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Las Señoras de San José de Moro: Rituales funerarios de mujeres de élite en la costa norte del Perú Luis Jaime Castillo Butters Pontificia Universidad Católica del Perú
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Las Señoras de San José de Moro:Rituales funerarios de mujeres de élite en

la costa norte del Perú

Luis Jaime Castillo Butters

Pontificia UniversidadCatólica del Perú

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Las Señoras de San José de Moro:Rituales funerarios de mujeres de élite en la costa

norte del Perú

Luis Jaime Castillo Butters

INTRODUCCIÓN

Durante muchos años los arqueólogos su-pus imos que e l poder en las soc iedadesprehispánicas había sido monopolizado por lí-deres masculinos; sacerdotes, guerreros y go-bernantes que habían tenido a su cargo el con-trol y la administración de sus sociedades y quetenían los papeles principales en las recreacio-nes rituales de los mitos (Castillo y Holmquist2000). Las mujeres no figuran entre los diosesmás representados en las antiguas iconografías,ni en su versión natural ni en la mítica; sus ro-les en los panteones y en las ceremonias son engeneral subordinados a los de las divinidadesmasculinas y hasta hace relativamente poco to-das las tumbas complejas y ricas que se habíanexcavado arqueológicamente pertenecían ahombres. Esta interpretación errónea de una li-mitada posición e importancia de las mujeresen los sistemas de poder y en el mundo simbó-lico de las ceremonias y los ritos cambió súbi-tamente a par t i r de 1991 cuando lasexcavaciones en San José de Moro revelaronlas pr imeras tumbas de las Sacerdot i sasMochicas (Donnan y Castillo 1992; 1994). Es-tas tumbas aportaron pruebas empíricas de queal menos en el Valle de Jequetepeque, en tiem-pos de los Mochicas y sus descendientes, entreel 400 y el 1000 d.C., las mujeres fueron tanimportantes para la construcción y el manteni-miento de la sociedad como sus contrapartesmasculinas. Como veremos, estas tumbas de

mostraron la enorme riqueza que era invertidaen el enterramiento de ciertas mujeres, refle-jando su alto estatus en vida y su importanciaen los sistemas rituales. Estas funciones ritua-les sustentaron un singular poder e importan-cia que se dio independientemente del de loshombres. Las grandes tumbas de Cámara de lasSacerdotisas de Moro están entre las tumbasmás ricas y complejas de mujeres excavadasarqueológicamente en el Perú y en las Améri-cas. Sin embargo, no son las únicas tumbas demujeres excavadas en San José de Moro, ni serestringen solamente al periodo Mochica. Lasexcavaciones en San José de Moro han conti-nuado ininterrumpidamente, y a través de loscatorce años de trabajos en el sitio y la regióncircundante se han hallado más tumbas de mu-jeres de élite, que pertenecen tanto a la conoci-da tradición Mochica Tardía (600 al 850 d.C.)como al Periodo Transicional (850 al 950 d.C.),una etapa de cambios sustantivos en la costanorte del Perú que ocurrió entre el colapso delos Mochicas y la conquista Lambayeque(Rucabado y Castillo 2003).

En este artículo se presentan los datos ar-queológicos funerarios de mujeres de élite, esdecir, las tumbas y contextos ceremoniales enlos que han aparecido los restos de las mujeresmás notables, particularmente la tumba de laSacerdotisa de Moro y se discute la naturalezadel poder de las mujeres de élite en la sociedad

Luis Jaime Castillo Butters. Profesor Principal del Departamento de Humanidades, Sección Arqueología y Director de RelacionesInternacionales y Cooperación de la Pontificia Universidad Católica del Perú. ([email protected]).

Divina y humana, La mujer en los antiguos Perú y México, 18-29. Ministerio de Educación, Lima, 2005.

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Fig. 01. Mapa de ubicación de SJM en la costanorte del Perú.

Fig. 02. Cuadro cronológico de San José deMoro.

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Mochica y Trans ic iona l de l va l le deJequetepeque. Creo que es importante que seconozcan, con cierto detalle tumbas tan excep-cionales, y que contrariamente a lo que aún sesostiene, reflejan un camino alternativo en laconstitución del poder. Hasta ahora, sin embar-go, por el origen de los datos parece que estaspoderosas mujeres de élite son singulares parala región y la época en estudio. Las tumbas demujeres de élite han permanecido relativamen-te desconocidos en la literatura arqueológica endesmedro de más ricos entierros «reales» comolos de Sipán (Alva 2001), o Dos Cabezas(Donnan 2001). Sin embargo, la riqueza de loscontextos funerarios y sus múltiples y valiosasasociaciones, no debe distraernos del hecho deque estas mujeres tuvieron acceso a privilegiosy riquezas fundamentalmente por el papel quejugaron en su sociedad, por su importancia parasostener el orden social y dotar de legitimidada un sistema político altamente jerarquizado yritualizado. Por lo tanto, los datos arqueológi-cos permiten afirmar que las mujeres de élitede San José de Moro no sólo fueron ricas, sinoimportantes, y su importancia parece haber re-sidido en su condición y función y no en su aso-ciación con hombres poderosos. No fueron laesposa, la hermana o hija, ni la concubina deun hombre poderoso, sino la Sacerdotisas enrituales de sacrificios humanos, las brujas ycuranderas, y sobre todo encarnaciones de lasdivinidades.

Excavaciones funerarias de tumbas demujeres de élite en San José de Moro

El estudio arqueológico de las mujeres deélite en el mundo prehispánico empezó muchoantes que las excavaciones en San José de Moro.Desde principios del siglo XX diversos gruposde investigadores habían estado excavando con-textos funerarios de mujeres con ajuares singu-larmente ricos. Duncan Strong y Clifford Evans,dos investigadores de la Universidad de Colum-bia, reportaron en la Huaca de la Cruz, a finesde los años cuarenta una tumba de una mujermuy singular que incluía textiles, metales yceramios en forma de ca laveras , f igurasmitológicas y guerreros. Dos artefactos quepasaron desapercibidos fueron una simple copade arcilla y un ceramio decorado con armas de

Fig. 03. Diversas representaciones del rol de la mujerdel antiguo Perú en las escenas icnográficas Mochicas.

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guerra antropomorfizadas que corren llevandocopas en sus manos (1952). Como veremos,estos artefactos son muy parecidos a los quedespués aparecerían en la tumba de la Sacerdo-tisa.

A diferencia del estudio de los contextosresidenciales o ceremoniales, las excavacionesfunerarias de entierros y cementerios son muyimportantes para entender las funciones e im-portancia de los individuos porque las tumbaspertenecen a una sola persona y reproducen suidentidad más allá de la muerte. Incluso loscontextos que son de aparente afinidad femeni-na, como un área de producción textil o unacocina, pueden estar en el ámbito femenino perodentro de un contexto mayor donde el predo-minio no es aparente. La residencia de una sa-cerdotisa no tendría, aparentemente, que dis-tinguirse de la de un sacerdote del mismo o in-ferior rango, puesto que no necesariamente es-taría marcada por la preeminencia de una iden-tidad u otra. Las tumbas, como la de la mujerencontrada la Huaca de la Cruz, fue construidaajustándose a los rasgos de la identidad y fun-ciones que ésta tuvo en vida, por lo tanto nosólo refleja el estatus (mayor o menor riquezaque otros, mayor o menor acceso a objetos sim-bólicos necesarios para las liturgias ceremonia-les), sino las funciones que sustentaron la po-sición social.

Los trabajos pioneros de Rebeca CarriónCachot (1923) sobre la mujer en el antiguo Perú,y los de Patricia Lyon (1978), Anne MarieHocquenghem (1980) y Ulla Holmquist (1992)sobre la «Mujeres Supernaturales», enfocaronla atención sobre la representación de la mujeren la iconografía andina. Lyon y Hocquenghemse centraron en el estudio de la Mujer Mítica, oSacerdotisa del arte Mochica. Holmquist termi-nó de definir el ámbito de acción y la variabili-dad de representación de este personaje mos-trándonos que su importancia era creciente ha-cia el final de la cultura Mochica, donde llegóa tener más frecuencia de representación quecualquier otra divinidad. Estos trabajos rompie-ron el monopolio masculino en los panteonesandinos y demostrar cómo, a través del arte yde los artefactos usados en las ceremonias, seretrataban identidades femeninas de enormeimportancia cuyo papel estaba desligado de lasfunciones biológicas de reproducción y crian-za de niños. En sus estudios demostraron que

la Mujeres Míticas habían sido protagonistas dealgunos de los más importantes rituales, que suimportancia había fluctuado en el tiempo, ad-quiriendo más preponderancia en el periodoMochica Tardío. Las Mujeres Míticas son pro-tagonistas en rituales como los del Entierro, elllamado Mundo al Revés o la Rebelión de losArtefactos, en los Transportes Marítimos y so-bre todo en la Ceremonia del Sacrificio, que fuepara los Mochica la práctica ritual más exten-dida y posiblemente el centro de su calendariolitúrgico (Castillo y Holmquist 2000). Ahorabien, sin pruebas empíricas que permitieran co-nectar la realidad arqueológica con los moti-vos de la iconografía, los resultados de estost rabajos quedaban s iempre a n ive l de ladisquisición mitológica. ¿Cuál había sido larelación entre la realidad cultural y los moti-vos representados? ¿Eran estas imágenes deDiosas y Sacerdotisas, curanderas y brujas sóloversiones idealizadas de un mundo mítico po-blado por seres imaginarios? Para resolver es-tas interrogantes, y por fin dilucidar el papelde las mujeres en las sociedades precolombi-nas habría que esperar que la arqueología apor-tara pruebas tangibles.

El Proyecto Arqueológico San José de Moroempezó en 1991 como un programa de investi-gación entre la Universidad de California enLos Ángeles y la Pontificia Universidad Cató-lica del Perú (PUCP), dirigido por ChristopherB. Donnan y Luis Jaime Castillo. Posteriormen-te, ya bajo la conducción sólo de la PUCP, seintegraron investigadores y estudiantes de uni-versidades peruanas, europeas y norteamerica-nas. Los trabajos se concentraron en el sitio deSan José de Moro, un centro ceremonial y ce-menterio que se ocupó continuamente por másde mil años a partir del 400 d.C. Desde San Joséde Moro se estudió el valle de Jequetepeque afin de establecer las relaciones entre los pue-blos y aldeas contemporáneos donde había vi-vido la gente y el centro ceremonial donde acu-dían regularmente a celebrar las ceremonias másimportantes y a enterrar a sus líderes. Los tra-bajos en San José de Moro han incluido ade-más la construcción de un sistema modular demuseos y varios programas de desarrollo co-munitario sostenible en cooperación con los po-bladores locales. Hoy por hoy los artesanos deSan José de Moro producen las réplicas máselaboradas de cerámica de línea fina Mochica.

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Fig. 04. Tumba de la primera Sacerdotisa hallada en San José de Moro (M-U41) el año 1991.

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Las tumbas de las Sacerdotisas deSan José de Moro

Los hallazgos más importantes registradosen San José de Moro son las tumbas de dosSacerdotisas, del Periodo Mochica Tardio(aprox. 750-800 d.C.) que tuvieron un papelpreponderante en la Ceremonia del Sacrificio yde un conjunto de tumbas de cámara de muje-res de é l i t e que cor responde a l Per iodoTransicional (Castillo 2000, 2004).

El descubrimiento de la tumba de la Sacer-dotisa fue un hecho inesperado. Hacia el finalde la primera temporada de excavaciones en SanJosé de Moro, en 1991, faltaba por explorar sóloun extremo del área de excavación. Decidimoshacer un cateo para definir si la estratigrafía enesa parte del sitio correspondía con el resto delas áreas excavadas. Luego de excavar un pocomás de cuatro metros de profundidad, se encon-tró lo que parecía ser un muro de adobes. Yapara entonces habíamos hallado otras dos

Fig. 05. Vista de una concentración de ceramios en latumba de la primera Sacerdotisa, entre los que destacanuna copa ceremonial y una botella de línea fina con la

representación de la «Sacerdotisa en la Balsa».

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«plumas» de cobre, adornos de un complejotocado ceremonial usado sólo por la Sacerdoti-sa. Cerca de su mano derecha se halló una copade cobre con pedestal cónico, muy semejante alas copas que aparecen en las representacionesde la Ceremonia del Sacrificio que conteníanla sangre de los sacrificados. Además de estosobjetos tan característicos encontramos dentrodel ataúd un complejo ajuar funerario que in-cluía: collares y brazaletes de cuentas de me-tal, hueso, concha y piedra, palillos y pirurosde uso textil y orejeras adornadas con mosai-cos de turquesa.

Las setenta y tres piezas de cerámica en-contradas en esta tumba también cuentan la his-toria de una mujer muy importante. En primerlugar, encontramos alineados a sus pies unacolección de ollas y cántaros domésticos tizna-dos de hollín, seguramente sacados de su pro-pia cocina. En la esquina sudoeste de la cámaraaparecieron las piezas de cerámica más impor-tantes: cuencos de diferentes tamaños, vasos yescudillas, botellas finamente pintadas, una deellas con la representación de una Sacerdotisasobre un balsa de totora. El artefacto más sig-nificativo de la tumba es una copa con basecónica, pintada con figuras antropomorfizadasde porras de guerra corriendo con copas en lamano, muy semejante a la representación queapreció en la tumba de la mujer de la Huaca dela Cruz (Strong y Evans 1952). Esta copa y lacopa de cobre habrían servido para presentar lasangre de los sacrificios humanos a la divini-dad mayor en la Ceremonia del Sacrificio (Cas-tillo 2000a).

Tres artefactos de cerámica resultaron ab-solutamente inusuales por su origen y por quereflejaban el carácter inclusivo de la ideologíaMochica Tardía. Se trata de dos botellas conrepresentaciones de felinos de estilo Nievería,un estilo cerámico de la costa central del Perúy un plato de arcilla blanca de estilo Cajamarca,una cultura de la sierra aledaña. Si bien en otroslugares es frecuente encontrar cerámica impor-tada, en los contextos Mochica es absolutamen-te inusual. Parecería que a lo largo de su histo-ria los Mochica mantuvieron una expresa res-tricción de contacto con culturas y tradicionesforáneas, fruto de lo cual es casi imposible en-contrar objetos importados en sus templos ytumbas. En las tumbas de las Sacerdotisas, porprimera vez se encontraron las primeras

tumbas de cámara subterráneas en esa tempo-rada, así que sabíamos que a esa profundidadun muro sólo podía ser parte de una gran tum-ba. Ampliamos la unidad para contener toda latumba y a casi seis metros encontramos las hue-llas de lo que originalmente fueron las vigas demadera que sirvieron para techar la cámara.Debajo de las vigas apareció la cámara funera-ria, un verdadero cuarto subterráneo completa-mente cubierto por el sedimento que se habíaido filtrando cuando se descompuso el techo.

El piso de la cámara funeraria, sobre el quereposaban las ofrendas y los individuos, se en-contró a más de siete metros de profundidad.Como en los casos anteriores la cámara estabaformada por cua t ro paredes de adobes ,enlucidas y con catorce nichos. Internamentela cámara estaba dividida en dos áreas: la ante-cámara, al norte, donde se encontraron los es-queletos de dos jóvenes mujeres, probablementesacrificadas poco antes del entierro, y la cáma-ra funeraria propiamente dicha, al sur, dondese encontraron la mayoría de las ofrendas y losindividuos principales. En el centro de la cá-mara funeraria se encontraba el esqueleto de unamujer gruesa de no más de un metro y cincuen-ta centímetros de estatura y de un poco más decuarenta años de edad. Esta mujer es la que in-terpretamos como la Sacerdotisa. Originalmenteyacía dentro de un ataúd de cañas de forma rec-tangular a cuyos lados se cosieron objetos demetal en forma de brazos y piernas, una granmáscara funeraria y sandalias. Todos estos ele-mentos le daban al ataúd un aspecto casi huma-no, lo que lo asemejaría a los objetos que apa-recen con brazos y piernas en las representa-ciones del mito de la Rebelión de los Objetos,luchando contra los seres humanos (Castillo yHolmquis t 2000) . La Sacerdot i sa es tabaflanqueada por los esqueletos incompletos dedos mujeres muy mayores. Éstas, y quizás lasdos jóvenes que encontramos en la antecáma-ra, podrían haber sido parte del séquito de mu-jeres que acompañan a la Sacerdotisa en lasceremonias fúnebres que se representan en la«Escena del Entierro» (Donnan y McClelland1979).

Los artefactos asociados con la Sacerdoti-sa que fueron depositados en su tumba comoofrendas funerarias son indicativos de las fun-ciones que cumplió en vida. Cosidas a la carasuperior del ataúd encontramos dos grandes

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evidencias de contactos, pero que se dieron encircunstancias de por sí especiales. Estos obje-tos estarían relacionados con la cultura Wari,un estado expansivo de la Sierra Sur y su in-clusión en una tumba tan importante demostra-ría que como parte de su estrategia ideológica,los Mochica en su periodo terminal trataron deacercarse al prestigio y poder desplegado poréstos (Castillo 2000c).

Como se dijo al inicio de esta descripción,todos lo objetos que conforman el ajuar fune-rario de la Sacerdotisa fueron escogidos cuida-dosamente y depositados intencionalmente porlos oficiantes del entierro. Cada objeto es porlo tanto, un marcador de algún tipo de signifi-cado, establece algún tipo de vinculación o tuvoalguna relevancia para la Sacerdotisa durantesu vida. Hasta ahora sólo hemos podido desen-trañar la función de algunos de los objetos másimportantes, aquéllos que la asocian con la fun-ción de la Sacerdotisa en la Ceremonia del Sa-crificio, queda por definir si otros objetos po-drían darnos pistas acerca de otros papeles quecumplió esta importante mujer durante su vida.

El hallazgo de una tumba de élite donde lasasociaciones hacían presumir una identidad aso-ciada a una de las divinidades del panteón abrióla interrogante de si éste era un caso único ysingular, o si por el contrario otras personas enla misma época, o de manera sucesiva habíantenido la misma identidad, y función en la so-ciedad Mochica del Jequetepeque. En 1992 re-gresamos para una segunda temporada deexcavaciones en San José de Moro. Nos con-centramos en la zona aledaña a la tumba de laSacerdotisa. Casi inmediatamente ubicamos dostumbas de cámara con la misma configuraciónque el año anterior. Es evidente que esta partedel cementerio estuvo reservada para tumbas depersonas de alto estatus, y como veremos, conmayor frecuencia para tumbas de Sacerdotisas.Una de estas cámaras tenía como único ocupan-te a un hombre joven, que si bien ocupaba unacámara muy profunda, de casi siete metros, te-nía pocas y pobres asociaciones.

La segunda tumba de cámara excavada en1992 tenía muchas de las características quehabíamos definido en la tumba de la Sacerdoti-sa. La estructura estuvo techada con gruesasvigas de madera, presentaba nichos en las pa-redes y estaba subdividida en dos secciones porun desnivel en el piso. Más importante aun, el

ocupante principal resultó ser una mujer de másde veinte años de edad, asociada a cientos deceramios, y a un rico ajuar de piezas de metal,que como en el caso anterior, conformaban losadornos de un ataúd antropomorfizado. La copade cobre, la máscara ceremonial, las plumas demetal que adornarían un tocado, la grandes pie-zas en forma de brazos y piernas, todas corres-pondían a las que se había encontrado el añoanterior en la tumba de la Sacerdotisa. Los co-llares de spondillus y sodalita, los artefactospara producción textil y la gran cantidad decerámica también eran análogos. Sin embargo,las ofrendas de cerámica y metal eran más pe-queñas o de menor calidad. A diferencia de laanterior, la Sacerdotisa no aparecía acompaña-da de otras mujeres, sino de un hombre joven.También se encontró una gran cantidad de hue-sos humanos y de camélidos, dispuestos alre-dedor y a los pies del ataúd principal, en desor-den, como si hubieran sido arrojados allí. Lasegunda Sacerdotisa de San José de Moro cla-ramente no habría gozado de la misma riquezaque la primera, quizá porque murió siendo másjoven o no tuvo el tiempo de acumular los arte-factos necesarios para hacerse de un ajuar com-parable al de la otra Sacerdotisa. Estos dos en-tierros, además no parecen ser contemporáneos.Los artefactos encontrados en la segunda tum-ba son de estilos derivados de los que apare-cieron en la anterior, por lo que parece que setrata de un entierro posterior. También en estasegunda tumba aparecieron objetos de tradicio-nes foráneas, principalmente Cajamarca y Wari,y artefactos Mochica decorados con motivos ypolicromía Wari, lo que demostraba que las in-fluencias de esta cultura ya comenzaban a te-ner arraigo en el desarrollo de la tradición lo-cal.

Los rituales funerarios son el conjunto deprácticas que se suceden desde el momento dela muerte y aún antes, se prolongan más alládel entierro con las ceremonias de luto y cultoa los ancestros. Estas prácticas son por lo ge-neral actividades de gran complejidad y regu-laridad, cargadas de significado social. Lamen-tablemente las tumbas que son lo que losarqueólogos encontramos, en la mayoría de loscasos sólo son un pálido reflejo de todo lo queacontece, de todos los participantes y de todaslas connotaciones sociales del evento. Sin em-bargo, en el caso de los entierros Mochica de

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Fig. 06. Tumba de la segunda Sacerdotisa hallada en San José de Moro (M-103) durante el año 1992.

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élite podemos tener una idea de qué activi-dades rituales acompañaron al entierro e inclu-so quiénes participaron. Esto es posible graciasa la rica iconografía de la cerámica en la que seilustran, con todo lujo de detalles rituales fu-nerarios de élite (Castillo 2000). En base a es-tas representaciones sabemos que el ritual fu-nerario se iniciaba con una procesión fúnebrepor la que el muerto era traído desde su lugarde residencia acompañado de gran número depersonas que, seguramente, habían sido partede su entorno durante su vida. El cortejo queacompañaba al muerto estaba compuesto porsacerdotes, mujeres, músicos, guerreros, ciegosy otros oficiantes. El muerto era traído en unalitera envuelto en telas y posiblemente prepa-rado para el viaje y para su destino final. Alllegar a San José de Moro era depositado den-tro de un ataúd rígido hecho de cañas y revesti-do de telas y piezas de metal. El entierro mis-mo incluía también la participación de al me-nos tres divinidades: la Sacerdotisa, el Aia Paecy la Iguana Antropomorfizada. Es posible queestos dioses hayan estado representados en losrituales por seres humanos como la Sacerdoti-sa de Moro. Además de los dioses, participa-ban del ritual divinidades de segundo rango,mujeres ataviadas como las Sacerdotisas yoficiantes vestidos como animales. Entre las

actividades que se realizaban en conjunción conel entierro estaban el ofrecimiento de conchas,sacrificios de animales, la presencia de músi-cos y un peculiar sacrificio de una mujer queera mutilada y luego abandonada desnuda paraque su cadáver sea devorado por los gallinazos.Estos rituales están representados en una seriede botellas que contienen imágenes de la Cere-monia del Entierro (Donnan y McClelland1979). Una de estas botellas fue encontrada enla tumba de la segunda Sacerdotisa.

El per iodo Mochica Tard ío te rminaabruptamente hacia el 850 d.C., en medio deuna aparente crisis interna contra el poder delas élites, quienes habían perdido totalmente sulegitimidad al no poder evitar las catástrofesclimáticas que habían asolado la región porvarias décadas, y que habían llevado a la frag-mentación y enfrentamiento de la sociedadMochica de Jequetepeque. Casi toda evidenciade los Mochicas, sus templos y centros cere-moniales, sus dioses y casi toda su cultura ma-terial desaparecen súbitamente. Pareciera quequienes sucumbieron en el colapso Mochicafueron los líderes, la élite, los sacerdotes y gue-rreros, entre ellos seguramente las Sacerdotisasque participaban en las ceremonias de sacrifi-cios humanos.

Fig. 07. Máscara de cobre que formaba parte del ataúdque contenía el cuerpo principal de la cámara funeraria.

Fig. 08. Evidencia del lujoso collar con el que fueenterrada la Sacerdotisa de San José de Moro.

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Las Sacerdotisas del PeriodoTransicional

La estratigrafía cultural de San José deMoro ha revelado un fenómeno insospechadoal que llamamos el Periodo Transicional. Lue-go del final de los Mochica, y antes de la con-quista Lambayeque, entre el 850 y el 1000 d.C.,se desarrolló en el valle de Jequetepeque unapeculiar tradición, que combinó la herenciaMochica, las influencias de las sociedades Wariy Cajamarca, y que anunció el desarrollo de lastradiciones Lambayeque y Chimú; es decir, unaverdadera cultura de síntesis y mestizaje, un«equilibrio puntual» en el desarrollo de CostaNorte del Perú.

El descubrimiento del Periodo Transicionalno estaba previsto en las instigaciones, y a me-dida que se fue acumulando la evidencia nospareció que se trataba de un periodo muy com-plejo y tremendamente diferente al precedente.Hasta entonces habíamos planteado que luegodel colapso Mochica no existió un poder cen-tralizado en el Valle del Jequetepeque y por tan-to las comunidades locales tuvieron la libertadde ejercer y exhibir sus propias preferenciasculturales, artísticas, socio-económicas y

funerarias, lo que se reflejó en una diversifica-ción estilística, en una multiplicación de lasidentidades reflejadas en la cerámica, entreo t ros . Una pecul ia r idad de l per iodoTransicional es la enorme presencia de cerámi-ca de es t i los foráneos , par t icu la rmenteCajamarca y estilos de las tradiciones Wari oasociadas a ella. La evidencia de estas relacio-nes de larga distancia había aparecido ya en loscontextos funerarios Mochica Tardíos, inclusoen las tumbas de las Sacerdotisas de Moro, peromientras allí eran muy raras las piezas de esti-los importados, en las tumbas y contextos delPeriodo Transicional se multiplicaban hastahacerse, en algunos casos, los estilos dominan-tes. Para nuestra sorpresa las tumbas más gran-des y complejas que se han excavado para esteperiodo pertenecían a mujeres, y como veremosalgunas de ellas exhibían características que lasasemejaban a las Sacerdotisas de Moro. Apa-rentemente el prestigio y poder de las mujeresde élite había sobrevivido a la caída del estadoMochica. A continuación se presentan tres tum-bas de gran complejidad que nos ilustran la si-tuación de estas poderosísimas Señoras de Moropara el Periodo Transicional.

La tumba M-U1045 es uno de los contex-tos funerarios más complejos excavados pornuestro proyecto. Por su ubicación temporal, suforma, contenido y organización esta cámarafuneraria es una suerte de eslabón entre las tum-bas de cámara Mochica y las tumbas de cámaraTransicionales. La cámara es de planta rectan-gular, con banquetas laterales y un acceso abier-to en la pared norte. En las paredes tiene ni-chos que contuvieron gran cantidad y diversi-dad de asociaciones, incluyendo maquetas, ce-rámica de diversas tradiciones, huesos decamélidos, crisoles y artefactos de uso ritual.Como en el caso de las cámaras Mochica, algu-nos nichos aparecieron vacíos y no es posibledeterminar si originalmente contuvieron arte-factos de origen orgánico como madera o texti-les. La cámara contiene tres ocupantes princi-pales, dos mujeres y un niño que se encontra-ron dentro de ataúdes en la parte inferior, so-bre el piso. Además de éstos, aparecían asocia-dos, a manera de ofrendas, dos jóvenes y un raroenvoltorio cuadrangular dentro del cual se ha-llaron cuatro niños pequeños y las piernas detres individuos adultos. Podríamos extendernosmuchísimo en las características de esta tumba

Fig. 09. Vasijas de fina calidad halladas en uno de losnichos de la cámara. Entre ella se aprecia botellas de

línea fina y cerámica derivada del estilo Wari.

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y en sus singularidades que son muchas, peroqueremos detenernos sólo en un detalle, las se-mejanzas que la tumba M-U 1045 tiene con lascámaras funerarias Mochica Tardías de lasSacerdotisas. Formalmente, es decir, si sóloconsideramos su estructura, esta tumba es unacopia de las cámaras Mochica de lasSacerdotisas. Las dimensiones, la división enuna antecámara y la cámara misma, el hecho deque haya tenido cuatro grandes columnas quesostuvieron un techo de gruesos troncos, la ubi-cación y orientación de los individuos princi-pales, la distribución y organización de la

Fig. 10. Vista de la Tumba de cámara Transicional M-U1045.

la cerámica, que eran alrededor de trescientaspiezas, todos estos factores atestiguan una se-rie de continuidades con el patrón funerario deélite Mochica Tardío. Estas semejanzas contras-tan con las marcadas diferencias en el tipo ydecoración de la cerámica. En esta tumba se en-contró una numerosa colección de cerámicaCajamarca, incluyendo platos, cuencos, cucha-ritas y cántaros. En la mayoría de los casos lacerámica Cajamarca se encontró en parejas, esdecir, dos ejemplos casi idénticos de cada pie-za. La tumba M-U1045 se ubica no sólo tem-poralmente en el tránsito entre Mochica y

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Lambayeque, pero conceptualmente reúne ras-gos de las dos tradiciones, añade una fuerte in-fluencia externa, y sintetiza estas tradicionesdando lugar a la peculiar identidad del PeriodoTradicional. Finalmente, cabe señalar que si sepudiera reconocer alguna identidad o funciónde parte de los ocupantes, mayoritariamentefemeninos, es que se asocian a artefactos de usoen actividades de curanderismo y brujería. Estaatribución que, como se puede ver, es frecuen-te en tumbas complejas de San José de Moro esquizá el elemento de continuidad entre una épo-ca y otra. San José de Moro siguió siendo uncentro ceremonial y de prácticas chamánicas in-dependientemente de qué sociedad o grupo es-tuviera a cargo. Ciertamente las ocupantes dela tumba M-U 1045 no son idénticas a lasSacerdotisas Mochicas, pero de ellas heredaronla capacidad de acumular grandes riquezas y lahabilidad de reunir en sus ajuares funerarios

artefactos que no sólo exhiben la riqueza sinoque permiten continuar con las prácticas cere-moniales que seguramente tuvieron en vida.

La Sacerdotisa ausente

El segundo contexto funerario singular esla tumba de cámara M-U1242. Esta cámara esmuy singular por sus dimensiones, siete por sie-te metros de planta rectangular, dividida en dossecciones, una al lado de la otra. Presenta unacceso por el lado sur y nichos en las paredes.Los nichos de las paredes norte y oeste conte-nían cada uno cerámica de diferentes estilos:Cajamarca, Wari, proto Lambayeque y postMochica. Además aparecieron crisoles, maque-tas muy incompletas y restos de camélidos. Latumba incluía un ataúd de madera enchapadoen placas de cobre con diseños escalonados, yun artefacto compuesto por placas de cobrecaladas con el diseño de la Sacerdotisa que sos-tiene una copa en la mano. Esta tumba aún estáen proceso de investigación, puesto que faltaexcavar parte de su contenido. Las excavacioneshasta ahora nos van revelando una gran conti-nuidad de algunos rasgos Mochicas, como lapresencia de la Sacerdotisa, pero en el contex-to de una composición muy cosmopolita que serefleja en los estilos cerámicos presentes. Es-tos deben ser el reflejo de la situación políticay cultural compleja que definió al periodoTransicional. De todo el contenido de esta cá-mara hay que destacar el hallazgo de cinco pie-zas de cerámica de tradición Wari, fabricadasoriginalmente en algún lugar del sur del Perú ytransportadas a San José de Moro. Este conjun-to es seguramente el más importante hallazgode cerámica Wari registrado en el norte del Perúy sorprende por la gran calidad de las piezas,que corresponderían al estilo Viñaque. Pero unrasgo que distingue a esta tumba de todas lasdemás es que su ocupante principal no apare-ció por ninguna parte. El ataúd enchapado enláminas de cobre que se encontró en la cámarafuneraria estaba vacío. Alguien había retiradoel cuerpo de la supuesta Sacerdotisa luego desu muerte. La tumba no parece haber sido sa-queada, ya que no parece faltar nada, pero elcadáver fue retirado. La tradición de mover ca-dáveres de una tumba a otra ya había sido re-portada para tumbas Mochica (Franco et. al.1998).

Fig. 11. Parte de las más de 300 piezas de cerámicahalladas en la tumba M-U1045.

Fig. 12. Finas cucharas de estilo foramndo parte delajuar funerario de la tumba M-U1045.

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Fig. 13. Tumba de cámara M-U1242, hallada en el Área 34.

Fig. 14. Representación de la Sacerdotisa en placas de cobre que posiblemente formaron parte de la tapa ataúdprincipal de la cámara.

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Fig. 15. Fina colección de vasijas de estilo Wari y Wari-derivado halladas en la tumba M-U1242.

Fig. 16. Distintos grupos de ceramios hallados en cada uno de los nichos de la cámara.

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Fig. 17. Dibujo de planta de la tumba de cámara M-U1242, con vista del acceso hacia el sur-oeste y las improntas delas vigas que formaban parte del techo.

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Fig. 18. Vista de la Tumba de las Chamanas al momento de su excavación.

Fig. 19. Representación gráfica de la Tumba de las Chamanas de San José de Moro (M-U1221).

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La Tumba de las Chamanas

Un ejemplo alternativo de tratamiento fu-nerario complejo es la tumba M-U1221. Estaes una tumba de foso profundo en la que se en-contraron los restos de siete personas, asocia-das con cráneos humanos, cerámica, piruros,artefactos en miniatura, tanto en hueso, metaly piedra. Lo que resulta peculiar de esta tumbaes la complejidad de la secuencia de enterra-miento. Aparentemente primero se enterrarondos mujeres, una al lado de la otra; luego sedepositaron sobre éstas a dos mujeres más y unniño; finalmente, y luego de un lapso de tiem-po todavía indeterminado, se colocó sobre lasanteriores a un hombre joven. Este último reci-bió como ofrendas ocho cráneos que posible-mente habían sido extraídos de otras tumbas.Las asociaciones cerámicas son del mismo tipoque aquéllas que aparecieron en las cámaraspequeñas. Un estudio cuidadoso revela quemuchas pudieron tener una función ritual aso-ciada a actividades de curandería o chamanismo(Rengifo 2005). Algunos de los objetos que seencontraron en la Tumba M-U1045 son idénti-cos a los hallados aquí, lo que permitiría infe-rir la misma función. Esta parece haber sido latumba de dos generaciones de curanderas quefueron enterradas a lo largo de un tiempo. Latumba M-U1221 más que rica es compleja ypresenta peculiaridades nunca antes vistas ta-les como algunos de los huesos largos de lasprimeras ocupantes fueron usados para crear unlecho sobre el que reposó el adulto masculino,una flauta de arcilla que se encontró incrustadaen la zona púbica de una de las mujeres del se-gundo grupo o una anormal cantidad de pirurosy miniaturas cerámicas que aún ahora son usa-das en actividades de curanderismo.

Las tumbas de las mujeres de élite halladasen San José de Moro, tanto las que correspon-den con la tradición Mochica como las que hanaparecido recientemente y que corresponden alPeriodo Transicional ofrecen la evidencia em-pírica de que se requería para confirmar lasinterceptaciones que se habían hecho del papele importancia de las mujeres de élite sobre labase de las representaciones iconográficas. Elhecho de que la tradición de enterrar a estaspoderosas mujeres con gran ceremonia y com-plejidad no se restrinja a la tradición Mochicay que sobreviva a un cambio cultural radical

parece indicar que la posición de las mujeresestaba profundamente enraizado en las consi-deraciones de cómo se organizaba la sociedady de cuáles eran sus funciones y las posicionesjerárquicas que le correspondían. Las mujeresde élite fueron en su tiempo y para su socie-dad, hasta donde la lectura de las evidenciaspermite, esenciales en la realización de ritua-les y ceremonias y en las prác t icaschamanísticas. La disminución de su poder en

Fig. 20. Detalle de un silbato de cerámica incrustado enla zona pélvica de una de las mujeres de la tumba.

Fig. 21. Vista de los cuerpos superpuestos como partedel ritual funerario.

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periodos mas tardíos no estuvo relacionada conuna disminución en las consideraciones de supersona, sino con el debilitamiento de los sis-temas rituales con los que se relacionaba y quesustentaban su poder.

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