Senda de gloria censurada
Jean Meyer*
Entre 1986 y 1987 la telenovela histórica Senda de Gloria, situada en el marco de la Revolución Mexicana, conoció un éxito tal en México que la volvieron a transmitir. Esa segunda exhibición coincidió con la campaña y las elecciones pre- sidenciales de 1988 que el hijo del general Cárdenas (presidente de México de 1934 a 1940), Cuauhtémoc, disputó rudamente al candidato del PRI, Gados Sali- nas de Gortari, quien fue proclamado vencedor en condiciones que dejaron a mu- chos insatisfechos.
Esas circunstancias llevaron a la mutilación de la telenovela, como lo señalan los documentos siguientes: 1. Carlos Maya O., "Senda de Olvido", UnomásUno, 3 de agosto de 1988. 2. Luis Gastelum, "Un atentado nunca visto en TV", UnomásUno, 4 de agosto
de 1988.
1. Senda de olvido -Carlos Maya O.-
Todo interesado en la conmemoración del centenario del nacimiento del poeta zacate- cano Ramón López Velarde habrá notado que en ningún momento de los múltiples actos conmemorativos se hace mención completa de la más célebre de sus obras y, en opinión de sus críticos, la más precisa y prodigiosa descripción de nuestro país, La suave patria. Algunos suspicaces, no pocos, señalan que tal omisión se debe a que en
dicha obra aparece, de pronto, el siguiente párrafo -otrora obligado aprendizaje de memoria; hoy desuñado al castigo del olvido-: "Cuauhtémoc, joven abuelo. ¡Escúcha- me loarte, único héroe a la altura del arte!".
130
I coincidencias y divergencias
Este suceso, aparentemente desvinculado de todo oprobioso olvido, cobra sentido
a la luz de la repetición de la más sonada y televisiva "interpretación" de nuestra his-
toria -pre, in y post Revolución Mexicana-, Senda de Gloria, dicho sea en secuencia
del contemporáneo Catarina Maravillas, Eduardo Álvarez (Ignacio López Tarso).
Resulta que, en una áix\iúh\c primera versión de los hechos históricos de nuestro
próximo pasado, la susodicha telenovela recupera el periodo de 1917-1938, que en li-
bros de historia (aprobados por la Secretaría de Educación Pública) quiere decir la
historia comprendida entre la promulgación de nuestra Constitución Política con el
presidente Venustiano Carranza, hasta la expropiación de nuestros recursos petrolífe-
ros en manos de países extranjeros, en el periodo del presidente Lázaro Cárdenas, y
anexas.
Pues bien, en la reciente repetición de Senda de Gloria, que finalizó el sábado 30 de
julio, la historia concluye en 1934, con el destape de Lázaro Cárdenas. Esta castración
de años es derecho de todo autor, pues se trata de una historia ficticia, pero es alta-
mente sospechosa cuando se hace pensar (con todo el permiso de la SEP) como la
interpretación de sucesos históricos, de los cuales hay bastantes estudios serios, a pro-
pósito. En otras palabras, en una primera versión, el periodo del presidente Lázaro
Cárdenas entra en la Senda de Gloria, pero en los momentos actuales, en la nueva ver-
sión de Televisa, no entra.
Querer borrar, a propósito de un "concentrado tiempo comercial" o de un perti-
nente olvido del editor de la telenovela (o de otros propósitos), la etapa nacionalista
y revolucionaria de nuestra Senda de Gloria, en mi opinión representa una flagrante
agresión a la memoria colectiva de nuestro país, que seguramente empezará a cobrar
este "olvido".
2. Un atentado nunca visto en la TV
-Luis Gastelum-
Y de repente, la historia se vio mutilada: Lázaro Cárdenas desapareció de nuestra his-
toria. La Senda de Gloria se truncó.
El pasado sábado 30 de julio concluyó la repetición de la telenovela histórica
Senda de Gloria, que inicialmente comprendía desde la Constitución de 1917 hasta el
final del periodo presidencial del general Lázaro Cárdenas en 1938. Sólo que esta vez
Lázaro Cárdenas ya no estaba. Simplemente desapareció.
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I coincidencias y divergencias
Los creativos de Senda de Gloria reclaman y, como el televidente, se preguntan:
¿qué pasó?, ¿quién fue? Se mutilaron 37 capítulos.
Carlos Enrique Taboada, escritor de la telenovela, junto con Eduardo Lizalde,
Miguel Sabido y Antonio Monsell, opinó que le parece "infantil que se mutile la re-
petición de una telenovela, cuando ya se había visto completa, y una falta de respeto
hacia el público televidente". Para Taboada, otro aspecto que considero "infantil" es
que "si por el hecho de no mencionar a Lázaro Cárdenas -que con telenovela o sin
ella afortunadamente seguirá siendo Lázaro Cárdenas- se cree que van a lograr ocultar
la actual realidad política de nuestro país, es absurdo. O que por la mutilación quieren
que se ignore al hijo, tampoco lo van a lograr".
Y añadió: "Lo único que me lleva a pensar con esta mutilación es que se está sa-
tanizando el periodo cardenista debido a la actual situación política por la que atra-
viesa nuestro país, y eso es pretender tergiversar la historia. Y eso que tan sólo se hace
una somera mención a los hijos del general Lázaro Cárdenas en Senda de Gloria. Y es
claro que la mutilación del periodo cardenista es en relación con la actual situación po-
lítica en la que participa el hijo de Cárdenas".
"Nosotros -apuntó Taboada-, los escritores de la telenovela, convenimos en que
Senda de Gloria abarcaría desde la Consritución de 1917 hasta el final del periodo car-
denista. Así que no entiendo de dónde viene esta acción tan deplorable que me hace
sentir un escritor frustrado por la ingenuidad de los autores de la mutilación. Es como
un regreso a la Edad Media: borrar para olvidar. Es ridículo e ingenuo. Es un horror".
Por su parte, Raúl Araiza, director de Senda de Gloria, comentó que él sólo "recla-
mará" como un creador que le han murilado su obra, "una obra que además del apoyo
de las altas autoridades de Televisa y del IMSS, tenía la anuencia del presidente de la
República para que no fuera censurada. Quizá la obra está muy adelantada a la épo-
ca. Y aunque nosotros, los creadores, estamos al margen de la actual situación política
que vive el país. Senda de Gloria es una telenovela con mucha fuerza histórica y polí-
tica, cuyos personajes se desenvuelven en situaciones políticas también muy actuales.
"En la repetición de la telenovela -añadió Araiza-, seguramente las autoridades
cedieron a presiones de tipo familiar y político. Porque te puedo asegurar que los que
la hicimos no intervenimos en esta segunda edición.
"La obra en sí ocasionó muchos problemas con los familiares de los personajes
de Senda de Gloria, pero nunca pasó a mayores. Sin embargo, si mutilando la telenove-
132
I coincidencias y divergencias
la piensan que pueden borrar la obra de Lázaro Cárdenas, están equivocados. La obra
de Cárdenas es del pueblo y está siendo visualizada cincuenta años después, y se ve
en nombres de escuelas y calles y pueblos, en monumentos. Tendrían que destruir
todo eso. Y es una ingenuidad, como ingenuo es pretender sacar a un muerto de su
tumba para juzgarlo".
A decir de Raúl Araiza, el productor ejecutivo de Senda de Gloria, Pablo García
Sáinz es el responsable directo de la transmisión sabatina de la telenovela, y el editor
es Ebenezer Reyna, "pero habría que saber en qué circunstancias y bajo qué presio-
nes ordenaron la mutilación de los 37 capítulos referentes al periodo cardenista. No
creo que ellos tengan el nivel y el deseo de que se perjudicara la obra.
"Me asombra que en 35 años que llevo haciendo televisión -manifestó Araiza- nun-
ca había visto un atentado como éste. Sobre todo en una obra que representa un instru-
mento legal para el rescate de nuestra historia. Pero la historia no llegó a su final, ni el
mensaje que la misma empresa recomendó que se diera. Así que para mí no hay justi-
ficación respecto a la mutilación y, por lo tanto, no me hago responsable de la obra".
Finalmente, el productor de Senda de Gloria, Ernesto Alonso, declaró que el encar-
gado de la edición fue el Seguro Social. "Y lo único que le puedo decir es que Tele-
visa no fue el responsable del corte. De hecho -completó Alonso-, el señor [Emilio]
Azcárraga no está en México, así que no pudo haber sido Televisa. Ahora -dijo- como
productor de la telenovela, le puedo decir que no está bien presentar mutilado ningún
material".
Pero la prensa no mencionó lo que sigue y que había ocurrido dos meses an-
tes, ya no a propósito de Cárdenas sino de los iconos de Obregón y Calles.
Carta de Juan Rebolledo Gout:
Secretaría de Gobernación
Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana
C. Lie. Pablo García Sainz
Vicepresidente de Educación de Televisa
Presente.
Distraigo su fina atención con el propósito de comunicarle mi opinión sobre los capí-
tulos 22 al 26 de la telenovela "Senda de Gloria".
133
I coincidenáas y divergenáas
En estos capítulos se encontraron tres escenas que considero inapropiadas y que,
fior su especial carga dramática, produce* un desequilibrio importante en la evalua-
ción de personajes claves de nuestra historia como es el Gral. Obregón y el Gral. Calles.
Las escenas son: la primera, la ejecución del Gral. Serrano y sus trece acompañantes;
la segunda, la conversación del Gral. Calles con Cruz ordenándole la ejecución
sumaria, sin juicio, del padre Pro y el grupo de personas involucradas en el atentado
al candidato presidencial Obregón y la tercera, las escenas relativas a la ejecución del
padre Pro.
Con respecto a la primera, efecrivamente, aconteció el hecho narrado en la teleno-
vela pero que, sin embargo, dado que no se presentan escenas relativas al inminente
levantamiento armado, organizado por Serrano, la fuerza del fusilamiento sobresale y
confirma la tendencia a ver en el general Obregón más al hombre violento que al
constructor que también fue.
No parece necesario regocijarse visualmente en el fusilamiento, a todas luces ile-
gal, que si bien fue un caso sonado, desequilibra la perspecriva sobre el hombre que
fue Obregón. De ser narrado el hecho, cumple con incorporar un evento importante
sin hacerlo centro emotivo de desagrado para el caudillo.
Por otra parte, siendo ilegal el fusilamiento de Serrano, no olvidemos que fue un
complotista contra el gobierno legítimo del general Calles, en vísperas de la sucesión
presidencial de 1927. Nadie niega que los hombres de la Revolución fueron hombres
forjados en la violencia, pero dramatizar en especial esa faceta de su parricipación en
la vida pública de México, deforma tanto a la persona como a la historia. Considero
por tanto recomendable, por la impresión global que arroja tan dramática escena, su
eliminación total o parcial.
Más grave aún resultan las escenas respecto a la ejecución de los hermanos Pro.
En primer término, no tiene un sólido fundamento la conversación referida entre los
generales Calles y Cruz sobre el destino fatal de los hermanos Pro, Segura Vilchis y
Tirado Arias. Luis León afirma que Cruz le contó que el general Calles le dijo a su
vez... etc. Con más razón, siendo dudoso el hecho, cuál ventaja se obtiene de su re-
creación más que el afinar el carácter violento e ilegal del general Calles, en especial
' Se respeta la redacción del original (N. del E.|.
134
I coincidencias y divergencias
contrastando con la imagen de un hombre retratado como un iluminado y bondadoso
sacerdote fieramente fusilado.
De nuevo, la calidad dramática del fusilamiento no tiene compensación, con igual
calidad dramática del atentado contra el Candidato Obregón en el cual Vilchis, Arias
y los Pro estuvieron, sin duda, involucrados.
Debo insistir que el punto de vista aquí presentado no tiene como afán negar la
existencia de ambas muertes, aunque sí, pone un cierto velo de sospecha en la legíti-
ma existencia de la referida conversación en que el Gral. Calles ordena el fusilamiento
sumario del padre Pro. Muchos acontecimientos violentos de esta naturaleza ocurrie-
ron en esos años de reconstrucción. La significación histórica de un hecho violento de
esta naturaleza deriva no de su dramatismo, pues los hubo muchos, sino de su poder
explicativo en relación a otros hechos de trascendencia nacional. Por ejemplo, el caso
del asesinato del Presidente electo Alvaro Obregón, evidentemente tiene una trascen-
dencia histórica y política, sin lugar a dudas. En cambio la ejecución del padre Pro
no tiene ni remotamente, similar significación histórica. En cambio si puede ser un
instrumento utilizado para apoyar pretensiones actuales de canonizarlo y con ello de-
nigrar ante el pueblo a los gobiernos emanados de la Revolución.
Vuelvo a reiterar que los problemas que afrontó Calles fueron de diversas índoles
y graves consecuencias, no solamente en la cuestión religiosa. En honor a la verdad
histórica las escenas mencionadas, en particular la del padre Pro, deja, en balance una
imagen lamentable del general Calles y heroica de un magnicida.
En circunstancias diferentes, estas escenas podrían, contextualizadas, tener un
lugar en una telenovela. Pero si la opinión es la que parte del punto de vista de un pro-
yecto estatal para favorecer nuestro conocimiento histórico y nuestro orgullo en las
instituciones y los hombres constructores del México moderno, entonces los proble-
mas mencionados en estas escenas hacen que ellas demeriten su objetivo.
Reconozco los problemas técnicos a los que habrá de enfrentarse usted en los ca-
sos mencionados. Sin embargo, en honor al compromiso que asumí, no puedo dejar
de mencionar que considero del todo inconveniente que se incluyan las escenas
referidas.
Agradezco la atención que usted preste a esta opinión y le reitero la seguridad de mis
más finas atenciones.
135
I coincidenáas y droergenáas
México, D. F., a 26 de mayo de 1988.
SUFRAGIO EFECTIVO. NO REELECCIÓN.
DR. JUAN REBOLLEDO GOUT
Ccp.-C. Lie. Ricardo García Sáinz.-Director Genera! del Instituto Mexicano del
Seguro Social.- Para su superior conocimiento.-Presente.
Ccp.-C. Lie. Fernando Elias Calles, Subsecretario de Gobernación con igual fin.-
Presente.
ATENTA NOTA AL SR. LIC. PABLO GARCÍA SAINZ VICEPRESIDENTE
DE EDUCACIÓN DE TELEVISA
(Junio, 1988)
Recibí por conducto de la señorita Hermelinda Solís la copia de un oficio dirigido a
usted por el Sr. Dr. Juan Rebolledo Gout, así como su petición de hacer algunos co-
mentarios al mismo. Lamento hacerlo hasta ahora, pero mis frecuentes ausencias de la
ciudad y múltiples ocupaciones me impidieron complacer sus deseos con prontitud.
Creo, en efecto, que la eliminación total o parcial de las escenas que se mencionan
acarrea serios problemas técnicos, máxime que, según entiendo, los comentarios fue-
ron recibidos un día antes de que los capítulos fueran transmitidos al aire. Pero no
creo lo más importante la poca antelación con que fue recibida la cana. Ya que sería
más grave eliminar tales escenas, porque se dañaría la visión de conjunto que ofrece
la serie. Más aún, proceder a suprimir escenas que ya fueron transmitidas el año pa-
sado a nivel nacional, y que fueron vistas en los Estados Unidos y varios otros países
del mundo, es del todo desaconsejable. Considero preferible, si se le quiere juzgar, so-
meter a la crítica pública el contenido histórico, el tratamiento dramático o el manejo
visual de la producción. Este camino corresponde al de una sociedad que goza de li-
bertad de expresión; en cambio, el que propone la carta que comentamos parecería el
de un sistema que condiciona tal derecho a la censura ideológica previa.
Me ocupo ahora de lo que me parece el fondo de la carta. Se sostiene que la sig-
nificación histórica de un hecho violento deriva de su poder explicativo en relación
con otros hechos de trascendencia nacional y no de su dramatismo.
136
I coincidenrías y d'roergencias
Completamente de acuerdo. Por eso, los hechos violentos presentados a lo largo
de toda la serie, fueron escogidos por la relación íntima que tuvieron, en su momento,
con acontecimientos que piden una explicación y, más aún, requieren ser comprendi-
dos por los mexicanos de hoy. Los veintiún años que trata la serie se caracterizan por
movimientos -carrancismo, zapatismo. Agua Prieta, villismo, delahuertismo, guerra
cristera, conflicto Estado-Iglesia, antirreeleccionismo, escobarismo, vasconcelismo,
consolidación presidencial, etc.- que afectaron de tal modo los intereses de los grupos
que contendían por el poder en el país, que sus modos fueron frecuentemente violen-
tos, como violento había sido su origen y violento fue el modo en que se derrocó a
Porfirio Díaz.
Es natural, que a distancia de más de cincuenta años, en paz, en pleno proceso de
lucha política no violenta y de construcción económica, se quiera hacer prevalecer,
los hechos no violentos, de construcción, -que sí los hubo, muchos y muy importan-
tes, como son planteados en la serie- con el fin de que quienes ejercen hoy el poder,
puedan invocar la sucesión directa y legítima de los personajes que forjaron al país.
Sin embargo, los documentos oficiales, las crónicas, la prensa periódica, los testimo-
nios de la época, nos describen un mundo en que los hechos violentos eran más que
meros hechos sonados. Guardaban íntima relación con lo que afectaba a la nación y
con los procesos que forjaron el país que somos.
Huitzilac está en el centro de la lucha por la consolidación política del general
Alvaro Obregón. Su valor explicarivo consiste en revelar a qué grado llegó esa lucha.
En 1927 no se vivía una simple sucesión presidencial. Se vivía el fenómeno de la ree-
lección presidencial del caudillo triunfante contra Carranza; del hombre que había
resuelto en su favor, aun a pesar de las reticencias del Presidente Elias Calles, una
sucesión que de haber quedado abierta habría permitido un juego político diferente.
A tal grado, que a muchos de los hombres de entonces, las actitudes del general Obre-
gón les hacían recordar al Porfirio Díaz del cuatrienio 1880-1884, con todas las conse-
cuencias de retroceso que esto implicaba.
Huitzilac no aparece en la serie televisiva de que se trata, de modo aislado. Si así
fuera, su dramatización efectivamente deformaría tanto a las personas que intervinie-
ron, como a la historia. Pero no es así, su contexto es completo. Se habla de la lucha
por la sucesión presidencial, de los hombres en torno a ella, de la reforma reeleccio-
nista de la Constitución, de la respuesta antireeleccionista, de la decisión de lucha
137
I coincidencias y divergencias
electoral, de la decisión de lucha armada, de la lucha de los que controlaban el poder
por permanecer en él; en fin, el hecho violento no se presenta para regocijo visual de
nadie, sino para proporcionar una idea clara y sin eufemismos de lo que el grupo en
el poder creyó necesario hacer para contrarrestar un movimiento que cuestionaba su
legitimidad.
Es cierto que el asunto no favorece, por sí mismo, la imagen de los generales
Obregón y Elias Calles. Pero de ahí a afirmar que se desequilibra la perspectiva de lo
que fueron, resulta exagerado. Tanto el general Obregón como el general Elias Calles
son tratados a lo largo de más de 150 capítulos de los 170 originales. De la evaluación
de todos ellos, es posible rescatar una imagen completa y compensada; ¿quién duda de
que fueron hombres violentos.'' Pero también ¿quién duda de que forjaron en parte
muy importante el país que hoy somos.' Ocultar un aspecto para que el otro predomi-
ne, sería no inconveniente, sino irresponsable. Con acierto, el escrito que se comenta
afirma que la serie intenta "favorecer nuestro conocimiento histórico"; lo que tal vez
ocurra es que no siempre esto propicie "...nuestro orgullo en las instituciones y los
hombres constructores del México moderno...". Sin embargo, es mejor la visión com-
pleta y el apego a la verdad, aun cuando ésta sea discutible.
La serie trata una época reciente. La memoria aún pervive. Sería absurdo intentar
cegarla. La obra pretende a todo lo largo, comprometer al espectador con la pasión
de la invesúgación histórica, tal como es, desconcertante, paradójica, autocrítica, sor-
presiva, demandante de honestidad, incómoda, libre de sujeción dogmática. Intentar
hacer de la serie un instrumento de publicidad oficial me parece además de absurdo,
contraproducente.
La investigación que dio vida al argumento histórico de la serie, se basó en una re-
lación de fuentes que fue distribuida ampliamente por la presidencia de Televisa. Con
cuidado se recogieron los hechos que los estudios más serios y mejor documentados
avalan como ciertos y más sobresalientes. Así, para incluir la escena que contiene un
diálogo entre el Presidente Elias Calles y el general Cruz, se siguió no sólo la referen-
cia que se cita en la carta, sino la versión que da Jean Meyer y la propia declaración del
general Cruz en entrevista que concedió a Julio Scherer y que no ha sido, hasta hoy, im-
pugnada. Es, por otra parte, indiscutible que el fusilamiento se llevó a cabo sin los pro-
cedimientos constitucionales previos requeridos, a pesar de las intercesiones diplomá-
ticas, de las que hay pmebas documentales, seguidas ante el Presidente Elias Calles.
138
I coincidencias y divergencias
Cabe mencionar que los documentos a los que se ha tenido acceso, no pnieban de
modo irrefutable la complicidad de todos los fusilados, y es precisamente Miguel
Agustín Pro quien no parece implicado en el atentado. Si nos atenemos estrictamente
a los hechos conocidos, no podemos en rigor, hablar de un magnicida. Tampoco con-
cluir que por esto se afirme al carácter violento del Presidente Elias Calles. Interesa
aquí, captar el grado al que había llegado la contienda de origen religioso o clerical. In-
teresa evaluar qué pudo mover al Presidente de la República a ordenar, o si se quiere
a tolerar, la comisión de un acto ilegal que implicó la privación de la vida, sin respetar
las garantías individuales consagradas en la Consritución.
Miguel Agustín Pro no aparece sólo como iluminado y bondadoso sacerdote. Tam-
bién aparece como activista místico que defendía los derechos que consideraba con-
culcados. Si no se le hace aparecer como el autor intelectual de un crimen, es porque
no hay pmebas de que lo haya sido. Esto, no significa que se apoyen intentos de ca-
nonización, ni se denigre "...ante el pueblo a los gobiernos emanados de la Revolu-
ción". La obra de la Revolución se expone de manera amplia y contrastada a lo largo
de la serie, y no solamente a la luz de la actitud tenida con un sacerdote, tema que
erróneamente se consideraba intocable.
Si se examinan con cuidado y en su contexto los capítulos respectivos, se encon-
trará que de ningún modo se da igual valor, ni significación histórica al fusilamiento
de los Pro, Tirado Arias y Segura Vilchis y al asesinato del general Obregón, así como
no se le da calidad de héroe al que sí fue un magnicida, José de León Toral. A cada
hecho se le trató de dar el peso y significado que tuvo, sin otro propósito que el de no
ocultar nuestra realidad y contribuir a la comprensión de nuestro ser nacional. Pensar
que por esto perdura en balance una imagen lamentable del Presidente Elias Calles,
es suponer que la obra empieza y termina con el episodio del fusilamiento de los Pro.
En conclusión, si consideramos la totalidad de la obra, es temerario afirmar que se
demerite el planteamiento y que haya un desequilibrio en la evaluación de personajes
claves de nuestra historia. Al general Elias Calles se le hace ver teniendo que enfren-
tarse a problemas de muy diversa índole a los religiosos -por importantes que éstos
hayan sido-. Se le hace ver, igual que al general Obregón, frente a una inmensa tarea
de reconstrucción y consolidación política que no era fácil y frente a la cual tuvieron
la estatura requerida por su momento histórico. (Aquí termina la nota, la cual carece
de firma.)
139
I coinádenáas y divergencias
En 1998 Fausto Zerón-Medina escribió "Un análisis al género: telenovela y
política", del cual se reproduce la parte medular.
(...] Pero, ¿desde cuándo se empezó a emplear en México el viejo recurso de usar la
historia para legitimar el ejercicio del poder a través de la televisión?
Todo parte del momento en que la nostalgia se apoderó de la entonces pantalla
chica.
En 1965, un público habituado a los cuentos dominicales de princesas del Teatro
fantástico de Cachirulo, atestiguó el lanzamiento, como gran producción, de una atrac-
tiva telenovela histórica.
A lo largo de varios meses, de lunes a viernes, los telespectadores hojearon las Pá-
ginas de la vida de Maximiliano y de Carlota, y se enteraron de cómo esta pareja pre-
destinada de candidos príncipes europeos que se derretía de amor, que sufría la
envidia y las intrigas de las cortes europeas, era traída a México con engaños, se com-
padecía de Juárez, comprendía al sufrido pueblo mexicano e instalaba en este país
una corte de "gente decente" nacional e importada.
María Rivas y Guillermo Murray, acompañados de un elenco en el que sobre-
salían las comprobadas dotes de Anita Blanch y el joven talento de Enrique Lizalde,
bajo la dirección de Ernesto Alonso -quien ya tenía en su haber la dirección de Sor
Juana Inés de la Cruz (1962)-, complacieron con creces al imaginario popular y sa-
caron más suspiros de añoranza que todas las páginas juntas escritas hasta entonces
sobre los vastagos decimonónicos de las trágicas dinastías de Orleáns y Wittelsbach.
El tema musical estuvo a cargo de Sebastián de Iradier, profesor de canto de
Eugenia de Montijo, a quien si se le encarga no hubiera logrado algo mejor que La
Paloma, para acompañar este melodrama evocador.
Sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas. Varios funcionarios empezaron a
inquietarse, en la medida en que sentían crecer la popularidad del Maximiliano y la
Cariota salidos de la pluma de Guadalupe Dueñas y puestos por sus simpatizantes
patrocinadores y realizadores en las pantallas de los hogares mexicanos.
Un funcionario comentó que cada tarde veía aumentar la estatura de Maximiliano
y achicarse la de Juárez. La solución al problema que los hombres en el poder creye-
ron su deber enfrentar, aun cuando en su origen no tuvieran participación alguna,
vino de la mano.
140
I coincidencias y divergencias
Para contrarrestar esta inaceptable incursión de emisarios del pasado, había que
recetar más de lo mismo, pero con otro sentido; y así se gestó, nació, creció y se repro-
dujo la idea que daría vida a La Tormenta (1%7), Los Caudillos (1968), La Constitución
(1%9), El Carruaje (WIZ) y Senda de Gloria (1987).
De ese momento en adelante, fondos públicos y privados se sumaron para produ-
cir muchas horas de televisión nutridas de historia. Se desuñaron los mejores recursos
de actuación y el Ejército mexicano que, gracias a la paz en que vivíamos, no partici-
paba hacía un buen tiempo en acciones bélicas, protagonizó simulando las grandes
batallas, unas ganadas otras perdidas, pero todas bien archivadas.
La presencia del Insotuto Mexicano del Seguro Social como anfitrión de las series
se hizo proverbial. Entretenimiento culto, información histórica entretenida, patroci-
nados por una entidad paraestatal asociada a Telesistema Mexicano primero y des-
pués a Televisa. En el fondo y en la superficie, historia.
El género ganó público, tanto en México como fuera de él, y para muchos ofreció
una opción de dar a conocer las investigaciones de los historiadores a un amplio nú-
mero de personas, en lenguaje coloquial y mediante los recursos más accesibles: aque-
llos que estimulan los sentimientos mediante la imagen. Si en otros países se lograba
todo esto con éxito, ¿por qué no en México.'
Senda de Gloria fue la última telenovela histórica producida de acuerdo con la
fórmula usada para contrarrestar el efecto de Carlota y Maximiliano.
En La Tormenta, José Garios Ruiz se convirtió en la personificación real de Juárez.
Su actuación le valió un reconocimiento presidencial de Gustavo Díaz Ordaz.
No sucedería lo mismo con Arturo Beristáin, quien logró en Senda de Gloria una
estupenda caracterización de Lázaro Gárdenas, a pesar de que, en ese momento, el di-
rector general del IMSS todavía presumía en su despacho una conmovedora fotografía
de Cárdenas.
El género daba de sí y no prometía más réditos en su empleo como medio auxiliar
para legitimar a quienes ocupan el poder, sino a la inversa. Beristáin dio vida a un
héroe que desde ese momento se volvía incómodo y cuyo destino no fue el del Juárez
personificado por José Garlos Ruiz hasta en desfiles de carros alegóricos frente a
Palacio Nacional, sino el de una figura caída en desgracia y ensombrecida por la
sospecha.
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I coincidencias y divergencias
Senda de Gloria fue la primera serie, después de Cariota y Maximiliano, en la que
la censura previa y directa no se practicó. Su primera edición, de 1986-1987, pasó al
aire íntegra.
Se pudo transmirir el episodio de la matanza de Huitzilac ¡por el que se enlató
varios años La Sombra delCaudillo\\ la guerra cristera; las implicaciones presidenciales
¡de Carranza y Obregón! en las muertes de Zapata, Angeles y Villa; el fusilamiento in-
justo del padre Pro; las intrigas y la eliminación violenta de numerosos jefes de la
Revolución.
Los realizadores de las telenovelas que se produjeron entre aquellas dos, cuentan
un buen número de anécdotas de los censores pidiendo podas en el momento de la
edición.
Quienes se encargaron de esto ¡algunos de ellos funcionarios que alcanzarían des-
pués muy alto nivel en los escalafones de la burocracia!, nos deben una historia que
ojalá no olviden contarnos.
En Senda de Gloria las reacciones fueron posteriores, y el único acto de censura
fue aparentemente indirecto y ocurrió en su segunda vuelta al aire.
La experiencia de Senda de Gloria hizo posible que figuras de prestigio se sumaran
a quienes, como Emilio Azcárraga, Raúl Araiza, Ernesto Alonso, Miguel Alemán,
Pablo García Sáinz, Miguel Sabido, Eduardo Lizalde, Carlos Enrique Taboada y An-
tonio Monsell, habían hecho posible las anteriores, w^
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