Universidad de Los Andes
Facultad de Humanidades y Educación
Escuela de Historia
La Cultura del Trigo en los Andes Venezolanos:
Fiestas asociadas al cereal.
(Tutora)
Dr. Nelly Velázquez
AutorEduard. A. Vizcaíno B.
Mérida, Noviembre de 2006
Universidad de Los Andes
Facultad de Humanidades y Educación
Escuela de Historia
La Cultura del Trigo en los Andes Venezolanos:
Fiestas asociadas al cereal.
Trabajo presentado ante el Consejo de la Escuela de Historia como requisito para optar al titulo de
Licenciado en Historia
Dra. Nelly Velázquez (Tutora)
AutorEduard. A. Vizcaíno B.
Mérida, Noviembre de 2006
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DEDICATORIA
A los agricultores de Mucuchíes y Santo Domingo. Por mantener hoy más que nunca su acerbo cultural.
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AGRADECIMIENTOS
Este trabajo de investigación se hizo posible gracias a la
colaboración prestada por diversas personas:
A mi tutora la profesora Nelly Velázquez de Ruiz, quien
con su orientación, dedicación y experiencia me enseñó a
concebir la historia de una nueva manera, reformulando
todo el proceso de enseñanza académica aprendido en el
transcurso de mi carrera.
A todos los informantes de los valles alto andinos, que con
su gentileza y receptividad, aportaron testimonios orales
importantes para el desarrollo de la presente investigación.
Al Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y
Tecnológico (CDCHT) de la Universidad de los Andes, le
agradezco el financiamiento de este trabajo, bajo el
proyecto H-835-04-09-f.
A mi familia especialmente a mi madre, quienes siempre
esperaron con alegría, fe y esperanza, la culminación de
éste trabajo.
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ÍNDICE
Pagina
Dedicatoria.
Agradecimientos
Índice General
Índice de Material Gráfico
Introducción
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CAPITULO I MARCO TEÓRICO Y METODOLÓGICO
1.1. Relaciones entre la Antropología y la Historia. 14
1.2. La Nueva Historia y las demás Ciencias Sociales. 20
1.3. Historia y estudio de la cultura: la Etnohistoria. 23
1.4. Las fuentes orales en el estudio de los procesos culturales. 27
CAPITULO II UBICACIÓN GEOGRÁFICA DEL ÁREA DE ESTUDIO
2.1. El Municipio Rangel. 37 2.2. El Municipio Cardenal Quintero. 41
CAPITULO III IMPORTANCIA DEL CULTIVO DEL TRIGO EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD.
3.1. El cultivo del Trigo (Triticum Sp). 45
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3.1.1. Origen. 45
3.1.2. Características de la planta de trigo. 50
CAPITULO IV INTRODUCCIÓN DEL CULTIVO DEL TRIGO EN AMÉRICA.
4.1. Introducción del cultivo durante la Colonia.
4.2. El trigo en América.
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4.3. El trigo en Venezuela. 66
4.4. El trigo en los valles altos andinos. 71
CAPITULO V CARACTERÍSTICAS SOCIOECONÓMICAS DEL CULTIVO DE TRIGO EN LOS ANDES VENEZOLANOS.
5.1. Conocimientos y prácticas en el cultivo de trigo.
5.1.1. El Conocimiento campesino sobre el medio ambiente en la producción del trigo.
5.1.2. Prácticas agrícolas en la siembra del trigo.
5.2. Tecnología agrícola en el cultivo de Trigo.
5.2.1. Pasos en el cultivo del trigo.
5.2.2. Calendario Agrícola.
A. Calendario agrícola para zonas de mayor altura.
B. Calendario agrícola para zonas de menor altura.
5.3. Formas de producción comunal del trigo.
5.3.1. El Convite y la Callapa
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5.3.2. La Mano Vuelta
5.3.3. El Arréito
5.3.4. La Medianería
5.4. La vivienda Campesina: adaptación a la producción de cereales.
5.4.1. Espacios interiores de la vivienda campesina adaptados al cultivo del trigo.
5.4.1. Espacios exteriores de la vivienda campesina adaptados al cultivo del trigo.
5.5. Factores que explican la decadencia comercial y persistencia para el autoconsumo del cultivo de trigo en Mucuchíes y Santo Domingo.
5.5.1. Factores que explican la decadencia comercial.
5.5.2. Factores que explican la persistencia para el autoconsumo.
CAPITULO VI LA CULTURA DEL TRIGO: ASPECTOS SOCIOSIMBÓLICOS LA FIESTA DE SAN ISIDRO LABRADOR.
6.1. Costumbres religiosas asociadas al cultivo de trigo.
6.2. El significado de la fiesta.
6.2.1. El tiempo festivo.
6.3. Fiestas asociadas al cultivo del trigo: “San Isidro labrador” y “los Negros de San Jerónimo”
6.4. Fiesta de San Isidro labrador en Mucuchíes: El santo patrono del trigo.
6.4.1. Periodo Pre – manifestación.
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6.4.2. Periodo de la festividad en sí.
6.4.3. Periodo Post – Manifestación.
6.5. La Presencia de San Isidro Labrador en el cultivo del Trigo.
CAPITULO VII LA CULTURA DEL TRIGO: ASPECTOS SOCIOSIMBÓLICOS. LA FIESTA DEL TRIGO: LOS NEGROS DE SAN JERÓNIMO.
7.1. La Fiesta del trigo: los Negros de San Jerónimo.
7.1.1. Orígenes de la fiesta.
7.1.2. La aparición de San Jerónimo y su veneración.
7.1.3. Periodo Pre manifestación.
7.1.4. Periodo de la festividad en sí.
7.1.5. Periodo Post manifestación.
7.2. Análisis de los factores que explican el origen de la danza de los Negros de San Jerónimo.
7.3. La danza del trigo.
7.3.1. La música en el baile del trigo.
7.3.2. Vestimenta y accesorios.
Conclusión.
Bibliografía.
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ÍNDICE DE MATERIAL GRÁFICO.
Pagina.Figura.II.1. Ubicación del Municipio Rangel en el contexto
regional
Figura.II.2. Ubicación del Municipio Cardenal Quintero en elContexto regional.
Figura.III.1. Diosa Ceres, deidad romana protectora de la agricultura en especial del trigo.
Figura. V.1. Preparación de la tierra para el cultivo.
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Figura. V.2. Arado con bueyes para la preparación de la tierra para el cultivo de trigo. 89
Figura. V.3. Siega del trigo. 90
Figura. V.4. Siega y recolección del trigo. 92
Figura. V.5. Trilla del trigo con bueyes. 93
Figura. V.6. Venteo del trigo. 93
Figura. V.7. “La Única” Molino de trigo ubicado en la población de Escagüey.
Figura.V.8. Molino hidráulico, ubicado en la población de Mocao.
Figura.V.9. Aspas del molino hidráulico, ubicado en la población de Mocao.
Figura.V.10. “Molino de harina de trigo, ubicado en la población de Mocao”
Figura.V.11. Calendario, terrenos altos (superiores a 2000 m) patrón unimodal. Menor temperatura.
Figura.V.12. Calendario, terrenos bajos (inferiores a 2000 m.) Patrón bimodal. Mayor temperatura.
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Figura. V.13. Vivienda campesina andina.
Figura. V.14. Vivienda campesina andina, con era y caney
FiguraV.15. Pasillos de la vivienda campesina andina.
Figura.V.16. Patio interior de la vivienda campesina andina.
Figura.V.17. Cuarto de depósito de la vivienda campesina andina.
Figura.V.18. Cocina de la vivienda campesina. Mocao.
Figura.V.19. Horno circular, hecho de adobe.
Figura.V.20. Puerta de horno empotrado en la pared de la vivienda campesina. Mocao.
Figura.V.21. Prolongación posterior del horno empotrado en la pared. Mocao.
Figura.V.22. Caney a las afueras de la vivienda campesina.
Figura.V.23. Era para trillar el trigo.
Figura.V.24. Vivienda campesina andina, en su entorno agrícola.
Figura.VI.1. San Isidro Labrador. Santo patrono del trigo Mucuchíes. Mérida.
Figura.VI.2. Carroza de San Isidro Labrado en donde se observan las primicias hechas por los productores, en especial el trigo.
Figura.VI.3. Carroza de San Isidro Labrador, en donde se observan otras primicias ofrendadas al santo (aguacates, quesos, piñas y papas).
Figura.VI.4. Carroza principal acompañada de imágenes de las comunidades aledañas.
Figura.VI.5. Frente de la Carroza en honor a San Isidro Labrador. Comunidades de la Musuy, Aposentos y La Hoyada.
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Figura.VI.6. Parte de atrás de la carroza en honor a San Isidro Labrador. Comunidades de la Musuy, Aposentos y La Hoyada. En donde se observa la presencia del trigo como parte de las primicias ofrendadas al santo.
Figura.VI.7. Frente de la carroza en honor a San Isidro Labrador. Comunidad de La Mucumpate, donde se encuentra presente el trigo.
Figura.VI.8. Parte de atrás de la carroza en honor a San Isidro Labrador. Comunidad de La Mucumpate, donde se Observa el trigo alrededor del Santo.
Figura.VI.9. Carroza en honor a San Isidro Labrador. Comunidad de Mixteque.
Figura.VI.10. Parte de atrás de la Carroza en honor a San Isidro Labrador. Comunidad de Mixteque. Decorada con trigo.
Figura.VI.11. Campesino con yunta de bueyes en camino a la procesión de San Isidro.
Figura.VI.12. Yuntas de bueyes congregándose para participar en la procesión de San Isidro.
Figura.VI.13. Yunta de bueyes decorada con cuadro de San Isidro y cintas multicolores.
Figura.VI.14. Yunta de bueyes decorada con abundante trigo, flores y hortalizas.
Figura.VI.15. Productores con su yunta de bueyes decorada con trigo.
Figura.VI.16. Yunta de bueyes decorada con trigo.
Figura.VI.17. Yunta de bueyes decorada con trigo, flores y hortalizas.
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Figura.VI.18. Encuentro de productores y yuntas de bueyes en espera de la procesión a San Isidro Labrador.
Figura.VI.19. Tractores decorados con los frutos producidos por los campesinos de la región.
Figura.VI.20. Carroza de San Isidro tirada por una yunta de bueyes.
Figura.VI.21. Carroza de San Isidro decorada con abundante trigo.
Figura.VI.22. Detalle de la carroza donde se aprecia la presencia del trigo.
Figura.VI.23. Parte posterior de la carroza principal de San Isidro. Donde destaca la abundancia del trigo.
Figura.VI.24. Celebración eucarística en Honor a San Isidro Labrador. Santo patrono del trigo, frente al Centro Campesino de Mucuchíes.
Figura.VI.25. Feligreses asistentes a la celebración eucarística en honor a San Isidro Labrador.
Figura.VI.26. Estandarte que preside la procesión a San Isidro Labrador. Se destaca la presencia del trigo como un elemento importante dentro del estandarte.
Figura.VI.27. Procesión de San Isidro Labrador por las principales calles del pueblo. En donde se observa a los gañanes presidiendo el cortejo con sus bueyes.
Figura.VI.28. Carroza principal en la procesión, alegórica al San Isidro Labrador de la Iglesia de Santa Lucía de Mucuchíes.
Figura.VI.29. Desfile de carrozas alegóricas a San Isidro Labrador, proveniente de las comunidades aledañas.
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Figura.VI.30. Procesión de San Isidro Labrador por las principales calles del pueblo. Carroza de la finca las Canoas, en donde se observa el elemento trigo.
Figura.VI.31. Músicos que animan la celebración de San Isidro Labrador.
Figura.VI.32. Feligreses que acompañan la procesión a San Isidro Labrador.
Figura.VI.33. Maquinaria de trabajo perteneciente a la finca el alto, que acompaña la procesión.
Figura.VI.34...Maquinaria de trabajo perteneciente a los productores, que acompañan la procesión.
Figura.VI.35. Cabalgata que cierra la procesión en honor a San Isidro Labrador.
Figura.VI.36. Cabalgata que cierra la procesión en honor a San Isidro Labrador.
Figura.VII.1. Detalle de la decoración de San Jerónimo, donde destaca el uso del trigo.
Figura.VII.2. Fachada Exterior de la Iglesia de Santo Domingo Municipio Cardenal Quintero.
Figura.VII.3. Imagen de San Jerónimo Iglesia de Santo Domingo Municipio Cardenal Quintero.
Figura.VII.4. Cruz que designa el lugar de la aparición de San Jerónimo denominado por la colectividad “LLano de San Jerónimo”. Hotel Moruco.
Figura.VII.5. Representación Pictórica de la aparición de San Jerónimo. Iglesia de Santo Domingo.
Figura.VII.6. Toque de trompeta que designa el comienzo de la celebración y de las danzas.
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Figura.VII.7. Conjunto de abanderados que presiden la procesión.
Figura.VII.8. Formación en doble fila para el baile.
Figura.VII.9. Toque de maracas que define el compás de la danza.
Figura.VII.10. Baile en doble fila antes de iniciarse la procesión.
Figura.VII.11. Negros danzando en frente de la iglesia de Santo Domingo.
Figura.VII.12. Dama propinando cuerazos a todos los Negros que no presten atención a la danza.
Figura.VII.13. Músico que acompaña la danza tocando el tambor y la flauta de carrizo, instrumentos de origen indígena.
Figura.VII.14..Comparsa de San Benito proveniente de la población de Pueblo LLano.
Figura.VII.15. Giros de San Benito proveniente de la población de Pueblo LLano.
Figura.VII.16. Sociedad Femenina de San Benito. San Rafael de Mucuchíes.
Figura.VII.17. Sociedad Masculina de San Benito. San Rafael de Mucuchíes.
Figura.VII.18. Fundadores de los Locos de San José. Pueblo LLano.
Figura.VII.19. Baile de los Locos de San José. Pueblo LLano.
Figura.VII.20. Agrupación Locos de San José. Pueblo LLano.
Figura.VII.21. Grupo “La Araña”. Chachopo.
Figura.VII.22. Locainas de San Isidro Labrador de Lagunillas.
Figura.VII.23. Locainas de San Isidro Labrador de Lagunillas.
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Figura.VII.24. Decoración del altar de la iglesia de Santo Domingo, donde se observa un campesino sembrando trigo.
Figura.VII.25. Negros que acompañan los actos litúrgicos en honor a San Jerónimo.
Figura.VII.26. Negros en la misa en honor a San Jerónimo.
Figura.VII.27. San Jerónimo es sacado en andas de la iglesia.
Figura.VII.28. San Jerónimo en las puertas de la iglesia.
Figura.VII.29. Conjunto de abanderados que dirigen la procesión de San Jerónimo.
Figura.VII.30. Inicio de la procesión los negros portando a San Jerónimo.
Figura.VII.31. Comienzo de la danza en las inmediaciones del pueblo rumbo al Llano de San Jerónimo.
Figura.VII.32. Vista posterior del comienzo de la danza en las inmediaciones del pueblo rumbo al Llano de San Jerónimo.
Figura.VII.33. Procesión rumbo al Llano de San Jerónimo.
Figura.VII.34. Danzas preparatorias. La cruzada.
Figura.VII.35. Danzas preparatorias. La esquina.
Figura.VII.36. Danzas preparatorias. Valse de calle.
Figura.VII.37. Entrada de los músicos al lugar de la aparición. LLano de San Jerónimo. Hotel Moruco.
Figura.VII.38. Llegada de San Jerónimo al lugar de la aparición. LLano de San Jerónimo. Hotel Moruco.
Figura.VII.39. Llegada de los negros al lugar de la aparición. LLano de San Jerónimo. Hotel Moruco.
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Figura.VII.40. Lugar donde colocan a San Jerónimo para efectuar el baile del trigo. LLano de San Jerónimo. Hotel Moruco.
Figura.VII.41. Rostro pintado de negro, que simula una máscara.
Figura.VII.42. Proceso en el cual los danzantes tiñen sus rostros, para simular una mascara.
Figura.VII.43. Capitán mayor marcando el paso que los negros deben seguir en la danza a San Jerónimo.
Figura.VII.44. Dama con fuete entre las dos filas de negros.
Figura.VII.45. Dama con fuete.
Figura.VII.46. Cachero o cornetero.
Figura.VII.47. Conjunto de Negros.
Figura.VII.48. Zarramaco en la danza de la corrida del gallo. Mecerreyes, España.
Figura.VII.49. Estructura de la danza del la corrida del gallo. Mecerreyes, España.
Figura.VII.50. Baile de los Negros a las puertas de la iglesia de Santo Domingo.
Figura VII.51. Zarramaco en la fiesta de la Vijanera.
Figura.VII.52. Pepa o Pepona. Cantabria, España.
Figura.VII.53. Paso de la rozadura.
Figura.VII.54. Paso de la siembra.
Figura.VII.55. Paso de la desyerbada.
Figura.VII.56. Paso de la recolecta.
Figura.VII.57. Paso de la paleada.
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Figura.VII.58. Músico con los instrumentos utilizados en la danza del trigo.
Figura.VII.59. Maraca que llevan los negros para coordinar el baile con la música en la danza a San Jerónimo.
Figura.VII.60. Flauta que marca los diferentes ritmos de la danza de los negros de San Jerónimo.
Figura.VII.61. Tambor, flauta y maraca que son utilizados en la danza de los Negros De San Jerónimo.
Figura.VII.62. Uniforme de los Negros de San Jerónimo.
Figura. VII.63. Uniforme de los Negros de San Jerónimo.
Figura.VII.64. Uniforme de los Negros de San Jerónimo.
Figura.VII.65. Uniforme de los Negros de San Jerónimo.
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INTRODUCCIÓN
Con el presente estudio sobre la cultura del trigo se espera contribuir
con la historia sociocultural de la región de los Andes venezolanos, en este
sentido, el análisis que se presenta integra los aspectos tecnológicos y socio
simbólicos del cultivo del trigo en la región andina.
Por tal razón buscamos adentrarnos en una nueva dimensión en
cuanto a lo que el cultivo del trigo se refiere, es decir, estudiaremos los
factores culturales que hicieron posible el mantenimiento en el tiempo de
una cultura agraria que ha girado alrededor del cultivo de trigo. Cereal que
aunque no es autóctono de la zona, llegó a tener una relevancia de gran
envergadura entre los pobladores de la región de los valles altos andinos;
igualmente marcó un hito importante en la historia económica y socio
cultural de la zona.
Es cierto que se han estudiado diversos aspectos relacionados con el
cultivo de trigo en los Andes, entre los que destacan: la botánica, el ciclo
del cultivo, el procesamiento, la tecnología, algunos antecedentes históricos
sobre el cereal, la tenencia de la tierra, las relaciones de producción, las
formas de organización en la actividad productiva y la comercialización
del trigo. De igual forma, se ha estudiado la introducción del trigo por los
colonizadores españoles en los siglos XVI y XVII, se han realizado
estudios con énfasis en las condiciones ambientales, los cambios en la
2
organización agrícola, igualmente se ha descrito el modo de vida de la
población rural de la zona andina, las relaciones laborales, la erosión y los
programas de reforestación, los recursos renovables, las expectativas en
torno a los programas de reactivación del cultivo del trigo, la diversidad de
variedades de trigo existentes, el sistema triguero, el abandono progresivo
de la siembra del trigo, por último la trascendencia del cultivo del trigo en
Venezuela y la reimplantación de dicho cereal en los páramos merideños.
Sin embargo, falta por estudiar las creencias, ceremonias y tradiciones
vinculadas al cultivo del trigo que le dan sentido a la vida del campesino de
la región. Razón por la cual nos hace pensar que el trigo, para estas
poblaciones es algo más que un simple cultivo, ya que alrededor de este
cereal, se han dado todas estas manifestaciones socioeconómicas y
sociosimbólicas; conformándose una cultura que se manifiesta hasta
nuestros días.
Es por eso que la investigación centra su eje de acción en el estudio
de la cultura del trigo en los Andes venezolanos, ya que una investigación
de este tipo, definirá ese aspecto de los valles altos andinos que no se ha
estudiado hasta ahora. Además nos permitirá conocer de forma más integral
la cultura de los campesinos de los Andes venezolanos.
El área donde se realizó la investigación corresponde a los
Municipios Rangel y Cardenal Quintero del estado Mérida,
específicamente en las poblaciones de Mucuchíes y Santo Domingo.
3
La presente investigación se justifica en el hecho de que el trigo fue
uno de los primeros cultivos que los colonizadores españoles introdujeron
en los Andes venezolanos, como un medio de asegurar su subsistencia.
Escogiendo la región andina por las semejanzas que estos establecieron
entre las características geográficas de los andes con la meseta ibérica,
igualmente por la analogía climática existente entre las dos zonas, que
contribuirían al rápido desarrollo del cultivo del cereal. También se
implantaron nuevos conocimientos y prácticas agrícolas que aceleraron el
proceso productivo del campo, que incidieron directamente en la manera
como los pobladores de los Andes venezolanos percibían su relación con el
medio natural.
El cereal en sí mismo representa hoy día un magnifico tema de
estudio, ya que, en un mundo donde los recursos alimenticios son
insuficientes, es necesario volver la mirada hacia este tipo de cultivo, que
puede generar en la zona andina un impulso a su economía y por supuesto,
un afianzamiento de los valores culturales que giran en torno al cereal.
En este sentido, el estudio abarcará no sólo las maneras productivas
del cereal en la zona, sino que también, se enfocará en las necesidades de
los pobladores de mantener un cultivo que ancestralmente es parte de su
cultura y de sus tradiciones agrícolas, que, por el proceso de tecnificación
de la producción del campo, fue sustituido por otros productos no
tradicionales pero de mayor rendimiento económico. Teniendo como
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consecuencia, la pérdida de los modos de producción autóctonos
desarrollados por los pobladores del área. Pero a pesar de los cambios
implantados, el trigo como práctica ha seguido cultivándose en la región
andina hasta hoy, sobreviviendo con él técnicas y tradiciones culturales que
giran en torno al cereal y que hoy se mantienen como una forma de vida
entre los pobladores de la zona andina.
Es así, que al plantearnos el problema de la cultura del trigo en los
Andes venezolanos, observamos que el abandono del cultivo es un proceso
inconcluso, ya que tiene tal arraigo en la población que subsiste bajo una
forma de vida, haciendo que los parameros cultiven y consuman el trigo
criollo casi de contrabando. Por lo que se hace indispensable conocer la
implantación del trigo y los cambios socioculturales que generó, así como
los elementos culturales que se han mantenido asociados al cultivo del
trigo. Estableciendo un vínculo entre el pasado y el presente.
De allí la importancia del estudio de los elementos antes
mencionados, ya que, al agrupar y estudiar en conjunto, las creencias, los
valores, las técnicas, las costumbres, las tradiciones, las invenciones y las
maneras de trabajar la tierra, estamos en presencia de las bases de lo que
pensamos es la conformación de una cultura, asociada al cultivo del cereal
y que en la investigación denominaremos “la cultura del trigo”.
En este sentido, debemos entender a la cultura como ese conjunto
complejo que abarca los saberes, las creencias, el arte, las costumbres, el
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derecho, así como toda la disposición o uso adquiridos por el hombre
viviendo en sociedad (Tylor, 1996). Dentro de estos parámetros
abarcaremos el estudio de la cultura campesina desarrollada en el páramo
merideño en torno al cultivo del trigo.
Por lo antes mencionado, es importante que en los estudios históricos
se incluyan los aspectos socioculturales, ya que es la mejor manera de crear
conciencia sobre los valores nacionales que se están perdiendo por los
procesos de globalización y homogenización de la economía y de la
cultura. En este proceso las fronteras nacionales tienden a desaparecer, es
imprescindible volver a nuestras raíces culturales, para no vivir un proceso
de recolonización cultural, ya que en la actualidad la cultura se ha
constituido en la ultima frontera a conquistar.
El estudio de la cultura del trigo en los Andes venezolanos plantea la
necesidad de una nueva forma de investigar la historia, donde se revalorice
cada uno de los elementos cotidianos que atañen al hombre. Por tal razón,
esta investigación pretende ofrecer una visión lo más integral posible de las
representaciones sociales del campesino de la cordillera, haciendo especial
énfasis en la cultura del trigo.
Esperando que con esta investigación se motiven los historiadores a
realizar este tipo de estudio que contribuye a aportar un granito de arena a
la historia regional, que ha sido generalmente descuidada.
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Con la investigación esperamos:
Contribuir al estudio de la historia sociocultural de los Andes
venezolanos.
Demostrar la pertinencia que tienen los estudios de historia
sociocultural para el conocimiento de las comunidades de los
páramos andinos.
Contribuir a reafirmar la identidad cultural del campesino de los
Andes venezolanos integrada principalmente por elementos étnicos
indígenas y españoles.
De manera especifica, con la investigación se busca:
Determinar la relación que ha existido entre la población campesina
de los Andes venezolanos y el cultivo del trigo, a lo largo de la
historia.
Analizar la persistencia del cultivo del trigo en los Andes
venezolanos.
Demostrar que en los Andes venezolanos existe una cultura del trigo.
Determinar cuales fueron las causas que dieron origen al abandono
progresivo del cereal y sus consecuencias culturales.
7
La investigación centra su análisis en las siguientes hipótesis:
Las prácticas agrícolas, creencias, y tradiciones, vinculadas al cultivo
del trigo, introducidas por los colonizadores españoles en los Andes
venezolanos, han conformado históricamente una cultura del trigo
que se ha mantenido, con algunos cambios, hasta nuestros días.
La importancia del trigo en la dieta de los campesinos andinos y la
tradición oral, han sido factores determinantes en la consolidación y
el mantenimiento de la cultura del trigo en los Andes venezolanos.
La modernización agrícola que se produjo en la zona durante el siglo
XX, introdujo una serie de cambios en el modo de vida. Sin
embargo, la población ha mantenido la cultura del trigo como parte
de su identidad cultural.
La metodología que se utilizó para la realización de la presente
investigación se basa en la Etnohistoria, disciplina dedicada al estudio de
las tradiciones y de los comportamientos populares por medio de la historia
y la antropología.
La Etnohistoria nos permitió conocer e interpretar el proceso
histórico de la cultura del trigo en los Andes venezolanos a través del
tiempo. Para esto, se utilizó “el método regresivo” planteado por Marc
Bloch (historiador medievalista), que sugiere que no puede existir una
comprensión del presente sino se comprende el pasado o viceversa.
8
Además, la Etnohistoria le da gran importancia y valoración al hombre y a
su manera de pensar, de vivir, valiéndose de varias fuentes de información
entre las cuales están los testimonios orales y las fuentes escritas
(documentales y hemero-bibliográficas).
Es de hacer notar, que para el análisis histórico de la cultura del
trigo, se siguió el planteamiento de Fernan Braudel (1974) sobre el tiempo
de larga duración, por ser un tiempo que mira al pasado y lo transfiere al
presente. Es decir, la larga duración es un tiempo acumulativo, en fin el
nivel profundo de la historia estructural donde se desarrollan los hechos de
cultura.
Para la recolección de la información bibliográfica se realizó un
arqueo donde se recopiló la información existente sobre el tema a
investigar, incluyendo fuentes de tipo documental, hemero – bibliográfico y
videográfico.
Para la recolección de testimonios orales se llevó a cavo un trabajo
de campo en donde se realizaron entrevistas grabadas, de manera libre (sin
preguntas estructuradas rígidas y preestablecidas) y profunda. Se enfocaron
las entrevistas hacia los objetivos planteados en el trabajo. Con esto
logramos la recolección de la información sobre los aspectos que integran
la cultura del trigo, que constituyen el tema central de la presente
investigación.
9
Igualmente, se realizó la observación de algunas ceremonias del
calendario cristiano relacionadas con el cultivo del trigo en la zona. Es
decir, la fiesta de San Isidro Labrador en Mucuchíes y la de San Jerónimo
en Santo Domingo, Es de resaltar, que para la realización de la presente
investigación los testimonios orales constituyen una fuente de gran
importancia, ya que gracias a ellos logramos recoger las vivencias de los
propios actores del proceso socio – cultural. Por medio de ésta información,
se alcanzó una visión más completa de la cultura del campesino de los
Andes venezolanos.
Recogida la información se procedió al análisis de la misma por
medio del cotejamiento de la información obtenida de las fuentes hemero –
bibliográficas y documentales, con los testimonios orales recogidos en las
entrevistas.
Los resultados de la investigación fueron divididos en siete capítulos,
en el primero se establecen las bases teóricas y los diversos postulados que
definen a la historia como la ciencia encargada de estudiar el devenir de los
hombres, los hechos y las acciones que lo definen a través del tiempo. De
igual manera, se genera una interesante disertación sobre las diversas
formas de hacer historia, haciendo patente la utilización de la etnohistoria
como forma de estudiar las sociedades, que por no poseer archivos y
documentos escritos han sido marginadas de la historia convencional. En
este sentido, la etnohistoria nos permite ver y estudiar todo su contexto a
10
través de las generaciones, permitiéndonos traer a nuestro tiempo esas
voces que nos llegan del pasado.
En el segundo capítulo, se presentan los aspectos geográficos del
área en estudio. Se tratan aspectos de suma importancia como son los datos
históricos de los municipios que son objeto de la investigación, y la
división político territorial del área de estudio.
El tercer capítulo se centra en la importancia que tiene el cultivo del
trigo en la historia de la humanidad, en él, se establece el vínculo existente
entre el trigo y el hombre, así como las formas, el origen y la percepción
que cada una de las culturas ha tenido sobre el cereal y su impacto sobre
sus formas culturales. Otro de los puntos que se abordan en el capítulo es el
de las características de la planta del trigo, lo cual nos dará un
conocimiento más exacto del objeto fundamental de nuestra investigación.
En el cuarto capítulo de la investigación, se analiza de manera
detallada el proceso de la introducción del cultivo de trigo en América, en
este sentido, se inicia la discusión, planteando el proceso de implantación
de la agricultura europea en América durante la colonización. También se
da una panorámica de la introducción del cultivo en Venezuela, y un
estudio de la entrada del cultivo de trigo en los valles altos andinos de la
Cordillera de Mérida. Para finalizar, con el análisis de la importancia del
trigo como alimento básico en la dieta de los colonizadores españoles, y los
11
factores económicos que favorecieron el cultivo del cereal en América y en
Venezuela.
En el quinto capítulo, se analiza en primer lugar, los aspectos
referentes a los conocimientos y prácticas que mantienen los campesinos de
la zona en cuanto al cultivo del trigo, para luego examinar las diversas
técnicas que manejan los habitantes de la zona. También se hace referencia
a la vivienda campesina, como elemento importante en el sistema de
cultivo de trigo. Además en el capítulo se analizan los diversos factores que
fomentaron la decadencia de la producción comercial del trigo en la zona y
los factores que han mantenido vivo el cultivo del trigo para el
autoconsumo de las familias campesinas de la Cordillera de Mérida,
conformándose de ésta manera una cultura del trigo en la zona estudiada.
El sexto capitulo, se centra en el análisis de la fiesta de San Isidro
Labrador en la población de Mucuchíes que se encuentra vinculada con la
siembra del trigo. En este sentido, el capítulo fue elaborado con abundante
información oral, por medio de los testimonios narrados por los propios
protagonistas y testigos directos de las creencias, ceremonias y tradiciones
vinculadas al cultivo de trigo, que le dan sentido a la vida del campesino de
la región.
El séptimo capítulo de la investigación, se centra en el estudio de la
“Fiesta del trigo” ó “fiesta en honor a San Jerónimo”, que se encuentra
relacionada con la siembra del trigo. En éste orden de ideas, el análisis que
12
se presenta se elaboró tomando en cuenta la abundante información oral
obtenida en la zona bajo estudio, que nos proporcionó importantes
testimonios narrados por los protagonistas directos de las manifestaciones,
declaraciones de fe, ritos y tradiciones que realizan los pobladores de la
zona y que tienen como norte la obtención de cosechas de trigo, que le
aseguran al campesino, obtener uno de los principales alimentos que
componen su dieta diaria, y el mantenimiento de sus costumbres culturales
que giran alrededor del cereal.
CAPITULO I
MARCO TEÓRICO METODOLÓGICO
Los procesos históricos han supuesto a través del tiempo un amplio y
discutido objeto de estudio, ya que si bien es cierto, que los historiadores
están divididos en cuanto a las maneras de estudiar la historia, también se
han generado nuevos espacios interdisciplinarios como la etnohistoria que
facilitan el estudio de los hechos históricos, en este sentido, no es estudiar
solamente la historia documental, sino que por el contrario, la nueva
historia, busca integrar a los modos tradicionales de análisis (documentos
escritos), el estudio de la cultura, costumbres, tradiciones de los pueblos y
la manera como esta es transmitida a través del tiempo, para dar así una
visión más completa de los acontecimientos, que permita analizar a la
sociedad desde un punto de vista más homogéneo.
Por tal motivo, el estudio de los métodos históricos y etnohistoricos,
nos permitirán obtener las herramientas necesarias a la hora de estudiar la
cultura del trigo en los Andes venezolanos, ya que a través de éstos
instrumentos de análisis podremos determinar la importancia del contexto
sociocultural que gira alrededor del cultivo de trigo en la región de los
Andes venezolanos.
14
1.1. Relaciones entre la Antropología y la Historia.
Cuando hablamos de la Antropología y su relación con la historia,
planteamos un tema que ha generado una serie de discusiones entre los
antropólogos e historiadores durante todo el siglo XX, es así, como el
funcionalismo representado por Brown (1965) y Manilowski (1975), y el
estructuralismo representado por Strauss (1961); han ido debatiendo desde
diferentes puntos de vista, el objeto de la Antropología y su relación con las
ciencias históricas.
De esta manera, el dialogo con respecto a la cuestión no ha sido nada
fácil, ya que cada uno de estos estudiosos han sabido ser dignos
representantes de sus postulados, manteniendo sus argumentos, en relación
a la cuestión estudiada, por tal razón, en el análisis epistemológico que se
ha dirigido a redefinir la Antropología como ciencia ha tenido un lugar
privilegiado la relación de ésta con la historia (Velázquez, 1987: 9).
Esa es la razón por la cual, la primera mitad del siglo pasado, fue
el semillero de discordancias teóricas que terminaron por configurar un
divorcio entre la Antropología y la Historia, lo que generó, que la corriente
funcionalista posicionara a la Antropología como una ciencia con una
relación casi nula con las ciencias históricas, esto, fruto de corrientes
anteriores que pretendían colocar a la Antropología al servicio de la
Historia, condenándola a ser una disciplina auxiliar de la misma.
15
Además, en ese momento la Antropología buscaba deslindarse de la
“historia tradicional”, por cuanto en la mentalidad de los funcionalistas, la
Historia era interpretada con el carácter de una reflexión ideográfica
dominada por hechos particulares (Velázquez, 1987: 10) que se
conformaban como impersonales con el contexto histórico, ya que esta
disciplina (la Historia), desde el punto de vista de los antropólogos, solo se
basaba en documentos escritos, que por lo general, eran dejados como la
evidencia testimonial de hechos en los cuales ellos (los redactores de los
documentos) mismos eran protagonistas.
De esta forma, la Antropología desde el punto funcionalista, adquirió
el carácter de una disciplina monotética, siguiendo fielmente los preceptos
que pretendían exponer las regularidades o leyes en la estructura y
funcionamiento de los sistemas sociales (Brown citado por Velázquez
1987: 10), de esta forma la Antropología funcionalista circunscribió su
objeto de estudio más inmediato, en las sociedades denominadas por ellos
mismos “primitivas”, cuya principal característica era la carencia de
documentos escritos que definieran los hechos más importantes de su
acontecer histórico y social. Esto trajo como consecuencia directa, que se
creyera, que los antropólogos al estar desligados del análisis de los
documentos y fuentes tradicionales de razonamiento, sus estudios estaban
basados en la conjetura y la imaginación para lograr justificar sus
interpretaciones de tipo histórico.
16
Por tal razón, el funcionalismo optó por privilegiar el análisis
sincrónico de los sistemas sociales, afirmándose para ello en la
“observación empírica” (Manilowski, 1975: 29), sobre el análisis funcional
estructural y la dinámica de los sistemas sociales (Brown citado por
Velázquez 1987: 10).
De este modo, se consolidó la arraigada oposición entre la
Antropología e Historia, ya que como es evidente, para ese momento las
dos disciplinas no poseían relaciones en común en cuanto al objeto y el
método para llevar a cabo análisis de las sociedades que pretendían
estudiar, sin dejar de mencionar, la sobrevaloración de la cual fueron objeto
las fuentes escritas por parte de los historiadores, tendencia que lleváron al
punto, de convertir a los documentos escritos, en “la única fuente crítica de
información histórica, desconociendo la importancia de otros recursos
fundamentales del conocimiento, como lo son: los restos arqueológicos y
la tradición oral (Velázquez, 1987: 11).
Luego, como contrapartida del radicalismo expresado por los
funcionalistas, y la rigidez de los historiadores de la época, surge la
corriente del estructuralismo, de la mano de Levi-Strauss, durante la
segunda mitad del siglo XX. Es en ese momento, cuando se genera un
cambio radical de las relaciones entre la Antropología y la Historia, al
proponer un modelo de estudio, basado en el análisis de la Historia
estructural, apoyado principalmente en una dimensión donde se desarrollan
17
los universales de la naturaleza humana, es decir, Strauss propone a los
historiadores, dejar a un lado el análisis de los hechos episódicos para
acercarse al estudio de la naturaleza humana.
Como complemento de lo anterior, Strauss (1968: 27), propone la
incorporación del tiempo largo o mecánico (louge durée). Esta nueva
noción del tiempo, frente a la del tiempo estático, introducirá una nueva
panorámica, determinada por el contexto donde se producen los hechos
inconcientes, es decir, deja de lado el estudio del hecho concreto colectivo
o individual para dar paso al tiempo inconciente, presente en la mente de
las personas que viven y trasmiten los hechos y el contexto en el cual
ocurrieron.
En este sentido, otra de las propuestas de este autor, es la de la crítica
que deben hacerse los historiadores sobre los valores culturales
occidentales, que se deben asumir a la hora de estudiar otras sociedades con
valores diferentes a los propios.
Finalmente, la última propuesta que realiza Levi-Strauss para el
acercamiento entre Antropología e Historia, versa en el hecho, de
relacionar las sociedades “primitivas” ó “frías” con respecto a las
“modernas” ó “calientes”, en el análisis de las universalidades de la
naturaleza humana, al reconocer el valor de la tradición oral como recuso
de información histórica para la Antropología (Velázquez, 1978: 12).
18
Los procedimientos establecidos por Levi-Strauss para conciliar a la
Antropología con la Historia, resultaron, según Bloch (1967: 15), en un
proceso de revisión epistémico que en décadas anteriores se había ya
experimentado en la teoría histórica. Dicha revisión, se encontraba
relacionada principalmente, a la modificación de los postulados
epistémicos de las ciencias históricas, para transformarla, de una ciencia
relatora de acontecimientos episódicos, a una cuya función principal fuera
analizar los hechos del hombre en su entorno.
Algunos de los aspectos de la revisión epistémica de la Historia, de
la cual venimos hablando, y que estableció los puentes tan necesarios para
el acercamiento de la Antropología y la Historia, son los siguientes:
Se logró en primer lugar, centrar el interés de los historiadores en
la valorización del hombre y su manera de vivir como fuente de
información histórica, haciendo hincapié en discriminar las actividades
cotidianas, la forma de organizarse socialmente, el trabajo, la subsistencia,
las formas de pensamiento y la lucha (adaptado de Cardozo y Pérez, 1977:
25), tomando como base esto, los historiadores comenzaron a tener un
mayor interés en la Antropología desde el punto de vista del
estructuralismo, que la plantea como la disciplina que estudia la naturaleza
humana.
En segundo lugar, está el referido al reconocimiento por parte de los
historiadores del carácter social de la investigación histórica (Carr, 1973:
19
26). Es así, que se logró la toma de conciencia de las valorizaciones
europocéntricas para los estudios históricos de las sociedades no
occidentales, en la reflexión epistemológica de algunos pensadores de la
Historia y en el esquema del estructuralismo, que evidencia su relevancia
como requisito para el acercamiento entre la Antropología y la Historia
(Velázquez, 1987: 14).
Dentro de este esquema, el cuarto aspecto es el referido a la
introducción del denominado “método reversible” postulado por Marc
Bloch, donde se expresa que la comprensión del presente ilustra y se
proyecta de manera considerable sobre el pasado (adaptado de Balibar,
1976: 9). Esta afirmación está fundamentada, en la medida en que vincule a
la Historia con la Antropología, en lo concerniente a la valorización de los
estudios de las sociedades contemporáneas, en este sentido, se buscaba que
los historiadores revalorizaran al margen de los documentos escritos, la
importancia de la memoria colectiva como otra fuente de información
histórica.
El último de los planteamientos que se lleváron a cabo para acercar a
la Antropología y la Historia, fue la introducción de la tesis de Braudel
(1974: 65) sobre la multiplicidad de tiempos en que ocurren los fenómenos
históricos, y su estudio. En dicha clasificación se expresa que existe una
diversidad temporal: el tiempo de corta duración donde ocurren los
acontecimientos; el de mediana duración donde tienen lugar los llamados
20
ciclos de coyuntura, y finalmente, el tiempo de larga duración donde se
desarrollan las estructuras (Velázquez, 1987:15).
Es precisamente en esta categoría histórica (el tiempo de larga
duración) en donde se despliegan las continuidades y discontinuidades de
los hechos civilizatorios, siendo esta, la dimensión temporal que reporta el
mayor interés y beneficio a la Historia y a las ciencias sociales afines.
De las razones antes expuestas, podemos concluir que las
convergencias de criterios que se llevaron a cabo entre la Antropología
estructuralista, y los postulados obtenidos por la reflexión epistémica de
carácter histórico, que intentaba transformar a su campo de estudio en un
despliegue de actividades analíticas e interdisciplinaria, sirvieron para
sentar las bases de lo que hoy conocemos como la “Etnohistoria” disciplina
que utilizaremos en la presente investigación.
1.2. La Nueva Historia y las demás Ciencias Sociales.
Partiendo de la concepción de Marc Bloch (1967: 36) de que la
Historia: es el estudio de los hombres en el tiempo donde el historiador no
solo debe preocuparse por el pasado, sino también por el presente y las
transformaciones futuras; consideramos, que la Historia es una ciencia que
debe experimentar nuevos planteamientos, que al igual que el hombre, la
orienten a una nueva reformulación tanto en sus aspectos metodológicos
como en sus perspectivas epistemológicas.
21
Contrario a esta filosofía, nos topamos con la Historia tradicional, la
cual propone que el historiador sólo debe ceñirse al documento escrito, este
tipo de Historia, se basa en los hechos, es la Historia de los episodios,
implica el estudio de las dinastías y por ende de los héroes, da importancia
a cierta clase social, en este caso a una élite. Donde la misión principal del
historiador consiste, en establecer a partir de documentos los “hechos
históricos”, para luego coordinarlos y finalmente exponerlos en forma
coherente, reduciendo el hecho histórico a situaciones simples, singulares e
individuales que no se repiten (adaptado de Berr y Lacombe, 1964: 100).
Es decir, la Historia tradicional nos sugiere el estudio de hechos
documentados, que por lo general, no toma en cuenta la totalidad del
contexto sociocultural donde se desarrollan los eventos históricos, y que
por el contrario, da importancia a determinada clase social, al estudio de las
dinastías y por ende de sus héroes, dando menor importancia al hecho
colectivo que implica a la sociedad como núcleo integrado.
Esta concepción clásica de la Historia es concebida “como una serie
de discontinuidades descritas de manera continua, que es naturalmente la
narración (Furet, citado por Cardozo. 1967: 1, 26).
De esta afirmación se emprende el camino a lo que hoy conocemos
como “La nueva Historia”, que no es más, que el acercamiento de ésta a las
demás ciencias sociales. En este sentido, Frebvre y Bloch con la revista
Annales, hacen un aporte significativo en cuanto a la difusión de un nuevo
22
modo de concebir la Historia, puesto que hicieron de dicha publicación un
punto de encuentro y discusión entre los historiadores y científicos sociales
en general.
Por su parte Braudel y Labrousse, lograron orientar a los
historiadores hacia el análisis profundo de las estructuras más allá de los
acontecimientos y de los ciclos coyunturales. En este sentido, la Historia
toma un nuevo rumbo al relacionarse con otras ciencias sociales, y
comienza a interesarse no solo en el estudio de hechos aislados contenidos
en documentos, sino que por el contrario, fija su mirada en los hechos
recurrentes y singulares, en las realidades concientes y en aquellos hechos
de los cuales los contemporáneos no tienen necesariamente conciencia, un
claro ejemplo de esto, es el estudio de los ciclos coyunturales de larga
duración como el tema que nos ocupa: la cultura del trigo.
Entonces, debemos entender que la evolución de la Historia se da en
la medida en que ésta se mantiene en contacto con las demás ciencias del
hombre, en este sentido Bloch (1952: 24-25) sostiene que “el objeto de la
Historia es esencialmente el hombre. Mejor dicho: los hombres. Más que el
singular, favorable a la abstracción, conviene a una ciencia de lo diverso el
plural, que es el modo gramatical de la relatividad”.
Esta historia plural, se encarga del estudio de las estructuras y es más
cercana a las demás ciencias sociales, más profunda en el análisis de las
masas y sobretodo más cercana al hombre. Surgiendo de esta manera la
23
idea de la totalidad como un hecho social, que tiende a cambiar el objeto de
estudio y la metodología propia de la historia en su concepción clásica,
para pasar a una Historia que está más comprometida con ese entorno
social que estudia y describe.
Las características antes mencionadas, nos permiten obtener una
visión más global de los hechos históricos que describen a la sociedad, y
por consiguiente, una panorámica más amplia de su contexto y evolución.
Es, en ese devenir, donde la Historia adquiere un sentido más humano.
Este cambio en las estructuras del pensamiento histórico, origina que
surjan nuevos términos que van a cambiar la manera en la cual se percibe la
realidad del contexto histórico cultural de determinado grupo social, es
decir, la nueva Historia sobrepasa lo esencial de la problemática y
metodología adoptada en las últimas cuatro décadas, para sugerir nuevos
métodos más completos que dejen atrás los viejos paradigmas de la:
cuantificación, coyuntura, estructura y modelo. Apostándose en la
actualidad, por una visión transdisciplinaria que dé una visión más
completa de la realidad histórica.
1.3. Historia y estudio de la cultura: la Etnohistoria.
Los elementos descritos anteriormente, proponen las pautas que
establecen el cambio y reestructuración de las ciencias históricas tal y como
las conocemos, para adéntranos en una nueva manera de concebir su
método de estudio, es decir, percibir la Historia como una ciencia que
24
estudia las estructuras y los ciclos, utilizando un método analítico
comparativo de síntesis, de totalidad, que cimienta las bases para lo que
hoy conocemos como “Etnohistoria” que constituye una parte determinante
de esa Historia totalizadora que va mas allá de los hechos descritos en los
documentos y da paso al estudio de la cultura, al estudio de las tradiciones
y de los comportamientos populares.
Es así, que al integrar el estudio de la cultura y de las estructuras
sociales, nos damos cuenta que la Historia comienza a aproximarse a otras
ciencias sociales como la Antropología surgiendo así la Etnohistoria. Para
ampliar la visión de esta nueva manera de estudiar la Historia, Francois
Chevalier (S/F) define a la etnohistoria como: “El estudio de las tradiciones
y de los comportamientos populares por métodos tomados de las dos
ciencias. Este término en un sentido más amplio, es el estudio sociocultural
del pueblo en sus perspectivas históricas” (p. 1).
Por su parte el método etnohistórico se podría describir, como una
mezcla entre Etnología e Historia, que deja atrás todas las disertaciones
académicas sobre la oposición de estas dos ciencias, que proviene, en
realidad, de meras contingencias académicas. En este orden de ideas, se
puede decir que el historiador es visto como un investigador del devenir de
las sociedades, cuyo pasado puede ser reconstruido gracias a una serie de
documentos escritos y discontinuos, escapándosele de su ámbito de estudio
las sociedades ágrafas, desprovistas de textos escritos y por lo tanto de
25
archivos. Siendo entonces, reservado el estudio de estas sociedades al
Etnólogo, que se ve obligado a buscar el objeto de su estudio sobre el
terreno, es decir, se basa en estudiar las sociedades vivientes o
supervivientes en la actualidad, cuyo pasado solo está inscrito en sus
tradiciones orales” (adaptado de Wachtel, 1971: 25).
En suma, la Historia es considerada la ciencia de la continuidad (o de
la solución de continuidad) de las sociedades en el tiempo, por su parte la
Etnología es la ciencia de la diversidad de las sociedades (llamadas
primitivas) en el espacio. Sin embargo, los historiadores saben que el
denominado tiempo histórico sigue su ritmo diferenciado y
pluridimensional. Enfrentándose al problema de las relaciones sincrónicas
y de los desfases entre los distintos niveles de las sociedades cuyo devenir
estudian.
Los Etnólogos por su parte, saben que las sociedades sin historia no
existen, que la sociedad sigue un itinerario inverso, que tropieza con el
problema de la evolución en las relaciones que analizan dentro de un
cuadro estadístico. Dicho de otro modo, la oposición entre las dos
disciplinas no se reduce, como a menudo se cree, a la sincronía y diacronía,
a la de la estructura o la práxis, a los límites que impone lo formal o lo
concreto. Las dualidades descritas, resumen y a la vez definen los
problemas internos tanto de la Historia como de la Etnología.
Como es evidente, la Etnohistoria realiza un estudio más completo y
26
detallado de las sociedades, en el cual se toman en cuenta nuevos
elementos como la observación de las etnias, a través del trabajo de campo.
Por medio de este método, se hacen patentes las costumbres y tradiciones
transmitidas de generación en generación, es decir, se amplia aún más la
visión con que son interpretados los hechos, dejando atrás la denominada
“historia de los documentos”. Además la recolección de la tradición oral, es
uno de los rasgos fundamentales que distinguen a esta nueva manera de ver
los hechos históricos, convirtiéndose en un elemento importante para la
reconstrucción de los pueblos que no tuvieron escritura, pero que si
tuvieron otras formas de expresar y mantener viva su historia y el conjunto
de creencias y rasgos propios de su acervo cultural.
Es así como Wachtel (1971: 57) en su libro titulado Los Vencidos
nos plantea las fuentes complementarias para el estudio de las sociedades:
a. Existen fuentes auténticamente indígenas:
Antes de la llegada de los españoles, los indígenas tenían ya la
costumbre de perpetuar el recuerdo de los principales acontecimientos de
su historia. Un ejemplo claro de esto, se encuentra en nuestros Andes,
donde los indígenas de la zona utilizaban los petroglifos y grabados para
perpetuar en el tiempo los hechos más importantes de su historia como
núcleo social.
b. Otra categoría de fuente son los archivos de la administración
Española,
27
El cobro de tributo, de evangelización y los problemas de gobierno
en general condujeron a los misioneros, a los funcionarios reales y hasta
simples viajeros a informarse acerca de las instituciones indígenas. Citemos
en especial las visitas confiadas a los administradores encargados de
unificar las informaciones acerca de tal o cual región con fines fiscales:
realizaban sus encuestas sobre la base de un cuestionario preciso, pero
podían reseñar cualquier tipo de hechos significativos, según las
circunstancias.
c. Por ultimo están los cronistas españoles,
Es decir las fuentes clásicas que los historiadores han utilizado con
más frecuencia hasta el presente. Pero el recurso a estos documentos exige
de nuestra parte una extrema prudencia.
1.4. Las fuentes orales en el estudio de los procesos culturales.
Podemos decir que el objeto de estudio de la Etnohistoria es el
análisis profundo de las estructuras, es decir, deja de lado el estudio de los
acontecimientos sucedidos en un tiempo corto, para centrarse en la
observación de los hechos de larga duración, valiéndose del tiempo
reversible, para analizar los hechos conscientes e inconscientes. Apostando
por la realización de estudios más completos, que tomen en cuenta los tres
principales tipos de fuentes, es decir, la observación, documentos escritos y
la tradición oral.
Por tradición oral debemos entender “el testimonio oral transmitido
28
verbalmente de una generación a la siguiente o más de una generación”
(Vansina, 1968: 23).
De lo anterior podemos inferir, que la tradición oral como fuente
histórica, posee un carácter propio que se encuentra determinado en un
primer momento por la oralidad, que encuentra su base en la transmisión de
generación en generación, primando éste principio sobre las fuentes de
carácter escrito.
Por tal motivo la experiencia de la Historia oral instaura, de esta
forma, la suspensión de la jerarquía establecida en las historias
oficializadas, le pone carne, memoria y testimonio a lo colectivo, profana
lo sagrado, al tiempo que sacraliza lo irreverente. Descubre en definitiva,
que el camino del rodeo subjetivo permite alcanzar no sólo el sentido de la
Historia, sino, sobretodo, el encuentro vivo con ella (Marinas y
Santamarina, 1993: 10).
En este orden de ideas, y apoyándonos en los planteamientos de
Vansina (1968: 79), podemos decir que “la Tradición Oral” tiene múltiples
vertientes, dentro de las cuales destacan los siguientes géneros: desde el
punto de vista sintético exterior, en fórmulas (identificaciones de un
pueblo, interpretaciones jurídicas), en listas de personas (genealogías,
sucesiones a un puesto de lugares, de derechos sobre la tierra, itinerarios
migratorios), en narraciones (históricas, épicas, etiológicas y místicas), en
producción poética (con forma regulada y valor estético) y en comentarios
29
sobre sucesos. Es importante destacar que según el autor, cada sociedad
tiene su propio estilo para distinguir y repartir estos géneros.
Otro punto a considerar dentro de la tradición oral, es que la
transmisión de grandes cantidades y formas específicas de información oral
de generación en generación requiere tiempo y un esfuerzo mental
considerable, lo que plantea, que éste esfuerzo debe estar condicionado por
un propósito específico. Por lo general se piensa, que el propósito que
mueve la transmisión a través de las generaciones es de carácter estructural.
Algunos teóricos, como Durkhein (1912), consideran que el propósito en la
creación y trasmisión oral se halla sistemática y dependientemente
relacionado con la reproducción de la estructura social.
Dentro de este proceso de reformulación de la Historia, es natural
encontrarnos que existen detractores de la tradición oral como fuente de
carácter histórico, en este sentido, uno de los blancos fundamentales donde
apuntan las críticas, es hacia la “supuesta” subjetividad que la tradición oral
tiene como fuente histórica, olvidando los críticos, que ésta se encuentra
sustentada por una metodología que permite, en primer lugar: la
planificación de proyectos específicos de investigación, en un segundo
plano localizar y seleccionar los informantes claves para las entrevistas, y
por último transcribir, corregir y catalogar los materiales recopilados
(Vansina, 1968: 30).
Por otra parte los detractores de la tradición oral, parecen olvidar que
30
en muchas ocasiones quienes elaboran los documentos escritos, los
testimonios o las informaciones, son parte interesada en los procesos que
son descritos, lo que conduce a los relatores de los hechos históricos a
presentar una visión tergiversada de la realidad.
No se pretende, de ninguna manera, menospreciar u obviar el trabajo
documental, bibliográfico o hemerográfico, sino más bien ubicar cada
recurso interrelacionado para un mayor enriquecimiento del trabajo
investigativo. En este caso la fuente primaria testimonial sirve, en alguna
medida, para confrontar hipótesis buscando una interrelación que conlleve
a un enriquecimiento del hecho histórico que se investiga.
Para profundizar sobre este punto, tomaremos parte de lo propuesto
por Philippe Joutard (1986), en su obra Esas voces que nos llegan del
pasado, donde el autor no encuentra diferencia alguna entre los términos
tradición oral e historia oral, tratando a los dos términos como si se tratasen
de una sola. En este orden de ideas, el autor establece que la Historia oral
debe ser percibida como otra historia, no oficial, que está por escribirse y
que se encuentra patente en esas miles de voces que nos llegan del pasado y
piden ser escuchadas.
Es en este contexto, donde podemos afirmar que la historia oral
como elemento de la nueva historia, aporta su contribución a los estudios
etnohistoricos, ya que ésta, proporciona los matices propios de los hechos
de la vida cotidiana, poniendo en relieve los testimonios indirectos, no el de
31
las personas que han vivido lo que cuentan, sino que por el contrario, se
trasmite lo que han dicho otras personas, es decir: la tradición oral.
Por tal motivo la historia oral le aporta al estudio de los hechos
históricos la materialización de una experiencia, de un relato, en definitiva
de una mirada. Pero una mirada capaz de encontrar, desde lo secuencial de
lo particular, los cambios colectivos, las condiciones socioculturales de una
época, las diferencias entre diferentes sectores de clases, las conductas de
los géneros, los comportamientos de las edades, las experiencias del futuro,
los perfiles del linaje en diferentes épocas, lugares y circunstancias
(Marinas y Santamarina, 1993: 10-11).
Otro elemento importante que no se debe olvidar, y que se debe
mantener siempre presente, es el concepto de cultura que brinda una visión
de conjunto a cualquier análisis de tipo etnohistórico que pretendamos
llevar adelante. En este sentido, debemos entender por cultura: al “conjunto
complejo que abarca los saberes, las creencias, el arte, las costumbres, el
derecho, así como toda disposición o uso adquiridos por el hombre
viviendo en sociedad” (Tylor, 1996: 201).
La palabra cultura es antigua. En un principio, dicha expresión era un
equivalente del termino cultivo que se refería a las actividades del campo,
al trabajo en la tierra para obtener de ésta los frutos deseados, y esto es
explicable porque un campo en cultivo es distintivo, en su apariencia y en
sus resultados, a un campo abandonado.
32
Tal concepto del vocablo cultura, basado en la explotación del suelo-
cultura, agricultura, se transformó en el correr del tiempo, y se aplicó a las
obras producidas por el hombre en general, especialmente en lo tocante a
las cosas del espíritu. Fue en el siglo XVII, según parece cuando comenzó a
emplearse en Europa esta acepción más elevada de la palabra cultura
(Alvear, 1999: 7).
En este sentido, el hombre como ser social se encuentra inmerso
dentro de un colectivo que forma su cultura, respondiendo a pensamientos
y actos específicos. A su vez, la cultura implica una diversidad compleja de
ámbitos que se fusionan y se sobreponen en el proceso histórico que la
determinan y transforman.
Es así, que el conjunto de normas, pautas, derecho y disposiciones
que rigen las relaciones de una cultura pretenden el equilibrio entre el
hombre y el colectivo, además del resguardo y mantenimiento del grupo
como tal. Las interrelaciones de los individuos frente a estos principios
exponen y justifican los términos que definen a una cultura y dan validez a
sus vínculos.
De lo anterior podemos deducir, que tanto la historia como la cultura
se encuentran fuertemente relacionadas, ya que si bien es cierto que la
historia se encarga de estudiar los hechos que se encuentran documentados
dentro de una sociedad, la cultura por su parte da ese contexto donde se
desarrollan los hechos sociales.
33
Es aquí donde no podemos hablar de historia sin hacer referencia
obligada a la cultura, porque ésta última abarca todos los ámbitos que
conciernen al hombre como ser individual y colectivo. Dando esto, sentido
a la sociedad como la conocemos, es decir, es en esa sociedad que escribe
la historia, donde el hombre como centro de su estudio desarrolla todas sus
habilidades, enriquece su saber a través del arte y la costumbre, y por
consiguiente, busca nutrir su pasado histórico, bien sea de manera escrita,
documentada, o a través de la oralidad, para darle un lugar de importancia a
esos hechos que representan el pasado, en las conciencias de los hombres
del futuro.
Con respecto a la metodología de las fuentes orales, en el trabajo se
siguieron las normas que Sitton y colaboradores (1989) establecen en su
obra Historia Oral, donde plantean que para llevar a cabo una buena
práctica de la historia oral, se deben seguir una serie de pasos, que
metodológicamente aseguran el éxito en cuanto a la recolección de datos en
los trabajos de campo llevados a cabo por los investigadores.
Las normas seguidas en el trabajo fueron las siguientes:
1. Tener conocimiento previo del lugar.
2. Localizar informantes potencialmente buenos.
3. Seleccionar a los entrevistados, explicándole el proyecto y
concertando la primera entrevista.
4. Con respecto al testimonio, estos deben ser analizados tomando en
34
cuenta las variantes y las formas de atestiguar que pueden ser:
El testimonio colectivo, la confrontación de testigos y la
interrogación de los testigos.
5. La significación social del testimonio para la comunidad.
6. La importancia del testimonio, su origen y comparación con otros
testimonios.
7. Hacer preguntas abiertas pues están sujetas a más de una
interpretación.
8. Hacer la misma pregunta en dos o tres formas diferentes y tomar la
mejor respuesta.
9. Hacer varias preguntas de antecedentes sobre la familia del
informante, su lugar de nacimiento y la historia de sus primeros años.
de vida.
10.Después de los antecedentes se realiza la primera pregunta
relacionada directamente con uno de los temas que nos interesan.
Esta primera pregunta debe relacionarse con algo que el informante
conozca.
11.También se debe hacer que se deletreen los nombres propios de
gentes y lugares, letra por letra, antes de terminar la entrevista o
escribir los nombres en su libreta de notas.
12.Durante la entrevista, se trabaja con el informante para ayudarle a
recordar el pasado y grabar la mayor cantidad y calidad posible de
35
información significativa.
13.Ser flexible, es decir, no preocuparse mucho por quien está (o parece
estar) en control de la entrevista.
14.Ser un buen entrevistador también significa alentar al entrevistado
mediante sonrisas y movimientos de la cabeza para que hable más.
15.Mantener buen contacto visual con el informante y estar lo más cerca
posible de él, evitar señales de nerviosismo, descortesía o falta de
atención, como el de mirar más a sus notas que al sujeto, tamborilear
los dedos o lucir impacientes o aburrido.
16.Se debe vestir en términos apropiados para la circunstancia, por lo
general de manera informal.
17.Las preguntas en su contenido y secuencia deben realizarse de
manera que parezcan improvisadas y naturales.
Siguiendo las reglas arriba descritas, se puede conseguir el análisis
certero y factible de la información oral recolectada en los trabajos de
campo realizados por los historiadores, es decir, que en la medida que se
sigan las reglas descritas, se podrá constatar la veracidad de los
testimonios, realizar una certera selección de los entrevistados y un manejo
coherente de la información recolectada. De igual forma se podrán
catalogar eficientemente los tipos de testimonios, para luego finalizar con
la confrontación de los informantes, todos estos pasos permiten de manera
secuencial, analizar el proceso de engranaje de las tradiciones transmitidas
36
de generación en generación.
Otro punto a considerar con respecto a las fuentes orales, es que la
información oral, sirve para comprobar la fiabilidad de otras fuentes, de la
misma forma que estas son su garantía. También nos pueden proporcionar
detalles minuciosos que de otro modo serían inaccesibles, pudiendo así
servir de estimulo e inducir al historiador a analizar otras informaciones
bajo una nueva luz (Prins, 1999: 172).
De las explicaciones anteriores, se desprende que para el estudio de
la cultura del trigo, nos basaremos en una revisión integral que incluye los
aspectos históricos y culturales de las poblaciones residentes en el área de
estudio. Además trabajaremos varios tipos de fuentes complementarias con
el predominio de las fuentes orales para dar significado a lo que para los
habitantes de la zona representa el cultivo del trigo.
CAPITULO II
CARACTERÍSTICAS GEOGRÁFICAS DEL ÁREA DE ESTUDIO
Para la elaboración de la investigación, fueron tomados en cuenta las
localidades de Mucuchíes y Santo Domingo pertenecientes a los
Municipios Rangel y Cardenal Quintero del estado Mérida
respectivamente, ya que en ellos se encuentran ubicados los valles altos de
los andes venezolanos, que propiciaron condiciones favorables para el
cultivo del trigo y la conformación de una cultura en sus habitantes que gira
en torno a la siembra del trigo, que hasta el presente se encuentra latente en
los pobladores de dicha zona del páramo merideño.
2.1. El Municipio Rangel.
El municipio Rangel que debe su nombre al Doctor y General Don
Antonio Rangel, héroe de la independencia. La parroquia Mucuchíes es la
capital del Municipio. “Mucuchíes quiere decir en lenguaje indio de estos
lugares, lugar del frió” (Febres, 1991: 32), fue fundada en 1598 por Fray
Bartolomé Díaz. Esta población se encuentra ubicada al oeste del estado
Mérida en uno de los valles de la cuenca alta del Río Chama, a una altura
aproximada de 2.983 m.s.n.m. (Vila, 1967: 193), a 8º10’ de latitud norte y a
3º44’ de latitud oeste, ocupando una zona de relieve accidentado, en una
38
allanada que forma el declive de una alta serranía que se une al páramo de
Pan de Azúcar (Codazzi, 1939: 498,504).
Para el año de 1832, lo que hoy conocemos como el Municipio
Rangel, constituía el cantón de Mucuchíes, uno de los siete cantones que
componían la provincia de Mérida. El cual fue descrito por Juan de Dios
Picón (1832) gobernador de la provincia de Mérida de la siguiente manera:
“el Cantón de Mucuchíes confina por el Norte y Este con la Provincia de
Trujillo y por el Occidente y Sur, con el Cantón de Mérida. Contiene 6
parroquias y son Mucurubá, Chachopo, Timotes, Pueblo Llano, Las
Piedras, Santo Domingo y la Villa de Mucuchíes” (p.5).
Las localidades que conforman el Municipio Rangel en la actualidad
se encuentran rodeadas de cerros elevados, los cuales dependen de la
hileras de paramos que encierran el valle del Río Chama, limitando el
municipio, por el norte con las quebradas de Mibabas, el Alto de Mucuroy
los filos de la Carbonera; por el sur el alto del Fafoy, filo de los Muchachos
y el Alto del Fraile hasta las nacientes de la quebrada Gaviria; por el este,
toda la línea de las quebradas Micuyes y Say Say, desde su nacimiento
hasta su desembocadura en el rió Chama; y por el oeste, toda la línea de las
quebradas Carbonera y Gavidia desde su nacimiento hasta su
desembocadura en el mismo río (Recopilación de Leyes y Decretos de la
División Político Territorial del Estado Mérida. p. 31-32).
39
La temperatura promedio anual en Mucuchíes es de 12º C. Durante
el año se registran dos tipos de estaciones, una lluviosa donde se
concentran las precipitaciones de mayo a octubre y un periodo seco entre
diciembre y marzo con un mínimo de cuatro meses sin lluvias. Abril y
noviembre se presentan en la zona como meses de transición (Velázquez,
2001: 22).
El suelo en la zona está integrado por un sustrato de tipo ígneo,
metamórfico y sedimentario, por otra parte, la paleoecología pleistocena,
dio origen a un modelado sedimentario glacial fluvioglacial. Este último,
formado por grandes depósitos de morrenas y valles intermorrenicos, que
conforman uno de los ambientes de mayor extensión en el piso Andino
(Monasterio citado por Velázquez, 2001: 21).
Figura. 1. Ubicación del Municipio Rangel en el contexto regional
40
Los suelos que rodean a Mucuchíes son franco – arcillosos, limosos,
de color negro. Por otra parte, la erosión del suelo es muy marcada en la
zona, produciendo zanjas hasta de tres metros de profundidad, lo que
conduce al agotamiento progresivo de los suelos” (Corpoandes.
Diagnostico de la papa de la región los Andes. Nº 5.1973: 121).
En los valles las condiciones para la agricultura son muy precarias,
debido a la tipología de estos suelos, uniéndose a esto, la inclinación de los
terrenos y la mínima o ninguna capa vegetal. “Sin embargo, en las laderas
de menor inclinación se siembra trigo, papas, cebadas y otros frutos de
tierras frías” (Corpoandes. Diagnostico de la papa de la región los Andes.
Nº 5 1973: 121). Es importante destacar que pese a estas características del
suelo, Mucuchíes es una zona agrícola por excelencia.
El municipio Rangel está conformado por las siguientes parroquias:
Parroquia Mucuchíes (capital del municipio), Parroquia Cacúte, Parroquia
Mucurubá, Parroquia San Rafael y Parroquia La Toma.
Dentro de las fiestas que se celebran en este municipio se
encuentran: la de San Isidro Labrador, considerado por los pobladores de la
zona como el santo protector de las cosechas de trigo y patrono de la
agricultura, ésta se celebra el 15 de mayo. El 27 de noviembre, los
pobladores de Mucuchíes, rinde homenaje a Santa Cecilia; otra de las
fiestas que destaca por su significado, es la celebrada el 28 de diciembre,
día de Santa Lucia, la patrona del pueblo. Por último encontramos la
41
celebración que los lugareños hacen a San Benito de Palermo, el 29 de
diciembre.
2.2. El Municipio Cardenal Quintero.
El Municipio Cardenal Quintero es uno de los más pequeños del
estado Mérida, por tal motivo, esta compuesto por dos municipios, la
Parroquia Santo Domingo y la Parroquia Las piedras.
La Parroquia Santo Domingo, Capital del Municipio Cardenal
Quintero, se encuentra ubicada en la ruta de las cumbres, a 80 Km., desde
Mérida por la vía Apartaderos-Barinas, rodeado de montañas que forman
junto a la Sierra Nevada un gran valle de origen glaciar. Esta orografía es
parte del relieve general del estado que se caracteriza por ser montañoso,
enmarcado en la destacada Cordillera de Mérida, de origen terciario, con
una longitud total de 460 Km. de largo por 100 Km. de ancho y una altura
promedio de 4.000 m.
El área de Santo Domingo, forma parte del conjunto de estrechos
valles lineales (cuyo recorrido se orienta paralelamente a las líneas
maestras del relieve andino) resultantes de las intensas presiones a las que
ha estado sometida la corteza de la tierra en estas jóvenes montañas. Estos
procesos geológicos originaron depresiones y hendiduras de enormes
42
proporciones que rompen los andes venezolanos en bloques peculiares
(CBR, 1952: 36-34; Vivas, 1992: 48, citado por Velázquez. 2001: 21).
Su ubicación geográfica es la siguiente: por el Norte limita con el
Municipio Pueblo Llano, al este y sur con los Estados Trujillo y Barinas y
al Oeste con el Municipio Rangel.
Santo Domingo, Las Piedras y Pueblo Llano fueron los nombres que
los españoles descubridores, en 1559, dieron a tres pueblos indígenas de
Timotes; el denominado Santo Domingo al pié del páramo de Mucubají era
el mayor, y de él dependían varios caseríos del mismo valle, doscientos
setenta casas o familias componían esta tribu en 1564, alrededor de dos mil
individuos (Salas 1895: 54).
Su fundación se realizó en el año de 1620. Santo Domingo era el
sexto pueblo de los que conformaban el catón de Mucuchíes, esta situado
hacia el este, a cinco leguas de la cabecera del páramo llamado de Santo
Domingo, que es una ramificación del de Timotes. Sus cultivos son los
mismos que los de Mucuchíes (Febres, 1991: 156).
La temperatura promedio es de 16° C, esta ubicado a una altitud de
2.178 m.s.n.m y posee una población de 2.779 habitantes. La zona se
caracteriza por su actividad en el área agrícola; así como en el área
turística.
43
Figura. 2. Ubicación del Municipio Cardenal Quintero en el Contexto regional.
Posee varias festividades que son celebradas por los habitantes de la
población, entre las que destacan por su importancia con relación a los
cultivos que se producen en la zona: Giros de San Benito y Los Reyes
Magos del 02 al 06 de Enero, San Isidro Labrador 15 de Mayo y las mas
importante, las Fiestas en honor al Patrono de Santo Domingo. "San
Jerónimo", del 27 al 30 de Septiembre.
La ubicación geográfica del área de estudio, es privilegiada para la
siembra del trigo, tanto por sus condiciones climáticas como de suelo,
representado un núcleo idóneo para llevar acabo la siembra extensiva del
cereal. Por tales razones es que se escogieron dichos municipios ya que en
esta zona se conformó entre los campesinos una cultura del trigo que se
mantiene hasta hoy con algunas modificaciones.
CAPITULO III
IMPORTANCIA DEL CULTIVO DEL TRIGO EN LA
HISTORIA DE LA HUMANIDAD.
Para introducirnos en el tema que nos ocupa es necesario poseer una
panorámica general de lo que ha representado el cultivo del trigo para las
principales culturas de la antigüedad, conociendo algunas de las
características de este cultivo en el mundo para luego establecer vínculos
con lo que fué y ha sido el cultivo del trigo en los andes venezolanos.
Por tal razón, el presente capítulo se centra en la importancia que
tiene el cultivo del trigo en la historia de la humanidad, en este sentido, es
primordial establecer el vínculo existente entre el trigo y el hombre, así
como las formas, el origen y la percepción que cada una de las culturas ha
tenido sobre el cereal y su impacto sobre sus formas culturales. Otro de los
puntos que se abordan en el capítulo es el de las características de la planta
de trigo, lo cual nos dará un conocimiento más exacto del objeto
fundamental de nuestra investigación.
45
4.3. El cultivo del Trigo (Triticum Sp)
3.1.1. Origen
El origen del trigo es un tema que causa mucha discusión entre los
historiadores y estudiosos de la agricultura alrededor del mundo. En este
sentido podemos decir, que el trigo nació en forma silvestre en el área que
hoy ocupan Irán, Irak, Siria, Líbano e Israel, hace más de 4.700 años antes
de Cristo, siendo su estructura igual al actual trigo silvestre llamado
einkorn (adaptado de Moreno, 1998: 13).
Las especies de trigo actualmente más difundidas en el mundo son, el
trigo común o de pan (Triticum aestivum) y el trigo duro o de fideo
(Triticum durum) que son relativamente nuevas en comparación con la
extraordinaria antigüedad de las especies progenitoras. En este sentido, las
referencias de las antiguas civilizaciones corresponden a formas primitivas
del género Triticum (Gambarrota, 2005: 5).
Según la literatura sobre el tema, tenemos que se empiezan a tener
rastros del cereal en el Neolítico (10.000 - 2.500 A.C.), en muchas partes
del este y de Europa Central, donde según las excavaciones arqueológicas,
se hallaron restos de espigas y granos de distintas especies entremezcladas.
Este hecho sugiere que las variedades antecesoras del trigo cultivado
presentaron mucho interés para el hombre en todos los tiempos; para los
antiguos pueblos (Egipto, Grecia, Roma) significaban un misterio y para el
hombre contemporáneo una interrogante (Gambarrota, 2005: 5).
46
Recién en los últimos 25 años del siglo pasado y particularmente en
los más recientes dentro de este período, se han logrado grandes progresos
en el conocimiento de la evolución de la especie, aunque subsisten aún
muchos interrogantes.
Durante los años 1.200 a.c. el trigo fue encomendado a divinidades
protectoras y propiciadoras del éxito agrícola, cuyo culto se difundió en
forma simultánea a la expansión del conocimiento sobre el manejo de las
técnicas agrarias; tecnología y creencias relacionadas al trabajo con
cereales fueron adquiriendo en los distintos pueblos nombres y caracteres
peculiares.
En la antigüedad los griegos consideraban al trigo un regalo de
Deméter, diosa griega hija de Cronos y de Rea, se le atribuye la fertilidad
de la tierra madre, la que proporciona los frutos del campo, y sobretodo el
trigo. Fue aprendiz del príncipe Triptolomeo, quien se preocupó de
enseñarle el cultivo de la tierra y la fabricación del pan. Se le presenta
como una mujer de aspecto majestuoso, coronada de espigas y naciendo en
la mano una amapola (Diccionario de mitología mundial, 1984: 101,102).
Mientras que los egipcios consideraban al trigo como una bondad de
Isis, diosa de la fertilidad, esposa de Osiris quien fue en su origen el dios de
la vegetación (Croon, 1967: 162). Los romanos por su parte, identificaban
al cereal con su diosa Ceres, deidad de la agricultura. Ella y su hija
Proserpina eran equivalentes a las diosas griegas Deméter y Perséfone. La
47
creencia griega de que su júbilo al reunirse con su hija cada primavera
hacía que la tierra produjera frutos y granos en abundancia fue introducida
en Roma en el siglo V a c, y su culto se volvió sumamente popular, sobre
todo entre los plebeyos1 (Croon, 1967: 57).
Figura. III.1 Diosa Ceres, deidad romana Protectora de la agricultura en Especial del trigo.Fuente; Diccionario de Mitología, 1984
De acuerdo a la leyenda de Diodorum Siculus, la diosa Egipcia Isis
descubrió el trigo y la cebada creciendo mezclados en el campo
conjuntamente con otras plantas desconocidas. La región aludida
correspondía a Nysa, “una alta montaña de Fenicia”, posiblemente la
1 En el caso del culto a Ceres, se popularizó mucho por ser esta la deidad protectora de la fecundidad de los suelos y de las cosechas, (en especial del trigo), por tal motivo su culto se extendió por todo el imperio romano, en especial a lo largo y ancho de la península Ibérica. En este sentido, encontramos que Caro (1981: II, 167) hace una descripción de la ciudad de Bilibilis, ubicada dentro de la hispania romana, la cual se encontraba en un cerro áspero, pero que poseía mucha de las características de Roma. Según el autor, los habitantes de dicha ciudad celebraban anualmente con suma solemnidad las fiestas agrícolas en honor a Ceres. Ofreciendo tortas elaboradas de trigo y adornando los templos con el cereal, ya que dicha deidad estaba vinculada principalmente con el cultivo de trigo.
Por su parte Tito Livio, historiador romano, menciona a Caesarobriga como otra región de la hispana que rendía grandes homenajes a Ceres, diosa del trigo; el historiador hace mención a ella por primera vez en el 181 a.c. Dicha región representa la población de Talavera de la Reina en la actual geografía de España. Allí se efectuaban grandes festivales, donde la diosa Ceres era adornada con abundantes espigas de trigo, y eran ofrendadas grandes cantidades del cereal para que los campos fueran bendecidos por dicha diosa.
48
región norte de Palestina, donde hoy se encuentra en estado espontáneo el
trigo silvestre T. dicoccoides. Esta región y por extensión el Asia Menor, es
señalada actualmente como la cuna del trigo, donde presumiblemente
tuvieron lugar las sucesivas síntesis de las especies que dieron lugar al trigo
para pan que se cultiva actualmente en el mundo (adaptado de Gambarrota,
2005: 6).
Se asume que la forma inicial de consumo de los granos debió ser
cruda, luego fue tostada, hasta que pudo apreciarse la separación de la
cáscara y lograrla rutinariamente a través de procesos de relativa
complejidad. Posteriormente, los granos se machacaron y molieron para
cocinarlos mezclados con agua y formar papillas. Una versión más reciente
debía ser la cocción por porciones de masa asada como especie de galletas.
En numerosos pueblos de la actualidad el trigo se consume de este modo.
El trigo se presentó como el primer cultivo para el cual se utilizó el
arado, en la antigua historia de los pueblos Egipcios se habla sobre éste
hecho. En este sentido, la recolección se efectuaba artesanalmente, donde
grupos de segadores asistidos por gavilleros, debían llenar entonces los
sembradíos durante la época de cosecha. Los animales eran empleados para
la trilla, aplastando en forma continua las espigas con sus patas; la
separación de paja y grano se lograba aventando con una escobilla o pala.
Al igual que el cultivo del trigo se extendió en África, la siembra del
cereal también se hizo patente en Europa, donde se desarrolló un amplio
49
complejo tecnológico alrededor del cereal, es así que por su parte, los
españoles fueron ideando sistemas de clasificación de las semillas de trigo,
seleccionando las variedades a partir de las variedades que iban
evolucionando en la naturaleza, ya fuese por las características
morfológicas del grano y la planta o mediante su reacción fisiológica a
ciertos agentes externos (Moreno, 1998: 18).
Otro de los aportes que realizaron los españoles en cuanto al cultivo
del trigo fue su clasificación por especies, en este sentido, tenemos que el
llamado trigo sarraceno era el rey de las especies, pues era el de primera
calidad, luego encontramos las siguientes variedades en orden de
importancia el berrencho, el aristado, el raspudo, el condeal, el chamorro y
el álaga, que era una especie de trigo de grano largo amarillento.
Cualquiera de ellos menos el sarraceno, cumplen ciclos parecidos en su
siembra, siendo el más rendidor el que se siembra en primavera y se
cosecha en verano, por lo cual comercialmente se conoce como trigo
marzal o tremesino (adaptado de Moreno, 1998: 17).
50
3.1.2. Características de la planta de trigo
El trigo, como los demás cereales, es una planta de régimen anual,
perteneciente a la familia de las gramíneas. La planta de trigo posee raíces,
siendo que el mayor o menor desarrollo de estas se da en función de
muchas variables, tales como la textura del terreno, la época de la siembra,
la mayor o menor cantidad de lluvia caída en las primeras fases de su
desarrollo, o la variedad. El trigo es una planta anual que se cultiva en
zonas templadas, en suelos fértiles y bien desaguados.
Según la época de siembra, la luz y la temperatura, los trigos
pudiesen ser clasificados en trigos de invierno y trigos de primavera,
aunque todos son susceptibles a las bajas temperaturas cuando están en
épocas de floración. El trigo invernal se planta en otoño y se cosecha en
primavera, por lo regular es un trigo que es sembrado en lugares como el
noroeste de Europa en los que no se congela excesivamente el suelo. Por su
parte el trigo de primavera se planta en primavera y se cosecha a principios
de otoño en lugares tales como las praderas canadienses, o las estepas rusas
que padecen inviernos demasiado rigurosos para la sementera invernal
(adaptado de Gambarrota, 2005: 12).
El trigo de invierno, cultivado en un clima de temperatura y
pluviosidad más constantes, madura más lentamente produciendo cosechas
51
de mayor rendimiento y menor riqueza proteica, más adecuado para
pastelería que para panificación (Gambarrota, 2005: 13).
Las especies de tritieum sp se dividen en tres grupos, según el
número de cromosomas: diploide, que posee 7 cromosomas; tetraploide
que posee 14 y el hexaploide que tiene 21. Como puede presumirse para
cada especie la unidad cromosómica básica es 7 cruces obtenidos por
hibridación natural entre las numerosas variedades cultivadas desde el
neolítico y que han contribuido a la amplitud del cultivo, cuya
adaptabilidad es reducida a las condiciones de adaptación que exige cada
especie (Ramírez, 1970: 34).
La planta alcanza de 1 m. a 1,50 m. de altura, su tallo es recto y
delgado, hojas alargadas y alternas, envainadas con dos dientes en la base.
Las flores están agrupadas formando espiguillas que no fructifican; por
igual, según la raza del trigo será su tiempo de floración. El fruto es seco y
ovalado y se recolecta cuando las espigas adquieren color dorado (Fuentes
y Hernández, 1993: 15).
A lo largo del capitulo hemos podido observar en que forma el trigo
se convirtió en uno de los cultivos de mayor importancia dentro de la
historia de las principales civilizaciones que han existido, a tal grado que
dicho cereal afectó la percepción religiosa de los pueblos que se
sustentaban a base de trigo. Por otra parte, los conocimientos adquiridos
sobre la planta, sentaron las bases para un mejor entendimiento de los
52
ciclos de cultivo y las técnicas de siembra del cereal que serán estudiadas
más detalladamente en capítulos posteriores.
CAPITULO IV
INTRODUCCIÓN DEL CULTIVO DEL TRIGO EN AMÉRICA.
En el presente capitulo se analiza de manera detallada el proceso de
la introducción del cultivo de trigo en América, en este sentido, se inicia la
discusión, planteando el proceso de implantación de la agricultura europea
en América durante la colonización. También daremos una panorámica de
la introducción del cultivo en Venezuela, para finalizar con un análisis de la
entrada del cultivo de trigo en los valles altos andinos de la Cordillera de
Mérida. Por último, haremos énfasis en el análisis de la importancia del
trigo como alimento básico en la dieta de los colonizadores españoles, y los
factores económicos que favorecieron el cultivo del cereal en América y en
Venezuela.
4.1. Introducción del cultivo del trigo durante la colonia.
Todo proceso de colonización supone un cambio radical en los
modos de vida y en las formas en que se percibe la realidad, y en el caso de
la agricultura en América no fue una excepción, ya que si bien es cierto que
los indígenas americanos poseían determinadas costumbres agrícolas, los
españoles en su proceso de penetración y consolidación de la conquista,
también impusieron técnicas, usos y costumbres a los indígenas en el
trabajo de la tierra.
54
En este sentido, es relevante analizar en un primer momento las
costumbres de los indígenas en el trabajo de la tierra, es decir, describir
cuales eran las técnicas utilizadas por éstos en su uso y manejo, y realizar
una breve descripción de los cultivos que constituían su principal fuente de
alimentación. De este modo tendremos un punto de partida para el análisis
de los cambios en el proceso de producción agrícola que impusieron los
españoles, y que en algunos lugares de América han logrado sobrevivir con
algunos cambios en el tiempo hasta nuestros días (Cartay, 1991: 25).
Debemos destacar en principio, que los indígenas americanos
inicialmente eran pueblos nómadas, que debido a las condiciones del
ambiente en los comienzos del poblamiento del continente en el que vivían,
estaban limitados a la recolección de ciertos productos vegetales y a la
pesca, limitándose la casa a ciertos animales pequeños, lo que trajo como
consecuencia directa, que el proceso de producción agrícola y ganadera
fuera lento, y en un principio casi inexistente, ya que los primeros nativos
americanos no se dedicaron a la domesticación de animales sino hasta
mucho tiempo después, cuando se constituyen en grupos sedentarios
(Cartay, 1991: 30).
En este sentido, tomando lo planteado por Cartay (1991) el paso del
nomadismo al sedentarismo en las comunidades americanas, permitió el
disfrute del tiempo libre para dedicarse a otras actividades diferentes a la de
55
la mera satisfacción de las necesidades más elementales. Así se desarrolló
la arquitectura, la alfarería, los tejidos, y se complicó y amplió la visión del
mundo (p.33). Es así, como en éste tiempo libre los indígenas tienden a
desarrollar nuevos sistemas de subsistencia y mejoran las condiciones de
cultivo y cría de algunos animales, así como un adelanto notable en la
cultura y la ciencia.
De manera general, el régimen de producción inicial de los indígenas
se constituía “en un conuco o milpa, y se utilizaban instrumentos muy
rudimentarios” (Cartay, 1991: 34). Por tal razón la agricultura, y por
consiguiente la dieta de los nativos, se limitaba a pocos cultivos, dentro de
los que destacaban maíz, fríjol, calabaza, ajíes, yuca y batata. Pero a pesar
de la carencia de diversidad en los alimentos, su dieta se mantenía
vegetariana y carente en muchos de los casos de proteínas animales.
Ahora bien, al tener una panorámica de cómo era el sistema agrícola
de los indígenas antes de la llegada de los españoles, podemos adelantarnos
y analizar las costumbres agrarias que los españoles traen e implantan en el
continente americano.
Los colonizadores europeos al descubrir América, se encontraron
con sociedades organizadas, que utilizaban la agricultura como medio
56
eficiente de sustentar sus poblaciones, pero a pesar de esto, los españoles se
negaron a dirimir sus costumbres alimenticias, obligando a los nativos a
adoptar nuevas técnicas y cultivos propios para mantener el ritmo de vida
que ellos importaron del antiguo continente.
Luego del descubrimiento se tornaba una necesidad poder mantener
el territorio conquistado, por tal razón se quería crear un asentamiento
estable, y era necesario que éste contara con la autosuficiencia alimentaría.
Con esta intención mientras preparaban el segundo viaje a las nuevas
tierras, los Reyes Católicos enviaron una cédula Real para que se buscase
veinte hombres que supiesen hacer acequias (Del Río, 1991: 49). Así se
preparaban no solo las semillas, los barcos, los materiales necesarios, sino
que también se buscaba el mantenimiento de una cultura agrícola que con
posterioridad se extendería por toda la América.
En este sentido en 1493, Cristóbal Colón realiza su segundo viaje a
América con más de cien barcos repletos de semillas de trigo, piedras para
molerlo, arvejas, lentejas, melones, cebolla, rábano, lechuga, vid, caña de
azúcar, frutales, puerros, ganado, pollos, ovejas y cabras para aclimatarlos
en las nuevas tierras y así poder garantizar el sustento a los grupos de
europeos que eventualmente se trasladarían a explorar y colonizar estas
regiones (Del Río, 1991: 49).
57
Al contrario de lo que esperaban los españoles, los cultivos no
prosperaron en las islas de la Española e Isabelina, debido a las condiciones
adversas del terreno para aclimatar las nuevas especies vegetales, la
reducida tenencia de bestias para las labores agrícolas y sobretodo la
merma en la mano de obra calificada, que al ser trasladados
consecutivamente, enfermaron dejando una brecha en la producción de
alimentos propios del continente europeo (Del Río, 1991: 49).
Por tal razón los españoles se dieron a la tarea de crear diversos
incentivos que propiciaran el cultivo por parte de los colonos, para asegurar
que los nuevos asentamientos pudieran autosustentarse y no fueran tan
dependientes de los alimentos que provenían de la península Ibérica. Pero
los españoles no tomaron en cuenta, que las faenas de siembra, efectuadas
según el calendario agrícola castellano, coincidían con los meses más
lluviosos de la Española. Además, el suelo era excesivamente rico y los
valles mantenían temperaturas demasiado cálidas para un próspero
crecimiento de las plantas. Tendrían que pasar varios años para que los
españoles advirtieran que el cultivo de los cereales europeos solo era
posible en la vertiente norte de algunos collazos y montañas altos (Del Río,
1991: 51).
Durante el periodo de transición donde los cultivos traídos del viejo
continente no eran productivos, los españoles se vieron obligados a
58
consumir los productos que producían las comunidades locales, entre estos:
tubérculos, maíz, leguminosas, frutales, favoreciendo su desarrollo y
expansión, mientras experimentaban la siembra y adaptación de sus
alimentos habituales. En este proceso, adecuaron sus conocimientos
agrícolas tradicionales al nuevo medio, tomando en cuenta la ausencia de
estaciones marcadas, como las existentes en su continente de origen, y
donde los términos invierno y verano se usaron para designar a las
estaciones de lluvia y sequía respectivamente.
Más adelante, con la introducción de mano de obra calificada y la
experiencia del ensayo y el error, se logró desarrollar en otras regiones de
América el cultivo de las especies europeas. Por su parte el ganado vacuno
y porcino progresó muy bien en las nuevas tierras proporcionando una
fuente abundante de carne que podía ser salada, sirviendo de bastimento a
los españoles, en los viajes exploratorios de las diversas regiones
ultramarinas.
Es importante recalcar que el primer cultivo de cereales que trató de
ser implantado por los españoles en las tierras del nuevo mundo fue el
trigo, debido a la importancia que éste cereal tenía en la dieta cotidiana del
español. Otra de las razones por la cual el cultivo de trigo se presentaba
como una prioridad, era que la ausencia prolongada de éste cereal en la
zona, creaba inestabilidad en los pobladores y por lo tanto, de las
59
extracciones mineras y del comercio, verdaderos sustentadores de la Real
Hacienda (Del Río, 1991: 53).
Pero lo anterior solo representaba una parte del problema que los
colonizadores tuvieron que superar con respecto al cultivo de trigo en la
zona, ya que aproximadamente para el año 1509, los intereses por aclimatar
trigo en el nuevo continente se acrecentaron porque para esa fecha las
autoridades advirtieron que ésta era la mejor forma para reducir el costo de
la vida, retener a la población más pobre – los trabajadores – y rentabilizar
la minería (Del Río, 1991: 53).
En este punto podemos afirmar, que de forma sostenida hubo un
proceso de cambio en los hábitos agrícolas propios de las dos culturas que
se encontraron en el nuevo mundo, es decir, por un lado se tienen a los
indígenas, con sus cultivos tradicionales y sus modos de trabajar la tierra,
que sostuvieron a los españoles durante sus primeras estadías en el
continente, y por el otro, los españoles que aunque en un primer momento
tuvieron que doblegar sus costumbres alimenticias, no se rindieron ante las
limitaciones del ambiente que los rodeaba, y por el contrario, abrieron paso
a los cultivos que les eran propios y representaban la base de su
alimentación cotidiana.
Durante este proceso de transformación agrícola, el español logró
consolidar a lo largo del continente americano la transferencia de su
60
tecnología agrícola, es decir, se consolidó un patrón de cultivo de sus
principales productos tradicionales (los cereales), que trajo como
consecuencia, en un principio la victoria de los españoles en la conquista de
nuevos territorios y en segundo lugar, producir lo suficiente en América,
para satisfacer las demandas tanto de los habitantes del continente como la
demanda del reino en la península Ibérica.
Estos hechos demuestran la importancia que tenía el trigo en la vida
de los europeos, por tal motivo, este cereal llegó a tener en el viejo
continente el mismo precio que la plata, es decir, “los precios del trigo se
calculaban en gramos de plata, tomando como unidad arbitraria el
hectolitro de trigo” (Braudel, 1991: 204), dependiendo éste, de los ciclos de
fluctuación de los precios. En este orden de ideas, es interesante analizar el
comportamiento en el precio de dicho cereal en el contexto europeo de los
siglos XV al XVIII y observar la relevancia que el trigo tuvo en la vida de
los españoles en dicho periodo de tiempo.
Los estudios al respecto designan al trigo como el gran registro de las
economías europeas antes de 1750, su auténtica balanza: hasta Inglaterra, a
mediados todavía del siglo XVIII, es ante todo rural. Presente en todas
partes, referenciado en todas, el trigo ofrece largas series de precios. Estos
precios, pueden ser utilizados para dar una imagen del mercado mundial de
trigo para ese periodo, es decir, el precio del trigo, domina el concierto de
61
los precios cerealeros, de variaciones más acentuadas, en tiempos de
carestía, que las del trigo mismo. Jean Meuvret escribía recientemente y
con razón: “la coyuntura cerealera estaba dominada por la coyuntura del
trigo”, según confirman las listas de cotizaciones de París (1520 – 1698)
(Braudel, 1991: 202).
En este sentido, podríamos afirmar que el mundo europeo giraba en
torno al trigo, esto tal vez, por su fuerte dependencia del pan, que
representaba una parte importante de su dieta diaria. De igual manera el
trigo para los europeos, representaba un factor estratégico en las batallas y
luchas, ya que las milicias de los diferentes estados siempre se aseguraban
de procurar un buen porcentaje del cereal para su propio uso. “Por tal razón
los grandes negocios de trigo que conocemos, muchos estaban relacionados
con el juego militar de los estados” (Braudel, 1984: 97).
Aquí el trigo no solo determina la coyuntura; es la coyuntura, es la
estructura, es la “obsesión” de la vida de todos los días. En tales
condiciones no puede asombrar que el trigo, mercancía pesada, poco hecha
para los transportes, viaje sin embargo a través de Europa, a demanda de
los países ricos y demasiado poblados de occidente, o a petición de las
intendencias militares que siempre pretenden ser servidas con prioridad
(Braudel, 1991: 203).
62
Teniendo una perspectiva del mercado mundial de trigo, debemos
acentuar que el caso de España es muy particular, debido a que éste es uno
de los ricos estados de occidente que por poseer un flujo importante de
plata proveniente del nuevo mundo, pudo mantenerse al margen de las
oscilaciones nominales del precio del trigo. En este orden de ideas la
moneda española también se mantuvo al margen de la devaluación, es
decir, la península Ibérica fue el único estado europeo que logró escapar a
la coyuntura que se vivía en toda Europa, debido a que se hallaba en ese
momento en el centro de redistribución del oro africano, que el oro escapa
de ella atrayendo el metal blanco mediante una taza ventajosa (Braudel,
1991: 213).
Luego de haber recorrido los diversos aspectos que influyeron en la
introducción de la agricultura europea en América, podemos decir que el
trigo fue un factor fundamental en el mantenimiento de las diversas
colonias españolas en el nuevo mundo, pero no solo se sembró el trigo
como un factor de control de la economía de las nuevas colonias mineras
que se establecieron, sino que fue una herramienta que logró la
consolidación de la corona española como una de las potencias más ricas
de la Europa de la edad media.
En este orden de ideas, la consolidación del cultivo de trigo en el
nuevo mundo y por consiguiente, un aprovisionamiento de pan y otros
productos derivados del cereal, representaron el establecimiento
63
permanente no solo del cultivo como tal, sino la implantación en América
de aspectos tan importantes como la tecnología y las prácticas culturales
que eran propias del cultivo de éste cereal en la península Ibérica. Estas que
se han mantenido con algunos cambios a través de los tiempos en las
poblaciones donde fue cultivado el trigo desde su introducción en la época
colonial.
Los valles altos andinos de la Cordillera de Mérida, no escaparon a
este cambio de estructura, en lo que a tecnología agrícola se refiere. Es
decir, en nuestros paramos, en donde, durante la penetración colonial se
sembró trigo, también se estableció ese cambio en las formas de trabajar la
tierra que eran propias de los españoles, que han formado parte de la
historia de la cultura de éstos valles, que aunque un poco opacadas por el
tiempo, se mantienen firmes en el acerbo histórico y cultural de estas
comunidades, que hoy día comen pan y arepas hechos del trigo que ellos
mismos siembran.
4.3. El Trigo en América.
La introducción del trigo en América se da en forma accidentada,
bebido a las condiciones tropicales del nuevo mundo, pero el español no se
resigna a dejarse vencer por la naturaleza, aún a sabiendas de la inutilidad
de sus esfuerzos. Pero a pesar de las dificultades, los españoles descubren
64
que el valioso cereal se da bien en ciertas altiplanicies especialmente
dotadas de las condiciones más favorables para tal fin.
En este sentido, los primeros intentos de introducción del trigo se
dieron en las Antillas, especialmente en la Española, donde se realizaron
varias experiencias de las cuales se obtuvieron ciertas normas básicas en el
cultivo del cereal, que después se aplicaron en el resto de América. De esta
manera, Colón trajo semillas de trigo en su segundo viaje, del 25 de
septiembre de 1493 (Casas, citado por Millares 1951: I, 346).
Durante este viaje las siembras iniciales se hicieron en el Cibao, en
enero o febrero de 1494, y las primeras espigas aparecieron a fines de
marzo siguiente, con una precocidad que admiró a los españoles (Colón,
1947: 161). Pese a esto, el resultado no correspondió a las expectativas, y
aunque la planta se desarrollaba bien, la producción de grano era irrisoria o
prácticamente nula.
En otras dos ocasiones los Reyes Católicos muestran preocupación
por los ensayos agrícolas, y recomiendan se lleve la variedad llamada
tremés o tremesín, que se daba bien entonces en Andalucía (Torres, 1879:
XXXII, 195; 255). Pero tampoco los resultados fueron buenos, pues al
hablar de la cebada se vio que para 1515 o poco después, todavía se
proponía hacer mercedes de tierras a los labradores que se dedicaran a
sembrar trigo y otras cosas introducidas; 1o que demuestra que las
65
tentativas hechas durante los veinte años anteriores no habían tenido éxito
(Puente y Olea, 1974: 380).
Hacia fines del siglo XVI existía el consenso de que no era posible
obtener buenas cosechas de trigo en la Española y las otras Antillas
Mayores (Acosta, 1954: 111). Por otra parte para fines del siglo XVII se
hizo una nueva tentativa de cultivo en Santo Domingo, al parecer con
idénticos resultados que en las anteriores, pues la harina se siguió
importando (Rodríguez, 1942: I, 302, 355, 1945: II, 167-168; 1957, III:
233).
En la América continental los primeros intentos de sembrar trigo se
dieron en México donde fue ordenada su domesticación por Hernán Cortés.
En Guatemala había trigo desde 1527, pues allí lo introdujo el tesorero
Francisco de Castellanos, que vino durante el segundo retorno de Pedro de
Alvarado desde la península (Villacorta, 1942: 169; Meléndez, 1958: 9).
Parece que se continuó la actividad triguera en Panamá y Nicaragua
durante el resto del siglo XVI para consumo interno; y a principios del
XVII también se continúo con el cultivo para satisfacer una incipiente
exportación a otras colonias de españoles en el continente (Fernández,
1886: V, 140; 248).
66
Entre 1631 y 1632 se realizó una información en la que consta, que
el cultivo de trigo era modesto en Panamá y Nicaragua, para subsistencia
local y un poco para intercambio por ropa, cuando los malos tiempos no
dañaban las cosechas (Fernández, 1907: VIII, 199- 213). Durante la
segunda mitad del siglo XVII y en todo el XVIII, el cultivo se fue
extendiendo gradualmente por las tierras frías, a medida que se producía la
ocupación de nuevas áreas (Meléndez, 1958: 13-14).
Por su parte en Perú Garcilaso (1945) atribuye a María de Escobar,
mujer de Diego de Chávez, la introducción intencional del trigo al Perú, y
su propagación durante tres años (II, p. 267). Andagoya (1892) por su parte
se limita a decir: "La tierra es tan gruesa y tan grasa que del primer trigo
que se sembró en Lima fue una escudilla y se cogieron ochocientas
escudillas. Y de una hanega ochocientas, y generalmente se cogen de una
hanega trescientas, cuatrocientas" (V II, p.110).
4.3. El trigo en Venezuela.
Venezuela no fue la excepción a lo que al cultivo de trigo se refiere,
debido a que, a los productos autóctonos, los españoles integraron desde
muy temprano los cultivos que eran necesarios para su subsistencia, ya que
estos hallaron en el medio físico local condiciones para su desarrollo. Entre
esos productos introducidos, destacaban por su importancia el trigo y la
67
caña de azúcar. En este orden de ideas, los españoles iniciaron las primeras
plantaciones de trigo en El Tocuyo, donde en la relación de El Tocuyo de
1579 se expresa: “el trigo se da en partes frías y tierra asombrada y se coje
de dos veces en el año” (Arellano, 1950: 150). Todavía a mediados del
siglo XVIII se producían en las serranías unas 2.000 cargas (Altolaguirre,
1908: 160), y se exportaba alguna harina hacia Maracaibo (Arcila, 1946:
177).
En el caso de Trujillo el trigo fue implantado inicialmente a finales
del siglo XVI por la misma época que en Mérida. En 1579 sólo se
sembraba éste cereal para el consumo doméstico (Arellano, 1950: 38); pero
para el año de 1597 se exportaba harina hacia Maracaibo (Arellano, 1950:
196; Arcila, 1946: 52), lo que continuó durante la primera mitad del siglo
siguiente (Oviedo, 1885: I, 249). Aun durante la época del monopolio de la
Compañía Guipuzcoana, se siguió produciendo en Trujillo un poco de
harina (Altolaguirre, 1908: 162).
En Barquisimeto hubo trigo, aunque muy poco debido a la falta de
mano de obra indígena (Arellano, 1950: 128). Otro de los motivos que
explican la decadencia del cultivo del cereal en la zona, es la aparición de
enfermedades que atacaban a la planta (Altolaguirre, 1908: 120).
En Caracas según la relación de Juan de Pimentel de 1582, se daban
dos cosechas de trigo al año (Latorre, 1919: 185; Arellano, 1950: 78),
68
aunque era reciente entonces esa actividad. Treinta y tres años después de
fundada la ciudad, se exportaban por La Guaira 200.000 libras de harina
(Arcila, 1946: 63; 68), producto que llegaba hasta Santo Domingo
(Rodríguez, 1942: II, 167-168). Esto continuó por algún tiempo durante el
siglo XVII (Simón, 1963: II, 508).
Para el siglo XVIII, según lo establecido en el proyecto de 1809
acerca del cultivo y beneficio del trigo en Caracas, descrito por Tulio
Febres Cordero, era menester que los agricultores venezolanos se dedicaran
a la siembra de trigo, no siendo necesario más estímulos que los que ya
tuvieran para decidirse a su siembra, teniendo la ventaja de que sus
ganancias serían mayores, mientras que se pudiera ofrecer al comercio
exterior la extracción de las harinas (Febres, 1991: 186).
En este sentido, podemos decir que la siembra y el beneficio del trigo
alrededor de Caracas, tenía a su favor antecedentes muy autorizados
deducidos de la historia, certísimos hechos que auguran los ventajosos
resultados que esta industria obtuvo en el valle de Caracas (Febres, 1991:
194).
En el caso del occidente de Venezuela, el trigo fue sembrado con
mayor éxito en la cordillera de Mérida, debido a que los conquistadores y
pobladores de Mérida procedían de Pamplona y otros lugares del Nuevo
Reino, puede presumirse que de la ciudad del Tonchalá, y desde allí se
69
transportaron las semillas de trigo. Este llegó a ser en Mérida un cultivo
importante en el tercer cuarto del siglo XVI (Aguado, 1917: II, 298, 300).
En la cordillera de Mérida, se implantó y expandió rápidamente el
cultivo del trigo debido a la existencia en la zona de condiciones
geográficas favorables para su aclimatación, como los ambientes secos,
fríos e insolados de los valles de la cordillera. Esto se infiere, de las
negociaciones realizadas “en 1579 por los vecinos de la ciudad de Mérida
de 1.000 arrobas de harina a cambio de mercancías procedentes de
Castilla” (Febres citado por Velázquez, 1993: 123-124). Hay que destacar
que desde Mérida se exportaba harina para Maracaibo y aún para Cartagena
y otros puertos del Caribe (Arellano, 1950: 163, 165; 196).
En 1620 se reglamentaron los aspectos laborales en que intervenía la
población indígena de Mérida. Indios molineros, sembradores de trigo y
trilladores, debían recibir un estipendio adecuado, pues las labranzas de ese
cereal eran de mucho trabajo (Gutiérrez de Arce, 1946: 1180-1181). Otras
localidades de la parte occidental de la Sierra donde se cultivó trigo, fueron
Bailadores, La Grita (Simón, 1953: IV, 270) y San Cristóbal (Arellano,
1950: 196).
La rápida aclimatación y propagación del cultivo de trigo en la zona
de la cordillera de Mérida debió obedecer a tres factores fundamentales
70
(Velázquez, 1993: 124-125):
1. La existencia en la zona tropical montañosa, de tierras con
características ambientales favorables para la expansión del cultivo
del trigo, como los ambientes secos, fríos e insolados de los altos
valles de la Cordillera de Mérida.
2. Otro de los aspectos que favorecía la implantación del referido
cereal; fue la necesidad imperiosa que tenían los colonizadores de
abastecerse del pan mediterráneo.
3. La rápida adaptación y propagación del cultivo de trigo en la
cordillera de Mérida, fue favorecida por la experiencia que habían
acumulado los colonizadores sobre haciendas “de pan llevar” en
otras zonas de América. Para 1559 fecha en que se produjo la
colonización de la Sierra Nevada de Mérida, los colonizadores
habían alcanzado una abundante experiencia sobre el cultivo del
trigo en tierra firme que se remonta a las dos primeras décadas del
siglo XVI. Esta experiencia lograda en cuanto a las condiciones
ambientales más favorables y las variedades de semillas más
adecuadas debió incidir en la fácil aclimatación y propagación del
cereal en la zona.
71
4.4. El Trigo en los valles altos andinos.
El trigo es uno de los primeros cultivos establecidos por los
españoles en la Cordillera de los Andes venezolanos. Las siembras de esta
gramínea se iniciaron en las cercanías de Trujillo, pasaron luego a Timotes
y llegaron a Mérida, Bailadores y La Grita, hasta detenerse en El Cobre,
extendiéndose prácticamente por toda la cordillera (Cardozo. 1967: 34).
Como resultado del proceso de colonización hispánica, en los valles
altos andinos se configuró un sistema agrario que combinó los cultivos
autóctonos, en forma marginal para el mantenimiento de la población
indígena, con los cultivos foráneos dirigidos al abastecimiento de la
población española. En la medida en que se consolidó la colonización
europea en los siglos XVII y XVIII, se produjo un mayor predominio de
los cultivos foráneos sobre los autóctonos (Velázquez, 2001: 25).
En este sentido, algunas de las variedades de trigo existentes en los
valles altos andinos son descendientes de las que llegaron a los Andes con
los españoles y se arraigaron tan velozmente, que ya, a los pocos años de su
introducción en el siglo XVI, en los valles altos andinos de Mérida, la
producción de la harina de trigo se convirtió en el primer renglón de los
productos de exportación hacia las otras provincias del país. Al mismo
tiempo que la producción de trigo adquiría importancia, se fueron
estableciendo molinos para su procesamiento (Cardozo. 1967: 34).
Sobre las exportaciones de la harina y sus derivados Cardozo (1967:
72
34) afirma que para 1579, la harina de trigo y los bizcochos figuraban en
los renglones de exportación a Maracaibo. Para este mismo año, Mérida
contrae compromisos con los comerciantes maracaiberos, de colocar en
Gibraltar 1.000 arrobas de harina, a razón de medio peso la arroba. Estas
harinas salían por el puerto de Carvajal en Mérida. Por lo cual, el cultivo
del trigo experimentó un período de gran auge, debido a la demanda
foránea.
Para explicar el auge del cultivo de trigo en la zona de los valles
altos, existen diversos factores, dentro de los que destacan:
El cultivo tuvo rápida aceptación y difusión debido a que las
condiciones ecológicas de la zona tropical de montaña (clima frío,
seco e insolado, y pendientes inclinadas) fueron favorables para el
cultivo de trigo (Carnevali, 1958: 9; Monasterios, 1980: 180;
Velázquez 1993: 124-135).
La existencia de suficiente mano de obra indígena, que fue utilizada
en las distintas actividades requeridas para su producción, en este
orden de ideas Velázquez (1993) señala que “pequeños grupos
indígenas fueron especializados para el manejo de nuevas técnicas,
entre los que estaban: los gañanes, quienes se encargaban de arar y
sembrar la tierra. El molinero, se dedicaba a moler el trigo en el
molino. El resto de la población se ocupaba del desyerbe, la cosecha
y el desgrano. Al principio de la colonia fueron los indígenas los que
73
trillaban el trigo debido a la escasez de bestias” (p.127- 130).
Otro de los factores que favoreció dicho auge, fue la necesidad que
tenía el español de autoabastecerse de pan para el consumo y la
exportación.
Para el año 1608 Pedro Venegas pública un documento en el diario el
comercio, sobre el precio del trigo en Mérida, que expresa lo siguiente:
“Que para el buen gobierno de esta ciudad y de sus moradores y pobres, y
que esta puesto que generalmente se venda todo el trigo que se hubiese de
vender a peso y medio de fanega, y el trigo de Mucuchíes a diez tormines2
fanega; a peso y medio fanega de trigo de deposito, atento a lo cual
mandaba en justicia que ninguna persona venda trigo ni maíz más del
precio del suso declarado, y el trigo que así pareciese haberse vendido,
fuera del precio que esta puesto, desde luego lo aplica para los pobres de la
ciudad” (Febres, 1991: 196).
Para el siglo XVI, se ha establecido que la incorporación del trigo, en
la dieta alimenticia de la población indígena de la Cordillera de Mérida, en
la forma de harina y de biscocho, se produjo progresivamente. En 1656
durante la visita de Modesto de Meler y Diego de Baños y Sotomayor, se
reseña con frecuencia entre los encomenderos, el uso de los biscochos para
cancelar el trabajo indígena y como alimento complementario del
“matalotaje” o “avio” de los indígenas que trabajaban en labores de
2 Un tormín era la octava parte de un peso castellano de oro.
74
trasporte (arrieros) hacia el puerto de Gibraltar (Velázquez, 1993: 126).
Aún cuando España trató de imponer un comercio cerrado entre la
península y sus colonias, en el siglo XVIII los holandeses monopolizan el
comercio, sirviendo Maracaibo de enlace. Este comercio significó para los
andinos un 67% de su economía. Al finalizar la guerra de Independencia,
en la producción agrícola andina prevaleció el cacao, el tabaco y el trigo.
Para 1830 (época de la Tercera República), la producción de trigo en los
Andes mantiene su importancia. En 1839 se producen en Venezuela
440.000 sacos de harina de trigo, la mayor parte proveniente de los Andes
(Febres, 1991: 193).
El descenso en la producción de trigo en los Andes, para el año de
1850, fue de gran importancia debido al auge en la introducción de nuevos
cultivos. En este orden de ideas, para 1880 durante el Régimen Federal,
comienza el auge del café en los Andes y por consiguiente el abandono
progresivo del cultivo de trigo. Esto demuestra la importancia que adquirió
el cultivo y comercialización del trigo en los Andes.
Para 1876, la producción total de trigo en el Estado Mérida era de
ochenta millones de sacos (de 100 libras cada uno), de los cuales 50.000
correspondía a Mucuchíes (Febres, 1991:195).
En el siglo XVII, el trigo de los Andes se exportó hacia Cartagena, la
Habana y las Antillas. En la primera mitad del siglo XIX ya su consumo
75
estaba circunscrito al país, a “las provincias vecinas de Barquisimeto,
Barinas y Apure; y hoy, estrechando dentro de un circulo de hierro por la
importación extranjera, circulo que va cerrándose más y más, ya que la
harina no tiene salida, en los Andes por su parte, se ve abatida por la
competencia de la harina de los Estados Unidos del Norte, que le
arrebataba el mercado en mucho de sus pueblos; de donde resulta que el
trigo no se cultivaba sino en pequeña escala, según las necesidades del
consumo local” (Febres 1991: 198).
Un poco más adelante, a partir de 1930 en Venezuela se incrementó
aceleradamente el consumo de trigo, para la fabricación de pan, galletas y
pastas. El aumento estuvo asociado a los cambios ocurridos en los patrones
alimenticios de los venezolanos a consecuencia de los patrones de
urbanización impulsados por el desarrollo de la industria petrolera del país
(Velázquez, 2001: 35).
En este orden de ideas, Observamos que de acuerdo con las
estadísticas del Ministerio de Fomento, los estados con mayor producción
de trigo en Venezuela para el año 1950, eran Táchira, Mérida y Trujillo,
con una superficie sembrada de 13.063 ha, una producción de 5.369 t y un
rendimiento promedio de 411 Kg. / hectárea (Manchego, 1990: 12).
En la actualidad, Si analizamos las estadísticas en lo referente a
Venezuela, se observa que para el año 1990, se produjeron solamente 302
76
toneladas. La creciente disminución, en cuanto a la producción de trigo en
el país durante las primeras tres décadas del siglo XX, obedeció a los
siguientes factores (Manchego, 1990: 13):
-Factores internos de generación de divisas a través de la renta petrolera
que permitía la importación de alimentos a bajo costo.
-Baja rentabilidad de la mayoría de los rubros del sector agrícola y en
particular del trigo, lo cual no incentivaba a los productores al aumento de
su producción
-Factores externos por las ventajas competitivas que presentaban otros
países en cuanto a condiciones climáticas y económicas, las cuales
permitían obtener grandes producciones del grano a costos muy bajos.
A lo largo del capítulo hemos podido describir, como se dio el
proceso de introducción de la agricultura europea en América, logrando
establecer los factores que hicieron del cultivo de trigo una prioridad en la
vida de los primeros colonizadores de América. Igualmente logramos
establecer, de una manera descriptiva, como fue el proceso de diseminación
de la semilla de trigo a través del continente, para luego adentrarnos en lo
que fue el proceso Venezolano.
Por otra parte pudimos observar la forma como el trigo se convirtió,
en la región de los Andes, en uno de los principales motores de la economía
77
regional, debido a que la región, presenta las condiciones idóneas para la
producción de trigo, no dejando de lado, la importancia que hasta hoy
tienen los factores de tipo sociocultural que se originaron alrededor del
cultivo de trigo.
CAPITULO V
CARACTERÍSTICAS SOCIOECONÓMICAS DEL CULTIVO DE
TRIGO EN LOS ANDES VENEZOLANOS.
Las características socioeconómicas del cultivo del trigo en los
Andes venezolanos es otro de los aspectos que deben ser tomados en
cuenta a la hora de realizar un análisis sobre la influencia que el cereal ha
tenido en la región de los Andes.
Este es el motivo por el cual se analizarán en primer lugar, los
aspectos referentes a los conocimientos y practicas que mantienen los
campesinos de la zona en cuanto al cultivo del trigo, para luego examinar
las diversas técnicas que manejan los habitantes de la zona que se han
mantenido en el tiempo con algunas modificaciones desde su introducción
en el periodo colonial.
Por último haremos referencia a la vivienda campesina como
elemento importante dentro de la producción triguera que se desarrolló en
los Andes venezolanos, para finalizar con el análisis de los diversos
factores que fomentaron la decadencia del cultivo del trigo en la zona y las
causas que han mantenido vivo dicho cultivo para el autoconsumo de las
familias campesinas, permitiendo de esta manera, la persistencia del cereal
en la zona, que da origen a la conformación de la cultura del trigo en los
Andes venezolanos.
79
5.1. Conocimientos y prácticas en el cultivo de trigo.
Los campesinos de la zona de los valles altos andinos, han venido
desarrollando a través del tiempo una serie de saberes y prácticas que van
conformando un núcleo cultural, que gira al rededor de la producción de
trigo, en este sentido, dichos habitantes han superado los obstáculos que les
ha presentado la naturaleza, y han aprovechando al máximo las
potencialidades del páramo que los rodea.
Es así, como una cultura basada en el trigo se yergue entre los
habitantes de estos paramos, que saben según las prácticas y saberes
heredados de sus antepasados, como producir, como labrar, como manejar
el suelo y los cultivos, para mantener vivo al trigo en su modo de vida, en
su dieta y sencillamente en su cultura.
5.1.1. El Conocimiento campesino sobre el medio ambiente en la
producción del trigo.
En todas las culturas uno de los fines concientes o inconcientes de
los individuos, es el aprovechamiento progresivo del medio ambiente o al
menos la búsqueda de un relativo equilibrio con éste.
Entre los campesinos de Mucuchíes y Santo Domingo se observó,
que existe un conocimiento minucioso del medio ambiente físico que los
80
rodea. Es así, que en base a estos saberes se han desarrollado calendarios
tradicionales para organizar la actividad agrícola.
En este sentido, en las zonas de Santo Domingo y Mucuchíes, se
practican varias modalidades de estos calendarios agrícolas, sobretodo el
denominado “la pinta” y “la repinta”, muy desarrollado en los Andes
venezolanos, y fundamentado principalmente en la determinación de los
meses de lluvia y sequía durante el año.
Siguiendo este orden de ideas según los campesinos de la zona, “la
pinta” es la precisión climática con la que se presentan cada uno de los
primeros doce días del mes de enero, y correspondería según su orden a los
doce meses del año. Por su parte, “la repinta” es la confirmación de las
observaciones climatológicas realizadas por los campesinos durante los
primeros doce días del mes de enero, y se lleva a cabo durante los
siguientes días, es decir, del doce al veinticuatro de enero. Esta modalidad
de calendario también es denominado por los habitantes de la zona como
“cabañuelas”.
Al respecto la tradición oral nos dice: “… la pinta y la repinta en
enero comienza la primera pinta, febrero, la pinta de febrero y así hasta los
doce que son doce pintas que son los doce meses y entonces volteas que es
la repinta que son de a dos meses que total son seis días los dos, pa que sea
el año, luego vienen las cabañuelas se pintan seis meses que son dos
cabañuelas y el dieciocho de enero se termina. Y ahí se empareja el tiempo.
81
Y en las pinta se ve si tolda o llueve, yo este año puse cuidado y en las
pintas va a estar lluvioso” (entrevista al productor Ángel Custodio Lobo
Pérez. Misteque, 18/6/93).
Otro informante nos dice: “… pues yo si me daba cuenta pero como
les digo, no se leer y si no el día tal, la luna tal, pinta tal, pa tal mes cuando
son las pintas y las repintas las cabañuelas y las cabañuelitas, ¡no ve! el que
sabe leer, pues hasta económico pues por eso, es que hacen los almanaques
esos, porque saben ¡vio!” (entrevista al productor Candido Rivas. Cambote,
18/6/93).
Otra forma de predecir las lluvias es la designada por los habitantes
de la región estudiada, como la prueba de los granos de sal o “almanaque
de los indios”, dicha técnica de predicción climática, se basa en colocar
doce granos de sal en el orden de los meses del año, antes de la media
noche del último día de diciembre, durante la media noche se observa, y los
granos que se disuelven por la humedad, indican los meses de lluvia, y en
caso contrario los meses de sequía.
En este orden de ideas, otro de los procedimientos para pronosticar el
clima en la zona, es el que se basa en las fases de la luna, que además sirve
para determinar los periodos más adecuados para la realización de las
actividades agrarias. Según los habitantes del páramo es aconsejable
cultivar mientras la luna se encuentre en menguante y desyerbar cuando la
luna está en creciente para que la planta crezca.
82
La tradición oral plantea al respecto: “…La luna, que cuando
sembraban preferían hacer una escala, si se sembraba el trigo en creciente
se desyerba en menguante y si se sembraba en menguante se desyerbaba en
creciente, para hacerle un promedio del movimiento de la luna ya que
decían que la cosecha podía ser más abundante y que no se podía trabajar
en un solo tiempo en creciente porque está podía rebajar y que se debía
rotar en un tiempo y otro en menguante y creciente.
El día de la conjunción llamaban en ese tiempo la luna nueva, el
cambio de la luna de menguante a creciente, terminaba la menguante y
entonces venía la luna nueva, en ese tiempo se decía que era conjunción.
Ese día no desyerbaba nadie porque le tenía miedo, porque se podía
enfermar la cosecha por los movimientos de la luna. Ahora el día de la luna
llena, si trabajaba todo el mundo, porque le tenían afecto al paso de la luna.
Para que la cosecha fuera buena, decían que el trigo rendía” (entrevista al
productor Benjamín Mora. Mitibibó, 17/6/93).
Otro habitante de la región afirma: “…si señor yo me guío, el paso
de luna cuarto menguante, cuarto creciente, y no se fía y uno tiene la
costumbre de cuando va a ser luna nueva, se levanta uno de mañanita a las
cinco y media sale la luna al frío, mañana es la luna nueva, algo que ya uno
sabe es el paso de luna, si es cuando la llena cuando a las seis sale la luna
grande, es llena, si es cuarto creciente cuando está media luna, si es cuarto
menguante también es media luna, que está ameguantada media luna y la
83
lunita” (entrevista al productor Ángel Custodio Lobo Pérez. Misteque,
18/6/93).
Otro método de menor uso es el de la predicción del clima a través
de los cambios en la flora y fauna local.
Es importante señalar que, pese a la introducción de nuevas
tecnologías agrícolas como los sistemas de riego, los campesinos
mantienen sus creencias tradicionales para predecir los meses de lluvia y
sequía.
También los campesinos de la zona estudiada, han reconocido la
existencia de varios tipos de suelos y los clasifican de acuerdo al nivel
altitudinal y a su potencial agrícola en: la huerta, el barbecho, la roza de
altura y los páramos (D` Robert, 1993: 78).
5.1.2. Prácticas agrícolas en la siembra del trigo.
Según las fuentes orales y escritas existentes sobre la zona, el manejo
de los diversos ecosistemas que integran pisos altitudinales de la zona
estudiada, ha sido una de las principales características de los pobladores
de los Andes venezolanos. En este sentido, los campesinos del páramo han
sabido identificar varias unidades ecológicas y geográficas con sus variadas
potencialidades y recursos (D` Robert 1993: 83; Velázquez, 2001: 62).
Entre las más destacadas se encuentran en primer lugar la huerta, que
84
no es más que la parcela ubicada alrededor de la casa del campesino,
generalmente en terreno llano, donde se combina la siembra de diversos
productos, utilizando abonos orgánicos (desechos domésticos), y sirviendo
igualmente como espacio de experimentación en el cultivo de nuevos
productos comestibles y medicinales, teniendo dicho espacio la función
principal de satisfacer las necesidades más básicas de las familias que
practican este tipo de cultivo.
En segundo lugar, encontramos el barbecho, que es la tierra
considerada por excelencia para el cultivo del trigo, debido a las elevadas
pendientes que presenta y la menor calidad de los suelos, es decir, son
“tierras flacas” ó tierras que no pueden ser utilizadas para otro tipo de
cultivo sin obtener un alto margen de productividad.
La tercera unidad productiva reconocida por los habitantes del
páramo, es la denominada “roza de altura”, sector de mayor riqueza de
nutrientes, ideal para el cultivo de la papa, son suelos más ricos, con menor
pedregocidad y pendiente.
Como último tenemos los “páramos”, terrenos limite para la
actividad agrícola, por lo general deshabitados en forma permanente, y
utilizados como zona de pastoreo durante la época lluviosa, manteniéndose
la creencia entre los campesinos, que son el hogar de algunos seres de
índole sobrenatural.
85
5.2. Tecnología agrícola en el cultivo de Trigo.
Durante la colonia, la introducción del trigo, se realizó
conjuntamente con el complejo tecnológico requerido para su cultivo; en
este sentido, los métodos de cultivar el trigo han sido los mismos con
algunos cambios, los mismos utilizados por los españoles. El arado tirado
por bueyes, las yeguas para la trilla; el machete, la hoz, la era, los molinos
movidos por agua y por bestias (Febres, 1991: 196), se han mantenido por
largo tiempo en la zona3.
Las técnicas para el cultivo del trigo, estaban íntimamente
relacionadas con el calendario para llevar adelante la siembra y cosecha. En
este sentido, las etapas para llevar a cabo el cultivo de trigo en la zona eran:
la mezcla de semillas, la preparación del terreno, la siembra, el desyerbe, la
siega, la trilla y el beneficio o molienda del trigo (Velázquez 2001: 56).
5.2.1. Pasos para el cultivo del trigo.
1. Selección de Semillas.
Para el primer paso del ciclo de cultivo, se mezclaban semillas de
distintas clases. Entre las variedades de trigo cultivadas (por lo menos en lo
3 Hay que tomar en cuenta, que el conjunto de tecnologías agrícolas que los Españoles importaron a América con la conquista, forma parte del conjunto de tecnologías agrícolas que poseían los pueblos antiguos de la edad de bronce ubicados en la Península Ibérica y que fue ampliada con la colonización romana en la península.
86
que se refiere al área de Mucuchíes), podemos mencionar: “Nortero, Siete
Espinas, Blanco Reinoso, Marengo, Cariaco y Raspa Negra”. Al respecto la
tradición oral nos dice: se sembraba “trigo Marengo, ahora salió un trigo
nuevo uno que llama Gelipe, otro que llaman Gonzalo y el Trigo Marengo
viejo se acabó, eso no sigue existiendo tampoco y trigo de 4 meses ese es
blanquito también” (entrevista al productor Cándido Rivas, Cambote
18/6/1993).
El tipo de semilla sembrada en esa zona durante el período colonial,
según información de fuentes Etnohistoricas, es la variedad conocida como
“Ajirones” que se cultivaba en la tierra de uno de los encomenderos de
Mucuchíes. Esta variedad no aparece reseñada entre los diversos tipos de
trigo que más se cultivaban en la Península durante el siglo XVI, como
eran el Trecher o Rubio, el Arisprieto y el Candeal o Blanco.
2. Preparación del terreno.
El segundo paso del ciclo de cultivo de trigo es la preparación del
terreno, esta técnica variaba según dos casos: a) cuando la tierra se dejaba
en descanso y b) cuando se sembraba todos los años consecutivamente
(Velázquez 2004: 59). En la primera categoría, la preparación de la tierra
para iniciar un nuevo ciclo de cultivo en una parcela comienza por el arado
de barbechadura, barbechada o barbecho4. El labrador es generalmente
4 Tomando como referencia los estudios realizados por Parain (1954). La técnica del Barbecho se encontraba entre las más utilizadas por los españoles para mejorar los cultivos, según este autor, el barbecho en esencia, es una práctica para cultivar basada en los periodos de reposo de la atierra posterior
87
seguido por los maneros que mejoran la remoción del suelo y arrancan la
vegetación que no fue afectada por el arado, con la ayuda de escardilla. El
papel de estos trabajadores es particularmente importante en las parcelas de
mayor pendiente que dificulta el pasaje del arado (D`Robert, 1993: 77).
Al respecto la tradición oral nos dice: “… el ciclo del cultivo se
inicia con la rompedura o limpieza del terreno (preparación para la
siembra), se realiza con la ayuda de yuntas de bueyes la cual está formada
por la macera, garocha, yugo, coyunta y esto se realiza durante los meses
de noviembre a febrero” (entrevista realizada a los productores María
Vicenta Mora de Sánchez y Claudio Espinoza. Mitibibó, 17/6/93).
Figura. V.1. Preparación de la tierra para el cultivo. Fuente: Gasparini, 1986
El arado realizado varios meses antes de la siembra es una
práctica común en los sistemas basados en la alternancia de los ciclos de
cultivo y los ciclos de descanso. Puesto que ocurre después de cierto
a la realización de una siembra, pero esta técnica, no solo da reposo a la tierra, sino que conserva las reservas de humedad tan esenciales en un clima seco. “Por tal razón el sistema alternativo de cosechas ha sobrevivido hasta nuestros días con pocas excepciones” (1954: I, 144)
88
tiempo de descanso agrícola para la parcela, siendo propio de los sistemas
que utilizan la técnica de la rotación de tierras para la reconstitución de la
fertilidad del suelo.
El arado que anticipa la siembra, permite una mejor repartición del
trabajo necesario a la preparación de la tierra, constituye una estrategia para
distribuir los trabajos de labranza sobre un intervalo mayor de tiempo y
responder así a la falta estacional de mano de obra que es un factor
frecuentemente limitante en tales sistemas (Bourliaud et al. 1988: 120).
También, en vista de que se relaciona generalmente con cultivos de secano,
el arado de “barbecho” permitirá aprovechar mejor las cortas épocas
anteriores a la siembra durante las cuales la tierra es menos seca y por ello
más fácil de arar.
Para los campesinos de Mucuchíes, que reconocen también esas
ventajas, la barbechadura tendría por función principal la de “echar pudre a
la tierra para que crezca bien el triguito” y se relaciona ante todo con el
manejo de la fertilidad mediante la descomposición de la vegetación
incorporada al suelo5.
En el segundo caso, cuando la tierra se siembra de manera
consecutiva la rotulación de la tierra se realiza con el arado tirado por
5 La pobreza de las tierras, obliga en muchos casos a formas de cultivo al tercio, es decir, una porción de tierra se cultiva, en general con cereal, con una rotación de uno cada tres años; esto es, se cultivaba un año y se le dejaba descansar dos, para que recuperase la fertilidad perdida, ayudando en este proceso los nutrientes que aportaba el ganado al pastar sobre ella. Dicho proceso de siembra es similar al utilizado por los españoles para obtener mejores resultados en los suelos pobres de las islas canarias.
89
bueyes6. Según Schelotto, el trabajo realizado con este instrumento era
rudimentario y superficial. Lo cual indica que no penetraba a profundidad
en el suelo siendo altamente conservacionista (Schelotto citado por
Velázquez, 2001: 59).
Al respecto la tradición oral nos dice: ...“también había otro método
para barbechar esos barbechos, cuando ya ese rastrojo se va secando
pudriendo un poco más, hay que barbechar el barbecho con bueyes”.
(entrevista al productos Benjamín Mora. Mitibibó, 17/6/1993).
Figura. V.2 Arado con bueyes utilizados para preparar la tierra para el cultivo de trigo. Fuente: Weidmann, 1981
3. La siembra.
El tercer paso dentro del proceso de cultivo del cereal, es la siembra,
proceso que se realiza entre abril y mayo en sincronía con la llegada de las
6 Otra de las mejoras introducidas por los españoles para la siembra del trigo en los Andes venezolanos, fue la del tiro que se hacia con bueyes y en algunas ocasiones con vacas, adhiriéndole las orejeras o espacieros a fin de alomar y cubrir las simientes, es importante acotar, que dichos aparejos todavía son utilizados en las labores del campo en la actualidad. En el caso de trabajos más profundos de la tierra, se hacían las labores a mano al igual que en la actualidad, ó utilizando un azadón plano o dentado.
90
lluvias, abarca tres operaciones sucesivas “sembrar, arar y sacudir”,
efectuadas el mismo día. El sembrador trabaja al voleo y es seguido por la
o las yuntas. Los que sacuden utilizan la escardilla para mejorar el tapado
de las semillas, golpear los terrones y arrastrar las malezas rebeldes. Entre
siembra y cosecha, las variedades locales de trigo tardan ocho meses en
madurar sin realizar ninguna intervención por parte de los campesinos
(D’Robert, 1993: 79).
4. El Desyerbe.
El cuarto paso lo constituye el desyerbe, proceso no tradicional
introducido con la incorporación de nuevos métodos de cultivo. La técnica
del desyerbe fue incorporada debido a que según los técnicos en la materia,
las hierbas que crecían con el cereal dañaban el cultivo7. El desyerbe es
denominado por los productores de trigo de Mucuchíes como “desnabada”
o “desnabar” (entrevista al productor Rufino Uzcátegui, en Velázquez,
2001: 62).
5. La Siega.
La siega constituye el quinto paso en la producción del trigo, éste
proceso se realiza generalmente en octubre, sin embargo, la fecha variaba
7 Retomando el planteamiento de Parain (1954: I, 147) un paso de suma importancia para
la siembra del trigo era “el sachado”, que consistía principalmente en mantener los cultivos libres de malezas, este procedimiento era realizado dos o tres veces, los colonizadores españoles creían que librando la tierra de la maleza ésta seria mas productiva. Dicho pensamiento fue heredado de los conocimientos introducidos por los romanos durante la colonización de la Península Ibérica.
91
de acuerdo a la altura de las zonas: se retardaba en la zona fría y se
acortaba donde había una temperatura más elevada. Esto se debía a la
existencia de dos calendarios de cultivo del trigo según los patrones
climáticos existentes en la Cordillera de Mérida (Velázquez 2001: 62).
Figura. V.3. Siega del trigo. Fuente: Yalde, 1980.
El cereal se siega con la hoz, una herramienta de fabricación
extranjera y ahora más difícil de conseguir en el mercado. Los segadores
trabajan en grupo y en línea desde abajo hacia arriba de la parcela. El trigo
se corta relativamente alto de manea de dejar en la parcela una paja de
aproximadamente 60 centímetros de altura para el pastoreo (D`Robert,
1993: 79).
92
Figura. V.4. Siega y recolección del trigo. Fuente: Weidmann, 1981.
Al respecto la tradición oral nos dice: ...“con una hoz después
cuando ya está para recogerlo se corta y entonces una parte va para la era
para trillarla, y la otra parte del rastrojo queda allí” (entrevista al productor
Benjamín Mora. Mitibibó, 17/6/1993).
6. La Trilla.
La trilla, es el sexto paso en el cultivo de trigo, se realiza durante el
“verano” cuando cesan las lluvias desde noviembre hasta abril, para tal fin
se utiliza la trilla con animales, esto obedece a que el tamo resultante de la
trilla era utilizado como forraje en las épocas de escasez para la
alimentación de animales8 (Velázquez, 2001: 63).
8 Otro de los procesos claves para la producción del trigo, era la limpia del grano de la paja,
que se hacía empleando venteadotes o bildeos (característico en España). O simplemente se lanzaba al aire mediante palas cuando soplaba el viento (procedimiento que se mantiene en los paramos merideños), con lo que se conseguía que cayera el grano de un lado y la paja del otro (Parain, 1954: I, 148)
93
Figura. V.5. Trilla del trigo con bueyes. Fuente: Yalde, 1980.
Después del pisoteo de equinos reunidos para la ocasión de la trilla,
los residuos de paja (tamo) son barridos y separados del grano con la ayuda
de una pala de madera y del viento. Generalmente, cierta cantidad de tamo
es almacenada para alimentar el ganado en tiempo de escasez. Esparcido en
los alrededores de la era después de la trilla, el tamo constituye también un
aporte forrajero al ganado que está en el piso triguero en el momento de la
cosecha (D`Robert, 1993: 79).
Figura V.6. Venteo del trigo.
Fuente: Weidmann, 1981.
94
Al respecto la tradición oral nos dice: ...“y entonces cuando tocaba
un día de trillar, había que pararse uno de madrugada antes de que aclarara
el día a recoger esos tercios de trigo, y conducirlos para la era, para cuando
aclarara el día, entonces echarle bestia y trillarla. Se acomodaba allí en la
era, se les sueltan las amarraduras que se les hacen allí en el barbecho y
aquello quedaba suelto y entonces encima se les echaban bestias y se
jopean y se arrean con empeño, para que la pata de la bestia vaya trozando
el tamo y desmenuzando la espiga” (entrevista al productor Benjamín
Mora. Mitibibó, 17/6/1993).
7. El Beneficio del trigo (molienda).
Por ultimo encontramos el beneficio del trigo, que consistía
específicamente en la molienda del cereal. Esta actividad se realizaba en
tres formas, clasificadas de acuerdo al tipo de equipo que se utilizaba y
según la calidad industrial de la harina obtenida (Velázquez 2001: 64):
a. Con el primitivo molino movido por una corriente hidráulica se
obtenía una harina de “inferior presentación” destinada en su
totalidad a la panadería doméstica.
b. Con los molinos de piedra Francesa y separadores (la Ferté-sous-
jovarde). Resultaba una harina defectuosa en su textura y color.
c. Con el molino moderno de cilindro se obtenía una harina de mayor
calidad (“harina flor”) y otras de menor calidad. El proceso en el
molino moderno incluía el lavado del grano, la limpieza de
95
impurezas, el cepillado y la pulitura.
La utilización de los molinos para la realización de la harina, se data
en el caso de los Andes, para 1878, poco mas o menos, con la implantación
de molinos modernos, primero en Escagüey, jurisdicción de Mucurubá, y
sucesivamente en Tovar, Tabay y Ejido, los cuales producen muy buena
clase de harina9 (Febres, 1991: 197).
Figura V.7. “La Única” Molino de trigo ubicado en la población de Escagüey.
En este sentido, el molino trabaja a través de la fuerza del agua que
se encuentra canalizada por debajo del molino, logrando agitar las aspas y
9 En el caso español, pese a los cambios establecidos por los visigodos, la agricultura seguía siendo la base de la economía, localizándose las mejores tierras en las cuencas del alto Guadalquivir, Guadalimar y Guadalbullón, en las que el regadío permitía la existencia de huertas. Las tierras de secano ocupaban la mayor parte del territorio, abundando el trigo, la vid y el olivo. Ya entonces era conocida la calidad de sus trigos. En cuanto a este, se transportaba a molinos de agua que se concentraban en las orillas del Guadalquivir, de esto podemos inferir el arraigo de los españoles en la utilización de técnicas tradicionales para la molienda del trigo, técnicas que no solo se mantienen en la actualidad en España sino que todavía persisten en lugares lejanos a dicho continente como es en los valles altos andinos de la cordillera de Mérida.
96
darle movimiento a las piedras, para someter el trigo al roce constante de
las piedras hasta convertirlo en harina (Fernández, 1984: 66).
Figura V.8. Molino hidráulico, ubicado en la población de Mocao.
Figura V.9. Aspas del molino hidráulico, ubicado en la población de Mocao.
Al respecto la tradición oral nos dice “… eso era un aparato que tiene
una piedra que esta enterrada, y encima tiene otra, tiene un eje y el eje que
sube es el que sostiene la piedra que va dando vueltas y muele el trigo.
Arriba de la piedra tenía un arnal cuadrado, allí echaban el trigo eso grano a
grano, era muy lento. …. El molino trabaja con agua, le echaban el agua,
97
eso era como una corriente, pero bien fuerte esa corriente, el agua bajaba
por una canal y movía por debajo una cosa así que se llamaba empargamo,
que era redondo, y tenia unas tablas y cuando le pegaba el agua eso rodaba
las tablas y daba vueltas.
El molino para trigo tenía dos piedras grandotas, la durmiente que es
la hembra y la macho que es la que da las vueltas, esas eran especiales que
no se raspaban con el roce de las piedras, porque si no la harina salía
contaminada. La piedra macho era un poquito mas pequeña que la hembra,
no se puede echar mucho trigo porque después sale entero el grano, por eso
pa hacer harina se tardaba mucho tiempo” (entrevista al productor,
Juvencio Sánchez. La Toma, 15/5/06).
Figura V.10. “Molino de harina de trigo, ubicado en la población de Mocao”
Después del procesamiento del grano, la harina era guardada en
sacos grandes o cajones, en el cuarto de depósito para abastecer a la familia
durante el año. Es importante destacar, que en algunos periodos donde las
cosechas eran abundantes, la harina fue destinada para la exportación a
98
varias regiones del país como Falcón o Maracaibo, debido a su buena
calidad, blancura y altos índices nutricionales (Fernández, 1984: 66).
En general, en el periodo de 1930 a 1945, el cultivo y beneficio del
trigo se realizaba mediante una tecnología tradicional, dependiente
principalmente del trabajo manual, la fuerza animal y la aplicación de
herramientas simples, lo que incidía en los bajos rendimientos del cultivo.
Sin embargo, por la intervención de ciertos productores de los Municipios
y del estado, interesados en aumentar los rendimientos y la calidad del
producto, se estaban introduciendo algunos elementos modernizantes del
cultivo y beneficio del trigo, especialmente, semillas de pedigrí y
maquinaria moderna para la trilla y la molienda (Velázquez, 2001: 65-66).
5.2.2. Calendario Agrícola.
En la zona de Santo Domingo y Mucuchíes existen dos calendarios
según el patrón climático para el cultivo de trigo, el primero es para la zona
de alturas superiores a los 2000 m, donde solo se produce una cosecha
anual, El otro calendario agrícola que se practicaba en los terrenos con
alturas inferiores a los 2000 m (“bajeros”), con mejores condiciones
térmicas para el cultivo (Velázquez, 2004: 68).
99
A. Calendario agrícola para zonas de mayor altura.
Durante este calendario, solo se producía una cosecha conocida con
el nombre de cosecha de “año” o cosecha “derecha” con una duración
media de seis meses, dándose de la siguiente manera: se sembraba durante
el mes de mayo, mientras que la cosecha se hacia en los meses de octubre a
diciembre (MCMSAC, 1935:426, citado por Velázquez, 2001: 70).
Dicho calendario agrícola se articula al régimen unimodal de
precipitaciones existentes en Mucuchíes, con un periodo húmedo entre
mayo y octubre y un periodo seco comprendido entre diciembre y marzo
(Monasterio y Reyes, 1980: 60). En este calendario para la siembra del
trigo en la zona, también influían otros factores como la orientación del
viento que soplan en la zona (Velázquez, 2001: 70).
Figura. V.11. Calendario, terrenos altos superiores a 2000m Patrón unimodal Menor temperatura Fuente: Velázquez, 2001.
N
E
FD
M
A
M
J
J
A
S
O
Cosecha
Rastrojo
Roturación
Sementera
100
B. Calendario agrícola para zonas de menor altura.
En estos terrenos se obtenían dos cosechas por año: la de “travesía” y
la de “año”. En la primera la duración del periodo vegetativo era más corto
(MCMSAC, 1935:426 citado por Velázquez, 2001: 71). Ésta se sembraba
en noviembre y se cosechaba entre marzo y abril, durante el primer mínimo
de precipitación del régimen bimodal o patrón lacustre (Monasterio y
Reyes, 1980: 60), el cual está presente en la zona de Santo Domingo,
población ubicada en la cordillera de Mérida.
Durante el periodo antes descrito se producen las mayores
oscilaciones térmicas diarias y los máximos valores de insolación y
radiación, en las vertientes secas los mínimos de precipitación suponen
déficit de agua, lo que explica los bajos rendimientos del trigo en ese
periodo (Velázquez, 2001: 71).
Figura. V.12.Calendario, terrenos bajos Inferiores a 2000 m Patrón Bimodal Mayor temperatura. Fuente: Velázquez, 2001.
N
E
FD
M
A
M
J
J
A
S
O
Cosecha de “travesía”
Cosecha de “año” ó
“derecha”
101
5.3. Formas de producción comunal del trigo.
Dentro de las formas comunales de producción del trigo en la zona de
los valles altos andinos encontramos “el convite” también conocido como
“callapa”, la “mano vuelta” el “arréito” y la “medianería”. En este orden de
ideas, las dos primeras han tenido su origen en la estructura sociocultural
prehispánica (Velázquez, 1979: 41). Por su parte, las dos siguientes son
vestigios de la cultura hispana que fue introducida por los españoles
durante al proceso de colonización.
5.3.1. El Convite y la Callapa:
En principio los términos “convite” y “callapa” parecen denominar
una misma acción, es decir, el trabajo comunal realizado por los
campesinos de la zona bajo estudio, pero en la realidad, cada uno de estos
términos describe una acción diferente. Por un lado el convite, podríamos
plantear que es la interpretación que el conquistador español hizo del
término que utilizaban los indígenas, para denominar el trabajo comunal
(Velásquez, 1979: 41).
Al respecto la tradición oral nos dice: “… las formas de organizar el
trabajo colectivo antiguamente fue a través del convite, era cuando una
persona tenía que sacar un trabajo rápido, entonces convocaba a los
miembros de la comunidad, para que lo ayudaran a trabajar y en cambio el
dueño de la producción les daba comida y bebida” (entrevista a los
102
productores Maria Vicenta Mora de Sánchez y Claudio Espinoza. Mitibibó,
17/6/93).
Por otra parte la “callapa”, es de origen indígena y aunque su
procedencia es desconocida, se presume que es Caribe. El vocablo es
utilizado para denotar cierto tipo de trabajo colectivo (adaptado de
Rosenblat, 1969: 172). Durante el periodo prehispánico se sospecha que
dicha forma de organización para el trabajo debió ser usada para la
producción de la papa y posteriormente durante el periodo colonial fue
incorporado a la producción del trigo.
Algunos habitantes de la zona de los valles altos andinos hacen
diferencias entre el “convite” y la “callapa”, ya que el primero se asocia
principalmente a las actividades agrícolas, y el segundo con la realización
de obras civiles de interés comunal, como puede ser la construcción o
reparación de la iglesia. “Dentro de las modalidades de convite destaca la
“tardita” que es un trabajo comunal pero que se realiza solo durante horas
de la tarde” (Velázquez, 1979: 42).
Al respecto la tradición oral nos dice: “…la tardita eso es la misma
cosa, tardita de cortar trigo, pa eso era, para cortar trigo, las tarditas allá
estábamos pues hasta media noche cortando, cuando estaba la luna linda,
clara” (entrevista al productor Candido Rivas. Cambote, 18/6/93).
Dentro de las “callapas” que recuerdan los habitantes de la aldea
Llano del Hato se encuentran la realizada el 24 de julio de 1977, día de San
103
Juan, para el desyerbe de la papa. Pero teniendo siempre presente que este
tipo de actividad se encuentra asociada principalmente al cultivo de trigo.
Otras “callapas” que recuerdan los habitantes de dicha aldea, son las
celebradas para la construcción de la carretera, aproximadamente, entre los
años 1955 y 1959. Donde los días sábados todos los hombres de la
comunidad se reunían con sus herramientas para ir construyendo la obra.
Mientras que las mujeres se reunían para elaborar la comida que
suministraba, uno de los habitantes de la aldea (Velázquez, 1979: 43).
Por su parte, el convite se practicaba en la época de la colonia,
principalmente durante dos de las etapas de la producción de trigo, es decir,
durante la siembra y la cosecha. La primera etapa, se daba principalmente
durante el mes de mayo, antes de la llegada de la estación lluviosa en la
zona, de forma que las plantas tuvieran la suficiente cantidad de agua para
su crecimiento (Velázquez, 1979: 42).
Al respecto la tradición oral nos dice: “…todos los años los primeros
días del mes de Mayo se siembra trigo, para el consumo de nosotros…”
(entrevista al productor Marcelino Espinoza. Mitibibó, 17/6/93).
El otro periodo para la utilización de prácticas comunales, era para la
cosecha, que según el calendario agrícola de la región, debía ser recogido
para el mes de octubre, antes de que las lluvias comenzaran nuevamente, a
fin de que el producto no se dañara por la lluvia.
104
La dinámica del convite consistía principalmente, en la invitación
que hacia un propietario o arrendatario a los demás miembros de la
comunidad, para que trabajasen con él en la realización de una determinada
labor agrícola. A dicha invitación acudían los demás miembros de la aldea
llevando consigo la yunta de bueyes y el arado (en el caso de la siembra).
Al respecto la tradición oral nos dice: los convites se realizaban “…para
tapar el trigo con escardilla y para recoger el trigo, eran los convites que se
hacían” (entrevista al productor Candido Rivas. Cambote, 18/6/93).
Para la cosecha del trigo, al igual que para la siembra, los dueños de
las parcelas “convidaban” a los demás miembros y estos asistían, llevando
los instrumentos para cegar el trigo, luego, el trigo era transportado hasta la
era donde posteriormente se trillaba utilizando las bestias de carga
(Velázquez, 1979: 43).
Al respecto la tradición oral nos dice: “… Nos invitaban y llegábamos…
todo el día unos llegaban temprano en la mañana, nosotros más tardones y
otros más tardones, no llegaban todos juntos a una sola hora, sino que
venían por escala” (entrevista al productor Candido Rivas. Cambote,
18/6/93).
Según las fuentes orales, consultadas, al final del día de trabajo se
realizaba una gran fiesta que corría por cuenta del propietario del terreno y
principal beneficiario del trabajo comunal, fiesta en la que se elaboraban
bebidas y comidas para satisfacer a los participantes del convite. La
105
elaboración de los alimentos y bebidas se daba principalmente, con
productos autóctonos de la zona, a saber, harina de trigo criolla, maíz,
animales criados por los lugareños.
Al respecto la tradición oral nos dice: “… en convite se hacia chicha y
pan, amasaban pan y chica, la chicha se ponía a cocinar, la harina a hervir,
hervir, hervir, le echaban la panela tal como usted tenía pensao hacer el
convite, el lunes hoy, está haciendo la chicha, pa que mañana, y pasado
mañana está guapando, pa el lunes está machete esa chicha, de maíz y de
harina de trigo criolla; también se comía pan y carne. También,
anteriormente como todo el mundo criaba ovejas y marranos totalmente
que pa el día del convite pongamos, mataban uno o dos ovejas y un
marrano pa darle el mute, mute de maíz pelao reventas, no jueguen picaban
la carne bien bonita y le echaban al mediano ollón de barro que había antes,
unas ollotas” (entrevista al productor Candido Rivas. Cambote, 18/6/93).
5.3.2. La Mano Vuelta:
La “mano vuelta” es el término que designa a una relación de
producción basada en un contrato verbal de ayuda mutua entre productores,
dicha relación puede ser directa (de productor a productor) o reducida a un
pequeño número de personas, con la finalidad de llevar adelante una
determinada actividad agrícola.
En este sentido la “mano vuelta” o “día prestado” regulaba el
intercambio individual durante la actividad cotidiana. “un día para mí y
106
otro para tí”, “yo te ayudo hoy y tu me ayudarás mañana”. Así quedaba
expresado un compromiso informal basado en el honor de padres a hijos y
sobretodo en la responsabilidad moral del padre cabeza de familia. Este
intercambio individual regido por la autoridad paterna permitía recibir
fuerza de trabajo, pero al mismo tiempo, esas jornadas debían ser
retribuidas más adelante y de mutuo acuerdo, igualmente con días de
trabajo (Suárez, 1982: 10).
Al respecto la tradición oral nos dice: “… a mano vuelta era cuando
una persona iba a trabajar en la casa de otra y luego ésta en retribución
tenía que ir, otro día a pagar el trabajo de la primera” (entrevista a los
productores Maria Vicenta Mora de Sánchez y Claudio Espinoza. Mitibibó,
17/6/93).
Esta actividad comunal se diferencia de las ya estudiadas, dado el
carácter reciproco de la relación, es decir, la “mano vuelta” se nos presenta
como la fórmula de un contrato oral, mediante el cual el beneficiario de la
ayuda se obliga a restituir con una cantidad semejante de trabajo al servicio
recibido. La obligación que se establece entre las partes es de tanta
seriedad, que en caso de no poder dar cumplimiento a la obligación
contraída, se debe enviar un representante (por lo general un compadre)
que responda por la deuda.
Al respecto la tradición oral nos dice: “…a mano vuelta ahí no se
pagaba con nada ejemplo si usted tiene trabajo pa dos días y usted me da
107
dos días yo tengo que ir para allá, pa donde usted a pagarle dos días, y si no
cumplía tenia que pagarle a otro obrero, para que fuera a pagar” (entrevista
al productor Candido Rivas. Cambote, 18/6/93).
De acuerdo al tipo de compromiso que se establece entre los
contratantes, la “mano vuelta” adquiere diferentes formas. Algunas de las
modalidades son (Velázquez, 1979: 45):
En el caso de que el agricultor propietario del terreno carezca
de la yunta de bueyes y el arado, aquella persona que dispone
de estos instrumentos trabaja con el propietario del terreno,
quedando el primero obligado a pagar la ayuda al segundo.
En el caso de una mujer viuda con hijos pequeños, se recibe
ayuda en las labores de labranza, que debe pagarse con el
trabajo de toda la familia.
Debido a la naturaleza de la “mano vuelta”, donde el intercambio
principal se da en forma de trabajo, es una actividad que regularmente es
utilizada por los habitantes jóvenes de los poblados.
5.3.3. El Arréito:
Es un tipo de relación de producción practicada por los habitantes de
Santo Domingo y Mucuchíes, que consiste en un contrato de arrendamiento
de tierras donde el canon de arrendamiento es pagado en espacies o en
dinero.
108
Este tipo de relación se presume, fue introducida por los colonos
españoles simultáneamente con el cultivo de trigo y los elementos propios
de la tecnología y de las formas de producción hispánica. Igualmente se
presume que la forma de pago más utilizada dentro de esta relación era en
especie.
Sin embargo, ésta modalidad de pago todavía se conserva y se fija de
acuerdo a la cantidad de semillas sembradas en la parcela de tierra. Es
decir, que si se siembran quince bultos de semillas de cincuenta kilos cada
uno, el arrendatario deberá pagar ésta misma cantidad al recoger la cosecha
(Velázquez, 1979: 46).
Cuando se realiza el pago de la relación en dinero, el monto del
arrendamiento se puede establecer de dos formas diferentes: la primera
modalidad es la de establecer el valor del arrendamiento dependiendo de la
inversión que se haya hecho en la compra de las semillas; esto da la
siguiente relación: si se compran diez bultos de semillas a veinte mil
bolívares cada uno, da un total de doscientos mil bolívares. La otra forma
de pagar el arrendamiento de la tierra en dinero, es la que se basa en el
número de hectáreas sembradas.
Los contratos de arrendamiento de la tierra, pueden hacerse de
manera verbal o a través de un documento escrito, protocolizado ante la
Oficina de Registro Subalterno de Mucuchíes en el caso del municipio
109
Rangel y en el caso del municipio Cardenal Quintero, en la oficina de
registro subalterno ubicada en la población de Timotes.
Los casos más frecuentes en que se produce el arrendamiento de
tierra son: cuando por enfermedad, un campesino no está en condiciones de
trabajar la tierra de su propiedad y cuando una mujer queda viuda con hijos
pequeños que no pueden hacerse cargo de la producción. Como la
propiedad de la tierra está caracterizada por el limitado tamaño de las
parcelas, es muy escaso el arrendamiento que se produce por poseer más
tierras que las necesarias para la subsistencia familiar (Velázquez, 1979:
47).
5.3.4. La Medianería:
Relación de producción que también es conocida con el nombre de
“aparcería”, jurídicamente se considera como un contrato de arrendamiento
en donde el canon es pagado en especie. Sin embargo en los valles altos
Andinos esta relación, en su gran mayoría, adquiere la forma de una
asociación que se establece entre dos campesinos que acuerdan realizar en
común la cosecha de una parcela (Velázquez: 1979: 49).
En esta relación uno de los socios es el propietario de la tierra y el
que no es propietario, es denominado mediero. Durante el proceso de
producción ambos campesinos contribuyen con los medios de producción
que son imprescindibles para la consecución de la cosecha, luego al
110
obtenerse los resultados de la misma, los beneficios son repartidos por
mitad entre los socios.
Al respecto la tradición oral nos dice: “… ¡Upa! Sino más agoté mis
fuerzas trabajando a medias, y después dije no y la vida que Dios me
socorrió cuando me fui pa el páramo a trabajar solo por allá, por mi cuenta
solo por allá sembré mis maticas de trigo solo cuando comencé a ver una y
a dar gracias a dios, yo trabajaba a medias el trigo, las grancitas y a pagar y
a pagar la vida es muy dura con uno, recién casado, que comienza uno a ver
familia, ¡Ah! No me dan ganas de acordarme, mas bien los tiempos de
antes que eran un poco más serio ¡si señor! No es como hoy que estamos
todos ricos” (entrevista al productor Candido Rivas. Cambote, 18/6/93).
Se presentan diferentes modalidades de la medianería, de acuerdo a
la forma en que participa cada uno de los campesinos. Estas modalidades
son las siguientes (Velázquez, 1979: 49):
Cuando el propietario suministra la tierra, los bueyes, la
semilla, el abono y los fungicidas; mientras que el mediero
aporta el trabajo.
Cuando el propietario entrega la tierra en barbecho, además
los bueyes, semillas e insumos, contribuyendo el mediero con
la parte restante del trabajo, es decir, que realiza la siembra, el
desyerbe, la fumigada, y la recogedura.
111
Cuando el mediero suministra la semilla, los insecticidas, y el
abono, mientras que el propietario contribuye con la tierra y el
trabajo en el barbecho y el desyerbe. Las labores de siembra y
recogedura las realizan entre los dos.
Otro de los factores por los cuales se dice que la medianería se
presenta como una relación solidaria de producción, es que mediante la
aplicación de ésta formula, los pobladores de la región logran superar
diversas dificultades económicas, en este sentido, ser medianero no
significa en todos los casos, que el campesino no posea parcelas propias,
sino que por el reducido espacio que estas presentan, obligan al campesino
a producir en otras parcelas para lograr la satisfacción total de sus
necesidades tanto familiares como comerciales.
Las formas de organización comunitaria citadas, señalan la
interdependencia de los habitantes de las comunidades de la zona bajo
estudio para afrontar problemas comunes, la necesidad de formas de
comunicación (a diferentes niveles) para resolverlos y la ordenación local
de la actividad para conseguir más eficaces resultados, hacen del trabajo
comunal una practica que genera beneficios a todos los habitantes de la
comunidad.
Es decir, el despliegue de toda la compleja gama restante de modos
de interacción vecinal ira perfilando poco a poco la sinergia individuo –
grupo, la naturaleza de la comunidad. El conjunto facilitará el análisis; el
112
todo revelará la especificidad de las partes. He aquí una visión panorámica
de colaboración vecinal, comenzando por el calendario (Lison, 1979: 123).
Al ver todas las formas de producción comunal llevadas a cabo por
los habitantes de los valles altos Andinos de la cordillera de Mérida, nos
damos cuenta que no solo servían como una forma de llevar a cabo una
labor en el ámbito agrícola, sino que por el contrario, eran formas
relacionadas con la interrelación social entre los habitantes de los poblados
de la zona bajo estudio.
Es decir, se utilizaban dichos esquemas y practicas para mantener
relaciones solidarias entre ellos, tratando de hacer de su comunidad un
núcleo homogéneo, en donde todos los habitantes se beneficiaran del
trabajo comunitario.
En este orden de ideas, observamos que las relaciones de tipo social-
laboral como el “convite” y la “mano vuelta”, conllevaban en estos
habitantes, a prácticas que fortalecían los lazos sociales y de amistad, ya
que con ellos, los campesinos hallaron ese espacio de interacción tan
necesario para la convivencia social, donde no solo compartían el trabajo,
sino que comunicaban a sus semejantes los acontecimientos del diario
vivir.
En el ámbito de las obligaciones laborales – contractuales, como
fueron “el arréito” y “la medianería”, también se vieron fortalecidas en la
zona, ya que si bien la palabra tenia un lugar preponderante a la hora de
113
obligarse a realizar determinada labor en el ámbito del trabajo de la tierra,
la utilización de contratos escritos también se torno una costumbre entre los
habitantes de Santo Domingo y Mucuchíes.
5.4. La vivienda Campesina: adaptación a la producción de
cereales.
Otro elemento que definitivamente se vio afectado por la
introducción del cultivo de trigo en los valles altos andinos, fue el de la
vivienda, ya que ésta tuvo que sufrir diversas adaptaciones, en un primer
momento para adecuarse a los nuevos estilos arquitectónicos introducidos
por los colonizadores españoles y luego, para hacer de la vivienda
campesina, un lugar apropiado para el almacenamiento de los cereales que
eran sembrados en la zona (Giacalone, 1990: 34).
En este sentido, podemos concebir a la vivienda campesina de los
Andes venezolanos como un recinto que ha estado determinado por las
condiciones ambientales y socioculturales de la región, esto debido a que la
vivienda, por su forma y función no sólo ha servido de hospedaje familiar,
sino que, la misma ha estado estrechamente vinculada a las actividades
agrícolas de la población y a su vida cultural en general.
Los cambios y permanencias que se han dado en la forma y función
de la vivienda campesina de la zona bajo estudio, se deben a la presencia de
114
factores socioeconómicos como el descenso del cultivo del trigo, la
construcción de la carretera trasandina y el auge de la producción de
hortalizas, ocurridos en la región a finales del siglo XIX hasta mediados del
siglo XX.
Durante la dominación colonial, las primeras viviendas habitadas por
los españoles en los Andes fueron de carácter rudimentario, muy parecidas
a las habitadas por los indígenas, debido a la necesidad que tuvieron los
colonizadores de guarecerse y descansar de las condiciones climáticas
circundantes en la zona. Dichas viviendas eran de carácter provisional y de
dimensiones reducidas, siendo construidas por los mismos indígenas de la
zona (Cardozo, 1967: 27). En este sentido, la población indígena,
constituyó la fuerza de trabajo fundamental de la sociedad colonial en todas
las actividades: construcción, agricultura, cría, transporte, actividades
artesanales (Velázquez, 1995: 59).
En el siglo XVII, se dio un nuevo cambio en el modo como fue
concebida la vivienda en el páramo, en este sentido, la vivienda criolla
andina fue pensada de un modo sencillo y modesto, pero fiel al entorno
físico-cultural en el cual estaba circunscrita (Gasparini, 1986: 17).
Es así, como al principio la vivienda andina, sólo es construida,
adquirida y habitada por familias adineradas de la zona, que introdujeron
cambios en algunos materiales y en la arquitectura autóctona. Este cambio
115
en la arquitectura de las viviendas, se debe principalmente a dos razones
(Vila, 1960: 542):
La necesidad de usar nuevos materiales, dentro de los que
destaca la teja, ya que los materiales vegetales utilizados en la
construcción de la vivienda indígena, se habían convertido en
una amenaza de producirse un incendio, a causa del constante
uso del fuego.
La vivienda indígena no ofrecía al español la seguridad ni la
comodidad, a la que estaban habituados.
De este modo, en la sociedad establecida durante la colonia,
comienza a surgir un fenómeno de transculturización entre las culturas
indígena y la hispana, donde la producción de nuevas formas y estilos,
conllevan a un profundo intercambio de tipo cultural. En este sentido, la
experiencia autóctona combinada con los aportes europeos, logró
resultados de equilibrada adaptación al medio y con el uso y tratamiento
artesanal de los materiales, que les brindaba la naturaleza del lugar,
plasmando las formas y los espacios, que se identifican como expresiones,
más peculiares y originales de la cultura de la zona (Gasparini, 1986: 18).
En este orden de ideas, podemos describir a la vivienda campesina
Andina como un recinto cuadrangular o rectangular, en todos los casos
siempre ortogonales, en los que casi no hay ventanas que rompan lo
compacto de los muros de tapia: solo una puerta, para la gente y los
116
animales. Estos recintos que varían de tamaño, tienen siempre uno o dos
patios interiores; todas las habitaciones, depósitos, establos, talleres; se
ubican alrededor de esos espacios abiertos, que son fuentes de luz y
ventilación (Gasparini, 1986: 211).
Figura. V.13. Vivienda Campesina Andina. Fuente: Gasparini, 1986.
Todos estos procesos de adaptación de la arquitectura, dieron paso a
la adaptación de la vivienda andina a la producción agrícola de cereales. En
este sentido, el trigo constituyó el producto de mayor importancia en la
región andina desde la época de la colonización, razón por la cual, se hizo
necesario acondicionar los espacios internos y externos de la vivienda
campesina, para adaptarlos con las distintas actividades requeridas para el
cultivo del trigo.
Es así, como la vivienda se va a trasformar no solo en un lugar de
descanso y refugio para el lugareño, sino que va a ser un espacio de trabajo,
117
donde el campesino dispone de ciertos espacios internos de la vivienda para
guardar, almacenar, secar, clasificar y escoger el trigo. Igualmente, existen
otros espacios externos de la vivienda, como la era, para el trillado y el
caney como deposito del cereal (Fernández, 1984: 53-54).
Figura. V.14. Vivienda Campesina Andina, con era y caney. Fuente: Gasparini, 1986.
En estas casas el concepto espacial y funcional respondió a las
exigencias requeridas por el grupo familiar dedicado a las faenas del
campo. Igualmente, el modelado de la vivienda se encuentra determinado
por el tipo de actividad, que en el caso de los valles altos andinos
respondieron al cultivo del trigo.
5.4.1. Espacios interiores de la vivienda campesina adaptados al
cultivo del trigo.
118
Entre los espacios internos de la vivienda que se han utilizado para
las actividades agrícolas, destacan:
1) Los corredores.
Estos espacios se han utilizado principalmente para colocar la
cosecha recogida para su protección y conservación, igualmente se han
utilizado para guardar las herramientas de trabajo. Los corredores de la
vivienda campesina cumplen estas funciones por ser amplios y de largas
dimensiones, protegidos de la lluvia y de los rayos solares.
Figura V.15. Pasillos de la Vivienda Campesina Andina.
2) Patio interno.
Han tenido como principal función la del secado del grano cuando
este presentaba humedad. Para el secado de los cereales se utilizaban
cueros por lo empedrado del patio (Fernández, 1984: 24).
119
Figura. V.16. Patio interior de la Vivienda Campesina Andina.
3) Cuarto de depósito.
Espacio destinado para el almacenamiento del cereal en zurrones
hechos de cuero, cosidos por la orilla, de forma alargada y de un metro y
medio de longitud aproximadamente. Otra de las funciones de dicho
espacio es el almacenamiento de la harina que era guardada en grandes
sacos o cajones, para abastecer a la familia durante el año.
Figura. V.17. Cuarto de depósito
de la Vivienda Campesina Andina.
120
4) La cocina y los Hornos.
4.1. La Cocina.
La cocina de la vivienda campesina, es un espacio de grandes
dimensiones, que por su modo de construcción siempre se mantiene a una
temperatura cálida, pese al frió de la región. Esta característica se debe al
diseño cerrado que protege dicho recinto del aire y del frío.
Figura. V.18. Cocina de la
vivienda Campesina. Mocao.
Al respecto la tradición oral nos dice: “… mi señora desde la cocina,
siempre esta pendiente de todito lo que pasa, y cuando uno termina de
bregar en la huerta y entra en la casa, ella ya tiene la comida servida,
porque la brega lo deja a uno muy cansado” (entrevista al productor
Benjamín Mora. Mitibibó, 17/6/93).
4.2. Los Hornos.
Una parte indispensable en la cocina de la vivienda campesina
andina es el horno para hacer el pan, que consiste principalmente en un
121
espacio cerrado o cajón de adobe bien superpuesto, que por lo general
ocupaba un gran espacio dentro de la cocina.
Figura. V.19. Horno circular, hecho de
adobe.
Existen dos formas de construir el horno, una primera en forma
circular y por lo general que sobresale de la tapia, y otro tipo de horno
fabricado, incrustado en el muro de tapia, donde sólo se le deja el
contrafuego y un pequeño hueco, por donde se introduce la leña y el pan.
Figura. V.20. Puerta de horno empotrado en
la pared de la vivienda campesina. Mocao.
122
Figura. V.21. Prolongación posteriorDel horno empotrado en La pared. Mocao.
La función principal del horno, es la cocción del pan que se consume
diariamente, igualmente el horno es utilizado para elaborar biscochos, bien
fuera para el consumo familiar, para la venta por encargo, o en ocasión de
las fiestas religiosas.
5.4.2. Espacios exteriores de la vivienda campesina adaptados al
cultivo del trigo.
Los espacios externos utilizados para las funciones agrícolas son:
1. El caney.
Espacio exterior de la vivienda, ubicado lejos, cerca o pegado a la
misma, donde se deposita el trigo en manojos para evitar se dañe con la
lluvia. También es utilizado para almacenar el tamo que sirve de alimento a
las bestias durante el periodo de sequía (Fernández, 1984: 66-67).
123
Figura. V.22. Caney a las afueras de la
vivienda campesina.
1. La era.
Espacio consistente en un círculo de piedra ubicado lejos o cerca de
la vivienda, donde se trilla y ventea el trigo u otros cereales antes de su
almacenamiento.
Figura. V.23 Era para trillar el trigo.
Con el descenso de la producción triguera, alguno de éstos espacios
han perdido su función directa y son utilizados para la producción de
124
nuevos rubros. Sin embargo, los campesinos tienen la expectativa de
recuperar el cultivo del trigo y con ello, la funcionalidad tradicional de los
espacios de las viviendas.
Figura. V.24. Vivienda Campesina Andina, en su entorno agrícola.
Fuente: Gasparini, 1986
Algunos de los cambios que se han producido en la función de los
espacios de las viviendas, son:
Que la habitación que servia como depósito es utilizada ahora para
guardar herramientas de trabajo, semillas, costales, checheres o como
dormitorios. La nueva función depende del uso y necesidades de la familia.
El patio interno es utilizado en la actualidad para el secado de tubérculos, o
como sitio para el disfrute de la familia.
Por su parte el corredor que se presentaba como uno de los sitios
fundamentales para la selección y almacenamiento del trigo, en la
actualidad es usado para guardar leña, guardar herramientas de trabajo o
colgar algunos implementos relacionados con las bestias. Por otra parte la
125
era, en la actualidad se han transformado en huertas donde las familias
siembran diversos productos para el consumo familiar, estos cambios se
dan en el caso de aquellas personas que no siembran trigo, ya que los que si
lo hacen, mantienen intacta la funcionalidad de dichos espacios.
Por su parte el caney, ha sido con frecuencia abandonado y
descuidado, siendo utilizados para guardar herramientas de trabajo,
semillas, cosas viejas, o simplemente permanecen desocupados.
Todos estos elementos de cambios se han abierto paso dentro de la
vivienda andina, pero no han afectando la concepción que los pobladores
de los páramos tienen sobre el trigo, ya que ellos esperan que se de la
reimplantación del cultivo en la zona, para así exaltar los principios
socioculturales que se han creado durante años en torno al cultivo del trigo.
5.5. Factores que explican la decadencia comercial y la
persistencia para el autoconsumo del cultivo del Trigo en
Mucuchíes y Santo Domingo.
A continuación pasamos a describir los factores que explican la
decadencia comercial del cultivo del trigo en la zona estudiada, ya que esto
es de suma importancia debido, a que si bien es cierto el trigo fue
mermando en su producción, nunca desapareció del todo, ya que factores
de tipo cultural hicieron que persistiera el cultivo del trigo como parte de
lo que hoy denominamos la cultura del trigo en los andes venezolanos.
126
Las observaciones de campo, han permitido establecer los hechos
que se destacan en el cultivo del trigo en la zona bajo estudio.
1. La progresiva decadencia en la producción.
2. La persistencia del cultivo para el autoabastecimiento.
Estos dos hechos responden a la acción conjunta de factores físicos y
humanos.
5.5.1. Factores que explican la decadencia comercial.
Dentro de los factores que explican la decadencia del cultivo del
trigo en la zona encontramos (Fernández, 1984: 64):
La demanda del país superó la producción: este hecho obligó a la
importación, con el agravante que el trigo importado resultaba
más barato que el producido en el país.
Las técnicas del cultivo se hicieron primitivas al no darse ninguna
introducción de mejoras, lo que produjo un muy bajo
rendimiento, a la vez que también las técnicas del procesamiento
del cereal se hicieron obsoletas, dando origen a una harina de baja
calidad en comparación con la importada.
El avance de cultivos más rentables, hacía retroceder el cultivo de
trigo a las vertientes, en suelos muy poco fértiles y cada vez más
empobrecidos por el exceso de uso sin empleo de técnicas de
conservación.
Otros factores a los que se le tribuye la disminución del cultivo de
127
trigo son:
Agotamiento de los suelos:
Esta es la principal causa en la decadencia del cultivo de trigo en la
zona, ya que es bien conocido, que los suelos al ser sometidos a cualquier
tipo de actividad agrícola se agotan, y aún más, en el caso del cultivo del
trigo, el cual es realizado a grandes altitudes, bajo condiciones de excesivas
pendientes y con técnicas y procedimientos inadecuados, que arrastran a los
suelos a la erosión cada vez más acelerada.
Este agotamiento se dio en gran parte debido, al uso permanente de
los terrenos y el abandono de las técnicas prehispánicas de recuperación de
los suelos, en especial en las laderas de las montañas, sin que estas técnicas
fueran sustituidas por otras más eficaces (Velázquez, 1993: 135).
En este orden de ideas, a la erosión del suelo se le sumaron factores
como la falta de rotación de cultivos, uso de una tecnología agrícola
tradicional inadecuada a las nuevas exigencias físico-ambientales de la
zona (Ibanez, 1991: 2; Blanco, 1954: 47-48).
Esto es corroborado por las fuentes orales según las cuales: “...En
todas estas faldas y laderas empezaron a erosionar, en lo que llovía hacían
acequias por las faldas abajo y eso dañaba mucho los terrenos, entonces se
fue calmando la siembra de trigo, para que los terrenos endurecieran”
(entrevista al productor Benjamín Mora. Mitibibó, 17/6/1993).
128
Utilización de semillas degeneradas:
La utilización de semillas degeneradas se dio, en el caso del trigo,
por el abandono progresivo de las numerosas variedades de trigo locales a
causa de la implantación de la campaña de eliminación del cultivo de trigo
en los Andes venezolanos. Dicho proceso de degeneración de las semillas
se vio acelerado en gran parte por la aparición de enfermedades que
afectaban a la planta como la roya del tallo (Uredo cerealium de Philips) y
el carbón duro o caries del trigo (Tilletia trilici) que fueron introducidas a
raíz de la puesta en práctica del programa de importación y distribución de
semillas del estado (MCMAC, 1998: 198 en Velázquez, 2001:75).
Baja rentabilidad del cultivo de trigo:
Este factor se dio principalmente por la disminución de la fertilidad
de la tierra a causa de la erosión de los suelos, en las laderas de mayor
declive, donde generalmente se cultivaba dicho cereal, los rendimientos
eran menores a 500 kg/ha, mientras que, en las parcelas ubicadas en las
mesetas los rendimientos superaban a los 1.000 kg/ha. Además era en las
laderas, donde los productores obtenían las mejores ganancias e incluso
perdidas. A la baja productividad se sumaban los elevados costos de
producción del trigo, que hacían la actividad económicamente
improductiva (Velázquez, 2001:113).
Por otra parte encontramos que la cosecha de éste cereal resulta
altamente antieconómica, costosa e insuficiente, debido a los bajos
129
rendimientos que se obtienen por hectárea sembrada. Podríamos decir
entonces, que en el ámbito de la economía agrícola venezolana, la
presencia del trigo en realidad no soporta ningún factor nuevo ni de
desarrollo del sector agrícola; pero no se puede dejar de lado, que la
presencia del trigo en los valles del Chama, en la actualidad, produce algún
trafico mercantil que no deja de influir en el medio económico de la zona,
pero que se mantiene debido a un vinculo cultural que los habitantes del
área tienen hacia el consumo del trigo.
Introducción de nuevos métodos de cultivo:
El proceso de modernización agrícola, incidió en gran medida en la
introducción de nuevos métodos de cultivo en la zona montañosa del centro
y occidente del país, de manera muy especial por los inmigrantes españoles
y portugueses, quienes aplicaron a los cultivos las técnicas intensivas
propias de sus países de origen, la implantación de dichas técnicas dio
como resultado un aumento en la producción agrícola, la incorporación de
nuevos cultivos como la papa, igualmente los cambios socioeconómicos
influyeron en los patrones de alimentación que favorecieron el consumo de
papa blanca y hortalizas (adaptado de Velázquez, 2001: 103).