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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS
DEPARTAMENTO DE CIENCIAS ANTROPOLOGICAS
SEMINARIO ANUAL DE INVESTIGACIÓN “Teoría y metodología en la investigación antropológica
de las prácticas y los procesos políticos” 2015
Profesor a cargo: Dra. María Inés Fernández Alvarez
Equipo Docente: Lic. Sandra Wolanski; Lic. Santiago Sorroche; Lic. Leila Litman; Lic. Dolores Señorans; Prof. Florencia Pacífico
Programa “Procesos de reconfiguración estatal, resistencia social y construcción de hegemonías”. Instituto de Ciencias Antropológicas
Viernes 15 a 19 hs.
Imágenes del campesinado en la consciencia del proletariado venezolano. Publicado originalmente en: Roseberry, W (1985) “Images of peasant in the consciousness of the Venezuelan proletariat”. En: Anthropologies and histories: Essays in culture, history and political economy. New Brunswick, Rutgers University Press, pp. 55-79. Traducción preliminar de Santiago Sorroche para el seminario “Teoría y metodología en la investigación antropológica de las prácticas y los procesos políticos” En un libro influyente, y controversial, James Scott sugirió que los campesinos tienen
una “economía moral” por la cual ellos evalúan los efectos destructivos del capitalismo
y de las extracciones crecientes del estado colonial1. Basada en una ética de la
subsistencia, la economía moral demanda que aquellos que se apropian de la plusvalía
de los campesinos ofrezcan garantías para la supervivencia continua del hogar
campesino. Aunque los ordenes precapitalistas pueden ser vistos como explotadores, en
el sentido marxista, ellos pueden estar basados en relaciones de patrón-cliente, que
ofrecen garantías de supervivencia y puede que no sean percibidas como explotadoras
por parte de los campesinos, quienes disfrutan esas garantías. La intrusión del
capitalismo o la formación de un estado colonial puede romper los lazos sociales de la
vieja economía moral, erosionar las garantías de supervivencia, aparecer como
1 NdeT. La palabra estado aparece en el original en minúsculas por lo que he decidido mantenerlo de esa manera.
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explotación para los campesino y provocar rebeliones (Scott, 1976; cf. 1977; Popkin,
1979; Adas, 1980).
El análisis de Scott de la política campesina en el Sudeste Asiático abreva
explícitamente en el trabajo de E. P. Thompson y otros que han enfatizado en la
economía moral de los campesinos, artesanos y proletarios de la Inglaterra y Francia de
los siglos XVIII y XIX. Esta literatura ha enfatizado la presencia activa de tradiciones,
valores y comunidades precapitalistas en la clase obrera temprana –tradiciones que
fueron transformadas con la revolución industrial y en términos en los cuales la
experiencia industrial fue evaluada, criticada y resistida (Thompson, 1963:63; 1971;
Hobsbawn, 1959; Rudé, 1964). La literatura ha tenido una importante función
correctiva en relación con la historia económica marxista y no marxista, en la cual el
capitalismo es generalmente considerada la historia de los capitalistas, la historia de
aquellos que han ganado. Sin embargo, mucho más importante que la recaptura de la
historia de quienes han perdido, la literatura de la economía moral ha creado la base de
una nueva teoría de la consciencia. Ha renovado la noción de tradición, no como un
peso muerto del pasado, sino como la fuerza activa y moldeadora del pasado en el
presente.
Aunque a la literatura sobre la economía moral, particularmente aquella referida a la
experiencia europea, se la debe considerar como un avance en nuestra comprensión
histórica, hay una tendencia a tratar el pasado de los campesinos o artesanos sin
ambigüedad o en términos acríticos. Por ejemplo, cuando Thompson analizó las
nociones tradicionales de tiempo en su ensayo “Tiempo, disciplina de trabajo y
capitalismo industrial” el abrevo libremente de ejemplos tanto de los Nuer como de
otros pueblos primitivos sin distinguir cuidadosamente sobre estas sociedades, la
naturaleza de sus tradiciones, valores, experiencias y comunidades, y las tradiciones de
los campesinos y artesanos que iban a experimentar en carne propia la revolución
industrial en Inglaterra. En “Work, Culture and Society in Industrializing America2”
(1976) Herbert Gutman agrupo bajo la simple etiqueta de “preindustriales” una amplia
gama de tradiciones campesinas y de artesanos de diferentes partes de Europa y Norte
América y, todo esto, de diferentes momentos históricos. James Scott (1976), por su
parte, tiene la tendencia a exagerar su caso, romantizando el pasado capitalista e
2 Los textos que han sido traducidos se citan con su nombre en español, manteniendo en inglés los que no. Sin embargo las páginas de las citas corresponden a la versión en inglés de los trabajos citados.
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ignorando las fuerzas del desorden y la explotación que precedieron el capitalismo y el
estado colonial.
Uno debe, entonces, cuestionar la distancia que han viajado estos teóricos desde la
teoría de la modernización. Aunque ellos adoptan una postura mucho más crítica hacia
las transformaciones capitalistas que lo que lo hacen los teóricos clásicos de la
modernización, ellos tienen puntos de partida muy similares para sus trayectorias
históricas –un orden tradicional relativamente homogéneo e indiferenciado. Más
importante aún para nuestros propósitos: esta debilidad tiene consecuencias
desafortunadas para el entendimiento de la conciencia. Aunque ellos están en lo
correcto de hacer el foco en la fuerza activa del pasado en el presente, sus enfoques
acríticos del pasado los dejan en una posición desventajosa para comprender las
imágenes, valores y sentimientos contradictorios que se le presentaron al proletariado
emergente.
En El campo y la ciudad Raymond Williams señala la dificultad en datar la
desaparición de un pasado rural idílico. En cualquier siglo que indaguemos, este
parecerá que ha desaparecido hace poco tiempo o que se encuentra en proceso de
desaparecer. En un pasaje que tiene una relevancia especial para la literatura de la
economía moral, el observa:
Tomé primero la idealización de una economía “natural” o “moral” en la cual
muchos han creído, como un contraste con el cruel avance del capitalismo. Había
muy poco que era natural o moral sobre eso. En el simple sentido técnico, lo que
era una agricultura de subsistencia “natural”, aún sin ser afectada por la
economía de mercado, lo cual ya es dudoso y sujeto a muchas excepciones;
aunque parte de este énfasis puede ser fácilmente aceptada. Pero el orden social
dentro del cual esta agricultura era practicada era tan dura y brutal como
cualquiera que fuera experimentado luego. Incluso si excluimos las guerras y el
bandolerismo al cual se encontraban comúnmente sujetos, los incontables miles
que cuidaban las cosechas y criaban el ganado solo para ser saqueados y
quemados y llevados con sus muñecas atadas, esta economía, incluso en períodos
de paz, era un orden de explotación del tipo de las más profundas: una propiedad
en el hombre así como en la tierra,; una reducción de la mayoría de los hombres
a animales de trabajo, atados por el tributo y el trabajo forzado ó “comprados y
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vendidos como si fueran bestias”; “protegidos” por la ley y la costumbre solo
como los animales y arroyos son protegidos, para producir más trabajo, más
alimentos, más sangre; una economía dirigida, en todas sus relaciones de trabajo,
a una dominación física y económica de un tipo significativamente total. (1973:
47-48)
Pero, algunos arguyeran, la “economía moral” no tiene porque haber existido en el
pasado; puede ser percibida en el pasado desde la perspectiva de un presente
desordenado. Las imágenes de una economía moral pueden ser una imagen llena de
sentido incluso si “lo que verdaderamente pasó” era menos idílico. Pero como lo
sugiere Williams, las percepciones del pasado van a depender en las posiciones relativas
de quienes las perciben; diferentes idealizaciones y evaluaciones van a emerger
dependiendo de las distintas experiencias de la “dominación física y económica de un
tipo significativamente total”.
En un comentario sobre Culture and Enviroment (1977 [1933]) de Frank R. Leavis y
Denys Thompson, Williams se enfocó en este punto sobre el pasado a través de la
evaluación de la conciencia en el presente: “Lo que es verdad, voy a argumentar, es que
tanto un número de nuevos tipos de trabajo insatisfactorio han venido a la existencia;
como de entretenimiento barato, o de división social. Contra estos deben establecerse
nuevos tipos de trabajo satisfactorio y ciertas formas de organización social. Entre todos
estos y otros factores el balance debe ser hecho mucho más finamente de lo que el mito
nos permite” (1960: 279).
En hacer hincapié en estos pasajes, no quiero sugerir, como tampoco Williams, que el
orden del capitalismo industrial representa, mirándolo bien, progreso para la humanidad
y avances para la clase trabajadora. Mi punto tiene que ver con nuestro acercamiento a
la conciencia. Muy a menudo los teóricos de la economía moral mientras señalan la
importancia del pasado en el presente analizan una transición relativa y sin
ambigüedades desde un pasado ordenado a un presente desordenado. Nosotros en
cambio necesitamos ver un movimiento de un pasado desordenado a un presente
desordenado. Contando con tal punto de partida podemos evaluar las contradicciones
inherentes en el desarrollo de la conciencia de las clases trabajadoras y, de esta manera,
apreciar que el pasado provee tanto las experiencias que pueden hacer que la transición
sea vista de manera positiva como también las que lo hacen de forma negativa. Solo
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entonces podemos ver a la economía moral como una fuente para la protesta y la
acomodación, la desesperación y la esperanza.
Teniendo esto en mente, me voy a volcar a la historia social de un segmento del
campesinado venezolano. A diferencia del campesinado que a la mayoría de los
antropólogos les resultan familiares, los campesinos que examino tienen raíces
históricas relativamente poco profundas. Se formó en el Siglo XIX con la emergencia
de la economía cafetalera y fueron sometidos a un proceso de proletarización en el Siglo
XX con el surgimiento de la economía petrolera venezolana. Esta breve existencia
histórica, íntimamente relacionada con los desarrollos cíclicos del mercado mundial
corresponden a otro punto central de El campo y la ciudad: que tanto el campo como la
ciudad (y yo agregó campesinos y proletarios) son cualidades siempre cambiantes y,
como cualidades, deben ser entendidas en el contexto de la historia capitalista
(Williams, 1973:302 y ss.)
Antes de enfocarme en lo específico, voy a ofrecer algunos comentarios introductorios.
Primero, dejar en claro que no pretendo analizar al campesinado venezolano como un
todo. El campesinado venezolano nunca ha existido como un todo sino, solamente, en
sus partes regionalmente diferenciadas. Me concentro, entonces, en el campesinado
productor de café de los Andes3, el cual ofrece un número particular de características
únicas. Mi propio conocimiento del campesinado de los Andes se basa en una
investigación de campo desarrollada en una pequeña, y especializada, región –el distrito
Boconó del estado de Trujillo (Roseberry, 1983)4. Segundo, a pesar de tal limitación no
voy a brindar un resumen pormenorizado de la historia del campesinado. Tales detalles
se pueden encontrar en otros trabajos. Aquí simplemente voy a resumir aquellos
aspectos de su historia que son necesarios para el análisis cultural. Tercero, mi análisis
del campesinado y la conciencia proletaria no esta basado en las presentaciones de
ideas, opiniones o concepciones que me fueron expresadas por individuos; tampoco se
basa en el comportamiento de los campesinos y proletarios en elecciones, sindicatos o
cualquier otro movimiento o evento político relacionado. Esto es, más bien, un intento
de esbozar las posibilidades culturales que se les presentan a los campesinos y 3 La región de los Andes, en Venezuela, esta ubicada al oeste del país, justo debajo del lago de Maracaibo. 4 Nota al pie 1
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proletarios venezolanos en su historia social –los elementos constitutivos de su
conciencia política.
Analizaré estas posibilidades culturales con cuatro conjuntos simbólicos, que, a
diferencia de la moda imperante en el análisis cultural, son presentadas como pares de
opuestos: café y petróleo; atraso y desarrollo; campo y ciudad; y dictadura y
democracia. Esto es apenas un grupo esotérico de imágenes, pero los significados
atados a ellas son elementos constitutivos de la conciencia política. Al discutir cada
conjunto, en primer lugar trazo la historia política y económica que produce y conecta
estas imágenes. Luego me concentro en las imágenes en si mismas y discuto la forma en
que estas son presentadas a los venezolanos, sin distinguir entre diferentes percepciones
de clase. En el proceso, voy a intentar bosquejar las materias primas disponibles para el
análisis cultural.
Café y petróleo
El campesinado de los Andes surgió en el siglo XIX con el crecimiento de la economía
cafetalera. Al momento de la independencia, no era central para la economía
venezolana, la cual se basaba en las plantaciones de cacao para exportación en las
tierras bajas. Las áreas productoras de cacao fueron desbastadas durante la guerra de
independencia y, de manera rápida, el café desplazo al cacao como la principal
exportación venezolana. Tal cambio no llevo a que se produjeran de manera inmediata
mayores trastornos políticos, económicos o demográficos. Los dueños de las
plantaciones en las tierras bajas costeras y centrales pudieron expandir sus tenencias
hacia las tierras altas circundantes, plantando café y desplazando los huertos (conucos)
de sus arrendatarios y esclavos. Solo hacia finales del siglo XIX los Andes –que habían
estado relativamente despoblados y que durante la colonia producían primariamente
para los mercados regionales- emergió como una importante región productora de café.
Para el final del siglo, Maracaibo, que era parte de los Andes, era un puerto importante,
la región producía más de la mitad de las exportaciones venezolanas y, así, los Andes
capturaron el poder nacional en Caracas (Lombardi y Hanson, 1970; Carvallo y
Hernández, 1979; Rangel, 1968, 1969; Roseberry, 1983)
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Debido a que los Andes no se encontraban densamente poblados durante el período
colonial, la formación de una economía cafetalera no pudo llevarse adelante sin un
intenso proceso migratorio. Campesinos y mercaderes de otras partes de Venezuela
(especialmente de los llanos ganaderos del sur, en declive a través del siglo XIX), como
también inmigrantes de Europa del sur, se asentaron en tierras baldías nacionales o en
los nuevos pueblos y ciudades de la zona templada donde el café era plantado. Los
migrantes ingresaron en ciertas áreas que eran virtualmente despobladas y otras que
tenían una larga historia colonial. La interacción entre migrantes y residentes, la
economía cafetalera y la colonial, es importante para comprender la diferenciación
regional en los Andes y las batallas políticas del siglo XIX entre liberales y
conservadores. Sin embargo, tal detalle no es crucial para el presente análisis. Lo que es
más importante es la relativa pequeña escala de producción que se llevó adelante en la
mayoría de la zona templada donde se producía café. La diferenciación regional debe
recalcarse aquí también, pero con la disolución de las formas coloniales de propiedad de
la tierra, se creó un campesinado propietario. Estos campesinos, junto con aquellos que
no eran propietarios, pero ocupaban las tierras baldías nacionales, se volvieron los
principales productores de café. La mayoría, entonces, ingreso en relaciones directas
con comerciantes que les prestaban los fondos necesarios para comenzar con la granja
cafetalera, y que les posibilitaban mantenerse hasta la primera cosecha, y que por lo
tanto permitió establecer una reclamación sobre los productos del cultivo. El
campesinado de los Andes, entonces, era muy único en muchos aspectos. A diferencia
de otras partes de Venezuela, donde predominaban las grandes granjas y los campesinos
eran dependientes, en los Andes se estableció un campesinado relativamente
independiente. A diferencia de los otros lugares donde los terratenientes eran política y
económicamente dominantes, los comerciantes controlaban a los Andes productor de
café. Esto no quiere decir que los terratenientes no existían, lo que quiere decir es que la
relación comerciantes-campesinos definía la economía andina (Rangel, 1968; 1969;
Roseberry, 1980;1983).
Las brillantes posibilidades históricas que enfrentaron los pioneros que habían
establecido sus propias granjas y se las pasaron a sus hijos, comenzaron a apagarse en el
siglo XX. La economía cafetalera, alcanzo sus límites espaciales alrededor del cambio
de siglo. El endeudamiento se volvió un problema, especialmente durante las
depresiones cíclicas del mercado mundial, por ejemplo el virtual cierre del mercado
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durante la 1era Guerra Mundial y, especialmente, durante la crisis de los años 30. La
gran depresión puede ser vista como dentro de una serie de crisis cíclicas en la
economía del café. Sin embargo, dos aspectos de la situación venezolana hicieron que
sea única. En primer lugar, el hecho de que los limites efectivos a la producción de café
se habían alcanzado, significo que la respuesta más favorable a la crisis –incrementar la
producción a través de la expansión espacial- estaba solo disponible para extenderse
sobre tierras menos productivas. Segundo, para 1930, el café había sido desplazado por
el petróleo como la exportación dominante. Los desplazamientos económicos
estuvieron acompañados de los desplazamientos políticos, incluso cuando los Andes
siguieron manteniendo posiciones formales dentro del poder estatal. Los granjeros y
comerciantes empezaron a enfrentar las ejecuciones de las hipotecas, la pobreza y, en
algunos casos, la hambruna y el abandono de la economía cafetera. Los cercanos
campos petroleros en la cuenca del Maracaibo, atrajo a algunos migrantes de los Andes,
aunque la mayoría fueron hacia Caracas o la ciudad de Maracaibo, para participar de la
expansión comercial y gubernamental que acompañaban la transformación de
Venezuela. Esto no quiere decir que la economía cafetalera desapareció. De hecho la
cantidad de tierras sembradas con café en los Andes se vieron incrementadas en las
décadas que siguieron a la crisis, incluso a medida que la productividad y la producción
total declinaron, lo que muestra que la expansión se dio sobre tierras cada vez menos
aptas. A excepción de los centros urbanos de los Andes que participaron de la expansión
económica y gubernamental de la Venezuela de ese momento, la mayoría de los
distritos o perdieron población, de un censo a otro, o tuvieron niveles muy bajos de
crecimiento poblacional. Hijos e hijas abandonaron la zona, agravando la situación para
aquellos campesinos cafetaleros que se quedaron.
La naturaleza de la transformación petrolera será discutida en el próximo apartado. Aquí
me voy a concentrar en la economía cafetalera y en el campesinado que la caracteriza,
como también en las imágenes que presenta para una economía moral. Primero, la
relativa independencia del campesinado productor de café de los Andes debe ser
matizada. Sin embargo, es notable la desaparición de este campesinado de la conciencia
política de la Venezuela contemporánea. Tanto en las versiones oficiales de la historia
venezolana como también en las versiones alternativas de la izquierda, el paisaje rural
ha sido reducido a una oposición relativamente indiferenciada entre los terratenientes y
los arrendatarios, con relaciones de peonazgo que definen la existencia social del
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campesinado. Hay algún debate sobre la importancia del latifundismo en los Andes, en
parte debido a la tendencia a ignorar la diferenciación regional y a agregar estadísticas
de nivel estatal. Sin embargo, uno debe pensar que el campesinado productor de café
del siglo XIX puede servir como la base para la construcción de una economía moral
que apunta hacia un pasado ordenado. Un número importante de factores operan contra
esta memoria histórica, pero solo menciono aquellos relacionados con la economía
cafetalera y el campesinado. El más importante es el proceso de desarrollo de la
economía cafetalera. La expansión y esperanzas del tardío siglo XIX dieron paso a un
relativo estasis a comienzos del siglo XX y finalmente a la crisis y colapso de 1930.
Durante la crisis de los precios, a comienzos del siglo XX, un periódico local de los
Andes arremetió con una nota de desesperación:
“Con raras excepciones ¿cuál es la capital, que ha sido formada por productores de café,
incluso cuando los precios eran de 36 o 40 pesos los cien kilos? Ninguna. Y cuando el
mercado presenta precios bajos nuestros campos son inexplicable y dolorosamente,
descuidados. Muchos de nuestros hacendados tienen que abandonar sus granjas e ir en
busca de nuevas formas de supervivencia; otros se quedan en sus haciendas en una vida
lánguida y dura, sin fuerza para moverse a ellos mismos. (El Renacimiento, Boconó,
Venezuela. 4/03/1904)
La gente que experimento los años del colapso eran los hijos e hijas, nietos y nietas de
los pioneros del siglo XIX. Durante los años de la crisis, sus obligaciones de deuda los
estaban llevando a la ejecución de las hipotecas. Su conciencia y memorias no serían de
independencia sino de una dependencia abyecta.
Esto nos lleva a una característica crucial del campesinado de los Andes que no que lo
separa de otros campesinados analizados por la literatura de la economía moral. Los
economistas morales llegan a considerar al campesinado como si pareciera tener unas
profundas raíces históricas. El desarrollo capitalista o el colonialismo se entromete en
ese campesinado e interrumpe sus tradiciones y formas de organización. No hay
sentido, sin embargo, de considerar al campesinado de los Andes como precapitalista.
Más bien, el mismo se originó en el siglo XIX, a medida que la región estaba siendo
incorporada al mercado mundial. No estaba orientado hacia la subsistencia, sino a la
producción de mercancías. Desde el principio su destino estuvo atado al desarrollo
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cíclico del mercado mundial. Debido a la diferenciación interna dentro del
campesinado, algunos productores pudieron prosperar, tomar ventaja de los periodos de
altos precios, establecieron relaciones de deuda con los más pobres y crearon un cojín
protector que les posibilitó absorber el golpe de los periodos en los que los precios
disminuían. Sus iguales menos afortunados podían sobrellevar los períodos de precios
altos pero sufrían durante las caídas. Dada su relación con los comerciantes –las cuales
eran esenciales si la familia producía café- su establecimiento como campesinos era
simultáneamente el establecimiento de una relación con una forma de capital. Mientras
uno puede legítimamente argumentar sobre si esa relación era capitalista o no
capitalista, hay poca evidencia histórica para caratularla como precapitalista. La
economía del café presenta materias primas para una economía moral que puede
orientarse desde un pasado ordenado, pero también lo hace para una conciencia que lo
hace desde un pasado desordenado.
Atraso y desarrollo
Si no fuera por el petróleo, Venezuela hubiera encajado perfecto en el estereotipo de
país subdesarrollado –exportando una o dos materias primas agrícolas y exportando
bienes manufacturados. En un nivel, la extracción y exportación de petróleo
simplemente reemplazo la exportación de materias primas agrícolas por una mineral sin
afectar la base del modelo de importación-exportación. De hecho, Venezuela se volvió
más dependiente en un solo producto de lo que había sido en el caso del café o el cacao.
Un número de cuestiones, sin embargo, eran diferentes en relación al petróleo. En
primer lugar, trajo aparejado mayores ganancias de las que eran posibles con la
producción agrícola. Durante la década en la que el petróleo reemplazó al café como la
principal exportación, la porción del valor total de la exportación a la que el café
contribuía solo decayó un nivel minúsculo antes de que la caída de la producción real se
produjera. Segundo, a diferencia de los productos agrícolas y otros productos minerales,
el petróleo se encontraba menos sujeto a fluctuaciones cíclicas de la demanda o del
precio en el mercado mundial, al menos durante esas largas décadas de expansión.
Finalmente, era un recurso del cual el mundo desarrollado era tan dependiente que
permitía a los países productores pudieran, ocasionalmente, ejercer cierta presión y
control en el mercado internacional, como quedo demostrado por el éxito obtenido por
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la OPEP en la década del 70. Resumiendo, muchas más cosas se volvieron posibles con
el petróleo de lo que hubiera sido con el café.
Mientras que la extracción de petróleo posibilitó el escape de las posibles formas típicas
de subdesarrollo, sería un error relacionar automáticamente al café con el atraso y al
petróleo con el desarrollo. La economía petrolera venezolana simboliza
simultáneamente el desarrollo y el atraso de Venezuela. La economía cafetalera nunca
estuvo bajo control extranjero. Las casas de importación-exportación en las ciudades
puertos eran propiedad de extranjeros residentes –alemanes e ingleses- y sus hijos
venezolanos, pero la producción se mantenía en manos venezolanas. Incluso cuando un
extranjero controlaba algún aspecto de la producción o venta, el extranjero no era una
corporación; el patrimonio venezolano no había sido vendido. En contraste, el
otorgamiento de las concesiones a la anglo-holandesa Shell o a la Standard Oil
Corporation, introdujo todo un nuevo capitulo en el subdesarrollo venezolano. Las
primeras leyes que regulaban las concesiones fueron escritas por los representantes de
las compañías y clamaron por un modesto pago de regalías al gobierno de Venezuela,
pero la mayor parte de la extracción se llevó adelante por empresas extranjeras para
alimentar la acumulación de capital extranjera. En resumen, el crecimiento de la
economía petrolera significo la inserción de Venezuela en el sistema imperialista.
Un tipo de desarrollo, sin embargo, se llevó adelante en Venezuela. En la sección
previa, me referí a la “expansión comercial y gubernamental” de la economía
venezolana. Ahora debemos darle contenido a esa frase. La riqueza del petróleo fue
distribuido primariamente por el Estado. Incluso en los primeros años, cuando las
compañías petroleras pagaban regalías modestas al Estado, las sumas generadas
permitían una enorme expansión del aparato gubernamental. A medida que la
producción, y el porcentaje de regalías adeudadas al Estado, se incrementaron con las
décadas, llevo a que el aparato se volviera aún más grande. Para servir a los miembros
de la creciente burocracia, y sus familias, los comerciantes de bienes de consumo
proliferaron. Un resultado a remarcar de la transformación petrolera, fue entonces, el
crecimiento de una clase media urbana, que dependía de los ingresos provenientes del
gobierno o del comercio. Sin embargo, la estructura industrial venezolana era débil. Fue
solo a través de esfuerzos que comenzaron en 1940 en función de “esparcir el petróleo”
que el creciente Estado comenzó a enfocar sus recursos hacia la estimulación de una
producción diversificada. La inversión y desarrollo industrial fueron promovidos a
12
través de una política de substitución de importaciones que comenzó en 1959. En 1974
el Estado empezó a alentar la industria básica (por ejemplo petroquímicas) en empresas
públicas o mixtas. Pero incluso con estos intentos recientes de estimular el desarrollo
industrial, Venezuela se volvió un país urbano, esencialmente no industrializado5.
Esto se ve reflejado en las estadísticas sobre la distribución del PBI y de la población de
acuerdo a los sectores: primario (agricultura, minería), secundario (manufacturas,
construcción y trabajo público), terciario (comercio, transporte y servicios), La
distribución del PBI entre los sectores se han mantenido relativamente estables debido a
la importancia de las ganancias del petróleo en el sector primario. Sin embargo, de 1959
a 1969 hubo un significativo deslizamiento en el sector primario (bajó del 38 al 28% del
PBI), un incremento mínimo en el sector secundario (del 17 al 20 %) y un gran aumento
proporcional en el sector terciario (del 45 al 52%) (Banco Central de Venezuela, 1970).
Sin embargo, si dividimos a la población económicamente activa entre estos mismos
sectores, se nos presenta un cambio mucho más dramático: en 1950, el 46% trabajaba
en el sector primario, para el año 1971, solo el 22% lo hacía. El sector secundario,
también aquí, se mantuvo bastante estable (pasando del 17 al 20%), mientras que
quienes trabajaban en el sector terciario pasaron del 34 al 42%. El mayor incremento se
dio en un grupo que confundió a los censistas y que hablaremos más adelante. Los
“otros” residuales pasaron del 3 al 16%. La caída en el porcentaje de personas
involucradas en el sector primario puede ser explicado por la declinación en el sector
agrícola, el cuál cayó del 43% de la población económicamente activa al 20.3
(Ministerio de Fomento de Venezuela, 1971).
Las estadísticas nos hablan de una cambio dramático que ocurrió en la estructura
poblacional venezolana; uno de los aspectos de ese cambio será discutido en la próxima
sección. Las estadísticas también nos indican la sesgada economía venezolana - la
abrumadora carga del petróleo en el primer sector y de los servicios del gobierno y del
comercio en el tercero. Pero esto los solo pueden darnos una pista, de la calidad de vida
que llevó a Darcy Ribeiro a escribir sobre “la “puertoricanización” de Venezuela”
(Ribeiro, 1972:288). El se refiere, por un lado, a la importancia histórica de las
compañías petroleras, y por el otro, al aumento de la importancia de las multinacionales
en la industria y comercio venezolanos desde 1959. El también destaca las
5 Nota número 2.
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transformaciones culturales que –especialmente en las áreas urbanas como Caracas o
Maracaibo- afectaron el lenguaje, el vestir, las relaciones sociales, el arte, el cine y otras
manifestaciones culturales.
El bosquejo de la evolución económica en este siglo y de las macro estadísticas
tampoco muestran las luchas que han sido libradas alrededor del sector petrolero. Los
esfuerzos para “esparcir el petróleo” en los 40, incrementaron las regalías que recibía el
Estado, la substitución de importaciones y la industrialización en los 60 y 70 y,
finalmente, la nacionalización de las empresas petroleras en 1976 están asociadas a una
serie de movimientos políticos que serán mejor desarrollados en nuestra discusión sobre
la democracia y dictadura. Las luchas le dieron contenido social a las imágenes de
atraso y desarrollo. Venezuela ha sido definida como una economía petrolera la mayor
parte del siglo XX. En la venta del patrimonio venezolano, en la dominación de las
multinacionales, la influencia cultural de Nueva York, Miami o París, el sector petrolero
aparece representado como el atraso de Venezuela. En las primeras luchas obreras en
los campos petroleros, en los intentos de redefinir la relación entre el Estado y las
corporaciones, en la nacionalización del hierro y el petróleo, en el intento de crear y
mantener la democracia, el sector petrolero se irgue como la posibilidad de lograr el
desarrollo. Con el petróleo envolviendo tanto el desarrollo y el atraso, el café y el
pasado agrícola ocupan una posición ambigua. Quedan, entonces, relegados a una
tradición relativamente ahistórica, en gran parte desprovista de contenido social y de las
valuaciones positivas y negativas que se colocan en el petróleo. Esto posibilita actitudes
aún más contradictorias en relación al campo.
Ciudad y campo
Quizás no hay otro marcador más visible de las transformaciones acaecidas en
Venezuela que la urbanización. En 1936, el 35% de los venezolanos vivían en zonas
urbanas; para 1971 ese porcentaje había ascendido al 77%. La mayor parte de la
concentración urbana se ha dado en Caracas, pero el fenómeno no esta limitado a la
capital. Incluso en los estados de los Andes, que una vez fue predominantemente rural y
una de las principales fuentes de migrantes para Caracas u otros centros urbanos, se ha
vuelto predominantemente urbano. Si bien los estados de los Andes han sido una de las
principales fuente de migrantes, no han sido los únicos. Los migrantes que llegaron a la
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ciudad vinieron de diferentes regiones y con una variedad de experiencias rurales. Un
factor en el proceso de urbanización ha sido el estancamiento del sector rural, en el cual
la economía cafetalera es solo uno de los ejemplos más visibles. Otro factor se vincula a
la transformación de la economía política venezolana y la expansión de los servicios
gubernamentales y de comercio mencionados más arriba.
La gente que se movilizó de las áreas rurales a las urbanas se insertó en esas esferas en
crecimiento. Esto es menos cierto para los campesinos y sus hijos e hijas, que lo que lo
es para los hijos e hijas de la clase media de los pueblos y ciudades del interior. A pesar
de lo mencionado tales oportunidades no están totalmente cerradas para los campesinos.
La primera experiencia urbana para estas personas suele ser ir a vivir con un pariente a
un centro provincial mientras que asiste a la escuela secundaria. Esto puede abrir
puertas dentro del establecimiento educativo o para posiciones de bajo nivel en otros
lugares de la burocracia, mientras que una persona con un mayor grado educativo y
conexiones políticas puede convertirse en maestro de grado. Para una hija pequeña, las
primera experiencia urbana puede ser vivir en un centro provincial o en Caracas con una
familia que la ha contratado como empleada domestica. Por otro lado, el movimiento de
un hombre joven puede incluir varias estadías en lo de parientes mientras busca trabajo
durante los tiempos muertos de la temporada agrícola. El puede, eventualmente,
quedarse en la ciudad. El trabajo que el encuentre, si lo encuentra, probablemente no sea
en la industria. Puede que sea en el comercio; puede ser en pequeñas industrias que
proveen servicios a la creciente población de desempleados; puede que sea una serie de
trabajos cortos en la construcción, el comercio, y pequeñas industrias. Este último grupo
es la categoría que desconcertó a los censistas. Una creciente literatura sobre estos
migrantes en otras partes de América Latina nos dice que su marginalidad es un “mito”
(Perlman, 1976; Lomnitz, 1977). Esto particularmente claro a medida que prestamos
atención a las pequeñas industrias que eluden las macro estadísticas. Ya que
elocuentemente no podemos etiquetarlos como “marginales”, tampoco podemos
subsumirlos bajo el rotulo de “proletariado”, en el sentido de una población trabajadora
que esta integrada en una economía industrial. El movimiento del campo a la ciudad no
es, en la mayoría de los casos, un movimiento de campesinos a proletarios sino de
campesino a “otro”. El sector industrial esta demasiado constreñido para poder absorber
a la población trabajadora, y la porción de la población a la que absorbe no acaba,
nuevamente estoy hablando en general, de salir de las granjas.
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La evidencia física del desempleo y subempleo de los migrantes puede ser encontrado
en los ranchos o barrios carenciados que trepan por las laderas de las montañas o que
cuelgan de las paredes de los lechos de los ríos en los pueblos de tamaño modesto y en
las grandes ciudades. La existencia de los ranchos no debe ser entendido solamente en
los términos de la condición económica de sus residentes, algunos tienen una historia
más larga. Con el tiempo, las casas de cartón, dieron lugar a baldosas de hormigón y
techos de zinc; con el tiempo el agua y la electricidad, junto con los servicios de salud y
educación públicas, se fueron introduciendo (o puede que el rancho desaparezca en un
alud. O puede que sea desplazado por un proyecto de viviendas estatales, al cual los
habitantes de los ranchos no pueden acceder debido a su coste). Además de brindarnos
información sobre el desempleo y subempleo, los ranchos también son indicativos de un
desordenado crecimiento urbano. Arriban más migrantes de los que una ciudad puede
absorber, y ellos encuentran lugar creándoselo. Los servicios de la ciudad siguen a un
paso lento y son constantemente llevados más allá de sus capacidades.
Aún así, no hay discusión que una ciudad como Caracas es adecuada al menos que uno
mencione que es un lugar excitante. Esta es una verdad obvia para quienes pueden
permitirse disfrutar de sus restaurantes y clubs, quienes pueden comprar la última moda
neoyorkina o parisina, o quién puede estar una tarde discutiendo sobre marxismo en un
cafetín –pero estas personas y sus memorias históricas no son centrales para nuestro
análisis. La ciudad también puede ser un lugar emocionante para quienes cuyas
posibilidades son más limitadas. Incluso cuando el trabajo urbano es limitado, uno
siempre tiene la chance de conseguir alguno, la cual puede no existir en el estancado
campo. Más aún, las pequeñas industrias pueden ofrecer algunas oportunidades para una
riqueza modesta. La ciudad también ofrece otras oportunidades. Por ejemplo, para una
mujer joven puede encontrar escolarización en un lugar como Barquisimeto o Caracas
siendo paso necesario para que ella se libere de su familia sin que sea necesario que se
case.
Esta pequeña discusión ha indicado algunas de las imágenes contradictorias que se
presentan con la noción de ciudad y campo. En la sección de café y petróleo, indique
que la imagen del campesino y el campo que emergían de la economía cafetalera es una
que refiere a una pasado desordenado, pero los migrantes se mudan de un campo
desordenado a una ciudad desordenada. La ciudad que se presenta a sí misma como un
símbolo de la Venezuela moderna, la cual también crea su opuesto crítico: la campiña
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pastoral. El café –la campiña, y los campesinos, las cuales sirven como símbolos de una
pasado agrícola, son los contra símbolos del presente. Ellos evocan a un semirecuerdo
de una Venezuela prepetróleo, preurbana y premoderna. Este símbolo es menos efectivo
para los migrantes recientes para quienes el atraso del campo es parte de su experiencia
vivida. Para alguien que nació en la ciudad, quien quizás sea hijo de padres criados en el
campo, o para alguien que ha vivido en la ciudad por número de años, puede que el
campo tenga una valoración positiva. El campo es capaz de llevar su peso porque, como
lo señalé anteriormente, el petróleo y la ciudad, que es producto de la economía
petrolera, simultáneamente simbolizan el atraso y el desarrollo. El campo, purgado de
su propia historia, aparece representando a la verdadera Venezuela.
Esto se hace evidente en la música popular venezolana, la música de protesta raramente
celebra a la ciudad. Cuando, alguna vez, se refiere a la ciudad lo hace a los ranchos, “las
casas de cartón”. La ciudad es un objeto de protesta junto con el imperialismo, la
economía petrolera en general, el Estado e instituciones similares. El campo, sin
embargo, tiene numerosas referencias. Puede que también se objeto de protesta, cuando
las canciones hacen referencia a la explotación de los campesinos, tanto en el pasado
como en el presente, pero también sirve como un contrapunto del presente con la
evocación de la simplicidad de la vida campesina, las virtudes positivas del trabajo
agrícola, como también la vida diaria y las relaciones de las familias campesinas.
Además de la música de protesta, la producción de folklore como una mercancía
industrial también hace volver al pasado rural. La música folklórica reciente puede,
nostálgicamente, hablar de “las calles de mi ñiñez”. Más importante, los temas
tradicionales del folklore –amor, naturaleza y la familia- toman lugar en un paisaje rural
y son presentadas en estilos regionales distintivos, tales como la tonada de los llanos y
los valses de los Andes. Tanto en los discos como en los programas televisivos se
celebra un pasado donde las regiones importaban. En un sentido, la urbanización
desordenada crea una imagen de una campiña homogeneizada, desnuda de historia y
diferenciación regional. En otro sentido, especialmente en la música popular, las
afiliaciones regionales son reafirmadas como diferencias en estilos y temperamentos.
No pretendo ingresar en una discusión profunda sobre la música popular venezolana, lo
que quiero indicar, simplemente, es que la naturaleza desordenada del desarrollo de
Venezuela, incluyendo el desorden urbano de la ciudad, como en el caso de Caracas,
hace evocar una imagen del pasado sin desordenes. Esta imagen puede ganar su
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expresión debido a que la mayoría de las urbanidades tienen alguna conexión con el
campo donde ellos, o sus padres, se criaron. Los lazos de parentesco los conectan con
las regiones rurales y ellos retornan a sus lugares de origen, o de sus padres, para
celebrar la navidad o la semana santa. Algunas ciudades provinciales organizan
reuniones en las cuales los antiguos habitantes son invitados a participar en una
celebración que dura todo el día. Mientras están allí, los residentes urbanos pueden ir a
una casa de campo en un paseo, donde se prepara el sancocho (una sopa típica), se bebe
mucho ron y el ideal del mundo rural es confirmado.
Dictadura y democracia.
El último par simbólico requiere que nos movamos en una dirección diferente de
aquella que estaba implícita en nuestra discusión sobre el campo y la ciudad. No
obstante, es una dirección esencial si vamos a unir los variados tópicos de esta
discusión. Las líneas principales de la historia política venezolana del siglo XX son
ampliamente conocidas y pueden encontrarse en una amplia gama de literatura
disponible en Norte América6. Simplemente voy a indicar algunas características clave
y esbozar algunas importantes conclusiones para nuestro análisis cultural.
El café fue desplazado por el petróleo durante la dictadura de Juan Vicente Gómez,
quien rigió de1908 a 1935 y quien, paradójicamente, llego al poder como un cultivador
de café del estado de Andino de Táchira. El supervisó la transformación que removió al
café de su posición privilegiada en la economía. A pesar del hecho de que los oriundos
de los Andes sostuvieron cargos de poder en el ejercito y el gobierno, todo el período de
regencia de los andinos representan una progresiva perdida del poder político y
económico de los habitantes de los Andes y de la economía del café. La transformación,
y la clase media emergente que la acompaño, creó un incipiente movimiento
democrático. Su primera expresión fue una protesta estudiantil en la Universidad
Central, el más famoso de los cuales ocurrió en 1928 y estuvo dirigido por quien mas
tarde fundaría el partido de democracia social Acción Democrática (AD), que luego se
volvió el partido político dominante. Una serie de partidos políticos surgieron tras la
muerte de Gómez, aunque el poder político se mantuvo en manos de los andinos hasta
6 Nota al pie 3.
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1945, quienes concedieron mayores libertades democráticas que su antecesor. Acción
Democrática llego al poder en un golpe, al cual sus miembros siguen refiriéndose como
la revolución del ’45. El partido organizó entonces la primera elección presidencial
venezolana basada en el sufragio universal, en la cual el novelista Rómulo Gallegos fue
electo. Su administración fue derrocada en 1948, por medio de un golpe de estado, poco
tiempo después de que algunas medidas progresivas fueran aprobadas, entre ellas una
serie de leyes de reforma agraria y otra que requería el pago del 50% de las regalías
obtenidas por las empresas petroleras. Pérez Jiménez se convirtió en el hombre fuerte de
la junta hasta las demostraciones masivas acaecidas en 1958 y que lo forzaron a escapar,
marcando el comienzo de un período democrático que dura hasta nuestros días.
Acción Democrática ha dominado este período, aunque los dos partidos mayoritarios –
AD y Democracia Cristiana COPEI (Comité para la organización política y elecciones
independientes) intercambiaron posiciones cada cinco años en las elecciones generales
entre 1968 y 1988. Cuando AD llegó al poder en 1959, muchos de sus principales
lideres mantenían su compromiso con la democracia, pero habían abandonado las
perspectivas radicales de su juventud. Rómulo Betancourt, y sus seguidores, definieron
su proyecto en términos naciónalistas. Ellos extraerían incluso más ganancias de las
compañías petroleras –del 60 al 80% durante los años 60-, y gradualmente asumieron el
control sobre el sector petrolero por una serie de pasos que culminaron en 1976 con la
nacionalización. Ellos iniciaron y participaron de la formación de la OPEP. Instituyeron
las políticas de substitución de importaciones para estimular la industrialización. La
diversificación, “esparcir el petróleo”, fue una preocupación de AD desde 1940, pero la
diversificación e industrialización no excluía la participación de las multinacionales. La
dirección de las nuevas inversiones extranjeras viró drásticamente de la extracción de
hierro y petróleo a la industria y el comercio después de 1959. Acción Democrática
celebró la inversión extranjera como parte de su intento de alterar el curso del desarrollo
venezolano.
Un número de miembros de AD, como también de otros partidos (incluyendo al partido
comunista) estaban desilusionados con el proyecto de AD y comenzaron un movimiento
guerrillero en el campo durante los años 60. El movimiento nunca atrajo muchos
seguidores como los lideres esperaban. Una de las razones principales se debió al
intento de organización del campesinado y su romantización durante una década donde
se encontraban en proceso de desaparecer. Para el fin de la década del ’60, la población
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económicamente activa involucrada en la agricultura era solo el 20% de todos los
venezolanos. Sin embargo, lo que era más importante, es que muchos campesinos
simpatizaban con AD, esto nos lleva a un punto crucial para entender la cultura y la
política venezolana. La fuerza inicial de AD era en organizaciones populares de
campesinos, trabajadores y otros sin representación en una Venezuela atrasada y
dictatorial. Hay dos aspectos relacionados a esta cuestión. El partido debía su existencia
y apoyo a esas organizaciones, trabajadores y campesinos que se organizaron y actuaron
políticamente por primera vez a través del partido. Estas bases de apoyo no eran
ignoradas por AD, incluso si estas no estaban bien atendidas. Una de las primeras
medidas aprobadas cuando AD llegó al poder en 1959 fue la ley de reforma agraria –
débil pero sin embargo se presentaba como una reforma.
Hay en la formación de Acción Democrática y en la historia política de la cual es parte
un aspecto que generalmente eluden aquellos que se encuentran en la Izquierda cuando
ridiculizan a la democracia venezolana. Tres momentos estaban simbólicamente unidos
en AD: desarrollo, democracia y la organización de la gente trabajadora. Acción
Democrática brindó definiciones particulares y parciales para el desarrollo y la
democracia, pero le fue posible imponer aquellas definiciones a través de sus
organizaciones. Las imágenes del atraso y desarrollo en la economía petrolera están
asociados con las imágenes de dictadura y democracia. El atraso de la economía
petrolera es visto como un legado del pasado, de los dictadores que vendieron el
patrimonio de Venezuela y quienes, como sucedió, también estaban asociados con la
economía del café. La lucha por el desarrollo es simultáneamente presentada como una
lucha por la democracia.
Esta asociación simbólica ha ejercido un enorme poder en la consciencia política de los
campesinos venezolanos, proletarios y “otros” pero hay dos tipos de debilidades en tal
asociación que requieren nuestra elaboración –la potencial falla del desarrollo y de la
democracia. Dado el hecho de que el período democrático ha durado tres décadas, tales
fuentes de debilidad se han vuelto aparentes y han dado más lugar para movimientos de
izquierda y derecha que los que tenían en la década del 60. La falla de la democracia
resulta, en parte, del hecho de que los lideres políticos y los voceros de AD y de otros
partidos generalmente persiguen sus propias metas y carreras. Los partidos y sus
facciones pueden perseguir sus propios intereses y candidaturas debatiendo en el
congreso sin fin sobre temas triviales. Hay una impresionante disipación de la energía
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en la democracia venezolana, y durante los períodos de crisis económica, cuando el
desarrollo del país parece en peligro, la “democracia” puede ser vista como un lujo que
no es esencial. La falla de los lideres, quienes persiguen sus propios fines, para asistir al
“desarrollo” del país llevan a poner en cuestión a la “democracia” y les brinda espacio
organizacional a la derecha.
El fracaso en alcanzar resultados en relación al desarrollo proviene en parte del hecho
de que los partidos democráticos multiclase, como AD, persiguen proyectos clasistas. El
proyecto de clase de AD, esta asociado con una incipiente burguesía industrial. La
forma de desarrollo por la que ellos abogan se aproxima mucho a la noción de F. H.
Cardoso de desarrollo dependiente asociado –con una conexión entre sectores de capital
local, estatal y multinacional en la diversificación de la economía venezolana (Cardoso
1973, Cardoso y Faletto, 1979). A diferencia de otros ejemplos de estos modelos, el
vinculo entre desarrollo y democracia es más un símbolo, y Venezuela a logrado, hasta
el momento, escapar de las formas de gobierno más autoritarias que se vinculan con este
modelo. La mayoría de la explicación sobre esta cuestión descansa en el sector
petrolero. Como he indicado, la riqueza del petróleo ha sido canalizada por el estado
dentro del sector terciario, y parte de la expansión ha sido una que contemplo los
servicios sociales, subsidios para productores agrícolas, organizaciones de vendedores,
y proyectos de viviendas. Los demócratas son, por lo tanto, simultáneamente capaces de
producir desarrollo dependiente y, al mismo tiempo, incorporar segmentos
significativos de la población venezolana al Estado a través de los servicios sociales. No
obstante, el intento de promover industria básica se ha encontrado, en los últimos años,
con la caída de las ganancias del petróleo, haciendo que el Estado retire fondos de los
servicios sociales. La fortuna para estos dos partidos mayoritarios no están claros. Un
proyecto de clase puede que no sea más fronterizo con un proyecto democrático. Los
viejos vínculos entre democracia y desarrollo, están entonces en peligro, dando espacio
organizacional tanto para la izquierda como para la derecha.
¿Podemos entonces poner estas imágenes, cambiantes y contradictorias, del pasado,
presente y futuro venezolano dentro de un cuadro coherente? Para responder a esta
pregunta, me voy a dirigir hacia el análisis cultural propuesto por Raymond Williams en
Marxismo y literatura (1977, 108-127 y ss.) A diferencia de la mayoría de la
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antropología reciente, la noción de cultura desplegada por Williams no puede ser
separada de la economía política. Como indique en los capítulos 1 y 2, Williams hace
foco en la construcción de una “cultura dominante” que no es un sistema cultural o
estructura coherente e integrado, sino un incipiente conjunto de experiencias vividas,
sentimientos y relaciones dentro de un orden político y económico de dominación.
Debido a que no es un sistema cerrado, este se encuentra en proceso constante de
construcción y reconstrucción. Y aunque muchos de sus elementos pueden ser
considerados como constitutivos de una cultura dominante, uno a los que hace
referencia Williams es de una relevancia central para la literatura de la economía moral:
la tradición como una tradición selectiva –una versión (de hecho, la versión dominante)
de la historia de la gente (Ver capítulos 1 y 2). Entender a la tradición como selectiva es
importante cuando consideramos uno de los puntos centrales de Williams sobre la
cultura dominante –que ningún orden de dominación es total. Siempre hay un conjunto
de relaciones y experiencias que están excluidas y que pueden servir como puntos
alrededor de los cuales formas culturales alternativas, e incluso opuestas, pueden
emerger. Con la creación de una cultura alternativa, un elemento básico debe ser una
tradición alternativa –una reinterpretación y reescritura de la historia, concentrándonos
en eventos y relaciones excluidas de la versión dominante y apuntando a un conjunto
diferente de posibilidades históricas.
Williams claramente sugiere un análisis cultural que va más allá de los enfoques que se
aproximan a la cultura como sistemas simbólicos o un conjunto de valores y
significados compartidos. El ha atado su noción de cultura a un proceso histórico y a
estructuras y relaciones de clase. Sin embargo, no hay un sentido en el cual la cultura
dominante y la emergente estén linderas a una particular posición de clase. Las
imágenes de la tradición venezolana que han sido discutidas en este ensayo no son
especificas de una clase. Una cultura o discurso de clase nunca esta dado; debe ser
construido a partir de las materias primas culturales presentadas por la historia, de la
“tradición” que esta siendo usada para construir las formas culturales tanto dominantes
como emergentes. Es en este sentido, que referí en el título de este ensayo a la
consciencia del proletariado. Puedo, analizando la historia venezolana, indicar los tipos
de imágenes que han sido usadas para crear un orden hegemónico o cultura dominante.
También puedo indicar que tipos de imágenes se encuentran disponibles para una
contrahegemonía. En ambos casos, la creación cultural y la formación de la consciencia
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son procesos políticos. Una cultura emergente debe ser creada utilizando elementos del
presente y el pasado que han sido excluidos de la cultura dominante o dándole nuevos
significados a los elementos que no han sido excluidos.
Por lo tanto, el primer punto que debe dejarse en claro sobre la cultura dominante en
Venezuela, es que esta es política. La conexión entre desarrollo y democracia creada por
Acción Democrática es tan profunda que configura los términos para el debate político.
El principal partido opositor, COPEI, acepta esta vinculación e impugna políticas
particulares. La mayoría de los partidos socialistas también aceptan este vinculo pero
argumentan que los partidos dominantes no son realmente democráticos ó que su forma
de desarrollo no es realmente desarrollo. En cierto punto, esta vinculación y los
aspectos asociados de la cultura dominante están conscientemente promovidos y pueden
ser vistos como constituyentes de la ideología dominante. Profesores de historia que
simpatizan con AD escriben libros de historia que muestran un movimiento desde la
degradación a la democracia y del atraso al desarrollo. Toda historia es un movimiento
hacia el progreso que se disfruta en el presente. También hay una constante
manipulación de las emociones en el uso que de ellas hacen en la televisión,
manifestaciones públicas, y actos estatales. Por ejemplo, las contradictorias imágenes
del campesinado y el campo –imágenes que tensionan la explotación del pasado o la
calma pastoral y la independencia- pueden ser expresadas simultáneamente y jugar una
contra otra. Las celebraciones oficiales del aniversario de la ley de reforma agraria
romantizan al campesinado venezolano aunque enfaticen el “pasado” de explotación. A
pesar de esto, la cultura dominante no puede simplemente dejarse de lado como la
manipulación consciente de la ideología de la clase dominante. Cuando estas historias
son escritas, o cuando el pasado es desfavorecido en su comparación con el presente, los
ideólogos están manipulando un aspecto de las experiencias vividas de los campesinos y
proletarios. El movimiento del campo a la ciudad, de campesino a proletario u “otro”, o
del atraso al desarrollo pueden ser experimentados como progreso7.
7 Nota al pie 4.