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8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967
1/112
Muestra
ÉPOC
ÁFRICA;
UN
CONTINENTE
QUE
LUCHA
POR SU
LIBE
RACIÓN.
FRANCIA:
LAS
ELECCIONES
DE
MARZO NUEVA
EX
PERIENCIA UNITARIA.
JAMOS
KADAR;
LA
UNIDAD COMU-
NISTA SE FORTALECE.
8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967
2/112
C O L A B O R A N
EN
ESTE
N U M E R O :
A LI
Y A T A
Primer Secretario del CC
del Partido Comunista Marroquí
L O X F I E L - H O L I
Director de la
revista
At - Talia
A L E X A X D R S O B O L E V
Doctor en Filosofía [UP.-
I D K I S S A D I A R R A
Secretario
político
de la Unión Sudanesa [US - KDA]
República de Malí
H A L E D
M O H I
EL-DIN
irio general
del
Consejo
Nacional
de Partidarios de la Paz
de la República Árabe Unida
31 .
D I O P
Secretario
general
del Partido
Africano de la
Independencia
?al]
J .
B .
M A B K S
Mie m b ro
del
Comité Ejecutivo
del Congreso Nacional Africano
[Sudáfrica]
O3IAR
3 I U S T A F A
M i embro del Buró Político
del Comité Central
del
Partido
Comunis ta de
Sudán
SIEFAN N K O M O
M i e m b r o de
la Dirección
de la Unión del Pueblo
Africano
de Z i m b ab we
F B A N C O I S
B ILXO UX
R O B E R T
G A R A Y
R A D O V A N B I C H T A
Doctor
en
Filosofía
A L B E R T O
FERBABI
M .
KABLUCK
B O R I S P E X K O V
T I G A N I BABIKEB
8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967
3/112
¡Proletarios de
todos
los
países, unios
Nuestra
Época
« e »
| 1967
REVISTA I N T E R N A C I O N A L
AÑO Vil — ENERO
S U M A R I O
Á F R I C A : L A R E V O L U C I Ó N
N A C I O N A L
Y S O C I A L
Problemas
generales de la revolución africana
ALI
YATA
— El neocolonialismo en África 4
LOTFI EL-HOLÍ — Etapa actual de la lucha antiimperialista en África
. . . .
13
SOBOLEV
A. —
Algunos problemas
del
progreso socialDIARRA I. — El partido de
míasas
y la construcción del socialismo 32
MOHI EL-DIN H. — Nuevo tipo de relaciones mutuas 37
El desarrollo de la
revolución
en los
países
del continente
DIOP
M. — La
estructura
y la
situación
de la
clase obrera
en
Senegal
40
MARKS
J. B, — La
lucha
por la
liberación
del Sur del
continente
47
MUSTAFA O. — El problema de la democracia en África 51
NKOMO S. — La crisis rhodesiana: sus causas y su carácter 56
Desde
la tribuna del seminario de El Cairo [El desarrollo de la discusión] . . . . 61
+
LA L U C H A P O L Í T I C A E N L O S
P A Í S E S
C A P I T A L I S T A S
BILLOUX F. — Hacia las elecciones legislativas en Francia 65
+ E N LOS
P A R T I D O S C O M U N I S TA S
Y
O B R E R O S
GARAY
R. —
Bajo
el
signo
del
internacionalismo proletario
75
+ C I E N C I A
Y
S O C I E D A D
RICHTA
R. — La
revolución científico-técnica
y el
marxismo
81
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4/112
L A
G U E R R A
EN
V I E T N A M
PRAZSKY
J. — Por la
unidad
de los
comunistas
del
mundo
en la
lucha contra
la agresión norteamericana 92
P A G I N A S
D E L A
H I S T O R I A
FERRARI A. — Las enseñanzas del
Frente
Popular y América Latina 95
E S C R I B E N N U E S T R O S L E C T O R E S
KAPLUCK M. — La democracia está en peligro [Carta de Alemania Occidental] 100
L I B R O S
Y
R E V I S T A S
PETKOV B. —
Tribuna
del
pensamiento marxista
en
Bulgaria
103
B A B I K E R T. — «El grano y la cizaña» 105
Crónica
del
movimiento
obrero
y
comunista internacional
8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967
5/112
ÁFRICA:
L a revolución nacional
y
socia l
Toda
la human idad progresista c onm emora
este
año el 50? aniversario de la Gran Revolución
Socialista
de Octubre, cuyo triunfo, que marca
un viraje en la vida de nuestro planeta, fue una
consecuencia natural
de l
proceso objetivo
de de-
bilitamiento
de l
sistema capitalista
y de
ascenso
de la lucha revolucionaria del proletariado.
La teoría marxista del proceso revolucionario
mundial siempre
ha
destacado
la
necesidad
de
la
máxima cohesión de las fuerzas revolucion a-
rias a escala internacional. A mediados del siglo
pasado el Manifiesto Comunista había lanzado
ya la consigna «¡Proletarios de todos los países,
unios » .
El triunfo de Octubre de 1917 situó en un
nuevo escalón,
más
elevado,
el
proceso revolu-
cionario mundial. Millones de hombres someti-
dos al yugo de los imperialistas se incorporaron
a la lucha activa por la libertad nacional. En las
nuevas condiciones, el contenido internacional
de la unidad de las fuerzas revolucionarias ad-
quirió una expresión más enjundiosa en el llama-
miento: «¡Proletarios de todos
los
países
y
pue-
blos oprimidos, uníosh.
La unidad de los movimientos obrero y na-
cional-liberador
fu e lograda por vez primera en
el
curso
de la
lucha contra
el
zarismo
y el im-
perialismo ruso, para cristalizar después en la
creación de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas,
convertida
en una gran potencia
que
ha conseguido derrotar al fascismo, debilitar al
imperialismo
y asegurar las condiciones necesa-
rias para un ascenso sin precedentes de las fuer-
za s revolucionarias del mundo entero.
Desde entonces son hitos de victorias los que
marcan el camino seguido por el desarrollo del
proceso revolucionario mundial: la creación de l
sistema socialista mundial, la revolución china
y el
derrumbamiento
de l
colonialismo
en
Asia,
la consolidación
de
Cuba como primer foco
de
socialismo en el continente americano, la con-
quista de la independencia nacional por la ma-
yoría de los
países
de
África.
En el proceso revolucionario mundial
conflu-
yen hoy
tres torrentes fund amen tales, indepen -
dientes e interactuantes:
el
sistema socialista mun_
dial,
el
movimiento
de liberación nacional de los
pueblos de Asia, África y
América
Latina y el
movimiento
obrero de los países capitalistas des-
arrollados.
El poderoso
empuje
de estos torrentes
obliga
al
imperialismo a ir cediendo una posición tras
otra y a hacer sensibles concesiones. Pero la na-
turaleza de l imperialismo no ha cambiado, y éste
sigue
oponiendo una feroz resistencia al desarro-
llo revolucionario de los pueblos y aprovechando
la menor oportunidad para recuperar las posi-
ciones perdidas.
La acrecida agresividad de las fuerzas impe-
rialistas
y
reaccionarias, encabezadas
por ese
gendarme internacional que se llama imperialis-
mo yanqui, se
manifiesta ante todo
en el
empleo
de
la fuerza armada para tratar de aplastar la
lucha emancipadora de los pueblos. La guerra
sucia de Vietnam, la intervención en Santo Do-
mingo,
el vandálico exterminio de los patriotas
congoleses y el golpe militar de Ghana no son
sino los ejemplos más escandalosos de la redo-
blada
actividad
del
imperialismo
y de la
reacción.
Las fuerzas revolucionarias del mundo com-
prenden cada vez mejor que para repeler los
ataques de los imperialistas y asegurar el des-
arrollo del
proceso emancipador
es
preciso con-
seguir la máxim a unidad de acción . En las dis-
tintas asambleas internacionales, en los congre-
sos y los
plenos
de los
partidos comunistas
y
obreros resuena
con
creciente vigor
la
exigencia
de coordinar la acción de todas las fuerzas re-
volucionarias, del movimiento comunista y obre-
ro internacional, para desarrollar con todo
éxito
el proceso revolucionario mundial
y
prestar
una
ayuda
eficaz
al heroico pueblo vietnamita, que
lucha en la primera línea de la contienda eman-
cipadora universal
de
los pueblos.
En nuestros días ha pasado a formar
parte
del frente imperialista un nuevo destacamento, re-
presentado por la gran revolución que se está
desarrollando
en el continente africano.
A pesar del carácter
específico
de la revolu-
ción africana,
la
experiencia histórica
y las
pri-
meras enseñanzas derivadas
de l
desarrollo
de los
nuevos Estados de este continente van conven-
ciendo más y más a los revolucionarios africanos
de
que la
solución
de los
principales problemas
de África sólo puede
hallarse
siguiendo el ca-
mino señalado por Marx,
Engels
y Lenin, confir-
mado y comprobado por la Gran Revolución de
Octubre.
El seminario sobre el tema
«África:
la revolu-
ción nacional
y
social», organizado conjunta-
mente por las redacciones de Re vista In-
ternacional y A t
Talla
[Cairo}
y
celebrado en la capital de
la
República
Árabe
Unida
de l 24 al 29 de
octubre
de l
pasado año,
ha estado consagi'ado a los problemas de la eta-
pa actual de la revolución
africana.
En este nú-
mero comenzaremos
a
publicar
un a
amplia
ex -
posición de los materiales más importantes de
dicho seminario.
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P r o b l e m a s g e n e r a l e s
de l a revolución
a f r i c a n a
EL
N E O C O L O N I A L I S M O
en
África
El África que se bate y se libera busca su vía
y se edifica, pero
tropieza
con
grandes
dificul-
tades. H a sufrido demasiado una cierta idealiza-
ción fácil, un cierto optimismo idílico, una cierta
exageración que hacía creer que todo ib a bien,
que
todo
era
posible
y
hacedero,
que
tenía
ex-
peditos todos los caminos para avanzar rápida-
mente,
sin
obstáculos
ni
emboscadas, hacia
la
justicia social, la prosperidad y la felicidad.
H a existido la tendencia a considerar que el
movimiento
de
liberación nacional
se tenía que
desarrollar
siempre de una forma irresistible e
impetuosa, sin reveses ni
retrocesos,
que la si-
tuación era por doquier y en todo momento re-
volucionaria. De ahí que se
hicieran conclusio-
nes estratégicas incorrectas y se adoptasen tácti-
ca s
que no
podían tener éxito.
H a
hab ido
la
tendencia
a no
determinar
co n
precisión
la fase del desarrollo histórico, a no
ver
lo que
cada una
de
ellas puede
dar y lo que
cabría esperar. Por ejemplo, se decretó el socia-
lismo sin disponer de los medios para construirlo,
con lo cual se caía en el riesgo de desacreditarlo
ante lo s
ojos
de las masas africanas.
Hubo la tendencia a lanzar consignas, cierto
que
bellas
y elevadas,
pero
que no podían tener
eco en las masas ni movilizarlas y menos aún
podían
concretarse porque
no
correspondían
a
las
aspiraciones urgentes y a las necesidades in-
media tas
de nuestros pueblos, como fue, por
ejemplo,
la
consigna
de un
gobierno único para
África.
Por
consiguiente, tenemos necesidad
de ajus-
tamos
más a la
realidad africana
en su
varie-
dad y su complej idad , de no temer a decir la
verdad,
por
amarga
que
sea para nosotros,
de
evitar las pretensiones desmesuradas, de
fijarnos
nada más que
los objet ivos
que
pueden
se r reali-
ALI YATA,
primer secretario del CC
de l Partido Comunista Marroquí
zados, procurando, claro está, abrir
a los
pue-
blos
perspectivas radiantes, cuyo logro se garan-
tiza con las
leyes
de la
evolución social
y de la
lucha.
En
este
sentido se puede
decir
que la cuali-
dad
primordial de toda organización africana
verdaderamente revolucionaria es el realismo.
Al formular estas observaciones preliminares
no queremos
dar la impresión de una aprecia-
ción pesimista en cuanto al presente y al futuro
inmediato
de
África, sino
que
pretendemos
sim-
plemente llamar la atención sobre lo que, a nues-
tro
entender, constituye
la s
grandes debilidades
del
movimiento revolucionario
y
progresista afri-
cano, manifestadas
en el
curso
de los
últimos
años.
Y dicho esto, debemos señalar que el princi-
pal rasgo característico de África después de la
Segunda Guerra Mundial
es el
impetuoso proceso
de desintegración de los principales imperios co-
loniales que han tenido bajo su férula a casi
todo
el continente.
Esta desintegración no ha sido una sorpresa
para
los
pueblos africanos.
H a
sido
la
coro-
nación
de decenas de años de luchas, más o
menos duras según
lo s
países
y las
circunstan-
cias,
en el
curso
de las
cuales
los
combatientes
han extraído sus propias experiencias, con fre-
cuencia
en
condiciones
de
insuficiente prepara-
ción
ideológica, mal informados e incluso des-
conocedores
de
otros movimientos revoluciona-
rios mundiales, en par t icular del movimiento
obrero internacional
y de la
G r a n Revolución
Socialista de Octubre.
Debemos rendir
un
gran
homenaje
a
los héroes
de
África,
conocidos y
desconocidos,
que
han
creado
en
este
continente
una
admira-
ble tradición de lucha antiimperialista, tr;
8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967
7/112
EL , J í E O C O L O N I A L I S M O
EN ÁFRICA
que ha arrancado ya la victoria de la
indepen-
dencia política en numerosos países y que debe
mantenerse y desarrollarse
para
liberar a los
demás países africanos que todavía se encuen-
tran bajo
el
yugo extranjero.
Pero esta victoria sólo
ha
sido
posible
mer-
ced al desarrollo de las fuerzas progresistas
mundiales, que derrotaron al fascismo —expre-
sión ideológica extrema de l ultracolonialisrno y
del racismo— , y gracias al nacim iento de un
sistema socialista mundial que crece
incesante-
mente. La burguesía de los países europeos sa-
lió
de la Segunda Guerra Mundial muy debili-
tada y quedó incapacitada para seguir mante-
niendo su dominio tradicional sobre África.
Simultáneamente
apareció
un
nuevo concu-
rrente: la burguesía norteamericana y los mo-
nopolios internacionales asumieron
la
dirección
económica
y
política
del mundo capi tal is ta .
La lucha de los pueblos africanos, abierta o
latente,
armada o no violenta , t r iunfó, en con-
secuencia,
sobre una cierta forma de dom inio
imperialista,
sobre la administración colonia]
directa de la Europa imperialista. Mas esta
victoria no puede significar la liberación nacio-
na l
real y total.
El continente africano sigue siendo todavía
una parte del mundo en el que la característica
histórica fundamental es la contradicción entre
la
voluntad nacional de independencia total de
los
pueblos
africanos, de un
lado,
y de
otro
la
voluntad de hegemonía del imperialismo.
Es preciso subrayar esta constante porque
muestra Ja co ntin uid ad de la lucha de los pue-
blos africanos y porque es el nexo vivo y polí-
t icamente concreto que une los combates libra-
dos en todo el continente.
No se puede aprehender en su totalidad la
realidad afr icana
si n
detenerse también
en los
fenómenos derivados
del
dominio imperialista
en su forma clásica. El análisis revela, por lo
demás, que el
neocolonialismo tiene
repercusio-
nes
profundas
en las estructuras coloniales clá-
sicas, a las que moderniza y contamina.
La
suplantación
del
imperialismo tradicional
por el neocolonial ismo se opera más o menos
extensivamente. Tenemos la prueba
en la
doc-
trina Eisenhower de «taponamiento de vacío».
A veces, esa suplantación da lugar a conflictos
interimperialistas violentos,
tanto
entre imperia-
listas de diferentes países como entre grupos
imperialistas
opuestos de un mismo país . Ma-
rruecos y el Congo, por ejemplo, han conocido
y conocen episodios de esa concurrencia im -
perialista.
Pero, a menudo , los neocolonialistas han pro-
curado disimular su acción y su dominio . Un
ejemplo de
ello
es la
operación «ComunidadFrancesa».
La
penetración norteamericana tam-
bién se efectúa por vías oscuras y por personas
interpuestas, tanto
si se
refiere
a las
inversio-
nes como a las intervenciones arm adas.
El resultado de esta actividad encubierta ha
sido
la
subestimación
de l
neocolonialismo,
no
sólo
por
parte
de
ciertos partidos, organizacio-
nes
y gobiernos africanos, sino también por
parte de algunas
fuerzas
progresistas de l resto
del mundo que, inducidos
a
error
por la
disgre-
gación espectacular del imperialismo clásico, no
siempre
han tenido en
cuenta
las
posibilidades
reales del nuevo imperialismo con todas las
consecuencias
tácticas y políticas que de ello se
derivan.
Con frecuencia se deja oír la afirmación es-
quemática y simplista de que el neocolonialis-
mo
es el
reflejo
del
debilitamiento
del imperia-
lismo, la prueba de su incapacidad de mantener
como
en el
pasado, sobre
la
base exclusiva
de
la
violencia, las relaciones con los
antiguos
paí-
ses coloniales.
Esta tesis, a nuestro entender, refleja una
cierta sub estim ación del imperialismo. La agre-
sión armada contra Vietnam, por ejemplo, se
considera
como debilidad del imperialismo; por
todas
partes se quiere ver una debilidad del
imperialismo, se le quiere presentar siempre a
la
defensiva,
siendo
así que en
muchos casos
ha
pasado
al ataque, como se ha
visto
en el curso
de los dos últimos años en nuestro continente.
La contraofensiva imperialista, que ha conduci-
do a
ciertos retrocesos
del
movimiento revolu-
cionario
y
progresista africano,
no
afecta
en lo
fundamenta l a la
correlación
de
fuerzas
en el
plano mundia l , que sigue siendo favorable para
el progreso y el socialismo.
A nuestro modo de ver, una de las causas de
la subest imación
de l
neocolon ial ismo reside
en
la
fal ta
de
profundización
en el análisis de su
naturaleza desde el ángulo de la teoría marxis-
ta ,
a pesar de las enseñanzas ta n
claras
y tan
actuales de
Lenin sobre
la
tendencia imperialis-
ta del capitalismo. Ya en 1920 Lenin subrayaba
«la necesidad de explicar infatigable m ente y
desenmascarar de continuo ante
las
grandes ma-
sas
trabajadoras
de
todos
los
países, sobre
todo
de
los atrasados,
el
engaño
que
ut i l izan
siste-
máticamente
las
potencias imperia ' isfas,
¡as
cua-
les, bajo el aspecto de Estados
políticamente
in-
dependientes, crean en realidad Estados desde
todo punto
de
vista sojuzgados
por
ellos
en el
sentido
económico, f inanciero
y
militar».*
En cierta medida esto sigue siendo correcto
hoy, cuando los pueblos africanos no conocen
suficientemente
la
hegemonía nor teamer icana
y
cuando los
monopolios internacionales disponen
de ramif icaciones aún no puestas del todo al
descubierto.
1
Obras Completas,
t.
X X X I ,
pág . 143. Ed.
Carta-
go, Buenos
Aires.
8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967
8/112
ALI Y A T A
En sus
luchas cotidianas,
los
pueblos
de
Áfri-
ca tienen que afrontar las múltiples formas del
imperialismo,
y el
combate
que
debe librarse
contra
el
neocolonialismo entraña ciertas difi-
cultades específicas.
Señalemos, ante todo, que el rasgo caracte-
rístico principal del neocolonialismo no es el
pacifismo,
en contraposición al terror de la ad-
ministración colonial directa, sino la prepoten-
cia financiera
en la
economía
de l
país
y la
pre-
sión indirecta
a
través
de una
estructura
colo-
nial clásica o de un aparato estatal burocrático
autóctono. Los medios de implantación y de
manten imien to
del poder neocolonialista pueden
ser, según los casos, violentos o no violentos.
Mientras que antes la dictadura colonial se
imponía
por un
ocupante,
una vez
convenido
el
reparto de las posesiones coloniales entre los
imperialistas,
hoy el capital imperialista do mi n a
parcial y globalmente en muchos países africa-
nos ora a través de los monopolios con ramif i -
caciones tentacuiares o por intermedio de orga-
nismos internacionales controlados por EE.UU.,
tales como el Banco Internacional de Recons-
trucción
y
Desarrollo,
la
Sociedad Financiera
Internacional,
el
Fondo
Monetario
Internacio-
nal ,
la Agencia para el Desarrollo Internacio-
nal,
etc.
Mientras que la agresión del colonial ismo
clásico
era
periférica
y
tenía
que
subyuga r
el
país
militar y políticamente
para
poder
contro-
Mediante
sus inversiones en
África,
los ca-
pitalistas
de EE.UU., de Inglaterra, de la
RFA y de otras potencias extraen colosales
s u m a s
c e
lo s
países a fr i ca n os
en
f o r m a de
dividendos, beneficios e intereses. D e acuer-
do
con los
datos aportados
en la
Conferen-
cia de la ONU para el Comercio y el De s a -
rrollo, celebrada en Ginebra en 1964, sólo
durante
el
periodo comprendido entre 1950
y
1961
las trans feren cia s de utilidades de la:
e mp r e s a s extranjeras de
África,
Asia y Amé-
rica
Latina a los países inversores
remontá-
ronse a 20.900 millones de d ó l a r e s ; d u r a n t e
ese mismo tiempo las inversiones privadas
a largo plazo fueron ta n sólo de 10.300 m i-
l lones. En realidad, este enorme «reflujo» de
medios financieros —c a ra c t e r í st i c o p a r a e l
conjunto
de los paises de l Te r ce r Mu n d o y
para cada
uno de los
tres continentes,
y en
pa rt i c u l a r
p a r a Á fr i ca — ha ce
que los
paises
en
vias de desarrollo no obt e n ga n v e n t a j a
alguna
de las
inversiones
de las
potencias
imperial istas.
lar su economía, hoy el neocolonialismo es lo
bastante poderoso y dispone de medios sufi-
cientes para ambicionar ni más ni menos el
control financiero
en
todos
los
niveles.
La creciente exportación de capitales, sobre
todo de
EE.UU.
y de la
RFA,
constituye uno
de los medios
ampliamente
utilizados por el
neocolonialismo
para
someter financiera
y
eco-
nómicamente
a los
países africanos.
El
rasgo distintivo
de las inversiones
nor te-
americanas es que, por lo
general,
no se desti-
nan a la industria manufacturera. Lo prueba el
análisis de los 1.629 millones de dólares inver-
tidos por los norteamericanos en 1964:
830 mil lones de dólares fueron destinados a
la extracción de hidrocarburos, sobre todo en
Libia;
350
mil lones,
a la
industria minera;
225
millones,
a la
industria m anufac turera;
pero de esta suma 192 millones se invirtieron
en
África del Sur y sólo 33 millones en el res-
to de África;
122
mil lones
de
dólares destináronse
a
otros
sectores,
en
particular
a la
producción
de
cau-
ch o en Liberia.
El medio principal de la penetración norte-
amer icana en África es el de la «ayuda», que
permite ejercer
una
presión política
m ás
fuerte
y. al mismo tiempo, resulta menos onerosa y
menos arriesgada.
Según
datos oficiales, desde
1946
has ta
1965
la
< • ayuda» norteam ericana
a
África
fue de
3.062
millones
de
dólares.
La ayuda europea al continente africano re-
presenta un
poco
más del doble de la «ayuda»
norteamericana, pero conviene señalar
que el
total de la «ayuda» occidental a África supone
nada
más que la
quinta parte
de la
renta nacio-
nal francesa. Esto indica hasta qué punto es li-
mitada esta ayuda cuando se trata del desarro-
llo de un continente tan oprimido y explotado y
del porvenir
de
tantos
pueblos.
La pen etración neocolonialista se opera en
mome ntos
en que aún perdura la dominación
colonial directa,
sea a
través
de las
ramif icacio-
nes monopolistas del viejo colonialismo o por
nuevos
conductos.
Nuestro país, Marruecos, ofrece
a
este res-
pecto varios ejemplos. N os limitaremos a citar
uno. Bajo el protectorado francés, el Banco de
París
y de los Países
Bajos
predominaba en la
mayor parte
de la economía
nacional.
Este
B anco se ha m antenido en el país y todavía
controla
ciertos sectores mineros , habiendo re -
nunciado a su dominio, en condiciones muy
ventajosas para
él, en
otros sectores [energía
eléctrica y ferrocarriles]. Ahora opta por la in-
dustria del turismo; con la ayuda de capitales
norteamericanos crea
compañías turísticas
y
desarrolla
su
actividad
al
nivel
de
seriedades
inversionariai.
8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967
9/112
EL,
N E O C O L O N I A L I S M O
EN AFBICA
En los
antiguos países coloniales existe
un
sector comercial exterior muy desarrollado. Es-
te
sector
continúa
bajo
el
control
del
neocolo-
nialismo,
que
determina
los
precios
a escala in-
ternacional,
posee
las
flotas
mercantes
y
dictasu
ley en los
mercados.
Este control
no
puede
asegurarse
por los
simples medios
de la concu-
rrencia comercial. En
este sentido,
el papel de
los ban cos es muy im portante: adem ás del con-
trol financiero general y de la
presión constan-
te, que son
posibles merced
a la
política
de l
Banco Internacional de Reconstrucción y Des-
arrollo y de sus ramificaciones, asistimos a una
penetración
creciente del capital neocolonialista
en los
bancos
de
negocios
y a una
deterioración
de los organismos
estatales
encargados de la
edificación
económica.
A los
medios menciona-
dos hay que añadir la corrupción de los
altos
funcionarios
y administradores,
hasta
el punto
de crear una verdadera
clase
de burócratas bur-
gueses,
cómplices del neocolonialismo, que se
enriquecen
rápidamente.
Los neocolonialistas protegen cuidadosamente
a los
antiguos
colaboradores de la ocupación
directa, que
vuelven
a
desempeñar
su
papel
an -
tinacional y que constituyen la osamenta de es-
ta clase burguesa intermediaria.
El
papel
de
estos burgueses intermediarios
no se circuns cribe al terren o de los negocios,
sino
que se
extiende am pliamen te
a la
esfera
política. Numerosos ejemplos muestran
la
exis-
tencia
en
África
de
clanes m ilitares, u tilizados
en
otros tiempos
por el
colonialismo clásico,
siempre adictos al neocolonialismo y protago-
nistas
de
ciertos golpes
de
Estado reaccionarios.
La
penetración neocolonialista
se
lleva
a ca-
bo
también
a
través
de la
«asistencia» técnica
y
cultural
extranjera,
a
través
de los
« voluntarios
de la
paz» norteamericanos,
de los
«voluntarios
del
progreso» franceses
y
holandeses,
de los
bien
conocidos agentes
del «Rearme moral», etc.
Otro instrumento
del
arsenal neocolonialista
es la
religión,
utilizada como antídoto del pa-
triotismo y del nacionalismo progresista.
Y por
último,
en el cuadro de la penetración
neocolonialista merece
una
atención
muy
par-
ticular el problema militar en África.
En primer término, es necesario subrayar que
los
imperialistas no han
incluido,
hasta el
pre-
sente, a ningún país africano en pactos o alian-
zas
militares tales como
la
OTAN
en
Europa,
la
SEATO
en
Asia
o el
CENTO
en el
Cercano
Oriente.
Sin
embargo, África
se
encuentra cercada
po r
los diferentes
sistemas
militares agresivos,
de
los que
forman parte
la s
flotas
norteamericanas,
las
b ases instalada s en las Islas Canarias, Azo-
res, Ascensión, etc.,
e
Israel,
de un
lado,
y de
Dinámica de las
inversiones norteamericanas
en
África
[en
millones
de
dólares]
1 9 5 0
i 3 5 9 1 9 6 0 1 9 6 2 1 9 6 4
19156
.Inversiones directas de EE. UU. en África.
«Ayuda»
norteamericana a los países africanos.
E l
presente gráfico muestra paten-
temente
la
acrecida
expansión del
capital norteamericano en África.
La tendencia característica de la
política e c o nóm i c a
de
EE.UU.
en
África durante los últimos años
(desde 1962) ha sido el aumento de
las inversiones privadas
de los mo-
nopolios, al mismo tiempo que se
reducían las inversiones indirectas
en concepto de «ayuda».
La m a y o r parte
de la
«ayuda»
y
de las inversiones directas de los
monopolios de las potencias
impe-
rialistas en el continente correspon-
de a la República Sudafricana y a
varios países d el África Tropical y
de l
Norte,
que
hasta hace poco iban
a
remolque de la política imperia-
lista. Por ejemplo, en 1964, el 60%
de la «ayuda» de EE.UU. concedida
a África fue a parar a cinco Esta-
dos: Liberia,
Nigeria,
Túnez,
Ma-
rruecos
y el
Congo (Kinshasa).
El
40% de todas las inversiones
priva-
da s
de la RFA en
África corres-
ponden
la República Sudafricana
(28%)
y a
Liberia
(cerca del 12%).
8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967
10/112
8
Inversiones
directas
de la RFA
en
África
[en millones
de
marcos]
Lo s
últ imos
do s
decenios
se
caracterizan
por una
penetración intensif icada
de
A lem a-
nia Occidental en África. La prueba está en
el crecimiento ininterrumpido de las inver-
siones de los
monopolios
de la
RFA.
E n ¡a
actualidad, por el
ritmo
de la exportación
de capitales la RFA ocupa el segundo lugar,
después
de
EE.UU.
17»
1962
19S4
196S
Una de las
f o r m a s
de
ex p an s ió n econ ó m ica
de la RFA en
Á f r i c a
es la
l lamada «ayuda
al desarrollo». E l volumen de esta «ayu-
da» fue de 330 millones de m arcos en 1961,
de 677 millones en 1962, de 387 millones en
1963
y de 299
millones
en
1964.
Una p art e
considerable de la
« ay ud a
al
desarrollo»
es
la
«asistencia» militar,
que
Bonn utiliza
en
gran escala p ara ref orzar
su
influencia
en los
paises
af r ican os .
otro
los
puntos estratégicos,
que son las
secue-
las de la ocupación colonial. Muchas «plazas
fuertes»
han
tenido
que ser
abandonadas, pero
algunas continúan
en pie de guerra,
moderni-
zadas
por
Estados Unidos
o la
OTAN.
En el
últ imo período, ante las serias dificultades con
que los Estados Unidos tropiezan en la organi-
zación noratlántica, planean
un
repliegue estra-
tégico
hacia África
y se
interesan sobre todo
por las
posibilidades
que
ofrecen
la s
últimas
posesiones españolas de África, y concretamente
Río de Oro. Al mismo tiempo no renuncian a
la pretensión de hacerse otra vez con las anti-
guas bases atómicas
que
tenían
en
nuestro país,
a fin de
poseer otros puntos
de
apoyo
en el
continente
semejantes
a la base de
Wheelus
Field en Libia.
T A T A
Francia e Inglaterra todavía mantienen bases
en
algunas
de las
antiguas colonias. Estas po-
tencias han impuesto condiciones militares que
les confieren
el
derecho
a entrometerse en los
asuntos internos
de los
nuevos
Estados y no
pierden ocasión
para
aprovecharse
de ese dere-
cho. Además, la formación de oficiales africa-
nos en las academias militares de las potencias
neocolonialistas es una posibilidad de corrup-
ción
ampliamente explotada.
A menudo, la amenaza mili tar se encubre co n
la escasa cuantía numérica de las tropas ex-
t ranjeras
en
presencia ,
ya que los
medios técni-
co s modernos perm iten prescindir
de
grandes
bases. Según la
Revue
juridique des problémes
d'Outremer francesa, «la intervención armada
ya
no necesita de una presencia militar previa-
mente organizada, por lo que se puede afirmar
que el
respeto
a las
obligaciones inscritas
en los
acuerdos
de defensa requiere en mucha mayor
m edida la posesión de una fuerza de interven-
ción
que la presencia de grandes contingentes».
Esto viene a patentizar la amenaza que para
lo s
Estados afr icanos significan
lo s
acuerdos
de
defensa» concluidos con los imperialistas, bien
sean lo s antiguos colonizadores o los Estados
Unidos ,
que prefieren lo s
tratados
secretos. Los
Estados
Unidos, la República Federal A lemana
e Israel también conceden asistencia técnica
mili tar a los países de África.
La
tragedia congolesa
ha
sido
el
ejemplo
de
una de las más
viles intervenciones im perialis-
tas,
llevada a cabo con mercenarios reclutados
entre los bajos fondos de los países colonialis-
tas, con
revanchistas
belgas, agentes norteame-
ricanos
y tropas de la ONU, que han actuado
para salvaguardar
y
reforzar
las
posiciones neo-
colonialistas. En el terreno de las acciones m i-
litares,
a las fuerzas neocolonialistas no les fal-
tan recursos, y los
golpes
militares lo con-
f i r man .
III
La serie de golpes de Estado en África, a los
que hemos asistido en un corto período de
tiempo, exige un análisis profundo.
H ay quien piensa que esos golpes hay que
atribuirlos
únicamente a factores internos de la
vida
de
cada país, mientras
que
otros procuran
explicarlos por la influencia exclusiva de las
fuerzas neocolonialistas. Nosotros consideramos
que no se puede generalizar, porque si bien es
cierto que esos acontecimientos se han produ-
cido en un mismo momento histórico sellado
por la intensificación de la agresividad impe-
rialista, no menos cierto es que han sido per-
petrados en unas condiciones propias para cada
país.
A l
mismo t iempo,
no
pueden dejar
de
l lamar
8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967
11/112
E L
X E O C O L O N I A L I S M O
E N Á F R I C A
la
atención ciertos factores m uy simples, que
todo el m u n d o
reconoce,
bien se trate de Gha-
na ,
de
Dahomey,
del
Alto Volta,
de la Repú-
blica Centroafricana, del Congo o de Nigeria.
1.
En todos
jsitios
ha estado presente la ma-
no del
neocolonialismo,
más o
menos encubier-
ta según cada caso.
2. En todos sitios el Poder lo han tomado
los militares.
3. Los golpes de Estado han derribado tan-
to a regímenes progresistas, que
habían
abra-
zado la vía de desarrollo no capitalista, como
a regímenes que ligaron sus destinos al neoco-
lonialismo.
4.
Los putchs han tenido lugar con una
gran
facilidad;
la reacción de los pueblos inte-
resados ha
sido débil
o
nula .
La participación del neocolonialismo, cuales-
quiera que hayan sido sus formas y su grado,
ha estado condicionada por el recrudecimiento
de la agresividad imperialista a escala interna-
cional, fenómeno innegable y que se caracteriza
por un vocablo harto elocuente: la escalada.
Escalada
en
Vietnam
y escalada en África. Es-
ta
agresividad, propia
de la
naturaleza
del im-
perialismo,
se explica por su
empeño
en apro-
vechar ciertas dificultades transitorias del movi-
miento revoluc ionario m und ial para hacer cam-
biar la correlación de fuerzas a su favor, para
detener el desarrollo del sistema socialista mun-
dial, para frenar
el
auge
de l
movimiento
de li-
beración
nacional.
Pero
cualesquiera
que
sean
los
«puntos»
que pueda
marcar
el
imperialismo,
no
podrá detener
la
rueda
de la
historia.
En algunos de esos golpes de Estado, por
e jemplo el de G ha na , los n eocolonialistas se
proponían
como
primera tarea poner fin a la
experiencia
de l
desarrollo
no
capitalista, evitar
su propagación y recuperar las posiciones eco-
nómicas
que
habían perdido.
En los
otros gol-
pes habidos en los países directamente contro-
lados por el neocolonialismo, el propósi to era
eliminar
a los
hombres sumisos,
pero ya
des-
gastados, ante el temor de que su ineptitud pu-
diese favorecer
el
ascenso
de la
lucha
de los
pueblos y
pusiera
en
peligro
los
privilegios
im -
perialistas allí adquiridos.
Otra de las
características
más
graves
y
alar-
mantes de esos putchs es el hecho de que las
masas populares reaccionaron
muy
débilmente
y
que los
reaccionarios pudieron llevar
a
cabo
su s
malvados golpes sin encontrar otra resistencia
que la de los
auténticos militantes revolucio-
narios.
A
nuestro entender,
las
causas
a que
esto
obedece
son de
doble género:
1. Causas
que
calificaremos
de
p ro fund a s
por estar vinculadas a la herencia del colonia-
l ismo;
2. Causas inm ediatas ligadas directamen te
a los errores y a las debilidades del movimien-
to progresista y revolucionario.
N o hay nec esida d de detenerse en la des-
cripción
de las
causas profundas, tales como
la
debilidad de las economías africanas —de la
que es
responsable
el
espantoso pillaje
colo-
nial—, el bajísimo nivel cultural de las masas,
el
analfabetismo,
la falta de cuadros
nacionales.
Es indiscutible que un Estado que se indus-
trializa
seriamente, c uyo desarrollo tran scu rre
de una
manera regular,
a pesar de las
grandes
dificultades
con que tropieza, y que se ha li-
berado mucho antes —pongamos por caso la
Repúbl ica
Árabe Unida—,
es
menos vulnerable
que un Estado joven, como Ghana.
No es menos evidente que en tres, cinco o
diez años es im pos ible superar las consecuen cias
de
una explotación colonial secular. Y hay que
decir
sin
ambages que, muchas veces, esta ver-
da d ha sido oscurecida por la presunción o la
demagogia. A las masas se les prometió, más o
menos abiertamente, que en un período de
tiempo breve tendrían un nivel de vida compa-
rable al que tenían sus antiguos dominadores, y
l levadas del entus iasmo de la liberación lo cre-
yeron. Ciertos elementos,
a los que el imperia-
l ismo había dado
un
mínimo
de
instrucción,
es-
cogieron
la vía del
arribismo
y
constituyen
esa
capa burocrática
cuyo
papel
fue
determinante
por el
apoyo
que
prestaron
a los
golpistas.
El
resto, es decir, la gran masa del pueblo, que
había hecho grandes
sacrificios
en la
lucha
li -
beradora y en la edificación de una vida
mejor,
se decepcionó o se creyó engañada. Las direccio-
nes progresistas y revolucionarias, viéndose ais-
ladas y sin apoyo efectivo en las masas popu-
lares, dejaron la puerta abierta a toda clase de
aventuras. Los golpistas jugaron una buena car-
ta denunciando las insuficiencias de la revolu-
ción y pudieron incluso llevar las cosas al ex-
tremo, tanto más que en algunos Estados exa-
cerbáronse la s luchas tribales.
Nosotros, claro está, comprendemos que la de-
magogia desenfrenada
a la que se han
entregado
los
nuevos poderes no les llevará muy lejos.
Los
problemas
no
resueltos
se
plantearán
con
mucha mayor fuerza, ya que el recrudecimien-
to de la explotación neocolonial y el creciente
apetito de los nuevos burgueses no podrán con-
ducir más que a acelerar la degradación.
No es menos
cierto
que las masas populares
se ven
ante nuevas pruebas, ante
una
agrava-
ción de su miseria, que no es forzoso que vaya
seguida
de un
acrecentamiento
de su
potencial
revolucionario. A l contrario, es e estado de cosas
implicará
el
pel igro
de
llevarlas
a la
desespera-
ción,
al
inmóvilísimo,
si las
organizaciones
y los
partidos progresistas y revolucionarios son inca-
paces de c on duc irlas hacia nuevos progresos en
la comprensión de la nueva si tuación. De aquí la
8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967
12/112
10
ALI
T A T A
extraordinaria importancia
de que las
masas
tra-
bajadoras,
los pueblos africanos, sean capaces de
reconocer a sus enemigos internos y externos,
En la primera fase de la lucha por la inde-
pendencia política,
la
unidad nacional velaba
la s
contradicciones sociales,
lo
cual
era
normal.
Se
pensaba que después de alcanzar el objetivo co-
m ú n , la independencia nacional, podría
mante-
nerse la unidad nacional. Las tesis acerca de la
inexistencia
de
clases sociales
en
África
se ga-
naron la adhesión de progresistas sinceros, que
hablaban de un «socialismo africano» cuya
ori-
ginalidad se caracterizaría por la ausencia de la
lucha
de
clases.
Los
hechos
se
encargaron
de di-
sipar estas ilusiones.
Estas tesis han hecho mucho daño, porque
han permitido encubrir muchas veces el carácter
antidemocrático de los regímenes neocolonialis-
tas, que
se
presentaban como partidarios del so-
cialismo .
La
confusa
ideología de ciertos dirigentes
pro-
gresistas
condujo a una apreciación errónea del
papel de las masas trabajadoras, papel que es de-
te rminante
p ara la preservación de las conquis-
tas revolucionarias. Así es como se minimizó la
función de la clase obrera, a la que se consi-
deraba una clase privilegiada en comparación
con la gran masa
de
campesinos pobres,
y así
es t amb ién como se desconfió de los sindicatos.
Esta
fal ta de
atención
o
esta renuncia
a exa-
minar los problemas de la lucha de clases es
lo que más ha perjudicado al movimiento
pro-
gresista
y
revolucionario africano.
Eso ha
sido
lo que ha impedido la creación o ha frenado el
desarrollo de
verdaderos partidos
de
vanguardia ,
realmente
democráticos, capaces de asegurar la
dirección revolucionaria en las organizaciones de
masas y de formar ideológicamente a los
mili-
tantes .
Los golpistas y sus amos neocolonialistas se
habr ían roto
lo s
dientes
de
haber tenido
que en-
frentarse con
organizaciones
de
vanguardia com-
puestas de militantes instruidos en las teorías
científicas del socialismo, probados a través de
lo s
sacrificios
hechos por la causa revolucionaria
y ligados a las grandes masas obreras y
c a m p e -
sinas.
Es evidente que también se cometieron otros
errores, como
son el
culto
a la
personalidad,
la
desmesurada confianza de ciertos dirigentes en
su popularidad, lo s métodos autoritarios, las
combinaciones oscuras.
En suma,
allí
donde se han producido los gol-
pes el
ejército
se ha hecho con el Poder.
El ejército no ha jugado en todos sitios el mis-
m o papel, pero el proceso de putrefacción del
ejército es con
frecuencia
el m i s mo .
Estos ejércitos han estado
insuficientemente
li -
gados
a las
masas populares
y mal
controlados
por el Estado; aceptaron en sus
filas
importantes
contingentes
de
connacionales
que
habían servi-
do en el ejército colonial. Muchos dé sus
ofi-
ciales se formaron en las escuelas militares de l
imperialismo y seguían fuertemente influencia-
dos
por los
consejeros técnicos
occidentales.
Mor-
dían
el anzuelo que les lanzaban lo s agentes
secretos del imperialismo, excitando sus ambi-
ciones personales, organizando en clubes de du -
doso carácter encuentros con personajes
corrom-
pidos del antiguo régimen o con reaccionarios de
los países vecinos.
Resumiendo, podemos decir que los golpes mi-
litares
han proporcionado al neocolonialismo más
facilidades
para actuar en África. Cada uno de
esos golpes tiene que ser considerado como una
batalla perdida por el
movimiento
progresista
v
revolucionario africano,
como
un retroceso del
movimiento, lo cual hay que reconocer
plena-
mente,
sin
olvidar,
a
la
vez,
lo
esencial:
de un
lado,
que el
movimiento
general de los pueblos
marcha hacia su liberación total y hacia el so-
cialismo,
y,
de
otro,
que el declive del imperia-
lismo prosigue,
a
pesar
de su
agresividad,
y
esto
nos impone el deber sagrado de intensificar la
lucha contra el imperialismo en sus nuevas
for-
mas.
Es preciso hacer saltar las posiciones logís-
ticas y estratégicas del imperialismo, denunciar
las condiciones militares impuestas
por el
impe-
r ia l ismo a ciertos Estados, dar un carácter na-
cional a los ejércitos africanos, desarrollar y
consolidar el neut ra l ismo
positivo de
nuestro
continente.
El
imperialismo, que se ha percatado
bien
de
la importancia que tiene el patriotismo en la lu-
cha de
liberación
nacional ,
no ha
vacilado
en
crear seudo-Estados sobre
la
base
de
corporacio-
nes
adm inistrat ivas impuestas
por la
fuerza
a
países ya
const i tuidos.
A sí
fueron dispersadas
grandes naciones, surgieron Estados de configu-
raciones aeométricas. se consolidó la división tri-
bal.
I V
Hemos intentado demostrar
el
peligro
del
neo-
colonialismo y su carácter profundamente anti-
africano, antin acion al y antipopular. E n efecto,
África está en peligro porque el imperialismo no
renuncia a la agresión, y es preciso hacer cons-
tar que
dispone
de
numerosas posibilidades
de
acción en
diversos terrenos,
y que
sería irrealista
no
tomar esto en consideración.
Pero
este
peligro puede evitarse.
Ante todo, es preciso apelar a las grandes tra-
diciones de lucha antiimperialista de los pueblos
africanos y desenmascarar al neocolonialismo,
que se presenta como inofensivo. Este trabajo de
esclarecimiento sólo puede
ser
facilitado
por la
proletarización
de las
masas africanas,
en con-
tacto directo con el enemigo de clase
y
el
ene-
8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967
13/112
EL N E O C O J L O N I A L I S M O EN AFBICA
migo nacional. Este principio traza la línea de
conducta
de los
movimientos progresistas,
de los
partidos obreros
y de las
organizaciones sindica-
les de
África.
El t rabajo de denuncia del neocolonialismo
realizado
en estos últimos años no siempre dio
resultados
eficaces porque
la
experiencia histó-
rica de África en esta materia era in suficien te. Y
sabemos
que la
conciencia
y la
sagacidad
de las
masas maduran gracias
a la
experiencia históri-
ca.
Actualmente se tiene ya la suficiente experien-
cia de
lucha contra
el
neocolonialismo para com-
prender cuál
es su
naturaleza,
y
señalamos
co n
satisfacción los grandes avances que se han he-
cho en la conciencia de ciertos pueblos, bien sea
porque
han
extraído enseñanzas
de su
propia
experiencia o porque han asim ilado las ense-
ñanzas
de los pueblos vecinos.
Además, nuestro continente tiene
en sus ma-
nos una buena carta de tr iunfo: la independen-
cia de
nuestra clase obrera
y su
liberación
de la
dependencia
que la
CIOSL
ha pretendido impo-
ner al proletariado
africano.
En esto reside la
garant ía del
desarrollo
ideológico y
revoluciona-
rio.
Al mismo tiempo, hay que hacer constar que
la un idad
sindical africana está
lejos de
haberse
consumado. La Federación Sindical Panafricana
nació
en
momen tos
de
auge
del
mov imien to
de
liberación y de las fuerzas m ás progresistas de
ciertos países
africanos,
auge
que
di o
vida
al
Pacto
de
Casablanca. Pero
el
movimiento obrero
de
estos países,
de
escasa autonomía,
no
pudo
realizar co n flexibilidad su
política porque
cier-
to s gobiernos del grupo de Casablanca cambia-
ron su rumbo, y a raíz de entonces se observa un
cierto
inmovilismo en el trabajo de esta central
a escala del continente.
A la
vez,
los
sindicatos cristianos, paralela-
mente
a su
labor
de
proselitismo religioso, pro-
pagan tesis anturevolucionarias. En ligazón con
su s homólogos reformistas o reaccionarios eu -
ropeos, en contacto con las llamadas misiones re-
ligiosas
de
Europa
y de
Estados Unidos,
que de
hecho son neocolonialistas [en África hay alre-
dedor de 7.300 misioneros norteamericanos], per-
sisten en su
obra
de
división
y de
neutralización
de las fuerzas obreras.
Por consiguiente,
en el
plano sindical queda
por hacer un gran
trabajo
que sólo podrá tener
éxito a condición de que se cumpla totalmente
¡a doble tarea de desarrollar la combatividad en
el interior y de ampliar la unidad a escala de
todo
el
continente africano.
Las
formas
de organización sindical en Áfri-
ca ya no
corresponden
a las
necesidades reales,
pues abarcan
m uy
poco
al
campesinado
y no
tienen
en
cuenta
que la
clase obrera está llama-
da a desarrollarse en grandes proporciones de-
bido al éxodo rural y a la industrialización que
pese a todo está teniendo
lugar.
La
historia demuestra que,
al
igual
que el co-
lonialismo clásico, el neocolonialismo se apoya
sobre todo en las
capas
más retrógradas, a las
que los
colonialistas
han
investido
de
poder arti-
ficial:
jefes de tribu, feudales, dirigentes reac-
cionarios.
Así, pues,
la lucha contra el neocolonialismo
debe completarse y
reforzarse
con la lucha pon-
tica
y de clase contra los privilegiados, agentes
del neocolonialismo.
Esta lucha podrá triunfar
si la
unidad
se
rea-
liza
en el
plano nacional
de
cada país
y a es-
cala continental.
Hasta
la
fecha,
se han
hecho intentos
de al-
canzar la unidad interestatal, que no han dado
los
resultados esperados por razones que no va-
m os
a
analizar detalladamente aquí,
pero
en las
que sí está patente la mano del neocolonialismo.
Nos referimos particularmente a los fracasos del
grupo
de
Casablanca,
a las
dificultades actuales
de
la
Organización
de la
Unidad Africana
y a
los problemas de la Liga Árabe, que conciernen
a
muchos
países
africanos.
Consideramos que la causa de esta desunión
en la lucha contra el neocolonialismo reside en
la
insuficiente influencia
de las
fuerzas
progre-
sistas sobre los gobiernos y en las estructuras n o
democráticas
que
permiten
a
ciertos gobiernos
ignorar los
puntos
de vista y las reivindicacio-
nes populares.
En efecto, es
difícil
suponer que un
gobier-
no pueda aplicar con eficacia una política exte-
rior antiimperialista
si no
lucha
co n
firmeza
y
decisión
contra el imperialismo
dentro
del pro-
pio país. Por tanto, las fuerzas revolucionarias y
progresistas
de
cada país deben obligar
a sus
gobiernos
a aplicar una política antiimperialista
consecuente
que
abra
la s
perspectivas indispen-
sables de la unidad antiimperialista africana.
El
problema
de la
unidad
de las
fuerzas
re-
volucionarias y
progresistas africanas está
plan-
teado. Ahora
se hace
indispensable pasar
a las
tareas concretas,
a
realizar,
a
reforzar,
a
elevar
esta unidad para afianzar la solidaridad afri-
cana, para perfeccionar
la
comprensión
de los
problemas
y los
medios
de
lucha.
A l
mismo
tiempo,
es necesario
guardarse
de
cometer cier-
ta s
imprudencias que puedan ser interpretadas
como
ingerencias en los
asuntos internos
de
otros
países y perjudicar, en definitiva,
la
lucha antiim-
perialista y la unidad afr icana.
La solidaridad africana, ya ahora mismo, pue-
da y debe realizarse, de una manera apreciable
y útil, en favor de nuestros hermanos que lu-
chan contra la ocupación directa o que son víc-
t imas
de
diversas maniobras
del
neocolonialis-
mo.
A los pueblos de las colonias portuguesas y
8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967
14/112
12
A L I T A T A
de África de l Sur, de la Guinea «española» y
de Somalia «fran cesa» hay que prestarles un
apoyo incondicional, político y material.
Hay que tomar medidas severas contra Por-
tugal, por ejemplo prohibirle la utilización de
los puertos.
En
África
del Sur se
tiene
que
prestar apoyo
a los pueblos africanos oprimidos por la
mino-
rí a blanca racista. Este apoyo debe se r
constante
y
en todas las formas que los casos requieran.
Es indispensable contribuir co n todos los medios
posibles
al sucesivo aislamiento del Gobierno de
la República Sudafricana y ayuda r a que rom-
pan los contactos con ella aquellos países que
hoy están ligados a la m i s m a por razones eco-
nómicas y sociales.
Sobre todo
es
indispensable denunciar cada
vez m ás ampliamente el papel de Estados Uni-
dos en la
economía
de
África
del Sur y su
apoyo
a la
política colonial
de
Por tugal
y de
España.
L a
denuncia
del
imperialismo norteamericano
en las cuestiones de l colonialismo y del racismo
virulento,
por su
ingerencia
en los
asuntos
de
América Latina,
por su
agresión contra Vietnam,
por sus maniobras neocolonialistas en África, por
sus envíos de armamento a Israel contra el pue-
blo palestino y otros pueblos árabes, por sus
tentativas de concertar pactos contrarrevolucio-
narios debe ser un leit-motiv
constante,
un a con-
signa inalterable y el llamamiento permanente a
la lucha
y a la
vigilancia.
Desde la terminación de la Segunda Guerra
Mundia l en
África
se han
producido cambios his-
tóricos y decisivos, y aún
conocerá
t r ans fo rma-
ciones
mucho mayores,
en
plazos
que
podrán
ser
acortados si las fuerxas revolucionarias y pro-
gresistas africanas crean
un
frente único,
a
esca-
la nacional y continental, en colaboración con
el movimiento obrero mundia l
y con el
apoyo
del
mundo socialista.
Cerremos nuestras
filas
frente
al
enemigo
co-
m ú n , el neocolonialismo.
Cerremos
filas
en tor-
no a los
bastiones africanos
de la
revolución
frente
a la agresión neocolonialista. Todas las
fuerzas
revolucionarias
y
progresistas africanas
deben prestar
el
apoyo necesario
a
estos bastio-
nes .
¡Triunfaremos merced a nues t ra lucha y a
nuestra unión
8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967
15/112
E T A P A
A C T U A L
de la
lucha antiimperialista
en
África
África se nos ofrece hoy como el campo en que
se libra un encarnizado combate contra el
viejo
y el nuevo colonialismo. Ya no es una parte
de l
m u n d o aislada, pues los pueblos han conseguido
romper el telón de acero con que las potencias
imperialistas los habían rodeado en los últimos
años del siglo pasado. El movimiento revolucio-
nario africano ha salido a la palestra mund i a l :
nuestro
continente está
hoy
ampliamente repre-
sentado
en la Organización de las Naciones
Uni_
das, tiene estrechos vínculos con los países no
alineados
y ha establecido contacto con la mayo_
ría de los Estados del mundo. La voz de
África
es
cada
vez más
perceptible
en el
campo inter-
nacional.
La
revolución
que se
está desarrollando
en tierras africanas ha pasado a formar parte de
la lucha
revolucionaria mundial y está
enfilada
esencialmente contra
el
imperialismo, contra
el
viejo
colonialismo y el neocolonialismo, contra
¡as bases militares imperialistas y racistas,
con-
tra el atraso, la fragmentación nacional y la
explotación.
Una de las tareas de la revolución africana en
la etapa actual es crear sociedades libres con
una economía nacional desarrollada que utilice
la tecnología más moderna y lleve a estos
paí-
ses a la senda del socialismo. Cualquier intento
de separar la revolución africana del movimien-
to
progresista mundial, de tendencias socialistas,
es antinatural y absurdo, está en pugna con la
realidad viva, va contra la corriente de la his-
toria mundial y se halla en contradicción con los
intereses y la lucha de los pueblos africanos.
La revolución africana está
estrechartiente
unida a la
lucha
de los
pueblos
de
Asia
y Amé-
rica
Latina contra
los
mismos enemigos
y por
los mismos fines. No se debe al azar que los re-
LOTFI
EL -
HOLI,
director de la revista
At-Talia
presentantes de los pueblos de estos tres
con_
tinentes —donde
el
viejo
y el nuevo imperia-
l ismo tienen
las
posiciones
más
sólidas
y
donde
se libra una lucha particularmente encarnizada
contra
el
atraso económico
y social— se
hayan
reunido en múltiples ocasiones y a distintos ni-
veles [la
reunión
de
B a nd ung
en 1955, la Con-
ferencia
de Solidaridad de los pueblos de Asia
y África, reunida por primera vez en El Cairo
en
diciembre
d,
e
1957,
y la Conferencia
Tricon.
t inental de Cuba del pasado
año].
El
hombre africano
de la
calle comprende
muy fácilmente, por ejemplo, que la agresión
norteamericana en Vietnam constituye una agre-
sión
de la que también es víctima él mismo al
igual que el pueb o del Congo [Kinshasa] o los
oueblos
de
Cuba
y la
República Dominicana.
T a m b i é n comprende perfectamente que la
glo-
riosa guerra de liberación que se está desarro-
l lando
en Angola , Mozambique y la Guinea
"portuguesa" tiene el mismo carácter que la
guerra de Vietnam o que el movimiento de li-
beración del Sur de la Península Arábiga. De
igual modo se da cuenta de que los Estados co-
lonialistas que con la ayuda de la reacción local
han exportado la contrarrevolución al Congo
C Kinshasa] en 1960—1961 v a Ghana en fe-
brero
de
1966,
son los
mismos
que han
expor-
tado la contrarrevolución a la República
Ara_
be
del
Yemen tras
la
revolución
de
1962
y a
Siria después de haberse negado este país a
con-
vertirse en una bas? de la agresión en 1958 con-
tra el pueblo irakí.
La Revolución de Octubre de
1917
en Rusia,
as nuevas revoluciones socialistas
y as
revolucio-
nes
progresistas de liberación nacional han ido
contrayendo sin cesar la esfera en que desarro_
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14
1.OTFI EL-HOLI
liaban su explotación los monopolios imperia-
listas. Estas revoluciones brindaron a los países
liberados
la
posibilidad
de
emprender
la
solu-
ción del problema de la industrialización, de
implantar el control
sobre
los recursos nacio_
nales. Los países emancipados establecieron re-
laciones comerciales
y
económicas
con los Es-
tados socialistas, a los que hoy día corresponde
aproximadamente el 38% de la producción mun
dial.
La competencia económica ha obligado al
imperialismo a concentrar sus esfuerzos en Áfri-
ca, para explotar al máximo los recursos de
este continente; la mano de obra barata, las fér-
tiles tierras y los inmensos recursos naturales.
Esta
es la
razón
de que
África
se
haya conver-
tido en palestra de agudos y directos choques
entr
e
las fuerzas nacionales revolucionarias y
las
potencias imperialistas. Ello nos da, tal vez,
la
«explicación
del enconamiento y 3a
cpm_
plejidad de la lucha en África, de la diversidad
de sus métodos y procedimientos. Tenemos que
luchar al mismo tiempo contra el neocolonia-
lismo y
contra
el viejo imperialismo.
Son los propios pueblos los que, partiendc
de la
situación
reaL y de las condiciones
con-
cretas y en dependencia de su nivel de desarro_
lio
y de la naturaleza de su enemigo principal,
determinan
las
vías,
los
métodos
y los
procedL
mientes
de la
lucha.
En el
cuadro
del
amplio
frente africano, el movimiento armado de li-
beración
y los
movimientos
de
resistencia
a los
regímenes racistas con métodos pacíficos y no
pacíficos
colaboran entre sí v establecen alian-
zas
a fin de acabar con el dominio de los mo-
nopolios, encabezar la lucha por el desarrollo
social, llevar
a sus
países
al
socialismo
por la
senda del desarrollo progresista y coordinar la s
acciones de los revolucionarios en una serie
de Estados libres y progresistas.
La revolución africana se enfrenta a la reali-
dad
del
subdesarrollo
del
continente
en un
mun-
do que está cambiando y desarrollándose con
una celeridad sin precedentes. Al acometer el
intento
de
desarrollar
su
economía nacional
v
su s recursos de acuerdo con las exigencias de
la época actual. África se ve abocada a la op_
ción histórica de uno de estos dos caminos: el
camino del capitalismo tradicional o el camino
del
desarrollo
no
capitalista,
que
conduce
al so-
cialismo.
La propia vida y la experiencia inducen a
escoger el segundo camino, el cual permite , sin
ningún género de dudas, aprovechar con
m a y o r
rapidez y
eficacia
la
renta nacional
en
bene_
ficio
de
1
desarrollo. Este camino responde ade-
más a las exigencias de unos pueblos que du-
rante largo tiempo han sido sometidos a una
cruel explotación.
Partiendo
de las
condiciones generales
de la
lucha antiimperialista en África en la etapa
actual , sus características fundamentales pueden
ser
definidas
en los
siguientes términos:
— la lucha se libra entre los revoluciona-
rios
y las fuerzas antiimperialistas;
—
la
lucha
se
desenvuelve
a
distintos
nive-
les,
por
diferentes
vías y con diversos
métodos,
lo
cual obedece
a las
distintas condiciones con-
cretas,
as í
como
a la
distinta posición
de las
fuerzas revolucionarias f imperialistas en las
diferentes zonas del continente;
—
el método
revolucionario
antiimperialista
africano se distingue por un nuevo rasgo: la
fusión objetiva en un torrente único de los fines
y las tareas de ¡a revolución nacional libera-
dora y de la revolución
social,
cuyas perspecti-
vas
son socialistas;
—
la revolución africana se produce en una
época
en que el
socialismo
es el
factor
deci-
sivo de la contemporaneidad y las ideas socia-
listas tienen una enorme fuerza de atracción
para
las más amplias capas sociales y en que
la revolución nacional-liberadora se extiende n o
sólo
a
África,
sino
también
a
Asia
y a
Amé-
rica Latina.
II
La conquista
de la
independencia
por 39
países
no ha librado a África de la explotación
imperialista.
Al
contrario,
en
algunos países
y
en ciertos aspectos ésta
se ha
hecho
aún más
despiadada.
La mísera ayuda»
bajo condicio-
nes
políticas leoninas y el control omnímodo
de l
capital
monopolista
en los sectores decisivos
de la economía han venido a sustituir a los
ejércitos
de ocupación.
E incremento de las inversiones occidentales
en África ha ido acompañado de una multipli-
cación de las agresivas bases militares. Así, por
ejemplo. E " /n idos
tienen bases aéreas
y
navales en Marruecos, Libia. Liberia , Etiopía y
algunos
otros
países.
El imperialismo norteamericano
interviene
en
forma
brutal contra los movimien tos nacional-
liberadores.
Esta intervención alcanzó su punto
culminante en las acciones contra el Congo
-?asa]. Los
imperialistas
yanquis urden
eolpe
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E T A P A ACTUAL, DE
L A
L U C H A
A N T I I M P E R I A L I S T A E N
ÁFRICA
5
económicos, políticos, militares e ideológicos.
Estos métodos
y
estos recursos descansan
en los
vínculos económicos, principalmente en las «re-
laciones
económicas especiales»,
los
créditos
y
las inversiones.
El comercio
exterior
de
numerosos países
africanos
nos.proporciona
un_a clara ilustración
de
lo que
representan
en sí
estas «relaciones