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Amalia del Río Méndez
16 de Junio 2013
Retórica medieval y publicidad en Milagros de nuestra señora
En occidente, a partir de la modernidad, la noción de el arte justificado por su existencia,
tan integrada en la conciencia actual, lo desarraiga totalmente de cualquier finalidad
didáctica o comercial. Por el contrario, toda muestra de creación artística medieval tiene
inscrita una fuerte dosis de propaganda: su base constitutiva es la transmisión del mensajes
bíblico para que el público inculto y analfabeto –una enorme mayoría- ya sea a través de
imágenes o narraciones. En el ámbito de la creación literaria, este fin didáctico se presenta a
través de la univocidad a la que se dispone cada texto: la interpretación es única y está
conformada para ser comprendida de tal manera por el lector u oyente. Muestra de
planteamientos de la retórica medieval, Milagros de nuestra señora de Gonzalo de Berceo,
escrita hacia la segunda mitad del siglo XIII, es un claro ejemplo de ello, configurándose
dentro del canon de la poética medieval. Sin embargo, siendo texto propagandístico del
mester de clerecía, notamos diferencias en la esquematización del mensaje persuasivo
respecto a otras muestras, como lo es la literatura del exemplum: el énfasis reiterado de la
devoción como boleto para el amparo mariano y la salvación recuerdan a la lógica mercantil
básica, o intercambio de bienes a través de una moneda de cambio estandarizada. Pretendo
probar que a través del empleo del paradigma de la retórica medieval, la estructura de la
propuesta persuasiva de Milagros de nuestra señora trasciende su condición de propaganda
y puede ser clasificada, desde la visión contemporánea, dentro de la publicidad.
Es necesario identificar la finalidad paradigmática de la retórica medieval desde un
comienzo. Cristianizando la tradición grecolatina, San Agustín de Hipona escribe De
doctrina christiana a finales del siglo IV, basándose en su conocimiento de Cicerón, para
fomentar la difusión del mensaje cristiano a través de la predicación, o ars praedicandi. Sin
embargo, a diferencia de la tradición romana, y concorde a su fin adoctrinador, la retórica
cristiana está orientada por su efecto en el espectador antes que en las capacidades del
orador:
“Otro elemento nuevo del cristianismo es su preocupación por el bienestar espiritual
del oyente, más que por el acierto del orador. La retórica antigua estaba centrada por
completo en el orador. El interés por el público se limitaba a analizar las maneras en
que el orador podía conseguir de sus oyentes lo que deseaba” (Murphy 288).
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Si bien existen otros autores medievales que traten sobre a retórica, como san Gregorio
Magno con Cura Pastoralis, la Iglesia Católica en su rol de institución elaboradora de la
cultura, no se preocupa por el desarrollo de una teoría de la retórica propia, probablemente
en consecuencia con el paradigma medieval, privilegiando contenido por sobre forma.
Así, De doctrina christiana de San Agustín se mantiene como canon a lo largo de la Edad
Media, no en tanto manual de recursos retóricos, sino como modelo de la orientación misma
de la retórica:
“Lo primero que prevengo en este prólogo a mis lectores, los que quizá piensen que he
de darles los preceptos retóricos que aprendí y enseñé en las escuelas del siglo, es que
no esperen de mí tal cosa, no porque no tengan alguna utilidad, sino porque si la tienen
deben aprenderse a parte” (Agustín IV, 1, 2).
Vemos que los recursos concretos tienen menos importancia que el enfoque del discurso
persuasivo. Por lo tanto, notaremos cómo es el oyente o receptor quien determinará la
composición de la obra. En su objetivo didáctico, la predicación como objeto lingüístico es
configurado desde la lógica agustiniana a partir del entendimiento de quien recibe el
mensaje; es éste quien adquiere protagonismo. “Luego el que habla con intento de enseñar
que no juzgue haber dicho lo que quiso mientras no sea entendido por aquel a quien quiso
enseñar” (Agustín IV, 12, 27).
Todo esto está inscrito en un contexto medieval donde el fin didáctico está sujeto a una
interpretación unívoca de los textos. El octavo capítulo, “Aunque la obscuridad de los
autores sagrados sea elocuente, no debe ser imitada por los autores cristianos”, trata sobre el
rol del predicador como interpretador en pos de entregar un mensaje inteligible para el
pueblo. Agustín enfatiza la cualidad clarificadora en el diseño mismo de su pieza de
predicación, en el ars praedicandi:
“los expositores de los autores sagrados no deben hablar de tal modo que se propongan
a sí mismo, como si ellos debieran ser explicados con igual autoridad a la de aquéllos;
antes bien en todos sus discursos han de procurar ante todo y sobre todo que se les
entienda, hablando en lo posible con yal claridad que o a de ser muy rudo el que no
entienda” (Agustín IV, 8, 22).
Esta claridad intrínseca de las prédicas denota cómo la interpretación correcta de la
narración ha de ser transmitida al oyente de manera simultánea a la predicación, debe estar
inscrita dentro de el texto mismo. Podemos identificar esta intención de manera explícita en
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Milagros de nuestra señora, donde la descripción del locus amoenus es seguida por la
exégesis unívoca:
Sennores e amigos, lo que dicho avemos,
Palabra es oscura, esponerla queremos:
Tolgamos la corteza, al meollo entremos,
Prendamos lo de dentro, lo de fuera dessemos (Berceo 16).
El último verso denota una delimitación clara de las correctas e incorrectas interpretaciones;
unas están dentro y otras fuera. Esta interpretación que se sitúa “dentro” no es una de entre
las cuales el lector podría debatirse; más bien, antecede a cualquier suposición y se impone
con una propia: “Los arbores que facen sombra dulz e donosa, / Son los santos miraclos que
faz la Gloriosa” (Berceo 25); las aves que cantan son Agustín y Gregorio, gesto que
confirma un estudio retórico.
La configuración del lenguaje a partir del receptor se halla también de manifiesto en un
ámbito que puede considerarse antitético respecto a la doctrina cristiana medieval: el ámbito
publicitario, que promueve el bienestar a través del consumo en vez de la templanza
espiritual. El publicista español Luis Bassat (1941) escribe en El libro rojo de la publicidad
(1993), considerado canónico en el mundo de la su esfera, lo siguiente: “Diciendo ‘mira que
guapo soy’ hablamos del producto. Prometiendo ‘qué feliz serás conmigo’ hablamos al
consumidor del beneficio que obtendrá con él, y eso es siempre preferible (Bassat 100). Al
igual que en la retórica, encontramos en la publicidad como modo de persuasión, la
prevalencia de la exaltación del consumidor por sobre la del producto; el producto será
deseado en tanto se manifieste conveniente para el consumidor, en cuya medida se
determina el lenguaje. Estas dos producciones culturales, tan disímiles en su contexto y
finalidad, pero tan similares en sus medios, tienen elementos que pueden hallarse de manera
explícita en Milagros de nuestra señora.
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Considerado desde la retórica agustiniana, como vimos, la obra de Berceo es ejemplar
como muestra perfecta de los cánones medievales al preocuparse por el bien espiritual de sus
receptores, y específicamente dentro del mester de clerecía. ¿Qué es, entonces, lo que nos
permite afirmar que respecto a sus pares se asemeja al esquema publicitario, propio del
entorno contemporáneo? ¿Cuál es su rasgo constitutivo dentro de un mester en cuya médula
encontramos el deber es adoctrinar? Al igual que El libro de los cuentos del Conde Lucanor
y de Patronio, de Don Juan Manuel, Berceo transmite un mensaje religioso a partir del goce
estético; “y aun los que tan bien no lo entendieron, no podrán evitar, al leer este libro, por las
sentencias lisonjeras y compuestas que en él hallarán, el tener que leer las cosas provechosas
que en ellas van mezcladas, y aunque ellos no lo deseen les aprovechará” (Don Juan Manuel
10). Sin embargo, identificamos en El conde Lucanor una serie de ejemplos moralizantes
que atañen a diversos ámbitos de la vida: un ejemplo resalta la importancia de los consejos,
otro, a no buscar conflictos innecesarios, con lo que desecha la codicia, etc. Por el contrario,
el esquema de Los milagros de nuestra señora es incuestionablemente reiterativo. Lejos de
abrir espacio para calificar la obra de poco imaginativa, esto nos demuestra que su fin
adoctrinador no se orienta en despertar un sentimiento cristiano simplemente, sino en
provocar la ejecución de una acción concreta, la devoción. Encontramos entonces una
estructura que resume los milagros: sujeto en crisis que se halla en necesidad, el amparo
mariano que conlleva salvación, y el acceso a él a través de la devoción.
¿No se asemeja esta esquematización al modelo mercantil? Las técnicas persuasivas
contemporáneas se proponen crear un vínculo entre producto y consumidor, imponiendo una
necesidad. “De ahí que nuestro arte, nuestra profesión, por especializada que sea, se reduce a
eso. Érase una vez un producto –o un servicio- y un consumidor. Ignoraban que llegarían a
quererse, porque necesitaban una Celestina que los presentara. Esa Celestina es la
publicidad” (Bassat 35). Analizado desde este punto de vista, podremos decir que el
producto publicitado es el amparo mariano; la moneda de cambio o más bien, el acto de
comprar, la devoción; el consumidor, el humilde que escucha. El rol de publicista lo
adquiere ya sea Berceo, al idear este recurso estético para presentar un producto al pueblo a
través del juglar. Esta estructura se manifiesta a lo largo de la obra.
Comenzaré analizando lo que se puede denominar “el producto”. Lo característico de la
obra remonta en su finalidad misma: evangelizar al pueblo. Para ello, tanto el lenguaje como
las figuras poseen una estética que las vuelven atractivas: “como existe no pequeña
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semejanza entre los que comen y los que aprenden, de ahí que para evitar la desgana de los
más no hay otro remedio que condimentar los alimentos sin los cuales no se puede vivir”
(Agustín IV, 11, 26). Este condimento se traduce en el énfasis estético, que se encuentra en
la obra de Berceo, acorde con tal planteamiento, en el uso de la narración fluida en lenguaje
llano en primera instancia. Asimismo, la importancia de esta estética sensorial se ubica en la
publicidad en la generación de un deseo; será determinada por la calidad del producto; “todo
resulta mucho más fácil si el cliente nos presenta un producto más deseable que el de la
competencia. Más deseable significa más ventajoso. Insisto en el adjetivo deseable porque es
la síntesis de calidad, presentación, imagen, oportunidad y precio” (Bassat 48). En la
introducción, la descripción que presenta el amparo mariano como un locus amoenus
equiparado con el paraíso para persuadir al auditor de su bondad, alude constantemente a
placeres sensoriales, con lo que estética –o “condimento”- se sustenta en la producción de
un deseo:
La verdura del prado, la olor de las flores,
Las sombras de los arbores de templados sabores
Refrescaron me todo, e perdí los sudores:
Podrie vevir el omne con aquellos olores. (Berceo 5)
El uso del recurso estético que se manifiesta aquí se condice tanto con la retórica
agustiniana, que adapta su uso del lenguaje con el fin de la inteligibilidad, como con la
lógica publicitaria, que enfatiza la evocación del deseo en el receptor. Así, a través de este
lenguaje llano y concreto se apela a un público de conocimientos limitados, al mismo tiempo
que se alude a los placeres sensuales que este público probablemente identifica más y mejor
que términos teológicos.
La publicidad, sin embargo, no se detiene en el producto. De ser éste defectuoso, se le
agregan valores posteriores a su compra. En un contexto de producción en el que la Iglesia
se ha separado del pueblo y la vida diaria en tanto terrenal adquiere más valor, el amparo
mariano (y por lo tanto, la cercanía a la institución eclesiástica) a través de la devoción
puede no parecer un producto lo suficientemente atractivo. Ante esta situación, Bassat nos
propone: “Al enfrentarse a productos iguales, la única solución es explicar las virtudes del
nuestro, de una manera más persuasiva, mucho más que la de los competidores, dotándolo
de personalidad a través de su publicidad, consiguiente que ésta sea un valor añadido
importante” (Bassat 50). Con esto en mente, consideremos el siguiente fragmento:
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Amigos a tal madre aguardarla devemos:
Si a ella sirvieremos nuestra pro buscaremos,
Onrraremos los cuerpos, las almas salvaremos,
Por pocco de servicio grand garardon prendremos (Berceo 74)
No solo se establece una lógica de intercambio, sino que ella está asociada a la concepción
capitalista de eficiencia: el producto acá se vuelve ventajoso al otorgar grandes beneficios
por un ínfimo esfuerzo. Más aún, el bien que se paga, es decir, el amparo mariano, trae
consigo una serie de valores agregados al producto, recurso retórico característico de la
publicidad: como vemos en el aviso de Mercedes Benz, el auto no dice traer consigo solo
transporte, sino comodidad, elegancia y un cierto status (ver anexo 1).
Lo concreto es esencial en la transmisión de manera ejemplar lo trascendental en
Milagros de nuestra señora. Encontramos la unión de estos dos polos en la postura
agustiniana, que plantea la elocuencia como resultado de la transmisión de un mensaje
sagrado, no como mero ornamento. “Enseña bellamente, con ejemplos de la Escritura, que a
la sabiduría acompaña, como compañera inseparable, su hermana la elocuencia” (Agustín
IV, 7). De manera similar, el tercer principio de la publicidad de Bassat dice: “Saber dar con
ideas claras que hablen y convenzan por sí solas es el mayor signo de inteligencia y
adaptación al medio que podemos dar los creativos” (Bassat 131). Es decir, efectividad y
buen uso del lenguaje aparecen indisolublemente vinculados en ambos casos para transmitir
el mensaje. En Milagros de nuestra señora, encontramos que la idea de soporte espiritual
ante la adversidad se manifiesta de manera literal; a través de un lenguaje y mensaje llano,
se transmite una idea compleja. Tomo como ejemplo al sexto milagro: El ladrón devoto
muestra un pecado menor; la Virgen salva al ladrón de la horca al pararse bajo sus pies y
sostener su cuerpo:
Metioli so los pides do estava colgado,
Las sus manos preciosas: tóvolo alleviado,
Non se sintió de cosa ninguna embargado
Non sovo plus vicioso nunquea, ni más pagado (Berceo 150).
La imagen clara y concreta se transmite a través de un lenguaje llano que transmite
identificación por parte del oyente: el alivio del personaje es físico y conlleva un alivio
psicológico. Más aún, las manos de la Virgen son descritas como preciosas, apreciación
sentimental propia del lenguaje coloquial. Esto se condice con la retórica agustiniana en
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tanto se adapta para dirigirse a un público indocto, y lo hace acorde a los principios
publicitarios que plantean la transmisión de una idea a través de una forma simple.
Hasta este punto del análisis, la retórica agustiniana puede ser resumida en la
preocupación por la focalización hacia los espectadores, y en tanto retórica se manifiesta en
la forma o el uso del lenguaje llano. Con esto en consideración, pero de manera implícita,
seguiré mi análisis enfatizando las cualidades en las que las figuras y la estructura
publicitaria predominan. La preocupación por el consumidor o receptor en la obra de Berceo
se encuentra en el afán de identificación con los protagonistas de los milagros. El
posicionamiento del protagonista recuerda a uno de los caminos creativos propuestos por
Bassat, llamado trozos de vida: “consiste en desarrollar historias alrededor del producto, que
aparenten ser extraídas de la vida cotidiana. La idea es lograr que el espectador se
identifique con la situación mostrada en el anuncio” (Bassat 153). La búsqueda de la
identificación por parte del receptor aparece de manera clara en los milagros, al presentar no
solo personajes de carácter antiheroico en tanto pecadores no idealizados en situaciones
cotidianas, sino que se retrata a un espectro enorme de la sociedad. En el decimosexto
milagro, El niño judío, encontramos el siguiente pasaje:
Qui servicio li faze, es de buena ventura,
Quil fizo deservicio, nació en ora dura:
Los unos ganan gracia, e los otros rencura,
A bonos e a malos so fecho los mestura (Berceo 375)
Tras jugar con sus amigos, el niño judío comulga influenciado por sus amigos cristianos en
el domingo de pascua, celebración transversal a los cristianos. Que este pasaje aparezca en
este milagro es significativo: se enfatiza que es la acción es proporcional a la salvación de
los personajes, no su proveniencia, en una situación perfectamente conocida por el oyente.
Contra ciertas tendencias anti-semitas de la época, la obra de Berceo acoge a todos estos
personajes cuya trato similar proviene de su devoción; ésta, por lo tanto, adquiere un
carácter democratizador similar a la muerte.
Consideremos la estructura global de la obra: consta de la introducción que funciona
como tesis, más veinticinco milagros, que funcionan como veinticinco argumentos. La
divulgación habría de hacerse mediante a juglares, por lo que los tiempos de la performance
alcanzarían para algunos milagros en cada caso. Esta estructura y finalidad se asemejan a la
noción de campaña publicitaria, es decir, la promoción de un producto con una misma
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estructura pero distinta anécdota. Dice Bassat, refiriéndose a una campaña de American
Express realizada por su propia compañía: “Su campaña de notoriedad se basaba en
testimoniales de personajes más famosos por su nombre que por su rostro. […] Esta idea,
que refuerza cómo personajes de primera línea reciben un trato de primera precisamente por
su tarjeta, se ha ido aplicando a cada país con aquellos testimonios más adecuados” (Bassat
131). Recuerda esto, en el caso chileno, a la campaña publicitaria del ministerio de salud
“Yo tomo”, para promocionar el consumo de la leche, en la que distintos personajes
conocidos eran retratados desnudos contra un fondo negro, sosteniendo un vaso de leche,
con el eslogan “Yo tomo” (ver anexo 2). Vemos en estos ejemplo cómo la noción de
campaña se presenta como la repetición de una estructura, que varía según sus distintos
receptores. En este sentido, la acumulación de relatos de Milagros de nuestra señora se
asemeja en su estructura global mucho más a una campaña publicitaria que promueve la
salvación a cambio de devoción, que la de las narraciones de El conde Lucanor. El fin
moralizante no aparece sino de manera globalizada: es el gran valor que se trata de
promover por medio de una estructura y distintas anécdotas.
Dentro de la estructura narrativa de cada milagro, podemos establecer una comparación
con el spot televisivo. Tomemos como ejemplo el decimonoveno milagro, Un parto
maravilloso. Se nos muestra esta anécdota: la locación es una capilla dedicada a San Miguel,
de acceso difícil producto de su ubicación junto al mar. Una mujer supuestamente soltera,
“flaquiella e prennada” (Berceo 437), no puede dejar la capilla a causa de su condición, a
medida que sube la marea. Quienes presencian esto invocan a Santa María, que hace que se
retire el mar y hace parir a la mujer rápidamente y sin daño. Se incorpora el diálogo directo,
en el cual la mujer dice:
«Fizo en mi grand gracia non una, ca doblada:
«Si por ella non fuesse, serie enfogada:
«Valióme en el parto, si non, serie dannada:
«Nunqua mugier non ovo madrina tan onrrada (Berceo 450).
Tras este testimonio, el pueblo completo procede a agradecer la acción milagrosa de la
Virgen mediante una alabanza. Respecto a la narración, Bassat identifica diez caminos
creativos para crear un spot, dentro de los cuales encontramos el problema-solución, “un
camino tan antiguo como la publicidad misma” (Bassat 137), la demostración, “la prueba
visual de que el producto funciona” (Bassat 139) y el testimonial, con lo que “la persona
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corriente consigue llegar a un segmento objetivo, [se] hace que el público se vea reflejado y
provoca una actitud racional en el espectador” (Bassat 150). Encontramos ecos entre este
episodio y el infomercial, o televisión de respuesta directa. Este recurso publicitario consiste
en un spot de mayor duración que el normal (30 segundos en promedio) donde se promueve
un producto incorporando un problema que el producto resuelve, la manera de usarlo, el
testimonio de quien lo ha usado. Tras esto, se muestra en pantalla un número de teléfono
para que, idealmente, el receptor llame y se transforme en consumidor. Esta dinámica
aparece dentro de este y otros milagros, en los que los creyentes normales acceden al amparo
mariano y agradecen con devoción.
Milagros de nuestra señora se pueden analizar desde un punto de vista estructural no solo
desde una comparación con un recurso tan simplista; ciertamente, la obra puede ser
comparada con otras muestras publicitarias más complejas. Desde el esquema comparativo
entre publicidad y milagros, encontramos un punto común en ambos, y que refiere a la
interpretación unívoca, otorgada tanto por el eslogan como por las últimas coplas de cada
milagro. El aviso de Coca-Cola (ver anexo 3) muestra una imagen difícilmente narrativa: las
distintas estaciones del año presentes en un árbol que se ve a través de distintos vidrios de
una ventana. Es el eslogan “Thirst knows no reason”, o “La sed no necesita razones” la que
orienta la interpretación de la imagen: una Coca-Cola puede ser disfrutada en cualquier
momento del año. Si bien la narración en cada milagro no presenta este grado de apertura, es
la última o las últimas coplas las que reafirman la importancia de la devoción a María, y el
rol de esto en la narración. Estas colpas pueden ser muy aclaradoras ante los milagros en que
el evidente esquema de crisis-intervención-salvación se vuelve más difícil de identificar,
como el decimoquinto milagro La boda y la virgen, donde la falla del hombre parece ser
menos protagónica que los humanos celos de la Virgen.
Dessó mugier fermosa, e mui grand posesión,
Lo que farien bien poccos de los que oi son:
Nunqua lo entendieron do cadió, o do non:
Qui por Dios tanto faze, aya su bendicion.
[…]
Bien debemos creer que la Madre Gloriosa
Porque fizo este omne esta tamanna cosa,
No lo oblidarie, como es piadosa,
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Bien alla lo farie posar do ella posa (Berceo 349, 350).
La intervención de María provoca el desapego de la vanidad del clérigo que se casa, y es por
ello que su salvación es posible; el clérigo se salva porque no pone a nadie antes que a la
Virgen, con la que tiene una relación cuasi-amorosa. Encontramos entonces una dialéctica
entre una narración abierta y su interpretación cerrada, tanto en este milagro como en la
publicidad de Coca-Cola. Es este elemento final o remate el que orienta el modo en el que el
producto quiere promocionarse hacia el receptor y potencial consumidor.
Si bien posiblemente los puntos de encuentro entre Milagros de nuestra señora y el
lenguaje publicitario no han sido agotados, se vuelve necesario detenerse en la función de tal
análisis. ¿Cuál es la intención detrás de la unión de estos dos elementos tan incompatibles
como lo son la literatura medieval y la publicidad del siglo XX? En primera instancia, cabe
preguntarse por la finalidad misma del texto en su propio contexto. Brian Dutton sugiere que
el propósito de esta obra literaria habría sido exclusivamente económicos, disfrazándose en
una forma atractiva para su mayor difusión. “Lo que se ha considerado como sus objetos, o
sea, la instrucción y el entretenimiento de su público, son de hecho los medios que emplea
para conseguir su objeto principal: la mayor nombradía de San Millán y la mayor
prosperidad de su monasterio” (Dutton 152). Este afán económico se condice con la
esquematización de la moraleja en Milagros de nuestra señora: el acto devoto, y por tanto,
la obligación de peregrinar, se ensalzan por sobre cualquier valor. La lectura de la obra en
este sentido le agrega un valor fuera de su rol como muestra del mester de clerecía, y la sitúa
como un texto ancestral estrictamente publicitario. Sin embargo, las verdaderas intenciones
de Berceo nunca serán precisadas y, además, desde la crítica contemporánea, adquieren poca
sino ninguna importancia. El rol publicitario exterior, es decir, la forma en que el texto se
relaciona con su contexto, es posible de identificar en bajo esta mirada. Sin embargo, la
estructura publicitaria se manifiesta intratextualmente, con lo que, incluso desechando la
postura de Dutton, el vínculo con este medio de comunicación es inminente.
Por lo demás, considerar la obra en este aspecto nos da nuevas ideas sobre su
posicionamiento como producción medieval y específicamente, del mester de clerecía.
Como se dijo en un principio, el afán propagandístico de éste, es decir, estimular la
propagación de una idea a través de la divulgación de textos, es trascendido. La moraleja
rebasa el ámbito espiritual y se orienta en un ámbito estrictamente conductual donde
devoción, amparo mariano y salvación están fuertemente delineados y se relacionan en una
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dinámica de intercambio basada en el modelo mercantil. Como recurso de marketing,
Berceo utiliza de manera consciente el enfoque adoctrinador de la retórica agustiniana, que
proviene de la tradición latina, con una estructura que desde hoy podemos identificar con la
modernidad; el auge del modelo capitalista y el desarrollo de la sociedad en torno a la
producción. Es desde esta relación dicotómica que propongo una nueva mirada de la obra
canónica de Berceo: es tan correspondiente a su época en su preocupación por los oyentes,
como adelantada a ella en la estructura que emplea para ello. Sin traicionar su configuración
como expresión medieval, Los milagros de nuestra señora dan un salto hacia lo que hoy se
considera uno de los elementos diferenciadores entre nuestro propio contexto y la Edad
Media.
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Bibliografía
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Martin. Madrid: Biblioteca de autores cristianos, 1969: 216 – 285.
Bassat, Luis. El libro rojo de la publicidad: (Ideas que mueven montañas). Barcelona:
Random House Mondadori, 2010.
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Chang Hyon Lee. Yo tomo. 2007. Promolac. Web. 10 de Junio 2013.
Dutton, Brian. “Móviles de Berceo”. Historia y crítica de la literatura española. Vol I. Edad
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Thirst knows no reason. 1953. Coca-Cola. Adbranch. Web. 10 de Junio 2013.
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