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MARIANO PICON SALAS
AMERICAS DESAVENIDAS
COORDINACION DE HUMANIDADES
CENTRODEESTUDIOSLATINOAMERICANOS/
Facultadde Filosofa y LetrasUNION DE UNIVERSIDADES
DEAMERICALATINA UNAM
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MARIANO PICON SALAS
AMERICAS DESAVENIDAS
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO
COORDINACIN DE HUMANIDADES
CENTRO DE ESTUDIOS LATINOAMERICANOS
Facultad de Filosofa y Letras
UNIN DE UNIVERSIDADES DE AMRICA LATINA
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Mariano Picn-Salas (1901-1965), pensador venezolanoa quien se deben importantes trabajos sobre la historia, lacultura y la literatura latinoamericanas. Como educador tuvodiversas responsabilidades en este campo. Fue Decano fundador de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad Central de Venezuela. Tuvo varios cargos diplomticos, entre ellos el de Embajador ante la UNESCO. FueDirector Fundador de la importante Revista Nacional deCultura. Publica numerosos libros sobre temtica latina, entre ellos De la Conquista a la Independencia; Tres siglos de
Historia Latinoamericana y Pedro Claver, el santo de losesclavos.
En el ensayo que publicamos retoma la temtica de JosEnrique Rod sobre las dos Amricas, Amricas, dice Picn Salas, desavenidas. El arielismo enfrentado al materialismo de la poderosa Amrica del Norte. Sin embargo, laAmrica, nuestra Amrica, para liberarse plenamente ne
cesita del poder que ha conquistado Calibn. Necesita industrializarse, modernizarse, pero sin vender su alma. Porello ya Rod propona que las armas e instrumentos deCalibn fuesen las armas e instrumentos al servicio del es
pritu encarnado en Ariel.
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AMRICAS DESAVENIDAS
Por Mariano Picn Salas
Acaso fue Rod quien con ms gracia que sagacidad seacerc a uno de los problemas ms tensos, de ms conflic
tiva vigencia en la Cultura americana. Que compartancomo vecinos recelosos el rea del Continente dos familias depueblos que an atados por el comercio y la contigidadgeogrfica, tenan para la fecha en que Rod escribi suAriel muy escasos deseos de comprenderse. Y que en latabla de valores que cada uno se forja se exaltaban cualidades opuestas; imgenes de la vida y del hombre casi rabio
samente antagnicas. En los latinoamericanos del 1900 cunda un creciente rencor ante los Estados Unidos, y en el Norte no se miraba hacia nosotros sino con extraa mezcla deignorancia, pintoresquismo y menosprecio. ramos apenas,
para ellos, un anrquico mundo mestizo juzgado a la luz delracismo anglogermnico del siglo xix que vea en la prspera
peripecia industrial de las naciones sajonas, un signo de primaca y superioridad sobre las asoleadas y perezosas genteslatinas. En el mejor de los casos, en Amrica se repeta ladiscordia de la Europa decimonnica entre una Inglaterra poderosamente industrializada, de sensato equilibrio, usufructuante imperial de los mejores dones del Mundo, con factoras y manos libres en todos los continentes, y una Espaa,una Italia y un Portugal que al esplndido sol del Mediodacuidaban sus patinadas ruinas. El orgulloso nacionalismo de
su crecimiento, el llamado destino manifiesto en los Estados Unidos y el resentido nacionalismo de frustracin ydespojo en los latinoamericanos de que era ejemplo la enormeprdida de territorios sufrida por Mxico, haca olvidar la comn misin de Amrica, aquella teora de la concordia y esperanza del Nuevo Mundo que antes aproximara el pensamientoemancipador y americanista de las dos zonas e hiciera dialo
gar a Jefferson y a Francisco de Miranda.Si los hispanoamericanos de la poca de la Revolucin y
el Romanticismo, desde Bolvar hasta Sarmiento, miraron alos Estados Unidos como a una Amrica ejemplar que seles adelant en espritu de libertad y en virtudes, como paradigma republicano que necesitaba estudiarse, ya los defines del siglo xix perdieron aquella fe; y la prevencin y
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el temor ocupaban el viejo sitio de la estima. Como todoslos imperialismos, el norteamericano haba nacido en el tur
bio lgamo de negocios, de intereses comerciales sin escr
pulo, de aventura autnoma, que conocieron los EstadosUnidos entre 1879 y 1900. Aun la primera Conferencia Panamericana de 1889 que tuvo un admirable cronista e historiador en Jos Mart, no logr ocultar bastante qu asaltoy ofensiva de financieros ansiosos de dominar nuevos mercados, de desalojar a Europa en el comercio de Sur Amrica; qu tratos y seguridades para abrir el canal interoca-
nico quera el capitalismo de los Estados Unidos a la sombra meliflua de los tratados y discursos diplomticos. LaArgentina que tena entonces el orgullo adolescente de sunueva prosperidad, y cuyas rutas atlnticas conducan me
jor a Europa que a los Estados Unidos, pudo por boca deun Senz Pea defender el honor de una Hispanoamricamuy dividida y mediatizada. Expres las reservas prudentes
contra el candor o fcil entreguismo de otras delegaciones.Muchos pases hispanoamericanos no haban superado lasquerellas pequeas, los intereses puramente privatistas dealgunos caudillos y el deseo de ganarse la proteccin delvecino rico aun a costa de quin sabe qu hipoteca sobresu porvenir. El Positivismo materialista elevado a dogma
poltico por ejemplo en el Mxico de Porfirio Dazpensaba que deba desarrollarse el progreso aun sobre lainjusticia, y la prosperidad de un siglo que se anunciaba po
blado de invenciones y facilidades, equilibrara y compensara lo que en el momento se presentaba como aleatorioe inseguro. Vease en la Economa capitalista un ordennatural, un providencialismo cientfico que con la dinmica de las nuevas fuerzas, conducira a la ms segura abundancia.
En las pginas de extraordinaria sagacidad histrica queescribi sobre aquella Conferencia, Mart adverta que la
presin de los negocios condicionaba de tal modo la nuevaetapa de las relaciones interamericanas, que antes de ser recibidos en Washington los delegados venidos del Sur fueron
paseados por las usinas de Pittsburg y agasajados por losexportadores y banqueros de Wall Street, deseosos de com
prar influencia en aquellas tierras lejanas. Una prensa ruda, brutalmente veraz, no ocultaba entonces segn lo leemos en Mart los entretelones del negocio, El viejo mon-rosmo decan los peridicos si haba servido paraalejar a Europa de nuevas aventuras polticas en Amrica,ahora iba a utilizarse para arrebaar a los dbiles pases latinoamericanos en la rbita imperial de los Estados Unidos.
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Para algunos de esos reporteros neoyorquinos de 1889, glosados por Mart, ramos como otro Far West, urgido deimpetuosos pioneros. En otra admirable pgina, Mart des
cribe la antesala de Mr. Blaine, Secretario de Estado y primera figura de la Conferencia, colmada por la presenciade estos publicanos voraces que pretendan que los tratados
pblicos e instrumentos diplomticos alcanzaran la mismavelocidad de sus apetitos. No deja de tener su esplendor brbaro, su grandeza aventurera, ese comienzo del Imperialismonorteamericano, anlogo acaso al que conoci Roma cuando
conquistado el Mediterrneo en la guerra de Sicilia (qu semejante a la guerra de Cuba!) abrase a las compaas de pu
blicanos la seduccin del Oriente. A la moral tradicional, alpuritanismo romano de un Catn habra de sustituirlo otrolinaje de gentes que van e intrigan por todas partes, comotantos advisers polticos de Compaas americanas que hemos conocido en Hispanoamrica. Y en la Roma de la guerra
de Sicilia como en los Estados Unidos de la guerra deCuba la nica consigna sera enriquecerse, la primera medida de valor acaparar dlares y sestercios. Comenzaba lasignificativa edad de los millonarios norteamericanos; aquella enrarecida busca de la primaca financiera que cuentantan bien algunas novelas de Dreisser; algunos versos de los
poetas de la escuela de Chicago con su mpetu materialista,
con su trepidante poesa de trenes, elevadores y graneros.Nuestro Jos Enrique Rod aquel adolescente pense-roso, retratado en la primera edicin de su juvenil librointerpretaba la discordia entonces muy viva de las dos Amricas con los dos personajes simblicos de La Tempestadshakespiriana; como el conflicto entre el alado Ariel, paraquien la nica realidad es la de los sueos y el rudo Calibnque chapotea en el lodo terrestre. Nutrido de libros europeos
pareca ver en el disentimiento de ambas zonas americanasun como desplazamiento ultramarino de la posible escisinde Europa; nosotros representbamos la espiritualidad latina, el culto clsico del ocio y la contemplacin, el amor delas formas estticas; y los americanos del Norte el inmanentismo agresivo, la aventura puramente material de quienes olvidaron los sueos y los dioses. Estbamos en el mun
do para defender esa espiritualidad y la cultura aristrquicade las lites que Rod veneraba como su maestro Renn y que amenazaba destruirse en el tumultuario im
pacto materialista de la poca. Si no podamos obtener elxito cuantitativo a que aspiraba la civilizacin industrial,que nos conformramos con acendrar matices y cualidades. Curiosamente la poca de mayor pragmatismo y en-
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sanche capitalista en la vida de los Estados Unidos, coincida en Hispanoamrica con un movimiento esttico de tantaimportancia como el Modernismo en que nuestros escritores
y poetas rebosando el mbito provincial de nuestra cultura,queran alcanzar las formas ms sutiles e individualizadasde una civilizacin crepuscular, de inspiracin europea, Yno era, de cierto modo, el Ariel de Rod la expresin deun modernismo poltico, una reivindicacin de los derechos de grupos y minoras refinadas ante el acento econo-micista e industrial que tomaba la poca? Como programa
histrico el individualismo de Rod no pareca ofrecer unasolucin, y el destino de ambas Amricas era irreconcilia
blemente antagnico. La palabra misma ya no significabacomo en el tiempo de Jefferson, de Bolvar y aun de Sarmiento la aspiracin total de un nuevo mundo que seopone al antiguo y ofrece la esperanza de una humanidadconciliada, sino el reclamo particular de cada una de nues
tras zonas geogrficas y lingsticas. Nuestra vocacin histrica animada de universalidad en los das de la Independencia, amenazaba disgregarse en una serie de romanticismos tnicos.
El arielismo espiritualista que Rod atribua a latinidad del Sur se contrastaba entonces con el mesianismo tecnolgico disfrazado de ayuda y progreso que empezaba a
florecer, peligrosamente, en algunos grupos de los EstadosUnidos. Si se mandaban barcos a las Antillas o Filipinas,tambin se combata la fiebre amarilla, decan algunos predicadores imperialistas. Afortunadamente siempre hubo en
Norteamrica un grupo de pensadores que tuvieron el cultode la veracidad, y que por lo mismo que el pas era poderoso, lo acostumbraron a decirle las cosas claras. Desde Emerson a John Dewey pasando por Henry George y ThorsteinVeblen, floreci un pensamiento saludablemente heterodoxoque templaba con previsor y exigente anlisis, el ciego optimismo tecnolgico y materialista. En el momento en quese deificaban los negocios y el millonario era el arquetipode la nueva sociedad y las formas ms bajas de prensa y
propaganda parecan divinizar la Codicia y el imperialismo,varios pensadores se atrevieron a dar la batalla contra los
prejuicios y los mitos; contra la demasiada satisfaccin enmascarada a veces, de hipocresa misionera, del mpetu ca
pitalista. En la "Historia de un Charles Beard, en los luminosos ensayos sociolgicos de un Veblen, en la enseanzamoral de un William James, en esa fra, cataltica, valerosamente veraz filosofa de un John Dewey, no aprendanlos Estados Unidos a corregir lo que aun era desorbitado
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e injusto en su proceso social; a conocer y comprender mejor otras humanidades y otras formas de vida, a perfeccionar su teora democrtica? Y es quizs a travs de los es
pritus valerosos que se habituaron a aceptar esta cosa incmoda que se llaman las verdades; del esfuerzo honesto conque los mejores educadores de los Estados Unidos pidierona la Ciencia y el anlisis objetivo de los hechos, normas frasy ecunimes para templar los engaos de la pasin y de laemocionalidad, como la autntica concordia de Amrica
pueda restablecerse; como gentes del Norte y del Sur ha
llaran el acuerdo ms all de las emergencias y apurados programas de las reuniones interamericanas, en dasde crisis para una autntica tarea del Nuevo Mundo.
Y dialcticamente el entendimiento total de estas Amricas escindidas que ms de un Canciller presuroso quisiera ver reflejada en un acta o tratado pblico, cada vez quela necesidad congrega a veintin Embajadores, slo puede
cumplirse a medida que de uno a otro extremo del Continente, se complete el interrumpido, a veces frustrado, proceso de democratizacin. Es decir, a medida que las Amricassean leales a la idea y los fines histricos con que justificaron su Independencia poltica; con que aspiraban a serNuevo Mundo frente a la desigualdad, la rutina o el absolutismo de las viejas metrpolis. Se busca una fuente de
nuestro Derecho interamericano y se afanan los juristas enperfeccionar los instrumentos que ms all de los clculosde los financieros y de los polticos prcticos den al sentido del Continente un sustentculo moral y ofrezcan unateora justa capaz de convencer a los pueblos y no slo alos gobiernos, transitorios, y muchas veces ilegtimos. Hemos pensado que bastara que los simples principios delActa de Filadelfia adaptados y glosados en las declaraciones de Independencia de los dems pases americanosrigieran, sin trabas, en todas nuestras sociedades polticas?Porque all afirmaba Amrica y trocaba en hecho y razn desu existencia nueva, aquella ciudad libre e igualitaria planeada por los grandes pensadores y utopistas de la Ilustracin. Surga Amrica como la ltima y ms dilatadaThule de la despierta conciencia occidental; aprovechaba
para sus instituciones nacientes del pensamiento liberadorcreado por Europa desde los comienzos de la edad moderna. Esas ideas morales y polticas de Locke, de Hume, deMontesquieu podan trocarse aqu en grandes y nuevasconstrucciones de la sociedad civil, as como la ciencia matemtica y naturalista engendrara en los Estados Unidosun ingente progreso tecnolgico.
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Pero tanto en la Amrica del Norte como en la del Surse frustr y desvi bastante la ideologa y el legado moralde los Padres. Aun el desarrollo poltico de tan pujante
pas como los Estados Unidos, fue ms imperfecto que suauge econmico. El panorama democrtico norteamericanoes ya hoy menos optimista de como lo describan Tocqueville y Sarmiento, esos testigos entusiastas del siglo xix.Porque si ellos censuran a nuestras repblicas del Sur, lasviolentas vicisitudes de sus Estados, los frecuentes eclipsesde libertad poltica, la continua inoperancia de nuestro r
gimen legal, tambin nosotros podramos preguntarles hasta qu punto su democracia sigui fiel a los postulados deJefferson; cundo aqulla se contamin de plutocracia; cundo la igualdad conciliadora absorbi la discriminacin racial y la tragedia de los grupos algenos. Y de qu manerael empirismo codicioso del bussines man debilit a vecesen la robusta nacin, el impulso configurador de la Cultura;
deform la opinin pblica y troc la justicia en justicia declase. Y en ms de un episodio internacional importaronms que los hombres, las materias primas. Una Amrica,first encubra, a veces, con falsa bandera, los intereses delos grupos expansionistas. Detrs de la mquina del sufragioestaba la de las gangs ocultas, la que mova a los polticoscomo tteres que esconden un sucio juego de manos. Por
eso en la Historia norteamericana muy de tarde en tardesurge y se libera el estadista genial el hombre del linajede Jefferson o de Lincoln y brota el mediocre e innominado Warren Harding. Por eso los Estados Unidos de ahora a diferencia de los de 1776 no logran formular anen una teora coherente, de universal aceptacin, lo quepiden al mundo. La crisis de Occidente no se supera sinoparece continuar aqu, porque en la habitual bastarda delas alianzas y de los intereses, se ahoga la claridad de losprincipios. Limpiar de cuanto polvo le cay, de cuanto empirismo y oportunismo extravi sus fines, la venerable Actade Filadelfia pacto y esperanza de una nueva Humanidad es as uno de los problemas morales de los EstadosUnidos.
La mutua incomprensin de las Amricas procede, asi
mismo, de parciales puntos de enfoque de la realidad; deltorpe prejuicio de suponer que el mtodo de cada grupo esel nico valedero, de la incapacidad de elevarnos sobre lasrutinas y convenciones de la propia tribu. Si la visin queun Rod pudo tener de los Estados Unidos estaba parcializada por su exclusivo canon esttico, tambin desconocena la Amrica Latina tantos norteamericanos que la juzgan
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a travs de sus mtodos positivistas o economicistas, comosi las medidas de valor que se aplican para estudiar a Texaso Minessota tienen la misma vigencia cuando se trasladan
a comunidades tan diversas, de tan vieja y complicada razhistrica, como Per o Mxico. Y con la Estadstica conque se calcula la produccin de una fbrica, no puede medirse la aspiracin y problemtica humana de grupos culturales cuyo proceso histrico se cumpli con otras ideas yotras formas. O no se puede juzgar a Hispanoamrica conlas normas de un industrialismo que all, apenas, empieza
a aparecer. Esta razn metdica que no se hubiera escapadoa Veblen o a cualquiera de los socilogos, antroplogos oeconomistas geniales que tambin han dado los EstadosUnidos, la olvidan los autores de tantos surveys sobrenuestros pases. Si nuestro gusto latino por la cualidad y elmatiz diferenciado que ejemplarizaba el libro de Rodno serva para entender una experiencia histrica de grandes masas y enormes espacios como los Estados Unidos; unpueblo que no era Grecia porque tena vocacin para serotra cosa, no menos fracasa el positivismo cuantitativo alvalorizarnos con cierta reticencia y menosprecio. No es tanto
como creen aquellos norteamericanos, descubridores delo obvio la ignorancia de nuestros problemas, la pereza odespreocupado hedonismo que se atribuye a la gente latina,lo que nos retard en las conquistas tecnolgicas de la civilizacin; fue un escenario histrico y geogrfico ms com
plicado, ms rico de vestigios arcaicos y de naturaleza msdifcil que aquel en que el experimentalismo anglo-sajn engendraba la ingente aventura capitalista y maquinista de losEstados Unidos. Una raz de nuestra cultura afincaba en laEdad Media espaola y otra en los extraos mundos convulsionados pero no destruidos del todo del simbolismo
indgena. Por nuevos Quetzalcatl y nuevos Viracocha cuyomensaje no parece concluir en la mquina y en la tecnologa, aun estn clamando enormes masas de nuestro continente indolatino, retardadas en el avance de la Historia.
Buscando signos ms vlidos y expresivos que el del Estado y las instituciones polticas que marchan ms lentosque otras fuerzas de la poca, un socilogo como Veblen
quiso explicar el moderno proceso norteamericano como uncurioso combate entre el espritu tecnolgico, transformadorde la Naturaleza, y la corporacin de negocios que con frecuencia limita para alcanzar mejores precios el mpetu industrial. Se deificaba al financiero como cooperador dela Industria; y Veblen inquira en qu momento la empresamercantil comienza a ser una rmora para la invencin
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humana; y la necesidad de que los productores se esparzan y contribuyan al bienestar del hombre, se opone el inters de mantener altos los precios y circunscrita la distri
bucin. As contra la fuerza creadora de la ciencia y de latcnica, del espritu, en una palabra, se consolida una oligarqua de aprovechadores. Y el orden natural que loseconomistas clsicos vean en el proceso econmico, se trueca en el mal orden de esos monopolios o consorcios delos propietarios ausentes dice Veblen que acaparan loque el hombre inventa y detienen la revolucin liberadora
que se atribuye a la mquina y a la creacin tcnica. Peroel mayor peligro de la empresa de negocios y el sistemade precios convertidos en funcin predominante de la sociedad, es que el hombre empieza a medir por ellos todoslos valores humanos. El grupo dominante impone sus propios standards y hasta quienes nada poseen, juzgan la vida y todos los valores humanos como si lo ms importante
en la humanidad fuese un sistema de precios. Llevando asus ltimos extremos la influencia de esta concepcin eco-nomicista en la vida norteamericana, Veblen inquira si hasta las Universidades no se afanaban en los Estados Unidosde la empresa de negocios (business enterprise). Y ello noslo afecta la Cultura del pas, la rebaja frecuente al nivelde los ms toscos slogans comerciales, conspira contra lo
refinado para imponer lo tosco y lo simple (no se ve estoen cierta prensa, cierto cine y las obras de determinadas casaseditoriales?) sino se aplica, tambin, como medida de valorecumnico. Los grandes pensadores de los Estados Unidos
pueden no estar traducidos al espaol o al francs, pero sevierten hasta en rumano los artculos ms bobos del Rea-ders Digest. Para las estadsticas de algunas empresas denegocios, Francia estar ms atrasada que el Estado deKansas porque se consumen menos neveras en proporcindemogrfica. Si antes la Cultura se entendi como pulimento y desarrollo del ser, ahora slo sirve como medio paratener. El financiero haba absorbido todas las otras categoras sociales. En los Estados Unidos, Mr. Morgan pareci vencer a Mr. Jefferson o a Mr. Emerson.
Y lo que da cierta fragilidad paradjica al inmenso po
der norteamericano ante la presente angustia mundial, esque frecuentemente fallan fines y principios ms altos quelos de la expansin de los negocios y de los objetos de confort. No pueden plegarse a las pautas del usual conformismo inmanentista norteamericano, pueblos y culturas quehan vivido experiencias ms trgicas y desgarradas. El paria hind, el indio de Sudamrica, el estudiante musulmn,
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protagonistas de pueblos en extrema o reprimida tensin,pueden ser ms inquietos y descontentadizos que el prspero y satisfecho Mr. Babitt. Por ellos hablan culturas o frustraciones milenarias. Y no basta como creen algunos norteamericanos sustituir los principios tericos, la Filosofade una democracia mundial que a veces acept las alianzasy los intereses ms bastardos, con la ayuda tcnica a lospases atrasados . Tanto como de auxilio material y tecnolgico, esos pueblos estn requeridos de comprensin y
justicia. No sern tan slo los tardos herederos de un sis
tema industrial y capitalista; los ltimos invitados de unfestn que por el reclamo de fuera, ya no permita la exclusin. Se necesita una inteligencia supranacional que apacige los resquemores y diferencias, que sea capaz de aproximarse con simpata a lo distinto. No basta vencer porquees preciso convencer, deca Unamuno. Y el convencimiento
aquello que el Evangelio colocaba ms all del pan de
cada da opera en zonas ms desgarradas y misteriosasdel alma, donde la necesidad se torna en fe. No slo depan vive el hombre sino de cada palabra que sale de laboca de Dios , deca el Evangelio. Y esta palabra de Dios ,el principio tico que se coloca sobre la emergencia o larelacin convencional de los Estados, es lo que exige elmundo para crear entre tantos amagos de catstrofe, una
nueva concordia y cooperacin. Esta ya no es una labor definancieros y expertos, sino de filsofos, de apstoles, degrandes creadores espirituales. As contra la fuerza de losprocnsules, las legiones y los publicanos de Roma, se ergua, por ejemplo, en una olvidada provincia del Imperio, elque pareci muy frgil mensaje de Jess. E ra contra todoclculo de poder y cantidad el impulso de una fe que configura la conciencia humana.
Si es cierto que Amrica de acuerdo con la Filosofaque form sus Estados Filosofa de un Nuevo Mundoque se opone a los prejuicios y desigualdades del Antiguoy aspira a la conciliacin democrtica de las diferencias ydiscordias humanas tiene una misin unitaria, superioran al nacionalismo y mesianismo tnico que atribuyamosa sus respectivas zonas, conviene comprender las causas denuestras desavenencias y estudiar, si puede recuperarse, esavoluntad totalizadora. En una tarea de Historia Universalninguna de las dos porciones puede pretender el monopoliode la palabra Amrica. Aun en el ms trgico de los casos,si aquellos sntomas de imperialismo agresivo que ya Martdescriba en las vsperas de la primera conferencia panamericana, llegaran a revivir, y la presin poltica de los
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Estados Unidos sobre los pases latinoamericanos se tomase ms absorbente, la cultura americana del futuro tam
poco borrara aquello que es ntimo, entraable y diferenciado en la manera como concibe y expresa el mundo, la
porcin latina del Continente, o sea la ms dbil. La empresa imperialista y romana nunca lleg a extinguir los focosde cultura helnica y oriental que se encendan en las fronteras de su Imperio, y los generales y pretorianos empezaron a tornar a la orgullosa Roma con las insignias y los l
baros de religiones desconocidas. Hubo que abrir el Pan
ten a los nuevos dioses venidos de Grecia, de Siria, delEgipto. Hasta nuevos emperadores de razas y culturas distintas ni siquiera conocan el latn. No es esto la respuesta,la conciencia de Hispanoamrica, a aquel asustado versode Rubn Daro: Tantos miles de hombres hablaremos ingls?
Pero la posibilidad histrica de Amrica, tan nueva y tan
original dentro de la experiencia humana, acaso supere losanubarrados presagios. Justamente los valores distintos ycomplementarios de las dos grandes zonas continentales; lasimbiosis de razas y pueblos que aqu se ha operado, la coexistencia del indio arcaico y del inmigrante; el Atlnticoque nos lleva a Europa y frica y el Pacfico abierto sobreun Asia todava no bien asimilada por la razn de Occiden
te, nos preparan si sabemos entenderlo para la verdadera Historia Universal. A medida que nuestra Civilizacinavanz del Mediterrneo al Atlntico y encontr precisamente en Amrica la juntura de los Ocanos, el cuadro dela organizacin humana se fue ensanchando. De la Ciudad-Estado se avanz al Estado nacional, a las confederacionesde pueblos, y ya comienza a hablarse es todava una es
peranza de Naciones Unidas. Si estas nuevas formas decooperacin aun no se cumplen plenamente porque los pases acuden a ellas con sus instintos de superioridad o suscomplejos de desigualdad, pronto habr de comprenderseque las formas y las rutinas polticas deben adaptarse a loque ya puede ofrecer al hombre el avance tecnolgico y launiversalizacin de la Cultura. Se afana la Humanidad enir liberando las funciones reales Economa, Industria,Educacin, Ciencia de los poderes espurios que las monopolizan. El espritu prometeico quiere seguir rompiendolas cadenas. En cinco mil aos de Historia el hombre seemancip de una clase sacerdotal absorbente como en losImperios orientales, del Faran hecho Dios, del monarcaabsoluto y de los privilegios de una clase feudal y porqu habra de detenerse, en las formas y estratificaciones
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de hoy, el proceso liberador de la Conciencia?As hasta el problema de la relacin de las Amricas, se
presenta ahora de modo muy distinto a cuando Rod escriba su Ariel. No es un captulo aislado de la HistoriaUniversal, porque sentimos con ms angustia que entonces,todas las tensiones de la poca. Ya no nos basta aquel individualismo esttico, la leccin sosegada del viejo maestroPrspero, porque estamos urgidos de solidaridad tica, y lasondas nos empujan hacia donde est bramando y solicitan
do lo colectivo. Ha desaparecido ese mundo de Rod, delos finos aristarcas intelectuales de hace cincuenta aos, einquirimos, perplejos, qu es lo que va a nacer.
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Siendo director general de Publicaciones Jos Dvalosse termin de imprimir en los talleres de Imprenta Madero, S. A.,
Avena 102, Mxico 13, D. F. en septiembre de 1979.Se tiraron 10, 000 ejemplares.
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TOMO VIII:
71. Francisco Mir Quesada, FILOSOFIA DE LO AMERICANO TREINTAAOSDESPUES. 72. Gabino Barreda, ORACION CIVICA. 73. Angel Rama, APORTA-CION ORIGINALDE UNA COMARCA DELTERCER MUNDO: LATINOAMERICA.74.Jos Ingenieros,JOSEVASCONCELOS. 75. RicaurteSoler, LANACION LATI-
NOAMERICANA PROYECTO Y PROBLEMA. 76. Laureano Vallevilla Lanz, DIS-GREGACION EINTEGRACION. 77. FidelCastro, DISCURSOEN ELXXVANIVER-SARIODELASALTOALMONCADA.78.AlfredoL.Palacios,BOLIVARYALBER-DI.79.JosLuisRoca,BOLIVIAENARGUEDASYTAMAYO.80. JosVelascoAlvarado, LA REVOLUCION PERUANA.
TOMO IX:
81. Vctor Massuh, HOSTOS Y EL POSITIVISMO HISPANOAMERICANO. 82. J.NatalicioGonzlez,AMERICAENELMUNDODEAYERYDEHOY.83.EduardKamau Brathwa ite, LACRIOLLIZACION EN LASANTILLAS DE LENGUA INGLESA.84, Jos de SanMartn, PROCLAMAS.85. LuisCardozayAragn,GUATEMALA.
86. Jos EnriqueVarona,CUBACONTRA ESPAA. 87. LuisAlberto Snchez,ELPERUANO 88. Waldo Frank, NECESITAMOS CREAR UN MUNDO NUEVO. 89.LeopoldoZea,NEGRITUD E INDIGENISMO.
RECTOR
Dr. Guillermo Sobern Acevedo
SECRETARIO GENERAL ACADEMICO Dr. Fernando Prez CorreaSECRETARIO GENERAL ADMINISTRATIVO
Ing. Gerardo Ferrando BravoDIRECTOR FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS
Dr. Abelardo VillegasCENTRO DE ESTUDIOS LATINOAMERICANOS
Dr. Leopoldo Zea.COORDINADOR DE HUMANIDADES
Dr. Leonel Pereznieto CastroCENTRO DE ESTUDIOS SOBRE LA UNIVERSIDAD
Lic. Elena Jeannetti Dvila