UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
CÁTEDRA
LINGÜÍSTICA Y DISCURSIVIDAD SOCIAL
Serie: Estudios del lenguaje
Cuaderno: Enunciación. Apropiación y
acontecimiento - 2016
Inés Ballanti
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Enunciación. Apropiación y acontecimiento
Inés Ballanti
0. Introducción
En este Cuaderno nos referimos al concepto de enunciación propuesto por Émile
Benveniste (1902-1976) y exponemos las formulaciones efectuadas al respecto por Oswald
Ducrot (1930) en las cuales se advierten relecturas de términos de la pragmática
lingüística y de algunos postulados de Mijail Bajtin. Comenzamos este trabajo a partir de
la noción clave de punto de vista, entendido como el conjunto de supuestos paradigmáticos
que guía al investigador y que viabiliza la construcción de su objeto de estudio. Dicho
concepto nos permite dar cuenta de la naturaleza atribuida al lenguaje, la constitución del
objeto de estudio y las categorías de análisis que se proponen en dos teorías de la
enunciación, una propuesta por E. Benveniste y otra por O. Ducrot. En nuestro recorrido,
abordamos los siguientes pares conceptuales:
a) Enunciación / enunciado;
b) Locutor / alocutario;
c) Enunciación egocéntrica / enunciación polifónica;
d) Significado / sentido1;
e) Oración / enunciado;
f) Locutor / enunciador.
Así pues, nos proponemos indagar, desde una lectura sustantiva, en los puntos de vista de
los autores mencionados, y examinar las categorías de análisis.
Para finalizar esta introducción, destacamos que las nociones, temas y problemas trazados
por Benveniste fueron el punto de partida (al igual que las investigaciones saussureanas)
para que otros lingüistas formularan nuevas hipótesis y plantearan interrogantes propios
acerca del tema. Tal es el caso de Oswald Ducrot con su teoría polifónica de la
enunciación o Antoine Culioli con la teoría de las operaciones enunciativas, entre otros.
Dicho esto, nos centramos, en primer término, en las formulaciones de Benveniste. A los
fines de circunscribir nuestro trabajo, abordamos el objeto de estudio –la enunciación- y
1 Para profundizar este tema, sugerimos la lectura de Rogieri, P. (2011). Modos de significar. Serie Estudios
del Lenguaje. Cátedra Lingüística y discursividad social. Facultad de Psicología. UNR.
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las categorías de análisis: enunciado, subjetividad, deixis, persona y temporalidad. En
segundo término, abordamos la propuesta de Ducrot en la que focalizamos: enunciación,
enunciado, oración, sujeto hablante, locutor, enunciador, dialogismo y polifonía.
1. Teoría de la enunciación de Émile Benveniste
La indagación y formalización lingüística realizada por Benveniste tiene su origen en la
crítica a la concepción instrumental del lenguaje. En tal sentido, afirma:
Hablar de instrumento es oponer hombre y naturaleza. El pico, la flecha, la rueda no
están en la naturaleza. Son fabricaciones. El lenguaje está en la naturaleza del hombre,
que no lo ha fabricado… Nunca llegamos al hombre separado del lenguaje ni jamás lo
vemos inventarlo. Nunca alcanzamos el hombre reducido a sí mismo, ingeniándose
para concebir la existencia del otro. Es un hombre hablante el que encontramos en el
mundo, un hombre hablando a otro, y el lenguaje enseña la definición misma del
hombre (Benveniste, 1991: 180).
Para este lingüista, referente del estructuralismo2, el lenguaje no ha sido creado por el
hombre, ni es algo exterior a él, sino que está en su naturaleza y le permite definirse,
delimitar el mundo y establecer a aquellos a quienes se dirige. Además, sostiene que “la
lengua re-produce la realidad” (Benveniste, 1991: 26), es decir que la realidad es producida
nuevamente por el lenguaje. Allí reside su función esencial, en la re-presentación que se
efectúa por su mediación:
(…) la realidad es producida de nuevo por mediación del lenguaje. El que habla hace
renacer por su discurso el acontecimiento y su experiencia del acontecimiento. El que
oye capta primero el discurso y a través de este discurso el acontecimiento
reproducido (Benveniste, 1991: 26).
Podemos decir, entonces, que aborda el fenómeno lingüístico a partir de la relación del
locutor con su discurso y con el alocutario, en una situación espacio-temporal específica.
En este sentido, el ejercicio del lenguaje, que conlleva la situación de intercambio y de
diálogo, implica un acto discursivo que posibilita al locutor re-presentar la realidad, y al
alocutario, re-crearla, en el marco de una comunicación intersubjetiva:
2 Para ampliar el tema, sugerimos la lectura de Cisneros, L. (2016). Modos de decir en el punto de vista
estructural. Serie Estudios del Lenguaje. Cátedra Lingüística y discursividad social. Facultad de Psicología.
UNR.
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Ahora, el carácter del lenguaje es procurar un sustituto de la experiencia susceptible
de ser transmitido sin fin en el tiempo y el espacio, lo cual es lo propio de nuestro
simbolismo y fundamento de la tradición lingüística. (1991: 61)
En la cita, se observa que la facultad de simbolizar −entendida como la “facultad de
representar lo real por un «signo» y de comprender el «signo» como representante de lo
real” (Benveniste, 1991: 27)− es inherente a la condición humana. Esta capacidad distingue
al hombre ya que comunica algo que “significa” utilizando para ello los signos que la
lengua proporciona3:
(…) planteamos que la naturaleza esencial de la lengua, que impera sobre todas las
funciones que puede asumir, es su naturaleza significante. Está informada de
significancia (…) Esta propiedad (…) imperará sobre nuestro discurso acerca de la
lengua; será un discurso acerca de la característica que ponemos en primer plano: la
lengua significa. ¿Pero qué es significar? (…) Podemos contentarnos con una
definición sencilla y suficiente: para nosotros y en este contexto, “significar” quiere
decir “tener un sentido, representar”, “estar en lugar de una cosa para rememorarla en
la mente. (Benveniste, 2014: 74)4
En esta instancia, la distinción entre lo semiótico y lo semántico, nos permite comprender
íntegramente su punto de vista:
La lengua combina dos modos distintos de significancia, que llamamos el modo
SEMIÓTICO, por una parte, el modo SEMÁNTICO por otra.
Lo semiótico designa el modo de significancia que es propio del SIGNO lingüístico y
que lo constituye como unidad (…) Todo el estudio semiótico, en sentido estricto,
consistirá en identificar las unidades, en describir las marcas distintivas y en descubrir
criterios cada vez más sutiles de la distintividad (…) Tomado en sí mismo, el signo es
pura identidad para sí, pura alteridad para todo lo demás (…) Existe cuando es
reconocido como significante por el conjunto de los miembros de la comunidad
lingüística, y evoca para cada quien, a grandes rasgos, las mismas asociaciones y las
mismas oposiciones (…)
Con lo semántico entramos en el modo específico de significancia que es engendrado
por el DISCURSO. Los problemas que se plantean aquí son función de la lengua como
productora de mensajes. Ahora el mensaje no se reduce a una sucesión de unidades
por identificar separadamente; no es una suma de signos lo que produce el sentido, es,
por el contrario, el sentido concebido globalmente, el que se realiza y se divide en
“signos” particulares, que son las PALABRAS. (…) El orden semántico se identifica
con el mundo de la enunciación y el universo del discurso (…) Lo semiótico (el signo)
debe ser RECONOCIDO; lo semántico (el discurso) debe ser COMPRENDIDO
(Benveniste, 1993: 66-68).
3 Para obtener más información al respecto, sugerimos la lectura de Rogieri (2011). 4 Estas reflexiones del lingüista, que permanecieron inéditas hasta hace algunos años, corresponden a los
últimos cursos dictados en el Collége de France en 1968 y 1969.
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Esta doble significancia que propone el autor remite a dos lógicas distintas y a
presupuestos de órdenes diferentes:
1) La lógica de la identidad que supone que los signos se reconocen dentro de un
sistema y que el significado de los mismos es siempre uno solo (en consecuencia,
lengua homogénea y transparente); piénsese en los postulados saussureanos;
2) La lógica de la no-identidad, según la cual los signos se comprenden en el contexto
en el que son utilizados y por esa razón, surgen múltiples significados; en términos
precisos, el sentido es único cada vez que alguien habla. Tal es el caso de las
formulaciones de Benveniste que estamos abordando.
Ahora bien, señalados algunos aspectos generales del punto de vista adoptado por
Benveniste, examinemos sus postulados acerca de la enunciación. Para ello, nos parece
importante iniciar este recorrido a través de sus propias palabras, en tanto constituyen una
formulación explícita del tema:
El acto individual por el que se utiliza la lengua introduce primero el locutor como
parámetro en las condiciones necesarias para la enunciación. Antes de la enunciación,
la lengua no es más que la posibilidad de la lengua. Después de la enunciación, la
lengua se efectúa en una instancia de discurso, que emana de un locutor, forma sonora
que espera un auditor y que suscita otra enunciación a cambio.
En tanto que realización individual, la enunciación puede definirse, en relación con la
lengua, como un proceso de apropiación. El locutor se apropia el aparato formal de la
lengua y enuncia su posición de locutor mediante indicios específicos, por una parte, y
por medio de procedimientos accesorios, por otra.
Pero inmediatamente, en cuanto se declara locutor y asume la lengua, implanta al otro
delante de él, cualquiera que sea el grado de presencia que atribuya a este otro. Toda
enunciación es, explícita o implícita, una alocución, postula un alocutario (…)
El acto individual de apropiación de la lengua introduce al que habla en su habla. He
aquí un dato constitutivo de la enunciación. La presencia del locutor en su enunciación
hace que cada instancia de discurso constituya un centro de referencia interna. Esta
situación se manifestará por un juego de formas específicas cuya función es poner al
locutor en relación constante y necesaria con su enunciación. (Benveniste, 1993: 84-
85)
En la cita podemos destacar las cuestiones centrales de la propuesta del autor, que a
continuación analizamos en particular:
a. La figura del locutor como núcleo de la enunciación;
b. La actualización del sistema lingüístico y la conversión de la lengua en discurso;
c. La condición dialógica inherente al lenguaje (relación dialéctica y asimétrica entre
locutor / alocutario);
d. La enunciación como un proceso de apropiación, como una alocución;
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e. El aparato formal de la enunciación (constituido por formas lingüísticas vacías de
referencia y por procedimientos accesorios) que la lengua pone a disposición de los
hablantes;
f. El discurso como un centro de referencia interna.
Comencemos por la categoría de locutor, que, en este marco teórico, se concibe como una
entidad discursiva que se dirige siempre a un alocutario (también, una entidad discursiva).
Ambos pueden estar representados por el paradigma de la flexión verbal o por el
paradigma pronominal. En este sentido, los pronombres personales yo y tú, formas vacías
de contenido que se vuelven plenas en la instancia de enunciación, remiten a locutor y
alocutario, respectivamente. En suma, son individuos lingüísticos que surgen cada vez que
alguien se apropia de la lengua y comienza a hablar. Examinemos cómo se definen, según
Benveniste:
¿Cuál es, pues, la “realidad” a la que se refiere yo o tú? Tan sólo una “realidad de
discurso”, que es cosa muy singular. Yo no puede ser definido más que en términos de
“locución”, no en términos de objetos, como lo es un signo nominal. Yo significa “la
persona que enuncia la presente instancia de discurso que contiene yo”. Instancia
única por definición, y válida nada más en su unicidad (…) yo no puede ser
identificado sino por la instancia de discurso que lo contenga, y sólo por ella. Sólo
vale en la instancia en que es producido (...) La definición puede entonces ser
precisada así: yo es el “individuo que enuncia la presente instancia de discurso que
contiene la instancia lingüística yo”. Por consiguiente, introduciendo la situación de
“alocución”, se obtiene una definición simétrica para tú, como “el individuo al que se
dirige la alocución en la presente instancia de discurso que contiene la instancia
lingüística tú. (1991: 173)
Como se observa en la cita, yo y tú son individuos lingüísticos que surgen y se definen en
el acto enunciativo, únicos cada vez que se nombran e inversibles, según quién asuma la
lengua (el yo se convierte en tú al responder, y viceversa). Ahora bien, frente a estos dos
individuos lingüísticos, y con un estatuto diferente dentro de la clase de los pronombres5,
se sitúan los “pronombres de tercera persona” que se caracterizan por hacer referencia a
aquello de lo cual se habla y por no ser reflexivos de la instancia de discurso6. En síntesis,
dos correlaciones de rasgos organizan la categoría de persona:
5 Al respecto, dirá Benveniste que los mismos “no constituyen una clase unitaria sino especies diferentes,
según el modo de lenguaje del que sean signos. Los unos pertenecen a la sintaxis de la lengua, los otros son
característicos de lo que llamamos las «instancias de discurso», es decir, los actos discretos y cada vez únicos
merced a los que la lengua se actualiza en palabra en un locutor.” (1991: 172). 6 Cf. Benveniste, 1991: 177.
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i. correlación de personalidad: los miembros de esta correlación se oponen en
virtud del rasgo de “persona”: las dos primeras personas (yo / tú) son portadoras
de dicho rasgo (+ persona), y la tercera (él), no lo posee (- persona).
ii. correlación de subjetividad: el rasgo que opone a los miembros de esta
correlación, que es interna a la anterior, es el de “subjetividad”. En este caso, la
primera persona (yo) que posee dicho rasgo (+ subjetividad) se opone a la
segunda (tú) que no lo posee (- subjetividad). En otras palabras, yo es la
persona subjetiva y tú la persona no subjetiva.
A partir de lo expresado, podemos afirmar que para Benveniste, la interlocución, se
establece como una cuestión de rasgos lingüísticos, es decir, marcas o atributos cuya
presencia o ausencia define a los constituyentes de la categoría de persona.
Ahora bien, el tratamiento del plural de los pronombres personales merece una referencia
especial, como el propio Benveniste lo señala:
Es claro en efecto que la unicidad y la subjetividad inherentes a “yo” contradicen la
posibilidad de una pluralización (…) “nosotros”, es, no ya una multiplicación de
objetos idénticos, sino una yunción entre “yo” y “no-yo”(…) La presencia de “yo” es
constitutiva del “nosotros”.
El “no-yo” implícito y necesario en “nosotros” es notoriamente susceptible de recibir,
en lenguas muy diversas, dos contenidos precisos y distintos. “Nosotros” se dice de
una manera cuando es “yo + vosotros”, y de otra para “yo + ellos”. Son las formas
inclusiva y exclusiva (…)
Aquí el hecho esencial que hay que reconocer es que la distinción de las formas
inclusiva y exclusiva se moldea en realidad sobre la relación que planteamos entre la
1º y la 2º sg., y entre la 1º y la 3º sg., respectivamente. Estas dos pluralizaciones de la
1º sg. sirven para conjuntar en cada caso los términos opuestos de las dos
correlaciones que hemos deslindado (…) Las dos correlaciones que organizan el
sistema de las personas en el singular se manifiestan así en la doble expresión de
“nosotros” (...)
La distinción ordinaria de singular y plural debe ser, si no reemplazada, sí cuando
menos interpretada, en el orden de la persona, por una distinción entre persona
estricta (= “singular”) y persona amplificada (= “plural”). Únicamente la “tercera
persona”, por ser no-persona, admite un verdadero plural. (1991: 169-171)
Como se indica en la cita, las características propias del yo y del tú tornan imposible la
pluralización de los mismos, en tanto son únicos cada vez que se enuncian. En términos
específicos, el nosotros y el vosotros no son pluralizaciones del yo y del tú, sino
amplificaciones del yo y del tú en cada caso. Por el contrario, la 3º persona -ellos-
constituye un verdadero plural precisamente por ser la no-persona (no hace referencia a los
protagonistas de la enunciación).
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A propósito del nosotros, recordemos, finalmente, la distinción que establece Benveniste
entre los usos inclusivo y exclusivo7. Esta primera persona plural, señala el lingüista,
comprende al yo más un componente no-yo, que se manifiesta como:
yo + tú = nosotros inclusivo
yo + él = nosotros exclusivo
Con respecto a la enunciación, Benveniste sostiene que es un proceso de apropiación;
sucintamente, es el acto de decir que funda al sujeto y simultáneamente al otro en el
ejercicio del lenguaje:
La enunciación es este poner a funcionar la lengua por un acto individual de
utilización (...) es el acto mismo de producir un enunciado y no el texto del enunciado
lo que es nuestro objeto. Este acto se debe al locutor que moviliza la lengua por su
cuenta. La relación entre el locutor y la lengua determina los caracteres lingüísticos de
la enunciación. (Benveniste, 1993: 83).
En ese acto, entonces, el locutor se constituye como sujeto, instaura al alocutario y re-
presenta lingüísticamente “aquello de lo cual se habla”. Por el contrario, el enunciado es el
producto, el resultado de ese acto de apropiación, en el que rastreamos las huellas del
proceso enunciativo. Aquí, cabe puntualizar que a través de la formulación de este par
enunciación / enunciado, el autor delimita su objeto de estudio e instaura un centro de
referencia (interna) que organiza las coordenadas espaciales y temporales de un discurso en
torno al locutor. Establecido así el objeto de estudio −la enunciación−, las huellas
lingüísticas que un locutor deja en su enunciado son esenciales para examinar dicho
objeto.
En este encuadre, la subjetividad se constituye, entonces, como “la capacidad del locutor
de plantearse como «sujeto» (…) no es más que la emergencia en el ser de una propiedad
fundamental del lenguaje. Es «ego» quien dice «ego»”. (Benveniste, 1991: 180-181). A
partir de esta concepción, se aborda la conversión de la lengua en discurso, la
semantización de la misma, y se analizan los mecanismos de instauración de un sujeto a
través de la palabra. Para ello, el locutor cuenta con un conjunto de formas lingüísticas
vacías de referencia y con procedimientos accesorios que la lengua pone a disposición para
enunciar. Nos referimos, concretamente, a las huellas lingüísticas:
* los pronombres personales,
7 Cf. Benveniste, 1991: 169.
9
* los deícticos,
* las formas temporales de los verbos,
* los índices de ostensión
* y las grandes funciones sintácticas (aparato de funciones).
Estos elementos integran el aparato formal de la enunciación. Otros indicadores que se
unen a yo y tú, y cuya referencia también surge en la instancia discursiva son los deícticos
(que organizan el espacio y el tiempo en torno al lugar y al tiempo del yo; aquí y ahora) y
los índices de ostensión del tipo este, ese que suponen un gesto de señalamiento del objeto
designado por ellos y lo ubican en referencia con el lugar del yo.
Finalmente, para concluir con esta reseña inherente a las formas y procedimientos que la
lengua pone a disposición de los hablantes, presentamos de manera concisa el aparato de
funciones formulado por Benveniste, que hace referencia a las grandes funciones
sintácticas que remiten a la relación del locutor con el alocutario. Nos referimos a la
aserción, mediante la cual se asevera algo, la interrogación, que permite indagar y obtener
una respuesta, y la intimación (representada por el imperativo y el vocativo) mediante la
cual el locutor apela al alocutario para generar en él una acción.
Por último, abordamos la categoría de tiempo. Cabe recordar aquí que Benveniste
establece una distinción entre tiempo lingüístico, tiempo físico (lineal, continuo, infinito) y
tiempo crónico (construido institucionalmente; es el tiempo socializado del calendario, el
que nos permite vivir en sociedad). Ahora bien, de acuerdo con el autor, la expresión de la
experiencia humana sólo es posible a través del tiempo lingüístico, que es el tiempo del
discurso, de la palabra, cuyo centro axial es el presente de la enunciación, el momento en
que el locutor habla. En función de dicho presente, y sólo por referencia a él, pueden
comprenderse el pasado (lo que ya pasó y se ubica antes del presente de la enunciación) y
el futuro (lo que está por venir y se ubica después del presente de la enunciación). En otras
palabras, esta conceptualización supone una construcción temporal lingüística y un
acuerdo entre los interlocutores. Así lo plantea el propio Benveniste:
(…) la temporalidad que es mía cuando ordena mi discurso es aceptada del todo como
suya por mi interlocutor. Mi “hoy” se convierte en su “hoy”, aunque no lo haya
instaurado en su propio discurso, y mi “ayer” en su “ayer”. Recíprocamente, cuando él
hable contestando, yo convertiré, vuelto receptor, su temporalidad en la mía. Tal
aparece la condición de inteligibilidad del lenguaje, revelada por el lenguaje: consiste
en que la temporalidad del locutor, por mucho que sea literalmente ajena e inaccesible
para el receptor, es identificada por éste con la temporalidad que informa su propia
palabra cuando se hace a su vez locutor (…) El tiempo del discurso no es ni reducido a
10
las divisiones del tiempo crónico ni encerrado en una subjetividad solipsista. Funciona
como un factor de intersubjetividad, lo cual, de unipersonal que debía ser, lo vuelve
omnipersonal. La condición de intersubjetividad es la única que permite la
comunicación lingüística. (1993: 79-80).
En otros términos, la forma en que el locutor se constituye como sujeto por medio de la
palabra en el acto de apropiación de la lengua, y la manera en que se inscribe en sus
enunciados resultan centrales en el análisis.
2. Recomendaciones para el tratamiento de temas de salud mental en los medios8.
Algunas observaciones sobre subjetividad y enunciación
Examinemos ahora, en el marco de lo expuesto en el apartado anterior, el Capítulo I de las
Recomendaciones para el tratamiento de temas de salud mental en los medios.
Puntualmente, abordamos la interlocución, es decir, la constitución de sujetos discursivos,
la temporalidad y la deixis. En tal sentido, relevamos las huellas presentes en los
enunciados y efectuamos una interpretación que permita reconstruir hipotéticamente la
apropiación de la lengua que realiza el locutor, es decir, el proceso enunciativo.
El segmento que analizamos es el siguiente:
I. SALUD MENTAL Y ADICCIONES
UNA PERSPECTIVA INTEGRAL, INCLUSIVA Y COMUNITARIA EN
LOS MEDIOS
La Ley N° 26.657 define en su artículo 3ro. a la salud mental “como un proceso
determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y
psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción
social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona.
Se debe partir de la presunción de capacidad de todas las personas. (…)”.
Y en el artículo 4to. en relación a la problemática de las adicciones, establece que
“deben ser abordadas como parte integrante de las políticas de salud mental. Las
personas con uso problemático de drogas, legales e ilegales, tienen todos los derechos
y garantías que se establecen en la presente ley en su relación con los servicios de
salud”.
Si bien históricamente tanto desde el modelo médico hegemónico, como desde la
cultura popular, el tema de la Salud Mental se pensó y se abordó desde la enfermedad
y no desde la salud, hoy es fundamental cambiar esta perspectiva ya que todos
tenemos la posibilidad de decidir sobre cualquier aspecto de nuestra vida si contamos
8 Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones. (2016). Recomendaciones para el tratamiento de temas
de salud mental en los medios. Ministerio de Salud – Presidencia de la Nación Argentina, Buenos Aires.
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con los apoyos necesarios para potenciar lo mejor de cada uno. También es
imprescindible revisar y dejar atrás la mirada que se difundió sobre la persona cuya
salud mental se encuentra comprometida como la de un “loco peligroso” al que es
necesario encerrar, y asimismo comprender la problemática de las adicciones como
parte integrante de la Salud (...)
Desarmando prejuicios: Deconstruir para construir
Una de las principales consecuencias del viejo modelo de atención –que
caracterizamos como centrado en el hospital psiquiátrico- fue la estigmatización de las
personas con padecimientos mentales, expresada a través de una serie de mitos o
creencias erróneas que dificultan la integración social y el goce de la capacidad de
decisión sobre su propia vida. Muchos de esos mitos -que transcribimos a
continuación- se mantienen en la actualidad. Se hace esencial entonces revisarlos para
evitar reproducirlos y contribuir al efectivo cumplimiento de los Derechos Humanos
de las personas que padecen estas problemáticas. (2016: 9-10)
En primer lugar, la 3ª persona gramatical (la no-persona) presente en la desinencia del
verbo (define; establece), focaliza “aquello de lo cual se habla”, da relevancia al contenido
referencial, en este caso, a la Ley Nacional de Salud Mental Nº 26.657 en sus artículos 3ro.
y 4to. Este empleo de la no-persona genera discursivamente un efecto de objetividad ya
que el locutor no se manifiesta explícitamente en el enunciado, es decir, borra las huellas
de su presencia como productor del discurso, y en consecuencia, lo construido
lingüísticamente se presenta como ajeno. Sólo refiere a lo planteado por la Ley acerca del
concepto de salud mental y de la problemática de las adicciones. En el mismo sentido, la
modalidad asertiva contribuye al efecto de objetividad: (1)…hoy es fundamental cambiar
esta perspectiva…, (2) También es imprescindible revisar y dejar atrás…
Otro aspecto que podemos mencionar es el particular empleo del tiempo presente (define,
establece) ya que, en este caso, no remite al momento de la enunciación, sino que se trata
de un presente genérico que adquiere un valor atemporal, como si la acción se desarrollara
fuera del tiempo9.
En segundo lugar, destacamos el inicio del párrafo siguiente en el cual se observa una
expresión concesiva, introducida por el marcador discursivo si bien, que, puesto en
relación con el deíctico temporal hoy, introduce la oposición entre dos “realidades”
diferentes que se construyen lingüísticamente. A eso se suma un cambio en la temporalidad
lingüística que refuerza dicha oposición: se emplea el tiempo pretérito (se pensó; se
abordó), para hacer referencia a un pasado inmediato (el tratamiento que históricamente se
9 Se trata de un empleo del presente que es habitual en las definiciones científicas.
12
le dio al tema de la Salud Mental), y luego, el tiempo presente (hoy es fundamental
cambiar) que establece una ruptura en el discurso ya que implica la emergencia de la
instancia enunciativa (se propone un tratamiento en concordancia con la nueva Ley). Dicha
ruptura establece la oposición de las dos “realidades” que mencionamos y la necesidad de
consolidar el cambio de paradigma que ambas implican. En suma, esta estrategia (el
desplazamiento temporal sumado a la presencia de la no-persona y del deíctico) genera un
sentido que instaura una nueva perspectiva de los hechos.
En tercer lugar, advertimos la presencia discursiva del locutor, el sujeto de la enunciación
que aparece recuperado en una figura colectiva, a través de las formas verbales y del
posesivo (todos tenemos la posibilidad de decidir sobre cualquier aspecto de nuestra vida
si contamos…). La 1ª persona plural que se presenta aquí hace referencia a un saber
compartido por locutor y alocutarios, y por tanto, se trata de un uso inclusivo del nosotros
que los subsume, sin nombrarlos directamente. De esta forma, el locutor enuncia su propia
voz y su punto de vista en relación con la importancia de un cambio de perspectiva en el
tratamiento de la salud mental, y lo hace a través de un acercamiento a los otros, a los
cuales se dirige e involucra: se reivindica la igualdad de todos los seres humanos en tanto
condición básica para un nuevo tratamiento de estos temas en los medios de comunicación.
Ahora bien, en la interlocución emergen dos figuras colectivas, una –nosotros inclusivo- y
otra, un nosotros exclusivo que refiere al locutor y a aquellos que elaboraron las
Recomendaciones, que son miembros de una comunidad científica y que integran la
Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones; en suma, los especialistas en el tema.
Por ende, el locutor se presenta como parte de ese grupo que representa a una institución.
Cabe destacar que esta irrupción del sujeto se efectúa a través de una proposición
incidental entre guiones (-que caracterizamos como centrado en el hospital psiquiátrico-;-
que transcribimos a continuación-) que le otorga relevancia a lo dicho.
Finalmente, para concluir este análisis parcial, planteamos la figura del alocutario previsto
en el interior del enunciado, la imagen de destinatario que el locutor se forma al
engendrarlo (todos tenemos la posibilidad de decidir sobre cualquier aspecto de nuestra
vida si contamos con los apoyos necesarios para potenciar lo mejor de cada uno). Aquí, el
alocutario está incluido en esta figura colectiva junto al locutor y representa a todos
aquellos a quienes se dirigen las Recomendaciones… podría sugerirse, hipotéticamente,
los medios de comunicación.
13
En virtud de lo expuesto, subrayamos que el sujeto de la enunciación se constituye en un
primer momento como una entidad próxima a los alocutarios, en tanto comparte un saber
con ellos, pero a la vez forma parte, también, de una comunidad científica especializada. A
partir de esta diferencia que se establece entre ambas manifestaciones de la 1º persona
plural se plantea la necesidad de efectuar transformaciones en ese saber compartido para
adecuarlo al cumplimiento efectivo de los Derechos Humanos.
Para sintetizar: hemos observado un locutor que construye lingüísticamente una realidad,
que engendra un alocutario y que se inscribe en sus enunciados, lo cual genera efectos
discursivos. Así, el sujeto se constituye y se agota en la actividad discursiva y en la
interacción con el otro (el alocutario). Dicho en otros términos, el sujeto discursivo no
preexiste a la enunciación ni se prolonga más allá de ella.
3. La enunciación como acontecimiento. Punto de vista de Oswald Ducrot
Oswald Ducrot, referente en la década del ´70 del encuentro de la filosofía del lenguaje y
de los estudios de la lingüística del discurso, plantea un punto de vista diferente al de
Benveniste respecto de la enunciación. En su abordaje, retoma presupuestos y nociones del
teórico ruso Mijail Bajtin (1895-1975) provenientes de sus investigaciones acerca de la
literatura10, y las extiende a la lingüística. En particular, retoma los conceptos de
dialogismo y polifonía; el primero se refiere a las relaciones que un enunciado mantiene
con enunciados anteriores a él y con enunciados que en el futuro se puedan producir como
respuesta. En tanto, el segundo concepto −polifonía− designa la emergencia en un
enunciado de múltiples voces distintas de la del locutor, que se manifiestan de modos
diversos, por ejemplo, a través de presuposiciones, negaciones, ironías, discursos referidos,
sólo por mencionar algunos.
Ducrot plantea una teoría polifónica de la enunciación que supone una crítica a la
concepción tradicional de la unicidad del sujeto hablante (tema que abordaremos
seguidamente) y en la cual se sostiene que la enunciación es el acontecimiento único de
irrupción de un enunciado en una contextura espacio-temporal específica; es el hecho
mismo de su constitución, en otras palabras, es la existencia propia del enunciado y por lo
tanto, es contemporánea respecto de él. En palabras de Ducrot:
10 Cf. Piacenza, P. (2016). Géneros discursivos y enunciación. Serie Estudios del Lenguaje. Cátedra
Lingüística y discursividad social. Facultad de Psicología. UNR.
14
[…la enunciación] Es el acontecimiento histórico que constituye, por sí misma, la
aparición de un enunciado. Dicho de otra manera, es el hecho de que una oración haya
sido realizada (…) Entendida de esta manera, como surgimiento de un enunciado, la
enunciación no debe confundirse con la actividad lingüística, es decir, con el conjunto
de movimientos articulatorios, de procesos intelectuales, de cálculos de medios y de
fines que llevó a un locutor a producir un enunciado. Mientras que esta actividad,
estudiada por la psicolingüística, es previa al enunciado, la enunciación es
contemporánea respecto de él: es la existencia misma del enunciado. (1984: 135)
Al presentar la enunciación como un acontecimiento histórico, el autor destaca el hecho de
que no existía antes de que se hablara, y de que adquiere existencia para luego perderla,
cuando se deja de hablar; es decir que constituye una aparición momentánea (Ducrot,
1984), un suceso único e irrepetible. Claramente, se advierte que la enunciación no se
formula como el acto en virtud del cual el locutor produce un enunciado (por ende, no se
plantea la constitución de un sujeto discursivo), sino que se concibe como el hecho mismo
de que ese enunciado acontezca. De esta forma, el eje de la propuesta de Ducrot no se sitúa
en el locutor, sino en el acontecimiento que constituye la aparición de un enunciado,
definido este como “una ocurrencia particular de entidades lingüísticas” (Ducrot, 1984:
135), como “la realización de una oración en forma de una secuencia sonora o gráfica
determinada, localizada en un punto determinado del espacio y del tiempo”11. Así, el
enunciado se diferencia claramente de la oración en tanto esta última es una entidad
abstracta que no pertenece a lo observable, es “la combinación de signos que se intenta
poner de manifiesto a través de una serie de sonidos o letras” (Ducrot, 1985: 245); en otras
palabras, la oración constituye un elemento de la lengua y el enunciado lo observable, una
ocurrencia o manifestación particular de la oración.
Ahora bien, desde el punto de vista semántico, esta distinción (oración/enunciado)
conduce a otra, igual de relevante, la de significación/sentido:
* la significación, vinculada con la oración en tanto es su caracterización semántica, y
constituye un conjunto de instrucciones dadas a quienes deben efectuar la interpretación;
* el sentido, caracterización semántica del enunciado, conjunto de indicaciones que
refieren a su enunciación, dicho de otra manera, el sentido equivale a una “descripción de
la enunciación”12:
Prefiero representar la significación como un conjunto de instrucciones dadas a las
personas que deben interpretar los enunciados de la oración; estas instrucciones
11 Cf. Ducrot, 1985: 245. 12 Cf. Ducrot, 1984: 255.
15
precisan cuáles son las maniobras que deben efectuarse para asociar un sentido a esos
enunciados. Conocer la significación de la oración que subyace al enunciado “Hace
buen tiempo” consiste en saber qué hay que hacer para interpretarlo cuando estamos
frente a ese enunciado. La significación contiene, entonces, por ejemplo, una
instrucción que exige que averigüemos desde qué lugar habla el locutor y que
admitamos que éste afirma la existencia del buen tiempo en ese lugar del cual está
hablando. Esto explica que el sentido de un enunciado del tipo “Hace buen tiempo” no
pueda consistir en que hace buen tiempo en alguna parte en el mundo sino que
significa que siempre que hace buen tiempo en Grenoble, en París, o en Waterloo…
etc., es decir, en el lugar del que habla el locutor, y que coincide a menudo, aunque no
siempre, con el lugar desde donde habla (...) el sentido no es el agregado de la
significación, y de algo diferente sino un producto obtenido (teniendo en cuenta la
situación de discurso) a partir de las consignas especificadas en la significación (…)
Para mí, el sentido de un enunciado está constituido por un conjunto de indicaciones
que se refieren a su enunciación. Es una descripción, una representación, o por lo
menos una calificación de esa enunciación, es decir, del acontecimiento (lo reitero una
vez más) que constituye la aparición del enunciado. (Ducrot, 1984: 254-255).
En suma, la significación se convierte en un instrumento explicativo del sentido del
enunciado en tanto colabora con el mismo (aunque no lo agota), permitiendo su
reconstrucción.
A continuación, abordamos la propuesta de Ducrot respecto de los protagonistas de dicho
acontecimiento, léase locutor y alocutario, para lo cual presentamos un segmento de La
noción de sujeto hablante13 en el cual el autor, refiriéndose a la enunciación, cuestiona la
figura del sujeto hablante en tanto discute la unicidad de este como responsable exclusivo
de lo que se dice en un enunciado y de la construcción del sentido. Al respecto, Ducrot
sostiene:
Esta teoría “un enunciado-un sujeto hablante” es la que permite emplear la expresión
“el sujeto hablante”, la cual presupone como una evidencia que existe un sujeto único
autor del enunciado y responsable de lo que en el enunciado se dice (1984: 256).
En este marco, el lingüista introduce lo que considera que son las propiedades del sujeto
hablante14:
i. es quien efectúa la actividad psico-fisiológica necesaria para producir un
enunciado,
ii. es el autor, el origen de los actos ilocutorios15 realizados en la producción del
enunciado (pensemos, por ejemplo, en el acto de interrogar a través del cual se
pretende generar en el destinatario la obligación de responder),
13 Cf. Ducrot, 1984: 253. 14 Cf. Ducrot, 1984: 256.
16
iii. y también tiene la propiedad de ser designado por las marcas de la primera persona
gramatical (yo).
En enunciados simples, estas tres propiedades pueden atribuirse a un mismo ser (el
locutor), pero la situación se torna complicada en enunciados más complejos, como
veremos a continuación. Previamente, analicemos los tipos de sujeto hablante que postula
Ducrot, de los cuales sólo especifica dos:
i. el locutor: constituye un ser discursivo, inscripto en el sentido del enunciado. A
él remiten el pronombre personal yo y las otras formas de la 1ª persona
gramatical. Es el sujeto responsable de la enunciación (el “locutor”, en el
planteo de Benveniste). Esta es la noción general de locutor, no obstante, el
autor refiere que esa noción remite a dos entidades diferentes que denomina
locutor-como tal y locutor como ser del mundo. Este último es el individuo que,
además de tener la propiedad de la otra entidad, tiene una existencia
independiente del hecho enunciativo. Es decir que el locutor puede ser distinto
del autor empírico del enunciado, que es el productor efectivo del mismo16.
ii. los enunciadores: voces o puntos de vista que el sentido mismo del enunciado
da como responsables de los actos particulares de lenguaje (aserción,
advertencia, anuncio, por ejemplo) efectuados en la enunciación. En este
sentido, aclara Ducrot que se refiere a “aquellos [actos] que están ya previstos
en la significación de la oración que ese enunciado realiza” (1984: 261). El
enunciador es, entonces, “la persona a quien el locutor atribuye la
responsabilidad de lo que se dice” (1984: 137) en un enunciado.
En síntesis, Ducrot presenta un punto de vista polifónico de la enunciación que implica
establecer una distinción entre las siguientes instancias:
a) un sujeto hablante,
b) un locutor, que puede o no coincidir con el sujeto hablante y que puede introducir
referencias a otras voces,
c) y enunciadores, que son esas voces, más o menos identificadas, que aportarán
puntos de vista y perspectivas con las que el locutor puede coincidir o no.
15 Para ampliar el tema de lo ilocutorio, Cf. Ducrot (1985). 16 Aclaramos, en esta instancia, que el propio autor descarta estudiar al sujeto empírico (autor efectivo,
emisor) productor de un enunciado, en tanto no constituye objeto de atención del lingüista ya que está
vinculado con las condiciones externas de producción y su determinación no es un problema lingüístico.
17
Se distinguen, además:
a) auditor / alocutario
b) destinatario / alocutario.
Ducrot sostiene que los auditores de un enunciado “son todos aquellos que por una razón o
por otra lo oyen… lo escuchan” (1984: 136) y los alocutarios, son “las personas a las que
el locutor declara dirigirse” (1984: 136). En este último caso, su conocimiento deriva de la
comprensión del discurso y no de las circunstancias en las que fue producido. Pensemos
por ejemplo una situación áulica de enseñanza/aprendizaje en la que puede ocurrir que el
profesor se dirija a un grupo de auditores (todos aquellos que están escuchando lo que
dice), pero en realidad, por la razón que fuese, le confiere el rol de alocutario sólo a
algunos auditores presentes. Supongamos, por caso, que el profesor se dirige, en particular,
a tres estudiantes que están distraídos (Ustedes, ¿qué pueden aportar de la bibliografía que
leyeron para hoy?).
En relación con el destinatario, Ducrot señala que es “aquella [persona] a quien se dice,
según él [el locutor] lo que se dice” (1984: 137). Así, en un discurso determinado, puede
que el enunciador sea el locutor, y el destinatario, el alocutario (por ejemplo, en el discurso
no distanciado como en Juan le dice a Jorge: Creo que esta es la mejor solución). No
obstante, hay otras situaciones discursivas (cuando se cita a alguien, por ejemplo) en las
que “el enunciador puede ser a veces el alocutario, o un tercero, y el destinatario puede ser
el locutor, o también un tercero” (1984: 138). Veamos el siguiente caso:
Un joven que está estudiando con un compañero le pregunta: “¿Qué te dije yo hace
un rato, Ariel? Que nos pusiéramos las «pilas»”. Mientras se desarrolla esta
situación, a pocos metros, los hermanos del joven observan y escuchan.
Aquí, Ariel es el alocutario de la pregunta, justificado por el vocativo Ariel, los hermanos
del joven son los auditores, quienes, simplemente, escuchan, y el joven es el locutor de
este enunciado en tanto el yo remite a él. Sin embargo, este locutor (el joven) representa a
Ariel como formulador de la pregunta “¿Qué me dijiste?”. En el discurso del joven,
entonces, el alocutario es el enunciador de esta primera pregunta (implícita), y el joven es
su destinatario. Se observa en casos como este la distribución de roles que permite
caracterizar a los enunciados presentados.
18
4. Recomendaciones para el tratamiento de temas de salud mental en los medios.
Algunas observaciones sobre la enunciación como acontecimiento
Por cuestiones operativas, transcribimos nuevamente el fragmento analizado en el apartado
2:
La Ley N° 26.657 define en su artículo 3ro. a la salud mental “como un proceso
determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y
psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción
social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona.
Se debe partir de la presunción de capacidad de todas las personas. (…)”.
Y en el artículo 4to. en relación a la problemática de las adicciones, establece que
“deben ser abordadas como parte integrante de las políticas de salud mental. Las per-
sonas con uso problemático de drogas, legales e ilegales, tienen todos los derechos y
garantías que se establecen en la presente ley en su relación con los servicios de
salud”.
Si bien históricamente tanto desde el modelo médico hegemónico, como desde la
cultura popular, el tema de la Salud Mental se pensó y se abordó desde la enfermedad
y no desde la salud, hoy es fundamental cambiar esta perspectiva ya que todos
tenemos la posibilidad de decidir sobre cualquier aspecto de nuestra vida si contamos
con los apoyos necesarios para potenciar lo mejor de cada uno. También es
imprescindible revisar y dejar atrás la mirada que se difundió sobre la persona cuya
salud mental se encuentra comprometida como la de un “loco peligroso” al que es
necesario encerrar, y asimismo comprender la problemática de las adicciones como
parte integrante de la Salud (...)
Desarmando prejuicios: Deconstruir para construir
Una de las principales consecuencias del viejo modelo de atención –que
caracterizamos como centrado en el hospital psiquiátrico- fue la estigmatización de las
personas con padecimientos mentales, expresada a través de una serie de mitos o
creencias erróneas que dificultan la integración social y el goce de la capacidad de
decisión sobre su propia vida. Muchos de esos mitos -que transcribimos a
continuación- se mantienen en la actualidad. Se hace esencial entonces revisarlos para
evitar reproducirlos y contribuir al efectivo cumplimiento de los Derechos Humanos
de las personas que padecen estas problemáticas. (2016: 9-10)
En este segmento advertimos, en los dos primeros párrafos, la figura del enunciador
representada por la Ley Nacional de Salud Mental −LNSM− (en tanto discurso referido de
manera directa): esta perspectiva, ajena al locutor, es incorporada al discurso al solo efecto
de mantener un diálogo con la misma, en tanto aval y punto de partida para los enunciados
posteriores. En el tercer párrafo, se advierte al locutor en una primera persona plural que
incluye además, a los auditores (genéricamente, todos aquellos que leen el discurso). En
este contexto, el locutor se convierte en el portavoz de los seres humanos en general (todos
tenemos la posibilidad de decidir sobre cualquier aspecto de nuestra vida si contamos con
19
los apoyos necesarios). En los empleos posteriores de la 1ª persona del plural (-que
caracterizamos como centrado en el hospital psiquiátrico-; -que transcribimos a
continuación-) el locutor se construye discursivamente como el representante de la
Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones, responsable global de los enunciados
producidos. Por otra parte, los alocutarios (y destinatarios) son los medios de
comunicación a los cuales se dirigen estas Recomendaciones. Se advierten, además, otros
enunciadores diferentes a la LNSM: ellos son el modelo médico hegemónico y la cultura
popular. Se evidencia, así, una pluralidad de voces que el locutor integra en sus enunciados
y con las cuales dialoga, se posiciona y adopta una determinada actitud. En este sentido,
podemos decir que se produce una puesta en escena de puntos de vista diferentes; por
tanto, el sentido del enunciado surge de esa confrontación de las diferentes voces
(polifonía) que están presentes en él y del posicionamiento enunciativo del locutor frente a
ellas.
Otro dato relevante para el análisis es la inclusión de las comillas en la expresión “loco
peligroso” ya que a través de las mismas, el locutor polemiza dialógicamente con una
mirada muy difundida en relación con la persona que padece algún trastorno mental. De
esta forma, el empleo de las comillas representa la postura del locutor en tanto hace resonar
en el propio discurso, otro diferente que se muestra para ser refutado y sustituido.
Por último, y en relación con la enunciación podemos señalar que, en términos de Ducrot,
lo observado es el acontecimiento mismo de producción de estas Recomendaciones, ese
acontecimiento histórico por excelencia constituido por la aparición del enunciado, que se
produce, en este caso, como consecuencia de la vigencia de la LNSM17. En otros términos,
se trata de una enunciación que es polifónica y que revela la intertextualidad18 presente en
la actividad discursiva.
5. Palabras finales
En términos de la teoría de Benveniste, analizamos la enunciación como acto de
apropiación y el discurso “como puesta en juego de la lengua, algo que se dirime entre un
17 Al respecto, recomendamos la lectura de Moreno, T. (2014-2015). La palabra de la ley en el campo de la
Salud Mental. Sobre la Ley Nº 26657 y sus decires. Serie Estudios del Lenguaje. Cátedra Lingüística y
discursividad social. Facultad de Psicología. UNR. 18 Ducrot adopta y reconceptualiza este concepto introducido por Julia Kristeva cuyo origen se encuentra en
los escritos de M. Bajtin. Sostiene Kristeva (1981: 190): “(...) todo texto se construye como mosaico de citas,
todo texto es absorción y transformación de otro texto. En lugar de la noción de intersubjetividad se instala la
de intertextualidad (...)”.
20
‘yo’ y un ‘tú’, y por ende, también social, intersubjetivo (…)” (Arfuch, 2010: 32). La
enunciación es un acto de apropiación que realiza el locutor de los elementos del aparato
formal (un subconjunto de formas lingüísticas con una propiedad distintiva, la carencia de
referencia específica), apropiación que produce la conversión de la lengua en discurso y
que por tanto la semantiza19.
En términos de Ducrot, la enunciación es un acontecimiento histórico en el que se vincula
la voz del locutor con otras voces, los enunciadores presentes en el enunciado mismo. Ese
carácter polifónico “contribuyó a desdibujar la ilusión del sujeto como fuente de su palabra
y del sentido: hablamos no desde una absoluta soledad sino desde una trama sociocultural
(…)” (Arfuch, 2010: 48). En otras palabras, esta concepción polifónica revela la forma en
virtud de la cual el enunciado muestra, en su enunciación, la coexistencia de diferentes
voces.
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va, en Pérez, L. y P. Rogieri, (dirs.). Retóricas del decir. Lenguaje, verdad y creencia
19 Téngase en cuenta la doble significancia (Benveniste, 1993: 66-68). Precisamente, el discurso engendra el
modo semántico de significancia por el cual el sentido producido por la enunciación (Benveniste, 2014) se
concibe globalmente en tanto se inviste en palabras.
21
en la escritura académica. Rosario: FHUMYARediciones.
Moreno, T. (2014-2015). La palabra de la ley en el campo de la Salud Mental. Sobre la
Ley Nº 26657 y sus decires. Serie Estudios del Lenguaje. Cátedra Lingüística y
discursividad social. Facultad de Psicología. UNR. Pérez, L. y P. Rogieri. (2012). Retórica y Estudios del lenguaje en la escritura académica,
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Documentos
Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones. (2016). Recomendaciones para el tra-
tamiento de temas de salud mental en los medios. Ministerio de Salud - Presidencia
de la Nación Argentina, Buenos Aires.