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Pozos sin fondos

Date post: 13-Mar-2016
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Reportaje sobre el día a día de un minero del Pozo Candín, en Asturias. 4 compañeros llevan un mes encerrados a 700 metros. El sector agoniza por los recortes.
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Brasil y los fantasmas de Sarrià PÁGINAS 2 Y 3 TESTIGO DIRECTO Gente Tom Cruise, otra vez soltero a los 50 años PÁGINAS 15 A 17 «No creo en la justicia como mi padre» PÁGINAS 12 Y 13 ENTREVISTA CON MARÍA GARZÓN Vida de un minero ASÍ ES EL DÍA A DÍA DE UN OBRERO DEL POZO CANDÍN, EN ASTURIAS. 4 COMPAÑEROS LLEVAN UN MES ENCERRADOS A 700 METROS. EL SECTOR AGONIZA POR LOS RECORTES Cuaderno del domin g o 01.07.12 FERNANDO ROBLES Chema Suárez, de 36 años, casado y con tres hijos, muestra unos puñados de carbón. Minero desde la cuna, es uno de los huelguistas del pozo Candín.
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Page 1: Pozos sin fondos

Brasil y los fantasmas de Sarrià Páginas 2 Y 3

TESTIGO DIRECTO GenteTom Cruise, otra vez soltero a los 50 añosPáginas 15 A 17

«No creo en la justicia como mi padre» Páginas 12 Y 13

ENTREVISTA CON MARÍA GARZÓN

Vida de un mineroaSí eS el día a día de uN oBrero del pozo caNdíN, eN aSturiaS. 4 compañeroS

llevaN uN meS eNcerradoS a 700 metroS. el Sector agoNiza por loS recorteS

Cuaderno del

domingo01.07.12

FERNANDO ROBLES

Chema Suárez, de 36 años, casado y con tres hijos, muestra unos puñados de carbón. Minero desde la cuna, es uno de los huelguistas del pozo Candín.

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La crisis sacude en Asturias a un sector abocado a la desaparición. Los últimos recortes han agitado la revuelta, con encierros, marchas y disturbios. Este es el día a día de un trabajador que lleva el carbón en los genes.

TEXTO: GUILLERMO GUITER FOTOS: fERnAndO RObLEs

Chema Suárez Ig les ias e s tá sentado en el sa-lón de su casa con una navaji-ta entre sus ma-nos enormes.

Manos recias de minero, acostum-bradas a pelear con una maquina-ria colosal en la tripa de la tierra. Es-te minero asturiano de 36 años, hijo, nieto y bisnieto de mineros, es aho-ra, sin embargo, un pez fuera del agua negra en la que suele nadar: hace 30 días que no baja en la jau-la a la mina. Treinta días eternos de huelga que llena hora tras hora con inquietudes, con temores, con ru-mores y esperanzas. ¿La echa de me-nos? «Nunca pensé que lo diría, pe-ro sí, echo de menos bajar al pozo». Es un tipo tranquilo, afable, en otro contexto hasta se podría decir que optimista. Armado con la navajita, sus enor-mes manos y una paciencia más pro-pia de un pastor que de un minero, ha tallado en madera la boca de una mina antigua en miniatura, de las que funcionaban con la fuerza de las mulas y los músculos de los pai-sanos. «Mi santuario», lo llama, un escenario que representa el pasado, el presente y quiere pensar que el futuro de su pueblo. Allá donde vi-ve, en Turón, un pequeño valle de una de las comarcas mineras astu-rianas, hubo ciertamente un pasa-do muy vinculado al carbón. Du-rante más de un siglo y medio se explotaron a gran escala ve-tas de carbón en tres minas; la última de ellas, el pozo Figaredo, cerró hace seis años. Llegó a dar trabajo a 6.400 mineros por tur-nos y en el valle vivían en los años 60 cerca de 20.000 personas que se han reducido a

VIdA dE Un MInERO

Pozossin fondos

bra, que no se deja tumbar de espal-das. Los 4.000 mineros asturianos activos –no hace muchos años eran más de 15.000– están unidos por un tejido de hilos invisibles pero pode-rosos, más que cualquier otro colec-tivo. Organizados, combativos y so-bre todo convencidos. Para Chema no hay duda: «Todos estamos en lo mismo. Cuando se flaquea, porque la huelga cansa más que el trabajo, basta con hablar con uno de los que se ha encerrado en la mina y él te da fuerza. Son ellos los que nos animan a seguir, y no al revés».

El presente son los ‘guajes’

Se refiere a uno de sus cuatro com-pañeros que resisten desde hace un mes encerrados en la planta sépti-ma del pozo Candín, cerca de Tuilla (Langreo) a 700 metros de profun-didad. Dicho así parece poca cosa, pero si le diéramos la vuelta al pozo y pusiéramos sobre la superficie la profundidad a la que se encuentran los mineros, estaríamos hablando de una altura equivalente a la torre Agbar, el Hotel Arts, la torre Mapfre y la torre de Collserola de Barcelona puestos uno encima del otro. En to-tal, unos 230 pisos. «De aquí no sali-mos con las manos vacías», dice un minero a través del cable telefónico desde las profundidades. Y el presente, desde luego, son los

guajes (los niños). Chema se dio pri-sa y pese a su juventud ha cria-do tres: El mayor, Isaac, de 12 años, y los gemelos, Pelayo y

David, de 10, hinchas «cerra-dos» del Sporting. En el día a

día de la huelga, son ellos los que más notan que algo ha cambiado en la rutina de la familia. A Chema

y su mujer, Mari, les gusta empezar las vacaciones a la vez que sus hijos

en la escuela. Es un ritual modesto pero muy gratificante, que refuerza sus lazos familiares. Se suelen ir una semana de cámping y hacen rutas en bicicleta, senderismo... Chema explica con tristeza, tal vez el único momento en que deja que la emoción aflore: «Este año no va a poder ser. Y son ellos los que me dicen: ‘Papá, no te preocupes. Si no podemos salir de vacaciones, ya iremos a la piscina». A veces, en es-tos días de huelga, visitan con su pa-dre la mina, tienen ojos y oídos para todo pero no acaban de comprender cuál es la raíz del conflicto. «¿Qué les hicisteis a los políticos para que os castiguen, papá?», le preguntan. Los días son lentos, muy lentos.

Cuatro trabajadores llevan encerrados un mes en el pozo Candín, a 700 metros de profundidad. Y todo el sector está en huelga

menos de una cuarta parte. Hoy los castilletes oxidados si-guen erguidos como testigos del de-clive económico de la zona, pero las ruedas no girarán más. En algunos pueblos del valle aún habitan tres o cuatro vecinos muy ancianos, otros lugares están simplemente abando-nados y la maleza y el olvido casi los ha hecho desaparecer. Los mineros que no se jubilaron fueron a buscar trabajo a otros pozos de la región, co-mo el propio Chema; hay un sinfín de comercios cerrados, las cristale-ras tapadas con papel de periódico y carteles amarillentos que anuncian inútilmente se alquila o se vende. ¿Se agotó el carbón? «¡Qué va!», exclama riéndose, «solo en Turón, hay carbón para abastecer a toda Asturias du-rante muchos años». ¿Y entonces…? Se encoge de hombros, sonríe y la respuesta queda en el aire. Y pese a todo, también hay un pre-sente. Un presente que late, que vi-

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También llegan a convertirse en una rutina. Chema se levanta con los guajes, organizan la casa y su mu-jer –también hija de una familia de mineros, Los Catalinos–, se va a tra-bajar. Afortunadamente para ellos, Mari ha conseguido un empleo hace poco en la limpieza, con lo que trae a casa unos 780 euros al mes. Cuan-do los niños se marchan al colegio, Chema pasa a tomar un café por el bar y luego acostumbra a ir a reunir-se con los compañeros al pozo Can-dín; pueden ocupar los locales sindi-cales aunque a la empresa no le gus-ta que anden por las instalaciones mientras están de huelga. Nada les impide, sin embargo, dar asistencia a los encerrados y co-

municarse con ellos a diario. Dispo-nen de una línea telefónica interna por la que hablan, se dan ánimos y noticias. La médica de la empresa baja habitualmente en la jaula pa-ra examinar su estado físico y psí-quico, que por el momento es bue-no, aunque uno tuvo que abando-nar por una crisis de ansiedad a los pocos días del encierro.

Choques con la policía

Hay gente ajena a la mina que se acerca para darles ánimo e incluso para llevarles comida. «Saben que estamos luchando por todos, por los habitantes de las comarcas mi-neras. Si esto se acaba, no solo no-

sotros nos quedaremos sin traba-jo. Hay muchas subcontratas, hay comercios, hay bares..., todos su-fren las consecuencias. Si cierra la mina, esto se convierte en un de-sierto», dice Chema. Después regresa a comer a casa y por la tarde atiende a los guajes cuan-do terminan en el colegio, y vuelta a empezar. Algunos días acude a las protestas, concentraciones que a menudo cortan las carreteras, de-masiado a menudo acaban con du-ros enfrentamientos con la policía, ocasionalmente con heridos. Saben que causan molestias y corren ries-

«Si cierra la mina, esta comarca se convertirá en un desierto. Estamos luchando por todos», explica Chema

Chema Suárez, de 36 años. Minero, hijo, nietoy bisnieto de mineros, en el pozo Candín.

La profundidad del pozo Candín, donde cuatro mineros llevan un mes, equivale a 230 pisos.

ENCIERRO A 700 METROS

Mieres

La Felguera

Langreo

A-64

AS-1A-66

A-66

Oviedo

Siero

TuillaRiaño

Candín

Comparativa

700METROS

POZOCANDÍN

154METROS

TORREMAPFRE

154METROS

HOTELARTS

144METROS

TORREAGBAR

288METROS

TORRE DE COLLSEROLA

MAPFRE

JORDI CATALÀPasa a la página siguiente

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gos, pero es su manera de hacerse vi-sibles en un medio que, si no les es hostil, a veces les ignora. Desde la ca-pital de España, el eco de las voces de los mineros suena muy lejano, aun-que estos días se está llevando a cabo una marcha negra que llegará a Ma-drid el 11 de julio. Salió a pie de Astu-rias e irá sumando apoyos por el ca-mino hasta las puertas de quien sea que decida su futuro.

El detonante de la protesta

El detonante de las protestas mine-ras fue una decisión del Gobierno central dentro del contexto general de ajustes. La minería del carbón, co-mo sector estratégico, recibía unas ayudas anuales en conjunto de 300 millones de euros para compensar el bajo precio del carbón (unas 150 veces menos de lo que costará el res-cate de la banca española). Aunque el mineral negro está he-cho del mismo elemento que el dia-mante, su valor estriba en la capa-cidad para producir energía, menor que la de otros combus-tibles. De modo que conservar su extrac-ción y procesado su-pone un coste para el Estado, al igual que la energía nuclear, las renovables y la pro-ducción eléctrica. Eu-ropa impone una reducción progre-siva de las explotaciones «no renta-bles» hasta el 2018, algo ya previsto y publicado. Sin embargo, la Administración decidió por su cuenta que este mis-mo año realizaría una drástica re-ducción, de hasta dos tercios de esos 300 millones. «Con eso ya no haría falta reestructurar el sector. Nos lle-van directamente al cierre a todos; al público y al privado», explica Che-ma. No se reorganiza, señala, no se le da viabilidad sino que se liquida. Hasta aquí la política. Y ahora vie-ne la microeconomía, es decir, la lu-

pa sobre esas grandes cifras. ¿Qué va de todo ello a los bolsillos de los mineros? «Mucho menos de lo que piensa la gente. Aquí no somos mi-llonarios, vivimos al día». Chema ga-na entre 1.500 y 1.600 euros al mes en un trabajo que consiste en man-tener en forma las máquinas del in-terior de la mina. Pasa bajo tierra to-da su jornada laboral. No es mucho para mantener a una familia de cin-co personas en los periodos en los que Mari no tiene trabajo. Viven de alquiler en un piso de protección ofi-cial que les cuesta 150 euros al mes, «pero el resto de las facturas hay que pagarlas como todo el mundo», di-ce. Este mes se apañaron con el sala-rio de Mari y gracias a que Chema co-bró 25 días del mes anterior. «Pero el mes que viene, que yo no cobro nada por la huelga, ya veremos», dice. Con 600 euros después de pagar el alqui-ler no pueden con todos los gastos. «No queremos recurrir a los pai-sanos [sus padres], pero si no que-da más remedio...». Chema ve a su padre, Marcelino, casi más preocu-pado por la situación que ellos mis-mos. La verdad es que hacía muchos

años que no vivían una huelga tan larga y tan dura. Hubo, claro, mu-chas protestas durante la reconver-sión de los años 80 y siempre se pro-dujo una salida, bien que mal una solución que permitía continuar. «Pero esta vez él lo ve muy mal». Marcelino trabajó durante años en el lavadero de la mina y ahora es-tá jubilado. De los dos abuelos de Chema, Urbano estuvo empleado en una venenosa explotación de co-bre en La Caridad (en el occidente as-turiano) y Pepe fue tubero en el pozo Tres Amigos. Tiene tíos picadores y su suegro fue caminero, el que tien-

Viene de la página anterior

VIDA DE UN MINERO

Chema pasa bajo tierra toda su jornada laboral y gana unos 1.500 euros al mes. «Es mucho menos de lo que la gente cree»

Chema, en la cocina de su casa, con su mujer, Mari, e Isaac, el mayor de sus tres hijos.

1. Reconversión. Durante los años 80 comenzó la reconversión de la minería asturiana y leonesa. Los empleos se redujeron progresivamente desde los 15.000 hasta los menos de 4.000 actuales.

LA HISTORIA DE UN CONFLICTO

2. Detonante. El pasado mes de mayo, el Gobierno central anunció una reducción de las ayudas al sector de la minería para pasar de 300 hasta 110 millones de euros. El brusco recorte supone un golpe mortal.

3. Explosión. A finales de mayo, varios mineros deciden encerrarse en los pozos como protesta y anuncian movilizaciones. Comienza la huelga de la minería en Asturias y León.

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de las vías para las vagonetas de car-bón. Minero por los cuatro costados. «Y nadie recibió esos sueldos millo-narios de los que hablan en los me-dios». A la madre de Mari no pueden recurrir; es viuda, tiene 88 años y vi-ve solo de su pensión. «Ella está más para ayudarla que para que ayudar-nos a nosotros». La cuenta en el ban-co se agota y no hay ahorros de los que tirar si la huelga se prolonga. En el pozo Candín aún se oyen bromas entre los mineros, aunque la situación de fondo es tensa. En-tre material herrumbroso y monto-nes de carbón, en la superficie ha-ce un día de sol furioso, un calor in-usual en Asturias aun para un mes de junio. Los pocos que merodean por el entorno sudan mucho, inter-cambian novedades, hablan de la si-tuación de los encerrados, pasean como tigres enjaulados. De vez en cuando llegan periodistas, equipos de televisión extranjeros como Al-Jazeera o cadenas europeas para los que este conflicto resulta un tanto exótico, un tanto evocador de polvo-rientas revoluciones pasadas. «En Inglaterra cerraron del todo en los 80. En Alemania no sufren es-tos problemas. Por eso parece que a veces le dan más importancia fue-ra que aquí», dicen los mineros. También hay operarios extranjeros en Candín, checos o po-lacos, aunque cada vez menos. Llegaban hace unos años con la inten-ción de ganar salarios mejores que en sus paí-ses; algunos incluso se casaron y se asentaron en Asturias. Su futuro es ahora tan incierto como el de los demás. Ya no existen casi picadores en las minas asturianas. Es un traba-jo que se ha quedado, como tantos otros, anclado en la época del auge de la minería y las canciones de Víc-tor Manuel. Ahora se llaman espe-cialistas en tajos mecánicos y no ma-nejan martillos neumáticos, sino ro-zadoras gigantes, lo que no es menos intenso. A menudo hay accidentes; el padre de Chema se machacó una mano entre dos vagonetas y él una vez casi quedó enterrado en carbón. Se libró gracias a la rápida interven-

ción de un compañero. Otro día esta-ba pelando un cable de alta tensión, la cuchilla resbaló y se la clavó en una rodilla. Le quita importancia: «Yo solo he sufrido incidentes, nin-gún accidente de verdad. Lo prime-ro que nos enseñaron fue que la mi-na es un entorno hostil y cambiante. Y cada mina es diferente», asegura.

Pocos accidentes graves

De hecho, conocía a algunos de los mineros que murieron en acciden-tes en otras minas, como la del pozo Santa Bárbara de su pueblo en 1992, cuando cayó una losa y mató a cua-tro trabajadores. Uno de ellos era el padre de dos amigos de Chema. También recuerda el último gran ac-cidente del pozo Nicolasa (Mieres), donde una explosión de grisú segó la vida de 14 mineros en 1995. La si-niestralidad se ha ido reduciendo y ahora son escasos los accidentes gra-ves, pero eso no las hace menos peli-grosas. Es solo que han cambiado los medios para evitar el peligro. A pesar de todo, a pesar de las os-curas predicciones, a pesar de que lo único que promete la mina es un empleo agotador y arriesgado a cam-bio de un salario decente, es una for-

ma de vida arraigada, inseparable del paisaje de las cuencas de los ríos Nalón y Caudal. A pesar de todo, Che-ma desea que sus hijos se dediquen al oficio de sus mayores. ¿No prefie-re que salgan, que se dediquen a co-sa lejos de la mina? «Hay mucha gen-te que sí, lo prefiere, y no me parece mal, no se lo censuro. Los animan a marcharse, a dedicarse a otra pro-fesión. Yo no. Estaría muy orgulloso de que mis hijos fueran mineros, co-mo sus cuatro generaciones ante-riores, que se formen y estudien pa-ra ello. Es mi vocación y mi vida, y lo que quiero para ellos», resume. H

«Estaría orgulloso de que mis hijos fueran mineros, como sus cuatro generaciones anteriores. Es lo que quiero para ellos»

LA HISTORIA DE UN CONFLICTO

4. Barricadas. Durante todo el mes de junio se producen cortes diarios en las carreteras mediante barricadas. Hay enfrentamientos con la policía y concentraciones frente a las sedes de las administraciones.

5. Marcha Negra. A finales de junio, un grupo de unos cien mineros decide realizar una marcha a pie hasta Madrid para protestar ante el Gobierno central. Por el camino se suman más mineros leoneses hasta llegar a 200. La marcha llegará a la capital el 11 de julio.


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