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Velasco+Piña+Antonio+-+Mujer+Dormida+Debe+Dar+A+Luz

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    LA MUJER DORMIDA DEBE

    DAR A LUZEL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA

    AYOCUAN

    ANTONIO VELASCO PIA

    Este libro fue pasado a formato digital para facilitar la difusin, y con el propsito deque as como usted lo recibi lo pueda hacer llegar a alguien ms.

    LECTORES EN MOVIMIENTO-DIFUSIN SIN FRONTERAS-

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    LA MUJER DORMIDA DEBE DAR A LUZ1968. Ayocuan1968. Editorial Jus, S.A. de C.V.Plaza de Abasolo N14Col. Guerrero, 06300, Mxico D.F.Tel. 526 0616, fax: 529 1444ISBN: 968-423-002-8Dcima octava edicin

    Reservados todos los derechosImpreso en Mxico / Printed in Mxico

    Una cultura nace cuando un alma grande despierta de su estado primario y se desprende del eterno infantilismohumano; cuando una forma surge de lo informe; cuando algo limitado y efmero emerge de lo ilimitado y perdurable.Florece entonces sobre el suelo de una comarca, a la cual permanece adherida como una planta. Una cultura muere,cuando esa alma ha realizado la suma de sus posibilidades, en forma de pueblos, lenguas, dogmas, artes, Estados,ciencias, y torna a sumergirse en la espiritualidad primitiva. Pero su existencia vivaz, esa serie de grandes pocas,cuyo riguroso diseo seala el progresivo cumplimiento de su destino, es una lucha ntima, profunda, apasionada, porafirmar la idea contra las potencias del caos en lo exterior y contra la inconsciencia interior a donde han ido stas arefugiarse colricas.

    OSWALD SPENGLERLa decadencia de Occidente

    Esta ligazn fundamental del Mundo pensante no nos es sensible inmediatamente. Partculas ahogadas entre otras partculas,vivimos habitualmente sin tomar consciencia de lo que debe representar, vista en su conjunto, la masa de consciencia de la queformamos parte. Como una clula que no viera ms que otras clulas en el cuerpo al que pertenecen. Y, sin embargo, el cuerpoexiste ms que los elementos de los que se compone. En verdad, no podemos alcanzar ningn progreso decisivo en nuestrasconcepciones del mundo animado mientras que, permaneciendo en la escala "celular" no sepamos emerger por encima de los seresvivos para ver la Vida, por encima de los Hombres para descubrir la humanidad: no esta Humanidad abstracta y languideciente deque nos hablan los filntropos, sino la realidad fsica, poderosa, en la que se baan y se influencian todos los pensamientos individualeshasta formar, por su multiplicidad, un solo Espritu de la Tierra.

    PlERRE TEILHARD DE CHARDINLa energa humana

    Captulo Primero

    EN LA CIUDAD UNIVERSITARIA

    1 ANTE EL MURAL DE LA CIENCIA

    a) Generacin fundadora de la Ciudad Universitaria

    En cuanto tuve conocimiento de que me tocara en suerte formar parte de la generacin fundadora de laCiudad Universitaria edificada al sur de la ciudad de Mxico comenc a desear que el tiempo transcurriesems rpidamente con objeto de poder asistir a clases lo ms pronto posible. Meses antes al inicio de stas,acostumbraba ya ir por lo menos dos veces a la semana a recorrer lentamente los distintos lugares de la andesrtica Ciudad Universitaria: el artstico e imponente estadio deportivo, la enorme explanada central frente ala Torre de la Rectora, las bellas albercas, los originales frontones y el majestuoso conjunto de los diferentesedificios.

    Todo ello me causaba una viva impresin, me haca sentir en el centro de un corazn nuevo y vigoroso, quemuy pronto empezara a bombear una sangre ms rica en pureza y energa a todo el pas, o lo que es lomismo, juventudes ms preparadas, forjadas en condiciones de estudio superiores a las de las anteriores,merced a mejores instalaciones tcnicas y deportivas, ubicadas en un lugar ideal cuyo solo ambiente era unestmulo a un mayor aprovechamiento en los estudios.

    As, pues, cuando en aquel da de marzo del ao de 1954, Ciudad Universitaria inici sus labores, y yo yaen mi calidad de universitario, estudiante del primer ao de la carrera de Historia penetr al edificio deHumanidades, una emocin mezcla de los ms diversos sentimientos envolvi mi espritu, e incluso pudepercibir una intuicin que muy raras veces se alcanza a sentir en la vida en forma clara y definida: la de que en

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    ese preciso momento estamos tomando un nuevo derrotero, el cual nos llevar por caminos del todo diferentesa los utilizados hasta entonces, razn por la cual nuestra anterior forma de vida no podr retornar jams.

    En las afueras del edificio de Humanidades, los altavoces de la Exposicin Alemana, instalada en la plantabaja y a lo largo del mismo, repetan intermitentemente una palabra: "achtung!, achtung!"1

    Present una especie de oscura advertencia en esa palabra:

    "Achtung!, achtung!"

    Aquellas personas que por ser an muy jvenes no guardan recuerdos personales del perodo de gobierno

    del licenciado Miguel Alemn, tal vez encuentren un poco difcil comprender plenamente los acontecimientos aque aludir a continuacin. Estimo, por tanto, necesario mencionar algunas caractersticas sobresalientes deeste perodo que abarca los aos comprendidos entre 1946 y 1952.

    Durante esa poca, la dinmica personalidad del licenciado Alemn infundi a la nacin toda una mstica desuperacin y progreso, as como una confianza ilimitada en sufuturo. El creciente ritmo del desarrollo del pasera algo que poda comprobarse en forma tangible: por doquier se construan carreteras, puentes, lneasfrreas, presas y escuelas. A todo lo largo y lo ancho de la Repblica surgan todos los das nuevas industrias.

    Sin embargo, esta aparente bonanza se vea seriamente empaada por los graves defectos de que adoleciesa administracin: una acentuada corrupcin permiti la creacin de fortunas especialmente cuantiosas porparte de numerosos funcionarios pblicos; por otra parte, el acelerado desarrollo econmico a que he aludido,se realiz utilizando una serie de medidas inflacionistas que afectaron principalmente a los componentes de lascapas econmicamente dbiles de nuestra poblacin.

    Esta explicacin tiene la finalidad de hacer resaltar el hecho de que al iniciarse el ao de 1954, gran parte de

    los mexicanos de aquel entonces seguan creyendo que el pas, una vez superada cierta pequea depresinen las actividades motivada por el reciente cambio de gobierno, continuara manteniendo el mismo alto ritmo deacelerado desarrollo de los ltimos aos.

    La apertura de Ciudad Universitaria y la inauguracin de la Exposicin Industrial de la Repblica FederalAlemana, constituyeron dos sucesos que, aun cuando tuvieron lugar a principios de 1954, a causa de suespectacularidad parecan todava formar parte del perodo de gobierno del licenciado Alemn. Asimismo,ambos sucesos motivaron el que mucha gente mantuviese por un poco ms de tiempo la mencionada ilusinde un posible retorno del auge econmico. La realidad demostrara muy pronto lo contrario en forma por demsdolorosa.

    En vista de la considerable importancia que en forma indirecta tuvo la ya citada exposicin industrialalemana para el desarrollo de los distintos acontecimientos que habr de narrar, considero justo dedicarle unascuantas lneas.

    Los sentimientos de simpata y admiracin hacia Alemania por parte de los mexicanos, han sido siempreparticularmente acentuados; sin embargo, estimo que estos sentimientos eran an ms fuertes entre nuestrospadres y nuestros abuelos, como resultado de diversas causas histricas que arrancan por lo menos de lapoca en que el gobierno de don Venustiano Carranza estuvo a punto de celebrar tratados de alianza militarcon la Alemania del Kaiser, acontecimiento que influy en forma importante para determinar a los EstadosUnidos a intervenir en contra de Alemania en la Primera Guerra Mundial, conflagracin durante la cual Mxicomantuvo una precaria neutralidad, manifestando en mltiples ocasiones sus simpatas en favor de Alemania.

    Durante el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, la participacin de Mxico en el bando de las potenciasaliadas mengu tan slo ligeramente las simpatas de la mayora de nuestra poblacin hacia esta nacin. En laprctica, el supuesto estado de guerra entre Mxico y Alemania result casi simblico; nunca existieronsentimientos de odio hacia el pretendido enemigo, a pesar de los millones de dlares invertidos con ese objetopor la propaganda de guerra americana.

    Al finalizar la guerra, Mxico reanud lo ms pronto posible sus relaciones diplomticas con la Repblica

    Federal Alemana, y durante el sexenio del licenciado Alemn, este gobernante, haciendo honor a su apellido,procur fomentar las relaciones entre ambos pases. Asimismo, ya casi para finalizar su rgimen, se concertla celebracin en nuestro pas de una exposicin industrial alemana, con miras a lograr el fomento de lasrelaciones comerciales entre germanos y mexicanos. A causa de los numerosos problemas tcnicos yadministrativos que planteaba la realizacin de tan importante exposicin, transcurri poco ms de un ao,empleado en programas, preparativos, transportes e instalacin, antes de que la exposicin fuese inaugurada aprincipios de marzo de 1954, por los mismos das en que se iniciaron por vez primera las actividades en laCiudad Universitaria.

    1 Atencin!, atencin!

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    La exposicin fue instalada en la planta baja y a lo largo del edificio de Humanidades,2que est situado en elcostado norte de la Ciudad Universitaria y constituye una especie de enorme cajn de vidrio y concreto,dividido en aquel entonces en tres secciones: la primera de ellas ocupada por la Facultad de Filosofa y Letras;la central, que es la ms grande de las tres, por la Facultad de Derecho, y finalmente, la ltima estaba ocupadapor la Escuela de Economa.

    Si bien ya todos esperaban que la exposicin alemana resultase un modelo en su gnero, la realidad supertodo lo previsto, especialmente en lo relativo a organizacin y presentacin.

    Todos los das la exposicin era recorrida por miles de visitantes, los cuales, aun cuando en su inmensamayora no posean ninguna clase de conocimientos tcnicos en materia de maquinaria, no salan aburridos o

    defraudados de su visita, pues la exposicin estaba presentada en tal forma que haca entretenido su recorridopara todo mundo: intercalados entre los locales de la ms variada maquinaria, haba stands donde se podaconsumir por un mdico precio una buena racin de sabrosa cerveza alemana, acompaada de los msvariados bocadillos germanos, todo ello en medio de una general alegra, a la que contribuan las agradablescanciones del folclore alemn, difundidas al travs de los altavoces.

    Un rpido recorrido por las instalaciones de la exposicin permita al visitante percatarse, por la lectura delos avisos colocados a la entrada de los diferentes locales, de que da con da aumentaba el nmero detransacciones relativas a maquinaria de la ms diversa ndole, cuyo pedido ya haba sido pactado. Era evidenteque una gran parte de los industriales mexicanos consideraban llegado el momento de cambiar su maquinarianorteamericana por otra de fabricacin alemana, y que se estaban endeudando por un largo tiempo, con objetode realizar este propsito.

    El Domingo de Ramos del citado ao de 1954 lleg a su trmino el perodo fijado para la duracin de la

    exposicin; un nmero de visitantes superior al acostumbrado acudi aquel da a recorrer las instalaciones y afelicitar a los organizadores y encargados del exitoso evento. Unos conjuntos de mariachis tocaron diversossones mexicanos terminando con Las Golondrinas, y en medio de un ambiente de nostalgia y alegra se dio porclausurada la exposicin.

    Al da siguiente, primer da de la Semana Santa de aquel ao, el pas entr en esa calma caracterstica delos perodos de vacaciones, en los que todo el mundo se olvida de cualquier clase de problemas, excepto el delograr encontrar acomodo en alguno de los lugares tradicionales para descansar.

    Por mi parte, me encontraba yo en aquellos das en el puerto jarocho, cuando el Domingo de Resurreccin,al acudir a desayunar al restaurante del hotel donde me hospedaba, me enter por los peridicos de la noticiaque en aquel momento sacuda a todo el pas: nuestra moneda haba sufrido una considerable devaluacin. Lanueva paridad para el cambio del dlar haba variado de $8.65 a $12.50.

    El relato contenido en esta obra se inicia propiamente a partir de este suceso de tan ingrata memoria.

    b) El destino cruza dos lneas

    En medio del desconcierto general, causado por la infausta noticia, regres a la ciudad de Mxico en uninde muchos miles de aturdidos veraneantes.

    Toda la gente haca comentarios en torno a la devaluacin. Los rumores ms absurdos circulaban pordoquier y eran tomados por vlidos. Multitud de personas acudan a las instituciones bancarias a fin decambiar, del todo extemporneamente, su capital de moneda nacional a dlares.

    Los peridicos contenan largos y aburridos artculos escritos por economistas con profundos conocimientossobre la materia, en los cuales se explicaba concienzudamente en qu consistan las devaluacionesmonetarias, as como las causas y efectos de las mismas. La mayora de la gente no necesitaba comprender

    explicaciones tan complicadas para entender muy claramente lo ocurrido; o sea, que de la noche a la maanatodos haban quedado ms pobres al perder su dinero una parte de poder adquisitivo, en la misma forma que sidurante la noche un ladrn hubiese entrado a su casa a llevarse una parte del total de su fortuna, ya fuese stagrande o pequea.

    2En aquel entonces nicamente asistan a la Ciudad Universitaria los estudiantes del primer ao de cada carrera, ya que los que

    haban iniciado sus estudios en los antiguos planteles ah los continuaban y terminaban. Esta situacin permiti durante algn tiempo

    utilizar la Ciudad Universitaria para diferentes eventos. Adems de la ya citada exposicin, en C. U. se dio alojamiento a los atletas que

    participaron en los Juegos Centroamericanos de 1954 y Panamericanos de 1955.

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    Lo que causaba mayor tristeza era comprobar la destruccin de la confianza en s misma que comenzabaa caracterizar a la nacin. Todos estaban seguros de que en Mxico ya no podan ocurrir semejante tipo decosas, y el hecho de que la realidad hubiese demostrado en forma dolorosa lo contrario, motivaba unprofundo y generalizado sentimiento de frustracin.La tarde del lunes siguiente a la Semana Santa a que he hecho referencia, llegu a la Ciudad Universitariacon el espritu deprimido por los acontecimientos relatados. Desde el momento en que baj del camin,comprend que me resultara imposible asistir esa tarde a clases, pues stas requeran mucho ms que unasimple presencia fsica, y en aquella ocasin mi estado de nimo me hubiera impedido prestar atencin a las

    explicaciones de los maestros.

    Decid dedicar esa tarde nicamente a pasear por el bello escenario de la Ciudad Universitaria. Inici mirecorrido por la parte inferior del edificio de Humanidades. Los locales de la exposicin alemana haban sidoya retirados y slo se vean gigantescas cajas, en las cuales estaba embalado gran parte del materialexhibido en la misma. El suelo se vea cubierto de aserrn, de pedazos de madera y de papeles. Elespectculo se asemejaba al que ofrece una playa despus de un vendaval, y resultaba triste para todosaquellos que habamos admirado la exposicin en pleno funcionamiento.

    Me alej de ah, encaminando mis pasos hacia el edificio de la Facultad de Ciencias; al aproximarme llammi atencin la figura de un individuo que contemplaba absorto el gran mural realizado por Chvez Morado enla fachada de dicho edificio.

    El aspecto de aquel sujeto resultaba extraamente singular: su elevada estatura y poderosa complexin,as como su inexplicable rigidez, le daban la apariencia de una bien modelada estatua; todo en l revelaba

    una fuerza fuera de lo comn, que se trasluca a travs de su ropa, impecablemente pulcra. Deduje quedeba tratarse de un alemn, pues aun a distancia se adverta en l ese clsico aire marcial que caracteriza aalgunos de los componentes de esta nacionalidad.

    Lo que mayormente intrig mi curiosidad fue la extraa rigidez de aquel individuo: la total inmovilidad de sucuerpo revelaba que su ritmo respiratorio deba ser casi imperceptible ; las recias facciones estabaninvadidas por una profunda palidez, como si la sangre llevase tiempo de no circular por la piel; incluso el pelo,rubio y entrecano, pareca estar muerto y slo moverse levemente al impulso del viento. Por el contrario, susojos, profundamente azules, aun cuando se encontraban clavados en el mural, evidenciaban tan poderosaenerga, que eran la negacin misma de la muerte.

    Mientras contemplaba con asombro a tan desconcertante sujeto, ste comenz a recuperar la facultad demovimiento; tanto su cuerpo como sus facciones fueron perdiendo lentamente su extraa inmovilidad. Por unmomento estuve a punto de alejarme de ese lugar, impulsado por un inexplicable y respetuoso temor que la

    presencia de aquel individuo me produca; pero mi curiosidad fue ms fuerte, as que me limit a situarme asu lado, a unos pasos de distancia, observando con atencin cmo se reintegraba plenamente a lanormalidad.

    Juzgu que el momento de tratar de establecer comunicacin entre ambos haba llegado, y afirm conacento inseguro:

    Bonito mural, verdad?

    El desconocido se volvi con rpido giro, nuestras miradas chocaron producindome cierto leveaturdimiento, sus ojos encerraban una fuerza mucho mayor de la que yo habra podido imaginar que pudieseexistir en cualquier mirada.

    El autor de este mural parece tener una gran fe en los futuros beneficios del actual desarrollo cientfico;esperemos que est en lo cierto.

    Sus palabras casi no revelaban acento extranjero. Su voz era firmemente tranquila y pona de manifiesto

    una gran seguridad en s mismo. Repentinamente aquel sujeto comenz a resultarme antiptico, pues siexista algn sentimiento del que yo careca en lo absoluto en aquel entonces, era precisamente la confianzaen mi propia persona. Por otra parte, su apreciacin acerca del mural me pareci del todo carente de sentido.Sin andarme con prembulos inquir:

    Es usted alemn?

    S. Vine a la exposicin representando las industrias de un amigo; tuvimos tanto trabajo que aun cuandoresulte penoso confesarlo, apenas ahora he podido recorrer con detenimiento esta magnfica Universidad.

    Aquellas palabras apaciguaron de golpe todos mis temores; hasta esos momentos no haba dejado depreguntarme ante qu clase de ser misterioso me encontraba, pues no poda juzgar como una personanormal a alguien que se extasiaba a tal grado ante la contemplacin de un simple mural; pero ahora el

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    enigma quedaba bruscamente develado, ya que independientemente de la inexplicable fascinacin que alparecer le producan las obras pictricas, el hecho escueto era que se trataba nicamente de un sujetodedicado a convencionales actividades mercantiles. Por otra parte, ni siquiera era el directo propietario de lamercanca cuya venta haba venido a promover en nuestro pas, sino tan slo representaba los superioresintereses de un industrial. Decid que lo mejor era hablarle en el nico lenguaje que de seguro podrainteresar a un comerciante: el del dinero. Procurando no verlo de frente, pues su penetrante miradacontinuaba producindome una extraa turbacin, pregunt con acentuado tono de indiferencia:

    Y qu tal le fue en la exposicin? Se vendi mucho?

    Bien fuera porque mi acompaante no captase el tono de superior indiferencia contenido en mis palabras,

    o bien porque ste no le resultase molesto, el caso es que a mi pregunta respondi con amable acento:

    Las negociaciones que represento concertaron un total de ventas muy superior a las predicciones msoptimistas, pero a causa de la devaluacin monetaria los industriales mexicanos han de haber concluido quelas actuales circunstancias ya no son propicias para esta clase de transacciones. En el transcurso de estamaana se cancelaron aproximadamente las dos terceras partes de las ventas; supongo que en los prximosdas se cancelarn la mayor parte de las restantes.

    Nuevamente qued sumido en el ms completo desconcierto. Si bien ignoraba la clase demaquinaria industrial que aquel sujeto representaba, no era difcil suponer que el precio de la misma fueraelevado, razn por la cual, de seguro haba contado con obtener una considerable ganancia como resultadodel nmero de ventas logradas en favor de las industrias que representaba; inopinadamente, a causa de lainesperada devaluacin, las ventas se cancelaban y con ellas se esfumaba de entre sus manos un dineroque daba ya por suyo. A pesar de ello, aquel absurdo individuo se dedicaba a pasear muy tranquilo,

    permaneciendo embobado frente al primer mural que se cruzaba en su camino. Semejante conducta hacapedazos la convencional y estereotipada imagen que tena forjada en mi mente acerca de todos loscomerciantes.

    El alemn debi reparar en el asombro que me embargaba, pues cambi de inmediato la conversacin:

    Cunteme acerca de usted. Qu estudios cursa?

    Aquello ya estaba mejor. Como es bien sabido, todo lo que atae a nuestra persona constituye siempre untema agradablemente interesante; por otra parte, y al igual que la mayora de los jvenes que se encuentranestudiando el primer ao de una carrera profesional, en esta poca yo padeca una insufrible falta de modestia,proveniente de la segura conviccin de que muy pronto estara en posibilidad de destacarme en el ejercicio demi profesin.

    Estudio Historia en la Facultad de Filosofa afirm, y luego aad pedantemente: estoy seguro depoder descubrir muy pronto nuevos cauces de investigacin histrica. Esta materia ha permanecido estancadamucho tiempo y ya es hora de que alguien venga a ponerla al da.

    Mi acompaante mostr un vivo inters en mis palabras.

    As que estudia usted Historia; me imagino que ha de estar cursando el primer ao. Lo felicito, es una de lasprofesiones ms interesantes.

    Estaba an preguntndome cmo habra logrado adivinar mi interlocutor que yo era apenas estudiante delprimer ao de Historia, cuando ste hizo una extraa aseveracin.

    Yo tambin soy un estudiante de la historia.

    Aun cuando posea un aspecto excepcionalmente fuerte y vigoroso, calcul que la edad del alemn no podaser inferior a los cincuenta aos; as, pues, el que tuviese la desfachatez de autocalificarse como estudiante mepareci del todo absurda, pues para mis estrechas concepciones de entonces, slo los jvenes podan enjusticia denominarse estudiantes. Por un momento estuve tentado a preguntarle, en son de burla, qu haca un

    estudiante de historia como representante de industrias productores de maquinaria; pero en lugar de eso, yutilizando con toda intencin el verbo en tiempo pretrito, me limit a preguntarle:

    En dnde estudi usted Historia?

    Estuve en la Universidad de Tbingen, pero ah no es mucho lo que se puede llegar a saber; ms tardeestudi un poco en un lugar de Asia, y despus, dentro de mis enormes limitaciones, he procurado seguiraprendiendo por mi cuenta.

    Aquello result ser demasiado para m. Cualquiera a quien le interesen las cuestiones histricas sabe muybien que la Universidad de Tbingen, en Alemania, est considerada como una de las mejores del mundo enesta materia; sin embargo, aquel individuo, simple empleado de una negociacin mercantil, no slo pretendahaber estudiado en tan prestigiado centro de estudios, sino que adems se atreva a desdear los

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    conocimientos recibidos en el mismo. Comprend que no poda tratarse sino de un consumado farsante; envista de ello, la mejor conducta a seguir era alejarse cuanto antes de su presencia, incluso para as darleoportunidad de que encontrara a alguien ms ingenuo que tal vez pudiese tragarse sus fantsticas mentiras.

    Con rpido ademn observ mi reloj, a la vez que afirmaba con falso acento:

    Qued de ver a uno de mis maestros a esta hora. Me dio mucho gusto conocerlo, y le deseo que la prximavez les vaya mejor en la venta de sus mquinas.

    El germano sonri levemente, me estrech la diestra con afectuoso ademn y afirm:

    Yo tambin le deseo la mejor de las suertes; ojal llegue usted a ser un gran historiador.

    Me alej rpidamente con rumbo al estacionamiento de los camiones; cuando volv la mirada alcanc a verpor unos instantes la figura del extrao sujeto con quien acababa de conversar, marchando por la planta bajade mi facultad. Hasta en su andar, elstico y marcial, evidenciaba esa gran seguridad en s mismo,caracterstica de su persona, que tanto me haba irritado desde el inicio de nuestra rpida entrevista.

    Tuve la seguridad de que no le volvera a ver nunca ms. Al poco tiempo el recuerdo de este encuentrocomenz a esfumarse de mi mente.

    2 DIFICULTADES EN EL ESTUDIO DE LA HISTORIA

    La crisis motivada por la reciente devaluacin monetaria pareca haber sido superada por la nacin, la cualse reintegraba lentamente a la normalidad.

    Muy pronto todo lo relacionado con tan desagradable acontecimiento comenz a formar parte de un pasadoque senta ya lejano; mis estudios de Historia en la Universidad acaparaban por completo toda mi atencin.

    Durante las maanas permaneca encerrado en la casa donde viva, repasando y profundizando loaprendido en clases; por las tardes acuda a la Ciudad Universitaria, aescuchar con reverente atencin lasexplicaciones de los maestros.

    De los das de mis primeros aos de estudiante universitario guardo recuerdos muy gratos, principalmenteporque durante esta poca llegu a creer que al fin me encontraba marchando con paso firme hacia laconsecucin de la meta que consideraba ms importante en la vida: llegar a poseer una clara visin de losacontecimientos histricos.

    Mi niez y adolescencia se haban caracterizado porque durante ambas estuve siempre dominado porprofundos sentimientos de soledad e incertidumbre respecto de todo lo que me rodeaba, incluyendo la finalidadde mi propia existencia. La prematura muerte de mis padres, ocurrida en un accidente automovilstico cuando

    contaba yo apenas siete aos de edad, me produjo un permanente y profundo sentimiento de vaco yconfusin. Era hijo nico y aparte de mis padres no tena ms familiares que algunos tos lejanos, dos de loscuales, ya grandes y sin hijos, terminaron por adoptarme. Primero fui un nio hurao e introvertido,posteriormente un adolescente engredo y sin amigos, que pretenda ocultar su enorme desconcierto interiorcon aires de suficiencia externos.

    Durante toda esa poca gris y oscura tuve tan slo un seguro refugio en contra de la ingrata realidad que merodeaba: la lectura; primero la de simples cuentos infantiles, ms tarde la de narraciones histricas. Micreciente inters por estas ltimas fue lo que habra de llevarme, con el correr del tiempo, a seguir la carrera dehistoriador.

    He mencionado ya el hecho de que, al ingresar a la Universidad, se inici para m una etapa durante la cualpredomin la ilusin de haber encontrado un seguro camino para la obtencin de conocimientos en materia deHistoria: memoric una cantidad considerable de datos acerca de los ms diversos acontecimientos delpasado, y estudi una larga serie de teoras de diferentes autores, tendientes todas ellas a proporcionar una

    explicacin del porqu de dichos acontecimientos.

    El estudio de las teoras que pretenden explicar el sentido de los hechos histricos, termin por producirmeserias dudas respecto a la autenticidad y validez de los conocimientos que estaba adquiriendo, pues meencontr con que todas estas teoras no slo eran del todo diferentes entre s, sino incluso contradictorias. Enesta forma, en lugar de que su estudio me ayudase a resolver dudas y despejar incgnitas, termin porproducirme una total confusin y un enorme desconcierto.

    Cmo saber cuales eran las teoras verdaderas y cules las falsas? Esta era la pregunta que de continuome formulaba cada vez que trataba de desentraar el significado de un hecho histrico cualquiera. Termin pordudar de todas las teoras, considerndolas igualmente falsas, con lo que prcticamente estaba negando laposibilidad del conocimiento histrico.

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    Sin sentir ya ninguna clase de entusiasmo por mi carrera, inici los estudios correspondientes al cuarto ao,con miras a obtener la maestra en Historia. Durante ese ao, con intervalo de meses, murieron los dos tosque me adoptaron desde pequeo y en cuya casa viva; considerando sta demasiado grande para m solo, memud a un pequeo departamento por el rumbo de la colonia Roma. La soledad y el desconcierto, antiguos yconocidos compaeros, retornaron de nuevo poderosamente acrecentados.

    Guiado por el propsito de encontrar las causas del problema al que me enfrentaba, comenc a frecuentarestudiantes de otras carreras que estuvieran tambin por concluir sus estudios.

    Pronto pude comprobar que una gran parte de estos estudiantes atravesaban una crisis parecida a la ma,motivada por la inseguridad en sus propios conocimientos.

    Los estudiantes de Medicina, que al iniciar su carrera estaban seguros de poder llegar a descubrir el misteriodel cncer y a sanar cualquier enfermedad, se encontraban al trmino de sus estudios, confundidos y perplejospor la tremenda complejidad del organismo humano, as como por la variedad de reacciones que un mismotratamiento puede producir en diferentes personas.

    Los estudiantes de Derecho, que al comenzar sus estudios estaban seguros de poder resolver muy prontocualquier embrollo judicial, al finalizar su carrera mantenan una actitud de asombro frente a la multiplicidad deenfoques, caminos y soluciones que puede darse ante un problema jurdico de tan slo regular importancia.Asimismo, eran presa del temor ante la enorme dificultad que les representaba el tratar de abrirse paso en unmedio de cerrada competencia, que termina por arrojar a la mayora de los abogados a los mediosburocrticos, donde casi no existen posibilidades de progreso.

    Las perspectivas no eran mucho mejores en lo que respecta a los estudiantes de otras profesiones.

    Conclu que, o bien todo esto era una circunstancia pasajera, natural en una poca determinada de la vida

    de todo profesionista, o la forma de impartir la instruccin universitaria estaba psimamente planeada, o ambascosas a la vez.

    La noche en que present el ltimo examen de la carrera me sent presa de los sentimientos msdismbolos. Acudan a mi memoria recuerdos de diversos acontecimientos durante mis aos de estudianteuniversitario, poca que de hecho llegaba a su trmino en aquellos momentos.

    Caminando lentamente me dirig hacia la salida del edificio de Humanidades; durante el trayecto miimaginacin pareca reproducir como proviniendo de un lejano eco una sola palabra:

    "Achtung!, achtung!"3

    En rpida visin lleg el recuerdo de mi entrada en aquel mismo edificio cuatro aos antes, el primer da declases, cuando escuch por vez primera aquellas mismas palabras pronunciadas al travs de los altavoces dela exposicin alemana.

    En qu momento haba yo dejado de tomar en cuenta el profundo significado de esa palabra?

    3 UNA CELEBRACIN ACCIDENTADA

    Al salir del edificio de Humanidades estuve an un largo rato contemplando el familiar panorama que merodeaba.

    Durante el camino de regreso a mi departamento continuaron asaltndome los ms variados recuerdos; deentre stos, uno de ellos termin por predominar: se refera a un acontecimiento intrascendente, ocurrido el daen que present el primer examen en la Universidad.

    Me vi a m mismo en una mesa del caf de Filosofa y Letras, comentando animadamente acerca delexamen con un numeroso grupo de amigos y compaeros; uno de ellos logr hacerse or y exclam:

    Vamos a formular en esta ocasin una solemne promesa: la de que el da que presentemos el ltimoexamen de nuestra carrera, vayamos todos los aqu presentes a festejar ese magnfico acontecimiento,cenando juntos en el mejor restaurante de Mxico.

    Todos habamos aceptado de buen grado la proposicin, comprometindonos a realizar dicha cena el da denuestro ltimo examen.

    No pude menos que sentir tristeza al recordar el anterior suceso, pues salvo mi propio caso, ningn otro delos integrantes del grupo de amigos que formulara la mencionada promesa haba llegado al final de susestudios;unos por una causa, otros por otra, todos haban abandonado en algn momento la prosecucin de

    3Atencin!, atencin!

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    su carrera.

    "Muy bien pens para mis adentros al menos nadie podr decir que yo no cumpl con la palabraempeada, pues aunque sea solo, o ms bien dicho, en representacin de las esperanzas que todos habamospuesto en nuestra carrera, y que hoy han ya desaparecido, ir a cenar esta noche al mejor restaurante de laciudad de Mxico".

    Ya en el departamento, mientras proceda a cambiarme de ropa, trat de dilucidar cul sera el mejorrestaurante de la ciudad, pues yo no era ningn especialista en la materia.

    Haca poco tiempo se haba estrenado un restaurante denominado Mauna Loa, del que se escuchaban

    elogiosos comentarios, tanto por su decoracin interior, como por la comida que ah se serva, la cual segnse deca era preparada por un cocinero chino trado expresamente de Hong Kong.

    Como la distancia existente entre el restaurante y el departamento en donde habitaba no era muy grande, larecorr a pie. Al penetrar en el local me llam la atencin su decorado en estilo polinesio; por en medio decanales de agua corriente nadaban elegantes cisnes y garzas de largas patas.

    Un solcito mesero se adelant para atenderme. En su compaa me diriga ya hacia una mesa desocupada,cuando con sorpresa escuch que alguien me llamaba por mi nombre; volv la vista y reconoc a Enrique, unantiguo compaero de estudios que, segn recordaba, haba dejado la carrera de Historia e iniciado la deDerecho.

    Nos saludamos con gran efusin. Mi antiguo compaero insisti en que lo acompaase a su mesa; en stase encontraba sentado un individuo ya de edad avanzada, cuya mal vestida figura desentonaba en aquel lugar;sus gestos y palabras revelaban una persona tmida en exceso.

    Enrique me present en trminos muy elogiosos que parecieron impresionar a su acompaante; sintindomeun poco apenado procur desviar la conversacin.

    Y bien, compaero pregunt. Qu has hecho en estos ltimos aos? Segn recuerdo, despus deabandonar la Historia entraste a estudiar Leyes; pero hace mucho tiempo que tampoco te he visto por esaFacultad.

    Mi amigo ri estruendosamente, aun cuando yo no pude comprender dnde estaba la gracia en la preguntaque le haba formulado.

    No te vayas a enojar contest, pero yo llegu muy pronto a la conclusin de que slo los tontos van ala Universidad. Por mi parte nicamente termin el primer ao de la carrera de Leyes; sin embargo,actualmente tengo una chamba que envidiaran muchos abogados recibidos, los cuales por cierto me llaman"licenciado" cuando tratan conmigo.

    Caray, te felicito repuse. Siempre te consider un tipo listo, Y en dnde trabajas?Me dio el nombre de una Secretara de Estado, la cual yo conoca de su existencia nicamente por haber

    visto el edificio donde estaba ubicada.

    Y cmo lograste obtener ah un buen puesto sin estar recibido? pregunt a continuacin.

    Me lo consigui un to mo que es alto funcionario en la Secretara, y que adems va a llegar muy lejos.Ese es el "hit" en la vida: tener las "palancas" adecuadas y saber usarlas; todo lo dems es jugarle al "to lolo".

    Continuamos charlando mientras nos servan "martinis secos" que era lo que ellos estaban tomando cuandollegu; la conversacin deriv hacia recuerdos estudiantiles. El acompaante de Enrique permanecaprcticamente en silencio, y slo hablaba cuando ste se diriga a l para preguntarle algo y al contestartrataba a Enrique con un respeto que me pareca exagerado, llamndolo siempre "licenciado".

    Mi costumbre de ingerir bebidas alcohlicas era muy poca. Al tercer "martini" empec a sentir una profundaalegra de estar en tan agradable compaa, e incluso interiormente me preguntaba por qu haba sido tan

    tonto de haber estado atormentndome todo ese ao por el simple hecho de comprender que no saba nada deHistoria; despus de todo, nadie saba nada al respecto, y eso era algo que tena a todo el mundo muy sincuidado.

    No deseando que los efectos del alcohol pudiesen hacerme quedar en ridculo ante mi amigo, insist en dejarde beber y en ordenar la cena. El acompaante de Enrique se excus de no poder quedarse con nosotros,alegando tener un familiar enfermo. Cuando aquel individuo se retir, Enrique se expres acerca de l diciendoque era un "pobre tonto".

    Imagnate concluy. Es la persona que sabe ms del tipo de trabajo que realizamos en elDepartamento de que yo soy jefe; lleva ya ms de quince aos ah, pero cuando yo entr ganaba menos de milpesos mensuales.

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    Y t le conseguiste un aumento de sueldo? pregunt, creyendo adivinar la causa de la sumisinmanifestada por aquel sujeto ante mi amigo.

    Enrique volvi nuevamente a rer con grandes carcajadas, por lo que llegu a la conclusin de que aquellanoche deba yo estar diciendo cosas muy graciosas sin darme cuenta.

    Sigues siendo el tipo ms "vaciado" del mundo coment. Decididamente has de tener tu casa enalguna nubecita.

    En esos momentos un individuo vio a Enrique y se acerc para saludarlo; ste se levant y en forma ms biendesdeosa contest el saludo. El recin llegado expres que le produca una gran satisfaccin el haber

    encontrado a mi amigo, y a continuacin procedi a preguntarle acerca del estado de un determinado asunto,del cual Enrique le inform que lo tratara "en su prximo acuerdo con el seor director". Se despidi denosotros en medio de frases extremadamente corteses, pero yo me qued con la impresin no slo de queaquel sujeto finga, sino de que inclusosenta cierto desprecio hacia Enrique.

    Orden para la cena un pescado de la "dinasta Ming", platillo que, segn me haban dicho, constitua una delas especialidades de aquel lugar y era preparado en tal forma que resultaba un verdadero manjar; sinembargo, como durante la cena continuamos bebiendo, pues mi amigo pidi una botella de vino blanco, ca enun estado de aturdimiento que me impidi determinar con precisin el sabor de la comida. Al terminar la cenaingerimos todava dos copas de coac cada uno.

    No has visto la variedad de La Fuente?me pregunt Enr ique.

    No repuse, y luego aad, con objeto de no confesar que jams haba estado en ese lugar. No he

    estado ah ltimamente.

    Pues tienen ahorita unas "nias de espanto", especialmente unas "gringas" que adems hasta cantan,claro que ni quien las oiga. No puedes dejar de conocerlas, as que te invito y nos vamos en este momento.

    Acepto tu proposicin, nada ms que en ese caso me vas a permitir que yo pague la cuenta de la cena.

    De ninguna manera protest Enrique: yo fui el que te vio, y quien te invit a que nos acompaaras.

    Los dos llamamos al mesero para pedirle la cuenta e indicarle que no permitiese que el otro pagase, pero elmesero nos inform que la cuenta ya haba sido cubierta; y al preguntarle intrigados quin lo haba hecho, nosseal a una persona sentada con otras en una mesa bastante alejada de la nuestra; se trataba del individuoque se acercara momentos antes a nuestra mesa a saludar a Enrique.

    Bueno, pues en ese caso "ahuecamos el ala" dijo mi amigo.

    Al levantarme me sent completamente mareado y me di cuenta de que mis movimientos eran muy torpes.Antes de salir pasamos a agradecer al individuo mencionado aquella inesperada y costosa atencin.

    Cuando llegamos a La Fuente, nos informaron que no podramos quedarnos, pues el lugar estabatotalmente lleno; sin embargo, Enrique pidi hablar con el capitn de meseros, le mostr la credencial de sutrabajo, le explic que yo era un alto funcionario del gobierno de la Repblica de Bolivia y que l estabaencargado por el gobierno mexicano de ensearme la vida nocturna de la ciudad; finalmente, complet todasestas no muy convincentes mentiras con un billete de $50.00.

    El capitn de meseros orden colocar una pequea mesa extra para nosotros, en un lugar cercano alescenario; despus de eso mi amigo orden una botella de whisky de un nombre raro.

    Enrique expres, francamente me tienes impresionado, ests hecho todo un hombre de mundo; sinembargo, hay una cuestin que me intriga: segn parece, tienes mucho dinero y te das la gran vida, as que meimagino que te sacaste la lotera o debes tener un "sueldazo".

    Por tercera ocasin en aquella noche, mi acompaante ri estruendosamente de mis palabras.

    "Un sueldazo?" Bah! Lo que me pagan no me sirve ni para las propinas de mis parrandas.

    Entonces? pregunt cada vez ms extraado.

    Bien, amiguito; creo que voy a tener que abrirte un poco los ojos, porque por lo que veo seguramentetodava crees en los Santos Reyes. En el gobierno, al igual que en cualquier otra parte, los hombres se dividenen dos: los estpidos y los inteligentes. Recuerdas al '"tipo" con el que me encontraste?

    S respond.

    Pues bien, l perteneci durante muchsimo tiempo al bando de los estpidos, hasta que l legu yo y le di"chance" de ingresar al de los inteligentes.

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    Debo ser muy tonto confes, pero fjate que no entiendo nada. Qu es lo que hacen los inteligentesa los que te refieres?

    Muy sencillo contest, sabemos aprovechar las oportunidades para efectuar desde nuestros puestosciertos "negocillos" que nos dejen algunos "centavos".

    La bruma que envolva mi cerebro como resultado del alcohol ingerido pareci despejarse por completodurante un breve instante. Ello fue suficiente para que sbitamente comprendiese todo lo ocurrido aquellanoche, desde la extraa gentileza de la persona que nos pag la cuenta de la cena, hasta la displicenteindiferencia que mi compaero pareca sentir por el dinero.

    Una clera incontenible me domin; haba estado tratando a Enrique como si fuese mi mejor amigo,sintiendo incluso hasta respeto y admiracin hacia l, y resultaba que no era sino un corrompido y despreciablefuncionario de segunda categora.

    De manera le dije que util izas un puesto pblico para lucrar con l.

    Bueno, si quieres llamarlo en esa forma respondi, mientras haca una mueca cnica que queraconfigurar unasonrisa.

    No se me ocurren palabras ms adecuadas. Lo que s puedo decirte, es que a lo largo de la historia losindividuos que actan como t son siempre considerados por todos como lo ms vil y despreciable a quepuede llegar un ser humano, en cuya comparacin el peor de los bandoleros es infinitamente superior, pues almenos arriesga su vida y su libertad; en cambio t te escondes tras las "faldas" de la autoridad para robarimpunemente.

    Mientras yo hablaba el rostro de Enrique fue cambiando y, a pesar de la penumbra del ambiente, alcanc aver sus facciones contradas y su tez ceniza a causa de la clera.

    Si crees que voy a permitir a un idiota como t hablarme as, ests muy equivocado afirm.

    No slo hablo como me da la gana repuse, sino que adems voy a romperte la cara ahora mismo, ymaana pienso denunciarte a autoridades.

    Vaya, vaya! La ratita de biblioteca ha resultado muy patriota y honradita. Bueno, pues no s qu pruebasvas a poder presentar, en cambio yo podra acusarte de difamacin ; y en cuanto a eso de romperme la cara,vamos a salir de aqu para ver si peleas tanto como hablas. Deja tan slo que pague las "cucharadas" que tetomaste. Esto se saca uno por salir de parranda con "escuinclitos"!

    Ni creas que vas a pagar esta cuenta con el dinero que le robas al pas! repuse cada vez msindignado.

    A continuacin iniciamos la segunda discusin de aquella noche, con motivo de querer los dos pagar lacuenta.

    El capitn de meseros, percatndose de la situacin, actu salomnicamente y nos entreg cuentasseparadas. Cuando salamos nos dijo con muy buen sentido del humor:

    Espero que este incidente no vaya a provocar una guerra con Bolivia.

    Enrique le dirigi una mirada de furia pero no dijo nada. En ese momento se iniciaba la variedad, y en mediodel estruendo de la msica abandonamos aquel lugar.

    Caminamos hacia una calle cercana, en la que por haber un poco menos de luz consideramos sera un lugaradecuado para pelearnos.

    Enrique opin que deberamos quitarnos los sacos antes de empezar a reir, e inici el ademn parahacerlo. Consider aquella una medida acertada y comenc a imitarlo, cuando de improviso mi acompaantesolt un fuerte puetazo que me dio de lleno en el estmago, cogindome del todo desprevenido.

    La fuerza del impacto me oblig a doblarme. En ese instante me estremeci un rodillazo propinado en plenorostro. Ca al suelo, haciendo esfuerzos desesperados por tratar de incorporarme y por lograr respirar, pues elprimer golpe me haba dejado sin aire y tena la desesperante sensacin de que mis pulmones estaban a puntode estallar.

    Furiosas patadas de mi contrincante sacudan mi cuerpo. En medio de agudos dolores me llev las manos ala cara, al tiempo que una espesa tiniebla me envolva, hacindome perder todo conocimiento.

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    Captulo Segundo

    EN LA CIUDAD DE MONTE ALBAN

    A) UN REENCUENTRO DECISIVO1 LA CIUDADOBSERVATORIO-RECEPTORIO

    Ignoro si habr permanecido inconsciente mucho tiempo o tan slo unos breves instantes; cuando recuperel conocimiento Enrique haba desaparecido. La calle estaba solitaria y silenciosa.

    Trat de levantarme, pero me result imposible a causa del dolor que senta en diferentes partes del cuerpo.Gran parte de la ropa estaba manchada de sangre que continuaba brotando abundantemente de la nariz y dela boca.

    Me arrastr con dificultad hasta la pared ms prxima; lentamente fui incorporndome, utilizando comoapoyo las rejas de una puerta; despus comenc a caminar en medio de agudas sensaciones de dolor.

    Llegu a la avenida de los Insurgentes y detuve un coche de alquiler. Al ver mi estado, el chofer me preguntsi deseaba ser conducido a la Cruz Roja. Procur tranquilizarlo afirmando repetidamente que mis heridas eranslo superficiales y no constituan ningn peligro de gravedad. Termin consintiendo en llevarme a la direccindonde estaba ubicado mi departamento.

    El ascenso de la escalera constituy un nuevo tormento:a cada paso el dolor aumentaba, tena las piernas casiparalizadas y me resultaba difcil lograr mantenerme de pie.

    Penetr al cuarto de bao con objeto de buscar en el botiqun un poco de ungento y algn analgsico; deimproviso mi vista choc con la imagen reflejada en el espejo; retroced sorprendido ante aquella figura que meresultaba del todo extraa.

    En la luminosidad del espejo estaba reflejado un rostro de facciones desfiguradas, una mueca de dolor y deodio le daban una expresin de angustia y malignidad conjugadas en extrao contraste. Los ojos, hundidos enmedio de una nariz y unos pmulos inflamados, estaban enrojecidos y cargados de miradas vengativas. Laropa, sucia y ensangrentada, pareca ser un complemento adecuado para aquella horrible figura.

    Haciendo un ltimo esfuerzo logr despojarme de la ropa y tenderme en la cama. Entre vrtigos y agudosdolores pas las horas que faltaban de aquella noche; a pequeos intervalos lograba conciliar el sueo, peroera slo para caer presa de horribles pesadillas. Un creciente sentimiento de furiosa venganza se habaapoderado de m; la idea de lograr desquitarme de Enrique a cualquier precio constitua en esos momentos lanica perspectiva cuya meditacin me produca un insano agrado.

    Cuando a la maana siguiente o los pasos de la persona encargada del aseo del departamento una mujerparlanchina y de muy buen carcter sent una emocin parecida a la de un nufrago al ver llegar a sussalvadores. Tras de llamarla a grandes voces desde la recmara me haba percatado de que ya casi no podamoverme le ped se comunicase por telfono con un buen amigo mo que estaba por concluir sus estudios deMedicina.Tras de examinarme detenidamente, el futuro doctor concluy que no tena fracturas de hueso, pero s algunosligamentos rotos, razn por la cual lo ms aconsejable era trasladarme a un sanatorio donde pudieranatenderme adecuadamente.

    Los das que permanec inactivo restablecindome de la feroz golpiza, primero en un sanatorio yposteriormente en mi departamento, los dediqu a reflexionar y a tratar de sacar alguna leccin de aquellaexperiencia. Mis intenciones de vengarme de Enrique, producto de la clera del primer momento,desaparecieron en cuanto comprend que en buena parte yo haba sido el culpable de lo ocurrido.

    Una vez recuperada la salud, al menos en lo que hace a la parte puramente fsica, decid llevar al cabo un

    viaje de descanso, tanto para terminar de restablecerme como para distraer la atencin del problema que meatenaceaba, y que no era otro sino el de no saber hacia dnde dirigir mi propia existencia.

    Haca mucho que vena posponiendo el proyecto de visitar la ciudad de Oaxaca y sus alrededores, asientode importantes civilizaciones prehispnicas. Decid llegado el momento de cumplir con este antiguo deseo.

    Al contemplar el imponente paisaje perd el aliento durante varios segundos. Ante m se extendan, con todasu indescriptible majestuosidad, las ruinas de la antiqusima y misteriosa ciudad de Monte Albn.

    Un simple vistazo a la gran plaza de la ciudad, me bast para comprender que las extraordinariascaractersticas de sus construcciones no son captadas por las cmaras, pues ninguna de las fotografas quehaba tenido oportunidad de contemplar, alcanzaba ni remotamente a revelar la serena grandeza quecaracteriza a ese imponente lugar.

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    Fascinado comenc a recorrer los monumentales edificios de piedra. Las amplias escalinatas y los enormesespacios vacos, todo el conjunto revelaba una simetra increble, misma que poda ser apreciada sinnecesidad de poseer mayores conocimientos sobre historia o arqueologa. La armona y unidad del conjuntohaca evidente el tremendo esfuerzo de sus constructores por lograr un propsito determinado, todo parecahaber sido realizado conforme a un plan que no dejaba nada al capricho o a la casualidad.

    Un edificio situado al norte de la plaza llam mi atencin por su aspecto acentuadamente antiguo. A laentrada del mismo podan verse piedras de regular tamao, grabadas en bajorrelieve, y que al instantereconoc como los famosos grabados conocidos popularmente con el nombre de "danzantes", los cualesconstituyen uno de los grandes enigmas de Monte Albn, pues ningn historiador ha sabido explicar

    satisfactoriamente qu es lo que tratan de representar las figuras contenidas en estos bajorrelieves.

    Primero por simple curiosidad, pero luego con un profundo inters, fui examinando uno a uno aquellosextraos grabados; al hacerlo comenc a sentir una especie de rabia impotente, cada una de las figuraspareca burlarse de mi total incapacidad para descifrar el mensaje del pasado contenido en ellas; a duraspenas contuve el impulso de golpearlas con los puos desnudos.

    Muy buenos das.

    Sin saber an si este breve saludo iba dirigido a m persona di la media vuelta; al hacerlo me encontr frentea un sujeto con trazas de extranjero que sonrea amablemente. Tanto su elevada estatura y recia musculatura,como sus firmes facciones, revelaban en l una energa fuera de lo comn.

    Buenos das contest un tanto perplejo ante aquella inesperada aparicin.

    Al parecer ya no me recuerda afirm el recin llegado. Nos encontramos hace algunos aos en laUniversidad de la ciudad de Mxico; usted iniciaba la carrera de Historia y estaba seguro de que revolucionara

    muy pronto lo concerniente a esta materia. Me imagino que quizs para estas fechas ya habr realizado partede estos propsitos.

    Repentinamente record el breve encuentro sostenido con aquella misma persona cuatro aos atrs; setrataba del extrao alemn a quien descubriera absorto en la contemplacin de un mural en CiudadUniversitaria.

    Por supuesto que lo recuerdo -afirm mientras rpidamente trataba de hacer memoria acerca de labreve conversacin sostenida entre ambos en aquella ocasin. Usted estaba en Mxico trabajando enasuntos relacionados con la exposicin industrial alemana. Qu ya no regres despus a Europa?

    Formul aquella pregunta no tanto porque me interesase mayormente conocer la respuesta, sino ms biencon el deliberado propsito de desviar la conversacin hacia la persona del recin llegado y as no tener quedar explicaciones acerca de mis propias actividades. Comenzaba a recordar con toda claridad la presuntuosaactitud de que haba yo hecho gala en nuestro anterior encuentro y no deseaba de ninguna manera reconocer

    ante aquel desconocido el sentimiento de fracaso que me embargaba.

    En aquel entonces regres a Alemania, pero llevaba ya el propsito de volver a Mxico en cuanto mefuera posible. Llevo ya casi dos aos de estar aqu y apenas comienzo a conocer un poco de este maravillosopas.

    Mientras hablaba poda leerse en su rostro un sincero entusiasmo, su personalidad era atrayente ysimptica, no poda yo comprender el porqu en nuestra primera entrevista me haba resultado tan antiptico.

    Es la primera vez que viene usted a Monte Albn? inquir.

    Llevo tres meses en la ciudad de Oaxaca; as que he venido con mucha frecuencia, casi a diario, yusted?

    Esta es apenas mi primera visita. Y qu le ha parecido esto? seal con un ademn hacia las cercanas piedras conteniendo a los

    "danzantes", a la vez que avanzaba hasta quedar junto a una de estasfiguras.

    Pues desde luego son muy interesantes repuse sin mucha conviccin y tan slo por decir algo.

    Con suma delicadeza las manos del alemn recorrieron las lneas en bajorrelieve que formaban elenigmtico grabado junto al cual se encontraba. Observ con asombro que mientras sus manos palpabansuavemente las lneas trazadas en la piedra, todo en l revelaba una actitud casi reverente hacia el objeto desu atencin. Pareca un joyero examinando una gema de singular valor o un experto en obras de arte valuandouna pieza de museo. Repentinamente, sin que mediara explicacin racional alguna para ello, llegu a laconclusin de que aquel hombre posea el secreto encerrado en las milenarias imgenes de piedra, presentque en alguna forma inexplicable haba logrado que stas le revelasen todos sus ocultos significados.

    Sin poder contenerme exclam:

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    Usted sabe qu eran estos grabados?

    El alemn se sonri enigmticamente y en lugar de contestar a la anterior pregunta formul a su vez unainterrogacin:

    Qu eran cundo?

    Pues, antes.

    Antes de qu?

    Antes de ahora.

    Antes de ahora? Slo eran unas piedras grabadas que yacan ocultas en medio de unas ruinas.

    No, no; antes, mucho antes. Mi acompaante volvi a sonrer y en seguida aadi:

    No es que no desee contestar su pregunta; tan slo quiero hacerle ver que generalmente damos alpasado un sentido esttico.

    No le entiendo repuse.

    Es muy sencillo; usted deseara saber cul fue "antes" la funcin de esos grabados, pero resulta que aligual que la historia de esta ciudad, la de los grabados es mucho ms antigua y mucho ms variada de lo quecomnmente se cree. Hubo un tiempo en que estos grabados constituan prcticamente el motivo central, larazn de ser de esta ciudad. Sin embargo, lleg el da en que, por el contrario, tenan tan poca importancia quefueron empleados como simple material de construccin para levantar nuevas edificaciones en este mismolugar. Como usted ve, su pregunta de lo que eran "antes" estos grabados, implicara una larga serie derespuestas, pues estos grabados han tenido ya muchos "antes".

    El alemn hizo una pausa a la vez que me contemplaba con profunda e inquisitiva mirada, como si desearamedir con anticipacin el efecto de lo que iba a decir. A continuacin pregunt:

    Sabe usted cul fue el propsito que se tuvo al "rebanar" y nivelar la montaa sobre la cual nosencontramos?

    Pues precisamente eso se hizo para as poder construir encima esta ciudad repuse.

    Eso ocurri mucho despus; en un principio esto no fue un centro religioso.

    Entonces qu fue? pregunt intrigado. Tan slo un observatorio astronmico?

    Exactamente todo lo contrario a un observatorio, un "receptorio".

    Un qu? exclam en el colmo del asombro.

    Un "receptorio de fuerzas csmicas" respondi mi interlocutor con toda calma, como quien afirma lacosa ms natural del mundo.

    Antes de que lograra yo formular alguna pregunta tendiente a tratar de poner en claro una aseveracin tanconfusa como lo era la enunciada por aquel singular personaje, ste afirm:

    Lamento mucho tener que retirarme, pero estoy estudiando una tumba cercana; desde luego, si a usted leinteresan estas cuestiones, me agradara mucho volver a platicar con usted.

    Dnde podra localizarlo? pregunt.

    El alemn anot en un papel un nombre y una direccin en la ciudad de Oaxaca, as como las horas en queresultara fcil localizarlo. Despus de esto se despidi afablemente.

    Le vi alejarse caminando por entre las imponentes construcciones; sus pasos firmes y precisos hacanpensar de inmediato en la marcha de un soldado. Evidenciaba en su andar una gran energa y seguridad en smismo; record que precisamente esta ltima caracterstica era la que en nuestro anterior encuentro motivque aquel sujeto me resultase antiptico, pero ahora esta cualidad ya no despertaba en m la envidia sino elrespeto.

    Cuando el alemn se perdi de vista me encamin hacia uno de los costados de la enorme plaza en buscade algn lugar bajo la sombra donde sentarme, pues el sol comenzaba a hacer sentir sus efectos. Una vez queencontr un sitio apropiado y mientras ante mi vista se extenda el maravilloso espectculo de Monte Albn,comenc a reflexionar sobre mi reciente e inesperado encuentro con aquel extrao personaje.

    Al revs de la ocasin anterior, en sta me negaba de plano a juzgarlo un simple farsante o un enajenado.Aun cuando en resumidas cuentas sus incomprensibles afirmaciones no me haban venido a resolver ningunaduda, presenta con una certeza cada vez mayor que aquel individuo posea precisamente los conocimientos ylas claves para descifrar correctamente el pasado, que yo tanto anhelaba. Conclu que si el sistemaconvencional para tratar de llegar a conocer la Historia haba terminado para m en un rotundo fracaso; noperdera nada intentando probar al travs de un nuevo camino. Decid, por tanto, visitarlo esa misma tarde yplantearle con toda sinceridad el problema en que me encontraba.

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    La direccin corresponda a una casa de huspedes ubicada casi en las afueras de la ciudad de Oaxaca; enla entrada, una mujer bajita, morena y regordeta, trapeaba descalza un largo corredor. Al escuchar mi preguntame inform que efectivamente se hospedaba en ese lugar la persona a quien buscaba.

    La mujer se introdujo en la casa en busca del alemn, el cual apareci al poco rato; portaba una pipa que alinstante llam mi atencin, estaba tallada en marfil y semejaba con gran realismo una cabeza de dragn. Ajuzgar por su acentuado color amarillento, se trataba de un objeto de gran antigedad.

    El alemn me invit a pasar a su habitacin, una amplia estancia llena de luz. No haba en ella nada querevelase la personalidad de su ocupante, con excepcin quizs de una mesa sobre la que se agrupaban varios

    libros y documentos.

    Y bien, qu le pareci Monte Albn? pregunt el alemn.

    En lugar de dar respuesta a su pregunta decid ir directamente al grano. Tras de informarle que deseaba meaconsejase acerca de un problema personal, proced a narrarle en la forma ms breve posible la situacin defrustracin y desconcierto en que me encontraba como resultado de no haber podido hallar una segura va deacceso al conocimiento histrico.

    Mientras yo hablaba, el alemn permaneci observndome en silencio, fumando su extraa pipa oriental. Sumirada era penetrante sin ser inquisitiva; todo en l reflejaba en aquellos momentos una actitud de bondadosacomprensin Cuando conclu, afirm con amable acento:

    Crame que puedo decir que lo comprendo; durante muchos aos atraves por problemas idnticos a lossuyos. Cuando nos encontramos por vez primera le dije que yo slo era un estudiante de la Historia; sinembargo, a causa de ser ms viejo, quizs posea ya un poco ms de conocimientos que usted en estamateria. Si le interesa lo poco que puedo ensearle, lo har con mucho gusto.

    Se lo agradecera muchsimo exclam conmovido ante la sincera modestia contenida en aquellaspalabras.

    Hay algo que me gustara advertirle desde ahora afirm el alemn. El aprendizaje de la Historiaconstituye una labor extremadamente ardua y laboriosa, en la cual slo se comienzan a obtener resultadosdespus de largos aos de continuos esfuerzos. Usted es an muy joven y todava est en posibilidad dededicarse a cualquier otra actividad ms fcil y mejor remunerada. Le aconsejo, por tanto, reflexionar un tiempoacerca de si verdaderamente est tan interesado en aprender Historia como supone actualmente.

    No obstante que yo aduje que no necesitaba meditar ni un segundo ms sobre esta cuestin, pues desdehaca aos tena la certeza absoluta de que ninguna otra actividad poda superar mi inters por la investigacinhistrica, el alemn insisti en que antes de tomar cualquier determinacin deba replantearme mis propsitos yprocurar analizar bajo un nuevo enfoque el por qu de stos, para llegar a una conclusin ms clara respecto alo que pretenda tratar de alcanzar a lo largo de la existencia.

    Tras de proporcionarme su direccin en la ciudad de Mxico, concluy:

    Lo espero ah el prximo 2 de enero a las 7 de la tarde. Faltan tan slo unas cuantas semanas para esafecha, pero si las aprovecha podr reflexionar acerca de lo que realmente desea usted ser en la vida.

    Despus de pronunciar estas palabras se puso de pie, indicando as que daba por terminada nuestraentrevista.

    Me desped de l y march de regreso al hotel. La reciente conversacin sostenida con aquel extrao sujetohaba servido para afianzar los crecientes sentimientos de respeto y confianza que su personalidad medespertaba. Si sus conocimientos estaban a la altura de la integridad y honestidad que pona de manifiesto entodas sus palabras, deba tratarse de un verdadero sabio. Comenc a desear que el tiempo transcurriese velozy que pronto llegase la fecha sealada para el prximo encuentro.

    En algn lugar cercano una marimba interpretaba con suave acento una meloda. Me dorm sintiendo unalegre optimismo respecto al futuro.

    2 APRENDIENDO A ESTUDIARa) Observacin, concentracin y meditacin

    Me detuve frente a la casa marcada con la direccin que buscaba; se trataba de una de esas casas tpicasdel Coyoacn del siglo XIX. Estaba pintada con vivos colores azul y blanco, la puerta de madera se vea ya unpoco carcomida por el paso del tiempo.

    La sirvienta, una mujer prxima a la ancianidad, me introdujo hasta la sala indicndome que en seguidaavisara de mi presencia.

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    Tom asiento y observ con curiosidad el aposento. En las paredes y en los pisos abundaba el mosaico detalavera, los muebles eran de madera bellamente labrada, pero sin perder cierto aspecto de exageracin en elpeso y dimensiones; las lmparas eran de vidrio soplado y en los numerosos libreros se acumulaba una grancantidad de libros.

    El regreso de la sirvienta interrumpi mis observaciones.

    Dice el sior que orita viene. Tras decir esto pregunt en tono confidencial:

    Conoce usted al coronel desde hace mucho?

    No repuse; y en seguida aad vivamente interesado. No saba que fuese militar.

    Tal vez ya no lo sea, pero lo fue expres con gran conviccin mi interlocutora, que al parecer era la marde comunicativa, pues en seguida afirm: Tiene un cuadernote bien lleno de fotos, yo lo vi un da porcasualidad; en varias est retraitado de militar; un to mo fue coronel pero lo mataron en la revolucin.Tambin tiene muchas fotos de hartos lugares raros, ha viajado mucho.

    Bueno, pero cmo supo usted exactamente que fue coronel? pregunt.

    Ah!, pos l mismo lo reconoci un da cuando le platiqu de mi to, aunqui dijo que a l la milicia no leagrada; se ve ms bien hombre de estudios.

    Despus de decir aquellas palabras la mujer afirm tener mucho trabajo y desapareci caminandolentamente. Reflexionando sobre lo que acababa de enterarme, conclu que no caba la menor duda de queaquel alemn deba haber sido militar; todos sus ademanes posean un inconfundible aire marcial; sinembargo, resultaba tambin evidente que salvo su apariencia exterior, ni su personalidad ni sus aficiones

    correspondan en lo ms mnimo a lo que era de esperar en un militar ordinario, o al menos esa era miimpresin a resultas de nuestros encuentros anteriores.

    Escuch unos pasos firmes y acompasados; instantes despus la recia figura del alemn de quien ahoraconoca un antecedente hizo su aparicin. Con el propsito de contemplar la reaccin que producira enaquel sujeto el saber que estaba yo al tanto de sus antecedentes militares, exclam con fingida naturalidad.

    Muy buenas tardes, coronel; tiene usted muy bonita casa.

    Sin manifestar sntoma alguno de sorpresa, el aludidorespondi amablemente:

    No es de mi propiedad, la alquil ya amueblada; slo son mos parte de estos libros. La casa me gustpor estar decorada exclusivamente con objetos mexicanos; son ustedes un pueblo de artistas y logranexpresar su propia personalidad aun en las cosas en que siguen diseos creados por otros pueblos. Mire usted

    esa vajilla al decir esto tom un pequeo plato de vivos colores de una serie de piezas de loza de Talavera,que se encontraban a modo de adorno sobre una mesa. Mientras sus manos manipulaban aquel objeto, afirmcon nfasis:

    La elaboracin de esta clase de loza lleg a Mxico materialmente "recargada" de las expresionesartsticas de pueblos de una gran tradicin artesanal. Como usted sabe, los espaoles la aprendieron de losrabes y stos a su vez de los chinos; a pesar de ello, ustedes lograron imprimir un fuerte sello personal ycaracterstico a esta artesana. Al decir esto seal algunos rasgos de los dibujos contenidos en el plato,pero yo no alcanc a ver en ellos nada que pudiese servir para confirmar sus anteriores afirmaciones.

    El giro que tomaba la conversacin comenzaba a aburrirme. Si bien yo ignoraba por completo todo lorelativo a la loza de Talavera, se trataba de un asunto que no me interesaba en lo ms mnimo; el propsitoque me guiaba al acudir a aquella casa era el de tratar de encontrar un nuevo camino hacia el verdaderoconocimiento de la Historia, pero en lugar de hablar de esto, aquel desconcertante sujeto perda el tiempodisertando acerca de las excelencias del arte popular de nuestro pas. Al parecer, mi acompaante se percat

    de mi incipiente aburrimiento, pues cambiando bruscamente el tema de su pltica, inquiri:

    Y bien, pens usted en todo lo que hablamos en Oaxaca?S repuse y continuo convencido de que nada me interesa ms que llegar a poseer verdaderosconocimientos acerca del pasado. Usted dir cundo empezamos a estudiar, si es que me acepta como sualumno.

    A pesar de que el rostro de aquel sujeto normalmente tan slo reflejaba una inescrutable expresin deserena energa, estuve seguro de percibir en su mirada cierta manifestacin de complacencia al escuchar mispalabras.

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    Muy bien afirm con lenta voz. Entonces debemos empezar por tratar de resolver el primer problema,y se va a ser, sin que sea mi intencin ofenderlo, que no podremos iniciar desde ahora nuestros estudiossobre Historia, porque me imagino que usted no ha de saber estudiar.

    Sus palabras me sorprendieron, pero principalmente irritaron e hirieron mi vanidad.

    No entiendo bien lo que quiere usted decir afirm secamente.

    La inmensa mayora de la gente mantiene su mente en continua agitacin, su pensamiento est siempresaltando de un tema a otro aun cuando no exista entre ambos la menor conexin. La trayectoria de sus ideasabarca las cosas ms heterogneas en un breve perodo de tiempo y todo ello les impide lograr una verdadera

    concentracin. Para lograr esto es necesario aprender a detener la mente, a fijarla nica y exclusivamente enel objeto que estamos observando o en el tema sobre el cual nos encontramos reflexionando; asimismo, esindispensable estar en posibilidad de mantener esta concentracin todo el tiempo que sea necesario.

    Qu relacin puede tener lo que usted afirma con el estudio de los hechos histricos? pregunt conasombro.

    El alemn, a quien en lo sucesivo designaremos simplemente como "el coronel", se sonri levemente alescuchar mi pregunta y en seguida afirm:La relacin proviene de que resulta simplemente imposible pretender obtener una cabal comprensin decualquier acontecimiento histrico, si no se posee antes una mente capaz de analizar y valorizar debidamentetodos y cada uno de los elementos que lo integran. De lo contraro slo se obtendr una cronologa, unadescripcin superficial del suceso, pero nunca una autntica comprensin del mismo. Tanto la observacincomo el anlisis y la valoracin de los elementos y las causas que integran y producen los hechos histricos,para ser vlidos tienen que realizarse en un estado de profunda concentracin, si es que realmente se desea

    llegar a conocer algo de la verdad de estos asuntos y no contentarse con falsas explicaciones. Resultaindispensable, por lo tanto, antes de iniciar el estudio de la Historia, aprender a observar y a concentrarse.

    Al terminar de hablar, el coronel se levant, camin hacia uno de los numerosos estantes de libros, tom unvolumen alto y angosto y me lo entreg mientras deca:

    Voy a prestarle a usted esto: es una seleccin de reproducciones de algunos grabados conacontecimientos de la Revolucin Francesa. Su mrito estriba en que todos los originales fueron realizados porpersonas que presenciaron directamente los hechos que se describen en los grabados.

    Y qu es lo que debo hacer con esto? pregunt sorprendido, pues el giro que haba tomado lo que yosupona debera ser una clase de historia me resultaba del todo desconcertante.Realizar el siguiente ejercicio: colquese frente a un grabado y dediqu toda su atencin a observarlodetenidamente en cada uno de sus detalles durante un lapso de unos cinco minutos; en el tiempo en que estefectuando dicha observacin no debe usted pensar en nada, ni siquiera en el acontecimiento que est

    representado en el grabado; nicamente debe concentrar toda su atencin en observar todos y cada uno desus detalles procurando retener stos en su mente. Despus de haber observado el grabado, debe apartarlode su vista, cerrar los ojos, y durante cinco minutos tratar de visualizar mentalmente la escena contenida en elgrabado, o sea, tratar de recordarla con toda exactitud. Al igual que durante el desarrollo de la primera parte deeste ejercicio, su mente no debe propiamente estar pensando, sino nicamente recordando con la mayorprecisin posible todos los detalles del grabado.

    Y qu debo hacer despus de esto? pregunt.

    Dedicar unos quince minutos a meditar sobre lo que vio en el grabado, o sea a pensar en los distintossignificados e implicaciones que podran derivarse de la escena representada, con objeto de poder comprendersta en toda su profundidad.

    Y al terminar de meditar?

    Es conveniente descansar unos minutos, no ms de diez, y en seguida volver a efectuar el mismo

    ejercicio con el mismo grabado, siguiendo el procedimiento en forma idntica, o sea observacin del grabado,representacin mental y meditacin.Y al terminar el ejercicio por segunda ocasin? pregunt cada vez ms sorprendido.

    Otro descanso y a comenzar de nuevo. Desde luego no conviene que al principio se exceda demasiadopracticando este ejercicio, dedique tan slo de seis a ocho horas diarias

    A un solo grabado? pregunt perplejo.

    S. En el libro hay exactamente treinta grabados, si dedica un da a cada uno puede terminar en un mes;as, pues, lo espero el prximo da dos de febrero a las siete de la maana, entonces seguiremos platicando.

    Abandon la casa portando bajo el brazo el delgado y alargado libro que contena los grabados. Eldesconcierto y la confusin ms completos me invadan. Mi primera conclusin fue la de que aquel individuo

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    deba estar loco de remate; no vea en qu forma poda llegar a aprender Historia utilizando el sistema,absurdo a mi entender, de pasarme horas enteras contemplando un mismo grabado.A mi memoria vino el recuerdo de un hecho de la infancia: el de mi asistencia todos los sbados por la tarde alas clases sobre religin, que se impartan en la parroquia cercana de la casa en que habitaba en aquelentonces. Record que al terminar la leccin, la persona encargada de la enseanza, una seorita de edadavanzada de quien haba odo decir que no se haba casado por ser demasiado "seria", entregaba a todos losparticipantes una estampita conteniendo un motivo religioso. A la semana siguiente la catequista proceda aformular a varios de los nios, sin que vieran la estampita, una serie de preguntas relacionadas con larepresentacin contenida en sta; si consideraba que las respuestas haban sido correctas, se premiaba a los

    interrogados obsequindoles un caramelo. Conclu que, al parecer, el coronel juzgaba que era yo un niito quedeba ser enseado por medio de estampitas; me imagin que posiblemente en nuestra prxima entrevista, siconsideraba que haba aprendido bien la leccin, me premiara con alguna bolsa de dulces o chocolates.

    Al da siguiente comenc a practicar desde muy temprano los ejercicios indicados por el coronel.

    En el primer grabado del libro apareca Carlota Corday la asesina de Marat en el momento de serconducida en una carreta rumbo a la guillotina.

    A los pocos instantes de estar contemplando fijamente el grabado comprob con sorpresa cun difcil estratar de mantener la atencin concentrada en una sola cosa. El rostro de Carlota Corday trajo a mi memoria laimagen de una joven empleada en una tintorera de la colonia Roma, cuyas facciones eran ligeramentesimilares. Esto me hizo recordar que deba pasar a recoger varias prendas de ropa a ese establecimiento. Acontinuacin recorr mentalmente mi guardarropa y tom la determinacin de comprar un saco sport. Al darmecuenta de que no estaba realizando el ejercicio como deba, trat de volver a concentrarme, pero al poco rato

    ya estaba nuevamente divagando.

    Al terminar los cinco minutos correspondientes a la primera parte del ejercicio, inici la siguiente fase, o sea lade tratar de representarme mentalmente la escena contenida en el grabado, manteniendo mientras tanto losojos cerrados.

    Esta segunda parte result an ms difcil, pues me di cuenta de que no me era posible recordar conprecisin sino algunos detalles del grabado. Pero cuando comprend a qu grado estamos acostumbrados alfuncionamiento superficial de nuestra mente, fue en el ejercicio de meditacin. Durante el mismo, estuvehaciendo constantes esfuerzos por tratar de profundizar en la escena del grabado, e impedir a la vez que ellome condujese a pensar en numerosos acontecimientos que, aun cuando tambin formaban parte de laRevolucin Francesa, no tenan nada que ver con el personaje que en aquel momento me interesaba, el cualpermaneca alejado y misterioso, sin que mis reflexiones sobre el mismo me aportasen ningn dato acerca desu verdadero carcter, as como de los mviles que le haban impulsado para realizar un acto de tantatrascendencia, como fue el haber dado muerte a Marat.

    Al terminar el lapso de quince minutos dedicados a la meditacin, proced a descansar; mientras lo haca,reflexion sobre la experiencia obtenida mediante aquel primer ejercicio.

    "Cmo era posible me pregunt sorprendido que ni yo ni nadie de las personas a quien conoca, sehubiese percatado de algo de tanta importancia, como es el hecho de que no controlamos nuestra mente enforma permanente, sino tan slo en medio de constantes interrupciones, durante las cuales sta divaga a su

    antojo?".

    Conclu que posiblemente la explicacin a la pregunta anterior se encontrase en la increble velocidad de lamente para producir ideas, crear imgenes y hacer rememoraciones, todo ellos sobre los ms variados temas.Esta circunstancia, unida al hecho de que generalmente basta un leve esfuerzo de nuestra voluntad para lograrenfocar la atencin al tema que nosotros deseamos aun cuando esta concentracin dure nicamente unoscuantos segundos, nos permite mantener la ilusin de que somos los dueos de nuestra mente, cuando enrealidad la mayor parte del tiempo no mantenemos ningn control sobre ella permitindole divagar al azar,

    generando ideas o recuerdos sin ninguna conexin lgica, al solo impulso de los variables estmulos quepercibe a travs de nuestros sentidos.

    Al terminar el perodo de descanso reanud con renovado entusiasmo el ejercicio, repitiendo las mismas tresfases ya descritas. Al poco tiempo comenc a sentir un fuerte dolor de cabeza y no pude continuar misprcticas por el resto de la maana. Por la tarde volv nuevamente a ellas, pero procur hacerlo con intervalosde descanso mucho ms espaciados que el de diez minutos fijado inicialmente.

    Durante todo el mes continu tratando de alcanzar algn progreso en la prctica de aquellos ejercicios. Apesar de los desesperados esfuerzos que sin cesar realizaba, mi mente escapaba siempre a mi propsito demantenerla concentrada durante largo tiempo en aquello que yo le sealaba.

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    En varias ocasiones me sent dominado por el desaliento y el agotamiento ms completos, e incluso estuvetentado a declararme vencido. A menudo me imaginaba a m mismo devolviendo aquel odioso libro degrabados que me esclavizaban, para as poder marcharme muy tranquilo al cine, a contemplar una muy"buena" pelcula de esas que, como la inmensa mayora, han sido realizadas con el propsito de evitar a losasistentes el tener que hacer uso de sus facultades mentales.

    A pesar de todo, prosegu con mi labor. Da tras da fue transcurriendo aquel mes interminable, durante elcual abandon mi departamento tan slo en contadas y breves ocasiones, pues la prctica de aquellosejercicios mentales absorba ntegramente mi tiempo.Lentamente fui percatndome de pequeos avances: los dolores de cabeza eran cada vez menos frecuentes,los perodos de control continuo de la mente iban siendo un poco ms largos, los detalles que lograba observaren los grabados eran cada vez ms numerosos, la imagen visualizada mientras permaneca con los ojoscerrados se pareca ya un poco ms al original y sus contornos lucan menos borrosos que en un principio.Pero lo que a mi modo de ver resultaba ms importante, era que durante el tiempo dedicado a la meditacin,lograba hacer una serie de reflexiones relacionadas directamente con el tema del grabado, lo que difcilmentehubiera podido realizar antes de iniciar aquellas prcticas que en un principio juzgara infantiles.

    Lleg, por fin, el da en que termin con el ltimo grabado ; por tanto, la maana siguiente era la fecha de lacita en casa del coronel.

    Me sent presa de un creciente nerviosismo muy superior al experimentado en vsperas de cualquier otroexamen. Un rpido vistazo a toda la serie de grabados me permiti darme cuenta de que si bien en loconcerniente a los ltimos del libro, poda sentirme ms o menos seguro, pues la prctica efectuada con ellosse haba realizado en los das en que ya posea cierta experiencia en aquellos ejercicios, ello no ocurra en lo

    que se refera a los grabados correspondientes a los primeros das.

    Era ya demasiado tarde para tratar de superar esta grave deficiencia, por lo que, al igual que la mayora delos estudiantes de todas pocas, me imagin que, en ltima instancia, sera la suerte la que dira la ltimapalabra en aquella singular prueba.

    b) Un examen difcil

    Faltaban quince segundos para las siete de la maana; esper meticulosamente a que el segundero de mireloj marcase la hora exacta fijada para la entrevista, y oprim el timbre de la casa que habitaba el coronel.Ningn europeo se expresara mal, al menos por mi culpa, de la puntualidad mexicana.

    La misma anciana sirvienta de la vez anterior acudi a abrirme la puerta, indicndome con voz cansada que

    entrase a la sala de la casa; en sta se encontraba el coronel, quien me salud con frases amables, no exentasde un poco de solemnidad. Cada instante que transcurra haca que aumentase en m esa especial tensin queprecede siempre al inicio de un examen y que es tan conocida de todos aquellos que han pasadorepetidamente por este tipo de experiencias.

    Qu tal; los observ un buen rato? pregunt el coronel al tomar en sus manos el libro de grabados.

    Creo que s respond con fingido tono de indiferencia, mientras a mi mente acuda el recuerdo de aquelltimo mes, transcurrido en medio de constantes y fatigosos esfuerzos.

    Bien expres el coronel, nuestra pltica estar dividida en dos partes; la primera versar nicamenteacerca de la memorizacin de estos dos grabados. Al decir esto seal los dos ltimos grabados del libro, locual me tranquiliz muchsimo, pues obviamente eran los que recordaba con mayor exactitud.

    Los grabados escogidos por el coronel como tema del examen, se referan a hechos acontecidos durante elfamoso 9 termidor, o sea el 27 de Julio de 1794, fecha clave en la Revolucin Francesa.

    En el primero de aquellos grabados se describa una escena de la agitada sesin celebrada aquel da en laConvencin Nacional, durante la cual un grupo de diputados coaligados en contra de Robespierre, lograrrebatar a ste el control de la Convencin.

    En el segundo de los grabados se reproduca un acontecimiento ocurrido varias horas despus;Robespierre, ya prisionero de la Convencin, apareca postrado en una mesa, conteniendo a duras penas conun pauelo la hemorragia que brotaba de una herida en la mandbula.

    El coronel sac su pipa y tras rellenarla de tabaco y encenderla, inici su interrogatorio acerca de lasescenas descritas en los grabados.

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    Sus primeras preguntas se refirieron a cuestiones generales que podan contestarse fcilmente con slohaber observado superficialmente los grabados, pero casi inmediatamente comenzaron a volverse msdifciles, obligndome a buscar velozmente en mis recuerdos para encontrar las respuestas.

    No obstante que en un principio, al conocer los dos grabados sobre los que versara el interrogatorio, habaconsiderado que me resultara fcil contestar cualquier cuestin relacionada con el contenido de los mismos,pronto perd esa seguridad ante la creciente variedad y complejidad de las preguntas.

    A pesar de que el coronel no tena a la vista ninguno de los dos grabados, pareca recordar stos con unaincreble minuciosidad. En muchos casos sus preguntas versaban sobre detalles tan insignificantes, que

    hubiera resultado difcil contestar aun observando directamente los grabados. No poda imaginarme cmo entorno a dibujos de tan reducidas dimensiones, podan elaborarse tantas y tan variadas preguntas, desde elnmero exacto de dedos con que Robespierre oprima el pauelo, hasta las caractersticas de los diversostipos de pelucas empleadas por los diputados de la Convencin.

    Cualquier duda o vacilacin al proporcionar una respuesta sobre un detalle determinado, bastaba para queel coronel efectuara al instante un sinnmero de preguntas relacionadas con el detalle en cuestin, como si miinterlocutor desease precisar, con matemtica exactitud, la dimensin de todo aquello que haba yo pasado poralto al hacer la memorizacin de las escenas contenidas en los grabados.

    El tiempo corra y el interrogatorio se prolongaba indefinidamente, salvo breves descansos de cinco minutos,que me eran concedidos cada vez que el reloj de pared de la estancia donde nos encontrbamos anunciabaque haba transcurrido una hora ms de incesantes preguntas.

    Al sonar las doce se dio por terminada la parte primera de lo que el coronel denominaba "nuestra charla".Esta primera parte haba tenido por objeto determinar el grado de avance logrado en los ejercicios de

    observacin y memorizacin o concentracin; la siguiente se refera a la meditacin, objetivo fundamental delos ejercicios. El coronel me aconsej que aprovechase aquel breve descanso saliendo al jardn situado en laparte posterior de la casa.

    El aire fresco y la contemplacin del pequeo pero ordenado y bello jardn, disminuyeron un tanto elprofundo agotamiento que me dominaba, as como el intenso dolor de cabeza que senta desde haca un buenrato.

    Una vez transcurrido el tiempo de descanso regres al interior de la casa; a pesar de que ya me encontrabaen mejores condiciones, mucho me tema que si el siguiente interrogatorio era tan prolongado como el anterior,resultara vencido por el aturdimiento producto del cansancio.

    El coronel se encontraba leyendo un libro; dejndolo a un lado, y tras de indicarme con un ademn quetomase asiento, afirm:Como usted recordar, existe una vieja polmica entre los historiadores acerca de lo ocurrido la noche del 9

    termidor en el Ayuntamiento de Pars, lugar donde se brind refugio y apoyo a Robespierre. Segn algunos,Robespierre consider que no lograra derrotar a la Convencin a pesar de contar con la ayuda delAyuntamiento y decidi suicidarse, pero al intentarlo, tan slo consigui herirse, siendo capturadoposteriormente por fuerzas de la Convencin y guillotinado al da siguiente. En contra de esta tesis existe laopinin de un grupo de historiadores, segn la cual Robespierre estaba decidido a entablar una lucha a muertecontra la Convencin, labor a cuya planeacin se encontraba dedicado aquella noche, cuando un pequeogrupo de fuerzas de la Convencin logr introducirse subrepticiamente en el Ayuntamiento y capturar porsorpresa a Robespierre y a sus ms ntimos allegados. De acuerdo con esta versin, en los momentos derealizarse la aprehensin, uno de los captores dispar contra Robespierre producindole una herida en elrostro con el propsito deliberado de evitar que pudiese hacer uso de la palabra antes de ser guillotinado, pueslo que saba era demasiado comprometedor para muchos integrantes de la Convencin y, adems, supersuasiva oratoria podra quizs lograr un cambio de opinin en los miembros de la Convencin.

    Con base en lo anterior continu el coronel le agradecera me dijese por cul de ambas versiones se

    inclina, fundando su respuesta nicamente en detalles observados en ambos grabados y que, a su juicio,sirvan para dilucidar esta cuestin. Medite este problema un minuto y despus deme su respuesta.

    Sent cmo el profundo cansancio que me invada desapareca de golpe bajo el influjo del intenso esfuerzoque al instante inici mi mente; a toda velocidad trat de recordar, seleccionar y valorar todos los detallescontenidos en los dos grabados, buscando desesperadamente cualquier indicio que me permitiese encontrar lasolucin del problema planteado.

    En cuanto transcurri el breve plazo fijado, el coronel interrog:

    Muy bien; cul es su opinin?

    Considero respond que Robespierre no trat de suicidarse, sino que fue herido por otra persona.

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    En qu detalles de los grabados funda usted esa opinin?

    Con voz que sonaba lejana y que incluso casi no reconoca como propia, comenc a exponer misconclusiones.

    De la observacin del primer grabado, la sesin en la Convencin, podemos deducir que Robespierre no erazurdo, ya que en l aparece utilizando la mano derecha para solicitar el uso de la palabra a Collot d'Herbois,que presida en aquel momento la sesin de la Convencin. Robespierre se encontraba en un momento degran excitacin y su movimiento al levantar la mano debe haber sido del todo reflejo y mecnico, el ademn deun hombre furioso que se ve atacado y desea comenzar a defenderse de inmediato; de haber sido zurdo,inconscientemente hubiese levantado en ese momento la mano izquierda y no la derecha.

    Present que iba por buen camino y prosegu:

    A su vez el segundo grabado -Robespierre herido y recostado en una mesa- nos revela que la herida delmaxilar se produjo en el lado izquierdo de la cara, pues es ah donde tiene colocado el pauelo con el cualtrata de contener la hemorragia. Slo una persona zurda se suicidara disparndose con la mano izquierda enlugar de hacer


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