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Susan Sontag

Date post: 22-Jun-2015
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Susan Sontag, Género, feminismo, estudios de género,
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Susan Sontag
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Susan Sontag

• A los 71 años murió la escritora, ensayista y cineasta Susan Sontag. Adiós a la voz más crítica del Imperio. Ni las amenazas de la derecha más reaccionaria la hicieron callar: desde los ‘60, Susan Sontag demostró con palabras y hechos su hondo compromiso por buscar un mundo menos cruel.

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• Sontag nació el 16 de enero de 1933 en Nueva York; durante su niñez, a la que recordó como de la de "una solitaria", la lectura iluminaba sus días. "A los ocho o nueve años leí todo Shakespeare", confesó. Estudió en las universidades de California, Chicago (donde se licenció en Filosofía y Letras en 1951), París y Harvard. Por su vasta formación filosófica y su pasión por la literatura de vanguardia, la escritora, opinaba su colega Gore Vidal, se convirtió "más que ningún otro estadounidense, en el eslabón con la literatura europea actual", editando textos escogidos de Roland Barthes y Antonin Artaud.

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• Su carrera literaria comenzó en 1963 cuando publicó su novela El benefactor. "Tengo la impresión de que la literatura amplió mi capacidad de compasión", estimó, por "la forma de llevarnos a mundos diferentes, envolvernos en su contexto, y hacernos sentir partícipes de una historia ajena". A partir del éxito internacional de sus ensayos reunidos en Contra la interpretación (1966) y Notas sobre lo camp, se transformó en una autoridad en lo referente a costumbres de su país.

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• La izquierda perdió a una de las mejores polemistas, considerada la más europea de los escritores estadounidenses. La escritora y ensayista que encabezó el movimiento intelectual posterior al mayo del ’68, la defensora de las utopías como expresión de que es posible construir un mundo mejor, dueña de una prosa maravillosamente provocadora, que estuvo en contra de todas las guerras, la mujer que siempre repitió que "como ciudadana del mundo y ser humano" se sintió obligada a usar su voz pública a favor de los que no tienen voz. Utilizaba las palabras -y qué bien lo hacía- para desmontar las mentiras de una sociedad con la que nunca comulgó: se sentía avergonzada de ser estadounidense, detestaba la vanidad y la violencia de esa cultura de masas que arrasaba la cultura de otros países.

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Susan Sontag• En 1968 fue enviada como periodista a la guerra de Vietnam,

una experiencia que marcó su vida. Sontag, también cineasta, filmó a las tropas israelíes en la guerra de Oriente Próximo en 1973 y dirigió una película, Tierra prometida, en los Altos del Golán. A mediados de los ‘70 le diagnosticaron cáncer: con esa misma actitud combativa con la que se comprometía en luchas políticas y sociales, le torció el brazo a la muerte escribiendo La enfermedad y sus metáforas (1977). Después se sucedieron otros títulos de Sontag, traducida a 26 idiomas: Sobre la fotografía (ensayo), Yo, etcétera (relatos), Bajo el signo de Saturno (ensayos), Ante el dolor de los demás (ensayo de 2003) y las novelas El amante del volcán y En América, texto de ficción histórica por el que ganó el National Book Award en 2000, uno de los premios más prestigiosos de su país.

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Susan Sontag• La autora, que sostenía que los intelectuales debían

comprometerse, cuestionó duramente a los escritores que se negaron a viajar a Bosnia, viaje que ella realizó en plena guerra, para impartir clases en la Academia Dramática de Sarajevo. Allí montó, en colaboración con el director bosnio Haris Pasovic y actores de diferentes etnias, Esperando a Godot, de Samuel Beckett. Regresó varias veces para dar clases de cine y desarrollar proyectos de enseñanza. Decía, después de las imágenes más espeluznantes que le tocó presenciar, que para imaginar Sarajevo había que multiplicar a Bagdad por 500. "No había vida normal. No había agua, electricidad, teléfonos, las escuelas estaban cerradas. Se estaba bajo un continuo bombardeo", recordó la escritora, que en 1993 participó de la fundación del Parlamento Internacional de Escritores, creado para defender la libertad de expresión y proteger a los autores perseguidos.

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• Aunque se quejaba ante los medios de comunicación porque la consideraban una "máquina de opinión", Sontag arremetía contra casi todo, especialmente contra los políticos. No dejaba títere con cabeza. Sobre la política norteamericana tras los atentados del 11-S e Irak dijo que en EE.UU.. hay un partido, el republicano, y no hay oposición porque los demócratas son un mero apéndice. Según la escritora, su país marcha hacia una política imperial. "Estamos en el fin de la república y el inicio del imperio. Clinton era Julio César y ese señor horrible de Texas es Augusto."

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Susan Sontag• ." Respecto de Arnold Schwarzenegger, señaló que es "un

mal chiste que salió de la nada" y lo comparó con Berlusconi, a quien la gente prefiere en Italia porque "es rico y tonto". "En política pasa como en la música, que no quieren a Mozart y prefieren a las Spice Girls", resumió las nuevas tendencias de los votantes estadounidenses. Cuando se revelaron las torturas en la prisión iraquí de Abu Ghraib, Sontag ironizó: "En EE.UU. evitamos la palabra tortura, decimos abusos, humillaciones, pero la palabra justa es tortura". Y recibió una lluvia de críticas cuando publicó un ensayo en The New Yorker en el que afirmaba que los atentados del 11 de septiembre de 2001 no habían sido "cobardes", como los calificó Bush, sino un "acto llevado a cabo como consecuencia de las alianzas y acciones específicas de Estados Unidos".

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• Cuando en 2001 recibió el Premio Jerusalén de Literatura, el más prestigioso de Israel para escritores extranjeros, aceptó el galardón pese a las presiones para que lo rechazara. La escritora, judía no practicante, aprovechó la oportunidad para condenar la política de ocupación israelí en los territorios palestinos y advirtió que la única solución sería la creación de un Estado binacional con la desaparición del Estado de Israel

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Susan Sontag• En 1999 polemizó con el escritor austríaco Peter Handke, a

quien criticó por su defensa de las posiciones serbias en los Balcanes. Otro blanco de sus objeciones fue Gabriel García Márquez, a quien recriminó en la Feria del Libro de Bogotá, el año pasado, por su silencio respecto de las ejecuciones y condenas de disidentes en Cuba. Aunque aseguró que amaba la obra del autor de Cien años de soledad, Sontag opinó que "él no dice la verdad sobre Cuba por su amistad con Fidel Castro, aunque dispone de información de primera mano". Y la escritora recordó lo que le respondió el colombiano. "Su respuesta fue ridícula. Dijo que está en contra de la pena de muerte y que en privado ayudó a mucha gente. Eso demuestra que sabe lo que pasa. José Saramago es comunista y apoyaba sin condiciones al régimen cubano, pero declaró que ya no podía apoyarlo por más tiempo. García Márquez me dio pena, pero es ridículo. Necesitamos la verdad."

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• Aunque recibió amenazas de muerte por sus afirmaciones acerca de los ataques terroristas a las Torres Gemelas, a Sontag no le preocupaba lo que podía sucederle. Lo único que la desvelaba eran los cambios que se estaban produciendo en su país. La escritora que les hizo frente a distintas guerras -reales y metafóricas- perdió su última batalla.

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texto: Los libros, los sueños, la memoria

Carta a Jorge Luis Borges

El tigre está en la biblioteca. Por Susan Sontag, 12/06/96

Querido Borges:

• Dado que siempre colocaron a su literatura bajo el signo de la eternidad, no parece demasiado extraño dirigirle una carta. (Borges, son diez años.) Si alguna vez un contemporáneo parecía destinado a la inmortalidad literaria, ese era usted. Usted era en gran medida el producto de su tiempo, de su cultura y, sin embargo, sabía cómo trascender su tiempo, su cultura, de un modo que resulta bastante mágico. Esto tenía algo que ver con la apertura y la generosidad de su atención. Era el menos egocéntrico, el más transparente de los escritores... así como el más artístico.

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• También tenía algo que ver con una pureza natural de espíritu. Aunque vivió entre nosotros durante un tiempo bastante prolongado, perfeccionó las prácticas de fastidio e indiferencia que también lo convirtieron en un experto viajero mental hacia otras eras. Tenía un sentido del tiempo diferente al de los demás. Las ideas comunes de pasado, presente y futuro parecían banales bajo su mirada. A usted le gustaba decir que cada momento del tiempo contiene el pasado y el futuro, citando (según recuerdo) al poeta Browning, que escribió algo así como "el presente es el instante en el cual el futuro se derrumba en el pasado". Eso, por supuesto, formaba parte de su modestia: su gusto por encontrar sus ideas en las ideas de otros escritores.

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• Esa modestia era parte de la seguridad de su presencia. Usted era un descubridor de nuevas alegrías. Un pesimismo tan profundo, tan sereno como el suyo no necesitaba ser indignante. Más bien, tenía que ser inventivo... y usted era, por sobre todo, inventivo. La serenidad y la trascendencia del ser que usted encontró son, para mí, ejemplares. Usted demostró de qué manera no es necesario ser infeliz, aunque uno pueda ser completamente perspicaz y esclarecido sobre lo terrible que es todo. En alguna parte usted dijo que un escritor -delicadamente agregó: todas las personas- debe pensar que cualquier cosa que le suceda es un recurso. (Estaba hablando de su ceguera.)

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• Usted fue un gran recurso para otros escritores. En 1982 -es decir, cuatro años antes de morir (Borges, son diez años)- dije en una entrevista: "Hoy no existe ningún otro escritor viviente que importe más a otros escritores que Borges. Muchos dirían que es el más grande escritor viviente... Muy pocos escritores de hoy no aprendieron de él o lo imitaron". Eso sigue siendo así. Todavía seguimos aprendiendo de usted. Todavía lo seguimos imitando. Usted le ofreció a la gente nuevas maneras de imaginar, al mismo tiempo que proclamaba, una y otra vez, nuestra deuda con el pasado, por sobre todo con la literatura. Usted dijo que le debemos a la literatura prácticamente todo lo que somos y lo que fuimos.

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• Si los libros desaparecen, desaparecerá la historia y también los seres humanos. Estoy segura de que tiene razón. Los libros no son sólo la suma arbitraria de nuestros sueños y de nuestra memoria. También nos dan el modelo de la auto trascendencia. Algunos piensan que la lectura es sólo una manera de escapar: un escape del mundo diario "real" a uno imaginario, el mundo de los libros. Los libros son mucho más.

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• Lamento tener que decirle que la suerte del libro nunca estuvo en igual decadencia. Son cada vez más los que se zambullen en el gran proyecto contemporáneo de destruir las condiciones que hacen la lectura posible, de repudiar el libro y sus efectos. Ya no está uno tirado en la cama o sentado en un rincón tranquilo de una biblioteca, dando vuelta lentamente las páginas bajo la luz de una lámpara. Pronto, nos dicen, llamaremos en "pantallas-libros" cualquier "texto" a pedido, y se podrá cambiar su apariencia, formular preguntas, "interactuar" con ese texto.

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• Cuando los libros se conviertan en "textos" con los que "interactuaremos" según los criterios de utilidad, la palabra escrita se habrá convertido simplemente en otro aspecto de nuestra realidad televisiva regida por la publicidad. Este es el glorioso futuro que se está creando -y que nos prometen- como algo más "democrático". Por supuesto, usted y yo sabemos, eso no significa nada menos que la muerte de la introspección... y del libro.

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• Por esos tiempos no habrá necesidad de una gran conflagración. Los bárbaros no tienen que quemar los libros. El tigre está en la biblioteca. Querido Borges, por favor entienda que no me da placer quejarme. Pero, ¿a quién podrían estar mejor dirigidas estas quejas sobre el destino de los libros -de la lectura en sí- que a usted? (Borges, son diez años.) Todo lo que quiero decir es que lo extrañamos. Yo lo extraño. Usted sigue marcando una diferencia.

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• Estamos entrando en una era extraña, el siglo XXI. Pondrá a prueba el alma de maneras inéditas. Pero, le prometo, algunos de nosotros no vamos a abandonar la Gran Biblioteca. Y usted seguirá siendo nuestro modelo y nuestro héroe.


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