8/16/2019 01. La Jornada, Suplemento Especial a Julio Cortázar
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José Emilio Pacheco
_..... Juan Ru/fo
_...
Luis Cardo¿ay A ragón
_...
Sergio Ramírez
Carta
uplemento
especi l
S B OO 27 DE OCTUBRE DE 984
_....
Eduardo Galeano
_....
Saúl Sosnowski
_
Nestor Garda ;anclini
M
ario
Benedetti
,
Chívilcoy, sin inquietarte por
la
sacudida que
me darlas treinta y ocho años más tarde en
un departarnentQ de la calle Saint-Honoré
8/16/2019 01. La Jornada, Suplemento Especial a Julio Cortázar
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c rt en
m no propi
todas las cosas
se
libraban así.
Muy
de
cuan·
do
en
cuando. a regañadientes pero obliga-
dos
a
~ u i d a r la fachada de las "actividade
culturoles'', los dirigentes accedían a un con
cierto o a una velada presuntamente
artísti-
ca. que pagaban
mal
y sin ganas y
que
escu·
chaban apoyándose cntredormidos en el
hombco de sus noble esposas.
Si
te
hablara de nlgunas cosas que vt y es
cuché
en
esos tiempos no te
sorprendc:rian
dc:mnsiado y en todo ca.o te divertirían, vo
que les contabas tantos c u e n t o ~ a tus m i g o ~
como un preludio para aflojar los dedos an-
tes
de refugiarte en tu cuarto
de
hotel y
escri
bir rus cuentos. justamente ésos que hubiera
sido imposible contar sin destruir su razón
más profunda.
En
esos
miSmos
salones don-
de tocaste con tu terceto yo escuché, entre
otras abominaciones, a un señor que primerc
contempló
al
público con aire cadavérico
(probablemente tenia hombre) y luego exigió
silencio absoluto y concentración estétict
pues se 'disponía a interpretar la •.. sinfonía
inconclusa de Schubert. Yo me estaba
fro
tando todavía los oidos cuando arrancó c.on
un vulgar pot-pourrl en el que se mezclabar.
el
~
Mario
la
Serenata
y
creo
que un
tema de
Rosanumda;
entonces me acordé de
que en los cines andaban pasando una peli-
cula sobre la vida del pobre Franz que se lla-
maba precisamente
La
si'f[onla
Inconclusa,
y
que este desgraciado no hacia más que n:
producir la musica que babia escuchado en
ella. Inútil decirte que en el selecto público no
hubo nadie a quien se
le
ocurriera pensar que
una sinfonía
DO
ha sido escrita para el piano.
En fin, Felisberto, ¿vos te das cuenta, te
das
realmente cuenta
de
que
eswvilll05c
tan
cerca. que a tan pocos días
de
diferencia yo
hubiera estado
abi y te
hubiera escuchado?
Por lo menos escuchado, a vos y al ..mando-
lión" y al tercer músico, aunque DO aupiera
nada de vos como eacritor porque
eso
babria
de suceder mucho después,
en
d cuarenta y
siete cuando Nadie n ~ n d f úu ltímparas. Y
sin embargo creo que
nos
hubiéramos
reco
IIOCido
en ese club donde todo not habría
proyectado el uno hacia el otro, yo te babria
invitado a mi piecita para darte caña y mos-
Epitafio para una obra escrita
Manuscrito inédito de Julio Cortázar
el piso alto,
alli
donde
yo 1\abia
leido a
Rim
·
baud y a Keats par a no morirme demasiado
de tristeza provincianL Y el nuevo propieta-
rio que se llamaba Musella te acompañó
sin
duda hasta tu pi.eu, frotándose las manos
con un gesto entre monacal y servil que
bien
le conocl, y en d comedero te atendió el
m.ozo
Cestero, un ¡allego maravilloso
siem
pre dispuesto a escuchar los pedidos más
complicados y traer después cualquier cosa
con una naturalidad desartnADte. Ah, Felis
beno, qué cerca anduvimos en
esos
años,
qu6 poco faltó l* que ua.zapio de ho el,
una e¡quina con palomas o un billar de club
social nos viera damos la mano
y
emprender
esa primera conversación de la que hubiera
salido,
te
ima¡inás. una amistad para
la
vidL
Porque fúate en esto que muclla ¡ente no
comprende o no quiere comprender ahora
que
se
habla tanto de la escritura como única
fuente válida de la critica literaria y de la lite
ratura misma. Es cierto que a mi
DO
me hizo
falta encontrarte
en
Chivilcoy para que año$
más tarde me deslumbraras
en Buenos
Aires
otros cuentos; es cierto que si hubieras sido
un
millonario guatemalteco
o
un
coronel bir·
mano
tus
relatos me hubieran parecido igual-
mente admirables. Pero
me
pregunto
si
mu
chos de los que
en
aquel entonces (y en éste,
todavia) te ignoraron o te perdonaron la
vi
da. no eran gentes incapaces de comprender
por qué escribías lo que eacribias y sobre
todo
por
qué lo escribías
así,
con
el sordo
y
persistente pedal de la primera persona, de
rememoración obstinada de tantas lúgubm
andanzas por pueblos y caminos, de tantos
hotdu
frias y deic:ascarados, de Alas con
púbtic:os
ausentes,
do
billares y clubs sociales
y deudas permanentes.
Ya
sé
que para
admi
rarte basta leer tus textos. pero si además se
ros
ha vivido paralelamente, si además se ha
conocido la
vida
de provincia. la miseria del
lin de mes, el olor de las pensiones, el nivel de
los diálogos, la tristeza de las vueltas a la pla-
u
al atardecer, entonces
se
te conoce y se te
admira de otra manera, se te
vive
y convive y
de golpe es tan natural que hayas estado en
mi hotel, que el gallego Cesteros te baya trai·
27 DE OCTUBRE DE 1984
hayan discutido unas pocas monedas entre
dos golpes de billar. Ya casi no me asombra
lo que tanto me asombró al
leer
tus cartas de
ese tiempo, ya me parece elemental que an-
duviéramos tan cerca. No solamente en s
momento y
es.os
lugares; cerca por dentro y
por paralelismos de vida. de los cuales
el
mo
mentáneo acercamiento
físico no fue
más
que unn sigilosa avanzada. una manera de
que
a tantos años de una mesa de billar, a
tantos años
de
tu muerte, yo recibiera fuera
del
tiempo el signo fmal de la hermandad en
esta helada med1anoche de París.
Porque ademas también viviste aqu1,
en
el
barrio latino, y como
a mi
te maravilló
el me
tro
y
que lns parejas jóvenes se besaran en la
calle )' que el pan fuera tan rico. Tus cartas
me devuelven a
mis
primeros años de París,
tan poco tiempo después qu\1 vos; también
yo
escríbl cartas afligidas por la
falt.a
de dine-
ro, también
yo
esperé
la
llegada de esos ca·
jonCltos en los que la familia nos mandaba
yerba y café y latas de carne y de leche con
densada, también yo despaché mis cartas por
barco porque el correo ilereo costaba dema-
~ i a d o
Otra vez las órbitas tangenciales, el
roce sigiloso sin que nos dieramos cuenta;
pero qué querés, a
mi
me tocaría encontrarte
en tus
libros y a
vos
no encontrarme
en na
da;
en
este territorio en
que
habitamos eso no
tuvo ni tiene importancia. como no la tiene el
que ahora yo no Uevc esta carta al correo.
De cosas asi
vos
sabias mucho,
bien
que lo
mostrils
en
Las
numos
equli'OC'ados
y en
tan-
tos OtrOS momentos de tus retatos que al fin y
al cabo son cartas a
un
pasado o a
un
futuro
en los que poco a
poco van
apareciendo los
destinatarios que tanto te faltaron en la vidL
Y hablando de falta si por un lado me
duele
que no
nos
hayamos conocido. mis me
duele que no encontraras nunca a Macedo-
nio y a José Lezama Lima, porque los dos
hubieran respondido a ese signo parelelo que
DOS une por encima de c:u.alquier
cop
Mace-
donio capaz
de
aprehender w b ~ u e d de
un yo que nunca aceptaste asimilar a tu pen
samiento o a
tu
cuerpo, que buscaste deses-
peradamente y que
el Diario
tú un
sln.er-
g Ütmza acorrala y hosti¡a; y Leuma Lima
entrando en la materia de la realidad con
esas jabalinas de poes.ia que descosilican las
cosas para hacerlas acceder a un terreno
donde lo mental y lo sensual
cesan de ser si
niestros mediadores. Siempre IC'Ilti y siempre
dije que en l..euma
y en
vos
(y
por qué no
en
Macedonio,
y
qué hermoso saberlos a todos
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27
DE OCTUBRE DE 984
Otro artículo en verso
LECTOR
DE
CORTAZAR
José Emilio Pacheco
Para
mi
no fue nunca Julio .
Con Cortázar hablé dos veces.
Sólo dos noches sepatadas
por dieciséis años terribles.
Nunca esperé que me escribiera cartas.
No
lo
agobié con libros. No quería
ser un devorador más de su tiempo.
Pensé: Las cartas para mí, su lector,
son verdaderamente sus libros.
Aspiré nada más a un título
del que estoy satisfecho:
Lector de Cortázar.
Así voy a seguir mientras viva.
Lo
mejor que escribió Cortázar
no está allí afuera ni del lado de allá
sino lo traigo dentro y es parte
de lo que (oscuramente, como todos)
llamo
mi
vida.
Remota adolescencia iluminada
por los cuentos que
fui leyendo
en las revistas mexicanas
(curiosamente ni en
Sur
ni
en
Marcha
y en un libro de Arreola publicó
(seiscientos ejemplares): Final del juego.
Allí estaban por vez primera
(ya a veintiséis cincuenta) Las armas secretas.
Lo
demás es historia pública
y no quiero insistir ahora.
Así pues, durante casi treinta años
he habitado estos libros habitables.
Jamás
me
canso de volver a ellos.
Por otra parte (esto es historia privada)
tal vez sin él yo nunca habría escrito cuentos.
¿Cómo decirle de viva voz todo aquello?
¿Por qué esperar a verlo muerto?
Querido Luis Cardoza y Aragón:
Hoy
leí
en
a
Jornada
lo que escribiste de
X.V.
Si me permites plagiar en verso tu prosa,
diré a
mi
vez: Abandono
métodos y sistemas.
A fm de penetrar en una obra y vivirla,
me
entrego al deleite inmediato y hondo
de la palabra. Y no quiero saber
de la época o
el
medio o los orígenes,
ni
de las influencias
ni
el análisis erudito.
No pido que
me
digan quiénes fueron
los abuelos y padres de; oeta,
Los
venenos a
noche boca arriba, Axolotl
los amores y pesadillas; si
fue
criminal, santo, loco; todo ello
En
el 57
los libros argentinos volvieron
a entrar aq_ui. En la vieja Zaplana
pude comprar
en
oc
ho
pesos Bestiario
y leerlo
seis
veces. Y tres años más tarde
Julio
ortázar en
lo he sumergido en mi para darme
exaltación y dicha.
Lo
demás
me sobra y nada necesito,
aparte de
la
voz hechicera.
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Julio ortázar en
Estados Unidos
tendía un puente en
el
que se d1rimian desti
nos de personajes
y
otras yerbas) pero don
de también se imponía una revisión (esta vez
formal) de toda lectura literaria. Jugar/leer:
jugar seriamente a la literatura y leer litera tu·
ra como
si
sólo se jugara a la re-ordenación
de letras. páginas, modelos desarma
bies (y .
nunca descattables), se había vuelto
más difi
cil.
Una revisión de los libros publicados so
bre Conázar y los centenares de artículos
que desmenul8Jl origenes, trayectos,
ó r e n ~
y estructuras, páginas y conductas públicas,
quizá no arrojen un balance completo sobre
el impacto que Cortáz.ar ba terúdo como es-
critor. como intelectual. y como ciudadano
centrado
en
la problemática latifl9amencana'.
Si logran. sin embargo, registrar, su impor
tancia
en
Estados Unidos. La dinámica uni
versitaria estadunidense impone cienos in-
tereses y presiones ineludibles en tomo a la
publicación de textos sobre las figuras incor
poradas
al establishment
académico. Lo
hace en muchos casos, además, dictaminan
do la orientación de las lecturas criticas, por
lo general asépticas. incontaminadas de brus
cas incursiones en la realidad política o en la
desmesura de la historia. Y aun cuando
en
las lecturas criticas
el
cuerpo individual ya
ha 'lido aceptado como centro y eje de eros,
el pasaje que conduce hacia el cuerpo social
aún sigue superando vallas. sospechas teñi
das de dudaa ) temores. Como Cll,todos los
tiempos, estamos en épocas de transición, y
la mano que opera la minuciosa tarea de la
critica que se satisface en su autoncontem
plación. también
ceoc
paso a miradas más
generosas en las que
lo
plural se asoma a las
ventanas de vana estructuras desconstruidas
por sus propios silencios. Quizá
también
en
este aspecto, los caminos transitados por
Conáz.ar fueron un indicio de las vastas re
percusiones de la palabra.
Pasar
del
..yo" literario al "nosotros" a
partir de "E l perseguidor" fue un cambio ra
dical, pero éste ya se había insinuado como
inquietud central de Conázar en
su
aún iné-
dita "Teória
del
túnel. Notas para una ubica
ción
del
surrealismo y
el
existencialismo"
(1947). Seria, creo, un ejercicio fútil tratar
ahora de demostrar que desde los comienws
de su producción literaria ya se había produ
cido en él una col\iunción de intereses y prác
ticas que conjugaban Jo material con esas
otras dimensiones de lo imaginario que aun
anima los pavores de la razón. Sus articulo
sobre poética y sobre la mentalidad primiti
va, sobre Poe y Keats, sobre las figuras cen-
trales del surrealismo y las proyecciones
últi
·
mas
del
existencialismo, marcan intereses pa
ralelos y (quizá) simultáneos. Esto penenece
ya a otras versiones de la historia personal
previa a la imposición de Conázar como fi·
gura central de
la
literatura latinoamericana
y cuya ausencia baria incomprensible
mu
·
chos textos posteriores a su obra. El oorpus
de esta obra, la que le otorgó el justo recono
cimiento de maestro del cuento y
de
renova
dor de la narrativa latinoamerican,
es
lo que
permanecerá a través de las décadas. Tam·
biéo perdurarán bajo las alteraciones que los
riempos impondrán a sus futuros lectores, los
personajes de Los premios Rayuela 6 . Mo-
delo para armar Un tal Lucas ..
Pero cabe
aún otra galena de recuerdos. aquella que de
jara traslucir ocasionalmente en cuentos
como "Apocalipsis de solentiname" y sobre
la que hablara insistentemente
en
sus viajes a
Estados Unidos.
Consciente de la merecida atención que re·
cibiera su obra literaria y de la interminable
serie de preguntas a lo que se le sometiera en
cada una de sus visitas, Conázar habló cla
ramente del taller
del
escritor y de esas cir
cunstancias extra-ordinarias en que la litera
tura se desoolgaba sobre él, imponiéndose
sobre el espacio en blanco,
al
margen de toda
voluntad y de toda distancia analítica. Mu·
chos
le
agradecimos que desde su propia ex
periencia hablara sobre la situación del inte·
lectual en América Latina, sobre el exilio y la
represión, sobre la ficcionalización de otras
realidades, sobre Cuba, Nicaragua, Chile.
Argentina y los Estados Unidos, sobre
esas
zonas en que la ima¡inación cedía a otras
miradas y sobre esos territorios que nigjan
el
alto vuelo imaginativo para captar su sen·
tido último.
En New York. Washington, Oklahoma,
California.
la
llegada de Cortá.zar generaba
el
entusiasmo por
el
arribo de un escritor
rá
·
pidamente reconocido y aceptado como
··
normisimo cronopio; también
por
el
en ·
cuentro con las otras caras de un continente
demasiado rico y complejo pra asomarse con
todas
sus
facetas a las verdades
p a r c i ~ e s
como toda verdad) de la literatura. Heredero
de una tradición intelectual que respetaba la
independencia literaria con
el
mismo vigor
con que exigía la libenad más tangible de los
pueblos latinoamericanos, Conázar impanió
modesta y efectivamente. sin ánimo alguno
de pontificar, las clases que los interesados
en su obra
y
en
el
abanico más amplio de lo
lati
noa
me
r
ic
ano t
ení
an que oír. Esa sutil din-
lética de literatura y comunión con la reali·
27 DE OCTU RE DE 984
dad inmediata, esos cruces que posibilitaban
que la razón no cohibiera una comunidad
so-
lidaria con la naturaleza. esa generosa com-
prensión que se negaba a onodoxias intransi·
gentes. esos traslados
ine
sperados entre
mun
·
dos dispares que todo
lo
hacían
posible
o
te-
miblemente asequible, esa suma de posibili
dades ante el máximo ejercicio de
In
voluntad
y
del
deseo,
se
vislumbraban a través de los
diálogos y sus presentacion«. Inevitable
mente, lo cual no escatima un dejo de espe-
ranza. de todo ello perdurarán los textos clá
sicos de Cortáz.ar. Las opiniones sobre su
obn1 no cejarán en tomo a predilecciones no
del
todo literarias. Tampoco cesará la publi
cación de "nuevas" versiones sobre tal o cual
texto,
ni
la discusión sobre cualesquiera de
sus libros dentro de una dinámica que mcor
pora a toda obra literaria al des-cubrimiento
de lo real y la mayo: compresión de una es·
pecificidad latinoa.'llericana. Sumidos
en
eJ.
terror.la impavidez,
el
vuelco de
lo
inespera
do, o el fmo humor que desemboca (o no) en
la carcajada, la obra de Conázar . su presen
cia real, residirá en
su
lectores con la densi
dad que cada uno de ellos apone a
esos en
cuentros nada fonuitos co1: sus páginas.
Tanto en Estados Unidos como en el
resto
del mundo y quizá más de este lado) cabe
esperar que de esas dimensiones
en
que co-
lindan las vidas de papel con las que sangran,
las dimensiones imaginarias que ha aportado
Cortázar sirvan para que los limites que dis-
tancian vastos segmentos de lo real de aque
llo que sigue siendo bijo del deseo sean redu
cidos
al
tamaño del hombre y
su
esperanza.
n
muchas páginas de Cortázar hemos ba·
liado esas posiblidades enriquecedoras; de
muchas de sus palabras seguiremos depcn·
diendo mientras la historia se juega
en
esos
escenarios
en
los c
uales
también ju
go
la otra
presencia de su literatura.
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5/7
27 DE OCTUBRE
DE
1984
QUEREMOS
TANTO
A JULIO
Luis Cardoza
y
Aragón
Siempre Julio Cortázar me
ha
ntraido
por
lo inventivo de su
lenguaje, en su inaudito imagi
nario que inviste
sus
tcxlOS de
carácter personalisimo. En más
de
un cuento me sedujo y leí
o t r o ~ que me asombraron, antes
y
después de Rayuela
en
don
de, como en los o t r o ~ cuentos,
sus poliedros renuevan a
cada
lectura
su
delicia.
Cómo disimula su profundidad,
su angustia metafísica,
es
para
mi uno de sus mayores encan
tos de encantador de encanta
miento de maestro mago. Y
después
de lo ya
señalado me
conmueve con sus páginas so
bre Nicaragua,
tan
ricas de sen·
c
illez
poética y de claridad en la
ternura sentida.
Sin ser descriptivo, con un to·
que lateral, sentí el
p a i s ~ V e
y el
acento populsr.
Los
libros de
viajes
son
imposibles si
no
es
a
la manera de Laurence
Steme
o
de
Cortázar
sacudido
por
ciclo
y tierra. Rclei su breve
tratado
de ética y estetlca subyacente
en su bcllo discurso al recibir
la
medalla Rubén Darlo .. Escu·
ché su parecer
ateica
de la ne
cesidad de lo ilivcrso. de la
mis
abierta imaginación y que para
i:l seria triste aun la insisu:ncta
de CÍCfUI temática. Son tCCl"CIIOI
en lo cuales me he detenido
ma) de
una nz pero nunca lo:.
hnbía encontnido tan sutil
y
magistralmente
e . > ~ p u e s t o s .
...Y
más allá del escntor, del es
critor que es, c:l hombre que
vive
como
cuyas
n u e s t r a ~
revo
l u d o n e ~ la de Nicaragua aeo
Sllda. El pueblo
de
Sandino que
es
tá
cantando aho ra con fusiles,
Julio
Cortázar
lo escucha co n
la fraternidad con que ayer es
cuchó las
guitarra'
en Solenti·
name.lntui que abomina
ser
lla
mado escritor comprometido;
no usa exclusivamente lo real ru
e x c l u ~ w a m e n t e lo fantástico,
quedo para siempre a la angus
tiosa
espera
de
l o ~
dos
rumbos.
Si se tiene la paciencia de d'ec·
tuar una
suerte de lectura cola·
ci.:mada
de
Indos sus cuentos,
se vera· que mucholi de los ele·
mentos o recursos fantásticos
usados en los mismos, son me
ras prolongaciones de lo
real,
o
sea que lo increíble no parte de
una raiz. inverosímil sino que
proviene de un dato absoluta·
mente creible y verificable en la
realidad.
Por
ese entonces me
pareció descubrir una
de
las
claves del quehacer narrativo
de
Julio y precisamente
la
detecte
en uno de sus
tntos
no narrati
vos ( El cuento en la revolu-.
ción ,
1963}.
Alli menciona que
para
su admirado Alfred Jarry
el
verdadero estudio de la rea
lidad no residia en las leyes sino
en las excepciones de esas le-
yes". La afuúdad esencial
que
une y orienta sus cuentos pone
el acento precisamente en esa
caracteristica Oa excepción),
para la
cual lo
fantisúco es
sólo
un medio, un recurso subor
cü
nado.
R a y u ~ l a
es.
como hoy lodos los
criticos lo admiten, una
obra
clave. no sólo de la narntiYB de
Cortázar sino de la novela lati
noamericana del ~ i g l o veinte.
Creo que
ese libro. apa rte de la
doble lectura
que
el autor
sa·
gazmente propone, tuvo tam
bién un doble disfrute para
to
dos
nosotros.
Por
un lado, el ri·
gor artísti
co.
Creo que
es
la lec·
clón
mis
conumdonte trans·
misible para alguien q ue preten ·
dn hacer literatura. En ese senti
do
,
Rayuela
puede
ser
disfruta·
da en \·arias zonas. a saber. la
conformación técnica, el retrato
de pllrsonajes. el estilo provoca
tivo, la alerta sensibilidad para
las peculiaridades del lenguaje
rioplatense, la comicidad
de
pa -
labras e imagcncs, la cJ>trategia
de la citas. ajenas. Pero. por
otro
lado, este contenido es
brindado
al
lector en un envase
impecable. Más de una \ ·ale he
conturbado planeta, me han
confirmado su actitud generosa.
su sincera y eficaz militancia en
defensa
de
las conquistas
r e v ~ >
lucionarias
de Cuba
y Nicara
gua, su constante preocupación
por
la
dramática situación de
América
Latina, todo
ello en
una entrego de tiempo y energia
que en largos lapsos le ha impe
dido seguir escribiendo. Recuer
do que alguna
va
me dijo, me
dio ansioso y medio enterneci
do: "¿Viste?
Nos
llaman
por
que somos escritores y como
ta
·
les nuestra palabra puede tener
algún eco, y luego nos
dan
tan·
to
trabajo
que
no dejan se
guir escribiendo".
Creo que
tie-
ne toda la razón.
Si
verdadera
mente queremos tanto a Julio,
seria bueno que de vez en cuan·
do
lo dejáramos escribir. Entre
otras cosas, porque lo hace ma
ravillosamente.
Sergio Ramírez
~ u e r d o antes que nada los
cuentos de
Besdarlo.
leidos
con
la m i ~ m a devoción y las ansias
de desentrañar, como aprendiz,
los secretos de la escritura, ese
desmontaje técnico que tanto
placer quita a la lectura: hay
q11e
leer a un hombre que se Ua
ma Cortázar, me recomendó se
tenei068rrtente, en el San José
de los años sesenta. algún ami·
go escritor s a l v a d o r ~ ñ o ,
que
delipués rue ministro de justicia
de
lo
milicos y acabó
por pcr
·
der toda la sensibi
li
dad qu
;:
al
&una
\CZ
tuvo para interesarse
por
Quiroga. y
por
Roberto
Artl,
y
por Corti.zar.
M
ás Stl.TCtos aún aprendi en
Rayul la. una caja de mecanis
rnos con
sus
perfectas bielas.
engranajes y tornillos en exacUI
arm onía, la Maga y Rocama
dour. entrañables desde enton ·
ces en la memoria, aprendiendo
a ~ e r escritor con constaoeia.
hambriento de novedad y de en
señaz.a, deslumbrado y acica
me cuenta los sueño > que yo
acabo de soñar y que ya no re
cuerdo o creo que no recuerdo.
Esto
he sentido desde
que
lei
sus cosas por priméra vez. hace
más
de
veinte años, y yo siem·
pre con ganas de
entn¡ale
sue
ños a cambio de los que él me
devolvía.
Nunca
pude. No valen
la pena los pocos sueños míos
que consigo recordar al nn de
cada noche.
Ahora Helena me ha dado los
suyos, para que yo se los dé a
J ulio. El sueño de la casa de las
palabras, por ejemplo palabras.
Allí acudían los poew a mez
clar y probar palabras. En fras
cos de vidrio estaban auardadas
las palabras, y cada una tenia
un color, un olor y un
sabor
y
cada una sonaba y queria
ser
tocada.
Los
poetas ele¡ian y
combinaban, buscando tonali·
dadca y melodías, y se acerca
ban a la nariz las frases que
iban formando, y tu probaban
con el dedo:
"Esta
precisa mis aroma de Uu-
vio", deda Juan. y Ernesto de
cía: A étta
le
liObra
sal".
La
casa
de las palabras se parecía
mucho
a la
casa
de Rosalia
de
Castro, en Galicia; y quizás
era. Los árboles se metían por
las ventanas.
O, pongamos por caso. el sueño
de lo mesa de los colores. Está
bamos todos en t. se suci\o, to
dos los amigos Cotados en tor ·
no de
una
meza. y también la
multitud de extru que
traba
jan en cualquier sueño
que
se
respete. En las fuentes y en los
platos
había
comida, pero
sobre
todo había
c o l o
cada cual se
sen
n alguna alcgrias de la
boca
y tambien se servía algún
color, el color que le hac ia falta.
y el color entraba
por
los ojos:
amanllos límóu o a1ul de
mar
5erena, rojo humeante o rojo la
cre o rojo vino. Una ve; .
Hele
no so
ñó
que sus sueños se ma r·
chaban de \'iaje y ella iba bosta
la estación del tren a despedir·
los y por ahí
andaba
entre\·era
do, no sé como, el
Chacho
Pc
ñalou queriendo irse a Beirul.
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8/16/2019 01. La Jornada, Suplemento Especial a Julio Cortázar
6/7
Cansado
e
tanto homenaje Cortázar se refugia
en el humor e los túneles
ést
or
Garcl anclúrl
Hay
escritores clásicos y escritores románti
cos
Los primeros
son
aquéllos
que
descubriero8',
a veces con tanto esplendor
como
Borges.
que en la escritura el
drama
puede sujetarse a
las geometrías de
la
razón.
Hay
románticos
que han aprendido a escribir con ellos. pero
nunca serán clásicos porque
la
fascinación
de
las estructuras, de
sus
ruinas o sus cuen·
tos siempres circulares, es desbordada por la
sensualidad del sentido. O
por su
critica.
Nada
los fascina tanto
como
luchar y
jugar
con
la pluralidad
de
significaciones del mun·
do.
Más que la
persecusi6n metódica
de
un
orden, hecho de modelos y deducciones, los
mueve a
narrar la
pasión p or seguir hilos que
quizá no conducen a ninguna parte.
Porque Cortázar
creyó que
el sentido
pe
conquista en los márgenes o
en
el subsuelo
de
la
razón vigente, desconfi6 de todos los
estereotipos, los homenajes,
las
consagracio·
nes que establecen nítidamente
la
verdad de
un hombre o
una
obra.
En
estos meses en
que centenares de reseñas derrocharen loga·
res comunes como
lo
increíble de que haya
muerto
ese
hombre
co
n
cara de
niño, o que
le
quedaba tanto
tanto por
decir, ¿cómo
no
acordarnos de aquella familia Humboldt que
él
mandaba de visita a Jos velorios para tras·
tomar
el sentido convencional
de
la ceremo·
nia? ' 'Mi prima segunda
la
mayor
se
encarga
de cerciorarse de la índole del duelo, y si
es
de verdad, si
se
llora porque llorar es lo único
que les queda a esos hombres y esas mujeres
entre olor a nardos y a caf'e, entonces nos
quedamos
en
casa
y los acompañados desde
lejos' ..
no
nos gusta interponer insolente
mente nuestro vida ajena aesf diálogo con
la
sombra .
Pero si advierten que la gente está en el ve
lorio para cumplir y que finge
sus
condolen·
cías, van todos implacables. Saludan a los
deudos,
a
quienes
se
reconoce fácilmente
porqu e Uoran apenas veo
entrar
a alguien , y
luego
se
dedican a imitar las costumbres y
los elogios al muerto.
Hasta
que
por
el énfa
sis acaban apoderándose del velorio, reem
plazan a los parientes en los discuros, los la
mentos y
la
organización del entierro.
En ese mismo libro dedicado a los crono
pios, en el
Manual
de instrucciones , acon
seja atenerse a
la
manera correcta de llorar:
llegado el Uanto, se tapará con decoro el
rostro usando ambas manos
co
n
la
palma
hacia adentro. Los niños llorarán con la
manga
del
saco
contra a
cara,
y de preferen
cia en
un
rincón del cuarto. Duración media
del llanto, tres minutos.
Si
hay
un tiempo
para
todo
¿cuánto es nrr
cesarlo para rememorar a un escritor famo
so?
El
mismo había dicho que es dificil medir
los acontecimientos con el reloj, ese pequeño
infierno florido, cade na de rosas, calabozo de
aire. Por
ejemplo
en
los cumpleaños. Justa-
mente cuando te regalan un reloj. No te
dan
solamente el reloj, que los cu01plas felices y
esperamos que te dure porque
es
de buena
marca
..
te
regalan la necesidad de darle
cuerta todos Los días,
la
obligación de darle
cuerda
para que siga siendo un reloj .
Te
regalan el miedo de perderlo,
de
que te
lo
ro
ben,
de
que se te caiga
al
suelo y se rompa .
No te regalan un reloj, tu eres el regalado, a
ti
te ofrecen
para
el cumpleaños del reloj.''
No
sólo
supo
decir
en
las grande s antiepo
peyas
de
Oliveria y de Johny lo que cuesta
luchar contra los calabozos del tiempo, con
tra
las
alianzas que la libertad pacta
con
la
muerte,
como
esa
de
Louis Armstrong, que
es lo que fue porque cuando tocaba estaba
diciéndole
todo
el tiempo adiós a
esa
mlisi
ca
.
Cortázar
también logró hacer vibrar la
tensión entre lo que es
y
lo que va dejando de
ser en
los relatos aparentemente menores de
los cronopios o
en
relampagueantes cuentos
de dos páginas.
Supo
que los textos miniroos
tenían tantas posibilidades de atrapar el sen
tido de esta vida huidiza como las grandes
construcciones
narrativas, pero que todas
son
aproximaciones y nunca merecen los ba·
lances ni los homenajes.
No
se puede cerrar y hacer
la
suma,
por
que
como le gustaba decir a
ese otro
perse·
guidor que Julio amaba, Macedonio Femán
dez,
más
allá de l
as
conclusiones
la
realidad
sigue tr abajando
en
abierto misterio . Sólo
podemos aludirla
en
imágenes exasperadas,
27
E
OCTU RE DE 984
que dirán simpre que
la
muerte no
está al
fi.
nal, no es la quiebra d e ningún orden,
porqut
la vida consiste
en
desprenderse
una
y
otrr.
vez de los órdenes que
la
garantizan y
la
clausuran.
En
Los pr mios leímos que habría que te·
oer una
tercera mano, y
en
ayuela
que
la
vida
es
como el comentario de
otra
cosa
que
no
alcanzamos . La justificación de la exis
tencia no está
en
los reconocimientos, sino
precisamente en no instalarse en ninguna
ju s
tificación,
no
acomodarse en ningua de las
salas del laberinto. o
como
decía Oliveira,
abrir
de
par en
par las ventanas y tirar todo
a
la
calle, pero sobre todo hay que tirar
la
ventana y nosotros con eUa .
Hay
que recordar estas cosas, y
con
bu
mor, cuando evocamos la muerte de alguien
que
proponía que
en
las conmemoraciones
patrióticas de las escuelas,
en
vez de los dis·
cursos, el director les pasara a los niños pelí
culas de Chaplin y Buster Keaton. Alguien
que escribió que
la
risa, ella
sola,
ha cavado
más tuneles útiles que todas las lágrimas de
la
tierra .
Y
quizá porque sabia de hum
or
y
de túneles pudo irse de la Argentina cuando
sintió
que lo asflXiaba, desde
la
distancia de·
sarrolló
esa
alta forma de patriotismo que es
hacer respirar a una lengua, y estuvo muy
cerca, aun
en
el
exilio, para solidarizarse
cuando otras formas
de
asflXia sofocaban a
su
país.
Por
todo eso pudo también hacer de
algo a menudo
tan
solemne como
la
adhe-
8/16/2019 01. La Jornada, Suplemento Especial a Julio Cortázar
7/7
sión a las revoluciones actos libres y gozo·
sos.
No
podemos
conmemorar a quien tuvo
desde el comienzo este trato
con
el tiempo, la
risa y
el
abierto misterio de la muerte como
si
la muerte acabara
de
ocurrirle. Es imposible
consagrarlo como a un escritor clásico. ¿No
seria el mejor
modo
de celebrarlo proponer-
nos que no
ea el último romántico
A uno le dan ¡anas de terminar con esta
preaunta
para
no
incurrir,
por
ponene
a
-
car
la resput 1&, en esas
cursilerias que Cor-
tázar parodió en
laa
historias de famas y en
os premf )s. Preferimos acabar con dos ci-
tas, reveladora de que Cortázar no le tuvo
miedo a
ser
romántico y supo que hay en
el
leo¡uaje
crampaa peores que
la de
ser
cursi.
Acordémonos
de ese
úulo
e
wr wnlo
en el que relata la unposibilidad de narrar el
amor
impos1ole
con una prostituta de Buenos
Aires, que es también
la
evocación
de
un
país que es hoy mi fantasma o yo soy el su·
yo .
l
recordar las conversaciones
de tan·
go barato con esa mujer, como ironizan ese
lenguaje escritores que
él
aprecia, y queldj
tambien podría ocurrirle
si
escribiera
el
cuen
to, explica que en el fondo esas facilidadef
de
la
cultura
me
parecen un
poco
canallas
..
Pero
en
esos tiempos
me
dedicaba más bien
a comparar mentalmente el habla de Anabel
y
de
Susana. que las desnudaba tanto más
profundamente que
mis
manos, revelaba
lo
abierto y lo cerrado
en
ellas,
lo
estrecho y
lo
ancho, el tamaño de sus sombras en la
vida.
Nunca le
ol
la palabra 'democracia' a
Ana-
bel,
que
in
embargo la escuchaba o lcia
veinte veces
por día. y
en
cambio Susana
la
usaba con cualquier motivo y siempre con
la
misma cómoda buena concencia de propieta-
ria .
El
otro texto fue publicado pocos di as des-
pués de la muerte de Cortázar
en
uno de esos
palacios
de la
cursileña que son
las
notas ne-
:rológicas en
Jos
diarios de provincia. Pero
:ste
se
mantiene todo el tiempo
al
borde
de
ese
riesgo y sabe contamos como
se
despidió
Cortázar, en diciembre pasado, de Buenos
Aires: ''Quiso pasar oesapercibido
y
cammar
entre nosotros,
sus
personajes, y para vemos
vivos
despue$ de tanta muerte. Su estatura
real
y
literaria le impi(Ji6 una noche
mirar
la
calle Corrientes. Fue reconocido por los jó-
venes y cuenta un amigo que
se
quedó eme>-
cionado de escuchar
'Gracias,
Julio', 'Volvé',
'Quedate encre nosocros'. Era una marcha
por los derechos humanos y él aguardaba en
una esquina a una periodista que le quería
hacer una nota. Conmovido aún por la es-
pontánea manifestación que nucleó a cerca
de un
millar
de personas,
se
sentó en una
mesa
para responder
un cuestionario.
En ese
momento
se
le acercó una joven que no al-
c ftz b
los
2
d s
y
te
re¡aló
w
¡r
ramo de Jazmines
del
País. Sonrojada por
el
beso de agradecimiento,
Ja
niña se
fue.
y él,
Julio Cortázar, se quedó con
ese
gran ramo
diciendo: 'Huelan, en ninguna otra parte hay
jazmines con este perfume', y estaba a poto
de
lá¡rima.
Se fue por Corrientes con su gran ramo
de
jazmines ..