Date post: | 22-Jul-2016 |
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caminos de agua
Pascuala Corona
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caminos de agua
Pascuala Corona
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Cuentan que había una vez una abuelita a la que le gustaba
mucho sembrar, un día decidió ir a Xochimilco a comprar plan tas, pues
allí tenía un marchante llamado Pancho, al que acostumbraba comprar-
le tierra de hoja para sus macetas y hierbas de olor. Pensando, pensan-
do, pensó llevar a su nieto Juanito para que la acompañara, y juntos se
pusieron en camino.
A don Pancho se le alegró el corazón al verla, pues en tantos años
se había hecho entre ellos una relación como de compadres. Así que se
enredaron en la plática de los geranios, el romero y la albahaca, mien-
tras que el nieto, inquieto, fue poco a poco alejándose de ellos y acer-
cándose al lago.
Ahí se encontró con un niño de su misma edad que tenía una pe-
queña canoa y lo convidó a subirse para dar una vuelta. Juan se olvidó
de su abuela y de un brinco se embarcó en busca de lo desconocido.
Al poco tiempo se cruzaron con una trajinera muy grande adorna-
da con un arco de flores que decía Viva Lupita, en la que iba una familia
muy contenta, risa y risa, seguida por otra con mariachis, músicos que
acompañados de sus guitarras iban cantando:
Una indita en su chinampaandaba cortando flores
y un indito le decíaregálame tus amores.
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Más adelante se encontraron con un campesino que en su chalupa lle-
vaba su cosecha de flores y verduras, quien los saludó.
—¿Lo conoces? —le preguntó Juan.
—¡Claro!, es Chucho, el chinampero. Yo conozco a todos y casi todos
me conocen a mí.
—¿Y qué es eso de chinampero? —preguntó Juanito.
—¡No me digas que no sabes lo que es una chinampa!
—Ni chinampa ni chinampero —respondió Juan.
—Pues te voy a contar nuestra historia, porque se ve que eres fuereño.
En la chinampa de Chucho te contaré lo que sé sobre Xochimilco, ¿sale?
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—¡Sale! —respondió Juanito, que se sentía feliz al descu-
brir un mundo nuevo.
Al llegar a esa especie de isla flotante que es una
chi nampa, Juan aprendió que los xochimilcas llegaron
del norte, de Aztlán, para establecerse en el valle de
México. Que su primer Señor, Acatonalli, era muy inteli-
gente, pues fue él quien propuso al consejo de ancianos
hacer islas sobre el lago. Así tuvieron tierras donde
sembrar y, al mismo tiempo, agua para regarlas; de
esa manera no les faltaron alimentos.
Juanito abría los ojos como platos y trataba de fijar
en su memoria el relato de aquel niño tan listo. Así que paró las orejas
para escuchar lo que éste le siguió contando sobre los habitantes del
lago. De cómo empezaron a construir las chinampas que hicieron sobre
un armazón de carrizos.
Agregaban poco a poco capas de lodo que sacaban del fondo del
lago, seguidas de capas de tule, de lirios acuáticos y de tierra que aca-
rreaban de la orilla. Y sembraron en las orillas ahuejotes, árboles que
crecen muy derechos como si quisieran llegar al cielo y que al mismo
tiempo, al enraizar, fijaban los bordes de las chinampas. Después, si-
guiendo un ritual, colocaban al centro el maíz, para que tuviera mucho
sol. Después, lo protegían de las plagas, rodeándolo con hierbas de
olor o flores y enseguida sembraban frijol, chile, calabazas y jitomate.
Sorpresivamente un pato sacó la cabeza llamando su
atención; era gris con blanco.