+ All Categories
Home > Documents > Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958,...

Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958,...

Date post: 21-Jul-2020
Category:
Upload: others
View: 12 times
Download: 0 times
Share this document with a friend
24
Transcript
Page 1: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio
Page 2: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio
Page 3: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

En Ecuador, el debate sobre ambiente a menudo está circunscrito a determinados

actores que buscan propuestas e ideas para abordar los diversos temas que abarca la rela-ción entre los seres humanos y la naturaleza y que invariablemente involucran a todo el con-junto social. Mediante el “Concurso Universita-rio ¿Quién protege los bosques del Ecuador?”, Grupo Faro y el proyecto de Transparencia Fo-restal intentan ampliar el espectro de actores convocados a este diálogo, con el fin de pro-fundizar la democratización del debate sobre ambiente y en particular sobre los bosques en el Ecuador.

El Concurso Universitario de Periodismo ¿Quién protege los bosques del Ecuador? planteó esta pregunta a estudiantes de perio-dismo y comunicación de pregrado de todo el país. La invitación concreta fue desarrollar perfiles periodísticos de personas que reali-zan una labor notable a favor de la protección de los bosques. Las propuestas de los estu-diantes arrojaron un abanico de personajes de las más diversas condiciones de vida que

comparten un profundo respeto y compromi-so con la naturaleza.

El concurso universitario de periodismo ¿Quién protege los bosques del Ecuador? fue parte del proyecto “Promoviendo la tranparen-cia en el sector forestal”, el mismo que articula acciones para que los ciudadanos del Ecua-dor se beneficien de una manera más equita-tiva del manejo sostenible del patrimonio fo-restal nacional. La convocatoria estuvo abierta entre el 29 de marzo y el 15 de mayo de 2013

Esta publicación compila los seis mejores tra-bajos desarrollados por los estudiantes y tres perfiles generados por Grupo Faro que se ofrecieron a modo de referencia para los par-ticipantes. Estas memorias del concurso son la huella de un proceso, breve pero intenso, en que jóvenes universitarios de todos los rin-cones del país pusieron su mirada en un bien ampliamente reconocido como patrimonio na-cional, los bosques ecuatorianos. Esperamos que disfruten de esta compilación.

Sigrid Vásconez Directora de Ambiente y Sociedad Grupo FARO

Presentación

Page 4: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

4

PRIMER LUGAR

Cerro Blanco cuenta con un grupo de más de 40 guardabosques. Entre ellos resalta

un hombre de mediana estatura y con arru-gas y piel canela. Es Eleuterio Perfecto Yagual del Cruz y lo llaman ‘Don Perfecto’. Puede ser confundido con un agricultor que vende sus productos en el mercado, pero no lo es. Él tie-ne 73 años y es el jefe de los guardabosques.Desde 1989, para Perfecto los días se resu-men en una sola rutina: proteger a plantas y animales y ayudar en la reforestación del ce-rro. Todo en una jornada de 7:00 hasta 16:00, de lunes a viernes.

En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio era la finca Paleobamba, donde él trabajó como mayordomo y ayudó a crear potreros, sembrar, cosechar y cazar. Sigue viviendo en Puerto Hondo y todavía trabaja la misma tierra. Para él su “vida es la montaña”.

Pasaron 32 años y la finca se convirtió en el Bosque Protector Cerro Blanco y Perfecto en el jefe de guardabosques. Ya son 55 años tra-bajando en el mismo lugar y lo conoce como la hoja de su machete, que casi es el brazo filoso que no le nació, pero que cuando ma-chetea parece una hélice cortando el pasto.

Y su machete es lo único que lo acompaña, en especial en la zona densa. En 1999 Jo-hnny Ayón, ingeniero forestal del cerro, se sumó a este dúo. Recuerda que Perfecto fue su guía cuando le tocó subir a la parte más alta del bosque. “Siempre le pregunta-ba a qué hora llegábamos y él me contesta-ba ‘ya mismo, espere un ratito’”.

Pero su habilidad como guía falló con Eric Horstman, director de la Fundación Pro Bos-que. Hace 15 años, ambos ingresaron en el bosque y la caminata de tres horas para re-conocimiento del sector se cuadruplicó. Se perdieron.

Paúl Cun, biólogo y ex guía del cerro, comenta que Perfecto encontró el camino después de haberse extraviado en un sendero de caza-dores, quienes crean los caminos a mache-tazos. Ahora, Perfecto cuenta la historia a los guardabosques para que tengan cuidado en los recorridos.

Perfecto siempre narra sus historias, como los viejos pueblerinos cuentan las leyendas a los turistas. Él relata que en el cambio de adminis-tración del cerro –de finca a bosque protegi-do– se alteró totalmente su forma de pensar.

En 55 años, Perfecto Yagual pasó de talar árboles a cuidarlos; de cazar a detestar cazadores. Él conoce Cerro Blanco, en Guayas, y su historia.

El cazador convertido en guardabosques

Jorge Hernández

Universidad Casa Grande, Guayaquil

Desde 1989, cuando se declaró a Cerro Blanco como bosque protector, Perfecto Yagual trabaja allí 50 horas semanales.

Page 5: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

5

En el pasado sus actividades afectaban al ecosistema que hoy cuida. Ahora no sopor-ta a los cazadores e invasores que entran en Cerro Blanco. Paúl lo acompañó cuando se encontraron con cinco hombres que planea-ban construir.

-Señores, buenas tardes. ¿Qué están hacien-do por aquí? ¡Esto es propiedad privada! Es el bosque Cerro Blanco, dijo tajante con ma-chete en mano, a los que se encontraron en el recorrido.

-Buenas tardes, contesta un invasor, somos representantes de la Asociación Agrícola 17 de Noviembre. Ya llamamos a nuestra aboga-da, solo estamos marcando el área que nos corresponde, dijo al sacar un papel firmado.

Paúl Cun lo cuenta así y recuerda que la poli-cía de Medio Ambiente encarceló a los cinco invasores. También en su memoria guarda la imagen de un “Don Perfecto muy molesto”.

-¿Qué le enoja más: los cazadores o los invasores?

-Los dos, contesta Perfecto frunciendo el ceño, que se larguen, que no jodan.

Antes Perfecto ya tuvo un encuentro con un par de cazadores que le apuntaron con sus rifles. Paúl cuenta que iba con dos estudian-tes de turismo, cuando se encontraron con un venado amarrado a un árbol y a los cazadores fileteándolo.

Todo lo que ocurre en el bosque Cerro Blanco es contado cuando celebran el cumpleaños de alguien del personal. Es como un grupo de adultos que espera como niños, en fechas especiales, las historias de terror. Tania Ríos, coordinadora de la Fundación Pro Bosque, re-cuerda que Perfecto les contó cómo rastrea-ron a un tigre por comerse al ganado cuando trabajaba en la finca. Ríos también escuchó la leyenda del ‘Tin Tín’, relatada por Don Perfec-to, quien muestra preferencia por este perso-naje, a quien cree haber visto.

Lo sobrenatural lo ha perseguido desde hace mucho. En La Libertad ya sabía de un espíritu deambulante y un hombre verde. Allí también conoció a Marcelina Bomitila Guale Tomalá su esposa que hoy tiene 68 años. Para Perfecto ella solo ha sido mujer de casa, no de campo. Juntos tienen seis hijos: Epitafio, Abraham, Gil-berto, Simón, Alba y María.

Epitafio es el hijo mayor y, según Perfecto, comparten el mismo amor hacia la naturaleza, pero igual referencia da de los otros cinco, que gustan por el campo. Como Simón que traba-jó de guardia en Cerro Blanco hasta que hubo un recorte de personal. Pero siempre resaltará al mayor por ser quien los “representa en su tierra natal”, La Libertad.

Epitafio siempre acompañaba a su padre para aprender cómo funcionaba la hacienda Pa-leobamba. Intentó estudiar agronomía, pero al segundo año lo dejó por trabajo. Ahora vive en La Libertad cuidando la tierra de su padre y suya por herencia. “Él lo sabe todo”, comenta Perfecto inflando el pecho.

A los trabajadores que vienen a Cerro Blanco no los define de la misma manera que a su hijo. “Es un engaño decirme que conocen la montaña, cuando en el momento de trabajar no es lo mismo, no saben casi nada”, comenta girando la cabeza de un lado a otro.

Su trabajo en el campo no es compartido con “Marzo”, el sobrenombre de su esposa. A veces ella conversa con Perfecto sobre lo mucho que labora:

-Ya que te jubilen, no quiero verte trabajar.

-¿Si no trabajo, cómo vamos a comer?

-Puede que tus hijos no nos dejen morir de hambre.

A pesar de las conversaciones con su espo-sa, él trabaja incluso en vacaciones cuando regresa a La Libertad. La deja a ella con la fa-milia y se retira a laborar la tierra con Epitafio. “Si fuera por mí, muero en el campo”, insiste Don Perfecto.

Perfecto Yagual lleva 55 años laborando las mismas tierras. Hoy es el jefe de guardabosques.

Page 6: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

6

Son 10.200 hectáreas las que con-forman la reserva natural de bosque

seco tropical “La Ceiba”. Es uno de los ecosistemas más amenazados de Ecua-dor. En esta reserva se encuentra el Área de Conservación y Desarrollo La Ceiba, que acoge a 17 comunidades con aproxi-madamente 370 familias dedicadas al ga-nado caprino y vacuno, así como también al cultivo.

La Fundación Naturaleza y Cultura Inter-nacional (NCI), sede en Loja, a lo largo de 16 años, ha aplicado un plan de trabajo que hace posible la coexistencia de la comunidad con la naturaleza. A esta pro-puesta se unió Jorge Cueva Ortiz con el sueño de conseguir un desarrollo soste-nible y una economía que no perjudique a los bosques secos.

Conservar la naturaleza es su meta

Jorge Cueva, oriundo de Loja, lleva ya 11 años al servicio de la madre tierra. Su amor

hacia la naturaleza nació cuando era muy pequeño; siempre que podía le gustaba salir a recorrer bosques y jardines, obser-var los árboles y a sus pequeños anima-les. Al terminar sus estudios secundarios en el colegio Bernardo Valdivieso se dio cuenta de que su afán por la naturaleza era más que un simple pasatiempo de fin de semana. Entonces ya su hermano ma-yor Eduardo Cueva Ortiz trabajaba en el cuidado de bosques; de alguna manera, los dos hermanos siguen la misma ruta. Jorge estudió en la Universidad Nacional de Loja y al graduarse como ingeniero fo-restal, realizó pasantías en la organización NCI.

Al principio adquirió el cargo de auxi-liar administrativo y después ascendió a técnico del área. Más adelante intervino en un proyecto donde se recorría toda la provincia de Loja, haciendo un estudio de rubus, toronchas y mora. Fue aquí don-de inicialmente comenzó su experiencia, cuando pasaba varias horas al día en ple-no contacto con la naturaleza observando y aprendiendo de ella.

Las propuestas de un desarrollo sostenible y una buena convivencia entre los miembros de una comunidad y sus bosques son el sueño de muchas organizaciones que trabajan por mantener la biodiversidad a salvo.

Jorge Cueva: la relación economía y naturaleza es posible

Daniela Aguilar, Daniela Suri e Hilda PauteFotos: Hilda Paute

Universidad Técnica Particular de Loja

Jorge Cueva, reserva natural Las Ceibas, Zapotillo.

SEGUNDO LUGAR

Page 7: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

7

Trabajó en Espíndola con la comunidad de Cochicorral, durante cuatro años. Un poco más tarde fue removido al Departa-mento de Sistemas de Información Geo-gráfica, hasta 2010. Hoy es el encargado del bosque seco tropical La Ceiba en Za-potillo, el cual abarca 10.200 hectáreas. “He tenido la suerte de poder vivir una interculturalidad anexada al permanente contacto con el medio ambiente”.

Gracias a los proyectos para los que ha colaborado, ha aprendido a apreciar las distintas tradiciones entre las diferentes zonas, como la cordillera y su parte an-dina comparada con las tradiciones que existen en la parte baja y seca. Para Jorge Cueva el convivir con diferentes culturas mientras se está en contacto con la natu-raleza es lo más bonito de su trabajo.

Aunque el trabajo principal de la institu-ción es la conservación del bosque y la conservación cultural, también apoya a las comunidades que conviven dentro de la reserva. Jorge Cueva, junto a su equipo de trabajo, se mueve y adapta a todo tipo

de circunstancias, llevando la institución a otro nivel.

En La Ceiba se trabaja con las comunida-des locales en una amplia gama de pro-yectos sostenibles, incluida la producción de miel de abejas nativas, la producción de quesos y yogurt de leche de cabra, y la recolección del fruto de Palo Santo, materia prima para la elaboración de un perfume.

“Incluso hemos abarcado temas de sa-lud en los que no tenemos experticia”. Jorge Cueva explica que la organización mantiene convenios con otras institucio-nes, por ejemplo en el proyecto de salud, Jorge Cueva y su equipo se pusieron en contacto con el Ministerio de Salud, y en conjunto aportaron los datos logísticos y la parte científica y profesional de parte del Ministerio de Salud.

Un sueño que se cumple

La institución ha adquirido dos áreas, una de ellas es la reserva natural La Ceiba y la

otra la reserva natural Cazaderos. En es-tas áreas la principal propuesta de trabajo es la de laborar con las comunidades lo-cales y, a través de estos mecanismos, crear campañas contra la tala de árboles concienciando a todos los miembros de la comunidad, puesto que estas comu-nidades mantienen vínculos y tradiciones muy estrechas con la naturaleza.

La mayoría se dedica a la ganadería de cabras y vacas, y la tradición es sacar-las a pastar en los bosques de la zona. La idea de Jorge y todos los que con-forman la institución, es que se haga un uso sustentable de la reserva permitiendo a la comunidad seguir con sus tradicio-nes pero al mismo tiempo protegiendo el ecosistema.

Para esto existe un tratado que establece que 20 cabezas de ganado son las per-mitidas por familia en la zona, y así se fija un control de los animales que ingresan. También existen muchos voluntarios por parte de la comunidad que ayudan en las labores de inspección que consisten en reunir un grupo de personas que se encargue de ir por distintas zonas del bosque anotando el número de árboles que ve talados, animales que observa, y con todos estos datos se elaboran es-tadísticas para determinar el éxito de los proyectos.

Jorge Cueva y su equipo buscan crear conciencia en las comunidades sobre la importancia de realizar labores sustenta-bles y equilibradas donde todos pueden salir beneficiados. Un desarrollo soste-nible es el primer paso para empezar a tener un punto de vista distinto sobre el planeta.

El bosque seco caracteriza a esta reserva natural.

Page 8: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

8

Mientras muchos jóvenes dedican sus fines de semana a descansar, hacer

deporte o farrear, otros como Raúl Galdea invierten su tiempo en colaborar con acti-vidades que para muchos pueden pasar desapercibidas, aunque todos nos pode-mos ver beneficiados o perjudicados del destino que pueda tener un recurso natu-ral tan importante para Guayaquil como el Estero Salado.

Sin embargo, el Estero no está solo. Exis-ten varios grupos dedicados a la limpieza, concientización, y preservación de espa-cios verdes, entre los que consta el gru-po “Amigos del Estero”, al cual pertenece Raúl. Ellos buscan darle vida a este brazo de mar perteneciente al Bosque Protector Salado mediante diversas actividades. Raúl nos cuenta que ser parte de este grupo protector no es fácil. “Muchas per-sonas me dicen que esto es perder el tiempo; incluso he llegado a sentir mar-ginación, debido a que ven que muchas veces nos enlodamos, y la juventud cada día está más pendiente de sus aparatos

tecnológicos y no ve con buenos ojos es-tas actividades.”

Los “Amigos del Estero” financian sus ac-tividades mediante iniciativas propias, ya que no cuentan con el apoyo de ninguna entidad gubernamental o privada. “El apo-yo del Ministerio del Ambiente se reduce a los permisos que nos dan para ejecutar nuestras actividades en las inmediaciones del Estero.” Bingos, pulgueros, venta de comida y aportes individuales son fuente de los recursos necesarios para el mante-nimiento del grupo ambientalista.

Raúl nos cuenta que el gusto por las cau-sas medioambientales nació en las aulas universitarias. “Estudio ingeniería ambien-tal. Hace cinco años se dio la oportunidad de colaborar por primera vez con una de estas actividades y desde ahí lo he veni-do haciendo con regularidad, hasta ser un miembro permanente del grupo.”

Raúl, no tiene empleo, sus padres lo ayu-dan económicamente con los gastos que generan sus estudios, esperanzados en

“No hay mejor sensación que llegar a casa y sentir la satisfacción de saber que estoy aportando con mi granito de arena para salvar lo poco de naturaleza que sobrevive en Guayaquil. Ojalá hubiera un compromiso más concreto de las autoridades para darle vida al estero, ya que siete plantas de oxigenación no son suficientes.”

El Estero tiene amigos, y luchan por preservarlo

Ángelo Macías

Universidad de Guayaquil

Raúl Galdea, junto a varias plántulas de mangle sembradas con anterioridad.

TERCER LUGAR

Page 9: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

9

que muy pronto pueda obtener su título de ingeniería ambiental y pueda ejercer su profesión, aquella que lo apasiona y por la cual ha decidido invertir mucho de su tiempo y energías.

A sus 26 años, y a pesar de los incon-venientes, se siente contento de prestar su tiempo y energías a causas nobles e importantes como esta. Es el único en su comunidad que colabora con estas ac-tividades. Raúl es consciente de que el trabajo que él y su grupo efectúan en este tiempo, será un trabajo del que disfrutarán sus hijos, ya que los resultados se verán a largo plazo. “Nuestro mayor desafío, lo más difícil es que de manera ecológica y amigable, las plántulas de mangle se adapten a la contaminación presente en el Estero. Si eso ocurre, la plántula crecerá y en unos tres o cuatro años las plántulas deberán tener entre 0.80 centímetros a un metro de altura, dando inicio recién a su etapa de adultez. El mangle es un efectivo limpiador de ecosistemas como este, ya que en su etapa adulta, puede absorber

metales que abundan en esta parte del estero como plomo, zinc, entre otros.”

Aficionado al rock y a los videojuegos, se considera un joven tímido; sin embargo, aquella timidez lo abandona cuando se abordan temas relacionados con la natu-raleza. Ante la pregunta de que si tuviera la oportunidad de volver a elegir su ca-rrera, Raúl responde sin dudarlo “elegiría la misma. No hay mejor sensación que llegar a casa y sentir la satisfacción de sa-ber que estoy aportando con mi granito de arena para salvar lo poco de naturaleza que sobrevive en Guayaquil. Ojalá hubie-ra un compromiso mas concreto de las autoridades para darle vida al Estero, ya que siete plantas de oxigenación no son suficientes”.

Es sábado por la mañana, los “Amigos del Estero” se ubican en el tramo del Estero Salado que pasa detrás del Centro Co-mercial Albán Borja. Allí se ubican, no sin antes encontrarse con varios recicladores que pululan en el sector. Raúl nos indica

que a ellos ya no les sorprende ver llegar al grupo a realizar sus actividades. El gru-po instala un par de parlantes, y con la ayuda de una laptop, disponen de música para amenizar las actividades. Se respira un ambiente de total camaradería.

Raúl lamenta que los integrantes fijos del grupo, aquellos que están presentes en todas las actividades, sean alrededor de veinte. “En las redes sociales somos alre-dedor de cinco mil, pero la gran mayoría no se hace presente para colaborar con el proyecto”.

En esta ocasión el grupo supervisará el crecimiento de varias plántulas sembra-das en la ribera del Estero semanas atrás; pintarán un mural en el cerramiento de una empresa adyacente y varios integran-tes han preparado un desfile de modas, con la particularidad de que las prendas son hechas con materiales reciclables. Raúl disfruta del compañerismo reinante en este grupo. No se visualiza a futuro haciendo otra cosa; sabe que por aho-ra es el Estero, pero que en el país hay mucho por hacer en materia ambiental. Le encantaría colaborar desde otro ámbi-to, uno desde el cual pueda hacer mucho más por preservar los pocos espacios verdes que van quedando. Siente que es su vocación.

Raúl Galdea, en las actividades del grupo “Amigos del Estero”.

Page 10: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

10

Guardias de una empresa minera dispara-ron en las piernas a dos hermanos, due-

ños de una propiedad en la parroquia Pacto, Pichincha. Su madre fue golpeada y después lanzada a un río. Ellos se oponían a la actividad extractiva. Ese sangriento agosto del 2008 es la materialización de los miedos de los campe-sinos del Noroccidente de Quito.

Felipe recuerda esta tragedia como uno de los motivos para su lucha anti extractivista, aun-que asegura que este involucramiento supone el riesgo de su integridad y la de su familia. Por eso prefiere que no se hagan públicas sus identidades.

En la parroquia Nanegal, se encuentra la fin-ca que sus padres adquirieron hace 30 años para vivir de forma autosustentable. “Cuando llegamos, dejamos la montaña arriba (no tala-ron los árboles) y la gente decía que somos vagos, que no nos gusta dejar limpiecito (el terreno talado)”, cuenta Lucía, madre de Feli-pe. Ahora, en el verano, son de los pocos que disponen de suficiente agua. Lucía y su espo-so Santiago decidieron dar a sus tres hijos una crianza ligada al campo.

“El enlace con la naturaleza es el sello en él, es lo que más me llamó la atención”, asegura Nina, esposa de Felipe. Ambos se conocieron mientras estudiaban una maestría en Costa Rica. Felipe es biólogo con especialización en manejo de cuencas hídricas.

Al terminar sus estudios, la pareja se mudó a Brasil. Después de trabajar para empresas pri-vadas y estatales, decidieron que regresarían a la tierra. Felipe y su esposa viven en Ecuador desde hace ocho años.

La tala indiscriminada, la ganadería sin control y la agricultura son a la vez, los principales pro-blemas y medios de subsistencia en el sector. Sin embargo, Felipe y su familia lograron ga-narse la vida sin lastimar a la naturaleza.

Él y sus hermanas emprendieron un negocio turístico con el objetivo de tener un soporte económico sin tumbar el bosque. Algunos servicios que se ofrecen son caminatas guia-das, observación de aves, y canopy, un emo-cionante paseo aéreo mediante cables sobre las copas de los árboles. “La gente no cono-cía el canopy. Cuando los turistas empezaron

“La relación con la naturaleza es una riqueza que no se compra con plata.”

Felipe cuida el jardín quiteño

Ana Alvarado

Fotos: Patricio Salazar

Universidad San Francisco de Quito

Durante una guía por el bosque nublado. Felipe señala un helecho arborescente prehistórico en el cuadrante superior derecho.

MENCIÓN DE HONOR

Page 11: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

11

a llegar, les gustó y gracias a nuestras pro-fesiones les hemos dado información so-bre las aves, las plantas y formas de vida autosustentable”.

Aunque la labor campesina ha sido desvalori-zada, estos años de trabajo han dado frutos. Felipe y su familia pertenecen a varias organi-zaciones en pro del cuidado del medio am-biente y del desarrollo sustentable como la Organización de Paneleros y la Organización de Cafetaleros que exportan sus productos a Italia y Japón, respectivamente.

Con el apoyo de propietarios del sector y organizaciones ambientales, este personaje promovió la declaración de la primera área protegida del Distrito Metropolitano de Quito (DMQ). Así, desde el 2011, el ecosistema de las microcuencas de los ríos Mashpi, Guaycu-yacu y Sahuangal son áreas de conservación.

La declaración de la subcuenca del río Pachi-jal como área protegida y de uso sustentable por el DMQ es otra de las metas que Felipe alcanzó. Este sueño nació mientras paseaba con una de sus hermanas por el río y se ma-terializó en el 2012.

Las comunidades se unieron e invitaron al al-calde y a los concejales para que conozcan el bosque y los ríos. Allí, Augusto Barrera fir-mó un compromiso para la creación de estas áreas de conservación.

Ahora, el reto más grande es lograr el mane-jo sostenible de las áreas de conservación. “Que la gente entienda que vivimos en uno de los últimos bosques del país con tanta biodi-versidad, con tanta agua, (en donde habitan) osos, gallos de la peña, nutrias... a sólo una hora y media de Quito”, agrega Felipe.

A pesar de la presión minera y la preocupación de las familias, “la gente se va dando cuenta que aquí no falta nada. El turismo reparte ri-queza, desde el que vende un caramelo en Nanegalito hasta el que tiene una gran hoste-ría”, asegura Felipe.

Con el apoyo del Municipio, Felipe trabaja ahora en la apertura de dos ciclorutas, una hacia el Mashpi Lodge y la otra hacia el pueblo Pachijal. Además, busca crear un centro de in-terpretación y comercialización en el km 64 de la vía Calacalí - La Independencia. El objetivo es construir salas de exhibición para que los

turistas puedan apreciar la riqueza biológica de la zona e impulsar la venta de los productos orgánicos de los agricultores del sector.

Felipe y su familia son queridos en la comuni-dad. Mónica Cupuerán, secretaría del barrio, cuenta que consiguieron que la recolección de basura sea ordenada. “Nos guían mucho en la conservación del bosque, se sembró bastante árbol porque la mayoría era potre-ros para el ganado”, asegura. Con respecto a la cacería, Cupuerán dice que “ya no se da”, ya que esta familia ha logrado que la gen-te entienda el valor de la especies. “Antes no llegaban los pajaritos, ahora están de nuevo habitando”, concluye.

“La gente cree que la vida en el campo es tranquila pero nuestro trabajo es intenso”, afirma Nina. El cuidado de su hija de cuatro años, el negocio familiar, la huerta, los trabajos de conservación y el activismo son algunas de las tareas que su familia concilia en un día normal.

Una de las mayores frustraciones de Felipe es la burocracia. “Los fondos no se mueven, todo es muy lento”, afirma Pablo Beler, amigo de Felipe desde la etapa colegial.

“A ratos me da cosa con mis hijos, porque ellos trabajan para la comunidad y no hay res-puestas”, asegura Lucía. “Él está arando en el mar y cosechando en el viento”, agrega su pa-dre quien cree que las cosas no han cambia-do. Durante la niñez de Felipe, Santiago tuvo varios enfrentamientos con los madereros, como ahora su hijo con los mineros.

En una zona en donde el regalo favorito de los niños era una ‘cata’ (resortera), “la religión de vivir en la Madre Tierra”, dice Lucía, ha hecho que la gente recuerde que “todo lo que le ha-cemos a la naturaleza nos hacemos a noso-tros mismos”.

Felipe limpia las plantas de café que ha sembrado para consumo propio.

Page 12: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

12

En medio de la calurosa y cementada ciudad de Guayaquil, cualquiera quisiera relajarse dentro

de la casa de Federico Larrea, ubicada en la ciu-dadela Los Ceibos. Los árboles miniatura, conoci-dos como bonsáis, forman parte de un jardín don-de se escucha el silbido de los pájaros, el agua caer de una cascada y el chapoteo de los peces.

Larrea, de 62 años, aprendió a crear este tipo de mini bosques en la sala de su casa, hace casi 25 años, cuando todavía era un vendedor de segu-ros. Cansado de trabajar en una empresa decidió dejar el saco y la corbata para especializarse en su pasatiempo: el cuidado de árboles miniatura.

Sus viajes al exterior para convertirse en maestro del bonsái le dieron un conocimiento más amplio sobre la naturaleza. Es por eso que Larrea pien-sa que un árbol tiene una conexión intrínseca de convivencia y armonía con las plantas, los anima-les y el hombre.

Ese pensamiento fue transmitido a Mónica Soria bióloga del Jardín Botánico, lugar donde Larrea dictó talleres para el cuidado de los bonsáis. “Al final del curso nos invitó a su casa, en ese lugar encantador nos explicó su pensamiento sobre la simbiosis, la relación que tienen los árboles con los animales y el agua, como todo era un complemento”.

Su pasión y trabajo con los árboles hizo que se involucrara su familia. Larrea acostumbró a sus

hijos, Juan Xavier-el mayor- y Juan Carlos, a que estuvieran rodeados por la naturaleza desde su nacimiento.

En su primera casa, en el Centenario, sembró en la parte de atrás un samán y otro adelante, justo después de que nacieron sus hijos. Tenía la visión de que cuando los árboles crecieran enlazarían sus ramas para darle sombra a toda su casa. “Esos árboles son mis favoritos”. La sombra es una de sus principales razones para tener un árbol en cualquier lugar. Es por eso que mantiene una postura crítica sobre la regenera-ción urbana en la ciudad. Hace tres año envió cartas a los medios y hasta habló con el exalcalde León Febres Cordero. “Teníamos contacto con él, por su afición a los bonsáis, mi esposo les ex-plicó el por qué no debían quitar los árboles y le propuso dar un taller de cómo podarlos para no dañarlos o quitarlos”, recuerda Patricia del Pino, esposa de Larrea.

Él explica que los árboles son un muro vivo para evitar el cáncer causado por el sol, afecciones respiratorias por la desoxigenación, contamina-ción del aire que respiramos y mermar el ruido.

Poco se escucharon las quejas de Larrea. En-tonces decidió actuar de otra manera en el 2010, al ver que los árboles de la Avenida el Bombero, donde se encuentra su casa, fueron removidos sin cuidado y replantados en un lote baldío al final

A Federico Larrea le apasionan tanto los bonsáis que llegó a crear un pequeño bosque, salido de un cuento de hadas, con cascada, peces, pájaros, árboles y plantas.

El anfitrión de un pequeño paraíso

Chioy Liang

Universidad Casa Grande, Guayaquil

Sus 25 años especializados en los árboles, le han permitido fundamentar una postura crítica sobre la deforestación que hay en Guayaquil a causa de la urbanización.

MENCIÓN DE HONOR

Page 13: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

13

de esta avenida. En cada troncó moribundo co-locó un papel que mostraba una cruz negra y ‘un descanse en paz’ en las siglas Q.E.P.D.

A diferencia de esta situación, otras quejas que ha hecho Larrea si han tenido resultados. Aunque eso le ha hecho ganarse el título de “mal vecino”.

Isabel Mármol, menciona por qué: “Un día la tía de mi esposo sacó la basura antes de la hora que debía y él tomó una foto. Ese mismo día la presen-tó en el comité de la ciudadela y la multaron”. Már-mol todavía se pregunta por qué él no se pudo acercar a su vecina para hacerle caer en cuenta de su error en vez de acusarla con los demás. Algunos de los vecinos han tenido que deshacer-se de sus mascotas para ya no tener que recibir los reclamos de Larrea en el comité. Porque a él le molestan los ladridos y heces fecales que hacen los perros en el parterre de cualquier casa y peor en la suya, donde se ha encargado de decorar personalmente. Pero no es lo único que le fastidia a Larrea. Una vez se indignó con los directivos del Jardín Bo-tánico cuando, sin comunicarle, le cancelaron el taller que dictaría en el lugar. “Había dejado de ir a Quito para dar ese taller, llegué preparado y me dicen que no hay nada. Fui a hablar directamente con el encargado, les dije lo que había pasado y

que a mí no me gustan estas cosas, por eso ya no fui más”

Su esposa y Juan Carlos, consideran que su for-ma de ser determinante al alejarse con las perso-nas que le causan conflictos es lo que lo mantiene en armonía dentro de sí mismo. Es por esas razo-nes que se alejó del Club bonsái, del cual partici-pó como fundador, antes de tener diferencias con los demás integrantes.

Alejarse de ese grupo no impidió a Larrea con-tinuar trabajando con áreas verdes, pues desde pequeño pasaba más tiempo con las plantas que con otros niños. En su infancia vivió en las hacien-das de sus tíos y en la playa de Salinas, allí se relacionó con la naturaleza.

Pero quien influyó directamente sobre él fue su abuelo Adolfo H. Simmonds, excónsul honorario de China. Él le regaló a Larrea su primer bonsái a los 14 años. Como vivió durante un tiempo con su abuelo, pudo acercarse mucho a la cultura orien-tal y aprender de los árboles como una filosofía de vida.

Desde entonces Larrea se considera un “chino a la fuerza”, porque se enamoró tanto de esta cultu-ra que hasta su casa tiene un decorado oriental y ni hablar de su jardín estilo japonés. Fue este lugar donde creó el Bonsái Center. En el local atiende

a los aficionados del bonsái y dicta talleres sobre árboles y plantas.

Todavía mira al árbol enano como su pasatiempo, porque considera que su trabajo real es recuperar el paisaje verde que antes tenía la ciudad. “Hay tanto que hacer aquí, nuestro suelo y clima es tan variado, que cualquier cosa puede crecer aquí”. Es por eso que decidió unirse a la joven Funda-ción La Iguana, para la protección de los árboles.

Andrea Fiallos, presidenta de la institución, se quedó sorprendida cuando Larrea se contactó con ella para felicitarla por la reforestación que hizo en la Vía Samborondón hace un año. Desde entonces ambos han compartido y desarrollado ideas para los proyectos que van a ejecutar cuan-do ella tenga el papeleo oficial que les permita trabajar.

Larrea quiere poner áreas verdes en las escuelas, calles, avenidas y educar a la gente en el cuidado ambiental. Hace énfasis en el último, porque con-sidera que las personas ven la vegetación como un estorbo al no saber cómo cuidarla y ver sus beneficios. Utiliza el tratamiento a sus heridas, causadas por podar ramas, como un ejemplo de la curación que debe tener un árbol cuándo se lo corta de forma errónea provocándole la muerte.

El trato que le da a los árboles es igual que a la de un hijo, del que su padre espera verlo crecer fron-doso y fuerte, es por eso que siente orgulloso de lo que vive dentro de su casa y recibe a cualquiera que desea conocer sobre vegetación. La primera vez que Fiallos visitó su pequeño bosque, pudo sentarse con él y hablar por dos horas como si fueran amigos desde siempre. No hay árbol desconocido para él, puede hablar de ellos sin cansarse, incluso mostrar las fotogra-fía de algunos que tiene en mente sembrar. Una de esas es la hiedra, como la que tiene dentro su casa, la planta nace a un lado de su estanque hasta llegar a la terraza, donde cubre de hojas una pared. Lo mismo quiere hacer con el muro de ce-mento que tiene frente a su casa. Así como esta planta cubre con verdor la pared, Larrea quiere hacerlo con la urbe.

Federico Larrea decidió crear un pequeño bosque dentro de su casa, desde entonces su pasatiempo al cuidado de los árboles grandes y pequeños se volvió su profesión.

Page 14: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

14

Ubicado a cinco km de la ciudad de Loja, en la vía a Vilcabamba, está el

Jardín Botánico Reinaldo Espinosa, uno de los más antiguos del Ecuador. Fue fundado en 1949 por el botánico Reinaldo Espinosa con el fin de impulsar la investi-gación y conservación ambiental. Cuenta con siete hectáreas, con la más variada muestra de especies vegetales entre na-tivas, exóticas y endémicas. Aquí realizó por más de 45 años su trabajo el maestro universitario e investigador Francisco Vivar Castro.

Vivar Castro nace un 17 de agosto de 1925 en la ciudad de Loja, hijo de Víctor Vivar Espinosa y Mariana Castro. Su for-mación inicial la realizó en la Escuela de los Hermanos Cristianos La Salle y en los colegios La Dolorosa y Bernardo Valdivie-so. Sus estudios superiores los realizó en la Universidad Nacional de Loja, en la Fa-cultad de Ciencias, actualmente denomi-nada Facultad de Ciencias Agrícolas. Fue parte del grupo de estudiantes fundado-res de dicha facultad, graduándose como ingeniero agrónomo en 1954.

De inmediato, Francisco Vivar pasó a for-mar parte de la planta de profesores de la Universidad Nacional de Loja. Gracias a una beca concedida por la Organización de Estados Americanos, él fue a la Uni-versidad Agraria La Molina, en Lima, don-de obtuvo la especialización de fisiología vegetal aplicada en la enseñanza de agro-nomía. Uno de sus mayores aportes está plasmado en el Jardín Botánico Reinaldo Espinosa y en el Herbario de la Universi-dad Nacional de Loja, lugares donde con extraordinario trabajo, con gran esfuerzo, con pasión y entusiasmo desbordantes, se constituyó continuador de la obra ini-ciada por el doctor Reinaldo Espinosa.

Su obra y legado está a la altura de otros ilustres lojanos de la talla de Reinaldo Es-pinosa, Manuel Cabrera, Eduardo Busta-mante y Benjamín Carrión. El ingeniero agrónomo Edmigio Valdivieso, ex alumno de Francisco Vivar, manifiesta “una de las mayores cosas que admiraba de mi profesor era su pasión por el estudio de la vegetación y el amplio conocimiento que poseía acerca de la clasificación de

Un investigador apasionado de la flora local, impulsó el Jardín Botánico Reinaldo Espinosa en Loja y el Herbario Nacional de la misma ciudad.

Francisco Vivar: un sembrador de conocimientos

Karina Muñoz, Kathlin Tandazo

Fotos: Karina Muñoz y Kathlin Tandazo, archivo particular

Universidad Técnica Particular de Loja

Cenizas de Francisco Vivar Castro enterradas bajo el árbol de cascarilla.

MENCIÓN DE HONOR

Page 15: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

15

plantas. Él contribuyó mucho con la in-vestigación y el conocimiento; su traba-jo era sumar más especies a cada una de las familias vegetales que ya estaban identificadas y siempre nos dejaba a los estudiantes la tarea de investigar y descu-brir más especies. Loja es un micro cen-tro de biodiversidad del sur del país, en donde se necesita conocer qué especies existen aquí para poder aprovecharlas de mejor manera. Lamento mucho que no pudiera escribir todo su conocimiento en un libro”.

En el libro Ciencias Agrícolas, escrito por Wilson Torres Espinosa, Francisco Vivar manifestó: “los trabajos e investigaciones que se realicen en el Jardín Botánico se encaminarán principalmente al estudio del medio ambiente y su evolución en nues-tras comunidades, procurando rescatar los conceptos más humanistas del bioma”.

Marcelo Gutiérrez, técnico del Jardín Bo-tánico dice que Pancho, como le decían sus compañeros de trabajo, demostraba un profundo amor por el Jardín Botánico pues siempre que terminaba sus clases

en la universidad volvía ahí. Le gustaba re-colectar diversas especies de plantas; las muestras secas las llevaba al Herbario y las plantas vivas las llevaba para sembrar al Jardín. “Ahora tenemos una colección de más o menos 2.385 especies en el Jardín Botánico y muchas fueron sem-bradas por él mismo. Era un hombre muy sabio, del cual aprendí que no hay que dar al estudiante las cosas mascadas; él nos enseñaba a investigar, hacer que el alumno aprenda solo y no se quede con las dudas, él es considerado como pionero del turismo ecológico. Aunque el doctor Espinosa fue quien dio inicio al Jardín Botánico, solo estuvo cuatro años al mando; en cambio el ingeniero Vivar es-tuvo 45 años trabajando por su desarrollo y protección, además de dar inicio al or-quideario”, expresó Gutiérrez al recordar a su ex profesor.

Legado

El Parque Universitario Vivar Castro fue creado en honor a este ilustre ingeniero y es considerado como un brazo del Jardín Botánico. Mientras el Jardín era utilizado

para la conservación de las especies, el Parque Universitario es considerado como un sitio para la protección de la naturaleza.

El recuerdo de Francisco Vivar está pre-sente bajo las sombras de los árboles del Jardín Botánico, impartiendo sus sabias enseñanzas sobre el funcionamiento de las plantas, los secretos y curiosidades del mundo de la flora y la fauna. Algunos de sus compañeros aún recuerdan como con un pequeño equipo, a más de sus alumnos que seguían sus instrucciones, consiguió la siembra y hasta el rescate de numerosas especies lojanas, princi-palmente arbóreas, que se encontraban en peligro de extinción. Una de las frases que siempre mencionaba en sus cátedras era “para poder conocer en mayor profun-didad a una especie se debía coger, mas-car y probar”.

El ingeniero Francisco Vivar dejó un lega-do de conocimientos, pero sobre todo un mensaje de protección y cuidado de las especies vegetales. Siempre recodarán sus alumnos, compañeros y quienes lo conocieron de su gran lucha por la natu-raleza. Hoy, el Jardín Botánico es un lugar lleno de riquezas naturales y sitios hermo-sos para el sano esparcimiento donde las familias lojanas pueden disfrutar. Loja se siente privilegiada por contar con un lu-gar para apreciar diferentes especies de la flora autóctona de esta región.

El ingeniero Francisco Vivar Castro, gestor del Jardín Botánico cuando era condecorado por sus meritorios aportes científicos.

Page 16: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

16

Un gran letrero que anuncia la Universidad Regional Amazónica a la entrada de Tena

aparece como una promesa que imprime nuevos aires a la ciudad. Otros anuncios mu-cho más discretos ofrecen madera. La defo-restación preocupa en la Amazonía y uno de los modos de combatirla –según un grupo de colegas vinculados a la cooperación y al tema forestal, convocados por Grupo Faro– es promoviendo que los cientos de pequeños propietarios de bosque cosechen su madera técnicamente mediante planes de aprovecha-miento forestal que son revisados y aproba-dos por el Ministerio del Ambiente.

En esto surge el nombre de Marcelo Vaca, jo-ven padre de cuatro guaguas, quien después de graduarse de turismo con enorme esfuerzo y no menos ilusión, volvió sus ojos al negocio familiar, el aserradero Los Laureles. De fabricar cajas de madera para naranjilla con máquinas prestadas y por pocos centavos, este aserra-dero evolucionó hasta convertirse en uno de los más grandes de Tena. En cuanto a Marce-lo Vaca, quien de adolescente ayudaba a su padre, Alonso, en el durísimo oficio de tumbar selva, hoy es considerado una suerte de vi-sionario en cuanto a gestión de un negocio de madera. De ello dan cuenta Bolier Torres

y Aníbal Gómez, funcionarios de la coopera-ción alemana, GIZ, en Napo. Ellos relatan que Marcelo Vaca actualmente impulsa planes de aprovechamiento forestal para fincas de sus proveedores. En el mundo de la madera, esto es simplemente extraordinario.

Búsquedas y desilusiones en el negocio de la madera

Oriundo de Baños, Alonso Vaca, padre de Marcelo, llegó a Napo a la edad de 16. Corría la década de los 60 y en la Amazonía camina-ba la “colonización” impulsada por el Estado ecuatoriano y, de su mano, avanzaba la tala indiscriminada. Don Alonso, quien inició en como jornalero talador por ocho sucres dia-rios, recuerda cómo entonces comerciantes locales compraban madera a los finqueros a la vera del camino por miserias para venderla 10 veces más cara fuera de la provincia.

Juan Carlos Izurieta, delegado de Grupo Faro en Tena, señala que las cosas han cambia-do poco. Él afirma que, al igual que décadas atrás, los finqueros siguen vendiendo árboles en pie o madera ya cortada por una bicoca a comerciantes que llegan a convertirse en sus prestamistas regulares (con intereses

Buenas prácticas que son posibles: uno de los aserraderos más grandes de Tena canaliza planes de aprovechamiento forestal sustentables para la zona.

Marcelo Vaca arrima el hombro para un manejo forestal en Napo

Grupo FARO

En Los Laureles, la tecnología ayuda a reducir el desperdicio.

Page 17: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

17

innombrables) y hasta terminan apadrinan-do a sus guaguas. Asímismo, él conoce de jornaleros que, al intentar llevar madera por su cuenta hasta los mercados clandestinos fuera de Napo –por ejemplo a la frontera sur– se topan en el mejor de los casos con caras largas, puertas cerradas y contactos que no funcionan. En este contexto de informalidad, dependencias y suspicacias, Marcelo Vaca archivó el asunto del turismo hacia fines de los 90 y asumió la administración del aserradero Los Laureles.

Una golondrina que podría hacer verano

Un aserradero básicamente elabora produc-tos de madera para la industria de la cons-trucción. Hasta los aserraderos llega madera “cosechada” siguiendo planes de aprovecha-miento y que por lo tanto tiene permiso para circular (guías de movilización), pero también madera cortada sin ninguna precaución en una situación generalmente atravesada por la necesidad y la urgencia.

A los dueños de los aserraderos les ha dado exactamente igual de dónde viene la madera que usan y en qué estado quedaron los par-ches de bosque de donde esa madera salió.

Y sin embargo, Bolier Torres y Aníbal Gómez elaboraron una estrategia dirigida precisa-mente a ellos para que, en su condición de compradores de madera, impulsen planes de aprovechamiento forestal para las fincas de sus proveedores.

Sigrid Vásconez, de Grupo Faro, explica la pre-misa de esta propuesta: “el aprovechamiento forestal a pequeña escala no es rentable para los pequeños propietarios del bosque. Así, ellos talan o permiten que otros talen en sus fincas sin orden ni programa. Por otra parte, ellos están lejos de los centros administrativos por lo cual regularizar el aprovechamiento fo-restal les implica costos y esfuerzos que ha-cen menos viable esta actividad”.

Evidentemente los propietarios de los aserra-deros están en otra situación y así, Marcelo Vaca, uno de los poquísimos dueños de ase-rraderos que se ha sumado a la propuesta de la GIZ, ha impulsado ya tres planes. Su expe-riencia, no obstante, es agridulce. “Aprobar un plan de manejo puede tomar tres meses. En este tiempo, los finqueros tienen que venir a firmar papeles. Vienen a la primera; a la segun-da ya se molestan y a la tercera, ya no vienen.” Vaca recuerda cómo un error del Registro de la Propiedad cuya corrección costaba 150

USD, acabó con el proceso de un finquero con una tremenda emergencia económica. Con los árboles marcados para cosechar, el desenlace frustró a todos.

Marcelo Vaca recibió hace poco la visita de autoridades del Ministerio del Ambiente que mostraron el mayor interés por sus preocupa-ciones. Él aspira a que los procesos se facili-ten. Desde su perspectiva, la “tramitología” es una barrera enorme para que más finqueros emprendan un aprovechamiento racional de sus bosques. Por otra parte, le saca de ca-sillas la cuestión de la competencia desleal, pues ya le ha ocurrido que luego de acompa-ñar todo el proceso de aprovechamiento téc-nico, algún comerciante oportunista se lleva la madera “cosechada”.

Torres y Gómez han centrado su atención en este tema. Hasta tanto, Marcelo Vaca está dispuesto a poner su parte para enderezar un mercado altamente viciado, aún a costa de una dosis de publicidad no siempre positiva. “En este negocio, el que trata de hacer las co-sas bien es a quien más le caen los controles de manera minuciosa. Los otros ya lo tienen todo arreglado y hasta les resulta más fácil.” Su queja está dirigida a todos, pero al final del diálogo parece convencerse de que Grupo Faro lo visita para destacar su experiencia y no para buscarle los peros. La despedida lle-ga en un tono más relajado y queda abierta la posibilidad de seguir conversando.

Marcelo Vaca (izquierda) y su padre, Alonso en el área de secar madera del aserradero Los Laureles.

Page 18: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

18

Oriundo de Kentucky, Estados Unidos, Douglas McMeekin lleva 27 años

como habitante de la Amazonía ecuatoria-na. Su hogar está a orillas del río Napo, a medio camino entre Tena y Coca. En este lugar, McMeekin ha puesto en marcha la empresa turística Yachana Lodge, el Co-legio Técnico Yachana (que cerró hace poco), la Fundación Yachana enfocada en conservación y el Centro de Capacita-ción Yachana (que abrirá próximamente). Uno de sus últimos proyectos impulsa la creación de cajas o bancos comunitarios forestales.

Douglas McMeekin habla de la vida en la Amazonía como un permanente desafío a la creatividad. Él ha expresado esta idea con entusiasmo en varias intervenciones públicas en Estados Unidos, cuando se refiere una y otra vez a la Amazonía como un lugar donde todo está por hacerse. Por otra parte, Douglas asegura que sus pro-yectos tienen un norte, la educación y la conservación. En el segundo rubro se ins-cribe la propuesta de cajas forestales que Fundación Yachana está implementando

en sociedad con el Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio (FEPP) y más con-cretamente con su cooperativa de ahorro y crédito, Codesarrollo, y con FUNDER, la escuela de formación profesional del FEPP.

Con las cajas forestales, Yachana y FEPP ofrecen a los finqueros apoyo técnico y financiero para levantar pequeños ban-cos comunitarios bajo administración de la propia comunidad. Los finqueros apor-tan un capital inicial a la caja que se com-plementa con fondos gestionados por Fundación Yachana. Además, se com-prometen, colectivamente, a conservar la totalidad o la mayor parte de los espacios de bosque, o ‘parches’ de bosque, de sus propiedades. En general se trata de entre 10 y 20 hectáreas en fincas de alre-dedor de 50 hectáreas.

Eliseo Puga, representante de Pacto Su-maco, comunidad que ya firmó un com-promiso con Fundación Yachana, explica su visión de estas cajas de ahorro: “(los comuneros) hemos creído que preservar

Desde el reconocido espacio turístico Yachana Lodge, en Napo, Douglas McMeekin propone a los finqueros hacer de su bosque una “cuenta de ahorros” de largo aliento.

Bancos comunitarios anclados al bosque

Grupo FARO

Fotos: Cortesía fundación Yachana

Douglas McMeekin considera a Yachana, en Napo,su hogar.

Page 19: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

19

el bosque es algo bueno, pero debe ha-ber algo en qué sostenernos, con qué ali-mentar a nuestras familias. Este fondo co-munitario nos va a dar préstamos a bajo interés para nuestros proyectos.” Don Eli, como lo conocen en la zona, indica que en Pacto Sumaco la comunidad emplea-rá los créditos para fortalecer tres iniciati-vas ya en marcha: un centro de turismo comunitario, la producción de hongos y cultivos orgánicos. Él recibió a Douglas McMeekin en su casa y lo recuerda como “un ambientalista que ama invertir en el campo, que tiene gestión y carisma para llegar a las personas.”

Además de Pacto Sumaco en Orellana, la comunidad de Colono-Babahoyo, en Napo, también ha firmado compromi-sos con Fundación Yachana. En total son 48 finqueros, dos comunidades, y 1.020 hectáreas de bosque. ¿Qué riesgos exis-ten? Douglas explica que los compromi-sos entre los finqueros y Fundación Ya-chana no son instrumentos legales y por lo tanto ellos pueden incumplir con sus créditos o talar su bosque prácticamente sin penalización. Sin embargo, él confía

en el modelo pues reproduce el esquema “recontra-probado” de los bancos comu-nitarios. Desde Grameen Bank hasta Co-desarrollo, “se puede comprobar que la gente de escasos recursos generalmente cumple con sus compromisos”.

Esta historia parecería un cuento de ha-das en un espacio tan complejo como la Amazonía ecuatoriana, pero no ha sido tan sencillo. Eliana Rhor, asistente de Douglas McMeekin hace tres años y su brazo operativo en Quito, explica que don Douglas visitó varias comunidades hasta concretar la cuestión de las cajas foresta-les con Pacto Sumaco y Colono Babaho-yo. Ella reconoce la figura del ‘forastero’ es un factor que influye en las relaciones con las comunidades amazónicas. “Hemos sentido que la gente no siempre te escu-cha porque tienen sus tradiciones muy fuertes. A Douglas le ha costado muchos años, mucho tiempo de estar y convivir ahí. La gente es muy desconfiada y por lo tanto el choque cultural es un punto frágil.”

Por otra parte, Eliana destaca el profundo amor a la selva que mueve a su “jefe” y

que va de la mano con el turismo. De he-cho, Yachana Lodge fue construido en un lugar cubierto por pastizales a inicios de los 90. Ahora, todo ese espacio es bos-que secundario. El lodge fue premiado por la revista Condé Nast Traveler como el mejor resort a nivel mundial en la catego-ría ecoturismo en 2004 y actualmente es parte del Bosque Protector Mondaña. “Lo que él ha hecho ahí es increíble… Para mí, ver esta persona defendiendo mi selva es lo que me hace estar aquí, tratando de empujar toda esta maquinaria.”

Pero ¿quién es Douglas McMeekin? Se diría que su historia está partida en dos. Su vida en Estados Unidos y, luego, su reinvención en la Amazonía, a donde llegó cuando ya tenía poco más de 40 años. Douglas despacha la primera parte de su historia en dos líneas: “tuve empresas y dinero, quebré y los perdí”. La segunda parte de su historia empieza cuando de-cidió dejar la petrolera con la que llegó al Ecuador. “No estuve de acuerdo con el modo en que se abordaba el trabajo con la gente. Yo entiendo que una empresa no tenga interés en proyectos duraderos en salud o educación, pero yo sí tenía este interés y preferí salir”.

Dice Eliana que Douglas es otra perso-na en la Amazonía, que allá él tiene una energía inagotable. “En Quito, cuando yo le hago caminar bastante, él a veces no puede seguirme el paso; pero abajo (en Yachana Lodge), yo no alcanzo a seguir su paso… ¡Él se transforma! Y estamos hablando de un hombre que va a cumplir 71 años.” ¿Qué produce esta transforma-ción? “Tendrías que estar ahí” responde Eliana y se embarca en una descripción idílica de “su selva”, junto al gran río Napo, que lo explica todo.

Con su sistema de generación hidroeléctrica, Yachana Lodge aprovecha las energías renovables.

Page 20: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

20

Si usted está leyendo la versión impresa de este documento, tiene en sus ma-

nos una publicación en papel bond con certificación Forest Stewardship Council (FSC). Este distintivo identifica productos derivados de madera que ha sido extraída mediante procesos de aprovechamiento de los bosques que procuran mantener un equilibrio entre los aspectos ambien-tales, sociales y económicos. Felipe Paz-miño, gerente forestal de Aglomerados Cotopaxi, está convencido de las bonda-des de estos sistemas de certificación y propone que los consumidores debería-mos tomarlos muy en cuenta, pues así se premian aquellos procesos de extracción de madera que otorgan tanta importancia a la productividad del bosque como a su permanencia.

Desde esta suerte de militancia de los se-llos forestales, Felipe es el impulsor de la Certificación Forestal FSC para Aglome-rados Cotopaxi. Esta empresa, ubicada en las faldas del volcán del mismo nom-bre, produce tableros destinados tanto al mercado nacional como a la exportación.

Para el efecto, la empresa maneja alrede-dor de 17.000 hectáreas de plantaciones de pino que incluyen aproximadamente 5.000 hectáreas de bosque destinado a conservación. María Gallardo, colega de Felipe, compartió con él todo el pro-ceso que llevó a la empresa a obtener la certificación FSC. Ella reconoce el papel fundamental que tuvo su compañero para impulsar la certificación, pues este pro-ceso implica recursos significativos para cualquier empresa. “La certificación impli-ca un trabajo amplio en tecnología, pla-nificación, derechos de los trabajadores, respeto al medio ambiente, entre otros temas. Es costoso y demanda mucho es-fuerzo. Pero Felipe tiene esa convicción.”

Además de los sellos forestales, Felipe propone reflexionar sobre el tema del or-denamiento territorial y el aprovechamien-to forestal planificado. Su visión sobre este tema parte de estudiar la demanda de madera en el país y el potencial producti-vo de los bosques ecuatorianos. Él plan-tea que 300.000 hectáreas de bosque nativo manejado de manera sustentable,

Un ingeniero forestal que promueve el manejo sustentable de los bosques y el consumo responsable de madera, propone que las plantaciones de árboles pueden aliviar la presión sobre los bosques nativos, dentro de un esquema de uso planificado del territorio.

Felipe Pazmiño: el manejo del bosque permite su conservación

Grupo FARO

Fotos: Cortesía Aglomerados Cotopaxi

Felipe resalta los convenios de Aglomerados Cotopaxi con las comunidades aledañas a la plantación para que se aproveche la maleza para el pastoreo.

Page 21: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

21

más plantaciones forestales comerciales, podrían abastecer la demanda interna de las industrias del mueble y de la construc-ción. Si Ecuador tiene siete millones de hectáreas de bosques, su fórmula implica destinar cerca del 5% de los bosques del país a la producción forestal.

Sin embargo, en el Ecuador de hoy, los bosques están repartidos entre miles de fincas de 30 ó 40 hectáreas, cuyos propietarios con frecuencia consideran al bosque tierra improductiva. Felipe se-ñala que hay pocos bloques grandes de bosque nativo que, en general, son territorios de pueblos indígenas, lo cual evidentemente implica un reto. “¿Qué se le va a proponer a la gente que vive ahí para que se decidan a sumarse a este ne-gocio. Ahí el tema forestal va de la mano con las políticas del Estado. El rol del go-bierno es fundamental en definir cuáles son las áreas de aptitud forestal, cuáles son áreas agrícolas, cuáles son áreas de conservación.”

En el tema de planificación territorial a gran escala, Felipe propone mirar el ejemplo de

Corea del Sur, país que visitó en 2010 a propósito del Congreso Mundial Bosques para el Futuro. “Mi lección de Corea fue que el gobierno se involucró profunda-mente en el tema forestal. Frente a la de-manda de madera, el gobierno promovió el manejo forestal sustentable del bosque nativo y las plantaciones forestales como una alternativa productiva para reducir la presión sobre bosque nativo.” (Según esta fórmula, si las plantaciones cubren la de-manda de madera, no es necesario talar los bosques.) “En Corea desarrollaron se-milla, plantaciones, generaron industria y fortalecieron el mercado como política de Estado. Funcionó porque se involucró el Estado. Aquí, el Estado solamente ha de-finido el Sistema Nacional de Áreas Pro-tegidas y ha tenido muchas dificultades para ejercer control sobre estas áreas.”

A sus 34 años, parecen ya muy lejanos los tiempos en que Felipe no lograba de-cidirse por una carrera en veterinaria, en agricultura o en el tema forestal. Para to-mar la decisión, dedicó un verano a co-laborar en las tres áreas y así, al retomar la universidad en Texas, Estados Unidos,

ya sabía que la emprendería con las cien-cias forestales. Hoy, entre la normativa de la certificación forestal, la planificación del territorio y las técnicas de aprovechamien-to del bosque, parecería que mucho de la vida de Felipe gira en torno a unas lógicas más bien estrictas; tal vez por ello, sus pa-satiempos preferidos son el descenso en bicicleta, los autos de carreras o el mo-tociclismo. Él asegura que estas activida-des le llenan de adrenalina, le despejan la mente y “rompen” su cansancio.

Felipe cree que esta vena de aventura y sobre todo su aversión a un trabajo que se realice exclusivamente dentro de ofici-nas, quizás las heredó de su abuelo, el explorador, naturalista y cineasta docu-mental sueco Rolf Blomberg, quien se radicó en Ecuador en la década del cin-cuenta. Felipe recuerda a su abuelo como un hombre con una actitud muy positiva frente a la vida y un don para relacionarse con todo el mundo. Si Rolf Blomberg fue un explorador movido por las preguntas, su nieto Felipe Pazmiño, aparece como un joven emprendedor que, en el tema forestal, trae algunas respuestas. Así, la charla termina donde empezó, en la con-vicción de que los procedimientos técni-cos favorecen la conservación. “Para que el bosque esté ahí por siempre, la única manera es manejarlo. Simplemente no se puede sacar más madera de lo que el bosque mismo produce.”

Felipe asegura que ha recorrido casi toda la plantación de pino de Aglomerados Cotopaxi, una extensión de 17.000 hectáreas.

Page 22: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

22

En Mutualista Pichincha miramos la res-ponsabilidad social empresarial (RSE)

bajo tres conceptos:

• Entender que la actuación de la empre-sa se hace en una dimensión muy am-plia y que se debe abandonar la visión extremada¬mente estrecha de su propio negocio.

• Adoptar una postura de Rendición de Cuentas Integral a todas los grupos de interés.

• Actuar; la verdadera RSE emerge cuan-do la empresa toma un paso proactivo ha-cia la sociedad y el entor¬no y comienza a actuar como un agente vigo¬roso de cambio.

Sin lugar a duda, los conceptos deben ser descendidos en tareas concretas, un ejemplo de ello es nuestro impulso a la construcción sustentable.

En el 2011 concluimos el desarrollo de una herramienta de evaluación de

impacto ambiental y social para las edi-ficaciones, desarrollada en base a una adaptación de las certificaciones interna-cionales: BREEAM y LEED. Advertimos la necesidad de que ésta esté al alcance de todos los actores del sector de la cons-trucción, para, en conjunto, hacer nuestra actividad de manera responsable con el medio ambiente.

Con este propósito, participamos en la Convocatoria de Proyectos de Respon-sabilidad Social realizada por la Cámara de Industrias y Comercio Ecuatoriana-Alemana y la Agencia de la Cooperación al desarrollo del Estado Federal de Alema-nia, para co-financiar ideas innovadoras. Nuestra propuesta fue una de las tres ganadoras, demostrando la importancia de contar con un sistema de evaluación ambiental para la vivienda.

El Sistema de Evaluación Ambiental (SEA) es un sistema en línea, abierto y de acce-so libre, que estará, próximamente, a dis-posición de cualquier persona interesada en la temática.

El Sistema de Evaluación Ambiental (SEA) impulsa y fomenta la construcción sustentable, mediante:

• Usoeficientederecursosnaturales.• Reduccióndeproducciónde

CO2 a través de temas como energía y transporte.

• Desarrollodeáreasyaurbanizadas vs crecimiento urbano hacia zonas rurales.

• Generacióndeespaciosverdes dentro de los proyectos inmobiliarios.

Mutualista Pichincha: vamos más allá que sólo el rédito financiero

Mutualista Pichincha

Page 23: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio
Page 24: Sigrid Vásconezconfederacionecuatorianaosc.org/wp-content/uploads/2018/04/conc… · En 1958, Yagual vino de La Libertad, Santa Elena, a trabajar. En ese entonces el territo-rio

Recommended