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TRABAJO PRÁCTICO Nº 3
Historia de mi familia
Investigación: El yudo en la vida de Raúl
La historia del familiar del que voy a narrar es la de mi abuelo paterno, Raúl
Perfecto Rodríguez Araya. Lamentablemente, falleció hace 27 años, y no pude conocerlo.
Pero mi padre siempre me hizo saber y conocer sobre su vida como hijo, hermano, padre
y esposo. Voy a contar su vida en su juventud, exactamente hace 68 años. Me voy a
centrar en su pasatiempo favorito, cuando Raúl practicaba el famoso arte marcial japonés,
el yudo.
Raúl nació el 26 de octubre de 1932, en Rosario, Santa Fe. Hijo de Raúl Rodríguez
Araya y Eva Zaceo. Fue abogado, escribano, juez, procurador y profesor. Tenía un padre
que, por su trabajo de diplomático, tuvo que trasladarse por muchos países del mundo,
como Canadá y Estados Unidos. Los idiomas que dominaba, producto de los viajes que
hizo con su familia, fueron el inglés, el italiano y el francés. Le costó mucho
acostumbrarse a todas las ciudades a los que vivió; cambiando de amigos, culturas, y
hasta lenguajes. Pero si hay algo que no cambió, y tampoco permitió que cambiara, fue
su gran pasión por el yudo. Aunque su padre lo obligó a continuar con este deporte sin
importar a donde viajaban, el no se quejó en ningún momento.
Encontré un diario íntimo de mi abuelo, en el que contó todas sus aventuras y
viajes durante sus competiciones y torneos. A los 14 años, en 1947, comenzó con el
deporte. Su primer club donde comenzó con el deporte fue en Rosario, club llamado
“Gimnasia y Esgrima”. Raúl en cada página, llena de recortes de diarios sobre sus
torneos, descripción de sus peleas y cómo las ganó y las perdió, que técnicas utilizó para
derribar a sus oponentes y fotos de sus viajes. En cada página, se ve su progreso como
peleador.
Compitió en muchísimos torneos y campeonatos. En 1949 y con 16 años, ya
comenzaba a competir en campeonatos nacionales, en su ciudad de origen. Raúl crecía a
pasos agigantados en el deporte, y gracias a ello compitió con el mejor peleador de judo
en su momento, Reynaldo Forti. Además recibió cartas de felicitaciones de parte de la
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comisión de Yudo Argentina. En cada torneo que compitió, escribía sobre sus luchas y
sus oponentes, y también sus opiniones sobre las técnicas que utilizaron. Como por
ejemplo, lo cito en este párrafo que escribió:
“Pelee 1º con Piakori de N.O.B: me ganó por ½ punto. Después le hice yo un ½
punto, pero el referee no lo cobró. Una bronca bárbara.”
A lo largo que avanzaban los años, él y su equipo se convirtieron en los mejores
de Argentina, y muchos diarios y revistas lo confirman (‘La Nación’, ‘Clarín’ y ‘Mundo
Deportivo’). Según un diario: “Gimnasia y Esgrima: Nuestro yudo quedó consagrado como
el mejor de la Argentina”.
En 1950, se egresa de su colegio, ya decidido a seguir la carrera de abogacía en
la Universidad de Buenos Aires, él supo que debía continuar con su apasionado deporte.
A partir de 1952, el sueño de Raúl de competir en el primer Campeonato
Panamericano se cumplía. Viajó a La Habana, junto a su equipo, a representar al país. Él
y el campeón del Yudo de Argentina, Reynaldo Forti, y Vahank Pofacián formaban el
equipo. En aquel momento, mi abuelo no llevaba una buena relación con Vahank, ya que
éste se había quedado resentido con Raúl por ganarle el título. El equipo argentino
terminó ganando el torneo, con Raúl quedando segundo lugar de su equipo.
En 1956, luego de que el equipo argentino se llama ganado unos cuantos títulos y
haya crecido como de los mejores de América, logró clasificar en el Campeonato Mundial
de Yudo, en Japón. El equipo emprendió viaje hacia Japón; realizaron recorridos en la
ciudad y con muchas fotos sacadas por mi abuelo, una de ellas mandada a mi abuela que
se encontraba en Argentina. Al comenzar el torneo, cada uno del equipo argentino
luchaba en cada ronda. Luego de unas difíciles rondas, en las que el campeón Forti
perdió finalmente, mi abuelo terminó en el sexto lugar como el mejor peleador de Yudo
Mundial.
Hasta el ’59 perduraron los logros del equipo argentino, con muchas victorias para
mi abuelo, recibiéndose de abogado y teniendo a su primer hijo. Ahí es cuando decidió
dejar su más querido pasatiempo, junto con su cinturón negro. Y aquí es cuando decidió
escribir sobre su carrera en el Yudo.
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Anexos
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