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Política exterior española

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Política exterior española Source: Afers Internacionals, No. 2 (Tardor-Hivern, 1983), pp. 129-139 Published by: CIDOB Stable URL: http://www.jstor.org/stable/40585521 . Accessed: 15/06/2014 14:53 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . CIDOB is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Afers Internacionals. http://www.jstor.org This content downloaded from 185.2.32.152 on Sun, 15 Jun 2014 14:53:18 PM All use subject to JSTOR Terms and Conditions
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Política exterior españolaSource: Afers Internacionals, No. 2 (Tardor-Hivern, 1983), pp. 129-139Published by: CIDOBStable URL: http://www.jstor.org/stable/40585521 .

Accessed: 15/06/2014 14:53

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CRONICA

Política exterior española

Clausura de la Conferencia de

Seguridad y Cooperación de Mac/rid

«...Madrid ha sido durante tres años la ciudad de la esperanza, la ciudad donde brillaba para todos, en un mundo de presiones, la páli- da, la frágil, pero emocionada, luz de la esperanza en un futuro de paz y libertad para los pueblos (...) quiere ser recordada como la ciu- dad en que nuestras naciones deci- dieron hacer frente al pesimismo, apostando, por encima de las difi- cultades, por la confianza.»

Con estas palabras, el Rey Don Juan Carlos clausuraba el pasado 9 de septiembre, en Madrid, la Con- ferencia de Seguridad y Coopera- ción Europea (CSCE), después de tres años de negociaciones.

El monarca hizo un llamamiento al diálogo para superar las tensio- nes internacionales y no se paró en barras a la hora de agradecer al grupo de países neutrales su contri- bución al éxito final de la Conferen- cia. No podemos olvidar que Espa- ña estuvo, durante la última fase de la CSCE, alineada con las postu- ras de los países neutrales y no alineados, esforzándose sus repre- sentantes por que el grave inciden-

te del avión surcoreano no enterra- se el llamado «espíritu de Madrid».

Se cerró la Conferencia a los tres años de su inicio, después de que tres gobiernos españoles sirvieran de anfitriones en un foro en el que ya, desde un principio, se había en- tablado un «diálogo de sordos».

La invasión de Afganistán por la URSS, en diciembre de 1980, la de- claración de la Ley Marcial en Po- lonia y, por último, el abatimiento de un avión surcoreano por cazas soviéticos estuvieron a punto de dar al traste con todas las expecta- tivas de paz y entendimiento entre las naciones.

La CSCE, a decir de los diplomá- ticos, ha sido un éxito. Éxito de par- ticipación. Durante más de mil días dignatarios de 35 países han «dia- logado» sobre cooperación y segu- ridad. Éxito de organiazción, por- que, a pesar del boicot de Malta y del incidente del avión, la fecha de clausura no fue pospuesta y el Documento Final fue firmado. Un Documento que profundiza y pro- gresa, respecto del Acta Final de Helsinki de 1975, en temas como cooperación en la lucha contra el terrorismo, respeto a la indepen- dencia y seguridad de los países, las libertades y derechos humanos,

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cooperación entre naciones en asun- tos económicos, culturales y políti- cos, etc.

A nivel estrictamente práctico, los 35 Estados participantes en la reunión han llegado a una fórmula de consenso que significa la con- cesión al bloque del Este de una conferencia de desarme a celebrar en Estocolmo, vieja pretensión de Moscú. Y por lo que respecta al bloque occidental, han obtenido el compromiso de los países firmantes de permitir los sindicatos libres y un calendario para la celebración de próximas conferencias sobre los derechos humanos e intercambios familiares en Canadá en 1985 y en Suiza en 1986. Igualmente, el esta- blecimiento de una conferencia, en 1986, en la ciudad de Viena, en la que se revisará el cumplimiento de lo acordado en Madrid.

A nadie escapa, sin embargo, que el acuerdo es una salida honorable para el encuentro que se inició en 1980, y que, hoy en día, la disten- sión no depende de los papeles es- critos.

Tanto George Shultz como An- drei Gromiko dieron muestras de ello en sus respectivos discursos. De ahí que los delegados en Ma- drid miren con recelo los resulta- dos de las negociaciones que en Gi- nebra llevan a cabo las dos super- potências para establecer el equili- brio nuclear en Europa.

El éxito de la Conferencia de Ma- drid no significa el inicio de un proceso de distensión. El auténtico clima de guerra fría que crean las declaraciones de Estados Unidos y la Unión Soviética parece querer demostrar a terceros países la ne- cesidad de una loca carrera de ar- mamentos sin final, aun cuando a la hora de las sanciones por el de- rribo del avión surcoreano, Shultz atienda más a los intereses econó- micos de su país, y no plantee me- didas drásticas que afectarían se-

riamente a la URSS, pero que tam- bién dañarían la economía nortea- mericana. Por ejemplo, el posible bloqueo de las exportaciones de trigo estadounidense a la Unión So- viética.

Otro de los grandes protagonistas de la Conferencia fue el gobierno de Malta. Por su causa, y durante los últimos meses, el Acuerdo Final estuvo a punto de fracasar. La ne- gativa de Dom Mintoff a su firma constituía una incógnita para los demás representantes. ¿Qué o quién estaba detrás de la posición malte- sa?, ¿era, quizás, un afán por figu- rar en las páginas internacionales de los periódicos del presidente so- cialista?

Evarist Saliba, embajador de la delegación maltesa, argumentó, una y otra vez, la negativa de su país por cuanto el Acuerdo Final no con- templaba la celebración de una con- ferencia sobre seguridad en el Me- diterráneo. La Conferencia sobre desarme en Europa que se celebra- rá en Estocolmo en 1984 no garan- tiza, según él, que se aborde el tema del Mediterráneo, única frontera de la isla, denunciando, a la vez, que nada se ha hecho en ese sentido desde el Acta Final de Helsinki en 1975, a excepción de la decisión maltesa de suprimir, en 1979, todas las bases militares de su suelo.

La negativa de los demás países participantes a aceptar la exigencia del Estado maltes tiene una simple justificación: la CSCE nació en 1972 con el único fin de acabar con la larga etapa de guerra fría que si- guió a la II Guerra Mundial en la Europa Central, a la vez que ratifi- car las fronteras establecidas des- pués de la contienda, reconociendo la división ideológica de los dos blo- ques. Es, pues, ante todo, una con- ferencia sobre temas Este-Oeste.

La garantía del acuerdo unánime la consiguió una propuesta sueca por la que, el 6 de septiembre, se

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introducía un párrafo en el que se menciona el derecho de Malta o cualquier otro Estado a convocar una reunión sobre la seguridad en el Mediterráneo cuando sea apro- piado. Dom Mintoff aceptó esta vaga propuesta y la Conferencia pudo darse por concluida.

Pero si ha habido alguien que haya salido especialmente benefi- ciado de la CSCE, ha sido la actual diplomacia española. En efecto, los demás participantes han visto cómo en el corto período de tres años se sucedían en España el gobierno Suárez, que abrió la Conferencia con talante de anfitrión, cuando nuestro país aún no formaba parte de la OTAN. La Conferencia fue testigo mudo del intento de golpe de Estado el 23 de febrero de 1981, llevado a cabo por Milans del Bosch, Armada y Tejero; y a continuación, con Calvo Sotelo en la presidencia, España pasaba a desempeñar el pa- pel de «lacayo fiel» del grupo occi- dental, a la vez que se propiciaba nuestra entrada en la organización política de la Alianza Atlántica. Eran momentos tensos para la Con- ferencia; la invasión de Afganistán por la Unión Soviética hacía poco tiempo que se había producido, y nuestro representante de entonces en el foro internacional, Javier Ru- pérez se descolgó con unas acusa- ciones a los representantes de Mos- cú, mucho más duras de las que vertiera el propio secretario de Es- tado norteamericano, Alexander Haig. Nuestro país dejaba de ser neutral.

Sin embargo, España enmendó. Y enmendó precisamente cuando las riendas de nuestra política ex- terior pasaron a manos de Fernan- do Moran, siendo ya Juan Luis Pan de Soraluce nuestro representante en Madrid. El ministro de Asuntos Exteriores abría una vía al diálogo en su discurso del mes de febrero de 1983, ante los compromisarios

de los diferentes Estados. Madrid no debía convertirse en el escena- rio de las batallas propagandistas de los dos grandes. Había que bus- car un punto de encuentro, y fruto de esa búsqueda fue el RM-39. Do- cumento que sirve de base al texto final y que presentaron los países neutrales y no alineados en el mes de marzo, al que el presidente del Gobierno español añadiría y recor- taría algunas propuestas, tanto oc- cidentales como del Este, lanzando así lo que se ha dado en llamar la «propuesta González», en junio de este mismo año, firmada por todos los países, a excepción de Malta, el siguiente mes.

La intervención de España ha sido decisiva en esta última fase. Nuestra diplomacia se ha empleado a fondo. La mediación, el compro- miso, la negociación y, también, la dureza han hecho su aparición en un cuerpo político un tanto aban- donado por nuestros dirigentes.

España no era sede de un encuen- tro internacional desde la Confe- rencia de Algeciras en 1907, y, sin duda, ha ganado mucho en la CSCE. Ha jugado el papel de independen- cia dentro de un bloque, el occiden- tal, que nos corresponde por dere- cho, ganándose el respeto de los países neutrales, no alineados y co- munistas del Este. Madrid ha sido, al menos, la capital de nuestra espe- ranza.

España y la Otan

Uno de los principales problemas que tiene planteados el gabinete González es, sin duda, la integración de España en la Alianza Atlántica. La posición socialista al respecto, no deja de ser, cuando menos, am- bigua. El propio Fernando Moran ha tenido que variar sistemática-

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mente sus declaraciones al respec- to. De señalar, en diciembre del pa- sado año, ante el Consejo Atlántico, la postura dura e independiente de España respecto de la OTAN, ha pasado a ratificar la clara occiden- talidad de nuestro país en su visita a Moscú.

Entre uno y otro acontecimiento habían mediado el viaje de Felipe González a Bonn y su declaración de comprensión para aquellos paí- ses que instalan en su territorio los euromisiles (en el marco de la «do- ble decisión»), la visita de Gaspar Weinberger, ministro de Defensa estadounidense, a nuestro país para palpar «in situ» la posición españo- la de detener el proceso de integra- ción a la OTAN, el rechazo aprio- ristico de la instalación en Europa de armas nucleares y la aportación económica española a la defensa de Occidente, recordando, de paso, al gobierno el volumen de nuestra deuda exterior; y, por último, el en- cuentro del presidente Felipe Gon- zález, con Ronald Reagan en Wash- ington y junto con él los directores de las principales empresas multi- nacionales del mundo.

Cada vez parece más claro que el precio por salir de nuestra crisis económica y por recuperar Gibral- tar, será nuestra integración en la organización militar de la OTAN. Moran señalaba, tras la entrevista celebrada con Shultz en Nueva York, en junio de este año, coinci- diendo con la visita de Felipe Gon- zález a la Casa Blanca, que «el Go- bierno nunca podrá mantener una actitud favorable a la permanencia española en la OTAN mientras no haya una solución razonable a la cuestión de Gibraltar», dando a en- tender, además, que si los nortea- mericanos no nos apoyan en esta cuestión ni en lo que respecta al ingreso de España en la C.E.E., di- fícilmente el resultado del referén- dum sobre la OTAN será favorable

a la permanencia de España en la misma.

De aquel «tête a tête» surgiría la promesa de Shultz de interesarse por el asunto.

El gobierno tiene un compromi- so con sus votantes: la celebración del tan ansiado referéndum, que paulatinamente ha ido posponién- dose. La última fecha prevista es la primavera de 1985, pero ¿será capaz el gabinete socialista de mantenerse en la cuerda floja de la ambigüe- dad hasta entonces? La opinión pú- blica comienza a tener resquemores al respecto. Los ministros no lle- gan a un consenso sobre el tema y las potencias occidentales juegan la carta del chantaje. Alemania Fede- ral condiciona nuestra entrada en la C.E.E. hasta que España adopte una posición firme. Francia, en boca de Henry Simonet, posible sustitu- to de Joseph Luns como secretario de la OTAN, manifestaba que una integración a la francesa de nuestro país en la Alianza «sería indeseable en el plano teórico y muy difícil de aceptar en el terreno práctico». In- glaterra ha endurecido su postura frente al tema de Gibraltar, y paí- ses como Dinamarca, Holanda, Bél- gica y Luxemburgo esperan una pronta definición.

Por último, Estados Unidos ha reconocido la soberanía del gobier- no socialista en España, pero - siempre hay un pero - Felipe González y su gabinete deben dar garantías de que los intereses de Norteamérica en la zona no serán cuestionados, de lo contrario las arcas del Tesoro podrían quedarse sin los dólares que los organismos internacionales venden, a muy alto interés, a nuestro país.

Puestas así las cosas, es muy fá- cil entender que la afirmación de Joseph Luns, meses atrás, acerca de que «España tiene los dos pies den- tro de la OTAN», no es, en modo alguno, gratuita. Las llamadas de

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solidaridad de los socialistas de los demás gobiernos no bastan para cumplir los compromisos adquiri- dos con diez millones de electores, aunque algunos ya le hayan añadi- do la coletilla al slogan del PSOE respecto a la Alianza: «OTAN, de entrada no... y de salida tampoco».

España y la CEE

A pesar de los incesantes viajes de Fernando Moran a Europa, el dossier de adhesión de España a la C.E.E. continúa paralizado. El últi- mo chaparrón de agua fría se lo llevó nuestro país, en el mes de ju- nio, cuando la cumbre europea de Stuttgart no fijó la fecha definitiva de adhesión como, al parecer, se tenía previsto.

La presidencia alemana de la Co- munidad, durante el primer semes- tre de este año, había manifestado públicamente su buena disposición para dar carpetazo definitivo al problema, y debido a ello, princi- palmente, se especuló con que en Stuttgart se establecería la fecha para terminar las negociaciones de integración, fijada por nuestros di- plomáticos en junio de 1984.

Pero no fue así. Una vez más, Es- paña y Portugal quedaban como problemas pendientes en el orden del día de la Comunidad.

Moran, sin embargo, calificó la cumbre de «muy positiva», ya que Francia mostró su decisión, en Ale- mania, de culminar la negociación con España bajo su presidencia de le CEE, que ocupará de enero a junio de 1984, con lo que, según el ministro, el país galo pretende ha- cerse pagar bilateralmente por Es- paña y Portugal.

La Declaración Solemne sobre la Unión Europea, firmada en Stutt- gart por los diez jefes de Estado y de Gobierno de la CEE, no aporta ninguna solución a la crisis abierta

que el organismo tiene planteada, y nada hace prever que en la cumbre de Atenas, que se celebrará el 6 de diciembre de 1983, surja el remedio milagroso.

El ejecutivo español debe ser lo suficientemente hábil como para no permitir que el coste de nuestra entrada en la Comunidad financie su propia recuperación. Así, según el titular del Palacio de Santa Cruz, las negociaciones pasan por no to- lerar restricciones a nuestras ex- portaciones industriales o agríco- las, ni la movilidad y libre asenta- miento de los trabajadores españo- les inmigrados. Los socialistas han advertido, también, que no están dispuestos a aceptar dos plazos de integración, uno corto para nuestro sector industrial, y otro más largo para el agrícola.

La prisa del gabinete González por ofrecer al electorado el logro de la adhesión dentro de su manda- to le ha hecho caer en los mismos errores que sus predecesores. El afán de negociar el calendario bajo presidencias como la alemana o la griega, menos reticentes que la francesa a nuestra integración, ha hecho no sólo que se pidan fechas concretas, sino que incluso se ai- reen creando falsas expectativas.

El 21 de febrero, Manuel Marín, secretario de Estado para las Re- laciones con la CEE, declaraba en Bruselas: «Hay que renunciar al sistema de negociación a fecha fija. Los plazos no funcionan en este monstruo comunitario». Sin embar- go, esta declaración de principios no ha sido llevada a cabo, y se ha intentado forzar la negociación sin tener en cuenta que hasta que no se hayan resuelto los problemas internos de la Comunidad - finan- ciación política agraria mediterrá- nea - , España y Portugal no ingre- sarán.

Pierre Mauroy, en su visita a nuestro país, declaraba para quien

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quisiera oírle: «... la ampliación se hará en condiciones posibles en una Comunidad renovada. España se encuentra ahí, donde está, y no lo podemos cambiar. No está en el norte de Europa».

Además de las razones económi- cas, hay también políticos que difi- cultan nuestro ingreso en la CEE. El triunfo aplastante de Margaret Thatcher en las pasadas elecciones británicas ha reforzado su poder, y la victoria en la guerra de las Mal- vinas ha endurecido su postura en el tema de Gibraltar. Desde la sus- titución de Francis Pym como mi- nistro de Asuntos Exteriores, la jefe del Gobierno británico ha declara- do en numerosas ocasiones que la soberanía del Peñón es innegocia- ble, dejando ver al Gobierno espa- ñol que sus presiones en ese senti- do en nada beneficiarían a su adhe- sión en la Comunidad Económica Europea.

Re/aciones Hispano-Norteomericonos

Repaso a las relaciones bilatera- les, con especial atención a los des- equilibrios económicos de nuestro comercio con EE.UU.; intercambio de información, con una exposición clara del proyecto político-económi- co del Gobierno socialista, y un aná- lisis de la situación internacional, en concreto de las relaciones Este- Oeste, Centroamérica, Norte de África y países árabes, fueron los temas de agenda de Felipe Gonzá- lez en su visita de cuatro días a Estados Unidos, el pasado mes de junio.

El presidente González ya había estado con anterioridad en la Casa Blanca, concretamente en 1977, tras perder sus primeras elecciones, pero entonces no se entrevistó con la primera personalidad de Nortea-

mérica, sino con un alto cargo de la Administración Carter, quien le concedió un trato de favor.

En esta visita, sin embargo, el jefe del Gobierno ha entrado por la puerta grande en el domicilio de Ronald Reagan, rodeado de toda la parafernália que el acontecimien- to requería. Se contrataron los servicios de una agencia de relacio- nes públicas que preparase la lle- gada de Felipe González, ofrecien- do la nueva imagen de nuestro país, y haciendo ver a más de un nortea- mericano que España no se halla al sur de México.

Durante cuatro días, del 20 al 24 de junio, el líder socialista, acom- pañado de los ministros de Econo- mía y Hacienda y de Asuntos Exte- riores, Miguel Boyer y Fernando Moran, respectivamente, dividió su tiempo entre Nueva York y Wash- ington, celebrando reuniones de trabajo no sólo con el presidente Reagan, el vicepresidente Bush y el secretario de Estado Shultz, sino también con la flor y nata del capi- tal financiero, con David Rockefe- ller a la cabeza. Nuestros ministros, mientras tanto, hacían lo propio con sus homólogos.

El «garçon sans cravate» - como definía Mitterrand a Felipe Gonzá- lez cuando aún no era presidente - tenía un objetivo primordial en su viaje: ganar para los socialistas es- pañoles la confianza de Washington, aunque para ello tuviera que tragar- se, uno por uno, todos los princi- pios del programa socialista.

Al final, el compromiso fue equi- tativo: Estados Unidos aceptaba la celebración (sine die) del referén- dum que determine nuestra entra- da o no en la OTAN, y España deja- ba sobre la mesa de Reagan tres cuestiones: su influencia para nues- tra rápida adhesión en el Mercado Común, su presión sobre Gran Bre- taña para encontrar una salida aceptable en el tema de Gibraltar y

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contrapartidas evidentes por parte del Gobierno estadounidense en el ámbito comercial. Tres condiciones que, de ser llevadas a cabo, supon- drían, casi con seguridad, la res- puesta afirmativa del electorado a nuestra permanencia en la Alianza Atlántica.

En materia económica y de rela- ciones, los ministros correspon- dientes esperan ver los resultados de sus conversaciones a partir de este otoño, claro que todavía no se ha dicho qué es lo que España ten- drá que dar a cambio de que Esta- dos Unidos liberalice, a nuestro fa- vor, sus gravámenes aduaneros.

Felipe González, a su vuelta, cali- ficó la visita de muy positiva. El gobierno y él mismo llevaban me- ses aplanando el camino de las di- ferencias. No es casualidad que, con procedimiento de urgencia, se vota- se favorablemente en las Cámaras el nuevo convenio bilateral de de- fensa España-Estados Unidos; ni que el referéndum sobre la OTAN aún no tenga fecha de celebración; ni la compra de los 84 aviones F-18 A, a la Mac Donald Douglas; ni, claro está, el discurso que Fe- lipe González pronunció en el Par- lamento de Bonn ofreciendo su comprensión a los países europeos que decidieran instalar en su terri- torio los euromisiles si fracasaban las negociaciones de Ginebra.

A pesar de nuestra vetusta emba- jada en Washington, de la falta de medios del cuerpo diplomático des- tinado en Estados Unidos, de la carencia de coordinación y promo- ción entre los consulados, las ofici- nas comerciales y la Embajada, pa- rece ser que Felipe González logró en Washington borrar nuestra ima- gen de país tercermundista. Algo es algo.

Durante los últimos meses uno de los más importantes cambios en las relaciones bilaterales hispa- no-norteamericanas es la sustitu-

ción del embajador de los Estados Unidos en Madrid, Terence Tod- man, por Thomas. O. Enders, quien juró el cargo el pasado 8 de agosto.

Como se recordará, Enders había sido secretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos, y sus planteamientos en ese cargo, con respecto a Centroamérica, no se ajustaban a los planes de la Ad- ministración Reagan.

Sin embargo, la lectura de la elección, es - al parecer - que En- ders es un hombre nuevo, sin pa- sado, con el que el Gobierno de Fe- lipe González podrá entenderse me- jor y desarrollar el nuevo acuerdo bilateral entre ambos países.

Precisamente, acaba de quedar finalizada la instalación de la se- gunda parte del programa de Mo- dernización y Automatización de la Red de Alerta y Control de la defen- sa aérea española («COMBAT»), consecuencia directa del Tratado de Amistad y Cooperación con los EE.UU.

El embajador saliente, Terence Todman, si bien ha conseguido grandes avances en la adscripción de España al bloque occidental, no ha sabido aprovechar la transición democrática española para reorien- tar las relaciones hispano-norteame- ricanas. En un balance de urgencia de la gestión de Todman, sobresal- dría su descarado apoyo a opciones políticas de derecha, entre ellas Alianza Popular. Sin olvidar su res- ponsabilidad en el informe sobre el que Alexander Haig, a la postre se- cretario de Estado, basó su decla- ración de «asunto interno» del in- tento frustrado de golpe de Estado del 23-F.

Lo cierto es que Todman ha sido muy positivo para los intereses de la Casa Blanca. Durante su gestión en Madrid, el Gobierno socialis- ta - desestimando opciones euro- peas - compró a Estados Unidos los F-18-A del programa FACA, con

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contrapartidas mínimas y, por el momento, incumplidas. Terence Todman también consiguió la firma de un acuerdo bilateral y un proto- colo adicional, que mantiene inal- teradas las posiciones militares de Washington en España, una res- puesta favorable del presidente del Gobierno español a la instalación de euromisiles, una política mode- rada de los socialistas en Centroa- mérica, y una revalorización de Is- rael en el Gobierno de Madrid que, presumiblemente, desembocará en el establecimiento de relaciones di- plomáticas con Tel Aviv.

Esto sin mencionar el ingreso de España en la Organización Atlánti- ca, por el sistema «Calvo Sotelo», y el sutilísimo «pressing» de la di- plomacia norteamericana sobre la solución socialista al referéndum sobre la OTAN. Tema esencial que será, sin duda, la tarea más im- portante a emprender por Enders, desde su despacho de la calle de Serrano.

El papel de los embajadores que- da, sin embargo, un tanto desdibu- jado al haber configurado las líneas maestras de nuestras relaciones sendas visitas de George Shultz y de Gaspar Weinberger. El primer visitante ilustre fue el artífice del nuevo acuerdo bilateral, en líneas generales más digno para los inte- reses españoles que el anterior. El PSOE introdujo, mediante el proto- colo anejo, variaciones de tipo se- mántico que salvaguardan la opción futura de España en cuanto a su pertenencia a la OTAN, y poco más.

Lo grave del acuerdo es que no se han conseguido garantías de de- fensa explícitas por parte de los EE.UU. Washington remite al Go- bierno de Madrid a la OTAN para obtener garantías de defensa, a sa- biendas de que la Alianza Atlántica no cubre los riesgos de Ceuta y Melilla.

Tras Shultz, vino Gaspar Wein-

berger. El ministro de Defensa nor- teamericano quería palpar «in situ» los escarceos por detener la integra- ción española en la OTAN, así como la aportación española a la defensa de Occidente. El éxito de Weinber- ger fue rotundo, y se han vertido ríos de tinta sobre lo que debió decirle a Felipe González, para con- seguir del Gobierno socialista una moderación tan afectada.

Viaje de Felipe González a América Latina

Las relaciones de España con Hispanoamérica se centraron, esta pasada temporada estival, en la gira oficial allí realizada por Felipe Gon- zález, los cinco primeros días de junio. Por primera vez, como jefe de un Gobierno mayoritario y so- cialista, Felipe González visitó cinco países de América: República Do- minicana, Colombia, Venezuela, Pa- namá y México. La gira del presi- dente español coincidió con la pri- mera representación oficial del príncipe Felipe de Borbón, quien acudió al 450° aniversario de la fun- dación de la ciudad colombiana de Cartagena de Indias, simbolizando un reforzamiento de las relaciones entre España e Hispanoamérica.

Desde su partida de la capital es- pañola, Felipe González sabía que ias conversaciones y entrevistas con los estadistas americanos tendrían un denominador común: la tensa situación centroamericana. En San- to Domingo, primer país visitado, el presidente español fue claro en su análisis. El origen de la grave situación que atraviesan los países del área centroamericana - dijo Fe- lipe González - , hay que buscarlo en las condiciones de miseria e in- justicia en que se desenvuelven. Sólo una respuesta pacificadora creada por los propios países inter-

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locutores podrá conseguir el alto el fuego generalizado, máximo logro inmediato.

Felipe González, quien reiteró constantemente su negativa ante las peticiones constantes que exi- gían de él una mediación ante el presidente Reagan, insistió en que una de las claves para la solución de los problemas de Centroamérica era alejarlos del esquema Este-Oes- te, por lo que también comentó la necesidad de reforzar la posición wtci «grupo Contadora», y de apoya la propuesta de México, Venezuela, Colombia y Panamá, para la retira- da de asesores extranjeros en ia zona.

En Cartagena de Indias coincidie- ron el presidente del Gabinete es- pañol y el príncipe Felipe. Aprove- chando el evento del 450° aniversa- rio de la fundación de la histórica ciudad, y con la presencia testimo- nial del presidente español, 18 paí- ses americanos firmaron un com- promiso de diálogo, ante posibles adversidades o conflictos. En esta reunión, de la que es destacable la presencia del canciller cubano, Isi- doro Malmierca, que por primera vez desde 1964 representaba a su país en un acto continental a este nivel, se analizó la grave situación de la economía mundial y su espe- cial incidencia en la comunidad la- tinoamericana, donde han apareci- do signos preocupantes de recesión, agravada por un elevado endeuda- miento externo. La deuda de los países latinoamericanos con Espa- ña, por ejemplo, asciende a dos bi- llones de pesetas.

Después de una calurosa acogida en Santo Domingo y Colombia, el presidente español observó un gé- lido recibimiento por parte de las autoridades democristianas de Ca- racas, frialdad perceptible hasta el último minuto de la despedida. De Venezuela partió Felipe González a la República de Panamá, donde

hizo una afectuosa evocación en memoria del general Torrijos. De allí se dirigió a México, donde la paz en Centroamérica y los esfuer- zos del «grupo Contadora», del que participa este país, constituyeron, una vez más, el eje de las conversa- ciones con el presidente de la na- ción, Miguel de la Madrid.

Y fue en México donde Felipe González recibió duras críticas. Sec- tores nacionalistas radicales le echaron en cara unas declaraciones realizadas un par de días antes en Bogotá, en las que el líder español invitaba a Estados Unidos a modi- ficar su actual liderazgo negativo por uno positivo. Para estos secto- res, la actitud de Felipe González sólo puede interpretarse de una manera: como una reivindicación del liderazgo norteamerncano en ia zona. Más de un editorial mexica- no insistió esos días en la NO nece- sidad de una mediación española ante Estados Unidos, propuesta, por otra parte, rechazada insisten- temente por el presidente español.

La gira por los cinco países lati- noamericanos finalizó el 5 de junio. Las primeras consecuencias prácti- cas han sido la firma del acuerdo entre el ICI (Instituto de Coopera- ción Iberoamericana) y la Organi- zación Mundial de la Propiedad In- telectual (OMPI), dependiente de las Naciones Unidas. Este acuerdo- marco sobre cooperación dirigido a Hispanoamérica, antecedió a la fir- ma de otro, realizada días después, sobre transferencia de tecnología entre España y los países andinos.

Por otra parte, medios diplomá- ticos europeos reconocieron el pres- tigio y la influencia de España en Hispanoamérica, y contemplaron la posibilidad de secundar desde la CEE y otras instancias las acciones que el presidente del Gobierno es- pañol pudiera desarrollar en torno a las diversas problemáticas de Hispanoamérica en general, y res-

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138 Afers Internacionals

pecto al conflicto centroamericano, en particular.

Un mes más tarde, en concreto el 8 de julio, Willy Brandt viajó a Ma- drid, con el fin de establecer con- tactos previos para la búsqueda de una salida negociada al problema de Centroamérica. En Madrid se comentó sobre el temor de distin- tas instancias europeas occidentales ante una intervención militar nor- teamericana. La evolución de los acontecimientos militares en El Sal- vador, la inestabilidad del régimen de Efraín Ríos Mont, y la incerti- dumbre política que la Casa Blanca observa en México, debido a su pé- sima situación económica, implica un mayor detrimento de la influen- cia norteamericana en la zona, que bien pudiera llevar - con Henry Kissinger como encargado de asun- tos centroamericanos - a una inter- vención militar.

Felipe González propuso en las conversaciones mantenidas en Ma- drid que Europa concretara sus pla- nes de paz para Centroamérica. Per- severó en la necesidad de establecer asignaciones que intenten paliar la deteriorada situación económica de la zona, y subrayó el empeño espa- ñol - días antes lo hizo Fernando Moran ante el Parlamento - de evi- tar la polarización Este-Oeste del problema centroamericano.

Mientras tanto, el fantasma de la intervención militar estadouniden- se recorre Centroamérica, e induce a pensar, no sin temor, que esta in- tervención coincida con el, ahora casi imparable, despliegue de 572 cohetes nucleares en Europa.

Países Arabes

Al igual que la política exterior española hacia Hispanoamérica ha estado determinada en los últimos tres meses por el problema cen- troamericano, las relaciones de nuestro país con el mundo árabe

pueden resumirse en un solo tema: Marruecos y el acuerdo pesquero. Si bien cabe citar, antes de entrar en la historia estival del acuerdo de pesca, dos temas, también impor- tantes. Uno concerniente a las re- laciones entre Madrid y Argel, una vez desbloqueadas las conversacio- nes para la firma de un nuevo com- promiso de venta de gas natural; otro, la posibilidad, recogida por el ECOSOC (Consejo Económico y So- cial de las Naciones Unidas) de construir un enlace fijo entre Euro- pa y África, a través, evidentemen- te, de España y Marruecos.

Las conversaciones entre España y Argelia respecto al compromiso de venta de gas natural, habían permanecido, si no bloqueadas, sí bajo un clima de rechazo. La clave para la actual apertura de negocia- ciones fue la nueva propuesta de ]a parte española, llevada a término a mediados del pasado junio. Espa- ña se comprometió a aumentar las cantidades de compra anuales de gas natural, si esto permitía llegar a un compromiso sobre el nuevo precio. La opción del gas es un he- cho derivado de concepciones im- puestas por la realidad, que obli- gan a disminuir la compra de ener- gía proveniente de otras fuentes energéticas. La firma del acuerdo con Argelia apunta a un compromi- so por unas 25.000 a 30.000 termias de gas.

La cuestión del enlace fijo entre Europa y África pondrá de nuevo en la mesa de negociaciones a Es- paña y Marruecos. Tan sólo cabe destacar que en el mes de julio el ECOSOC aprobó la viabilidad del proyecto de construcción del enla- ce. Éste utilizará el estrecho de Gi- braltar como lugar más cercano en- tre los dos continentes, y dará a España y Marruecos la responsabi- lidad de la obra, si se resuelve el problema de la internacionalización. El proyecto más viable, según ex-

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Crònica 139

pertos españoles, y dada la tecnolo- gía actual, es el de un túnel para ferrocarril. El túnel tendría una longitud de 47 kilómetros, de los cuales 29 estarían bajo el mar.

El acuerdo pesquero con Marrue- cos fue, este verano, un continuo tira y afloja por parte de las diplo- macias marroquí y española, res- pectivamente. A principios de julio el gobierno marroquí concedió una prórroga adicional de un mes al an- terior acuerdo pesquero con Espa- ña, en un gesto de buena voluntad. Esos días, las reuniones entre Taieb Bencheij, jefe de los negociadores marroquíes, y Raimundo Bassols, embajador español en Rabat y quien cumple igual papel para la delegación española, expresaron una clara voluntad de negociación.

Treinta días después, las negocia- ciones sobre pesca y cooperación, que parecían encontrarse en la fase final del acuerdo, sufrieron nuevos baches. Taieb Bencheij volvió a po- ner sobre el tapete importantes puntos de discusión, que ya habían sido superados en pasadas discusio- nes. Las exigencias marroquíes con- sistieron esta vez en obligar a una reducción de pesca del 60 %, pagar un 75 % más y conceder una ayuda crediticia y financiera de 600 mi- llones de dólares. Tres días más tar- de la delegación española accedía a la petición crediticia cursada por Marruecos.

El día 13 de agosto la prensa es- pañola daba como seguro el anun- cio oficial definitivo del acuerdo pesquero. Mínimas diferencias téc- nicas separaban a las dos delega- ciones, reunidas siempre en Rabat. El secretario de Pesca, Miguel Oli- ver; el director de Relaciones Eco- nómicas Internacionales, Carlos Blasco, y el jefe de la delegación española, Raimundo Bassols, valo- raban positivamente el próximo acuerdo, a pesar de los retrasos acontecidos. Cinco días después, Marruecos exigía que la denomina- da «ventana norte», zona de segu- ridad impuesta en la costa que bor-

dea Tarfaya, que por otra parte contiene un importante banco sar- dinero, no fuera utilizada por los pescadores canarios. La decisión unilateral marroquí, interesada en el reconocimiento expreso del Go- bierno socialista de su soberanía sobre estas aguas, provocó distin- tas manifestaciones en las islas Ca- narias. Lanzarote, principal afecta- da, paralizó toda su actividad du- rante una jornada completa.

La insistencia en el tema de las llamadas «ventanas de seguridad» está íntimamente ligada a la proble- mática con el Frente Polisario. Ma- rruecos no desea dar ninguna opor- tunidad al Polisario para que reali- ce occiones de captura o amedren- tamiento o ametrallamiento de em- barcaciones pesqueras, con las que, a través de una campaña de publi- cidad, influya en los planes marro- quíes de celebrar un referéndum sobre el Sahara Occidental. Medios políticos españoles dejaron clara su postura de no intervenir en este problema con el reconocimiento del pueblo saharaui, y, al mismo tiempo, dejaron patente el derecho soberano de Marruecos a establecer una zona de seguridad en parte de su territorio.

El día 19 de agosto, Marruecos accedió a que España pudiera pes- car en la «ventana norte de seguri- dad». La visita de Fernando Moran días atrás había dado su fruto. El acuerdo pesquero quedaba firmado en espera del 30 de septiembre, fe- cha escogida para preparar y regu- larizar la aplicación práctica de to- dos los detalles concretos, como concesión de nuevas licencias, pago de cánones y determinación de la distribución de la ayuda financiera. Los puntos más importantes del acuerdo pueden resumirse en tres: reducción del esfuerzo pesquero en un 40 % durante los cuatro años de vigencia, un aumento de los cá- nones del 70 %, y unas contraparti- das financieras cercanas a los 80.000 millones de pesetas.

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