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OCTUBRE 2016
NUEVAS MIRADAS, VIEJOS PROBLEMAS- CLASE 5
Módulo: Nuevas miradas, viejos problemas: revolución,
independencia y guerras civiles en los orígenes de la nación
argentina (1806-1880).
Revolución, guerra e independencia.
Segunda parte (1814-1820)
¡Bienvenidas/os!
En esta clase concluiremos el examen del proceso revolucionario y las guerras de
independencia, tomando el período que va de 1814 a 1820. Además de proseguir
con el relato del proceso, analizaremos sus consecuencias sociales, políticas y
económicas. Finalmente, les proponemos reflexionar sobre el carácter que tuvo el
proceso.
La reacción contrarrevolucionaria en Europa y América
En la clase anterior habíamos visto que la Asamblea del año XIII fue perdiendo
impulso y no pudo cumplir con los principales objetivos para los cuales había sido
convocada: declarar la independencia y sancionar una Constitución. La confianza
que reinaba cuando se inauguró la Asamblea comenzó a menguar con el correr de
los meses, mientras se iba instalando un estado de incertidumbre que contribuyó a
su estancamiento. Además de las divisiones internas y del malestar que se extendía
entre los pueblos del interior por su política centralista -a la que se le oponía como
alternativa la propuesta confederal liderada por Artigas-, este estado de cosas se
explica por la configuración de un nuevo escenario político y militar en Europa y en
América.
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En 1813, la estrella de Napoleón había comenzado a declinar tras una desastrosa
campaña en Rusia. A mediados de ese año fue derrotado y expulsado el ejército
francés que ocupaba España. Al comenzar 1814 Fernando VII recuperó el trono e
implementó una política absolutista que desconocía los cambios sociales y políticos
producidos en los últimos años, comenzando por la representación de la nación en
Cortes y la Constitución de Cádiz. Asimismo dispuso el envío de tropas a América
dejando en claro que no habría margen para llegar a ningún tipo de acuerdo con
quienes desconocieran su carácter de monarca absoluto. Esta línea política estaba
en sintonía con el resto de las monarquías europeas, cuyos representantes,
reunidos en 1815 en el Congreso de Viena, decidieron que había llegado la hora de
restaurar el antiguo orden que había sido afectado por la Revolución Francesa y las
guerras napoleónicas. Eso significaba que América debía volver a convertirse en un
territorio colonial y que a los revolucionarios les sería mucho más difícil encontrar
apoyos en Europa.
Para ese entonces la insurgencia americana estaba sufriendo un fuerte revés que
provocaría, por ejemplo, el regreso de Chile y Venezuela a la órbita realista. En el
Río de la Plata la situación era delicada: si al comenzar 1813 el ejército al mando
de Belgrano había logrado ocupar las provincias altoperuanas tras los triunfos de
Tucumán y de Salta, las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma determinaron que al
finalizar ese año debieran abandonar ese territorio. De ese modo, la resistencia a
los ejércitos que respondían a las autoridades españolas, quedó durante años en
manos de fuerzas locales que se organizaron como guerrillas y que también
estuvieron vinculadas con las milicias dirigidas por Güemes en Salta y Jujuy.
El Directorio
Ante el estancamiento de la Asamblea y el avance contrarrevolucionario, el círculo
de Alvear que se había hecho con la dirección de la Logia Lautaro, sostuvo la
necesidad de concentrar aún más el poder para poner fin a las divisiones internas y
ganar la guerra. A tales fines, en enero de 1814 se creó un poder ejecutivo
unipersonal: el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. El
primer Director electo fue Gervasio Posadas, que era tío de Alvear.
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El Directorio decidió tentar una vía diplomática enviando a Europa a agentes como
Belgrano y Rivadavia para que exploraran la posibilidad de llegar a un acuerdo con
la corona española o, en su defecto, para coronar a un monarca que le permitiera a
los rioplatenses mantener un gobierno autónomo. Pero además de las dificultades
que hubiera implicado obtener la lealtad hacia una casa real tras años de revolución
y guerra, en Europa tampoco había un clima favorable para esta operación que
afectaba los derechos de Fernando VII.
La política interna del Directorio estuvo orientada a lograr una reorganización
institucional y territorial que asegurara la autoridad del poder central, y a ganar la
guerra. El mayor éxito en ese sentido fue la ocupación de Montevideo a mediados
de 1814. Además del logro en sí, fue un hecho decisivo para la revolución
rioplatense, pues una expedición enviada desde España que iba a utilizar a
Montevideo como base de apoyo, debió cambiar su destino y se dirigió hacia
Venezuela. Este desenlace, sin embargo, no fue el fin de la guerra en la Banda
Oriental. El Directorio lanzó una ofensiva para acabar con el artiguismo e incluso
ofreció una recompensa para quien entregara vivo o muerto a su líder. Artigas, por
su parte, puso en jaque al gobierno central al extender su influencia hacia el oeste
del río Uruguay, constituyéndose en Protector del Sistema de los Pueblos Libres que
abarcaba los territorios de las actuales provincias de Entre Ríos, Santa Fe,
Corrientes, Misiones y, durante un lapso breve, la de Córdoba, además de contar
con partidarios en otros pueblos del interior.
El artiguismo
Como todo movimiento político y social de envergadura, el artiguismo
abarcó distintos actores y concitó diversos apoyos que fueron cambiando
con el correr de los años. Sin embargo se destacó por haber mantenido
con firmeza algunas posiciones que pueden considerarse como el
programa más radical de la revolución rioplatense: a) la lucha por la
independencia frente a España y Portugal; b) la creación de una
confederación que asegurara la defensa de la soberanía de los pueblos;
c) la organización de la campaña en favor de las clases subalternas a
quienes se le debía destinar tierras para ser trabajadas. El conflicto con
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los gobiernos de Buenos Aires y la intervención portuguesa en la Banda
Oriental a partir de 1816, desgastaron al artiguismo que comenzó a
perder apoyos, sobre todo los que había logrado entre las clases
propietarias y fuera de la campaña oriental. En 1820, y tras haber sido
derrotado, Artigas se marchó al Paraguay, adonde vivió tres décadas
alejado de la política.
A continuación reproducimos algunos párrafos de un texto en los que la
historiadora uruguaya Ana Frega describe algunos rasgos del
artiguismo:
“Al inicio de la revolución, Artigas contaba con sólidos vínculos entre los
gauchos, los indios, los simples ocupantes de tierras y los hacendados,
que le permitían actuar como “puente” entre grupos sociales
heterogéneos desde el punto de vista cultural, estamental y de clase.
El triunfo artiguista en la Provincia Oriental en 1815, la expansión más
allá del Paraná del “Sistema de los Pueblos Libres”, la radicalización de
su programa -regeneración política, igualdad ante la ley, dirigentes
virtuosos- y la prolongación de la guerra, generaron grandes
resistencias. El planteo de ideas federales expresaba algo más que un
enfrentamiento doctrinario. Mantener los reclamos autonomistas frente al
gobierno bonaerense podría resultar demasiado caro, máxime si al
interior de cada provincia, el artiguismo defendía la posición de los más
infelices.”
Ana Frega, “La virtud y el poder. La soberanía particular de los pueblos
en el proyecto artiguista” en N. Goldman y R. Salvatore (eds.),
Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema, Buenos
Aires, Eudeba, 1998, p. 102.
Para profundizar en el análisis del artiguismo, y en cómo este expresó
tensiones políticas y regionales, pero también étnicas y sociales que
implicaron la movilización de las clases subalternas y la construcción de
nuevos liderazgos, los invitamos a compartir el video Bajo pueblo. La
revolución guaraní
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http://www.encuentro.gob.ar/sitios/encuentro/Programas/ver?rec_id=10
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En el norte la situación no era mejor. Posadas había designado a Alvear como
nuevo jefe del ejército para que encabezara una nueva ofensiva hacia el Alto Perú.
Pero los oficiales resistieron su nombramiento. Posadas decidió renunciar, y en
enero de 1815 Alvear fue designado Director Supremo. El extendido rechazo a ese
nombramiento, que se expresó incluso en Buenos Aires, se potenció como
consecuencia de una fallida jugada del nuevo Director para convertir a las
Provincias Unidas en un Protectorado inglés. El ejército que había sido enviado al
litoral para combatir al artiguismo se sublevó, por lo que en abril de 1815 Alvear
debió renunciar y exiliarse. Sus partidarios fueron objeto de persecuciones
judiciales y políticas, tal como solía suceder ante cada cambio abrupto de gobierno.
El Cabildo de Buenos Aires cubrió el vacío de poder y designó como Director al
General Álvarez Thomas que estaba al frente del ejército sublevado. A fin de
revertir el rechazo provocado por la política centralista del Directorio, y dado que la
movilización de la población en vastas zonas requería de cambios en el orden
político capaces de encuadrarla, el gobierno tomó algunas medidas innovadoras
como la participación en las elecciones de los habitantes de las zonas rurales o la
elección popular de los miembros de los cabildos.
A fines de 1815 se produjo la derrota de Sipe Sipe que implicó la total retirada de
las fuerzas rioplatenses del Alto Perú, imponiéndose la estrategia de apoyar a las
fuerzas locales en esa región y en Salta y Jujuy para desgastar a los ejércitos
realistas y contener su avance.
La guerra en el norte: los gauchos de Güemes.
Dentro de lo que es el actual territorio argentino, la zona más
afectada por la guerra de independencia fue la salteño-jujeña.
Durante más de diez años fue ocupada alternativamente por los
ejércitos revolucionarios y por los enviados desde el Virreinato del
Perú. En 1814, tras las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, se
produjo una nueva ocupación realista que, como solía suceder,
procuró hacerse con recursos como ganado y alimentos. Esto
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provocó una extendida resistencia de los pobladores rurales que
se organizaron en milicias. Fue en ese marco que construyó su
liderazgo Martín Miguel de Güemes, un oficial del ejército que
pertenecía a la élite salteña. Güemes se puso al frente de las
milicias de gauchos y les otorgó nuevos derechos que ponían en
cuestión el orden social. Sin embargo, y a diferencia de lo
sucedido con Artigas, Güemes casi siempre recibió el apoyo del
Directorio. Esto se debió a que la estrategia de apelar a milicias
rurales articuladas con las guerrillas que operaban en el Alto Perú,
permitía frenar el avance realista utilizando los recursos locales.
De ese modo, el gobierno pudo volcar sus esfuerzos en organizar
el Ejército de los Andes para llevar a cabo la invasión a Chile y
Perú.
A continuación, reproducimos unos párrafos en los que el
historiador Gustavo Paz explica las bases del poder político de
Güemes y las tensiones sociales y políticas provocadas por la
movilización de los gauchos:
“Güemes construyó su poder mediante la extensión de la
protección y la compensación material a los habitantes de la
campaña movilizados, los gauchos. La movilización de amplios
sectores rurales terminó quebrando relaciones sociales
establecidas en el periodo colonial entre la élite y la población
rural basadas en el arrendamiento, el peonaje, la provisión de
crédito y la administración de justicia por parte del cabildo. La
guerra desató tensiones sociales y étnicas que habían estado
contenidas desde la colonia. Las élites de Salta y Jujuy toleraron
dificultosamente el sistema de Güemes solo porque las urgencias
de la guerra lo hacían necesario y lo legitimaban. El régimen de
Güemes contaba además con el apoyo del Directorio y el Congreso
pues el gobernador salteño actuaba como una sólida barrera
contra las invasiones españolas en las provincias del norte.
Las medidas de Güemes que más irritaban a la élite eran la
exención del pago de arriendos otorgada a los gauchos a manera
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de compensación por sus servicios militares y la extensión del
fuero militar que los sustraía de la jurisdicción civil. La
movilización campesina en milicias que gozaban de fuero militar y
recompensadas por medio de la exención del pago de arriendo
desafiaban abiertamente por primera vez la autoridad de la gente
decente. Este desafío a la autoridad de las élites se basaba en una
ideología republicana que moldeaba un concepto de patria
vagamente definida, pero que incluía los conceptos de igualdad
ante la ley y la abolición de las diferencias étnicas”.
G. Paz, “El orden es el desorden”. Guerra y movilización
campesina en la campaña de Jujuy, 1815-1821 en
http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/paz.pdf, p. 2.
También los invitamos a compartir un breve video en el que la
historiadora salteña Sara Mata se refiere al papel de las milicias
de Güemes. Presten atención a sus consideraciones sobre la
frontera y la nación:
El Congreso de Tucumán y la declaración de Independencia
Dividida por las luchas facciosas y regionales, aislada internacionalmente y casi sin
apoyos tras la derrota de los otros focos insurgentes en el continente, hacia 1815 la
revolución rioplatense se encontraba en una situación crítica.
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Fue en ese contexto crítico que la dirigencia decidió que había llegado la hora de
resolver dos asignaturas pendientes: terminar con la provisionalidad de los
gobiernos y, como paso previo, declarar la independencia. A tales fines se convocó
a nuevo Congreso soberano y constituyente que se reunió en Tucumán, evitando
hacerlo en Buenos Aires que para muchos se había convertido en emblema del
centralismo despótico. Otra novedad fue la elección de diputados en proporción a
los habitantes de cada provincia. Lo que no fue novedosa fue la composición del
Congreso, cuyos miembros eran representativos de los sectores que conformaban
la dirigencia revolucionaria: abogados, clérigos y militares.
En marzo de 1816 se iniciaron las sesiones y el 9 de julio el Congreso declaró la
Independencia de las Provincias Unidas en Sud América. El nombre mantenía una
cierta indefinición sobre los pueblos que podían conformar las Provincias Unidas, ya
que expresaba la posibilidad de que en un futuro también se integraran los
liderados por Artigas u otros como Paraguay. En ese sentido, debemos tener
presente que, tal como vimos en la primera clase, los contemporáneos
consideraban que una nación es una comunidad política que se debe constituir por
la voluntad de sus miembros, vale decir, en este caso, por los pueblos.
El Congreso de Tucumán y la Liga de los Pueblos Libres
El Congreso estuvo integrado por representantes de Buenos Aires,
Córdoba, Catamarca, San Luis, San Juan, Mendoza, La Rioja, Santiago
del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Mizque, Chichas y Charcas, mientras
que otras provincias altoperuanas como La Paz y Potosí no pudieron
enviarlos como consecuencia de la ocupación realista. A pesar de los
intentos para llegar a un acuerdo con Artigas, tampoco participaron
representantes de la Banda Oriental, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y
los pueblos de las Misiones que integraban la Liga Federal o de los
Pueblos Libres desde que en 1815 se habían reunido en un Congreso y
se consideraban independientes desde entonces.
En el siguiente mapa están representados los territorios que enviaron
diputados al Congreso de Tucumán y los que integraban la Liga de los
Pueblos Libres.
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Para nosotros es usual sostener que en 1816 se declaró la
Independencia de la República Argentina. Teniendo en cuenta los
contenidos que hemos estado trabajando, ¿ustedes creen que es
correcta esta afirmación?
Para contar con mayores elementos de análisis, los invitamos a
compartir la segunda parte del video sobre el 9 de Julio que habíamos
comenzado a ver en la clase anterior
http://www.educ.ar/sitios/educar/recursos/ver?id=50289 (desde 14:49
hasta el final)
Una vez declarada la independencia, restaba resolver la otra cuestión pendiente
que, en cierto sentido, era más grave, pues dividía las aguas: la forma en la que se
organizaría el gobierno de las Provincias Unidas. ¿Debía ser una república o una
monarquía? ¿Se constituiría un Estado central o una confederación en la que los
pueblos preservarían su soberanía?
La república era para muchos el horizonte deseable, pero en ese entonces la única
experiencia republicana exitosa era la norteamericana. La monarquía, por el
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contrario, podía favorecer el reconocimiento internacional del nuevo Estado. Es por
ello que varios dirigentes sostuvieron la conveniencia de crear una monarquía
constitucional. De ese modo se combinaba el tradicional principio de la monarquía
como garantía de unidad y continuidad, con el más novedoso principio de
representación política. Pero, tal como se hizo evidente en un extenso debate que
también se dio a través de la prensa, implantar la monarquía no sería una tarea
sencilla. Tras años de revolución y guerra se habían extendido el discurso
republicano, un sentimiento de igualdad que no hubiera tolerado la creación de una
nobleza, y el desprecio por los reyes. Además, y esto era decisivo, en el Río de la
Plata no había una casa real ni una nobleza. En ese sentido había dos alternativas.
La primera era coronar un monarca de una familia europea, para lo cual se habían
realizado algunas tentativas sin éxito. La otra, propiciada entre otros por Belgrano,
era coronar a un miembro de la nobleza inca, estimando que esto facilitaría el
apoyo de los pueblos indios de la región andina. Pero este proyecto, que muchos
dirigentes miraban con horror, fue desechado.
La otra cuestión relativa a la organización que quedaría pendiente, y que afectaría
en forma decisiva la vida política rioplatense durante el siglo XIX, era la de la
representación de los pueblos en el nuevo orden y si estos mantendrían o no su
soberanía. Esta cuestión será trata en la próxima clase.
La declaración de independencia y los pueblos originarios
Si bien la propuesta de coronar a un descendiente de los incas no
prosperó, esto no significa que se hubieran dejado de lado las políticas
tendientes a captar el apoyo de los pueblos indios. Es por eso que la
Declaración de Independencia fue publicada en quechua y aymara como
había sucedido antes con otras declaraciones políticas importantes. Esta
vez, sin embargo, no se tradujo al guaraní, evidenciando para algunos
historiadores las dificultades que tenían los congresales para atraer a su
causa a los pueblos misioneros y al Paraguay.
En el sitio del Museo Casa Histórica de la Independencia de Tucumán
pueden acceder a una copia digital bilingüe:
http://casadelaindependencia.cultura.gob.ar/wp-
content/uploads/2016/07/Miscelaneas.pdf p. 10.
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Un nuevo bicentenario
En julio de 2016 tuvo lugar el bicentenario de la Declaración de
Independencia. Con epicentro en Tucumán, se dieron festejos en
distintas regiones del país. Los historiadores reflexionaron sobre los
acontecimientos de 1816 en diversos medios de comunicación
generando material valioso para la reflexión sobre el sentido de las
conmemoraciones. Incluimos aquí dos extractos de esos escritos. El
primero, de Marcela Ternavasio sitúa en el contexto internacional lo
sucedido en 1816. En el segundo, Gabriel Di Meglio resalta cinco
objetivos del Congreso reunido en Tucumán de los que hemos
seleccionado dos, el primero y el último.
“Acostumbrados a los relatos canónicos de nuestra independencia,
en los que dominan las visiones nacionalistas y heroicas,
olvidamos muchas veces que aquel acontecimiento se produjo en
un contexto internacional sumamente hostil e interconectado. Las
revoluciones e insurgencias americanas iniciadas en 1810 habían
sido derrotadas por las fuerzas realistas en los diversos rincones
del imperio español y la que intentaba sostener el gobierno con
sede en Buenos Aires parecía más aislada y amenazada que
nunca. A su vez, la restauración monárquica en Europa luego de la
definitiva derrota de Napoleón Bonaparte había impuesto un clima
conservador y reaccionario mientras intentaba regresar a una
“situación de equilibrio” donde el principio dinástico volvía a tener
un papel fundamental para regular las relaciones entre las
potencias. (…)
La historia de nuestras independencias exhiben, pues, un
entramado de profundas conexiones, relaciones y fronteras
móviles que están muy lejos de los relatos forjados en torno a la
idea de que existían naciones en ciernes. Por el contrario, nuestros
estados fueron el resultado de un largo y tortuoso proceso en el
que se disputaron variadas alternativas al calor de un complicado
contexto internacional en el que también las principales potencias
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redefinían sus fronteras luego del impacto de las olas
revolucionarias iniciadas a fines del siglo XVIII a ambos lados del
Atlántico.”
M. Ternavasio “El tablero internacional de la Independencia”, en
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-303667-2016-07-08.html
“(…) Uno fundamental fue declarar la independencia, decisión que
para ese entonces ya casi nadie discutía entre los rioplatenses. No
había sido ese el plan de los revolucionarios de 1810, que en un
primer momento propusieron un proyecto autonomista: no
depender más de España, elegir a sus propias autoridades y
manejar su propia economía. Es decir, dejar de ser una colonia.
Pero eso no era incompatible con mantenerse fieles al rey español.
Imaginaban una monarquía federal en la cual cada territorio sería
igual al otro, sin dependencias y con el rey como símbolo de unión
(algo parecido a lo que más tarde fue la Commonwealth británica).
De todos modos, enseguida surgió otro proyecto entre los
revolucionarios, desde que Mariano Moreno planteara que el rey no
tenía derechos sobre América porque la conquista se hizo por la
fuerza y los americanos no consintieron ser parte de la monarquía
hispana. (…)
El quinto objetivo fue poner fin a la revolución, a lo que los
diputados consideraban un peligroso avance de la insubordinación,
para reconstruir un orden. La intención era doble: terminar con el
desafío de pueblos pequeños a las ciudades cabeceras, de las
provincias al poder central y de cualquier facción a un gobierno; y
también poner un límite a la movilización popular, que era muy
fuerte en diferentes espacios rioplatenses y significaba un ataque a
las jerarquías tradicionales y un cuestionamiento del orden social.
La decisión del Congreso fue ubicar al “Ejército Auxiliar del Perú”
en Tucumán, al mando de Belgrano, con la misión de vigilar el
orden interno. Solo en 1816, ese ejército reprimió levantamientos
en La Rioja, Córdoba y Santiago del Estero. Y a nivel social intentó
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una pedagogía de la obediencia (por ejemplo con versos en tono
popular como el “cielito de la independencia”). De todos modos,
mientras siguiera la guerra era muy difícil para las elites conseguir
la desmovilización que anhelaban.”
G. Di Meglio “Independencia y soberanía popular”, en
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-303795-2016-07-09.html
El Directorio de Pueyrredón
Una de las primeras medidas que tomó el Congreso fue la elección de un nuevo
Director Supremo. Tras haberse desechado la candidatura del salteño José Moldes
que tenía el apoyo de Güemes y representaba a quienes mantenían prevenciones
hacia Buenos Aires, en mayo de 1816 se eligió a Juan Martín de Pueyrredón, quien
si bien era porteño gozaba de prestigio en las provincias.
Los mayores esfuerzos de Pueyrredón se orientaron en ganar la guerra. En ese
sentido le dio todo su apoyo a San Martín para la organización del Ejército de los
Andes, y a Güemes para que sostuviera el avance realista en Salta y Jujuy.
Asimismo mantuvo el enfrentamiento con la fuerzas artiguistas en el litoral. Más
aún, y aunque esto le valió una fuerte oposición en la propia Buenos Aires, decidió
desentenderse de la suerte de la Banda Oriental ante el avance portugués iniciado
en 1816 y que culminaría con la incorporación de ese territorio al Imperio
portugués como Provincia Cisplatina.
El Ejército de los Andes y la figura de San Martín
En 1813 se había constituido la Intendencia de Cuyo con capital
en Mendoza, tras haberse separado de la Intendencia de Córdoba.
Al año siguiente San Martín fue designado Gobernador de Cuyo y
convirtió a esa intendencia en una base para la organización del
Ejército de los Andes con el que pensaba implementar su plan de
atacar a Chile y luego a Perú. La organización del ejército provocó
tensiones en la sociedad cuyana, ya que si bien recibió apoyos
espontáneos, se basó en el reclutamiento de soldados entre las
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clases subalternas urbanas y rurales (incluyendo la confiscación
de esclavos) y en los recursos materiales que podía extraer de la
economía local, ya que eran insuficientes los que podía obtener
del Directorio.
En 1817 el ejército cruzó la Cordillera de los Andes y en febrero
de ese año se produjo el triunfo en la batalla de Chacabuco tras el
cual pudo ocupar las principales ciudades de Chile. A comienzos
de 1818 se declaró la independencia de Chile, que fue refrendada
en abril de ese año con el decisivo triunfo de Maipú. Desde esa
base, y contando con el apoyo de las fuerzas chilenas dirigidas por
Bernardo de O´Higgins, emprendió la campaña hacia Perú cuya
independencia se declaró en 1821, tras la ocupación de Lima,
aunque tardaría tres años más en consolidarse con la victoria de
Ayacucho.
Es habitual que consideremos a San Martín como un prócer
situado por encima de los conflictos que dividieron a sus
contemporáneos. Pero aún en el caso de que esa hubiera sido su
intención, no pudo evitar involucrarse en las disputas facciosas
que dividieron a los revolucionarios en el Río de la Plata, Chile y
Perú. Es por eso que así como contó con apoyos, también se ganó
enemigos a uno y otro lado de la Cordillera. En Chile apoyó a la
facción de Bernardo de O’Higgins y combatió a la de los hermanos
Carrera.
El poder que acumuló hizo que sus enemigos lo acusaran de
querer coronarse como un monarca, tal como se lo presenta en la
siguiente caricatura publicada en Chile en la que también se alude
a enemigos políticos que habían sido ajusticiados.
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¡Pueblos! ¿Os desengañareis? Conocéis a San Martín el héroe
decantado. Mirad sus víctimas y deducid el destino que os
preparaba.
1818. Litografía coloreada. Museo Histórico Cornelio de Saavedra.
http://portal.educ.ar/debates/protagonistas/un-recorrido-online-
por-el-art.php
En 1817 el Congreso se trasladó a Buenos Aires, y se fue afianzando nuevamente
una línea política centralista. En 1819 se sancionó una constitución que si bien no
estipulaba la forma de gobierno, podía adaptarse con facilidad para constituir una
monarquía constitucional, además de que concentraba el poder en el gobierno
nacional. Esto no hizo más que acrecentar la oposición al Directorio que para ese
entonces estaba jaqueado por las fuerzas federales de Santa Fe y Entre Ríos,
mientras que en el resto de las provincias también comenzaban a producirse
movimientos autonomistas.
En junio de 1819 renunció Pueyrredón y fue reemplazado por el General José
Rondeau. Para defender al gobierno, se convocó a los ejércitos de los Andes y del
Norte. San Martín desobedeció la orden privilegiando la campaña al Perú, mientras
que los oficiales del Ejército del Norte se sublevaron y provocaron su disolución. En
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febrero de 1820 se produjo la batalla de Cepeda en la que las tropas lideradas por
el entrerriano Francisco Ramírez y el santafesino Estanislao López, derrotaron al
ejército directorial que, para ese entonces, se reducía a las tropas de Buenos Aires,
provocando la disolución del Congreso y la renuncia de Rondeau.
De ese modo concluyó una década signada por gobiernos provisionales que
procuraron ejercer el gobierno de los pueblos rioplatenses. En 1820 el territorio
virreinal se hallaba disgregado y sin posibilidades de unificarse. Tradicionalmente se
lo entendió como un proceso de anarquía o de división de la Nación Argentina.
Pero, tal como queremos mostrar en el módulo, también puede ser pensado como
la emergencia de nuevos sujetos soberanos, los pueblos, que a partir de las
antiguas ciudades coloniales se fueron constituyendo en novedosas entidades
políticas: las provincias. Este será uno de los ejes de la próxima clase.
Las consecuencias económicas de la revolución y la guerra
En estas clases nos enfocamos mayormente en el análisis de la dimensión política
del proceso revolucionario, por lo que queremos dedicar estas últimas líneas a
plantear algunas consideraciones sobre los cambios en la economía y en el orden
social.
En esos años se consolidó el librecambio que convirtió a Inglaterra en la nueva
metrópoli comercial, pero sus efectos más importantes en este sentido recién se
produjeron a partir de la década de 1820. Más decisivo en lo inmediato fue la
pérdida de Potosí y el estado de guerra permanente que llevaron a la economía a
una situación crítica. Además de la destrucción de bienes y la movilización militar
de la mano de obra masculina, el tráfico mercantil también fue afectado aunque no
llegó a interrumpirse del todo. La aduana, y en particular los derechos de
importación, constituían la principal fuente de ingresos para los gobiernos, pero
eran insuficientes por lo que se hicieron usuales las expropiaciones y los préstamos
forzosos que en principio afectaron a los españoles y a los contrarrevolucionarios.
Las dificultades financieras hicieron que muchas veces se complicara el pago de los
sueldos, incrementando el malestar de los soldados y oficiales. En buena medida,
los ejércitos debieron sostenerse sobre el propio terreno, provocando así un
incremento en las tensiones al demandar soldados, pero también comida, ropa y
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medios para movilizarse (caballos, mulas, carretas). Huboregiones, como el litoral,
en las que el ganado fue devastado y debió ser repoblado en los años siguientes.
El proceso revolucionario afectó las jerarquías tradicionales y, aunque en forma
desigual, promovió el acceso a nuevos derechos civiles y políticos. Esto se debió a
cambios que fueron impulsados por razones políticas e ideológicas, pero también
tuvo un peso decisivo la guerra que implicó la movilización de vastos sectores
sociales bajo nuevos principios como la libertad y la igualdad. Sin embargo, y esto
no debemos olvidarlo, estamos analizando procesos que no concluyeron en la
década revolucionaria, por lo que siguió manteniéndose vigente una concepción
estamental, étnica y religiosa del orden social que fue cambiando paulatinamente a
lo largo del siglo XIX.
Los invitamos a compartir el fragmento de un video en el que le
historiador Jorge Gelman se refiere a las consecuencias
económicas de la revolución:
Para reflexionar: ¿qué tuvo de revolucionaria la Revolución?
La sociedad colonial americana formaba parte de la monarquía española. Como
vimos en la segunda clase, esto implicaba que los americanos y los españoles
consideraran al Rey como el garante del ordenamiento y funcionamiento de la
sociedad. La crisis desatada a partir de 1808 con las Abdicaciones de Bayona, pero
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sobre todo el proceso revolucionario y las guerras iniciadas en 1810, provocaron
una desorganización de la sociedad y la aparición de nuevos fenómenos sociales,
políticos y económicos. Esto no implicó, sin embargo, una transformación total de la
sociedad que, por ejemplo, siguió teniendo un carácter estamental aunque mucho
más atenuado. Es por eso, y por las distintas concepciones sobre qué es o debe ser
una revolución, que la Revolución de Mayo ha sido evaluada de diverso modo.
Incluso hay autores que sostienen que no se trató de una verdadera revolución, ya
que solo se habría producido una transferencia de poder de los españoles a las
clases dominantes criollas, dejando intactos a otros aspectos de la sociedad como la
subordinación de las clases populares.
Les proponemos que reflexionen sobre el carácter revolucionario que tuvo la
Revolución de Mayo a partir de lo que hemos venido trabajando y de sus
conocimientos previos. Asimismo les sugerimos la lectura de los aportes realizados
por tres historiadores que se refieren a distintos aspectos de este problema. El
primero es una reflexión de Tulio Halperin Donghi sobre la forma en la que es vivida
la revolución por sus protagonistas y sobre las consecuencias que esto tiene para
quienes estudian ese proceso. El segundo es parte de un reportaje en el que Hilda
Sabato se refiere a los cambios producidos en los fundamentos del poder político y
a la vigencia que todavía tienen algunas cuestiones planteadas en el proceso
revolucionario. En el tercero, Gabriel di Meglio discute con quienes sostienen que el
proceso iniciado en mayo de 1810 no produjo cambios relevantes en la sociedad,
explicando por qué a su juicio sí se trató de una revolución.
“En la experiencia de quienes la viven, en efecto, toda revolución es absoluta, en
cualquier plano que ella se realice. (…) La continuidad entre pasado
prerrevolucionario y revolución puede -y acaso debe- ignorarla quien hace la
revolución; no puede escapar a quien la estudia históricamente, como un momento
entre otros del pasado. Pero al mismo tiempo este no puede ignorar que esa
continuidad se da a través de lo que -llegue a ser lo que sea- se propone constituir
una ruptura total”.
T. Halperin Donghi, Tradición política española e ideología revolucionaria de mayo,
Buenos Aires, Ceal, 1984, p. 10.
“El núcleo duro de la Revolución es el cambio radical de los fundamentos del poder
político. Es lo que tanto se repite en la escuela respecto de la soberanía popular,
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que lamentablemente es una palabra vacía en ese discurso. Y esa palabra, en
realidad, tiene un peso enorme para entender cómo se constituye la nueva base de
poder. A lo que se suman dos nociones clave que siguen teniendo vigencia:
igualdad y libertad. Esas dos nociones, junto con la anterior, forman un triángulo:
soberanía popular, igualdad y libertad, los tres pilares del régimen republicano.
Pienso que esto está más vigente que nunca como interrogante, como cuestión y
como problema”.
H. Sabato, Fragmento de un reportaje Revista Nuestra Cultura n° 4, mayo 2010, p.
13.
“Ahora bien, si tomamos en cuenta que –tomando solo el caso del Río de la Plata–
entre 1810 y la década de 1820 se modificaron los criterios por los cuales unos
mandaban y otros obedecían pasando de una monarquía al sistema republicano,
que se terminó el predominio de los grandes comerciantes monopólicos y comenzó
el de los grandes terratenientes, que se dislocó la organización económica fundada
en la plata extraída de Potosí y se reorientó hacia el mercado atlántico, que la
mayoría de las desigualdades legales existentes en la sociedad fueron anuladas,
que se creó una vida política activa que implicó a diversos sectores sociales y en la
cual aparecieron en juego fuertes tensiones de clase (no entre una burguesía y una
aristocracia feudal pero sí entre los campesinos y peones en Salta y la Banda
Oriental con los dueños de la tierra o entre la plebe de Buenos Aires contra los
españoles), que se fueron moldeando nuevas identidades; ¿eso no es una
revolución, un cambio radical y brusco? Y si todos los que vivieron en ese período
creyeron y sintieron que así era, que estaban protagonizando una época de
transformación, ¿no es eso una revolución? Es cierto que el grueso de la
historiografía comparte la certeza de que la revolución sí existió, pero no implica
que no sea necesario problematizar qué entendemos por ella”.
“Introducción al dossier: Lo ‘revolucionario’ en las revoluciones de independencia
iberoamericanas” en Nuevo Topo. Revista de historia y pensamiento crítico, n° 5,
Buenos Aires, 2008, p. 12. El texto completo en:
http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/xix2dimeglio.pdf
Hasta la próxima clase.
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Recursos y lecturas recomendadas (no obligatorias)
Barral, M. E. “Clero y Revolución”, en
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-303797-2016-07-09.html
Di Meglio, Gabriel, “Algunas claves de la Revolución en el Río de la Plata
(1810-1820)” en Estudios Iberoamericanos, v. 36 n°2, 2010, pp. 266-287.
Disponible
enhttp://revistaseletronicas.pucrs.br/fo/ojs/index.php/iberoamericana/articl
e/download/8764/6148
Fradkin, R. y Garavaglia, J.C, La Argentina colonial. El Río de la Plata entre
los siglos XVI y XIX, Buenos Aires, Siglo XXI, 200, caps. 10 y 11.
Goldman, Noemí (ed.) Lenguaje y Revolución. Conceptos políticos clave en
el Río de la Plata, 1780-1850, Buenos Aires, Prometeo, 2008.
Goldman N. (Dir.), Revolución, República, Confederación (1806-1852),
Tomo 3 de la colección ‘’Nueva Historia Argentina’’, Buenos Aires,
Sudamericana, 1998
Ternavasio, M. Historia de la Argentina, 1806-1852, Bs.As., Sudamericana,
2009.
Di Meglio, Gabriel, Congreso de los Pueblos Libres - 1815,
en http://www.educ.ar/recursos/ver?id=126916
Ternavasio, Marcela, "9 de Julio: una guerra de cronologías en vísperas del
Bicentenario de la Independencia" en La Gaceta 15 de julio de 2015
en http://www.lagaceta.com.ar/nota/645037/sociedad/9-julio-guerra-
cronologias-visperas-bicentenario-independencia.html
Wasserman F. “Bicentenario, entre el pasado y el futuro”, en
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-303664-2016-07-08.html
Otros recursos
Años decisivos. 1816. Recuperado de:
http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=105667
Línea de tiempo con los gobiernos 1810-1880 y resumen de cada período.
Recuperado de: http://vocesbicentenario.educ.ar/?page_id=10
CD 28 Colección Educ.ar, Ideas, conceptos y palabras de 1810. Recuperado de:
http://coleccion.educ.ar/coleccion/CD28/inicioCD28.html
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Cómo citar este texto:
Área de Ciencias Sociales, INFD (2016). Nuevas miradas, viejos problemas:
revolución, independencia y guerras civiles en los orígenes de la nación argentina
(1806-1880). Clase 05: Revolución, guerra e independencia. Segunda parte (1814-
1820). Especialización docente en la Enseñanza de las Ciencias Sociales en la
escuela primaria. Buenos Aires: Ministerio de Educación y Deportes de la Nación.
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