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Yungay 2

Date post: 17-Dec-2015
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SáBADO 30 DE MAYO DEL 2015 EL COMERCIO .A27 M il mujeres se someterán hoy a un aborto en el Perú. Pode- mos seguir discutiendo o se- guir negándonos a discutir, pero mañana habrá mil más. Así ocurre todos los días, a pesar del empi- nado trance físico y psicológico que implica interrumpir un embarazo en algún lugar clandestino e inseguro de nuestro país. La ley sanciona el aborto como delito y la Iglesia lo condena como pecado. Y además de la posibilidad de ir a la cárcel existe tam- bién el riesgo de acabar en la morgue. Aún así, tomaría apenas mes y medio colmar las tribunas del Estadio Nacional con las mu- jeres que en ese lapso habrán elegido pasar por ese umbral. Las posiciones enfrentadas en este deba- te son irreconciliables. Y como lo que cada parte defiende es moralmente inadmisible para la otra, el intercambio de opiniones suele alcanzar el nivel de polarización en el que olvidamos que no son nuestras opinio- nes las que realmente cuentan. Esto resultaría obvio si la Comisión de Justicia decidiera abordar el tema, no en al- guna desangelada sala del Congreso, don- de es tan fácil mandar archivar un proyecto de ley, sino en presencia de los centenares de miles de mujeres que cada año, por sus propios motivos y desde sus propias encru- cijadas, tienen que optar entre la vida que se forma dentro de ellas y el destino que buscan para la suya propia. Habría que ver qué opiniones alcanzan a erigirse frente a sus miradas; qué pala- bras llegan a pronunciarse en medio de tan descomunal silencio. Porque ahí estarían todas ellas: las normalmente invisibles, las clandestinas; aquellas a las que nunca nos referimos cuando defendemos la vida y de las que no estamos hablando cuando ha- blamos de derechos. Entenderíamos en su presencia que vivir no es siempre tan fácil como juzgar. Y que el poder transitorio que nos ofrece un púlpito o una curul tendría que utilizarse para ser- vir y acompañar, antes que para condenar. Pero como en realidad no las vemos ni tenemos que verlas, preferimos la indife- rente tranquilidad de nuestras conciencias y la reconfortante ilusión de que lo prohibi- do por la ley no existe. Y rebajada la causa de las mujeres al punto de solicitar que al menos se les auto- rice esta urgente salida tras una violación, la respuesta es que ni siquiera se va discutir el tema, que ya bastante tienen con el dudo- so derecho que se les ha concedido a abor- tar en caso logren demostrar que sus vidas verdaderamente corren peligro. Tremendo privilegio el de ser mujer en nuestra tierra. SALVADOR DEL SOLAR MIL MUJERES HOY, MIL MÁS MAÑANA “La ley sanciona el aborto como delito y la Iglesia lo condena como pecado [...] El poder transitorio que nos ofrece un púlpito o una curul tendría que utilizarse para servir y acompañar, antes que para condenar”. POSDATA E ste es el primer recuer- do que Anthony Oliver- Smith tiene de la ciudad de Yungay. Tenía apenas 24 años cuando visitó por primera vez la ciudad ancashina para hacer sus prácticas en investi- gación tras graduarse de la Universi- dad de Florida. Se quedó tres meses participando en un programa de trabajo de campo organizado por varias universidades estadouniden- ses. Tenía vivo interés por conocer el folclor local y las historias de los pue- blos andinos. Había planea- do retornar a Yungay a inicios de 1970 para lle- var a cabo una inves- tigación sobre la eco- nomía de la ciudad andina como parte de su doctorado, pero tu- vo que postergar el viaje hasta setiembre de aquel año. El retraso se debió a la tragedia que marcó la historia del si- glo XX en nuestro país: un poderoso terremoto de 7,8 grados de magni- tud causó un gigantesco aluvión que en minutos borró Yungay del mapa y acabó con la vida de 20 mil poblado- res. De aquel 31 de mayo se cumplen mañana 45 años. —Usted decidió regresar a Yungay a pesar de la catástrofe que lo había afectado. ¿Por qué? Mi asesor académico me motivó a regresar al Perú después del terre- Tengo 72 años, soy profesor emérito de Antropología en la Universidad de Florida y miembro del Centro de Estudios Latinoamericanos. Tenía 24 años cuando llegué a Yungay por primera vez, en 1966. Retorné tras la tragedia de 1970 y registré durante diez años el proceso de recuperación y reconstrucción de la ciudad. Publiqué “La ciudad mártir: muerte y renacimiento en los Andes”, un libro con las conclusiones de mi investigación que fue nominado al Premio Pulitzer en 1986. Anthony Oliver-Smith Antropólogo estadounidense ARCHIVO PERSONAL “Me tocó documentar la reconstrucción del Yungay destruido” RONNY ISLA ISUIZA El proceso de recuperación y reconstrucción debe tener continuidad con el pasado. No se trata de vivir anclado en el pasado, sino de honrarlo para seguir viviendo”. Estuve el año pasado en Yungay para volver a ver a amistades que hice durante la época en que la ciudad se reponía de la catástrofe”. “Yungay era muy hermoso, un lu- gar realmente muy bello. Era uno de los pocos lugares del mundo donde una persona podía sentar- se a la sombra de un árbol y ver un glaciar como parte del paisaje. Era un medio ambiente con una belleza enorme, una ciudad bas- tante acogedora”. moto. Yo me decidí a hacerlo para llevar adelante mi investigación, pe- ro lógicamente cambié el enfoque. Fui a documentar el proceso de re- cuperación y reconstrucción de un pueblo destruido por una violenta desdicha. —¿Qué fue lo que encontró al llegar a Yungay? Ya habían transcurrido cuatro me- ses desde el terremoto, pero el pano- rama en la zona seguía siendo deso- lador. Era como si todo el Callejón de Huaylas hubiera sido borrado en todos los aspectos del desarrollo: las carreteras y las casas estaban en es- combros. Todo lo que se había con- seguido en treinta años de proyectos fue aniquilado. —¿Dónde se alojó y cómo desarro- lló su investigación en medio de es- ta ciudad destruida? Me instalé en el campamento de sobrevivientes en Yungay, al norte del aluvión. Los siguientes 14 me- ses viví rodeado por los pocos so- brevivientes de la tragedia, quienes habían perdido a hermanos, padres, tíos, abuelos y amigos. Solo cuatro familias completas se salvaron de morir. En aque- lla zona se percibía un notable espíritu de sobrevivencia, pero era innegable que la gente se en- contraba bastante afectada. —¿A cuántas personas llegó a aco- ger ese campamento? En setiembre de 1970, el campa- mento de sobrevivientes tenía en- tre 300 y 400 personas, pero al cabo de un año ya superaba las 1.200. La gente que vivía en el campo se iba acumulando en el campamento de Yungay. Se les había caído la casa y no tenían dónde hospedarse. Fue entonces que las autoridades colo- caron módulos para que vivieran —¿Todos los sobrevivientes son ca- paces de recuperarse de una trage- dia tan grande? Quienes no pueden salir de la trage- dia son aquellos que siguen viviendo y lidiando con aquello que han pasa- do. Este es un proceso muy difícil. Es muy parecido al luto. La recupera- ción emocional y la reconstrucción material tienen que apoyarse mu- tuamente. Participar en la recons- trucción material ayuda a uno a so- breponerse. Esto se puede aplicar a cualquier situación. —¿Usted ha realizado estudios co- mo este en otras partes del mundo? Sí, he hecho investigaciones antro- pológicas y consultorías sobre cues- tiones relacionadas con desastres y con el reasentamiento involuntario en el Perú, Honduras, India, Brasil, Jamaica, México, Japón y Estados Unidos. Mi trabajo sobre desastres se ha centrado en temas de ayuda y reconstrucción, análisis de la vulne- rabilidad y organización social. En cuanto a reasentamiento involun- tario, me he dedicado a investigar los impactos del desplazamiento, apego al lugar, los movimientos de resistencia y análisis de proyectos de reasentamiento. He editado y coedi- tado ocho libros sobre estos asuntos. —¿Dónde fue publicada su investi- gación sobre Yungay? Las conclusiones fueron plasma- das en el libro “The Martyred City: Death and Rebirth in the Andes” (“La ciudad mártir: muerte y renaci- miento en los Andes”), publicado en 1986 y que fue nominado al premio Pulitzer ese mismo año en la catego- ría No Ficción. La obra fue reeditada en 1992 y cuenta la historia del pro- ceso de sobrevivencia de Yungay, de cómo sus pobladores lucharon en contra de fuerzas enormes para que sus tradiciones no desaparecieran a lo largo de toda la década del 70. Lamentablemente, no se encuentra disponible en español. —¿Ha regresado a Yungay recien- temente? Sí, estuve ahí el año pasado para vi- sitar el pueblo y reencontrarme con amistades que hice durante el tiem- po en que la ciudad se recuperaba de la catástrofe. Fue muy emocionante. NUESTROS COLUMNISTAS Marco Aurelio Denegri LUNES Milagros Leiva MARTES Abelardo Sánchez León MIéRCOLES Pedro Canelo JUEVES Josefina Barrón VIERNES Salvador del Solar SáBADO más cómodos. Las viviendas provi- sionales durarían dos años supues- tamente. —¿Cuáles fueron las conclusiones de su investigación? El proceso de recuperación y recons- trucción debe tener continuidad con el pasado. Para reponerse de una tragedia de esta envergadura, es muy importante que los sobrevi- vientes puedan ligar lo importante del pasado perdido con un presen- te. Quiero decir, no vivir anclado en el pasado, sino sacar lo más impor- tante de él para darle presencia en el presente. Honrar el pasado para se- guir viviendo. Colecciones El Comercio @elcomercio elcomercio.pe (51) 947-031-286 -- “THE MARTYRED CITY” -- La obra de Oliver- Smith se encuentra disponible en Amazon. www.elcomercio.pe GALERÍA DE FOTOS LASIMÁGENESQUEDANTESTIMONIODELA RECONSTRUCCIÓNDEYUNGAYENLOSAÑOS70 LO QUE PIENSAN LOS LIMEÑOS Según el último sondeo de El Comercio elaborado por Ipsos Perú, el 52% aprueba despenalizar el aborto en caso de violación sexual.
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  • sbado 30 de mayo del 2015 el comercio .A27

    m il mujeres se sometern hoy a un aborto en el Per. Pode-mos seguir discutiendo o se-guir negndonos a discutir, pero maana habr mil ms. As ocurre todos los das, a pesar del empi-nado trance fsico y psicolgico que implica interrumpir un embarazo en algn lugar clandestino e inseguro de nuestro pas.

    La ley sanciona el aborto como delito y la Iglesia lo condena como pecado. Y adems de la posibilidad de ir a la crcel existe tam-bin el riesgo de acabar en la morgue. An as, tomara apenas mes y medio colmar las tribunas del Estadio Nacional con las mu-jeres que en ese lapso habrn elegido pasar por ese umbral.

    Las posiciones enfrentadas en este deba-te son irreconciliables. Y como lo que cada parte defiende es moralmente inadmisible para la otra, el intercambio de opiniones suele alcanzar el nivel de polarizacin en el que olvidamos que no son nuestras opinio-nes las que realmente cuentan.

    Esto resultara obvio si la Comisin de Justicia decidiera abordar el tema, no en al-guna desangelada sala del Congreso, don-de es tan fcil mandar archivar un proyecto de ley, sino en presencia de los centenares de miles de mujeres que cada ao, por sus propios motivos y desde sus propias encru-cijadas, tienen que optar entre la vida que se forma dentro de ellas y el destino que buscan para la suya propia.

    Habra que ver qu opiniones alcanzan a erigirse frente a sus miradas; qu pala-bras llegan a pronunciarse en medio de tan descomunal silencio. Porque ah estaran todas ellas: las normalmente invisibles, las clandestinas; aquellas a las que nunca nos referimos cuando defendemos la vida y de las que no estamos hablando cuando ha-blamos de derechos.

    Entenderamos en su presencia que vivir no es siempre tan fcil como juzgar. Y que el poder transitorio que nos ofrece un plpito o una curul tendra que utilizarse para ser-vir y acompaar, antes que para condenar.

    Pero como en realidad no las vemos ni tenemos que verlas, preferimos la indife-rente tranquilidad de nuestras conciencias y la reconfortante ilusin de que lo prohibi-do por la ley no existe.

    Y rebajada la causa de las mujeres al punto de solicitar que al menos se les auto-rice esta urgente salida tras una violacin, la respuesta es que ni siquiera se va discutir el tema, que ya bastante tienen con el dudo-so derecho que se les ha concedido a abor-tar en caso logren demostrar que sus vidas verdaderamente corren peligro.

    Tremendo privilegio el de ser mujer en nuestra tierra.

    Salvadordel Solar

    Mil Mujeres hoy, Mil Ms

    Maana

    La ley sanciona el aborto como delito y la Iglesia lo condena como pecado [...] El poder

    transitorio que nos ofrece un plpito o una curul tendra que utilizarse para servir y acompaar, antes que para condenar.

    poSdata

    e ste es el primer recuer-do que Anthony Oliver-Smith tiene de la ciudad de Yungay. Tena apenas 24 aos cuando visit por primera vez la ciudad ancashina para hacer sus prcticas en investi-gacin tras graduarse de la Universi-dad de Florida. Se qued tres meses participando en un programa de trabajo de campo organizado por varias universidades estadouniden-ses. Tena vivo inters por conocer el folclor local y las historias de los pue-blos andinos. Haba planea-do retornar a Yungay a inicios de 1970 para lle-var a cabo una inves-tigacin sobre la eco-noma de la ciudad andina como parte de su doctorado, pero tu-vo que postergar el viaje hasta setiembre de aquel ao. El retraso se debi a la tragedia que marc la historia del si-glo XX en nuestro pas: un poderoso terremoto de 7,8 grados de magni-tud caus un gigantesco aluvin que en minutos borr Yungay del mapa y acab con la vida de 20 mil poblado-res. De aquel 31 de mayo se cumplen maana 45 aos.Usted decidi regresar a Yungay a pesar de la catstrofe que lo haba afectado. Por qu?Mi asesor acadmico me motiv a regresar al Per despus del terre-

    Tengo 72 aos, soy profesor emrito de Antropologa en la Universidad de Florida y miembro del Centro de Estudios Latinoamericanos. Tena 24 aos cuando llegu a Yungay por primera vez, en 1966. Retorn tras la tragedia de 1970 y registr durante diez aos el proceso de recuperacin y reconstruccin de la ciudad. Publiqu La ciudad mrtir: muerte y renacimiento en los Andes, un libro con las conclusiones de mi investigacin que fue nominado al Premio Pulitzer en 1986.

    Anthony Oliver-SmithAntroplogo estadounidense

    archivo personal

    Me toc documentar la reconstruccin del

    yungay destruidorONNY ISLA ISUIzA

    El proceso de recuperacin y reconstruccin debe tener continuidad con el pasado. No se trata de vivir anclado en el pasado, sino de honrarlo para seguir viviendo.

    Estuve el ao pasado en Yungay para volver a ver a amistades que hice durante la poca en que la ciudad se repona de la catstrofe.

    Yungay era muy hermoso, un lu-gar realmente muy bello. Era uno de los pocos lugares del mundo donde una persona poda sentar-se a la sombra de un rbol y ver un glaciar como parte del paisaje. Era un medio ambiente con una belleza enorme, una ciudad bas-tante acogedora.

    moto. Yo me decid a hacerlo para llevar adelante mi investigacin, pe-ro lgicamente cambi el enfoque. Fui a documentar el proceso de re-cuperacin y reconstruccin de un pueblo destruido por una violenta desdicha.Qu fue lo que encontr al llegar a Yungay?Ya haban transcurrido cuatro me-ses desde el terremoto, pero el pano-rama en la zona segua siendo deso-lador. Era como si todo el Callejn de Huaylas hubiera sido borrado en todos los aspectos del desarrollo: las carreteras y las casas estaban en es-combros. Todo lo que se haba con-seguido en treinta aos de proyectos fue aniquilado.Dnde se aloj y cmo desarro-ll su investigacin en medio de es-ta ciudad destruida?Me instal en el campamento de sobrevivientes en Yungay, al norte del aluvin. Los siguientes 14 me-ses viv rodeado por los pocos so-

    brevivientes de la tragedia, quienes haban perdido

    a hermanos, padres, tos, abuelos y amigos. Solo cuatro familias completas se salvaron de morir. En aque-lla zona se perciba

    un notable espritu de sobrevivencia, pero era

    innegable que la gente se en-contraba bastante afectada.A cuntas personas lleg a aco-ger ese campamento?En setiembre de 1970, el campa-mento de sobrevivientes tena en-tre 300 y 400 personas, pero al cabo de un ao ya superaba las 1.200. La gente que viva en el campo se iba acumulando en el campamento de Yungay. Se les haba cado la casa y no tenan dnde hospedarse. Fue entonces que las autoridades colo-caron mdulos para que vivieran

    Todos los sobrevivientes son ca-paces de recuperarse de una trage-dia tan grande?Quienes no pueden salir de la trage-dia son aquellos que siguen viviendo y lidiando con aquello que han pasa-do. Este es un proceso muy difcil. Es muy parecido al luto. La recupera-cin emocional y la reconstruccin material tienen que apoyarse mu-tuamente. Participar en la recons-truccin material ayuda a uno a so-breponerse. Esto se puede aplicar a cualquier situacin.Usted ha realizado estudios co-mo este en otras partes del mundo?S, he hecho investigaciones antro-polgicas y consultoras sobre cues-tiones relacionadas con desastres y con el reasentamiento involuntario en el Per, Honduras, India, Brasil, Jamaica, Mxico, Japn y Estados Unidos. Mi trabajo sobre desastres se ha centrado en temas de ayuda y reconstruccin, anlisis de la vulne-rabilidad y organizacin social. En cuanto a reasentamiento involun-tario, me he dedicado a investigar los impactos del desplazamiento, apego al lugar, los movimientos de resistencia y anlisis de proyectos de reasentamiento. He editado y coedi-tado ocho libros sobre estos asuntos.Dnde fue publicada su investi-gacin sobre Yungay?Las conclusiones fueron plasma-das en el libro The Martyred City: Death and rebirth in the Andes (La ciudad mrtir: muerte y renaci-miento en los Andes), publicado en 1986 y que fue nominado al premio Pulitzer ese mismo ao en la catego-ra No Ficcin. La obra fue reeditada en 1992 y cuenta la historia del pro-ceso de sobrevivencia de Yungay, de cmo sus pobladores lucharon en contra de fuerzas enormes para que sus tradiciones no desaparecieran a lo largo de toda la dcada del 70. Lamentablemente, no se encuentra disponible en espaol.Ha regresado a Yungay recien-temente?S, estuve ah el ao pasado para vi-sitar el pueblo y reencontrarme con amistades que hice durante el tiem-po en que la ciudad se recuperaba de la catstrofe. Fue muy emocionante.

    nueStroS columniStaS

    Marco Aurelio DenegriLUnEs

    Milagros LeivaMArTEs

    Abelardo snchez LenMircoLEs

    Pedro caneloJUEvEs

    Josefina BarrnviErnEs

    salvador del solarsBADo

    ms cmodos. Las viviendas provi-sionales duraran dos aos supues-tamente.cules fueron las conclusiones de su investigacin?El proceso de recuperacin y recons-truccin debe tener continuidad con el pasado. Para reponerse de una tragedia de esta envergadura, es muy importante que los sobrevi-vientes puedan ligar lo importante del pasado perdido con un presen-te. Quiero decir, no vivir anclado en el pasado, sino sacar lo ms impor-tante de l para darle presencia en el presente. Honrar el pasado para se-guir viviendo.

    Colecciones El Comercio

    @elcomercio elcomercio.pe (51) 947-031-286

    --The

    MArTyred CiTy

    --La obra de Oliver-Smith se encuentra

    disponible en Amazon.

    www.elcomercio.pegalera de fotoslas imgenes que dan testimonio de la reconstruccin de yunga y en los aos 70

    lo quE piENsaN los limEossegn el ltimo sondeo de El

    Comercio elaborado por ipsos per, el 52% aprueba despenalizar el

    aborto en caso de violacin sexual.


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