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VIERNES, 13 DE NOVIEMBRE DE 2009 | La miranda · pañeros canarios había una chica de Murcia y no...

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La miranda DIARIO de IBIZA VIERNES, 13 DE NOVIEMBRE DE 2009 | 31 Aldecoa en sus relatos ibicencos PÁGINAS DE CULTURA Nº 77 35 MONIQUE VAN STEEN Y JULIO FRAGUA | 36 PALLADIO Y LA ARQUITECTURA IBICENCA [email protected] - blog.diariodeibiza.es/lamiranda El próximo domingo se cumplen 40 años de la muerte de Ignacio Aldecoa, uno de los narradores más destacados de la literatura española del siglo XX. Desde finales de los años 50 fue también un visitante habitual de Eivissa, junto con sus amigos Rafael Azcona y Fernando-Guillermo de Castro. Y fruto de aquellas estancias son también algunos de sus relatos ambientados en la isla, a los que nos aproximamos hoy en estas páginas. Páginas 32 y 33 El escritor Ignacio Aldecoa F-G. DE CASTRO
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La mirandaDIARIO de IBIZA VIERNES, 13 DE NOVIEMBRE DE 2009 | 31

Aldecoa en sus relatos ibicencos

PÁGINAS DE CULTURA Nº 77

35 MONIQUE VAN STEEN Y JULIO FRAGUA | 36 PALLADIO Y LA ARQUITECTURA IBICENCA

[email protected] - blog.diariodeibiza.es/lamiranda

El próximo domingo se cumplen 40 años de la muerte de Ignacio Aldecoa, uno de los narradoresmás destacados de la literatura española del siglo XX. Desde finales de los años 50 fue tambiénun visitante habitual de Eivissa, junto con sus amigos Rafael Azcona y Fernando-Guillermo deCastro. Y fruto de aquellas estancias son también algunos de sus relatos ambientados en la isla,a los que nos aproximamos hoy en estas páginas. Páginas 32 y 33

El escritor Ignacio Aldecoa F-G. DE CASTRO

DIARIO de IBIZA

La primera vez que leí a Ignacio Alde-coa (Vitoria, 24 de julio de 1925 / Ma-drid, 15 de noviembre de 1969), sabíaque era un escritor de relatos cortos, quetenía alguna novela (que una de ellas tra-taba de la vida en la pequeña isla cana-ria de La Graciosa), que era un gran re-tratista de estampas sociales y que acari-ciaba con su palabra la pena de las gen-tes humildes y desvalidas (emigrantes, gi-tanos, vagabundos, pobres, niños o an-cianos...), pero que, a pesar de ese realis-mo crítico y casi costumbrista de escenasde la posguerra, su prosa se caracteriza-ba por un extraordinario lirismo.

Conocía también su vínculo con Ca-narias (donde yo estudiaba), y que el pro-fesor de la asignatura de Crítica Litera-ria había realizado su tesis doctoral so-bre este autor: ‘Documentación y lirismoen la narrativa de Ignacio Aldecoa’.

Fue en una de sus clases cuando porprimera vez leí un relato suyo y la casua-lidad quiso que fuera ‘Ave del paraíso’.En la lectura de ese relato más experi-mental que realista, me fijé en que ha-blaba de una «isla del mediterráneo»,pero eso no me iluminó, ya que me pa-saron desapercibidas expresiones como«payés», «Ciudad Alta» o «el río de laisla».

Sólo cuando el profesor preguntó porel espacio del relato y yo eché otra mira-da al texto, dije rápidamente: «Es Ibiza»,aun sabiendo que el lugar literario no per-tenece a la misma dimensión que el lugarreal. «Aldecoa veraneaba en Ibiza», dijoél, y yo entonces descubrí que aquel es-critor también debía ser mío, «pero nopor eso esta isla de la que habla va a serIbiza», añadió. «Sí lo es», insistí yo, «aquídice que este personaje se cruza con unmurciano».

Claro, nadie entendió qué tenía eso designificativo, y a mí me resultó compro-metido explicarlo, ya que entre mis com-pañeros canarios había una chica deMurcia y no sabía cómo no ofenderla.

Compromiso con la humanidaddesprotegidaA partir de aquel momento decidí cono-cer mejor al autor vasco, canario, ibi-cenco..., al autor que hace de su memo-ria su patria y de la observación belleza.Un autor que encasillaban en el neorrea-lismo, pero que buscaba ante todo la ex-presividad de la palabra, que daba testi-monio de su experiencia o lo ficcionabade tal modo que así parecía, pero con uncuidado y una exactitud en el estilo de sunarración que lo llevaba más allá de lasetiquetas y las definiciones.

Yo lo descubrí con una disparatada ale-goría ibicenca de burgueses fracasados,donde no inventaba «tipos», como biense ha dicho, pero los recreaba prodigio-samente.

A medida que avanzaba en nuevas lec-turas, advertía también que no sólo re-trataba atmósferas y ambientes y home-najeaba a los oficios tradicionales o es-tudiaba la psicología de distintos colec-tivos, sino que me sorprendió el distintomodo en que trataba los tiempos narra-tivos, en la condensación o en la elipsis,

en el salto o en el cambio de narrador oen el narrador colectivo que busca la si-multaneidad temporal.

Observé cómo engrandecía las anéc-dotas más insignificantes, cómo maneja-ba la metáfora, la imagen o la anáfora enprosa, cómo la descripción adquiría gra-dos que la enfatizaban o cómo demos-traba el implacable valor de un tiempoverbal («no te vas a morir»/«no te mue-ras»).

En ‘Gran Sol’ conocí otro mar, menosamable que el Mediterráneo, y en ‘Partede una historia’ otra isla ante la ocupa-ción de gentes foráneas. Cierto que ten-go pendiente los días posteriores al cri-men de Francisco Santos en ‘El fulgor yla sangre’ y ‘Con el viento solano’, dos

narraciones distintas del mismo hecho enque en ambas son protagonistas el mie-do y el dolor, la espera ante la muerte.

Pero, si en sus novelas destaca más laimportancia de la anécdota, Aldecoa lo-gra, a través del estilo y el cuidado de lapalabra, devolver al cuento un valor ensí mismo.

No en vano, sus relatos están escritoscon el oficio del poeta en el manejo delritmo y los recursos retóricos, algo quelos dota de un lirismo del que carece lamayoría de las narrativa de su momen-to.

‘Espera de tercera clase’, ‘Arqueologí-a’, ‘Vísperas del silencio, ‘El corazón yotros frutos amargos’ ‘Los pozos’, ‘Ca-ballo de pica’: son algunos de los libros

de relatos donde cada palabra está esco-gida con sumo cuidado y el texto se plan-ta ante nosotros para dejar de ser espec-tadores de lujo y convertirnos en un tes-timonio más de escenas que no dejan deconmovernos.

Baroja, Hemingway, Pavese, el cine ne-orrealista italiano nutren la narrativa delescritor que adquiere un estilo propio enuna denuncia social de quien empatizacon la condición y el destino de sus veci-nos, los más pobres, y reniega de los aco-modados impasibles.

Pero el carácter social, en Aldecoa,trasciende a la dimensión existencial, a lapesadumbre de la tragedia de la vida, apesar del gran vitalismo, a veces destruc-tivo, del escritor. Cuando escoge comoprotagonistas a toreros o boxeadores,más que el afán por describir su labor, sesiente atraído por el riesgo que supone lapráctica de estas aficiones, como si la sos-pecha de una muerte anticipada rondaraya en su intuición.

Sus libros de viajes, como ‘Cuadernode godo’ o ‘El país vasco’ también pose-en un carácter autónomo frente al enfo-que testimonial con que se trataban loslibros de viajes en aquellas medianías desiglo y, sin embargo, su estilo y su mira-da posada en la intrahistoria lo acercana algunos escritores del 98.

Si, como persona, Aldecoa sentía uncompromiso con la humanidad despro-tegida, como escritor, su deuda con el len-guaje siempre fue una prioridad.

HELENA TUR

«A partir de aquelmomento decidí conocermejor al autor vasco,canario, ibicenco..., al autor que hace de su memoria su patria y de la observaciónbelleza»

«El carácter social, enAldecoa, trasciende a la dimensión existencial, a la pesadumbre de latragedia de la vida, apesar del gran vitalismo, a veces destructivo del escritor»

Un estilo exigente y comprometido

Una selección de cuentos publicados por Josefina Rodríguez de Aldecoa y una de sus últimas fotos D.I.

Su compromiso social nunca le impidió practicar un exigente cuidado de la palabra

LITERATURA

Viernes, 13 de noviembre de 2009 | La miranda

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DIARIO de IBIZA

«Cuando en julio de 1958 vino a Ibizapor primera vez –escribe Fernando-Gui-llermo de Castro en su espléndido libro'La isla perdida'–, Ignacio Aldecoa ya ha-bía publicado buena parte de sus muchosrelatos cortos y tres de sus cuatro novelaslargas. 'Gran Sol', concretamente, esa ex-celsa novela barroca, había aparecido elaño anterior». Y, efectivamente, pese a sujuventud –tenía 33 años–, Ignacio Alde-coa era ya un autor con una obra consi-derable cuando vino a la isla por primeravez y, al mismo tiempo, un autor del quese esperaba todo o casi todo, dado su in-discutible talento narrativo.

Durante los años 60, muchos de sus re-latos, así como su última novela, 'Parte deuna historia', cambian de escenario. Al-decoa lleva a sus personajes –o más biense los encuentra allí sin esperárselos– a lu-gares periféricos, a islas perdidas. Tal vezla aportación literaria de Ibiza a la obranarrativa de Ignacio Aldecoa consista pre-cisamente en esto: aquí conoce a toda unaserie de individuos que parecen no sabersi irse o quedarse, mientras toman con me-lancolía sus copas en los bares del puerto,mientras huyen de muchas cosas aunquede ninguna en concreto, buscando algo di-ferente sin saber qué pueda ser. «Náufra-gos voluntarios o forzosos –así los descri-be la mujer del escritor, Josefina Aldecoa–que los habitantes de la isla veían desfilarante sus ojos. Grupos de jóvenes inútileso rebeldes, los eternos vagos, las conoci-das ovejas negras».Es precisamente con estos personajes con

los que Ignacio Aldecoa construye la ma-yoría de sus relatos «ibicencos». (Puedenleerse, desde 1995, en ‘Cuentos comple-tos’, Editorial Alfaguara). No sólo no selos inventa él –eran reales, estaban ahícuando el escritor llegó, los trató con fre-cuencia, tanto en los veranos como, sobretodo, durante el invierno que pasó en laisla–, sino que los encontramos en loscuentos y novelas de otros escritores que,

por aquel tiempo, también pasaron porIbiza: Rafael Azcona, Harry Mulisch,Gonzalo Torrente Malvido. Precisamenteeste último los describió muy bien ya enel mismo título de su novela, 'Hombresvarados' (publicada por Destino en 1963,con una portada ilustrada por Bechtold).

El género picaresco siempre ha estadopresente en la literatura española y he aquíque, en las páginas de Aldecoa, TorrenteMalvido y Azcona, encontró en Ibiza unavariante curiosa y cosmopolita. Por unaparte, están los jóvenes españoles que ve-nían en verano en busca de sexo fácil y al-cohol barato. Por otra, aquellos que, lle-gados de diferentes lugares del mundo, se

instalan también en la isla, más allá del ve-rano, en busca de experiencias diferentes.

Tal vez podría decirse que a Aldecoa lemarcó más su invierno pasado en la islaque todos los veranos anteriores y poste-riores. La relación entre nativos y foráne-os también es determinante en muchos desus relatos últimos, así como en su nove-la 'Parte de una historia', que tal vez em-pezara a escribir en Ibiza, pero que final-mente terminó y está ubicada en la pe-queña isla canaria de La Graciosa, al nor-te de Lanzarote.

El mar, las islas, los isleños, los hombresvarados: una combinación de elementosque propició una excelente literatura.

VICENTE VALERO

«Durante los años 60muchos de sus relatoscambian de escenario.Aldecoa lleva a suspersonajes –o más biense los encuentra allí sinesperárselos– a lugaresperiféricos, a islasperdidas»

33LITERATURA

La miranda | Viernes, 13 de noviembre de 2009

La largas noches de Aldecoa

El marrajero La Lidia, a bordo del cual pasó una noche, inspiró a Aldecoa el relato ‘La noche de los grandes peces’ DEL LIBRO ‘LA ISLA PERDIDA’

Los seis relatos «ibicencos» de Aldecoa recrean una atmósfera donde están presentes el humor y la amargura

Se trata del primer relato «ibicenco» de Aldecoa. Se pu-blicó en el libro 'Caballo de pica', en 1961. Guarda im-portantes similitudes con la novela de Rafael Azcona 'Loseuropeos'. De hecho, uno de los protagonistas se llamaRafael. El otro se llama Antonio. Ambos deambulan porel pueblo de San Antonio en busca de chicas y de alcohol.Por supuesto, no tienen un duro. Uno de ellos empeña sureloj para poder seguir bebiendo y a la espera de que lle-gue otro amigo de la península al que poder pedir pres-tado. «La ventaja de tomar absenta –dice uno de los per-sonajes– es que se toma una cosa barata». El relato es unasola escena en su mayor parte dialogada.

La piel del verano (1961)

Este relato se publicó en 1963 en el libro 'Pájaros y es-pantapájaros'. Es también uno de esos relatos en los queparece que no ocurre nada: simplemente se expresa eltranscurrir vacío de dos seres, un hombre y una mujer,con fuerte resaca y a la espera de que llegue la noche paraapuntarse a alguna fiesta y volver a beber. Se trata tam-bién de una muy breve escena dialogada. La virtud lite-raria de su autor nos lleva siempre, por lo que se nos su-giere, a querer saber más de sus personajes y de las rela-ciones entre ellos, pero el relato termina también, como'La piel del verano', abruptamente.

Al margen (1963)

En esta larga y extraordinaria narración dividida en ca-torce partes, Ignacio Aldecoa consigue reflejar muy bien laatmósfera de 'hombres varados' en la isla, excéntricos ydisparatados personajes que andan de bar en bar con sue-ños dispersos y pasados más o menos oscuros. Seguramentees la narración más próxima a la experiencia invernal enla isla que tuvo su autor. Según su mujer, la también escri-tora Josefina Aldecoa, el protagonista de la obra, llamadoel Rey, no era otro que Alejandro Vallejo Nágera, herma-no del que sería célebre psiquiatra, y bien conocido en laisla por aquella época, entre otras muchas cosas por haberabierto un bar llamado La cueva de Alex Babá.

Ave del Paraíso (1965)

Este relato fue publicado en 1965 en el diario argen-tino La Nación. En él se muestra con humor la relaciónque puede llegar a darse entre nativos y turistas ricos ycaprichosos. Tres amigos que se encuentran de vaca-ciones en el pueblo deciden acompañar una noche a lospescadores de «la marrajera Apasionada», anclada enla bahía. La barca sale a las 5 de la tarde y los turistasespañoles aportan la abundante bebida. «¿Para quéquieren venir» –pregunta uno de los marineros a otro.«Aventuras. Luego lo cuentan a sus amigos y presu-men». Un relato delicioso.

La noche de los grandes peces (1965)

Escrita en 1968 y publicada póstumamente, esta lar-ga narración dividida en 9 partes, es el retrato de unviejo playboy, un hombre venido a menos en todos losaspectos. Aldecoa persigue con amargura, sin piedad,los últimos días de su decadencia, la ruina económicay la pérdida de afecto de su mujer, mucho más joven yenamorada de otro hombre. El protagonista siente nos-talgia pero también desprecio por la juventud perdida,la juventud que al mismo tiempo le rodea por todaspartes (su mujer, el amante de ésta, la gente en los ba-res que suele frecuentar). Finalmente el viejo playboymuere en un accidente. Un relato magnífico.

Amadís (1968)

Fue escrito en 1969 y se trata del último relato de Alde-coa. Apareció publicado un año después en su colecciónde narraciones titulada 'La tierra de nadie'. También am-bientado en Ibiza, es, sin embargo, como ha escrito Josefi-na Aldecoa, «un cuento distinto de los demás, en la máspura línea de los cuentos irrepetibles de Ignacio. Un niñoenfermo de corazón, cuidado y mimado por su padre viu-do, dueño de un almacén de coloniales en el puerto, oyecasualmente una conversación del padre con un hombreque viene a suplicarle, respetuoso y humilde, que atestigüecómo vio que asesinaban a su hijo en la guerra...»

Un corazón humilde y fatigado (1969)

DIARIO de IBIZA

MONIQUE VAN STEEN (Breda, 1976)llega a Eivissa en el verano del 2000, reciénlicenciada en Bellas Artes en su Holandanatal, con la intención de trabajar tres me-ses en el taller de cerámica de San Agustín.

Por la producción del taller tuvo que po-nerse rápidamente en contacto con la cul-tura y tradición popular de la isla. De modoque tuvo que empaparse de tradición y fol-clore ibicencos y, amante de las lenguas, aestudiar catalán. Y aquella relación que ibaa ser más que puntual se ha mantenido has-ta hoy cuando aún colabora con trabajoscerámicos con el taller.

Pero su otra vertiente, la pintura, tam-bién se vio transformada por la isla...

Para entender la pintura de Monique hayque partir de la tradición holandesa. Nopodemos perder como referencia los géne-ros en los que holandeses llegaron a sergrandes maestros: el retrato, la historia ola mitología, y las escenas costumbristas.

Si bien en sus primeros dibujos acusabael protagonismo de la línea sobre el color ylas formas eran lo más importante, es conel cambio de taller cerámico, en el 2005,que puede aumentar el formato y de pasoir dejando libre la expresión de la sensua-lidad y los colores de la isla. La obra selec-cionada en el III Premi Tardor de Pintura,‘Autorretrato en pareja’, sirve para ver estatransición.

En su primera exposición individual enla isla, en Km5, en el 2006, titulada signi-ficativamente ‘Hedonismo’, podemos vercómo su pintura se vuelve más fauvista ysensual. Los colores grises y opacos handesaparecido. La corrección se ha elimina-do. Áreas inconclusas que delatan la accióndel pincel y, por tanto, la decisión cons-ciente de la artista de dejar el cuadro in-concluso y el azar del goteo como prota-gonistas.

Todo ello sin renunciar a la tradición dela que parte. Así por un lado, la técnica y

la plasticidad son totalmente contemporá-neas, pero la temática trasciende a su tiem-po y conecta con los clásicos de su país. Esen ‘Hedonismo’ también donde Moniqueexpone el inicio de su serie de retratos. Unacolección que aún continúa creciendo.

Este descubrir la sensualidad en la islainicia una pintura abierta a los sentidos,embriagada de la belleza del Mediterráneo,transforma su pincelada, incluso el gestodel pincel y su paleta para siempre, y le con-duce a dar prioridad al ser humano que do-mina desde entonces su pintura. En su fi-guración, la mujer cobra especial relevan-cia. Su pintura es una reflexión profundasobre el universo femenino: refleja sus am-biciones, sus deseos, sus convicciones, sucarácter, su espíritu…

Para ello representa sus caras, sus eda-des, sus ojos, sus relaciones, sus mitos, susespacios, incluso su papel en el mundo delarte universal. De ello la importancia delretrato y de los interiores, investiga los ros-tros y el hábitat humano. Buscar a la per-sona, la protagonista absoluta de su obra,en el interior de su casa, en sus objetos, bo-degones, incluso hurgando en el cuarto debaño o en el gesto de abrir un bolso.

Su serie de retratos, rostros, ojos pro-fundos, ojos desafiantes, inocentes, direc-tos o perdidos, se quedan fijos mirando consus pupilas al observador. Monique hurgaen los confines de la pintura figurativa paraque al mirar te sientas observado y te invi-ta a mirar más allá de lo que un primer vis-tazo plantea.

Subraya las áreas de color enmarcándo-las con un dripping, o goteo, casuístico quecrea una lectura nueva del rostro, como unacaricia que sigue los rasgos de un descono-cido pero que a la vez inventa nuevos de-talles y modos de ver. Encauza la miradacomo las manos guían al ciego para descu-brir una verdad latente pero que siempreno es vista. Le da el movimiento y la vive-za que el estatismo de un gesto tiene.

Lo espiritual y lo sensual se mezclan: elcolor sacia las caricias. El tacto alimenta ala vista. La vista se deleita con el sonido ca-sual de la pintura que cae. El sonido del pin-cel que no acaba embarga a las manos: de-rroche para los sentidos.

JULIA FRAGUA SERNA (Ávila, 1963) lle-ga también a la isla en el 2000 y comienzasu andadura en Ibiza trabajando en un ta-ller cerámico. Esta licenciada en Bellas Ar-tes por la Universidad de Salamanca es unapintora reservada y poco pródiga, aunquelleva exponiendo casi ininterrumpidamen-te desde 1984. No expone hasta que estáplenamente convencida de su trabajo, y enIbiza hemos tenido la oportunidad de dis-frutar de su obra siempre en exposicionescolectivas: en el Supermercado del Arte deAlhadros en el 2000, en la I y II Mostra deCreativitat o en las muestras ‘La Medite-rrània’ y ‘Santa Eulalia y el Río’, entre otras.

Su paso a la abstracción fue gradual ynatural. Ya en la universidad, comenzó ainsistir cada vez más en la abstracción has-ta abandonar casi por completo la figura-ción, aunque todavía persisten algunas re-ferencias figurativas en su trabajo. Su pro-fesor Javier Pereda y quizás la beca en Se-govia en 1987 del Curso de Pintores Pen-sionados fueron los detonantes de esteproceso.

En su pintura hay un lenguaje personaly muy femenino. En sus composiciones seobservan los fundamentos clásicos de lapintura: armonía, equilibrio, belleza…muestras de su sólida formación y consoli-dado conocimiento.

En un vistazo rápido observamos el equi-librio dentro del caos. La armonía. Comouna sinfonía polifónica, hay que prestaratención a cada instrumento para apre-hender la hermosura de la partitura. Cadaparte de la obra de Julia es de una gran be-lleza pero cobra todo su sentido en el con-

junto de la obra. Oír solo un instrumento nos limita, hay

que escucharlo todo, para dejarse cautivarpor la música. Con su obra sucede igual, esel conjunto armónico el que nos cautiva.Las distintas capas de pintura nos evoca es-pacios y nos muestra calidades y colores.Nos invita a bucear, a inmiscuirnos en cadacapa de color y en sus formas y texturas...Hay una musicalidad intrínseca e indivi-dualizada en cada parte pero es precisa-mente esta relación de las partes con el todola que nos muestra una obra global, com-pacta, sin escollos.

Persigue esta armonía, poniéndole ritmoa las imágenes, a través de veladuras y ca-pas de color que conforman un horror va-cui. La combinación de colores, luz y áre-as, a veces yuxtapuestas, a veces sobre-puestas, como un collage artificial, confor-man un equilibrio evidente mediante el rit-mo, incluso la arritmia, la textura y pro-fundidad a través del contraste, la similitudy la concordancia.

Sus obras están profundamente elabo-radas y estas áreas sedimentan imágenes,las muestra tímidamente o descaradamen-te pero siempre con el objetivo claro de laarmonía. Con la cual trasmite una paz ytranquilidad sutiles.

Afirma que la belleza de la isla ha mo-dificado su paleta, sus colores, ahora, sonluminosos. La isla ha supuesto una gra-dual transición de la pintura matérica has-ta esta «pintura del color», como le gus-ta llamarla.

Otra vertiente interesante en su traba-jo es el grabado, también como paraleloa su retórica pictórica aparece la super-posición, yuxtaposición, incluso en la se-lección de las técnicas: xilografía, agua-fuerte, punta seca, obteniendo como re-conocimiento a su trabajo el Premio deTécnicas de Grabado y Estampación Cer-tamen Autonómico de Artes Plásticas’ en1993, de Castilla-León.

NURIA DEL RÍO

Monique van Steen y Julia FraguaLLegaron a Eivissa el mismo año, en el 2000, y desde entonces sus creaciones se han transformado

Uno de los retratos de Monique van Steen y una abstracción de Julia Fragua D.I.

ARTE-NUEVOS CREADORES

Viernes, 13 de noviembre de 2009 | La miranda

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El pasado sábado tuvimos la ocasión deescuchar en el auditorio del Club Diario deIbiza a la formación de cuarteto Stringquartet Con Fuoco, en un concierto patro-cinado por el Fomento de turismo de Ibi-za, en el ya conocido ciclo cultural ‘Un hi-vern a Eivissa’.

La formación, integrada en su totalidadpor jóvenes promesas musicales, estuvocompuesta por las siguientes intérpretes:Imge Tilif y Güldeste Mamac a los violinesrespectivamente, Marion Plard a la viola, eIris Azquinezer al violonchelo. El repertorioestuvo integrado por obras de Shostakovich,Joaquín Turina, Beethoven y F. Mendelsohn.

A modo de generalidad, y habiendo escu-chado ya varios cuartetos en lo que va de añoen tierras ibicencas, me llamó mucho la aten-ción que en absoluto desmerecían el apela-tivo de su nombre como formación –con fuo-co-, dado que cada una de sus interpreta-ciones, fuera nacionalista, romántica o mo-dernista, estaba entregada con pasión y vo-luntad de concentración (y tomen nota deello los músicos veteranos), como si fuera loúltimo que realizaran en vida y nosotros, pú-blico fiel, devoto y sumiso, tuviéramos la fa-bulosa suerte de acoger el regalo sonoro quea nuestros oídos nos era entregado sin espe-rar nada a cambio.

Las dos violinistas, intercambiándose losroles de primero y segundo, eran a la parcomo una sola, desdeñando y haciendo ol-vidar esa triste circunstancia de primero ysegundo, siendo la una y la otra un apoyo

recíproco constante. La viola, con su se-guro contrapunto rítmico, y puenteandoentre los violines y el violonchelo, se nosmostró dulce cuando le era requerido, yenérgica y rítmica cuando la partitura se loindicaba.

Por su parte la violonchelista, la únicaespañola del conjunto, un sonido atercio-pelado muy seguro en las dinámicas y con-cisa y determinante como concertadora delconjunto.

De Dimitri Shostakovich interpretaron el

‘Cuarteto nº 8, Op. 110’, obra de difícil con-certación y riqueza tímbrica que supieronafrontar con bravura dado que era la obrainicial del concierto y éste era su primer con-tacto con el público ibicenco. De Beethoveninterpretaron el ‘Cuarteto en Fa menor, Op.95’, que, con sus cuatro movimientos, cadavez se nos mostraba creciente el empuje enér-gico del genio de Bonn a través de sus inter-pretaciones. A destacar el primer movi-miento –Allegro con brio– y el último –Alle-gretto agitato–. La segunda parte continuó

con nacionalismo español a cargo de la ce-lebérrima ‘La oración del torero’ del maes-tro Turina que con duende inusual en estetipo de formación, se nos materializó el es-píritu taurino a los allí congregados.

Para acabar el concierto, mejor dicho lec-ción de interpretación, nos ofrecieron el fan-tástico cuarteto mendelsohniano en ‘Fa me-nor, Op. 80, nº 6’, que como obra sabiamentetrabajada (de hecho tengo entendido que di-cha obra y su ejecución les supuso ganar unconcurso de interpretación) supuso un bro-che de oro al concierto.

Profesionalidad a raudales y energía telú-rica que en absoluto mermó, pese a las en-tradas ruidosas de parte del público, seríanlos dos adjetivos que mejor describirían unade las actuaciones más recomendables de estetipo de formación.

ADOLFO VILLALONGA

DIARIO de IBIZA

Soy forofo militante de Eduardo Mendo-za, de modo que como opiniones de un fo-rofo deben tomarse estas líneas sobre su úl-timo libro, una colección de tres relatos, es-critos en diferentes épocas, desarrolladostambién en tiempos distintos, y con un títu-lo engañoso, urdido sin duda por la astutaeditorial para ganarse y frustrar a un públi-co devoto de sacristías, amante de hagiogra-fías y feligrés de misa diaria. No son, me apre-suro a desvelarlo para servir al lector y anu-lar así las arteras intenciones del sello barce-lonés, tres narraciones sobre san Fulano osanta Mengana, sino tres historias que en los50 y 60 del siglo pasado se llamarían «vidasejemplares», vidas de las que podía tomarseuna enseñanza que iba a conducirnos a nos-otros, adolescentes que las frecuentábamoscomo lectura obligatoria, si no al martirio ab-negado, sí al menos a una santidad civil muysatisfactoria.

Como la comodidad académica distinguedos Mendozas, uno serio y trascendente, có-mico el otro, acuño la categoría «Mendozaintermedio» para englobar obras como estas‘Tres vidas de santos’ o, por ejemplo, ‘Unacomedia ligera’ (de 1996). Es decir, no es elMendoza que se dio a conocer con ‘La ver-dad sobre el caso Savolta’ (1975), novela tam-bién de lectura obligada para tantos y tantosalumnos bachilleres, o el Mendoza de ‘La ciu-dad de los prodigios’ (1986). Tampoco el deesas historias descacharrantes, tan del géne-ro picaresco, por las que es conocido en mu-chos países que ignoran que exista otro Men-

doza, como ‘El misterio de la cripta embru-jada’ (1978) y ‘Sin noticias de Gurb’ (1990),que también siguen imponiendo como lectu-ras obligatorias los profesores vagos que ig-noran cómo el tiempo corroe las obras muycontextualizadas, o la fenomenal ‘La aven-tura del tocador de señoras’ (2001), uno delos mejores antidepresivos que conozco.

Los tres relatos que nos ocupan tienen par-te de los dos Mendoza. El primero de ellos,‘La ballena’, el más largo, el que más me gus-ta, cuenta en apariencia una historia tan re-construible como las del Mendoza serio —con la burguesía de Barcelona como prota-gonista, con los avatares de una familia tanacomodada como diversa desde el CongresoEucarístico de 1952 hasta casi hoy— perocon una bomba del otro Mendoza dentro: elprotagonista que mantiene el hilo de la na-rración es el obispo Fulgencio Putucás (otro

de los «nombres» de la cosecha que siemprenos deja el escritor), quien llega al Congresodesde su diócesis perdida en el quinto infier-no mexicano o de por ahí, es alojado y vene-rado por la familia del narrador, hasta que ungolpe de Estado en su país acaba por dejarloindefenso y apátrida, convertido en huéspedincómodo, abandonado más tarde, reducidoa traficante de hachís al por menor, borrachoy ladrón, y absorto ante una ballena que seexhibe en el puerto barcelonés y en cuyos ojoscree adivinar el sentido de la vida. Es decir, le-emos una historia «normal» (el paso del tiem-po trabajando una historia familiar), pero ce-rramos el libro de vez en cuando para soltartodo el trapo de la carcajada (véase el discursoque le suelta un enardecido Putucás al diá-cono que acude a afearle su actitud estrafa-laria en un bar de muy mala muerte) ante lasubhistoria del obispo lelo y pendenciero enEl Raval. El «es posible, es verosímil» que te-nemos en la cabeza mientras nos cuenta el na-rrador el alcoholismo de su padre o desme-nuza la personalidad del tío Víctor salta porlos aires y se convierte en «no puede ser, nopuede ser» cuando nos topamos el ‘Ándele’con el que su Ilustrísima anima a comenzarel sacramento de la confesión a una dama ocon la perplejidad de monseñor ante las pe-lículas de aventuras, a cuyos protagonistas

reprende o aconseja en voz alta en el cine.También ese Mendoza intermedio asoma

en ‘El final de Dubslav’, la segunda de las na-rraciones. Aparece, por una parte, el «ejem-plar» y doble viaje del protagonista (tambiénal quinto pino del Chad, en busca de la nada;luego, a una escena de vodevil durante unaentrega de premios), pero quedan en la reti-na lectora las escenas costumbristas y pas-mosas africanas o los sobresaltos de Dubs-lav, perdido en el desierto, a bordo de un ca-mión del antiguo refresco Mirinda y encon-trándose con el diablo en el tópico cruce decaminos.

El disparate asoma en la conversión delpreso Antolín Cabrales (otro «nombre») decuasi analfabeto interno por múltiples crí-menes a escritor de gran éxito, gracias a la de-dicación que, tantas veces a su pesar, le dedi-ca la profesora de literatura Inés Fornillos (yvan tres «nombres»): es ése el andamiaje de‘El malentendido’, el relato final. Sin embar-go, cualquier lector interesado puede seguirel hilo «serio» de la narración si la toma porun ejercicio de crítica literaria del propioEduardo Mendoza, con sus consideraciones,por citar, tan fuera de moda sobre Cortázar.

Para un forofazo del autor como confiesoque soy, no es ‘Tres vidas de santos’ un librocomo para dejarlo todo y correr hacia él can-tando gol. ‘La ballena’ es una gran jugada,llena de malicia; ‘El final de Dubslav’ tienetoque y profundidad; ‘El malentendido’ esjuego de contención. Pero, no lo puedo evi-tar, la pasión por el Mendoza intermedio tam-bién me ciega.

FRANCISCO GARCÍA PÉREZ

El Eduardo Mendoza intermedio

35CRÍTICA

La miranda | Viernes, 13 de noviembre de 2009

Un abrasador cuarteto

Un momento de la actuación del cuarteto en el Club Diario de Ibiza MOISÉS COPA

Eduardo Mendoza

STRING QUARTET CON FUOCOCLUB DIARIO DE IBIZA(7 DE NOVIEMBRE)

-Cuarteto 8, Op. 110, de Shostakovich-Cuarteto en Fa menor,Op. 95, de Beethoven-La oración del torero,de Joaquín Turina-Cuarteto en Fa menor,Op. 80, nº 6)

EDUARDO MENDOZA� SEIX BARRAL 2009

Tres vidas de santos

DIARIO de IBIZA

Si tuviera que buscar una arquitecturareconocida por su prestigio y que estuvie-ra en el polo opuesto de la arquitectura ru-ral ibicenca, hablaría de las construccio-nes de Andrea di Pietro della Gondola, esdecir, de Palladio.

El lector avisado pensará que estoy locoal relacionar un estricto clasicismo que hadejado muy aparentes edificios en templos,loggias, conventos, villas, teatros y pala-cios en los que impera la suntuosidad y elcolosalismo, con las humildes iglesias y ca-sas de nuestra ruralía que, si no fuera porsu pertinaz encalado, se podrían confun-dir con el paisaje.

Pero no, no creo estar loco. Pienso quese pueden comparar con beneficio, preci-samente por sus radicales diferencias ytambién por sus coincidencias en aquelloque es esencial. Constatar las desemejan-zas, sobre todo, nos permite calibrar lamagnitud del juego que puede dar la ar-quitectura y, desde tal confrontación, va-lorar más y mejor nuestras casas.

Creación de arquetiposEn primer lugar, cabe decir que las dos edi-licias, cada cual a su manera y en su pro-pia escala, resultan «ejemplares», coinci-den en crear arquetipos y en su común res-peto al «canon de armonía». Palladio pa-rafraseó a Vitrubio al decir que «en todobuen edificio, cada una de las partes ha deconcordar armónicamente con las conti-guas y con el todo, creando un cuerpo decompleta unidad y perfección». Pues bien,son palabras aplicables, sin cambiar unatilde, a las casas ibicencas.

Palladio y nuestro anónimo payés coin-ciden asimismo en que sus arquitecturas,cada una a su modo, son aditivas –conci-ben el «todo» como la suma de sus partes–y también modulares: Palladio usa colum-nas, frisos, frontones, balaustradas, almo-hadillados, arquerías, nichos y esculturas,mientras que el payés ibicenco utiliza la es-tricta ortogonalidad y la técnica del ado-sado. En cualquier caso, una y otra arqui-tectura atienden por igual al equilibrio delconjunto, a las correspondencias, a los vec-tores direccionales, a salvaguardar el rit-mo y las proporciones.

Pero subrayemos, a renglón seguido, susprincipales diferencias. La primera es evi-dente. Porque si las obras de Palladio sonarquitecturas de firma, de arquitecto, –esdecir, pensadas, proyectadas y ejecutadasdesde parámetros técnicos y estilísticos deabsoluta ortodoxia–, en nuestro caso te-nemos una arquitectura sin arquitectos yen cierta manera heterodoxa, hecha porpayeses sin formación «reglada», pero eje-cutada también con conocimiento: el queles viene de su tradición, de la experienciade sus mayores y del hecho de corregir, encada nueva casa, anteriores errores.

Palladio aprovecha la tradición para re-petir lo clásico, –su genialidad no esquivael mimetismo–, incorporando solucionesque se han demostrado magistrales. Nues-tro payés-constructor, en cambio, no repi-te nunca porque aplica su saber a la nece-sidad y a la situación que se le presenta encada caso, en cada casa. Diríamos, por otraparte, que si en las obras de Palladio hayun alto componente de capricho y artifi-

cialidad, las construcciones ibicencas res-ponden de forma estricta a la función y ala necesidad.

Y si uno de los parámetros irrenuncia-bles para Palladio está en la simetría, en untratamiento secuencial o seriado, en la casaibicenca prima la asimetría, la particulari-dad, la circunstancia.

Los edificios de Palladio son obras queparecen hechas para la eternidad, obras«acabadas» en las que nada cabe añadir;las casas ibicencas, contrariamente, tienenen la temporalidad un componente esen-cial y, en este sentido, son circunstanciales,permiten infinitas ampliaciones, son casasque crecen según aumenta la familia quelas habita. Y si las obras de Palladio tien-den a la desmesura y teatralidad, la casaibicenca es comedida, sencilla y no hay enella ningún elemento innecesario.

Lo racional en Palladio es emocional enla casa ibicenca. Y si la atmósfera interior

de las señoriales villas palladianas es géli-da y se percibe como «vacío» –más propiade un mausoleo o monumento que de unacasa–, la construcción ibicenca tiene un ca-rácter uterino y medida humana, se cons-truye como refugio y aporta intimidad.

Arquitectura y paisajeY con respecto al lugar de su asiento, lasobras de Palladio son impositivas hasta elpunto de crear su propio paisaje con el re-sultado de que, las más de la veces, sus edi-ficios en la campiña son artefactos desli-gados del entorno al que distorsionan, apesar de su incuestionable belleza, por sumisma monumentalidad.

La casa ibicenca, contrariamente, seadapta al terreno y dialoga con él hasta elpunto de incorporar su irregular orogra-fía en la propia obra.

Palladio apuesta por una composición

de carácter vertical (techos altísimos) yradial (el edificio define un ‘centro’ en tor-no al que se despliegan simétricamente lashabitaciones secundarias), mientras quela casa ibicenca se caracteriza por la ho-rizontalidad y la equivalencia espacial,pues tan importante es la cocina como elporxo.

La obra palladiana juega con paños cie-gos y vanos, es ornamental y, en cierta ma-nera, anuncia el Barroco. La casa ibicencaes austera, de muros lisos y de un marca-do cerramiento. Y si Palladio no mueveuna piedra sin tener antes una minuciosaplanificación del edificio a construir –lo de-muestran los numerosos planos que con-servamos con un detalle y una perfeccióncasi enervantes–, nuestros payeses cons-truyen sus casas sin planos y con cierta «es-pontaneidad».

Podríamos decir que, en sus construc-ciones, los payeses hacen camino al andar:a partir de una composición de lugar, cui-dan la orientación de la casa que mirarásiempre al sur, marcan con cal sobre laspiedras y la tierra el espacio de cada habi-tación, según su función, y sobre las mar-cas levantan cimientos y muros.

Finalmente, si la arquitectura de Palla-dio es romana en sus raíces, la ibicenca esdescaradamente oriental.

Y así podríamos seguir, pero creo que yase ha dicho lo que convenía decir: que sal-vando las distancias, la humildad y el ano-nimato de nuestra arquitectura no desme-rece –con todos los respetos– de la gran-diosidad y el reconocimiento que tiene laobra palladiana.

MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ

«Lo racional en Palladio es emocional en la casaibicenca. Y si la atmósferainterior de las villaspalladianas es gélida, la construcción ibicencatiene carácter uterino»

«En cualquier caso, una y otra arquitecturaatienden por igual alequilibrio del conjunto, a las correspondencias, a salvaguardar el ritmo y las proporciones»

Palladio y la arquitectura ibicenca

«Palladio usa columnas, frisos, frontones, balaustradas, almohadillados, arquerías, nichos y esculturas...» D. I.

En el polo opuesto de la arquitectura ibicenca están los edificios del renacentista Andrea Palladio

ARQUITECTURA

Viernes, 13 de noviembre de 2009 | La miranda

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