Ponente: Ximena Andrea González Grandón
Título de ponencia: “Algunas fuentes del pensamiento novohispano para entender una
práctica curativa-alimentaria del pensamiento prehispánico”.
Introducción.
Este trabajo parte de una pregunta: ¿Con qué tipo de fuentes, escritas y orales, contamos
los filósofos de la ciencia que nos hemos propuesto la tarea de rescatar y aprovechar los
saberes médico-alimentarios de los nahuas prehispánicos del Altiplano Central?
Queremos probar que la mejor manera para analizar una teoría prehispánica y corroborar su
validez epistemológica, es por medio de un análisis hermenéutico analógico (Beuchot, 1997)
de las fuentes posthispánicas que tenemos en la actualidad, ya que a partir de analizar y
corroborar la veracidad y confiabilidad de las fuentes, podremos reconstruir una imagen
intracultural, que identifique y rescate la ticíotl. (Viesca, 1997),
Esta teoría curativa-alimentaria de los antiguos mexicanos fundamentada en presupuestos
ontológicos, axiológicos, epistemológicos y normativos propios de su cultura, mostró eficacia
y utilidad durante tiempos prehispánicos (Viesca, 1997), y tuvo cierta continuidad durante la
colonia y hasta tiempos contemporáneos, desde dos ámbitos, primero, entre la población por
medio de prácticas locales entre curanderos y empíricos; y segundo, entre la elite
académica a través de recopilaciones testimoniales y fuentes diversas que se realizaron
durante los siglos posteriores a la Conquista. (Achim, 2008)
En la metodología que llevaremos a cabo, evitaremos las tradiciones historiográficas
difusionistas como la propuesta por Basalla (1967) o las colonialistas como la propuesta por
Ramos de Lara (1994); nuestra aproximación metodológica, tomará en cuenta las
aportaciones de los Estudios Culturales de la Ciencia (Shapin, Schaffer, 1985) y del
pensamiento crítico que le han dado una importancia sustancial a los procesos de
domesticación, factores culturales, constricciones políticas, económicas y sociales, prácticas
y bases materiales que constreñían a los autores en el proceso de generación de fuentes.
Esta visión se aparta de un determinismo en el análisis de la creación de documentos
históricos. Bajo esta óptica metodológica pretendemos rearticular las oposiciones clásicas
antes mencionadas en la historiografía de la ciencia novohispana siguiendo la senda de
autores como Achim (2008) y Cañizares (2007).
Contenido
Las principales fuentes escritas que proporcionan información sobre la práctica médica-
alimentaria náhuatl se compilaron después de la conquista, razón por la que muchas de
ellas están contaminadas con conceptos europeos, por el sincretismo que estaba en
marcha, porque los materiales se sometían a censura para evitar divulgar concepciones
herejes y porque la mayor parte de las veces eran escritas por españoles quienes tenían
que traducir los saberes, datos nahuas a sus propias visiones de medicina. (Achim, 2008).
La escritura azteca era jeroglífica, por lo que los españoles tuvieron que adiestrar a los
escribientes para convertir el náhuatl en lenguaje escrito, haciendo que inclusive las fuentes
primarias escritas por los nativos, pasaran por el filtro de la visión e interpretación española.
(Ortiz de Montellano, 1993). Como nuestro propósito consiste en tratar de presentar una
imagen lo más precisa posible de la práctica curativa-alimenticia antes de la conquista, será
necesario evaluar las fuentes disponibles de manera crítica en lo referente a su confiabilidad
y autenticidad. Para lograr esto, intentaré poner en práctica una suerte de “hermenéutica
analógica” a la manera que plantea Beauchot (2004) en donde de lo que se trata es de
llegar a una mediación prudencial y analógica en la que la intención del autor se salvaguarde
con la mayor objetividad posible, pero con la advertencia de que la intencionalidad subjetiva
del lector se hará presente inevitablemente.
Es necesario conocer la naturaleza de las fuentes de las que se dispone en la actualidad. El
primer movimiento sobre cada texto será buscar su contexto, el momento histórico en el que
se escribió, los condicionamientos psicosociales o culturales, los motivos para escribirlo. Se
verá el acto de interpretar como el de contextuar; por lo que en el proceso de interpretación
se conllevan supuestos antropológicos, éticos y metafísicos. (Beuchot, 1997).
Entre las múltiples fuentes destacan las que recogieron los conocimientos de los sabios
indígenas acerca de los productos naturales y de su influencia sobre el cuerpo humano, que
datan del siglo XVI y derivan del interés particular de la corona española, del ímpetu
taxonómico de los misioneros o exploradores, o de las autoridades virreinales. En este
contexto florecieron a lo largo del siglo XVI historias naturales y compilaciones de materia
medica basadas en gran parte en la observación directa de las prácticas y tradiciones
médicas de los indios o en intercambios verbales con éstos. (Barrera-Osorio, 2006)
Estas recopilaciones de materia médica indígena sufrieron olvidos, pérdidas y alteraciones,
por el declive demográfico y cultural sufrido por las poblaciones indígenas, porque existió
censura de obras y juicios iniciados por la Inquisición en contra de prácticas de medicina
indígena y curanderiles, y fundamentalmente por la actitud represiva y prohibitiva de la
Iglesia católica frente a todo lo que podía interpretarse como una creencia pagana o pacto
con el demonio. A su vez, la represión y el castigo se tradujeron en recelo, miedo,
ocultamiento y disimulación de los saberes naturales de los indios y de sus prácticas y
tradiciones médicas (Achim, 2008). Así, a lo largo tres siglos de colonia, la transmisión del
conocimiento natural indígena ocupó un terreno difícil en la voluntad de saber. (Schiebinger,
2004)
Nuestro análisis se concentrará en las siguientes fuentes: las obras de Bernardino de
Sahagún, Martín de la Cruz, Francisco Hernández, Juan Bautista Pomar y Juan de
Cárdenas; aparte de esta selección de fuentes del Siglo XVI, consideramos oportuno
mencionar algunas del siglo XVIII, ya que durante este siglo ocurrieron diversos debates
para corroborar la validez de conocimientos médicos de los indígenas, entre los que
destacan León y Gama y José Antonio Alzate. Por último, creemos importante mencionar la
existencia de fuentes terciarias, modernas o interpretativas, las cuales son muestras de
actividad histórica, de exégesis de códices o de trabajo etnográfico1, aunque solo las
indicaremos, como las de Francisco de Asís Flores y Troncoso, Germán Somolinos, Carlos
Viesca, Antonio Caso, Ángel María Garibay, Alfredo López-Austin y Bernardo Ortiz de
Montellano.
El Códice Florentino se termino de elaborar en 1577, como resultado de una orden solicitada
por la provincial de los franciscanos: que escribiese en lengua mexicana, lo que pareciese
ser útil para la doctrina, la cultura y la manutencia de la cristiandad, de estos naturales de la
nueva España, y para ayudada de los obreros y ministros que los doctrinan 2. El proyecto
tenía el propósito de obtener un conocimiento preciso de la religión, los rituales y las
deidades nahuas, a fin de enseñar a los futuros misioneros a reconocer la idolatría oculta;
desarrollar un vocabulario más rico para enseñar el cristianismo a los nahuas en su propio
idioma; y lograr un registro completo de la visión del mundo y la organización social nahua, a
fin de que en un futuro, pudiese restaurarse el esplendor de la sociedad azteca anterior a la
conquista, pero bajo la égida del cristianismo. (Ortiz de Montellano, 1993)
El resultado de la solicitud fue el trabajo del fraile franciscano Bernardino de Sahagún
(m.1590), misionero que llegó a la Nueva España para iniciarse en la labor evangelizadora
en el territorio de los recién conquistados. Sus esfuerzos por recopilar y traducir documentos
nahuas culminaron en el mencionado Códice Florentino, dividido en doce libros, que forman
un compendio muy detallado sobre los aspectos más diversos de la vida de los nahuas
antes de la Conquista: sus dioses, calendario, fiestas, ceremonias y sacrificios, sus agüeros,
oraciones, retórica y filosofía moral, su cosmovisión, sus reyes y oficios, sus enfermedades y
medicinas, su historia natural y, finalmente, su versión de la Conquista de México. Los
aspectos relacionados con la materia medica se encuentran en los libros X y XI. (Achim,
1 Las actuales investigaciones etnográficas son una fuente importante, pero que debe ser utilizado con extrema cautela, ya que la persistencia de conceptos en el tiempo presente, pueden estar muy influidos por los conceptos europeos. Algunos principios que podrían considerarse rectores del pensamiento médico indígena, podrían inclusive, proceder de legados antiguos asiáticos. 2 Sahagún, B. Historia General de las cosas de la Nueva España, vol 1, p. 105
2008) Sahagún concibió a su magna obra en forma de un Imago mundi, una herencia
medieval de textos que incluía todo lo existente en las diferentes secciones del Universo.
Si bien Sahagún fue el responsable ya que había pasado más o menos sesenta años
explorando los secretos de la tierra y el idioma de los mexicanos, el proceso de recopilación,
traducción e interpretación de las fuentes indígenas fue un trabajo de colaboración en donde
participaron muchos tlamatinime3 y jóvenes indígenas ya expertos en la escritura latina del
náhuatl y del español. La información la fue obteniendo en muchos ciclos de entrevistas y
conversaciones en Tepeapulca y en Tlatelolco, a informantes nahuas sobrevivientes de la
Conquista y a sus descendientes, verdaderos actores de la cultura prehispánica: escribas
locales, informantes y tlacuilos, entre ellos médicos tlatelolcas, haciéndolos responder a un
amplio cuestionario que se refería a los principales aspectos del saber, de acuerdo con los
cánones europeos que imperaban en esa época, revelando una metodología con una
complejidad y amplitud en un trabajo precursor de la etnografía contemporánea. (Cañizares,
2007). Los primeros documentos fueron los Primeros memoriales, que fueron el borrador de
la base para cuestionarios más amplios realizados en Tlatelolco, de los que se obtuvieron el
Codice Matrirense de la Real Academia de la Historia y el Códice Matrirense del Real
Palacio. Este fue el material que posteriormente se revisó, se pasó en limpio con bella letra y
constituyó un nuevo documento, un texto políglota del Renacimiento con columnas paralelas
en náhuatl, latín y español, y espléndidamente ilustrado según la tradición pictórica indígena;
no siempre constituyendo una traducción fiel, puesto que Sahagún creó su obra con base en
la documentación indígena y no simplemente pasó al castellano las respuestas obtenidas.
Este documento se llama Códice Florentino, y la parte escrita en castellano es la conocida
como la Historia General de las cosas de la Nueva España. (López Austin, 1975). El Códice
Florentino no se publicó ni circuló después de que el manuscrito llegó a España en 1580,
ante el temor de resucitar las antiguas prácticas religiosas de los indios, razón por la que el
libro quedó guardado durante tres siglos, hasta ser redescubierto en el siglo XIX. La primera 3 Tlamatinime: sabio entre los nahuas. (López Austin 1975)
edición completa del Códice Florentino, una edición facsmiliar, se llevó a cabo hasta 1979.4
(Achim, 2008)
El fraile franciscano tomaba las fuentes y testimonios nahuas muy en serio, entendiendo su
tarea como la de un filólogo humanista bien informado que interpretaba histórica y
culturalmente palabras y textos extraños (Cañizares, 2007). Sahagún no explica, escribe y
ofrece a la vista de su presunto lector, la esplendorosa imagen de una naturaleza aún no
domesticada ni reducida al intelecto europeo, sino aprehendida de acuerdo con los patrones
indígenas. En su conjunto, el Códice Florentino rebasa considerablemente los propósitos y
motivaciones especificados por Sahagún en los prólogos a varios de los doce libros: el de
formar un vocabulario exhaustivo de la lengua náhuatl y el de conocer minuciosamente las
idolatrías de los indios para así mejor extirparlas y contribuir a la prédica (López Austin,
1975). Es importante mencionar que Sahagún se cuidó de excluir todo lo que pudiera ser
sospechoso de idolatría, ya que la censura a su obra se manifestó en múltiples ocasiones,
por lo que se decidió a crear un apartado de “herejías indígenas” en donde aterrizó la mayor
parte de las cuestiones que podían llegar a censurarse. (Achim, 2008). Por estas
características, la obra de Sahagún, es una obra en la que es posible la correlación de
diversas afirmaciones a fin de completar conceptos. Las inserciones de conceptos europeos
están claramente indicadas en los apéndices y comentarios, cuestión que descontamina
parcialmente el resto del texto. Además, es la única fuente escrita en náhuatl y en
castellano, lo que permite emplear un análisis lingüístico de los nombres de síntomas,
medicinas y enfermedades.
Utilizaré a Sahagún como la primera y más efectiva de las fuentes, y como constatación de
validez de datos provenientes de otras fuentes.
4 Fray Bernardino de Sahagún, Códice Florentino. Manuscrito 218-220 de la Colección Palatina de la Biblioteca Medicea
Laurenziana, 3 vols. (México, Secretaría de Gobernación y Archivo General de la Nación) impreso en los talleres de la Casa Editorial Giunta Barbèra, en 1979.
En 1552, Martín de la Cruz concluye el Libellus de medicinalibus indorum herbis (Libro de
las hierbas medicinales de los indios), también conocido como el Códice de la Cruz-Badiano,
la recopilación más antigua de remedios americanos (específicamente mexicas), a base de
plantas, pero también de sustancias animales y minerales. El manuscrito fue encargado a
mediados del siglo XVI por don Francisco de Mendoza, hijo del Virrey don Antonio de
Mendoza, con el propósito expreso de encomendar a los indios ante el monarca Carlos V, a
fin de que este libro conciliará gracia a los indios ante la Real Majestad 5, ya que en esta
fecha el Colegio Franciscano de Santa Cruz de Tlatelolco6 había perdido el subsidio
financiero real a causa del ataque de algunos españoles contra las capacidades indígenas, y
este herbario era una maniobra política para sustentar la idea de los indios como seres
humanos poseedores de una cultura meritoria y de la suficiente capacidad para ser
educados.(Cañizares, 2007). Algunos historiadores suponen que el herbario con sus recetas
fue escrito en náhuatl por Martín de la Cruz y traducido al latín, la lengua de los civilizados,
por Juan Badiano, originario de Xochimilco; aunque el texto en náhuatl no existe ni tampoco
evidencia convincente de que existiese, y se ha conjeturado la posibilidad de que fuera
dictado directamente por de la Cruz dada la prisa con que fue escrito.(Viesca, 1997) Badiano
era profesor del Colegio y de la Cruz era médico nahua de los niños indígenas de éste,
quien, como expresa el propio libro, “no hizo ningunos estudios profesionales, sino que era
experto por puros procedimientos de experiencia”. Es un herbario de recetas, de corte
empírica y mágica, con texto explicativo de las virtudes terapéuticas de las plantas, animales
y minerales. Al mismo tiempo, el manuscrito cuenta con ilustraciones de las plantas
mencionadas en él, a color, ejecutadas al estilo de los tlacuiloque, o sea, según la técnica
pictórica usada por los artistas nahuas desde antes de la Conquista. (Achim, 2008, 56). Por
lo que además del valor documental, un valor artístico por el sincretismo occidental-
5 De la Cruz, M. Libellus de medicinalibus indorum herbis, p. 199 6 En 1533, franciscanos de las universidades de Alcalá y Salamanca, fundaron el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco para capacitar a las elites nativas en el sacerdocio. Antes de que el colegio desapareciera en el olvido ante la creciente oposición de los colonos españoles, lograron educar a un grupo de humanistas indígenas, entendidos en gramática, lógica y retórica, y capaces de escribir manuscritos en latín, español y náhuatl, este grupo fueron quienes participaron en las algunas de las fuentes más fidedignas del siglo XVI: Antonio de Valeriano, quien participó en el Códice Florentino, y Cruz y Badiano, en el Libellus de medicinalibus…. (Cañizares, 2007, 149)
americano. Posee una gran cantidad de elementos para cumplir y demostrar las normas
culturales europeas, incluyendo el idioma, cuestiones que menguan el conocimiento de la
medicina náhuatl; razones por las que hay que utilizar esta fuente con cautela y en
conjunción con otras fuentes. Debido a que el propósito fundamental del herbario era
impresionar a la realeza europea, no se puede considerar que constituya una visión precisa
y completamente fiable de la medicina prehispánica. (Ortiz de Montellano, 1993)
La Historia Natural de la Nueva España de Francisco Hernández (1514-1587) difiere de las
fuentes anteriores tanto en la preparación del autor como por la génesis del libro. Este se
originó porque el descubrimiento del Nuevo Mundo había despertado un enorme interés en
Europa, sobre todo los informes que detallaban el gran número de nuevas medicinas y
alimentos. El rey Felipe II nombró a Francisco Hernández, uno de sus médicos reales,
protomédico general de todas las Indias, Islas y Tierra firme del Mar Océano (Supervisor
superior) y lo envío en misión científica con dicho cargo de 1571 a 1577, no tanto con el
propósito de cumplir con las funciones del recién instalado Protomedicato, sino con el
encargo preciso de recopilar información sobre los tres reinos de la naturaleza americana
(plantas, animales y minerales), con particular hincapié en las nuevas especies de plantas
para la farmacia real y por el beneficio comercial que significaría la exportación de especies,
alimentos y medicamentos; debía llevar a cabo un exhaustivo estudio de las plantas
medicinales de la Nueva España y del Perú, incluyendo su uso, cómo y donde crecían, y
una estimación de su eficacia. Fue tanto el material que encontró en la Nueva España que
no pudo llegar hasta Perú.
Cuando Hernández pisó suelo americano no tenía idea de que, en un comienzo, tendría que
reunir una inmensa historia natural de la flora del centro de México en contra de la voluntad
de los informantes indígenas, quienes constantemente lo engañaban y le mentían acerca de
las propiedades de las plantas7. Al irse involucrando cada vez más en la cultura náhuatl e ir
recavando testimonios de informantes médicos nahuas y de frailes franciscanos con
narraciones de escribas nahuas, comenzó una extensa recopilación de hierbas y frutos a
través de varias expediciones por buena parte del país.8 La teoría y la formación galénica de
Hernández tiñeron la recolección de los datos y su comprensión de la medicina náhuatl,
impidiéndole comprender los conceptos etiológicos nahuas; pero conforme fue
introduciéndose en las prácticas curativas, terminó por elogiar la empiria utilizada, aunque
nunca aceptó la validez de una teoría medicinal equiparable a la galénica. (Cañizares, 2007)
Clasificó todas las plantas y alimentos, de acuerdo con su preparación galénica, como frías,
calientes, secas o húmedas, tratando de domesticar la naturaleza novohispana
traduciéndola al lenguaje de Dioscórides o Galeno; pero también para disgregar en la
conclusión final de cada análisis, mencionaba la clasificación nativa, otorgando a su texto
una enorme ventaja para la comprensión de esta práctica. Por otro lado, su clasificación se
considera las más vasta de todas y una de las mas fiables ya que estudio
experimentalmente las propiedades terapéuticas de los productos recogidos. (Ortiz de
Montellano, 2007)
Cuando Hernández regresó a España en 1577, llevaba consigo 22 tomos, algunos de los
cuales incluían principalmente ilustraciones, y un tomo dedicado a la “Materia mediçinal”
novohispana. (Achim, 2008). Al arribar, se enfrentó a la desagradable sorpresa de que él no
sería el editor de sus propios apuntes sobre la historia natural novohispana. La tarea de
edición y preparación de una materia medica a base de los datos proveídos por Hernández
le fue encargada a Nardo Antonio Recchi, destilador del Rey Felipe II. (Peláez, 1998). La
versión de Recchi no llegó a publicarse hasta 1999, aunque sirvió de base (junto con los
originales de Hernández depositados en El Escorial) para varias obras posteriores de
historia natural y de materia medica americana: los Quatro libros de la naturaleza y virtudes
7 Hernández, Francisco. “Poema a Arias Montano”, p.30 8 Hernández, Francisco, Antigüedades de Nueva España, p. 28,
de las plantas y animales (México 1615) de Francisco Ximénez, la Historia Naturae maxime
peregrinae, Libris XVI (Antwerp 1635) del jesuita Johann Eusebius Nieremberg y el Rerum
medicarum Novae Hispaniae thesaurus (Roma 1651) publicado por la Academia de los
Linceos. (Ledezma, 2005). Al mismo tiempo, la “Materia mediçinal”9 de Francisco Hernández
fue incorporada por el médico Juan de Barrios en su Verdadera medicina, cirugía y
astrología, publicada en la Ciudad de México en 1607. Los manuscritos de Francisco
Hernández, guardados en el Escorial perecieron en un incendio en 1671, aunque se
preservaron copias de ellos en el Colegio Imperial de los Jesuitas en Madrid. En base a
estas en 1790 salió a luz una antología de algunos de los escritos de Hernández, la llamada
edición matritense, con el título de Francisci Hernandi… Opera cum editatum inedita ad
autographi fidem et integritatem expressa. Las Obras Completas se publicaron en México
siglo y medio después, entre 1959 y 1984, con ilustraciones tomadas principalmente de la
edición publicada por los Lincei y del libro de Johann Eusebius Nieremberg. (Achim, 2008,
58).
Las Relaciones Geográficas son documentos que correspondieron al interés del Rey Felipe
II, para conocer su reino con mayor minuciosidad, motivado por el peligro de la pérdida de
posesiones por la intervención de alguna potencia europea. Por lo que a solicitud suya, se
redactó un cuestionario que tenía que ser contestado por personas prominentes de la corte,
del otro lado del mar. Este cuestionario circuló en América alrededor de 1577, se componía
de cincuenta preguntas que intentaban cubrir los aspectos de mayor relevancia de la
geografía, el medio físico, la población americana, los recursos económicos, las formas de
comunicación, la historia, las costumbres, las lenguas, los mitos o leyendas y las
condiciones generales de los habitantes de las tierras conquistadas. Las preguntas llegaban
a los virreyes, corregidores y alcaldes mayores y éstos tenían que repartirlas para que las
9 Cuando se publicaron las Obras Completas de Francisco Hernández, la “Materia mediçinal” permaneció inédita y el manuscrito se encuentra hoy en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense. (Figueroa-Saavedra, 2000)
respondieran los encomenderos, frailes, indios principales o a quienes poseyeran un
adecuado conocimiento de la región. Por la variedad de los cuestionados, las respuestas
fueron de muy diverso valor, algunos describieron con minucia las cosas de su tierra, hasta
los despreocupados que solo esperaban cumplir con el engorroso cargo; pero en su
conjunto constituyen un cuerpo de información muy importante y algunas de estas
relaciones adquirieron el carácter de fuente independiente obligatoria para el estudio de las
formas de vida indígena en los primeros años posteriores a la conquista por la excepcional
calidad de su contenido, como es el caso de la que fue redactada por Juan Bautista Pomar.
(López Austin, 1975).
La obra general nunca pudo terminarse a causa de la incompatibilidad descriptiva y literaria
entre las relaciones y por la muerte del Rey. (García Icazalbeta, 1891). Las preguntas 17, 24
y 26 son de especial interés para nuestra materia, y literalmente dicen:
XVII. Y [se diga] si es en tierra o puesto sano, o enfermo, y si enfermo por qué causa-si se
entendiere-, y las enfermedades que comúnmente suceden y los remedios que se suelen
hacer para ellas.
XXIV. Los granos y semillas y otras hortalizas y verduras que sirven o han servido de
sustento a los naturales.
XXVI. las hierbas o plantas aromáticas con que se curan indios, y las virtudes medicinales o
venenosas de ellas.
La Relación de Texcoco fue escrita en 1582 por Juan Bautista Pomar, nieto de
Nezahualcoyotl por el lado de su madre y mestizo por el lado de su padre, fue considerado
parte de la nobleza indígena por lo que se le cedió una de las casas reales de su abuelo, era
bilingüe y un poeta reconocido en su tiempo. La Relación fue producto de su majestuosa
prosa y del resultado de entrevistas a viejos indígenas. (López Austin, 1975)
A diferencia de los otros autores, a Juan de Cárdenas no se le solicitó que escribiera una
obra, sino que fue una intención propia. Fue un sevillano explorador que marchó hacia la
Nueva España muy joven - a los siete años – y que tras ser uno de los primeros en
licenciarse en medicina en la Real y Pontificia Universidad de México, dedicó su vida al
estudio de la naturaleza indiana que se ofrecía a su vista y buscar la explicación del porque
de las cosas. (Viesca, 1997) Su obra fue escrita a sus 26 años, en 1591 y la nombró Primera
Parte de los Problemas y secretos maravillosos de las Indias, fue un reflejo de la
diversificada búsqueda para explicar aparentemente todos los fenómenos naturales que
rodeaban y obsesionaban a los humanistas de su tiempo, de inventariar el mundo con
categorías occidentales. Su intento documenta la existencia de una physis americana.
(Lozoya, 1980). Esta diseñada a la manera de una „Historia Natural‟, intentando explicar todo
cuanto en las Indias le parecía novedoso y digno de admiración: la flora, la fauna, el clima,
los volcanes, la riqueza, los hombres con sus enfermedades y sus costumbres, poniendo
principal hincapié en el análisis meticuloso de las propiedades de las especies indianas, las
virtudes y defectos de varios alimentos curativos. A pesar de que Juan de Cárdenas era
miembro de una intelectualidad que ejercía una medicina de corte completamente europeo,
de que procedió dentro del más puro sistema de lógica escolástica y basándose en la teoría
galénico-hipocrática, y de que no reportó como fidedigno el uso medicinal que los indígenas
propugnaban; al ser un observador de la medicina autóctona, un activo escrutinador de los
conocimientos empíricos, y un analista con la intención de racionalizar los conceptos en la
dimensión científica de su época, proporcionó una imagen muy precisa y relativamente
objetiva de la práctica curativa y de sus principales elementos eficaces.(Lozoya, 1980). Otra
de las ventajas de este texto, es que el volumen cierra con un glosario de términos
utilizados por los indígenas.
A lo largo del periodo colonial, disminuyeron el número de historias naturales y materias
médicas elaboradas durante el primer siglo después de la Conquista, sin embargo, unos
cuantos manuales de medicina, (como La Verdadera medicina de Juan de Barrios),
siguieron contribuyendo a la divulgación de conocimientos indígenas sobre productos de
utilidad médica en la Nueva España. Ya que las recetas seguían utilizándose en lugares
remotos, donde no había médicos, ni cirujanos, ni boticas, y eran libros escritos en español,
y no en latín. (Achim, 2008). Abundaban al mismo tiempo prácticas curanderiles, cuyos
pormenores y detalles se conocen hoy en día particularmente a través de los archivos de la
Inquisición, así como del Tribunal ordinario. (Achim, 2008) Este conocimiento local, en
ocasiones recopilado en fuentes escritas, contribuyó a que las prácticas de medicina
prehispánica continuaran vigentes.
Entre las elites académicas del siglo XVIII de la Colonia, se encuentran dos autores
fundamentales que compartían la convicción de que los indios eran herederos de un amplio
tesoro de remedios y curas, y el interés por buscar, redescubrir y revalorar las tradiciones y
los conocimientos naturales indígenas que habían conformado prácticas médicas locales
desde antes de la Conquista: Antonio de León y Gama (1782, 1783) y José Antonio Alzate y
Ramírez (1831). El resultado de sus trabajos reconcilió el status del saber indígena con la
modernidad y el rigor científico, al “redescubrir” y difundir muchos conocimientos médicos
indígenas, en el contexto de la Ilustración mexicana. (Achim, 2008). Estos criollos,
desarrollaron un “trabajo de campo” para fungir como intermediarios en la recopilación de
datos sobre la materia medica indígena, a través del contacto directo con informantes,
médicos y curanderos indígenas. Ambos insistieron en aprender el “nombre propio de las
cosas”, ya que solo de ese modo llegarían a conocerlas y entenderlas. Sus propuestas
clasificatorias restauraron el nombre local y manifestaron que la naturaleza novohispana era
irreductible a sistemas europeos. (Achim, 2008).
La historiografía europea de la ciencia ha ignorado por lo general el papel de los
informantes locales – tanto indígenas como criollos – en la acumulación de conocimientos
naturales. Al contrario, nosotros consideramos que éstos textos son los que nos llevan hacia
los detalles del intercambio, al contexto, a los intereses políticos y culturales que motivaban
y plasmaban los contactos entre informantes indios y criollos americanos, y a poder tener
mayor número de elementos para juzgar la veracidad y utilidad de las fuentes. Al mismo
tiempo, los secretos indígenas redescubiertos por científicos, por filósofos naturales o por
misioneros, nos sirven de un propósito más: el de reivindicar el pasado antiguo de México.
A partir de esta investigación sobre las fuentes pertinentes, podemos corroborar la validez
de éstas para posteriormente basarnos en ellas para legitimar una teoría curativa-alimenticia
náhuatl prehispánica.
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