Glorioso Mester
Año 2012
Director: J. Francisco Rivero Domínguez
Jefe de Redacción: Miguel Ángel Uceda
Año 2012
Por José Fernández Palacios.
EDICION II. GACETA ESPECIAL MONOGRÁFICA JUNIO 2012
Gloriosa Gaceta del Mester
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EL CONDE DE VILLAMEDIANA no de los personajes más interesantes que vivió en el Madrid de los reyes Felipe III y Felipe IV fue el 2ª
Conde de Villamediana del que se puede decir que fue un poco de todo: poeta satírico, escritor de obras
de teatro tanto de tipo religioso como mitológico, magnífico jinete, jugador empedernido y tramposo,
mujeriego, gran espadachín, torero famoso y temerario, amante del lujo, gran coleccionista de pinturas, joyas,
armas y caballos y muchas más cosas que se van a contar ahora.
Escudo de armas de Don Juan. En la parte inferior lleva un tejón (Tasso, en
italiano) en recuerdo que alguno de sus ancestros había sido propietaria
de la Montaña de Tasso en Italia.
Don Juan de Tassis y Peralta había nacido en el mes de agosto de 1582 en
Lisboa cuando sus padres se encontraban en la capital portuguesa
formando parte del cortejo de Felipe II cuando fue proclamado rey de
este país tras la muerte del joven rey Don Sebastián en el norte de África
en el transcurso de la batalla de Alcazalquivir por lo que los derechos
dinásticos pasaron al monarca español.
Se puede afirmar que por sus antecedentes familiares reflejados en sus
apellidos era una especie de resumen de los diversos estados ó reinos
que componían el Imperio hispano. Los apellidos paternos eran Tassis de
origen italiano pero muy entroncado en Flandes, Utendorch flamenco, Acuña portugués y Sarmiento castellano.
Por parte de su madre heredaría el Peralta de origen navarro-aragonés.
El joven Don Juan recibió una esmerada educación como correspondía
a la propia de un caballero: historia, humanidades, lenguas clásicas y en
especial el manejo de las armas. Parte de estas enseñanzas se hicieron
en Italia y parte en Navarra donde su madre tenía importantes
posesiones.
En 1599, y con ocasión de un viaje a Valencia en el que representó a
su padre en la boda del rey Felipe III con Margarita de Austria fue
nombrado Gentilhombre de la casa del Rey y en 1601, contrajo
matrimonio en Valladolid donde se había traslado la corte al producirse
el cambio de la capitalidad. La persona elegida fue una clásica representante de la más rancia nobleza
castellana, Doña Ana de Mendoza y de la Cerda, que pertenecía a la casa del Infantado lo que le permitió
acercarse a los círculos del poder. El matrimonio tuvo varios hijos pero todos se malograron. En Octubre de
1603, el rey daba a su anciano padre el título de Conde de Villamediana en agradecimiento a sus servicios como
Correo Mayor y añadiéndole al poco tiempo el de Caballero de la Orden de Santiago.
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Aquí se ve el supuesto retrato de Don Juan obra atribuida al pintor
sevillano Francisco Pacheco que se fecha en 1605 y que se conserva en
una colección particular.
El cargo de Correo Mayor era algo similar a lo que hoy conocemos como de ministro de Comunicaciones ya que
era el responsable de mantener el correo y las comunicaciones a lo largo y ancho del enorme Imperio. Era,
también el encargado del espionaje entre los diversos estados lo que hacía que además de las
responsabilidades tuviese unas altas remuneraciones.
En octubre de 1607 se produce el fallecimiento de su padre por lo Don Juan heredará todos sus títulos así como
el cargo de Correo Mayor, convirtiéndose, por tanto, en el segundo Conde de Villamediana.
Así era Madrid en las fechas en que sucedieron los hechos que aquí se relatan. Se trata de llamado mapa de
Frederic De Wit que se realizó el arquitecto real Juan Gómez de Mora, hacia 1622 y se imprimió en Ámsterdam
hacia 1635. Hoy se conserva en la Biblioteca Nacional de Viena.
Durante esa estancia en Valladolid, había tenido el primer problema amoroso
conocido, fue con doña Magdalena de Guzmán y Mendoza, Marquesa del Valle
de Oaxaca, que acaba de quedarse viuda de Don Martín Cortés, hijo del mítico
Hernán Cortés y que además era prima de su esposa. Esta relación terminó
muy mal ya que nuestro protagonista creyendo que le engañaba la propinó
una brutal paliza que la dejó el cuerpo lleno de moratones y al borde de la
muerte. La noticia trascendió en la Corte lo que le supuso ser desterrado
primero, en 1605, marchando primero a Francia y luego a Flandes de donde
regresó en 1608.
Retrato del rey Felipe III pintado por Juan Pantoja de la Cruz en 1606, que se
conserva en el Museo Nacional del Prado.
Aunque de puertas para afuera nada se sabía, la Corte española era de una
inmoralidad absoluta. De hecho, el juego de las cartas estaba tan extendido
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que eran el propio rey y el valido Duque de Lerma los que, a menudo, organizaban las timbas tanto con los
componentes de la nobleza como con los mercaderes y banqueros flamencos y genoveses que vivían en Madrid.
Villamediana fue uno de los asiduos participantes de estas partidas.
No duró mucho tiempo en la Corte ya que a los pocos meses fue de nuevo desterrado. Esta vez, el motivo fue
una partida de cartas donde la habilidad para hacer trampas era lo más destacado. En tan solo una noche ganó
30.000 ducados que era una cantidad enorme para la época y al finalizar la partida uno de los participantes le
acusó:
¡Sois un tramposo!
Villamediana que ya era un conocido espadachín arrojó los guantes a la mesa en señal de desafío mientras que
llevaba la mano al pomo de la espada, pero nadie osó a continuar la discusión. Alguien le contó los hechos al rey
que le desterró de la Corte marchando primero a Valencia y después a Nápoles cuyo Virrey, Pedro Fernández
de Castro, Conde de Lemos, era amigo suyo. Entre 1611 y 1613, recorrió toda la península italiana participando
en las guerras del Milanesado y llegando a obtener el alto título militar de Maestre de Campo. Su regreso a
Nápoles, coincidió con unas reuniones poéticas que Lemos había organizado donde congregó a alguno de los
más importantes poetas del Imperio entre los que se encontraba el que sería su enemigo Francisco de Quevedo
así como nuestro protagonista que tuvo un importante papel. Los maledicentes, que siempre los hay, la
denominaron la Acamenia de los Ociosos.
El gran Miguel de Cervantes que no lograría ser admitido escribiría de él:
“Tú, el de Villamediana, el más famoso de cuantos entre griegos y latinos
alcanzaron el lauro venturoso”;
Pero más que por ésto, las noticias más frecuentes que
llegaban a la Corte eran las referentes a sus amoríos, sus
duelos ó sus partidas de cartas y es en este momento
cuando se comienzan a oír rumores de su posible
homosexualidad. Su enorme riqueza le permitía llevar un
gran tren de vida y enviar a su esposa doña Ana, que se
había quedado en España, numerosos regalos así como
obras de arte y joyas para la decoración de sus palacios.
Retrato del rey Felipe IV fechado hacia 1623-1625 obra del
pintor de corte, Diego Velázquez, que está en el Museo
Nacional del Prado.
Tuvo la suerte que el Príncipe de Asturias, el futuro Felipe IV, sabedor de sus andanzas, quisiera conocerlo en
persona por lo que pidió el perdón al todopoderoso Duque de Lerma que era el Primer Ministro del rey. De esta
manera, en 1617, consiguió volver a Madrid. Ya había cumplido los 35 años cuando regresó a la Villa y Corte y
se le recibió con una mezcla de temor y expectación.
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En aquellos momentos la situación política en la Corte era realmente complicada, con un valido, el Duque de
Lerma, a punto de caer en desgracia y enfrente un importante grupo de nobles encabezados por su propio hijo,
el Duque de Uceda que en breve le sustituiría en el cargo. La corrupción que se encontró en Madrid era, incluso
superior a la que había dejado a su marcha lo que dejó un poso de amargura y resentimiento que enseguida
hará notar en sus versos. Culpaba de todo al Duque de Lerma y a su entorno entre los que destacaba Rodrigo
Calderón, Marqués de Sieteiglesias.
Sus primeros versos tras la llegada fueron éstos:
“Llego a Madrid y no conozco el Prado pero no lo conozco por olvido
sino que me consta que es pisado por muchos que debiera ser pacido”
En aquellas fechas el Paseo del Prado, antecedente del que hoy conocemos, era un lugar de paseo casi exclusivo
para la alta nobleza y la Corte.
Estas sátiras así como otras muchas contra todo lo que él no consideraba incluyendo a los más importantes
personajes de la nobleza madrileña e incluso al propio Rey, le granjearon un odio cerval hacia su persona lo que
le condujo a otro destierro de la Corte, aunque esta vez se fue más cerca ya que ya que solo se le exigió que
estuviese como mínimo a 20 leguas de Madrid por lo que estuvo entre Sigüenza y Córdoba pero su labor crítica
no disminuyó ya que estaba puntualmente informado de lo que ocurría en la Corte.
En 1618 fue depuesto el valido del rey, el ya citado Duque de Lerma , que viendo el peligro que se le podía venir
encima por sus muchos abusos consiguió, gracias a sus numerosas influencias que el papa Pablo V, le
concediese el capelo cardenalicio cuando Lerma no era ni
siquiera sacerdote. Así pudo salir casi indemne de las
posibles represalias retirándose al pueblo burgalés de
Lerma en el que había fundado varios monasterios, una
colegiata y donde podía disfrutar de un magnífico palacio.
El pueblo de Madrid repitió hasta la saciedad aquellos
versos salidos de la venenosa pluma de Villamediana
“El mayor ladrón de España que por no morir ahorcado
se vistió de colorado”
Retrato de Don Francisco de Sandoval y Rojas, Duque de
Lerma y Valido del rey Felipe III. En este retrato póstumo,
obra de Diego Rodríguez en 1638 aparece vestido de
cardenal. Se conserva en la colegiata de San Pedro de
Lerma.
Años antes, y estando Lerma en lo más alto de su
cumbre, le dedicó estos versos en los que se hacía mención al gran interés del valido en atesorar la mayor
cantidad de dinero posible llegando incluso a conseguir el doble cambio de la capital de España, primero de
Madrid a Valladolid en 1601 y luego de Valladolid a Madrid en 1605.
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“Que en Italia barbados anden obispos y papas
y en Castilla anden sin capas y los más de ellos rapados
y que en Lerma con candados esté de España el dinero afirmar, por cierto, creo
que el dinero ha guardado y a los obispos rapado
¡Será de España el barbero!”
Otros versos dedicados al mismo personaje en que le cuenta al Rey lo que está ocurriendo.
“Las Indias están rindiendo el oro y plata a montones
y a España con sus millones aún le están destruyendo. Cada días están vendiendo
cien mil oficios, Señor, usan de grande vigor
en destruir vuestra tierra gastóse aquesto en la guerra …. Ó en Lerma, diré mejor. ….
Ese año de 1618 le vuelve a traer nuevos problemas
con la nobleza lo que ocasiona otro exilio, esta vez a
Andalucía, del que regresó brevemente en 1620 para
poder participar y vencer en un concurso literario que
conmemoraba la canonización de San Isidro por lo que
el popular Labrador se convertía en el patrón oficial de
la Villa y Corte.
En marzo de 1621 fallecía Felipe III pasando la corona
a su hijo Felipe IV que, siguiendo la tradición, concedió
una amplia amnistía y Villamediana pudo regresar a
Madrid, siendo repuesto en su cargo de Correo Mayor
ascendiendo al de Gentilhombre de la Reina. .
Retrato de D Gaspar de Guzmán, Duque de Sanlúcar y
Conde de Olivares, obra de Diego Velázquez que se
conserva en la colección Varez-Fisa de Madrid.
Fue nombrado Valido por el rey Felipe IV en cuanto
llegó al trono y, al igual que había ocurrido con el
anterior rey, el dominio del gobierno fue total ya que
Olivares se ocupó que el monarca estuviese más
ocupado en cuestiones lúdicas que en las propias de un
gobierno cuyos problemas políticos y
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económicos están tremendos. Todo se mantuvo hasta 1643 año en que los problemas llegaron a límites
insospechados con los intentos separatistas de partes del Imperio, con la caída de las finanzas que ocasionó la
bancarrota y con las derrotas de los ejércitos en
los campos de batalla europeos lo que propició
su destitución.
En un principio, tanto el monarca como el
valido favorecieron a Villamediana
divirtiéndose mucho con sus versos satíricos
hasta que surgió el grave problema que le
causó la enemistad con el rey y que
posiblemente fuese la causa de su asesinato. Se
trata de los supuestos, y nunca comprobados
amores, del maduro galán con la reina Isabel de
Borbón que tan solo contaba con 18 años y que,
por lo que se conoce, nunca fueron
correspondidos por la joven reina.
Isabel de Borbón era hija del rey francés Enrique
IV, aquel del “París bien vale una misa” y se
había casado por poderes, el 18 de octubre de
1615, cuando contaba 13 años tras el acuerdo
llevado a cabo por las monarquías francesa y
española en la fronteriza Isla de los Faisanes.
Este es un detalle del retrato ecuestre realizado
en 1636 por Diego Velázquez con destino al Salón
de Reinos del Palacio del Buen Retiro y que en la
actualidad se conserva en el Museo del Prado.
Su empecinamiento por la bella Isabel, al
parecer, a ser algo realmente obsesivo y son
numerosas las anécdotas que se cuentan.
Veamos algunas de ellas En el mes de mayo de 1622, para celebrar el cumpleaños del Rey y estando la corte
en Aranjuez se celebraron diversos festejos como una corrida de toros en la que el Conde tuvo una destacada
participación. Después se estrenaron dos comedias, una de Lope de Vega, de nombre el Vellocino de Oro y otra
del propio Conde que era de tema mitológico y que se llamaba la Gloria de Niquea. En ella actuaban como
actores algunos personajes de la corte incluida la reina e incluso Villamediana que se reservó el papel de
Mercurio en una clara alusión a su cargo de Correo Mayor. En plena representación se produjo un incendio y el
Conde cogiendo a Isabel en brazos la sacó del teatro en llamas y la llevó a un lugar seguro. Allí les sorprendió el
Rey que tras criticar fuertemente al Conde por su osadía comenzó a preocuparse creyendo que la joven Isabel
podría corresponder al enamoradizo Villamediana. Que el rey de España tuviese diversas amantes conocidas no
era nada raro pero que la reina tuviese el más mínimo desliz podía poner en peligro la tradicional estabilidad a
nivel de moralidad de la rancia monarquía hispana. Hay que significar que según la etiqueta de la corte
española nadie podía tocar a la reina a no ser que ella lo permitiese.
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Corrida de toros en la Plaza Mayor de Madrid. Se trata de una obra de autor anónimo que se encuentra en una
colección privada madrileña.
En el verano de 1622, durante la celebración de una corrida de toros en la Plaza Mayor de Madrid en la que los
participantes portaban unas divisas en clave que eran parecidas a las que se llevaban en los torneos
medievales, la de Villamediana llevaba una curiosa leyenda “Son mis amores” y a continuación iban cosidas
unas monedas de real. Al tratar de ver el significado la mayoría se decantó por el conocido amor del Conde
hacia el dinero.
Pero algún malintencionado se acercó al rey para dar con el verdadero significado del acertijo “Son mis amores
reales”. Entonces la cuestión estaba clara y el único amor “real” posible era la Reina. Se cuenta que cuando el
Rey oyó la traducción exclamó: “Pues si son reales, yo se los haré cuartos” haciendo un juego de palabras entre
las dos monedas de uso más corriente y la expresión “hacer cuartos” que consistía en dividir en cuatro partes
los cuerpos de los ajusticiados por delitos graves contra el estado ó la religión que se colocaban como aviso en
las principales entradas de las ciudades. Otra teoría trata de explicar que la célebre divisa no iba dedicada a la
reina sino a una dama portuguesa de la corte, Francisca de Távora que había sido la primera aventura
extraconyugal del joven Rey merced a los manejos de Villamediana y que ahora permitía una competencia
entre el Rey y el Conde por disfrutar de sus favores.
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En este cuadro obra del pintor Juan de la Corte que se encuentra en el Museo de historia de Madrid se representa
un juego de cañas, a los que tan aficionado era el Conde de Villamediana, en la madrileña Plaza Mayor. Es muy
posible que el festejo aquí representado sea el que se celebró en 1623, para agasajar al príncipe de Gales que
venía a pedir la mano de la infanta Doña María, hija de Felipe III.
En otra corrida de toros estando la Corte presente, Villamediana puso un rejón con una gran habilidad y la entusiasmada Reina exclamó: “Que bien pica el Conde”, a lo que un malhumorado rey respondió “Pica bien, pero muy alto”. Villamediana tenía entre sus muchos cargos el de Gentilhombre de la Llave y, por tanto, acceso a todas las estancias del Alcázar, incluso a las privadas de los Reyes. Se cuenta la sabrosa anécdota que en una ocasión que la Reina contemplaba desde la ventana de sus aposentos el bello paisaje serrano, sintió que alguien le tapaba los ojos con las manos con el consabido ¿Quién soy? La Reina, creyendo reconocer a Don Juan, se lo recriminó con energía exclamando “¡Ya basta, Conde!”. La sorpresa de la Reina debió de ser mayúscula al ver que quién le había hecho la broma era el mismísimo rey.
¿Conde? ¿Qué Conde? murmuró. La respuesta de Isabel fue rápida: ¡Vos mismo! Ó acaso ¿no sois Conde de
Barcelona? Con lo cual salió del paso pero añadió un poco más de duda y una mayor pérdida de confianza en el
que había sido su protegido.
Por si esto fuera poco, el Conde escribía y publicaba poesías amorosas a unas desconocidas Francelisa, Belisa y
Francelinda, pero que enseguida hacían que sus nombres recordasen al de la reina, haciendo juego con su
nombre y con la flor de lis, símbolo de los Borbones.
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Otra conocida anécdota que ha sido igualmente atribuida a otros personajes históricos es la que dice que la
Reina preguntó a Villamediana delante la de la Corte quién era la destinataria de tan bellas poesías. El Conde le
respondió que lo sabría al día siguiente. Efectivamente, ese día Isabel recibió en sus habitaciones privadas el
regalo de un espejo enviado por el propio Don Juan.
Si Villamediana tenía graves problemas por este motivo, no eran menores por su costumbre de ofender a
cualquier persona que se cruzase en su camino, en especial los componentes de la nobleza.
Refiriéndose al Marqués de Malpica que era un influyente personaje que pertenecía al Consejo Real y que era
conocido por su estupidez, escribió:
“Cuando el Marqués de Malpica
Caballero de la Llave Con su silencio replica
¡dice todo cuanto sabe!”
Dibujo que representa a D. Rodrigo Calderón camino
del patíbulo emplazado en la Plaza Mayor. Es una
obra de autor anónimo que se conserva en el Museo
Municipal de Madrid.
El Marqués de Sieteiglesias, Don Rodrigo Calderón,
aquel del “mas orgullo que Don Rodrigo en la
horca”, que había sido secretario y fiel colaborador
del depuesto Duque de Lerma, fue sometido a juicio
y ejecutado en la Plaza Mayor. Villamediana de
dedicó este epitafio:
“Aquí yace Calderón, caminante el paso ten,
que en robar y morir bien se parece al Buen Ladrón”.
Pocos meses antes, D. Rodrigo, que entre otros cargos tenía el de jefe de la Guardia Valona, que era la privada
del Rey, tuvo en plena Plaza Mayor una fuerte discusión con un capitán llamado Fernando Verdugo.
Villamediana le hizo un negro presagio
“Pendencia con Verdugo y en la Plaza mala señal, por cierto, te amenaza”. A un desconocido noble le dedicó: “El es un caballero de importancia y tiene tanta gracia, que en verán
despide del sobaco gran fragancia.
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A los condes de Salazar que eran conocidos por su fealdad les dedicó:
“Al de Salazar ayer mirarse al espejo, vi
perdiéndose el miedo en sí para mirar a su mujer”
A un Secretario de Estado que era descendiente de judíos conversos y al que el Rey le concedió la cruz de
caballero de Santiago:
"¡Y quiere hoy ponerse cruz, al que puso a Dios en ella!" "¡Si es que estás bautizado,
dinos cuándo!"
Pero no solo era la nobleza sino cualquier persona que por algo destacase podía ser objeto de sus burlas, sobre
todo si moralmente fuese en contra de la opinión de Villamediana. Quizás el personaje más perseguido fuese D.
Pedro Francisco Verger, Aguacil de la Corte que le hacía competencia por ser un destacado torero y que estaba
casado con una actriz que era famosa tanto por su belleza como por el número de amantes que coleccionaba.
Por ello, y como mayor insulto, Villamediana no paraba de hacer versos en los que hacía alusión tanto a la
cornamenta de los toros como a la “alegórica” de Verger. Durante una corrida de toros en la que uno de los
toros huyó despavorido sin atacar a Verger, escribió:
“El toro tuvo razón en no osar acometer Pues mal él puede oponer
dos cuernos contra un millón”
En otra ocasión se comentó lo elegante que había acudido a una corrida:
“Muy galán entró Verger con cintillo de diamantes,
diamantes que fueron antes de amantes de su mujer”
En cierto festejo el Aguacil fue herido por un toro y D. Juan se sorprende:
“¿Verger por un toro herido? Sería un toro forastero
Que no le había conocido.”
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Vista del Palacio Real más conocido como Alcázar de los Austrias que era la residencia principal de la corte en esos
años. Esta pintura obra del pintor de corte Felipe Castello se fecha hacia 1650 y se encuentra en el Museo de
Historia de Madrid
Con motivo del cumpleaños del que después sería Felipe IV el Ayuntamiento de Madrid organizó un festejo de
fuegos artificiales que fue criticado por Villamediana:
“¡Señores, yo me consumo! ¿Hay tan grande maravilla que haya gastado la Villa
tres mil ducados en humo?
Nadie se libraba de sus ataques aunque se tratase de una persona respetada por la mayor parte de los
estamentos del país. Así, a D. Pedro Girón, Duque de Osuna y Virrey de Nápoles que era persona tolerante con
moriscos y luteranos le dedicó:
“Todo el mundo está ofendido
de que tan gran caballero que, con capa de guerrero
en todo imita a Martín pero supieron al fin
que ese Martín es ... Lutero”
En alguna ocasión defendió con fuerza a alguna persona que criticaba duramente los excesos y las corrupciones
de la corte. Este fue el caso del padre Pedrosa que incluso hacía sus críticas desde los púlpitos. Sus enemigos
consiguieron que fuese desterrado de la Corte y Villamediana que se hacía solidario con su postura le dedicó:
“Un ladrón y otro perverso desterraron a Pedrosa
porque les predica en prosa lo que yo les digo en verso
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Está claro que con tantos y tan poderosos enemigos alguno podía jugarle una mala pasada y así ocurrió en la
tarde del domingo 21 de agosto de 1621. Poco antes, el padre Zúñiga, que era su confesor, le puso en aviso de
los rumores que corrían por el Alcázar de un próximo atentado contra su persona. El Conde no hizo el menor
caso y emprendió acompañado de su amigo Don Luis de Haro en su coche de caballos el camino hacia el palacio
Oñate donde vivía y que estaba al principio de la calle Mayor junto a lo que hoy es la Puerta del Sol. Poco antes
de llegar, un embozado saltó al estribo del carruaje y con gran fuerza le clavó un estoque casi hasta la
empuñadura. Pese a la gravedad de la herida trató de perseguir al agresor pero a los pocos pasos cayó al suelo
murmurando “Esto es hecho, confesión señores” y
muriendo en el acto tras dejar allí un enorme charco
de sangre. Tenía 40 años. Unas personas que por allí
pasaban le llevaron al portal de su palacio pero ya
nada pudieron hacer por él. Había muerto el hombre
pero había nacido el mito.
Este es el trágico momento que figura en el cuadro que
el pintor romántico Manuel Castellanos eligió en 1868
para participar en la Exposición Nacional de Bellas
Artes que hoy está depositado en el Museo Municipal
de Madrid aunque pertenece a los fondos del Museo
del Prado. En su primer plano, se ve el cuerpo yacente
del Conde que está en un oscuro portal solo iluminado
por la mortecina luz de un farol y teniendo como fondo
la puerta entreabierta donde se asoma un grupo de
curiosos y se aprecia la desaparecida iglesia de San
Felipe el Real. Su cadáver fue velado en la misma
iglesia y posteriormente fue llevado a Valladolid donde
se le enterró en el panteón familiar de la iglesia de San
Agustín.
La venganza de sus enemigos no se hizo esperar, uno de ellos escribió sobre su sepulcro a modo de epitafio: “Aquí yace un mal cristiano”. Juan Ruiz de Alarcón le dedicó:
“Que por cerrarle la boca, se la abrieron por el pecho”.
Y en otro epigrama comenzaba con un. “Aquí yace un maledicente Que hasta de sí dijo mal”…
Tras su muerte se le llegó a acusar del “pecado nefando” u homosexualidad que era una de las acusaciones más graves que se podían hacer dentro de una sociedad tan machista como la de su época. Incluso llegó a celebrarse un juicio del que salió absuelto aunque no dos de sus criados que fueron condenados y quemados en la hoguera. Al parecer, y aún en vida la Inquisición le había abierto un proceso secreto por sodomía pero no atrevió a darlo a conocer por la enorme popularidad de Villamediana.
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Sin embargo los versos más comentados a su muerte no fueron escritos por algún rival sino por alguien que le apreciaba y que directamente quería acusar al Rey y a su entorno del asesinato de su Correo Mayor. Nada se sabe de su autor aunque en ellos se ha querido ver la mano del célebre poeta cordobés Luis de Góngora y Argote que tuvo amistad con el Conde. Las escaleras que ascendían a la iglesia del convento de San Felipe el Real recibían el nombre de Gradas y era
allí donde estaba el célebre “mentidero”, lugar donde se contaban, bien en pasquines ó de viva voz todos los
chismes, rumores, leyendas, mentiras y verdades de todo cuanto ocurría en la ciudad en general y en el Alcázar
en particular.
Este dibujo coloreado, obra de José de Avrial muestra la iglesia tal y como era pocos antes de su desamortización
en 1834 y su posterior demolición en 1844.
Allí, precisamente donde se habían comentado tantas aventuras del popular Villamediana, se colocaron
pasquines que comparando su muerte con la del Cid Campeador decían así:
“Mentidero de Madrid: Decidnos ¿quién mató al Conde?
Ni se sabe ni se esconde, sin discurso discurrid:
Dicen que le mató el Cid por ser el Conde Lozano. ¡Disparate chabacano!.
Pues lo cierto de ello ha sido que el matador fue Bellido
y el impulso soberano.
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Hay que explicar que la palabra lozano. Además de ser el nombre del
suegro del Cid, como adjetivo significa hombre agraciado y apuesto.
Cuando señala que el matador fue Bellido quiere indicar que se trata
de una traición como la que realizó Bellido Dolfos cuando asesinó a
traición al rey castellano Sancho III ante las murallas de Zamora. Pero
cuando en el último verso menciona el “impulso soberano” está
acusando directamente al rey Felipe IV.
Retrato del poeta Luis de Góngora obra del taller de Diego Velázquez y
que se guarda en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid.
Según la teoría del Doctor Don Gregorio Marañón, el personaje
literario de Don Juan que recogió Tirso de Molina en su obra “El
convidado de piedra” está claramente inspirado en la vida y andanzas
de nuestro personaje, e igualmente en él se inspiraron otros autores
como los franceses Racine y Corneille, llegando hasta el más popular
de todos como es el conocidísimo Don Juan Tenorio del vallisoletano José Zorrilla.
Una opinión muy favorable de la vida de Villamediana pudiera resumirse los versos del poeta Antonio Hurtado
de Mendoza que lo escribió al poco de su muerte
Ya sabéis que era Don Juan / dado al juego y los placeres; amábanle las mujeres / por discreto y por galán.
Valiente como Roldán / y más mordaz que valiente... más pulido que Medoro / y en el vestir sin segundo, /
causaban asombro al mundo / sus trajes bordados de oro... Muy diestro en rejonear, / muy amigo de reñir,
muy ganoso de servir, / muy desprendido en el dar. / Tal fama llegó a alcanzar / en toda la Corte entera,
/que no hubo dentro ni fuera / grande que le contrastara, / mujer que no le adorara, / hombre que no le temiera
Sobre el asesinato de Villamediana se han propuesto muy diversas teorías. Si se supone que el acto en sí fue
cometido por dos personajes al servicio de la corte como eran Ignacio Méndez, nacido en Illescas y Guarda
mayor de los Bosques Reales y Alonso Mateo, ballestero del Rey que estaban a las órdenes directas de Olivares
y que poco después fueron ascendidos en sus cargos. Pero la cosa se complica al tratar de averiguar el autor ó
autores intelectuales del asesinato. Estas teorías van desde una conspiración política aceptada por el rey y
alentada por su gran enemigo el Conde Duque de Olivares que observaba que su alto cargo podía verse en
peligro ante el continuo ascenso de Don Juan a los ojos del rey hasta algo más mundano como una simple
cuestión de faldas por algún marido ofendido. Otra teoría dice que gracias a su cargo había podido reunir
amplias informaciones sobre personajes destacados de la corte lo que le hacía muy peligroso por si llegase a
ponerlo en conocimiento del Rey y todo ello aderezado con el odio que le tenían algunos importantes
personajes al sentirse ofendidos pos sus chanzas e insultos.
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Respecto a su amplia obra literaria hay que indicar que se puede incluir dentro de corriente que se denominó
Culterarismo con unas muy abarrocadas formas que seguía las directrices del cordobés Luis de Góngora
auténtico creador del movimiento. Villamediana escribió tanto en español como en latín e incluye desde obras
teatrales, hasta epigramas y numerosos versos tanto de tema religioso como profano. De igual manera realizó
traducciones de obras en italiano del poeta Gianbattista Marino así como las del portugués Luis de Camoens
Edición póstuma de las obras de Villamediana realizada en Madrid en 1643.
Pero hay que terminar con el segundo verso de la citada décima: “Decidnos, ¿quién mató al Conde?”. La
pregunta se mantiene sin respuesta cierta.
Texto y fotografías:
José Fernández Palacios
EDICIÓN EXTRAORDINARIA 2012 –II
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