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Proyecto TIER2 “Conservación del Agua en Comunidades...

Date post: 09-Mar-2020
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Vulnerabilidad al cambio climático Desafíos para la adaptación en las cuencas de Elqui y Mendoza. La presente publicación dis- cute la vulnerabilidad de los productores agrícolas y ga- naderos de la cuenca del río Elqui (Chile) y la cuenca del río Mendoza (Argentina) ante los impactos potenciales del cambio climático en los recur- sos hídricos. Este trabajo forma parte del proyecto “Bajando la monta- ña; comprendiendo la vulne- rabilidad de las comunidades andinas ante la variabilidad hi- droclimatológica y el cambio climático global” financiado por el Instituto Interaméricano para la Investigación del Cam- bio Climático (IAI). Autores Sonia Salas Elizabeth Jiménez Elma Montaña Rosa Garay-Fluhmann David Gauthier Harry Díaz Fotografías Fotografías figuras Nº 4, 5, 9 Manuela Erazo-Bobenrieth Fotografías páginas 45 y 59 Dolores Lettelier Fotografías figuras Nº 6, 7,8 Gwen Young Fotografías páginas 19, 31, 75, 85, 109 Gwen Young Instituto Interamericano para la investigación del Cambio Global UNIVERSIDAD DE LA SERENA Vulnerabilidad al cambio climático. Desafíos para la adaptación en las cuencas de Elqui y Mendoza. Autores: Sonia Salas, Elizabeth Jiménez, Elma Montaña, Rosa Garay-Flühmann, David Gauthier, Harry Polo Díaz ULS Vulnerabilidad TAPA.indd 1 06-03-12 16:06
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Vulnerabilidad al cambio climático

Desafíos para la adaptación en las cuencas de Elqui y Mendoza.

La presente publicación dis-cute la vulnerabilidad de los productores agrícolas y ga-naderos de la cuenca del río Elqui (Chile) y la cuenca del río Mendoza (Argentina) ante los impactos potenciales del cambio climático en los recur-sos hídricos.

Este trabajo forma parte del proyecto “Bajando la monta-ña; comprendiendo la vulne-rabilidad de las comunidades andinas ante la variabilidad hi-droclimatológica y el cambio climático global” financiado por el Instituto Interaméricano para la Investigación del Cam-bio Climático (IAI).

Autores

Sonia SalasElizabeth Jiménez

Elma MontañaRosa Garay-Fluhmann

David GauthierHarry Díaz

Fotografías

Fotografías figuras Nº 4, 5, 9

Manuela Erazo-Bobenrieth

Fotografías páginas 45 y 59

Dolores Lettelier

Fotografías figuras Nº 6, 7,8

Gwen Young

Fotografías páginas 19, 31, 75, 85, 109

Gwen Young

Instituto Interamericano para la investigación del Cambio Global

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Viviendo en tierras secas...

Viviendo en tierras secas

Relatos de mujeres rurales de La Higuera, Punitaqui y Canela

Sonia Salas, Elizabeth Jiménez, Lorena BugueñoCoordinadoras

Proyecto TIER2 “Conservación del Agua en Comunidades Rurales de la Región de Coquimbo”

UNIVERSIDAD DE

LA SERENA

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Autores: Sonia Salas, Elizabeth Jiménez, Elma Montaña, Rosa Garay-Flühmann, David Gauthier, Harry Polo Díaz

ULS Vulnerabilidad TAPA.indd 1 06-03-12 16:06

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Vulnerabilidades al cambio climático en cuencas andinas: Los casos de las cuencas del Elqui en Chile y Mendoza en Argentina

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Viviendo en tierras secas...

Viviendo en tierras secas

Relatos de mujeres rurales de La Higuera, Punitaqui y Canela

Sonia Salas, Elizabeth Jiménez, Lorena BugueñoCoordinadoras

Proyecto TIER2 “Conservación del Agua en Comunidades Rurales de la Región de Coquimbo”

UNIVERSIDAD DE

LA SERENA

Vulnerabilidad al cambio climático. Desafíos para la adaptación en las cuencas

de Elqui y Mendoza.

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Vulnerabilidades al cambio climático en cuencas andinas: Los casos de las cuencas del Elqui en Chile y Mendoza en Argentina

Indice

Prefacio. 7

Capítulo 1.Introducción. 11

Capítulo 2.ComprendiendolasvulnerabilidadesenlaCuencadelRíoElqui. 19

Capítulo 3.Comprendiendolasvulnerabilidadespasadasypresentesdelos

productoresagrícolasyganaderosdelacuencadelElqui. 31

Capítulo 4.LacuencadelRíoMendozaenArgentina. 45

Capítulo 5.Vulnerabilidadespasadasypresentesdelosproductoresagrícolasy

ganaderosdelacuencadeMendoza. 59

Capítulo 6.Modelosdecambioclimático;loqueseesperaparaelfuturo. 75

Capítulo 7.Vulnerabilidadesfuturas:Expectativasypropuestasdelosproductores

agrícolasyganaderosdelacuencadelElqui. 85

Capítulo 8.Exposicionesfuturas,estresoresyadaptacionesenlaCuencadeMendoza. 97

Capítulo 9.Conclusiones:Comprendiendolavulnerabilidadalcambioclimático

enlascuencasdelElquiyMendoza. 109

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Prefacio

La disponibilidad y calidad del agua es crítica para las comunidades rurales de los valles andinos. Los productores agrícolas, además de las fluctuaciones estacio-nales del recurso agua, enfrentan niveles disminuidos de precipitaciones, descenso del promedio mensual del flujo de escorrentías, alzas precoces de los flujos com-parado con lo normal y aumento de la población en áreas urbanas lo que conlleva un aumento de la demanda de agua. Los modelos de cambio climático predicen aumento de temperatura, evapotranspiración, derretimiento de los glaciares junto a un aumento de períodos de sequía. Gracias a los fondos aportados por el Instituto Interamericano para la Investi-gación del Cambio Global, un grupo de científicos de cuatro países y cinco universi-dades, trabajaron en las comunidades de tres cuencas de Argentina, Bolivia y Chile. La primera fase del estudio se focalizó en la cuenca de Mendoza en Argentina, la cuenca de Choquecota en Bolivia y la cuenca del Elqui en Chile y se focaliza en la vulnerabilidad de las comunidades rurales ante la variabilidad climática pasada y actual (Zea McDowell 2010, Díaz et al., 2011, Montana 2008). El presente informe, basado en la segunda fase del estudio, discute la vulnerabilidad de las comunidades en el contexto de los impactos potenciales del cambio climático sobre el recurso agua en las cuencas de Argentina y Chile. En el actual informe nos hemos esfor-zado en integrar los resultados de la investigación de otros estudios, en forma especial del proyecto con fondos del IAI-CRN2047 liderado por el Dr. Brian Luc-kman “Documentando, Comprendiendo y Proyectando Cambios del Ciclo Hidrológico en la Cordillera Americana”, así como el proyecto del Consejo de Investigación de las Ciencias Sociales y Humanidades de Canadá, liderado por el Dr. Polo Díaz “Adaptación Institucional ante el Cambio Climático”. El estudio del Dr. Luckman se focaliza en áreas de las ciencias físicas de las cuencas hídricas de la Cordillera de Los Andes, en tanto el estudio del Dr. Díaz, analiza la gobernanza y la adaptación de las comunidades de las áreas andinas seleccionadas. Un concepto central de nuestro estudio fue la denominada vulnerabilidad de la comunidad definida tanto en función de la exposición como de la sensibili-dad de un sistema ante las condiciones azarosas o de riesgo y la capacidad de ese sistema para absorber, afrontar, manejar, lidiar, adaptarse o recuperarse de dicha exposición. A partir de este foco central, nuestro proyecto se centró en identificar

Dave Gauthier

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y caracterizar las vulnerabilidades de los actores involucrados, especialmente los productores agrícolas ante la variabilidad climática y problemas hídricos inducidos por el clima. Una vez que se logró una comprensión integral de dichas vulnerabi-lidades, se analizaron las políticas y capacidades de las instituciones a cargo de la administración del recurso agua a fin de reducir las vulnerabilidades de los actores involucrados. En ese momento, utilizando la información de los trabajos de Luck-man y Díaz, se consideró el impacto de las vulnerabilidades de las personas en las cuencas, en torno al cambio de la disponibilidad y calidad del agua, sobre la base de los escenarios regionales de cambio climático y las estimaciones de las condi-ciones hidrológicas futuras. A fin de orientar nuestras interrogantes, el equipo multidisciplinario de in-vestigadores de Argentina, Bolivia, Chile y Canadá usó un marco metodológico que consideró un enfoque cualitativo, el que incluyó entrevistas en profundidad, grupos focales y de expertos así como métodos de investigación acción participativa, gru-pos de discusión, foros, talleres y seminarios. El trabajo consideró la observación de sistemas productivos, recopilación de información secundaria relevante y entre-vistas. Todos los datos obtenidos fueron evaluados y analizados cualitativamente. Los resultados del estudio enfatizan la importancia de integrar enfoques multidisciplinarios a fin de manejar temas relacionados con la sustentabilidad. Tam-bién el estudio destacó cuán importante es para lograr capacidades adaptativas de los productores y del gobierno el que los desafíos emergentes ante el cambio climático futuro y eventos climáticos extremos sean manejados en forma adecua-da. En forma específica se demanda una mejor coordinación entre las instituciones, información pertinente en torno al recurso hídrico, manejo integrado del recurso agua, y políticas orientadas a reducir la concentración del recurso, así, se requiere optimizar la planificación y medidas de prevención de riesgo a fin de reducir la vulnerabilidad de las comunidades ante el estrés frente al clima y el recurso hídrico. Referencias Zea McDowell, 2010, “Cambio climático: Vulnerabilidad social y escasez de agua en comunidades indígenas campesinas de Bolivia”, AguaAmbiente, 3 Available at Díaz, H., E. Montana, J. McDowell, R. Garay-Fluhmann, S. Salas, and B. Reyes, 2011, “Vulnerability of Andean Communities to Climate Variability and Climate Change”, in W. Leal (ed.), Climate Change and the Sustainable Management of Water Resources”, Springer Verlag, Berlín.

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Montaña, E., 2008, “Central Andes foothill farmers facing global environmental change”. In press in: IHDP Update, International Human Dimensions Programme on Global Environmental Change.

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Capítulo 1. Introducción

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El presente libro trata la vulnerabilidad climática pasada, presente y futura de los agricultores y los ganaderos caprinos en las cuencas de Mendoza en Ar-gentina y de Elqui en Chile. Estas condiciones climáticas incluyen cambios en las temperaturas extremas, sequía, granizo, lluvias intensas, entre otras. Los estudios científicos acerca del clima1 futuro en estas dos cuencas pronostican un aumento de las temperaturas extremas (mínimas y máximas), lluvias más escasas, pero más concentradas y una disminución de las reservas de aguas cordilleranas y los cau-dales de los ríos (CONAMA, 2008, 2006; Informe Proyecto IACC 2009, Marquet et al., 2010.) Dentro de este contexto cabe preguntarse, ¿frente a qué condicio-nes climáticas han sido, son y podrían ser vulnerables los productores agrícolas y

1 Clima se define promedio de un conjunto de condiciones atmosféricas –temperatura, precipitación, vientos- que carac-terizan una región en un período de tiempo que va desde meses a millones de años, siendo 30 años la medida clásica.(http://www.ipcc.ch/pdf/assessment-report/ar4/

Introducción

Rosa Garay-Flühmann

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ganaderos de estas cuencas?, ¿cómo se adaptan a estas condiciones?, ¿cómo los productores enfrentarán estas situaciones climáticas adversas o riesgosas y de qué manera las experiencias pasadas sirven de punto de partida para adaptarse mejor a los cambios actuales y los futuros?

En el marco de este libro, definimos la vulnerabilidad de un sistema o una comunidad como una función o un reflejo tanto de la exposición (o sensibilidad) del sistema a condiciones de peligro o de riesgo -que pueden ser económicas, sociales, ambientales, etc.- como de la capacidad de ese sistema para adaptarse, absorber, gestionar, tratar o recuperarse de tal exposición. La vulnerabilidad climáti-ca se traduce en la capacidad para sobrellevar o no los perjuicios ocasionados por cambios en el clima (McCarthy et al., 2001), incluidos los eventos extremos -por ejemplo, las heladas y las sequías- y la variabilidad en el clima -por ejemplo, años más calurosos o inviernos más secos-. Así, la vulnerabilidad climática se expresa como la interacción directa de factores ambientales y sociales (CONAMA 2008, Yohe, 2000). Los ambientales incluyen la frecuencia, severidad y periodicidad de los eventos climáticos que afectan la disponibilidad del agua, como sequías y variacio-nes en las magnitudes de las lluvias; los sociales, reflejan las condiciones generales de las comunidades definidas por el acceso a los recursos y su comprensión y entendimiento del riesgo. Se desprende, entonces, que la vulnerabilidad de un sistema o una comunidad es función del grado de exposición a las condiciones climáticas y la capacidad de adaptación (capacidad adaptativa) para hacer frente a esas condiciones.

La adaptación se refiere a la capacidad de un sistema o una comunidad de lidiar con esa exposición y sus componentes fundamentales son la agencia humana, la distribución social de la riqueza y los recursos, el conocimiento local y el capital social, y, por último, capacidades institucionales apropiadas (Valdivia et al., 2003; Adger, 2003; Smith & Pilifosova, 2003). De manera más técnica, es el resultado de la exposición o sensibilidad a factores climáticos que amenazan a una comunidad y sus integrantes y su capacidad para adaptarse a esos cambios. Un ejemplo de exposición sería un alud ocasionado por una lluvia torrentosa: la sensibilidad de una comunidad frente al alud se da en el caso de que sus hogares se emplazaran a la orilla de una quebrada y su estrategia de adaptación para disminuir su vul-nerabilidad sería la relocalización de las viviendas en un sector más alto y alejado de la quebrada. Las figuras 1 y 2 representan esquemáticamente el modelo de vulnerabilidad.

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EXPOSICIÓN O SENSIBILIDAD CLIMÁTICA

(Lluvia, sequía, granizo, heladas)

ESTRATEGIAS/CAPACIDAD DE ADAPTACIÓN

(Gobernanza local, institucionales, organizacionales, económicas, capital

social)

VULNERABILIDAD

Figura 1: Modelo de Vulnerabilidad Climática y sus componentes.

Exposiciones Pasadas / ActualesEstrategias Adaptativas Pasadas / Actuales

Vulnerabilidades Pasadas / Actuales

Exposiciones FuturasEstrategias Adaptativas Futuras

Vulnerabilidades

CONDICIONESCLIMÁTICAS

FUTURAS

Figura 2: Modelo de Vulnerabilidad Climática Pasada, Presente y Futura. (Adaptado de Proyecto IACC, 2009)

Los científicos señalan que existen regiones consideradas más vulnerables al cambio climático que otras, esto se explica por causas vinculadas a las expo-siciones climáticas, propiamente tal, y a factores ligados a la ubicación geográfica (Downing et a., 1997; McCarthy et al., 2001; Beg et al., 2002; Mirza, 2003; Handmer, 2003). Downing et al. (1997). Asimismo, se indica que aquellos países que tienen mayor dependencia sobre recursos naturales susceptibles a los efectos del clima -por ejemplo, pesca, silvicultura, agricultura- están potencialmente más expuestos a los impactos del cambio climático. Las cuencas seleccionadas en este estudio, río Mendoza en Argentina y río Elqui en Chile, pertenecen a esta categoría. Asimismo, los expertos argumentan que las instituciones pueden jugar roles relevantes en el aumento o disminución de las capacidades de adaptación al facili-tar u obstaculizar la adaptación social a los cambios ambientales (Adger 1998). Los países pueden ser o tornarse vulnerables en gran medida, a causa de la existencia de instituciones débiles o por la limitación de recursos económicos, tecnológicos u otros, que permitirían enfrentar, adaptarse y recuperarse de exposiciones ries-gosas (Smith & Lenhart, 1996; Hamdy et al., 1998; Dinesh, 2003; Ivey et al., 2004).

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La evaluación de las capacidades de adaptación al cambio climático requiere de la participación ciudadana y/o de enfoques de agencia social en los estudios, ade-más del desarrollo de estrategias y políticas de adaptación (Hilhorst, 2004; Burton, 2003; Downing, 2003; Frerks & Bender, 2004). La aplicación del conocimiento, la experiencia y las metodologías de las ciencias sociales y naturales, puede entregar un entendimiento más completo so-bre la vulnerabilidad al cambio climático y las estrategias adaptativas, facilitando así intervenciones de adaptación más efectivas y oportunas (Parson et al., 2003; Smith and Pilifosova, 2003; De Kok et al., 2000; Garay-Flühmann et al., 2004; Torres et al., 2005). Referencias Adger, W., (2003): “Social Aspects of Adaptive Capacity”, in J. Smith, R. Klein, and S. Huq, eds., Climate Change, Adaptive Capacity and Development, Imperial College Press: London. Beg, N., J. Corfee Morlot, O. Davidson, Y. Afrane-Okesse, L. Tyani, F. Denton, Y. Soko-na, J. Thomas, E. Lebre La Rovere, J. Parikh, K. Parikh & A. Rahman. (2002): Linkages between climate change and sustainable development. Climate Policy, 2:129-144. Burton, I. (2003): Do we have the adaptive capacity to develop and use the adaptive capacity to adapt? In Smith, J., Klein, R. and Saleemul Huqet (eds.) Climate change, adaptive capacity and development. Imperial College Press: London.137-162. Comisión Nacional del Medio Ambiente. (2006): Estudio de la variabilidad climática en Chile para el Siglo XXI. Informe Final. Realizado por Departamento de Geofísica, Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, Universidad de Chile. Comisión Nacional del Medio Ambiente. (2008): Capítulo 2: Análisis de la vulnerabi-lidad de los recursos hídricos de Chile frente al cambio climático. Río Elqui en Algarrobal. EN: Análisis de Vulnerabilidad del Sector Silvoagropecuario y de los Recursos Hí-dricos y Edáficos de Chile frente a Escenarios de Cambio Climático. 27 Pp. Ejecuta AGRIMED, Universidad de Chile. De Kok, Jean-Luc, Titus, Milan & Herman G. Wind. (2000): Application of fuzzy sets and cognitive maps to incorporate social sciences in integrated assessment models. Integrated Assessment, 1: 177-188.

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Dinesh, K.M. (2003): Enhancing sustainable management of water resource in agri-culture sector: the role of institutions. Indian Journal of Agricultural Economics, 58: 406- 437. Downing, T.E., L. Ringus, M. Hulme, & D. Waughray. (1997): Adapting to climate change in Africa. Mitigation and Adaptation Strategies for Global Change, 2: 19-44. Frerks G. & S. Bender (2004): Conclusion: vulnerability analysis as a means of streng-thening policy. Formulation and policy practice. In Bankoff, G., Frerks, G. and Dorothea Hilshorst (eds.) Mapping vulnerability: Disasters, development & people. Earthscan: London. 194-207. Garay-Flühmann, R., L. Torres, E. Montaña, G. Pastor, R. Fuster, E. Abraham, A. León, E. Torres & M. Salomón. (2004): De los números a las palabras… Triangulación me-todológica en un proyecto de investigación comparativo en comunidades rurales de Chile y Argentina. Presentado en IV Jornadas de Etnografía y Métodos Cualita-tivos, IDES. Buenos Aires, Argentina. Ed. CD ISBN 987-21625- 0-6. 25-27 Agosto. Expositora. Handmer, J.W. (2003): Adaptive Capacity: What does it mean in the context of natural hazards. In J.B. Smith, R.J.T. Klein and S. Huq (eds.), Climate Change, Adaptive Capa-city and Development. London: Imperial College Press. Hilhorst, D. (2004): Complexity and diversity: Unlocking social domains of disaster res-ponse. In Bankoff, G., Frerks, G. and Dorothea Hilshorst (eds.) Mapping vulnerability: Disasters, development & people. Earthscan: London. 52-66. Ivey, J., J. Smithers. R.C. de Loe, & R.D. Kreutzwiser. (2004): Community capacity for adaptation to climate-induced water shortages: Linking institutional complexity and local actors. Environmental Management, 33: 36-47. Marquet, P., S. Abades, J. Armesto, I. Barría, Mary T. Arroyo, L. Cavieres, R. Gajardo, C. Garín, F. Labra, F. Meza, C. Prado, P. Ramírez de Arellano & S. Vicuña. (2010): Estudio de vulnerabilidad de la biodiversidad terrestre en la eco-región mediterránea a nivel de ecosistemas y especies, y medidas de adaptación frente a escenarios de cambio climático. 156 Pp. McCarthy, J. J., O. F. Canziani, N.A. Leary, D.J. Dokken, & K.S. White. (2001): Clima-te Change 2001: Impacts, Adaptation and Vulnerability - Contribution of Working

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Group II to the Third Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Cli-mate Change. Cambridge: Cambridge University Press. Mirza, M.M.Q. (2003): Climate change and extreme weather events: can developing countries adapt? Climate Policy, 3: 233-248. Parson, Edward, Corell, Robert, Barron, Eric, Burkett, Virginia, Janetos, Anthony, Joy-ce, Linda, Karl, Thomas, MacCracken, Michael, Melillo, Jerry, Morgan, Granger, Schi-mel, David & Thomas Wilbanks. (2003): Understanding climate impacts, vulnerabili-ties, and adaptation in the United States: Building a capacity for assessment. Climate Change, 57: 9-42. Proyecto IACC. (2009): Informe de Integración. El caso de la Cuenca del Río Elqui, Chile. Smith, B. & O. Pilifosova. (2003): From adaptation to adaptive capacity and vulne-rability reduction. In Smith, J., Klein R. and Saleemul Huqet (eds.) Climate Change, adaptive capacity and development. Imperial College Press: London, 9-25. Smith, J.B. & S.S. Lenhart. (1996): Climate change adaptation policy options. Climate Research, 6: 193–201. Torres. L., R. Garay, E. Montaña, G. Pastor, R. Fuster, E. Abraham, A. León & E. Torres. (2005): Las encrucijadas cuantitativas y cualitativas en el análisis de procesos con dimensiones bio-geo-físicas y sociales. La comparación de dos cuencas hidrográfi-cas en Chile y Argentina. Revista de Zonas Áridas 9: 56-70. Valdivia C. & al. (2003): Coping and Adapting to Climate Variability: The Role of Assets, Networks, Knowledge and Institutions. www.ssu.missouriedu/clima/Articules/Valdi-viaetalclimateAdaptationNOAA_2003.pdf Yohe, Gary. (2000): Assessing the role of adaptation in evaluating vulnerability to climate change. Climate Change, 46: 371-390.

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Capítulo 2. Comprendiendo las

vulnerabilidades en la Cuenca del Río Elqui.

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La cuenca hidrográfica del Río Elqui (longitud en línea recta de aproximada-mente 170 Km y una superficie de 9.657 Km2) se ubica en la Región de Coquimbo, Chile (290 40’S a 320 10’S) y comprende la comuna de La Serena (160.148 hab.) y las comunas de tendencia rural de Vicuña (24.010 hab.) y Paihuano (4.168 hab.) (INE 2003). En su conjunto, las tres comunas representan el 52% del total provin-cial y el 33% de la región (MIDEPLAN, 2009). El clima de la cuenca es semiárido y responde a un régimen de escurri-miento mixto pluvio-nival (Cepeda et al. 2004). Las lluvias se concentran durante los meses de invierno y disminuyen significativamente en los meses de verano, aunque en las zonas cordilleranas pueden presentarse episodios de tormentas. Las precipitaciones medias en la zona pluvial de la cuenca bordean los 100 mm/año y las tasas de evapotranspiración potencial, sobre los 1.500 mm/año, explican un déficit hídrico natural. Este escenario, sin embargo, está marcado por una va-riabilidad climática considerable, y los registros muestran que en los últimos 100 años la precipitación media ha descendido de 170 mm al comienzo del siglo XX

La Cuenca del Río Elqui

Rosa Garay-Flühmann

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a no más de 80 mm en la actualidad (CONAMA 2008, Pizarro-Araya et al. 2009, Squeo et al. 2008). Durante el período 1930 a 1970, se observó una tendencia a la disminución de las precipitaciones anuales. En los años posteriores, la tendencia se revirtió presentándose años más lluviosos. La evolución de estos regímenes de lluvias sigue un patrón a escala de tiempo decadal (10 años) que se encuentra vinculado con cambios mayores, a saber la Oscilación del Sur y los fenómenos de La Niña y El Niño, y cambios en las condiciones atmosféricas y oceánicas en el Pacífico (CONAMA 2008). La temperatura media a nivel del litoral presenta leves variaciones a causa de la influencia oceánica (CONAMA 2008). Las tendencias lineales para los pro-medios anuales de las temperaturas extremas diarias (temperaturas máximas y mínimas) entre los años 1960 y 2004, presentan un aumento (Boisier y Aceituno 2006 citado por CONAMA 2008; Mooney et al. 2001). La disponibilidad de re-cursos hídricos en la cuenca es limitada y se espera que en el futuro se agudice la situación (CONAMA 2008). Dadas las características anteriores en posible visualizar en la cuenca dos tipos de territorios; los irrigados y, por otra, los de interfluvios o de secano, lo que da origen a sistemas productivos diferenciados. El territorio bajo riego representa

Figura 3. Mapa Región de Coquimbo

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Figura 4. Territorio secano Figura 5. Territorio bajo riego

sólo un 1,8% del total de explotaciones con tierra en la Cuenca del Elqui (INE, 2007), mientras que los secanos alcanzan un 72,3% del total de las explotaciones (INE, 2007). Vale decir, que un porcentaje minoritario de tierras en la cuenca posee seguridad hídrica al contar con las aguas superficiales del río Elqui mientras que las tierras del interfluvio se abastecen con aguas subterráneas altamente dependien-tes de la pluviometría anual.

Los sistemas productivos en la cuenca del Elqui La principal actividad económica en la cuenca es la agricultura, según su acceso al agua, ésta se clasifica en dos modalidades: La agricultura bajo riego y la agricultura de secano. La agricultura de riego incluye los sectores vitícola, hortalizas y frutales (papayas, chirimoyas, lúcumas y paltas). Toda la actividad agrícola a esta escala, sin excepción, se desarrolla geográficamente en zonas irrigadas, las que en conjunto representan el 24% de la superficie bajo riego de la región de Coquimbo. Estas prácticas agrícolas se sustentan en las fuentes hidrológicas que provienen de aguas superficiales, las que son acumuladas en modernos sistemas de embalses y distribuidas a través de sistemas de canales y/o de depósitos subsuperficiales o subterráneos, tecnologías que demandan importantes inversiones monetarias y tecnológicas. Según el tamaño de la producción, los productores bajo riego se clasifican en tres tipos: Grandes productores agroindustriales, Medianos producto-res orientados al mercado y Pequeños productores orientados a complementar el consumo familiar. Los grandes agricultores de la cuenca del río Elqui corresponden a viti(vini)cultores y productores de hortalizas y otros frutales. En esta categoría, se aprecia un amplio rango de productores en función de la superficie del predio, los volúme-nes de producción y los mercados objetivo. En las obras se contempla la contrata-

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ción de personal calificado y no calificado, temporal y permanente. Así, en el caso de los productores de uva (indistintamente), la labor se organiza en función de las etapas de trabajo in situ y propiamente agrícola, las etapas de comercialización, de difusión, etc. Asociada a las propiamente agrícolas, existe una dotación de mano de obra consistente en obreros agrícolas o jornales temporales no calificados que se emplea para raleo y preparación de terreno y plantación; la poda exige perso-nal altamente especializado y conocedor del oficio; y para las etapas de cosecha y packing se emplea trabajadoras temporales especializadas en esas funciones. Las labores antes descritas son asesoradas, organizadas, coordinadas y supervisadas por personal técnico profesional o profesional, y que, generalmente, está contra-tado de manera permanente (pero no necesariamente con exclusividad de des-empeño para una empresa o empleador). La comercialización y marketing queda, en algunos casos, bajo la tutela de los dueños o parientes directos, o de personal universitario del área. En el caso de los productores hortícolas y frutícolas, cuyos mercados atienden casi de manera exclusiva las demandas regionales o nacionales, se constata una estructura similar en la labor propiamente agrícola y de comerciali-zación y marketing, aunque esta última ocurre a escalas de ventas menores. En esta categoría de agricultores podemos distinguir tres grandes rubros de producción agrícola: Producción de uva. Se agrupan en (a) Productores de uva de mesa para exporta-ción, algunos de manera casi exclusiva, y para consumo nacional y (b) Productores de uva para la elaboración de vino de exportación y de consumo nacional y de pisco. Este rubro está representado por productores locales (descendientes en primera o segunda generación de inmigrantes italianos llegados a la zona en la década de los ’50 del siglo pasado) que han ampliado su rubro productivo en los últimos veinte años y que vienen a complementar o a reemplazar de manera parcial o completamente las actividades agrícolas hortícolas o frutales. También están presentes productores venidos desde la zona central del país en busca de nuevas inversiones en el rubro. En el caso de los productores de uva de mesa, se observan también descendientes de inmigrantes italianos que se han reconvertido en su totalidad al modelo exportador, dejando así el rubro hortícola o ganadero. Producción hortícola: Se organiza en función de una actividad de gran intensidad con rotación de productos, que depende parcialmente de las condiciones climáticas (heladas, por ejemplo), pero que está más estrechamente controlada por factores de mercado. El destino final de los productos es a nivel nacional (incluidos los pro-pios de la región). Es un rubro dependiente de sofisticadas tecnologías de riego y de producción en tanto a variedades y semillas que se emplean. Las estrategias de

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producción y comercialización están insertas en redes de créditos y ayudas finan-cieras privadas (bancos), compraventa de insumos, tecnología, etc. Producción de frutales: Representados por productores locales o empresas inter-nacionales (por ejemplo, Dole, El Monte). El sector se organiza en función de una actividad de gran intensidad con especialidad en cítricos (naranjas, limones, man-darinas) y paltos, principalmente. La producción está fuertemente controlada por factores de mercado más que por variables climáticas o edafológicas. El destino final de los productos es a nivel nacional (incluidos los propios de la región) e internacional. Las estrategias de producción y comercialización están insertas en redes de créditos y ayudas financieras privadas (bancos), compraventa de insumos, tecnología, etc. Finalmente, hacen uso intensivo de fuentes de agua para riego superficiales provenientes del embalse Puclaro o de los tributarios del Río Elqui, además de contar con reservas propias de aguas subterránea. Por su parte, los medianos agricultores de la cuenca del río Elqui correspon-den a productores de más de 12 hectáreas de riego que trabajan la producción de vides, hortalizas y frutales. Estos agricultores se ubican en la zona de riego aledaña al curso del río Elqui, del cual extraen el agua que es distribuida a través de un sistema de canales que llega a los predios bajo la forma de pequeñas acequias. Este sistema de canales es administrado por Asociaciones de Canalistas de nivel local que se integran en la Junta de Vigilancia del Río Elqui. Estas Asociaciones de Cana-listas tienen la función de administrar el uso del agua con un sistema de turnos de riego. En este sentido, cada mediano productor posee una cantidad de acciones de agua que se traduce en tiempo de riego y que se van rotando semanalmente. En relación al riego, algunos medianos productores han logrado, con el apoyo de créditos estatales (INDAP) instalar sistemas de riego por goteo, lo que les per-mite optimizar el uso del recurso, sin embargo aún una gran cantidad mantiene el tradicional riego por tendido. En relación al sistema de trabajo, éste se realiza principalmente por miembros de la familia, contratando mano de obra externa sólo en etapas específicas del proceso, y en baja cantidad. Entre estos productores medianos, se identifican los siguientes grupos: (a) Productores de uva para pisco; para estos el trabajo contempla las etapas de siembra y/o poda, desbrote, deshoje, cosecha y comercialización, la cual es interna, pues los productores pertenecen a CAPEL, empresa a la cual entregan su producción; (b) Productores de hortalizas y frutales, quienes trabajan productos como palta y cítricos orientados al mercado regional y nacional. Sus cultivos son altamente vulnerables a eventos climáticos extremos en especial las heladas y (c) Productores mixtos: Contemplan en un mis-mo predio el cultivo de uvas, hortalizas y frutales orientados a mercados locales y

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la producción doméstica de productos derivados como las mermeladas. En estos casos el trabajo se organiza entre los miembros de la familia. Los medianos agricultores suelen ser muy dependientes del apoyo de créditos estatales, canalizados a través del Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP) la Comisión Nacional de Riego (CNR) y otros servicios asociados a la agricultura. Estos créditos son utilizados para la compra de semillas, mejoramiento de sistemas de riego y compra de insumos químicos (fertilizantes y aceleradores de crecimientos). Este sistema de crédito da lugar a un gran nivel de endeuda-miento en este grupo de agricultores. Los medianos productores generalmente complementan su trabajo de agricultores con otras actividades productivas, reali-zadas tanto en el mismo valle (contratación de miembros de la familia en tareas de packing, por ejemplo) como fuera de él.

Figura 7. Cultivos de granada.

Figura 6. Cultivos de parras

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El tercer tipo de agricultores bajo riego son los pequeños, quienes mantienen huertos caseros destinados al autoconsumo y, eventualmente, la venta al por me-nor. La principal característica de sus huertos es la diversificación, encontrándose pequeñas producciones de cítricos, hortalizas e incluso cereales que son usados como complemento a la alimentación familiar. Estos agricultores no dependen económicamente de su producción, pues sus ingresos provienen, principalmen-te, de la contratación como trabajadores en los fundos agroindustriales, además miembros de estas familias suelen insertarse en faenas mineras, al interior de la cuenca o bien migrando a la zona norte del país, desde donde se sigue mantenien-do el vínculo familiar y comunitario. En la cuenca del Río Elqui, también se desarrollan actividades ganaderas, representadas por pequeños productores de cabras. La actividad es desarrollada íntegramente en el secano, donde se encuentran las Comunidades Agrícolas, ins-tancias colectivas de tenencia de la tierra que responden a una lógica de Gestión Comunitaria de Recursos (Chamoux & Contreras, 1996). La población estimada que reside al interior de terrenos comunitarios en la Provincia del Elqui alcanza un total de 8.305 personas, representando un 30% de la población rural provincial. Es-tos pequeños ganaderos, pueden desarrollar una actividad agrícola de subsistencia dependiendo de la tenencia o no de tierra. Así se puede distinguir al criancero con tierra con pertenencia legal a una Comunidad Agrícola, que posee una porción de tierra (goce singular) donde puede cultivar hortalizas, cereales y algunos frutales, que tiene derecho al uso de tierras comunales para la manutención y el cuidado de sus rebaños durante el período de invierno (invernada); que puede acceder a créditos y beneficios bancarios; y que desarrolla formas de semi-trashumancia. Por otra parte, se encuentra el criancero sin tierra, que no tiene pertenencia a Comu-nidad Agrícola alguna, sin un lugar fijo donde asentarse y desarrollar una actividad agrícola (aún de subsistencia), que durante los períodos de invernadas y veranadas está obligado a arrendar una porción de tierra (postura), que no puede acceder a créditos o beneficios estatales (por no poseer membrecía en la CCAA ni poseer tierras) y que es íntegramente trashumante (Erazo-Bobenrieth 2009).

El tamaño de sus explotaciones varía dependiendo de si el criancero posee tierra o no. En el primer escenario, la dimensión de las explotaciones está directa-mente relacionada con la cantidad de hectáreas que posea la Comunidad Agrícola en cuestión. En el caso de “los crianceros sin tierra” sus explotaciones estarán su-peditadas a la cantidad de terrenos que alquilen para el pastoreo de sus animales. Sin embargo, en ambos escenarios, no prima la cantidad de hectáreas, sino más bien la disponibilidad a los recursos hídricos subterráneos, que son en definitiva los

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elementos que determinan el éxito de la actividad productiva. Para los pequeños productores del secano, la ganadería caprina se constituye fundamentalmente como una economía doméstica orientada a la reproducción simple de las unidades. Su actividad principal es la fabricación de queso de cabra. En relación al manejo del ganado, es importante centrarse en dos conceptos es-pecíficos, la trashumancia y el manejo extensivo. En primer lugar la trashumancia posibilita la complementación de recursos en lugares donde el desarrollo vegetal posee ritmos estacionales diferentes (Aranda, 1971), habilitando el uso de los pisos ecológicos en función de dos temporadas, la veranada y la invernada. En segundo lugar, el manejo extensivo, constituye una forma de cría y mantenimiento de los animales en extensiones más o menos amplias, donde la idea central es que el ganado busque su propio alimento, accediendo al forraje natural de las praderas. Ambas, la trashumancia y el manejo extensivo, son consideradas estrategias de adaptación a un contexto de semiáridez. La economía de los pequeños ganaderos de la cuenca del Elqui se orienta fundamentalmente hacia un mercado interno. La venta del producto principal; el queso de cabra, se distribuye en las mismas majadas o “posesiones” (casas provi-sorias de los crianceros), pueblos, ciudades intermedias y ciudades de la Provincia del Elqui. La carne, otro bien comercializable dentro de la actividad ganadera, se vende en pueblos o ciudades intermedias fundamentalmente en períodos festivos. El guano, finalmente, es ofertado a la agricultura frutícola de la zona irrigada de la cuenca, ya que es utilizado a modo de fertilizante de los cultivos.

Junto a las actividades agrícolas y ganaderas, en las últimas décadas se ha

Figura 9. Criancero del secanoFigura 8. Parronales agroindustriales

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evidenciado en el Valle de Elqui un importante desarrollo del turismo de intereses especiales, el que se plantea como un eje económico para las comunidades locales. En este sentido se observa la implementación de rutas turísticas asociadas al eco-turismo, turismo rural y turismo cultural, que consideran la habilitación de diversos campings y facilidades para la realización de actividades al aire libre, destacándose la actividad artesanal, la elaboración de vino y pisco, y la observación astronómica amateur. Referencias Adger, W., (2003): Social Aspects of Adaptive Capacity, in J. Smith, R. Klein, and S. Huq, eds., Climate Change, Adaptive Capacity and Development, Imperial College Press: London. Aranda, X. (1971): Algunas consideraciones sobre la trashumancia en el Norte Chico. Informaciones Geográficas (Santiago), Nº 20, Pp. 141-169. Cepeda, J, R. Cabezas & A. Bodini. (2006): Digitalización mapas cuenca río Elqui. Proyecto Institucional. Adaptation to Climate Change (IACC). Proyecto Conjunto ULS. Chile. Cepeda, J., M. Fiebig, H. Morales & S. Salas. (2004): Description of the Elqui River Basin. Working Paper Nº 2. Proyecto Institucional Adaptation to Climate Change. IACC/ SSHRC. Comisión Nacional del Medio Ambiente. (2008): Capítulo 2: Análisis de la vulnerabili-dad de los recursos hídricos de Chile frente al cambio climático. Río Elqui en Algarrobal. EN: Análisis de Vulnerabilidad del Sector Silvoagropecuario y de los Recursos Hí-dricos y Edáficos de Chile frente a Escenarios de Cambio Climático. 27 Pp. Ejecuta AGRIMED, Universidad de Chile.

Erazo-Bobenrieth, M. (2009): Tierras Secas e Identidad: Implicancias culturales del acceso a los recursos naturales en los habitantes de la Comunidad Agrícola Olla de Caldera. Tesis para optar al grado de Antropóloga Social. Escuela de Antropología, Universidad Academia de Humanismo Cristiano Instituto Nacional de Estadísticas. (2007): VII Censo Agropecuario y Forestal. Instituto Nacional de Estadísticas. Santiago de Chile.http://www.ine.clInstituto Nacional de Estadísticas. (2003): XVII Censo de Población y VI de Vivienda.

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Instituto Santiago de Chile. MIDEPLAN (2009). Región de Coquimbo. División Regional, Departamento de Análisis de Políticas Públicas. Ministerio de Planificación. Gobierno de Chile. Extraído en http://www.infopais.cl/download/DAPP/carpetasregionales/CARP_REG_COQUIMBO.pdf Mooney, H.A., M.T.K. Arroyo, W.J. Bond, J. Canadell, R.J. Hobbs, S. Lavorel, & R.P. Neil-son. (2001): Mediterranean-climate ecosystem. Ecological Studies 152. Pages 157-198. In: F.S. Chapin, O. Sala, and E. Huber-Sammvald. (eds.). Global Diversity in a Changing Environment: Scenarios for the 21st Century. Springer-Verlag, New York, USA. Pizarro-Araya, J., J. Cepeda-Pizarro, J.E. Barriga, & A. Bodini. (2009): Biological vulne-rability in the Elqui Valley (Región de Coquimbo, Chile) to economically important arthropods. Cien. Inv. Agr. 36(2):215-228. Squeo, F, J. Cepeda, N. Olivares & M. Arroyo. (2006): Interacciones ecológicas en la Alta Montaña del Valle del Elqui. En: Cepeda, J. (ed) Geoecología de los Andes de-sérticos. La Alta Montaña del Valle del Elqui. Ediciones: 69-103. Universidad de La Serena. La Serena. Chile.

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Capítulo 3. Comprendiendo las

vulnerabilidades pasadas y presentes de los productores

agrícolas y ganaderos de la cuenca del Elqui.

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Comprendiendo las vulnerabilidades pasadas y presentes de los productores agrícolas y

ganaderos del Elqui

Sonia Salas Bravo y Elizabeth Jiménez Cortés

A inicios del siglo XXI, las actividades agrícolas y ganaderas de la cuenca del Río Elqui se insertan en un contexto socioambiental en proceso de trans-formación: Por una parte, el cambio climático global se hace sentir con eventos climáticos extremos como sequías, heladas y esporádicas pero intensas lluvias; y por otra, la compleja integración de estas actividades en los fluctuantes mercados internacionales condicionan el desarrollo económico y social de los producto-res. Estos cambios dan lugar a nuevas y antiguas exposiciones, pero también se observa el despliegue de diversas estrategias adaptativas con las cuales los di-ferentes grupos buscan reducir su vulnerabilidad; sin embargo, la efectividad del proceso no depende sólo de las decisiones de los productores, sino también de las posibilidades y/o limitaciones del orden institucional en que se insertan. En tal sentido, es fundamental atender al rol de las instituciones públicas y privadas en la generación de estrategias adaptativas. A partir de los argumentos anteriores, este

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capítulo se propone analizar la vulnerabilidad actual de los productores agrícolas y ganaderos de la cuenca del Río Elqui, dando cuenta en primer lugar de sus dife-rentes exposiciones-sensibilidades y estrategias adaptativas y, en segundo lugar, de la capacidad de adaptación que presentan las instituciones regionales y nacionales para responder a los desafíos asociados al cambio climático. Metodológicamente, el trabajo se sustenta en una investigación cualitativa que complementó sesiones de observación etnográfica con el desarrollo de entrevistas semiestructuradas a productores y representantes institucionales, las cuales fueron analizadas con el método de análisis de contenido temático. Los resultados del análisis permiten plantear que la vulnerabilidad al cambio climático debe comprenderse en relación con otras vulnerabilidades de carácter social y político que actúan como factores que potencialmente limitan el desarrollo e implementación de medidas adaptativas entre los productores de la cuenca del río Elqui. Antecedentes La cuenca hidrográfica del Río Elqui se ubica en la Región de Coquimbo y comprende las comunas de La Serena, Vicuña y Paihuano. La cuenca se caracteriza por un clima semiárido con influencia del clima desértico del norte y el semiárido de Chile central. La disponibilidad de recursos hídricos en la cuenca es limitada; en la última década el nivel de precipitaciones promedio alcanzó valores cercanos a los 100 mm (Díaz, etal, 2009). De otra parte se espera que la situación de sequía se agudice esperándose un aumento de temperatura entre 2º C y 4ºC. En esta cuenca el acceso al agua define dos territorios diferenciados: El área de secano y el área bajo riego. En la primera se encuentran pequeños ganaderos trashumantes (principalmente de cabras) que complementan esta actividad con una agricultura de subsistencia. En la zona irrigada -aledaña al río y su sistema de embalses y canales de riego- encontramos agricultores que pueden agruparse en tres dimensiones: (a) Pequeños, que sólo mantienen huertos de consumo familiar, (b) Medianos, orientados a la comercialización y que complementan esta labor con el trabajo asalariado, y (c) Grandes agroindustriales, orientados a mercados externos. Mientras los pequeños agricultores tienden a la diversificación de culti-vos para el consumo doméstico (hortalizas, frutas, etc.), los agroindustriales se han especializado en monocultivos (uva, paltos y cítricos). En todos los casos, las expo-siciones a la variabilidad climática se articulan con la exposición a la inestabilidad de los mercados globalizados. El marco político-institucional en que se insertan las comunidades y pro-ductores de la cuenca se define por un modelo neoliberal de desarrollo instalado en la década del ’80, el cual se expresa en la vigencia de un Código de Aguas que

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entrega a particulares el derecho de aprovechamiento del recurso, este derecho es susceptible de dominio y, por lo tanto, su titular está facultado para usar, gozar y disponer de él. Esto supone la privatización del recurso y la formación de “merca-dos de agua” que operan bajo el sistema de oferta y demanda. Exposiciones y sensibilidades En este contexto, los productores entrevistados identifican una serie de exposiciones-sensibilidades, algunas directamente asociadas al clima y medio am-biente como las sequías, heladas, aluviones y contaminación; y otras de carácter económico, social e institucional destacándose entre estas últimas la fluctuación de los mercados y el precario sistema laboral que se traduce en trabajo flexible e inestable. Asimismo, se destacan las desigualdades de los productores en relación al acceso diferencial al recurso agua. Exposiciones que se detallan a continuación. Exposiciones asociadas al clima y medio ambiente En la cuenca del Río Elqui se evidencia una disminución de lluvias, tanto en intensidad como periodicidad. Efectivamente, los registros muestran una disminu-ción importante del promedio de precipitaciones durante el último siglo, variando desde 150-180 mm a principios de 1900 a un promedio actual de 100 mm/año; cabe hacer notar que en los últimos 25 años la disminución de la tasa de preci-pitaciones ha tendido a nivelarse mostrando incluso una leve recuperación (Fie-big-Wittmaack, 2008). Estos hechos afectan directamente la recarga de acuíferos naturales que se manifiesta en la pérdida de cursos superficiales como vertientes y quebradas -usadas tradicionalmente por los crianceros- y en la disminución de las aguas subterráneas, lo que supone la continua profundización de los pozos en los territorios del secano. Sin lluvias, por un lado, escasea el pasto para alimentar al ganado, disminuyendo la cantidad de los rebaños, y por otro, el riego disponible para los cultivos complementarios se hace insuficiente, situación que obliga a los productores de secano a priorizar o rotar el riego de algunos productos, en caso que ello sea posible, asumiendo la pérdida y/o baja calidad de la producción. Mien-tras, en el área bajo riego disminuye el nivel de los embalses y con ello la cuota de agua, generando potenciales conflictos entre los usuarios. Pese a lo anterior, se debe señalar que medianos y grandes productores no identifican la falta de agua como un problema actual, lo que podría explicarse por la presencia de obras de acumulación que -hasta la fecha- aseguran el abastecimiento. En relación a los cambios de temperatura, tanto en el secano como en el área bajo riego se identifica el aumento de las heladas y la radiación solar. En el

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secano, las heladas refuerzan los efectos de la sequía pues animales débiles por falta de forraje son menos resistentes al frío. El aumento de la temperatura en verano, en tanto, se asocia a enfermedades que afectan los ganados. Por otra parte, en las áreas irrigadas, los productores agrícolas -pequeños, medianos y grandes- identifi-can la helada como un problema mayor que la sequía, pues las bajas temperaturas alteran el ciclo agrícola, quemando los productos antes de su maduración. Asimis-mo, las altas temperaturas, con énfasis entre los meses de octubre y abril, conllevan un mayor uso de agua para evitar la deshidratación de los cultivos y un aumento de las plagas, fenómeno que los entrevistados también asocian a la neblina mañanera. Por último, un problema adicional derivado del aumento de plagas es el mayor uso de insecticidas y desinfectantes, práctica que aumenta notoriamente el riesgo de contaminación ambiental. Los aluviones, también son presentados como exposiciones ambientales relevantes, éstos se generan por intensas lluvias que se intercalan con los ciclos de sequía, fenómeno que se explica por las altas fluctuaciones en el régimen de lluvias; de hecho, las precipitaciones pueden variar drásticamente de un año a otro, pasando de los 40 mm a los 360 mm. Variación asociada al fenómeno ENSO, que explicaría la ocurrencia, por ejemplo, de una lluvia de 40 mm en un lapso de pocas horas. (Fiebig-Wittmaack, 2008 en Díaz 2009). Las aguas de lluvia torrentosa hacen bajar las quebradas en terrenos proclives al desprendimiento y con pendientes erosionadas, arrastrando lodo, piedras, cultivos, animales e infraestructura. Este tipo de eventos va asociados, generalmente, a crecidas del río que al aumentar su cau-dal genera inundaciones en las áreas pobladas. Entre las exposiciones de origen antrópico, los entrevistados destacan la contaminación de las aguas, fenómeno atribuido a tres factores principales: (a) La propagación de desechos de las faenas mineras, (b) El uso de plaguicidas en la agroindustria y (c) La acumulación y dispersión de basura doméstica. La contami-nación afecta la calidad del agua para riego y potable, altera la biodiversidad y pone en riesgo la salud y calidad de vida humana. Al igual que en el caso de los aluviones, los efectos adversos de la contaminación operan indistintamente sobre los pro-ductores agrícolas y la comunidad en general, aunque son los grandes agricultores quienes poseen mayores recursos para mitigar de manera más eficiente los daños. Exposiciones asociadas a factores socioeconómicos En períodos de sequía los productores de secano no logran hacer rentables la criancería y pequeña agricultura, en este contexto su subsistencia depende -en gran medida- del apoyo gubernamental que se concreta en la entrega de bonos de emergencia. Mientras, en el área bajo riego los medianos agricultores son afectados

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por la inestabilidad de los mercados globales, a los cuales se integran a través de intermediarios. Este grupo es muy dependiente del precio de las divisas y de crédi-tos que controlan las inversiones, incluidas las mejoras tecnológicas. Un problema para este sector es el riesgo de invertir en monocultivos cuya rentabilidad depen-de de la demanda externa y el poder competitivo de otros países. Por su parte, los grandes productores enfrentan la presión de los dinámicos mercados globales, que se concretan en: (a) El desfase entre los momentos de producción y venta de los productos, (b) La inflación, (c) La variación del dólar asociada a las tasas de interés (en el caso de aquellos que operan con créditos/préstamos bancarios), (d) El aumento en los costos que deben realizar para cumplir con las normas interna-cionales y la legislación nacional, (e) La presencia de múltiples intermediarios y (f) El alza del costo de la mano de obra2. Paralelamente, pequeños agricultores y crianceros enfrentan otro tipo de amenazas, asociadas a su baja rentabilidad productiva. Para estos grupos la inesta-bilidad y precariedad económica significa, de manera creciente, el abandono de las labores tradicionales. La familia, entonces, deja de ser la unidad económica principal, pues hombres y mujeres jóvenes migran estacionalmente buscando otras opcio-nes laborales en la minería y agroindustria, o bien se desplazan definitivamente a los centros urbanos. Los medianos productores también son afectados por la baja rentabilidad -explicada por el clima y la inestabilidad de los mercados- en este caso el trabajo en los predios se complementa con trabajo asalariado en los fundos agroexportadores cercanos. La flexibilidad laboral, asociada a la agroindustria, se traduce en un trabajo precario e inestable. Como antes se indicó, la otra faceta del proceso de movilidad laboral, es la evidenciada por los grandes empresarios quie-nes declaran tener problemas con el abastecimiento de mano de obra -que tiende a migrar hacia la minería-; asimismo, señalan que las exigencias de la legislación la-boral nacional y los tratados internacionales generan aumentos en sus costos fijos de operación. La migración de los grupos más precarizados reconfigura las dinámicas lo-cales, proceso al que se suma la instalación de otros usos del territorio; así, la pre-sencia de las agroindustrias da lugar a una conflictiva inserción de las comunidades locales en procesos de transnacionalización, que se traducen en la dependencia de los mercados externos y en la introducción de nuevos patrones de consumo. Fenómeno acentuado en las últimas décadas, y que se articula con las exposiciones derivadas de costumbres muy arraigadas en el ámbito rural como la de “vivir el día a día”, sin proyecciones de largo plazo, que impide la planificación de la producción y de la gestión de los recursos.

2 Producto de mayores regulaciones laborales asociadas a la firma de tratados internacionales y el aumento de ofertas laborales vinculadas al auge minero.

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Exposiciones institucionales En términos generales, la legislación chilena es percibida como una amenaza principalmente para los pequeños productores. El Código de Aguas de 1981 ha significado la privatización de los recursos hídricos y la formación de mercados de agua donde se concentran las acciones de uso, produciendo dificultades de acceso a amplios grupos de productores. Asimismo, el orden institucional presenta proble-mas asociados a la construcción de relaciones de dependencia de los productores -pequeños y medianos- con el Estado. En el caso de los primeros, medidas asis-tencialistas sólo mitigan daños y, en los segundos, los sistemas de crédito conllevan altos intereses que se traducen en grandes deudas. En ambos grupos se identifican problemas de focalización de recursos estatales y selección de beneficiarios. Por otro lado, los grandes productores son afectados por la ausencia de políticas de fomento de largo plazo. En este contexto, el Estado chileno es visto como centra-lizado, distante y burocrático, mientras las instituciones locales se presentan pasivas, con bajo poder de convocatoria y por ende débiles en la gestión de recursos. Un problema transversal es la falta de canales claros y expeditos de comunicación entre productores y esta institucionalidad pública. Estrategias adaptativas Ante la serie de exposiciones previamente identificadas, los productores -dependiendo de sus recursos económicos, sociales y culturales- han desarrollado diversas estrategias de adaptación, algunas de estas estrategias les permiten en-frentar con éxito las exposiciones y otras, en tanto, les ayudan a mitigar sus daños. Entre ellas destacamos: Adaptaciones ante las exposiciones del clima y medio ambiente La principal estrategia adaptativa de los productores de la cuenca es la presencia de un sistema de acumulación y distribución de las aguas del Río Elqui, el que consta de dos obras mayores de almacenamiento: Embalses La Laguna y Puclaro; junto a una red de canales que se desprende del río, conduciendo el agua hacia los terrenos de cultivo donde adquieren la forma de acequias. También se debe señalar que medianos y grandes productores agrícolas invierten en tecnologías como estanques prediales, revestimiento de acequias y riego por goteo. Acceder a esta tecnología marca la diferencia con los pequeños agricultores que sólo producen para el autoconsumo. Estos últimos rotan el riego de cultivos, evitando la pérdida de su producción, pero bajando la calidad de sus

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productos; en casos extremos priorizan el riego de aquellas especies que cumplen un rol directo en la subsistencia familiar, prefiriendo, por ejemplo, las hortalizas en lugar de los frutales. Por su parte, en el secano, los crianceros con tierra tienen la opción de extraer aguas subterráneas a través de la profundización de pozos. Su principal adaptación es el uso extensivo del territorio, según el cual acceden -bajo un sistema trashumante- a diferentes nichos ecológicos, práctica que los lleva hasta la cordillera en busca del forraje para sus animales. En otro sentido, para enfrentar los cambios de temperatura, los medianos productores consideran: (a) La planificación temporal de los cultivos, (b) El cultivo de plantas resistentes a las heladas (habas, alcachofas y papas), (c) La extensión de cultivos en los faldeos de los cerros aledaños y (d) El uso de invernaderos. También disminuyen los efectos de las heladas a través de la técnica de humar los cultivos para equilibrar la temperatura. A su vez, los grandes productores se preparan para enfrentar sequías y heladas accediendo a pronósticos especializados a través de la web, recurriendo a asesorías técnicas o insertándose en giras de aprendizaje a otras regiones y países, instancias de formación gestionadas por la institucionalidad pública. No se advierten estrategias coyunturales en los pequeños productores del secano, quienes comprenden los cambios como ciclos de largo alcance ante los cuales sólo queda esperar el turno de los buenos tiempos. En relación a las exposiciones asociadas a la contaminación por insecticidas y desinfectantes, los entrevistados señalan las normas de seguridad y el uso de máquinas de fumigación que reducen los riesgos para la salud. Ante la amenaza de contaminación por desinfectantes químicos, los entrevistados argumentan que también existe la posibilidad de usar productos orgánicos ya sea para evitar las plagas, como para abonar las plantaciones. Además, a fin de prevenir los daños de los aluviones, a nivel comunitario, se han revestido y entubado canales y se han instalado gaviones contenedores en las quebradas con más riesgo. Los grandes productores también han levantado estructuras mayores de contención en sus predios. Adaptaciones para enfrentar las exposiciones socioeconómicas En los terrenos de secano, ante la falta de forraje, los crianceros han dismi-nuido sus animales y con apoyo gubernamental han iniciado mecanismos de mejo-ramiento genético de ganado (mestizaje de cabra criolla con razas productoras de leche). En aquellas épocas del año donde la situación se complica más y la sequía no permite una producción rentable, parte de la unidad familiar se contrata en otras faenas, principalmente la minería y agroindustria.

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Los medianos agricultores, en tanto, recurren también a la complementarie-dad laboral, transitando por diferentes trabajos fuera del predio, además de diver-sificar los cultivos para disminuir la dependencia asociada a los monocultivos cuya rentabilidad está condicionada por las fluctuaciones de mercados externos. Los grandes productores, a su vez, tratan de controlar el endeudamiento evitando los créditos o bien adquiriéndolos con un solo banco buscando siempre las mejores condiciones para negociar las tasas de interés. Capacidad adaptativa de las instituciones Como se planteó al inicio, las instituciones cumplen un rol fundamental en la implementación de estrategias adaptativas orientadas a reducir la vulnerabilidad, por eso es importante identificar las adaptaciones institucionales significativas para los productores y más aún, caracterizar la capacidad de adaptación presente en las instituciones regionales y nacionales que forman la red pública-privada con que necesariamente se vinculan y apoyan los productores. En tal sentido, es relevante destacar las adaptaciones institucionales relativas al agua. Aquí se señalan las Asociaciones de Canalistas que administran la distribu-ción del agua de los canales de riego, estas asociaciones tienen un carácter local y, en conjunto, se integran a Juntas de Vigilancia. Así, en la cuenca del Río Elqui encontramos: (a) La Junta de Vigilancia del Río Elqui y (b) La Junta de Vigilancia del Estero Derecho. Tradicionalmente, existen también las Comunidades Agrícolas que actúan como organizaciones representativas ante el Estado con opciones de financiamiento público; a ellas se suman comités productivos y asociaciones de crianceros, las que operan principalmente con los productores de secano. Desde la década del ’80 tienen presencia los Comités de Agua Potable Rural (APRs) ins-tancias comunitarias responsables de la gestión del agua para consumo humano, las que actúan en localidades cuya población no alcanza para justificar la presencia de una empresa sanitaria. Los pequeños y medianos productores consideran como adaptación el apoyo de organismos gubernamentales, destacándose el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP), el Fondo Solidario de Inversión Social (FOSIS), la Direc-ción de Obras Hidráulicas (DOH) y la Dirección General de Aguas (DGA), que apoyan proyectos productivos e infraestructura de riego. En el caso de los grandes productores, éstos se integran en la Sociedad Agrícola del Norte que los repre-senta frente a las autoridades; algunos productores, además, forman parte de la Asociación de Exportadores de Chile (ASOEX) y están incluidos en las redes de PROCHILE. En término generales, la capacidad adaptativa institucional se caracte-riza por:

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a) La escasa relevancia asignada a la problemática del clima a nivel gubernamen-tal. Los fenómenos de cambio climático son señalados -por los representantes institucionales entrevistados- como amenazas distantes, no siendo considera-dos prioritarios en la planificación gubernamental. La información manejada por las instituciones regionales proviene de espacios no oficiales como la TV e Internet, información a la que los funcionarios acceden por interés personal. La excepción son los organismos directamente vinculados a la gestión del agua (por ejemplo la DGA) quienes muestran un mayor manejo de información aca-démica y técnica. Existe la percepción de que el cambio climático es algo que “no ha llegado aún”; por ello sequías y aluviones se tratan con medidas reactivas coordinadas bajo la declaración de “zonas de emergencia”, pues dichos eventos extremos no están incluidos en las planificaciones ni presupuestos estatales. b) La falta de vínculos de apoyo entre instituciones gubernamentales y científi-cas. Es interesante la lejanía -sobre todo a nivel regional- entre las instituciones planificadoras y ejecutoras de políticas públicas y las de investigación. Lo que impide la incorporación del conocimiento científico en la toma de decisiones. Ello disminuye las capacidades de reacción y prevención ante los efectos a nivel socioeconómico de la variabilidad climática y el Cambio Climático. c) La falta de estrategias pertinentes para socializar la información. Se eviden-cia una elitización informacional que restringe el acceso a los usuarios, ya sea porque la información no está disponible (no es pública) o bien porque circula en medios no accesibles a quienes la requieren (por ejemplo: Web en comu-nidades sin acceso a internet). En otro sentido, no hay flujos comunicacionales adecuados desde el nivel central hacia las regiones y viceversa. d) La incipiente instalación del tema del cambio climático en las agendas públicas. A nivel central -en un lapso de 4 años- se ha creado la Estrategia y luego el Plan Nacional de Adaptación y Mitigación del Cambio Climático y luego, el Consejo de Cambio Climático y Agricultura, entidades que entregarán la orientación para futuras políticas. Mientras tanto, se priorizan políticas de inversiones en riego y en seguros agrícola. A nivel regional, la Estrategia de Desarrollo Regional de la Región de Coquimbo, incorporó información científica relativa a recursos naturales y condiciones climáticas necesarias para la planificación de medidas de desarrollo socioeconómico para la región. e) Un incipiente proceso de articulación público-privado. Desde el nivel central se ha promovido la instalación de Mesas que invitan a la participación ciudadana,

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como la Mesa del Agua y la Mesa de la Ruralidad, instancias que si bien han abierto espacios, carecen de poder de gestión al ser sólo órganos consultivos, no resolutivos, situación recientemente modificada en el caso de la Mesa Rural que ha asumido un mayor protagonismo en la toma de decisión, aunque su poder efectivo es aún un tema incierto. A esto se suma que la sociedad civil regional carece de una agenda consensuada para abordar la problemática del cambio climático y la crisis hídrica.

Comentarios finales En la cuenca del Río Elqui, los productores presentan distintos niveles de vul-nerabilidad. Aunque están expuestos a fenómenos climáticos comunes como las sequías y heladas, su capacidad de adaptación depende del área en que se ubiquen y los recursos económicos, sociales e institucionales que sean capaces de movilizar. De esta manera, una primera distinción se da entre quienes se encuentran en te-rrenos de secano y bajo riego. Sin duda, los primeros grupos son más vulnerables a la sequía dada su dependencia directa de las lluvias, además de su relativa lejanía a los centros de información y apoyo institucional. Las políticas públicas hacia este sector se orientan a la asistencia subsidiaria en situaciones de emergencia, gene-rando relaciones de gran dependencia gubernamental. En cambio, los productores bajo riego acceden al agua asegurada en los embalses, aunque hay que señalar que esta tecnología de almacenamiento invisibiliza la situación hídrica integral de la cuenca. El problema de estos grupos es la dependencia de los mercados glo-bales: Los medianos pueden acceder a fondos vía créditos estatales para mejorar su infraestructura de riego, mientras los agroindustriales movilizan recursos para conseguir créditos bancarios e insertarse en redes de apoyo a la exportación, contando con la tecnología para optimizar el uso del agua. Para ambos grupos un problema mayor a la sequía son las heladas, para las cuales no hay señales claras de control y/o mitigación. De este modo, mientras los productores del secano viven al límite de la sub-sistencia, los productores que cuentan con acciones de agua bajo riego deben en-frentar una serie de obstáculos para lograr ser competitivos en el mercado; en tal sentido su vulnerabilidad está dada por la articulación de fenómenos económicos y ambientales. Para estos casos, la dependencia de las dinámicas de los mercados globales, los precios del dólar y la inflación, son amenazas tanto o más importantes que la variabilidad climática actual. En este complejo escenario, la institucionalidad se presenta con una baja capacidad para actuar en un contexto de cambios, al no existir un mandato estatal transversal que dé prioridad al tema del cambio climático. Entonces, pese a existir

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un gran aparato institucional, la operatividad de éste se ve debilitada por la falta de coordinación, manejo de información y articulación con instancias científicas y de la sociedad civil; ello explica la falta de estrategias integrales para abordar a mediano y largo plazo las problemáticas emergentes del cambio climático. Pese a lo anterior, las entrevistas evidencian un incipiente interés institucional por incorporar el tema de Cambio Climático y sus efectos ambientales y socioeconómicos en las agendas públicas, lo que debiese incluir una planificación consensuada capaz de proyectarse más allá de las emergencias coyunturales.

Díaz, H; Hadarits, M; Barrett, P (2009). Informe final Estudio Comparativo de Dos Cuencas Hidrográficas del Semiárido de Canadá y Chile. IACC Feibig -Wittmaack, M; C. Perez- Valdivia & Erazo, E (2008). “Aspectos climáticos del valle de Elqui”. En Cepeda, Pizarro. Los Sistemas Naturales de la Cuenca del Río Elqui. Ediciones Universidad de La Serena.

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Capítulo 4. La cuenca del Río Mendoza

en Argentina.

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La cuenca del Río Mendoza y su sistema hídrico

Elma Montaña

La cuenca del Río Mendoza se localiza en la llamada “diagonal árida sudame-ricana”, en la latitud de los Andes centrales. Como muchos otros ríos de norte a sur del sistema andino y otros cuatro en la misma provincia de Mendoza, el río Mendoza nace en los altos Andes Centrales y discurre hacia la vertiente atlántica, alimentando a su paso un oasis de riego y terminando su curso en las planicies del este. Con precipitaciones que registran una media anual de 224 mm. en la zona central del Oasis Norte, la aridez del clima y la escasez hídrica determinan que la agricultura no sea posible sino mediante sistemas de riego. La cuenca muestra un patrón territorial claramente fragmentado donde oasis artificiales de riego apare-cen como islas en un vasto espacio desértico. Estos oasis ocupan un 3% de la su-perficie provincial donde se produce el intenso aprovechamiento de los recursos hídricos; por otro lado, están las zonas sin irrigación, en donde solamente es posible la cría extensiva de ganado caprino, además de actividades extractivas. El río Men-

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doza alimenta el más extenso oasis de riego del oeste argentino, el Oasis Norte de Mendoza, y resuelve su parte distal en las lagunas y bañados de Guanacache

Figura 10. Cuenca de Mendoza.

Al oeste de este Oasis Norte, en la frontera con los piedemontes áridos se encuentra el Área Metropolitana de Mendoza (1.000.000 hab.), principal centro urbano e industrial de la provincia y el cuarto en magnitud a nivel nacional. Es así como la cuenca contiene espacios no irrigados (mal llamados de secano), de montaña y de llanura, y espacios bajo riego que abarcan tanto áreas rurales como urbanas. El río nace en el ambiente cordillerano (subcuencas de aportación perma-nente), donde se ubican los principales afluentes y los glaciares y donde las precipi-taciones son principalmente nivales [Figura 11 ]. Un poco más abajo en la cordillera están las subcuencas de aportación temporal [Figura 12 ]. Es en el último tramo cordillerano donde se localiza el dique-embalse Potrerillos que regula el sistema hídrico justo a la salida del ambiente cordillerano y antes de la toma que alimenta al sistema de riego de oasis [Figura 13]. Ya en los piedemontes, la subcuenca ‘de aprovechamiento’ está constituida por las zonas irrigadas (urbanas y rurales) que contribuyen a la formación del Oasis Norte. Es aquí donde se localiza la mayor parte de la población de la cuenca y toda su actividad agrícola y donde se pro-ducen los grandes consumos. [Figura 14]. Finalmente, en la zona más distal de la

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cuenca, las poco pobladas planicies del extremo NE de la provincia de Mendoza, formadas cuando el río pierde su capacidad de carga y origina amplios abanicos aluviales que se continúan en una llanura hasta alcanzar los depósitos lacustres del río Desaguadero [Figura 15]. Allí las esporádicas precipitaciones pluviales constitu-yen un muy esporádico y único aporte hídrico al río. Es muy escasa la población que allí se localiza. Entre ella se reconocen descendientes de los huarpes origina-rios asentados en un patrón disperso formando pequeños caseríos. En su parte más baja se encuentra el sistema de lagunas y bañados del Rosario-Guanacache y Desaguadero-Salado, sitio RAMSAR gravemente afectado por los crecientes con-sumos hídricos efectuados aguas arriba.

Figura Nº 11 Figura Nº 12

Figura Nº 13 Figura Nº 14

Figura Nº 15

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El clima de la cuenca del río Mendoza está influido por la altitud, la lejanía al océano Atlántico y la presencia de la Cordillera de Los Andes que actúa como ba-rrera frente a los vientos húmedos provenientes del océano Pacífico, factores que se conjugan en un clima de tipo continental caracterizado por grandes variaciones de las condiciones atmosféricas en las diferentes estaciones del año. Si bien en términos generales el clima es principalmente árido con precipitaciones inferiores al límite de sequía, puede distinguirse que las zonas bajas de la cuenca son áridas, la zona precordillerana es semiárida, mientras que las zonas más altas son húmedas. La cantidad y distribución espacial y estacional de las precipitaciones no basta para comprender la escasez hídrica. Es necesario considerar, asimismo, la elevada evapotranspiración, entendida como la cantidad de agua, expresada en mm/día, que es efectivamente evaporada desde la superficie del suelo y transpirada por la cubierta vegetal. Ésta se ve determinada por el régimen de temperatura, hume-dad ambiente y la alta heliofanía que caracterizan a la zona, entre otros factores. La particular combinación de precipitaciones y evapotranspiración hacen que la agricultura sólo sea posible mediante la sistematización del riego. Estos factores determinan que buena parte de la superficie de la cuenca (y donde se ubica la subcuenca de aprovechamiento) sea clasificada como semiárida y que las planicies de la parte más distal de la misma sean consideradas áridas (Roig et al., 1992:50). El balance hídrico del sistema es levemente deficitario y encuentra su punto de equilibrio en la explotación de las aguas subterráneas. Porque, si bien existen varias maneras de efectuar el balance hídrico, en cualquier caso los valores de de-manda son levemente superiores a los de consumo (en las actuales condiciones de eficiencia del sistema). Cualquier aumento de superficie implantada o de dotación para usos urbanos e industriales debería hacerse en función de un aumento de las eficiencias. Pero, el problema no es sólo de diferencia entre oferta y demanda sino también de garantías de entrega de agua. Si bien la regulación del río ha mejorado notablemente las garantías de entrega, el análisis de garantías mensuales muestra habituales dificultades para el abastecimiento en primavera mientras que en el análisis de las garantías anuales muestra serios problemas de abastecimiento en años hidrológicamente pobres (DGI, 2007c). No toda la superficie cultivada de la cuenca se abastece de recursos super-ficiales, sino que aproximadamente un 27% riega con agua subterránea exclusiva-mente. Vale recordar que en la cuenca la escasez de agua se manifiesta no tanto en términos del desfase entre oferta y demanda anual sino principalmente en términos de garantías de entrega (mensuales y anuales) más bajas de las deseables. Si bien la presencia del dique Potrerillos mejora la situación, es de esperar que una disminución de los caudales del río Mendoza comprometa las garantías de entrega de las dotaciones asignadas a los regantes y que aquellos que no posean derechos

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definitivos sufran con mayor crudeza los efectos de la escasez. El manejo de los recursos hídricos desplegado a lo largo de cinco siglos ha dado como resultado un sistema de riego desarrollado y complejo al que se le reconocen diversos problemas (DGI, 2007a, b y c; BRL, 2001; entre otros), por ejemplo: (a) Escasez natural agudizada por el crecimiento paulatino de la demanda y su diversificación; (b) Déficit de cobertura de redes de agua potable y de cloacas; (c) Bajo nivel de eficiencia en el uso del agua. Los usos agrícolas muestran eficien-cias de entre el 30 y el 40%. Respecto del abastecimiento poblacional, se regis-tran consumos de 400 litros diarios per cápita (frente a los 250 litros/día/persona internacionalmente aceptados). Se estima que un 75% retorna como efluentes cloacales que no son total y adecuadamente aprovechados; (d) Déficit en el uso conjunto de los recursos hídricos superficiales y subterráneos; (e) Incremento de la contaminación, tanto los recursos superficiales como de los acuíferos (residuos sólidos urbanos, efluentes domiciliarios e industriales, agroquímicos, hidrocarburos, salinización); (f) Desarticulaciones institucionales en la gestión del agua e insuficien-te participación pública en su gestión; (g) Insuficiente oferta de información fide-digna y oportuna, y necesidades insatisfechas en recursos humanos capacitados y (h) Falta de incentivos para un buen uso del agua en los diversos tipos de consumo. La agricultura constituye el principal consumo hídrico de la cuenca (89% de los recursos hídricos superficiales) a través de los 23.081 usuarios y las 158.004 hectáreas empadronadas con derechos de riego superficial (DGI, 2007c). El cultivo más importante en la cuenca es la viticultura con un 49% de la superficie cultivada en la cuenca; el segundo cultivo en superficie es la horticultura, con un 23% (CNA, 2002). Más del 50% de las explotaciones agropecuarias de la cuenca tienen una superficie de cinco hectáreas o menos, siendo las pequeñas propiedades las más frecuentes en las zonas hortícolas cercanas al Área Metropolitana de Mendoza (CNA, 2002). Alrededor del 40% de las explotaciones cuentan con derecho de riego y, además, poseen un pozo de agua subterránea; otro 40% se abastece de agua subterránea exclusivamente y el porcentaje restante, cercano al 20%, sólo cuenta con el agua distribuida por el sistema de riego (CNA, 2002). La situación de los regantes varía según el tipo de derecho que posean. Sistemas productivos y productores La urbanización, la actividad industrial y el sector agropecuario de la cuen-ca del río Mendoza compiten por el uso del suelo y el consumo de un mismo y limitado recurso hídrico. La participación del sector agropecuario en la formación del PBG de la cuenca es baja; sin embargo, su relevancia excede lo expresado por este indicador. En primer lugar, porque es la base de una importante actividad en

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el sector agroindustrial, cuya producción (particularmente el vino) explica buena parte de las exportaciones de la provincia. Por otra parte, la agricultura muestra una gran relevancia social en esta cuenca. Es que en la cuenca del río Mendoza la agricultura se despliega en un oasis densamente poblado en el que las actividades agrícolas y las agroindustriales se entremezclan con una densa red de medianos y pequeños centros urbanos y centros de servicios rurales. Ya en términos de representaciones sociales, la agricultura del oasis en general y la vitivinicultura en particular, como expresiones del control del hombre sobre una naturaleza hostil (“el domador del agua”, “el abrigo tesorero”, etc.), se han convertido en íconos de la “identidad oficial” en Mendoza (Montaña, 2007a y 2007b). Un análisis al interior del sector agropecuario de la cuenca y de la agricultura, en particular, muestra que la viticultura es el cultivo más importante con más de la mitad de su superficie cultivada. Esta actividad agrícola asume diversas formas según la zona. La viticultura que se desarrolla en la parte baja de la cuenca de aprovechamiento (del oasis) es más consistente con el modelo vitivinícola tradi-cional, de pequeños y medianos productores, con menor calidad de producto, más orientados al mercado interno y escasamente integrados con el eslabón industrial. Existen marcadas diferencias entre los productores al interior de cada sistema productivo y de la vitivinicultura en particular. En este sector de la actividad agrícola se pueden diferenciar los pequeños productores de uva, de pequeña escala, con vi-ñedos tradicionales, por un lado. En el otro extremo de las tipologías de producto-res se ubican otros agentes de mayor escala, fuertemente integrados a los circuitos agroalimentarios mundiales. En la categoría de grandes productores viti(vini)colas se agrupan algunos agentes locales, algunos capitales europeos llegados en los años ’90, en momentos de la reconversión del modelo vitivinícola tradicional a la “nueva vitivinicultura” y otros que se constituyen en mixtos, en tanto se componen de la fusión de estos viejos y nuevos agentes. La característica común es que todos ellos muestran estilos productivos capitalizados y tecnificados, orientados a la pro-ducción de vinos para mercados externos. Se trata de los productores de corte más empresarial en un circuito productivo de por sí bastante institucionalizado y organizado. Las localizaciones predominantes se corresponden con la parte alta de la cuenca, justamente las menos castigadas en términos de los efectos esperados del cambio ambiental global. Entre ambos extremos, una variedad de productores medianos, más o menos integrados, que muestra diversos grados de reconversión desde el modelo tradicional hacia la llamada nueva vitivinicultura. La actividad hortícola es la más difundida a lo largo de la cuenca, en el sentido que todos los departamentos poseen una cierta cantidad de hectáreas dedicadas. Pero, es en la parte media de la cuenca de aprovechamiento (en el departamento Guaymallén, cerca del Área Metropolitana) donde la horticultura es el cultivo más

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importante, alcanzando el 42% de su superficie cultivada. La horticultura muestra pocos grandes productores que industrialicen sus productos y/o accedan a los mercados de exportación. Los grandes productores hortícolas muestran un perfil menos empresarial y menor utilización de tecnología que las vitícolas. En algún caso la escala de gran productor se adquiere por asociatividad horizontal. Pero los agentes predominantes son pequeños y medianos productores, en muchos casos de origen boliviano, que recurren a redes sociales y familiares para organizar su producción y que desarrollan exitosamente su actividad agrícola con una desarro-llada red de contactos en el eslabón comercial del circuito. En contraste con la vitivinicultura, la viticultura y horticultura difieren tam-bién en su tipo de organización, en el grado de formalidad en el que se desarrolla la actividad y sus mercados de trabajo así como por sus encadenamientos con los circuitos comerciales y de distribución y con los eslabones industriales. Por lo anteriormente mencionado, se considera a la vitivinicultura como un sistema pro-ductivo relevante diferenciando a su interior los sectores más tradicionales de los más integrados a los circuitos agroalimentarios mundiales. Respecto de la producción ganadera, ésta es limitada en la cuenca del río Mendoza. Se trata de una ganadería caprina que se desarrolla en las zonas no irrigadas principalmente las de la parte distal de la cuenca y que depende en gran medida de las precipitaciones. En la mayoría de los casos se integra débilmente en los circuitos comerciales más dinámicos. Es así como si bien este sector no aporta a la generación de riqueza en la cuenca, adquiere relevancia social al construirse en el medio de subsistencia de grupos desfavorecidos, en gran medida descendientes de los huarpes originarios. Las comunidades involucradas en la cría de ganado ca-prino están compuestas por “puesteros”, llamados así porque explotan unidades domésticas/productivas denominadas “puestos”. Se trata de hogares siempre por debajo de la línea de pobreza que deben recurrir a empleos temporarios que los obligan a migrar para lograr la subsistencia. La población de estos espacios no irrigados se ve integrada al oasis a par-tir de la funcional subordinación de las prácticas ganaderas de subsistencia, entre otras cosas porque los productores caprinos complementan sus magros ingresos con trabajos temporales en la cosecha. Se trata de territorios degradados desde el punto de vista de los recursos naturales que albergan una escasa población que vive al límite de sus condiciones de subsistencia y reproducción. Quedan hoy francamente definidos dos territorios contrastivos con paisajes bien diferenciados: Por un lado, los verdes oasis de prolijas hileras de vides, “carri-les” (rutas) y calles bordeadas de árboles, acequias por donde corre el agua que riega viñedos y árboles... Son los poderosos oasis donde el trabajo del hombre festeja haber vencido a la naturaleza árida. Por el otro, el desierto, “espacios invisi-

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bles”, territorios subordinados percibidos como vacíos y despoblados. Mientras los oasis concentran el dinamismo generado por esta economía regional vitivinícola, el desierto es atravesado por condiciones de pobreza y procesos de desertificación. Organización e instituciones Un rasgo característico y generalizado de las instituciones públicas en Ar-gentina es que a partir de la década de los años ’90 empezó un proceso de des-centralización en donde los gobiernos provinciales y municipales comenzaron a asumir un rol más activo en el territorio, claro que no siempre en las condiciones presupuestarias adecuadas. A su vez, las provincias poseen autonomía y es por ello que también cuentan con instituciones de importante trayectoria en la provincia como el Departamento General de Irrigación (DGI) que cumple una función fun-damental en la regulación y administración del agua de riego en Mendoza. Las principales instituciones públicas del nivel nacional que operan en la cuenca del río Mendoza con competencias en materia de agua, ambiente y pro-ducción son el Instituto Nacional del Agua y el Centro Regional Andino, ambas instituciones de investigación sobre agua que se suman a las diversas especialidades que ofrece el CCT-CONICET Mendoza; el Programa Social Agropecuario (PSA) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), todos con una estructura descentralizada que les permite llegar con su presencia a las zonas rurales. El PSA cuenta con una coordinación a nivel provincial y luego unidades locales de ejecu-ción en el territorio. En el caso del INTA presenta una estructura por regiones, en este caso Mendoza pertenece a la Regional de Cuyo, que a su vez cuenta con Estaciones Experimentales distribuidas en todo el territorio. En el nivel provincial son dos los ministerios del Poder Ejecutivo que resul-tan estratégicos en temas de clima, agua y producción: El Ministerio de Ambiente y Obras Públicas y el Ministerio de la Producción, Tecnología e Innovación. Estos ministerios poseen direcciones específicas a su interior : la Dirección de Ganadería, La Dirección de Agricultura y Prevención de Contingencias Climáticas que como su nombre lo indica están abocadas a temas ganaderos y agrícolas, respectivamen-te. También, cabe mencionar dos instituciones con características mixtas (público-privadas) vinculadas al Ministerio de la Producción como son: El Fondo para la Transformación y el Instituto de Desarrollo Rural. Respecto de los recursos hídricos, en Argentina éstos corresponden a la jurisdicción provincial, incluyendo la legislación, administración y gestión del agua. En Mendoza y respecto del manejo del agua, cabe mencionar el ya referido Departamento General de Irrigación y el Ente Provincial de Agua y Saneamiento. En la escala municipal (público-estatal) tienen fuerte presencia en las zonas rurales

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de explotación agropecuaria, cinco de los siete Departamentos que componen el oasis3. Cada uno de ellos tiene Direcciones de Desarrollo Productivo y dependencias que se ocupan de las cuestiones ambientales, en particular para atender reclamos en primera instancia. En el caso de Mendoza, destaca la existencia de la única “Agencia de Cambio Climático” en una provincia argentina. Formalmente, asume un rol “mo-derno”: El de educar, comunicar, movilizar, buscar recursos (“articular”). En la prác-tica, desempoderada por falta de presupuesto y de recursos de todo tipo, queda en los papeles y constituye un símbolo de las buenas intenciones de los discursos políticos. Porque, al menos en el discurso, los organismos del Estado se muestran preocupados por los bienes comunes naturales (“recursos naturales”), su con-servación y su sustentabilidad, y se muestran conscientes del avance del mercado como mecanismo de asignación de los mismos. Sin embargo, el discurso no siem-pre es coherente con las prácticas y las dependencias estatales se ven atosigadas por una gestión cotidiana que poco espacio deja a la planificación. En el ámbito de las instituciones de la sociedad civil (Organismos No Gubernamentales), y en el nivel nacional, se destaca la institucionalización lograda por el sector vitivinícola. Esto se plasma en la Federación de Cooperativas Vitiviní-colas Argentinas que cuenta con 31 cooperativas asociadas. Existen también dos asociaciones gremiales patronales: La Unión Vitivinícola Argentina y Bodegas de Argentina. Además, este sector cuenta con un Plan Estratégico Vitivinícola 2020 que es ejecutado por la Corporación Vitivinícola Argentina creada para tal fin. A nivel nacional también se encuentra la Fundación OIKOS, que es una organización no gubernamental sin fines de lucro que desde 2003 tiene como principio fundamental promover la sustentabilidad ambiental, social y económica de los sistemas naturales y urbanos. También en el nivel nacional, pero en defensa de los derechos de los trabajadores rurales se debe mencionar el Sindicato UA-TRE (Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores) que tiene sus oríge-nes en el año 1945. A través de convenios firmados con el Instituto Nacional de Tecnología Agraria, con Organizaciones No Gubernamentales y otras instituciones, el sindicato facilita el perfeccionamiento laboral de sus trabajadores. En la escala provincial la Asamblea Popular por el Agua nació en 2006 fun-damentalmente en defensa de la cantidad y sobre todo calidad del agua para los oasis mendocinos y los participantes de dicha asamblea son personas autoconvo-cadas. La principal preocupación de este grupo es evitar los impactos ambientales negativos que se anticipan de la instalación minera en la provincia.

3 Los otros dos, el departamento de Capital y el de Godoy Cruz, son urbanos o rurales no irrigados.

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Respecto de los agentes del sistema productivo, las organizaciones no gubernamentales funcionan en los dos extremos del espectro. Por un lado, las or-ganizaciones de bodegueros son efectivas a la hora de representar los intereses del sector, especialmente en la negociación con el Estado. Por el otro, organizaciones como la Unión de Trabajadores Rurales sin Tierra (UST) y el Movimiento Nacional Campesino Indígena, representan los reclamos de los productores más desfavore-cidos. Referencias

BRL (2001) Diagnóstico del Sector Irrigado de la Provincia de Mendoza, Proyecto de Apoyo a la Modernización de la Agricultura Regada de Mendoza, Gobierno de la provincia de Mendoza-Gobierno de Francia, 5 tomos. CNA (2002) Censo Nacional Agropecuario, INDEC, Gobierno de la Nación Argen-tina y DEIE, Ministerio de Economía, Gobierno de Mendoza. DGI (2007a) Taller Provincial “Plan de Recursos Hídricos”, Mendoza, 27 de febrero, 22 pp. DGI (2007b) Diagnóstico Preliminar sobre la Gestión de los Recursos Hídricos de la Provincia de Mendoza. Oferta Hídrica, Departamento General de Irrigación, www.dgi.gov.ar. Fecha de consulta: 28 de enero de 2008. DGI (2007c) Plan Director de Ordenamiento de Recursos Hídricos – Informe Principal. Volumen II: Cuenca del Río Mendoza. Versión definitiva publicada en www.dgi.gov.ar Fecha de consulta: diciembre 2007-enero 2008. Montaña, Elma (2007a) “Conflictos en torno del agua en tierras secas. Disputas te-rritoriales en Mendoza, Argentina”, en: Terceras Jornadas de la Asociación Argentino Uruguaya de Economía Ecológica (ASAUEE): “Economía, ecología y abordajes para la resolución de conflictos ecológicos distributivos en el Cono Sur” a desarrollarse en la Universidad Tecnológica Nacional, Facultad Regional Tucumán entre los días viernes 1 y sábado 2 de junio de 2007. Montaña, Elma (2007b) “Las disputas territoriales de una sociedad hidráulica. Con-flictos en torno al agua en Mendoza, Argentina”. Enviada a: Revista Interamericana de Economía Ecológica, Revibec, FLACSO, Ecuador.

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Roig, Fidel, et al. (1992) “Mendoza, Argentina” en World Atlas of Desertification, Arnold, Londres.

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Capítulo 5. Vulnerabilidades pasadas y

presentes de los productores agrícolas y ganaderos de la cuenca

de Mendoza.

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Vulnerabilidades pasadas y presentes de los productores agrícolas y ganaderos de la

cuenca de Mendoza.

Elma Montaña

Exposiciones Sí la sequía, expresada como disminución sostenida del caudal del río Men-doza, constituye uno de los elementos más robustos de los escenarios de cambio climático para la cuenca, las percepciones de los productores agrícolas del oasis apuntan en el mismo sentido, ya que la escasez de agua y la sequía aparecen como las exposiciones más mencionadas. Las referencias a la escasez no se limitan a los caudales del sistema de riego sino que alcanzan también al agua subterrá-nea, particularmente en la temporada estival. La escasez de base y una demanda creciente se expresan también como problemas de distribución en el sistema de riego. Cuando se hace referencia a las causas de la escasez de agua, no todo es atribuido al cambio climático, ya que las explicaciones incluyen factores antrópicos: El creciente incremento de la demanda de agua de riego. Al ser consultados sobre

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la falta de agua, los agricultores del oasis se refieren a ella como un problema del pasado que los acecha en el presente y que se proyectará hacia el futuro en una tendencia a profundizarse. Después de la falta de agua, el granizo es el problema climático más referido por los productores agrícolas y la apreciación es que este fenómeno tiende a incrementarse. Efectivamente, las series estadísticas atribuyen al granizo la pérdida de un promedio del 10% de la producción agrícola anual. El tercer gran problema de exposición a los factores del clima lo constitu-yen las heladas. Este es otro problema histórico de la cuenca. Pero es interesante notar que la referencia no hace tanto hincapié en la frecuencia de las heladas o en su magnitud -porque “heladas ha habido siempre”- sino más bien en su desfase respecto de las estacionalidades históricas, describiéndolas como “desacompasa-das” y más proclives a afectar el desarrollo de los cultivos. Esta percepción ha sido observada no sólo respecto de las heladas sino de las temperaturas en general. Además de la estacionalidad, la variabilidad de las temperaturas constituye otro factor de exposición referido por los productores agrarios de la cuenca del río Mendoza, así como la elevación de las máximas afecta principalmente a los horticultores. Otra exposición que aparece en las entrevistas es la lluvia, que es percibida como más abundante y en períodos más críticos para los cultivos. Se deben mencionar también los reclamos de los productores, particularmente hor-ticultores, sobre un incremento de la radiación solar. Esto, sumado al incremento de las temperaturas, incide en mayores frecuencias de riego en el período estival e incremento de la demanda de agua. Pero no todo es interpretado como una cuestión biofísica cuando se indaga sobre las exposiciones a las que se ven sometidos los productores. Cuando se pre-gunta sobre cuáles son los problemas más importantes en su actividad productiva, las exposiciones sociales ocupan un lugar tan jerarquizado como los factores del clima y del agua. Se incluyen aquí las exposiciones económicas (la macroeconomía argentina, las vinculadas al mercado de trabajo), las exposiciones socioculturales focalizadas principalmente en dos grupos minoritarios, los productores caprinos de las planicies desérticas, en la parte distal de la cuenca, que descienden de los huarpes originarios, por un lado, y los productores o trabajadores hortícolas boli-vianos o descendientes de bolivianos, por otro, y, finalmente, un fenómeno de gran impacto en casi todas las zonas rurales de la cuenca del río Mendoza: El proceso de migración de los jóvenes que abandonan sus hogares en las zonas rurales para acceder a servicios educativos u otros o, simplemente, en búsqueda de mejores oportunidades laborales en los centros urbanos, particularmente en el Área Me-tropolitana de Mendoza. Esto se refleja en el marcado envejecimiento de la pobla-ción rural lo que, a su vez, trasunta en dificultades para la innovación.

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Vulnerabilidades y adaptación Frente a la disminución de los caudales del río y las dotaciones de agua en-tregadas por el sistema de riego, se observa una vulnerabilidad que es propia de la naturaleza misma de los sistemas productivos: La viticultura es más resistente al espaciamiento de los riegos mientras que la horticultura necesita aplicar el agua de manera más frecuente y en el momento preciso en el que la planta lo necesita. Pero independientemente del cultivo, los productores agrícolas que sólo riegan con agua del sistema de distribución superficial son más vulnerables a la re-ducción de los caudales que quienes suman otra fuente alternativa. Los agricultores que complementan sus riegos con agua de pozo están en mejores condiciones de afrontar los períodos de sequía. Pero no se trata solamente de poseer una perfora-ción en la explotación; también hay que mantenerla, conservar la bomba en buen estado y estar en condiciones de asumir los costos de la energía. En el caso de la cuenca del río Mendoza, muchos pequeños productores que han visto mejores épocas en el pasado han logrado tener una perforación -aprovechando también políticas públicas de promoción del riego-; pero hoy, con menor rentabilidad en el marco de la nueva vitivinicultura y ya crónicamente empobrecidos, no pueden afrontar los costos operativos del riego con agua subterránea. Aún si tuviesen el dinero para costear la operación del pozo, lo producido no pagaría por estos cos-tos. Este es un ejemplo de exposiciones a factores del agua que se ven agravados por exposiciones previas que operan en el ámbito económico. Frente a la sequía, se observan dos tipos de estrategias adaptativas. Por un lado, las que podrían calificarse como tradicionales. A escala de la cuenca, se ob-serva la reducción de las dotaciones ajustando en primer lugar los volúmenes que reciben los productores con derechos de riego de menor jerarquía y respetando -en la media de lo posible- los volúmenes asignados a quienes poseen derechos de riego definitivos. También aquí se puede mencionar la construcción del dique-embalse Potrerillos, que comenzó a operar en 2002, que resulta útil para adaptarse no sólo a los menores caudales sino además a la alteración del hidrograma del río. En el nivel de los productores más pequeños se han observado adaptaciones pasivas y la renuncia a expectativas en términos de cantidad y calidad; por ejemplo, regando menos superficie y priorizando aquellos cultivos que otorgarán mayores beneficios. Dentro de las estrategias que podrían considerarse innovadoras para la cuenca se cuentan algunas prácticas de punta en el manejo de riego, el riego tecni-ficado, la aplicación de paquetes tecnológicos y el tratamiento y reuso de efluentes. Asimismo, los grandes productores recurren a la relocalización o diversificación de localizaciones. Existe una clara distinción entre los pequeños productores que recurren a las estrategias adaptativas tradicionales y los productores más capitali-

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zados que aplican las más innovadoras. Respecto de las medidas adaptativas orientadas al desarrollo de una agri-cultura con menor demanda hídrica, existe la posibilidad de hacer más eficiente la aplicación del agua mediante la tecnificación de los sistemas de riego. En el caso de la cuenca del río Mendoza, con la vid como primer cultivo, ésta sería una medida de impacto positivo, tanto para el productor individual como para la cuenca en su conjunto, pero sólo los productores medianos y grandes, plenamente insertos en la nueva vitivinicultura y con mayores rentabilidades están en condiciones de efec-tuar estas inversiones. Es que -aún con las limitaciones que presenta en tiempos de nuevas tecnologías y agricultura globalizada- el tamaño de la propiedad es un indi-cador que permite tomar algunas referencias en el análisis de la sensibilidad de las comunidades rurales, en tanto las explotaciones de menor superficie suelen estar vinculadas a “pequeños” productores, aquellos que disponen de menos recursos en general (de capital, tecnológicos, de gestión) y que se ubican en posiciones y roles más desventajosos en términos de las relaciones de poder en las sociedades hídricas. Conviene aclarar, sin embargo, que la búsqueda de la eficiencia en el uso del agua, si bien constituye un objetivo valioso en términos de adaptación a la sequía, no resulta nada nuevo, ya que se trata de sociedades que llevan siglos inten-tando convivir con la escasez. Hacer un uso del agua más eficiente es un viejo obje-tivo, casi intrínseco del manejo del agua en tierras secas, y una medida adaptativa a la que habría que adherir con o sin cambio climático. En este sentido, la adaptación al cambio ambiental global podrá resultar algo novedoso en la medida en la que el agua y el clima impongan una situación diferente de las que resultan habituales para estos territorios; pero las capacidades adaptativas al clima y al agua son -en mayor o en menos medida según los casos- competencias propias de estas sociedades hídricas y, en esos términos, la “adaptación” que hoy se discute no constituye sino un nuevo eslabón en una cadena evolutiva. Por otra parte, que se trate de viejos objetivos no significa que se haya avanzado suficientemente. Así, no se trata sólo de cuánta agua hay o falta, sino de cómo se la usa y, ya en términos cuantitativos, quién se la apropia. En el caso de Mendoza, la dotación de agua es proporcional a la superficie de terreno, independientemente del tipo de cultivo, y el agua es inherente a la tierra y no puede ser utilizada en otro predio distinto del que le corresponde. Esto dificulta un uso más “racional” del agua en el sentido en el que la dotación difícilmente se ajuste a la verdadera demanda; a algunos les faltará agua y a otros les sobrará, porque quienes tienen cultivos más consumidores de agua (los hortícolas, por ejemplo) se encuentran en desventaja frente a otros que cultiven especies más resistentes al estrés hídrico como los viñedos, y no hay demasiadas maneras de

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compensar estas situaciones porque la inherencia del agua a la tierra impide usarla en otro sitio diferente del que ha sido asignada. Los productores caprinos de las áreas no irrigadas no tienen acceso a cauces permanentes y no pueden servirse del sistema de riego, por lo que resultan más vulnerables frente a la mayor incidencia de sequías y a una variabilidad climá-tica más acentuada, incrementando los riesgos de agravar sus condiciones de po-breza. Pero también es cierto que las exposiciones sociales y económicas pasadas y presentes juegan en la explicación de su pobreza un papel tanto o más importante que los factores del clima y del agua. Incluso los factores “naturales” que inciden en las situaciones de pobreza tienen un origen social, como los débitos de los ríos disminuidos por consumos aguas arriba -en las escalas locales- y el mismo cambio ambiental global. En todo caso, los factores “naturales” y sociales se combinan aumentando las probabilidades de que estos grupos se tornen crecientemente pobres en términos de sus condiciones materiales de vida, pero también respecto de los imperativos para migrar en búsqueda de incrementar los ingresos, de las dificultades para mantener la cohesión de la familia y el arraigo al propio territorio. Diversas acciones del Estado intentan proveer a la satisfacción de algunas de las necesidades de estos grupos, sin lograr por ello sacarlos de la pobreza. La elevación de las temperaturas medias representa un problema especial-mente para las partes más bajas de la cuenca, donde este fenómeno se combina con la mayor evapotranspiración, la disminución de los caudales superficiales y el descenso de los niveles de los acuíferos, tanto por una menor tasa de recarga que se explica en la reducción de las precipitaciones, como así también por mayores presiones en la utilización del recurso. Pero resulta que, en los sistemas de riego, las partes bajas son las que tienen también mayores problemas de salinización y revenimientos y -como se ha comentado- son localizaciones en las que las garan-tías de las dotaciones se ven más comprometidas en caso de sequía. Se identifica aquí un espiral de efectos negativos, por cuanto los productores más integrados al agro-negocio globalizado, preocupados por la calidad de su producto, buscan en las localizaciones más altas un mejor posicionamiento en la cabecera del sistema de riego, agua de mejor calidad y ahora un clima más fresco o con mayor amplitud térmica entre las temperaturas del día y la noche. Los terrenos de ampliación de la frontera agrícola aguas arriba en los piedemontes resultan caros, sea porque el terreno tiene un precio más elevado o porque la inversión necesaria para cultivar las pendientes encarece la implantación. Pero estos productores capitalizados no dudan en elegir esas localizaciones sabiendo que el precio de su producto final pagará la inversión. Los productores más chicos se esfuerzan en mantener a flote sus explo-taciones en las localizaciones más tradicionales, aguas abajo, y lejos están de pensar

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en una estrategia de relocalización. Mientras los productores de los frentes de ampliación de la frontera aguas arriba invierten en modernos sistemas de riego, los productores tradicionales deben lidiar con las desventajas agroecológicas de las partes bajas. Ya de por sí, las zonas distales de los sistemas de riego muestran los problemas asociados a su posición: Suelos, más pesados, problemas de drenaje, salinidad. Estas condiciones constituyen factores que incrementan las demandas de agua para la agricultura, justamente en zonas en las que no llega agua suficiente, resultando finalmente en un déficit hídrico. Esto, sumado al aumento en la evapo-transpiración, acelera la degradación de los suelos potenciando un círculo vicioso en el que incide el uso intensivo del agua en la parte alta de la cuenca. Se aplica aquí el dicho del oeste de los Estados Unidos: “El agua corre hacia arriba, como el dinero”4. El aumento de las temperaturas medias favorece, asimismo, el comporta-miento de plagas y enfermedades, favoreciendo las condiciones apropiadas para la proliferación de las actuales y potenciando la reproducción de otras nuevas, que hasta el momento se mantienen controladas. Se modificarían los umbrales de control de daño y los momentos oportunos de control y se deberían revisar y eventualmente reformular los modelos de seguimiento que las instituciones y las empresas utilizan actualmente para establecer pautas de seguimiento y control de plagas y para gestionar las alertas de plaga. Dado que la asistencia técnica que el Estado brinda a los agricultores de menores recursos es insuficiente, esta situación amplía las brechas entre quienes pueden pagar su propio asesoramiento técnico y quienes terminan siendo asesorados por los mismos vendedores de agroquímicos. Ahora bien, si las zonas irrigadas son sensibles a las variaciones de tem-peratura, las áreas no irrigadas de las cuencas la sienten con toda crudeza y sin las mediaciones de las que se beneficia un espacio adaptado. Las zonas irrigadas altas que trepan las alturas de la cordillera no se ven tan afectadas, pero en las zonas más bajas se verían exacerbadas las condiciones de aridez y, consecuentemente, los riesgos de desertificación. En la cuenca del río Mendoza, la baja capacidad de carga de estos campos se ve crecientemente reducida, por lo que el ganado caprino ejerce mayores presiones, acelerando el proceso de degradación de la cobertura vegetal, de erosión, de degradación de suelos, etc. Vinculado al aumento de las temperaturas, la elevación de la isoterma de 0° podría reducir las heladas en general, ampliando el período libre de heladas. Para el caso de las hortalizas, esto podría representar una ventaja al extenderse los períodos de siembra. En las vides, por el contrario, podría comprometer la termoperiodicidad del cultivo, amenazando la calidad de los frutos. En las zonas no

4 Dicho popular

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irrigadas, este factor redundaría nuevamente en acentuar las condiciones extremas ya existentes. Pero el efecto más generalizado y más temido es: el desacompasa-miento de los ritmos de los factores estacionales del clima y del agua. La disminución de las precipitaciones impactaría entonces más negativamente en las tierras no irrigadas que en aquellas bajo riego. El abastecimiento de agua en los oasis no depende directamente de las precipitaciones que caen allí mismo sino fundamentalmente de los recursos hídricos superficiales o subterráneos alimenta-dos en otros sitios; pero en las zonas no irrigadas las lluvias constituyen la principal fuente de aprovisionamiento de agua. Podría conjeturarse que, debido a la menor dependencia de las comunidades del desierto respecto de los recursos hídricos superficiales que trae el río (forzada por la insuficiencia de los caudales en el caso de la parte distal de la cuenca del río Mendoza), éstas son menos sensibles a la disminución de los caudales. Sin embargo, la oferta hídrica es tan escasa en estas partes de la cuenca que cualquier aporte -aunque sea magro y ocasional- es valo-rado y su merma no puede dejar de considerarse un factor desfavorable. Los habitantes del desierto sufren crudamente los períodos sin precipi-taciones. Los ritmos de las pariciones del ganado caprino están vinculados a los períodos de lluvias; a los 60 días post-parición se alcanza el momento crítico que debe coincidir con una buena oferta de pasto disponible para las crías y las madres lactantes, que a su vez deben quedar preñadas para un nuevo ciclo. Los períodos de sequía no sólo alteran estos ritmos y bajan la productividad sino que provocan incluso fuertes reducciones de los rodeos. Así, cuando las lluvias no llegan, estas economías de subsistencia se ven forzadas al límite de su reproducción, viéndose comprometida su seguridad alimentaria. La falta de lluvias es un factor que estos pobladores identifican y asocian directamente con la evolución de su actividad caprina y su bienestar. La pobreza e indigencia en las comunidades de crianceros puede plantear una situación paradójica: Tan al límite de la subsistencia se encuentra la actividad caprina que los ingresos de las familias en estos “puestos” deben complementarse con otros que provienen de ocupaciones temporales en el oasis o en medios urbanos y con una significativa cuota de subsidios estatales que les llegan por di-versas vías. Los hogares rurales del desierto son mucho más diversificados que los del oasis y, en este sentido, serían menos sensibles a los impactos negativos de los factores del clima y del agua que afectan a la actividad caprina. Es que usualmente se considera que la diversificación de ingresos suele hacer a los hogares menos vulnerables al cambio climático y los pone en mejores condiciones para adoptar un más amplio espectro de estrategias adaptativas. Pero si bien es cierto que los hogares del desierto son más diversificados que los de los productores dedicados exclusivamente a la agricultura de oasis, llegado el momento de buscar alternativas

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productivas o de medios de subsistencia, los habitantes del oasis tienen una gama de posibilidades más amplia. Más allá de las consideraciones analíticas, la extrema pobreza de los puesteros no les deja márgenes de maniobra y los hace altamente vulnerables. Sin acceso al agua del sistema de riego, la disminución de las precipita-ciones los afecta gravemente. En cambio, en los cultivos del oasis, las lluvias siempre han sido asociadas a problemas en el manejo del cultivo, sobre todo en los períodos de mayor sensibili-dad como el de cosecha. A partir de aquí, menos lluvia estaría vinculada a menores humedades relativas y menores riesgos sanitarios en estos períodos críticos. Sin embargo, algunas prácticas culturales, como, por ejemplo, las labranzas (que se de-ben realizar con el suelo húmedo), deben ser planificadas en función de los riegos exclusivamente. En las tierras secas en general el ritmo natural de escurrimiento de los ríos no siempre acompaña exactamente la curva de demanda de los cultivos, presen-tándose déficits en primavera y en otoño. Esto ha sido salvado en gran parte con la construcción de represas que permiten un cierto manejo de las erogaciones en función de las demandas. El sistema de la cuenca ha apostado a la regulación e incluso al uso múltiple, ya que se trata de un embalse que también efectúa apro-vechamiento hidroeléctrico. La presa Potrerillos ha mejorado las garantías en la entrega de los caudales y constituye, sin dudas, una adaptación que permitirá afron-tar el adelantamiento de los escurrimientos. El desplazamiento del hidrograma previsto para el río no sería entonces un factor de gran impacto para la agricultura de la cuenca. En su estilo atomizado, la represa constituye también una estrategia eficiente para acompasar las variaciones de los escurrimientos con las demandas de los cultivos. Pero dada la distribución en el espacio, de los suelos agrícolas y de las poblaciones dispersas del desierto en el caso de la cuenca del río Mendoza, todos los efectos positivos que la regulación ofrece al oasis conspiran contra la llegada de caudales a la parte distal de la cuenca. Al no haberse previsto caudales ecológicos, un más intenso y más intencionado aprovechamiento aguas arriba (por parte de grupos sociales de mayor poder) reduce sensiblemente las posibilidades de que “se escape” agua a la cola de la cuenca, donde habitan las comunidades del de-sierto. En esta posición subordinada radica buena parte de la sensibilidad de estas comunidades y también de los pobres rurales del oasis: Si la manera de mitigar la actual situación de escasez y los futuros escenarios de agudización de la misma fuese la de ejercer un mayor control del agua, se estarían reforzando concepciones ingenieriles, criterios eficientistas y las identidades hegemónicas que consideran el mejoramiento del sistema de distribución del agua casi como una “estrategia civilizatoria”.

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Seguir invirtiendo en canales y construyendo mejores obras de arte sería considerado más que nunca una misión indiscutida de la sociedad mendocina y una garantía de desarrollo, obliterando el hecho de que si bien la agricultura es una actividad importante en la economía regional, el desarrollo del sistema de riego beneficia principalmente a los propietarios de la tierra y desconoce a los grupos rurales más pobres: Asalariados, peones jornaleros y trabajadores tempo-rarios y que las mejoras en los sistemas pueden resultar incluso en detrimento de las minorías habitantes del desierto, cuando éstas se traducen en la reducción o mayor incertidumbre sobre los ya exiguos caudales que logran atravesar el oasis. Este constituye otro caso en el que la adaptación de algunos incrementa la vulne-rabilidad de otros. Si se pretende que los procesos de adaptación contribuyan a disminuir los procesos de pobreza, habrá que poner en primer plano la consigna de buscar una adaptación con equidad. Finalmente, la estructura social y organización de los productores incide, asimismo, en su vulnerabilidad. La horticultura de la cuenca del río Mendoza, por ejemplo, constituye un sector agrícola fuertemente atomizado en una variedad de productores heterogéneos. Los canales de distribución son, asimismo, diversifica-dos en el marco de un sector no muy regulado, en el cual la economía informal muestra una participación importante. Existe una gran cantidad de productores de pequeña escala, informales en el manejo de las transacciones comerciales y en la contratación de la mano de obra (trabajo familiar, trabajadores temporarios, inmi-grantes ilegales), escasamente tecnificados y sin tradición de planificación para el mediano y largo plazo. Los complicados e inestables procesos de toma de decisio-nes que deben afrontar los productores hortícolas no incentivan inversiones para reducir la exposición a los factores del clima y del agua. Esta estructura presentará complicaciones a la hora de implementar medidas institucionales para ayudar a los productores más desfavorecidos a hacer frente a los escenarios de cambio ambiental global. En contraste, la vitivinicultura muestra una estructura clara y articulada horizontal y verticalmente en el marco de una regulación fuertemente institucio-nalizada. En este caso, las estrategias adaptativas podrían ser impulsadas no sólo desde el Estado sino desde las mismas organizaciones de productores. Pero, si bien el sector se muestra fuertemente organizado, es notable la polarización entre productores grandes e integrados a los mercados vinícolas internacionales y los pequeños y medianos que se integran a la cadena desde posiciones subordinadas, muchas veces en situaciones que los obligan a absorber las pérdidas por sequía y/o por accidentes climáticos. Resta analizar en qué medida las instituciones del Estado (y las ayudas que podrían brindar a la adaptación al cambio ambiental global) son factibles de ser cooptadas por los agentes más poderosos.

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En suma: Parece que buena parte de la sensibilidad de este sector frente a los cambios en los factores del clima y el agua estaría vinculada a una estructura social, a una estructura agraria y a estrategias productivas propias de un sector que en general no se encuentra muy integrado a las dinámicas recientes de los sistemas agroalimentarios. Los aportes institucionales a los procesos de adaptación Durante la década de los años 1990 tuvieron lugar en Argentina procesos de privatización de servicios públicos y de descentralización de las políticas sociales con fuerte impacto en el territorio. Por una parte la descentralización implicó para los gobiernos provinciales y municipales la asunción de nuevas y mayores funcio-nes, llevando a que ambas esferas de gobierno asumieran, desde entonces, un papel activo en la determinación de políticas de diversa índole con incidencia en el territorio. Además, dada la autonomía de la que gozan las provincias argentinas y el control que ejercen sobre sus recursos naturales, Mendoza cuenta históricamente con una institución descentralizada y autárquica que ejerce el papel de máxima autoridad en los asuntos hídricos: El Departamento General de Irrigación. Por otra parte, los procesos de descentralización y privatización supusie-ron la aparición de numerosos actores privados en la gestión de servicios otrora públicos, de numerosas organizaciones sociales interesadas en la defensa del am-biente y de los recursos naturales (bienes comunes) con capacidad para incidir en las políticas públicas relacionadas con el agua y el ambiente. Asimismo, la privatiza-ción de servicios públicos implicó la creación de entes reguladores que desde su creación cumplen un papel importante en la regulación y control en la provisión de los servicios. Entre los resultados más significativos en el plano institucional se puede destacar que las instituciones tienen en cuenta sobre todo el aspecto físico del CAG (recursos naturales, clima) o “técnicos” y suelen minimizar su dimensión social. Las instituciones manejan suficiente información física y escasa social. Sin embargo, éstas no aparecen integradas en torno a las vulnerabilidades ni orientada a la toma de decisiones. En este sentido, se observa que, ante una emergencia, las instituciones responden rápido aunque insuficientemente y tienen dificultad de proyectarse en la planificación de las adaptaciones. Asimismo, al menos en el discurso, los organismos del Estado se muestran preocupados por los bienes naturales comunes, su conservación y su sustenta-bilidad, y se muestran conscientes de los riesgos del avance del mercado como mecanismo de asignación de los mismos. Sin embargo, el discurso no siempre es coherente con las prácticas. En el sector privado, pero incluso dentro del mismo Estado, las misiones institucionales se ven frecuentemente asociadas a los intereses

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de algunos actores. Algunas acciones institucionales se ven cooptadas por gru-pos hegemónicos (para mejorar la gestión de ayudas, salvaguardas y créditos, por ejemplo) y otras, como contrapartida, se organizan para la defensa de los intereses de grupos desde sus posiciones subalternas (pequeños productores integrando cooperativas, por ejemplo) o haciendo valer su condición de minoría (en el caso de los huarpes originarios). En Mendoza, encontramos la única “Agencia de Cambio Climático” en una provincia argentina. Formalmente, asume un rol “moderno”: El de educar, co-municar, movilizar, buscar recursos, “articular”... En la práctica, desempoderada por falta de presupuesto y de recursos de todo tipo, queda en los papeles y constituye un símbolo de las buenas intenciones de los discursos políticos. Sin embargo, su potencialidad residiría en su capacidad para aglutinar diversas instituciones y acto-res en torno a un tema en el que -aparentemente- todos coinciden; aunque estos consensos se verán debilitados en la medida en la que se tome conciencia de que la adaptación al cambio climático con equidad exigirá cambiar algunas de las reglas del juego de esta sociedad hídrica. Las organizaciones no gubernamentales funcionan en los dos extremos del espectro de productores. Por un lado, las organizaciones de bodegueros son efectivas a la hora de representar los intereses del sector, especialmente en la ne-gociación con el Estado. Por el otro, organizaciones como la Unión de Trabajadores Rurales sin Tierra y el Movimiento Nacional Campesino Indígena, representan los reclamos de los productores más desfavorecidos. Los vínculos de las instituciones con la comunidad, con los productores, o el reconocimiento social no parecen constituir criterios relevantes a la hora de je-rarquizar una institución estatal. Es que buena parte de las instituciones del Estado quedan comprendidas en el descrédito del que es objeto la conducción política en la Argentina y también en la provincia de Mendoza. “La gente” no cree en las instituciones y las instituciones son plenamente conscientes de que no funcionan, al menos no en la medida de las expectativas sociales. Desde el interior de las ins-tituciones estatales, se advierten las limitaciones para accionar frente a demandas sociales que aparecen como infinitas. Por otro lado, los medios de prensa muestran una situación diferente, en tanto están muy atentos a la aceptación que reciben por parte de la población. Es muy claro el comportamiento instrumental de los diversos medios a intereses particulares y a su propia reproducción, pudiéndose reconocer claramente las líneas editoriales de los diversos medios en función de su pertenencia a unos u otros grupos empresarios, cada uno de ellos con sus intereses particulares y sus negociaciones con el Estado.

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Analizando el espectro de instituciones públicas y privadas con las que se trabajó, se advierte que el poder institucional emana -principalmente- de la dispo-nibilidad o el acceso a los recursos, más aún si se trata de recursos foráneos. Son las instituciones con mayores recursos las que construyen las agendas públicas y las que imponen sus condiciones a la hora de articular con las demás. En este mismo registro, las instituciones parecen ser menos “permeables” a las agendas o iniciativas de otros en la medida en la que disfrutan de mayores capitales políticos, económicos, de conocimiento o de un status quo que las posi-ciona favorablemente. Es el caso del Departamento General de Irrigación (DGI, la agencia del agua) de gran poder y autonomía. Esta institución fue creada con rango constitucional e impone desde hace más de 100 años su autarquía al conjunto de las reparticiones del Poder Ejecutivo (ministerios y secretarías). Destaca su escasa predisposición a integrarse en la red de instituciones y a articular las políticas de agua con las de suelo, las productivas, etc. Nos encontramos aquí frente a una “burocracia del agua” que ejerce su poder no sólo a causa de sus fortalezas en el plano legislativo y administrativo sino además bajo la legitimación de representaciones sociales dominantes que ponen a los regantes (quienes poseen derechos de agua) en una posición de privilegio respecto de los demas usuarios o potenciales usuarios. Otra institución relevante es la Dirección de Contingencias Climáticas, muy activa y con gran tradición en el campo técnico. Se trata de una oficina pode-rosa y bien conceptuada porque maneja sus propios sistemas de alerta y combate, nutridos por recursos y colaboraciones con instituciones gubernamentales y cien-tíficas en el nivel nacional e internacional. Se trata de una institución muy valorizada a causa de sus vínculos muy directos con la performance económica provincial en un tema sensible: El granizo. Sería el caso también de la Agencia de Cambio Climático. Esta destaca tanto por su apertura a las iniciativas de otras instituciones como así también por su extrema debilidad de recursos pero también política, por lo que no logra cumplir siquiera su rol articulador. Sólo se la reconoce en materia de educación. La previsión no es un valor que caracterice las prácticas institucionales en general; tampoco la planificación. La problemática del cambio climático no escapa a esta situación. Como manifestaba un informante: “Si no hemos podido hacerlo [planificar] con el agua subterránea en 25 años por cuestiones [problemas] claros y tangibles, menos aún lo podemos hacer con el cambio climático”. Pero, adaptarse al cambio ambiental global no implica, necesariamente, el diseño de nuevas polí-ticas o el plantearse nuevos objetivos. Las medidas para la conservación del agua (mejorar la eficiencia, por ejemplo) no son novedosas, sino que trata de políticas ya identificadas como necesarias que no han sido implementadas.

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En varias instituciones, especialmente las de gestión e investigación, la pla-nificación e incluso las políticas son determinadas por la disponibilidad de recursos y no necesariamente en función de objetivos y metas priorizados. Los insumos provistos por los productores (cámaras, organizaciones) son secundarios en la de-finición de las líneas. También ocurre que sectores productivos poderosos inciden en la asignación de recursos. Así, no es de extrañar que los organismos públicos de gestión sean más eficientes en el abordaje de la emergencia (con medidas paliati-vas y “ayudas puntuales” siempre insuficientes) que en la planificación. Finalmente, se ha observado que cuanto más poderosa es la institución u organización (cuántos más recursos de todo tipo tiene disponibles), menor aper-tura ofrece a la participación. Adicionalmente, las organizaciones más abiertas pa-recen ser las más cercanas a las comunidades, conscientes de que su mayor poder reside en la organización social de la población para la que trabajan. Son éstas justamente las organizaciones menos dotadas de recursos. En el caso del DGI (agencia del agua), el sistema es “democrático” pero siempre dentro del universo de los regantes (poseedores de derechos). Quedan así fuera del proceso de toma de decisiones no sólo los ciudadanos que no poseen derechos de riego sino inclu-so también los gobiernos locales. En síntesis Los análisis sobre la vulnerabilidad de las comunidades rurales de la cuen-ca del río Mendoza han puesto de manifiesto que la sensibilidad de sus sistemas productivos está fuertemente relacionada no sólo con la naturaleza y las caracte-rísticas propias de cada actividad, ya que algunas de ellas son más sensibles a los factores del clima y del agua, sino también con su localización, es decir el emplaza-miento de cada actividad dentro de la cuenca (upstream-downstream). Asimismo, se ha podido reconocer que las estructuras agrarias y las estrategias productivas presentes en cada actividad constituyen factores diferenciadores a la hora de reco-nocer la sensibilidad de las diversas tipologías de productores frente a los avatares del clima y el agua, tanto en términos de su exposición como de sus capacidades adaptativas. Algunos de estos factores parecen estar vinculados a las relaciones de poder y a una cuestión de equidad en la apropiación y uso de los recursos de esta sociedad hídrica. Ser un productor exitosamente integrado a los mercados vitivinícola u hortícola de exportación, tener acceso a tecnología (de riego y otras), encontrase integrado horizontal y verticalmente en la cadena productiva y estar localizado aguas arriba en la cuenca de aprovechamiento han mostrado ser facto-res protectores respecto de la exposición e indicadores de mayor disponibilidad de recursos para la adaptación.

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Los factores y mecanismos que harían a los productores más o menos vulnerables frente al cambio ambiental global muestran gran similitud con aquellos que explican su desempeño frente a la reconversión a la que se vieron obligados en el marco de la internacionalización de los mercados agrícolas en la década de los años ’90. Parece ser que el cambio ambiental global afectaría a los productores de la cuenca del río Mendoza de manera disímil, pero sumando sus efectos a los ya provocados por la globalización y configurando una “doble exposición” o una “exposición múltiple”.

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Capítulo 6. Modelos de cambio climático; lo

que se espera para el futuro.

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Modelos de cambio climático; lo que se espera para el futuro

Elma Montaña

Las evidencias científicas indican que los territorios de la Cordillera de los Andes, allí donde se localizan la cuenca del río Mendoza y la del Elqui, se encuen-tran sometidos a una alta variabilidad climática e hidrológica en escalas interanua-les a decenales. Respecto de las temperaturas, por ejemplo, el downscaling de los modelos de circulación global para el Cono Sur de América y para las regiones cercanas a la cordillera en particular, muestra un incremento de las temperaturas medias, que se hace más evidente en la temporada estival. La modelización regio-nal realizada por el Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile (2007-2009) (Figura 16) anticipa que las temperaturas medias invernales (junio, julio y agosto, “JJA”) y las del verano (diciembre, enero y febrero, “DEF”) previstas 2070-2100 serían bastante superiores de las registradas para el período 1960-2000.

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Fuente: Departamento de Geofísica, Universidad de Chile5, http://www.dgf.uchile.cl /ACT19/html/bases.html Citado en: Villalba, R. y J. Boninsegna (2009:103)

Para los Andes Centrales de Argentina, se prevé un incremento de las temperaturas de verano de entre 3 y 4ºC, que llegarían incluso a 5ºC en los sectores más altos de la Cordillera. En los meses de invierno, las temperaturas se elevarían entre 1,5ºC y 3ºC (Villalba y Boninsegna, 2009). Para la cuenca del río Mendoza en particular, para el período 2020-2030 y considerando el escenario A2 del IPCC, Boninsegna y Villalba (2007) estiman un aumento medio de la tempera-tura del orden de 1,25 a 1,5ºC, con variaciones según la altitud respecto de nivel del mar (Figura 17 ).

5 Modelización regional realizada por el Departamento de Geofísica Universidad de Chile empleando el modelo regional PRECIS (Hadley Centre, UK), lateralmente forzado por el modelo global HadCM3 del Hadley Centre (uno de los 21 modelos empleados por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático en su informe de 2007). Simulaciones de las variaciones climáticas futuras basadas en el escenario de emisiones A1B.

Figura 16. Cambios en las temperaturas medias de superficie (ºC) para el sector austral de Améri-ca del Sur en invierno (JJA a la izquierda) y verano (DEF, a la derecha) para el intervalo 2070-2100

en relación a 1960-2000.

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Algunos estudios señalan que los aumentos de las temperaturas serán mayores en las regiones más elevadas respecto del nivel del mar, lo que implicaría que una proporción menor de las precipitaciones en la alta montaña serían níveas (respecto de las lluvias) y que existiría un aumento en la ablación de los cuerpos de hielo que se materializa en la progresiva retracción de los glaciares. De hecho, se ha estimado una elevación de 150 metros de la posición de la isoterma 0°C, pro-duciendo una disminución de la superficie de acumulación de nieve en el invierno y un aumento en la ablación de los glaciares. En las zonas planas de la cuenca de Mendoza se debe considerar la incidencia de las mayores temperaturas incremen-tando la evapotranspiración de los cultivos que eleva las demandas de agua. En el caso de la cuenca del Río Elqui en Chile, los escenarios para el período 2011-2030, 2046-2065 pronostican un aumento en las temperaturas mínimas y máximas, especialmente durante los meses de invierno. Asimismo, los días caluro-sos muestran una fuerte tendencia al alta durante los meses de abril a octubre, como consecuencia se espera un aumento de la evapotranspiración que afectaría las fuentes de agua. La cantidad de días-frío, cuando la temperaturas son entre 0 y 7 grados, disminuirán durante junio a septiembre, aunque se espera un pequeño aumento en mayo (Wittmaak et al. 2009), ello significa una disminución de la pro-babilidad de heladas. De manera más general, ya en términos de previsiones para fines del siglo XXI, se espera un calentamiento de la porción continental que será mayor en las zonas cordilleranas. Se prevé un incremento de las temperaturas máximas diarias así como un aumento, aún más marcado, de las mínimas diarias (U. de Chile, 2007-2009), disminuyendo en alguna medida la amplitud térmica diaria. Dependiendo de las simulaciones del clima futuro, el calentamiento esperado será marcado (2-4°C) a muy marcado (3-5°C) para la zona de la cuenca del río Elqui y muy marcado para la de la cuenca del río Mendoza. Las simulaciones realizadas por el Departamento de Geofísica de la Uni-versidad de Chile (Figura 3), señalan un incremento de las precipitaciones de ve-

Fuente: Extraído de Boninsegna, José y Ricardo Villalba, 2007.

Figura 17. Argentina: Variaciones esperadas de la temperatura, precipitación y altura de la isoterma de 0°C en las cuencas hidrográficas en base a los escenarios de CCG provistos por el CIMA

(Universidad de Buenos Aires) para el período 2020-2030 en cuencas de los Andes Centrales

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rano en las regiones llanas subtropicales al este de los Andes de entre un 15 y un 30%, no anticipa mayores cambios en las precipitaciones de los llanos subtropicales durante los meses de invierno, a la vez que estima una reducción de entre un 10 y un 30% en los Andes centrales de Argentina y Chile (Villalba y Boninsegna, 2009). Estas simulaciones climáticas para el período 2070-2100, señalan Villalba y Boninsegna (2009:106), resultan consistentes -aún cuando no en magnitud- con las tendencias registradas en las precipitaciones de esta zona durante el siglo XX (Figura 18). A su vez, los modelos desarrollados por Fiebig-Wittmaak en el contexto de la cuenca del Elqui, indican que las precipitaciones extremas entre abril a agos-to pueden disminuir ligeramente tanto en los periodos 2011-2030 y 2046-2065; observándose un ligero aumento de esos eventos en los dos escenarios hacia la parte final del año. También se espera la disminución de las precipitaciones extre-mas de abril a agosto, pero con un leve aumento hacia fines de año (Reyes, 2009) lo que disminuye el riesgo de aluviones en el Elqui.

Fuente: Departamento de Geofísica, Universidad de Chile, http://www.dgf.uchile.cl /ACT19/html/bases.html. Citado en: Villalba, R. y J. Boninsegna (2009:108)

Figura 18. Cambios en la precipitación total anual en mm (izquierda) y en porcentaje (derecha) para la región austral de América del Sur para el intervalo 2070-2100 en relación a 1960-2000.

El incremento esperado de la humedad de las masas de aire que pro-vienen de la vertiente atlántica produciría mayores precipitaciones veraniegas en las llanuras que se despliegan hacia el este de la cordillera. Villalba y Boninsegna (2009:110) señalan que en 50 a 70 años las precipitaciones de verano en los llanos

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y en los piedemontes de las cuencas del río Mendoza y del río San Juan, más al nor-te, podrían aumentar considerablemente y se esperan veranos más lluviosos en las zonas planas de la región. En los piedemontes de la cuenca del río Mendoza estas precipitaciones de verano se desarrollan generalmente como tormentas convec-tivas que suelen verse acompañadas de granizo. Los científicos advierten que, en respuesta al calentamiento global (que conlleva una atmósfera más dinámica), las precipitaciones de verano estarían asociadas a tormentas convectivas severas, lo que constituye un escenario probable que debe ser tenido en cuenta. Sin embargo, no se dispone de evidencias conclusivas al respecto. Por otra parte, las simulaciones climáticas para el siglo XXI estarían indi-cando una disminución del aporte de humedad desde el Pacífico, limitando las pre-cipitaciones sobre los Andes, fenómeno que sería bien marcado al sur de los 25-30 grados latitud sur. Menos precipitaciones en la cordillera, sobre todo en forma de nieve, tendrá su incidencia en los caudales de los ríos andinos. El régimen de los ríos de los Andes centrales se encuentra regulado por la cantidad de precipitacio-nes níveas que caen en la cuenca activa de cada río, la que luego por el aumento de las temperaturas de primavera y verano provocan el deshielo que incrementa sustancialmente los caudales. Por ello, los mayores caudales se producen en los meses de primavera-verano y disminuyen en la temporada invernal. Es el caso de los ríos Mendoza y Elqui, su carácter nivo-glacial le confiere a los glaciares el carácter de reservas de agua en escalas interanuales a decenales. Los glaciares son particularmente importantes en años hidrológicamente pobres, ya que permiten a los ríos mantener caudales mínimos a pesar de las escasas precipitaciones níveas. Para el caso del río Mendoza en Argentina, en base a los escenarios elaborados por el CIMA (Universidad de Buenos Aires), se prevé una disminución de su caudal de entre un 7 y un 13% dependiendo de los escenarios considerados (Figura 19).

Figura 19. Disminución este caudales esperados para la cuencas de Mendoza y San Juan, 2020-203

Fuente: Extraído de Boninsegna, José y Ricardo Villalba, 2007.

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Los cambios climáticos esperados durante el siglo XXI alteraría también el ciclo hidrológico anual de los ríos andinos. Para Mendoza, el hidrograma medio adelantaría el pico de máxima descarga en aproximadamente un mes, aumentando los caudales en primavera (octubre y noviembre), pero disminuyéndolos en vera-no (enero, febrero y marzo) (Figura 20 ):

Figura 20. Hidrograma actual e hidrograma proyectado del río Vacas, afluente del río MendozaFuente: Boninsegna, José y Ricardo Villalba, 2007.

Así es como no sólo se espera una menor disponibilidad de recursos hídricos para los casos de la cuenca del río Mendoza y la cuenca del río Elqui sino también una alteración de su ciclo a lo largo del año. En el caso chileno, Fiebing-Wittmaak plantea que al aumentar la temperatura se espera disminuyan las reser-vas de agua en forma de nieve y hielo en la cordillera. Todos estos factores influirán en la recarga de los acuíferos y, por tanto, en la disminución de las aguas disponibles para el uso humano. En todo caso no existe información suficiente sobre la situa-ción de glaciares y perma-hielo para asegurar qué pasará con su aporte al caudal de los ríos, sin embargo, se sostiene que los cambios en la temperatura afectaran estas fuentes de agua. (Fiebing-Wittmaak, 2009). Cómo se verá, estos cambios inci-dirán en las condiciones para el desarrollo de los diversos sistemas productivos en la cuenca, particularmente para los cultivos que muestran sus demandas máximas en pleno verano. No se encuentra mucha información sobre los escenarios esperados para las aguas subterráneas. No es mucho lo que se sabe sobre la recarga y los niveles actuales, al menos en comparación con la profusión de estudios sobre caudales superficiales. Además, ha habido muy pocas investigaciones sobre el impacto futuro del cambio climático sobre las aguas subterráneas, o sobre las interacciones entre el agua subterránea y el agua superficial. Sin embargo, en áreas semiáridas y ári-

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das, estiman Bates et. al. (2008: 40) que una mayor variabilidad de la precipitación puede acrecentar la recarga de agua subterránea, dado que sólo las lluvias muy intensas pueden llegar a infiltrarse antes de evaporarse. Referencias

Boninsegna, J. y R. Villalba (2007) “La oferta hídrica en los oasis de Mendoza y San Juan. Los escenarios de cambio climático y el impacto en los caudales”. Presentación en las Jornadas de Investigación en Recursos Hídricos. (Mendoza, Argentina: Cen-tro de Estudios y Legislación del Agua, Instituto de Ciencias Ambientales (ICA) de la Universidad Nacional de Cuyo, INTA, IANIGLA Disponible en:. http://www.imd.uncu.edu.ar/contenido/ index.php?tid=53 Universidad de Chile (2007-2009), Proyecto ACT-119 “Variabilidad climática en Chile: evaluación, interpretación y proyecciones”. CONICYT, Programa Bicentenario en Ciencias y Tecnología / Proyectos Anillo. Departamento de Geofísica, Universi-dad de Chile. http://dgf.uchile.cl/ACT19/html/avances.html Villalba, R. y J. Boninsegna (2009), “Cambios climáticos regionales en el contexto del calentamiento global” en Gobierno de Mendoza (ed.), Informe Ambiental 2009. (Mendoza: Secretaría de Ambiente, Gobierno de Mendoza). Pp. 103-113.

Fiebeg- Wittmaak, M (2009). “The effects of climate change scenarios on some of the identified vulnerabilities in the ER”. University of La Serena, Center of Advanced Studies in Arid Zones, Chile. Report of the IACC Integration Committee.

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Capítulo 7. Vulnerabilidades futuras:

Expectativas y propuestas de los productores agrícolas y ganaderos

de la cuenca del Elqui.

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Vulnerabilidades futuras: Expectativas y propuestas de los productores agrícolas y ganaderos

de la cuenca del Elqui.

Elizabeth Jiménez Cortés y Sonia Salas Bravo.

El aumento de la temperatura, la tendencia a la disminución de las precipita-ciones y una mayor intensidad de eventos climáticos extremos -especialmente se-quías- constituyen los escenarios de cambio climático proyectados para la cuenca del río Elqui. En términos generales se espera el cambio hacia un clima más árido, situación que vuelve incierto el futuro de las actuales prácticas agro-ganaderas. En este contexto, los cambios del clima pueden plantearse como una amenaza para las actuales dinámicas socioproductivas, pero también como un desafío para el desarrollo de estrategias adaptativas capaces de instalar nuevas relaciones y prác-ticas. Desde este enfoque, abordamos la vulnerabilidad futura de los productores de la cuenca del río Elqui, para eso se analizan los efectos del clima esperado en la producción agro-ganadera y, asimismo, se presentan expectativas y propuestas

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planteadas por la diversidad de productores que trabajan en el territorio. Meto-dológicamente, los contenidos de este capítulo emergen de entrevistas semies-tructuradas realizadas a productores agrícolas y ganaderos, y a representantes de instituciones públicas y privadas asociadas a la gestión del agua y a la temática del cambio climático. Proyectando el futuro del secano La pequeña agricultura y criancería desarrollada en el área secano de la cuenca es especialmente vulnerable ante el efecto combinado del aumento de la temperatura y la disminución de las precipitaciones. Recordemos que ambas actividades productivas se insertan -en gran medida- en dinámicas económicas de subsistencia mantenidas por grupos precarizados que se reproducen en contextos de pobreza, exclusión y dependencia. Efectivamente, las familias productoras del secano suelen quedar fuera de las redes de comunicación, servicios públicos y decisión política, integrándose al sistema desde su condición de grupo empobre-cido que es asistido a través de subsidios de apoyo estatal, situación que configura complejas relaciones de dependencia económica con el Estado. Dichas características se explican, en parte, por su falta de acceso a las fuentes de agua. Por tal motivo, si se cumplen las proyecciones climáticas, la falta de precipitaciones en su forma de lluvia y nieve, junto al aumento de la evapo-transpiración resultante de las altas temperaturas, significará una crisis hídrica de gran envergadura que podría tornar inviable la continuidad histórica del sector. Es decir, sin lluvias directas no serían posibles los cultivos de secano, además la falta de nieve cordillerana supondría la pérdida o, por lo menos, la disminución notoria de la cubierta vegetal que nutre al ganado en las tradicionales veranadas. Por otra parte, el aumento de las temperaturas incrementaría la evapotranspiración y con ello la pérdida del agua almacenada en las napas subterráneas, como consecuencia el sistema de pozos extractores vería afectada su capacidad para cubrir las necesi-dades de abastecimiento familiar. En este eventual escenario, la tierra sin agua no tiene valor y mantenerse en el territorio dejaría de ser viable. La fragilidad de los sistemas de subsistencia se acentúa cuando la relación humano-ambiente ya no responde a los patrones tradicionales, es decir cuando los conocimientos y saberes acumulados históri-camente sobre el territorio pierden sentido, pues las dinámicas ambientales han cambiado. De esta manera los cambios climáticos irían asociados a la pérdida de la capacidad de los productores para predecir las lluvias, hacer un uso extensivo del territorio siguiendo la lógica de los nichos ecológicos y adaptar el consumo familiar al carácter cíclico de las sequías. La incertidumbre de los cambios aumentaría la

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vulnerabilidad llegando al punto de poner en riesgo la capacidad de alimentarse. Como respuesta, la migración estacional de algunos miembros del grupo posiblemente daría paso a migraciones más masivas y permanentes, de esta forma la migración dejaría de cumplir el rol adaptativo de diversificar las fuentes de ingre-so familiar del secano para constituirse en otra opción de vida fuera del territorio. Esto supone un cambio radical que puede poner fin a los asentamientos del seca-no, o bien, generar nuevas formas de ocupar estas tierras. El problema, entonces, es qué pasará con las familias que deban abandonar las tierras no irrigadas. Por otro lado, la baja capacidad de adaptación de los productores secanos se refuerza por la ausencia de políticas públicas pertinentes y sustentables dirigidas al sector, en tal sentido la actual mitigación de daños lograda a través de los sub-sidios -que asegura la continuidad en el territorio, pero no su desarrollo-, tarde o temprano podría dejar de ser suficiente. Desde la percepción de los productores, las instituciones públicas no poseen las capacidades para enfrentar los posibles escenarios climáticos. De ahí que las expectativas de los productores entrevistados hagan referen-cia a un futuro incierto ante el cual sólo queda encomendarse a la ayuda de Dios. Es éste el contexto discursivo desde el cual emergen algunas de sus propuestas, las que no están orientadas a transformaciones profundas del territorio ni de su estilo de vida, sino más bien a la búsqueda de pequeñas adaptaciones que les permitan dar continuidad a la vida en el área. Lograr la subsistencia y mejorar las oportunida-des de las nuevas generaciones son expectativas que interpelan a un apoyo estatal que dé sustentabilidad al territorio considerando sus particularidades, el llamado es a poner atención en la fragilidad del sistema secano entregando herramientas que logren insertarse en las dinámicas tradicionales de adaptación, evitando que, por falta de pertinencia, las medidas institucionales terminen estresando aún más los bienes naturales del secano y con ello reforzando la vulnerabilidad presente en este tipo de familias productoras. En términos generales, las propuestas de los productores consideran:

a)Mejorar los sistemas de acumulación de aguas: Ante eventuales lluvias la idea es contar con pequeñas obras comunitarias de almacenaje que sigan la lógica de los antiguos diques ubicados en lugares estratégicos como las quebradas y ojos de vertiente. Varios diques dispersos en un área, evitan la pérdida del agua facilitando la infiltración, además de abastecer directamente a los animales. b) Invertir en la mejora del ganado caprino: Esta propuesta se plantea como alternativa a la erradicación de los ganados, cuya promoción es atribuida a las instituciones públicas. Es importante señalar la fuerte resistencia de los pro-

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ductores a dejar la crianza de cabras, situación que genera distanciamientos y desconfianza hacia la institucionalidad. En un futuro donde posiblemente el pasto cordillerano escasee efecto de la disminución de las precipitaciones y aumento de la temperatura, el manejo genético daría la posibilidad de tener menos animales pastando, pero dando más leche. Así se daría sustentabilidad a la criancería y paralelamente se disminuiría el proceso de erosión de las tierras. c) Implementar sistemas de información y comunicación claros y extensivos: La vulnerabilidad futura al clima se potenciaría de continuar la situación de relativo aislamiento y falta de acceso a información que experimentan las familias del secano. Al desigual acceso al agua se agrega el desigual acceso a la información para la toma de decisiones asociadas a la producción; por ejemplo, la falta de información sobre el estado de las aguas subterráneas que impide analizar la capacidad de esta fuente y definir los mejores espacios para profundizar pozos. Otro caso a superar es la falta de difusión sobre los estudios de monitoreo a las nieves cordilleranas, por eso es necesario mejorar los sistemas de producción y diseminación de la información. d)La inclusión de las familias productoras en la toma de decisiones que directa-mente los afectan: En un sistema político centralizado como el chileno y donde los derechos de agua son negociados en el mercado, las dinámicas de participa-ción presencial en temas vinculados a la gestión del agua se reservan para quie-nes tienen agua. Por eso se propone orientarse hacia una visión integrada de la cuenca, desde la cual las decisiones sobre la gestión de las aguas superficiales y en general de los terrenos bajo riego consideren el efecto sobre los terrenos secanos que forman parte del mismo sistema. Planificar políticas públicas para enfrentar los cambios climáticos previstos requiere esa mirada integral y, en específico, la representación de los intereses de este tipo de productores, en caso contrario la diferencia en el acceso al recurso hídrico continuará siendo reforzada por el acceso desigual a otras fuentes de poder social.

Como puede apreciarse, ante un escenario climático adverso, las respues-tas adaptativas se proyectan desde lo local, enfatizando la necesidad de disminuir las brechas de desigualdad social para lograr movilizar antiguos y nuevos recursos que permitan la adaptación. Ello no reduce la incertidumbre, pero abre y proble-matiza alternativas.

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Proyectando el futuro de las áreas irrigadas Por su parte, los productores con riego si bien hoy en día son capaces de movilizar estrategias adaptativas más eficientes, implementando grandes infraes-tructuras de almacenamiento e innovaciones tecnológicas que optimizan el agua, también se verán afectados de concretarse los escenarios climáticos pronosti-cados. En su caso la dependencia de las precipitaciones, al menos a corto plazo, es menor, no obstante a largo plazo la disminución de precipitaciones, la mayor evapotranspiración y el derretimiento de las nieves conduciría a la disminución del caudal del río Elqui. Evidentemente, la pérdida de recarga del río se constituye como la mayor exposición futura de los productores agrícolas; pequeños, media-nos y agroindustriales de la cuenca del río Elqui. Aunque hay diferencias notorias entre las opciones de adaptación que los diferentes grupos podrían desplegar. Las decisiones de adaptación a la disminución del caudal dependen, de gran manera, de las orientaciones productivas y de cómo éstas pueden ser afectadas por otros fenómenos climáticos como el aumento de la temperatura y la disminu-ción del número de días con probabilidad de heladas. En el caso de los pequeños agricultores que producen cultivos como complemento a la economía familiar, se hace difícil pensar la inversión en tecnologías como el riego por goteo, el revesti-miento de acequias y la construcción de estanques familiares, pues la recompensa económica de las cosechas no logra rentabilizarse. Es posible que este grupo foca-lice más su producción dejando solamente aquellos cultivos que requieren menos agua y sean menos propensos a las plagas. Ante situaciones de gran estrés hídrico podría mantenerse la práctica de rotación del riego, apostando a la sobrevivencia de la planta aunque se pierda su fruto, mientras se esperan tiempos mejores. Hay que recalcar que en el valle de Elqui este tipo de productores se ha integrado al trabajo asalariado en grandes in-dustrias agrícolas, actividad de la que proviene la mayor parte de sus recursos eco-nómicos, por este motivo el impacto directo del cambio climático se manifestaría, principalmente, en la pérdida de la capacidad de ahorro que significa producir algu-nos alimentos -hortalizas, tubérculos y frutas- en lugar de comprarlos. Hecho que, sin duda, precarizaría la economía doméstica y haría al grupo más dependiente del inestable y flexibilizado trabajo en las empresas. Pese a los argumentos anteriores, la vulnerabilidad de este grupo de pequeños productores debe comprenderse en relación a las adaptaciones desarrolladas por las agroindustrias donde se desempe-ñan como proletarios agrícolas, tema que retomaremos más adelante. Para los medianos productores agrícolas los cambios de clima implican, por una parte, una mayor presión productiva sobre las aguas, asociada a la necesidad de mayor inversión tecnológica. Y, por otra, una reevaluación del tipo de cultivos

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puesto que la mayor temperatura y humedad pronosticada dañaría algunos pro-ductos, a la vez que favorecería otros. Por ejemplo, los productores de uva verán cómo sus frutos pierden calidad al alterarse el ciclo de maduración, mientras los productores de frutales podrían ganar con la maduración temprana de “primores” que tendrían buenas opciones de competencia en el mercado. En este caso, las estrategias futuras apuntan en primer lugar a una mayor eficiencia en el uso del agua implementando sistemas tecnológicos más eficientes: Riego por goteo y estanques prediales, por nombrar algunos, y en segundo lugar a la reconversión hacia cultivos más “tropicales”. El gran problema que plantean los escenarios climáticos es si las nuevas opciones agrícolas que ellos generarían -el cultivo de guayabas por dar un caso- se corresponden con las demandas del mer-cado. Es decir, el tema no es solamente la posibilidad de producir en un clima más árido, sino si esa producción llega a ser rentable. Aquí las decisiones de la adapta-ción futura pasan por la evaluación de las tendencias del mercado, para decirlo más claro, las adaptaciones deben responder a las fluctuaciones de la oferta y demanda. La rentabilidad y el poder competitivo de estos medianos productores también están dados por su posibilidad de invertir en redes de comercialización, infraestructura e insumos de producción. En síntesis, para este grupo de produc-tores el despliegue de estrategias adaptativas eficientes depende de la capacidad de inversión, es aquí donde la institucionalidad pública y las políticas de fomento podrían jugar un rol fundamental al facilitar el acceso a recursos de inversión y acompañar los procesos de emprendimiento. En las entrevistas, contar con este apoyo institucional, emerge como una de las principales expectativas sobre el fu-turo de los medianos productores de la cuenca del río Elqui. Finalmente, el futuro de los productores agroindustriales se nos presenta como una paradoja, pues en un sentido podrían considerarse el grupo con mayor capacidad de adaptación al contar con recursos de inversión tecnológica y con-centrar los derechos de agua; sin embargo -en otro sentido- sus prácticas de mo-nocultivo los hacen extremadamente dependientes a la demanda y la inestabilidad de las divisas, se puede argumentar que un gran riesgo es la otra faceta de una gran inversión. Para este grupo el principal problema que presentarían los escenarios climáticos planteados, es el aumento de los costos de producción, estrechamente vinculados a la necesidad de mayores insumos como plaguicidas y hormonas regu-ladoras del crecimiento, resultado del incremento de las temperaturas. Asimismo, se destaca la inseguridad que significa no poder anticipar eventos climáticos extre-mos como inesperadas lluvias torrenciales y temperaturas extremadamente altas, perdiendo de esta manera la capacidad de controlar las variables que influyen en la planificación productiva.

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Sin embargo, este grupo -dedicado a las vides, paltos y/o cítricos- se be-neficiaría de la disminución de los días de heladas y maduración de primores, ade-más de tener en resguardo sus derechos de agua. En caso extremo, si el cambio climático esperado no permitiera la producción de cultivos susceptibles de ser rentabilizados a nivel internacional, la expectativa de los agroindustriales -especial-mente de aquellos transnacionales- es abandonar el territorio y trasladarse a otros lugares, zonas o países, donde puedan aumentar su rentabilidad. La vulnerabilidad de estos productores está dada por la compleja interacción entre las oportunida-des del clima y la ley de ofertas y demandas que rige los mercados globales. Para ellos lo que está en juego en la adaptación es la sustentabilidad del negocio a gran escala, independiente del territorio donde éste se instale. En este contexto, sus expectativas se relacionan con los avances científicos y tecnológicos orientados al monitoreo y optimización de los recursos, principalmente el agua, entendidos como herramientas a incorporar en la planificación de las inversiones y en general en la toma de decisiones. Más allá de sus expectativas declaradas surgen las pre-guntas: ¿Qué pasaría en el valle de Elqui, si a futuro los cambios del clima y/o de los mercados pusieran en crisis la producción agroindustrial?, ¿Qué pasaría, entonces, con los asalariados que dejaron sus cultivos de baja rentabilidad y que hoy en día dependen económicamente de las agroindustrias?, ¿Podrían volver a sus pequeños huertos cuando el agua haya disminuido? Un tema transversal y que por tanto no puede quedar fuera es la amena-za de eventos aluvionales, que según los escenarios de cambio climático podrían seguir ocurriendo. Ante ello las expectativas de los entrevistados, en general, es que estos fenómenos continuaran, son impredecibles e imposibles de evitar. La vul-nerabilidad se enfatiza ya que desde la institucionalidad pública tampoco se están tomando medidas de prevención del daño, por el contrario se siguen instalando poblaciones en áreas de riesgo como las quebradas e instalando infraestructura sin respetar el curso de las quebradas. Pequeñas obras de contención no son garantías para enfrentar el futuro. Ante estos complejos escenarios, los productores bajo riego entrevistados, en términos generales, plantean las siguientes propuestas:

a) Mejorar los sistemas de monitoreo de la cantidad y calidad de las aguas: Se propone la urgencia de contar con estudios hidrológicos públicos y periódicos que permitan hacer un seguimiento al comportamiento de los caudales. Ello como una herramienta para la planificación. b) Mejorar y masificar los sistemas de alerta temprana: Aquí se destaca la impor-tancia de contar con información avalada científicamente sobre la temperatura, precipitaciones y humedad, con la finalidad de actuar a tiempo sobre las hela-

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das y los aluviones, por ejemplo. c) Mejorar la infraestructura y tecnología del agua: Se considera tanto la inversión particular realizada en cada predio como la comunitaria gestionada a través de organizaciones como las Asociaciones de Canalistas y Juntas de Vigilancia. En el primer caso, la propuesta masiva es el riego por goteo, y en el segundo el revestimiento y entubamiento de canales. d) Fortalecer el rol de las organizaciones de agua: La propuesta en esta línea es dar trasparencia a los procesos organizacionales, instalar mecanismo de mayor participación y compromiso, asegurar el recambio de dirigentes y establecer criterios claros para definir los proyectos de inversión con apoyo estatal. Un tema clave es la coordinación con instituciones públicas que permita una co-municación fluida para enfrentar los cambios que se avecinan. La administración del agua en un contexto que cambia requiere organizaciones capaces de mo-vilizar las demandas a nivel gubernamental.

Proyectando un enfoque integral de la cuenca Hasta aquí hemos revisado los efectos que los escenarios climáticos futuros podrían presagiar y también las principales expectativas y propuestas de los pro-ductores agrícolas y ganaderos de la cuenca del río Elqui, todas han sido miradas parciales centradas en el tipo de productor. El desafío que emerge ahora es pensar el futuro integral de la cuenca. Sin duda una constatación inicial es la interdepen-dencia de los diversos sistemas productivos tanto secanos como bajo riego, la ma-yor presión sobre el agua genera desequilibrios en el sistema que se traducen en el aumento de la vulnerabilidad de aquellos grupos con menos poder para movilizar sus recursos y demandas. Es en este sentido, que el acceso diferenciado al agua se articula y potencia con la desigualdad ante el acceso a la información, servicios públicos, toma de decisiones, etc. Un punto central es el acceso al agua, y es aquí donde el marco legal entregado por la Constitución vigente desde 1981 y el Código de Aguas, al res-guardar el dominio privado del derecho de aprovechamiento del recurso hídrico ha propiciado la formación de mercados de agua cuyo efecto colateral ha sido la concentración del agua en pocos propietarios a la vez que amplios segmentos de la población han quedado fuera del mercado, lo que significa quedar sin agua y con reducidas opciones de desarrollo. Situación que proyectándose a futuro obstaculi-zaría cualquier estrategia de adaptación de pequeños y, en cierta medida, también medianos productores, ante la disminución de las aguas y el aumento de la tem-

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peratura. Es muy difícil hablar de adaptación en un contexto de gran desigualdad, a menos -claro- que se asuma como adaptativa la desaparición de los pequeños productores del secano y la pérdida de la pequeña agricultura de huertos bajo riego, dejando ese espacio para el desarrollo agroindustrial, lo que, sin duda, es cuestionable tanto desde el punto de vista económico como político y cultural. El desafío ante los cambios que depara el futuro es buscar estrategias desde la perspectiva integral de la cuenca, atendiendo a las necesidades y particularidades de los diferentes grupos de productores. En lo concreto, la acumulación de aguas de riego altera el proceso de fil-tración y escurrimiento, el revestimiento de canales resguarda el agua, pero altera el medio natural, los pozos secan las napas, el uso de insecticidas y hormonas de crecimiento mejora la producción según estándares del mercado global, pero con-tamina el territorio con todos los riesgos que ello implica para la biodiversidad y el bienestar humano, el pastoreo extensivo erosiona los suelos y los hace más procli-ves al desprendiendo aluvional, las migraciones resuelven problemas coyunturales a nivel familiar, pero ponen en riesgo la continuidad de las comunidades. Mientras unos desarrollan tecnologías para obtener más agua, otros la van perdiendo. La cuenca es un sistema, todas las decisiones sobre su gestión deben considerarla así, la adaptación ante los cambios climáticos futuros requiere decisiones discuti-das, negociadas, compartidas, etc. Por todo lo anterior, de las entrevistas surge la propuesta de abrir la discusión sobre la institucionalidad del agua revisando, par-ticipativamente, el Código de Aguas vigente, actualizando información, analizando los aciertos y desaciertos asociados a su implementación, insertando las temáticas emergentes como el mismo cambio climático. Esta es una propuesta/demanda recientemente visibilizada por la opinión pública que se está posicionando desde las organizaciones sociales.

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Capítulo 8. Exposiciones futuras,

estresores y adaptaciones en la Cuenca de Mendoza..

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Exposiciones futuras, estresores y adaptaciones en la cuenca de Mendoza

Elma Montaña

Vulnerabilidades futuras En vista de los escenarios de cambio climático esperado y las sensibili-dades y capacidades adaptativas mostradas en la cuenca del río Mendoza, ¿cuáles serían las vulnerabilidades que pueden esperarse para el futuro? Para prefigurarlas, se revisarán las situaciones de acuerdo a los sistemas productivos involucrados, la estructura de cada cadena productiva, la inserción de los productores, sus tipolo-gías y la localización en la cuenca. La naturaleza de los sistemas productivos Un primer análisis debe diferenciar entre los sistemas agrícolas (vitivini-cultura y horticultura), que dependen absolutamente de la irrigación, de la cría de

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ganado caprino en las zonas no irrigadas. Una disminución de las precipitaciones no afectaría a las primeras, pero reduciría sustancialmente la masa de vegetación natural de la zonas no irrigadas, disminuyendo la capacidad de carga de los campos (ya de por sí afectada por procesos de desertificación) y repercutiendo duramente en la cría de caprinos. En períodos de sequía, esta actividad se ve forzada al límite de su subsistencia, comprometiendo incluso la seguridad alimentaria de esos ho-gares. La subsistencia de estas familias es tan precaria que requiere que la actividad caprina sea complementada con otros ingresos que provienen de ocupaciones temporales en el oasis agrícola o en medios urbanos y con una significativa cuota de subsidios estatales que les llegan por diversas vías. Usualmente se considera que la diversificación de ingresos suele hacer a los hogares menos vulnerables a los impactos negativos de los factores del clima en el agua y los pone en mejores condiciones para adoptar un más amplio espectro de estrategias adaptativas. Pero si bien es cierto que los hogares del desierto son más diversificados que los de los productores de oasis dedicados exclusivamente a la agricultura, llegado el mo-mento de buscar alternativas productivas, los habitantes del oasis tienen una gama de posibilidades más amplia. Más allá de las consideraciones analíticas, la extrema pobreza de los puesteros no les deja márgenes de maniobra y los hace altamente vulnerables. Sin acceso al agua del sistema de riego, la disminución de las precipita-ciones los afectaría gravemente. Es así como la disminución de los caudales del río Mendoza haría sentir sus efectos más claramente sobre los productores agrícolas que dependen exclusiva-mente de la red de irrigación, aunque con algunos matices. En el contexto de un sistema de derechos que asigna agua proporcionalmente a la superficie de la par-cela (independientemente de que la tierra sea cultivada o no, o del tipo de cultivo), los productores vitícolas serían menos afectados que los hortícolas, por la menor exigencia de riego de los viñedos y su mayor resistencia al estrés hídrico. A favor de las capacidades adaptativas de la horticultura debe decirse que sus ciclos anuales harían más factible la opción de trasladarse a mejores ubicaciones en términos de riesgos de clima y agua. Las mayores eficiencias en la aplicación intrafinca, la dispo-nibilidad de algún reservorio en la explotación y el acceso al agua subterránea así como la disponibilidad de malla antigranizo constituirían factores protectores para cualquiera de estos agricultores de oasis. Los análisis efectuados sobre indicadores de tamaño de la propiedad, tenencia de la tierra, disponibilidad de agua y dotación tecnológica (CNA, 2002) hacen presumir que la agricultura en la parte alta de la cuenca de aprovechamiento presenta unas condiciones menores de sensibilidad ante los riesgos externos y, consecuentemente, estaría menos expuesta a los avata-res que el cambio ambiental global pudiera depararle. Esto estaría vinculado con la presencia de una vitivinicultura innovadora, capitalizada e integrada a los mercados

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mundiales en la parte alta (Luján de Cuyo y Maipú) y a la persistencia del modelo vitivinícola tradicional en las partes bajas (Las Heras y Lavalle) encontrándose la horticultura -con sus características particulares- en localizaciones de Guaymallén cercanas al gran mercado consumidor localizado en el Área Metropolitana de Mendoza, con situación intermedia en este gradiente aguas arriba - aguas abajo. A lo dicho cabe sumar el incremento de la evapotranspiración potencial de los cultivos a consecuencia del aumento de las temperaturas medias. Esto im-plicaría mayores consumos de agua para regar las mismas superficies implantadas, potenciando situaciones de escasez. Serían más frecuentes las situaciones de estrés hídrico entre riegos, afectando diferentemente a los agricultores no sólo en fun-ción de los factores mencionados arriba sino también de acuerdo a las especies y/o variedades cultivadas, más o menos resistentes. Los efectos serían más pronun-ciados en la parte baja de la cuenca de aprovechamiento. La dinámica de la regulación del río facilitaría la adaptación de los produc-tores agrícolas del oasis a la alteración del hidrograma, por lo que es considerada una buena medida adaptativa frente a los desfases esperados en el hidrograma. Sin embargo, esta regulación conspira contra la llegada de caudales a la parte distal de la cuenca. Dado que la operación de la presa no está previendo caudales ecológi-cos, un más intenso y más intencionado aprovechamiento aguas arriba (en función de los intereses de grupos de mayor poder del oasis) reduce sensiblemente las posibilidades de que “se escape” agua a la cola de la cuenca, donde habitan las comunidades del desierto dedicadas a la actividad caprina. En esta posición subor-dinada radica buena parte de la sensibilidad de las comunidades del desierto. Ya al interior de la actividad agrícola, la naturaleza de la viticultura y la hor-ticultura imprimen efectos diferenciales respecto de la exposición y capacidades adaptativas de una y otra. En un escenario de temperaturas medias en ascenso y de escasez de agua, especialmente en las colas del sistema de riego, podrían ima-ginarse cultivos que migrasen desde zonas bajas y calurosas hacia zonas más altas en las estribaciones de la cordillera de los Andes. En este sentido, un cultivo per-manente como la viticultura mostraría más rigideces frente a un sector hortícola que, por tratarse de un cultivo anual, podría trasladarse más fácilmente en busca de espacios más frescos, menos propensos a las plagas y con mayor disponibilidad o acceso al agua, superficial o subterránea. Sobre la base de estos argumentos, la horticultura podría constituir un cultivo menos sensible frente a los cambios en las condiciones del clima y el agua. Sin embargo, dada la situación en la que actualmen-te se desarrolla la horticultura en la cuenca del río Mendoza, la situación no parece ser tan simple. Para estar en condiciones de adoptar una estrategia de relocalización no basta con que el cultivo sea anual. Si se considerada la propiedad de la tierra como

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un factor predisponente a la inversión y -a partir de allí- un indicio de mayores capacidades adaptativas, se debe considerar, asimismo, que ser propietario de la tierra que se cultiva desalienta la migración de la actividad, al menos en las tipolo-gías de actores medianos y pequeños y de gestión familiar. Debería desarrollarse una tradición de trabajo con un régimen de tenencia diferente, ya que no se trata simplemente de vender una explotación y comprar otra equivalente en un lugar más adecuado. Y es aquí donde aparece un segundo factor de fricción: Las tierras más altas son las más caras de la cuenca de aprovechamiento, y la horticultura no puede igualar el valor agregado que alcanza la viticultura, que es la actividad que fija la renta potencial de la tierra en esas zonas. En tercer lugar, trasladarse a piedemontes con mayores pendientes exigiría una tecnificación del cultivo -en particular del sistema de riego- que demanda inversiones desproporcionadas para la modalidad en la que se desarrolla actualmente buena parte de la horticultura en la cuenca. En un escenario de migración de cultivos, más que desplazarse entre zonas al interior de la cuenca, los cultivos hortícolas susceptibles a la relocalización probablemente encontrarían localizaciones más convenientes en áreas tradiciona-les (no piedemontes) de otros oasis al sur del Oasis Norte: El Oasis Centro o Sur. La cuestión de la modalidad en la que se desarrolla la horticultura en la cuenca nos lleva a otros dos factores a considerar : La estructura de la cadena productiva y la manera en las que sus agentes se insertan en ella, por un lado, y la misma tipología de los productores, por el otro. Estructura de la cadena productiva e inserción de los productores La estructura social y organización de los productores incide, asimismo, en su vulnerabilidad. La horticultura de la cuenca del río Mendoza, por ejemplo, cons-tituye un sector agrícola fuertemente atomizado en una variedad de productores heterogéneos. Los canales de distribución son, asimismo, diversificados en el marco de un sector no muy regulado, en el cual la economía informal muestra una parti-cipación importante. Existe una gran cantidad de productores de pequeña escala, informales en el manejo de las transacciones comerciales y en la contratación de la mano de obra (trabajo familiar, trabajadores temporarios, inmigrantes ilegales), escasamente tecnificados y sin tradición de planificación para el mediano y largo plazo. Los complicados e inestables procesos de toma de decisiones que deben afrontar los productores hortícolas no incentivan inversiones para reducir la expo-sición a los factores del clima y del agua. Esta estructura presentará complicaciones a la hora de implementar medidas institucionales para ayudar a los productores más desfavorecidos a hacer frente a los escenarios de cambio ambiental global.

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En contraste, la vitivinicultura muestra una estructura clara y articulada horizontal y verticalmente en el marco de una regulación fuertemente institucio-nalizada. En este caso, las estrategias adaptativas podrían ser impulsadas no sólo desde el Estado sino desde las mismas organizaciones de productores. Pero, si bien el sector se muestra fuertemente organizado, es notable la polarización entre productores grandes e integrados a los mercados vinícolas internacionales y los pequeños y medianos que se integran a la cadena desde posiciones subordinadas, muchas veces en situaciones que los obligan a absorber las pérdidas por sequía y/o por accidentes climáticos. Resta analizar en qué medida las instituciones del Estado (y las ayudas que éstas podrían brindar a la adaptación al cambio ambiental global) son factibles de ser cooptadas por los agentes más poderosos. En suma; parece que buena parte de la sensibilidad de este sector frente a los cambios en los factores del clima y el agua estaría vinculada a una estructura social, a una estructura agraria y a estrategias productivas propias de un sector que en general no se encuentra muy integrado a las dinámicas recientes de los sistemas agroalimentarios. La hipótesis de la reconversión del sector hortícola hacia formas más modernas que permitan manejar más intencionadamente los factores del clima y del agua aparece más viable para el sector exportador, mientras que los pe-queños productores que no puedan montarse a esta reconversión arriesgarían su supervivencia en el sistema. No obstante, las mismas características heterogé-neas e informales de esta horticultura doméstica podrían funcionar como relativas ventajas frente a la necesidad de buscar nuevas modalidades para el desarrollo de la actividad. Por ejemplo, que los hogares de productores y trabajadores hor-tícolas informales tuviesen más diversificados sus ingresos (complementando con otras tareas agropecuarias no tan directamente ligadas a la tierra y al agua, con actividades urbanas o incluso con diversos tipos de subsidios estatales) podría conformarse como un factor protector; la flexibilidad en el manejo de la mano de obra abriría, asimismo, una cantidad de nuevas alternativas; la participación de trabajadores extrarregionales (del norte argentino o boliviano) supondría menor arraigo a las localizaciones actuales y una mayor predisposición a la relocalización de la actividad. Ahora bien, aún si todos estos factores valieran para que la actividad pudiera ser menos sensible ante condiciones climáticas e hídricas más restrictivas, queda pendiente la cuestión sobre los costos sociales, familiares y personales de esta reconversión. Tipología de los productores Los análisis realizados han mostrado que la tipología de los productores

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(“grande/pequeño”, “capital intensivo/tradicional”, “de mercado interno/de ex-portación” o cualquier otra categorización que exprese sus cuotas de poder) se encuentra directamente relacionada con su vulnerabilidad, tanto para los produc-tores caprinos como para los agrícolas. La disponibilidad de recursos económicos y organizacionales les permite a los grandes productores, por ejemplo, suplir los déficits de agua superficial mediante el bombeo de agua subterránea. En el con-texto de un marco regulatorio para la explotación de los acuíferos relativamen-te laxo, estos productores pueden incluso independizarse de los “democráticos”, pero tediosos mecanismos del sistema de administración del agua superficial y encender las bombas en el momento en el que sus demandas de riego lo hagan oportuno. Los volúmenes extraídos se ven limitados básicamente por los costos de la energía (subsidiada) utilizada. De manera análoga, están en mejores condicio-nes para adoptar otras medidas que reduzcan la vulnerabilidad como la utilización de sistemas de riego tecnificados que les permitan hacer un uso más eficiente del agua e instalar mallas antigranizo; a diferencia de los productores más desfavoreci-dos, pueden incluso mudar sus explotaciones a zonas más benignas, estrategia que está siendo observada no sólo en el caso de los horticultores que trabajan sobre tierras arrendadas sino también por parte de las grandes bodegas que están com-prando tierras, implantando viñedos y construyendo bodegas en tierras más altas de los piedemontes. Localización en la cuenca Finalmente, la posición en la cuenca ha resultado también un factor de vul-nerabilidad, actuando de por sí, pero también en asociación con los factores men-cionados anteriormente. Los productores más exitosos, especialmente los integra-dos a los mercados de exportación, tienden a preferir localizaciones cada vez más altas para beneficiarse de temperaturas más bajas, de mejores derechos de riego (cuyas dotaciones tienen menores posibilidades de verse reducidas en caso de sequía), mejor calidad de agua y menos contaminación en general, en algunos casos empujando la frontera agrícola hacia arriba sobre los piedemontes por medio de la utilización de agua subterránea y sistemas de riego presurizados (Montaña, 2006b y Montaña et al., 2005). En el otro extremo, aquellos productores cuyos beneficios no alcanzan a justificar esas localizaciones deben resignarse a las no tan atractivas posiciones en las zonas tradicionales del oasis, con menos recursos para reducir sus niveles de exposición y para adoptar estrategias adaptativas. A su tiempo, se espera que las diferentes performances de estos sectores frente a los factores del clima y del agua vendrían a reforzar el patrón de segregación socio-productivo preexistente y a acelerar la espiral de uso no sustentable del agua, del suelo y del

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suelo irrigado a favor de las partes altas de la cuenca de aprovechamiento y en detrimento de las colas del sistema. Estrategias de adaptación a futuro Respecto de las alternativas de adaptación, los resultados mostraron las limitaciones de políticas que impulsen medidas adaptativas que se focalicen casi exclusivamente en mejorar la situación frente a los impactos específicos del clima y del agua. Instalar mallas antigranizo, construir infraestructuras, invertir en tecnolo-gías modernas de riego resultarían medidas, sin duda, útiles para mejorar las condi-ciones de pobreza, pero combatirían solamente la porción “natural” de situaciones que se despliegan en el encuentro de estos factores con otros de índole social. Más conducentes aparecieron las intervenciones que permiten gestionar los riesgos vinculados al cambio ambiental global, introduciendo información sobre el clima en las decisiones intentando reducir los efectos negativos sobre la producción y los medios de vida: Creando sistemas de monitoreo y de alerta temprana sobre factores de clima y agua o mejorando los sistemas existentes para que cumplan con estas funciones, sistematizando esta información y contribuyendo a que los productores agropecuarios la incorporen en sus decisiones sobre elección de cul-tivos y prácticas agrícolas, implementar mecanismos de seguros frente a eventos extremos, etc. Pero en cuencas en las que los poderes son muy asimétricos y en don-de muchos pequeños productores deben complementar sus ingresos trabajando como asalariados para productores capitalizados, estas dos modalidades presen-tan el riesgo de que sus efectos positivos sean apropiados principalmente por los grandes productores y que el mercado de trabajo rural y el sistema de regulación social en general operen como una barrera para que esos beneficios puedan llegar hasta los más pobres. Una manera más adecuada de encarar la situación sería trabajar para construir capacidades de respuesta a los diversos estresores (naturales y sociales), comenzando por los productores más vulnerables y trabajando en la construc-ción o el fortalecimiento de sistemas (socio-naturales) para resolver problemas o sobrellevar situaciones negativas; por ejemplo, facilitando el acceso a información en formato adecuado y a asistencia técnica para aplicarla; desarrollando sistemas de planificación que permitan cambiar las prácticas agrícolas (que deben ser am-pliamente participativos si es que se quiere -efectivamente- superar la pobreza); creando o fortaleciendo sistemas comunitarios para afrontar colectivamente si-tuaciones extremas de clima y de agua, pero también de mercado; fortaleciendo los vínculos gobierno-sistema científico-agentes productivos; mejorando o com-

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pletando el marco regulatorio; etc. En todos estos casos se corre el riesgo de que las acciones adaptativas de unos contribuyan a incrementar la vulnerabilidad de otros, por lo que toda estrategia adaptativa debería estar atenta a su incidencia en términos de equidad. Sin lugar a dudas, los esfuerzos de adaptación más provechosos resultarían los enfocados a reducir la vulnerabilidad en general de las personas, las familias o las comunidades, reduciendo las sensibilidades vinculadas tanto a las exposiciones naturales como a las sociales, desarrollando capacidades y proveyendo los recur-sos necesarios para fortalecer el conjunto de rasgos que otorgan resiliencia. Se trata de acciones que apuntan a objetivos de desarrollo, pero no aquellos prescri-tos por el modelo oficial sino considerado el desarrollo desde una mirada crítica que abarque “el derecho a no desarrollarse” y los objetivos del “buen vivir” en todas sus dimensiones, incluyendo la independencia económica, la equidad social, la seguridad personal, la salud y educación, el acceso a iguales oportunidades y la libertad personal. Finalmente, existe un repertorio de estrategias y acciones que, ajenas a los “nuevos” problemas de adaptación al cambio ambiental global, se constituyen en iniciativas que se han venido sosteniendo independientemente, pensadas u ope-radas en el campo de la conservación de los ecosistemas y en el de la superación de la pobreza. Pero, por un lado, se trata de líneas de trabajo que han demostrado ya sus limitaciones para lograr los objetivos perseguidos, ya que muchas veces no alcanzan sus metas, lo hacen de manera parcial o a costa de efectos secundarios no deseados, en su propia lógica o con relación al campo (ambiental o social) que les es ajeno. Frente a los problemas complejos de estas sociedades hídricas y la manera de encararlos, surge también el dilema de los abordajes “de abajo hacia arriba” por contraposición a los “de arriba hacia abajo”. En una cuenca en la que un mismo ciclo hidrológico constituye un factor determinante en casi todos los procesos naturales y sociales, las interrelaciones entre las acciones de algunos grupos y los efectos que reciben otros son fuertes. Se identificaron varios conflictos upstream-downstream y algunas situaciones en las que las acciones adaptativas de ciertos actores han contribuido a la vulnerabilidad de otros, frente a los cuales una mirada de conjunto permitiría procesos adaptativos balanceados e integrales. Pero tam-bién se ha hecho patente que difícilmente se pueda superar la pobreza sin tener muy presentes los objetivos que se plantean las comunidades para sí mismas en tomas de decisiones compartidas. Si el cambio climático afectará más por la vía de una mayor variabilidad del clima y la incidencia de los eventos extremos que por el cambio paulatino en las tendencias climáticas e hidrológicas, y asumiendo la incer-tidumbre como una característica permanente del sistema biofísico, la flexibilidad

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y la capacidad de innovar constituyen valores inapreciables. En una escala más amplia, regional o nacional, el análisis mostró que la orien-tación general de las políticas económicas y de las políticas en general y el para-digma a partir del cual se gobierna constituyen factores fundamentales a la hora de predecir la evolución de la vulnerabilidad de las comunidades rurales al cambio ambiental global. En esta moderna sociedad hídrica, el progreso se ha basado histó-ricamente en una espiral de consumo y manipulación intencionada de los recursos hídricos que debieran implicar responsabilidades sociales. Sin embargo, generan externalidades negativas que no suelen ser asumidas por los agentes sociales ni re-cogidas en los modos de regulación actuales sino, por el contrario, legitimadas por la identidad local “oficial”. En este contexto, las frecuentes situaciones de insusten-tabilidad tienden a ser interpretadas en términos de una incorrecta, pero también insuficiente o incompleta manipulación de la naturaleza. Se debe prestar atención al hecho de que las estrategias de adaptación al cambio ambiental global corren el riesgo de constituirse en nuevas justificaciones que refuercen los tradicionales patrones de consumo y manipulación de los recursos naturales.

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Capítulo 9. Conclusiones: Comprendiendo

la vulnerabilidad al cambio climático en las cuencas del Elqui y

Mendoza.

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Conclusiones: Comprendiendo la vulnerabilidad al cambio climático en las cuencas del Elqui y Mendoza.

Sonia Salas, Elizabeth Jiménez, Elma Montaña,

Rosa Garay-Flühmann, David Gauthier y Harry Polo Díaz.

El análisis presentado en los capítulos anteriores da cuenta de la compleja interacción entre factores ambientales y sociales que determinan la vulnerabilidad ante el cambio climático de los productores agrícolas y ganaderos de la cuenca del río Elqui en Chile y la del río Mendoza en Argentina. En ambos casos, la vulnerabi-lidad al clima depende, en gran medida, de la existencia de otras vulnerabilidades de tipo económico, social e institucional; es decir frente a las mismas exposiciones climáticas, los productores despliegan diferentes estrategias adaptativas según sus posición en la cuenca, su capacidad para gestionar el agua, su poder de negociación en los mercados y el acceso a la información y apoyo institucional. Cabe destacar que ambas cuencas poseen características semiáridas con terrenos diferenciados según su acceso al agua; así, encontramos áreas bajo riego y otras no irrigadas, en las primeras encontramos polos de desarrollo agrícola; vitivinícolas en Mendoza y pisqueras/frutales en Elqui, mientras en las segundas

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una marginalizada agricultura y ganadería de subsistencia. Las sequías por tanto, emergen como la principal exposición climática que deben enfrentar los diversos productores, de ahí que la vulnerabilidad de sus sistemas productivos se asocia al acceso, regulación y distribución de los recursos hídricos. En este sentido, los datos señalan que tanto la cuenca del Elqui como la de Mendoza son cuencas reguladas bajo sistemas de embalses acumuladores y ca-nales de distribución de agua, este proceso de adaptación reduce la vulnerabilidad de los productores del área irrigada al asegurar el abastecimiento con relativa inde-pendencia de las lluvias, aunque variando según el tamaño y poder adquisitivo de la unidad productiva. Dicha situación contrasta con el área de secano que queda fuera de las redes de distribución y depende directamente de las precipitaciones; en estos casos la vulnerabilidad aumenta, pues continuas crisis productivas se ar-ticulan con situaciones de marginación social, generando círculos de reproducción de la pobreza y desigualdad. Sin embargo, el problema del acceso al agua no se explica sólo en función de la ubicación en la cuenca, pues en ambas cuencas (Elqui y Mendoza), operan mecanismos de gestión del agua que norman el acceso y uso del recurso. Así, en Chile el agua ha sido privatizada y gestionada bajo la lógica de mercado, en tanto en Argentina el sector privado ha avanzado en el control de los recursos; desta-cándose que en este país, los usuarios con derechos se han empoderado pero con atributos mucho más limitados que en el caso chileno. Asimismo, otra diferencia importante surge de la relación entre tierra y agua, pues en Chile la propiedad de la tierra y el agua están separadas existiendo mercados de agua con independencia de la tierra; en Argentina en tanto, el agua es inherente a la tierra y proporcional a su superficie, además la dotación acordada a una parcela no puede ser vendida o cedida para el uso de otra parcela diferente, limitando las posibilidades de que el agua funcione como un bien transable en el mercado. En el caso chileno, la existencia de mercados autónomos de agua no ha significado, necesariamente, un uso más eficiente del recurso ya que se desarrollaron prácticas de especulación financiera cuya regulación se inicia tardíamente el año 2005 con las modificaciones introducidas al Código de Aguas. Por otro lado, en el caso argentino, la unidad tierra-agua ha impedido una distribución más racional acorde a las necesidades de riego de los distintos tipos de producción. Asimismo, las prácticas de agricultura intensiva desarrolladas por los sectores empresariales asociados a las redes transnacionales del capital, han presionado las fuentes de agua superficial y subterránea. El tema es complejo, pues estos grupos de grandes productores -tanto en Mendoza como en Elqui- han optimizado el uso del agua implementando tecnologías como el riego por goteo, logrando mayor efi-ciencia y rentabilidad, sin considerar la cuenca como una unidad hidrológica; como

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efecto, mientras más agua se extrae en el área de trabajo de estas empresas, más escaso se torna el recurso hídrico en otros lugares de la cuenca. Otro tema relevante a considerar se vincula con las relaciones entre los diversos productores de la cuenca y el mercado global, pues ahí se constituyen otras formas de vulnerabilidad. Tal como se señala en los análisis presentados, los productores locales dependen, de distintas maneras, de las fluctuaciones de la oferta y demanda internacional. Así, los grandes productores operan según las dinámicas de oferta y demanda de los mercados internacionales; por ende, no les basta tener agua suficiente para una producción de calidad, si ésta no es demanda-da internacionalmente. El riesgo financiero constante, entonces, se transforma en su principal vulnerabilidad. En este contexto, se debe señalar que los núcleos agroindustriales han forma-do mercados laborales por los cuales circulan estacionalmente medianos y sobre todo pequeños productores, quienes al proletarizarse diversifican sus fuentes de ingresos; por este motivo la suerte de los complejos agroindustriales se conjuga con la del resto de productores de las cuencas; de esta manera la exposición a la inestabilidad de los mercados impacta también a medianos y pequeños produc-tores, quienes precariamente se han integrado en estos mercados de trabajo. Es aquí donde los factores económicos potencian la vulnerabilidad en tiempos de sequía y/o escasez hídrica y donde se reconoce la presencia de “dobles exposicio-nes” (Leichenko and O’Brien, 2008) en la medida en la que las vulnerabilidades al cambio ambiental global suman sus efectos a las vulnerabilidades a la pobreza ya provocadas por reestructuraciones económicas dinamizadas por los procesos de globalización y por la lógica de acumulación capitalista en general. Como se describió en los dos casos analizados, la sequía es la principal ex-posición climática, pero no la única, puesto que el granizo en Mendoza, las lluvias aluvionales en el Elqui y la helada en una y otra cuenca, afectan la producción intensificando los efectos negativos de la sequía. Animales y cultivos debilitados por la escasez de agua son menos resistentes al granizo y las heladas, mientras los terrenos erosionados se desprenden fácilmente con lluvias torrentosas. Ante estos fenómenos las respuestas tienden a ser reactivas. En este escenario, las instituciones públicas adquieren un rol central en tanto movilizan conocimientos, normativas y recursos de inversión orientados a la adaptación. Chile y Argentina poseen una institucionalidad relativamente es-table; en el caso chileno su principal característica es el centralismo que limita el diseño y ejecución de medidas adaptativas pertinentes a la diversidad territorial, mientras en Argentina la institucionalidad opera a dos niveles: federal y provincial. Un problema común lo constituye la falta de financiamiento para las instituciones asociadas al clima y la gestión de recursos hídricos, también se identifica la falta de

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coordinación entre las diferentes instancias, tanto a nivel nacional como provincial, y la carencia de políticas de largo plazo que efectivamente tiendan a reducir la vulnerabilidad ante los efectos sociales y ambientales del cambio climático. Las agendas públicas a su vez han tratado el tema del cambio climático de forma incipiente; por ejemplo, cabe señalar que en Mendoza existe una Agencia de Cambio Climático, especializada aunque con escasa capacidad de gestión, a la vez que en Chile se ha presentado una Estrategia para el Cambio Climático, la que no habría logrado aún concretarse. En la cuenca del río Elqui como en la del río Mendoza el operar de las instituciones muestra poca capacidad para prevenir los daños de eventos climáticos extremos, desarrollándose más bien estrategias de mitigación que actúan con efecto reactivo. Otra de las debilidades que plantean los análisis, son los problemas de participación y comunicación con los productores; especialmente con los grupos precarizados de pequeños productores del secano y las áreas bajo riego; en este sentido la falta de mecanismos claros de información genera desconfianza. Por todo lo anterior, se concluye que a pesar de existir un ordenamiento institucional, éste no garantiza un apoyo efectivo al desarrollo de capacidades adaptativas entre los diversos productores que habitan estas cuencas; aquí, las relaciones son jerarquizadas y por ende las condiciones para la gobernan-za, en un sentido ciudadano, se encuentran bastante limitadas. En este contexto, la institucionalidad opera como un actor estratégico en la promoción de medidas adaptativas, pero presentando una serie de deficiencias y limitaciones. Hacia el futuro, los estudios plantean un aumento en la intensidad de los fenómenos climáticos que actualmente impactan las cuencas de Mendoza y el El-qui, como las sequías, heladas, granizo y lluvias imprevistas y torrenciales. En efecto, se pronostica un aumento en las temperaturas medias y también de las tempera-turas máximas diarias; dependiendo de las simulaciones del clima, el calentamiento esperado será marcado (2-4°C) a muy marcado (3-5°C) para la zona de la cuenca del río Elqui y muy marcado (3-5º) para la cuenca del río Mendoza como se ha indicado en el capítulo 6 (correspondiente a los escenarios). Como consecuencia se estima la reducción de los glaciares cordilleranos con la consiguiente disminu-ción de los caudales y la alteración de sus ciclos a lo largo del año; junto a ello el calentamiento también provocaría el aumento de la evapotranspiración de los cultivos. Por otro lado, se estima la reducción de las precipitaciones entre un 10% y un 30% en los Andes centrales de Argentina y Chile, donde se ubican las cuencas de Mendoza y Elqui. Frente a estos escenarios, la pregunta que surge es si los productores de ambas cuencas serán capaces de adaptarse a los cambios. Los casos estudiados muestran productores con capacidades distintas para enfrentar la adaptación, las que están condicionadas por su poder para movilizar recursos económicos, so-

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ciales y culturales. Cuanto más poder económico tiene un productor, en mejores condiciones se encuentra para desplegar recursos adaptativos, especialmente tec-nológicos. Si esto es cierto para ambos casos, en el caso de la cuenca del Elqui y con el ambiente macroeconómico liberal de Chile, todos los factores de la produc-ción, incluso clima y agua, terminan jugando un papel en las ventajas o desventajas de cada productor en un juego marcado por las reglas de la competencia. En el caso de los pequeños productores del secano, éstos se muestran cla-ramente vulnerables ante el cambio climático, pues su subsistencia depende de las precipitaciones y sus antiguos saberes y prácticas posiblemente no son aplicables en un territorio en transformación, a menos que logren actualizarse al ritmo de los cambios. Esta última alternativa se torna también difícil cuando la baja rentabilidad del trabajo se ha traducido en constantes migraciones que están rompiendo las cadenas de transmisión generacional. Si los productores caprinos de la cuenca del río Mendoza y de la del Elqui se encuentran en esta misma situación de extrema pobreza, el rol de la competencia como sistema de regulación en el caso chileno pone a estos grupos al borde de la extinción, mientras que en el caso argentino el Estado se encuentra más dispuesto a proveer la satisfacción de algunas necesida-des, sin lograr por ello sacarlos de la pobreza. Sin recursos económicos que mo-vilizar y enfrentados a nuevas expectativas y patrones de consumo, la adaptación hacia el futuro se ve distante. Por su parte, en un escenario de cambio climático, el futuro de los grandes productores bajo riego depende de su capacidad para competir en los mercados globalizados. Es decir, si logran responder a la demanda manteniendo la calidad del producto y/o innovando con nuevos cultivos, podrán acceder a recursos econó-micos que les permitan la inversión tecnológica para optimizar el agua y controlar otros eventos extremos como las temidas heladas. Así, su vulnerabilidad futura po-dría ser reducida, aunque no completamente eliminada, pues tarde o temprano los cambios en el ciclo hídrico se expresarán en la disminución del régimen de aguas. En esta línea de argumentación, el desafío es pensar en una visión inte-gral de la cuenca para buscar modelos de gestión que den sustentabilidad a la explotación de sus recursos. En caso que la demanda internacional y en concreto la asignación de precios baje, la crisis económica que ello produciría incide en la vulnerabilidad al clima. Sin duda, por su capacidad de inversión y acceso al agua, los grandes productores son quienes poseen mayores posibilidades de adaptación, por lo menos a corto plazo; para ellos el desafío en un escenario de cambios es la gestión del riesgo financiero. El problema, siempre presente, es que su adaptación se construya sobre la vulnerabilidad de otros productores. Lo que ocurra con estos productores empresariales, afectará directamente a los otros productores -pequeños y medianos- que comparten el área bajo riego, quienes están encade-

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nados a sus mercados de exportación y trabajo. Si la manera de mitigar la actual situación de escasez y los futuros escenarios de agudización de la misma fuese la de ejercer un mayor control del agua solamente bajo criterios de eficiencia y com-petitividad, se estarían reforzando concepciones y criterios meramente ingenieriles y economicistas que amplían la brecha de inequidades en estos territorios. Finalmente, el análisis nos permite plantear que el rol de las instituciones debe ser fortalecido, mejorando las fuentes y el uso de la información científica de los cambios que se avecinan, así como el desarrollo de políticas públicas coordina-das y sobre todo equitativas. En tal sentido, es fundamental instalar una mirada inte-gral de los territorios, que trabaje sobre las desigualdades generadas por el acceso diferenciado al agua y que consiga canalizar información para la toma de decisiones sobre la producción, tanto a nivel colectivo como particular. Asimismo, es priori-taria la búsqueda de instancias para el desarrollo de la gobernanza territorial, que reconozca las singularidades de estas cuencas y sea capaz de generar medidas de adaptación que respondan a sus necesidades específicas, abriendo espacios a una gestión más participativa, equitativa y pertinente. Tarea aún pendiente en la cuenca del río Elqui y en la del río Mendoza. Referencias. Leichenko, R. y K. O’brien (2008), Double Exposure. Global Environmental Change in an Era of Globalization. NY: Oxford University Press

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