7/25/2019 A Pluralidade Da Razo
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CRITICA DE LIBROS
U N A S I N G U L A R D E F E N S A D E L P L U R A L I S M O
Nuria Sara Mi ras Boronat
Sem inario de Filosofa Poltica de la Universidad de B arcelona
J O R G E V. A R R E G U I ,
La pluralidad de la razn,
Madrid, Sntesis , 2004, 287 pp.
La relacin entre lo uno y lo mltiple, lo
universal yloparticular,logeneral ylocon
creto es una pregunta clsica en la historia
de la filosofa que, desde sus inicios, ha
adquirido
variadas
formulaciones y respues
tas que irian de la ordenacin deloparticu
lar dentro de estructuras generales a la rei
vindicacindela irreductibilidadde locon
creto
en
esquemas abstractos. Esta pregunta
reaparece en nuestros das con la siguien
te forma: la coexistencia de una pluralidad
de formas de vida que ostentan concepcio
nes del b ien, distintas entre s, e incluso ri
vales,en el seno de nuestras sociedades li
berales y desarrolladas, es el fenmeno ca
racterstico denuestrotiempoy, atendiendo
a los acelerados procesos de globalizacin
y corrientes migratorias, tambin su signo.
En el mbito de la reflexin poltica se ha
asumido lainevitabilidadde estehecho,sus
citando en el debate todo tipo de actitudes:
mientras losintelectualesde corte liberalpa
recen aceptarlo con cierta resignacin, ha
sidoacogido con jbilo,encambio, por otro
grupo
heterogneo
de
intelectuales,
que
han
visto en esta amalgama de tradiciones cul
turales en contacto no un conflictosinouna
oportunidad.
En estesegundo grupo cabria la propues
ta lanzada desdeLa pluralidad de la razn
por Jorge V. Arregui, cuyo posicionamien-
to sobreesta cuestin se po
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o
que tienen en com n
todos estos
plu
ralismos sera, pues, el rechazo del dogm a
tismo, pero sobre todo de cualquier teora
quesepresente haciendo abstraccin de sus
propias coordenadas espacio-temporales,
histricas, sociolgicas, en definitiva, que
presuma pod er colocarse en la perspectiva
del ojo de D ios. Por ello es un rasgo carac
terstico del pluralismo la denuncia de esa
imagen qu e, parafraseando otra vezaW itt-
genstein
Investigacionesfilosficas,
115),
nos tiene cautivos: la del sujeto moderno
de races cartesianas y kantianas, cuyas es
tructuras de conocimiento garantizan la
objetividad en epistemolog a, moral y est
tica. La Modernidad entendida como el
paradigma centrado en el yo conozco y
juzgo moralmente seraelenemigoacom
batir, el prmer lastre a echar por la borda.
El segundo enemigo con el que tiene que
vrselas el pluralismoes elrelativismo, con
quien suele em parentrsele. Porque el plu
ralista, a diferencia del relativista, afirma
que s existen criterios para decidir entre
concepciones rivales:loqueesfalsoesque
slo exista
uno,
como afirman el dogmti
co o el universalista y a ello contesta tra
yendoacolacinlaantigua mximadePro-
tgoras que no existe unlogossino que lo
que hay sonlogoi p.
11);
tampocoescierto
que no exista
ninguno
como defiende el
relativista, a veces todava m s dogm tico
y m s cerrado a la confontacin de argu
mentos yqueenladefensadeesta tesis aca
ba cancelando su propia pretensin de ver
dad. Si bien en este punto es donde el plu
ralista encuentra sus mayores dificultades
y tiene que hacer fiante a sus contradiccio
nes internas.
Com o sealbamos al principio, el plu
ralistaseaviene con toda aquella propuesta
que ponga su acento en el carcter histri
co ,contextual y finito de la filosofa. El t
tulo
La pluralidad ck la razn
quizs pue
da sugerir que se trata aqu de reconstruir
las fuentes de la razn atendiendo c mo
opera
en
cada uno de
los
mbitos del saber,
qu mtodos especficos adopta segn cul
sea su objeto. Pero el proyecto de A rregui
esms ambicioso, se habladerazn pero
cabra ms bien hablar
de
razones, pues
to que se trata de un hacer racional que
se desenvuelve distintamente dependiendo
de varables contingentes y que da lugar
pues
arazones,
no a motivos ni a racionali
dades compartimentadas d e una razn uni
versal como el caso de Habermas en espe
cial, en su eorade laaccincomun icati-
va),sino que incluso en cada uno de estos
nivelesestambin plural p.
10).
Parte Arre
gui de una hermenutica de la razn que
se desarrollaenescalonadosniveles dedis
curso,
pero con el objeto de demostrar que
la primera tarea es comprender
cmo se
comprende p. 23). Apoyndose en la so
ciologa de la ciencia, en la crtica de la ra
zn histrca
de
Dilthey, en la antropo loga
filosfica yenel giro lingstico-pragm ti-
coiniciado porelsegundo W ittgenstein, esta
hermenuticade laraznseconcretaenuna
reivindicacin de la pluralidad de teoras
con pretensin legtima de verdad, la plu
ralidad de historias locales en detrimento
de unahistoria universal, de un hacer filo
sfico que se sabe, parafraseando a Sartre,
un universal concreto y que noseprocla
ma m etacultural sinointercultural p.88).
Para llegar a este resultado, Arregui tie
ne que deshancar primero al fimdacionalis-
mo moderno y al absolutismo moral y, en
segimdo lugar, desmarcarse del im popular
relativismo o escepticismo, segn se pre
fiera). A esta tarea dedica
la
mitad
del
libro,
centrndose en los aspectos ms tericos
de la discusin, cuyos ejes son tratados en
los primeros captulos: epistemologa, len
guaje, cultura, historia y narrativa cientfi
ca. Una vez establecida la necesidad de
adoptar una perspectiva pluralista, el libro
daungiro y vuelvesumirada hacia la praxis.
Arregui, como otros autores que se ocupan
del pluralismo como doctrina filosfica
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vase,
por ejemplo, Hans-J5rg Sandkhler,
ialektik 1996), dan cuen ta del nexo indi
soluble entre teora y praxis. En un primer
momento de la argumentacin, la Moder
nidad debe contemplarse no com o el resul
tado de una divisin de tareas entre la ra
zn terica y la razn prctica, sino que se
seala el vnculo existente entre los presu
puestos epistemolgicos y los presupues
tos mo rales, de forma qu e hay en este pun
to un doble refuerzo cfr. Charles Taylor,
Argum entos filosficos 1997). El pluralis
ta deber, en un segundo m ome nto, redefi-
nir la constelacin de relaciones entre sa
ber terico y saber prctico , si quiere dejar
el legado moderno atrs. As, La plurali
dad del r zn
sehace herederade l cle
bre rehabilitacin de la filosofa prctica
ttulo de la famosa compilacin de Man-
fred Riedel,
Rehabilitierung der praktis-
chen P hilosophie
de 1974) con un doble
sentido: la nsn es prctica porque nace
en y para
l praxis. La razn hunde sus ra
ces en la accin y es cuando reconoce su
primera incardinacin prcticacu ndopue
de hacer el camino de regreso y hacerse
vocacin
para la praxis. Esta vocacin es,
en primerlugar un comp romiso de una ra
zn prctica que debe en asimtos pblicos
no apelar a la presimta neutralidad de las
instituciones competentes en materia de
decisin y accin poltica
sino,
recurriendo
a
laphrnesis
aristotlica, adoptar solucio
nes prudenciales. El carcter provisional y
situado de este modelo de decisin no im
plica segn el autor ninguna forma de rela
tivismo; tampoco la tesis de la incomm en-
surabilidad de los valores, es ms bien la
aceptacin honesta de la faUbilidad de los
juicios y las teoras, evocando a Popper, y
la consecuente adopcin de una flosoa
dialgica q ue cree puentes en lugar de le
vantar muros.
La reivindicacin del dilogo como lo
propio
del razn pblica, oenpalabras de
Arregui, a las razones pblicas es uno de
los ejes bsicos de la doctrina democrtica,
ya desde el agora ateniense. Lo que se va
modificando son
l s
condiciones
previas,
la
eleccin de los interlocutores adecuados, el
objeto del dilogo. Cul pueda ser la mate
ria de debate en cuanto a lo pblico es tam
bin lo que alejal propuesta de Arregui de
planteamientos liberales comoelde Rawls.
Arregui denuncia la ilusin que se esconde
tras eloverlapping consensusde la teora
de la justicia, que restringe la discusin a
las cuestiones relativas al justicia bsica.
Este recorte de competencias de la razn
pblica rawlsiana se basara en un intento
de preservar la razn terica dentro de la
razn prctica, estoes,un modeloderazn
cuyo proceder es impecable y se basta a s
mism o, pues no requiere para su legitima
cin recurrir aquellas convicciones de las
doctrinas omnicomprensivas que puedan
entrar en conflicto, doctrinas que tambin
quedan relegadas a lo otro de la razn, des
ligando lo poltico de todo aquello que es
significativo paralosagentes individuales a
la hora de disear sus vidas. Para Arregui,
una razn pblica es tambin prctica si y
slo si es capaz de tener en cuenta la pre
sencia de elementos opacos, no racionales
o arbitrariosqueenvuelven a cualquier toma
de posicin que concierne al bien com n.
La mejor defensa del pluralismo se hace,
pues, desde razones prcticas que se saben
limitadas y que, por lo tanto, pueden respe
tar las dems opciones porque son capaces
de ponerse asmismasencuestin
p.
238).
El com promiso con la praxis adquiere en
las lneasdeArregui una dimensin exis-
tencial, puesto que alcanza un nivel que
aqu se llama reconocimientode lohuma
no,
el reconocimiento q ue cada varn o
mujer representa un modo distinto de ser
humano
una forma diferente de realizar
espaciotemporalmente la humanidad p.
278).En este punto, la defensa de la plura
lidaddelo
hum no
deviene una defensadel
singular
humano. El
se r
verbo y no sus-
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tantivo) humano es algo que slo puede
realizarse en su diversidad, realizarse en el
sentido de ser dado y tambin de desenvol
verse y, en ltimo trmino, reconocerse en
los parecidos de familia que se observan
aqu y alli, ahora y entonces. El pluralismo
marcasusdistanciasdelrelativismo porque
se proclama condicin de posibilidad de la
aperturayla fusin de horizontes, mientras
que el relativismo sigue mirando con rece
lo las tradiciones culturales como totalida
des cerradas e ideolgicamente incompati
bles.Para el pluralista, lo otro y lo ajeno,
es,en el fondo, ni tan otro ni tan ajeno y de
aqu la pluralidad de
la
razn) y a su vez
representa
una
oportunidad
de
re-definicin
en lo que conlleva tal definicin de auto-
conocimiento y de creacin de s) de lo
mismo. Est tambin el pluralismo m s all
de la tolerancia liberal porque tiene una
ambicin mucho mayor, quizs la de pre
sentarse com o el nuevothosde la comu
nidad que viene.
La pluralidad de la raznno da recetas
concretas al reto del m ulticulturalismo, no
podra
hacerlo
si
se
m antiene coherente con
su inspiracin antimonolgica. Quizs lo
que ilustredeformamsfl gr nteeslaten
sin en la que se encuentra la conciencia
poltica de nuestro momento: la polifona
de voces que nos confi-onta con la irreduc-
tibilidad de lo concreto y la necesidad de
alcanzar una perspectivaen la que todasesas
manifestaciones de lo humano se sientan
reconocidas. El pluralismo quiere presen
tarse como una tercera va entre un univer
salismo abstracto e insensible a lo particu
lar y un relativismo irresponsable que se
abstienedeintervenir con argumentosenlo
prctico y que se refugia en la individuali
dad indiferente. El pluralismo como doc
trina epistemolgicaymetafsicapareceuna
alternativa atractiva, pues recupera los
mundos de la vida ante una imagen tec-
nifcada del mundo que no se corresponde
con los mundos vividos. En cuanto ideal
moral, est en consonancia con la ya fcti-
ca convivencia de distintos m odos de vida,
un hecho cada vez ms habitual en la reali
dad
cotidiana.
a
tarea pendiente del plura
lismo esladedefinirsuperfilfilosficocon
claridad, puesto que contar
como
nica
t r-
jeta de presentacin con un
humanismo
sin
esencia humanapuede parecer demasiado
vago.
Lo humano, recordando aqu a Pico
della M irndola{ iscurso
sobre la digni-
dad del
hombre ,
es tan capaz de rozar con
los dedos lo divino como de descender a
las ltimas catacum basdelinfierno. ohu
mano es el reinode loposible, pero no todo
lo posible es digno de celebracin. Aunque
quizs quepa entender
la
propuesta de Arre-
gui mejor porlava negativa, como correc
tivo de dos opciones que se retroalimentan
pero que acusan graves deficiencias. Que
lo humano sea el reino de lo posible impli
ca, entonces, el tomar conciencia y el ha
cerse cargo, el comprom eterse. Como este
compromiso puede articularse polticamen
te es quizslapregunta quenosqueda en el
aire.
Arregui dota este compromiso de un
carcter transcendental: la eleccin pre
via a las razones afecta a la totalidad de la
existencia, que sabiendo de su
finitud
iene
como nico recurso la apelacin a la gene
ralidad,laesperanzadelasentimientode una
proyectada comunidad ideal, comunidad
compuesta por actores comprometidos ca
paces de reconoceryreconocerse an en el
distanciamiento. sta sera, entonces,lacon
dicin previa a la constitucin de lo polti
co ,a la configuracin del espacio de la dis
cusin pblica y a la colocacin de la pri
mera piedra de la ciudad.
Jorge Vicente Arregui San Sebastin,
1958-2005), profesor titular de la Univer
sidad de Mlaga, escribi su tesis doctoral
sobreWittgenstein, perosusintereses abar
caban un am plio espectro de la historia de
la filosofa: desde Aristteles a los autores
contemporneos, en especial la hermenu
tica y
la
antropologa filosfica. En este l-
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timo cam po destaca su activa participacin
en la Sociedad Hispnica de Antropologa
Filosfica. De sus textos anteriores son es
pecialmente dignos de mencinFilosofa
del ho mbre. U na antropologa de la inti
midad con Jacinto Choza, Rialp, 1991) y
Inventar lasexualidad sexo, naturaleza,
cultura (con Carlos Rodrguez Lluesma,
Rialp, 1992).Es La pluralidad de la razn
el fruto maduro de una obra que fue cre
ciendo
a
partir de todas estas motivaciones
intelectuales, una sntesis que se concreta
en una apuesta muy clara y en consonancia
con
la
vocacin para
la praxis
que tiene este
texto y tambin, nos consta, tena su autor.
Aunque de ello darn mejor cuenta sus
amigos y colegas en un volumen conme
morativo de prxima aparicin.
L E G I T I M I D A D Y H U M A N I T A R I S M O
Mnica Gmez Sa laza r*
Universidad Nacional Autnoma de Mxico
Del Hum anismo al humanitarismo,
Jos Manue l Bermudo , coord inador ,
Barce lona , H orso r i , 2006 , 213 pp .
A partir del anlisis, comparacin, valora
cin y crtica de autores como Rawls,
Mouffe, Sloterdijk,Weber M ontaigne, To-
dorov,
Lv i-Strauss,
Kant Hobbes, Descar
tes, Wittgenstein, Rorty, Habermas, Mer-
leau-Ponty,
Sartre
y Zccolo, los m iembros
del grupo de investigacin C risis de la ra
zn prctica de la Universidad de Barce
lona han llevado al espacio pblico el libro
Del
umanismo
al Humanitarismo.U n es
tudio serio sobre
el
humanismo,
la
raciona
lidad, el antihumanismo, el pluralismo y el
human itarismo, as como la relacin de es
tos
temas con el poder poltico, el capitalis
m o,
la legitimidad,
laverdad
la contingen
cia, la solidaridad y e l sufrimiento.Del Hu-
gradezco
a la
Direccin General
de Asun
tos del Personal Acadmico de la Universidad
Nacional Autnoma de Mxico (UNAM) el
apoyo recibido
a travs
de
la
beca postdoctoral
que me ha sido otorgada.
manismo al Humanitarismo nos compro
mete a reflexionar, a revisar nuestros pen
samientos, nuestras acciones, examinar
nuesfro p resente yelmundo quedejaremos
a
las
generaciones frituras.
Tomando
presta
das las palabras de Berm udo, se trata de un
libro que nos im pele a hacem os preguntas,
a buscar
respuestas,
a escuchar y a disentir
y, sobre todo, nos impele a pensar.
El libro se divide en doce captulos, once
de los cuales son escritos originales de los
autores, mientras que el captulo final es el
textoLa ciudad feliz de Ludovico Zccolo
traducido por E velio M oreno.
En la presentacin, Jos Manuel Bermu
do expone
dos de los
rostros de la crisis de la
razn: el pluralismo y la crisis del humanis
mo . El primero se extiende desde la episte
mologa y
la
ontologa hasta la diversidad
de
ideologas, de corrientes estticas, de parti
dos polticos, de axiologas y de religiones.
Unpluralismo que, al servirde refigio fren
te a la crisis de
la racionalidad fierte univer
salista y comprometidaconuna voluntad de
verdad, nos
insta a
pensar
en
su
fierza
eri
ca y sus efectos prcticos (p . 7).
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