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Zen, más allá del pensamiento

Date post: 23-Mar-2016
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El Zen nos conduce a la región del silencio donde nace la intuición, la creatividad y las capacidades conscientes
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“Maestro, ¿en qué meditas? En lo que está más allá del pensamiento

¿Cómo consigues meditar sobre aquello que está más allá del pensamiento?

No meditando” ¿Qué es el Zen? Se pueden intentar varias definicio-

nes, pero todas ellas serían inútiles. Podemos más fá-cilmente decir lo que no es. No se trata de una religión o una teoría. No se basa en ningún dogma o filosofía. La esencia del Zen no se encuentra en ninguna escuela, maestro o escritura aunque sea sagrada. Permite el conocimiento directo de uno mismo por

encima de valores, naciones y razas. El Zen es una for-ma de budismo que en China se desarrolló con el nom-bre de Chan y en Japón se convirtió en una de las co-rrientes más importantes a nivel espiritual pero también social y artístico. Sus principios se aplicaron a todas las facetas del hombre. La palabra zen es una contracción de “zenno” , que

corresponde a lo que en China se denominó Chan y en la India Dhyana. En los tres casos puede traducirse co-mo “meditación”. Tradicionalmente su origen se remonta al mismo Bu-

da quien en el llamado sermón del pico del Cuervo, en vez de dirigirse a sus oyentes con palabras permaneció en silencio, haciendo únicamente el gesto de mostrar una flor. Uno de sus discípulos, Kashyapa demostrando que había comprendido esta enseñanza del silencio, sonrió y en ese momento alcanzó la comprensión. Aunque no haya documento alguno que lo pruebe, se

cree que el Buda transmitió la enseñanza zen a Kashya-pa, al que siguieron numerosos patriarcas indios, hasta llegar a Bodhidharma.

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Los principios del

budismo zen llegaron a China de la mano

del monje Bodhidharma,

descendiente espiri-tual directo del discípulo de Buda

Mahakashyapa, alre-dedor del año 520. De acuerdo con la tradición Bodhid-harma fue el

fundador del Chan en China en el siglo VI d.C. En Japón el budismo zen empieza a desarrollarse desde el s. XII arraigando

con mucha profundidad y es-píritu creador en la cultura del Japón. El Zen, a pesar de

ser un tipo de budis-mo, tiene una

influencia directa del Taoismo

Respecto a su in-troductor en China, Bodhidarma, son varias las leyendas que envuelven esta figura. Una de ellas relata que una vez habiéndose dormido mientras meditaba,

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se puso tan furioso consigo mismo que se cortó los pár-pados, los que al caer al suelo dieron origen a la primera planta de té. Desde entonces el té ha proporcionado a los monjes zen protección contra el sueño, facilitando la claridad mental.

Bodhidharrna llegó a Cantón proveniente de la India

alrededor del año 520, y siguió viaje hasta la corte del Emperador Wu de Liang, entusiasta protector del Bu-dismo. El emperador le contó todo lo que había hecho para promover la práctica del Budismo, la construcción de templos, la protección de monjes etc. y le preguntó qué mérito había ganado con ello, de acuerdo con la concepción de que la gradual acumulación de buenas obras, que llevan a circunstancias cada vez mejores en vidas futuras y a la acumulación de méritos. Pero Bod-hidharma replicó: "¡Absolutamente ningún mérito!" Esto socavó la idea que el emperador tenía del Budismo al punto de que preguntó: "¿Cuál es, entonces, el primer principio de la doctrina sagrada?" Bodhidharma replicó: "Está todo vacío; no hay nada sagrado." Entonces pre-guntó el emperador: "¿Y quién eres tú para estar aquí ante nosotros?" Bodhidharma replicó: "No lo sé."

Después de esta entrevista, Bodhidharma se retiró a un monasterio en Wei, donde se dice que pasó nueve años en una caverna, "mirando la pared" . Suzuki sos-tiene que esto no debe ser tomado literalmente, sino más bien a nivel simbólico aludiendo al estado interior de Bodhidharma, que consiguió excluir de su mente to-dos los pensamientos que le aferraban al mundo senso-rial. Así permaneció Bodhidharma hasta que se le aproximó el monje Shen-kuang, luego llamado Hui-k'o que habría de convertirse en el sucesor de Bodhidhar-ma.

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Hui-k'o pidió a Bodhidharma una y otra vez que lo instruyera, pero siempre era rechazado. Sin embargo, continuó sentado meditando fuera de la caverna espe-rando pacientemente en la nieve con la esperanza de que Bodhidharma por último cediera. Desesperado, al final se cortó un dedo (según otras versiones un brazo) y se lo presentó a Bodhidharma como testimonio de su sinceridad. Entonces Bodhidharma por fin le preguntó qué quería.

—No tengo paz en mi espíritu [hsin] —dijo Hui-k'o—. Te ruego que lo pacifiques.

—Trae tu espíritu aquí y ponlo ante mí —replicó Bod-hidharma— y te lo apaciguaré.

—Pero cuando busco mi espíritu no lo encuentro —dijo Hui-k'o.

—Ahí tienes —replicó en seguida Bodhidharma—. Ya he apaciguado tu espíritu. En ese momento

Hui-k'o experimentó su despertar, su tun-wu o satori,

Este diálogo se considera el primer ejemplo del carac-terístico método zen de instrucción wen-ta (en japonés: mondo), o "de preguntas y respuestas", que a veces se denomina "el cuento zen".

El entrenamiento Zen tiende conduce al ser humano al despertar completo utilizando el camino de la intui-ción. Como otras ramas del budismo, el Zen apunta al despertar, a la liberación por medio del despertar, a la consecución del satori o kensho. Es una vía o camino de liberación en el que juega un papel fundamental la atención. El mantenernos atentos en cada momento de nuestra vida, captando en su profundidad lo que sucede dentro y fuera de nosotros mismos, concentrados en nuestra actividad y con un estado interno activo y re-ceptivo.

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Más que ninguna otra escuela de misticismo oriental, el Zen está convencido de que las palabras nunca pue-den expresar la verdad última, y ello porque nuestro lenguaje solamente es el medio o instrumento para ex-presar conceptos. La realidad trascendente no puede expresarse con palabras, como dice el Tao Te King, “El tao que se expresa con palabras no es el verdadero Tao”. Por eso es importante cultivar un modo de escucha en el que las palabras cobren un significado interior y no sean solamente expresiones de conceptos. Este modo especial y no acostumbrado de escuchar es el silencio interno que constituye la puerta de acceso al estado zen. Podría decirse que es un modo de vivir diferente ba-

sado en el presente captado con facultades que se en-cuentran más allá de la mente. Por ello enseña a super-ar las limitaciones que nuestra mente lógica nos impo-nes y a colocarnos en el terreno de la intuición, facultad que no depende de nuestro intelecto, sino del desarrollo de la conciencia. La idea fundamental del Zen es la posibilidad de en-

trar en contacto con aquellas fuerzas o energías ubica-das en las profundidades de uno mismo, porque toda autoridad, toda sabiduría y todo el valor del Zen procede de nuestro interior. El Zen por sí mismo no enseña na-da, no tiene Dios alguno que adorar, no tiene ningún rito ceremonial, no promete ningún futuro en el más allá. Sin embargo se le considera uno de los caminos o vías de “Liberación”. Como los antiguos maestros decían, zen es “esto,

aquí, ahora” Para acercarnos al Zen hay que buscarlo donde real-

mente se encuentra, dentro de nosotros mismos. Es una experiencia, una vivencia personal, un estado interior al que se llega a través de la vía del silencio. ¿Qué es silen-cio?

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Si buscamos un contacto con este estado zen hay que saber estar callado no sólo externamente, sino cul-tivar el silencio interior. Si estamos llenos de conceptos, ideas, proyectos, anhelos, recuerdos, etc. y vivimos con este lastre psíquico, muy difícilmente accederemos al nivel silencioso de nuestra psique. En estado de silen-cio se diferencia claramente la información que va diri-gida al centro intelectual y aquella que no corresponde a la mente. El estado de silencio es íntegro e ilimitado, desde él comunicamos realmente con el entorno y aprendemos a escuchar. El nivel en que normalmente vivimos es el de la su-

perficialidad, las opiniones, ideas, y juicios. No hay es-pacio en nuestro interior para algo nuevo. Tenemos el hábito de pensar dentro del dualismo. Si trascendemos esta situación y nos colocamos en el estado interno que está más allá de la lógica común del intelecto, nos esta-mos acercando al zen. El silencio es el estado interno que se encuentra más

allá del pensamiento, en el cual no hay conceptos, pero tampoco juicios, críticas, ideas ni reacciones mecánicas, y si las hay, no nos arrastran tras ellas. En este estado percibimos lo nuevo. ¿Qué es lo nuevo? ¿Lo que nunca hemos oído o visto? No, es más bien un descubrimiento, una revelación interna que nada tiene que ver con la memoria. Una historia zen nos muestra claramente este aspecto.

Las historias zen, o los diálogos entre maestro y dis-cípulo son uno de los sistemas de transmisión zen. La mayor parte de la literatura zen consiste en estas anéc-dotas. Su finalidad es siempre precipitar en la mente del que pregunta cierto tipo de súbita conciencia, o poner a prueba la hondura de su penetración. Pero si son reci-bidas en un estado mental inapropiado, la mente reac-ciona mecánicamente y su efecto no tiene lugar. Si las escuchamos y pensamos: ya lo conozco, ya lo he oído, ya lo sé... pierden toda su eficacia. Lo que pretenden es ir más allá de la mente, de este modo, la misma historia consigue ser nueva cada vez. Por ello es importante

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mantener un estado receptivo, dejar de escucharnos a nosotros mismos. Entonces comprendemos...

La taza de té

Es conocida la historia de Nan-in, un Maestro japonés que vivió en la era Meiji, y lo que le sucedió con un inte-lectual de la época que fue a visitarlo intrigado por la afluencia de jóvenes que acudían al jardín del Maestro.

Nan-in era admirado por su sabiduría, por su prudencia y por la sencillez de su vida, a pesar de haber sido en su juventud un personaje que había brillado en la Corte.

Cuando el prestigioso intelectual llegó, saludó al Maestro y, sin más preámbulos, le preguntó por el Zen. Nan-in le ofreció el té y se lo sirvió con toda la calma del mundo. Y aunque la taza del visitante ya estaba llena, el Maestro siguió vertiéndolo. El intelectual vio que el té se derrama-ba y ya no pudo contenerse.

- ¿Pero no se da cuenta de que está completamente llena? ¡Ya no cabe ni una gota más!

Nan-in respondió sin perder la compostura ni abandonar su amable sonrisa -, Al igual que esta taza usted está lleno de sus opiniones. ¿Cómo podría mostrarle lo que es el camino del Zen si primero no vacía su taza?

Airado, el profesor se levantó y con una mera inclinación de cabeza se despidió sin decir palabra. Mientras el Maestro recogía los trozos de porcelana y limpiaba el sue-lo, un joven se acercó para ayudarle.

- Maestro, ¡cuánta suficiencia! Qué difícil debe de ser pa-ra los letrados comprender la sencillez del Zen.

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- No menos que para muchos jóvenes que llegan cargados de ambición y no se han esforzado por cultivar las disci-plinas del estudio. Al menos, los estudiosos ya han hecho una parte del camino y tienen algo de lo que desprender-se.

- ¿Entonces, Maestro, cual es la actitud correcta?

- No juzgar, y permanecer atento.

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Arte Zen

El Zen llegó a impregnar casi todos los aspectos de la vi-da en Japón. En cuanto a la expresión artística, la obra de arte zen, nunca se creó para ser expuesta, no es un arte decorativo. Está más allá de la estética. Si queremos comu-nicarnos y comprender una obra de arte zen, tenemos que abandonar la idea de “si nos gusta o no nos gusta” porque no fue creada para gustar.

El artista tiene que “ser” aquello que representa, con-

vertirse en su propia obra, y que la obra sea una parte de sí mismo. En cuanto al espectador de la obra, solamente la comprenderá realmente cuando él mismo se transforma también en la obra y siente que observar fuera es discernir dentro ya que expresa una parte de sí mismo. Entonces, sin importar la belleza estética y la técnica empleada, el es-pectador penetra en el profundo sentido y lo que encuentra en esta búsqueda no es ya algo externo que sus ojos ven, sino un estado interior que se ubica en las profundidades de su psiquis.

El arte zen repite una y otra vez los mismos prototipos

estéticos, temas que, si no podemos ir más allá, resultarán monótonos y repetitivos ante la mirada de nuestros ojos físicos.

La obra fue hecha no para crear en el espectador impre-

siones estéticas, sino para llevarle a un estado más allá de los sentidos físico, para servir de conexión con su propio mundo interior y expresarlo. Para conseguirlo, es importan-te el estado interno del artista en el momento de la crea-ción porque mediante el arte zen se expresa lo que se “es”. No se dirige al intelecto, a los sentimientos o a la sensibili-dad artística del espectador.

El artista zen utiliza la intuición y se dirige a la esfera intuitiva de quien lo contempla. Por esta razón el sentido de la obra no se puede captar si no abandonamos el flujo del pensamiento y nos colocamos en un estado interior de sere-nidad mental y paz emocional. Pretender “entender” signifi-ca perder toda conexión con el auténtico mensaje, y todavía

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es mayor el error cuando creemos haber “entendido”. El espíritu del zen en cada actividad se caracteriza por un contacto directo con el momento presente, con el eterno “ahora” que es lo único que existe.

Es la expresión de una búsqueda trascendental que pro-yecta un punto de vista de la realidad desde la introspec-ción y meditación. Las características del arte Zen son:

� La espontáneidad en el trazo, la mano que maneja el

pincel toma vida propia, no es guiadda por ninguna

idea sobre lo que se quiere representar ya que el ar-

tista carece de un proyecto concreto. Simplemente

deja que se manifieste en “formas” un estado inter-

ior.

� La ausencia de simetría ya que las formas simétri-

cas se relacionan más estrechamente con el campo

intelectual.

� Existencia de vacíos en el cuadro, pero es un vacío

que forma parte del cuadro y no un mero fondo sin

pintar, del mismo modo que en la poesía o en la músi-

ca los silencios son parte integrante del todo, que

sin ellos no existiría.

� La tranquilidad de espíritu en el momento de la

creación

� Ausencia de interés en lo que se refiere al resulta-

do.

� Comunicación directa con el estado interno en que el

artista se encuentra.

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En el arte zen, cada obra es potencialmente una portal hacia la meditación, un punto de partida que nos invita a re-correr un camino interior.

El término “do” es empleado en bastantes artes japone-

sas. Generalmente se traduce como “camino”, “vía” o “sen-da”. Son diferentes formas de aprendizaje zen. En teoría cualquier actividad puede conducir a estados meditativos. Los “caminos” más conocidos son: Así tenemos el Ju Do, Kyudo (tiro con arco zen), Karate Do , Ken Do (el arte de la espada), Bushi Do (La senda del guerrero) Ka Do (el arte de las flores o ikebana), Cha Do (Ceremonia del Té), Sho Do (Caligrafía)...

Que se añada el término “do” a un arte significa que esta

actividad se convierte en una senda interior, en un instru-mento de autoconocimiento y una vía de meditación que no se relaciona con la actividad intelectual ni sensitiva, sino con la activación de la conciencia.

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