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Facultad de Bellas Artes
UNLP
UNIDAD IV
Núcleo conceptual:
Renovación de
temas y
procedimientos
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA
FACULTAD DE BELLAS ARTES
HISTORIA DE LAS ARTES VISUALES III
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UNIDAD IV
Núcleo Conceptual:
Autor: Esp. Gabriela Hernández Celiz
PANORAMA EUROPEO DEL GRABADO
SOCIAL Y POLÍTICO (1900-1950)
El Grabado Social y Político de nuestro país guarda una estrecha relación con
su par europeo, compartiendo con este último motivaciones, objetivos,
temas y técnicas.
A la hora de generar un panorama del Grabado Social y Político de Europa
debemos aclarar que se nos presentan diversos desafíos. El primero: el ser
exhaustivo con nuestro objeto de estudio a la distancia. El segundo: lograr una
definición que abarque a la multiplicidad de manifestaciones que responden o
podrían responder al concepto de lo social y lo político.
Con respecto al primero, lo que desarrollaremos a continuación es sólo un
panorama general. El segundo desafío es el más profundo, atento a los difusos
límites de los conceptos a analizar.
Por social podría entenderse diversas cosas:
a) la más obvia, que haga referencia a una sociedad: la calle, el espacio
urbano, las muchedumbres, la noche, la soledad, la fábrica, el puerto;
b) que muestre a determinados integrantes de dicha sociedad por
considerarlos oprimidos: el trabajador, el campesino, la mujer, el niño, los
ancianos, grupos minoritarios;
c) que fije su atención en los personajes que fluctúan por los márgenes de la
sociedad; la prostituta, el linyera, el borracho, el enfermo, el loco, los pobres;
d) que sea documento de hechos que conmueven o destruyen a la sociedad:
atentados, guerras, matanzas, desastres naturales, epidemias.
Como político podría definirse a todo grabado mediante el cual se pretenda
generar conciencia o acción a partir de sus manifestaciones, que tenga fines
pedagógicos, que se base en doctrinas políticas, que quiera llegar a las
masas y modificar de alguna manera su accionar. Dentro de este grupo los
ejemplos abarcarían las más disímiles manifestaciones ya que tanto podría HA
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tratarse de obras con un contenido religioso o moralizante, como ser
realizadas por los gobiernos para reclutar soldados para la guerra o para
convencer al pueblo de lo correcto de sus actos. Tanto podría tratarse de los
grabados surgidos de la revolución rusa como de la gráfica que caracterizó al
régimen Nacional-Socialista.
Pero no debemos obviar una dificultad al analizar obras y artistas. El sentido
de las obras va más allá de lo que la obra muestra. Una primer impresión
puede llevarnos a creer que la imagen de una mujer desnuda, acompañada de
determinadas circunstancias, nos habla de la situación de las mujeres pobres
que deben prostituirse para llevar el pan a sus hogares, para después – al
encontrarnos con reflexiones del artista- entender que el motivo de mostrar a
esta mujer se fundamenta en búsquedas estéticas. O por el contrario podemos
recordar el caso de grupos de artistas que pretendieron acercar el arte a las
masas y generar con su obra cambios sociales, y sobre los que la distancia
histórica nos dice que no fueron comprendidos (muchas veces por lo
revolucionario de su estética) y que hasta fueron abiertamente rechazados por
aquellos a los que pretendían ayudar (el futurismo y las vanguardias rusas, por
poner sólo dos ejemplos).
En el momento histórico que analizaremos, lo social y lo político se
encuentran íntimamente ligados, tanto como se entrelazan entre sí la guerra y
el sufrimiento en el imaginario social, y la pobreza y la marginación en el
espacio urbano. El período que va de 1900 a 1950 comienza siendo un
momento histórico de gran euforia, confianza en el futuro y en la tecnología,
pero que abarca también a las I y II Guerra Mundial, generando diversos
estados que los artistas irán mostrando a lo largo de esas décadas.
En cuanto a lo artístico nos encontramos con uno de los momentos más
cambiantes y revolucionarios de la historia del arte. En las primeras décadas
del siglo XX surgen las denominadas vanguardias artísticas, período en el cual
coexisten infinidad de tendencias y búsquedas que harán que cambie el
concepto de arte aceptado hasta ese entonces.
Esto da también un carácter especial al Grabado Social y Político, ya que en
algunos casos no se limita a ser documento visual, manifiesto político o
generador de cambios en los social, sino que busca acompañar dichos
cambios desde lo plástico, rompiendo con cuatrocientos años de tradición
renacentista.
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Käthe (Schmidt) Kollwitz (1867-1945) artista alemana, de amplia
producción en grabado puede considerarse como precursora del arte social
del siglo XX europeo. Su producción es mayormente clásico-naturalista
aunque se puede reconocer en algunas de sus obras la influencia de los
expresionistas alemanes. Nacida en Königsberg, es en esa ciudad en la que
empieza a observar y plasmar en obra la vida de los obreros.
Según lo manifestado en su diario, esta primera elección de motivos se debe a
fines estéticos más que a un interés por lo social. “Toda la vida burguesa,
entera, me parecía pedante. El proletariado, en cambio, me parecía de mucho
más empuje.(...) al principio hubo muy poco de compasión y de comprensión
emotiva (...) simplemente me parecía bello.” Reconoce en este escrito y a
través de sus cartas que llega a comprender el dolor y el sufrimiento del
proletariado cuando se mudan con su marido, que era médico, a Berlín y es en
estas circunstancias que entra en contacto directo con las clases sociales más
bajas.
Desde fines del siglo XIX realizó aguafuertes, litografías y xilografías,
principalmente, habiendo adoptado el grabado por la difusión que tendrían
sus obras. Entre sus trabajos más conocidos se encuentra “No más guerras”,
un cartel litográfico de 1924 en el que se ha reconocido el aporte de la
iconografía romántica.
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Al comienzo del siglo XX el tema de sus obras refiere al contexto social
cercano, con series como “El levantamiento de los tejedores” y “Guerra de los
campesinos”. Entre la primer década y la tercera, da cuenta de las
consecuencias de la guerra pero principalmente en relación a los que quedan
en casa; así, grabados como “Caído” de 1921, “Los padres” de 1920 y “La
víctima” (hoja N° 1 de la serie “Siete grabados en madera sobre la guerra”)
muestran el sufrimiento de los que reciben noticias desde el frente de batalla -
hecho probablemente originado en la muerte de su propio hijo- centrándose
en los personajes y obviando la descripción del ambiente en el que se
encuentran, recurso que refuerza el dolor, la soledad y el ensimismamiento
que es posible reconocer en ellos.
Dentro del grabado político y social, los expresionistas alemanes merecen
especial atención. Bajo esta denominación se engloba a diversos artistas con
intereses muchas veces divergentes que los lleva a centrarse tanto en
cuestiones eminentemente plásticas como en la observación de la sociedad
que los rodea, sin descuidar por ello lo artístico.
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Uno de los grupos expresionistas se dio a sí mismo el nombre de El puente y
tenía como impulsores a Fritz Bleyl, Erich Heckel, Enst Kirchner y Karl Schmidt-
Rottluff, uniéndose luego a ellos Max Pechstein, Emil Nolde y Otto Mueller. Su
principal interés se relacionaba con cuestiones estéticas, inspirándose su
funcionamiento como grupo en las comunidades de los artistas románticos
alemanes. El grabado, y principalmente la xilografía, les garantizaba una
amplia difusión pero desde el punto de vista técnico les permitía alejarse del
naturalismo, forzándolos a trabajar formas más agudas, por tanto menos
orgánicas y a utilizar colores planos en limitado número.
El artista que mayor desarrollo dio a la unión entre este lenguaje y temas
vinculados a lo social fue Ernst Ludwig Kirchner (1880-1938). A pesar de la
preferencia del grupo por géneros como el desnudo y el paisaje, Kirchner
realizó entre 1908 y 1914 obras en las que retrataba la vida nocturna de las
ciudades, especialmente Berlín, ubicando en primer plano a las prostitutas y
sus clientes, como podemos observar en “Cinco mujeres en la calle” (1913),
“Escena de calle en Berlín” (1914) y “Plaza Postdam. De esta época son su
xilografía “Cinco cocottes” y la punta seca “Cocotte ofreciéndose” en la que
puede verse a una prostituta (la “cocotte” del título) entablando diálogo con un
caballero, en una escena callejera.
Cocotte ofreciéndose, 1914. Grabado a la punta
seca en color violeta. 35,1 x 27,1
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Un hecho que incide directamente en la iconografía de las vanguardias de
comienzos del siglo XX es la guerra, que es recibida con fervor por algunos
artistas, como es el caso de los futuristas italianos, habiendo también quienes
se proclaman manifiestamente en contra, como sucede con George Grosz.
Kirchner se enrola como voluntario en 1915 y de ese año es su xilografía
“Batalla (Los suplicios del amor)”. Poco tiempo después es dado de baja debido
a problemas de salud e ingresado en una clínica, volcándose su obra a temas
más íntimos, principalmente autorretratos, y paisajes (“Abetos” y “Noche de
invierno con luna” de 1919) que por su colorido recuerdan a la paleta
romántica, no volviendo a interesarse otra vez por plasmar la vida en las
grandes ciudades. Finalmente se suicida a la edad de 35 años.
Busto de Ludwig Schames, 1918. Xilografía, 56 x 25,5
Max Beckmann (1884-1950) es otro de los artistas alemanes vinculado, junto
con Otto Dix y George Grosz, a lo que se conoció como Nueva Objetividad. Fue
de manera voluntaria al frente de batalla como enfermero, considerándose
que ansiaba la llegada de la guerra. Esta situación cambió rápidamente
llegando a producírsele producírsele un colapso nervioso por lo que, al
igual que Kirchner, fue dado de baja en 1915. Sin embargo durante el año
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anterior a su baja produjo un conjunto de obras con la técnica de punta seca,
en las que puede observarse el uso de rápidos trazos que brindan dinamismo
a las imágenes, a la vez que una simplificación de los detalles, reforzándose
así el carácter de crónica atribuida a las mismas. De 1914 es el grabado
“Declaración de guerra” en el que puede observarse varios personajes de
rasgos anónimos que rodean a un hombre que sostiene un diario, en este
último se centra la atención mediante el recurso de su ubicación central, la
alta luminosidad con respecto a los que lo rodean y el hecho de que sea el
único al que se le ven las manos, ya que del resto de la muchedumbre que
ocupa el campo plástico en su totalidad sólo se ve las cabezas.
De su época de voluntario son las punta secas “La operación”, “La morgue” y
“La granada”; estas obras muestran también un conjunto de personas pero en
estos casos ningún personaje sobresale por sobre el resto, siendo las figuras
mucho más esquemáticas, la composición de tipo radial y el punto de vista
elevado por lo que la imagen en algunos casos se encuentra rebatida.
Ya de regreso a Frankfurt desarrolla entre los años 1915 y 1922 el grueso de
su obra gráfica, trabajando principalmente con la técnica del aguafuerte. Los
temas recurrentes de esta época son Berlín, las condiciones de vida en la
ciudad, los cafés y las riñas urbanas, entre otros, reunidas en series bajo el
nombre de “Rostros” (1916), “Noche urbana” (1920), “La feria” (1921) y “El viaje
a Berlín” (1922). En su serie de 1919, “El infierno”, plasma el hambre, el
sufrimiento y la violencia en la Alemania de posguerra. La hoja N° 6 de esta
serie es “La noche”, en el que se repite el motivo de la conocida pintura del
mismo nombre. Los protagonistas ganan en detalle, dejan de ser sólo
rasgos, creándose de este modo una mayor identificación personajes-
público. Los grabados de este período no muestran al artista cronista de
guerra sino a un artista consustanciado con la realidad que lo rodea.
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Otto Dix (1891-1969) marchó como voluntario a la guerra en 1914 en la que
luchó en varios frentes, siéndole otorgada en 1918 la Cruz de Hierro. De esta
época se guarda infinidad de dibujos, volviéndose por este medio cronista
minucioso de sus vivencias en combate De esta experiencia nacen infinidad de
obras con la que no pretende transformar la realidad sino sólo darla a
conocer. Sobre esto manifiesta que “...los artistas no debe mejorar o convertir.
Ellos son demasiado insignificantes, sólo deben testimoniar”.
En 1924 produce los grabados “La guerra”, una serie de cincuenta aguafuertes
en las que se muestran rostros cadavéricos congelados en un grito de dolor,
cuerpos desmembrados, ataques, soldados que se transforman en figuras
fantasmales, todo en una paleta de acromáticos; esta serie, al igual que otros
descarnados trabajos, le valió la acusación de sentir fascinación por el horror.
Estos grabados responden a una necesidad de poner en primer plano las
atrocidades de la lucha, ya que al terminar la contienda se encuentra con una
sociedad en decadencia en la que los veteranos de guerra no encuentran su
lugar, involucrándose entonces en esta situación.
George Grosz (1893-1959) nacido en Berlín, se muda a Dresde para
realizar sus estudios. Ya de vuelta en Berlín, siente fascinación por los
bares y prostíbulos, principalmente la carga de violencia y sexualidad que
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reconoce en ellos. Es de los pocos artistas que desde un comienzo reacciona
en contra de la guerra y plasma en obra a las víctimas de ella. Se enfrenta a la
burguesía que a instancias del sufrimiento de otros, seguía su vida plena de
diversiones. Incorporado a las filas alemanas, estando en el frente intenta
suicidarse en 1917. A pesar de ser este motivo suficiente para que se lo
ejecute, se le diagnostica un shock debido a la explosión de las granadas, por
lo que se le da de baja. Ese mismo año se une a John Heartfield en su protesta
en contra de la guerra, siendo ambos partícipes del grupo de vanguardia
denominado Dadá, en su versión berlinesa.
Serie “Ecce homo”, 1918. Litografía
Sus obras, pictóricas en general, refieren a la guerra sin mostrarla. Los
burgueses son analizados minuciosamente en sus más profundas miserias, en
composiciones caóticas y cruzadas por planos y líneas superpuestas. Su obra
gráfica abarca dibujos y grabados, principalmente litográficos, ya que trabaja
para revistas como “La acción” y “Juventud nueva” como forma de escapar de
un comprador burgués. Las litografías de la serie “Ecce Homo” nos muestran la
misma iconografía que sus pinturas; la ciudad, sus habitantes y miserias son
protagonistas de obras como “Friedrichstraße” de 1918, “Hombres alemanes”
de 1921 y “Soirée” de 1922. De 1936 son sus obras “Hambre” y “El héroe”
en las que su narrativa se vuelve más directa, cobrando protagonismo el
pobre y el veterano de guerra mutilado y a la espera de limosnas.
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El arte belga también contribuyó con su mirada social traducida en grabados.
Nacido en Amberes, Frans Masereel (1889-1972) fue uno de los artistas que a
principio de siglo adoptó como medio a la xilografía, entendiéndola como
forma de difusión de sus ideas. Técnicamente, sus obras son realizadas en
plenos blancos y negros, con composiciones que recuerdan al expresionismo
por el uso de líneas de fuga, aunque las figuras que las pueblan presentan
contornos orgánicos.
De ideales pacifistas, al comienzo de la I Guerra Mundial se traslada a un país
neutral: Suiza. Comienza a colaborar con distintas publicaciones, en algunos
casos con revistas de izquierda, aunque nunca se afilió a ningún partido
político. Ilustró también las revistas pacifistas “Les Tablettes” y “La Feuille” y
siempre pretendió que su arte llegara al hombre común, por lo que el mensaje
e iconografía que utilizaba era muy directo. Para “Les Tabletees” realizó
trabajos como “La danza comienza de nuevo”, publicado el 4 de agosto de
1919, en el que muestra un grupo de billetes bailando, en referencia al
levantamiento del embargo de las importaciones alemanas por Francia. Más
tarde en octubre aparece “El productor ideal del futuro” en referencia al
comentario de un industrial que consideraba que se debería trabajar más y
hablar menos, por lo que Masereel muestra la línea de montaje de una
fábrica en la que los trabajadores llevan por cabeza relojes.
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Si bien podemos encontrar paisajes entre sus obras, el motivo preponderante
es la ciudad. Una ciudad atestada y de la que no pierde detalle, ya que todos
los hechos parecen tener para él similar importancia. Así podemos ver al
obrero, el burgués, el militar, la prostituta, sin que uno parezca preferirse por
sobre otro; sin embargo, ninguno parece ser retratado como individuo sino
como arquetipo y en situaciones arquetípicas.
El hogar del burgués se encuentra descripto en profundidad, al igual que los
lugares de esparcimiento (bares, teatros, burdeles) y lo mismo pasa con el
obrero, aunque en la mayoría de sus obras es el conjunto, la muchedumbre
que sale de las fábricas, los habitantes que observan un desfile militar o los
asistentes a una función de circo, el verdadero protagonista. Muestra con igual
atención a un hombre que espera en un banco de plaza como a una madre
que cocina, un enfermo o una mujer siendo violada en una calle en
penumbras. Muy pocas veces vemos el cielo de sus ciudades, y los altos
edificios que rodean a las pequeñas muchedumbre parecen por momentos
aplastarlos. Se considera que Franz Masereel Masereel revitalizó el grabado
en Bélgica, junto con Henri Van Straten y los hermanos Jan-Frans y Josez
Cantré.
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Henri van Straten (1892-1944) nace en Amberes, lugar en donde comienza a
adquirir conocimientos sobre técnica xilográfica. El período que va de 1914 a
1918 lo encuentra en Ámsterdam, época en la que sigue perfeccionándose.
Sus obras, por tema y técnica recuerdan a Masereel artista con el que, a su
regreso a Bélgica, había compartido horas de trabajo en el estudio “Luz”
fundado por Roger Avermaete. A su estadía en los Países Bajos se debe su
descubrimiento de las xilografías japonesas, de los fundamentos del cubismo
y de los artistas expresionistas anteriores a la I Guerra Mundial.
Como motivos de sus xilografías elige a la ciudad, el puerto, los cabarets y sus
espectáculos, de los que resalta la carga erótica presente en ellos. Se descubre
en su obra una mirada social aunque este interés nunca se transformó en
militancia.
A partir de 1933 se traslada con su familia a vivir en el campo, prefiriendo
trabajar en la técnica litográfica. Durante la segunda Guerra Mundial, por
necesidad económica realiza proyectos de material de propaganda para el
servicio del trabajo voluntario, desapareciendo en 1944, durante la liberación
de Amberes, sin que se haya aún clarificado este hecho.
En 1865 nace en Suiza Félix Edouard Valloton. De muy joven sus profesores
reconocen sus cualidades artísticas, por lo que se traslada a París para
estudiar a la edad de 17 años. Poco tiempo después comienza a formarse en
la técnica del grabado, especialmente en la técnica xilográfica. En 1897 es
admitido en el grupo de los Nabis, desarrollando una carrera artística en la
que será apreciado tanto por la calidad de sus pinturas como por la
virtuosidad de sus xilografías en blanco y negro. Sin embargo sus pinturas
parecen imponer una distancia entre los personajes, generalmente
retratados en interiores, y el público. No pasa lo mismo con sus grabados
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de comienzos del siglo XX; se puede reconocer en ellos su mirada de cronista,
centrándose en hechos reales, como en el álbum “La exposición
universal” (1901) en la que en sus distintas hojas ilustra, muchas veces desde
puntos de vista insólitos, o con encuadres que recuerdan a la fotografía, la
mirada atónita del público ante los “Fuegos artificiales”, o la muchedumbre
arrobada frente a “La vitrina de Lalique”.
Siendo de una generación anterior a la de la mayoría de los artistas abordados
anteriormente, ronda los 50 años al comienzo de la I Guerra Mundial. Sin
necesidad de estar en el frente, la guerra se transforma en el tema central de
su obra, alejándose en este período del simbolismo que había marcado su
artes a fines del XIX. Ya en 1916 produce el álbum “Esta es la guerra” en las
que conserva el contraste de blancos y negros pero gana lugar la línea, frente
a los plenos que caracterizaban sus anteriores series. Obras como “En las
sombras” y “Los alambres de púas” (1916) muestran a un mismo tiempo el
campo de batalla y la víctima, que en estos casos siempre es un soldado con el
miedo inscripto en su rostro, o que es sólo un cadáver más en un campo
surcado de alambres, bajo un límpido cielo estrellado.
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Durante el período de entre guerras regresa a su producción pictórica,
realizando principalmente paisajes en los que conserva el uso del color que lo
caracterizara en su producción simbolista. Fallece en París en 1925.
También los vanguardistas rusos realizaron grabados en los que los
comentarios políticos y sociales ganan protagonismo. Es el caso de artistas
como Natalija Sergeevna Goncharova (“Imágenes místicas de la guerra”, serie
litográfica de 1914); Iván Puni (”Héroes y víctimas de la revolución. Octubre
1917-1918” litografía de 1918); Olga Vladimirovna Rozanova (“Guerra” linóleo
de 1916) y El lissitzky (“Comité para combatir el desempleo”, litografía de
1919), entre otros. Sin embargo, en sus imágenes prima el aspecto estético
por sobre el narrativo, siendo en todos los casos fieles a la utilización de
nuevas formas plásticas acordes a un nuevo momento histórico.
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