugar de uno de ellos a Polikushka, un dvorovuy, padre de numerosa
familia, pero hombre de muy mala reputacin, a quien se haba
sorprendido varias veces robando sacos vacos, riendas y heno. La
seora, que frecuentemente acariciaba a los andrajosos hijos de
Polikushka, y que se dedicaba a procurar su mejoramiento moral por
consejos y medios evanglicos, no quera sacrificarlo. Al mismo
tiempo, tampoco quera el mal de los Dutlov, a quienes ni conoca ni
siquiera los haba visto. Con todo esto la seora de ningn modo pudo
comprender, y el intendente no se atreva a explicarle con claridad,
que si no iba Polikushka ira indispensablemente Dutlov. Pero es que
yo no quiero mal ninguno para los Dutlov! -deca emocionada-. "Si no
quiere usted, pague entonces trescientos rublos para un sustituto",
era lo que se deba contestar; mas el respeto a los amos no permita
hacerlo, y el intendente call. Egor Mikilovich se coloc entonces
con la mayor comodidad, apoyndose en la pared, con 2 Mir, conjunto
de campesinos de toda una aldea. 5
5. L E N T O L S T O I expresin de servilismo en el semblante,
y se puso a contemplar los movimientos de los labios de la seora,
el bordado movedizo de su cofia y los movimientos correspondientes
de la sombra en la pared, bajo un cuadrito. Por lo dems, no cra que
fuese necesario profundizar el sentido de las palabras de la seora,
que hablaba mucho, durante largos ratos. El timbre de su voz
complaca en cierto grado al intendente. De pronto sinti detrs de
las orejas las contracciones nerviosas que produce el deseo de
bostezar, lo cual disimul hbilmente con fingido acceso de tos,
cubrindose la boca con la mano. Recuerdo haber visto no ha mucho
tiempo a lord Palmerston, sentado, cubrindose el rostro con su
sombrero, mientras un miembro de la oposicin atacaba rudamente al
ministerio; y luego, levantndose de sbito, con un discurso que dur
tres horas, a contestar a todas las objeciones de su adversario; y
esto lo o sin sorpresa ninguna, porque mil veces haba visto lo
mismo entre Egor Mikilovich y su ama. Fuese que sintiera dormirse,
o que le pareciese que su ama ya hablaba demasiado, el intendente
comenz a removerse, apoyando el peso de su cuerpo ora sobre el pie
izquierdo, ora 6
6. P O L I K U S H K A sobre el derecho, y rompi a hablar con
su frase habitual. -Como usted guste, seora; pero.... el mir est
reunido en mi despacho y es preciso acabar de una vez. La orden
dice que es necesario entregar los reclutas, en la ciudad, antes
del da de Pokrov (1 de octubre) y todos los campesinos indican a
los Dutlov, pues en verdad no hay otros en la misma condicin. El
mir no se preocupa por los intereses de usted: para el mir es
indiferente que arruinemos a esta familia; pero yo se muy bien lo
que ellos han sufrido. Desde el tiempo que hace que soy
inten-dente, siempre han vivido en la miseria. Apenas ha podido
aguardar el pobre viejo que su nieto menor comience a trabajar, y
ahora resulta que les arruinaramos de nuevo. En cuanto a m, puede
usted creer que me preocupo tanto de sus intereses como de los
mios. Y diga lo que diga, es una lstima, seora; no es mi suegro, ni
mi hermano, y personalmente no tengo ningn provecho de ellos...
-Eso no me pasa ni por la imaginacin, Egor-interrumpi la seora; e
inmediatamente se le ocurri que el intendente haba sido pagado por
Dutlov. 7
7. L E N T O L S T O I -...S1o que es esta la mejor casa en
todo Pokrovskoie. Son mujiks que temen a Dios, y muy trabajadores.
El viejo, desde hace treinta aos, es strosta3 de la iglesia; no
toma vino, ni jura con malas palabras; frecuenta el templo (qu bien
conoca el intendente el lado sensible de la seora!), y lo que es
principal, que tiene slo dos hijos, porque el tercero es nieto. El
mir los sealaba, pero lo justo sera sortearlos con los dems
"dobles". Hay algunos que teniendo tres hijos se han dividido por
su imprudencia, y ahora resulta que tienen razones para no ir al
servicio, mientras stos tendrn que sufrir por su virtud. Desde ese
momento la seora ya no comprendi nada, no entendi qu significaba
"el sorteo entre los dobles", y de qu virtud se trataba; escuchaba
los sonidos de la voz del intendente y observaba los botones de
nankin de la casaca del intendente; el botn superior se abrochaba
de seguro raras veces, por lo cual estaba firme, mientras que el
segundo se haba descosido por completo y colgaba de modo que ya
haca mucho tiempo hubiera sido preciso recoserlo. Pero como sabemos
todos, para una conversacin seria no es necesario comprender lo 3
Strosta. Autoridad campestre. 8
8. P O L I K U S H K A que se nos dice, pues basta nicamente
recordar bien lo que debemos decir. Y as obraba la seora. -Pero,
por qu no quieres entenderme, Egor Mikilovich? No deseo de ningn
modo que Dutlov vaya al servicio. Creo que me conoces bastante para
saber que hago lo posible para ayudar a mis campesinos, y no quiero
el mal para ninguno. Sabes que estoy dispuesta a sacrificar todo,
para librar de esta triste necesidad, no slo a Dutlov, sino tambin
a Jorushkin. (No s si le ocurri al intendente que para librarse de
esta triste necesidad no era preciso sacrificar todo, sino que
bastaba con trescientos rublos; sin embargo, le pudo venir este
pensamiento.) Te dir solamente una cosa, y es que a Polikey no lo
dar por nada del mundo. Cuando despus de aquel asunto del reloj,
que l mismo me confes llorando, jur corregirse, habl mucho con l y
me convenc de que estaba conmovido y arrepentido sinceramente.
(Vaya, ya comenz su cancin! -pens Egor Mikilovich, y se puso a
examinar la conserva de fruta que tena en el vaso de agua -:naranja
o limn?, de todos modos debe estar muy amargada, sigui pensando.)
Desde entonces ya han pasado seis meses, y ni una vez se ha
emborrachado, y su conducta es ejemplar. Su 9
9. L E N T O L S T O I mujer me ha dicho que se ha convertido
en otro hombre.... cmo quieres que yo le castigue ahora que l se ha
enmendado? Sera, adems, una cosa horrible que se mandara al
servicio a un hombre que tiene cinco hijos, de los cuales es el
nico sostn. No, Egor, no me hables ms de ello... Y la seora se
volvi a su agua dulce. Egor Mikilovich observ el paso del lquido
por la garganta de la seora, y despus pregunt corta y secamente:
-Entonces, usted ordena que se aliste a Dutlov? Y la seora dio una
palmada, con impaciencia. -Cmo es que no puedas comprenderme? Deseo
yo acaso la desdicha de los Dut1ov? Tengo contra ellos el menor
resentimiento? Dios es testigo que estoy dispuesta a hacer por
ellos todo lo posible. (La seora dirigi la mirada hacia el cuadro
que estaba en el rincn, pero advirti al punto que no era una imagen
de Dios: "Es igual; esto no es lo importante", pensaba. Lo extrao
era que tampoco esta vez se le ocurri lo de los trescientos
rublos), Pero, qu puedo yo hacer? Acaso yo s cmo arreglarlo? No lo
puedo saber; confo en ti, y ya sabes lo que deseo. Haz que todos se
queden contentos, como lo rnanda la ley. No hay remedio 10
10. P O L I K U S H K A no slo para ellos, para todos hay en la
vida momentos crticos. Unicamente que no se mande a Polikey. T
mismo comprendes que esto sera una cosa terrible para m. Hubiera
seguido hablando mucho tiempo -a tal grado se senta animada-, pero
entr la criada. -Qu hay, Duniasha? -Acaba de llegar un mujik para
preguntar a Egor Mikilovich si ordena que la asamblea lo espere
-dijo la criada mirando con odio a Egor Mikilovich-; qu intendente
tan imbcil! -pens la doncella-: ha enfadado a la seora y ahora no
me dejar dormir hasta las dos de la maana. -Entonces, anda, Egor
-dijo la seora-; haz lo 11 mejor. -Obedezco. (Ya no dijo nada de
los Dutlov.) - Quin ordena usted que vaya a cobrar al jardinero?
-No, no ha vuelto. -Podr ir Nikolay? -Mi padrecito est en cama, le
duelen los riones -dijo Duniasha, que por lo visto era hija de
Nicols. -Quiere usted que yo mismo vaya maana? -pre-gunt el
intendente. -No, te necesitamos aqu, Egor. -La seora qued pensativa
. Qu tanto es?
11. L E N T O L S T O I -Cuatrocientos sesenta y dos rublos.
-Enva a Polikey -dijo al fin mirando resuelt-amente al rostro del
intendente. Egor Mikilovich, sin despegar los dientes, contrajo los
labios como si fuese a sonrer, pero no hubo cambio en su semblante.
-Obedezco. -Antes ordnale que venga aqu. -Obedezco -y Egor
Mikilovich se fue a su 12 despacho.
12. P O L I K U S H K A II Polikey, en su calidad de hombre
misrrimo, de mala fama, y recin venido de otra aldea, no tuvo
proteccin ni por medio del ama de llaves, ni del dispensero, ni del
intendente, ni de la doncella, de modo que se le dio el peor rincn
de todos, a pesar de que eran siete personas. Estos rincones fueron
construidos desde el tiempo del difunto seor, del modo siguiente:
en el centro de la isla de diez arshin cuadrados se hallaba la gran
estufa rusa alrededor de la cual se encontraba el kolidor (as lo
llamaban los siervos), y en cada ngulo se encontraba un rincn
separado con tablas. Por este motivo las habitaciones eran pequeas,
especialmente la de Polikey, que era la ms cercana a la puerta. El
lecho conyugal, con un cobertor cosido y dos almohadas, 13
13. L E N T O L S T O I la cuna con el chiquillo, la mesita de
tres pies en que se preparaba la comida y se colocaban todos los
objetos domsticos, sirviendo a Polikey como lugar de trabajo (l era
curandero de caballos); los cubos para el agua, la ropa de toda la
familia, las gallinas, la ternera de que eran dueos, y ellos siete,
todo esto llenaba completamente el rincn hasta ser imposible
moverse, si no hubiesen contado con la cuarta parte de la estufa
comn, encima de la que se colocaban las cosas y las gentes, cuando
no era posible salir a la gradera. A decir verdad, a poco ya no fue
posible salir: en octubre ya hace fro; y en cuanto a abrigos, haba
slo un tulup para los siete miembros de la familia; en cambio, los
nios podan calentarse corriendo, y los grandes trabajando, y unos y
otros subindose a la estufa donde haba cuarenta grados de calor.
Parece imposible vivir en condiciones semejantes, pero ellos vivan:
luego, se poda vivir. Akulina lavaba a los nios, cosa la ropa para
ellos y para el marido, hilaba y teja y blanqueaba sus lienzos,
guisaba y horneaba en la estufa comn, murmuraba y rea con las
vecinas. Las provisiones del mes bastaban no slo para los nios,
sino que quedaba algo tambin para la vaca. La lea, lo mismo que el
alimento para el ganado lo daba la 14
14. P O L I K U S H K A seora, y a veces tambin algo de heno.
Tena un trozo de huerta. La vaca acababa de parir; adems, posean
varias gallinas. Polikey trabajaba en la caballeriza sangraba a los
caballos y al ganado, limpiaba sus herraduras, los curaba si
estaban enfermos, con ungentos de su propia invencin, y por esto
reciba gratificaciones en dinero y especie. Sola quedarse tambin
con una parte de la avena destinada a los caballos del ama. En la
aldea haba un campesino que regularmente le daba cada mes diez
libras de carnero a cambio de dos medidas de avena. La vida hubiera
sido llevadera, a no pesar un infortunio sobre toda la familia: en
su juventud Polikey haba vivido muchos aos en otro pueblo donde
estaba empleado en una gran cra de caballos. El palafrenero de
quien Polikey era subordinado, era el primer ladrn de la comarca,
que al fin acab por ser desterrado. Polikey hizo con l su
aprendizaje, y por ser muy joven se acostumbr a tal grado a hurtar,
que despus, no obstante sus propsitos buenos, ya no pudo abstenerse
de hacerlo. Era un pobre joven de carcter muy dbil; no tuvo padre
ni madre que lo hubieran instruido. A Polikey le gustaba tomar la
copa y no le gustaba que las cosas estuvieran mal colocadas. Una
cuerda, 15
15. L E N T O L S T O I los arreos, las chapas, un clavo o algn
objeto de ms valor, todo encontraba un buen lugar por las manos de
Polikey lich. En todas partes hay siempre gente que necesita alguna
de esas cosas, y que las paga con vino o con dinero, segn convenio.
stas son las ganancias ms fciles, como suele decir el pueblo: no
exigen estudios, ni trabajo, y cuando se ha probado una vez, ya no
se quiere hacer ningn otro oficio. Hay slo un inconveniente en esta
clase de negocios: aunque todo se consigue con poco costo y sin
gran esfuerzo, y se vive muy agradablemente, en cualquier momento
se encuentra gente mala que no aprueba esta labor, y entonces ha de
pagarse todo a la vez, de suerte que se pierde la alegra de vivir.
Esto mismo sucedi a Polikey. Un da se cas y Dios lo bendijo: su
mujer -la hija del guardador del ganado- era de muy buena salud,
inteligente y muy trabajadora; le dio hijos, uno mejor que otro...
Polikey no dejaba su oficio y todo marchaba bien, pero de pronto le
afligi un infortunio y se comprometi por una insignificancia: rob
unas riendas de cuero a un mujik. Encontraron lo robado, lo
apaleraron, denuncironle a la seora y comenzaron a vigilarlo. Le
pillaron por segunda y 16
16. P O L I K U S H K A tercera vez. La gente comenz a
injuriarlo, el intendente lo amenaz de enviarle al reclutamiento,
la seora lo rega y la mujer lloraba y se acongojaba; todo fue de
revs: l era hombre bondadoso, de buena fe, mas de carcter dbil; le
gustaba el alcohol y se acostumbr a beber de tal manera que ya no
pudo dejarlo. Hubo veces que la mujer lo regaaba y aun hubo de
pegarle cuando llegaba borracho, pero l no haca ms que llorar. "Soy
un desgraciado -deca- qu puedo hacer? Que me quede ciego si lo
vuelvo a hacer!" Y pasado un mes, escapa nuevamente de casa, se
emborracha y se pierde por dos das. "Y de dnde consigue dinero para
pasear?" -murmuraban las gentes. Su ltimo delito fue el del reloj
del despacho. En este lugar haba un antiguo reloj de pared, que ya
no funcionaba desde haca mucho tiempo. Un da entr por casualidad en
un momento en que no haba nadie: tentole el reloj, lo cogi y fue a
venderlo a la ciudad. Como si lo hiciera a propsito, ocurri que el
tendero a quien fue vendido el reloj era pariente de una criada de
la casa; la visit con motivo de una fiesta y le cont lo del reloj.
Se empezaron a hacer investigaciones; como si esto importase a
alguien. El ms interesado era el 17
17. L E N T O L S T O I intendente, que no quera a Polikey; y
el culpable fue descubierto y denunciado a la seora. sta llam a
Polikey, quien al instante cay a sus pies de rodillas y con gran
sentimiento y compuncin confes todo, tal como le haba instruido su
mujer. La seora comenz a decirle un sermn; hablaba, hablaba,
lamentaba, lamentaba; le recordaba a Dios, la virtud, la vida del
ms all, su mujer y sus hijos, arrancndole, al fin lgrimas. La seora
concluy: -Te perdono, pero has de prometerme que no volvers a hacer
nunca una cosa semejante. -Jams en la vida! Antes me hunda en la
tierra, me desgarre Dios las entraas! -clamaba Polikey llorando.
Polikey regres a casa y solloz todo el da como una ternera,
acostado encima de la estufa. Desde esta fecha no se advirti ya
nada malo en su conducta. Pero la vida se le hizo insoportable: las
gentes le trataban como ladrn, y cuando vino el tiempo del
reclutamiento, todos lo sealaron. Polikey, como ya hemos dicho, era
curandero de caballos. Cmo se haba convertido en curandero? Esto no
lo saba nadie, y l menos que los dems. En la cra de caballos con
aquel palafrenero desterrado, Polikey no tena otro trabajo que
limpiar 18
18. P O L I K U S H K A los establos, almohazar a veces los
caballos y acarrear agua. All no pudo aprender su arte. Despus fue
tejedor, ms tarde jardinero y luego, en castigo, fue destinado a
hacer ladrillos; finalmente, teniendo licencia de la aldea,
trabajaba como dvornik4 en casa de un comerciante. De modo que
tampoco all pudo hacer prctica veterinaria. Pero durante los ltimos
tiempos que volvi a pasar en la casa, no se sabe cmo, empez a
correr la fama de sus conocimientos extraordinarios, hasta
sobrenaturales, en el arte de curandero. Sangraba un caballo una y
dos veces; luego acostaba al animal, practicndole no se que en el
muslo; despus de eso ordenaba que se le atase fuertemente y le haca
un tremendo corte en una de las patas, de modo que el caballo se
agitaba y relinchaba, y explicaba luego que esto significaba
"extraer la sangre de debajo de la herradura". Despus explicaba a
los mujiks que para facilitar la "curacin" era preciso sangrar dos
veces simultneamente, para lo cual empez a dar grandes golpes
martillo sobre la mellada lanceta; en otra ocasin pas por debajo
del vientre del caballo del posadero una especie de venda,
fabricada con 4 Dvornik. Labrador que tiene que limpiar los patios
y la calle de frente a la casa. 19
19. L E N T O L S T O I pedazos del chal de su mujer, y al fin
comenz a espolvorear toda clase de heridas con sales de vitriolo,
mojadas con algunos lquidos que guardaba en botellitas, dando por
mixturas lo que le daba la gana. Y cuanto ms haca sufrir y padecer
a los caballos, tanto ms crea la gente en su ciencia, y tanto ms le
llevaban animales enfermos. Confieso que no sera decente para
nosotros, los seores, rernos de Polikey. Las manipulaciones que l
empleaba para inspirar confianza en los dems eran las mismas
exactamente que tuvieron tanta influencia sobre nuestros padres,
sobre nosotros mismos y que tambin la tendrn sobre nuestros hijos.
El campesino que apoya su vientre contra la cabeza de su nica
yegua, que es para l no slo toda su riqueza, sino casi un miembro
de su familia, y que con confianza y horror contempla el rostro
contrado de Polikey, las manos flacas con que palpa
intencionadamente la parte que ms duele, rajando en su atrevimiento
la carne viva, con la nica confianza de "que el diablo lo ha
salvado en casos peores", fingiendo saber distinguir lo que es
sangre de lo que es materia, dnde estn los tendones secos y dnde
los hmedos, deteniendo entre los dientes el trapito de salvacin o
la botellita 20
20. P O L I K U S H K A con vitriolo, cmo va a imaginarse que
la mano de Polikey se levante sin saber lo que hace! Porque el
campesino mismo sera incapaz de hacerlo. Y una vez practicado el
corte, no se culpar de haber admitido una operacin intil. No s si
vosotros, pero yo si, he experimentado este sentimiento, cuando un
doctor, a instancias mas, atormenta cruelmente a personas muy
queridas de mi corazn. La lanceta y la misteriosa botella de licor
curativo y las palabras Tchiltchak Patchechuy (palabras sin
sentido) sangrar, materia, etc., acaso no son lo mismo que los
trminos: nervios, reumatismo, orga-nismos, etc.? El verso Wage du
zu irren und zu traumen (atrvete a engaarte y a soar), se refiere
no nicamente a los poetas, sino tambin a mdicos y veterinarios.
21
21. L E N T O L S T O I III La misma noche en que la asamblea
popular se agitaba ruidosamente frente al despacho, en la fra
oscuridad de octubre. Polikey se hallaba sentado al borde del
lecho, y sobre la mesa trituraba, con ayuda de una botella, un
ingrediente que l mismo ignoraba qu era, y que destinaba a una
enfermedad que tampoco conoca. Habla all sublimado, azufre, sal de
Glauber y ciertas yerbas que personalmente coga, por haberse
imaginado una vez que eran buenas para las erupciones, y no hall
dificultad para administrarlas en otra clase de enfermedades. Los
nios estaban acostados ya: dos sobre la estufa, dos en el lecho,
uno en la cunita, junto a la cual estaba sentada Akulina,
recosiendo la ropa. Un cabo de vela, de la propiedad de la seora,
se encontraba 22
22. P O L I K U S H K A mal colocado, en una candela de madera,
al borde de la ventana, y a fin de que su marido no se distrajera
en su ocupacin importante, Akulina se levantaba para despabilar la
mecha con sus propios dedos. Haba espritus fuertes que consideraban
a Polikey como veterinario ignorante y hombre tambin ignorante;
otros lo consideraban malo, pero gran maestro de su arte. Mas
Akulina, a pesar de que lo regaaba frecuentemente, y hasta le
pegaba, reputaba a su marido como el primer curandero y el primer
hombre del mundo. En este instante Polikey aadi a su preparacin un
ingrediente. (Nunca empleaba balanzas y se refera con irona a los
alemanes, que solan hacer uso de este aparato. "Esto no es una
farmacia!", deca.) Polikey calcul por un momento la cantidad con la
mano, y la aadi a la mezcla; pero la dosis le pareci insuficiente y
aument la cantidad diez veces ms. "Lo pondr todo, siempre obrar
mejor", murmur para si mismo. Akulina se volvi rpidamente al or la
voz de su seor, aguardando rdenes; pero al observar que la cosa no
le importaba, levant los hombros: "y qu inteligente es!", pens
volviendo a su labor. El papelito en que 23
23. L E N T O L S T O I haba envuelto la droga cay bajo la
mesa, y Akulina, que not esto, inmediatamente grit: -Aniutka! No
ves que se le ha cado algo a tu 24 padre? Levntalo! Aniutka sac sus
pies descalzos de bajo del delgado abrigo que la cubra, se dirigi
gateando hacia el pie de la mesa y cogi el papel. -Tome usted,
papacito -dijo escondiendo de nuevo sus pies helados en el lecho.
-Por qu me empujas? -dijo con voz silbante y soolienta la hermana
menor. -Ah! Queris callar!... -clam Akulina, y las dos cabezas se
ocultaron bajo el abrigo. -Si me da tres rublos -murmur Polikey
tapando la botella- le curar el caballo. Todava es muy barato
-aadi-. Se rompe uno bastante la cabeza! Akulina, ve a pedir un
poco de tabaco a Nikita; maana se lo devolver. Y Polikey sac de los
bolsillos de su pantaln una pipa de tilo, pintada en otro tiempo,
con boquilla de lacre, y se prepar a fumar. Akulina se levant y
sali, sin tropezar con nada, lo que era bien difcil. Polikey abri
el estante y guard all la mixtura; tom un frasco que llev a la
boca; pero ste ya no tena vodka. Frunci las cejas;
24. P O L I K U S H K A mas cuando entr la mujer trayndole el
tabaco, llen su pipa, comenz a fumar y su rostro se desarrug,
reflejando la satisfaccin y el orgullo de un hombre que ha
terminado felizmente su tarea cotidiana. No s si imaginaba cmo al
da siguiente cogera con la mano la lengua del caballo, echndole en
la boca esta maravillosa mixtura; o meditaba que a un hombre til
nunca se le niega nada, refirindose a que Nikita siempre le haba
prestado el tabaco. De todos modos se senta feliz. De repente se
abri la puerta, que colgaba nicamente de una bisagra, y entr la
doncella de arriba, no la segunda, sino la tercera, la chiquilla
que tenan para los mandados. (Arriba, ya se sabe, es la casa de los
seores, aunque se encuentre abajo). Aksiutka -as se llamaba la nia-
siempre volaba como una flecha, y con esto sus manos no se
doblaban, sino que se balanceaban como pndulos en relacin con la
velocidad, no a los lados, sino hacia adelante; sus mejillas
estaban siempre ms coloradas que su vestido rosa; su lengua se mova
siempre con la misma velocidad que sus pies. Entr bruscamente en el
rincn, se apoy, no s para qu fin, en la estufa, comenz a
balancearse as como deseando pronunciar a la vez no menos de dos o
tres 25
25. L E N T O L S T O I palabras, y dirigindose a Akulina,
sofocada, dijo de pronto lo siguiente: -La seora ordena a Polikey
que se presente inmediatamente arriba, as lo ordena... (Se detuvo y
respir profundamente.) Egor Mikilovich estaba all y habl con la
seora del reclutamiento, mencion tambin a Polikey lich... Avdotia
Mikilovna ordena que venga usted inmediatamente. Avdotia Mikilovna
ordena que venga usted... (un nuevo suspiro), inmediatamente.
Aksiutka mir un instante a Polikey, a Akulina y a los nios, que
sacaban sus cabezas por debajo de la cubierta, cogi una cscara de
nuez que encontr en la estufa, la ech hacia Aniutka, repiti otra
vez "que venga inmediatamente" y, como el viento, sali del cuarto,
con los pndulos de sus brazos de nuevo balancendose en la lnea de
su camino. Akulina se levant de nuevo y dio a su esposo las botas,
que eran de soldado y estaban ya muy viejas y rotas. Cogi de la
estufa el kaftn y se lo entreg sin mirarlo. -Oye, lich, te cambias
de camisa? -No -contest Polikey. Durante el tiempo en que ste se
vesta y calzaba, Akulina no se volvi a mirarlo; l estaba plido; su
26
26. P O L I K U S H K A labio inferior temblaba y en los ojos
se notaba aquella mirada llorosa, obediente, de profunda
infelicidad, que es propia nicamente de los hombres buenos, dbiles
y culpables. Se pein e iba a salir del cuarto, cuando la mujer lo
detuvo, le arregl la cinta de la camisa que colgaba sobre el
chaquetn y le puso el casquete en la cabeza. -Eh! Polikey lich, es
cierto que la seora le llama? -oyose que gritaba del otro lado del
tabique la mujer de carpintero. Aquella misma maana la mujer del
carpintero haba disputado con Akulina, pues una de las chiquillas
de sta haba derribado en el rincn vecino un jarro de leja, y en el
primer momento le fue cosa agradable or que Polikey era llamado por
la seora, porque probablemente para nada bueno sera. Era adems una
mujer mordaz, de fina irona; nadie mejor que ella saba mortificar
con una sola palabra; al menos tal lo pensaba ella de s misma. -Sin
duda lo quieren enviar a la ciudad para compras -continu la
carpintera-; por lo menos yo as lo creo, puesto que para estas
cosas se necesita un hombre de confianza y por esto lo mandan a
usted. No se le olvide traerme un paquetito de t, Polikey lich.
27
27. L E N T O L S T O I Alculina contena sus lgrimas y sus
labios se contraan en expresin de rencor. Cmo hubiese querido
arrancar a puados los cabellos de esa canalla! Pero sus miradas se
volvieron a sus nios, y pens que stos quedaran hurfanos y que ella
sera pronto una soldadera viuda, y olvid su odio hacia la mujer del
carpintero, cubri su rostro con las manos, se sent en el lecho y su
cabeza cay sobre las almohadas. -Madrecita, me aplastas -murmur
silbando la chiquilla, y tir el abrigo de debajo del codo de la
madre. -Ojal que hubieseis muerto todos! Para qu les di a luz! ---
exclam Akulina, llenando con sus sollozos todo el rincn, lo que
alegr mucho a la carpintera, que no haba olvidado an lo de la leja
de la maana. 28
28. P O L I K U S H K A IV Transcurri media hora ms o menos. El
ms pequeo comenz a gritar; Akulina se levant y diole el pecho. La
pobre mujer ya no lloraba; apoyando en la mano su rostro bello y
flacucho, contemplaba con Fijeza la candela que se iba acabando y
pensaba para qu se haba casado, para qu se necesitan tantos
soldados, cmo podra vengarse de la mujer del carpintero. Los pasos
de su marido se hicieron or- Akulina enjug sus ltimas lgrimas y se
levant para abrirle paso; Polikey entr triunfante, tir el casquete
sobre la cama, respir dndose importancia y empez a quitarse el
cinturn. -Bien.... y qu?, para qu te ha mandado 29 llamar?
29. L E N T O L S T O I -Bah..., ya es sabido! Polikushka es el
ltimo de los hombres; pero cuando hay algo importante, a quin se
llama entonces?. A Polikushka. -De qu se trata? Polikey no se
apresuraba a contestar; encendi su 30 pipa y escupi. -Se me ha
ordenado ir a casa de un mercader a cobrar un dinero. -Tienes que
ir a traer dinero? -pregunt Akulina. Polikey sonri moviendo la
cabeza. -Y qu bien habla la seora! "T -dijo-considerado como hombre
infiel, pero yo tengo ms confianza en ti que en ningn otro,
(Polikey hablaba en voz alta para que los vecinos lo oyesen.) Me
has prometido corregirte-, pues bien, ahora tienes la primera
prueba de mi confianza en ti; irs a casa del mercader, tomars el
dinero y lo traers..." Yo contest entonces: "Seora, nosotros todos
somos sus siervos y es nuestra obligacin servir a Dios, lo mismo
que a usted, de modo que me siento capaz de hacer todo para
complacerla y no tengo derecho de rechazar ningn trabajo por penoso
que sea; lo que se sirva usted mandar lo cumplir, porque soy su
siervo." (De nuevo Polikey se sonri con la misma sonrisa de hombre
dbil, bondadoso y
30. P O L I K U S H K A culpable.) -"De modo que -dijo ella
entonces, lo hars bien? Comprendes que toda tu suerte depende de
esto?" -"Cmo no comprender, si puedo hacer todo lo que se pide? Si
han dicho una calumnia contra m, pueden decirla contra cualquiera;
pero en cuanto a m, nunca he hecho nada contra vuestro bienestar,
ni siquiera pensar en esto ..." Y habl de tal modo, que ella se
enterneci: "Sers para m un hombre de confianza" termin diciendo.
(Polikey call y de nuevo apareci la misma sonrisa.) Oh, yo s muy
bien cmo se habla con esta clase de personas! Cuando andaba con
licencia me encontraba con muchas, y bastaba comenzar a hablar con
ellas para que se pusieran suaves como seda. -Es mucho dinero?
-pregunt Akulina.- Tres mitades de mil -contest Polikey
indiferentemente. Akulina movi la cabeza. -Y cundo tienes que
partir? -Ha ordenado que maana. "Tomars -dijo- ,el caballo que te
guste, te presentas en el despacho y despus partes, en nombre de
Dios." -Alabado sea Dios! -dijo Akulina, levantndose persignndose
con la cruz-. Dios te ampare, lich! -aadi la mujer en voz baja para
que no la oyeran 31
31. L E N T O L S T O I tras el tabique-, y cogiendo una manga
de su camisa, sigui: Te ruego, lich, por Cristo nuestro Dios, que
me jures por la cruz que durante el viaje no tomars ni una gota-
Acaso crees que beber caminando con tanto dinero? -dijo rindose-. Y
qu hermoso tocaban all el piano, con qu habilidad, es imposible
decirse! -aadi sonriendo despus de una pausa-. Es sin duda la
seorita. Yo estaba de pie delante de la seora, junto al cristalero,
mientras que la seorita en el otro cuarto empez a tocar, y todo le
sale tan bello, que uno tambin quiere sentarse a tocar. No dudo que
tambin yo lograra hacerlo. Sin duda lo llegara a hacer, porque soy
muy hbil para estas cosas. Maana me dars una camisa limpia. Y se
acostaron felices. 32
32. P O L I K U S H K A V Entre tanto, la asamblea se agitaba
frente al despacho. No se trataba de poca cosa. Todos los mujiks
estaban presentes y cuando Egor Mikilovich se fue a consultar con
la seora, se cubrieron la cabeza; cada vez era mayor el nmero de
voces que tomaban parte en la discusin, y cada vez tambin hacanse
ms ruidosas. El rumor de charlas en voz baja se interrumpa de
cuando en cuando por las sentencias de una voz gritona y gruesa, y
este rumor parecido al del mar tormentoso llegaba hasta las
ventanas de la seora, la cual, no soportando estos ruidos, senta en
la ocasin una inquietud nerviosa parecida a la que provoca una
fuerte tempestad: algo de miedo y algo de disgusto. Siempre le
pareca que las voces iban creciendo, que 33
33. L E N T O L S T O I deban aumentar todava ms, y que
sucedera algo grave. "Cmo si no pudiese hacerse todo esto
tranquilamente, con calma, sin discusiones, sin gritos -pensaba-,
segn la ley de Cristo, de fraternidad y de bondad. Muchos hablaban
a la vez, pero Fiodor Rezum, el contructor, sobrepasaba a todos con
sus gritos. Era de los dobles y atacaba a Dutlov. El viejo Dutlov
se defenda; sali al frente de los dems, tras los cuales se
encontraba antes, sofocado y agitndose vivamente, detenindose la
barba con las manos; grua con tal rapidez que apenas l mismo poda
comprender lo que deca. Sus hijos y sobrinos, todos buenos mozos,
se escondieron tras l, y el viejo Dutlov pareca una gallina que
defiende a sus polluelos del gaviln. Rezum representaba el gaviln,
y no slo Rezum sino todos los dobles y unignitos; casi toda la
asamblea atacaba a Dutlov. La cuestin era como sigue: el hermano de
Dutlov, treinta aos haca, haba ya sido reclutado, de modo que
Dutlov ahora no deseaba encontrarse en el turno de los troinik,
sino que el servicio de su hermano se tomase en consideracin,
nivelndole en sus derechos con los dobles para jugar la suerte
junto con ellos. Hubo todava cuatro troinik ms, 34
34. P O L I K U S H K A sin contar a Dutlov; pero uno era el
strosta (el alcalde), y fue retirado de su obligacin militar por la
seora- el de otra familia, haba dado ya un recluta el ao anterior;
de las otras dos familias fueron tomados ahora dos reclutas, y uno
de ellos no se present en la junta; nicamente su mujer estaba de
pie detrs de todos, con la esperanza oscura de que la rueda de la
fortuna pudiera favorecerla de algn modo; el otro de los
reclutados, el rubio Romn, con un armiak remendado (aunque no era
pobre), estaba de pie, apoyndose en la gradera, con la cabeza
inclinada, fijndose a veces silenciosamente en alguno que le
hablaba ms alto, para despus volver a bajar la cabeza. Toda su
figura estaba rodeada de un ambiente de tristeza. El viejo Semin
Dutlov perteneca a aquella clase de hombres a quienes todo el
mundo, despus de conocerlos un poco, les confiara centenares y
miles de rublos: era un hombre serio, piadoso, bien afortunado y
sobre todo, el strosta de la iglesia. As saltaba ms a la vista el
azar en que se encontraba ahora. El constructor Rezum era, por el
contrario, hombre de elevada estatura, sereno, turbulento,
borracho, atrevido y muy hbil en las discusiones y 35
35. L E N T O L S T O I debates, en las asambleas, en los
mercados; igual en sus tratos con obreros, mercaderes, mujiks o
seores. Ahora conservaba mucha calma; mordaz, aprovechaba su alta
talla y su elocuencia, y atacaba al sofocado Dutlov, que de momento
en momento perda la serenidad. Los dems que tomaban parte en los
debates eran Garaska Kipilov, de redonda faz, cabeza cuadrada,
barba rizada, rechoncho, y no viejo todava; era de los habladores
de la generacin posterior a la de Rezum, y se distingua por su
manera dura de hablar que le haba ganado cierta importancia en las
asambleas; le segua Fiodor Mlnichny, un mujik joven tambin,
amarillo, flaco, larguirucho, con un hombro cado, la barba corta,
los ojos pequeos, naturalmente irritado, sombro y que era hombre
que siempre descubra el punto negro de todo asunto y asombraba con
frecuencia a sus oyentes con preguntas rpidas y objeciones
inesperadas. Estos dos habladores estaban al lado de Rezum. Adems,
a veces tomaban parte otros dos parlanchines: uno con cara ms
bondadosa y gran barba rubia Jrapkov, que deca sin cesar: "mi
querido amigo".... y otro: menudo y con cara de pjaro, Jidkov, que
siempre repeta: "resulta, hermanos mos"..., y se diriga a todos,
hablando 36
36. P O L I K U S H K A muy armoniosamente y sin ninguna
relacin con el asunto. Los dos tomaban unas veces el lado de uno y
otras el del otro, pero nadie haca caso de ellos. Haba an otros,
pero estos dos eran los que corran por las filas de todos los
presentes opacando a los dems con sus gritos, asustando a la seora,
sin que se les prestara ninguna atencin; slo arrastrados por el
rumor y por los gritos, se entregaban con toda su alma al placer de
soltar la lengua. Haba campesinos de los ms diferentes caracteres:
sombros, decentes, indiferentes, tmidos; haba tambin mujeres que se
escondan detrs de los mujiks, con sus bastones en las manos, pero
de toda esa gente, hablar, si Dios quiere, en otra ocasin. En
general, era una muchedumbre de campesinos que asista a la asamblea
como asiste a la iglesia, donde los que quedan atrs, charlan de sus
asuntos domsticos, del momento propicio para ir a cortar lea al
bosque.... o esperan silenciosos que acabe la algaraba. Tambin haba
algunos ricos, para los cuales la asamblea no significaba provecho
ni dao. De stos era Ermil, de cara redonda y brillante, a quien los
mujiks llamaban panzn, por ser muy rico; a stos perteneca tambin
Starostin, en cuyo rostro se reflejaba la expresin del poder
satisfecho: 37
37. L E N T O L S T O I "Hablad vosotros lo que queris, conmigo
no podris nada; tengo cuatro hijos y he aqu que no se ir ninguno".
A veces los liberales, como Kopilov y Rezum, tambin atacaban a
stos, pero ellos contestaban con calma y firmeza, conscientes de su
inviolabilidad. Si Dutlov se pareca mucho a una gallina defendiendo
a sus polluelos, sus hijos y su sobrino no parecan del todo
polluelos; no se metieron en nada, ni chillaron, sino que
estuvieron de pie, muy tranquilos tras de su padre. El ms grande ya
tena treinta aos; el segundo, Vassily, era casado tambin, pero
estaba incapacitado para ser soldado; Iliushka, el sobrino recin
casado, era el tercero y revelaba en su semblante la salud; con su
tulup elegante (haba sido antes postilln), miraba a las gentes
rascndose a veces la nuca, por debajo del casquete, de manera que
pareca que la cosa no le importaba nada, cuando a l precisamente
era a quien queran los gavilanes arrebatarlo a la familia. -Mi
abuelo fue soldado -dijo alguien-, y por ello, voy a rehusar el
sorteo? No existe semejante ley. En el ltimo alistamiento se
llevaron a Mijeich, mientras que su to todava no ha vuelto. -Ni tu
padre ni tu to han servido al zar -gritaba al mismo tiempo Dutlov-.
Tampoco t has servido 38
38. P O L I K U S H K A a los seores, ni al mir, ests siempre
emborrachndote, y por esto tus hijos se han separado de ti. Cmo es
posible que ellos vivan contigo? Por eso sealas a los otros; pero
yo he sido diez aos sotsky tambin he sido strosta, dos veces se
quem mi casa y nadie me ha ayudado; por esto, porque en mi casa se
vive en paz y honradamente, se me quiere arruinar? Devolvedme a mi
hermano! Sin duda ha muerto all! Quin va a escuchar los embustes de
un borracho! Al mismo tiempo Gerasim gritaba, dirigindose a 39
Dutlov: -Nos recuerdas a tu hermano, pero l no fue enviado al
reclutamiento por el mir, sino que lo designaron los seores por su
conducta infame, de modo que esto no se puede tomar en cuenta.
Gerasim no haba acabado an de hablar cuando el amarillo y largo
Fiodor Mlnichny dijo colricamente, adelantndose: -Eso precisamente
es la cuestin. Los seores envan a quien les da la gana y despus el
mir tiene que ser responsable. Ahora hemos designado a tu hijo para
marchar, y si no te gusta, ve a pedir a la seora que ordene ella
que se vaya mi unignito. sta precisamente es la justicia de que
tratas -dijo
39. L E N T O L S T O I con amargura. Y de nuevo se coloc entre
los dems. El rubio Romn, cuyo hijo haba sido designado, levant la
cabeza y murmur: -Tienes razn! Esa es la ley! -y se sent
disgus-tado en el escaln de la puerta. Mas stos no eran los nicos
que hablaban a la vez. Con excepcin de los que atrs y de pie
charlaban de sus negocios particulares, los charlatanes no
olvidaban su papel. -Es cierto, mir cristiano -dijo el pequeo
Jidkov, repitiendo las palabras de Dutlov-, hay que juzgar como
mande Dios. Es decir, hermanos mos, hay que juzgar segn la ley
cristiana. -Hay que resolver honradamente, querido amigo -deca el
bondadoso Jrakov, repitiendo las palabras de Kopilov, y cogiendo a
Dutlov por el tu1up-; esta fue la voluntad de los seores, y de
ningn modo resolucin del mir -Tienes razn!, este es el asunto
-repitieron 40 algunos. -De qu borracho se trata? -deca Rezum-. T
me has convidado, o hablas de tu hijo, a quien encuentran borracho
en la carretera, para poder reprocharme por el vino? Hermanos, hay
que
40. P O L I K U S H K A acabar de una vez. Si queris proteger a
Dutlov, podis enviar, no slo a los dvoinik, sino a los unignitos,
para que sea posible rerse de nosotros. -Dutlov tiene que marchar!
No hay que hablar ms!. Es claro! Los troinik deben sortearse antes
-dijeron varias voces. -Todava falta saber lo que ordene la seora.
Egor Mikilovich dijo que tal vez se enviarla a un dvorovuy -exclam
alguien. Esta aclaracin detuvo un instante las discusiones; pero
pasados unos momentos, comenzaron de nuevo acaloradamente,
convirtindose en ataques personales. Ignacio, a quien Rezum acusaba
de encontrarlo por los caminos en estado de ebriedad, sostuvo que
Rezum haba robado una sierra a unos carpinteros transentes, y que
una vez, estando borracho, a punto estuvo de matar a su mujer a
golpes. Rezum contest que en cuanto a la mujer, le pegaba lo mismo
en su juicio que borracho, y que nunca era lo bastante; tal
declaracin provoc alegres risas. En cuanto a lo de la sierra se
manifest muy ofendido, y se enfrent a Ignacio preguntando: 41 -Quin
rob?
41. L E N T O L S T O I -T robaste -contest resueltamente el
robusto Ignacio, acercndose tambin a su interlocutor. -Quin ms poda
robar sino t? -grit Rezum. -No, t eres el ladrn! -grit Ignacio.
Despus de lo de la sierra el altercado pas a lo de un caballo
robado; luego se habl de un saco de avena y de un trozo de terreno
en la huerta comn, y hasta llegaron a tratar de un cadver. Y los
dos mujiks acabaron por acusarse mutuamente de cosas tan horribles
que si la centsima parte de stas fueran ciertas, los dos, por lo
menos, hubieran sido desterrados a Siberia. Entre tanto, el viejo
Dutlov esgrima otra forma de defensa. Le disgustaban los gritos de
su hijo; trataba de convencer a la asamblea que como troinik deba
considerarse no nicamente a los que tenan tres hijos reunidos, sino
tambin a aquellos que se haban dividido. Entre stos seal la familia
de Starostin. ste sonri ligeramente, tosi, y, acariciando su barba
de la manera que lo hacen los ricos, contest que no haba ms
voluntad que la de la seora; y que si haba sido declarado libre del
servicio, indudablemente su hijo lo mereca. Respecto a las familias
divididas, Gerasim tambin destruy las 42
42. P O L I K U S H K A razones de Dutlov, haciendo notar que
el mir tena derecho de no permitir la separacin, como no se permita
en tiempos del viejo barin, que al pasar el verano no se anda en
busca de frambuesas, y que ahora era imposible enviar a los ya
separados. -No por nuestro placer nos hemos dividido; por qu se nos
ha de arruinar ahora? -decan las voces de los que estaban en esa
condicin, y los indiferentes seguan su parecer. -Compra un recluta
si no te gusta mandar al tuyo?. Lo puedes hacer! -dijo Rezum a
Dutlov. Dutlov abrochse el kaftn, y desesperadamente se coloc detrs
de los mujiks, murmurando colrico: -T habrs contado mi dinero!
-Vamos a or todava lo que nos diga Egor Mikilovich respecto a la
voluntad de la seora. 43
43. L E N T O L S T O I VI En efecto, Egor Mikilovich sala en
aquel momento de la casa. Los casquetes uno tras otro se
levantaron, y a medida que el intendente se aproximaba, se vieron
descubiertas cabezas calvas y grises, blancas, rubias, negras; y
poco a poco callaron todas las voces, hasta que se hizo un silencio
completo. Egor Mikilovich subi a la gradera e indic que deseaba
hablar. Metido en su larga levita, las manos en las bolsas, el
casquete cado sobre la frente, parado con firmeza sobre la tarima
con los pies separados, como el comandante de todas estas gentes
que levantaban hacia l sus rostros, en gran parte ya viejos, pero
tambin muy hermosos -y con barbas, tena un aspecto 44
44. P O L I K U S H K A completamente distinto del que mostraba
frente a la seora. Estaba majestuoso. -He aqu, hijos mos, la
decisin de la seora: no quiere dar ningn dvorovuy, y aquel que
mandis vosotros ser el que vaya. Ahora necesitamos tres; mejor
dicho, dos y medio, pero la mitad se ir adelantado. Es igual, si no
hoy, la prxima vez. -Esto ya se sabe! Tienes razn -dijeron algunos.
-A mi entender -continuaba Egor Mikilovich-, Joriuhkyn y Mibujin
Vaska deben marchar; no hay remedio, as lo manda Dios. -Justamente!
-repitieron varias voces. -El tercero ha de ser o Dutlov, o alguno
de los dvoinik. Qu decs vosotros? -Que vaya Dutlov -exclamaron las
voces -Dutlov es troinik! De nuevo, y poco a poco, comenzaron los
gritos y discusiones, recordando lo de antes, hasta el robo del
terreno en la huerta, de algunos trapos robados en el patio de la
seora... Egor Mikilovich, regenteaba desde haca veinte aos la
hacienda y era hombre muy inteligente y experto; escuch por espacio
de un cuarto de hora, y, de repente, mand que callasen todos y que
los Dutlov echasen el sorteo entre los tres, para ver a quin tocaba
partir. 45
45. L E N T O L S T O I Cortaron las fichas y Jrakov meti la
mano al sombrero en que las agitaban, y sac la de Iliushka. Todos
guardaron silencio. -Conque es la ma! A ver, ensamela... -dijo Ilia
46 con voz entrecortada. El silencio perduraba. Egor Mikilovich
orden que al da siguiente le trajeran el dinero de los reclutas, a
razn de siete kopeks por familia, y anunci que todo estaba resuelto
y se termin la asamblea. La muchedumbre se alejaba con ruido de
voces y de pasos, cubrindose la cabeza hasta que doblaban la
esquina. El intendente permaneci parado en la gradera, con los ojos
fijos en los que se alejaban. Cuando los hijos de Dutlov dieron la
vuelta a la esquina el intendente llam al viejo, que se haba
detenido, y entr con l en el despacho. -Tengo piedad de ti, anciano
-dijo Egor Mikilo-vich, acomodndose en el silln, junto al
escritorio-. Te toc el turno. Rescatars a tu sobrino, s o no? El
viejo guardaba silencio, mirando fijamente a Egor Mikilovch. -No
hay remedio -contest Egor Mikilovich a su mirada.
46. P O L I K U S H K A -Con todo gusto lo rescatara; pero no
tengo con qu, Egor Mikilovich. Se me murieron en este verano dos
caballos. Cas al sobrino.... sin duda es ste mi destino, por vivir
honradamente. Para l no es difcil hablar (se acordaba de Rezum).
Egor Mikilovich se pas la mano por la frente y bostez. Era
indudable que aquello le fastidiaba, y era adems tiempo de tomar el
t. -Oh, viejo!, por qu pecas? -dijo-. Busca mejor en tu cueva y tal
vez encuentres los cuatrocientos rubios antiguos. Te comprar un
sustituto, de primera clase, pues recientemente me ofrecieron a un
hombre. -En el distrito? -pregunt Dutlov, comprendiendo en la
palabra distrito, la ciudad. -Entonces, lo comprars? -Con todo
gusto lo hara, lo juro por Dios, 47 pero... Egor Mikilovich le
interrumpi severamente. -Entonces yeme, viejo, que Ilushka no haga
nada para escapar; cuando mande por l, sea hoy o maana, que est
preparado. T mismo lo llevars, t eres el responsable, y si, Dios
nos guarde, sucede algo con l, te tomar al hijo mayor.
Entiendes?
47. L E N T O L S T O I ---Quiz sea imposible tomar de los
dvoinik, Egor Mikilovich. Es una injusticia -dijo despus de un
rato-. Mi hermano muri en el servicio, ahora me quitan al hijo. Por
qu soy tan desdichado? -murmur casi llorando y dispuesto a caer a
los pies del intendente. -Basta, basta, mrchate -dijo Egor
Mikilovich-, no se puede hacer nada, sa es la ley. Cuida a
Iliushka, porque t eres el responsable. Dutlov se fue a su casa,
golpeando con el bastn los pedruscos del camino. 48
48. P O L I K U S H K A VII Al da siguiente, muy temprano,
detvose frente al portaln de la casa de los dvorovuy una pequea
carreta, la que serva al intendente para su viajes, enganchada a un
caballo alazn, muy robusto, llamado Tambor, quin sabe por qu.
Aniutka, la hija mayor de Polikey, a pesar de la lluvia, del
granizo y del viento fro estaba con los pies desnudos a la cabeza
del caballo, lo ms lejos posible y visiblemente asustada,
detenindolo con una mano de la brida y sosteniendo con la otra un
camisoln de color amarillo verdoso que llevaba en la cabeza y que
desempeaba en la familia el papel de cubierta, de abrigo, de gorro,
de alfombra, de palet para Polikey y de muchos oficios ms, En el
rincn habla gran animacin. Todava estaba 49
49. L E N T O L S T O I oscuro; la luz de la madrugada del da
lluvioso penetraba apenas por la ventana, cuyos cristales estaban
pegados con papel. Akulina no cuidaba en aquel instante de la
cocina, ni de los hijos, de los cuales todava no se haban levantado
los pequeos, que temblaban de fro, porque las ropas de la cama las
haban tomado en calidad de abrigo los que estaban de pie, siendo
sustituidos por el chal de la madre. Akulina ocupbase de los
preparativos para el viaje de su marido. La camisa estaba limpia;
pero las botas, que como se ha dicho estaban muy rotas, exigan
grandes cuidados. Primero sac sus medias de lana gruesas, las nicas
que tena, y las entreg a su marido. Luego, aprovechando una manta
de caballo que haba trado Polikey haca pocos das, de la
caballeriza, donde se encontraba mal colocada, hizo unas plantillas
que pararon hasta cierto punto los agujeros, protegiendo los pies
de la humedad. lich estaba sentado con los pies en la cama y se
ocupaba de arreglar su cinturn para que no tuviese aspecto de
cuerda sucia. La nia ms pequea, de voz balbuciente, cubierta la
cabeza con un chal que se le enrollaba hasta los pies, fue enviada
a casa de Nikita para pedir prestada la gorra. El tumulto lo
aumentaban los dvorovuy, que venan a pedir a lich 50
50. P O L I K U S H K A que les comprase algo en la ciudad:
quin agujas, quin t, quin aceite para lmpara, tabaco, y hasta la
mujer del carpintero le pidi que le comprara azcar, apresurndose a
hacer hervir el samovar, y, para captarse la voluntad de lich, le
ofreci en un jarro el lquido que llamaba t. Como Nikita se neg a
prestar la gorra, fue preciso arreglar la propia, meter los pedazos
de algodn que colgaban, recosiendo un agujero con la aguja del
veterinario; las botas, con las plantillas hechas de la mantilla,
no poda ponrselas y como Aniutka se haba congelado y dej las
riendas de Tambor, se envi a Mashka, para que, envuelta en el chal,
la sustituyera, y despus, cuando quitaron el abrigo a mashka,
Akulina misma tuvo que detener el caballo. Al fin de cuentas, lich
se haba puesto todos los vestidos de su familia, dejando en casa
nicamente el delgado manto y las pantuflas. Se coloc en el
carruaje, se cruz el abrigo, arregl el heno a sus pies, de nuevo se
cruz el abrigo, desat las riendas, por tercera vez se cruz el
abrigo, como lo hacen los hombres muy serios, e hizo partir el
caballo. Su hijo, Mishka, saliendo al portaln, le peda que lo
pasease un poco en el carro, y Mashka, con voz balbuciente, pidi lo
mismo, asegurando que 51
51. L E N T O L S T O I senta calor tambin sin abrigo; Polikey
detuvo el caballo, sonri con su sonrisa dbil, mientras Mulina, que
suba a sus chicos inclinndose hacia l le rog otra vez que no
olvidara su juramento y que no tomara nada durante el viaje.
Polikey llev a los nios hasta la fragua, los baj, se envolvi mejor
en el abrigo, se hundi el casquete y se puso a caminar al trote,
estremecindose y golpeando con los pies el fondo de la carreta en
los choques del camino. Mashka y Mishka corrieron descalzos, dando
tales chillidos que un perro de la aldea, que se haba desviado
llegando a la quinta, al mirarlos baj de repente la cola y se fue
ladrando, circunstancia que aument los chillidos de los herederos
de Polikey. El tiempo era malo; el cierzo cortaba el rostro de
Pilikey; a veces nieve, a veces agua o el granizo, azotaban a lich
en la cara y en las desnudas y heladas manos que llevaban las
riendas y que trataba de esconder en las mangas del abrigo; el
pobre Tambor, mova a un lado y a otro la cabeza, sacuda las orejas
y cerraba los ojos. A veces la tempestad calmaba y se despejaba el
da; veanse claramente las azuladas nubes de nieve, y pareca que el
sol iba a brillar, irresoluto, sin alegra, como la sonrisa de
Polikey. A pesar de todo, lich se sumerga en 52
52. P O L I K U S H K A agradables meditaciones. l, a quien
trataban de deportar, a quien amenazaban con el reclutamiento, a
quien asustaba y golpeaba todo el que quera hacerlo, a quien se
cargaba con los trabajos ms repugnantes..., l iba ahora a cobrar
una suma de dinero, una suma grande; la seora tena confianza en l,
y all iba en la carreta del intendente, tirada por Tambor, por el
caballo que muchas veces haba conducido a la seora misma; y llevaba
en las manos riendas de cuero, como si fuese un posadero. A decir
verdad, pueden ir en una carreta tambin comerciantes cuyos negocios
alcanzan a diez mil rubios; viajan lo mismo que viajaba l, pero no
es igual. Vemos, por ejemplo, a un hombre de barba abundante, kaftn
azul o negro, con caballo bien alimentado, como iba l mismo; basta
una sola ojeada para comprender si el caballo est bien alimentado,
lo mismo que el dueo; basta fijarse en el arreglo de los arneses,
en los muelles de las ruedas, en el cinturn del viajero, para
determinar inmediatamente si es con miles o con cientos de rubios
con lo que este mujik hace su comercio. Todo hombre experto, apenas
hubiese visto a Po-likey, apenas se hubiese fijado un instante en
sus manos, en su rostro, su escasa barba recientemente 53
53. L E N T O L S T O I crecida, su cinturn, el heno echado
desordenadamente en el fondo de la carreta, Tambor enflaquecido y
los muelles gastados por el uso, inmediatamente habra reconocido
que quien caminaba era un siervo, y no un comerciante, tampoco un
ganadero ni un posadero, y que aqu no se trataba de miles, de
cientos, ni de decenas de rublos. Pero lich no pensaba as. Se
engaaba el buen hombre y se engaaba dulcemente! Eran tres mitades
de mil que pronto se hallaran dentro de su pechera. Si le daba la
gana podra dirigir a Tambor hacia otra parte, yndose a donde Dios
pluguiera; pero no lo hara, y llevara el dinero a la seora,
alabndose de que ya muchas veces haba cobrado cuentas mayores. Al
pasar frente a la taberna, Tambor tir la rienda al lado izquierdo,
dispuesto a detenerse; pero Polikery, a pesar de que tena el dinero
que le dieron para las compras, dio al caballo un latigazo y sigui
su camino. Lo mismo hizo frente a otra taberna, de modo que al
medio da se hall frente a la casa de un comerciante donde siempre
se hospedaban los servidores de la seora; detuvo en el patio la
carreta, desenganch el caballo, dndole heno, almorz con la
servidumbre de la casa sin dejar de narrar para cul importante
54
54. P O L I K U S H K A negocio se le haba enviado, y con la
carta en la gorra se dirigi al jardinero. El jardinero conoca a
Polikey, y al leer la carta le pregunt con visible desconfianza si
verdaderamente l era el encargado de recoger aquel dinero. lich
quera enfadarse, pero no pudo lograrlo y sonri nicamente con su
triste sonrisa. El jardinero reley la carta y entreg el dinero que,
recibido, Polikey puso dentro de su pechera, para volver a la casa.
Ni el restaurante, ni las tabernas... nada lo tentaba. Senta una
irritacin agradable en todo su cuerpo; se detena delante de las
tiendas, para mirar botas, armiaks, casquetes, telas y comestibles;
detenase un momento y luego se alejaba penando: "Todo lo puedo
comprar.... pero no lo har!" Dirigise al mercado y compr cuanto se
le haba encargado, y comenz a tratar una shuba, por la cual pedan
veinticinco rublos. El mercader examinaba a Polikey y desconfiaba
de que este hombre fuese capaz de comprarla; pero Polikey mostr el
dinero que llevaba sobre el pecho, afirmando que sera capaz de
comprar toda la tienda si le daba la gana; quiso probarse el
abrigo, examin la piel hasta contaminarse de olor a carnero, y al
fin se lo quit suspirando: "No me conviene el precio. 55
55. L E N T O L S T O I Si usted lo da en quince rublos..." El
mercader lanz colrico el abrigo sobre el mostrador y Polikey sali
de la tienda, con buen humor, camino a la posada. Despus de cenar y
de haber dado su pienso a Tambor, Polikey subi a la estufa, sac el
sobre, lo examin largo rato y al fin pidi al posadero, que saba
leer, que viese qu deca aquello; y ste ley: "Contiene mil
seiscientos diecisiete rublos, papel moneda". El sobre era de papel
corriente; los sellos, de lacre rojo, representaban un ancla, uno
grande al centro y cuatro ms chicos en las esquinas a un lado una
gota de lacre. lich observ todo esto muy bien, hasta que lo aprendi
de memoria y palp los agudos filos de los billetes, sintiendo una
alegra de nio al verse con tanto dinero en las manos. Puso el sobre
en el forro del casquete, coloc ste bajo su cabeza y se acost...
Durante la noche despert varias veces, y en la oscuridad palpaba,
para convencerse de que estaba el sobre donde lo haba colocado.
Cada vez que hacia esto, experimentaba una sensacin gratsima de
orgullo, pensando que l Polikey, tan ofendido y humillado, tena en
su poder tanto dinero y lo iba a entregar con exactitud, con tal
precisin como no lo habra hecho mejor el intendente. 56
56. P O L I K U S H K A VIII Hacia la media noche los
sirvientes de la posada y el mismo Polikey fueron despertados por
golpes dados en la puerta y gritos de mujiks. Eran los reclutas de
Pokrovskoie y sus acompaantes, como unos diez hombres: Joriushkin,
Mitiushkin e Ilia (el sobrino de Dutlov), dos sustitutos, el
strosta, el viejo Dutlov y los cocheros. En la isba arda un farol;
la cocinera dorma en el banco, bajo las imgenes; al or aquellos
golpes, se levant y encendi la buja. Polikey despert tambin e
inclinndose fuera de la estufa mir a los mujiks que entraban. Todos
estaban muy tranquilos y no se hubiera podido adivinar cules eran
los reclutas y cules componan la guardia. Saludaron al posadero,
charlaron y pidieron de comer. Es cierto que unos 57
57. L E N T O L S T O I parecan silenciosos y tristes, pero
tambin haba otros demasiado alegres, sin duda por el vino; entre
estos ltimos estaba tambin Ilia, que antes no tomaba nunca. -Y
bien, muchachos, cenamos o nos acostamos? 58 -pregunt el strosla.
-Cenamos -dijo Ilia, abriendo su abrigo y aco-modndose en el
banco-. Manda servir vodka. -Ya has bebido bastante -dijo el
strosta, entre dientes, y se dirigi a los otros-. Comed un pedazo
de pan, muchachos! Por qu despertar a estas gentes? -Dadme vodka-
repeta Ilia sin mirar a nadie y en tono que demostraba bien que no
estaba dispuesto a ceder. Los mujiks se conformaron con la
proposicin del strosta, sacaron el pan de sus carros, comieron un
poco, pidieron kvass y se acostaron unos sobre el suelo, otros en
los bancos y los dems sobre la estufa. Ilia repeta de tiempo en
tiempo: Dame vodka, te digo, dame vodka". De pronto advirti la
presencia de Polikey: -lich, oh, lich! Ests aqu, querido? Sabes?,
Voy a ser soldado! Ya me desped para siempre de
58. P O L I K U S H K A mi madre y de mi mujer ... !, cmo
lloraba la pobre! Me han condenado al servicio-, convdame vodka...
-No tengo dinero -contest Polikey-. Si Dios quiere te rechazarn por
intil -aadi consolndolo. -No, hermano mo, estoy sano como un roble;
no tengo ningn defecto. Si me rechazan, qu soldados entonces
necesita el zar! Polikey explic la historia de un rnujk que escap
del servicio por haber regalado algn dinero al doctor. Ilia se
acerc a Polikey y comenz a lamentarse: -No, no, lich, todo ha
acabado para m; yo mismo no quiero quedarme ahora... Es mi to quien
me pierde. Acaso no podramos comprar un sustituto? Pero no, no
quiere dar ni a su hijo ni dinero. Me enva a m... Ahora yo mismo no
quiero quedarme (comenz a hablar en tono de confianza y de profundo
dolor.) Lo nico que me da pena es dejar a mi madre; cmo se
lamentaba!, pobrecita!.... tambin mi mujer..., han arruinado a mi
mujer!.... qu vida le aguarda!, soldadera, en una palabra... Mejor
sera no habernos casado. Por qu nos casaron?... Maana vendrn las
dos... 59
59. L E N T O L S T O I -Por qu les han trado tan pronto?
-pregunt Polikey-. Nada sabe un hombre, y de repente... -Es que
tienen miedo de que haga algo malo -contestaba Ilushka sonriendo-;
pero no hay cuidado, no har nada... Yo nada pierdo con ser soldado,
lo siento slo por mi madrecita, y por mi mujer... Por qu me han
casado?... -repeta an, dulce y tristemente. La puerta se abri de
golpe y entr el viejo Dutlov, sacudiendo su gorra, con sus
sandalias siempre muy grandes, como si llevase barcos en los pies.
-Atanasio -dijo, dirigindose al posadero-; prstame tu linterna,
porque quiero dar avena a los caballos, Dutlov no mir a Ilia y se
puso con calma a encender una buja. Llevaba los guantes y el ltigo
atados a la cintura, y su abrigo estaba bien arreglado. Tena un
aire tan sosegado, tan fro y libre de cuidados como de costumbre.
Al ver a su to Ilia enmudeci, baj los ojos fijndose con aire sombro
en el rincn oscuro, bajo el banco, y de nuevo se dirigi al strosta:
-Dadme vodka, Ermil; quiero tomar vino. Su voz estaba ronca y
colrica. 60
60. P O L I K U S H K A -De qu vino hablas ahora? -contest el
strosta bebiendo del jarro. Ya ves que los dems comieron y todos
duermen... slo t escandalizas! La palabra "escandalizas" incit a
Ilia a 61 escandalizar. -Strosta, te har un escndalo si no me das
vodka. -Tal vez t puedas calmarle -dijo el strosta a Dutlov, que ya
haba encendido su linterna y se haba detenido a escuchar hasta dnde
llegaba la disputa; vea al sobrino con mirada de compasin, como
asombrado de su necedad. Y mirando al suelo, Ilia repiti: -Dame
vino, o har un escndalo. -Basta, Ilia! -dijo el strosta
bondadosamente-; basta, te lo suplico, ser mejor. An no haba
terminado cuando Ilia se levant, golpe con el puo el cristal de la
ventana y grit con todas sus fuerzas: -No me quieren escuchar?...
Pues tomen!... -y corri hacia otra ventana para hacer lo mismo. En
un momento lich se retir al rincn de la estufa, como si se hubiera
espantado. El strosta tir su cuchara y se abalanz hacia Ilia;
Dutlov lentamente dej la linterna, se desat el cinturn,
61. L E N T O L S T O I apretando los dientes, movi la cabeza y
se acerc a Ilia, a quien ya sujetaban el strosla y el posadero,
impidindole que se acercara a la ventana; pero apenas Ilia vio a su
to con el cinturn en las manos, sus fuerzas se centuplicaron, se
libr de ellos y con los ojos inyectados, y cerrados los puos se
lanz sobre Dutlov. -Te matar; no te adelantes, brbaro! T me has
perdido, s, t, con tus hijos ladrones! Por qu me casaste? No te
acerques, o te mato! Iliushka estaba terrible: encendido el rostro,
los ojos fuera de las rbitas, su cuerpo, robusto y joven, temblando
corno si tuviera fiebre. Pareca que en aquel momento era muy capaz
de matar a los tres mujiks que lo rodeaban. -Es la sangre de tu
hermano la que bebes!... 62 vampiro! Algo terrible ilumin de pronto
el semblante siempre tranquilo de Dutlov, y dio un paso adelante.
-No quisiste calmarte por las buenas -dijo el viejo, y con
movimiento rpido cogi a su sobrino, cay junto con l en el suelo y
con ayuda del strosta comenz a atarle las manos. Lucharon todava
unos cinco minutos; al fin Dutlov se
62. P O L I K U S H K A levant, ayudado por los mujiks, y
arranc su abrigo de los dedos de Ilia, que le tena cogido; luego
levant a Ilia, las manos atadas a la espalda, y le sent en un
banco, en el rincn. -Ya te lo deca, que era peor... -dijo sofocado
por la lucha y arreglando la cinta de su camisa- Por qu pecar?
Todos hemos de morir! Ponle el kaftn bajo la cabeza -aadi
dirigindose al posadero-, para que no le canse. Y l mismo cogi la
linterna, se ci con una cuerda y se march a cuidar de los caballos.
Ilia, con los cabellos en desorden, plido el rostro y la camisa
abierta, escudriaba el cuarto como para acordarse del lugar donde
estaba. El posadero recogi los trozos de vidrio y tap la ventana
con un polushubo para impedir que el viento penetrara. El strosla
volvi a su jarro. -Ea, Iliushka, Iliushka! Qu piedad tengo de
ti!..., qu vamos a hacer! Mira, tambin Joriushkin es casado. La
suerte es as. -Pero es que yo estoy perdido por culpa del bandido
de mi to! -repiti Ilia con furor-. Slo ama su dinero... Mi madre
dice que el intendente le haba ordenado comprar un recluta; y no
quiere dice que 63
63. L E N T O L S T O I no puede. Acaso nosotros, mi padre y
yo, hemos trado poco a la casa? Es un bandido! Dutlov regres a la
sba, rez antes las imgenes, se desnud y sentse junto al strosta. La
criada le dio kvass y una cuchara. Ilia call y cerrando los ojos se
tendi sobre el kaftn. El strosta lo seal al viejo compasivamente,
moviendo la cabeza. Dutlov hizo un gesto de desesperacin. -Acaso
crees que no me da pena? Es hijo de mi propio hermano. Y a pesar de
todo me han convertido a sus ojos en un bandido. Sin duda que su
mujer le ha metido en la cabeza (es muy astuta, aunque joven), que
tengo el dinero para comprar un sustituto. Y ahora me hace
reproches...! Es lstima perder a un mozo como l! -Oh, s, es un buen
muchacho! -dijo el strosta. -Pero, qu voy a hacer con l? Maana
enviar a Ignacio; tambin su mujer quera venir. -Envales, est bien
-dijo el strosta, que se levan-t y se acomod en la estufa, mientras
murmuraba-. Qu es el dinero? El dinero no es ms que polvo! -Si hay
dinero, por qu guardarlo? -dijo el criado 64 levantando la cabeza.
-Oh, el dinero, el dinero! Cuntos pecados engendra! -exclam
Dutlov-. Nada en el mundo trae
64. P O L I K U S H K A tantas maldades como el dinero; as est
escrito en los Evangelios. -Y est bien dicho -repiti el posadero.
Cierta vez un hombre que tena amontonado mucho dinero y no quera
dejarlo a nadie; a tal grado amaba su dinero, que se lo llev
consigo a la tumba. Cuando lleg la hora de morir, orden que se
pusiera en su fretro una almohadita. No ocurri a nadie pensar de qu
se trataba, y cumplieron su deseo. Despus los hijos comenzaron a
buscar el dinero: no haba nada. Al fin uno de ellos sospech que
seguramente el dinero deba estar en la almohadita. Llegaron hasta
el zar; pidieron el permiso de cavar, y, qu te figuras? Abrieron y
no haba nada en la almohada, el fretro estaba lleno de gusanos. Y
volvieron a enterrarlo. Eso es lo que hace el dinero! -Ya es
sabido! S1o engendra pecados -dijo Dut-lov, que se levant y se puso
a rezar. Al terminar dirigi la mirada hacia el sobrino. ste dorma.
Acercsele Dutlov, le afloj el cinturn y se acost. El otro mujik se
fue a dormir a la cuadra. 65
65. L E N T O L S T O I IX Cuando volvi a quedar todo en calma,
Polikey, como si hubiese sido culpable de algo, baj silenciosamente
de la estufa e hizo sus preparativos de marcha. Sin saber por qu,
tema pasar la noche con los reclutas. Ya los gallos cantaban con ms
frecuencia. Tambor se haba comido toda su avena y tena sed. lich
sac su carreta de entre los carruajes de los mujiks, palp su gorra,
y hall que su contenido estaba intacto, y pronto las ruedas de la
carreta resonaban de nuevo sobre el helado camino que conduce a
Podrovskoie. Hasta que sali de la ciudad pudo respirar libremente;
hasta entonces parecale, sin explicarse por qu, que le iban a
perseguir, a prender, y, atado de manos, a presentarlo en lugar de
Ilia. Ora por el aire helado, 66
66. P O L I K U S H K A ora por miedo, un estremecimiento
sacuda su cuerpo, y sin cesar apresuraba al caballo. El primer
hombre a quien encontr fue un pope, cubierto con un gran bonete de
invierno y acompaado de un criado tuerto. Polikey sinti mayor
miedo. Ya fuera de la ciudad, desperezndose de a poco. Tambor
marchaba lentamente; el camino, adelante, se hizo ms claro; lich
quitse el gorro y palp el dinero. "Sera mejor llevarlo en la
pechera? -pens-. Pero entonces tengo que desceirme. Aguardar hasta
que pase la colina, entonces bajar del carruaje y me arreglar. El
gorro est bien cosido por arriba, y por abajo el sobre no se me
escapar... Tampoco me quitar el gorro mientras no llegue a casa..."
En el declive de la colina, Tambor, por su voluntad, empez a
galopar, y Polikery, que senta tambin deseos de llegar cuanto antes
a su casa, no se lo impeda. Como iba muy bien, o por lo menos a l
le pareca as, se dio a soar con el agradecimiento de la seora, con
los cinco rublos que le dara y la alegra de su mujer y de sus
hijos. Quitse otra vez el gorro, de nuevo palp el sobre y se lo
ajust a la cabeza, sonriendo. Lo felpudo del gorro estaba
enteramente gastado, y en la parte donde la vspera haba sido cosido
por Akulina se volvi a romper; 67
67. L E N T O L S T O I fueron los impulsos de Polikey, cuando
quera ocultar ms adentro el sobre, los que ms pronto acabaron con
el gorro, haciendo que el sobre asomara una punta por la rotura.
Comenz a clarear el da, y Polikey, que en toda la noche no haba
cerrado los ojos, comenz a dormitar. Como se ci fuertemente la
gorra, el sobre sali todava ms afuera, y mientras dorma, su cabeza
golpeaba en el respaldo de la carreta. Despert ya muy cerca de su
casa. Su primer movimiento fue llevarse la mano al casquete; lo
sinti bien apretado y no se lo quit, seguro de que all estaba el
sobre. Fustig a Tambor, arreglse de nuevo, se dio la importancia de
un posadero, y, mirando alternativamente a un lado y a otro, se
dirigi hacia la quinta. -He aqu a la cocina, el ala de los siervos
.... ya distingo a la mujer del carpintero que lleva su ropa ... El
despacho.... el despacho..., la casa seorial, donde Polikey, dentro
de unos instantes, tendra la oportunidad de demostrar que era
hombre fiel y honrado, y que es posible calumniar a cualquiera... Y
la seora dira: "Muy bien! -te lo agradezco, Polikey. Aqu tienes
tres rublos..." Tal vez le dara cinco, quiz diez..., y le convidara
el t, y quin sabe 68
68. P O L I K U S H K A si hasta le dara un vaso de vodka. Con
este fro no vendra mal... Con diez rublos puede divertirse uno en
la fiesta, comprar botas, y sea lo que fuere, devolver los cuatro y
medio rublos que debo a Nikita, porque molesta mucho por esta
deuda... A unos cien pasos de la casa, Polikey dio otro latigazo al
caballo, arregl su cinturn y su cuello; se quit el gorro, arregl
sus cabellos, y meti lentamente la mano bajo el forro. Su mano
comenz a moverse ms y ms apresuradamente, meti tambin la otra; su
rostro se puso ms y ms plido, y una de sus manos sali por el otro
lado del gorro... Polikey se arrodill, detuvo el caballo y comenz a
examinar la carretera, el heno, las compras, palpse la pechera y el
pantaln: nada!, el dinero haba desaparecido! -Padrecito mo!, qu es
esto? Qu va a suceder?... -clam mesndose los cabellos. Pero pens al
momento que alguien podra sorprenderle, hizo volver a Tambor sobre
sus pasos, se hundi el gorro y lanz carretera abajo al caballo,
asombrado y disgustado. Abomino de ir con Poliker -pensaba sin duda
Tambor-. Una vez en la vida que me dio de comer y beber a tiempo,
ha sido nicamente para engaarme de modo tan desagradable. Cunto me
apresuraba 69
69. L E N T O L S T O I para llegar a casa! Me he fatigado y
apenas olfateo el heno me hace correr de nuevo. -T, bestia del
diablo! -grit Polikey con lgrimas y levantndose en la carreta,
comenz a fustigar el caballo con las riendas y el ltigo. 70
70. P O L I K U S H K A X Durante todo el da nadie en
Pokrovskoie vio a Polikey. La seora pregunt por l varias veces
despus de comer, y Aksiutka llegaba corriendo a cada instante al
rincn de Akulina; sta contestaba que todava no haba llegado, que
sin duda el mercader lo haba entretenido, o que acaso habra pasado
algo al caballo. "Tal vez se ha encojado, como la ltima vez que
sali. Maxim estuvo todo un da desde la ciudad al pueblo, y tuvo que
hacer todo el viaje a pie." Aksiutka diriga de nuevo sus pndulos
hacia arriba, y de nuevo Akulina volva a imaginar otras causas que
explicasen el retraso de su marido, tratando en vano de
tranquilizarse. Senta un peso sobre el corazn y olvid los
preparativos para la fiesta de maana; aumentaba su tormento el
71
71. L E N T O L S T O I hecho de que la mujer del carpintero
afirmaba que haba visto por la maana "un hombre igual, igual a
lich, que se haba acercado a la quinta y despus haba vuelto a
alejarse". Los nios estaban tambin impacientes por el retorno de su
padre, pero por causas distintas, Aniutka y Mashka se quedaron sin
el peludo y sin el abrigo, y no podan salir a la calle; estaban
obligadas a correr nicamente alrededor de la casa, abrigadas slo
con los vestidos, corriendo y atrapndose una a la otra, con ruido
infernal que causaba muchas molestias a los habitantes de la isba,
que iban y venan constantemente. Una vez Mashka choc con la mujer
del carpintero, que llevaba agua, y aunque la nia rompi a llorar
con anticipacin, por haberse golpeado con los pies de la vecina,
sta le dio un tirn de cabellos y Mashka se puso a llorar ms fuerte
an. Cuando no topaba con nadie, brincaba sobre la cubeta al pasar
la puerta y suba encima de la estufa. Solamente la seora y Akulina
se inquietaban por el propio Polikey, pues los hijos se preocupaban
slo por los abrigos. Cuando lleg Egor Mikilovich para el acuerdo
diario con la seora, fue interrogado por sta acerca del regreso
72
72. P O L I K U S H K A de Polikey, y dnde podra hallarse.
Sonri y contest: -Yo no lo puedo saber -visiblemente satisfecho de
que se fueran justificando sus temores-. Ya al medio da era tiempo
que hubiese llegado -aadi significativamente. Durante todo el da
nadie en Pokrosvskoie supo nada de Polikey. Muy tarde ya, se dijo
solamente que unos mujiks vecinos lo haban visto corriendo por la
carretera, sin gorro y preguntando a todos "si no haban encontrado
una carta". Otro hombre lo vio durmiendo a la orilla del camino,
junto a la carreta, el caballo amarrado. -Me ha parecido -dijo este
hombre-, que estaba borracho y que el caballo no haba comido ni
bebido desde haca lo menos dos das, a tal grado se haba
enflaquecido. Akulina no durmi en toda la noche, escuchando siempre
si perciba alguna seal de su llegada, pero en vano! Si hubiera
estado sola o hubiera tenido una criada que la sirviera,
seguramente se habra sentido an ms desgraciada; pero apenas
cantaron los gallos por tercera vez, cuando se levant la mujer del
carpintero, Akulina se vio obligada tambin a levantarse para ir a
la estufa como las dems. Era 73
73. L E N T O L S T O I da de fiesta; era preciso antes de que
llegase el da, acabar de cocer los panes, preparar el desayuno,
hacer las tortas, ordear la vaca, planchar los vestidos y las
camisas, lavar a los pequeos, traer agua y no permitir que la
vecina ocupase ella sola toda la estufa. Sin dejar de atender a
todos los ruidos de afuera, Akulina se ocup de sus labores
cotidianas. Lleg el da, y comenzaron a tocar a misa las campanas;
ya se haban levantado los nios, pero Polikey an no haba vuelto. La
vspera haba helado; la nieve cubra desigualmente los campos, los
caminos y los techos de las casas; ese da, como si fuera
expresamente por ser fiesta, presentbase hermoso, con un sol
esplndido y una atmsfera pura y transparente, de modo que a lo
lejos todo se oa y se vea... Akulina, metiendo la cabeza en la
estufa, estaba tan preocupada con sus tortas que no se percat de la
llegada de Polikey, y slo por los gritos de los nios supo que su
marido haba llegado. Aniutka, la mayor, ya se haba engrasado los
cabellos y se haba vestido sin ayuda de la madre. Llevaba un traje
nuevo de algodn, color rosa, sin almidonar; era un regalo de la
seora, que le vena como a una mueca y excitaba la envidia de las
vecinas; sus cabellos brillaban por haberse gastado 74
74. P O L I K U S H K A en ellos un medio cabo de sebo; tambin
sus botas, que, aunque no eran nuevas, eran de cuero delgado.
Mashka todava llevaba su batita y estaba sucia, de suerte que
Anitika no la dejaba acercarse por miedo de que la manchara. Mashka
estaba precisamente en el patio, cuando lleg su padre con las
compras. -Mi padrecito ha llegado! -grit-, y entr co-rriendo por la
puerta, ensuciando al pasar el vestido de Aniutka; sta, ya sin
temer mancharse, se puso a pegar a su hermana, mientras Akulina,
sin poder dejar su trabajo, slo gritaba: Salgan de aqu, o azotar a
todos! Volvi hacia la puerta ansiosamente la mirada, en el instante
que lich, con un bulto en las manos, entr en el pasillo y se dirigi
inmediatamente a su rincn. A Akulina le pareca que estaba plido y
que tena el rostro lloroso y sonriente; pero apenas tuvo tiempo de
fijarse en ello. -Y qu, luch, todo va bien? -pregunt sin 75 moverse
de la estufa. lich murmur algo incomprensible. -Qu dices? -exclam-.
Has visto ya a la seora? lich se sent en el lecho, mir estpidamente
en torno suyo, sonriendo con su sonrisa de hombre
75. L E N T O L S T O I bueno y culpable; y durante un largo
rato no contest nada. -Dime, lich, por qu has tardado tanto?
-pre-gunt 76 Akulina. -Yo, Akulina ma, ya he entregado el dinero a
la seora... Si vieras de qu modo me ha dado gracias! -dijo de
repente, y comenz a mirar todava ms inquieto y sonriendo siempre.
Dos cosas atraan particularmente sus ojos inquietos y abiertos,
como si tuviese fiebre; el pequeito que estaba en la cuna y las
cuerdas con que estaba atada sta. Se acerc a la cunita y comenz con
sus delgados dedos a desatar la cuerda. Despus su mirada se fij en
el nio; pero en este instante entr en el rincn Akulina, con las
tortas en una tabla, y Polikey se meti apresuradamente las cuerdas
en el bolsillo y se sent de nuevo en la cama. -Qu tienes, lich? -te
sientes mal? -pregunt Akulina. -Es que no he dormido -contest
Polikey. De pronto pas veloz por delante de la ventana y poco
despus entr como una flecha Aksiutka, la muchacha de arriba.
76. P O L I K U S H K A -La seora ordena a Polikey lich que
venga inmediatamente -dijo-. Que venga inmediatamente; lo ordena
Advotia Mikilovna.... inmediatamente. Polikey mir a Akulina y a la
muchacha. -Voy en seguida!, qu se le ofrece todava? -dijo de una
manera tan natural, que Akulina se tranquiliz. -Tal vez lo quiere
gratificar -pensaba-. -Di que ahora mismo voy. Levantse y sali;
mientras tanto, Akulina tom una artesa, la puso en el banco, verti
agua de los cubos que se hallaban junto a la puerta, aadi agua
caliente de la estufa, se arremang las mangas y prob su temperatura
con la punta de los dedos. -Ven, Mashka, voy a lavarte. La nia, al
or esto, se puso a chillar. -Ven, tiosa, despus te pondr una camisa
limpia. Vamos, basta de historias! Ven, que luego he de lavar
tambin a tus hermanos. Mientras tanto Polikey no segua a la
muchacha de arriba, sino que se diriga hacia muy opuesto lado. En
el pasillo haba, junto a la pared, una escalera muy recta que
conduca al granero. Polikey, una vez fuera, mir entorno, y al no
ver a nadie, se inclin y subi rpidamente por la escalera. 77
77. L E N T O L S T O I -Qu significa esto?... No viene
Polikey... -dijo la seora con impaciencia, dirigindose a Duniasha,
que estaba peinndola-. Dnde se ha metido?, por qu no viene?
Aksiutka de nuevo corri a la isba de los criados; de nuevo entr
bruscamente en el pasillo, diciendo que lich fuese inmediatamente a
ver a la seora . -Pero, si hace ya un rato que ha salido -contest
Mulina, quien, despus de haber lavado y arreglado a Mashka, acababa
de meter en el bao a su pequeuelo; y a pesar de sus grandes
chillidos, comenz a mojarle la cabellera. El nio gritaba haciendo
muecas, agitaba sus manecitas como si quisiera agarrarse de algo;
con una mano Akulina detena su robusto cuerpecito lleno de
hoyuelos, y con la otra lo iba lavando. -Anda, mira que no se haya
quedado dormido en alguna parte -dijo Mulina, pleno ya el corazn de
inquietud. En este momento la mujer del carpintero, sin peinar
todava, a medio vestir, recogida la falda, subi al granero para
traer su vestido que haba puesto all a secar. De pronto se escuch
en el granero un grito horroroso, y la mujer del 78
78. P O L I K U S H K A carpintero, como una loca, cerrados los
ojos, de espaldas, rodaba escaleras abajo. -lich! -exclam
espantada. Akulina dej de sostener al chico. -...Ahorcado! -aullaba
la carpintera. Akulina sali corriendo al pasillo, sin darse cuenta
de que el pequeo rodaba como una pelota, cayendo de cabeza al agua
con los piececitos hacia arriba. -En la viga.... est colgado!
-gritaba la carpintera, que se contuvo al ver a Mulina. Akulina se
lanz por la escalera y antes de que lograran detenerla lleg arriba;
prorrumpi en un grito espantoso y cay como un cadver; se hubiera
matado seguramente si no la reciben en sus brazos las gentes que de
todos lados hablan acudido. 79
79. L E N T O L S T O I XI Durante algunos minutos fue
imposible que nadie se entendiera en medio de aquella confusin
general. La multitud que se haba reunido era enorme; todos
gritaban, todos hablaban, los nios y los viejos sollozaban. Akulina
permaneca desvanecida. Por fin el carpintero y el intendente, que
ya tambin estaban all, subieron las escaleras mientras la
carpintera contaba por vigsima vez cmo, sin pensar en nada, haba
subido al granero para recoger su ropa tendida a secar, y cmo vio
all de pront