Los secretos de…
EL PASILLO DE ENTRESUELO Y EL CARLISMO
Cecilia Casas Desantes
Conservadora, Museo Cerralbo
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Esta publicación recoge los contenidos desarrollados en la actividad trimestral
“Los secretos de…”, dedicada al Pasillo de Entresuelo del Museo Cerralbo, que se ha
celebrado entre marzo y mayo de 2017.
© Museo Cerralbo, 2017
NIPO: 030-17-003-0
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EL MARQUÉS DE CERRALBO Y EL CARLISMO
Tradicionalmente, la familia paterna de Enrique de Aguilera y Gamboa, el que sería
XVII marqués de Cerralbo, había estado al servicio de la Real Casa: su tío abuelo
Fernando (XV marqués de Cerralbo) fue caballerizo y ballestero mayor, su abuelo José
(XVI marqués de Cerralbo), gentilhombre de cámara, y su padre, Francisco de Aguilera,
(XIII conde de Villalobos), gentilhombre de cámara y profesor de gimnasia de los
príncipes, hijos de la reina Isabel II, entre ellos el futuro Alfonso XII. Sin embargo
durante su carrera política Enrique de Aguilera hizo gala de haber nacido en familia
tradicionalista, por lo que debe referirse a su familia materna, la familia de su madre
María Luisa de Gamboa y López de León, condesa de Villalobos.
Influirá también sin duda en la senda tradicionalista de Enrique de Aguilera su amistad
universitaria con Juan Catalina García y Francisco Martín Melgar, con los que funda
“Juventud Católica”. Parece que su afiliación oficial al partido se realiza en 1869.
Enrique de Aguilera, XVII marqués de Cerralbo, era senador por derecho propio,
debido a sus títulos nobiliarios, y será uno de los pocos Grandes de España que
defiendan la causa carlista. En 1890 es designado por don Carlos su representante y jefe
de propaganda. Para conocer en profundidad la trayectoria política de don Enrique, tan
ligada al carlismo, recomendamos la lectura de las pormenorizadas obras de Fernández
Escudero, recogidas en la bibliografía.
Defendiendo siempre la vertiente religiosa de la Tradición, menos belicista, se esforzó
por crear un “nuevo carlismo”. A petición de don Carlos, además, se pondrá al frente de
El Correo Español, revista tradicionalista que se publicó entre 1888 y 1921. En 1899
deja sus funciones políticas, seguramente hastiado de las incesantes luchas de poder e
influencia que se desarrollaban alrededor de don Carlos. Sin embargo, entre 1912 y
1918 volverá a la política para defender los intereses del heredero de don Carlos, don
Jaime de Borbón.
Con una carrera política pública tan fuertemente ligada a La Tradición, Cerralbo no
ocultaba su condición de carlista ante una alta sociedad, por otra parte, habituada a
convivir con esta dualidad entre sus miembros. El palacio Cerralbo, hoy Museo, que se
construye entre 1883 y 1893 para servir como vivienda y contenedor de la magna
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colección reunida por Enrique desde los años 70, es una buena muestra de ello. En el
palacio, auténtica carta de presentación social e intelectual, hay diversos exponentes de
esa conexión que además funcionan abiertamente como objetos de prestigio. Muchos de
estos objetos son auténticos presentes regios, mientras que otros son regalos de
militantes carlistas en reconocimiento y agradecimiento a su labor.
EL PISO ENTRESUELO, EL ALA DE VERANO Y EL PASILLO DE SERVICIO
El Piso Entresuelo del Museo Cerralbo es la zona del palacio originalmente dedicada a
vivienda por Enrique de Aguilera y Gamboa y su familia, y fue habitado durante 40
años. Los sucesos familiares (muerte de Inocencia Serrano en 1896 y de Antonio del
Valle en 1900), los cambios en las costumbres de habitación de los espacios, la Guerra
Civil española y la reforma museográfica de los años 40 produjeron un uso progresivo y
cambiante de las estancias que dificulta la recuperación de una “foto fija” perteneciente
a un determinado momento histórico.
Fig. 1. Vista del Despacho de Piso Principal, el que fue despacho de recibir de Enrique de Aguilera y Gamboa. En
esta estancia se agrupan varios recuerdos carlistas, entre ellos un busto de don Carlos, dos placas
conmemorativas e incluso una piedra engastada en bronce, recuerdo de un atentado contra su persona que
sufrió Cerralbo en Valencia. Foto: Ángel Martínez Levas, Museo Cerralbo.
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El Piso Entresuelo tiene dos partes bien diferenciadas, denominadas ya a principios del
siglo XX ala de invierno, orientada hacia la calle Ferraz, y de verano, con balcones al
jardín de la casa. El ala de invierno se está beneficiando en la actualidad de unas labores
de recuperación de ambientes en línea con las realizadas en el Piso Principal, basadas en
los planos originales de la casa, el inventario realizado por Juan Cabré, primer director
de la institución, a la muerte de Amelia del Valle y Serrano en 1927 y fotografías en
blanco y negro realizadas en 1941 por encargo de la entonces directora Consuelo Sanz-
Pastor y Fernández de Piérola. Sin embargo, en el ala de verano el inventario de Juan
Cabré no sirve como documentación, ya que describe salas que en aquel momento eran
prácticamente usadas como almacén.
Este es el motivo por el que hoy en día en el ala de verano la exposición permanente se
decanta más hacia la recreación de espacios. Este es el caso del Pasillo de Entresuelo,
ubicado en el ala de verano, que originariamente tendría una función de paso del
servicio doméstico. Comunicado con la antigua escalera de servicio, por él circulaban
los criados procedentes de las cocinas del semisótano para atender al comedor, esto es,
el Salón Amarillo. Es un espacio irrecuperable según la metodología aplicada a otras
salas del Museo, como ya hemos explicado, aunque el color verde de la pared es
original, ya que evoca el de un papel pintado que existía originalmente, hoy perdido.
Entre 2008 y 2009 el equipo técnico del Museo decide instalar en este espacio piezas
que hagan referencia explícita a la relación de Cerralbo y el carlismo, de manera que
esta información se haga más accesible para el público visitante. Algunas venían del
Salón Rojo, pero ninguno de estos lugares era su ubicación original, ya que el marqués
de Cerralbo, si bien exhibía gran cantidad de recuerdos carlistas en las salas nobles de
su palacio, reservaba los retratos fotográficos no familiares para la intimidad. La gran
mayoría de las piezas son fotografías pertenecientes a los fondos del Museo, que se
instalaron en el pasillo en forma de reproducciones de alta calidad, para evitar el
deterioro de los frágiles originales.
En el pasillo se había colgado un gran tapiz cuya ubicación original era, sin embargo, el
Salón Estufa de Piso Principal. A principios de 2016, con la recuperación de ambientes
originales de dicha estancia, la consecuente retirada y limpieza de este tapiz dejaron este
espacio con un gran lienzo de pared vacío (1).
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Figs. 2 y 3. Vistas del pasillo de entresuelo hacia
1941, antes de ser intervenidos los espacios
recién adquiridos por el estado. Se aprecia el
almacenaje de diversos fondos documentales
correspondientes a los títulos nobiliarios del ya
difunto XVII marqués de Cerralbo. Fotografías
Otto Wünderlich. Archivo Museo Cerralbo.
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Esto deslucía en parte el aspecto de la estancia, ya de por sí algo extraña debido a su
formato alargado. Por ello en verano de 2016 se decide completar este vacío con nuevas
piezas que complementen el discurso sobre carlismo en el Pasillo de Entresuelo, y la
lectura de esta faceta de la vida del Marqués por parte del público. Sin embargo, se
decide no cambiar el nombre de la sala a “Pasillo Carlista” para respetar, al menos, la
denominación original del Inventario de Juan Cabré, basada en los usos originales de
los espacios por parte de la familia.
En el verano de 2016 se comienza a planificar la manera de llenar este espacio, tanto a
nivel físico y visual como desde el punto de vista del discurso museográfico. Se decide
completar la información sobre el tema carlista en base a piezas pertenecientes a la
colección de estampas, que está en este momento en proceso de estudio y catalogación,
y se realiza un diseño expositivo sencillo.
Las piezas se disponen de izquierda a derecha, por orden cronológico, desde la
habitación del marqués de Cerralbo hacia el Recibimiento de Verano. Todas ellas se
presentan en forma de reproducciones realizadas a escala 1:1, por motivos de
Fig. 4. Vistas del Pasillo de Entresuelo desde el Recibimiento de Verano, antes y después de la
retirada del tapiz. Fotografías Museo Cerralbo.
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conservación preventiva de las piezas originales en soporte papel. Los marcos han sido
seleccionados de entre los fondos del Museo, siendo previamente restaurados. Por su
parte, los passe-partout han sido diseñados de manera moderna, para acompañar
debidamente cada una de las estampas de acuerdo con sus características de formato,
color general y tamaño de la mancha, así como tipo de márgenes.
Llama poderosamente la atención en el nuevo montaje parcial el panorama de gran
longuitud, cuyos más de cuatro metros han hecho necesarios un marco y un cristal
especiales.
En las conferencias de “Los secretos de” que tuvieron lugar en la primavera de 2017 se
hizo hincapié en conocer la historia de la sala, presentar las piezas de nueva exposición,
y analizar el discurso histórico que ofrece todo el espacio en su conjunto. Analizado ya
el primer aspecto, a continuación nos centraremos en estos dos últimos temas.
Fig. 5. Vista actual del Pasillo de Entresuelo desde el Recibimiento de Verano, tras la instalación del
nuevo montaje en febrero de 2017. Fotografía de la autora.
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LA HISTORIA DEL CARLISMO A TRAVÉS DE LAS PIEZAS DEL PASILLO DE ENTRESUELO
El pasillo de entresuelo presenta ahora una pequeña lectura histórica del carlismo desde
su origen hasta principios del siglo XX, incluyendo por supuesto el papel del marqués
de Cerralbo. Todos conocemos el origen del conflicto sucesorio carlista: Fernando VII,
debilitado, sin descendencia, y preocupado por la figura de su hermano (que tenía una
gran cantidad de partidarios absolutistas llamados “carlistas”, ya antes del nacimiento de
la princesa Isabel), casa por cuarta vez en un desesperado intento por dejar descendencia
al trono, y en 1830 promulga la Pragmática Sanción para asegurar su sucesión sea cual
sea el sexo de su descendiente. Esta Ley se limitó a publicar el texto aprobado por las
Cortes en 1789, conocido como la Pragmática Sanción de 1789, que restauraba el
sistema de sucesión tradicional en España. El futuro de la pequeña Isabel, nacida ese
mismo año, pasaba por que la regente lograse el suficiente apoyo de los políticos
liberales y del ejército. Isabel II ascendió al trono de España el 29 de septiembre de
1833 tras la muerte de su padre, sin haber cumplido todavía los tres años de edad,
motivo por el cual fue necesario nombrar a su madre regente del reino. El infante Carlos
María Isidro de Borbón, hasta entonces primero en la sucesión a la corona, que ya había
intentado proclamarse rey durante la agonía de su hermano Fernando, no aceptó que
Isabel fuese nombrada Princesa de Asturias y luego Reina de España, y se exilió en el
extranjero.
Comienza así la lucha entre partidarios de Isabel II y de Carlos María Isidro, que
enarbolan la consigna de “Dios, Patria y Rey” (o también la variante, “Dios, Patria,
Fueros y Rey”), en una auténtica confrontación entre los valores del Antiguo Régimen y
las ideas liberales, entre religión y progreso, entre lo propio y lo afrancesado, lo rural y
lo urbano, entre los fueros y el estado moderno y centralizador. El contraste y
enfrentamiento entre isabelinos y carlistas será una constante a lo largo de todo el siglo
XIX, y continuará incluso cuando Isabel II sea una reina exiliada por las revoluciones
liberales y la primera república española, y cuando los monarcas de España sean su hijo
y su nieto.
Pero conozcamos a esta dinastía alternativa a la reinante, todos ellos pertenecientes a la
familia Borbón. Los primeros aspirantes carlistas al trono de España son Carlos María
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Isidro de Borbón, el hermano de Fernando VII y tío de la futura Isabel II (Carlos V),
Carlos Luis de Borbón (Carlos VI), Juan de Borbón (Juan III) y Carlos de Borbón y
Austria-Este (Carlos VII). Este último fue proclamado rey por su abuela, la carismática
Princesa de Beira, en su documento “Carta a los españoles” de 1863 (2).
Don Carlos será oficialmente pretendiente del trono de España entre 1868 (cuando su
padre abdica en el) y 1909, año de su muerte. También es jefe de la Casa de Borbón y
aspirante al trono de Francia desde 1887. Se trata de un aspirante muy prometedor por
sus cualidades principescas, como el carisma, el porte regio, etc. Como hemos visto, la
trayectoria política del XVII marqués de Cerralbo estará muy unida a la figura de don
Carlos.
Para recordar estos orígenes del conflicto carlista podemos admirar una de las obras de
nueva inclusión en el pasillo. Se encuentra ubicada inmediatamente junto a la habitación
del marqués de Cerralbo, y se trata de una vista, de las cuatro existentes, del castillo o
casa de campo de Valençay. En este castillo campestre recibía Napoleón a los
dignatarios europeos, y precisamente en él estuvieron retenidos por orden del emperador
francés el rey Fernando VII, su hermano Carlos María Isidro y su tío Antonio, durante
la Guerra de Independencia (1808-1814). Además, en 1813 fue firmado en este castillo
el llamado Tratado de Valençay, por el cual Napoleón I reconocía a Fernando VII como
rey de España tras las derrotas y el desgaste del ejército francés en el intento de invadir
el territorio español.
Estas estampas, grabadas según consta en su letra “por orden del rey por su pensionado
Felipe Cardano” se encargaron a dicho artista tras volver a España de su
encarcelamiento en París, sufrido por negarse a colaborar con el gobierno de José I
Bonaparte, entrando a trabajar como grabador de la Dirección de Hidrografía en 1814.
Tras realizar las dos primeras vistas, en 1815 se le concede el honor de Grabador de
Cámara, se le encarga terminar la serie y enseñar el arte del grabado a los discípulos que
el rey designase. Felipe Cardano (1776-1824) es uno de los primeros españoles, junto
con su hermano, en practicar la técnica litográfica, pero sin embargo, estas estampas
fueron grabadas mediante la técnica del aguafuerte, según indica Carrete Parrondo (3).
Pero volvamos al aspirante carlista al trono de España. Don Carlos de Borbón y Austria-
Este y su prima lejana Margarita de Borbón-Parma habían contraido matrimonio en
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1867. Margarita fue muy querida por los carlistas debido a su carisma, amabilidad y
fortaleza, siendo reina legitimista de España y Francia.
Fig. 6. Primera vista de la casa de campo de Valençay, obra de Felipe Cardano, aguafuerte, 1814. Inv.
Nº 05180, Museo Cerralbo. Foto: Ángel Martínez Levas.
Fig. 7. Don Carlos de Borbón y familia, obra de Carretero y Badillo impresa por Enrique Rubiños para
La España Ilustrada, litografía, 1886. Inv. Nº 07319, Museo Cerralbo. Foto: Ángel Martínez Levas.
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De gran interés resulta un retrato de don Carlos de Borbón y Austria-Este con su familia
(Inv. Nº 7319): su primera esposa, Margarita de Borbón-Parma y sus cinco hijos, entre
ellos el futuro heredero, don Jaime de Borbón y Borbón-Parma. Esta litografía
reproduce una escena familiar que se daría entre 1880 y 1886, aproximadamente, ya que
doña Alicia, la segunda por la izquierda, nace en 1876. La escena, probablemente
captada mediante la técnica de la fotografía, sería pasada al grabado por Carretero
(1852-1903) y Badillo (1848-¿?), e impresa por Enrique Rubiños (¿?-1894) para la
publicación periódica La España Ilustrada, Revista Católico Tradicionalista, que la
incluyó y comentó en su número 1, publicado en 1886. En las obras que se exponen a
continuación en la sala se aprecia la mayoría de edad de Jaime, futuro heredero, y
aparece ya doña Berta, la segunda esposa de don Carlos.
La Tercera Guerra Carlista (1872-1876), también denominada Segunda Guerra Civil o
Segunda Guerra Carlista por algunos historiadores, fue la contienda bélica en la que se
puso a prueba el carisma y las dotes de mando de don Carlos, así como la viabilidad real
de la opción tradicionalista en la sociedad española. La guerra tuvo diversos escenarios,
siendo el norte del país el más importante, con episodios como Montejurra (también
conocida como montaña sagrada de la Tradición), Somorrostro, o el sitio de Bilbao.
Carlos VII dirige a sus tropas, como correspondía a un monarca, y combate
personalmente en la batalla. Va acompañado de su mujer, que también tuvo un papel
importante, casi simbólico, cuando pasó revista a las tropas, y de sus hijos pequeños,
entre ellos Jaime, que incluso llegarán a ser retratados vistiendo diminutos uniformes.
Margarita asiste a heridos en diversos hospitales de campaña, siendo el más famoso el
instalado en el Monasterio de Iratxe, y funda La Orden de la Caridad, Asociación de
socorro del estilo de la recién creada Cruz Roja (4). En su honor aparecerán las
Margaritas, agrupaciones de jovencitas tradicionalistas que seguirían en vigor hasta
mediados del siglo XX.
Una pieza de más de 4 metros de longitud (Inv. Nº 8804) sirve como línea conductora
para introducir al visitante en este aspecto bélico del siglo XIX. Pese a que el marqués
de Cerralbo como carlista era partidario de un solución política, no bélica, esta pieza
litográfica es un documento histórico de gran interés, ya que representa escenas tomadas
de primera mano por al menos un reportero gráfico en el frente de la guerra.
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Es la única pieza de las recientemente introducidas en el montaje que tiene un marco de
nueva fabricación, y representa una reproducción panorámica de la “guerra civil en el
norte”, es decir, de la contienda carlista. Impresa en la Litografía del Comercio
(Madrid), probablemente en 1875, y editada por Pi y Margall, los dibujantes fueron
Josep Lluis Pellicer i Fenyé (1842-1901), conocido corresponsal gráfico de guerra, y un
desconocido Pla (5). El archivo de Navarra conserva un ejemplar a color,
probablemente iluminado a la acuarela, mientras que la BNE conserva un ejemplar igual
a este, además de diversos dibujos de los realizados por Pellicer para la preparación de
esta obra, de gran interés documental para comprender el proceso de recepción y
elaboración de las noticias gráficas en el contexto de la prensa ilustrada española de la
segunda mitad del siglo XIX.
En la pieza se representan episodios famosos, como Montejurra (ocurrido en 1876),
Somorrostro, y también imágenes cotidianas del campo de batalla, como la atención a
los heridos de guerra en los denominados “hospitales de sangre” (Ver figs. 11 y 12).
El autorretrato que realizó Pellicer para la Ilustración Española y Americana en 1874
(6) pone de manifiesto la dureza de las condiciones de estos reporteristas gráficos y
corresponsales de prensa en el frente de la guerra, compartiendo frío y penalidades con
Fig. 8. Portada de Reproducción del panorama de la guerra civil en el norte. Litografía, hacia 1875. Inv. Nº
08804, Museo Cerralbo. Foto: Ángel Martínez Levas.
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los propios soldados. Se retrata a sí mismo de manera realista, con un bastón para
ayudarse por los accidentados caminos, vistiendo polainas y una manta al hombro para
protegerse de las inclemencias del tiempo.
Por su parte, el litógrafo del “panorama” fue Mariano Teruel de la Ester (¿?-1877), un
habitual en diversas publicaciones de renombre en la época, pues fue el autor de gran
parte de las láminas del conocido Museo Español de Antigüedades. En el caso de este
panorama, dejó su firma rubricada, “M. Teruel Lit” hasta dos veces en la larga
extensión de la composición, oculta entre los diversos trazos de las escenas (Ver fig.
10).
En las figuras 11 y 12 podemos comprobar parte del trabajo realizado por el litógrafo:
arriba, dibujo conservado en la BNE, original de Pellicer, y abajo, la sección
correspondiente en el Panorama de la guerra civil en el norte, con el traslado de la
composición al lenguaje litográfico realizado por Mariano Teruel de la Ester. Este
llevaría a cabo, además, un gran trabajo en las transiciones entre escena y escena.
Fig. 9 (izquierda). Autorretrato de Pellicer en el frente carlista. Ilustración Española y Americana, 1874.
Imagen tomada del proyecto álbum SIGLO XIX, Museo Zumalakarregi.
Figura 10 (derecha). Detalle de la firma de Mariano Teruel de la Ester en la panorama del Museo Cerralbo.
Inv. Nº 08804, Museo Cerralbo. Foto: Ángel Martínez Levas.
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Figs. 11 y 12. Arriba, dibujo conservado en la Biblioteca Nacional de España, original de Pellicer.
Signatura DIB/13/7/11. Imagen cedida por la BNE. Abajo, la sección correspondiente en el Panorama
de la guerra civil en el norte, con el traslado de la composición al lenguaje litográfico realizado por
Mariano Teruel de la Ester. Inv. Nº 08804, Museo Cerralbo, Foto: Ángel Martínez Levas.
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Un gran héroe de esta contienda armada fue Juan Nepomuceno de Orbe y Mariaca,
marqués de Valdespina, del que precisamente en este mismo pasillo se expone un busto
realizado en arcilla por el escultor Pablo Rodó y Samaranch. Valdespina combatió ya en
la primera guerra junto con su padre, mariscal de campo carlista. Exiliado en Francia, en
1871 es senador carlista, y en 1872 se alza en armas y es jefe de estado mayor durante la
tercera guerra. Tras un nuevo exilio, en 1880 vuelve a España como jefe del Carlismo
en País Vasco y Navarra.
Curiosamente, este busto hace pareja con otro de Cerralbo, expuesto en el Salón Estufa,
y tenemos noticia expresa de cómo ambos se realizaron “del natural” en 1891, durante
un banquete en el Círculo Tradicionalista de Barcelona (7).
Fig. 13. Busto del marqués de Valdespina, obra de Pablo Rodó y Samaranch, modelado, 1891. Inv. Nº
05060, Museo Cerralbo. Foto: Ángel Martínez Levas.
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A continuación podemos apreciar tres obras (Inv. Nº 7314, 6942 y 6935), que nos
remiten a la crudeza de los enfrentamientos bélicos en el territorio español. Se trata de
auténticos trofeos de guerra a modo de decoración, que ocupaban las paredes o lienzos
del famoso Salón de banderas del Palacio de Loredán, la residencia de don Carlos de
Borbón y Austria-Este en Venecia.
Las estampas, editadas por la Biblioteca Tradicionalista de Barcelona, fueron dibujadas
y pintadas por el artista italiano Luigi Gasparini (1856-¿?), e impresas en la Litografía
Labielle de Barcelona. En ellas se aprecian banderas, estandartes, sillas de montar,
cornetas, proyectiles, armas blancas y de fuego, polvoreras, y diversos elementos de
uniformología, como fajines o gorras. Algunos de los elementos están enmarcados o
dispuestos sobre mobiliario, en una suerte de museografía doméstica con la que el
aspirante carlista pretendía atesorar los recuerdos de las gloriosas campañas militares, y
rememorar los actos heroicos realizados por el ejército bajo su mando. En una de las
banderas, por ejemplo, se ven claramente manchas de sangre.
Estas láminas cromolitografiadas ascienden a cuatro, una por cada pared del famoso
Salón, y fueron publicadas en El Estandarte Real en diciembre de 1890, acompañados
de un exhaustivo catálogo de los trofeos representados, redactado por el secretario de
don Carlos, el ya mencionado Francisco Martín Melgar.
Fig. 14. Vista actual del palacio de Loredán en Venecia. Imagen tomada de internet.
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Loredán era la residencia veneciana de don Carlos desde 1881, mientras que doña
Margarita vivía en la localidad italiana de Viarregio. La sensación de fracaso por la
derrota en la contienda (el pretendiente tuvo que huir a Francia); el carisma de la reina y
el fervor que le profesaban sus seguidores, lo que según se dice originaba ciertos celos
en don Carlos; y las desavenencias matrimoniales hicieron que la real pareja se separase
durante los últimos años de vida de Margarita, que fallecería en enero de 1893. Tras la
muerte de su esposa, Carlos buscará princesas europeas casaderas que estén dispuestas a
convertirse en la reina aspirante a los tronos de España y Francia. Un año después casa
con Berta, princesa de Rohán, cuyos retratos (con boina, con mantilla, vestida de
gala…) pronto inundan los hogares de los adeptos a la Tradición.
Recibida en principio con gran fervor y entusiasmo, pronto comenzaron las reticencias
hacia la nueva reina: se la acusó de dilapidar la fortuna de Carlos y de frustrar el
matrimonio de Jaime con Matilde de Baviera, enemistando a padre e hijo. Con las hijas
de don Carlos la relación tampoco fue buena, y pronto los tradicionalistas vieron en ella
una falta de sincera adhesión a la causa. Su leyenda negra fue tal que se la llegaría a
denominar “el ángel malo del carlismo”, al compararse con Margarita, “ángel de la
caridad”, espejo de virtudes femeninas tradicionales.
Fig. 15. Palacio Loredán – Lienzo de honor del Salón de Banderas. Hacia 1890, Litografía Labielle,
cromolitografía. Inv. Nº 06935. Foto: Ángel Martínez Levas.
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Al morir su esposo en 1909, doña Berta venderá todas sus posesiones, que se
dispersaron en subastas. El palacio de Loredán, con sus hermosas salas llenas de
recuerdos de décadas, sería totalmente desmantelado.
En el pasillo de entresuelo también hay noticia de la eficaz labor de Enrique de Aguilera
para promover el tradicionalismo más sereno y civilizado por toda la geografía
española. Trabajó incesantemente visitando las numerosas Juntas y Círculos
establecidos por todas las provincias españolas, desde Granada a las Vascongadas,
pasando por Murcia, Valencia, Tarragona, Barcelona, y por supuesto, Salamanca. Como
resultado de su entrega estimulando la causa tradicionalista y sus valores, obtuvo la
amistad y la admiración de numerosos seguidores. Como prueba de ello, la fotografía
dedicada por la Junta del distrito de Igualada (Barcelona) al completo.
Fig. 15. Retrato de don Carlos y doña Berta conindumentaria tradicionalista, dedicado al marqués de
Cerralbo en 1896, con sus firmas de puño y letra. Realizado a la albúmina en el estudio de Contarini
(Venecia). Inv. Nº 06173, Museo Cerralbo. Foto: Ángel Martínez Levas.
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La relación del marqués de Cerralbo con don Carlos y su familia fue muy estrecha, dada
su condición de representante en España, senador y diputado carlista, y amigo íntimo
del secretario del aspirante al trono. Buena muestra de ello dan los numerosos retratos
fotográficos que conserva el Museo Cerralbo de la regia familia, tanto de la primera
esposa, como de las hijas, del pequeño don Jaime, y de la pareja real formada por don
Carlos y su segunda esposa.
Podemos ver en el pasillo de entresuelo algunos de estos retratos fotográficos, pero
especialmente llamará la atención del visitante la gran calidad del retrato a carboncillo
de don Carlos a gran tamaño, en un bonito marco dorado. La pose del retratato es
inmediata, casi fotográfica. De hecho, si nos fijamos en la postura tan típica que
adquieren las piernas de don Carlos, y su mirada al espectador, es muy posible que este
dibujo haya sido realizado a partir de un retrato fotográfico. Don Carlos envió este
retrato suyo a lápiz como regalo de Reyes para el marqués de Cerralbo, según consta en
su misiva de 6 de enero de 1893: “te recuerda mi cariño a tu persona y mi
agradecimiento a tus servicios” con el deseo de “que pronto pueda ir yo personalmente a
verlo colocado en el despacho donde tantas horas diarias consagras a trabajar por mi
Fig. 16. Retrato de grupo de la junta de distrito de Igualada, firmado y dedicado al marqués de Cerralbo
en 1892. Realizado a la albúmina por J. Sagristá. Inv. Nº FF02673, Museo Cerralbo. Foto: Ángel Martínez
Levas.
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causa” (8). Un deseo que, dada la imposibilidad de don Carlos de entrar en el territorio
español, no dejaba de tener un cierto sabor amargo.
En esta misma misiva don Carlos especifica que el retrato se ha realizado por un gran
retratista veneciano, y aunque la obra está firmada “G. Atam”, hasta el momento no
hemos podido identificar a este autor.
También hay en el pasillo abundante presencia de la figura del hijo de don Carlos, don
Jaime de Borbón y Borbón-Parma (1870-1931), segundo hijo del duque de Madrid con
su primera esposa Margarita de Borbón, al que el secretario Francisco Martín Melgard
definiría en el título su obra dedicada al heredero en 1932 como “Un príncipe
caballero”. Podemos por ejemplo admirar la fotografía realizada en Viena, en 1893.
Tiene 23 años y se encuentra al final de sus estudios en la Academia Militar Teresiana
de Wiener-Neustadt, teniendo por delante una prometedora carrera militar.
Fig. 17. Retrato de don Carlos. G. Atam. Inv. Nº 05359, Museo Cerralbo. Foto: Ángel Martínez Levas.
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En efecto, tras su viaje por India y Filipinas, el Zar Nicolás II le nombraría Oficial del
Ejército Ruso. En el verano de 1899 formó parte de una comisión militar rusa enviada a
las fronteras de Afganistán, Turquestán y Persia, pasando después de guarnición a
Varsovia. En 1900 participó en la expedición contra los bóxers en China como agregado
del Estado Mayor del ejército ruso. Intervino asimismo en 1904 en la guerra ruso-
japonesa. Debido a sus méritos en esta guerra, fue ascendido a comandante de
Caballería. Destacó por su valor y su arrojo, que dicen, se debía a que de adolescente
una enfermedad le había puesto al borde de la muerte, y al duro mazazo que había
supuesto la imposibilidad de casarse con su amor de adolescencia, Matilde de Baviera.
A la muerte de su padre en 1909, y pese a que su hermana Blanca, casada con el
archiduque de Austria, también tenía fuertes partidarios, toma el relevo del carlismo. El
Zar nunca aceptaría su renuncia, y en cambio, le concedió el nombramiento de coronel
Fig. 18. Retrato militar de don Jaime a caballo. Realizado a la albúmina por Fritz Knotzer, 1893. Inv. Nº
06170, Museo Cerralbo. Foto: Ángel Martínez Levas.
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de húsares de la Guardia Imperial, autorizándole no obstante para salir de Rusia. Una
vez Jaime toma el mando de la Comunión Tradicionalista, el carlismo pasa a llamarse
jaimismo.
Don Jaime nunca contrajo matrimonio y morirá sin descendencia, iniciándose una nueva
problemática sucesoria en el seno del tradicionalismo. Además, tendría una postura
difícil ante las novedades del siglo XX, tanto en el escenario europeo como en España,
que los monarcas carlistas consideraban su auténtica responsabilidad política: Gran
Guerra, que dividiría a los carlistas entre aliadófilos y germanófilos; dictadura de Primo
de Rivera; e incluso los primeros meses de la II República… Según narra Melgar, don
Jaime, llevado de su alta responsabilidad, habría intentado una solución del conflicto
carlista acercando posturas con su primo Alfonso XIII, pero desgraciadamente, habría
muerto repentinamente en octubre de 1931, interrumpiéndose dichas conversaciones. El
Fig. 19. Retrato de Jaime de Borbón, 1912-1914, realizado por Ángel Moreno Navarro. Inv. Nº 05159,
Museo Cerralbo. Foto: Ángel Martínez Levas.
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conflicto seguiría de la mano de su sucesor, su tío Alfonso Carlos, que apoyaría a los
sublevados durante la Guerra Civil española, falleciendo en un accidente en 1936.
Pero estos acontecimientos ya superan con creces la etapa de habitación de este piso
entresuelo, y por tanto, de los aspectos del carlismo representados en las piezas que
podemos admirar en el pasillo de entresuelo. En él, los últimos testimonios son
precisamente aquellos en los que el jaimimismo se desarrolla en todo su esplendor,
como el retrato de don Jaime realizado con un llamativo collage de vidrio pintado,
fotografía y papeles metálicos, expuesto en un bonito marco de madera con taracea.
Este collage laudatorio que reza “Dios Patria y Rey S. M. D. Jaime de Borbón” fue
realizado por el carlista Ángel Moreno Navarro durante su estancia en prisión por hurto
entre 1912 y 1914, como regalo para el marqués de Cerralbo. Esta noticia apareció en
una nota manuscrita en la trasera del collage durante una restauración en 2009, año en
que se montaron estas piezas en el pasillo de entresuelo, como hemos mencionado al
principio de este pequeño estudio.
Pese a que este espacio del pasillo de entresuelo es un montaje moderno, como ya
hemos explicado, y que en las salas nobles del palacio no se exponían retratos del
aspirante y su familia, sí que sabemos que una anciana Amelia del Valle y Serrano,
hijastra del marqués y ella misma marquesa de Villa-huerta, preservó la memoria de la
adhesión familiar a la causa tradicionalista. Fallecido el marqués en 1922, en el
denominado Cuarto del Mirador del ala de invierno, salón de día de Amelia, existían
tres portarretratos en forma de abanico con abundantes retratos de la familia de don
Carlos. En la reciente recuperación de ambientes originales efectuada en estas
habitaciones durante 2016, trabajos que aún hoy prosiguen, hemos recuperado uno de
estos portarretratos. Mientras tanto, el espíritu del pasillo de entresuelo seguirá siendo
proporcionar al visitante una lectura del carlismo y la relación de Cerralbo con el
mismo, desde un punto de vista histórico y objetivo, y siempre a partir de piezas de la
colección que destacan por su calidad y interés.
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NOTAS
(1) El tapiz salió de las instalaciones del Museo Cerralbo para un proyecto
dirigido por el IPCE. La empresa Factum Arte llevó a cabo una limpieza del
tapiz en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, y a continuación la
pieza se digitalizó para su reproducción mediante una pionera técnica de
impresión digital. Es la reproducción la que se ha instalado en el Salón
Estufa.
(2) Carta a los españoles, por María Teresa de Braganza y Borbón. Firmada en
Baden bei Wien el 25 de septiembre de 1864. En ella realiza afirmaciones
como la que sigue “De todo lo cual se infiere legítimamente que habiendo
Juan renunciado a sus derechos no sólo por los principios anticatólicos y
antimonárquicos que proclamó, sino también por su reconocimiento del
actual Gobierno y por su sumisión a Isabel, nuestro Rey legítimo es su hijo
primogénito, Carlos VII”.
(3) Carrete Parrondo, J., 1980.
(4) De hecho, Cruz Roja se estrena en España al inicio del conflicto carlista, en
la acción de Oroquieta en 1872. Se dice que mientras que la Caridad,
inspirada por doña Margarita, asistía a los heridos de ambos bandos, la Cruz
Roja auxiliaba solo a los heridos del gobierno legítimo.
(5) A falta de más datos, no nos atrevemos a afirmar que fuera Cecilio Pla y
Gallardo, que en aquel momento tendría sólo 15 años. Otra opción sería el
dibujante e ilustrador Eusebi Planas Franquesa, al que no se le conocen, por
el momento, este tipo de temáticas.
(6) Ilustración Española y Americana, edición del día 30 de mayo de 1874.
Imprenta de T. Fortanet, Madrid.
(7) El Correo Catalán, edición del 17 de febrero de 1891.
(8) Carta conservada en el Archivo del Museo Cerralbo, correspondencia
personal de Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII marqués de Cerralbo.
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