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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO FACULTAD DE … · enunciado, oración, sujeto hablante, locutor,...

Date post: 04-Oct-2018
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO FACULTAD DE PSICOLOGÍA CÁTEDRA LINGÜÍSTICA Y DISCURSIVIDAD SOCIAL Serie: Estudios del lenguaje Cuaderno: Enunciación. Apropiación y acontecimiento - 2016 Inés Ballanti
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

CÁTEDRA

LINGÜÍSTICA Y DISCURSIVIDAD SOCIAL

Serie: Estudios del lenguaje

Cuaderno: Enunciación. Apropiación y

acontecimiento - 2016

Inés Ballanti

2

Enunciación. Apropiación y acontecimiento

Inés Ballanti

0. Introducción

En este Cuaderno nos referimos al concepto de enunciación propuesto por Émile

Benveniste (1902-1976) y exponemos las formulaciones efectuadas al respecto por Oswald

Ducrot (1930) en las cuales se advierten relecturas de términos de la pragmática

lingüística y de algunos postulados de Mijail Bajtin. Comenzamos este trabajo a partir de

la noción clave de punto de vista, entendido como el conjunto de supuestos paradigmáticos

que guía al investigador y que viabiliza la construcción de su objeto de estudio. Dicho

concepto nos permite dar cuenta de la naturaleza atribuida al lenguaje, la constitución del

objeto de estudio y las categorías de análisis que se proponen en dos teorías de la

enunciación, una propuesta por E. Benveniste y otra por O. Ducrot. En nuestro recorrido,

abordamos los siguientes pares conceptuales:

a) Enunciación / enunciado;

b) Locutor / alocutario;

c) Enunciación egocéntrica / enunciación polifónica;

d) Significado / sentido1;

e) Oración / enunciado;

f) Locutor / enunciador.

Así pues, nos proponemos indagar, desde una lectura sustantiva, en los puntos de vista de

los autores mencionados, y examinar las categorías de análisis.

Para finalizar esta introducción, destacamos que las nociones, temas y problemas trazados

por Benveniste fueron el punto de partida (al igual que las investigaciones saussureanas)

para que otros lingüistas formularan nuevas hipótesis y plantearan interrogantes propios

acerca del tema. Tal es el caso de Oswald Ducrot con su teoría polifónica de la

enunciación o Antoine Culioli con la teoría de las operaciones enunciativas, entre otros.

Dicho esto, nos centramos, en primer término, en las formulaciones de Benveniste. A los

fines de circunscribir nuestro trabajo, abordamos el objeto de estudio –la enunciación- y

1 Para profundizar este tema, sugerimos la lectura de Rogieri, P. (2011). Modos de significar. Serie Estudios

del Lenguaje. Cátedra Lingüística y discursividad social. Facultad de Psicología. UNR.

3

las categorías de análisis: enunciado, subjetividad, deixis, persona y temporalidad. En

segundo término, abordamos la propuesta de Ducrot en la que focalizamos: enunciación,

enunciado, oración, sujeto hablante, locutor, enunciador, dialogismo y polifonía.

1. Teoría de la enunciación de Émile Benveniste

La indagación y formalización lingüística realizada por Benveniste tiene su origen en la

crítica a la concepción instrumental del lenguaje. En tal sentido, afirma:

Hablar de instrumento es oponer hombre y naturaleza. El pico, la flecha, la rueda no

están en la naturaleza. Son fabricaciones. El lenguaje está en la naturaleza del hombre,

que no lo ha fabricado… Nunca llegamos al hombre separado del lenguaje ni jamás lo

vemos inventarlo. Nunca alcanzamos el hombre reducido a sí mismo, ingeniándose

para concebir la existencia del otro. Es un hombre hablante el que encontramos en el

mundo, un hombre hablando a otro, y el lenguaje enseña la definición misma del

hombre (Benveniste, 1991: 180).

Para este lingüista, referente del estructuralismo2, el lenguaje no ha sido creado por el

hombre, ni es algo exterior a él, sino que está en su naturaleza y le permite definirse,

delimitar el mundo y establecer a aquellos a quienes se dirige. Además, sostiene que “la

lengua re-produce la realidad” (Benveniste, 1991: 26), es decir que la realidad es producida

nuevamente por el lenguaje. Allí reside su función esencial, en la re-presentación que se

efectúa por su mediación:

(…) la realidad es producida de nuevo por mediación del lenguaje. El que habla hace

renacer por su discurso el acontecimiento y su experiencia del acontecimiento. El que

oye capta primero el discurso y a través de este discurso el acontecimiento

reproducido (Benveniste, 1991: 26).

Podemos decir, entonces, que aborda el fenómeno lingüístico a partir de la relación del

locutor con su discurso y con el alocutario, en una situación espacio-temporal específica.

En este sentido, el ejercicio del lenguaje, que conlleva la situación de intercambio y de

diálogo, implica un acto discursivo que posibilita al locutor re-presentar la realidad, y al

alocutario, re-crearla, en el marco de una comunicación intersubjetiva:

2 Para ampliar el tema, sugerimos la lectura de Cisneros, L. (2016). Modos de decir en el punto de vista

estructural. Serie Estudios del Lenguaje. Cátedra Lingüística y discursividad social. Facultad de Psicología.

UNR.

4

Ahora, el carácter del lenguaje es procurar un sustituto de la experiencia susceptible

de ser transmitido sin fin en el tiempo y el espacio, lo cual es lo propio de nuestro

simbolismo y fundamento de la tradición lingüística. (1991: 61)

En la cita, se observa que la facultad de simbolizar −entendida como la “facultad de

representar lo real por un «signo» y de comprender el «signo» como representante de lo

real” (Benveniste, 1991: 27)− es inherente a la condición humana. Esta capacidad distingue

al hombre ya que comunica algo que “significa” utilizando para ello los signos que la

lengua proporciona3:

(…) planteamos que la naturaleza esencial de la lengua, que impera sobre todas las

funciones que puede asumir, es su naturaleza significante. Está informada de

significancia (…) Esta propiedad (…) imperará sobre nuestro discurso acerca de la

lengua; será un discurso acerca de la característica que ponemos en primer plano: la

lengua significa. ¿Pero qué es significar? (…) Podemos contentarnos con una

definición sencilla y suficiente: para nosotros y en este contexto, “significar” quiere

decir “tener un sentido, representar”, “estar en lugar de una cosa para rememorarla en

la mente. (Benveniste, 2014: 74)4

En esta instancia, la distinción entre lo semiótico y lo semántico, nos permite comprender

íntegramente su punto de vista:

La lengua combina dos modos distintos de significancia, que llamamos el modo

SEMIÓTICO, por una parte, el modo SEMÁNTICO por otra.

Lo semiótico designa el modo de significancia que es propio del SIGNO lingüístico y

que lo constituye como unidad (…) Todo el estudio semiótico, en sentido estricto,

consistirá en identificar las unidades, en describir las marcas distintivas y en descubrir

criterios cada vez más sutiles de la distintividad (…) Tomado en sí mismo, el signo es

pura identidad para sí, pura alteridad para todo lo demás (…) Existe cuando es

reconocido como significante por el conjunto de los miembros de la comunidad

lingüística, y evoca para cada quien, a grandes rasgos, las mismas asociaciones y las

mismas oposiciones (…)

Con lo semántico entramos en el modo específico de significancia que es engendrado

por el DISCURSO. Los problemas que se plantean aquí son función de la lengua como

productora de mensajes. Ahora el mensaje no se reduce a una sucesión de unidades

por identificar separadamente; no es una suma de signos lo que produce el sentido, es,

por el contrario, el sentido concebido globalmente, el que se realiza y se divide en

“signos” particulares, que son las PALABRAS. (…) El orden semántico se identifica

con el mundo de la enunciación y el universo del discurso (…) Lo semiótico (el signo)

debe ser RECONOCIDO; lo semántico (el discurso) debe ser COMPRENDIDO

(Benveniste, 1993: 66-68).

3 Para obtener más información al respecto, sugerimos la lectura de Rogieri (2011). 4 Estas reflexiones del lingüista, que permanecieron inéditas hasta hace algunos años, corresponden a los

últimos cursos dictados en el Collége de France en 1968 y 1969.

5

Esta doble significancia que propone el autor remite a dos lógicas distintas y a

presupuestos de órdenes diferentes:

1) La lógica de la identidad que supone que los signos se reconocen dentro de un

sistema y que el significado de los mismos es siempre uno solo (en consecuencia,

lengua homogénea y transparente); piénsese en los postulados saussureanos;

2) La lógica de la no-identidad, según la cual los signos se comprenden en el contexto

en el que son utilizados y por esa razón, surgen múltiples significados; en términos

precisos, el sentido es único cada vez que alguien habla. Tal es el caso de las

formulaciones de Benveniste que estamos abordando.

Ahora bien, señalados algunos aspectos generales del punto de vista adoptado por

Benveniste, examinemos sus postulados acerca de la enunciación. Para ello, nos parece

importante iniciar este recorrido a través de sus propias palabras, en tanto constituyen una

formulación explícita del tema:

El acto individual por el que se utiliza la lengua introduce primero el locutor como

parámetro en las condiciones necesarias para la enunciación. Antes de la enunciación,

la lengua no es más que la posibilidad de la lengua. Después de la enunciación, la

lengua se efectúa en una instancia de discurso, que emana de un locutor, forma sonora

que espera un auditor y que suscita otra enunciación a cambio.

En tanto que realización individual, la enunciación puede definirse, en relación con la

lengua, como un proceso de apropiación. El locutor se apropia el aparato formal de la

lengua y enuncia su posición de locutor mediante indicios específicos, por una parte, y

por medio de procedimientos accesorios, por otra.

Pero inmediatamente, en cuanto se declara locutor y asume la lengua, implanta al otro

delante de él, cualquiera que sea el grado de presencia que atribuya a este otro. Toda

enunciación es, explícita o implícita, una alocución, postula un alocutario (…)

El acto individual de apropiación de la lengua introduce al que habla en su habla. He

aquí un dato constitutivo de la enunciación. La presencia del locutor en su enunciación

hace que cada instancia de discurso constituya un centro de referencia interna. Esta

situación se manifestará por un juego de formas específicas cuya función es poner al

locutor en relación constante y necesaria con su enunciación. (Benveniste, 1993: 84-

85)

En la cita podemos destacar las cuestiones centrales de la propuesta del autor, que a

continuación analizamos en particular:

a. La figura del locutor como núcleo de la enunciación;

b. La actualización del sistema lingüístico y la conversión de la lengua en discurso;

c. La condición dialógica inherente al lenguaje (relación dialéctica y asimétrica entre

locutor / alocutario);

d. La enunciación como un proceso de apropiación, como una alocución;

6

e. El aparato formal de la enunciación (constituido por formas lingüísticas vacías de

referencia y por procedimientos accesorios) que la lengua pone a disposición de los

hablantes;

f. El discurso como un centro de referencia interna.

Comencemos por la categoría de locutor, que, en este marco teórico, se concibe como una

entidad discursiva que se dirige siempre a un alocutario (también, una entidad discursiva).

Ambos pueden estar representados por el paradigma de la flexión verbal o por el

paradigma pronominal. En este sentido, los pronombres personales yo y tú, formas vacías

de contenido que se vuelven plenas en la instancia de enunciación, remiten a locutor y

alocutario, respectivamente. En suma, son individuos lingüísticos que surgen cada vez que

alguien se apropia de la lengua y comienza a hablar. Examinemos cómo se definen, según

Benveniste:

¿Cuál es, pues, la “realidad” a la que se refiere yo o tú? Tan sólo una “realidad de

discurso”, que es cosa muy singular. Yo no puede ser definido más que en términos de

“locución”, no en términos de objetos, como lo es un signo nominal. Yo significa “la

persona que enuncia la presente instancia de discurso que contiene yo”. Instancia

única por definición, y válida nada más en su unicidad (…) yo no puede ser

identificado sino por la instancia de discurso que lo contenga, y sólo por ella. Sólo

vale en la instancia en que es producido (...) La definición puede entonces ser

precisada así: yo es el “individuo que enuncia la presente instancia de discurso que

contiene la instancia lingüística yo”. Por consiguiente, introduciendo la situación de

“alocución”, se obtiene una definición simétrica para tú, como “el individuo al que se

dirige la alocución en la presente instancia de discurso que contiene la instancia

lingüística tú. (1991: 173)

Como se observa en la cita, yo y tú son individuos lingüísticos que surgen y se definen en

el acto enunciativo, únicos cada vez que se nombran e inversibles, según quién asuma la

lengua (el yo se convierte en tú al responder, y viceversa). Ahora bien, frente a estos dos

individuos lingüísticos, y con un estatuto diferente dentro de la clase de los pronombres5,

se sitúan los “pronombres de tercera persona” que se caracterizan por hacer referencia a

aquello de lo cual se habla y por no ser reflexivos de la instancia de discurso6. En síntesis,

dos correlaciones de rasgos organizan la categoría de persona:

5 Al respecto, dirá Benveniste que los mismos “no constituyen una clase unitaria sino especies diferentes,

según el modo de lenguaje del que sean signos. Los unos pertenecen a la sintaxis de la lengua, los otros son

característicos de lo que llamamos las «instancias de discurso», es decir, los actos discretos y cada vez únicos

merced a los que la lengua se actualiza en palabra en un locutor.” (1991: 172). 6 Cf. Benveniste, 1991: 177.

7

i. correlación de personalidad: los miembros de esta correlación se oponen en

virtud del rasgo de “persona”: las dos primeras personas (yo / tú) son portadoras

de dicho rasgo (+ persona), y la tercera (él), no lo posee (- persona).

ii. correlación de subjetividad: el rasgo que opone a los miembros de esta

correlación, que es interna a la anterior, es el de “subjetividad”. En este caso, la

primera persona (yo) que posee dicho rasgo (+ subjetividad) se opone a la

segunda (tú) que no lo posee (- subjetividad). En otras palabras, yo es la

persona subjetiva y tú la persona no subjetiva.

A partir de lo expresado, podemos afirmar que para Benveniste, la interlocución, se

establece como una cuestión de rasgos lingüísticos, es decir, marcas o atributos cuya

presencia o ausencia define a los constituyentes de la categoría de persona.

Ahora bien, el tratamiento del plural de los pronombres personales merece una referencia

especial, como el propio Benveniste lo señala:

Es claro en efecto que la unicidad y la subjetividad inherentes a “yo” contradicen la

posibilidad de una pluralización (…) “nosotros”, es, no ya una multiplicación de

objetos idénticos, sino una yunción entre “yo” y “no-yo”(…) La presencia de “yo” es

constitutiva del “nosotros”.

El “no-yo” implícito y necesario en “nosotros” es notoriamente susceptible de recibir,

en lenguas muy diversas, dos contenidos precisos y distintos. “Nosotros” se dice de

una manera cuando es “yo + vosotros”, y de otra para “yo + ellos”. Son las formas

inclusiva y exclusiva (…)

Aquí el hecho esencial que hay que reconocer es que la distinción de las formas

inclusiva y exclusiva se moldea en realidad sobre la relación que planteamos entre la

1º y la 2º sg., y entre la 1º y la 3º sg., respectivamente. Estas dos pluralizaciones de la

1º sg. sirven para conjuntar en cada caso los términos opuestos de las dos

correlaciones que hemos deslindado (…) Las dos correlaciones que organizan el

sistema de las personas en el singular se manifiestan así en la doble expresión de

“nosotros” (...)

La distinción ordinaria de singular y plural debe ser, si no reemplazada, sí cuando

menos interpretada, en el orden de la persona, por una distinción entre persona

estricta (= “singular”) y persona amplificada (= “plural”). Únicamente la “tercera

persona”, por ser no-persona, admite un verdadero plural. (1991: 169-171)

Como se indica en la cita, las características propias del yo y del tú tornan imposible la

pluralización de los mismos, en tanto son únicos cada vez que se enuncian. En términos

específicos, el nosotros y el vosotros no son pluralizaciones del yo y del tú, sino

amplificaciones del yo y del tú en cada caso. Por el contrario, la 3º persona -ellos-

constituye un verdadero plural precisamente por ser la no-persona (no hace referencia a los

protagonistas de la enunciación).

8

A propósito del nosotros, recordemos, finalmente, la distinción que establece Benveniste

entre los usos inclusivo y exclusivo7. Esta primera persona plural, señala el lingüista,

comprende al yo más un componente no-yo, que se manifiesta como:

yo + tú = nosotros inclusivo

yo + él = nosotros exclusivo

Con respecto a la enunciación, Benveniste sostiene que es un proceso de apropiación;

sucintamente, es el acto de decir que funda al sujeto y simultáneamente al otro en el

ejercicio del lenguaje:

La enunciación es este poner a funcionar la lengua por un acto individual de

utilización (...) es el acto mismo de producir un enunciado y no el texto del enunciado

lo que es nuestro objeto. Este acto se debe al locutor que moviliza la lengua por su

cuenta. La relación entre el locutor y la lengua determina los caracteres lingüísticos de

la enunciación. (Benveniste, 1993: 83).

En ese acto, entonces, el locutor se constituye como sujeto, instaura al alocutario y re-

presenta lingüísticamente “aquello de lo cual se habla”. Por el contrario, el enunciado es el

producto, el resultado de ese acto de apropiación, en el que rastreamos las huellas del

proceso enunciativo. Aquí, cabe puntualizar que a través de la formulación de este par

enunciación / enunciado, el autor delimita su objeto de estudio e instaura un centro de

referencia (interna) que organiza las coordenadas espaciales y temporales de un discurso en

torno al locutor. Establecido así el objeto de estudio −la enunciación−, las huellas

lingüísticas que un locutor deja en su enunciado son esenciales para examinar dicho

objeto.

En este encuadre, la subjetividad se constituye, entonces, como “la capacidad del locutor

de plantearse como «sujeto» (…) no es más que la emergencia en el ser de una propiedad

fundamental del lenguaje. Es «ego» quien dice «ego»”. (Benveniste, 1991: 180-181). A

partir de esta concepción, se aborda la conversión de la lengua en discurso, la

semantización de la misma, y se analizan los mecanismos de instauración de un sujeto a

través de la palabra. Para ello, el locutor cuenta con un conjunto de formas lingüísticas

vacías de referencia y con procedimientos accesorios que la lengua pone a disposición para

enunciar. Nos referimos, concretamente, a las huellas lingüísticas:

* los pronombres personales,

7 Cf. Benveniste, 1991: 169.

9

* los deícticos,

* las formas temporales de los verbos,

* los índices de ostensión

* y las grandes funciones sintácticas (aparato de funciones).

Estos elementos integran el aparato formal de la enunciación. Otros indicadores que se

unen a yo y tú, y cuya referencia también surge en la instancia discursiva son los deícticos

(que organizan el espacio y el tiempo en torno al lugar y al tiempo del yo; aquí y ahora) y

los índices de ostensión del tipo este, ese que suponen un gesto de señalamiento del objeto

designado por ellos y lo ubican en referencia con el lugar del yo.

Finalmente, para concluir con esta reseña inherente a las formas y procedimientos que la

lengua pone a disposición de los hablantes, presentamos de manera concisa el aparato de

funciones formulado por Benveniste, que hace referencia a las grandes funciones

sintácticas que remiten a la relación del locutor con el alocutario. Nos referimos a la

aserción, mediante la cual se asevera algo, la interrogación, que permite indagar y obtener

una respuesta, y la intimación (representada por el imperativo y el vocativo) mediante la

cual el locutor apela al alocutario para generar en él una acción.

Por último, abordamos la categoría de tiempo. Cabe recordar aquí que Benveniste

establece una distinción entre tiempo lingüístico, tiempo físico (lineal, continuo, infinito) y

tiempo crónico (construido institucionalmente; es el tiempo socializado del calendario, el

que nos permite vivir en sociedad). Ahora bien, de acuerdo con el autor, la expresión de la

experiencia humana sólo es posible a través del tiempo lingüístico, que es el tiempo del

discurso, de la palabra, cuyo centro axial es el presente de la enunciación, el momento en

que el locutor habla. En función de dicho presente, y sólo por referencia a él, pueden

comprenderse el pasado (lo que ya pasó y se ubica antes del presente de la enunciación) y

el futuro (lo que está por venir y se ubica después del presente de la enunciación). En otras

palabras, esta conceptualización supone una construcción temporal lingüística y un

acuerdo entre los interlocutores. Así lo plantea el propio Benveniste:

(…) la temporalidad que es mía cuando ordena mi discurso es aceptada del todo como

suya por mi interlocutor. Mi “hoy” se convierte en su “hoy”, aunque no lo haya

instaurado en su propio discurso, y mi “ayer” en su “ayer”. Recíprocamente, cuando él

hable contestando, yo convertiré, vuelto receptor, su temporalidad en la mía. Tal

aparece la condición de inteligibilidad del lenguaje, revelada por el lenguaje: consiste

en que la temporalidad del locutor, por mucho que sea literalmente ajena e inaccesible

para el receptor, es identificada por éste con la temporalidad que informa su propia

palabra cuando se hace a su vez locutor (…) El tiempo del discurso no es ni reducido a

10

las divisiones del tiempo crónico ni encerrado en una subjetividad solipsista. Funciona

como un factor de intersubjetividad, lo cual, de unipersonal que debía ser, lo vuelve

omnipersonal. La condición de intersubjetividad es la única que permite la

comunicación lingüística. (1993: 79-80).

En otros términos, la forma en que el locutor se constituye como sujeto por medio de la

palabra en el acto de apropiación de la lengua, y la manera en que se inscribe en sus

enunciados resultan centrales en el análisis.

2. Recomendaciones para el tratamiento de temas de salud mental en los medios8.

Algunas observaciones sobre subjetividad y enunciación

Examinemos ahora, en el marco de lo expuesto en el apartado anterior, el Capítulo I de las

Recomendaciones para el tratamiento de temas de salud mental en los medios.

Puntualmente, abordamos la interlocución, es decir, la constitución de sujetos discursivos,

la temporalidad y la deixis. En tal sentido, relevamos las huellas presentes en los

enunciados y efectuamos una interpretación que permita reconstruir hipotéticamente la

apropiación de la lengua que realiza el locutor, es decir, el proceso enunciativo.

El segmento que analizamos es el siguiente:

I. SALUD MENTAL Y ADICCIONES

UNA PERSPECTIVA INTEGRAL, INCLUSIVA Y COMUNITARIA EN

LOS MEDIOS

La Ley N° 26.657 define en su artículo 3ro. a la salud mental “como un proceso

determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y

psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción

social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona.

Se debe partir de la presunción de capacidad de todas las personas. (…)”.

Y en el artículo 4to. en relación a la problemática de las adicciones, establece que

“deben ser abordadas como parte integrante de las políticas de salud mental. Las

personas con uso problemático de drogas, legales e ilegales, tienen todos los derechos

y garantías que se establecen en la presente ley en su relación con los servicios de

salud”.

Si bien históricamente tanto desde el modelo médico hegemónico, como desde la

cultura popular, el tema de la Salud Mental se pensó y se abordó desde la enfermedad

y no desde la salud, hoy es fundamental cambiar esta perspectiva ya que todos

tenemos la posibilidad de decidir sobre cualquier aspecto de nuestra vida si contamos

8 Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones. (2016). Recomendaciones para el tratamiento de temas

de salud mental en los medios. Ministerio de Salud – Presidencia de la Nación Argentina, Buenos Aires.

11

con los apoyos necesarios para potenciar lo mejor de cada uno. También es

imprescindible revisar y dejar atrás la mirada que se difundió sobre la persona cuya

salud mental se encuentra comprometida como la de un “loco peligroso” al que es

necesario encerrar, y asimismo comprender la problemática de las adicciones como

parte integrante de la Salud (...)

Desarmando prejuicios: Deconstruir para construir

Una de las principales consecuencias del viejo modelo de atención –que

caracterizamos como centrado en el hospital psiquiátrico- fue la estigmatización de las

personas con padecimientos mentales, expresada a través de una serie de mitos o

creencias erróneas que dificultan la integración social y el goce de la capacidad de

decisión sobre su propia vida. Muchos de esos mitos -que transcribimos a

continuación- se mantienen en la actualidad. Se hace esencial entonces revisarlos para

evitar reproducirlos y contribuir al efectivo cumplimiento de los Derechos Humanos

de las personas que padecen estas problemáticas. (2016: 9-10)

En primer lugar, la 3ª persona gramatical (la no-persona) presente en la desinencia del

verbo (define; establece), focaliza “aquello de lo cual se habla”, da relevancia al contenido

referencial, en este caso, a la Ley Nacional de Salud Mental Nº 26.657 en sus artículos 3ro.

y 4to. Este empleo de la no-persona genera discursivamente un efecto de objetividad ya

que el locutor no se manifiesta explícitamente en el enunciado, es decir, borra las huellas

de su presencia como productor del discurso, y en consecuencia, lo construido

lingüísticamente se presenta como ajeno. Sólo refiere a lo planteado por la Ley acerca del

concepto de salud mental y de la problemática de las adicciones. En el mismo sentido, la

modalidad asertiva contribuye al efecto de objetividad: (1)…hoy es fundamental cambiar

esta perspectiva…, (2) También es imprescindible revisar y dejar atrás…

Otro aspecto que podemos mencionar es el particular empleo del tiempo presente (define,

establece) ya que, en este caso, no remite al momento de la enunciación, sino que se trata

de un presente genérico que adquiere un valor atemporal, como si la acción se desarrollara

fuera del tiempo9.

En segundo lugar, destacamos el inicio del párrafo siguiente en el cual se observa una

expresión concesiva, introducida por el marcador discursivo si bien, que, puesto en

relación con el deíctico temporal hoy, introduce la oposición entre dos “realidades”

diferentes que se construyen lingüísticamente. A eso se suma un cambio en la temporalidad

lingüística que refuerza dicha oposición: se emplea el tiempo pretérito (se pensó; se

abordó), para hacer referencia a un pasado inmediato (el tratamiento que históricamente se

9 Se trata de un empleo del presente que es habitual en las definiciones científicas.

12

le dio al tema de la Salud Mental), y luego, el tiempo presente (hoy es fundamental

cambiar) que establece una ruptura en el discurso ya que implica la emergencia de la

instancia enunciativa (se propone un tratamiento en concordancia con la nueva Ley). Dicha

ruptura establece la oposición de las dos “realidades” que mencionamos y la necesidad de

consolidar el cambio de paradigma que ambas implican. En suma, esta estrategia (el

desplazamiento temporal sumado a la presencia de la no-persona y del deíctico) genera un

sentido que instaura una nueva perspectiva de los hechos.

En tercer lugar, advertimos la presencia discursiva del locutor, el sujeto de la enunciación

que aparece recuperado en una figura colectiva, a través de las formas verbales y del

posesivo (todos tenemos la posibilidad de decidir sobre cualquier aspecto de nuestra vida

si contamos…). La 1ª persona plural que se presenta aquí hace referencia a un saber

compartido por locutor y alocutarios, y por tanto, se trata de un uso inclusivo del nosotros

que los subsume, sin nombrarlos directamente. De esta forma, el locutor enuncia su propia

voz y su punto de vista en relación con la importancia de un cambio de perspectiva en el

tratamiento de la salud mental, y lo hace a través de un acercamiento a los otros, a los

cuales se dirige e involucra: se reivindica la igualdad de todos los seres humanos en tanto

condición básica para un nuevo tratamiento de estos temas en los medios de comunicación.

Ahora bien, en la interlocución emergen dos figuras colectivas, una –nosotros inclusivo- y

otra, un nosotros exclusivo que refiere al locutor y a aquellos que elaboraron las

Recomendaciones, que son miembros de una comunidad científica y que integran la

Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones; en suma, los especialistas en el tema.

Por ende, el locutor se presenta como parte de ese grupo que representa a una institución.

Cabe destacar que esta irrupción del sujeto se efectúa a través de una proposición

incidental entre guiones (-que caracterizamos como centrado en el hospital psiquiátrico-;-

que transcribimos a continuación-) que le otorga relevancia a lo dicho.

Finalmente, para concluir este análisis parcial, planteamos la figura del alocutario previsto

en el interior del enunciado, la imagen de destinatario que el locutor se forma al

engendrarlo (todos tenemos la posibilidad de decidir sobre cualquier aspecto de nuestra

vida si contamos con los apoyos necesarios para potenciar lo mejor de cada uno). Aquí, el

alocutario está incluido en esta figura colectiva junto al locutor y representa a todos

aquellos a quienes se dirigen las Recomendaciones… podría sugerirse, hipotéticamente,

los medios de comunicación.

13

En virtud de lo expuesto, subrayamos que el sujeto de la enunciación se constituye en un

primer momento como una entidad próxima a los alocutarios, en tanto comparte un saber

con ellos, pero a la vez forma parte, también, de una comunidad científica especializada. A

partir de esta diferencia que se establece entre ambas manifestaciones de la 1º persona

plural se plantea la necesidad de efectuar transformaciones en ese saber compartido para

adecuarlo al cumplimiento efectivo de los Derechos Humanos.

Para sintetizar: hemos observado un locutor que construye lingüísticamente una realidad,

que engendra un alocutario y que se inscribe en sus enunciados, lo cual genera efectos

discursivos. Así, el sujeto se constituye y se agota en la actividad discursiva y en la

interacción con el otro (el alocutario). Dicho en otros términos, el sujeto discursivo no

preexiste a la enunciación ni se prolonga más allá de ella.

3. La enunciación como acontecimiento. Punto de vista de Oswald Ducrot

Oswald Ducrot, referente en la década del ´70 del encuentro de la filosofía del lenguaje y

de los estudios de la lingüística del discurso, plantea un punto de vista diferente al de

Benveniste respecto de la enunciación. En su abordaje, retoma presupuestos y nociones del

teórico ruso Mijail Bajtin (1895-1975) provenientes de sus investigaciones acerca de la

literatura10, y las extiende a la lingüística. En particular, retoma los conceptos de

dialogismo y polifonía; el primero se refiere a las relaciones que un enunciado mantiene

con enunciados anteriores a él y con enunciados que en el futuro se puedan producir como

respuesta. En tanto, el segundo concepto −polifonía− designa la emergencia en un

enunciado de múltiples voces distintas de la del locutor, que se manifiestan de modos

diversos, por ejemplo, a través de presuposiciones, negaciones, ironías, discursos referidos,

sólo por mencionar algunos.

Ducrot plantea una teoría polifónica de la enunciación que supone una crítica a la

concepción tradicional de la unicidad del sujeto hablante (tema que abordaremos

seguidamente) y en la cual se sostiene que la enunciación es el acontecimiento único de

irrupción de un enunciado en una contextura espacio-temporal específica; es el hecho

mismo de su constitución, en otras palabras, es la existencia propia del enunciado y por lo

tanto, es contemporánea respecto de él. En palabras de Ducrot:

10 Cf. Piacenza, P. (2016). Géneros discursivos y enunciación. Serie Estudios del Lenguaje. Cátedra

Lingüística y discursividad social. Facultad de Psicología. UNR.

14

[…la enunciación] Es el acontecimiento histórico que constituye, por sí misma, la

aparición de un enunciado. Dicho de otra manera, es el hecho de que una oración haya

sido realizada (…) Entendida de esta manera, como surgimiento de un enunciado, la

enunciación no debe confundirse con la actividad lingüística, es decir, con el conjunto

de movimientos articulatorios, de procesos intelectuales, de cálculos de medios y de

fines que llevó a un locutor a producir un enunciado. Mientras que esta actividad,

estudiada por la psicolingüística, es previa al enunciado, la enunciación es

contemporánea respecto de él: es la existencia misma del enunciado. (1984: 135)

Al presentar la enunciación como un acontecimiento histórico, el autor destaca el hecho de

que no existía antes de que se hablara, y de que adquiere existencia para luego perderla,

cuando se deja de hablar; es decir que constituye una aparición momentánea (Ducrot,

1984), un suceso único e irrepetible. Claramente, se advierte que la enunciación no se

formula como el acto en virtud del cual el locutor produce un enunciado (por ende, no se

plantea la constitución de un sujeto discursivo), sino que se concibe como el hecho mismo

de que ese enunciado acontezca. De esta forma, el eje de la propuesta de Ducrot no se sitúa

en el locutor, sino en el acontecimiento que constituye la aparición de un enunciado,

definido este como “una ocurrencia particular de entidades lingüísticas” (Ducrot, 1984:

135), como “la realización de una oración en forma de una secuencia sonora o gráfica

determinada, localizada en un punto determinado del espacio y del tiempo”11. Así, el

enunciado se diferencia claramente de la oración en tanto esta última es una entidad

abstracta que no pertenece a lo observable, es “la combinación de signos que se intenta

poner de manifiesto a través de una serie de sonidos o letras” (Ducrot, 1985: 245); en otras

palabras, la oración constituye un elemento de la lengua y el enunciado lo observable, una

ocurrencia o manifestación particular de la oración.

Ahora bien, desde el punto de vista semántico, esta distinción (oración/enunciado)

conduce a otra, igual de relevante, la de significación/sentido:

* la significación, vinculada con la oración en tanto es su caracterización semántica, y

constituye un conjunto de instrucciones dadas a quienes deben efectuar la interpretación;

* el sentido, caracterización semántica del enunciado, conjunto de indicaciones que

refieren a su enunciación, dicho de otra manera, el sentido equivale a una “descripción de

la enunciación”12:

Prefiero representar la significación como un conjunto de instrucciones dadas a las

personas que deben interpretar los enunciados de la oración; estas instrucciones

11 Cf. Ducrot, 1985: 245. 12 Cf. Ducrot, 1984: 255.

15

precisan cuáles son las maniobras que deben efectuarse para asociar un sentido a esos

enunciados. Conocer la significación de la oración que subyace al enunciado “Hace

buen tiempo” consiste en saber qué hay que hacer para interpretarlo cuando estamos

frente a ese enunciado. La significación contiene, entonces, por ejemplo, una

instrucción que exige que averigüemos desde qué lugar habla el locutor y que

admitamos que éste afirma la existencia del buen tiempo en ese lugar del cual está

hablando. Esto explica que el sentido de un enunciado del tipo “Hace buen tiempo” no

pueda consistir en que hace buen tiempo en alguna parte en el mundo sino que

significa que siempre que hace buen tiempo en Grenoble, en París, o en Waterloo…

etc., es decir, en el lugar del que habla el locutor, y que coincide a menudo, aunque no

siempre, con el lugar desde donde habla (...) el sentido no es el agregado de la

significación, y de algo diferente sino un producto obtenido (teniendo en cuenta la

situación de discurso) a partir de las consignas especificadas en la significación (…)

Para mí, el sentido de un enunciado está constituido por un conjunto de indicaciones

que se refieren a su enunciación. Es una descripción, una representación, o por lo

menos una calificación de esa enunciación, es decir, del acontecimiento (lo reitero una

vez más) que constituye la aparición del enunciado. (Ducrot, 1984: 254-255).

En suma, la significación se convierte en un instrumento explicativo del sentido del

enunciado en tanto colabora con el mismo (aunque no lo agota), permitiendo su

reconstrucción.

A continuación, abordamos la propuesta de Ducrot respecto de los protagonistas de dicho

acontecimiento, léase locutor y alocutario, para lo cual presentamos un segmento de La

noción de sujeto hablante13 en el cual el autor, refiriéndose a la enunciación, cuestiona la

figura del sujeto hablante en tanto discute la unicidad de este como responsable exclusivo

de lo que se dice en un enunciado y de la construcción del sentido. Al respecto, Ducrot

sostiene:

Esta teoría “un enunciado-un sujeto hablante” es la que permite emplear la expresión

“el sujeto hablante”, la cual presupone como una evidencia que existe un sujeto único

autor del enunciado y responsable de lo que en el enunciado se dice (1984: 256).

En este marco, el lingüista introduce lo que considera que son las propiedades del sujeto

hablante14:

i. es quien efectúa la actividad psico-fisiológica necesaria para producir un

enunciado,

ii. es el autor, el origen de los actos ilocutorios15 realizados en la producción del

enunciado (pensemos, por ejemplo, en el acto de interrogar a través del cual se

pretende generar en el destinatario la obligación de responder),

13 Cf. Ducrot, 1984: 253. 14 Cf. Ducrot, 1984: 256.

16

iii. y también tiene la propiedad de ser designado por las marcas de la primera persona

gramatical (yo).

En enunciados simples, estas tres propiedades pueden atribuirse a un mismo ser (el

locutor), pero la situación se torna complicada en enunciados más complejos, como

veremos a continuación. Previamente, analicemos los tipos de sujeto hablante que postula

Ducrot, de los cuales sólo especifica dos:

i. el locutor: constituye un ser discursivo, inscripto en el sentido del enunciado. A

él remiten el pronombre personal yo y las otras formas de la 1ª persona

gramatical. Es el sujeto responsable de la enunciación (el “locutor”, en el

planteo de Benveniste). Esta es la noción general de locutor, no obstante, el

autor refiere que esa noción remite a dos entidades diferentes que denomina

locutor-como tal y locutor como ser del mundo. Este último es el individuo que,

además de tener la propiedad de la otra entidad, tiene una existencia

independiente del hecho enunciativo. Es decir que el locutor puede ser distinto

del autor empírico del enunciado, que es el productor efectivo del mismo16.

ii. los enunciadores: voces o puntos de vista que el sentido mismo del enunciado

da como responsables de los actos particulares de lenguaje (aserción,

advertencia, anuncio, por ejemplo) efectuados en la enunciación. En este

sentido, aclara Ducrot que se refiere a “aquellos [actos] que están ya previstos

en la significación de la oración que ese enunciado realiza” (1984: 261). El

enunciador es, entonces, “la persona a quien el locutor atribuye la

responsabilidad de lo que se dice” (1984: 137) en un enunciado.

En síntesis, Ducrot presenta un punto de vista polifónico de la enunciación que implica

establecer una distinción entre las siguientes instancias:

a) un sujeto hablante,

b) un locutor, que puede o no coincidir con el sujeto hablante y que puede introducir

referencias a otras voces,

c) y enunciadores, que son esas voces, más o menos identificadas, que aportarán

puntos de vista y perspectivas con las que el locutor puede coincidir o no.

15 Para ampliar el tema de lo ilocutorio, Cf. Ducrot (1985). 16 Aclaramos, en esta instancia, que el propio autor descarta estudiar al sujeto empírico (autor efectivo,

emisor) productor de un enunciado, en tanto no constituye objeto de atención del lingüista ya que está

vinculado con las condiciones externas de producción y su determinación no es un problema lingüístico.

17

Se distinguen, además:

a) auditor / alocutario

b) destinatario / alocutario.

Ducrot sostiene que los auditores de un enunciado “son todos aquellos que por una razón o

por otra lo oyen… lo escuchan” (1984: 136) y los alocutarios, son “las personas a las que

el locutor declara dirigirse” (1984: 136). En este último caso, su conocimiento deriva de la

comprensión del discurso y no de las circunstancias en las que fue producido. Pensemos

por ejemplo una situación áulica de enseñanza/aprendizaje en la que puede ocurrir que el

profesor se dirija a un grupo de auditores (todos aquellos que están escuchando lo que

dice), pero en realidad, por la razón que fuese, le confiere el rol de alocutario sólo a

algunos auditores presentes. Supongamos, por caso, que el profesor se dirige, en particular,

a tres estudiantes que están distraídos (Ustedes, ¿qué pueden aportar de la bibliografía que

leyeron para hoy?).

En relación con el destinatario, Ducrot señala que es “aquella [persona] a quien se dice,

según él [el locutor] lo que se dice” (1984: 137). Así, en un discurso determinado, puede

que el enunciador sea el locutor, y el destinatario, el alocutario (por ejemplo, en el discurso

no distanciado como en Juan le dice a Jorge: Creo que esta es la mejor solución). No

obstante, hay otras situaciones discursivas (cuando se cita a alguien, por ejemplo) en las

que “el enunciador puede ser a veces el alocutario, o un tercero, y el destinatario puede ser

el locutor, o también un tercero” (1984: 138). Veamos el siguiente caso:

Un joven que está estudiando con un compañero le pregunta: “¿Qué te dije yo hace

un rato, Ariel? Que nos pusiéramos las «pilas»”. Mientras se desarrolla esta

situación, a pocos metros, los hermanos del joven observan y escuchan.

Aquí, Ariel es el alocutario de la pregunta, justificado por el vocativo Ariel, los hermanos

del joven son los auditores, quienes, simplemente, escuchan, y el joven es el locutor de

este enunciado en tanto el yo remite a él. Sin embargo, este locutor (el joven) representa a

Ariel como formulador de la pregunta “¿Qué me dijiste?”. En el discurso del joven,

entonces, el alocutario es el enunciador de esta primera pregunta (implícita), y el joven es

su destinatario. Se observa en casos como este la distribución de roles que permite

caracterizar a los enunciados presentados.

18

4. Recomendaciones para el tratamiento de temas de salud mental en los medios.

Algunas observaciones sobre la enunciación como acontecimiento

Por cuestiones operativas, transcribimos nuevamente el fragmento analizado en el apartado

2:

La Ley N° 26.657 define en su artículo 3ro. a la salud mental “como un proceso

determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y

psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción

social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona.

Se debe partir de la presunción de capacidad de todas las personas. (…)”.

Y en el artículo 4to. en relación a la problemática de las adicciones, establece que

“deben ser abordadas como parte integrante de las políticas de salud mental. Las per-

sonas con uso problemático de drogas, legales e ilegales, tienen todos los derechos y

garantías que se establecen en la presente ley en su relación con los servicios de

salud”.

Si bien históricamente tanto desde el modelo médico hegemónico, como desde la

cultura popular, el tema de la Salud Mental se pensó y se abordó desde la enfermedad

y no desde la salud, hoy es fundamental cambiar esta perspectiva ya que todos

tenemos la posibilidad de decidir sobre cualquier aspecto de nuestra vida si contamos

con los apoyos necesarios para potenciar lo mejor de cada uno. También es

imprescindible revisar y dejar atrás la mirada que se difundió sobre la persona cuya

salud mental se encuentra comprometida como la de un “loco peligroso” al que es

necesario encerrar, y asimismo comprender la problemática de las adicciones como

parte integrante de la Salud (...)

Desarmando prejuicios: Deconstruir para construir

Una de las principales consecuencias del viejo modelo de atención –que

caracterizamos como centrado en el hospital psiquiátrico- fue la estigmatización de las

personas con padecimientos mentales, expresada a través de una serie de mitos o

creencias erróneas que dificultan la integración social y el goce de la capacidad de

decisión sobre su propia vida. Muchos de esos mitos -que transcribimos a

continuación- se mantienen en la actualidad. Se hace esencial entonces revisarlos para

evitar reproducirlos y contribuir al efectivo cumplimiento de los Derechos Humanos

de las personas que padecen estas problemáticas. (2016: 9-10)

En este segmento advertimos, en los dos primeros párrafos, la figura del enunciador

representada por la Ley Nacional de Salud Mental −LNSM− (en tanto discurso referido de

manera directa): esta perspectiva, ajena al locutor, es incorporada al discurso al solo efecto

de mantener un diálogo con la misma, en tanto aval y punto de partida para los enunciados

posteriores. En el tercer párrafo, se advierte al locutor en una primera persona plural que

incluye además, a los auditores (genéricamente, todos aquellos que leen el discurso). En

este contexto, el locutor se convierte en el portavoz de los seres humanos en general (todos

tenemos la posibilidad de decidir sobre cualquier aspecto de nuestra vida si contamos con

19

los apoyos necesarios). En los empleos posteriores de la 1ª persona del plural (-que

caracterizamos como centrado en el hospital psiquiátrico-; -que transcribimos a

continuación-) el locutor se construye discursivamente como el representante de la

Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones, responsable global de los enunciados

producidos. Por otra parte, los alocutarios (y destinatarios) son los medios de

comunicación a los cuales se dirigen estas Recomendaciones. Se advierten, además, otros

enunciadores diferentes a la LNSM: ellos son el modelo médico hegemónico y la cultura

popular. Se evidencia, así, una pluralidad de voces que el locutor integra en sus enunciados

y con las cuales dialoga, se posiciona y adopta una determinada actitud. En este sentido,

podemos decir que se produce una puesta en escena de puntos de vista diferentes; por

tanto, el sentido del enunciado surge de esa confrontación de las diferentes voces

(polifonía) que están presentes en él y del posicionamiento enunciativo del locutor frente a

ellas.

Otro dato relevante para el análisis es la inclusión de las comillas en la expresión “loco

peligroso” ya que a través de las mismas, el locutor polemiza dialógicamente con una

mirada muy difundida en relación con la persona que padece algún trastorno mental. De

esta forma, el empleo de las comillas representa la postura del locutor en tanto hace resonar

en el propio discurso, otro diferente que se muestra para ser refutado y sustituido.

Por último, y en relación con la enunciación podemos señalar que, en términos de Ducrot,

lo observado es el acontecimiento mismo de producción de estas Recomendaciones, ese

acontecimiento histórico por excelencia constituido por la aparición del enunciado, que se

produce, en este caso, como consecuencia de la vigencia de la LNSM17. En otros términos,

se trata de una enunciación que es polifónica y que revela la intertextualidad18 presente en

la actividad discursiva.

5. Palabras finales

En términos de la teoría de Benveniste, analizamos la enunciación como acto de

apropiación y el discurso “como puesta en juego de la lengua, algo que se dirime entre un

17 Al respecto, recomendamos la lectura de Moreno, T. (2014-2015). La palabra de la ley en el campo de la

Salud Mental. Sobre la Ley Nº 26657 y sus decires. Serie Estudios del Lenguaje. Cátedra Lingüística y

discursividad social. Facultad de Psicología. UNR. 18 Ducrot adopta y reconceptualiza este concepto introducido por Julia Kristeva cuyo origen se encuentra en

los escritos de M. Bajtin. Sostiene Kristeva (1981: 190): “(...) todo texto se construye como mosaico de citas,

todo texto es absorción y transformación de otro texto. En lugar de la noción de intersubjetividad se instala la

de intertextualidad (...)”.

20

‘yo’ y un ‘tú’, y por ende, también social, intersubjetivo (…)” (Arfuch, 2010: 32). La

enunciación es un acto de apropiación que realiza el locutor de los elementos del aparato

formal (un subconjunto de formas lingüísticas con una propiedad distintiva, la carencia de

referencia específica), apropiación que produce la conversión de la lengua en discurso y

que por tanto la semantiza19.

En términos de Ducrot, la enunciación es un acontecimiento histórico en el que se vincula

la voz del locutor con otras voces, los enunciadores presentes en el enunciado mismo. Ese

carácter polifónico “contribuyó a desdibujar la ilusión del sujeto como fuente de su palabra

y del sentido: hablamos no desde una absoluta soledad sino desde una trama sociocultural

(…)” (Arfuch, 2010: 48). En otras palabras, esta concepción polifónica revela la forma en

virtud de la cual el enunciado muestra, en su enunciación, la coexistencia de diferentes

voces.

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19 Téngase en cuenta la doble significancia (Benveniste, 1993: 66-68). Precisamente, el discurso engendra el

modo semántico de significancia por el cual el sentido producido por la enunciación (Benveniste, 2014) se

concibe globalmente en tanto se inviste en palabras.

21

en la escritura académica. Rosario: FHUMYARediciones.

Moreno, T. (2014-2015). La palabra de la ley en el campo de la Salud Mental. Sobre la

Ley Nº 26657 y sus decires. Serie Estudios del Lenguaje. Cátedra Lingüística y

discursividad social. Facultad de Psicología. UNR. Pérez, L. y P. Rogieri. (2012). Retórica y Estudios del lenguaje en la escritura académica,

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Documentos

Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones. (2016). Recomendaciones para el tra-

tamiento de temas de salud mental en los medios. Ministerio de Salud - Presidencia

de la Nación Argentina, Buenos Aires.


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