C R O M OMAGAZINE
de Escuela de Color
junio / 2015
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C R O M O M A G A Z I N Ede Escuela de Color
# 11 / Negro
C R O M O M A G A Z I N Ede Escuela de Color
# 11 / Negro
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ÍNDICE
Intro - Luis Carlos Rejón Gieb
Javier Sánchez Menéndez + Marlon de Azambuja
David de la Cruz + Anais Gandiaga
José Miguel Domínguez Leal + Javier Velasco
Ascensión Marcelino Díaz + Óscar Cárdenas
Víctor del Árbol + Manuel León Moreno
Félix Ángel Moreno Ruíz + Tony Carbonell
Juan Miguel Juliá + Ignacio del Río
Alejandro Lérida + María Luisa Pemán
Amalia Cabeza + Juan Carlos González - Santiago
Fátima Yrayzoz Aranda + Lourdes Mondéjar
Antonio Rivero Taravillo + Miguel Ángel Morenatti
Ana Pérez Cañamares + Thiago Alvim
Esther G. Llovet + Erica Mizutani
Mayayo de la O + Antoni Socías
Pedro Sánchez Sanz + María José Barrera
Sandra Sánchez + Joao Crepaldi
Inmaculada Moreno + Javier de Juan
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6 I N T R OLuis Carlos Rejón Gieb
Negro que te quiero
negro. Negro viento de
muerte. Negras ramas
de picón. El barco de petróleo
negro sobre el mar Negro y el
caballo negro azabache en la
montaña negra de carbón.
Que la muerte no es negra…
que así la quieren viudas
reprimidas, curillas pederastas
y meapilas masturbadores….
que la muerte es blanca como
la entienden las culturas
orientales, donde el ciprés es
símbolo de vida, donde en la
otredad es de muerte….
Que la negra es la vida, aunque
de colores quieran pintarla, que
negro es no poder dar un vaso
de leche blanca y pan blanco
con aceite a tus criaturas, que
negro es el paro, que negro
es no llegar a fin de mes, que
negra es la casa sin luz y sin
calor. Que negro es el color
negro con que han pintado los
futuros, hombres y mujeres de
negro. Con correajes negros.
Texto: Javier Sánchez Menéndez / Imagen: Marlon de Azambuja
Sin el color no existe el negro. La constitución de la naturaleza se
realizó gracias a la luz que inundaba
los ambientes, las estaciones, todo lo
visible que se encuentra en la tierra y el
aire.
Sin el color la luz es proporcional a la
materia, pero no justifica sus vínculos
con los elementos. Entre el blanco y el
negro solo hay opinión, sombras, un
fondo superior que todo experimenta.
Sin el color el negro sobrevive, solo
el negro. El blanco o la luz es el color
negro en apariencia. La viva imagen
de la supervivencia de los justos.
8
Texto: David de la Cruz / Imagen: Anaís Gandiaga
10
Buscó la luz como quien busca
penitencia. Había dejado de temer las
madrugadas sin luna. El calor de los
labios guardaba aún el recuerdo. Ya no
creía en los pecados de niña. El infierno
pinta negro, le dijo aquella monjita en
la escuela. Ella, en cambio, cerraba los
ojos para envolverse en un manto de
oscuridad. Cómo iba a ser malo el pelo
arraigado por el que deslizó su mano,
la mirada que la contempló desnuda,
la piel que rodeó su cuerpo. -Tú no
me llores, le susurró con su acento de
pobre antes de marcharse y convertir la
cama en un lugar demasiado grande. Su
regreso se hacía esperar hasta después
del último repique de campana. Una
eternidad que coincidía con la claridad.
Ella buscó la luz como quien busca
penitencia. Amaba las madrugadas sin
luna. También, aquel corazón tan negro.
Texto: José Miguel Domínguez Leal / Imagen: Javier Velasco
12
Foco sobre el corazón de negras
espinas; retorcido absoluto, doliente
trasunto de los suicidas del infierno
dantesco, vueltos árboles que lloran
por sus ramas perdidas. La nada es
negra, no blanca: la negación de lo gris.
El negro es continente y contenido, la
esencia del agujero que absorbe la luz.
Blanco y negro, filósofos perennes, ríen
y lloran sobre el color. Usurpadores
ambos del luto cultural, el negro tiene
la ventaja de su alianza con la noche,
enterrador de la luz. Bárbara dialéctica
la del negro, asesino del arcoiris,
heraldo del dolor. Negras las penas,
negras entrañas, negro el corazón,
que hace eternas sus venas y arterias
retorciéndolas en coronas ventriculares,
en sí mismas cercando de espinas el
propio dolor.
Texto: Ascensión Marcelino Díaz / Imagen: Óscar Cárdenas
14
La velocidad con la que conduces el automóvil te desdibuja y traduce en expresión física tu identidad fragmentada y difusa. Eso sentencias mientras observas mi fotografía en blanco y negro. Pero lo que no sabes es que esa tarde, la luz que ves a mis espaldas se apagó en pocos minutos, dejando paso a una noche oscura, que fue también antesala a un tránsito hacia la nada, un viraje que llevó a mi alma a atravesar toda la gama de grises
Negro
hasta llegar a la negritud más absoluta, empeñada, de repente, en asomarse al abismo. Pienso en la muerte, en el misterio, y la visión de la curva blanca que describe tu cuerpo dormido, me devuelve al camino en el que, por un instante, la verdad se hizo prístina en medio de la oscuridad más envolvente, a ese momento en el que alcancé, por fin, la conciencia de mí misma.
Texto: Víctor del Árbol / Imagen: Manuel León Moreno
En la oscuridad se esconde la nobleza que tiñe de
mentira la luz diáfana. Tanto me asusta el blanco que
ciega, la razón que suplanta la fiereza de la noche.
16
Imagen cortesía de la Galería Javier López & Fer Francés
Texto: Félix Ángel Moreno Ruíz / Imagen: Tony Carbonell
18
El abanico estaba colgado en la pared, presidiendo la estancia. Había sido el regalo de
una amante o, quizás, lo había adquirido en una
tienda de antigüedades de La Habana.
Le gustaba. Hacía juego con el sillón de cuero,
con la mesa de ébano, con su negra alma.
Solemnidad, firmeza, respeto: era lo que
pretendía.
¿Cuántos habían perdido su dignidad delante
de él? ¿A cuántos había intimidado en su
presencia? Ni se acordaba.
Sin embargo, ahora, su cabeza yacía sobre la
pulida superficie de la mesa con un certero
disparo en la frente. Un agujero negro e
insondable.
Cuando la policía llegó, el asesino -un
pobre enajenado, dijeron después- lloraba
desconsolado mientras la mano que empuñaba
el revólver señalaba el abanico.
-No pude soportarlo. ¡Esos ojos! ¡Esos ojos!
Negra mirada
Texto: Juan Miguel Juliá / Imagen: Ignacio del Río
20
El cuerpo de la mujer como molde y pieza final del puzle de la existencia.
Abriendo y cerrando el círculo de todo lo
que nos incumbe y libera. Pero libre ella ya
también, al fin, de las ancestrales cargas del
sometimiento y la procreación. El cuerpo
de la mujer como horma a medida del
cuerpo del hombre y de todos los misterios
de nuestro devenir. Pero también ya como
horma de sí misma. Sin conocer ni detenerse
a atender a ninguna de las limitaciones que
se le quieren imponer como tratando de
enjaular un águila en la jaula de un periquito.
Sin más necesidad cromática que las
sombras y luces que de ella emanan dejando
la mirada del observador reducida a un
trayecto calcinado de pupilas deslumbradas
por el sin fin de trayectos y posibles
desviaciones de un camino imposible de
delimitar ni definir.
Texto: Alejandro Lérida / Imagen: María Luisa Pemán
22
La oscuridad, a veces, es la mejor embajadora de la luz. Y eso lo sabe bien Mª. Luisa Pemán. El
color negro es frío, tiene los ojos tristes, las ojeras
profundas, y deja por los objetos, ahora una taza,
ahora un plato, casi muda de voz en los detalles,
una resaca dorada, que es ya la luz, que a ella le
fascina como un incendio parado de su pintura
sobria. La luz vive manoteando débilmente el perfil
de las cosas. La luz viene de fuera de ese coro de
cacharros humildes color sombra. La luz es ya la
reflexión de la luz, y llega de la mano de nuestra
artista. Aunque no lo sepa ni lo diga, la luz pinta el
cuadro con la violencia de los débiles mientras la
sombra se defiende con la seguridad de lo inseguro.
Brilla el color negro y yo la escucho pintar a ella
Texto: Amalia Cabeza / Imagen: Juan Carlos González - Santiago
24
En el teatro se apaga la luz.
Todo está oscuro durante unos segundos.
Queda un lugar común entre el espectador y la obra.
Un punto de partida negro para preparar la mirada.
Una mirada, la del espectador, que no se conforma con mirar:
sino que espera mirar (spectare: aguardar).
Mirar sin limitaciones, para descubrir detalles
y adentrarse en ellos.
Mirar con atención, pero no desde la butaca.
Espectador: el que espera mirar
Texto: Amalia Cabeza / Imagen: Juan Carlos González - Santiago
En el teatro se apaga la luz.
Todo está oscuro durante unos segundos.
Queda un lugar común entre el espectador y la obra.
Un punto de partida negro para preparar la mirada.
Una mirada, la del espectador, que no se conforma con mirar:
sino que espera mirar (spectare: aguardar).
Mirar sin limitaciones, para descubrir detalles
y adentrarse en ellos.
Mirar con atención, pero no desde la butaca.
Texto: Fátima Yráyzoz Aranda / Imagen: Lourdes Mondéjar
26
Negro poderoso, elegante femenino y sutil. Todo
ello se deja ver en ella.
Riguroso y ceremonial, como impone el negro
de su color, siempre impuesto para esas ocasiones
especiales. Seña de identidad de la mujer andaluza
y española
Como pieza artística resulta una imagen propia
que nos sumerge un espacio propio. Una visión
translucida al mundo onírico; una insinuación,
provocación, una ventana al mundo de la
imaginación entre las imágenes que imprimen
sus estampados y sombras.
En una primera mirada nos evoca la imagen sobria
y erguida del mítico árbol del bien y del mal. Figura
alargada que se deja intuir entre las imágenes
repetidas e idénticas del estampado, repetitivas en
una secuencia casi mántrica.
Una composición sobria y equilibrada, donde el color
único logra producir una amplitud tonal, gracias al
reflejo de la luz natural que sirve para recrear en una
imagen casi en tres dimensiones, completas por el
juego de luces y sombras. Pubertad, y provocación
como siempre ha sido y será Lolita.
Lolita, el mundo a través de la insinuación
Texto: Antonio Rivero Taravillo / Imagen: Miguel Ángel Morenatti
28
1
A veces,en las torres de tendido eléctrico
–esos andamios
que sostienen el cielo siempre en obras,
escaladores con cordaje
hacia la cumbre–
queda prendida
unos segundos más
la roja mansedumbre de la tarde.
2
Una vidriera
bajo la nube calla
los relatos que el plomo inútilmente
ha sostenido,
su sintaxis de verbos y esmeraldas,
de granates y nombres.
3
Con mala luz,
el poema que lees sobre la noche
en vez de oscurecerse se ilumina.
Luz y sombras
Texto: Ana Pérez Cañamares / Imagen: Thigao Alvim
30
Lo saben los niños y los insomnes: la noche
no es tuya. La noche es un gran ojo que
te mira desde el centro de un árbol negro.
Sus ramas se extienden hasta tu pasado
y en cada rama crece un fruto. Ábrelo, si
te atreves. Cáscalo, como un huevo. De
los frutos saldrán todos los recuerdos
que olvidaste, cada uno contado en una
nueva versión. No hay formar de parar el
crecimiento de las ramas ni de los recuerdos
ni de las versiones. El negro guarda todos
los relatos, todas sus interpretaciones. El
ojo te mira y tú lo miras a él. Os miráis toda
la noche como en un duelo, a ver quién da
el primer paso. Si te tragará el negro y te
devolverá a la noche oscura del universo, o
si tú lo aceptarás como todo lo que hay: la
historia que no cuenta nadie, porque no hay
tiempo para contarla. Sólo para vivirla en
todas sus ramificaciones.
Texto: Esther G. Llovet / Imagen: Erica Mizutani
32
En “Mi último suspiro” cuenta Buñuel que una vez le invitaron a la casa de los amigos
de un amigo, en Toledo, creo que era. La
casa de una pareja de ciegos. Almorzaron,
charlaron, y la pareja al final de la visita llevó
a Buñuel al pasillo (no sé por qué imagino
que de la mano) y le indicaron un cuadro.
“Toque usted, don Luis”. Y don Luis tocó y
vio que el cuadro estaba hecho con pelo.
Humano o animal, no sabemos. Más corto
o más largo según lo que representara.
El cuadro era de un paisaje, árboles, un
monte, y cuenta cómo pasó los dedos por
esa superficie y vio realmente el paisaje y
cincuenta años después así lo explica en sus
memorias, con todos los detalles. Porque
algo así no se olvida nunca. Eso que no vio,
lo que no se puede ver y sólo imaginó en
la oscuridad de su cráneo, eso sí que no se
olvida jamás. Lo negro.
Texto: Mayayo de la O / Imagen: Antoni Socías
34
Cierras los ojos y te tapas la cara. Así es como lo ves.
Cierras los ojos y ahí está, te tapas la cara y ahí
permanece.
Sacas toda su fuerza. Mientras, presientes que la
luz te vigila disfrazada con gestos de asombro, con
perplejidad, a medias. Te mira asombrada. Te hace
mohines y muecas. Sientes su burla y te dice que él no
existe, que no puede escapar de ella.
Pero tú también la vigilas.
No huyes de ella cuando cierras los ojos y te tapas la
cara, sé que la devoras.
Sigues cerrando los ojos, tapándote la cara y
permanece. Te persigue, pero ya no te aniquila, sabes
cómo es, de dónde viene. Sabes cómo actúa, sabes que
te observa.
Tú estás ahí porque te alimentas de ella.
Mira cómo te mira, aún cerrando los ojos y tapándote la
cara. Sabe quién eres.
¡Deja de mirarme!, no quiero verte.
Texto: Pedro Sánchez Sanz / Imagen: María José Barrera
36
En lo oscuro cantaba quedo el aire,un silbo sin roce ni melodía.
Tenía aquel árbol todo el espacio,
único habitante, mudo testigo.
A su antojo disponía del tiempo
para moldear sus hojas y ofrecer sus frutos,
alas de un dios menor,
gemas surgidas de un negro silencio.
Sólo a veces necesitó
de alguna caricia que recorriera
los nudos de su tronco,
que iluminara su corteza en sombra,
como la mano de un niño curioso
que toca los nudillos
de su padre, para aprender la acción
del tiempo y descifrar
el misterio de su propio destino.
Texto: Sandra Sánchez / Imagen: Joao Crepaldi
38
Recé a lo negro,a la oscuridadque había antes de lo conocidoy también a la sombraque vendrá después:a eso que no conocemos y que nos esperapaciente en la otra orilla.Recé luego a la luz,y pinté los muros de colorespara que lo negro quedara siempreal otro lado. De esta partesuena un reggae de Bob Marley,mientras María baila con maríaechando humo sumergidaen la laguna de círculos concéntricos,allí donde sobrevive –ingenua-una Primavera acorraladatratando de no ser Invierno antes de tiempo. Más allá de la alambrada:edificios negros, pensamientos negros,trenes negros que sacan cenizade vidas consumidas. Y aquí, todavía algunos pájarosse resisten a volar entre paredes.Son blancos y despliegan alas blancascomo si aún hubiera un cielo enteropara ellos…perosólo son –como nosotros-unos granos más de arenaen la argamasa ya cuajada.
Lo negro
En el murola poesía abrirá una calle
o una bocapara todos.
-“Grito” Domingo Acosta Felipe-
Texto: Inmaculada Moreno / Imagen: Javier de Juan
40
Al principio es un rayode estridencia amarilla,
un destello fugaz, la incandescencia
que permanece menos que un instante
sin tiempo.
Pero el dolor se asienta,
se acomoda en lo oscuro
y en su magma nos hunde
ya asestado su gancho.
Nos acuna el dolor en su misterio
de negrura sin bordes...
Un día lo sabrás
-los físicos confirman lo que intuyes-:
la luz siempre está dentro.
Dolor negro
Luis Carlos Rejón Gieb / Javier Sánchez Menéndez / Marlon de Azambuja
David de la Cruz / Anais Gandiaga / José Miguel Domínguez Leal
Javier Velasco / Ascensión Marcelino Díaz / Óscar Cárdenas
Víctor del Árbol / Manuel León Moreno / Félix Ángel Moreno Ruíz
Tony Carbonell / Juan Miguel Juliá / Ignacio del Río / Alejandro Lérida
María Luisa Pemán / Amalia Cabeza / Juan Carlos González Santiago
Fátima Yrayzoz Aranda / Lourdes Mondéjar / Antonio Rivero Taravillo
Miguel Ángel Morenatti / Ana Pérez Cañamares / Thiago Alvim
Esther G. Llovet / Erica Mizutani / Mayayo de la O / Antoni Socías
Pedro Sánchez Sanz / María José Barrera / Sandra Sánchez
Joao Crepaldi / Inmaculada Moreno / Javier de Juan
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DirecciónJosé Alberto López
Diseño y maquetaciónPaco Mármol
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