Historia de la Filosofía Tema 4 Aristóteles
TEMA 4
ARISTÓTELES (384-322 a. de C.)
1. CONTEXTO HISTÓRICO, BIOGRAFÍA Y OBRAS
2. LA CRÍTICA A LA TEORÍA DE LAS IDEAS DE PLATÓN
3. FILOSOFÍA PRIMERA O METAFÍSICA: LA CIENCIA DEL SER
4. FÍSICA: LA EXPLICACIÓN DEL MOVIMIENTO
5. ÉTICA
6. INFLUENCIA E IMPORTANCIA DE ARISTÓTELES
1. CONTEXTO HISTÓRICO, BIOGRAFÍA Y OBRAS
Su primera formación (384-367 a. de C.). Aristóteles (de aristos: mejor, selecto y teleos:
fin, significa “el que busca el mejor fin”) nació alrededor del 384 a. de C. en Estagira, una pequeña
colonia griega al sur de la península de Calcídica. El resto de la península estaba ocupada por los
reinos de Macedonia y Tracia, considerados por los griegos como primitivos y analfabetos. El padre
de Aristóteles se relacionó con el rey Amintas de Macedonia y se convirtió en médico de la familia
real, además de amigo y consejero. En la corte real, Aristóteles hizo amistad con Filipo, hijo de
Amintas y futuro rey.
Aristóteles, que también por parte de madre procedía de una familia de médicos, además de la for-
mación general que se daba a los griegos acomodados, recibió la formación especial de los descen-
dientes de médicos. Esta formación práctica y empírica es la causa de su gran interés por la biología
y el estudio de la naturaleza e influirá en toda su actividad filosófica.
En la Academia platónica (367-347 a. de C.). Se sabe que en el año 367 a. de C., huérfano
de padre y madre, y muerto el rey Amintas, amigo y protector de la familia, Aristóteles se traslada a
Atenas e ingresa en la Academia de Platón. Allí permaneció veinte años interviniendo de forma ac-
tiva primero como alumno y después como profesor. Fueron años de aprendizaje filosófico en los
que predomina la influencia del pensamiento de Platón.
Alejamiento de Platón: viajes y observación (347-335 a. de C.). Las nuevas circunstan-
cias políticas de Macedonia obligaron a Aristóteles a abandonar la Academia en el 347 a. de C., el
año de la muerte de Platón. Su amigo Filipo II de Macedonia había iniciado diversas campañas di-
plomáticas y militares que lo llevaron a una posición de hegemonía sobre toda Grecia. En conse-
cuencia, en Atenas se consolida el partido antimacedonio que guiado por el orador Demóstenes pro-
pone la guerra contra Filipo.
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Aristóteles marcha a Aso, en Jonia, donde funda una especie de filial de la Academia. Posterior-
mente se instaló en Mitilene, en la isla de Lesbos. Fueron años en los que comienza a surgir lo más
característico de Aristóteles: su interés por la vida natural. Sabemos que pasaba gran parte del
tiempo observando, catalogando y describiendo animales, plantas y fenómenos meteorológicos. Al
mismo tiempo que realiza sus investigaciones sobre las ciencias naturales, se fue distanciando
de muchos planteamientos platónicos.
En el año 342 a. de C., Filipo de Macedonia pidió a Aristóteles que se encargara como tutor de la
educación de su hijo, el futuro Alejandro Magno. La educación del joven príncipe se vio inte-
rrumpida cuando Alejandro tuvo que hacerse cargo de la regencia al iniciar Filipo diversas campa-
ñas militares. Aristóteles queda entonces libre de su tutoría, consigue la reconstrucción de Estagira-
destruida años atrás por los macedonios-, elabora su nueva Constitución y permanece allí hasta su
regreso a Atenas.
En Atenas. El Liceo (334-322 a de C.). En el año 336 a. de C. muere asesinado Filipo y le
sucede Alejandro, quien termina de someter y pacificar Grecia. Aristóteles aprovecha la ocasión pa-
ra volver a Atenas. La Academia había acentuado su tendencia pitagorizante, muy alejada de las in-
vestigaciones que le interesaban a Aristóteles. Por ello, rompe definitivamente con la Academia y
en los jardines del santuario dedicado al dios Apolo Likeis establece su propia escuela, que se co-
noció con el nombre del Liceo. El recinto del Liceo tenía un paseo porticado -el peripatos- en don-
de Aristóteles impartía con frecuencia sus clases. Por eso, los componentes del Liceo y los seguido-
res de las doctrinas aristotélicas han sido con frecuencia llamados “peripatéticos”.
Durante trece años Aristóteles enseñó en el Liceo. Fueron años de gran actividad científica y teó-
rica, de observación empírica y de especulación teórica a partir de ella. Esta intensa actividad inte-
lectual caracteriza el último periodo de su vida. En el año 323 a. de C. muere Alejandro Magno y en
Atenas estalla una revuelta antimacedónica, por lo que Aristóteles se siente en peligro y decide refu-
giarse en Calcis, en la isla de Eubea, patria de su madre. Allí morirá poco después, lejos de sus dis -
cípulos. Teofrasto, su discípulo y colaborador favorito, le sucedió al frente del Liceo.
Gran parte de la obra aristotélica se ha perdido. Sabemos que parte de ella fue a
parar a Roma y que Andrónico de Rodas, la ordenó y publicó hacia el 60 a. de C. con el nombre
de Corpus aristotelicum. Casi todas las obras conservadas hoy en día pertenecen a sus años del Li-
ceo y son escritos de las lecciones que Aristóteles impartía a los estudiantes. La cantidad de ciencias
y materias que investigó es impresionante: tratados de Lógica, Ciencias Naturales, Psicología,
Física, Metafísica (catorce tratados sobre lo que Aristóteles llamó “Filosofía primera”, y que An-
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drónico situó a continuación de los tratados de Física, de ahí su nombre: metá tá physicá), Ética y
Política. Aristóteles representa la plenitud de la Filosofía griega. No habría existido sin Platón, pero
la genialidad del discípulo impide el mimetismo con el maestro. Para matizar las discrepancias entre
ellos, se dice que dijo: “Soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad”.
2. LA CRÍTICA A LA TEORÍA DE LAS IDEAS DE PLATÓN
Con esta crítica comienza su pensamiento original. Le dedicó bastante espacio en la Metafísi-
ca. Probablemente con ello intentara justificar su ruptura con la Academia. La teoría de las Ideas
partía del esfuerzo socrático por determinar y definir la esencia de las cosas (especialmente de las
virtudes). Definida una esencia (“lo que una cosa es”) obtenemos su concepto general o universal.
Sócrates no otorgaba una existencia separada ni a los universales ni a las definiciones. Pero
Platón los separó y dio a esta clase de realidades el nombre de “Ideas”, y de este modo llegaron
a admitir como Ideas todo lo que se afirma universalmente. Este intento de atribuir carácter separa-
do a las esencias es lo que no podía admitir Aristóteles: si las Ideas son esencias que existen separa-
damente de las cosas, entonces son sustancias (realidades que poseen existencia independiente). En
este sentido van todas sus críticas:
a) Intentando explicar este mundo, Platón lo duplica (postula la existencia del mundo de las
Ideas), y con ello hace la tarea doblemente difícil: ahora hay que explicar los dos mundos.
b) Si las ideas y las cosas son dos realidades diferentes y separadas no se podría explicar la re-
lación que existe entre ellas y, en consecuencia, las ideas no pueden explicar nada del mundo sen-
sible.
c) Si las ideas están en un mundo separado no pueden ser la esencia de las cosas. Aquello que
hace a una cosa ser lo que es (su esencia) no puede existir separada de esa misma cosa.
d) Si las ideas están separadas de las cosas no pueden explicar el origen y los cambios de las
cosas. Aunque Platón afirmó que las Ideas son “causas” de las cosas, es evidente que si están aleja-
das de la realidad física no pueden producir por sí mismas ni a las cosas mismas, ni a sus procesos
de transformación. Un mundo perfecto, incorruptible, inmutable y eterno no puede ser causa y ex-
plicación de un mundo cambiante, imperfecto, donde todo es mortal y provisional.
Aristóteles no rechaza en su totalidad la Teoría de las Ideas. Está de acuerdo con Pla-
tón en que la ciencia trata sobre lo general y universal, pero lo que no puede admitir es que
las Ideas estén separadas de las cosas. Para él, los principios universales y generales del ser (las
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esencias) no son transcendentes sino inmanentes a las cosas: están en el interior de los propios
seres concretos e individuales de la naturaleza que son los que constituyen la verdadera realidad. Y
son esos principios los que debe investigar la ciencia.
Esta crítica a la teoría de las Ideas manifiesta con claridad las diferentes posiciones, actitudes y con-
cepciones entre los dos filósofos: mientras Platón centra su interés en el abstracto e inmutable mun-
do ideal, Aristóteles se centra en el mundo sensible y palpable que nos rodea. Aristóteles “baja
la Filosofía del cielo a la tierra”.
3. FILOSOFÍA PRIMERA O METAFÍSICA: LA CIENCIA DEL SER
La traducción literal del término “metafísica” sería “más allá de la física”, pero este nombre
no fue usado por Aristóteles sino por Andrónico de Rodas a efectos de clasificación bibliográfica.
Aristóteles usaba la expresión Filosofía primera o sabiduría para designar a la ciencia que trataba
de una serie de temas de interés principal. Esta Filosofía primera sería básicamente dos cosas:
-Una ciencia de la primera causa del movimiento (de la divinidad): la naturaleza se caracteriza,
para Aristóteles, por ser aquello que tiene en sí un principio de movimiento. Pues bien, como todo
lo que se mueve se mueve por una causa, Aristóteles considerará necesario que exista una primera
causa de todo movimiento, y a esta le llama Dios. A la parte de la Filosofía primera o metafísica
que trata de Dios se la puede denominar también teología.
-Una ciencia del ser en tanto ser: todas las ciencias se ocupan de parcelas particulares del ser, así
la aritmética se ocupa del número, la medicina de la salud y la enfermedad, la filosofía natural de la
physis, etcétera (serán las Filosofías segundas). Pues bien, Aristóteles considera que debe haber
una ciencia, más excelente que todas, que se ocupe del ser en sí mismo, no del ser de los números,
o del ser de la physis, sino del ser, sin más. A la parte de la Filosofía primera o metafísica que se
ocupa del ser se la suele denominar ontología.
3.1 EL SER: LA SUSTANCIA
Se puede decir que la filosofía nace como pensamiento del ser. Los primeros filósofos co-
mienzan preguntándose por el ser de la totalidad, y a partir de ahí queda caracterizado como na-
turaleza (physis): el mundo “es” physis (en su doble sentido, es decir, la totalidad de las cosas que
están en un permanente surgir a partir de un origen, arjé, al que permanentemente vuelven). Con
Parménides el tema del ser se hace explícito, para Parménides el arjé, la naturaleza, es ser, y este
ser es concebido con los caracteres de la eternidad, inmutabilidad, simplicidad, unidad, y limitación.
Los pensadores posteriores a Parménides intentarán describir ese ser, identificarlo de alguna manera
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(con lo que el ser se convierte, para ellos, en algún ente privilegiado). Así, para Empédocles las
cuatro raíces tienen los caracteres del ser (al menos algunos de ellos): son simples, inmutables, limi-
tadas y eternas; otro tanto pasa con Anaxágoras, que lo identificaría con las semillas u homeome-
rías; y con los atomistas, que lo identificarían con los átomos. Con los sofistas se abandona la no-
ción de physis antigua; ya no se intenta explicar en qué radica el ser de la totalidad, sino que se pre-
guntan por el ser de las cosas entre las que nos movemos de modo inmediato, y este “ser” radica en
su “parecer” (ser igual a parecer).
Sócrates sigue preguntándose, al igual que los sofistas, por el ser de las cosas y considera que este
se descubre cuando se consigue dar una definición de la cosa en cuestión, sólo así tenemos su ser.
Platón radicaliza la postura de Sócrates y considera que los universales, a los que llama Ideas, tie-
nen entidad por sí mismos, son el ser. Pues bien, Aristóteles volverá a plantear como tema funda-
mental y explícito de la filosofía, el tema del ser. Su reflexión le llevará a dos planteamientos origi-
nales:
-Por un lado, intentará determinar de nuevo qué es el ser, qué se entiende por ser, y a esto se
dedica la ontología.
-Por otro lado, intentará, frente a los seguidores de Parménides, explicar cómo se pueden conci-
liar el ser y el devenir. Esta conciliación del ser y el cambio permitirá que haya ciencia sobre las
cosas que cambian (cosa que no pasaba en Platón); esta ciencia será la Física.
a) LA ANALOGÍA DEL SER
Para Aristóteles “ser” no es un término unívoco ni equívoco, sino análogo:
-Se dice que un término unívoco es aquel que se aplica a muchos individuos con el mismo sig-
nificado; por ejemplo, la palabra “mesa” se aplica a cada una de las mesas. Aristóteles rechazó que
ser se aplicara unívocamente porque, de ser así, su metafísica invadiría todas las ciencias en cuanto
que todos los objetos son seres. De esta forma, nos veríamos de nuevo atrapados en la dialéctica
platónica que absorbía a los objetos de todas las ciencias en el mundo de las ideas.
-Un término es equívoco cuando se aplica a muchos individuos con significaciones distintas;
por ejemplo, la palabra “ratón” referida al animal y al periférico de un ordenador. Aristóteles no
aceptó esa acepción de ser, porque la ciencia no es solo de nombres sino de objetos.
-“Ser es un término análogo, es decir, se dice en mucho sentidos. Así como “sano” se predica de
diverso modo de un remedio, el deporte o el color de la cara (según restablezca la salud, la
mantenga o sea signo de ella; pero siempre haciendo referencia a la salud); del mismo modo hay
muchas formas de “ser”, pero todas referidas a una forma primordial, al ser propiamente dicho: la
sustancia. Por eso, preguntar qué es el ser es lo que desde antiguo, así como ahora y siempre,
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constituye el eterno objeto de búsqueda y el eterno problema. Y esa pregunta equivale a esta: ¿qué
es la sustancia?, dice Aristóteles en la Metafísica.
b) LAS CATEGORÍAS
La analogía del ser conduce directamente a las categorías. Con la expresión “categoría”
denomina Aristóteles los distintos modos en que se entiende el ser. (La palabra “categoría” signi-
fica algo así como “decir algo de algo”). Aristóteles usa esta expresión para designar los distintas
maneras de decirse el ser porque con ella quiere indicar las distintas maneras de relación del
predicado con el sujeto en una oración enunciativa (aclaremos que sólo mediante este tipo de
oraciones pueden expresarse conocimientos, no así con interrogativas, imperativas, etc.). El predica-
do se liga al sujeto mediante la cópula “es” (S es P), y las distintas categorías pretenden ser los dis-
tintos sentidos de ese “es” que liga el predicado al sujeto, y por ello los distintos sentidos del ser.
Este análisis que lleva a cabo Aristóteles de las categorías es tanto lógico (ya que se trata de un
análisis de cómo funciona el lenguaje), como ontológico (ya que se trata al mismo tiempo de un
análisis del ser, de lo real).
Aristóteles encuentra diez categorías, o sentidos distintos del ser:
-La sustancia, “ser algo”: (caballo, hombre, Sócrates).
-La cualidad o carácter, -“ser de cierto carácter”: (bueno, torpe, blanco).
-La cantidad, “ser en cierta cantidad”: (mucho, poco, cinco).
-La relación, “ser en cierta relación a algo”: (ser profesor de... , ser padre de ...).
-La acción, “ser haciendo”: (estudiar, correr, hablar).
-La pasión, “ser padeciendo”: (ser alabado, ser golpeado, ser trasladado).
-El tiempo, “ser en determinado momento”: (ayer, mañana, dentro de cinco días).
-El lugar, “ser en determinado lugar”: (en casa, en el cruce, arriba).
-La posición, “ser en determinada posición”: (sentado, de pie, boca abajo).
-El hábito, “ser llevando o teniendo algo”: (calzado, con uniforme, muy abrigado).
Las nueve categorías que acompañan a la sustancia se denominan accidentes o atributos.
3.2 LA SUSTANCIA Y LOS ACCIDENTES
En la Metafísica, Aristóteles define la sustancia (del latín substantia, traducción del griego
ousía. Etimológicamente, “lo que está debajo”) como:
-Lo que existe en sí. Lo que tiene su ser no en otro sino en sí, el ser independiente, por ejemplo, ser
Sócrates, ser un libro, ser una piedra,...
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-El sujeto en el descansan los accidentes: el ser Sócrates, por ejemplo, del cual predicamos ciertos
rasgos como ser ateniense, maestro de Platón,…
-Lo que permanece en el cambio de los accidentes: el ser el mismo individuo, Sócrates, aunque
modifique su aspecto a lo largo del tiempo.
Debemos distinguir el nivel de los accidentes (o atributos) y el nivel de la sustancia. Accidente es
lo que existe en otro, es decir, las características o determinaciones de una sustancia.
3.3 EL HILEMORFISMO: MATERIA Y FORMA
Aristóteles supera la teoría de las Ideas integrando y convirtiendo los dos mundos platónicos
en dos dimensiones presentes en cada cosa. Según la teoría hilemórfica, la sustancia es un compues-
to de materia (hylé) y forma (morphé):
-la materia es aquello de lo que está formada la sustancia. Por ejemplo, la madera de un árbol.
Es el componente físico, material, el sujeto último que recibe la forma.
-la forma es lo que hace que algo sea lo que es. En el caso del árbol, es aquello que lo hace ser
precisamente árbol y no otra cosa cualquiera. Es el conjunto de características o cualidades específi-
cas de una cosa que hace que sea aquello que es. Equivale a lo que era la Idea para Platón: es uni-
versal y constituye la esencia de las cosas, pero ahora está en el ser mismo y no es nada aparte de
la materia. Es lo que hace que algo indeterminado (madera) pase a ser algo determinado (árbol). Es
lo inmutable, lo que de inteligible o cognoscible hay en la sustancia individual.
Ambas son eternas. Constituyen un compuesto inseparable y no, como afirmaba Platón,
dos mundos separados. La materia es el soporte o sustrato de la forma, pues sin materia no hay sus-
tancia (sin oro no existe el anillo). Pero la materia por sí sola tampoco es nada (sin la forma de ani-
llo el oro no constituye una cosa concreta). Aristóteles da prioridad a la forma sobre la materia.
Solo ella es definible y cognoscible. La forma es común a toda la especie y preexiste al
individuo. La materia solo individualiza.
3.4 SUSTANCIA PRIMERA Y SUSTANCIA SEGUNDA
Aristóteles distingue dos tipos de sustancias.
-Sustancia primera: por un lado, a nivel ontológico, en la realidad solo hay seres concretos: son
las sustancias primeras. Por ejemplo, Sócrates, el gato de Juan, la mesa de la cocina…
-Sustancia segunda: por otro, a nivel lógico, en los seres que pertenecen a un mismo conjunto
(grupo) hay características (cualidades) comunes que son exclusivas (propias, específicas) de ese
grupo: es la esencia o sustancia segunda que permite hablar de la sustancia primera y conocerla. La
sustancia primera cambia, pero la esencia o sustancia segunda es invariable y puede ser captada
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por nuestras facultades intelectuales. Por ello, es el fundamento de nuestro conocimiento científico,
estable, sobre una realidad cambiante. Es la especie (ser hombre, ser gato, ser mesa...) y el género
(ser animal, ser animal, ser mueble...).
En sentido estricto, solo los individuos son sustancias. Pero ya que género y especie son
también algo real de lo que trata la ciencia, deben ser llamados sustancias (aunque no existen sepa-
rados de la sustancia primera, sino en ella). Lo realmente real es el individuo, sujeto o sustrato
último en el que existen el género, la especie, la esencia o la forma1. Por eso la sustancia primera
“subyace a todas las cosas”. Debido a su formación biológica Aristóteles añade: “los individuos pe-
recen, solo la especie subsiste” (la especie subsiste en otros individuos). De hecho, gracias a la es-
encia de la especie humana que está en nosotros, tú y yo somos humanos.
La distinción entre sustancia primera y sustancia segunda permite resolver el proble-
ma de la unidad y la pluralidad. Por ejemplo, en Sócrates (sustancia primera) está realizada la es-
encia o especie humana (sustancia segunda), que se predica de él (así, decimos “Sócrates es huma-
no”).
4. FÍSICA: LA EXPLICACIÓN DEL MOVIMIENTO
4.1 ACTO Y POTENCIA
La explicación metafísica de Aristóteles deja claro que la auténtica realidad la constituyen
las sustancias primeras, los seres reales. En consecuencia, y en contra de las tesis de Parménides, en
la auténtica realidad también existe el cambio pues los seres se transforman, aparecen y desapare-
cen. Según Aristóteles, Parménides cometió el error de no tener en cuenta que existen diversas ma-
neras de ser o no ser. Por ejemplo:
-una semilla no es un árbol, pero puede llegar a serlo. Un árbol no es una mesa, pero puede llegar a
serlo. Se trata de formas relativas de no ser.
-una semilla no es un caballo ni llegará a serlo nunca. Un árbol no es un estudiante ni lo podrá ser.
Estas son formas absolutas de no ser.
Esta diferencia que existe entre el no ser absoluto y el no ser relativo es la base de la distinción
que introduce Aristóteles entre ser en acto y ser en potencia:
-Ser en acto (enérgeia): es la realidad actual, presente de cualquier ser. Lo que un ser
es de hecho, aquí y ahora. Por ejemplo, un árbol es un ser en acto. Se puede decir también que es
la forma particular y concreta que haya recibido la materia. Todo lo que tiene una existencia en acto
1 Algunos autores en lugar de hablar de sustancia primera y sustancia segunda hablan de sustancia (sustancia primera) y forma sustancial (sustancia segunda)
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ha tenido previamente la capacidad de existir, por tanto, el acto siempre es consecuencia de la ac-
tualización de una potencia.
-Ser en potencia (dynamis): es la capacidad para llegar a ser algo que todavía no se es,
pero se puede llegar a ser. Por ejemplo, una semilla es en potencia un árbol, la madera es en po-
tencia una mesa, un banco, una estatua…etc., porque tiene la capacidad de adquirir la forma de to-
das estas cosas.
Los conceptos de acto y potencia son los que hacen posible la explicación del fenómeno físi-
co del cambio. El cambio, movimiento o devenir, consistirá, por tanto, en la “actualización de
una potencia”. También se puede definir como “el proceso por el que el ser en potencia pasa al
ser en acto”.
El problema sobre el proceso de cambio de la naturaleza que los presocráticos no pudieron explicar,
queda solucionado con Aristóteles: todo ser individual está en acto y tiene capacidad o potencia pa-
ra recibir determinadas formas nuevas. Si no existiera esta “potencialidad”, el movimiento sería im-
posible. No se trata de un proceso caótico sino organizado o dirigido por la propia naturaleza: todo
ser tiene una naturaleza, es decir, unas características naturales específicas, determinadas por su
materia y su forma, y sólo podrá adquirir aquellos cambios o modificaciones que estén conteni-
dos potencialmente en sus características naturales.
4.2 ACTO Y FORMA / POTENCIA Y MATERIA
Dado que todos los seres de la naturaleza están sometidos a un proceso de cambio, los prin-
cipios que explican su estructura, la materia y la forma, se corresponden necesariamente con los
principios que explican ese proceso de cambio, la potencia y el acto. Así:
-La materia es o está en potencia de recibir cualquier forma. Es, por tanto, el sustrato o el ele-
mento que permanece durante el cambio y en el que se realiza el proceso del cambio.
-La forma, es el resultado final del cambio, lo que actualiza a la materia . Es la realización de
esa posibilidad de transformarse que tiene la materia.
De esta forma, resulta que la materia se identifica con la potencia y la forma con el acto. Así, por
ejemplo, la materia del barro contiene potencialmente una multitud de posibles formas que pueden
ser actualizadas.
4.3 CLASES DE MOVIMIENTO: MATERIA PRIMERA Y MATERIA SEGUNDA
Una vez justificado el movimiento, el cambio, Aristóteles procede a la clasificación del
mismo distinguiendo:
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-Cambio accidental, en el que no se generan o destruyen sustancias, sino que estas sufren
modificaciones en aspectos no esenciales de su ser, es decir, sufren modificaciones accidentales.
Estrictamente hablando no todo cambio es movimiento: el cambio sustancial no lo es. Sólo es
movimiento, en sentido estricto, el cambio accidental, que puede ser de tres clases:
--Cuantitativo o según la cantidad (aumento o disminución): Se produce cuando
disminuye o crece algo. Por ejemplo, Juan engorda cinco kilos.
--Cualitativo o según la cualidad (alteración): Consiste en adquirir, modificar o perder
alguna cualidad. Por ejemplo, Juan se tiñe de rubio.
--Locativo o según el lugar (traslación): Si es que hay cambio de lugar. Por ejemplo, un
globo que sube, Pepe va de Oviedo a Boal.
En los cambios accidentales permanece lo que Aristóteles llama “materia segunda”, que viene a
ser la propia sustancia existente (el ser real compuesto de materia y forma), aquello que existe en el
ser físico y que posibilita sus diversas transformaciones accidentales.
-Cambio sustancial (generación y corrupción): Es la generación de una sustancia nueva o la
destrucción de una sustancia ya existente. Por ejemplo, el nacimiento de un árbol o su muerte.
Pero, ¿qué es lo que permanece en los cambios sustanciales? ¿Qué es lo que permanece en el ca-
so del árbol? Es evidente que la semilla no sigue siendo semilla en el árbol. Aristóteles soluciona el
problema deduciendo que tiene que existir una materia primera: una materia común a todos los se-
res, siempre la misma, indeterminada, sin ninguna característica definida, no es ningún ser en
particular. Y precisamente porque no es, en acto, ningún ser en particular, puede convertirse en
cualquier ser: es pura potencia. De ella solo pueden conocerse características generales: pura
pasividad o potencialidad, indefinida, incorruptible, eterna, inmutable, imperecedera, ilimita-
da.
4.4 ELEMENTOS QUE INTERVIENEN EN EL MOVIMIENTO
En todo tipo de cambio -sea el que sea, sustancial o accidental- hay siempre:
-Primero, algo que permanece a través del cambio, un sujeto. (Materia)
-Segundo, una privación o carencia de la perfección a la que se tiende. (Forma)
-Tercero, la adquisición de esa perfección, que es el punto de llegada o término del movimiento.
(Forma).
Supongamos, por ejemplo, agua que pasa del estado líquido al sólido al descender la temperatura: lo
que permanece a través de este proceso, el sujeto, es el agua; lo que desaparece, de lo que se priva,
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en el proceso es un estado del agua, su estado de liquidez; lo que adquiere es un nuevo estado, el de
solidez.
Estos tres elementos los relacionó Aristóteles con la materia y la forma, porque aquello que per-
manece en los cambios, el sujeto, es la materia; aquello de lo que se priva es la forma; y lo que
adquiere al finalizar el cambio es la también la forma o acabamiento (acto), que al principio se
tenía sólo en potencia.
4.5 LAS CUATRO CAUSAS
La teoría de las cuatro causas completa la explicación del cambio pues, para Aristóteles, to-
do cambio que ocurre en la naturaleza no se produce porque sí, sino porque tiene una causa que lo
hace posible y que, por tanto, lo explica. Este concepto de causa es diferente al actual: para él, cau-
sa es todo aquello que es necesario para que se produzca una sustancia o fenómeno (valor on-
tológico) y nos permite entenderlo (valor epistemológico). Debemos recordar que para Aristóte-
les solo adquirimos conocimiento científico de algo cuando conocemos sus causa. En su Metafísica
concluye que existen cuatro: dos intrínsecas (material y formal) y dos extrínsecas (eficiente y fi-
nal).
-Causa material: Es la materia, aquello de lo que algo está hecho. Por ejemplo, sería la plata de
que está hecha una copa de plata.
-Causa formal: Es la forma, la esencia, la estructura que la sustancia adquiere al final del proceso
de cambio. En los seres artificiales (en los que el principio del cambio es exterior a ellos) es la
idea o modelo presente en la mente del que los produce. Así, en la copa de plata sería la forma de
copa que el orfebre da a la plata. En los seres naturales (que tienen en sí mismos el principio de
sus cambios) es la ley que rige su desarrollo, su naturaleza. Así, en la semilla ya está contenida la
forma del árbol que será.
-Causa eficiente o motor: Es el agente o la actividad que pone en marcha cualquier proceso de
cambio. Por ejemplo: el orfebre es la causa directa de la copa.
-Causa final o teleológica: Es el fin o bien hacia el que se orienta el proceso de cambio. Es el obje-
tivo, meta, o propósito por el que se efectúa el cambio, aquello para lo cual se hace algo: el orfebre
talla la copa para beber, el árbol echa raíces para nutrirse.
a) LAS CUATRO CAUSAS EN LOS SERES NATURALES
En los objetos artificiales estas cuatro causas aparecen claramente diferenciadas e in-
dependientes unas de otras. Pero los seres naturales tienen en sí mismos el principio del movi-
miento, por lo que:
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-Los seres naturales tienen en sí mismos la causa que mantiene el movimiento (el motor o cau-
sa eficiente) y la causa que origina el fin del movimiento (causa final). Las causas final y efi-
ciente no son, pues, extrínsecas a ellos, por lo que las cuatro causas son intrínsecas.
-En ellos las cuatro causas se agrupan según los dos principios que constituyen las sustancias en la
teoría hilemórfica:
--Materia, por un lado está la causa material en cuanto potencia o posibilidad de que la sus-
tancia exista.
--Forma, por otro lado la causa formal es a la vez eficiente y final, es la forma quien mue-
ve -causa eficiente- el ser natural con la finalidad -causa final- de llegar a adquirir la actualización
de su forma específica -causa formal-.
b) ANTECEDENTES DE LA DOCTRINA DE LAS CUATRO CAUSAS
Aristóteles considera su doctrina de las causas como la culminación de todo el pensamiento
griego anterior. En su Metafísica, pasa revista a las explicaciones que realizaron los filósofos preso-
cráticos y Platón sobre el problema de la naturaleza y encuentra que las cuatro causas que propone
han sido solo parcial e imperfectamente planteadas por ellos: los milesios únicamente hablaron de
la materia (agua, aire, etc.). El principio del movimiento (causa eficiente) fue mencionado por
Empédocles y Anaxágoras. La forma, por Platón. Aristóteles considera que la causa final, que es
la fundamental según él, no fue considerada por ninguno.
c) LAS CUATRO CAUSAS HOY
Las causas material y formal ya no se admiten en la ciencia actual, no se habla de ellas. Se
interpretan como las condiciones necesarias para que exista una relación causal. Tampoco se admite
en la ciencia actual la causa final. Solo parece razonable admitir la finalidad en el campo de la acti-
vidad humana, y básicamente en la Ética. La ciencia actual solo admiten como causa la que Aris-
tóteles denominó causa eficiente.
d) EL TELEOLOGISMO DE ARISTÓTELES
Influido por sus estudios biológicos, Aristóteles da gran importancia a la causa final o teleo-
lógica, ya que entiende que todo lo que existe tiende a un fin. Los objetos artificiales tienen su fin
en aquello para lo que han sido construidos. Los seres naturales tienden a alcanzar la
perfección que les es propia, actualizar sus potencias, desarrollar al máximo sus capacidades y ca-
racterísticas específicas. Se trata, por tanto, de una finalidad inmanente, inscrita en la propia na-
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Historia de la Filosofía Tema 4 Aristóteles
turaleza de cada sustancia, determinada por su esencia. Así, por ejemplo, el fin al que tiende una se-
milla es convertirse en árbol; el de un árbol, dar fruto; el de un niño, convertirse en hombre.
4.6 LA COSMOLOGÍA
En su tratado Del cielo, que es un complemento a su Física, Aristóteles mantiene que el
Universo, como un todo, es eterno, no ha nacido ni puede destruirse. Es esférico y, por tanto,
finito y en él no existe el vacío. Alrededor de la Tierra central se superponen capas concéntricas y
esféricas de agua, aire y fuego. Por encima están las esferas celestes (Luna, Sol, los cinco planetas
visibles a ojo desnudo -Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno- y las estrellas fijas, cuya esfera
mueve el primer motor. Está compuesto por dos mundos:
-Mundo terrestre o sublunar. Está formado por la Tierra, esférica e inmóvil en el centro de Uni-
verso (geocentrismo). Es imperfecto y corruptible, escenario de la generación, la corrupción, la
temporalidad y la imperfección. Está formado por los seres físicos, constituidos por los cuatro ele-
mentos: agua, tierra, aire y fuego, y sometidos a constante cambio. Los elementos no pueden des-
componerse pero sí mezclarse hasta dar lugar a las distintas sustancias. El movimiento caracterís-
tico de estos cuatro elementos es el rectilíneo, de arriba abajo y de abajo arriba. Para explicar
el sentido del movimiento, Aristóteles establece la teoría de los lugares naturales, según la cual, a
cada elemento le corresponde situarse en un lugar determinado; lo pesado es lo que naturalmente se
dirige hacia abajo, y lo ligero, hacia arriba. La tierra es el elemento pesado por excelencia, el fuego
es ligero. A los otros dos elementos les reserva un lugar intermedio, así el aire queda por encima del
agua.
A veces los elementos son desplazados de sus lugares naturales, ante lo que oponen siempre resis-
tencia. Este hecho motivó la distinción entre dos tipos de movimientos: los violentos y los natura-
les. Los movimientos violentos desplazan a los elementos de sus lugares propios, mientras que los
movimientos naturales los hacen regresar. Estas observaciones, sustentadas por el sentido común,
servían para explicar hechos tan habituales como por ejemplo el que una piedra caiga al soltarla y el
fuego se eleve cuando se produce.
En cuanto a la explicación de los movimientos que ocurren en el mundo sublunar, Aristóteles
sostenía que era preciso el concurso de una causa o motor que esté en contacto con el móvil y
que mantenga el movimiento mientras dura la acción. Cuando dicha fuerza cesa, el cuerpo se di-
rige hacia su lugar natural. Esta teoría no permitía explicar hechos como la trayectoria de una fle-
cha, pero a pesar de estos inconvenientes, la teoría cinética de Aristóteles gozó de gran prestigio du-
rante mucho tiempo. Serían necesarios muchos siglos de observaciones y de construcciones teóricas
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Historia de la Filosofía Tema 4 Aristóteles
emprendidas por personajes de la talla de Copérnico, Kepler y Galileo para imponer una concepción
distinta del mundo.
-Mundo celeste o supralunar. Está formado por la luna, los planetas, el sol y las estrellas fijas.
Estos cuerpos son inalterables y están sometidos al movimiento circular, el cual era, por
definición, el más perfecto continuo y eterno. Este mundo supralunar está constituido por un
elemento diferente, incorruptible, llamado quinto elemento o éter.
Los astros están alojados en capas superpuestas que constituyen las esferas celestes. La primera y
más exterior es la formada por las estrellas fijas, el movimiento de esta esfera precisa la existencia
de un Motor inmóvil del cual procede dicho movimiento y desde donde este se transmite a todo el
sistema.
4.7 EL MOTOR INMÓVIL
Tanto en el libro XII de la Metafísica como en el libro VIII de la Física, Aristóteles afirma
que todo lo que se mueve es movido por otro. Así, el mundo sublunar es movido por la esfera de la
Luna; ésta, por las superiores, etc., y, en último término, todo es movido por la esfera de las
estrellas fijas, que constituye el límite del universo. Pero nada puede moverse a sí mismo, ni
siquiera la esfera de las estrellas fijas. Por tanto, hará falta postular algo fuera de esa esfera que la
mueva. Pero ese algo no será material, pues fuera del universo no hay materia y sin materia no hay
cambio. Luego ese algo será inmóvil, moverá sin moverse, será un Motor inmóvil. Ese motor
inmóvil es forma pura, sin mezcla de materia y, por tanto, Acto puro, sin mezcla de potencia. Es
imposible que cambie ni se mueva, pues carece de potencialidades que actualizar, siendo acto puro
como es.
Pero, ¿cómo mueve el Motor inmóvil? No como causa eficiente, como iniciador o
impulsor del movimiento, pues sólo por contacto puede moverse eficientemente, y el primer motor,
al ser inmaterial, no puede entrar en contacto con nada. Sólo puede mover como causa final, como
meta u objetivo, como el amado mueve al amante, como objeto de amor, apetencia o tendencia.
Toda cosa aspira a la perfección, a la realización de sus potencialidades, a alcanzar la pura
actualidad. Las esferas celestes aspiran en este sentido a asemejarse al Motor inmóvil, a ser
como Dios, aunque sin conseguirlo. Pero esa aspiración y deseo mueve el universo. Así pues, la
física de Aristóteles es una física teleológica.
Ahora bien, teniendo en cuenta que el Motor inmóvil aparece completamente separado del
resto de los seres, ¿se puede identificar con Dios? La respuesta puede ser positiva, pero en este
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caso conviene tener en cuenta que subsisten notables diferencias entre Dios concebido de este modo
y el Dios de las religiones monoteístas actuales, pues en Aristóteles el Motor inmóvil no desea nada
y permanece indiferente al mundo, mientras que en las religiones monoteístas la revelación y
providencia constituyen conceptos centrales.
5. ÉTICA
El pensamiento ético de Aristóteles se contiene básicamente en tres de sus obras: Magna
moral, Ética a Eudemo y Ética a Nicómaco. La ética aristotélica es un “eudemonismo”, es decir es
una ética de la felicidad (eudaimonía significa felicidad). Pero también es una ética de la virtud,
ya que esta es el medio por excelencia para alcanzar la felicidad.
5.1 LA FELICIDAD
El teleologismo de Aristóteles establece que todo ser natural busca un fin: su autorreali-
zación o perfección. El hombre es un ser natural, así pues todo lo hace por un fin determinado:
conseguir algo que para él es un bien. La mayoría de estos bienes se utilizan como medios para ob-
tener otros fines o bienes superiores, por ejemplo, estudiar es un medio para conseguir un fin supe-
rior, aprobar. Como la mayoría de los bienes que buscamos se usan como medios para obtener otros
fines o bienes superiores, se forma una jerarquía entre los bienes o fines de nuestras acciones que no
puede prolongarse indefinidamente, pues entonces la conducta quedaría sin explicación. Así pues,
tiene que existir un fin último (deseado por sí mismo), bien supremo (no supeditado a otro bien),
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máximo (no rebasado por otro) y autosuficiente (se basta a sí mismo) que explique lo que hace-
mos. Según Aristóteles, todos los hombres convenimos en que ese fin último, bien supremo, má-
ximo y autosuficiente que busca el hombre y explica todo lo que hacemos a lo largo de la vida es la
felicidad. Aunque no estamos de acuerdo al definir qué es.
¿Qué es la felicidad? Erraremos si dejamos que cada uno lo determine a su arbitrio por sí
mismo, pues no puede consistir en cualquier cosa que deseemos. Vimos que debe ser algo autosu-
ficiente por lo que debe ser buscado por sí mismo (por sí solo hace deseable la vida) y nunca co-
mo medio para otro fin (no necesita de nada más). A partir de esta definición, Aristóteles critica la
identificación de la felicidad con bienes como:
-El placer. Es deseable por sí mismo, pero solo es una consecuencia o cualidad natural que acom-
paña y perfecciona nuestra actividad, por eso es razonable aspirar al placer, pero este no constituye
un bien independiente.
-El honor, la fama. Es deseable, pero es algo externo que depende más de quien lo otorga que de
quien lo recibe. Por ello no es autosuficiente y completo. Es más una consecuencia de un tipo con-
creto de acción, ya que acompaña a las cualidades excelentes y méritos personales en la actividad
pública.
-La riqueza. Es solo un medio para conseguir otras cosas y no sirve como fin en sí misma.
Por tanto, para Aristóteles, el fundamento de la felicidad no puede consistir en algo exterior al hom-
bre, ni en lo que cada hombre arbitrariamente decida. El bien máximo o fin último del hombre,
como el de cualquier otra sustancia natural, está determinado por su modo de ser: el bien de ca-
da cosa sólo pude consistir en la realización de la función que es propia y exclusiva de su natu-
raleza (así, el bien de un cuchillo consiste en cortar, el del ojo en ver, etc.).
El bien del hombre consistirá, por tanto, en desarrollar lo más perfectamente posible el con-
junto de actividades y capacidades propias y exclusivas de la naturaleza humana. Lo más caracte-
rístico de la naturaleza del ser humano es la racionalidad. Por tanto, la forma más perfecta de
felicidad ha de ser la actividad racional, intelectual, contemplativa. Así, al final de la Ética a
Nicómaco, Aristóteles afirma que la actividad más propia del hombre y la que mayor felicidad le
proporciona es la contemplación permanente de la verdad, la sabiduría.
5.2 LA VIRTUD
Toda actividad que contribuya a la consecución de la felicidad será virtuosa, ya que la virtud
es el medio por excelencia para alcanzar la felicidad. Para Aristóteles, la virtud (areté) es la más
excelente cualidad que caracteriza al hombre en la realización de la función que le es propia:
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la racionalidad. Vivir de acuerdo con la virtud es vivir de acuerdo con la razón. Es virtuoso
quien dirige y regula toda su conducta con la razón.
El hombre es un ser compuesto de cuerpo y alma. El cuerpo, a su vez, está compuesto de una serie
de órganos cada uno de los cuales tiene unas funciones que cumplir y, por eso, habrá que hablar de
excelencia o eficiencia en el desarrollo de la función de cada uno de esos órganos. En cuanto al al-
ma, hay que distinguir en ella tres funciones distintas: vegetativas, sensitivas y racionales, de las
que las más importantes son las dos últimas.
El alma racional es pensante o cognitiva (dianoia), mientras que el alma sensitiva es apetitiva o
volitiva. Por eso habrá que hablar de virtudes intelectuales o dianoéticas cuando haya un buen
funcionamiento de la parte pensante del alma, y de virtudes morales o éticas, cuando el buen
funcionamiento sea de la parte apetitiva o volitiva de la misma. Las virtudes morales son há-
bitos de decidir lo mejor; las intelectuales, de conocerlo.
a) VIRTUDES INTELECTUALES O DIANOÉTICAS
La práctica adecuada de la actividad intelectual nos proporciona capacidades teóricas exce-
lentes: las virtudes dianoéticas (dianoia: razón discursiva, pensamiento). Están relacionadas con la
capacidad de reflexión y deliberación, y, por tanto, con la capacidad para entender cómo es el
mundo y saber cómo tomar la elección más adecuada de acuerdo con lo que sabemos que es más
correcto. Se adquieren mediante la enseñanza y el aprendizaje. Aristóteles distingue los
siguientes tipos de conocimiento -y por tanto de virtudes intelectuales-:
-Respecto del conocimiento teórico:
--La ciencia: es la capacidad demostrativa que tiene por objeto lo que no puede suceder
diferentemente de cómo sucede, es decir, lo necesario y lo eterno.
--La inteligencia: es la capacidad de comprender los primeros principios de todas las
ciencias.
--La sabiduría: es el grado más alto de la ciencia: el sabio es aquel que posee ciencia e
inteligencia al mismo tiempo, y que sabe no solo deducir de los principios, sino juzgar su misma
verdad.
-Respecto de conocimiento práctico:
--La tekhné o arte: habilidad para la creación y modificación de las cosas.
--La prudencia: consiste en saber dirigir correctamente la vida; nos permite distinguir lo
que es bueno de lo que es malo.
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b) VIRTUDES MORALES O ÉTICAS
El hombre es principalmente razón, pero también es un animal y como tal tiene necesidades,
pasiones y deseos. El dominio de estas partes del alma y su sometimiento a la razón es la virtud de
la conducta práctica, la virtud moral. Así, el hombre actuará correctamente y será virtuoso si vi-
ve de acuerdo con la razón, es decir, si sus deseos, pasiones y conductas habituales están contro-
lados por la razón. En la Ética a Nicómaco, Aristóteles define la virtud moral como:
un hábito de elegir consistente en un término medio relativo a nosotros, término medio definido por
una regla, aquella regla con la cual lo definiría el hombre prudente.
En esta definición se hallan expresadas todas las características de la virtud moral:
-La virtud es un hábito, es decir, una disposición a obrar de una manera determinada manera que
se adquiere mediante la repetición de actos; por ejemplo, si reiteradamente estudiamos adquirimos
el hábito de estudiar.
-La virtud es un hábito voluntario y libre, que implica deliberación y elección. Aristóteles no
comparte el intelectualismo moral de Sócrates, que identificaba la virtud con el saber y la
ignorancia con el vicio. No basta saber el bien para practicarlo, ni conocer el mal para dejarlo de
hacer. Así, tenemos que desde el punto de vista moral, una conducta correcta conlleva tanto un
esfuerzo intelectual como un esfuerzo volitivo (de voluntad).
-La virtud consiste en el término medio entre dos extremos viciosos, uno por defecto y otro
por exceso: por ejemplo, la valentía es el medio entre la temeridad y la cobardía; la modestia es el
medio entre la timidez y el descaro.
Pero, ¿cuál es el criterio para discernir lo que sea ese medio? En primer lugar, no se puede
decidir con rigor matemático -la ética no es una ciencia exacta, dice Aristóteles-; el medio está un
poco en relación con las características y condiciones de cada cual, no es único ni igual para todos.
Parece claro, por ejemplo, que en relación al buen estudiante lo que para unos es muchas horas de
estudio para otros es poco, y establecer el tiempo adecuado depende de las circunstancias y de las
personas. En último término, el criterio debe ser la recta razón, el medio que señalaría el juicio
de un hombre prudente. Sin embargo, Aristóteles también afirmará que no toda acción admite un
término medio, pues hay acciones malas en sí mismas, por ejemplo, el robo y el homicidio.
Las virtudes éticas más importantes son la fortaleza, la templanza y, muy especialmente, la
justicia. Dentro de la justicia diferencia entre:
-Justicia legal: la que mira al bien común y regula las obligaciones del ciudadano con la sociedad.
-Justicia distributiva: distribuye entre los ciudadanos los beneficios y las cargas que lleva consigo
el bien común.
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-Justicia conmutativa: es la justicia de lo igual por lo igual y regula los intercambios de bienes
entre los particulares.
Un corrector necesario de la justicia es la equidad; lo justo e injusto es determinado por las
leyes, pero la ley es un precepto de carácter general que, al ser aplicado rigurosamente a un caso
concreto, podría dar lugar a la injusticia; la equidad corrige esta necesaria imperfección de la ley
suavizándola de acuerdo con los casos y circunstancias concretas.
A través de la justicia la Ética enlaza y desemboca en la Política, y halla en ella su posibilidad
de realización. El hombre es un “animal político”: el bien, la felicidad no son posibles sin un marco
social adecuado en el que desarrollarse.
6. INFLUENCIA E IMPORTANCIA DE ARISTÓTELES
En cuanto a su repercusión en la posterioridad, podemos destacar:
-Sus libros de lógica (Categorías y Sobre los juicios) fueron objeto de comentario insistente durante
la Edad Media, sobre todo hasta el siglo XI en los estudios de la dialéctica del trivium. Merece re-
cuerdo especial el hecho de que la división de los juicios de Kant estaba tomada del Organon y que
ese mismo filósofo consideró que la lógica había entrado en el seguro camino de la ciencia desde
Aristóteles.
-Los filósofos árabes (Alfarabí o Avicena y, sobre todo después, Averroes) fueron mucho más
avanzados que los cristianos, precisamente hasta que estos conocen las obras aristotélicas sobre filo-
sofía natural y metafísica.
-En el siglo XIII, el apogeo de la filosofía escolástica se produjo, precisamente, por la polémica sus-
citada respecto al estagirita entre los agustinistas (sobre todo franciscanos) y santo Tomás (domini-
co). La influencia de Aristóteles, en este último, fue definitiva, hasta el punto que santo Tomás rei-
vindicó cierta autonomía de la razón respecto de la fe como consecuencia de los avances conocidos
del estagirita.
-Por otra parte, el conocimiento de las obras de filosofía natural y las investigaciones biológicas de
Aristóteles pusieron las bases en Oxford de la recuperación de la ciencia experimental (Roger Ba-
con).
-Las controversias en el Renacimiento sobre el pensamiento de Aristóteles resultaron un foco de
fecundidad indudable. Pero la reflexión sobre su pensamiento ha sido continua en los más eximios
representantes de la filosofía de todas las épocas.
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