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a iconografía clásica de la Natividad de Cristo, que vemos en el icono
mostrado, tiene su prototipo en los contenedores de los siglos V y VI, que
los peregrinos acostumbraran traer de Tierra Santa y que contenían aceite
de las lámparas que se quemaban en los lugares santos.i
La parte descriptiva del icono corresponde al Contaquio de la fiesta: “Este día
la Virgen da a luz al Trascendente, y la tierra le ofrece una cueva a Él que es
Inaccesible. Los ángeles y los pastores dan gloria, y los magos viajan con la estrella.
Porque por nosotros, un niño es nacido, el Dios pre-eterno.” Otras dos escenas
basadas en la Tradición aparecen en las esquinas de abajo.
En su contenido, el icono de la Natividad de Cristo tiene dos aspectos
fundamentales: en primer lugar, revela la esencia misma del evento, el inmutable
hecho de la Encarnación de Dios; nos presenta ante el visible testimonio del dogma
fundamental de la fe cristiana, remarcando con sus detalles tanto la naturaleza
Divina como la humana del Verbo hecho carne. En segundo lugar, el icono nos
muestra el efecto de este evento en la vida natural del mundo, nos da una
perspectiva de todas sus consecuencias. Porque según San Gregorio el Teólogo, la
Natividad de Cristo “no es una fiesta de creación sino una fiesta de re-creación”ii, de
renovación, que santifica a todo el mundo. (Veniens mundum consecrare, dice el
“Martirologium Romanum” – “Él vino a consagrar el Universo”.) A través de la
encarnación de Dios, la creación entera adquiere un nuevo significado, que yace en
el propósito final de su ser – que es ultimadamente la transfiguración. Así que toda
la creación toma parte en el evento y rodea al Niño Dios recién nacido, vemos
representantes de todo el mundo creado, cada uno rindiendo su servicio propio, o
como dice la Iglesia – cada quien dando gracias a su modo. “¿Que hemos de
ofrecerte, oh Cristo, que te has aparecido en la tierra como hombre por nosotros?
Porque cada creatura hecha por Ti te ofrece acción de gracias: los ángeles te cantan,
los cielos una estrella, los magos sus dones, los pastores su asombro, la tierra una
cueva; el desierto un pesebre; y nosotros a la Virgen Madre.”iii A esto el icono añade
dones de los reinos animal y vegetal.
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Desde el punto de vista de ambos significados y
composiciones, el centro del icono, al cual todos los detalles
se relacionan de alguna forma u otra, es el niño envuelto
en pañales, acostado en el pesebre, con la oscura cueva
donde nació como fondo.iv En una Homilía atribuida a
San Gregorio de Nisa encontramos una comparación
hecha entre el nacimiento de Cristo en una cueva y la
luz espiritual que brilla en la oscuridad de la muerte que
envuelve a la humanidad. La boca oscura de la cueva en el
icono es, en su sentido simbólico, precisamente este mundo,
afligido con el pecado por culpa del hombre, en el cual, “El Sol de verdad” ha
brillado.
El Evangelio de San Lucas (2:7) habla del pesebre y de los pañales “y le
envolvió en pañales, y le acostó en el pesebre”, y más adelante los menciona como
signo distintivo dado por el ángel, por el cual los pastores iban a reconocer en el
Niño a su Salvador: “Esto tendrán por señal: encontraréis al Niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre.” (Lucas 2:12). El estiquio nos dice que el pesebre
fue la ofrenda del desierto al Niño Divino. El significado de esta ofrenda es revelada
en las palabras de San Gregorio el Teólogo, que escribe: “Inclínate ante los
pesebres, a través del que tú, que eras torpe, has sido levantado por el Verbo” (es
decir, has crecido, alimentado por el pan de la Eucaristía, refiriéndose a los fieles).v
El desierto (en este caso un lugar vacío e inhabitado), que ofreció refugio al
Salvador, quien no fue aceptado por el mundo desde su nacimiento, fue el
cumplimiento de la prefiguración del Antiguo Testamento – el desierto donde se dio
el símbolo de la Eucaristía - el maná. Aquel que hizo llover maná – pan del cielo –
sobre el pueblo Judío, se hizo a sí mismo el pan de la Eucaristía – el Cordero,
colocado sobre el altar, el pesebre es el símbolo traído por el desierto del Nuevo
Testamento como ofrenda al Niño.
Cueva, pesebre, pañales - son indicaciones de la kenosisvi de la Divinidad, su
degradación, la absoluta humildad de Él quien, invisible en su naturaleza, se hace
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visible en la carne por los hombres, nace en una cueva, es envuelto en pañales, de
esta forma presagiando su muerte y sepultura, el sepulcro y la mortaja.
En la cueva, cerca del pesebre, están de pie un buey y un asno. Los
Evangelios no hablan de ellos. Pero aun así en todas las representaciones
de la Natividad de Cristo, están inmediatamente junto al Niño Dios. Su
lugar en el centro del icono indica la importancia dada por la Iglesia a
este detalle. Y es nada menos que el cumplimiento de la profecía de Isaías
(1:3) que tiene un profundísimo significado didáctico: “El buey conoció a su
dueño, y el asno el pesebre de su señor: Israel no conoció, mi pueblo no
entendió.” Por la presencia de los animales, el icono nos recuerda la profecía de
Isaías y nos llama al conocimiento y entendimiento
del misterio de la Dispensación Divina.
Mirando al icono de la Natividad de Cristo,
lo primero que llama la atención es la posición de
la Madre de Dios y el lugar que ocupa. “En este
festival de re-creación” ella es “la renovación de todo
lo nacido en la tierra”, la nueva Eva. Así como la primera
Eva se hizo la madre de todas las personas vivientes, así la nueva
Eva se hace la Madre de toda la humanidad renovada, deificada a través de la
Encarnación del hijo de Dios. Ella es la más grande acción de gracias a Dios, que el
hombre, de entre toda la creación, da al Señor. Por esta ofrenda en la persona de la
Madre de Dios, la humanidad caída da anuencia a su salvación a través de la
Encarnación de Dios. El icono de la Natividad subraya
gráficamente este papel de la Madre de Dios, distinguiéndola
de entre las otras figuras por su posición central y otras veces
por su tamaño. Ella esta recostada inmediatamente junto al
Niño, pero generalmente ya afuera de la cueva, en una cama,
del tipo que los judíos llevaban en sus viajes.
La postura de la Madre de Dios siempre está cargada de
un profundo significado y esta inmediatamente conectada con
problemas dogmáticos que han surgido en diferentes tiempos
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y lugares. Las alteraciones de esta pose enfatizan, de acuerdo a las necesidades, ya
sea la naturaleza Divina o humana del Salvador. Es por eso que en algunas
imágenes Ella se encuentra medio sentada, lo que apunta a la ausencia de los
sufrimientos usuales y por tanto la naturaleza virginal de la Natividad y el origen
Divino del Niño (en contra del error nestoriano). Pero en la mayoría de las imágenes
de la Natividad de Cristo la Madre de Dios se encuentra recostada, mostrando en su
postura lasitud, que debe recordar aquellos que oran de la indudable naturaleza
humana del Niño, “en orden que la Encarnación no tenga ninguna sospecha de ser
una ilusión”, como Nicolás Mezarites dice.vii
Alrededor del grupo central – el Divino Niño y su Madre – están agrupados
todos los detalles que, como hemos dicho, dan testimonio de la Encarnación misma y
su efecto sobre todo el mundo creado.
Los ángeles realizan un servicio doble: glorifican y dan
buenas nuevas. En un icono esto es usualmente expresado
por el hecho que algunos de ellos ven hacia arriba y cantan
gloria a Dios, otros se inclinan hacia los hombres, a los que les
brindan las buenas nuevas.
Estos hombres son los pastores. Que se muestran escuchando el
mensaje de los ángeles; y a menudo uno de ellos se encuentra tocando una
flauta, agregando así el arte humano – música – al coro angelical.
Del otro lado de la cueva están los magos, guiados por una
estrella. Ellos están representados ya sea montando, o como en nuestro icono,
caminando con los dones. Un rayo largo proveniente de la estrella, apunta
directamente a la cueva. Este rayo conecta a la estrella con una parte de la
esfera que va más allá de los límites del icono – una representación
simbólica del mundo celestial. De este modo el icono nos muestra que la
estrella no sólo es un fenómeno cósmico, sino también es una mensajera del
mundo en lo alto, brindando la nuevas del nacimiento del “Celestial en la
tierra”. Es esta luz la que según San León el Grande, fue ocultada a los judíos, pero
mostrada a los gentiles. En los pastores, los primeros hijos de Israel en adorar al
Niño, la Iglesia ve el comienzo de la Iglesia judía, y los magos – “el comienzo de las
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naciones” – la Iglesia de los gentiles. De un lado están los pastores – hombres
simples y sencillos, a quienes el mundo en lo alto entra en comunicación
directamente, dentro su labor diaria de vida, y en el otro lado están los magos –
hombres sabios, que tiene que completar una larga travesía desde el conocimiento
de aquello que es relativo hacía el conocimiento de aquello que es absoluto, a través
de su objeto de estudio. En la adoración de los magos la Iglesia testifica que acepta y
santifica todas las ciencias humanas que llevan hacia ella, siempre y cuando la
relativa luz de la revelación extra cristiana lleve a aquellos que se sirven de ella a la
adoración de la luz absoluta. Debe hacerse notar que los magos son representados
de diferentes edades, lo que enfatiza el hecho de que la revelación les es
dada a los hombres independientemente de su edad y experiencia
terrenal.
En una de las esquinas inferiores del icono dos mujeres están
limpiando al Niño. Esta escena está basada en la tradición, que
también es transmitida a nosotros por los Evangelios apócrifos de
seudo Mateo y seudo Santiago. Las dos mujeres son las dos parteras
que José llevó a la Madre de Dios. Esta escena de la vida diaria muestra
claramente que el Niño es como cualquier otro recién nacido y está sujeto a los
requerimientos de la naturaleza humana.
Otro detalle enfatiza que en la Natividad de Cristo “el orden natural es
vencido” – este es José. Él no es parte del grupo principal del Niño y su Madre;
porque no es el padre y es enfáticamente separado del grupo. Ante él, bajo la
apariencia de un viejo y encorvado pastor, esta del demonio tentándolo. En
algunos iconos es representado con pequeños cuernos y una pequeña
cola. La presencia del demonio y su papel de tentador adquiere un
particular significado profundo con una conexión con esta “fiesta de
re-creación”. Aquí, en base a la tradición el icono transmite el
significado de ciertos textos litúrgicos, que hablan de las dudas de
José y el problemático estado de su alma. Este estado esta
expresado en el icono por su desalentadora actitud y es
enfatizada por la oscura boca de la cueva, que a veces sirve como
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fondo a su figura, Tradición, transmitida también por los apócrifos, relata como el
demonio tentó a José diciéndole que el nacimiento virginal era imposible, siendo
opuesto a la ley natural. Este argumento, asumiendo nuevas formas, se repite a
través de la historia de la Iglesia. Es la base de muchas herejías. En la persona de
José el icono deja al descubierto no sólo su drama personal, sino también el drama
de toda la humanidad – la dificultad de aceptar aquello que esta “más allá de
palabras o razón” – la Encarnación de Dios.
Mientras que en algunos iconos la Madre de Dios es representada mirando al
Niño, “guardando en su corazón” palabras acerca de Él, o mirando directamente al
mundo exterior, en nuestro icono, así como en muchos otros, Ella mira a José como
si estuviera expresándole con su mirada compasión debido a su estado. En esto el
icono nos enseña una tolerante y compasiva actitud hacia la incredulidad y la duda
humana.
EDICIONES DE LA DIÓCESIS DE MÉXICO DE LA
IGLESIA ORTODOXA EN AMÉRICA
2011
Texto tomado de: Leonid Ouspensky, Vladimir Lossky. "The Nativity of Christ." In The meaning of
Icons,[El Significado de los iconos]. Crestwood, NY: SVS Press, 1982. pp. 157-160
i Estos recipientes llevaban imágenes de los eventos del Evangelio, que ocurrieron particularmente
en el lugar donde fueron hechos. Eusebio de Cesarea relata, en su Historia de la Iglesia, que en el
lugar de la Natividad de Cristo San Constantino construyó una iglesia, cual cripta era la mismísima
cueva de Belén. Es ahí, que según la opinión de los arqueólogos, la escena de la Natividad de Cristo
se reproducía en los contenedores representándola con toda posible exactitud histórica. Esta escena
forma la base de nuestra iconografía acerca de esta fiesta. ii San Gregorio el Teólogo, Discurso 38 P.G. 36, col. 316B iii Estiquio de Vísperas de la Natividad iv Los evangelios no dan ninguna referencia acerca de la cueva: lo sabemos por la Tradición. Las
evidencias escritas más antiguas datan del Siglo II: San Justino el Filósofo en su dialogo con Trifo
(aprox. 155-160), citando el Evangelio de Mateo añade, “puesto que José no encontraba lugar para
quedarse en ese pueblo, se quedó en una cueva no muy lejos de Belén”. v San Gregorio el Teólogo, Discurso 38 P.G. 36, col. 332A vi Vaciamiento vii A. Heisenberg, Grabeskirche und Apostelkierche, Leipzig, 1908. Part II, p.47