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Textos de Humorismo

Date post: 25-Dec-2015
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CONSTITUYE UNA COMPILACIÓN DE CITAS EN TORNO AL HUMORISMO EN GENERAL Y A LA VISION QUE DIVERSOS AUTORES TIENEN DE LA EXISTENCIA DE ESTE EN EL QUIJOTE DE MIGUEL DE CERVANTES SAVEDRA
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El humorismo del Quijote* Miguel Otero Silva “El humorismo del Quijoteel Quijote es el libro de la justicia porque es la historia de un caballero que abandonó casa y hacienda para lanzarse en perseguimiento de aventuras y peligros, alumbrado por el propósito de castigar a los malandrines y a los follones, de amparar a los menesterosos y a los desdichados, de enderezar los entuertos y deshacer los agravios. Nada importa que el testarudo hidalgo sea apaleado o burlado al final de cada aventura, si su fe se mantiene intacta, su valentía incólume y su denodado pecho resuelto a acometer nuevas y desiguales contiendas en resguardo de los débiles y de los desposeídos. Tal interpretación del Quijote es la más elevada y la más hermosa y a ella principalmente se debe que el nombre del soñador manchego se sembrara con tanta hondura y tanta perdurabilidad en el corazón de una humanidad curvada por la injusticia y el desafuero. …don Quijote, recorrió los campos y atravesó los poblados predicando la igualdad, arrojando mercaderes de los templos, enderezando tuertos y deshaciendo agravios. Poco interesa que ambos hubiesen sido locos, o al menos considerados locos por sus contemporáneos que les escucharon, a causa de que (…) se proclamaba caballero andante. (…) en las palabras del otro creyó Sancho, su apóstol o escudero. … recordando al pobre enajenado de la Mancha, iluso evangelista de la libertad, os dirá sencillamente: Y de esa manera, por obra y gracia de la sed de justicia de los pueblos y de la bizarra tenacidad con que … el Quijote lucharon por calmar esa sed, Thomas Mann (…) afirmar que el caballero cervantino resume las cualidades clásicas de su patria: “La grandeza, el realismo, la generosidad mal aplicada y la caballerosidad inútil”. Y añade que
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El humorismo del Quijote*Miguel Otero Silva

“El humorismo del Quijote”

el Quijote es el libro de la justicia porque es la historia de un caballero que abandonó casa y hacienda para lanzarse en perseguimiento de aventuras y peligros, alumbrado por el propósito de castigar a los malandrines y a los follones, de amparar a los menesterosos y a los desdichados, de enderezar los entuertos y deshacer los agravios. Nada importa que el testarudo hidalgo sea apaleado o burlado al final de cada aventura, si su fe se mantiene intacta, su valentía incólume y su denodado pecho resuelto a acometer nuevas y desiguales contiendas en resguardo de los débiles y de los desposeídos. Tal interpretación del Quijote es la más elevada y la más hermosa y a ella principalmente se debe que el nombre del soñador manchego se sembrara con tanta hondura y tanta perdurabilidad en el corazón de una humanidad curvada por la injusticia y el desafuero.

…don Quijote, recorrió los campos y atravesó los poblados predicando la igualdad, arrojando mercaderes de los templos, enderezando tuertos y deshaciendo agravios. Poco interesa que ambos hubiesen sido locos, o al menos considerados locos por sus contemporáneos que les escucharon, a causa de que (…) se proclamaba caballero andante. (…) en las palabras del otro creyó Sancho, su apóstol o escudero.

… recordando al pobre enajenado de la Mancha, iluso evangelista de la libertad, os dirá sencillamente:

Y de esa manera, por obra y gracia de la sed de justicia de los pueblos y de la bizarra tenacidad con que … el Quijote lucharon por calmar esa sed,

Thomas Mann (…) afirmar que el caballero cervantino resume las cualidades clásicas de su patria: “La grandeza, el realismo, la generosidad mal aplicada y la caballerosidad inútil”. Y añade que Cervantes las sitúa en el hidalgo manchego con el propósito de ironizarlas implacablemente, pero que ellas se sobreponen a la sátira...

   Dentro de esta diferente percepción del      Quijote   , él es el pueblo español, con su sentimiento    trágico y a la par risueño de la vida; con su inextinguible valentía que le ha llevado, dando tumbos por los caminos de la historia, a acometer las más desiguales y descabelladas empresas; con su amor por la justicia que le ha hecho dar tantas veces en tierra con las costillas rotas y las muelas bañadas en sangre.

En vano (…) han procurado domeñar por la fuerza la altivez de su espíritu y hacerlo desistir de sus intenciones justicieras.

En la mira inicial de don Miguel de Cervantes, el Quijote no fue posiblemente sino esto último: el libro de la gracia. En sus páginas primeras no palpitó tal vez el propósito de lograr una obra

humanística, ni una ejemplar novela universal, sino el riente designio de burlarse de los libros de caballerías. Que el humorismo fue el germen deliberado de la obra lo expresa Cervantes en el divertido prólogo de esta manera:

“Procurad también que leyendo vuestra historia el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla. En efecto, llevad la mira puesta a derribar la máquina mal fundada de estos caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de muchos más: que si esto alcanzárades, no habríades alcanzado poco.”

Con idéntico carácter de obra esencialmente humorística fue acogido el Quijote por los primeros que lo leyeron, que fueron los contemporáneos de Cervantes.

Quizás Cervantes, tras concebir aquel libro humorístico con el ánimo de zaherir a los disparatados autores de la literatura caballeresca, pensase que el humorismo era un tono menor del arte literario, como lo han repensado innumerables escritores y críticos de todos los siglos, inclusive del que vivimos, y no columbrara que se pudiera perdurar gracias a su ejercicio. Pero el propio Quijote es el más grande mentís a la tan difundida teoría discriminatoria del humorismo. Pues si Cervantes comenzó por burlarse del hidalgo manchego y concluyó por glorificarle, Alonso Quijano le pagó con la misma moneda, opacando primero toda la obra de Cervantes que éste tenía en mayor estima y haciendo de él uno de los más grandiosos escritores de la humanidad.

*

Y ya que he mencionado accidentalmente el desdén que determinados autores manifiestan con respecto al humorismo, porque lo consideran obra artística, y a veces ni eso, de escasa alzada, destructiva y frívola, la circunstancia me obliga a hilvanar algunas palabras acerca de la esencia misma de la obra humorística, la cual no debe ser confundida con la sátira destemplada del amargado, ni con la risotada barata del tonto de capirote.

Pero es el caso que buscar una definición ajena del humorismo --ya que no juzgo a mi sensato auditorio tan ingenuamente optimista como para imaginarse que yo estaba en capacidad de inventar una--, buscar una definición de humorismo, repito, es tarea tan riesgosa como perderse en la selva oscura de Dante, o en la Sierra Morena de don Quijote, o más comprometida aún, en la intrincada espesura de la filosofía alemana, de la cual sale muy poca gente con el seso sano.

Los más ilustres pensadores que en el mundo han sido, se han quemado las pestañas durante varios siglos tratando de decirnos en una frase breve y precisa lo que la risa, la comicidad y el humorismo son y significan. Kant llegó a esta síntesis: “Una afección que nace de la reducción repentina a la nada de una intensa expectativa”. Y Schopenhauer a esta otra: “La percepción repentina de una incongruencia entre una idea y el objeto real”. Y Spencer a la suya: “Un esfuerzo que de pronto se resuelve en nada”. Pero estas citas, que naturalmente no he tomado directamente de Kant, ni de Schopenhauer, ni de Spencer, sino de un esforzado erudito que tuvo la paciencia de rastrearlas y reunirlas, se refieren más al efecto que al humorismo en sí. Y en

cuanto al humorismo como género literario, no se refieren de ninguna manera. Posteriormente se han puesto de acuerdo filósofos, ensayistas y críticos para proclamar que definir el humorismo como género literario es faena extremadamente difícil, si no imposible, y para esquivarle el bulto al problema cuando alguien se lo plantea de frente. La fórmula más cómoda es la de Benedetto Croce, quien se sale por la tangente de esta manera: “No hay humorismo, lo que hay son humoristas”. O de esta otra: “El humorismo es indefinible, como todos los estados psicológicos”.

Sin embargo, otro italiano bastante menos conocido que Croce, Enrique Nencioni, se había atrevido a lanzar a fines del siglo pasado una definición del humorismo que se lee con agrado: “El humorismo es una natural disposición del corazón y la mente para observar con simpática indulgencia las contradicciones y los absurdos de la vida”.

Por mi cuenta añado que el brete en que se han visto tantos pensadores al intentar una definición del humorismo se debe fundamentalmente a la complejidad, a la diversidad del asunto que han ensayado definir. El humorismo es agua que se desata y corre por entre prados y sembrados, llanuras secas y barrancos de piedra, rugiendo a veces como torrente, cantando otras como fontana. Toma el ropaje de la poesía, o el de la novela, o el de la historia, o el del teatro, o el de la música, o el de la pintura, según el pensamiento o la mano que lo engendran. Difiere de la ironía y de la sátira, de la caricatura y de la mueca, de lo festivo y de lo superficial. Una gavilla de atributos lo separa abiertamente de todas esas cosas que por humorismo entiende mucha gente.

En su solicitud por precisar tales ingredientes, Pío Baroja ha dicho que el humorismo es, fundamentalmente, contraste, contraposición de conceptos antagónicos, salto de lo trágico a lo cómico, desdoblamiento psicológico de la personalidad, aparición intempestiva de lo inesperado. Son los      condimentos técnicos, formales del humorismo      que ya habían sugerido    Kant, Schopenhauer y Spencer y que      aparecerán resumidos en la pauta “sentimiento de lo    contrario”      bajo la cual presentará más tarde Luigi Pirandello su propia definición. El humorismo    es mucho más. El mismo Baroja afirma un trecho más lejos, “que el humorismo es tanto más verdadero cuanto menos fórmula emplea”. Y viene a ser, a fin de cuentas, el subversivo escritor vasco quien nos ayuda a desentrañar las substanciales cualidades que caracterizan la obra humorística.

Pío Baroja es demasiado prolijo en su ensayo y llegan a ser excesivos los requisitos y las raíces que al humorismo le adjudica. A nuestro juicio, las condiciones imprescindibles del humorismo, a más de su característica técnica pirandelliana como “sentimiento de lo contrario”, no pasan de cinco y son las siguientes: innovación, rebeldía, imaginación, realismo y humanidad.

El primer atributo es la innovación, porque no se comprende en sana lógica al humorismo aferrado a lo tradicional, ni quebrando lanzas para ridiculizar a lo porvenir. Está tan consubstanciado el humorismo al concepto de lo nuevo y a la acción de renovar que, cuantas veces surge un reformador audaz en el campo científico o artístico, el vulgo, que por lo general nunca llega a entenderlo, suele murmurar que se trata de un humorista extravagante decidido a mofarse de los principios inamovibles.

La segunda cualidad es la rebeldía, parienta muy cercana de la innovación. No es admisible expeditamente la idea del humorismo satisfecho, ni del humorista resignado. Por el contrario, una de las turbinas generadoras del humorismo es la inconformidad con el medio ambiente, con la estructura de la sociedad que rodea al artista, y el afán insurrecto de éste por quebrantar con el serrucho agudo de su ironía los pilares que la sostienen.

La tercera cualidad, cualidad y vehículo predilecto del humorismo, es la imaginación. No se concibe al humorista circunscrito a los fenómenos que percibe con los sentidos, como no se concibe un pájaro con las alas de piedra.

La cuarta cualidad del humorismo ha de ser el realismo que, lejos de construir negación o freno de la imaginación, sirve para realzarla e imprimir mayor majestad a su vuelo. La antítesis del realismo no es lo imaginativo sino lo artificioso. Y esto último sí es cierto que no tiene relación alguna con el verdadero humorismo. Cuando el humorista pretende nutrirse de artificio o desplante, que bastantes ejemplos hallamos en la literatura europea de este siglo, resulta postura forzada de clown, o esguince intelectualizado de ballet en el mejor de los casos. Es un tipo de humorismo que no determina la risa sino la convicción mental de sentirnos en el deber de reírnos.

La quinta cualidad del humorismo es la humanidad, la cual se nutre del realismo y se orienta por las agujas del corazón. El humorista desprovisto de humanidad se aquerencia por lo general en la sátira, en el sarcasmo, o en la invectiva, que están más cerca del mal humor que del buen humor. En contradicción abierta con el moralista, el humorista no concibe al hombre perfecto, ni al hombre íntegramente imperfecto, sino al hombre mezcla de lo perfecto y lo imperfecto, al hombre contraste, ya que el contraste es la base específica del humorismo. Y ese hombre contraste, para fortuna de los humoristas, es el hombre real. De ahí que los humoristas resulten siempre mucho más humanos que los moralistas.

Estos cinco atributos, que yo he seleccionado un tanto arbitrariamente como substancias medulares, atrapándolos en el curso del largo desfile que Baroja apunta, están presentes en El ingenioso hidalgo más que en ninguna otra obra de arte lograda por la mano del hombre. No os sorprendáis, por tanto, si el libro de Cervantes se mantiene lozano a través de los siglos, mientras se han marchitado y prosiguen marchitándose, a su vera, centenares de obras humorísticas realizadas por genios o semigenios, pero desprovistas de las cinco condiciones que vengo sustentando y arguyendo.

… en sus páginas desbordan las cualidades señaladas --novedad, rebeldía, imaginación, realismo y humanidad--,

La novedad, innovación o renovación, está presente en toda la obra y nutre el espíritu de ella que no es otro en sus comienzos sino el de arremeter contra los libracos de caballerías, las citas eruditas, los sonetos y prólogos de encargo, así como muchas otras monsergas tenidas hasta entonces por tradicionales y más o menos dignas de respeto. Cervantes lo manifiesta en el prólogo:

“De todo esto ha de carecer mi libro, porque ni tengo qué anotar en el margen, ni qué anotar en el fin, ni menos sé qué autores sigo en él, para ponerlos al principio como hacen todos, por las letras del ABC; comenzando en Aristóteles y acabando en Xenofonte y en Zoilo o Zeuxis aunque fue maldiciente el uno y pintor el otro.”

Y suple los sonetos de encargo con aquellos deliciosos escritos de su propia mano, dirigidos a don Quijote, a Sancho, a Dulcinea, a Rocinante, y firmados por los más afamados caballeros andantes, sus damas, sus escuderos o sus cabalgaduras. No puedo resistir a la tentación de repetir aquel que respalda la firma del académico argamasillesco y fue compuesto en loor al discreto escudero Sancho Panza:

Sancho Panza es aqueste, en cuerpo chicopero grande en valor. ¡Milagro extraño!Escudero el más simple y sin engañoque tuvo el mundo, os juro y certifico.De ser conde no estuvo en un tantico,si no se conjuraran en su dañoinsolencias y agravios del tacañosiglo, que aun no perdonan a un borrico.Sobre él anduvo (con perdón se miente)este manso escudero, tras el mansocaballo Rocinante y tras su dueño.¡Oh, vanas esperanzas de la gente!Cómo pasáis con prometer descanso,y al fin paráis, en sombra, en humo, en sueño.

En cuanto a la rebeldía, ella es la luz permanente encendida en el viejo corazón de don Quijote y en las páginas todas del libro, no obstante las angustias y los albures que acarreaba el ser rebelde en aquellas edades de hogueras inquisitoriales y degaleotes encadenados por la Santa Hermandad. El amor a la libertad y a la justicia, que ha sido por siempre la simiente más pura de la rebelión, constituye la razón determinante de todas las sinrazones del caballero cervantino. Como expresivo ejemplo no citaremos la famosa aventura de los condenados a galeras, ni la destrucción del mentiroso retablo de maese Pedro, sino justamente la primera aventura que aconteció a nuestro denodado caballero, cuando aún andaba por el mundo sin escudero que lo acompañase. En aquel instante, para dar principio a la historia de sus hazañas, don Quijote se dispuso a batirse con el labrador sin entrañas que azotaba a su criado y, por añadidura, se negaba a pagarle cuanto le adeudaba por nueve meses de trabajo a siete reales cada mes. Allí, al iniciar su carrera de caballero andante bregando porque a los trabajadores se les pagase lo que por su esfuerzo les atañía, anuncia en temprana hora don Quijote que la rebeldía justiciera y la beligerante inconformidad van a ser el aliento vivificador de su destino.

De lo imaginativo en el Quijote, no es preciso insistir mucho. Toda la obra es un despliegue prodigioso de imaginación. Sus aventuras reales o realistas opacan, en cuanto a fantasmagoría se

refiere, a las más irreales peripecias inventadas por los autores de libros de caballerías o de cualquier otro género de ficción. Por no citar sino un destello de esta portentosa imaginación de Cervantes traeré a cuento un párrafo del estrambótico cuanto extraordinario discurso que el caballero endilgó a Sancho para persuadirlo de que eran combatientes y no carneros quienes en la llanura levantaban espesa polvareda:

“Aquel caballero que allí ves de las armas jaldes, que trae en el escudo un león coronado rendido a los pies de una doncella, es el valeroso Laucarco, señor de la puente de plata; el otro de las armas de las flores de oro, que trae en el escudo tres coronas de plata en el campo azul, es el temido Micocolembo, gran duque de Quirocia; el otro de los miembros gigantescos que está a su derecha mano, es el nunca medroso Brandabarbarán del Boliche, señor de las tres Arabias, que viene armado de aquel cuero de serpiente, y tiene por escudo una puerta que según es fama, es una de las del templo que derribó Sansón cuando con su muerte se vengo de sus enemigos; pero vuelve los ojos a estotra parte, y verás delante y en la frente de estotro ejército al siempre vencedor y jamás vencido Timonel de Carcajona, príncipe de la Nueva Vizcaya, que viene armado con las armas partidas a cuarteles azules, verdes, blancos y amarillos y trae en el escudo un gato de oro en campo leonado con una letra que dice Miu, que es el principio del nombre de su dama que, según se dice, es la sin par Miulina, hija del duque de Alfeñequín del Algarbe.”

Del realismo del Quijote, no se diga. Frutos imperecederos de ese vivo realismo, gente verídica que todavía anda por esos caminos de Dios, son, no solamente Sancho y Dulcinea, sino todos los personajes que rodean al incorruptible paladín de la Triste Figura, inclusive los duques, que mal rayo los parta. Las sabrosas charlas que mantenían el hidalgo y el escudero, cuantas veces reposaba el brazo del caballero entre uno y otro fragor de las batallas, son sublime contraposición o contrapunto de imaginación y realismo. Nos brindan esos diálogos la más elevada expresión de “incongruencia entre una idea y el objeto real”, de que habla Schopenhauer, que viene a ser el mismo “sentimiento de lo contrario” de Pirandello, e igual al “contraste de conceptos antagónicos” de Baroja. Vale decir: humorismo.

A riesgo de que la cita resulte un tanto larga, copiaré fragmentos de una de esas pláticas, la que se produjo cuando Sancho Panza (el realismo) regresó a Sierra Morena tras haber partido hacia el Toboso portando una carta que el enamorado y penitente caballero (la imaginación) enviaba a su sin par Dulcinea:

“-Todo eso no me descontenta; prosigue adelante --dijo don Quijote--. Llegaste y ¿qué hacía aquella reina de la hermosura? A buen seguro que la hallaste ensartando perlas, o bordando alguna empresa con oro de canutillo para este su cautivo caballero.

-No la hallé --respondió Sancho-- sino ahechando dos arengas de trigo en un corral de su casa.

-Pues haz cuenta --dijo don Quijote-- que los granos de aquel trigo eran perlas tocados por sus manos; y si miraste, amigo, el trigo ¿era candeal o trechel?

-No era sino rubión --respondió Sancho.

-Pues yo te aseguro --dijo don Quijote-- que, ahechado por sus manos, hizo pan candeal sin duda alguna; pero pasa adelante: cuando le diste mi carta ¿besóla?, ¿púsosela sobre la cabeza?, ¿hizo alguna ceremonia de tal carta, o qué hizo?

-Cuando yo se la iba a dar --respondió Sancho-- ella estaba en la fuga del meneo de una buena parte del trigo que tenía en la criba y díjome: Poned amigo esa carta sobre aquel costal, que no la puedo leer hasta que acabe de acribar todo lo que aquí está.

-¡Discreta señora! --dijo don Quijote--; eso debió ser por leerla despacio y recrearse con ella delante. Sancho, y en tanto que estaba en su menester, ¿qué coloquios pasó contigo?, ¿qué te preguntó de mí?, y tú, ¿qué le respondiste?, acaba, cuéntamelo todo, no se te quede nada en el tintero ni una mínima… Bendigo y bendeciré todos los días de mi vida por haberme hecho digno de merecer amar tan alta señora como Dulcinea del Toboso.

-Tan alta es --respondió Sancho--, que a buena fe que me lleva a mi más de un coto.

-Pues ¿cómo Sancho --dijo don Quijote--, haste medido tú con ella?

-Medime de esta manera --respondió Sancho--, que llegándole a ayudar a poner un costal de trigo sobre su jumento, llagamos tan juntos, que eché de ver que me llevaba más de un gran palmo.

-Pues es verdad --replicó don Quijote--, ¡qué no acompaña esa grandeza y la adorna con mil millones de gracias del alma! Pero no me negarás, Sancho, una cosa: cuando llegaste junto a ella, ¿no sentiste un olor sabeo, una fragancia aromática, y un no sé qué de bueno que yo no acierto a dalle nombre? Digo ¿un tuho o tufo como si estuvieras en la tienda de algún curioso guantero?

-Lo que se decir --dijo Sancho--, es que sentí un olorcillo hombruno, y debía ser que ella, con el mucho ejercicio, estaba sudada y algo correosa.

-No sería eso --respondió don Quijote--, sino que tú debías de estar romadizo, o te debiste oler a ti mismo; porque yo sé bien a lo que huele aquella rosa entre espinas, aquel lirio del campo, aquel ámbar desleído.

-Todo puede ser --respondió Sancho--; que muchas veces sale de mí aquel olor que entonces me pareció que salía de su merced la señora Dulcinea; pero no hay de que maravillarse, que un diablo parece a otro.”

En cuanto a la humanidad, quinta propiedad del humorismo que hemos venido requiriendo, el Quijote está tan plenamente impregnado de ella que sería preciso leer ante vosotros la obra completa para abarcar la medida cabal de su contenido humano y humanístico.

Con las anteriores sentencias, paciente y distinguido auditorio, había pensado dar remate a mis desaliñadas palabras sobre el humorismo del Quijote. Mas luego recordé haber afirmado al principio de este parloteo que mis apuntes contienen más de aventura que de charla y no echo en saco roto que, según las normas flexibles de nuestro señor don Quijote, no es lícito acometer aventuras sin pelear por alguien y con alguien. Pelearé, pues, antes de concluir y buscaré para ello,

no a un endeble contenedor de fuerzas parejas a las mías, sino a un gigante que me aventaje desmesuradamente, como es de estilo en las camorras de los caballeros andantes.

Porque el humorismo del Quijote no es aspereza, sino humana dulzura; no perjudica el arte, sino lo eleva; no amengua el interés de la trama, sino lo acrecienta; no falsea los personajes, sino los insufla de vida eterna.

Capítulo 4. El humor de Don Quijote

…la creación de humor no era un tema importante ni polémico. Era la capa de azúcar o (en otra metáfora de la Siglo de Oro) el cebo usado para pescar al lector.LO QUE PODÍA O DEBÍA CAUSAR RISA NO ERA TAN IMPORTANTE PARA CERVANTES COMO LOS VALORES MORALES O LA INSTRUCCIÓN LITERARIA QUE QUERÍA OFRECER A SUS LECTORES.

… el humor, que ni es moderno ni está limitado a los estudios hispánicos. (Se remonta a las figuras del payaso y del bufón, de baja condición social, y quizás a la pérdida, antes de la Edad Media, de las observaciones de Aristóteles sobre la comedia.)

El humor superficial de la farsa es más o menos universal, así pues la escena nocturna en la posada (capítulo 16 de la Primera Parte) todavía se la considera divertida. Pero para comprender el humor que surge de lo que es incongruente y ridículo hay que saber lo que sería congruente y sensato.6 Si hay que explicar estas cosas, “no se entiende” el chiste y se pierde gran parte del humor.

Sin embargo, si Don Quijote fue considerado durante mucho tiempo UN LIBRO CÓMICO, si frecuentemente nos dice que contiene burlas y que Don Quijote y Sancho hacen reír a la gente hasta que revientan,7 su humor es un tema de estudio necesario. En el capítulo anterior dije que el humor de Tirante lo blanc había sido en parte el modelo del de Don Quijote, y señalé que los pasajes comentados sugieren queCERVANTES CREÍA QUE EL HUMOR SURGE DEL CONTRASTE ENTRE LO QUE OCURRE Y LO QUE EL LECTOR PIENSA QUE SERÍA LO ADECUADO.Sin embargo, Cervantes no habría considerado a Tirant como modelo fiable porque su humor, en su opinión, no era intencionado. Además, Cervantes se preocupaba menos por lo que se había hecho que por lo que podía o debía hacerse; en otras palabras, LE INTERESABA LA TEORÍA, EL “ARTE CÓMICO” (PERSILES, II, 19, 10). NO SE HABÍA ESCRITO MUCHO SOBRE EL HUMOR, PERO UN TEÓRICO ABARCÓ LO SUFICIENTE PARA INCLUIRLO. La Philosophía antigua poética de López Pinciano no sólo proporciona un tratamiento sistemático, sino que es el único estudio del tema que es probable que Cervantes conociera.8 Además, el tratamiento del médico vallisoletano refuerza lo que Cervantes pudo haber tomado de Tirant. LA RISA, EXPLICA LÓPEZ PINCIANO, SE ENCUENTRA EN DOS COSAS: “OBRAS Y PALABRAS” (III, 33 Y 43), EN LAS CUALES SE ENCUENTRA “ALGUNA FEALDAD Y TORPEZA” (III, 43); “LO RIDÍCULO ESTÁ EN LO FEO” (III, 33). Cervantes encarna esta teoría creando dos personajes físicamente poco atractivos y sin gracia, y hace que uno de ellos, Don Quijote, sea el representante de las acciones

cómicas, y el otro, Sancho, el representante de las palabras cómicas. Aquél, cifra de todos los caballeros andantes,9 hace cosas divertidas porque está loco, y éste, cifra de los escuderos,10 dice cosas graciosas porque es simple.11 Según López Pinciano, es difícil definir el humor; “la risa es risa” (III, 32), y sus causas son numerosas (III, 32 y 33). La división entre “obras y palabras” es en realidad sólo la forma en que están divididas “las más cosas del mundo” (III, 33). Sin embargo, finalmente concluye que “lo principal de lo ridículo...consiste en palabras” (III, 45), y eso bien puede ser un motivo por el que el humor verbal, y el papel de Sancho, son cada vez más importantes en Don Quijote: “muchas gracias no se pueden dezir con pocas palabras” (III, 374, 21-22) es el comentario del duque sobre la locuacidad de Sancho. La evolución de Sancho también se explica por la importancia que López Pinciano concede a los simples, puesto que son “unos personajes que suelen más deleytar que quantos salen a las comedias” (III, 59). “Es la persona más apta para la comedia de todas las demás” (III, 60), pues con semejante personaje puede incluirse todo tipo de discurso ridículo. Podríamos continuar con este análisis de los comentarios de López Pinciano sobre el humor, señalando la presencia en Don Quijote de ejemplos de los tipos de humor que menciona, como las etimologías,14 preguntas y respuestas,15 y suspiros.16 Pero creo se puede llegar a una conclusión: Don Quijoterefleja el pensamiento de López Pinciano sobre el humor. El origen de su humor es, por tanto, “lo feo”, y esto require el conocimiento de lo atractivo para su entendimiento.17

El protagonista de un libro de caballerías era siempre joven, apuesto y fuerte.Don Quijote es viejo y feo (I, 50, 1-3; II, 150, 15-16); monta un caballo que no sólo es viejo sino que “parecía de leño” (II, 290, 6). 21 Su casco, medio hecho de cartón (I, 53, 29-30), está sujeto por cintas, y tiene que beber con una paja cuando el nudo no puede deshacerse. 22 Más que de ser hábil con la espada, se precia de saber hacer jaulas y palillos de dientes. 23 En lugar de un rey o un emperador, un ventero le arma caballero, y una prostituta, 24 no una virgen, le ciñe la espada. Alonso Quijano cree neciamente que basta escoger nombres nuevos para él y su caballo, su dama y sus amigos para convertirse en caballero25 o pastor.26 Sin embargo, el nombre que escoge, Don Quijote de la Mancha, es poco digno. El título de “don”, que no le corresponde, es pretencioso,27 y “Quijote” utiliza un sufijo despreciativo y cómico.28 La parte final de su nombre, sin embargo, es la más cómica. Los caballeros andantes literarios eran de reinos extranjeros, cercanos (Inglaterra, Gales), o exóticos (Tracia, Hircania). Viajaban por pintorescas partes del mundo, como China, África del norte y Asia. A menudo visitaban países como Inglaterra y Grecia que durante lar go tiempo se asociaron con la literatura caballeresca. Como se ha dicho en el capítulo 2, Cervantes consideraba que España era un escenario muy apropiado para un libro de caballerías, pero Don Quijote es de una de las regiones menos atractivas, y viaja por ella: la árida y poco poblada llanura de La Mancha, que da origen a su nombre. “La Mancha” es un chiste constante en Don Quijote ; de ahí las referencias a sus “anales” (I, 60, 3), “archivos” (I, 32, 13; II, 402, 5) e “ingenios” (I, 126, 13), que se reúnen en la academia ridículamente denominada “de la Argamasilla”, 29 “lugar de la Mancha” (II, 402, 15-16). Don Quijote es famoso “no sólo en España, pero en toda la Mancha” (II, 54, 22), y Dulcinea debe de ser “la más bella criatura del orbe, y aun de toda la Mancha” (III, 398, 7-9; véase

también III, 159, 10-14).      Una mancha era, naturalmente, algo que un caballero debía evitar a    toda costa. Los caballeros andantes de los libros de caballerías iban acompañados de respetuosos jóvenes aspirantes o admiradores de la caballería. Don Quijote escoge, como “muy a propósito para el oficio escuderil de la cavallería” (I, 77, 15-16), un campesino de mediana edad, infeliz en su matrimonio, 30 cómicamente montado en un asno, 31 quien al principio no es más que un glotón gordo, locuaz, codicioso, estúpido e ignorante. El concepto que tenía Don Quijote de la caballería es una deformación de la ya distorsionada caballería andante de los libros de caballerías. Las hazañas son un paso hacia un fin amoroso; quiere ser útil, pero especialmente a las mujeres; la caballería, en resumen, significa para él servir a las damas.32 Este parecer, que es ahora el estereotipo de la caballería, ha llegado a la cultura moderna por medio de Don Quijote.33 Ningún tratado de caballería—no existen tratados de caballería andante—respalda esta interpretación,34 ni tampoco refleja adecuadamente los libros de caballerías españoles.35 Las mujeres que más quiere servir, y por quienes quiere ser servido, son doncellas (vírgenes). Don Quijote está fascinado por la lascivia de algunos libros de caballerías que, especialmente los de su favorito Silva,36 están llenos de doncellas que desvisten al caballero (IV, 68, 16-31), lo bañan desnudo (II, 372, 25-26) y se entregan a él “rendida[s] a todo su talante y voluntad” (II, 316, 21-22; también II, 389, 25-26). (El canónigo criticó la ligereza de las mujeres como un ejemplo de la falta de verosimilitud de los libros de caballerías [II, 342, 4-7], y ya he citado—pág. 94—el pasaje en que los ataca por ser “en los amores, lascivo[s]”.) Don Quijote introduce en el romance de Lanzarote, que para él es una historia lasciva (I, 167, 28-168, 8) y una de sus favoritas, una referencia gratuita a las doncellas que sirven al caballero,37 y en su descripción de la Edad de Oro, el elemento más importante es que las doncellas “andavan...por donde quiera” (I, 149, 12-14). Cuando realmente cree, “de todo en todo”, que es un caballero andante (III, 377, 11-15) es cuando las doncellas le sirven en el palacio ducal.38 Es la realización de sus sueños, que sólo había podido satisfacer imaginando que unas rameras eran doncellas (I, 61, 25-30). En su fantasía sobre la vida de caballero que cuenta a Sancho, el centro de atención está en la hija del rey, una doncella (I, 291, 2); en la historia que cuenta al canónigo las únicas personas que encuentra el caballero son doncellas, que le reciben, le sirven y se sientan junto a él. Y todas son hermosas (II, 370, 22-373, 24). No es extraño que Don Quijote parezca irritarse por su compromiso con Dulcinea que él mismo se ha impuesto.39 Podría decirse en defensa de Don Quijote que mientras su autor favorito es el lascivo Silva, su caballero favorito y guía de su conducta es el relativamente casto Amadís.40 Sin embargo, demuestra todavía más el mal uso que hace de los libros de caballerías al no tener en cuenta que, aunque tarde, Amadís se casa—Esplandián es su “hijo legítimo” (I, 96, 25)—y renegando del matrimonio como fin.41 Pronto olvida la profecía burlesca del barbero, que Don Quijote y Dulcinea se casarán y tendrán hijos (II, 327, 14-27). Don Quijote parodia aún más el amor de los libros de caballerías porque no utiliza ningún criterio en su servicio a las mujeres . No le importa a qué clase de mujer sirve; el caballero, según Don Quijote, debe servir a todas las mujeres, “qualesquiera que sean” (I, 349, 18). 42 Ni tampoco es necesario que las mujeres le pidan ayuda, como hacen Micomicona y la condesa Trifaldi.

Impondrá su ayuda a quienes no la necesitan, como la “princesa” del capítulo 8 de la Primera Parte; después de impedir que los cabreros sigan a Marcela, que no quiere saber nada de los hombres, la sigue él.43 Don Quijote también desfigura los libros de caballerías cuando dice que era “forçoso” para un caballero tener a una dama;44 para que nos demos cuenta de su error, en el mismo libro se lo señala.45 Es verdad que todos los protagonistas, y la mayoría de los caballeros secundarios, amaron a una o más damas. Sin embargo, si estaban enamorados, amaban a una dama de su misma clase social. Alonso Quijano escoge a una campesina, y piensa para ella un nombre tan ridículo como el suyo, “que no desdixesse mucho del suyo” (I, 56, 23); Dulcinea del Toboso es la pareja apropiada para Don Quijotede la Mancha.46 Aunque se nos diga al principio que Aldonza es “de muy buen parecer” (I, 56, 17-18), pronto nos enteramos de que tiene una voz fuerte y de que huele y se porta como un hombre (I, 363, 13-15 y 20-25; II, 66, 8). Probablemente Sancho escoge a una “soez labradora” como “Dulcinea”,47quien resulta que también huele y se porta como un hombre (III, 138, 19-24; III, 139, 26-27), debido a cierto parecido.48 Don Quijote esboza “dos cosas solas” que “incitan a amar más que otras, que son la mucha hermosura y la buena fama” (I, 366, 14-15). La mujer que elige para idealizarla no sólo carece de lo primero, sino que también carece, mucho más desastrosamente, de la otra atracción femenina. La virtud de Aldonza Lorenzo, cuyo nombre ya es vulgar,49 es frecuentemente puesta en duda. El Caballero del Febo, en su soneto introductorio (I, 46, 10), pone al lector en buen camino cuando dice que sólo por Don Quijote podría decirse que Dulcinea es casta. Sancho, que nos recuerda que “suelen andar los amores y los no buenos desseos por los campos como por las ciudades” (IV, 342, 1-3),50 está entusiasmado por la “nada melindrosa” Aldonza,51 quien se burla de todos,52 y le gustaría ir a verla enseguida, pues no la ha visto desde hace tiempo (I, 364, 3-4); este entusiasmo bien puede tener algo que ver con los celos de su mujer, de los que se queja.53 No tenemos que creer a Don Quijote cuando dice que los padres de Aldonza la han educado, como a Marcela (I, 160, 3-4), con “recato y encerramiento” (I, 363, 4-6); Sancho nos dice que aparece en la parte más visible del pueblo, el campanario, y difunde sus deseos a más de media legua de distancia (I, 363, 20-25). El propio Don Quijote confirma los fallos de Aldonza en este aspecto básico. Compara el amor que siente por ella con el de una alegre viuda por un “hombre soez, baxo e idiota” (I, 365, 3-25; adaptado). Alaba ridículamente, junto con las parte visibles de su cuerpo, sus partes íntimas.54 Dice que para él es suficiente pensar que es honesta (I, 366, 7-9), y está dispuesto a jurar que “está hoy como la madre que la parió”.55 Sus apreciaciones no borran el impacto que produce su comparación con las dos mujeres que, para los españoles del Siglo de Oro, eran, después de Eva, las peores de todos los tiempos: Helena, cuyo adulterio provocó la destrucción de Troya, y La Cava, por cuyo comportamiento sexual los moros ganaron España.56 De esta forma El Toboso será famoso por Dulcinea (III, 404, 18-25). Don Juan hace a Don Quijote la pregunta más ofensiva que se puede hacer a un enamorado: si su dama estaba “parida”,57 “preñada” o “en su entereza” (IV, 250, 26-27). Sin embargo, no podemos dejar este comentario con la explicación que Don Juan ha leído el libro de Avellaneda. Sancho nos dice que Aldonza tiene “çagales” (I, 363, 22). No son sus empleados (serían de su padre, si eso es que lo eran), y las connotaciones pastoriles de la palabra “zagales” confirman que

son sus amantes. En la España del Siglo de Oro, sólo una clase de mujer tenía varios amantes; de aquí la sorpresa de Sancho al saber que Dulcinea, “Emperatriz de la Mancha” (I, 84, 5-6), es en realidad Aldonza. La mujer que Don Quijote ha elegido para adorar, “de quien él un tiempo anduvo enamorado” (I, 56, 18), que Sancho conoce bien (I, 363, 13), pero a quien Don Quijote nunca ha hablado,58 es, en términos de Avellaneda, “una ...”, incluso “una grandíssima ...” (I, 47, 5).59 Aunque crea que todas las mujeres solteras sienten interés por él, y el “rechazarlas” parece satisfacerle mucho, en realidad los demás contactos de Don Quijote con mujeres no tienen más éxito. La primera mujer que toca su mano (II, 285, 28-29) lo deja maniatado (II, 286, 6-9); otra canta su caspa en verso (IV, 75, 16). Incluso a Maritornes, tan repulsiva que haría vomitar a cualquiera que no fuera mulero (I, 212, 20-21), Don Quijote tiene que cogerla y no soltarla. No es nada sorprendente, pues, que la honestidad sea su principal virtud (IV, 69, 5-7), ni que él sea “el más casto enamorado...que de muchos años a esta parte se vio” (I, 38, 20-22); “al cabo de mis años”, reflexiona para sí, “nunca he tropeçado” (IV, 114, 4-5). Convierte su incapacidad en una virtud con una nueva distorsión, que ha llegado a la cultura inglesa procedente de Don Quijote: que su amor, necesariamente casto, es platónico.60 Hay muchas otra formas en que Don Quijote embrolla y parodia y a los caballeros andantes literarios y sus seguidores. Siguiendo insensatamente lo que ha leído en sus libros, ilustra una de las características de la caballería literaria que Cervantes más desaprobaba: sólo luchará con los que él cree que también son caballeros, de acuerdo con lo que incluso él llama “las leyes del maldito duelo”. [1] 61 Se ridiculiza su clasificación de los caballeros como un grupo aparte. 62 [2] El ataque es clarísimo cuando no quiere ayudar a alguien que ha sido atacado por “gente escuderil” (II, 299, 6), el ventero Juan Palomeque (capítulo 44 de la Primera Parte). Los protagonistas de los libros de caballerías, sin embargo, consideraban el combate como último recurso. Amadís, modelo de Don Quijote, era “tardo en airarse y presto en deponer la ira” (III, 48, 18-19). El combate ineludible tenía unos fines similares a los que Don Quijote esboza en el discurso sobre las armas y las letras (II, 198, 8-11) y en el pronunciado a los rebuznadores (III, 346, 26-347, 8): restablecer las reinas a sus tronos, ayudar a los reyes a rechazar a los enemigos, eliminar las amenazas al orden público. Los soberanos que necesitaban ayuda a menudo pedían los servicios de los caballeros. A finales del siglo XVI España, y especialmente Castilla, era “tierra...pacífica” (I, 166, 29-30).63 El cautivo, el propio Cervantes, y Fernando de Saavedra, el gallardo español en la obra que inicia las Ocho comedias, emprenden, muy adecuadamente, actividades caballerescas de importancia nacional fuera de la península. Don Quijote, sin embargo, nunca considera una empresa semejante.64 Al quedarse en España, debe buscar ocasiones de combate, y forzar inocentes a luchar.     Deseoso de “meter las manos hasta los codos en esto que llaman aventuras”    (I, 119, 18-20), ataca ejércitos de ovejas, molesta a mercaderes pacíficos, y libera a criminales, a resultas de lo cual tiene que huir de la “Santa Hermandad” (I, 316, 15-318, 2). En su loco afán de gloria también ataca a molinos de viento, cueros de vino y títeres. Sus simulacros de actividades caballerescas no son inocentes: deja a un personaje con una pierna rota (I, 253, 21), a otro herido (I, 311, 19), y a un arriero con su cabeza “en quatro pedaços” (I, 72, 24-26; adaptado). Andrés ruega a Don Quijote que no le complique su vida con más ayuda (II, 77, 25-32).

Los caballeros literarios no tenían miedo. Don Quijote se asusta por el ruido de maquinaria accionada por agua (I, 275, 28-30), y el texto sugiere que no sólo teme a la Santa Hermandad, sino que miente acerca de su temor (I, 316, 23-317, 15). El narrador lo llama cobarde cuando no ayuda a Juan Palomeque (II, 299, 13). Deja a Sancho en peligro cuando huye de los rebuznadores (III, 349, 11-17; III, 350, 7-11). Los caballeros (III, 229, 20-25), e incluso los cabreros (I, 154, 9-14) sabían hacer medicinas con sustancias corrientes. La del cabrero es eficaz (I, 164, 2-4), pero el remedio que prepara Don Quijote le hace vomitar y produce diarrea a Sancho (I, 222, 23-224, 11). Como el cautivo, los caballeros andantes eran humildes y no buscaban la gloria, más bien la evitaban. Como los soldados, la conseguían con sus numerosas hazañas. Don Quijote quiere que su fama sea eterna,65 quiere conseguirla rápida y fácilmente,66 y le gusta alardear.67 Mientras los caballeros a menudo ocultaban su identidad,68 Don Quijote anuncia la suya a los que no la piden;69 el narrador nos especifica que era “vanaglorioso”.70 Los caballeros se alojaban en castillos. Don Quijote duerme en ventas, y no paga. Roba la bacía de un barbero, se la pone en la cabeza y afirma que es un yelmo famoso. Deja que Sancho se apropie de la silla del barbero. Es en este momento cuando Don Quijote proclama su honradez (I, 287, 15-21), una reivindicación en conflicto tanto con sus acciones como con sus palabras. Se esperaba que un caballero se adhiriera a unas normas morales tan altas, que no podía mentir nunca (“las órdenes de cavallería...nos mandan que no digamos mentira alguna”, I, 360, 5-7); incluso la palabra “mentís” significaba un desafío a duelo. 71 Los normas de conducta de Don Quijote, sin embargo, no son tan altas. En el primer capítulo se nos dice que “sobre todos [los caballeros andantes literarios] estava bien con Reinaldos de Montalván, y más quando le veía salir de su castillo, y robar quantos topava” (I, 52, 27-30). Un poco más tarde dice que él es este caballero francés deshonroso (I, 107, 16-17), “más ladrón...que Caco” (I, 98, 25), “amigo de ladrones y gente perdida” (III, 49, 30-31).72 Don Quijote desfigura el propósito de la caballería cuando la entiende como medio para adquirir bienes materiales. 73 Los caballeros andantes recompensaban a sus escuderos con territorio obtenido por herencia, y muy en segundo lugar por matrimonio; 74 la lucha por afán de lucro es la antítesis de la caballería. 75 El entusiasmo de Don Quijote por los criminales es, pues, una ridícula deformación de los principios de la caballería. Además de los galeotes, con quienes hace amistad, encuentra un alma gemela en Roque Guinart, un ladrón conocido (IV, 272, 27), buscado por el virrey.76 Con él, prendido de su caballeresca “nueva manera de vida”77 e impresionado por la fama de Roque (IV, 260, 6-8) y por sus “buenas y concertadas razones” y “buen discurso” (IV, 269, 7 y 10), Don Quijote se olvida de su propio principio, que cada uno es hijo de sus obras.78 Las obras de Roque no concuerdan con sus palabras; además de robar, mata ante los ojos de Don Quijote (IV, 273, 3), y no se contenta con vengarse, sino que quiere vengar a los demás.79 Don Quijote podría estar con él trescientos años (IV, 274, 7-9). Los argumentos y explicaciones sofistas de Don Quijote son otra fuente de humor, así como de admiración. Presenta la naturaleza de la bacía del barbero como si fuera una cuestión de gustos: “esso que a ti te parece bazía de barbero me parece a mí el yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa” (I, 356, 6-8). Si está en una jaula en un carro de bueyes, y no podía ser un

encantamiento, “podría ser que con el tiempo se huviessen mudado [los encantamientos] de unos en otros” (II, 358, 21-23). Creyendo que está cuerdo, dice que es mucho más virtuoso, “la fineza de mi negocio”, actuar locamente sin causa: “bolverse loco un cavallero andante con causa, ni grado ni gracias; el toque está desatinar sin ocasión” (I, 354, 9-12). Y así lo encontramos cabeza abajo, con sus ropas cayendo, “descubriendo [en las palabras honestas de Cervantes] cosas, que, por no verlas otra vez, bolvió Sancho la rienda a Rozinante” (I, 372, 11-13). ¿No son esas “las [más] estrañas locuras que buenamente imaginarse pueden” (I, 210, 31-32), las “mayores que pueden imaginarse” (III, 128, 10)? ¿No son suficientes para dar “gusto general a todo el mundo” (IV, 273, 26-27; también IV, 22, 17-18)? ¿NO ES, CON SU CASCO DE CARTÓN, BEBIENDO CON UNA PAJA, “LA MÁS GRACIOSA Y ESTRAÑA FIGURA QUE SE PUDIERA PENSAR” (I, 63, 30-31)? CERVANTES CREÍA QUE PODÍA ABRIRSE EL LIBRO AL AZAR Y SIEMPRE ENCONTRAR ALGO CÓMICO (I, 130, 7-9). No sólo es Don Quijote un héroe burlesco, su historia es un libro burlesco. Los sabios autores ficticios de los libros de caballerías españoles eran hombres juiciosos, cristianos o simpatizantes con la cristiandad. Los manuscritos se habían conservado cuidadosa y honorablemente.80 La historia de Don Quijote es contada por un perro de autor (I, 133, 4-5; también III, 67, 25), un moro, hecho que le entristece cuando lo sabe, pues “de los moros no se podía esperar verdad alguna; porque todos son embelecadores, falsarios y quimeristas” (III, 60, 28-61, 1). Este moro es un narrador incompetente, que constantemente da detalles innecesarios.81 Su historia se vende como papel viejo (I, 129, 26-27). Otros textos acerca de Don Quijote se descubren en una caja de plomo, no de oro (II, 401, 21). Don Quijote teme que su historiador morisco incluya “alguna indecencia” que perjudique “la honestidad de su señora Dulcinea” (III, 61, 2-5). Ya hemos visto como se trataba a Aldonza/Dulcinea, pero hay muchos más elementos ofensivos. En la historia de Don Quijote hay abundantes referencias al cuerpo, de larga tradición en el humor.82 En Don Quijote la gente huele,83 igual que los animales.84 Tienen chinches.85 Orinan86 y defecan.87 Las mujeres tienen la menstruación, o más bien, no la tienen las mujeres encantadas (III, 294, 6-10), de la misma manera que los encantados no hacen sus necesidades (III, 296, 13-14). Las mujeres solteras que no son honestas quedan embarazadas,88 resultado lógico de la lujuria que no vencen ni los animales89 ni algunos personajes menos refinados.90 El asno de Sancho suspira per anum, lo que su dueño y Don Quijote interpretan como un buen augurio.91 ¿He de añadir que la inclusión de tal material en un libro de caballerías, en cuyo noble mundo nunca se encuentra, es muy cómica?

El personaje perfilado es el protagonista burlesco de una obra burlesca, y no presta atención al lado positivo de Don Quijote. Pone de relieve a Don Quijote tal como es en la Primera Parte, que

Un segundo motivo por el que estos episodios no son tan humorísticos como Cervantes creyó que serían es que la corrección exige que la víctima del humor de algún modo se lo merezca.118      En la Primera Parte, el orgullo y los errores de Don Quijote, y la codicia de Sancho,    hacen que sus infortunios y apuros sean consecuencias satisfactorias.119

Incluso en la Primera Parte, Don Quijote es moralmente superior a los que se divierten con él, como Maritornes y la hija del ventero.131 Cuando otros personajes describen la realidad—la bacía

y la silla—con mentiras, y se produce una riña, parece que Don Quijote tiene razón cuando para la lucha, valiéndose de “persuasión y buenas razones” (II, 301, 7-8), y explica que el diablo ha hecho que la venta parezca el campo de Agramante.132 Aunque el contexto sea de burla, su amor gana en nobleza cuando señala que hay muchos precedentes de su dama imaginaria, y que su creencia o fe en Dulcinea es la consideración más importante (I, 365, 26-366, 28). El resultado de la combinación de su orgullo y egoísmo (II, 282, 28-283, 20) con su inclinación por la “idea de todo lo provechoso, honesto y deleitable que ay en el mundo” (II, 282, 26-28),   133      es igualmente    ambiguo. Su ambigüedad se ve incluso en la primera salida, ya en los capítulos 2 y 3, cuando inspira temor al ventero y a los arrieros (I, 62, 15-17; I, 73, 25-27), y logra ganarse el respeto y el tratamiento apropiado de las rameras de la venta (I, 75, 5-30). Le mueven nobles principios, por los cuales está dispuesto a sacrificarse—al contrario de, por ejemplo, Diego de Miranda: en resumen, quiere “hazer bien a todos y mal a ninguno” (III, 391, 3-4).

El texto ofrece una explicación: el vínculo entre el humor y la inteligencia. Cervantes lo indica en primer lugar con Dorotea, quien es a la vez “discreta” y “de gran donaire” (II, 50, 5-6); sigue inmediatamente con la primera alusión a su propio genio cómico (II, 62, 5-13), y con la revelación de la discreción de Sancho.175 En la Segunda Parte, sin embargo, este aspecto se repite en diversas ocasiones. “Las gracias y los donaires, señor don Quixote, como vuessa merced bien sabe, no assientan sobre ingenios torpes”, dice la duquesa.176 “No puede aver gracia donde no ay discreción”, añade Cide Hamete (IV, 65, 31-32). El mismo Don Quijote dice que para ser bobo se debe ser excepcionalmente discreto (III, 69, 9-11). Sus locuras de la Primera Parte se convierten en discretas locuras en la Segunda Parte.177 Un motivo todavía más importante para la creación de la faceta extremadamente buena de Don Quijote era provocar la risa y la admiración con su contraste con la faceta extremadamente loca. En términos de Cervantes, es el contexto positivo de un personaje admirable y agradable lo que hace destacar la palabra o la acción que produce humor; como dice López Pinciano, no es exactamente “lo feo” lo que es divertido, sino “alguna fealdad”. Podemos llegar a esta conclusión por el trato semejante que se da a Sancho. Si Don Quijote es un cuerdo loco, Sancho es un tonto discreto.178 En el mismo discurso, Don Quijote dice que Sancho “duda de todo y créelo todo”—no podría pedirse una declaración más explícita de una caracterización contradictoria—y que es “uno de los más graciosos escuderos que jamás sirvió a cavallero andante”; “el pensar si es simple o agudo causa no pequeño contento” (III, 404, 27-405, 1). La duquesa relaciona los aspectos positivos de Sancho, el humor y la inteligencia: “de que Sancho el bueno sea gracioso lo estimo yo en mucho, porque es señal que es discreto” (III, 374, 12-14). En el texto se presenta el contraste de la personalidad de ambos en términos muy similares, por lo que podemos llegar a la conclusión que las facetas opuestas de los dos personajes tienen la misma función. Sancho “se despeña del monte de su simplicidad al profundo de su ignorancia” (III, 154, 27-28; adaptado), y Don Quijote “se despeña de la alta cumbre de su locura hasta el profundo abismo de su simplicidad” (III, 37, 18-20; adaptado). “Parece que los forxaron a los dos en una mesma turquessa.”179

Lo que tenemos que sacar en claro de todo eso es que Don Quijote es un personaje sumamente positivo, no sólo “el más delicado entendimiento que avía en toda la Mancha” (I, 92, 9-10), sino también un hombre de acción culto y sensato, el personaje más positivo que Cervantes podía crear, un personaje muy parecido a él mismo. Al mismo tiempo, el texto nos dice muchas veces y después nos recuerda que nos lo ha dicho,180 en el tema de la caballería está loco, increíblemente loco, “rematadamente loco” (IV, 322, 3), “el mayor loco del mundo” (III, 227, 21), una combinación que asombra a los que encuentra. Es precisamente porque un hombre tan admirable tenía “el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo”,181 que expresaba con locuras que “llegaron...al término y raya de las mayores que pueden imaginarse” (III, 128, 9-10), que iba a ser “el más gracioso...hombre del mundo” (IV, 273, 14-15). Algunos lectores, naturalmente, encontraron a Sancho más gracioso (III, 65, 29-31; III, 394, 26-30), por cuyo motivo se amplió su papel. Al principio de este capítulo se mencionó una posible explicación: que las palabras, que pueden ser más variadas que las acciones, son intrínsecamente más graciosas. Pero me gustaría sugerir una explicación más: que Sancho también es más gracioso porque sus dos facetas contrastan más dramáticamente; es más contradictorio y menos coherente. En Don Quijote existe cierta coherencia, por más contradictoria que sea su personalidad. Es coherente en su visión de sí mismo como caballero andante, sometido a ciertas reglas, amando a su dama, intentando ser útil, y cerrando los ojos ante el conflicto entre el mundo fantástico de sus libros y el mundo real en el que vive. Coherentemente basa su vida y su filosofía en lo que ha leído, y, como ya se ha dicho, está loco hasta el último capítulo, aunque su locura va disminuyendo lenta y sutilmente.

LA INFLUENCIA DEL QUIJOTE EN LAS IDEAS ESTÉTICAS DE LUIOI PIRANDELLO

en su ensayo El humorismo de 1908 en el que Pirandello se refiere a la obra de Cervantes, El Quijote, como máximo exponente del humorismo.27

El humorismo, comenta Pirandello, consiste en lo que él llama "el sentimiento

del contrario", provocado por la reflexión profunda. El humorismo se da a dos

niveles, primero en uno más superficial llamado "l'avvertimento del contrario", es

decir lo cómico y segundo, en uno más profundo, lo que Pirandello llama "il sentimento

del contrario", la reflexión que deja de lado lo cómico y muestra el lado trágico

de la situación o el personaje. 29

"Veo a una anciana señora, con los cabellos teñidos, untados de no se

sabe bien que horrible grasa, y luego burdamente pintada y vestida con ropas

juveniles. Me echo a reír. Advierto que esa anciana señora es lo contrario de lo

que una anciana y respetable señora tendría que ser. Así puedo, de buenas a primeras

y superficialmente, detenerme en esta impresión cómica. Lo cómico es

precisamente un advertir lo contrario. Pero si ahora en mi interviene la reflexión

y me sugiere que aquella anciana señora tal vez no encuentra ningún placer

en vestirse como un loro, sino que tal vez sufre a causa de ello y lo hace

sólo porque se engaña piadosamente y piensa que, vestida aSÍ, escondiendo sus

arrugas y sus canas, conseguirá retener el amor de su marido, mucho más joven

que ella, entonces yo ya no puedo reírme como antes, porque precisamente la

reflexión, trabajando dentro de mí, me ha hecho superar mi primera observación,

o más bien, me ha hecho penetrar en ella: de aquella primera observación

de lo contrario me ha hecho pasar a este sentimiento de lo contrario. Esta es

toda la diferencia que hay entre lo cómico y lo humoristico" (6)6..29

El papel del humorista es precisamente desenmascarar la realidad

y llegar a la trágica conclusión de que tras estas máscaras no se esconde verdad

absoluta alguna. Veamos entonces porqué Don Quijote puede ser considerada una

obra humoristica. 29

Pirandello en su ensayo comenta ineludiblemente la figura de Don Quijote

como máximo exponente del humorismo. El ideal caballeresco profesado por el caballero

andante no concuerda con la realidad de los nuevos tiempos y es precisamente

de ese desajuste (entre lo real y lo ideal) de donde nace la naturaleza humorista del

personaje cervantino.29

Pirandello relata en El humorismo que si bien nos reímos con las desgracias

del caballero andante acto seguido pasamos a considerar el sentimiento del contrario

y la imagen de Don Quijote se vuelve trágica.29

Tenemos una representación

cómica, pero de ella emana un sentimiento que nos impide reír o nos

turba la risa de la comicidad representada; nos la amarga. A través de lo cómico,

tenemos, en este caso también, el sentimiento de lo contrario" (8)'.30

En la primera parte de la novela vemos como Don Quijote trata de convertirse

en un caballero andante. Se arma, busca un escudero (Sancho), un rocín, una

amada (Dulcinea) y aventuras que vivir. Como podemos ver en múltiples ejemplos a

lo largo del texto trata de transformar la realidad y siempre fracasa ya que su modelo

es anticuado y no funciona en el mundo moderno. En esta primera parte es el autor

y el lector el que desde una perspectiva humorística llegan a la reflexión profunda a

través de la oposición de contrarios. Sí, es posible soltar una primera carcajada cuando

Don Quijote elige para su empresa al rocín más débil como aliado en sus aventuras

o a Sancho como escudero. Sin embargo, cuando contrastamos la realidad ridícula

de Don Quijote con su ideal de caballero andante irrealizable sentimos pena y compasión.

Si recordamos las palabras de Pirandello a propósito de la novela cervantina

"Tenemos una representación cómica pero de ella emana un sentimiento que nos

impide reír" (4).

el de la venta encantada, o el vapuleo de Andresillo o el de

los galeotes. En este episodio en particular Don Quijote ve la oportunidad de ejecutar

su oficio heroico. No entiende el nuevo concepto de justicia en el mundo moderno

porque en su universo caballeresco la justicia la ejecutan los mismos caballeros y

sólo Dios es el encargado de castigar a los hombres 31

Cervantes muestran constantemente los límites borrosos entre la ficción y la realidad.

Ambos autores cuestionan la realidad poniendo la ficción en el mismo plano para

demostrar la dificultad que conlleva establecer los límites entre ambas31

El humor y su concepto. Humor, humorismo y

Comicidad

 

Theodor Lipps, en su ensayo sobre lo cómico y el humorismo –Komik und Humor–, afirma que

«el humorismo es el sentimiento de lo sublime en lo cómico y por lo cómico»3

Sin embargo, continúa, ello no impide que lo cómico sea un posible medio para la

obtención de placer estético si la negación que supone la comicidad sirve para realizar por

contraste lo positivo o sublime de un valor negado, en este caso se habla de humorismo.5

La comicidad

puede venir del deseo de reírse de algo o de alguien que consideramos inferior o de una simple

necesidad de exteriorización lúdica. El humorismo se origina al calor de un escepticismo

político, existencial o de cualquier otro tipo. La comicidad es un fenómeno más superficial que

el humorismo, en cuanto su función principal es hacer reír, divertir o, en el peor de los casos,

agraviar. La comicidad nos hace reír y nos entretiene, el humor nos hace reír y pensar. La

comicidad es situacional: torpeza, ridiculez, absurdo, incongruencia y está en relación con las

limitaciones de los individuos. El humor juega con las «insuficiencias de la condición humana».

Encierra la crítica incluyendo también al sujeto. En su ensayo Pirandello lo define así: «En el

humorismo, la reflexión no se esconde, no permanece invisible sino que se pone ante la emoción

inicial como un juez, la analiza, desapasionadamente, y descompone su imagen. Sin embargo, de

este análisis, de esta descomposición, emana otro sentimiento: aquel que podría denominarse el

sentimiento de lo contrario».7

EL humorismo DE CERVANTES

 

la que identifica lo humorístico a lo c6mico;

y la que, aislimdolos radicalmente, hace del humorismo una

filosofía o un arte _de existir

el humorismo es

un arte ambiguo y contradictorio, m6vil y desconcertante,

una especie de continua y :reversible negaci6n afirmativa, que

se hurta a las afirmaciones escuetas, a las preceptivas y a

las definiciones.

EL HUMORISMO DE CERVANTES 129

Éste es Menéndez y Pelayo cuando dice •—refiriéndose precisamente

a la obra cervantina— que corre por sus páginas

"una especie de indulgencia estética".2' Se invierte aquí el

orden, y la importancia de los términos; ya no es ingenio

y amor, sino amor e ingenio; rnás aún, amor ingenioso —'Sustantivo

el primero y solamente adjetivo el segundo—• benevolencia

que opera a través de la gracia, hecha procedimiento

artístico; en definitiva, indulgencia estética.

El humorismo cervantino es una realidad viva

La manera de ser o naturaleza íntima

del humorismo de Cervantes es profundamente humana y

cordial, y corresponde a ese amor que dijo Thackeray; a

esa indulgencia de que habló don Marcelino. Su manera

de actuar es un procedimiento expresivo en el que el ingenio,

esto es, la ironía, la gracia, el donaire, la burla, el chiste

y, en general, la comicidad de muy diversos matices y calibres, aun los más gruesos, alcanza la más plena categoría

estética. Esta manera de actuar es intelectual, precisamente

por ser cómica —ya Bergson hizo notar que lo

cómico pide una anestesia momentánea del corazón para dirigirse

a la pura inteligencia—;3 pero se ejerce a impulso

de esa moción cordial profunda, que es característica del

humor de Cervantes.

NATURALEZA DEL HUMORISMO CERVANTINO

Busco un símbolo eficaz de la manera de ser de este

humorismo,

. Aquí está precisamente el

símbolo de la expresión humorística cervantina, en la cual,

la acción de fuerzas de signo opuesto amenaza constantemente

derribarla ora a un lado, ora a otro; pero una dinámica

especial la sostiene en pie, siempre tendiendo a

uno u otro extremos; pero sin dejarse caer hacia ninguno

de ellos.

Quizá este ejemplo resulte aclaratorio de mi pensamiento

cuando digo que las dos notas características de la naturaleza

o manera de ser del humor cervantino son el equili-

: brío inestable y el dinamismo equilibrador.

EL HUMORISMO DE CERVANTES 131

EQUILIBRIO INESTABLE

Dos son los puntos de vista, desde los cuales es menester

considerar este aspecto. Desde uno de ellos, los dos extremos

o puntos de atracción entre los que se da el inestable

equilibrio humorístico son el sentimiento y el pensamiento;

desde el otro, el ideal y la realidad.

Sentimiento y pensamiento.

Es curioso observar cómo la mayoría de los autores tiene

que hablar de "pathos" al llegar a tratar del humorismo.

Dice, por ejemplo, el diccionario de Oxford: "El humor es

una imaginación jocosa, menos intelectual, más simpática

que el ingenio". Para Juan Pablo Richter el humor no es

"otra cosa que lo cómico romántico", esto es, lo cómico impregnado

de sentimiento, muy diverso de la burla satírica,

fríamente intelectual.4 Freud también habla de sentimiento,

sólo que, fiel a sí mismo, no lo acepta como elemento

del humor, sino que hace del humor un proceso de defensa

contra el sentimiento.5 De hecho, si la comicidad se dirige

a la pura inteligencia, el humor, mucho más humano, se

endereza al hombre íntegro: a su entendimiento y a su

sensibilidad.

En Cervantes, humorista esencial, se perciben constantemente

el hálito de la emoción y el calor del sentimiento.

Pero en el complejo humorístico cervantino, sentimiento y

pensamiento coexisten, ligados por una interacción modificadora,

y entre ellos se establece ese equilibrio inestable

pero sostenido, tan semejante al que se da, en muchos aspectos,

en la vida misma.

. 132 TERESA AVELEYRA

Ese "dominio moral", en otras palabras, ese

equilibrio entre emoción e inteligencia, es nota distintiva de

la obra humorística de Cervantes.

Hablemos primero del SENTIMIENTO. Un profundo y patético

sentido humano está presente en todas y cada una de

las páginas netamente cervantinas, y ofrece en ellas una

gama tan vasta de matices, que estudiarlos sucesiva y detenidamente

requeriría un tratado específico. Vayamos, pues,

a grandes saltos, desde lo que se puede considerar negativo

•—la ausencia de sentimientos adversos—• hasta esa cumbre

de humanismo, vitalmente sentido y estéticamente expresado,

que es el      Quijote.   

El escritor genial injustamente postergado;

el caballero acusado y castigado sin culpa; el autor

suplantado e insultado por un enemigo anónimo; el hidalgo

pobre, ofendido por el desprecio o la lástima; el hombre

que nació para ser amado comprensivamente, y no lo fue;

EL HUMORISMO DE CERVANTES 133

Hay comprensión benevolente que penetra la

corteza, muchas veces áspera, de lo humano individual y colectivo;

comprensión cuya manifestación suprema "consistirá en llegar a sentir igual simpatía por el fondo último del

individuo y por los aspectos que recubran aquél, maravilla

realizada plenamente en la proyección de las existencias de

Don Quijote y Sancho".9

¿Qué cosa es el mismo Quijote, sino la historia risible y

conmovedora, admirable y genuina como la vida misma, de

una grande, extraordinaria amistad?

134 TERESA AVELEYRA

".

Pero lleguemos, por fin, a la cumbre: en el Quijote y en

Don Quijote, el patético sentido humano cervantino alcanza

su máxima expresión. "La simpatía por la cuita angustiosa

es lo primario en la actitud quijotesca." "Para Don Quijote

él contacto humano se establece en la zona intraindividual,

en la intimidad dolida, lo cual es, después de todo, cristianismo

esencial..." (A. CASTRO, op. cit., p. 329). El sentimiento

solidario se manifiesta allí con sinceridad vital; la ternura

del autor por sus criaturas está llena de afectuosa y

comprensiva generosidad —llamémosla, por su nombre verdadero

: caridad— que va, más allá de todas ellas, hacia la

humanidad que representan.

Tal es, a grandes rasgos descrito, el elemento primario

del sentimiento de Cervantes, percibido a través de su obra.

Mas si Cervantes lo'hubiera expresado así, directa y llanamente,

sin tensión contraria alguna, hubiera sido, a lo sumo,

un escritor cordial, pero no un humorista. Era preciso que

existiera —y existe— el elemento de oposición, el pensamiento

que es vuelta sobre sí mismo y sobre los demás, plena

conciencia; y esto, dado en un temperamento peculiar,

que inclina a la observación risueña o ingeniosa. Este factor

temperamental es importantísimo, porque de él resulta que

lo que en otro escritor sería densidad reflexiva, o por lo

menos, pensamiento normalmente serio y discursivo, en el

.humorista —aunque en su momento haya sido hondísima y

EL HUMORISMO DE CERVANTES 135

larga reflexión—• en el acto creador es una pura intuición

casi emotiva. Esta intuición —aunque sutil penetradora de

hondas verdades filosóficas y humanas— se expresa mediante

los recursos característicos del humorismo, que son chispazos

del ingenio y palpitaciones cordiales.

. En

el "humor en general/y muy particularmente en el cervantino,

esa interpenetración modificadora de pensamiento y

sentimiento, halla su equilibrio      en una peculiarísima resolución

psicológica hacia lo que Pirandello llama, muy acertadamente,

sentimiento de lo contrario^0

El sentimiento de lo contrario está en el meollo mismo

del humor, es típicamente humorístico y totalmente diverso

del simple advertimiento de lo contrario que, dentro de ciertas

condiciones, pertenece al orden de lo cómico. El advertir

simplemente la contradicción que hay en las cosas, suele

ser factor de comicidad y motivo de risa; pero si al hecho

de advertirla se suma el de sentirla, la risa no podrá ya ser

franca y despreocupada, sino desconcertada y ambigua. Reiremos,

sí, pero •—como el mismo Cervantes dice, con feliz expresión—•

a "media risa" (Persiles, II, 8).

El sentimiento de lo contrario es esencialmente móvil

y reversible: puede partir de lo cómico para subir al nivel

humorístico;      o descender de un estrato superior perteneciente

a lo suprarreal, hacia ese mismo nivel. Pondré los ejemplos

convenientes a ambos casos:

136 TERESA AVELEYRA

Inversamente,

parte de lo sublime, cuando nos arrebata el sentimiento

de admiración por algún hecho heroico; y desciende a lo

humorístico cuando advertimos que ese hecho fue totalmente

ocioso e innecesario. Sentimos la contradicción entre la

excelsitud de ese acto y la limitada realidad que no lo acepta,

porque no lo necesita. Esta contradicción es semi-risible y

semi-dolorosa. Y no es que el objeto humorístico, en el primer

ejemplo, por llegar a ser patético, deje de ser cómico; ni

que en el segundo, por venir a ser risible, deje de ser admirable;

sino que en ambos casos es las dos cosas simultáneamente:

hilarante y conmovedor; grande y pequeño; seriorisueño;

tristealegre...

Esta ambigua vivencia es el sentimiento de lo contrario,

en el cual se resuelve —en inestable y dinámico equilibrio—

la tensión entre el sentimiento cordial y el pensamiento ingenioso.

Fluye y refluye constantemente por toda la obra

humorística de Cervantes, a la que da la más plena ambivalencia

seriocómica y tristealegre. "Escritor alegre" se llamó

a sí mismo el autor del Quijote. Mejor hubiera hecho en llamarse

"escritor tristealegre". En efecto, la profunda tristealegría

cervantina se manifiesta con todos los-matices, de

todas las maneras y por todos los procedimientos, desde los

más ingenuos •—en algunas de sus obras de tanteo humorístico—•

hasta los más perfectos y admirables. Creo inútil

-decir que esa perfección alcanza su cumbre absoluta en el

•segundo Quijote.

El humor cervantino puede adoptar, con absoluta coii-

-veniencia, el lema que, expresado por el renacentista Gior-

•dano Bruno, ha sido considerado por nuestro contemporá-

•neo Pirandello, como propio del humorismo: "In tristitia

"hilaris, in hilaritate, tristis." También se puede decir que

;posee ese rostro bifronte —como el de Jano— de que habla

teste mismo autor. Su dualidad fisonómica más saliente es

la tristealegre, la simultáneamente grave y risueña; pero

;también ofrece otras: la ensimismada y fría del hondo o

EL HUMORISMO DE CERVANTES 137

agudo pensamiento, junto a la abierta y generosa del sentimiento

fraternal; la distante e iluminada del idealismo, junto

a la rústica y satisfecha del más realista sentido común...

Pero esto último me conduce ya a tratar el segundo aspecto

de este equilibrio inestable de que vengo hablando.

Ideal y realidad.

Muchos autores ignoran o niegan la tendencia ideal trascendente

del humorismo. Pirandello, por ejemplo, afirma

que un ideal no significa, por sí solo, disposición para el

humorismo; sino que, por el contrario, la dificulta. A esto

podría responderse que si el ideal dificulta la génesis humorística,

el humorismo que surge en contra de ese obstáculo

es de mayor fuerza y mejor ley que el que sólo brota de la

disposición natural. Y el mismo autor concede: "...SIN EMBARGO,

PUEDE SER HUMORISTA QUIEN SIENTA UNA FE, UNA ASPIRACIÓN

O UN IDEAL, Y A SU MANERA LUCHE POR ELLOS [...] Y EN

TAL CASO, EL HUMORISMO QUE DERIVA DE OTRAS CAUSAS ADQUIRIRÁ

CIERTAMENTE, POR ESA CIRCUNSTANCIA, MAYOR CALIDAD, COMO LA

ADQUIRIRÁ DE TODOS LOS DEMÁS ELEMENTOS ESPIRITUALES EXISTENTES

EN TAL O CUAL HUMORISTA" (OP. cit., pp. 154 y 156).

La relación ideal-realidad, impugnada por algunos como

elemento del humorismo, ha sido defendida y sostenida por

muchos más. Richter habla de "comparación entre el pequeño

mundo finito y la idea infinita"; Carlyle, de una mirada

que dirigimos más arriba de nosotros mismos, pero también

a nuestro alrededor y más abajo; Enrico Nencioni menciona

"el sentimiento y la meditación del desacuerdo entre la vida

real y el ideal humano"; Lucini define al humorista como

aquél que "advierte los hechos con el dolor de no poderlos

describir como querría que fueran [ideal] sino como son,

por desgracia" [realidad].11 Bergson, aunque en su teoría

de lo cómico roza apenas el tema del humor y considera a

éste de manera muy estrecha •—corno parte de la sátira, juntamente

con la ironía— alcanza a manifestar su orienta-

138 TERESA AVEI^YRA

ción ideorrealista a este respecto. Considera, más bien, una

especie de humor-moralista, y dice que consiste en una transposición

de lo moral a lo cientíñco, esto es, del debería ser

moral a lo que realmente es en ese -mismo aspecto, fría y

científicamente visto y expresado. Para el filósofo francés,

la ironía y el humor son casos opuestos de transposición ideorrealista:

la ironía sube de lo que es (realidad) a lo que debería

ser (ideal), y lo expresa como si así fuera en verdad;

el humor baja de lo que debería ser (ideal) a lo que es

(realidad) y lo expresa afectando creer que así debería ser

(cf. op. cit., p. 97)

Para mí, el ideal, como meta humana invisible y superior,,

diversa de la realidad actual y presente —hito más o menos,

elevado, de orden espiritual o práctico— se encuentra, o

por lo menos puede encontrarse, como elemento de mayor

riqueza y complejidad, en la raíz misma del humor.

El humorista suele ser —y esto es evidente en el caso

de Cervantes—• un idealista desengañado, cuyo ideal sobrevive,

merced a una conformación con la realidad . Idealismo

y realismo aquí se dan la mano y se conciertan   , además,,   

de una manera originalísirna,      -para entrar juntos por el cauce   

de lo cómico. Esta última característica es indispensable. No

se trata de un ideorrealismo puro, como el que alcanza la

más acabada perfección en La Gitanilla, donde la fusión de

lo ideal y de lo real se efectúa por procedimientos, aunque

admirables por su equilibrio y aptitud, algo fríos y, desde

luego, equidistantes de esos dos polos del humorismo, que

son lo patético y lo risible. En Cervantes humorista se trata

de un ideorrealismo      de derivación cómica,      que quizá podríamos   

llamar ideorrealismo humorístico, o realismo humorístico

cabal. Digo cabal, en cuanto que Cervantes considera

toda la realidad, con sus restricciones y limitaciones, pero

también con su profunda implicación ideal; con sus bajezas,

miserias y vulgaridades, pero también con sus rasgos, actuales

o posibles, de nobleza y dignidad; con su pesada y

torpe materialidad, pero también con su espiritualidad ligera

y ascendente. Hay una "presentación abierta del entrejuego

entre la materia y el espíritu, no oposición entre

los dos que permita, desde el espíritu, el rechazo de la rnaEL

HUMORISMO DE CERVANTES 139

teria [...] o al revés, desde la materia, el rechazo del espíritu".

12 La enumeración

sería inacabable. Llegaré, pues, al Quijote: creo imposible

hallar otra creación de la literatura universal en donde

la síntesis vital de lo ideal y de lo real se dé con mayor

eficacia humana y con mayor perfección estético-humorística.

En la obra de humor cervantina, el ideal tiene dos características

fundamentales; la primera, que no se exterioriza

franca y ostensiblemente. La tendencia idealista de Cervantes

es profunda, tan profunda que no aflora a la superficie

de su obra —insisto en que me reñero a su producción de

12 C. BLANCO AGUUSTAGA, "Cervantes y la Picaresca. Notas sobre dos

tipos de realismo", Nueva Revista, de Filología Hispánica, México,

xi (1957), p. 340.

140 TERESA AVELEYRA

tipo humorístico y no idealizante— y se ve obligada a actuar

en forma mediata, a través de elementos próximos de

apariencia trivial y hasta risible. No confronta directamente

lo finito con lo infinito, lo real cotidiano con las superiores

y universales leyes divinas y humanas; sino que refiere esa

realidad, como medio, a menudencias aparentes que, sin

embargo, dentro del procedimiento humorístico, tienen un

importante papel, como se verá más adelante.

El segundo carácter distintivo del ideal cervantino es la

restricción o disminución. Esa restricción se ha efectuado,

en el orden psíquico, a través del desengaño, mediante una

gran dosis de sólido buen sentido, y aun—lo diré de una vez—

de" rastrero sentido común. A este respecto, Pirandello, que

sólo de mala gana admite la tendencia idealista del humor,

se ve obligado a entrar de nuevo en el camino de las concesiones

cuando escribe: "Señalar en el humorismo un particular

contraste entre el ideal y la realidad equivale a

considerarlo superficialmente y desde un solo punto de vista

C . . . ] pero cuando lo hay C . . . ] habrá de ser presentado

de tal modo que ese ideal se vea a sí mismo como descompuesto

y limitado" (op. cit., pp. 208 y 209).

En el orden de la ejecución artística, la restricción del

ideal se efectúa por medios cómicos, de cuyo hábil y equilibrado

empleo depende el cariz verdaderamente humorístico

—y 110 puramente hilarante, o bien, agresivamente destructivo

(como en el caso de la burla quevedesca)— de la

obra. Cervantes humorista —sobre todo el del Quijote — se

caracteriza precisamente por esa habilidad y ese equilibrio.

EL HUMORISMO DE CERVANTES 141

La genialidad de Cervantes estriba

en regir con mesura la empresa de revertir los mitos y el

ideal".13 Esa mesura constituye un extraordinario privilegio

del humanismo, altamente constructivo, del "escritor alegre",

La carcajada de su buen sentido no destruye la aspiración

ideal; le cercena, tan sólo las excrecencias monstruosas de

la soberbia o de la loca fantasía; no empequeñece al hombre,

únicamente lo reduce a sus justas proporciones; no aniquila

en el ridículo, sino que, ante el derrumbarse de un ideal

—que era más bien una hinchada ilusión— pone los cimientos

de una nueva edificación, en un realismo lleno de sensatez.

Así, disimulado y restringido, pero restringido con

mesura, el ideal sobrevive y actúa, como un oculto y poderoso

fermento, en toda la obra humorística de Cervantes.

Ahora bien, de la fluctuante igualdad 'de fuerzas entre el

impulso ideal y la concepción realista, resulta el difícil equilibrio

humorístico. Su estabilidad amenaza romperse constantemente,

con la relajación instantánea de una u otra de

estas fuerzas; pero en las mejores y más vivas expresiones

humorísticas, esto no llega a ocurrir. Apenas el sentido común,

desnudando el ideal de sus galas solemnes y mentirosas,

lo ha reducido a un simple fragmento de realidad; el

fermento idealista revela que esa realidad, con sus limitaciones

y su apariencia tal vez mezquina, está encinta de valores

humildes, pero no despreciables. El equilibrio más logrado

tiene que ser el más dinámico, tanto, que el constante y rápido

movimiento llegue a percibirse como la inmovilidad de

un equilibrio perfectamente estable. Y vuelvo al ejemplo de la

peonza: cuanto más rápida, uniforme y perfectamente gira,

más parece que está quieta sobre su vértice, y aun hace decir

al niño que la ha lanzado que está "dormida". Así, las más

grandes y valiosas expresiones humorísticas de Cervantes no

necesitan hacer ostensibles, en vaivenes violentos, las tensiones

contradictorias que las animan. A este respecto •—claro

está— hay que mencionar en primer término al Quijote ;

142 TERESA AVELEYRA

. En este

tipo de expresiones cervantinas —y hay que volver a recordar,

mil veces y siempre, al Quijote— "los dos elementos

antagónicos se sostienen y apoyan el uno al otro. Su convergencia

anega su individualidad, y crea una nueva unidad

tensa, cuyo equilibrio se hace posible por el confluir de dos

corrientes de signo contrario. De aquí el constante dramatismo,

la acción permanente". Estas palabras de Casalduero

(op. cit.} p. 159) sugieren casi la imagen de la peonza que

gira guardando, en su incesante movimiento, el difícil equilibrio.

DINAMISMO

Después de las últimas consideraciones, no será menester

insistir demasiado en el hecho evidente de que un dinamismo

equilibrador, de signo positivo, es la otra característica fundamental

de la "manera de ser" del humor de Cervantes.

En él, la tensión entre los contrarios se resuelve, gracias al

movimiento, en un equilibrio que representa la vitalidad más

positiva.14

EL HUMORISMO DE CERVANTES 143

También en otro sentido —y no menos importante— puede

hablarse de dinamismo en Cervantes. Su humorismo, literatura

que, superficialmente considerada, parece apta sólo para

entretener ocios o divertir en forma intrascendente es, en su

mayor profundidad, literatura dinámica. No quiero decir

literatura pragmática, que tenga por fin primordial impulsar

al lector a tal o cual actuación práctica, a la manera, por

ejemplo, del escrito moralizante o demagógico; sino literatura

íque, sin desviarse un punto de su finalidad estética

esencial —más aún, alcanzándola con una plenitud rara vez

igualada—• es capaz de mover, de alguna manera, el espíritu

del hombre. Volvámonos, una vez más, hacia el Quijote. Según

la expresa declaración de Cervantes, fue escrito para que

"el melancólico se mueva a risa [y] el risueño la acreciente";

pero el genio subconsciente del autor sobrepasó en mucho a

su intención consciente, si es que ésta fue, únicamente, la de

hacer reír a los hombres. El Quijote —y con él todo el resto

de la mejor producción humorística cervantina— ha movido,

mueve y moverá aún poderosamente el espíritu humano. Su

elevado humorismo —como la tragedia— produce una catarsis;

pero esta purgación se orienta, contrariamente a la dirección

trágica, en un sentido optimista. En la tragedia, el

hombre sucumbe fatalmente bajo el peso de un alto destino

ineludible y de su propia grandeza; gracias al humor, el hombre

sobrevive, a condición de aceptar sus limitaciones y transformarlas

en motivo de un nuevo impulso, tanto más efectivo,

cuanto más fincado en la realidad.

El optimismo humorístico cervantino no es excesivo, ni

apriorístico, ni simplista. Nace paradójicamente del desencanto

y de la propia desilusión y consiste, más bien, en una

pasión e indiferencia— vive, esto es, actúa, con mayor o menor capacidad

de equilibrio entre los opuestos puntos de atracción, con

mayor o menor aptitud de perfección en ese vital e incesante movimiento.

144 TERESA AVELEYRA

EL HUMORISMO DE CERVANTES 145

En este sentido, la obra cervantina es la más perfecta realización

estético-humorística, de una de las más positivas,

nobles y realistas posturas que el hombre puede adoptar ante

la vida. Su valor humano y social trascendente, y su sentido

constructivo y recreativo •—en todas las acepciones de esta

palabra—• le dan una extraordinaria vigencia actual. "En

nuestro mundo, tenso hasta el punto de ruptura, no hay nada

que pueda sobrevivir a la seriedad excesiva. El humor es el

único remedio que afloja los nervios del mundo sin adormecerlo,

le da libertad de espíritu sin volverlo loco, y pone

en manos de los hombres, sin aplastarlos, el peso de su propio

destino" (R. ESCARPIT, op. cit,} p. 72).

La percepción puramente cómica implica la degradación

del objeto cómico. Es decir, que el espectador, no sólo se

siente desligado del objeto de su espectación, sino •—por una

especie de tácita comparación'—• superior a él. En el humor

se realiza una sublimación o transfiguración de este sentido

de superioridad. El sujeto receptivo de lo humorístico '—y

con más razón el creador de ello— se siente, sobre todo, superior

a sí mismo. Desde la posición que ha conquistado, tal

vez seguirá sintiéndose superior a los demás y reirá de ellos;

pero su risa templada se parecerá, cada vez más, a una sonic

146 TERESA AVELÉYRA

risa. De sonreír de los hombres a sonreírles no hay más que

un paso; y darlo con facilidad es lo propio del verdadero

humorista.

Como literatura dinámica, el humorismo cervantino cuenta

con resortes poderosísimos. Uno de ellos es esa benevolencia

que matiza el complejo sentimental que le es propio;

otro, el poder del ridículo. Uno es factor cordial: se

filtra, remueve, tiene un suave poder transformativo; otro

es elemento de represión: inspira el temor de la humillación,

siempre eficaz. Pero el máximo poder dinámico y catártico

del humor de Cervantes se ejerce a través de su

peculiar y complejo procedimiento.

PROCEDIMIENTO DEL HUMORISMO CERVANTINO

La "manera de actuar" de este humorismo, corresponde

tan vitalmente a su "manera de ser" que, de modo inevitable,

al tratar de exponerla, caeré en reiteraciones de muchos

de los puntos hasta aquí explicados. Exhaustivamente tratado,

el tema de la estilística del humor en Cervantes no corresponde

a la calidad y extensión del presente ensayo; por

lo que me limitaré a señalar los rasgos más generales de esa

actuación vital, de ese procedimiento estético, a través del

•cual ese humor se expresa y actúa.

En primer lugar, ese procedimiento es mixto: negativopositivo

; aparentemente destructivo y, en realidad, reafírmativo.

Podría decirse que tiene dos fases: la primera cómica,

:analítica, intelectual o crítica; la segunda afectiva, sintética

y constructiva.18   Corresponde a ese   ingenio y   amor: juego

EL HUA10RISMO DE CERVANTES 147

intelectual en apariencia frío y hasta cruel, y profunda cordialidad

benevolente, en cuya suma reside, para Thackeray y

para muchos otros humoristas teóricos y prácticos, la marca

del género.

En su primera fase o fase negativa, utiliza los medios productores

de comicidad, aparentemente para destruir en el

ridículo los mismos valores que, en realidad y una vez reducidos

a su justa proporción, intenta      subrayar      y     reafirmar.    En

la segunda fase o fase positiva, el autor se vale de medios

cordiales y sutiles —Escarpit los ha denominado, en conjunto,

"guiño humorístico"'—• para manifestar su posición a favor

de la realidad, tal como es; para crear una simpática

complicidad con su lector; y conducirlo de la negación a la

reafirmación, y de la inseguridad a la seguridad.

Pondré un ejemplo elegido, no por su calidad —muy inferior

a la de otros casos paralelos en la obra cervantina—

sino precisamente porque la misma inhabilidad con que está

usado el procedimiento lo hace perfectamente ostensible.

148 TERESA AVELEYRA

EL HUMORISMO DE CERVANTES 149

150 TERESA AVELEYRA

Elemento burlesco

En este aspecto, el recurso básico utilizado por Cervantes

es la ironía. Por eso, tienen plena razón quienes afirman que

Cervantes es, ante todo, un maestro de la ironía; siempre y

cuando reconozcan que su ironía es •—nada más y nada menos—•

el recurso estilístico que su humorismo prefiere.

Muchos son los sentidos que pueden darse a la palabra ironía,

según se la considere etimológica o filosóficamente; o

bien dentro del campo retórico o meramente humano. No es

ésta la ocasión de desmenuzar esos significados. Baste decir

que, en Cervantes humorista, la ironía se manifiesta en

múltiples facetas : burla fina y sutil, ignorancia simulada con

objeto de ridiculizar, uso del lenguaje con sentido profundo

para un auditorio privilegiado y superficial para otros grupos,

inferioridad afectada, tropo retórico por el que se da a entender

lo contrario de lo que se dice... Todos estos matices

irónicos implican ambigüedad —tan propia del estilo cervantino—•

y disimulo; ese disimulo al que Cervantes alaba en

el Persiles, en El viaje del Parnaso y en otros lugares de su

obra; pero que no ha de entenderse como doblez que, .en el

orden de las relaciones humanas, haya de considerarse hipócrita,

sino como un recurso de estilo, perteneciente al orden

estético.

Además de todas las manifestaciones de la ironía arriba

apuntadas, hay una que es la específica del humor de Cervantes.

Esta es la que define Américo Castro cuando dice: "La

significación originaria de ironía es 'cambio de lugar1, es

decir, valorar como externo y sin base efectiva lo que alguien

pretende hacer pasar por su auténtico e íntimo existir. Mediante

la ironía se descubre la mala colocación de los aspectos

humanos y se procura situarlos en donde corresponde.'720

Aplicado ya este concepto al estilo cervantino, se expresa

así: ". . .aquélla [la ironía] como medio de dislocar valores

y ponerlos en su sitio, es algo funcional dentro del arte de

Cervantes". ".. .En cuanto algo, por grave que sea, se incorpora

a los actos y apariencias de una persona, en suma, se

concretiza en humanidad, Cervantes no puede evitar lo que

CASTRO, "Los prólogos al Quijote", p. 335.

EL HUMORISMO DE CERVANTES 151

llamo prurito de ir a tantear la solidez efectiva de aquello

que se le aparece con pretensión de valor" (ibid.}.

Y en otro lugar redondea este concepto, y le da su ^máxima

eficacia comprensiva y explicativa de la estilística del humor

en Cervantes: "¿.. .cómo desentrañar [dice] el limpio destello

de lo humano, mezclado y revuelto en el aluvión milenario

del mito y sus residuos, las convenciones?" El aislador

empleado por Cervantes fue la "ironía metódica", es decir,

dada una apariencia, entrar en cálida intimidad con ella y

pedirle ahincadamente que deje caer su disfraz. El instrumento

usado es un poco el intelecto, y un mucho el arte de

provocar confidencias. Cervantes no busca ninguna realidad

exacta y objetivable, sino una intimidad auténtica, descubierta

mediante simpatía cordial... En suma, Cervantes encuentra

lo que busca, porque sabe y sobre todo ama lo que

busca... su ironía tenderá a construir y no a demoler, como

tantos otros hicieron antes y después de él" (p. 333).

El párrafo anterior me parece precioso y digno de la mayor

estima, como la explicación más penetrante y comprensiva

de la ironía cervantina, en su raíz humana y en su calidad

plenamente humorística. Esa "ironía metódica", que

entra en intimidad con las apariencias para pedirles "ahincadamente"

que dejen caer su disfraz, es la burla benévola

del humor, tan diversa de la fríamente intelectual o de la

satíricamente encarnizada; burla que sólo bienintencionadamente

desnuda y despoja a la realidad humana de su falsa

apariencia ideal. Esa "intimidad auténtica", que es "descubierta

mediante simpatía cordial", es la verdad esencial que

persigue Cervantes, la realidad total con sus limitaciones,

pero también con sus proyecciones trascendentales; es "el

limpio destello de lo humano" aislado —por virtud de su ironía

constructiva y sistemática—• del mito, de las convenciones,

y de todo lo fingido e ilusorio.

La cumbre de este procedimiento irónico se da, sin duda,

en el Quijote; pero ¿quién no lo reconocerá, también, en la

voz de Carriazo burlándose del amor de Avendaño (La ilustre

fregona}; en la de Humillos y Algarroba disminuyendo,

con chiste entre sutil y palurdo, la figura del juez ideal, encarnado

en Pedro Rana (La elección de los alcaldes de Da152

TERESA AVELEYRA

gamo); en la del mártir humorista Francisquito, pinchando

con su agudeza el globo de la sublime hinchazón de su hermano"

'(tos baños de Argel); en la de Berganza, dejando mondo, a bocados, el ideal pastoril que el mismo Cervantes había exaltado en La Calatea (El coloquio de los perros); y hasta en la de Fray Antonio, resonando con acento sanchopancesco durante la escena culminante de la candad heroica de su inseparable amigo?21

Además de la "ironía metódica", Cervantes echa mano de otros recursos de calidad burlesca. Emplea la sátira —a pesar de todas sus protestas en contrario— como se ve, por ejemplo, en los entremeses, y en la crítica de estados y ofi

21 El rufián dichoso. En esta comedia, Cervantes pone en escena hagiografía al modo de su tiempo; pero no puede impedir que su vena humorística y su "ironía sistemática" pugnen, a pesar de su propósito, por henchirse y brotar, aunque alcancen apenas a mostrarse un poco.

Varios son los pasajes de diversas obras suyas —-Rínconete y Cortadillo, Los baños de Argel, El rufián viudo, etc.— en los que, más que aquí, el ideal religioso recibe también el mordisco de su ironía. Y no me refiero a detalles intrascendentes que, como algunos señalados por Américo Castro —el rosario de don Quijote en la Sierra Morena, el cambio de aparejos de dos asnos referido al cambio de capas de los cardenales de la Iglesia— afectan sólo a cosas secundarias, y aun accesorias al catolicismo esencial; sino a pasajes que ridiculizan la postura misma del católico ante lo divino en aquello que, como cualquier otra postura humana, puede tener de excesivo, desviado y ridiculizable.

Para mí, estas burlas no representan asomo de hipocresía religiosa que sólo bajo disfraz de chiste se atreve a aventurar su inconformidad con ciertos hechos del catolicismo: recordemos que Cervantes tuvo e] valor de hablar, muy en serio, por boca de don Quijote, contra el eclesiástico palaciego de la corte ducal, a riesgo de que se tuvieran por aludidos otros clérigos cortesanos y poderosos de su tiempo. Creo que en todas esas burlas, Cervantes se muestra como lo que es: católico ortodoxo y sincero, pero humorista, sin que este "pero" quiera decir que lo uno está reñido con lo otro.

La ironía sistemática cervantina tiene que "ir a tantear la solidez efectiva de aquello que se le aparece con pretensión de valor", en cualquier orden de cosas humanas, precisamente para subrayar y reafirmar —en forma humorística y no discursiva ni menos doctoral— el residuo de auténtico valor que se le queda entre las manos, después de haber zarandeado bonitamente la primera apariencia. Por eso —y para poner sólo un ejemplo— la comedia Los baños de Argel

resulta una reafirmación del ideal religioso, no a pesar sino precisamente a causa de las burlas restrictivas que en ella se permite Cervantes.

Recordemos el diálogo sobre la abstinencia de carnes entre el picaro sacristán y el padre de Juanico y Francisquito, en quien se personifica, a ratos, un hinchado sobreideal religioso.

EL HUMORISMO DE CERVANTES 153

cios hecha por el licenciado Vidriera; y algunas veces llega al sarcasmo, ese dejo de la burla cruel con que los vencedores bárbaros zaherían a sus enemigos muertos o moribundos.

Sarcasmo hay, por ejemplo, en el tratamiento que da al viejo celoso del entremés. Además, prodiga el-chiste, ora ingenioso sutil, ora anfibológico, ora escabroso y hasta procaz (en ciertas ocasiones y sólo como elemento de contraste, contrariamente a lo que ocurre en la novela picaresca); maneja la comicidad puramente verbal en deformaciones idiomáticas y juegos de palabras; no se desdeña de tomar, alguna vez, la expresión cínica; y aun desliza, voluntariamente o involuntariamente, esos "descuidos", que muchos han notado en sus obras, y que no sólo forman parte de su estilo humorístico, sino que lo realzan, en cuanto que dan a su lenguaje una nota afectiva y vital.

Antítesis sintéticas

Otra de las peculiaridades estilísticas del humorismo de Cervantes es la contradicción. En la expresión verbal, sensorial y metafórica del humor en general, y en particular del cervantino, la asociación se realiza mucho más por contraste que por asimilación o contigüidad. Cada idea p grupo de ideas, cada imagen o grupo de imágenes, cada percepción o complejo sentimental despiertan y atraen sus contrarios, de suerte que la forma presenta una gran movilidad y ofrece múltiples inversiones, regresiones y variaciones de toda índole.

Caben aquí la ambigüedad, que produce incertidumbres; la paradoja, que despierta inquietudes; la antítesis, que hace oscilar el espíritu entre polos opuestos.

Pero si, en la picaresca, la antítesis significa oposición irreductible de contrarios, en Cervantes se da bajo la forma de parejas de contrarios que, reversiblemente, se funden en síntesis vital. De aquí las múltiples "antítesis sintéticas" o "síntesis antitéticas" que aparecen en su obra y entre sus personajes. Para hablar sólo de éstos, mencionaré, entre muchísimos otros, a Don Quijote y Vidriera, cuerdos y locos; a Lugo, ruñan y santo; a Sancho, necio y prudente; al bagajero Bartolomé —único personaje humorístico de

154 TERESA AVELEYRA

bellaco y honrado; a Isabela, española e inglesa (dos nacionalidades enemigas, a raíz de la derrota de la Invencible); a Preciosa, honesta y desenvuelta; a la Cañizares, teóloga y diabólica; a Monipodio, bárbaro y paternal, a Constanza, ilustre y fregona, de la que dice Casalduero: ".. .ni ilustre ni fregona, sino ilustre fregona... Dos elementos heterogéneos, al copularse, crean un

nuevo elemento" (p. 159). Y es que en Cervantes, "los contraríos, en vez de enfrentarse para la lucha C . .. ] se unen para subrayar la ambigüedad de la realidad".

(C. BLANCO, p. 341).

Realismo ambivalente

Cervantes adopta un realismo literario ambivalente, equidistante de la técnica naturalista de la picaresca y del procedimiento idealizador de la novela caballeresca y pastoril.

Esta característica formal no es más que la espontánea "manera de actuar" de ese ideorrealismo, esa tristealegría y esa seriocomicidad, que ya he analizado al referirme a la "manera de ser" del humorismo cervantino. Contrariamente a las técnicas naturalista e idealizadora, la de Cervantes se mantiene en equilibrio para mostrar en unidad, y siempre tras el tamiz de la sonrisa, las facetas más opuestas de la realidad. Ni —procedimiento del pesimismo total—• abstrae la infrarrealidad para entregarla corno realidad absoluta; ni —manera ésta de un pueril optimismo— aisla artificialmente una suprarrealidad, cuya visión resulta falsa por incompleta.

El procedimiento de la expresión ideorrealista, seriocómica y tristealegre —sobre todo de esta última— ofrece, en Cervantes, materia para un detenido estudio. A grandes rasgos diré que, en sus obras menores, presenta muy diversos niveles de aptitud y perfección. El inferior o prehumorístico consiste en la simple alternancia de sucesos, de escenas, y aun de expresiones meramente verbales. "Trenzado de dolor y de alegría" llama Casalduero a La Señora Cornelia; y de varias otras obras cervantinas, singularmente del Persiles, podría decirse lo mismo. Las venturas y las desventuras se alternan, generalmente, hasta una final explosión de alegría,

EL HUMORISMO DE CERVANTES 155

como ocurre precisamente, y de manera muy notable, en la novela aludida por Casalduero.

Otras veces, la alternancia es de escenas o imágenes, y aun de notas estilísticas de tipo sensorial, especialmente plásticas y coloridas. Un ejemplo notable se da en la comedia El laberinto de amor, donde lo tristealegre se expresa, escenográficamente, por medio del color. La acotación correspondiente muestra un especial cuidado y una intención muy precisa del autor: "Sale Porcia, [cuya vida o muerte, honra o deshonra van a decidirse en un duelo] cubierta con el manto [verde y negro, colores de esperanza y desesperanza] acompañada.

.. con la mitad del acompañamiento enlutado y la otra mitad de fiesta: el verdugo' al lado derecho, desenvainado el cuchillo, y al siniestro, el niño con la corona de laurel; los atambores delante sonando triste y ronco, la mitad de la caja de verde y la otra mitad de negro, que será un extraño espectáculo.. ."

Este espectáculo, "extraño" con la extrañeza y duplicidad de lo humorístico —si bien, en este caso, de lo humorístico elemental e incompleto— se da también en otras obras cervantinas.

Menciono, como ejemplo en el que predominan las notas auditivas, aquel pasaje de La española inglesa en que el capitán Recaredo, portador de noticias tristes y alegres, a entrar con su navio en Londres, "mezcló las señales alegres con las tristes; unas veces sonaban clarines regocijados; otras trompetas roncas: unas tocaban los atambores alegres y sobresaltadas armas, a quien con señas tristes y lamentables respondían los pífanos. .." La manera ínfima de la manifestación del sentimiento de lo contrario en Cervantes se da en la alternancia de la expresión verbal directa. Y es curioso observar que este menguado procedimiento priva en el Persiles, su obra postrera y antihumorística.

En un grado más elevado, la yuxtaposición alterna de lo triste y de lo alegre, de lo serio y de lo cómico, se convierte en una verdadera trabazón, mediante recursos unitivos, que son de orden principalmente afectivo. Ejemplo típico es la tercera jornada de la comedia Los baños de Argel. En ella, la alternancia de escenas patéticas y regocijadas, graves y risibles, sublimes y grotescas, ideales y realistas (orientadas,.

156 TERESA AVELEYRA

en parte, hacia el costumbrismo de lo moro, que tan bien podía pintar Cervantes), se integra en unidad hasta alcanzar una textura humorística uniforme o casi uniforme, gracias a la constante penetración del sentimiento de lo contrario.

. En su grado más alto, la manifestación humorística cervantina, consiste precisamente en la expresión de lo ideorrealista, tristealegre y seriocómico, por un procedimiento de síntesis vital. Para comprender este procedimiento —ya que no para analizarlo en detalle— será quizá útil observar lo que ocurre en el Persiles, donde por el contrario, se hallan varios de los elementos que contribuyen a dar cariz humorístico a una obra literaria —sentido humano, contraste entre ideal y realidad (por momentos, más bien, entre ideal y anti-ideal), asociación de tristeza y alegría... ; pero se encuentran de-tal manera aislados, estáticos y artificialmente sobrepuestos, que no hacen más que caer, pesadamente, a un lado o a otro •—entrecruzándose apenas en algunos pasajes—• de suerte que el resultado, no sólo no tiene nada que ver'con el humor, sino que es la negación del mismo. Lo que falta aquí es precisamente ese realismo ambivalente que, sumado a la "vis cómica" y al sentimiento de lo contrario, producé ese complicado entrejuego de tensiones opuestas, resuelto por el humor •—también en lo estilístico— en vital y dinámico equilibrio.

Es innecesario mencionar, como ejemplo totalmente positivo, al Quijote.?1

22 En el Persiles, la "catarsis humorística" no se produce, y la última obra de Cervantes no remueve, como su Quijote, lo más profundo de nuestra sensibilidad humana y estética a pesar del placer superficial que indudablemente produce la perfección con que el instrumento lingüístico resuena, por última vez, en sus manos. En esta obra, su autor quiso presentar lo sublime en una forma sublime —aunque ingenuamente envuelto, conforme a su modelo, en fantásticas aventuras— y al intentarlo, se traicionó a sí mismo, humorista, esencial.

No sólo restó eficacia al alto mensaje que su noble espíritu quisó comunicar a los hombres, sino que, al tomarse demasiado en serio como escritor encargado de transmitir ese mensaje, llegó a actuar como lo que Escarpit llama un "anti-humour". Mucho más queel sobrehumano Periandro, nos convence don Quijote de la espiritualidad y fidelidad de su amor, en los humorísticos episodios de Maritornes y Altisidora, a pesar —o quizá precisamente a causa— de la grosería de la moza asturiana y del "

...

[1] III, 393, 27-28; también I, 200, 32-201, 13; I, 231, 22-23; III, 92, 1-8; III, 348, 11-12.

[2] I, 78, 22-81, 17; I, 124, 1-3; I, 119, 20-28; III, 392, 31-394, 9. En una ocasión se ofrece ridículamente a ayudar a Sancho con “vozes y advertimientos saludables”, si quiere, de forma poco caballeresca, vengarse de “quien no fuere armado cavallero” (III, 150, 25-31), y después del manteamiento declaró que si no fuera por su “encantamiento”, “yo te hiziera vengado...aunque en ello supiera contravenir a las leyes de la cavallería, que, como ya muchas vezes te he dicho, no consienten que cavallero ponga mano contra quien no lo sea, si no fuere en defensa de su propria vida y persona, en caso de urgente y gran necessidad” (I, 231, 19-27). Antes de ser “armado” por el ventero, Don Quijote sólo luchará con los que cree que no son caballeros (I, 73, 15-24)


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