Date post: | 30-Jun-2015 |
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Nació el 23 de abril de 1726 en
Muro Lucano, a setenta kilómetros
de Nápoles,
Italia.
Hijo del sastre
Domingo y de
Benedicta Cristina Galela.
A los doce años muere su padre.
Abandona la escuela,
y entra a trabajar como aprendiz de sastre en el
taller de Martín
Pannuto.
Cuando aprendió el oficio de sastre, solicita ser admitido en
el convento de los capuchinos de Muro; pero allí fue rechazado a causa de su juventud y precaria
salud.
Aunque este lo trataba con dureza,
le sirvió fielmente y sin una queja, hasta que el obispo murió
en 1745.
Entonces entró a trabajar
como criado en la casa del obispo de Lacedogna
.
Volvió a Muro y abrió una sastrería por su cuenta. Vivía
con su madre y sus tres hermanas.
De lo que ganaba entregaba a su madre una tercera parte; el otro
tercio lo repartía entre los pobres y el resto lo empleaba en pagar
misas por las almas del purgatorio.
Cuando tenía veintitrés años, los padres de la congregación
del Santísimo Redentor, recientemente fundada,
predicaron una misión en Muro.
Sus parientes que no querían que entrara al convento, lo encerraron
bajo llave.
Para poder escaparse hizo una
cuerda de sábanas
anudadas y colgándose
por la ventana salió a la
calle.
Siguió a los padres Redentoristas, quienes dejaban la ciudad de
Muro Lucano.
los Redentoristas, guiados en la gira misional por el padre
Cáfaro, también le contestaron negativamente, pues no querían
recibirlo por su aspecto enfermizo.
El joven les rogó que lo aceptaran, como hermano lego, y los
acompañó hasta Rionero del Volture donde predicaron la
misión.
Con tal de quedarse con ellos, comía lo que sobraba de los padres; dormía en tierra y despachaba los servicios
encomendados.
Por lo cual se lo encargó al superior de la casa de Deliceto en los primeros meses de 1749.
Admirado por su
insistencia, el P. Cáfaro accedió y decidió
observar la resistencia del joven
en los trabajos
pesados.
La carta de presentación que le envió desarmaba a cualquiera,
ya que decía: "Te envío a un hombre inútil".
- El cuidado del jardín- La limpieza de la caballeriza - Las necesidades de la casa y - El trabajo de sacristán.
En Deliceto,
agradecido a Dios,
trabajaba sin
descanso en:
En octubre de 1749, fue nombrado rector de la casa de
Deliceto justamente por el propio P. Cáfaro, quien lo había tildado de inútil e incapaz para
trabajos pesados.
-Incansable en el trabajo - Ejemplar en la observancia - Heroico en toda virtud, en especial en la caridad hacia los cohermanos.
El P. Cáfaro se retractó
de su apurado juicio, al
encontrarlo:
Al acabar el trabajo que le tocaba por deber u oficio, se acercaba a algún cohermano todavía atareado y le decía:
"Deja que termine yo, soy más joven".
Un día se encontró con un
pobre que caminaba descalzo
por el pedregal
de la calle: Gerardo le
pasó medias y
zapatos, y volvió a casa sin ellos.
Como Jesús, Gerardo, sanando cuerpos, miraba a las almas.
En la casa cinco o seis veces por año, se reunían sacerdotes y laicos para ejercicios espirituales.
Más de una vez alguno aparentaba falsa piedad
para llamar sobre sí la atención de la autoridad eclesiástica, o para más
fácilmente imponerse a sus dependientes.
Gerardo, hurgando en la conciencia, desenmascaraba la hipocresía. Estaba
siempre en acecho.
Cuando del confesionario pasaban a comulgar: con
pocas palabras les decía en su cara todos los pecados y los enviaba otra vez al confesionario.
Desde el interior de la casa, Gerardo extendió su apostolado a los caseríos aledaños en una
cadena ininterrumpida de milagros y escrutaciones de
ánimo.
Un día, en el cruce de Santa Águeda de Pullas, el Señor le
dijo: "Quédate. Alguien te va a necesitar".
Se quedó y vio llegar a un
hombre que frisaba en los
cuarenta. Le dijo: "¿Hermanito,
adónde vas? El otro le
contestó: "A mis negocios, cura
de miér..
Gerardo le respondió: "Sé quien eres: un pobre hombre a quien el
diablo quiere tragar por tu desesperación.
"Ánimo. ¡No es nada!" Vete a Deliceto. Preséntate al P.
Fiocchi, dile que yo te envío, y todo cambiará".
Unas horas después el desesperado tocaba a la casa de
los Redentoristas. Se hizo asceta y modelo en laboriosidad
y oración.
Fue a terminar su
vida en Nápoles,
al servicio de los enfermos, en el hospital
de los Incurables.
Su caridad fue
juzgada heroica, se
llamaba
Francisco Tata.
Terminado el período de prueba, Gerardo emitió los
votos religiosos el 26 de julio de 1752.
En esa ocasión escribió una carta a San Alfonso
María de Ligorio, fundador y superior general de la
Congregación del Santísimo Redentor:
"Padre mío, heme aquí, postrado a los pies de vuestra Paternidad, y
sumamente os agradezco la
bondad y caridad para conmigo, en haberme ya
aceptado y recibido como uno de vuestros
hijos.
"Bendita sea por toda la eternidad la bondad
divina que tuvo conmigo tantas
misericordias por mí no merecidas.."
Con la profesión religiosa Gerardo tuvo la posibilidad de dedicarse completamente al servicio de las
almas.
Ante la extrema pobreza de la casa de Deliceto, fue encargado
de pedir limosna.
Fue justo la ocasión para derramar sobre quienes
encontraba la inagotable fuente de su caridad.
Comenzó a pedir en su ciudad natal y llenó de beneficios a la familia que lo hospedaba y a
todos los bienhechores.
Continuó luego en el lado oriental del Volture, pasando por Melfi,
Rionero, Atella, Ruvo del Monte y en otoño, Lacedonia.
En las aldeas o ciudades, precedido por la fama de su
santidad, era recibido triunfalmente por el pueblo.
Todos querían verlo, tocarlo, hablarle, escucharle,
Porque sabía: sanar a los enfermos, leer en los corazones, disipar dudas, hacer desaparecer la indiferencia y el pecado, y comunicar el fervor religioso.
Aceptó dolores y humillaciones con toda alegría, como si fuesen
preciosos regalos de Dios.
Al comprender que para ser un verdadero apóstol tenía que ser
también un mártir, o sea dar testimonio por Cristo con sangre, con el sufrimiento físico o moral.
Un día, volviendo de Foggia, mientras por un atajo cruzaba un campo
ajeno, fue echado al suelo por un violento
garrotazo en las espaldas.
Al recobrarse, se encontró encima a uno
enfurecido que lo atormentaba con la culata, a punta de
cañón de su escopeta, gritándole entre risas
de desprecio:
"Caíste en la trampa. Hace tiempo quería pegarle a un cura.
Justamente tú caíste en mis manos".
Gerardo recobró sus fuerzas, se arrodilló, y,
entrelazadas sus manos, repetía: "Dale, hermano,
pégame, que tienes razón".
El otro descargaba sus golpes, hasta que, tocado
por tanta paciencia, también se puso de
rodillas, los ojos al suelo, murmurando: "Perdóname".
Luego lo ayudó a montar al caballo y acompañó hasta su casa. Por el camino, a pesar del
dolor por una costilla rota, preparó al joven
para una buena confesión.
Y al llegar, lo presentó al superior, diciendo: "Me caí del caballo y él me ayudó hasta acá. Lo dejo a su generosidad".
SU PRUEBA
MÁS DOLOROSA
En la primavera de 1754, fue víctima de una horrible
calumnia.
Nerea Caggiano, una chica de Lioni, que esperaba un hijo, lo señaló como al padre del niño.
San Alfonso mandó llamar inmediatamente a Gerardo a
Nocera.
Pensando que su voto de perfección le obligaba a no
defenderse, guardó silencio; poniendo de esta forma en
aprietos a su superior, quien no podía creerle culpable.
Se le prohibió durante algunas semanas recibir la comunión y
hablar con los extraños.
San Gerardo respondió tranquilamente: "Dios, que está
en el cielo, me defenderá ".
Gerardo pasó cincuenta días de martirio, sobrellevados con calma y serenidad, sin una palabra de
disculpa.
Al cabo de unas cuantas semanas, Nerea y su cómplice,
vencidos por los remordimientos, se retractaron
de la falsedad.
San Alfonso le preguntó, por qué no se había defendido y éste
replicó: "Padre, ¿acaso no tenemos una regla que nos
prohíbe disculparnos?"
A pesar de esta calumnia, él es considerado por muchos “Patrón de las mujeres embarazadas”.
Hay lugares donde las que van a dar a luz tienen la imagen del
Santo e invocan su patrocinio".
Reconocida y
publicada su
inocencia, fue
enviado a Nápoles.
Comenzó dedicándose a los locos, que vivían en el patio
interno del edificio de los Incurables.
Tenía el carisma de penetrar en su interior y mover sus
sentimientos. En poco tiempo fue el amigo y confidente de los
locos, aún a riesgo de su integridad física.
Del hospital pasó a las calles. A los pobres los alivió en su
situación, a las prostitutas y sus protectores pidió radical cambio
de ruta.
Pasó luego a los talleres de artesanos y también se hizo artista: modelaba crucifijos y
también ejercía su apostolado.
Con el mismo ideal y la misma espontaneidad entró en los
palacios de nobles y bajó a las chozas de los pobres, y como un rayo de sol llevaba luz y
calor.
En junio de 1754 fue enviado a la casa de Materdómini,
construida en el solitario cerro que domina toda la comuna de
Caposele;
De preferencia tuvo el oficio de portero, y se encariñó a él más
que a otros oficios porque le daba la posibilidad de ir en
ayuda de los pobres.
Las abundantes nevadas dejaron a muchos obreros sin trabajo y
sin pan. Aumentando así las filas de los pobres que cada día
tocaban a la puerta de la casa religiosa.
En enero
de 1755
SUS TÉCNICAS
DE CARIDAD
A este respecto, a los pobres que llegaban, les hacía encontrar brazas ardientes, luego los
alimentaba, y al final un pequeño sermón. Volvían a sus casas
alimentados en cuerpo y alma.
Con tanta miseria, vació la ropería, el depósito y la cocina del convento; se despojó de su ropa personal, quedando, él tísico, a tiritar de frío, con tal de que los
pobres tuvieran algo.
Se conmovía con los niños, que particularmente cuidaba con sus propias manos; con los pobres avergonzados de su pobreza.
Con las chicas, tentadas a vender su honor por un pedazo de pan; con los enfermos abandonados en sucios ranchos, y redoblaba
su presencia para llegar a todos.
La tarde del 21 de agosto de
1755
Mientras se encontraba en San Gregorio Magno, enviado a pedir
limosna, tuvo una abundante pérdida de sangre.
Intuyó que llegaba, también para él, la tarde de su vida. Quedó sereno y tranquilo,
dispuesto a hacer siempre la voluntad de Dios.
Como muestra esta carta que escribió al superior de la casa
de Materdómini:
"Estando de rodillas en la iglesia de San
Gregorio tuve un esputo de
sangre... Si quiere que me
vaya, enseguida voy; si quiere
que siga pidiendo, sin dificultad lo
haré, pues, en cuanto a mi
pecho,
actualmente estoy mejor de lo que estaba en casa. Tos
no tengo más. Lo siento,
porque vuestra
reverencia se preocupará.
Alégrese, padre mío, que
no es nada.
Encomiéndeme al Señor, para que
pueda hacer yo su divina voluntad".
El 31 de agosto,
trastornado por la
fiebre, llegó a
Materdómini.
En la puerta de su habitación escribió: "Aquí se hace la
voluntad de Dios, como quiere Dios, y por todo el tiempo que
Dios quiera".
Su lecho de dolor se cambió en el altar de su sacrificio.
Mientras le administraban el viático, se le escuchó orar:
"Señor, sabéis que cuanto hice y dije, todo fue para honor vuestro
y gloria vuestra.
Ahora, contento me muero
porque creo haber
buscado sólo vuestra gloria
y vuestra voluntad".
El 15 de octubre, preanunció: "Esta noche voy a morir. Al caer la
tarde, precisó más su partida, diciendo: "Siete horas más".
Terminadas las siete horas, Gerardo se fue. Era la una y media del 16 de octubre de 1755. Falleció a causa de una
tuberculosis.
Los funerales tomaron proporciones de apoteosis: todos pasaron lentamente en torno a
su ataúd, llorando al bienhechor y al amigo.
Los más pobres
suspiraban: "Hemos
perdido a nuestro padre".
De su vida y de su muerte llega también a los hombres de hoy un
mensaje de libertad y alegría.
Fue canonizado el 11 de diciembre de 1904 por el
Papa San Pío X
De libertad interior, por su apasionado amor a Dios y a los
hermanos; de alegría, porque por intermedio nuestro pasa Dios a
recrear el mundo.
Oh Jesús, Redentor nuestro, te adoramos y te bendecimos por
tu gran amor.
Te damos gracias por la vida de
San Gerardo Mayela. A través de su intercesión, hoy sigues
bendiciendo a nuestra comunidad.
Infunde en nosotros el espíritu que movió a San Gerardo. Que su amor a ti,
su fe y su esperanza
también sean las fuerzas
que nos muevan a nosotros.
Haznos sensibles a tu presencia para que también nosotros sepamos descubrirte en las personas más humildes y
sencillas.
Que procuremos, como él, buscar y hacer tu voluntad, aún
cuando esto nos pueda traer dificultades.
Bendice Padre, Tú
que eres el Dios de la
Vida, a nuestras familias.
Colma de bendiciones, a través de San Gerardo, a todos los niños, a los jóvenes y a todas las mujeres
que están por traer vida al mundo.
Que, como San Gerardo, también nosotros sepamos amar y defender la vida.
Que en cada persona descubramos un ser sagrado, en
quien Tú te nos manifiestas.
Danos, Señor, la gracia de querer ser santos. Te
lo pedimos
por la intercesión de San Gerardo.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
(P. Miguel A. García, C.SS.R.)
El 16 de octubre de 2005, en ocasión de cumplirse 250 años de su muerte, el Papa Juan Pablo II escribió un hermoso mensaje:
MENSAJE DEL PAPA JUAN
PABLO II
“He sabido con gran alegría
que su familia religiosa se prepara a
celebrar un especial Año Gerardino al
coincidir felizmente dos aniversarios relacionados
con uno de sus más ilustres
hijos, san Gerardo
Maiella: el centenario de
la canonización (11 de
diciembre de 1904) y el 250 aniversario de su muerte (16 de octubre de
1755).