LA VANGUARDIA CIENCIA Y SALUD . 6 SÁBAI
RAMON [email protected] o le ha ido muy bien
al doctor Freud enestos últimos tiempos. A la publicación hace poco másde un año del libro
“Por qué Freud estaba equivocado:pecado, ciencia y psicoanálisis”, le siguió un demoledor articulo que llevaba por título “Enterrando a Freud”.En ellos, y enotras publicaciones, vuelve aplantearse unacuestión que nació casi a la vezque el psicoanálisis: la reputación de los procedimientos terapéuticos derivados de las propuestas del doctor SigmundFreud, y no sólopor sus problemas de ajustecon los criterioscientíficos, sinopor los posiblesefectos contraproducentes que,en ocasiones, parecen generarunas prácticas alas que se acogenbienintenciondamente personas, afligidas por problemas de índole psicológica. No estaríamos tratando con un procedimientocaro e ineficaz, sino también peligroso. Los procedimientos psicoanalíticoshan sido cuestionados desde sus inicios, a veces como una forma más deantisemitismo encubierto; han sidomodificados interna e incesantemente por sus practicantes costumbre queinició su mismo impulsor, y se hallanen franca disgregación, evidenciadaen los cismas internos que desde susprimeros años hasta ahora han suflido.Muchas personas han empezado los
seductores textos freudianos antes deingresar en la facultad de Psicología,y han debido cuestionar la inclusiónde Freud en el campo de las corrientes terapéuticas de trasfondo científico, es decir, las pseudociencias. Laspseudociencias serían aquellas caricaturas de la ciencia, que exageranlos rasgos intuitivos del proceso depensamiento científico, descuidandolos aspectos lógicos y olvidando losprincipios básicos del conocimientocientífico denominados “contrastación” y “verificación objetiva”: si laprueba empírica en que se fundamenla un conocimiento no es pública y repetible. bajo condiciones controladas, y si en las distintas contrastaciones no se hallan resultados similares,un conocimiento no es científico.Acaso, los planteamientos psicoanalíticos lleguen algún día a explicar lascomplejidades de nuestra vida, perosu estado actual es, como mucho, parecido al que tuvo la alquimia respecto de la actual química, y no tan avanzado como las afortunadamente pocofrecuentes disputas entre astrólogos y
astrónomos, una vez clarificados suscampos de trabajo. Como tantosotros, a la luz de estas premisas, muchos han llegado a cuestionarse, incluso, la presencia de Freud entre lasfiguras generadoras y prototípicas delpensamiento del siglo XX, para acabar atribuyéndole únicamente un mérito popular y pasajero. Mario Bunge,físico y teórico de la ciencia, afirma:“El psicoanálisis es la pseudocienciamás interesante y exitosa del siglo.No hace falta decir que es ignorada en
los institutos deinvestigación dela mente o la conducta, puesto quese trata de uncuerpo de creencias y no de uncampo de investigación”. Una excelente, breve ydemoledora obrasobre estos aspectos es la de GarciaSevilla “Análiside la PsicoanlisiA muchos psico
analistas no lespreocupa, en absoluto, la posibleinclusión o exclusión del mundocientífico; sinembargo, la ciencia no es un oscuro seno de cuestiones incom
que se ocupa de incontrastar, verificarcuestiones que per
mitan avanzar hacia el conocimientopersonal y del mundo que nos rodea.Sus conclusiones son puestas constantemente a prueba y sometidas a estrictos sistemas de comprobación yrenovación en procesos públicos yabiertos. La pregunta no es si el psicoanálisis puede tener efectos terapéuticos, sino si estos benefician a ladiversidad de personas que se acercana sus planteamientos. Algunas pueden resultar incluso perjudicadas porla atribución indiscriminada de origen psicológico de síntomas orgáni
cos, entre otros errores similares quepueden deparar consecuencias fatales, y que ciertas corrientes psicoanalíticas realizan sin averiguar sus posibles orígenes reales. Muchos psicoanalistas afirman que sus principalesbeneficiarios son personas con tras-tomos clasificados en el tercio psicopatológico clásico, etiquetado comoneurosis, es decir, personas inseguras, con sentimiento de inferioridad ymarcada tendencia a reflexionar sobre sus propios pensamientos, palabras, obras y omisiones vivenciadosde forma culpable.A esta definición, que reconocemos
discutible por genérica e incompleta,nos atreveríamos a añadir que cuantomás ortodoxo sea el enfoque de la terapia, más saneado será el nivel de vida que precisarán, puesto que la duración y el coste de las sesiones psicoanalíticas clásicas acostumbran aser considerables y, por qué no, también es conveniente que estas personas posean un elevado nivel culturalque les permita elaborar y asimilarlos complejos símiles que tan crudamente les pueden presentar ciertas escuelas psicoanalíticas.Es difícil negar que cuesta aceptar la
hipótesis de que, en cierta etapa denuestra vida, sentimos atracción sexual por uno de nuestros progenitores, mientras deseamos castrar alotro, tal y como plantean loscomplejos de Edipo y Electrapara cada género; estos síndromes, supuestamente universales,derivan delrecuerdo deun sucesoacaecido alpropio Freudcuando teníados años deedad y han sidogeneralizados parael resto de la humanidad tras pocos y escasamente detallados casos y observaciones del doctor: todo basado enargumentos circulares que refrendaban, sin excepción en su propia opinión, sus ideas. Hay que reconocerque muchos inconvenientes han sidosuperados por algunas de las diversasaproximaciones a las técnicas de análisis dinámicas que han surgido conposterioridad a Freud (enfoque lacaniano, sistémico, de apoyo, humanista o transpersonal, kleiniano, social,etc.), pero el presente artículo se centra básicamente en sus inicios.A tíitulo de ejemplo, Anna Freud, hi
ja y seguidora de las teorías paternas,
comenta un caso en el que una jovenpaciente suya “había conseguido reprirnir la envidia que sentía por el pene de su hermanito —por el que habíaestado totalmente dominada su vida—hasta el punto que, incluso en el análisis, fue extraordinariamente difícilencontrar vestigios de ella”; siguiendo la teoría, la envidia debía haberestado allí, pero, reconoce, le fue extraordinariamente difícil encontrar“vestigios” de ella.
Casos individualesClaude Bernard, iniciador de la apli
cación de los principios científicos enMedicina, afirmaba que “es mejor nosaber nada que tener ideas fijas basadas en teorías cuya confirmación buscamos constantemente, descuidandolo que no está de acuerdo con ellas”.
Observemos que la mayoría de laspublicaciones en el campo psicoanalítico se refieren a casos individuales,casi siempre sobre pacientes que experimentaron mejoría, y a partir deellos se argumenta sobre el caso general. Es una falacia que, en lógica, sedenomina “post hoc ergo propterhoc”: que a la noche le siga eldía, no quiere decirque una sea cau
sa del otro. Elhecho de que alguien mejore despuésde un tratamiento no pruebaque el tratamiento sea la causade la mejora, ni tampoco que mejorea cualquier otra persona que sufra dela misma sintomatología. Puedendarse casos de remisión espontánea.Los estudios realizados sobre declaraciones de psicoanalistas y sus pacientes, comparadas con lós enfermos en listas de espera dan una tasade mejora, aproximadamente, de dostercios.., en ambos casos. Además,
levE.:parece que los pacientes sometidos aterapia tardarían más en recuperarse,y lo harían en un grado menor. Estosdatos son discutibles, puesto que laparticipación de los terapeutas fuemínima o nula, siguiendo la posturaadoptada por Freud cuando conociólos primeros resultados (negativos)de estudios realizados en EstadosUnidos.,, que dejaron de interesarle.Afortunadamente, en los últimosaños diversos psicoanalistas(entre ellos el presidentedel Comité de Verificación de Hechos de laAsociación Psicoanalítica Americana) han declarado que no tienen prueba positiva algunade la efectividad terapéutica del psicoanálisis. Lasestadísticasno pare-
cenabogarpor los efectosbeneficiosos de lasterapias de origen psicoanalítico, aunque muchasde ellas puedan discutirse deacuerdo con problemas metodológicos, que provienen de la falta de alaboración de los implicados y de lasambkgiiedades interpretativas que elpsicoanálisis promueve. Pero existenotros datos. Según una investigaciónnorteamericana, desde 1988 hasta1994, un millón de familias han sidoafectadas por sobrecargas encubiertasde traunlatismos sexuales, inspiradaspor terapeutas. Muchas, principalmente en su vertiente femenina, hanreconstruido psicoanalíticamente episodios de abuso sexual en forma defantasías edípicas. No todó el mundoes capaz de asumir con profundidad,y relativizar a la vez con ironía, laspropuestas psicoanalíticas como haceunos de sus más conocidos “clientes”, el cineasta Woody Allen, en suspelículas y artículos (Analista: Yo letraté. Era un paciente complicado.Veía la realidad demasiado claramente. “Stardust Memories”, (1979).El psicoanálisis se ha convertido, en
paises como el nuestro, en uno de lossustitutos del confesionario, Inclusopuede jerarquizarse a los que se hallan implicados en el proceso al modode los estamentos religiosos: fielescreyentes, acólitos iniciados, oficiantes o sacerdotes, sumos sacerdotes.
La;ns rtaLos planteamientos psicoanalíticos quizás lleguen algún díaa explicar las complejidades de nuestra vida, pero su estadoactual es, como mucho, parecido al que tuvo la alquimiarespecto de la actual química, y no tan avanzado como lasafortunadamente poco frecuentes disputas entre astrólogosy astrónomos, una vez clarificados sus campos de trabajo
Los procedimientospsicoanalíticos han sidocuestionados desde sus
inicios, a veces como unaforma más de antisemitismo
encubierto
prensibles, sinovestigar, probar,y hacer públicas
La negligencia invisible• Entre muchas de las plagas del siglo XX quepasarán literatura fantástica, pero ni un solo estudio que pruebea la historia, el psicoanálisis debería ocupar un papel su eficacia y seguridad. Y lo peor es que se ha jugadoprivilegiado, por haber sido capaz de cometer el “cri- con esa autoridad. Para muchos ciudadanos, tanto losmen perfecto”, aquel que no sólo no deja traza ni sos- psíquiatras, como los psicólogos o los psicoanalistaspechoso, sino que incluso pasa desapercibi- A son profesionales por igual. Y, sin embargo,do. El problema del psicoanálisis no es su los dos primeros han pasado por una univertiente “exploradora” de la mente. El psicoanálisis versidad en la que los estudios han sido convenidos incomo empresa investigadora acaso tenga un futuro es- ternacionalniente y los métodos terapéuticos sometiplendoroso. ¡Quién sabe! Pero es probable que no sea dos a una continua evaluación rigurosa e independienasí, porque sus principios explicativos no se basan en te. Justo es decir que son aún ciencias muy inexactas,un conocimiento objetivo o intersubjetivo de la men- pero si bien el electroshock fue una barbaridad, al mete, sino en la potencia de un producto de la imaginación nos desapareció como práctica habitual porque se so-de Sigmund Freud, aquello que Borges denominó ma- metió a estudios que intentaron demostrar su utilidad.gistralmente “mitología triste”. De la misma manen que la sociedad no permite queEn efecto, al médico vienés no se le puede negar una un excéntrico construya un avión y venda pasajes para
fantasía prodigiosa, ni una capacidad para expresar en turistas, no debería permitir que una pseudocienciametáforas extravagantes algunos de los posibles itíne- manipule, mediante sofismas y dogmas herméticos, laranos del espíritu humano. Sin embargo, para desen- psique de los individuos. Y es que la mente está hechatrañar los intersticios de la mente va a necesitarse mu- de una porcelana muy especial. Cuando un cirujanocho más que el virtuosismo de una fantasía, comete una negligencia, sus resultados son evidentes,La verdadera tragedia del psicoanálisis es que ha tras- pero las “heridas del alma” son invisibles y cualquier
pasado el juego de la especulación y se ha arrogado la imprudencia deja una huella indeleble en el silencioautoridad del terapeuta. Y eso la sociedad debería con- de un yo indefenso y aturdido. Para guiamos en la ossiderarlo intolerable. Porque, el psicoanálisis no tiene curidad es preferible un ciego que un insensato.más autoridad que su nombre y numerosas páginas de • OSCAR VILARROVARAMON FERRER,
Doctor en Psicología Pmfesor cte Psicología. Facultad de Psicología U.B.