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Faculteit Letteren en Wijsbegeerte
Annelies Wijnant
Infancia y dictadura: la expresión de la violencia en
dos novelas argentinas postdictatoriales:
Pequeños combatientes – Raquel Robles
Una muchacha muy bella – Julián López
Masterscriptie ingediend tot het behalen Promotor: Prof. dr. Ilse Logie
van de graad van Master in de Taal- en
Letterkunde: Engels – Spaans
Academiejaar 2014 - 2015
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Agradecimientos
En esta parte deseo agradecer a todas las personas que me han ayudado y apoyado durante la
escritura de esta tesina. Nunca hubiera sido posible sin su asistencia.
En primera instancia, agradezco a mi profesora y directora de tesina Prof. Dr. Ilse Logie por
despertar mi interés en la literatura argentina contemporánea. Tanto sus comentarios como sus
revisiones relevantes fueron imprescindibles para el desarrollo de esta tesina.
A mis padres y a mi hermano, por aguantar mis quejas y motivarme en tiempos de dificultad.
A todos mis amigos, simplemente por siempre estar a mi lado. Por las varias discusiones que
hemos tenido sobre nuestras tesinas y por hacer este largo proceso más fácil.
Muchas gracias a todos.
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Índice
Agradecimientos
1. Introducción .............................................................................................................................. 5
2. El tema de la violencia.............................................................................................................. 8
2.1. La violencia como componente del pasado argentino reciente: la guerra sucia 1976-1983 .... 9
2.2. Una manifestación clave de la violencia dictatorial: la desaparición .................................... 10
3. La Postdictadura .................................................................................................................... 13
4. Los hijos de desaparecidos: los efectos de una infancia en dictadura ............................... 15
4.1. El trauma ............................................................................................................................... 15
4.2. La crisis de identidad ............................................................................................................. 18
4.3. La crisis de memoria ............................................................................................................. 21
5. La violencia en la literatura ................................................................................................... 26
5.1. Una estrategia clave para (no) representar la violencia: Elipsis ............................................ 27
6. Pequeños combatientes – Raquel Robles .............................................................................. 32
6.1. Introducción ........................................................................................................................... 32
6.2. La elipsis de la desaparición .................................................................................................. 34
6.3. Las referencias a la desaparición ........................................................................................... 36
6.4. La vida cotidiana después de la desaparición: el trauma reprimido ...................................... 42
6.5. La identidad y la violencia .................................................................................................... 45
6.6. La problemática de la memoria ............................................................................................. 49
7. Una muchacha muy bella – Julián López ............................................................................ 54
7.1. Introducción ........................................................................................................................... 54
7.2. La elipsis de la desaparición .................................................................................................. 55
7.3. Las referencias a la desaparición ........................................................................................... 58
7.4. El trauma del abandono maternal .......................................................................................... 66
7.5. El recuerdo a la infancia del protagonista adulto .................................................................. 70
8. Conclusión ............................................................................................................................... 73
9. Bibliografía ............................................................................................................................. 76
9.1. Bibliografía primaria ............................................................................................................. 76
9.2. Bibliografía secundaria .......................................................................................................... 76
(29219)
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1. Introducción
En 1995 se fundó la agrupación de los H.I.J.O.S, abreviación de “Hijos e Hijas por la
Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio.” Su objetivo principal es definido por
sus miembros como la recuperación de la presencia de los padres desaparecidos en la esfera
pública por medio de la acción política. (Portela, 170) La mayoría de los miembros - si se
descarta a algunos hijos de exiliados y algunos jóvenes con otros familiares desaparecidos-
son descendientes directos de desaparecidos. (Portela, 170) Los padres de estos hijos,
militantes de la izquierda en lucha contra el terrorismo de Estado de la última dictadura en
Argentina, desaparecieron como consecuencia de un método de represión efectuado por este
régimen totalitario. Los efectos traumáticos de este período sangriento se han transmitido a la
segunda generación. (Portela, 169) Por causa de múltiples factores, muchos victimarios aún
no han recibido un castigo apropiado por su apoyo a la violencia estatal. Organizaciones
humanitarias como H.I.J.O.S. siguen luchando contra esta impunidad, un objetivo que se
posibilitó con la anulación de la Ley de Punto Final y la Ley de Obediencia debida en 2003,
cuando esas leyes fueron declaradas anticonstitucionales. (Portela, 169)
En el arte contemporáneo, y más específicamente en el campo de la literatura, observaremos
la presencia de los hijos de padres desaparecidos como autores que utilizan su experiencia
traumática para convertirla en una obra estética. Utilizan su condición de ser hijo para escribir
sobre la última dictadura militar. Una de las mayores dificultades que se les presenta es el alto
grado de violencia ejecutada por el régimen totalitario: por una parte, en la realidad de los
hechos, ya que el horror fue tan incomprensible y traumático y, por otra parte, a la hora de
representarlo a través de la ficción, ya que ¿Cómo se puede representar en palabras lo que no
se puede captar dentro del marco cognitivo humano?
En esta tesina, trataremos la expresión de la violencia en dos novelas argentinas
postdictatoriales escritas por autores contemporáneos: Pequeños combatientes de Raquel
Robles y Una muchacha muy bella de Julián López. Pertenecen a la segunda generación
porque vivieron la última dictadura militar pero de manera indirecta e inconsciente, siendo
niños durante el período de la dictadura, etapa que se marca por la inocencia, la sencillez y
más que nada por un marco cognitivo limitado. Analizaremos la presencia de un tipo
específico de violencia, la violencia dictatorial –política – ideológica, efectuada por el Estado,
y trataremos más en profundidad su culminación: la desaparición.
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Para mayor claridad, el presente trabajo se dividirá en dos partes: en primer lugar,
investigaremos cómo el autor logra captar y representar la desaparición de los padres en su
obra. Resultará que en ambas obras, se denota una crisis de representación: la desaparición
está ausente en el discurso. Esta paradoja, el hecho de que el núcleo de las novelas, es decir
las circunstancias que realmente dieron lugar a su existencia, no se inserta, es un caso que
explicaremos a través del uso de una figura retórica fundamental: la elipsis - una de las
muchas técnicas que le permiten al autor hablar sobre lo indecible. Más adelante en esta
tesina, abordaremos su definición y daremos razones para su empleo. No obstante, no es
porque la desaparición no se represente literalmente en el discurso, que el autor no señale al
lector su existencia. En realidad, los relatos están impregnados de la presencia de esta
desaparición. Investigaremos por tanto cómo (a través de qué procedimientos) y dónde (en
qué lugares textuales) esa elipsis fundamental de la desaparición – la ausencia omnipresente
dentro de las novelas –se compensa dentro de las obras señaladas. En nuestra segunda parte,
exploraremos los efectos de la violencia – la desaparición – en la vida de la segunda
generación al que pertenecen los autores. Argentina en su totalidad es marcada por las heridas
que ha dejado esta última dictadura militar y en las vidas personales de muchos argentinos
observaremos múltiples problemáticas. Visto que los hijos de desaparecidos toman
protagonismo en esta tesina trataremos los efectos de una infancia en dictadura desde sus
perspectivas. Empezaremos con un apartado que trata las problemáticas de los hijos de
desaparecidos: el duelo que sufren durante una infancia en dictadura, especial atención será
dada aquí tanto al aspecto traumático como a la influencia en la identidad de los niños. Otra
dificultad que se les presenta es la crisis de memoria, ya que los recuerdos fragmentarios
constituyen parte de su identidad. A hacer abordado los problemas existenciales de estos hijos
de desaparecidos, veremos brevemente de cuales maneras se los trasladan en su literatura: en
el caso de la niña en Pequeños combatientes y en el caso del niño y más tarde adulto en Una
muchacha muy bella, o sea los dos protagonistas.
Antes que nada, abordaremos el tema de la violencia en general. Su contenido problemático
será evaluado. Dentro de la discusión acerca de la violencia en el pasado argentino,
hablaremos de la Guerra Sucia puesto que este constituye el marco dentro del cual se sitúan
las novelas de los hijos. Mencionaremos las fechas clave y los eventos principales que
tuvieron lugar. Después comentaremos una de las manifestaciones violentas de las que el
régimen totalitario se hizo culpable, es decir la desaparición de los militantes de la izquierda o
los “subversivos” mediante la cual se deshace de su oposición política y que simultáneamente
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reprime la sociedad para mantener su poder ilegítimo. En una tercera parte, se revisará la
situación después de la Guerra Sucia que se denomina la postdictadura. Trataremos la política
del olvido por parte del Estado y la importancia de los Derechos Humanos en su solución.
Ahora, para entrar en el pasado reciente sangriento que marca la historia Argentina con una
violencia de tipo dictatorial – política – ideológica, empezaremos con la pregunta siguiente:
¿En qué consiste precisamente la “violencia”?
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2. El tema de la violencia
El concepto de la violencia es problemático por causa de su carácter multiforme. En el ensayo
“Violencia, sociedad y política: la definición de la violencia” de Aróstegui, el autor discute la
dificultad del tema de la violencia:
No hay una “ciencia” ni una “disciplina” de la violencia. Esta característica del
comportamiento humano tiene tan multipolares manifestaciones que no hay una forma
operatoria de poder dar cuenta de ellas, hasta hoy, con una focalización única. No
resulta fácil la descripción completa de las manifestaciones violentas, porque no lo es su
conceptuación unívoca. Es indudable que la primera dificultad para el análisis social e
histórico del fenómeno de la violencia es la de formular un concepto preciso y suficiente
de lo que debe entenderse por ella. Por lo pronto, una larga disquisición sobre las
formas de definirla corre el riesgo de encerrar en sí misma todo el tratamiento del tema,
tejiendo una maraña de elucubraciones de la que sea muy difícil salir mejor informados
que al entrar. (21)
Si revisamos la historia del ser humano, aun generalmente, se observa que la violencia está
omnipresente. Parece ser que la violencia es una característica intrínseca de la humanidad en
cada época, un componente fundamental de su identidad. La violencia, según Aróstegui,
contiene y responde en realidad a muchas disciplinas, como en efecto a la etología o las
ciencias de conducta y a la historiografía, sino también a la psicología, a la ética, a la
politología y a lo simbólico-cultural. (19) Como señalado antes, la violencia es un concepto
que se expresa bajo múltiples formas: explícita o implícita, consciente o inconsciente,
doméstica o urbana, física, psíquica, sexual, política, social, ideológica, en realidad la lista de
formas de violencia es prácticamente infinita.
En la segunda mitad del siglo XX, la violencia traspasó los límites de la imaginación humana:
Auschwitz - la Shoah en hebreo – es la catástrofe final que demuestra que incluso una
comunidad tan civilizada como Europa puede caer en una bestialidad extrema. Alemania
fundó campos de concentración como método de represión, estrategia que veremos también
durante la última dictadura en Argentina. Sin embargo, no es posible igualar las dos
situaciones: en al caso argentino, no se habla de una ideología absolutamente genocida ya que
se dirigía principalmente contra los partidarios de otro ideario político en vez de a un grupo
minoritario específico. Asimismo, la escala del secuestro organizada sistemáticamente se sitúa
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en un plano menor y los militares no apelan al uso de instrumentos modernos de tortura o
matanza, como las cámaras de gas. (Buchenhorst, 66) La semejanza es que en ambos casos
observaremos al mismo culpable: un poder autoritario que ejecuta una violencia estatal.
Ambos sistemas convirtieron en anónimas a las víctimas y desplazaron la culpa a la sociedad,
y de este modo nadie escapaba del terror del Estado. (Buchenhorst, 66) Mostraremos de este
modo que, con el evento del Holocausto cuya violencia extrema es casi insoportable y la
continua repetición de este tipo de violencia estatal en todos los territorios del mundo – ya de
escala más pequeña y con particularidades propias – se justifica decir generalmente que la
violencia es omnipresente en cada espacio, tiempo y población.
2.1. La violencia como componente del pasado argentino reciente: la
guerra sucia 1976-1983
De 1976 hasta 1983, Argentina sufrió la represión violenta de un régimen totalitario militar.
Empezó el 24 de marzo de 1976, cuando las Fuerzas Armadas de la Argentina bajo el mando
del general militar Jorge Videla tomaron el poder a través de un golpe de Estado. Duró hasta
el 10 de diciembre de 1983, cuando la dictadura abandonó el poder, por causa de la derrota en
la Guerra de Malvinas. (Mallimaci, 1) A partir de la primera golpe militar que destituyó al
presidente Juan Domingo Perón en 1955, se agudizó aún más la polarización ya existente
dentro de la sociedad argentina entre izquierda y derecha. La presencia de la violencia en la
sociedad aumentó e incluso se normalizó con el paso del tiempo, hasta su culminación en
1976 con la destitución de la presidenta Isabel Perón por el general Videla de orientación
derechista. Este pretendió poner fin al caos que estaba viviendo el país y que el régimen
totalitario atribuyó a los guerrilleros de grupos armados de izquierdas, uno de los cuales, el de
Montoneros, se inscribía en la continuación de las ideas en defensa de Perón. (Logie, 24)
El dominio de este régimen totalitario militar se pudo mantener por tantos años con la ayuda
de dos cómplices: por una parte, de modo paradójico, la iglesia católica, y por otro los Estados
Unidos. La unión de estas fuerzas posibilitaba la estabilización y perpetración de una
violencia estatal.
Con el fin de desacreditar a la izquierda dentro de la sociedad, una estrategia típica que se
aplica por el régimen totalitario – método que se observa efectuado por los estados
autoritarios en general – es torcer la lengua para que cumpla con los propios objetivos: la
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extrema derecha usaba el eufemismo del “Proceso de Reorganización Nacional”, sostenía que
hacía falta “limpiar” la sociedad a fin de eliminar el “mal” y para que se pudiera crear orden
en un país caído en el “caos.” Obviamente, las definiciones de estos términos estaban
prescritas por el Estado, que deshumanizó al enemigo político de la izquierda o simplemente a
cada persona que se opuso al régimen. Calveiro, doctora en ciencias políticas quien también
fue una detenida- desaparecida, observa que el golpe militar de 1976 fue presentado como un
auténtico “proyecto de salvataje” (11) en el cual los militares se responsabilizaron de este
objetivo.
Como ya hemos dicho, el uso de los eufemismos es una estrategia literaria típica de los
regímenes totalitarios. El objetivo consiste en esconder la verdad de la violencia cometida
como victimarios. Paradójicamente, se observa esta estrategia de camuflaje también en la
literatura de la segunda generación o hijos de desaparecidos: para ellos, esconde la verdad de
la violencia sometida, ya que son las víctimas indirectas de la violencia estatal. Veremos más
adelante su manifestación en las novelas.
2.2. Una manifestación clave de la violencia dictatorial: la desaparición
“un muerto es una tristeza, un millón de muertos es una información”
Todorov, 301
Durante la Guerra Sucia, el país fue arrasado por un terrorismo de Estado extremo: el régimen
totalitario combatió a los guerrilleros de grupos armados de izquierdas, los llamados
“subversivos”, usando estrategias que iban más allá de la imaginación humana: la
desaparición o el secuestro, el lanzamiento de cuerpos al mar, el encarcelamiento y tortura en
campos de detención clandestinos, los asesinatos y aún más terrible la liquidación de mujeres
embarazadas cuyos bebés se robaron, la apropiación. (Mallimaci, 7)
Como ya se ha señalado, el régimen totalitario usaba múltiples métodos de represión para
defender su poder ilegítimo. Entre ellos, la desaparición de grandes grupos de “subversivos”
fue la estrategia por excelencia para librarse de la oposición política y también para difundir
una sensación de inseguridad y de miedo en la sociedad. La desaparición, en palabras de
1 Véase Calveiro, Pilar. Poder Y Desaparición: Los Campos De Concentración En Argentina.
Buenos Aires: Colihue, 2006.
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Calveiro, no es un eufemismo sino una alusión literal: “una persona que a partir de
determinado momento desaparece, se esfuma, sin que quede constancia de su vida o de su
muerte. No hay cuerpo de la víctima ni del delito. Puede haber testigos del secuestro y
presuposición del posterior asesinato pero no hay un cuerpo material que dé testimonio del
hecho.” (26) Un desaparecido se liga a una situación trágica: por falta de información, se
complica el entendimiento y se impide el duelo por parte de los familiares visto que la
desaparición ni afirma ni niega a la muerte, se sitúa realmente en un “estado de ambigüedad y
paradoja.” (Turner, 71)2
En adición de la privación de la vida a los desaparecidos, el régimen totalitario también
insertó otro nivel de crueldad: el desaparecido se convirtió en un número dentro de una
cantidad inmensa; se anularon su individualidad, su vida personal y la presencia de familia y
amigos, subrayándose solamente su convicción política. (Calveiro, 30) Por lo tanto, a partir de
1980, aparecieron las publicaciones de listas de desaparecidos en múltiples periódicos
argentinos, hechas posibles con la financiación de organismos de Derechos Humanos.
(Calveiro, 30) Esta táctica dejó una impresión impactante en la sociedad, ya que “el nombre y
apellido hacían el desaparecido, el muerto, más cerca, más individual, el grado de
identificación se intensifica”, lo que frustraba al poder militar. (Calveiro, 30) Otra estrategia
para devolver la identidad a los detenidos-desaparecidos fueron las manifestaciones que
tenían lugar cada jueves en la Plaza de Mayo por las Madres de la Plaza de Mayo. Estas amas
de casa, no comprometidas políticamente, son las madres biológicas de hijos desaparecidos
por causa de la represión del Estado. Este gran colectivo manifestaba pacíficamente con
pañuelos blancos en los cuales se inscribían los nombres y se presentaban fotos de sus hijos
desaparecidos con la intención de reclamar su pérdida. Fueron convertidas internacionalmente
en símbolos de resistencia.
El destino del desaparecido depende de los casos, pero es seguro que muchos terminaron en
los campos de detención, creados clandestinamente por el régimen dictatorial. Su creación fue
el plan más claro del poder para encerrar y desaparecer a todo aquello que escapara de su
control. (Calveiro, 113) En estos espacios horrorosos, se torturaba, se extraía información, se
aterrorizaba y en la mayoría de los casos también se mataba. (Calveiro, 32) De este modo, el
poder creó una sociedad ordenada, controlada pero aún más aterrorizada. (Calveiro, 11) El
2 Marina Panizo, Laura. Muerte, Desaparición Y Memoria: El Caso De Los Desaparecidos
De La Última Dictadura Militar En Argentina. Historia, Antropología y Fuentes Orales. No.
42, VERDUGOS Y VÍCTIMAS (2009), pp. 71-84. Print.
12
ejemplo más famoso de un campo de detención es la ESMA, la Escuela Mecánica de la
Armada en pleno centro de Buenos Aires. Durante la presidencia de Néstor Kirchner se la
transformó simbólicamente en una institución de conmemoración. (Ros, 23)
Actualmente, según Moreira, la figura del detenido – desaparecido funciona “como una figura
activa que lejos de sellar el pasado provoca su emergencia en el presente, y se desplaza como
promesa de justicia hacia el futuro.” (68) Durante la transición, las organizaciones de
Derechos Humanos representaban a los desaparecidos como “víctimas sufrientes, objetos de
piedad y de compasión” (Moreira, 69) Sólo es a partir de los años noventa, con la entrada en
escena de los H.I.J.O.S., que se empezaban a cuestionar aspectos importantes de la narrativa
de los derechos humanos y sus efectos. En concreto, la sociedad optó por matizar la imagen
del detenido-desaparecido como “víctima inocente” para presentarlos como militantes
políticos y “revolucionarios.” Muchos hijos prefirieron a presentárseles como hijos de una
generación que luchó por una sociedad mejor en vez de hijos de víctimas. (Ros, 28) Por
consiguiente, se definen a los padres desaparecidos como “portadores de valores, prácticas e
ideologías revolucionarias “(Moreira, 69)
Hasta hoy en día, muchos argentinos sufren del dolor de la pérdida de un familiar por causa
de la táctica de la desaparición. Según Panizo, forman por consecuencia “un grupo específico
de lucha que refuerza los vínculos de solidaridad.” (73) Al mismo tiempo, existe una
categoría legitimada y socialmente aceptada para el reconocimiento de los desaparecidos. Así,
el desaparecido recibe una sepultura simbólica y la familia puede continuar con su vida bajo
el nombre de “Familiares De Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas.” (Panizo 76)
Las cifras de víctimas ligadas a esta violencia extrema ejecutada por la dictadura de los
militares son enormes: según organizaciones humanitarias, hubo unos 30 000 muertos.
(Nuestra Traducción, Baumers) Las huellas de la Guerra Sucia estarán presentes y visibles por
largo tiempo en la vida privada de muchos argentinos y en la sociedad: la búsqueda de
familiares desaparecidos continúa.
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3. La Postdictadura
El 20 de septiembre de 1984, se publicó el Informe de la CONADEP - Comisión Nacional
sobre la Desaparición de Personas - en el libro Nunca más. Se recogen aquí numerosos
testimonios sobre la dictadura. No obstante, el Nunca más es percibido por Bietti como “un
discurso sedante” que pretende “virginizar” el presente con el eslogan que “no pasará más.”
(4) De este modo, el trabajo niega de cierto modo el cómo y el porqué del horror de la última
dictadura militar, pretendiendo que solamente confirmarlo evitará su reaparición en el futuro.
En Nunca más, se defiende una perspectiva que fue llamada “la teoría de los dos demonios.”
En esta teoría, usando de nuevo un lenguaje bélico, los eventos trágicos son atribuidos a los
líderes de dos grupos opuestos, por una parte la izquierda de los guerrilleros y por otra la
derecha de la Junta Militar, como dos “demonios.” Se convierte a la sociedad en una víctima
pasiva de la violencia, alejada de sus ideologías extremas. (Ros, 16) Esta percepción se
estableció en la primera etapa después de la caída de la última dictadura militar en 1983 en el
inicio de la transición cuando el político democrático Raúl Alfonsin fue elegido presidente.
A partir de 1989, cuando las nuevas elecciones fueron ganadas por Carlos Menem cuyo poder
se extendió hasta 1999, la perspectiva de la teoría de los dos demonios cambió gradualmente,
en especial bajo la influencia de las Organizaciones de Derechos Humanos. Son ellas también,
entre las cuales destacamos a las Madres de la Plaza de Mayo, las Abuelas de la Plaza de
Mayo e H.I.J.O.S., quienes iniciaron los “procesos de verdad” en los cuales se pudiera
condenar a los culpables. (Ros, 20) Todas las intenciones de estas organizaciones para dar
justicia a las víctimas fueron derrotadas con la aprobación de una nueva ley que se llamaba la
Ley de Perdón, que dio amnistía a los militares. De este modo, el presidente Menem perdonó
a los victimarios antes de que recibieran un castigo apropiado. (Ros, 20) La acción más
criticada del presidente Menem es especialmente el perdón que otorgó a los líderes militares
de la dictadura, como a Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Leopoldo Galtieri, todo bajo la
farsa de “una conciliación nacional.” La única ventaja que ofreció fue que el tema de la última
dictadura militar y las preguntas éticas ligadas al asunto fueron estimuladas. (Ros, 20)
Cuando Menem abandonó su posición como presidente, Argentina se encontró en una época
de recesión a causa de las medidas tomadas bajo su mando. (Logie, 30) El nuevo gobierno de
Fernando de la Rúa no fue capaz de rectificar los errores y estalló una crisis económica y
política. Es sólo a partir de la presidencia de los últimos dos presidentes, Los Kirchner,
primeramente Néstor de 2003 hasta 2007 y su esposa Cristina que actualmente aún es
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presidenta, que la situación empezó a mejorar paso a paso. Esta pareja luchó contra la
impunidad y a favor de la conmemoración de la Historia reciente de Argentina, asunto que
anteriormente fue ignorado en la escena política. El presidente Néstor Kirchner se identificó
abiertamente con el ideario de los militantes de la izquierda y para darles justicia anuló la Ley
de Perdón y bajo su gobierno, se volvieron a abrir las sentencias de los victimarios. Atacó la
violación de los derechos humanos por parte de los militares durante la última dictadura
militar. (Ros, 22) A partir de 2007, la viuda de Kirchner, llamada Cristina Kirchner, continúa
el trabajo de su marido. (Ros, 23) La presidenta actual efectúa el establecimiento de procesos
a gran escala por toda Argentina y desarrolla la investigación de posibles culpables para que
reciban su castigo. (Ros, 23) Con el paso del tiempo, Argentina ha sido transformada en una
democracia en la que la lucha por la justicia frente al pasado dictatorial continúa hasta este
momento en el campo de la memoria: “Hay una memoria colectiva que registra lo que se ha
grabado en el cuerpo social.” (Ros, 158)
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4. Los hijos de desaparecidos: los efectos de una infancia en dictadura
El duelo de la violencia estatal usado durante el secuestro de los padres es uno que afecta a la
vida de sus hijos permanentemente. Los hijos que aparecen en nuestras novelas no son
testigos de la desaparición, no la han observado con sus propios ojos ni la han vivido en carne
propia. No protagonizaban el hecho traumático de la desaparición por el régimen totalitario,
sin embargo sufren el duelo directo de la pérdida de los padres y como consecuencia de una
infancia normal. En resumen, vivieron una infancia en dictadura, hecho que tiene efectos
profundos: no sólo la pérdida de los padres, sino también la vida en una sociedad reprimida
por un régimen totalitario constituye parte de la experiencia dolorosa de los niños.
En las tres partes que siguen, investigaremos las consecuencias de la infancia en dictadura en
la cual los niños perdieron a sus padres por causa de la estrategia militar de la desaparición,
hecho que les inserta en la identidad colectiva de hijos de padres desaparecidos. Trataremos
en primera instancia el trauma, después hablaremos de la crisis de identidad para terminar con
la crisis de memoria, tres problemáticas que atormentan la existencia de los hijos de
desaparecidos tanto en la realidad como en la ficción donde hijos de desaparecidos toman un
papel principal.
4.1. El trauma
Como ya señalado, los hijos de desaparecidos perdieron a sus padres como estrategia del
régimen totalitario, trauma principal que deja huellas profundas en la comprensión tanto del
niño como del adulto: ¿Cuál fue su manera de morir? ¿Les interrogaban, les torturaban, qué
les pasó exactamente después del momento trágico? ¿Dónde están sus cuerpos?
Son unas de las preguntas que dominan la existencia de los hijos de desaparecidos, y aún más
importante ¿Cómo se puede continuar con la vida con esta falta de información?
Un método para intentar superar el trauma de la pérdida de los padres y la falta de
información que la rodea es convertir esta experiencia traumática en un trabajo de arte: hacer
literatura para hacer frente el duelo, transformar lo feo y violento en un asunto maravilloso y
hermoso. En la siguiente parte, trataremos el trauma y su representación en la literatura,
refiriendo a unas nociones del trauma que las víctimas pueden confrontar tanto en la realidad
como en la ficción que se ve dominada por el trauma que intenta representar.
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Estudios de trauma o “trauma studies” florecieron en EEUU a partir de los años noventa por
causa del giro ético en los ochenta con investigadores respetables como Cathy Caruth,
Shoshana Felman, Dori Laub y Dominick LaCapra. (Logie, 6) La primera aplicación de los
estudios del trauma fue al evento más brutal del siglo xx: la Shoah o el Holocausto. Durante la
segunda guerra mundial se estableció una violencia extrema que afectó y sigue afectando
tanto al nivel personal como al nivel colectivo el mundo del siglo XXI. La teoría del trauma
fue y aún es un modelo popular para analizar artefactos culturales producidos durante y
después del Holocausto, por víctimas y victimarios. En este sentido, como Argentina durante
la Guerra Sucia también conoció un tipo de violencia inhumana - no obstante de un tamaño
más pequeño - parece interesante aplicar algunas nociones con respecto al trauma a la
literatura postdictatorial argentina. Ya hemos dicho que no es posible igualar los dos casos
que ocurrieron en otro espacio y otro tiempo, sin embargo se encuentra un paralelo entre los
efectos del trauma provocado por la violencia de un poder autoritario. A partir de los años
ochenta, con relación a la Guerra de Vietnam, se reconoció el trauma y sus consecuencias
como un “herido psicológico” (Freud) por tanto médicos y psicólogos y los efectos fueron
definidos con el término del trastorno de estrés postraumático o “post-traumatic stress
disorder.” (Logie, 6)
Según la RAE, un trauma se define como “un choque emocional que produce un daño
duradero en el inconsciente.” La experiencia traumática no se asimila ni se capta en el
momento que sucede puesto que la imaginación humana no la puede comprender ni anticipar
por su ruptura de lo “normal.” Sólo es tardío, que puede variar entre unas semanas hasta unos
años, que la experiencia traumática vuelve como una posesión constante: “to be traumatized is
precisely to be possessed by an image or event.” (Caruth, 4-5) Los efectos del trauma sólo se
manifiestan visiblemente después un período de latencia inherente (“inherent latency”):
la fase entre el no captar y el reconocimiento del trauma. (Caruth, 7) Caruth señala que el
impacto del evento traumático precisamente se halla en este “belatedness,” en su refugio de
límites del tiempo y espacio. (8 -9) Como consecuencia de la distancia temporal entre el
evento traumático y su reaparición, Dori Laub propone que un trauma masivo psíquica, como
la dictadura y su represión, no admite su registración: (Laub, 1991:6) “History was taking
place with no witness.” (Laub, 7) Según la interpretación de Freud, una víctima nunca es
plenamente consciente durante una experiencia traumática y por eso, durante el
acontecimiento real, la víctima no puede representarse como testigo. (7) Por eso, Dori Laub
proclama que toda experiencia traumática se define por la ausencia de testigos. (7)
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Un trauma reaparece en otro momento y espacio cuando el peligro físico o mental del trauma
en el primer momento ha desaparecido. De este modo, la víctima puede reinterpretar el primer
evento traumático con la estimulación de un segundo evento que lo incita. Cuando el trauma
se presenta a la superficie y se expresan los efectos secundarios; la víctima puede reaccionar
de distintas maneras y algunos de estos comportamientos serán analizados en las novelas. Por
consecuencia, podemos estimar que el trastorno de estrés postraumático (“post-traumatic
stress disorder”), como mencionado previamente, se manifiesta de distintas maneras
dependiendo del trauma y del traumatizado.
Según LaCapra, continuando el camino psicoanalítico de Freud, una víctima reacciona al
trauma de dos formas: en primera instancia, el traumatizado permanece en un estado
melancólico que denomina la fase de la repetición compulsiva o “acting out” y cuando el
traumatizado acepta la situación y está de luto se la denomina la fase de la perlaboración o
“working through” (126) No son dos oposiciones binarias sino complementos: un
traumatizado pasa por el “acting out” para finalmente llegar al “working though.” No
obstante, conscientemente o inconscientemente, es posible que un traumatizado no alcance la
aceptación e integración del trauma como parte de la identidad. Pero para continuar con la
vida normal del presente y futuro es necesario combatir y aceptar los demonios del pasado,
para que los efectos secundarios del trauma no finalicen en la destrucción mental o incluso
física. Por eso, es necesario procesar el trauma e integrarlo en un marco cognitivo que “le
otorgue sentido dentro de una historia de vida”. (Logie, 7)
Un traumatizado debe seguir un proceso de distintos pasos antes de que “working through”
sea posible. Primeramente, durante el “acting out”, se observan distintas estrategias del
traumatizado para escapar del horror. Es posible que un trauma influencie la identidad y
provoque MPD (Mult. Pers. Disorder), a continuación llamado DID (Dissociative Identity
Disorder), un desorden mental en el que un traumatizado crea otras identidades o
personalidades para sí mismo al que puede transferir la carga traumática. (Codde, s.p.)
En el caso de los hijos de desaparecidos cuyo trauma es la pérdida de los padres y el
conocimiento de su posible tortura y muerte, otro tipo de actitud puede ser provocada: sienten
una extrema identificación con el dolor de sus familiares precedentes, sus padres, y la
violencia que sufrieron durante su desaparición. Cuando la identificación es de forma
extrema, LaCapra habla de “empathic unsettlement”, una experiencia virtual de tipo insano
porque adopta experiencias de otras personas en su propio marco cognitivo. (125)
Finalmente, si el traumatizado desea llegar a la fase de “working through”, Freud propone
18
“the talking cure” como la solución más efectiva. Caruth afirma que la historia del trauma
sólo puede tener lugar a través de la escucha por un oyente. (11) El traumatizado debe
formular lo inexpresable en la interacción comunicativa con un oyente que funciona como
“una pantalla blanca al que se escribe el evento por primera vez” (Dori Laub, s.p.) a través de
la comunicación se proyecta una historia dolorosa que se transforma en un relato racional.
De esta manera, los recuerdos traumáticos, que son inaccesibles y aparecen sin voluntad, se
pueden convertir en recuerdos narrativos, una memoria que el propietario puede recoger,
ordenar y más importante dominar conscientemente. (Pierre Janet) Otro modo de comunicar,
si bien sin oyente, es a través del arte, la creación de una obra estética en la literatura, como
hacen tanto Robles como López. El interlocutor, el lector de la novela, está ausente; no
obstante ayuda al autor a pasar de “acting out” a “working through.” El arte en general posee
una función terapéutica. (Codde, s.p.)
El trauma es una experiencia que afecta tanto a una sociedad como a una persona individual y
por eso hacemos una distinción entre el trauma colectivo de Argentina y el trauma personal de
sus ciudadanos. En las dos novelas, el trauma personal de un niño/a protagoniza la historia
pero en extensión se trata del trauma general de la segunda generación de los hijos de
desaparecidos. Una característica que comparten tanto Pequeños combatientes como Una
muchacha muy bella es el hecho de que ambas son de índole íntima, es decir que lo doméstico
y lo personal es subrayado en vez de la violencia. La perspectiva de los niños protagonistas
toma el primer plano y nos enfocaremos en su trauma primordial: la pérdida de un(os)
pariente(s). Trataremos sus tipos de trauma en el análisis.
4.2. La crisis de identidad
Según el Diccionario de estudios culturales latinoamericanos, la palabra identidad es una que
se deriva del vocablo latino identitas, cuya raíz es el término ídem, el cual significa “lo
mismo.” Es un concepto que se aplica tanto al individuo en particular como a la colectividad
en términos socio-culturales: ¿Quiénes somos como personas y como sociedad? A través del
lenguaje de la identidad, según Gandsman, se establece un enlace importante entre lo
individual y lo colectivo, lo íntimo y lo público. Observa un paralelo entre la búsqueda por
parte de un individuo y por parte de una sociedad. (458)
19
Como persona, la identidad nos destaca de los demás y nos hace “otro” – con un nombre, una
nacionalidad y una historia. Es una construcción que se basa tanto en elementos fijos como en
elementos variables. Por lo tanto, la identidad es una entidad inestable, se define como una
tarea o un proceso que pide “cultivación personal” y que “nunca logra certeza.” (Gandsman,
455) Su única constante - el fundamento de cada ser humano – es la genética, es decir el
origen y precedentes de alguien. (RAE) Los lazos biológicos conectan las generaciones y
unen familiares en grupos particulares que comparten tanto elementos físicos como mentales.
La presencia de circunstancias excepcionales – como seguramente fue la última dictadura
militar en Argentina – causa una crisis de identidad a los ciudadanos y a la sociedad. La
segunda generación o los hijos cuyos padres desaparecieron como método de la represión
sufren de un vacío en la identidad. Dentro de la generación de los hijos destacaremos a
aquellos criados con familiares y aquellos que fueron apropiados, o sea sacados a sus madres
para ser entregados a familias militares o a familias que apoyaban abiertamente el régimen
totalitario. (Gandsman, 441) Su búsqueda de identidad es diferente por eso pero comparten el
sentimiento de ser huérfano, los primeros casi inmediatamente y los otros con el
descubrimiento de la verdad con la ayuda de una organización de Derechos Humanos: las
Abuelas de la Plaza de Mayo.
En el caso de los niños que aparecen en las novelas, se trata de dos ejemplos de hijos que no
fueron ofrecidos a familias falsas y que llegaban a otros familiares, como los tíos o los
abuelos. La niña en Pequeños combatientes crece en la casa de sus tíos y en el caso del niño
en Una muchacha muy bella no tenemos seguridad con quien permanece, probablemente con
la vecina Elvira, pero como la vida adulta empieza inmediatamente después de la
desaparición, esta información queda confusa – otro vacío como es tan omnipresente en la
literatura que toma hijos de desaparecidos como protagonistas. Estos niños también perdieron
a sus padres, aunque tuvieron la suerte de no caer en manos de la dictadura a contrario de los
niños otorgados a familias falsas que sufren de una pérdida doble: pierden tanto a sus padres
biológicos como a los padres que pensaban que eran sus padres verdaderos. (Ros, 26) No
obstante, la crisis de identidad es una problemática que deja huellas profundas en la existencia
de todos los hijos de desaparecidos, a pesar de su situación posterior.
La desaparición cambia la supuesta relación con los padres y les roba de cierto modo la propia
historia, ya que la desaparición de los padres es omnipresente en su vida cotidiana.
El hijo de desaparecidos realmente se siente un extranjero en el mundo de los padres, sus
20
fuentes de procedencia, y “vive una distancia que los separa de su lugar de origen que es un
quiebre radical imposible de cruzar.” (396, Waldman) Todo el grupo de los hijos, tanto los
apropiados como los que crecieron con familiares, sienten el fuerte anhelo de buscar a los
padres desaparecidos y conocer a su identidad: su vida privada como pariente y su vida
pública como militante de la izquierda. Con este objetivo, se basan en la información que
derivan de relatos de terceros y objetos mediadores como documentos, cartas, anécdotas y
fotos.
Para que un hijo pueda lamentar la ausencia de los padres, debe primeramente “saber quiénes
eran: sienten el anhelo de encontrarles para luego, paradójicamente, perderles de nuevo. Por
fin, todo se convierte en una búsqueda por la propia identidad: quién es y quién desea ser.”
(Ros, 31) La problemática de los hijos es la formación de la propia identidad, empezando con
tantos vacíos en la memoria, pero su crisis parte también de la impuesta identidad: son todos
miembros de un grupo traumático cuya vida cotidiana es dominada por relatos y personas del
pasado.
En la búsqueda por la identidad, los hijos seguramente se ven confrontados con la siguiente
pregunta: ¿Eligieron el compromiso político o mí? Los padres sabían asimismo que luchar
significaba morir y abandonar los ideales políticos vivir, no obstante optaron por ser
guerrillero de la izquierda al lado de su papel de pariente. Son realmente las dos partes de la
identidad de los padres: al nivel público eran guerrilleros de la izquierda que usan la violencia
para defender sus ideales políticos y al nivel privado son padres normales que quieren ofrecer
a sus hijos una infancia normal. Los hijos pueden experimentar un sentimiento de abandono,
inferioridad frente a la importancia de lo político, una mezcla de sentimientos contradictorios.
Las propias historias personales de los hijos pueden ser desplazadas y aun dominadas por las
decisiones de sus predecesores. La vida de los padres muertos controla la vida cotidiana de los
hijos y estos tienen el sentimiento que deben ser felices, vivir lo más posible, para compensar
su muerte injusta. De este modo, el hijo nunca puede tener una identidad enteramente propia
ya que la conexión perdura para siempre. Están realmente atormentados por “ausencias
omnipresentes.”
Para terminar, volveremos a la cita de Gandsman que observa un paralelo entre la búsqueda
de la identidad del individuo y la sociedad. La búsqueda por la identidad de estos hijos es
aplicable a la búsqueda de identidad de Argentina en general: al igual que una persona debe
saber la verdad sobre su propia persona y su identidad, Argentina debe saber la verdad sobre
21
lo que ocurrió durante la dictadura, en especial las acciones crueles del régimen totalitario,
para sobrepasar el duelo. (Gandsman, 457) Concluye que “Neither individuals nor nations can
live without a clear view of the past.” (Gandsman, 457) En este sentido, los juicios de los
victimarios y los trabajos de memoria forman un componente crucial en el proceso de
sobrepasar el trauma colectivo dentro de la sociedad argentina.
4.3. La crisis de memoria
La memoria, que se define como la facultad psíquica por medio de la cual se retiene y
recuerda el pasado (RAE), es un elemento constituyente de la identidad. (Pollak, 81) La crisis
de memoria de los hijos de desaparecidos es efectuada por una infancia traumática en la cual
perdieron a los padres y al mismo tiempo es debida a la joven edad que tenían durante la
dictadura: el marco cognitivo de un niño es limitado en perspectiva por falta de sabiduría y
experiencia. Disponen de una memoria problemática, ya que no pueden recordar todo de su
infancia, y lo que si se acuerdan es borroso y fragmentario. Aún si fueran capaces de basarse
en la memoria completa, se verían confrontados al hecho que en general se define la memoria
como una entidad inestable y poco fiable: posee un carácter selectivo que elige no olvidar
todo ni tampoco recordar todo. (Waldman, 388) Como consecuencia, confiar en los recuerdos
como fuente de verdad es problemático: en su totalidad se basan en la memoria subjetiva de
un individuo cuya percepción es realidad. Los hijos recuerdan su pasado infantil en función de
los intereses del presente: una búsqueda múltiple para la identidad, la memoria e incluso para
sacar de información sobre los padres y su desaparición.
En las novelas, en las que el tema de la memoria está omnipresente, encontramos las historias
de dos niños que perdieron a sus padres – sólo la madre en Una muchacha muy bella – al
desaparecer durante la dictadura militar en Argentina. En el caso de Robles, la autora de
Pequeños combatientes, nos vemos confrontados a un género híbrido en el que el testimonio
constituye una influencia importante. En el campo de la memoria, con la caída del régimen
totalitario, se confiaba esencialmente en los testimonios como acceso indudable a la verdad
sobre el pasado. Como ya hemos señalado, el Nunca más en 1984 recogió los testimonios de
víctimas como fuente de verdad que resolvería todos los problemas del pasado. Los
testimonios realmente adquirieron un lugar privilegiado en los debates por la memoria.
(Diccionario de estudios culturales latino, 176) Sin embargo, a los hijos, les parece que el
22
mero testimonio es insuficiente: deben reelaborar la memoria y llenar sus vacíos causados por
la poca edad y el trauma de la infancia. Dentro de su literatura, se representan en un yo que es
tanto personaje principal como narrador, ambos basados en grandes líneas en la propia
memoria e identidad. Optan por añadir una dimensión complementaria a esta realidad: el uso
de la ficción con el objetivo de tomar distancia, para acercar mejor e interpretar el propio
pasado con un ojo más objetivo y crítico y esencialmente para llenar los vacíos con
imaginación. De esta manera, el relato encuentra sus raíces en el testimonio con el que
comparte su carácter autobiográfico, pero al mismo tiempo se crean nuevas formas de narrar
el pasado con la adición de la ficción. En el caso de López encontramos un pacto narrativo
distinto; un hecho que será aclarado en la introducción a la novela Una muchacha muy bella.
La segunda generación, los hijos como autores contemporáneos, sufren la distancia temporal:
los hechos de la última dictadura militar en Argentina datan ya de hace muchos años y eso
complica acceder a ellos. Además estos autores vivieron los hechos siendo bebé o niño.
Resulta que intentan escribir sobre un período que vivieron de manera inconsciente. En su
literatura que tiene la última dictadura militar como tema central, los hijos empiezan con la
intención de completar la propia memoria como base del relato. Sin embargo, tanto en la
realidad como en la ficción, deben confiar en recursos complementarios para emprender su
múltiple búsqueda: la memoria de terceros - la familia y la sociedad - y objetos mediadores
les ofrecen la oportunidad de explorar el pasado.
Como ya señalado, los hijos basan su relato en la memoria individual que aun poseen de la
infancia. Ya indicamos la importancia del uso de la imaginación como recurso auxiliar dentro
de su literatura. Con respecto a esta estrategia literaria, referimos a “la Posmemoria”, término
desarrollado por Marianne Hirsch para hablar de los hijos de sobrevivientes del Holocausto.3
Según Hirsch, “la Posmemoria caracteriza la experiencia de aquellos que crecieron
dominados por las narrativas que precedieron su nacimiento, aquellos cuyas propias historias
y relatos son desplazados por los relatos e historias de la generación previa, modelados por
eventos traumáticos que ellos no pueden ni comprender cabalmente ni recrear.” (394-395) “Es
una forma poderosa de memoria precisamente porque su conexión con su objeto o fuente está
mediada no a través del recuerdo, sino a través de un esfuerzo creativo y de imaginación.”
(1996:420) Los vacíos en la memoria de los hijos son imposible de reconstruir fielmente y
3 Hirsch, 1996: señala que la Posmemoria también puede ser útil para describir la memoria de
segundas generaciones de otras experiencias traumáticas, culturales y colectivas
23
para sobrepasar esta problemática emplean el recurso de la imaginación tanto en su vida
personal como en su literatura para llevar con el dolor de la crisis de memoria.
Hemos mencionado anteriormente que los hijos también pueden basarse en la memoria de
terceros - la familia y la sociedad - para reconstruir su memoria. Con respecto al paso de una
memoria individual a una memoria colectiva, Halbwachs distingue en sus estudios sobre la
memoria la idea de marcos sociales. Para empezar, plantea la interrelación entre memoria
individual y colectiva al proponer la reflexión que uno nunca recuerda solo, sino con la ayuda
de recuerdos de otros. El grupo y la sociedad son las condiciones, los “marcos sociales de la
memoria.”(Halbwachs, 78)4 La memoria consiste de múltiples facetas y Halbwachs señala
dentro de la memoria colectiva la distinción entre lo comunicativo, que es “lo biográfico, lo
individual de una familia o un grupo” y “lo cultural, lo nacional y lo político”, separando así
recuerdos más afectivos de recuerdos más públicos y generales. (109) Ambos tipos pueden ser
transmitidos a la siguiente generación pero de manera distinta: por una parte, pueden ser
transmitidos por familiares a través de la experiencia encarnada que se llama
“intergeneracional” o por otra parte, pueden ser no mediados por experiencias o prácticas
encarnadas pero solamente a través de sistemas simbólicos lo que se llama
“transgeneracional.” (Assman, 110)5 Para solucionar la crisis de la memoria, los hijos entran
tanto en la memoria de la familia – importantísimo en las novelas que son de índole íntima –
como en la memoria de la sociedad sobre la última dictadura militar en Argentina. El lenguaje
de la familia es una forma de expresión que según Hoffman es más directo y brutal que la
elocución social y pública, (112) pero para completar la búsqueda de memoria, identidad y
verdad es necesario entrelazarlos.
La problemática en el caso de los hijos es el vacío que se sitúa en la cadena generacional: la
ausencia de los padres. Como consecuencia, los papeles entre familiares se cambian: nietos y
primos se convierten en hijos, abuelos y tíos en padres, todos traumatizados por el recuerdo de
la desaparición violenta de los padres de los niños. Al lado de la propia memoria
fragmentaria, los hijos se apoyan en los relatos de estos familiares que eran mayores y
vivieron por eso más conscientemente la dictadura. Desgraciadamente, como ya señalado,
estos familiares también sufren de una crisis de memoria por el alto grado de violencia que les
4 Véase: Hirsch, Marianne. The Generation of Postmemory. Poetics Today 29.1 (2008): 103–
128. 5 Véase: Hirsch, Marianne. The Generation of Postmemory. Poetics Today 29.1 (2008): 103–
128.
24
rodeaba durante la dictadura y les afectaba directamente con la desaparición. Sufren el trauma
que les provoca una crisis de la lengua – hecho que veremos también en la ficción con la
inserción de la elipsis en nuestras dos novelas: salen de una ausencia omnipresente e intenta
contar lo traumático que suele terminar en una crisis de representación. El enmudecimiento, el
silencio y el rodeo del trauma provocan la imposibilidad de volver al pasado, hecho peligroso
porque al nivel público de la sociedad puede provocar una crisis de verdad ya que no se
reconocen los hechos violentos de la guerra sucia, negando así su existencia.
Después de la caída del gobierno militar y la derrota de los campos de concentración, el difícil
camino de confrontar la memoria traumática se inició. Waldman resume la situación
postdictatorial de manera siguiente: “la existencia de restricciones de tipo jurídico y
normativo establecidas en tiempos de la dictadura actuó como escudo protector de las Fuerzas
Armadas. El escenario político golpeó a la memoria, y el olvido dejó sin historia a muertos,
torturados y desaparecidos. El consenso restó sentido al pasado y la democracia se construyó
en base al silencio.” (389) De este modo, como consecuencia de la estrategia de silenciar a la
población a favor del régimen totalitario, la sociedad argentina también sufre una crisis de
memoria, hecho que ya hemos tratado en el tercer apartado sobre la postdictadura. Según Ros,
los hijos de desaparecidos son los primeros miembros de la generación postdictatorial en
participar en la lucha por la memoria. (25) Establecieron la presencia de una nueva generación
en la política de la memoria rompiendo el tabú de la participación política de sus padres –
combaten su representación como víctimas - y presentan la justicia como objetivo
incontestable y realizable. (Ros, 29) La fundación de los H.I.J.O.S. muestra la convicción de
la segunda generación de combatir públicamente la crisis de memoria que domina la sociedad.
Un último recurso a disposición de los hijos al buscar cómo sobrellevar sus múltiples tipos de
crisis son los objetos mediadores que remiten al pasado. En el caso de nuestras dos novelas, se
trata de un libro de cuentos en Pequeños combatientes y una foto en Una muchacha muy
bella. En la cita siguiente, Hirsch habla de fotos familiares o el aspecto familial de la
Posmemoria:
[..] When we look at photographic images of a lost world we look not only for
information and confirmation, but also for an affective connection that might get the
effective quality of events across: Photographs thus become screens- spaces of
projection and approximation, and of protection. Small, two-dimensional, delimited by
their frame, photographs minimize the disaster they depict, and screen their viewers
25
from it. But in seeming to open a window to the past, and materializing the viewer's
relationship to it, they also give glimpse of its enormity and its power. (425-426)
El anhelo de los hijos de reconstruir una conexión afectiva con sus padres perdidos se nutre a
través de objetos mediadores. Desgraciadamente, ninguno de los métodos mencionados – la
imaginación y posmemoria, los relatos de terceros y los objetos mediadores – parecen
suficientes para la reconstrucción satisfactoria de la memoria. Es imposible sustituir el
conocimiento directo de los padres. (Ros, 26)
26
5. La violencia en la literatura
Argentina sigue el discurso sobre la Shoah en las secuelas de la última dictadura militar y en
el campo estético muchos autores se encuentran problemáticas parecidas de representación.
En ambos casos, se trata de una violencia extrema estatal cuya interpretación es casi elusiva
en la realidad y como consecuencia aún más difícil de trasladar al campo del arte. Ser capaz
de poner la violencia en palabras dentro de la literatura significa captarla, entenderla, es decir
ponerla en el marco cognitivo humano y aceptar su realización en la realidad. Actualmente, en
el discurso de la memoria que intenta reconstruir tanto teóricamente como estéticamente la
violencia estatal, se encuentra la paradoja de contar una historia que parece incontable, se
trata de la representación de lo irrepresentable debido a la naturaleza inalcanzable del trauma.
(Buchenhorst, 65)
En general, el arte ligado a la representación de la violencia, sea cual sea su tipo, resulta
problemático. Tanto como el concepto mismo, la violencia no se deja captar fácilmente en
palabras dentro de la ficción. La violencia es lo malvado, lo perverso, un horror inenarrable
que provoca una verdadera crisis de representación. Como consecuencia, se encuentra en la
literatura muchas estrategias literarias para representar la violencia, o por lo menos para hacer
un intento. Depende de caso a caso, es decir de cual tipo de violencia se trata y quién la narra
– o sea desde la perspectiva de una víctima o un victimario, ya que significa otra ética y
percepción de la realidad que determina la representación.
En esta tesina, tratamos la expresión de la violencia desde la perspectiva de las víctimas,
personas y autores de la segunda generación después del régimen totalitario en Argentina,
cuyos protagonistas son niños durante la violencia estatal del régimen autoritario. Estos niños
guían el relato tanto como personaje principal y como narrador y poseen una relación intensa
con su autor: comparten elementos autobiográficos, conectando así realidad y ficción. No
obstante, los relatos son completados en todos sus aspectos – también los personajes - por la
imaginación personal del autor para llenar los huecos del trauma, de la memoria y de la
identidad – nociones que todavía fueron tocadas en el caso de los hijos de desaparecidos.
En la literatura de los “hijos”, en nuestro caso de Raquel Robles quien es en efecto hija de
desaparecidos y la novela de Julián López que vivió la dictadura militar como niño pero cuya
madre murió de muerte civil y no por motivos políticos, no obstante adopta la perspectiva de
un hijo de una desaparecida en su ficción, se observa el fracaso de intentar tratar la violencia
27
estatal directamente. Los autores disponen de muchas estrategias literarias para representar la
violencia, entre ellas se destaca el rodeo, el eufemismo que volverá también en nuestras
novelas y otras técnicas. En esta tesina, trataremos, aunque parezca una paradoja, una
estrategia literaria para no representar la violencia, es decir para evitar su expresión y omitir
su presencia en palabras: la elipsis. Nuestra investigación tratará, como ya señalado en la
introducción, de demostrar cómo el autor logra captar y representar la desaparición de los
padres en su obra y por eso discutiremos las escenas donde se sitúa la desaparición, aunque
ausente en palabras, en detalle. Al elaborar el tema de la elipsis, examinaremos dónde y cómo
se encuentran referencias a la desaparición que revelan que este hecho realmente ocurre
dentro de las novelas.
5.1. Una estrategia clave para (no) representar la violencia: Elipsis
¿Cómo transformar la violencia del secuestro de los padres – la ausencia omnipresente para
sus hijos – en una escena estética si es tan incomprensible y horrorosa? Esta problemática está
presente en la literatura de los hijos. En las dos novelas - tanto en Pequeños combatientes
como en Una muchacha muy bella – el secuestro de los padres no se encuentra en el discurso
aunque constituya su núcleo. Los autores disponen de otras posibilidades literarias para
transponer la violencia estatal a la ficción; entre otros se destaca el rodeo y figuras literarias
como la metáfora. Es llamativo que en las dos novelas que analizamos, la de Robles y la de
López, no se represente la desaparición. En esta tesina, trataremos la crisis de representación
de la violencia estatal – el secuestro de los padres - a través del uso de la elipsis.
Según Villanueva, la elipsis se define como “una técnica narrativa que consiste en omitir en el
discurso sectores más o menos amplios del tiempo de la historia, lo que implica una
configuración del lector implícito tendente a suplir esa información no dada sobre personajes
y acontecimientos.” (188) La elipsis es una figura literaria que realmente omite un evento de
la narración por completo. (Herman, 576-577)
Para mayor claridad con respecto a la definición de Villanueva, aclararemos algunos
términos: tanto la distinción historia – discurso como el concepto de lector implícito. En 1966,
el narratológico francés Todorov formuló la distinción historia – discurso y posteriormente
muchos narratólogos la adoptaron. (Herman, Jahn & Ryan, 566) Usando las palabras de
Villanueva, cabe decir que la historia se distingue del discurso porque representa “el plano del
28
contenido”, mientras que el discurso se sitúa en “el plano de la expresión.” (187-188). Dicho
de otro modo, la historia es lo que se cuenta mientras que el discurso se refiere al modo de
transmitir la historia. (Herman et al, 566)
Villanueva define al lector implícito como “la instancia inmanente de la recepción del
mensaje narrativo configurada a partir del conjunto de lagunas, vacíos y lugares de
indeterminación que las diferentes técnicas empleadas en la elaboración del discurso van
dejando, así como por aquellas otras determinaciones de la lectura posible del mismo que van
implícitas en procedimientos - la ironía, la metáfora, la parodia, la elipsis, etcétera.” Como se
puede observar, existe una conexión entre la elipsis y el concepto de “lector implícito.” Ya
que la elipsis es “un vacío informacional” (Herman, et al, 591), el lector observante debe
rellenar estos vacíos en el discurso de la novela para entender el relato. Para hacerlo, los
lectores construyen el mundo ficcional y llenan los vacíos por la similitud con la propia
realidad experiencial. (Herman et al, 477) En el caso de la literatura de los hijos, referimos
también a la noción de “Gapping” de Wolfgang Iser, que remite al hecho de que los textos no
proveen toda la información necesaria para su interpretación. (Herman et al, 193) Los “gaps”
o huecos en el discurso provocan “gaps”, lagunas, en el mundo narrativo, (Herman et al, 241)
y los lectores deben valerse de sus conocimientos del contexto argentino y de su imaginación,
tanto como el autor debe usar la ficción – la posmemoria – para llenar los vacíos en la
memoria.
En la narratología clásica de Genette, la elipsis se relaciona con la duración, un asunto difícil
de definir. Designa la relación entre el tiempo de la historia y el tiempo del discurso, que se
representa como una subcategoría del tiempo. La duración se basa en la relación compleja
entre el tiempo y el espacio; la relación entre el tiempo que se necesita supuestamente para
formar la historia y el espacio textual – que se mide en líneas, apartados, páginas y capítulos –
que se dedica a su narración. En la norma teórica, el tiempo de la historia y del discurso
equivalen. (Herman et al, 576) La elipsis cambia la “velocidad” o el “ritmo” de la narración.
Forma parte del tiempo que al lado de la voz y del modo forman los elementos constituyentes
de un relato. Veamos ahora la elaboración por parte de nuestros dos autores – Robles y López
- de sus novelas, el modo en que han convertido la historia de la infancia en un discurso
ficcional.
Con respecto a la voz, los autores optan por un relato homodiegético o la narración en primera
persona. El modo tiene que ver con la distancia y la perspectiva: sus relatos ofrecen la
29
mímesis de la realidad histórica – aparte de la adición de la ficción como estrategia principal
para llenar huecos de la memoria. Los relatos son focalizados desde la perspectiva de un
narrador niño/ a que equivale al personaje principal. No obstante, el autor que escribe la
novela sabe más que este narrador/personaje que es su representación mimética con adición
ficcional, o sea que al narrador infantil se superpone en ambos casos un narrador adulto. Las
novelas se escriben en retrospectiva: los autores miran al pasado traumático para abrir un
camino hacia el futuro – “working through” para aplicar la noción de LaCapra. Tanto el
narrador como el personaje niño son construcciones literarias de un autor adulto que adopta
rasgos de diferentes géneros: el testimonio, la autobiografia, la novela – la convierte en
autoficción. Al lado de las categorías de la voz y del modo, la categoría que más nos interesa
es el tiempo: se la subdivide en orden, duración y frecuencia. Con respecto al orden, se habla
de anticipación o prolepsis cuando se mira al futuro (flashforward) y de retrospección o
analepsis cuando se mira al pasado. (flashback) Las dos obras en su totalidad son analépticas
puesto que utilizan la memoria para describir la infancia. La frecuencia tiene que ver con la
pregunta si un relato es singulativo, repetitivo o iterativo. En el caso de Pequeños
combatientes, veremos la repetición del motivo de la desaparición de los padres. La elipsis de
la desaparición se sitúa al completo inicio de la novela, no obstante la niña se ve
repetidamente confrontada con la desaparición, en la acepción amplia del término – como
veremos más en profundidad en nuestro análisis – lo que muestra que aunque no se cuente la
desaparición, nunca se puede escapar de sus efectos. Con respecto a la elipsis, como ya hemos
señalado, la duración es el factor más importante. Dentro de la duración, se destacan cuatro
relaciones posibles que marcan el ritmo: el resumen lo acelera, la pausa lo frena, la escena
deja al ritmo inalterado y la elipsis constituye una supresión completa. El resultado es que el
autor de una misma historia necesita menos espacio textual para construir una novela. Eso
podría explicar también la brevedad de las novelas bajo análisis, que sólo tienen una extensión
de 150 páginas cada una. Sin embargo, si el autor desea llegar a un buen entendimiento de su
relato por el lector, es necesario que proporcione información para que este lector pueda llenar
el vacío de la elipsis. De este modo, los elementos que el autor prefiere insertar en el discurso
son muy importantes para la interpretación de “lo no dicho” o “lo no formulado.” Estos
procedimientos de compensación ofrecidos por el autor permiten al lector llenar la elipsis y el
relato en su totalidad.
¿Cuál es el objetivo de los autores al incluir la omisión? Ofreceremos algunas suposiciones
que podrían explicar su presencia, o más bien ausencia. En primer lugar, como ya hemos
30
señalado, el alto grado de la violencia ejecutada por los militares durante el secuestro de los
padres rebasa las palabras. Para los hijos, se trata de un horror incomprensible que no se
puede imaginar y como consecuencia provoca una crisis de la representación dentro de su
literatura. Otra suposición es el hecho que nadie realmente estaba presente durante el
secuestro, solamente las víctimas y los perpetradores, ya que los testigos están muertos o
prefieren mantener el silencio. Por lo tanto, la representación de la escena del secuestro es
problemática y el autor debe explorar maneras para decir lo no vivido. Hemos mencionado ya
que la desaparición forma el núcleo de la narración, dio lugar a su existencia. A través de su
omisión, se pone énfasis en el hecho y se instala una relación íntima entre el autor y el lector
que debe llenar este vacío crucial. El lector debe estar al corriente del contexto histórico-
político que hemos ofrecido en nuestra introducción sobre la historia argentina. Otra hipótesis
que permite explicar la omisión de la desaparición puede ser que el autor use la ficción para
ofrecer segundas oportunidades a sus personajes. En la ficción, podemos cambiar la historia,
lo que realmente ocurrió. El autor muestra su intenso deseo de detener la desaparición,
omitirla en la ficción como si nunca hubiera sucedido. Es un intento desesperado del autor de
salvar a los padres; parece que no contar la desaparición provocará su aparición.
Desgraciadamente, veremos que escapar del pasado y su destino es imposible: aunque no se
cuenta la desaparición, los efectos persisten en la narración. El intento de cambiar la historia
del pasado a través del discurso es un fracaso. La elipsis de las escenas violentas también
puede querer resguardar la índole íntima, doméstica y familiar de las novelas. Muestra que el
foco no se pone en la violencia estatal y que su presencia no domina la vida cotidiana. De
nuevo, desafortunadamente, parece un fracaso: la violencia del secuestro sí deshace la vida
cotidiana de los hijos, pero al no mencionarla los autores parecen querer mostrar que han
sobrevivido, que la violencia nunca controlará su existencia, es un acto de rebelión. Los
militares y su violencia no merecen un espacio textual en la novela tanto así no merecen un
espacio normal en la sociedad: deben ser castigados y su castigo textual es la omisión. Una
última suposición para el uso de la elipsis es que el autor desea subrayar la importancia de la
contribución imaginativa por parte del lector. Sobre nuestra novela Una muchacha muy bella
de Julián López Favia Pittella ha señalado “la ausencia de golpes bajos durante toda la
historia.” Se podría, en extensión, aplicarla a la ausencia de escenas importantes en la novela,
como ciertamente es la desaparición. Ella lo explica de la siguiente manera:
31
Esta novela describe de manera muy poética y uno, como lector, agradece que no lo
vapuleen, que lo dejen imaginar y pensar en su propia escena. (s.p.)6
En el análisis más adelante de Pequeños combatientes y Una muchacha muy bella,
investigaremos la presencia de la elipsis: dónde se la sitúa y por qué constituyen la primera
preocupación de su lector puesto que dominan por completo la narración. Exploraremos
también dónde y cómo se hace referencia a la elipsis del secuestro – no es un hecho que cae
del cielo ni un hecho sin consecuencias profundas. En cuanto a los efectos de la desaparición
y una infancia en dictadura en general, volveremos al trauma y la crisis de tanto identidad
como memoria, nociones que ya hemos discutido en el apartado sobre los hijos de
desaparecidos. Estas tres problemáticas se manifestarán también en el caso de los personajes
principales dentro de las novelas, asunto que analizaremos también al finalizar la
investigación de la elipsis y sus indicaciones.
6 http://www.clarin.com/espacio-clarin/Julian-Lopez-presento-muchacha-primera_0_1081092263.html
32
6. Pequeños combatientes – Raquel Robles
6.1. Introducción
Raquel Robles nació en Santa Fe, Argentina en 1971. El cinco de abril de 1976, sus padres
fueron secuestrados y desaparecieron de acuerdo con el método de represión del régimen
totalitario7. El duelo de la pérdida de los padres tuvo como consecuencia una infancia
fracasada desde los apenas cinco años de Robles. Posteriormente, esta experiencia incitó a
Robles a dedicarse a la militancia en H.I.J.O.S. En la parte contraportada de Pequeños
combatientes, se menciona literalmente que la autora “es miembro fundador de la
organización H.I.J.O.S. y se ha consagrado intensamente a la lucha contra la impunidad.” Al
mismo tiempo, es docente especializada en la gestión de instituciones educativas y escritora.
Antes de publicar en 2013 Pequeños combatientes, novela que analizaremos en la presente
tesina, salieron Perder y La dieta de las malas noticias. (2012) Perder se relaciona también
con el trauma de la autora sobre su infancia en dictadura y el tema de la desaparición.
Con Pequeños combatientes, Raquel Robles escribió una novela que adopta rasgos de
distintos géneros: ya hemos mencionado su pertenencia a la categoría del testimonio puesto
que cuenta sobre la propia vida, tiene el valor del “yo estuve allí” y traslada una experiencia
personal perturbadora – la desaparición de sus propios padres – que posee al mismo tiempo
una dimensión colectiva.8 Al mismo tiempo; hemos visto que incorpora elementos ficcionales,
empleando la estrategia de la posmemoria, para llenar los vacíos del trauma, de la identidad y
de la memoria pero más obviamente porque se trata de un relato novelesco cuya definición
incorpora un fondo ficcional. Por lo tanto, el libro puede ser considerado una “autoficción”,
término con que se designa una mezcla de autobiografía y ficción. La autora recurre a
elementos autobiográficos que se derivan de sus propios recuerdos infantiles en dictadura,
pero al mismo tiempo incorpora un nivel ficcional a esta memoria. La profesora Badagnani de
la Universidad Nacional de Mar del Plata aclara el uso de la autoficción como un método que
“ofrece a la autora la oportunidad de distanciarse de la propia existencia y convertirla en una
obra literaria.” (7) El lector de este tipo de obra literaria debe ser observante y crítico en su
lectura y, lo que es aún más importante, debe aceptar que no existe una línea fija entre la
realidad y la ficción ya que se entrelazan intensamente.
7 Véase 2.2. 8 Puesto que se trata de un trauma que se aplica a los hijos de desaparecidos en general
33
La historia se centra en dos temáticas esenciales: la desaparición de los padres de la
protagonista y la militancia. El secuestro pone en marcha el relato y ya ha sucedido antes del
primer capítulo. A medida que avanza la novela, Robles reelabora el lenguaje de la militancia
de la izquierda como “una forma de apropiación del legado paterno” (Badagnani, 1) Toda la
historia es representada desde la perspectiva de una niña de unos seis años que cuenta en
primera persona sobre su vida diaria después de la desaparición de los padres. La militancia,
es decir los métodos de acción, sus formas de comunicación, el lenguaje etcétera, no pierde
importancia por causa de esta perspectiva infantil: como el título indica, la niña se siente “una
pequeña combatiente” que lucha como sus padres al lado de la Resistencia. Es obvio que ha
internalizado el discurso ideológico de su entorno. Con respecto a esta voz infantil,
señalaremos que el lector debe tener en cuenta que en ella confluyen tres personalidades
superpuestas: la de la autora, la de la narradora – ambas adultas - y la de la protagonista. De
este modo, la voz infantil es la reconstrucción del pasado doloroso personal desde la visión
renovada del presente de Robles. Pequeños combatientes cuenta la historia de esta niña y de
su hermanito, que después de la desaparición de los padres van a vivir en casa de los tíos, que
comparten también con sus dos abuelas: la abuela de la ventana, que llora todo el tiempo, y la
abuela judía, que “usaba unos zapatos enormes y decía cosas locas.” (14)
La dedicación de la niña a la militancia realmente domina el relato por completo: sus ideas,
convicciones, acciones y decisiones se basan principalmente en el ideario del peronismo, más
específicamente el de los Montoneros, al que estaban afiliados sus padres. La autora, quien es
como ya hemos señalado una de las figuras principales en H.I.J.O.S., celebra de esta manera
la herencia de la militancia, aunque también condena el alto grado de la violencia usado por la
izquierda y, al copiar algunos elementos de la jerga peronista, se muestra en ocasiones crítica
frente a este discurso. Hay que considerar este compromiso de la niña como un gesto de
lealtad a los padres: quiere seguir siendo fiel a sus convicciones. Además, esta fe en la lucha y
en la victoria final permite que la niña no pierda la esperanza de un regreso de sus padres.
Pese a ello, el tema de la dictadura militar y su estrategia de la desaparición de la que han sido
víctimas los padres militantes de la protagonista constituye un hecho muy problemático para
los hijos, un hecho muy difícil de trasladar al arte por el alto grado de la violencia que
contiene. Por lo tanto, trataremos en primera instancia la escena dónde se sitúa la elipsis de la
desaparición para luego ver las referencias al hecho a lo largo de la novela. Consideraremos
también su impacto traumático y la crisis de identidad y memoria que llevó consigo este
secuestro en la vida del personaje (y de la autora en la vida real). Dedicaremos sobre todo
34
atención a la niña protagonista que es el trasunto de la autora, porque representa una hija de
desaparecidos dentro de la ficción.
Cabe decir que la novela se subdivide en veintidós capítulos y que referiremos a ellos con
números para mayor claridad. Discutiremos algunos capítulos con referencia a cada tema,
como botones de muestra ya que la riqueza de la novela nos impide hacer un análisis
exhaustivo. Hemos seleccionado las partes que nos parecen las más significativas: son las que
aparecerán en el análisis que presentamos a continuación.
6.2. La elipsis de la desaparición
La novela empieza con la evocación de los efectos de la desaparición, al que precede la
elipsis. El lector está sumergido directamente en el discurso de la niña protagonista, quien
entiende las consecuencias de la situación terrible y nos las explica:
Yo sabía que estábamos en guerra, que había habido alguna clase de combate y que
ellos estarían en alguna prisión helada peleando por sus vidas. (11)
Robles desplaza al lector inmediatamente en la situación problemática de la niña y de entrada
siembra lagunas informacionales (“gaps”): el lector debe deducir a través de su lectura que
sigue quiénes son “yo” y “ellos” y por qué estos últimos están en la cárcel. Como hemos
dicho anteriormente en 5.1. , la autora espera un trabajo de reposición por parte de un lector
observante. Si está al corriente del contexto histórico-político de Argentina y conoce la
estrategia de la desaparición por parte del régimen totalitario, el lector podría estimar ya desde
la primera frase que “ellos” son defensores de la izquierda o llamados “subversivos.” O sea
que la niña hace ya desde la primera frase una referencia indirecta a la desaparición de sus
propios padres. Al leer el primer capítulo que analizaremos aquí, el que precede la elipsis de
la desaparición, veremos que la niña nos presenta sus suposiciones personales sobre lo que
pasó con sus padres. Podemos decir que para una niña tan pequeña, está al corriente de mucha
información: entiende la lucha revolucionaria de sus padres, que son militantes montoneros.
La niña como reconstrucción en parte real y en parte ficticia de la propia Robles conoce el
compromiso político de los padres y visto que Robles tanto celebra como condena los
métodos violentos de la militancia de la izquierda – y por eso también a sus propios padres -
se muestra una niña que internalizó la ideología política de los padres hasta el punto de
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parecer adoctrinada. Su ignorancia infantil se sitúa en la esperanza de que los padres regresen,
y de que con su vuelta acabe cumpliéndose la revolución. Tal como se desprende de la cita,
está convencida de que los padres están encarcelados pero aún están vivos y que su estado
encerrado es sólo temporal. Entretanto – desde la elipsis de la desaparición de los padres y el
primer capítulo que señala sus efectos hasta el entendimiento en el último capítulo de que los
padres nunca regresarán - la niña reflexiona sobre su tarea personal dentro de la militancia
montonera.
Como ya hemos dicho, el primer capítulo muestra que la niña sabe que la desaparición
sucedió. Como lector, podemos figurarnos de qué manera se efectuó el secuestro, basándonos
en nuestra propia imaginación y conocimientos del método totalitario, o podemos seguir las
suposiciones que la niña nos ofrece:
Habían venido a mi casa, muchos, es cierto, había habido gritos, desorden, horas de
interrogatorio, y luego se los habían llevado. (11)
La niña nos señala que ella no ha sido testigo de la desaparición y como consecuencia no
puede contar con seguridad lo que realmente pasó en aquel momento violento. La niña estaba
durmiendo durante el secuestro y cuando se despertó por la mañana, los efectos secundarios
de la violencia estaban allí:
Despertarse a la mañana y ver a mi abuela desencajada, tratando de ordenar la casa con
su cuerpo enorme y disfuncional, repitiendo entre ahogos “se los llevaron, se los
llevaron”, fue horrible. ¡Ellos habían luchado durante la noche y yo había estado
durmiendo! (11)
El hecho de que la niña no estaba presente durante el secuestro de los padres puede ser la
razón por la cual Robles, quien era esa niña en su infancia cuando la desaparición sucedió, no
puede contar ni representarla, simplemente porque no estaba presente. Al mismo tiempo, es
una escena horrorosa para imaginar, sobre todo si se trata de seres queridos. La niña se siente
muy culpable por su ausencia durante el secuestro, pero probablemente sólo hubo un sólo
testigo: la abuela de la ventana. Podemos suponer que era el único testigo y puesto que la
novela no adopta su perspectiva, por eso quizá tampoco adopta su representación. No
obstante, incluso sin ser ella la narradora de la novela, podemos observar que el evento ha
tenido un efecto traumático en ella: “[…] mi abuela que alternaba entre llorar contra el vidrio
de la ventana y mirar la televisión [...]” (14)
36
Es su comportamiento a lo largo de la novela y se envuelve en el silencio, quiere refugiarse en
la fantasía para escapar de las imágenes de la violencia contemplada.
La niña piensa que ella misma también estaba presente durante el secuestro pero cree que los
secuestradores le han causado alguna laguna en su memoria: “Pero yo… Seguramente me
habían asestado un golpe y había perdido la memoria, y mi abuela, pobrecita, me contaba esa
otra historia para no traumarme.” (12) La abuela quiere evitar que el mismo duelo también
afecte a la niña y como consuelo inventa historias. Como veremos en 6.6. , la niña realmente
necesita la luz de la verdad para procesar el trauma de la pérdida. La familia, como por
ejemplo la abuela con sus historias consoladoras, la dejan en la oscuridad de la mentira que
impide su entendimiento y aceptación. La niña manifiesta su deseo de conocer la verdad:
Cuando me pareció que tenía edad suficiente como para que me viera como un
interlocutor menos frágil le pedí que me dijera de una vez la verdad. Y la verdad pareció
ser esa: nada de balas, nada de barricadas, nada de granadas ni armas largas. Mis padres,
los combatientes, convertidos en dos vecinos, un matrimonio, un hombre y una mujer,
encapuchados, subidos a los empujones a un Falcon verde oliva. (12)
Durante el resto del primer capítulo, veremos que la niña reflexiona sobre el cambio de
estrategia de su militancia y razona que para el “súmmum del camuflaje, había que
disimular.” (12) La importancia de disimular es un motivo que vuelve repetidamente a lo
largo de toda la novela. Se la puede relacionar con la estrategia literaria de la elipsis, visto que
ambas tienen que ver con esconder y camuflar. En la narrativa, la elipsis disimula las
palabras, lo que se nota en la forma de la novela – se usan menos páginas – mientras que la
estrategia de disimular que adopta la niña como pequeña combatiente influye en el contenido
de la historia.
6.3. Las referencias a la desaparición
La desaparición no se encuentra en el discurso – es una elipsis. No obstante, veremos la
repetición del motivo de la desaparición a lo largo de la novela. La niña se ve repetidamente
confrontada con todo tipo de desapariciones e indicaremos dónde y cómo en la parte
siguiente. Así se señala la imposibilidad de escapar de la desaparición en la literatura – lo que
prueba el fracaso del intento de elipsis - y que sus efectos secundarios dominan el relato por
37
completo. Muestra la imposibilidad de cambiar el pasado, una opción que tampoco cabe en la
ficción dominada por el trauma.
En Pequeños combatientes, Robles inserta ciertos procedimientos de compensación para que
el lector pueda llenar el vacío de la desaparición. En este sentido, referimos a la figura retórica
de la metonimia que según la Rae se define como “un tropo que consiste en designar algo con
el nombre de otra cosa tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras, el
signo por la cosa significada, etcétera.” Existe una relación de proximidad o contexto entre las
dos cosas que se relacionan, y es a partir de este principio de contigüidad que trataremos las
escenas que tienen una relación con el tema de la desaparición.
En primer lugar observaremos que el evento de la desaparición se desplaza a los vecinos en el
capítulo ocho. El ambiente, el modo de actuar por el ejército, todo se describe en esta escena.
De esta manera, Robles no debe tratar directamente la desaparición de los padres y se puede
alejar mediante una proyección en otras personas. En la casa enfrente de los tíos vive una
nena rubia Claudia, con su mamá, papá, su hermano menor y su perro lanudo y blanco. La
niña describe esta familia como una entidad perfecta, quizá pensando que es un reflejo de la
propia familia que tuvo con los padres: “Todos eran perfectos y se veían siempre muy
contentos.” (51) La niña perdió a su propia familia “perfecta” y ahora vive en una familia
traumatizada y dominada por el silencio. Se establece un paralelo entre las dos familias:
Sobre todo porque al lado de ellos nos veíamos como unas sombras. Ellos eran pura luz,
nosotros no. (51)
Observamos la distinción entre la propia familia que se sitúa en la oscuridad, en el silencio, en
sus múltiples crisis y el trauma de la pérdida de queridos que no pueden manejar, todos están
en la fase de “acting out.” La otra familia, al contrario, parece vivir en la luz, un espacio
donde la verdad domina y los familiares son sanos tanto mental como físicamente. Después de
esta descripción y comparación, veremos el desplazamiento de la desaparición de los padres
al capítulo ocho:
Una tarde estábamos en la casa de los tíos tomando la leche y la abuela de la ventana
entró en cocina corriendo, lo más rápido que pudo sosteniéndose de las paredes del
pasillo, y con un grito agudo dijo: “¡Vinieron!” Los tíos se levantaron tan rápido que se
cayeron las sillas. Las persianas del comedor estaban bajas, pero siempre quedaba una
pequeña rendija por donde la abuela miraba hacia afuera. Los tíos se quedaron
petrificados espiando con la luz apagada. Las dos abuelas nos agarraron a mi hermano y
38
a mí tan fuerte que después nos quedaron los hombros todos moretoneados. Ahí me di
cuenta de que de verdad no había armas en la casa, porque si las hubiera habido ese era
el momento ideal para sacarlas: afuera había una fila larga de soldados armados con
fusiles. (52)
Robles describe el sentimiento de su familia antes de que el ejército invada la casa y secuestre
a los familiares. Todos están llenos de miedo pero resulta que no vinieron por ellos:
[…] Veíamos a los soldados que, con una rodilla en tierra, apuntaban a la casa de
Claudia. Enseguida vimos cómo toda la familia salía con los brazos en alto. (52)
Los soldados vinieron seguramente con la intención de secuestrar a supuestos subversivos –
iban con “un auto verde”, (53) los Fords Falcons usados por el ejército para secuestrar.
Controlan los papeles de la familia y parece que se han equivocados: “Así como llegaron, se
subieron a un camión que estaba estacionado en la esquina y se fueron.” (53) En esta escena,
aunque no se secuestra efectivamente a los vecinos, no obstante se describe el ambiente que
impregna tales escenas: el miedo, los gritos de los soldados, los vecinos que tienen que
levantar las manos por orden del ejército, el coche verde, la interrogación, toda la violencia
relacionada con la desaparición son todos elementos que se ponen en palabras esta vez. La
niña sigue comparando la situación personal con la de los vecinos, en especial el hecho de que
ellos no fueron secuestrados y sus padres sí: “No entendía cómo habían hecho para que no se
los llevaran. Si la cosa hubiera sido tan fácil como tener unos papeles mis padres habrían
sabido.” (53) Por esta razón, su relación con los vecinos cambia y lucha con sentimientos
contradictorios: “Ya no me parecían tan perfectos.” (53) Como consecuencia, la niña rompe el
contacto y el motivo de la desaparición aparece de nuevo ya que los vecinos y en especial su
amiga Claudia desaparecen de su vida:
[...], ya no me gusto más ir a esa casa. Mi hermano insistía, él siempre perdonaba todo
más rápido, pero yo no pude. (54)
De esta manera, vemos que el motivo de la desaparición se repite: la niña se despide de
muchas personas hasta el final de la novela. No se trata del mismo tipo de desaparición que el
de los padres, sino de otros modos de desaparecer de su vida. Por ejemplo, en el capítulo
once, la niña entabla amistad con otra nena que también tiene un secreto. Su padre se esconde
porque ha sido acusado de robo y la policía le está buscando. La madre de la nena le visita de
vez en cuando durante las noches y como la nena echaba de menos a su padre, la protagonista
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le propone seguir a la madre como parte de una “Operación” secreto. La niña está convencida
de que la historia del robo ha sido inventada y que el padre de la nena es en realidad un
compañero al que ella debe ayudar como “pequeña combatiente”: “Entonces le pregunté: ¿Tu
papá es revolucionario? ¿Lo buscan por comunista, por peronista o por guerrillero?” (79) La
nena niega esta suposición – “A mi papa lo busca la policía porque roba.” (79) – y continúa la
persecución de la madre hasta que la nena ve a su padre. Al final, cuando su “Operación” ha
terminado, la protagonista pregunta si a la nena le ha gustado ver a su papá y ésta responde:
“No, creo que es peor haberlo visto, ahora lo extraño más.” (82) Esta reacción de la nena
enfada a la protagonista: “A mí me dieron ganas de pegarla. Ella no entendía de verdad qué
era peor. Nada era peor que Lo Peor.” (82) Lo Peor es el eufemismo mediante el cual la niña
refiere a la desaparición de sus padres. Está enfadada porque la nena ha podido ver a su padre,
todavía vive con su madre y el padre está vivo en otro sitio, suertes todas que le han sido
negadas a la protagonista. Como consecuencia, la niña rompe bruscamente todo contacto con
la nena y de nuevo una persona desaparece de su vida:
No le dije nada. Me quedé callada todo el día. Decidí no ayudarla más. Si prefería no
verlo más, allá ella. En los recreos me fui a jugar con mi hermano y a la salida la saludé
sin mirarla. Después de unos días se me pasó la bronca, pero cuando me hablaba del
padre yo hacía todo lo posible para cambiar el tema. […] Ella se cambió de escuela (se
mudaron) y no nos vimos más. (82)
Esta reacción contribuye a aumentar la soledad en la que la niña vive, hecho que trataremos
más adelante: “Me gustaba no sentirme tan sola en esa escuela donde todos parecían tan
normales, tan diferentes de nosotros.” (83) Trataremos la identidad y la violencia en 6.5.
En el capítulo trece, se nos explica que la niña tiene la intención de aprender inglés. Como
consecuencia, los tíos la ponen en contacto con una profesora de inglés. Era una mujer muy
triste pero los dos establecen un tipo de amistad y entendimiento: la madre de la profesora
murió cuando ésta tenía diez años y por eso conoce el duelo de la pérdida. Un día, la
profesora dice que tienen que romper su contacto y la niña entiende el porqué: “[...] me hizo
entender claramente que era porque yo pertenecía a una familia a la que le había pasado Lo
Peor y su familia era una familia de policías.” (92) De nuevo, la niña pierde una persona: la
profesora de inglés desaparece de su vida y no vuelve a mencionarse en el relato.
En el capítulo quince, cuando la abuela judía rompe de nuevo la cadera, debilidad física que
sufre repetidamente, los tíos deciden mandarla a Tucumán, junto con la niña, el hermanito y la
otra abuela, adonde vive la otra tía, la hermana del papá. La niña expresa su miedo de
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separarse de la abuela, ya que no quiere sufrir otra pérdida de un ser querido: “Yo también
tuve miedo de que nos separaran. Nunca habíamos vivido sin esa abuela y la idea de vivir sin
ella me hacía doler el pecho como si me clavaran un punzón.” (109) También tiene miedo de
que sus tíos no quieran seguir cuidando de ella y su hermanito, que pierda de nuevo a los
padres “sustitutos”, los tíos en Buenos Aires. Ir a Tucumán, el lugar de nacimiento del papá,
abre de nuevo el duelo de la pérdida: “Me sentí mal por estar yendo sin él, pero después pensé
que siempre podíamos volver juntos, cuando la guerra terminara.” (111) La niña todavía no
acepta que la pérdida de los padres es para siempre. En resumen, en este capítulo se pone de
manifiesto el miedo que domina a la niña: no quiere la “desaparición” de otros familiares en
su vida.
Desgraciadamente, la niña deberá enfrentarse con otra desaparición: la muerte natural de la
abuela de la ventana. En el capítulo diecisiete, leemos que la abuela de la ventana todavía está
en Tucumán y que “escribía cartas muy lindas.” (131) La niña y el hermanito quieren visitarla
cuando están de nuevo en casa de sus tíos en Buenos Aires, pero la tía los sienta en la cama y
les explica que la abuela había muerto. “Los dos lloramos.” (133) El capítulo cierra con una
conversación dolorosa entre la niña y su hermanito, ya que los dos quieren que la desaparición
de queridos se acabe:
[…] Nos miramos y él me preguntó: ¿Por qué nos pasa todo esto? Yo no supe qué
contestarle, pero le prometí que algún día se iba a terminar. No sé si me creyó, aunque
él siempre me creía todo. Tal vez me faltó convicción. (133)
La supuesta militancia de la niña contribuye en gran medida a la “desaparición” de personas
en su vida. También impide la entrada de nuevas personas o la “aparición.” En el capítulo
dieciséis se observa que la niña se enamora de Diego Moyano que no es un compañero. La
niña se siente muy culpable ya que es alguien que no está al corriente de la “Resistencia” y la
“Revolución.” Por esa razón, cree que una relación amorosa es imposible y que es mejor que
Diego desaparezca de su vida. Puede ser que Diego sea un enemigo y la niña no puede tomar
este riesgo. Pide consejo tanto a la abuela judía como a la tía, pero sus respuestas son
parecidas: no se puede hacer nada contra el enamoramiento. Como seguramente no es un
compañero, parece mejor que desaparezca: “[…] de todos modos nunca me iba a casar con él:
sólo me miraba para reírse de mí.” (129) Como tantos otros compañeros de clase y en la
escuela en general, Diego se burla de la niña, hecho que veremos en 6.5.
41
En el capítulo dieciocho la despedida vuelve a cobrar un papel central en la vida de la niña,
pero en este caso se trata del perrito Mario. Con los tíos y el hermanito, la niña pasa el final
del verano en Quequén. Cuando están en la playa, la niña y el hermanito encuentran un perrito
al que llaman Mario. Pasan las vacaciones jugando con el perrito, hasta cuando tienen que
regresar a Buenos Aires: “Cuando terminaron las vacaciones lloramos por tener que dejarlo,
pero entendimos que Buenos Aires no era para él.” (143-144) La niña describe los
sentimientos que la despedida del perrito despierta en ella, y son aplicables a la desaparición
de seres queridos en general:
El corazón nos quedó más lleno y más vacío después de Mario. Como siempre que se
encuentra a alguien y después hay que dejarlo: un dolor de perderlo y una alegría por
haberlo conocido. (144)
Por último, cabe referir al último capítulo, el capítulo veintidós. La novela abre con la elipsis
de la desaparición y el primer capítulo que hace referencia a este conocimiento y es llamativo
que el último capítulo también contenga referencias a este hecho:
En la tele el Enemigo publicó una lista con los “subversivos” muertos en combate. Mis
padres no estaban en esta lista. (151)
El hermanito estaba loco de contento ya que “si no estaban entre los muertos, estaban vivos.”
(151) Con esta frase, Robles hace una referencia directa al estado paradójico en el que se
sitúan los desaparecidos. Observamos que la niña entiende la situación de la desaparición y
es consciente de que les pasó “Lo Peor”, eufemismo usado constantemente por la niña para
referir a la desaparición de sus padres. La novela termina con la “aceptación” de la
desaparición que permite a la niña continuar con la vida o entrar en la fase de la perlaboración
(“working through”):
Yo le dije (al tío) que seguramente habían vivido cosas horribles, pero que ahora
estaban – y entonces la palabra fantasma fue dicha – muertos. (151)
La novela cierra con una alusión a Robles y a su militancia en H.I.J.O.S. La niña dice al
hermanito que la única cosa que pueden hacer es hacer la Revolución, es decir continuar con
la militancia. Eso es exactamente lo que la autora hace como miembro fundador de H.I.J.O.S:
quiere luchar contra la impunidad y hacer que los padres desaparecidos vuelvan a
incorporarse al escenario público como guerrilleros en vez de como víctimas.
42
6.4. La vida cotidiana después de la desaparición: el trauma reprimido
“Podíamos parecer niños cualquiera, o incluso niños perturbados,
pero nosotros éramos pequeños combatientes.” (16)
Con la desaparición de los padres, el trauma se instala tanto en la niña protagonista como en
sus familiares: el hermanito, los tíos y las abuelas. Como ya hemos expuesto en el capítulo
sobre el trauma, una experiencia traumática no se asimila ni se capta en el momento en que
ocurre por el sobrepaso de la normalidad que la imaginación humana no puede manejar. Entre
tanto, la traumatizada que es en nuestro caso la niña protagonista, se sitúa en un período de
latencia inherente (“inherent latency”) y repetición compulsiva (“acting out”) en el que no
reconoce el dolor y como consecuencia no lo puede procesar. Durante esta fase temporal, que
se inicia con el comienzo de la novela hasta su final cuando acepta la situación – la fase de la
perlaboración (“working through”) - la niña está perseguida por su memoria traumática. En
este sentido, referiremos de nuevo a la distinción entre la memoria traumática frente a la
memoria narrativa9 cuya operatividad mostraremos a través del capítulo diez en la novela.
“Una vez estábamos en el cumpleaños de un vecinito, […]” (70) cuenta la niña el día cuando
el trauma de la pérdida de los padres se hace visible en comportamiento. En este caso se trata
claramente de una memoria traumática, ya que aparece de repente sin intención,
desencadenada por el “trigger” que es un objeto que lleva la niña al pasado, un globo violeta:
[...] De repente frente a mí apareció una nena que sostenía un globo violeta, pero no era
un globo común de cumpleaños, era un globo de esos que se van hacia arriba. Fue como
si me hubieran tirado de un empujón hacia el centro de mi recuerdo y de pronto me
encontré en el cuarto de mi mamá y mi papá, viendo cómo se pegaba al techo un globo
violeta. (70)
Al mismo tiempo, aparece un payaso en la fiesta y de nuevo la niña es catapultada al pasado:
Entonces escuché claramente la voz de mi papá que me explicaba que los payasos, los
zancos y los malabaristas estaban mal porque ese día en la Plaza de Mayo había que
celebrar a los Trabajadores porque era el Primero de Mayo. (70-71)
9 Pierre Janet
43
En los dos fragmentos vemos que la niña recuerda involuntariamente a los padres y sus
consejos, que forman parte de la memoria traumática porque son inaccesibles
conscientemente y quedan bloqueados. El trauma es una herida mental10 que afecta al
traumatizado y, por extensión, la niña también sufre de un dolor físico. A lo largo de toda la
novela, podemos observar que la niña sufre de un dolor físico en las piernas, probablemente
como un efecto secundario del trauma, y en este apartado empieza a llorar sin parar ya que la
impresión espontánea de los padres es insoportable:
El corazón me empezó a latir de una manera muy rara y me puse a llorar de una manera
tan inesperada para mí que me caí al suelo. (71)
La niña se niega a admitir la verdadera razón y proclama que es un dolor en la panza y con los
tíos y el hermanito se corre al hospital. La niña siente vergüenza por mentir y aún más por
haber dejado el camuflaje como parte de su “militancia”: “‘Ya me pasó’, pero en ningún
momento me dejaron de salir lágrimas de los ojos. Todas las prácticas para controlar mis
sentimientos, todo el entrenamiento frente al espejo, todo eso había quedado desbaratado por
un globo violeta.” (71) La niña se siente culpable porque como “pequeña combatiente” no le
permite a sí misma actuar así y también porque hace triste al hermanito. La niña reflexiona
después sobre su recuerdo que sabemos ha sido traumático:
Cuándo querés acordarte de algo, por más que intentes toda la noche no pasa nada, y
cuando estás en cualquier otra cosa, ¡zas!, aparece uno y es como si un desconocido te
pegara un cachetazo en plena calle sin ningún motivo. (72)
En este sentido, los recuerdos de la niña, que es tanto la protagonista como la narradora, se
distinguen de la memoria de la autora de la novela que comparte características con las
primeras dos. La memoria de Robles es una memoria narrativa: es una autora adulta que
reconstruye su propia memoria traumática de la desaparición. Con la ayuda de la escritura,
Robles ha llegado a una fase de “working through” y puede reconstruir en retro perspectiva
sus recuerdos de una infancia en dictadura marcada por la desaparición. Al escribir esta
novela, Robles tenía acceso a sus recuerdos traumáticos voluntariamente: los puede ordenar y
transformar en un relato, son convertidos en recuerdos narrativos. Pero ya que es imposible
tener toda la información a su disposición, Robles emplea el método de la ficción para llenar
los huecos en su memoria.
10 Freud
44
Como es tan característico de la identidad colectiva de los hijos de desaparecidos en general,
según hemos visto en la sección 4.2., la niña protagonista sufre también su propia crisis de
identidad. La niña sufre de “dissociative identity disorder,” pensando que como pequeña
combatiente forma parte de la identidad colectiva de los guerrilleros de la izquierda al que
pertenecían los padres. Parece casi adoctrinada por el discurso político de sus padres durante
su breve vida y de este modo la niña cae en lo que La Capra ha llamado “empathic
unsettlement”, una identificación vicaria con la experiencia de los padres. La niña se atribuye
rasgos a sí misma que no le corresponden: la militancia de la izquierda era un compromiso
político de los padres pero ella imita a los padres para recordar y honrarlos.
Durante todo el relato, la niña adopta una actitud de “acting out”: para evadir el horror de la
pérdida de los padres quiere salvarlos adoptando su identidad. Al inicio de la novela; todavía
cree que sus padres regresarán y que por eso les toca continuar la militancia hasta su vuelta:
Los orfanatos son para los huérfanos, para los niños que eran abandonados por sus
padres o que tenían a sus padres muertos, y que a nosotros no nos había pasado ni una
cosa ni la otra. (60)
Es claro que no vive su infancia como una niña normal, algo imposible con su infancia en
dictadura marcada por la desaparición. Ha perdido una parte de sí misma con la pérdida de los
padres y se niega a reconocerlo: rechaza crear una identidad original, una identidad propia,
incorpora la identidad de una combatiente de la izquierda, dulcemente llamada una “pequeña”
combatiente por causa de su joven edad. Prefiere pensar que otros militantes van a contactarla
y que debe contribuir a la lucha revolucionaria hasta que los padres vuelven. No obstante, no
es su deber, no es su tarea de ser una combatiente de la izquierda, es sólo una niña que no
entiende el horror de la realidad hasta el final de la novela.
Otro factor que influye en su identidad es la soledad, hecho que vuelve también en Una
muchacha muy bella. La niña y su hermanito están solos, no tienen muchos amigos por su
“secreto” - la militancia. Puesto que en realidad no son combatientes de la izquierda, no es
necesario distanciarles de los otros niños en la escuela, no obstante “Cada recreo mi hermano
y yo, que nos extrañábamos horriblemente, nos dábamos cita.” (15) La soledad de la supuesta
militancia excluye aún más a la niña y su hermanito de la sociedad, al lado de la identidad ya
‘marginal’ de la familia a la que pertenecen, como veremos en el apartado 6.5.
45
Acabamos de decir que el trauma reprimido de la niña se ve reforzado por el ambiente de
silencio que domina en la casa de los tíos con las abuelas. La niña vive en una familia
disfuncional y todos contribuyen recíprocamente a la permanencia del trauma. Los tíos están
traumatizados por la pérdida de sus familiares y no acostumbrados a cuidar niños pequeños
porque sus hijos ya son adultos. Por lo tanto, no cumplen muy bien con el papel de ser padres.
Al mismo tiempo, deben cuidar a dos abuelas también traumatizadas: la abuela de la ventana
es único testigo de la desaparición, un trauma directo que provoca que no pueda parar de
llorar y que viva en una angustia constante, y que la única solución es huir en su fantasía para
escapar al dolor de la pérdida. La otra abuela, la abuela judía, también sufre del trauma de la
pérdida de su hijo porque se ha vuelto loca. En resumen, veremos que todos los personajes
reaccionan al trauma de la pérdida de los seres queridos de una manera distinta. Un factor que
realmente agrava el trauma y lo hace omnipresente es su represión y el silencio que le rodea.
Como hemos visto en la parte del trauma, “the talking cure” (Freud) es el método más
efectivo para tratar un dolor mental. Si el trauma sigue siendo reprimido y el traumatizado no
reconoce su existencia, es imposible tratarlo y aceptarlo – llegar a la etapa de “working
through”- que Robles alcanza con esta novela.
6.5. La identidad y la violencia
En este apartado, vamos a detenernos en un factor recurrente, independientemente del tiempo
y del espacio, dentro de sociedades bajo el poder de un régimen totalitario: la conversión por
el Estado de grupos específicos, o un grupo particular, en ser(es) marginal(es), excluidos de la
sociedad. El Estado atribuye con el método de la propaganda características negativas a estos
grupos, adoctrina a la sociedad en una operación que hace que ciertos grupos sean vulnerables
ante la violencia. El régimen totalitario determina la percepción de estos grupos “marginales”:
los presenta como cosa sucia, una enfermedad, animales o insectos que deben ser destruidos
para “salvar” a la sociedad. El Estado tuerce la lengua con el objetivo de influenciar a la
sociedad y deshumanizar al enemigo, o sea, este grupo marginal, hasta que su persecución
parezca inevitable. Es una estrategia que observamos durante tanto el Holocausto como la
Guerra Sucia: la propaganda de Goebbels frente a los judíos influyó en la sociedad alemana
hasta el punto que se empezó a creer en su maldad y a apoyar su eliminación. En el caso de la
Guerra Sucia observamos la recurrencia de este método de torcer la lengua para lograr los
propios objetivos: a la izquierda se la llama “los subversivos” de los que el Estado se debe
46
“limpiar” para “ganar la guerra contra el peligro del Estado.” Tanto como a los judíos, el
régimen totalitario en Argentina representó a los guerrilleros de la izquierda como una
enfermedad sucia que degenera a la sociedad y debe ser combatida inmediatamente con
métodos duros.
En Pequeños combatientes, a los padres de la niña protagonista se les inflige la desaparición
como método de represión del régimen autoritario. Pero observamos como circunstancia
agravante, que al lado de su inserción en el grupo de la izquierda que combatió el régimen de
orientación ultraderechista, toda la familia de la niña pertenece a grupos marginales dentro de
la sociedad: en resumen, los padres son peronistas, los tíos comunistas y la abuela judía, todos
grupos expuestos a la violencia en este período, hecho que discutiremos con más profundidad
en la parte próxima. Formaban parte de Montoneros, un grupo guerrillero que combatió al
Estado derechista para defender sus ideales políticos. Es esta la identidad colectiva que la niña
adopta como “pequeña combatiente11.” Después de la desaparición de los padres, la niña y su
hermanito deben mudarse a la casa de los tíos que no son peronistas, pero que no obstante
también se identifican con una ideología perseguida: el comunismo. Desde la perspectiva de
la niña, Robles nos ofrece una descripción del comunismo y lo compara con el peronismo de
los padres:
Los tíos nunca nombraban a Perón por la sencilla razón que no eran peronistas. Era
como con la religión, no parecían están en contra de Perón, simplemente no existía. En
la casa de los tíos no existían ni dios ni Perón. Los tíos eran comunistas. (47)
Ser comunista era parecido en algunas cosas a ser peronista, aunque un poco más serio,
más ordenado. Ser peronista era más desesperado, en cambio los comunistas parecían
tener más tiempo y más paciencia. (47)
Si tenemos en cuenta la situación contextual de la Guerra Sucia12, sabemos que la derecha es
anticomunista y cristiana, ambas convicciones rechazadas por los tíos. Hay que situar esta
constelación dentro del marco de la Guerra Fría (1945-1989) en la cual los EEUU con su
sistema capitalista se opusieron sistemáticamente a la Unión Soviética. Los EEUU apoyaron
al régimen totalitario en Argentina por miedo de que el comunismo se extendiera por
Hispanoamérica y también para defender sus intereses económicos. Una consecuencia lógica
es que el régimen totalitario argentino se identifica con el comportamiento de su aliado, o sea
11 un hecho que hemos discutido en la parte sobre trauma 12 Véase 2.1.
47
en contra del comunismo. El segundo aliado que apoyó al régimen totalitario era la iglesia
católica, hecho que también explica por qué los tíos no creen en dios, como se ha mencionado
en la cita más arriba. El no tener una religión es un rasgo que comparten con el peronismo:
Los tíos, si bien no parecían tener idea de quién era Perón y sus métodos de lucha eran
muy poco audaces, estaban tan en contra de la religión como mis padres. (29)
Como consecuencia lógica, la niña protagonista y su hermanito tampoco tienen religión, un
aspecto que refuerza su exclusión de la sociedad. Podemos observar el aspecto del “otro” que
tienen en la escena en el capítulo tres:
En la escuela, a pesar de que íbamos con guardapolvo blanco y se suponía que la
educación – como nos recordaba periódicamente la tía – era obligatoria, laica y gratuita,
todas las mañanas había que rezar. Una vez por semana, además, había clases de
catecismo. Los únicos niños que teníamos derecho a perdernos esa clase éramos mi
hermano y yo y otros dos que eran Testigos de Jehová. (30)
Los testigos de Jehová “eran respetados porque eran de otra religión” (30), pero la niña y su
hermanito sufren la exclusión en la escuela ya que no tienen religión propia. Indica de nuevo
que la violencia se dirige contra los “otros”: los niños en las escuelas imitan la conducta de
sus padres en la sociedad. En primera instancia, para enfrentar las preguntas incómodas de los
otros niños, la niña piensa en decir que es judía, como la abuela, pero razona que sería mala
idea por su asociación con los rebeldes del gueto de Varsovia o la rebeldía en general. La niña
entiende la connotación negativa de la palabra “rebelde” y no quiere agravar su situación pero
debe encontrar otra solución. Uno de sus múltiples métodos de camuflaje, para disimular, y
también para evadir la exclusión por sus compañeros de clase, consiste en que la niña inventa
su propia religión, “la religión de la Naturaleza”, ya que no tener religión se considera extraño
y quizá también porque en general ofrece consolación en tiempos difíciles, situación en la que
la niña se sitúa claramente. Es una religión falsa e inventada pero dentro de su religión
“éramos sacerdotes, místicos, traductores de la voluntad de la Diosa Naturaleza” (32), ofrece
a la niña y su hermanito un sentimiento de pertenencia que anhelan pero que se los anula por
el secreto de su supuesta militancia que los llevan a la soledad.
Mencionamos también que una de las dos abuelas con las que vive la niña es judía –“[...] Mi
abuela hablaba ídish y era judía [...].” (21) De este modo, la podemos relacionar directamente
con la persecución de los judíos durante la segunda guerra mundial. No sería imposible,
48
sabiendo que se trata de una abuela y por eso es de una edad ya avanzada, que huyó de
Europa a Argentina para escapar del horror del nazismo. De esta manera, la abuela ya sufre de
un trauma antes del trauma de la desaparición de sus familiares. Es posible que su cerebro ya
no soporte más dolor y que se vuelva loca por eso: “Todos decían que mi abuela estaba
loca.”(21) No obstante, a pesar de su estado mental, la niña cree que la abuela es la única
persona que realmente entiende la profundidad de la violencia que se ha instalado en la
sociedad argentina, puesto que ya se vio confrontada con una situación similar en el pasado:
“Incluso con sus lagunas mentales era la única que entendía de verdad lo que estaba pasando.”
(21) Pequeños combatientes está lleno de referencias a la segunda Guerra mundial, lo que
lleva a una superposición de violencias históricas dentro del libro.
La violencia que tiene lugar en la vida pública de la sociedad se refleja también en las
relaciones de poder entre los niños dentro de escuelas. La niña, contrariamente a muchos de
sus compañeros de clase, está en contra del consumismo y del materialismo, aspectos del
capitalismo del aliado norteamericano a la Junta Militar:
Yo quería ser fuerte y no interesarme por la moda o por otras cosas superficiales
impuestas por el mundo capitalista para convertirnos en consumidores, [...] (89)
Su convicción se ve reflejada en su manera de vestir, lleva ropa creada por la abuela, de nuevo
subrayando así que es “otra” - “Todos tenían equipos azul marino, y algunos portaban las
preciadas tres rayas blancas. Pero yo tenía un equipo naranja estridente con vivos negros.”
(90) – De nuevo, la niña se ve excluida de la clase, tanto como sus padres fueron excluidos de
la sociedad. Observamos que sus compañeros de clase la molestan, que utilizan la violencia
del mismo modo en que el régimen totalitario con sus métodos represivos:
Cuando jugábamos al Quemado el objetivo parecía consistir en pegarme a mí, no solo
para dejarme afuera del juego, sino pegarme para bajarme, como si estuviéramos en una
kermes y yo fuera el patito al que hay que tirar para ganarse el muñeco de peluche. Mi
conjunto naranja terminaba siempre adornado por redondeles empolvados donde la
pelota había dado en blanco. (90)
De este modo, Robles muestra la inevitabilidad de la penetración de la violencia en las
siguientes generaciones que imitan a sus precursores y el hecho que la violencia es
omnipresente en todas partes. La violencia no solamente es un tema del pasado sino también
del presente y por eso es necesario recordarlo para evitar su reaparición en el futuro.
49
Como último punto del apartado sobre la relación entre la identidad y la violencia, referiremos
brevemente a un aspecto que la protagonista comparte con el niño en Una muchacha muy
bella. Como el protagonista de López, la niña menciona su pelo pelirrojo cuando se compara
con una figura ficcional de un libro:
Verónica tenía el pelo rojo [...], siempre les estaban diciendo que los pelirrojos eran
poco confiables, que eran seres del demonio. Eso me hacía sentir mucha solidaridad con
ella. Mi pelo no era exactamente rojo, pero siempre llamaba mucho la atención. (58-59)
En general, por ser tan pocos dentro de la especie humana, los pelirrojos reciben la
connotación de ser “diferente” y de nuevo la niña se distingue en su aspecto, al lado de la ropa
y la idea de ser una pequeña combatiente. La cita subraya la negatividad de pertenecer al
grupo de los pelirrojos, un prejuicio universal, y de nuevo la niña forma parte de la categoría
estigmatizada de los “otros.” La suma de todos estos elementos físicos subraya la pertenencia
de la niña a un grupo excluido de la sociedad, a lo que se añade su supuesto peronismo, todo
lo cual la conduce a la soledad.
6.6. La problemática de la memoria
“Mi voluntad erró su blanco y olvidé lo uno en contra de mi voluntad,
mientras quería olvidar lo otro.”
Sigmund Freud
Esta cita previa se reproduce en la introducción de Pequeños combatientes. A través de las
palabras de Freud, Robles muestra la dificultad de tratar la propia memoria en su tentativa de
convertir los recuerdos de una infancia en dictadura - en la cual perdió a sus padres por causa
de la desaparición -en una obra estética. Pequeños combatientes de Robles es un trabajo de
conmemoración, dedicado a la memoria de sus padres y sus tíos, a su marido Juan y a
Mariano, “el único compañero en la Guerra popular prolongada de mi infancia.”
Dentro de la novela, la niña protagonista confronta de misma manera la problemática de la
memoria, hecho explícitamente citado en la página setenta del capítulo diez:
50
A mí me gustaba acordarme de mi mamá y mi papá. Me gustaba sentarme en la cama
antes de dormir, con la espalda apoyada en la pared, cerrar los ojos y recordar algunos
momentos. Los pasaba como si estuviera mirando un álbum de fotos, y cuando me
parecía que ya tenía bastante, abría los ojos y pensaba en otra cosa. A veces me
desesperaba darme cuenta de que las caras se me iban borroneando y las voces se me
confundían en la memoria. Por eso trataba de no pasar más de un día sin repasar mis
recuerdos, para no olvidarme de ellos. (70)
En un momento determinado, la niña incluso proclama que “los recuerdos son jodidos, hacen
lo que quieren.” (72) En el capítulo sobre los hijos de desaparecidos, hemos evocado los
distintos métodos que aplican estos hijos para intentar llenar los huecos de la memoria.13 Para
la niña, la memoria se comporta como una serie de fotos que se reproduce internamente. La
foto toma gran importancia con respecto a los objetos mediadores para recordar el pasado y
será mostrada en Una muchacha muy bella.
En Pequeños combatientes, se encuentra un personaje crucial en quien la niña puede apoyarse
para conseguir información sobre su pasado y, más en particular, sobre sus padres. Se trata de
una amiga de los padres, una militante también, que pasa sus fines de semanas con la niña y
su hermanito. Dentro de la colectividad militante de la izquierda había una afinidad intensa
por los ideales políticos y el enemigo compartido, y quizá por eso, para mostrar gratitud y
respeto a sus amigos desaparecidos, la amiga es tan honesta frente a los dos niños. Vamos a
detenernos en el capítulo catorce que empieza con: “La amiga de mi papá y mi mama volvió
un viernes.” (95)
Con respecto al carácter de la amiga, la niña nos revela que “[...] para ella la verdad era muy
importante.”(96) Es casi el único personaje dentro de la novela que no es dominado por el
secreto y la mentira, consecuencias del miedo impuesto a la sociedad por la represión
dictatorial. En ese sentido, es importante referir a la distinción entre la luz y la oscuridad, una
oposición que aparece por ejemplo en la presencia de las persianas (bajadas o subidas) que
podían ser usadas como método de comunicación entre los militantes. La vida en la
clandestinidad implicaba una vida en la oscuridad, con las persianas cerradas, hecho al que
volveremos en Una muchacha muy bella. La oscuridad puede equipararse con el mal de la
dictadura cuyas mentiras dominaron la vida pública mientras que la luz se puede ver como
una metáfora del bien y de la verdad. Romper el silencio significa abandonar la oscuridad y
13 Véase 4.3. La crisis de memoria
51
admitir la verdad de la realidad, que consiste desgraciadamente en el uso de la violencia
contra miles de personas, pero al mismo tiempo posibilita, frente a la noción de trauma, la
fase del “working through:” aceptar la pérdida, asumirla y abrir un camino nuevo hacia el
futuro. De este modo, por duro que sea, la verdad es necesaria para los hijos, la niña y su
hermanito, ya que todavía se encuentran en la etapa de la denegación: “[...] – y que no
teníamos miedo porque sabíamos que nuestros padres vendrían de un momento a otro.” (19)
Es sólo a partir del final de la novela cuando la niña puede dejar la oscuridad de la negación o
del “acting out” para llegar a la luz de la aceptación o al “working through”: “Y pensé por
primera vez que tal vez esa vida que estábamos viviendo no fuera un mientras tanto sino un
para siempre.” (146) Al lado de revelar la verdad a la niña, hecho tanto doloroso como
liberador – “Era como la verdad de la que siempre me hablaba la amiga de mi papá y mi
mamá. Siempre sus verdades eran terribles, pero después del frío paralítico que sentía cuando
las escuchaba, me sentía mejor.” (146) - la amiga también se comporta como un verdadero
pariente: cocinan y juegan juntos, van al parque y ayuda en los deberes, realmente siente un
amor intenso por estos niños. También es casi la única persona que menciona directamente a
los padres, no ignora con silencio su ausencia sino que los hace recordar: “Si mama y papa
pudieran ver los cuadernos estarían muy orgullosos, estarían locos de contentos con ustedes
dos.” (96)
La amiga de los padres, al lado de ser un pariente sustituto que revela la verdad, también
devuelve un objeto del pasado al presente: “Cuentos para soñar,” un libro de cuentos que
contaba la madre a la niña y su hermanito antes de ir a dormir. Es un objeto mediador para
volver al pasado y que, por la desaparición inesperada de los padres, la niña no pudo llevar
consigo cuando bruscamente tuvieron que abandonar la casa natal. Aparte de los padres
mismos, perdió también la casa natal que se vincula con un sentimiento de seguridad y
pertenencia, bruscamente destruido por el régimen totalitario. El libro de cuentos se asocia de
este modo con la casa natal y la madre en una época de felicidad. Por eso, es un objeto de un
valor incomparable cuya pérdida duele a la niña. La amiga de los padres entiende este duelo y
para consolar a la chica recoge el libro de cuentos de la casa natal, misión peligrosa para una
“subversiva”. La niña se siente tan feliz que no puede parar de llorar, una escena que
realmente conmueve al lector. A través del discurso de la amiga, descubriremos también los
efectos secundarios de la violencia de la desaparición:
La casa está bien, aunque un poco desordenada, no fue fácil encontrar este libro porque
todos los libros estaban tirados. Los animales no estaban, así que supongo que se los
52
llevó algún vecino. La ropa, los papeles, todo estaba revuelto; pero revolvieron por
revolver, porque en el ropero encontré el arma del papá de ustedes, y ellos ni siquiera la
vieron. Pero bueno, al final, cuando creí que no iba a aparecer, debajo de la cama estaba
el libro. Acá está. [..] Yo sé que nunca les voy a contar estos cuentos como la mamá de
ustedes, pero lo puedo leer tantas veces como ustedes quieran. (106)
En resumen, podemos decir que la amiga de los padres es realmente la persona que le hace
falta a la niña para procesar su trauma, y para vencer su crisis de identidad y memoria, ya que
la luz de su verdad la salva. Del mismo modo en que la niña se nutre de relatos de la amiga de
los padres para realizar su “working through”, Robles se basa en relatos de terceros para
construir este libro que viene a ser su tarea pendiente de “working through.”
En el capítulo veintiuno Robles nos ofrece una escena nostálgica en la que la niña describe la
casa familiar en la que vivía con los padres y su hermanito antes de la desaparición. En este
episodio, la niña recuerda la casa natal y su ubicación – “La calle de mi casa era de tierra. De
tierra dura, llena de imperfecciones.” (149) Recuerda cómo la madre cuidaba a sus hijos
cuando cayeron con sus triciclos, lavándoles las piernas y diciendo palabras de consuelo –
“Sana, sana, colita de rana / si no sana hoy, sanará mañana.” (149) Después, comieron con el
papá, la mamá, todos en la cama donde los niños se instalaron después de sus juegos: “Esa
noche dormimos todos juntos, apretados, incómodos, pero contentos.” (150) Es el recuerdo
del último momento de intimidad entre los hijos y los padres antes de que Lo Peor –
eufemismo que emplea la niña para hablar de la desaparición -sucediera. Es realmente una
escena muy dulce que muestra que la infancia en dictadura también puede tener sus
momentos bellos y no sólo es un combate. No obstante, la frase que termina este capítulo
muestra de nuevo que el dolor de la ausencia de hijos de desaparecidos es omnipresente y
permanecerá para siempre:
El tiempo pasaba y nosotros crecíamos. Y ella no estaba. (150)
Por último, queremos establecer un paralelo entre el tratamiento de la memoria por parte de la
autora frente a dos personajes en la novela, es decir la niña y su abuela de la ventana. En el
capítulo nueve, la niña dice que “La abuela de la ventana era una genia tejedora” (61) y al
aprender, “Nada lograba tranquilizarme tanto como tejer.” (61) Es particularmente
significativa la frase que cierra este párrafo: “[…] en esos días extrañaba mucho sentarme en
silencio con la abuela a mirar por la ventana mientras tejíamos de memoria.” (62) Tejer es
tanto para la niña como para la abuela de la ventana una forma de manejar el trauma de la
53
desaparición de la generación intermedia. Para Robles, escribir esta novela es una forma de
manejar el trauma de la pérdida de sus padres en su infancia. Tal como la niña y la abuela de
la ventana tejen de memoria para dejar atrás sus recuerdos traumáticos y el duelo en general,
la autora Robles “teje” simbólicamente su memoria en esta novela para quitarse de encima
estas mismas problemáticas. Además, es posible hacer una analogía con un episodio de la
mitología griega, es decir con la historia de Penélope y Ulises. En este mito, Penélope teje un
sudario para Ulises que desaparece durante su vuelta de la Guerra de Troya.14 Con esta
novela, Robles también hace un sudario para los padres en su caso personal y para los
desaparecidos en Argentina en general. De la misma manera que Penélope espera con lealtad
el regreso de Ulises, es fiel en el matrimonio que la lleva a la soledad, la niña espera leal el
regreso de sus padres, pero fiel a la militancia que también conduce a la soledad. En resumen,
a través de la imagen de la afición al tejer de la niña y la abuela de la ventana, de Penélope en
el mito y de la escritura de esta novela por Robles, todos intentan procesar el duelo de la
desaparición de (un) querido(s).
14 Ulises vuelve después de veinte años, contrariamente a los desaparecidos de la dictadura
que no volverán
54
7. Una muchacha muy bella – Julián López
7.1. Introducción
Julián López es un escritor, actor y periodista argentino que nació en Buenos Aires en 1965.
Su primera novela se titula Una muchacha muy bella, editada por Eterna Cadencia y se
publicó en 2013. Al contrario de Robles, López no milita en H.I.J.O.S y, lo que es más,
rechaza su visión. En realidad, López no es hijo de padres desaparecidos, contrariamente al
niño - y el adulto más tarde – que encarna tanto al personaje principal como al narrador en la
ficción. No obstante, como ya hemos señalado anteriormente, López perdió a su madre quien
murió de muerte civil cuando era niño y por lo tanto conoce el dolor de la pérdida de un
pariente.
La novela presentada aquí exige otro “pacto de lectura” entre el autor y el lector: el nivel de
imaginación es mayor que en Pequeños combatientes, aunque trabaje también con elementos
personales. Una muchacha muy bella representa una entrada en la vida de un hijo de
desaparecidos, tratando así el dolor de la pérdida de los padres que todos los hijos de
desaparecidos comparten y los une en una colectividad. Transforma el trauma colectivo de la
desaparición en Argentina en una obra estética que repiensa poéticamente los años setenta a
partir de una visión doméstica.
En resumen, es posible dividir la novela en dos partes: la historia de la vida cotidiana que
comparten un niño y su madre, una militante que desapareció durante la dictadura militar
argentina en los años setenta, focalizada por el niño narrador como protagonista; seguido por
una segunda parte en la que se adopta la perspectiva de este mismo niño ya adulto, quien
cuenta sobre la propia vida cotidiana después de la desaparición de la madre. El autor emplea
en la primera parte la construcción del narrador niño que cuenta sobre los momentos íntimos
compartidos entre madre e hijo. Repetitivamente, el autor empieza sus frases con el verbo
“recordar”, señalando así que todo el relato se basa en la memoria del personaje adulto de la
segunda parte quien reflexiona nostálgicamente sobre la infancia con la madre amada. A
partir de la segunda parte el adulto habla desde la perspectiva del presente y se enfoca en la
cotidianidad de la propia vida. Observaremos que los recuerdos de la infancia y sobre todo los
de la madre influencian en gran medida las acciones del adulto.
55
Entre las dos partes, el lector encuentra un vacío de unos dieciocho años: el niño de unos siete
años se convierte en un adulto que ya tiene veinticinco años. Es una gran elipsis que salta los
años en los cuales el niño se convierte en un adolescente durante la ausencia omnipresente de
la madre desaparecida. No obstante, el vacío fundamental – la elipsis de la desaparición –
cuyos efectos traumáticos dominan tanto la forma como el contenido de la novela se
encuentra en el último capítulo que cierra la primera parte. Analizaremos esta escena en la
parte siguiente.
7.2. La elipsis de la desaparición
A lo largo de nuestra lectura de la novela, observaremos que es una historia de “puertas
adentro:” imagina la vida militante de la madre y su hijo de manera personal e íntima. Ni la
violencia del Ejército ni la de los militantes desempeña un papel principal ya que los
momentos afectivos entre la madre y su hijo toman el protagonismo. Por lo tanto, la violencia
de la desaparición no se cuenta y se encuentra una elipsis en el último capítulo de la primera
parte donde se representan los efectos posteriores del secuestro. Analizaremos este capítulo a
partir de la escena en Elvira, la vecina de la madre y del niño que va a buscar al niño a la
escuela, un cambio que “No era para nada habitual […]” (127) Elvira tiene una apariencia
triste y los dos caminan en silencio hacia casa:
Cuando estábamos alcanzando la esquina vi a un policía parado en la vereda y no sé por
qué las piernas se me dispararon. (127)
El niño entiende que algo terrible sucedió y sufre los efectos físicos de este conocimiento:
“Yo sabía algo. Sabía. Corrí desaforado, apretando fuerte la valija con mis cuadernos de la
escuela, para no perderla, y sabía algo. Yo sabía.” (128) Aunque se trata de un niño de solo
siete años, siente instintivamente que algo pasó con la madre. El niño observó a lo largo de la
historia la actitud extraña de la madre aunque nunca supiera la razón – el hecho que era
militante – no obstante sabía siempre que un día algo terrible sucedería.
Cuando llegué al umbral de nuestra casa, […] vi que la puerta de abajo estaba abierta.
[..] En el palier me enfrenté a la escalera y empecé a subir. La puerta de nuestro
departamento también estaba abierta y de ahí salía una luz blanca, brillante y nubosa.
Una luz que no creo haber visto. [..] Llegué al rellano de esa luz demasiado brillante y
56
me enfrenté al hueco de la puerta abierta. Los ojos me dolieron de tanto resplandor que
entraba por la persiana levantada hasta el cielo, como jamás la levantábamos, como si
ya no hubiese persiana, como si ahora fuese nada más que un agujero. (128)
De la cita previa se deduce que, debido a la militancia de la madre y como consecuencia de
una vida en clandestinidad, el niño y su madre casi siempre vivían en la oscuridad con las
persianas cerradas. Como ya hemos visto en Pequeños combatientes, la separación entre la luz
y la oscuridad –por el uso de las persianas – tiene un significado simbólico. Literalmente se
usan las persianas para que el Ejército no pudiera ver lo que pasaba dentro de la casa y para
mantener el secreto que la madre era una militante. Al mismo tiempo, es un modo de
comunicación entre los militantes. En su significado metafórico, la oposición entre la luz y la
oscuridad se puede relacionar a la oposición entre la izquierda y el régimen derechista, o
víctima y victimario: tradicionalmente, se relaciona “el bien” con la luz y “el mal” con la
oscuridad. De este modo, se liga el régimen totalitario con el mal que se instaló y que
alimentó la violencia en la sociedad.
Ya habíamos encontrado una referencia a la oposición entre la luz y la oscuridad en un
capítulo anterior15, que se relaciona intensamente con la desaparición. En este capítulo se hace
una referencia previa a la desaparición – y su elipsis - que llegará más tarde. López describe
todas las circunstancias silenciadas con respecto a la desaparición en este capítulo, lo que no
se hace en el último capítulo de la primera parte donde se sitúa la elipsis. Aquí, la madre tuvo
la suerte de no ser secuestrada – la primera vez escapó. Por lo tanto, si queremos comentar la
elipsis de la desaparición, podemos referir a este capítulo previo para saber cómo fue el
ambiente. Leemos que Elvira y el niño salen de la lucha de los Titanes y al volver a casa,
“Había algo raro cuando salimos en la calle.” (103) Toda la avenida parece estar en el
silencio. A continuación, López describe la presencia del Ejército. Desplaza las circunstancias
violentas de la desaparición a un capítulo anterior al capítulo donde se produce la elipsis de la
desaparición:
Cuando estábamos casi en la esquina paramos de golpe: un convoy de coches y grandes
camionetas verdes doblaba veloz para tomar la avenida. Elvira se agachó, me abrazó y
me subió a upa. Nos quedamos petrificados ante la cercanía de esa caravana. [..] En la
parte de atrás de los furgones iban muchos soldados con fusiles a media asta, no
15 El capítulo anterior empieza en la página 87 y el capítulo al que referiremos con respecto a
la distinción entre la luz y la oscuridad comienza en la página 107
57
apuntaban pero tampoco estaban en descanso. [...] El convoy terminó de pasar y atrás
siguieron algunos coches de la policía con las sirenas mudas. (104)
En el capítulo siguiente16, observamos los efectos secundarios de la violencia – el miedo de la
madre militante que todavía está presente y aún no ha sido secuestrada. Elvira y el niño la
encuentran aterrorizada: “Mi madre era una muchacha muy bella, pero cuando empujamos la
puerta la encontramos hecha un ovillo en el sillón, la cara escondida entre las rodillas, la
persiana completamente baja, […].” (107) Probablemente, los secuestradores habían entrado
en la casa puesto que “Cuando llegamos, vimos (Elvira y el niño) que la puerta de nuestro
departamento estaba mal cerrada.” (107) Ni López ni la madre revelan algo sobre lo que
ocurrió y el relato continúa su paso – de nuevo hay un vacío. Cuando, al leerlo, contemplamos
los efectos secundarios de la violencia, la oposición entre la luz y la oscuridad de nuevo llama
nuestra atención. Se encuentran muchas referencias – no sólo aquí pero a lo largo de la novela
– a la oscuridad que reina en la casa:
La luz oscura venía del televisor encendido, mudo. Mi madre parecía no escucharnos y
Elvira se apresuró a tirar de la cinta para levantar la persiana. – No la levantes – dijo mi
madre con voz firme pero desmayada, sacando la cabeza de entre la cueva de sus
rodillas; estaba pálida. (107)
Tal como en Pequeños combatientes, sería posible conjeturar que la oscuridad de la casa
equivale al silencio y al “no saber” que reina adentro y la luz de la verdad que no puede entrar
visto que las persianas deben estar cerradas permanentemente. Sea lo que sea, la oposición
entre la luz y la oscuridad por las persianas es un motivo recurrente a lo largo de la novela.
Volvamos ahora al capítulo en el que la madre realmente desapareció:
Todo estaba en otro sitio, todo estaba revuelto. No había más postales de viajes
extraordinarios, ni soles aztecas con barbas de colores, ni había más un hombre y una
mujer en la foto que había mandado mi tío. Ni había un novio con boina de estrella roja
con barba y un cigarro. No había más sillón ni había cama. Ni velador a un costado para
sumergirse en la tarde de los libros. No había más centurias de soledad, ni había más
ramas doradas. No había parquet desvencijado ni mascotas embalsamadas en los
anaqueles del modular. No había. Mi casa estaba rota. (128-129)
16 Empieza en la página 107
58
El niño describe la desaparición de la madre a partir de todos los objetos en la casa de ella que
desaparecieron también. Su casa está rota y eso es también cómo el niño se siente: la pérdida
de la madre deja un vacío en su interior. Con la desaparición, el niño entiende que realmente
tenía razón al pensar que su madre se metió en prácticas misteriosas. Las persianas están
abiertas, puesto que ya, no era necesario mantenerlas cerradas ya que el secreto fue revelado
al régimen totalitario que la secuestró. La luz entra casi por primera vez en la casa: “Levanté
los ojos una vez más y una vez más vi una luz blanca y nubosa. Una luz como no creo haber
visto. Vi mi casa rota.” (129) La luz posibilita al niño contemplar mejor la destrucción de la
casa. La luz del saber entra y se revela a su conocimiento que nunca volverá a ver a la madre
amada.
El capítulo se cierra con el niño que proclama: “No voy a volver a leer, nunca, pensé mientras
Elvira me abrazaba desde atrás.” (129) Como veremos más adelante17 y podemos leer en la
novela, la madre era una mujer culta y civilizada que se dedicaba a la lectura en su
pasatiempo. Con la pérdida de la madre, el niño también pierde su amor por la lectura, ya que
esta actividad será relacionada para siempre a la memoria de ella.
7.3. Las referencias a la desaparición
Tal como en Pequeños combatientes, es posible detectar referencias a la desaparición. Ya
hemos señalado el capítulo en el que López describe el convoy del ejército y el ambiente de
miedo, seguido por la vuelta a casa donde la madre todavía está, aunque aterrorizada. Se
encuentran también otras referencias más temprano y López, quien es en primera instancia
poeta, inserta metáforas para anticipar lo que sucederá en el futuro. Un ejemplo es la metáfora
de una madre pájara y su bebé en el inicio de la novela. El niño cuenta que la madre “temía a
los pájaros que anidaban en los fresnos que daban su verde a nuestras dos ventanas.” (10) Un
día, la madre pájara había arrojado al pichón del nido y visto que la madre no quería salir de
su madriguera por miedo, el niño remueve el pequeño pájaro, quién “terminara sus jadeos
directamente en la calle.” (11) Refiere tanto a la relación entre la madre y el niño como al mal
– la desaparición – que los espera: las aves en general son considerados como presagios para
un evento en el futuro.
17 Véase 7.4.
59
“No tenía plumas y tenía los párpados sellados pero había sido desairado por su madre y
temido por la mía: ya se podía morir.” (11) López emplea esta metáfora para hablar
indirectamente sobre lo que sucederá también en el caso del niño protagonista: con la
desaparición de la madre en el futuro – que ya llegó para el narrador protagonista adulto de la
segunda parte – el niño que fue este adulto muere simbólicamente; está traumatizado y es
claramente un hombre quebrado por la pérdida de la madre. Al igual que el pajarito se ve
echado del nido por la madre pájara, el niño se ve abandonado por la madre por causa de la
desaparición. También puede tener la sensación que la militancia de su madre era una tarea
más importante que la maternidad, del mismo modo en que el pájaro prefiere no criar a su
cría.
Como todavía estamos hablando del presagio de las aves que podrían predecir eventos del
futuro, referiremos también a otro sentido en el que López representa al símbolo de las aves,
más específicamente en el capítulo que empieza en la página 51. Una vez cuando el niño
estaba en el campo al sur de la provincia de Buenos Aires con el tío Rodolfo – probablemente
un militante él también ya que desaparece de repente del relato – y dos peones, descubren
algunos pajarracos18.
Uno de los peones tomó su revólver y sin más disparó al ave que murió. A través de esta
escena, López puede tratar la dicotomía entre la civilización y la barbarie, un tema recurrente
en la literatura argentina –menciona el “paisaje gaucho argentino y los paisanos indios” (64) –
y, más importante en nuestro caso, puede hablar sobre el tema de la violencia. El otro peón
tomó un cuchillo para enfilar al pájaro y el niño se preocupaba por ver algunos de los
“familiares” del pájaro que podrían vengarse o para velar “al compañero caído,” (65)
referencia indirecta a la desaparición o muerte de un compañero militante de la izquierda.
Observa que no es así, que el pájaro se queda solo, de la misma manera que los militantes -
como la madre – estaban solos durante el secuestro y su muerte. Lo que sigue es una escena
muy violenta en la que se desentraña al pájaro, que adentro está lleno de lombrices blancas,
parásitos. Como ya sabemos, el régimen totalitario utilizaba la lengua – propaganda con
especial predilección por el eufemismo - para describir a los militantes de la izquierda. El
término “parásitos” se utilizó también para referir a la “suciedad” que se debe eliminar de la
sociedad para restablecer el “orden”: la izquierda. Con el cuchillo, el peón elimina “el mal” o
“la enfermedad” tal como el régimen totalitario utiliza el método de la desaparición para
18 Una especie de pájaros
60
liquidar el “mal” o, pues, a los subversivos. Es casi una referencia médica pero al revés:
utilizan el cuchillo para matar al ave, no para sanar y eso es exactamente lo que hace el
régimen totalitario: emplean estrategias – el secuestro, la tortura, el asesinato - para eliminar
el “mal” y provocar la muerte en vez de, como un verdadero médico, curar. No es la primera
vez que el niño aprende sobre lo que es en realidad un parásito, ya que menciona: “Ahí conocí
a los parásitos que mi madre odiaba y esa fue una imagen que hubiera preferido borrar de mi
mente, una imagen que hubiera preferido no conocer.” (65) El niño piensa que “los ñandués
comen muchas golosinas” (66) visto que esta escena es un recuerdo que sale a la mente
cuando está volviendo con la madre a casa y pasan por un kiosco donde ella compra unas
golosinas para su hijo, algo que normalmente nunca hace: “Mi madre siempre trataba de
mantenerme lejos de las golosinas, decía que lo dulce trae parásitos y que los parásitos son lo
peor de lo peor [...].” (62) Para el niño, eso es una señal de algo grave sucedió puesto que la
madre se comporta extrañamente. La madre odia los parásitos pero es descrita ella misma
como una parásita por el régimen totalitario, lo que parece paradójico.
Otra “paradoja” que parece encarnar la madre es su afición a la limpieza. Como sabemos,
“limpiar” la sociedad del mal es de nuevo un eufemismo para hablar de la liquidación de los
subversivos. Tanto la madre como el régimen totalitario desean “orden”: ella en la higiene
personal pero el régimen totalitario en la “higiene” de la sociedad. A lo largo de la novela,
observamos que la madre realmente está obsesionada por la limpieza, se lava repetidamente la
cara con agua fría para purificarse y el niño la describe cuando está limpiando la casa en
general, una actividad que se describe repetidamente. “A mí también me dieron ganas de
ordenar [...]” (89): el niño adopta la actitud de la madre y el “orden” se instala como un
motivo recurrente en la novela.
El capítulo donde la elipsis de la desaparición se instala es precedido por una escena que
designamos como casi “bíblica-apocalíptica,” cuando el narrador adulto recuerda sus últimas
vacaciones como niño con la madre tan querida en San Antonio de Areco donde van a
acampar.
En primera instancia, explicaremos a qué precisamente nos referimos cuando hablamos del
elemento bíblico y apocalíptico. El mito fundacional del apocalipsis o “la revelación profética
de San Juan” es el último libro en el Nuevo Testamento. En su sentido general, el término
griego refiere a la “revelación” - “la acción de desvelar lo oculto y lo secreto.” (Fabry et al,
12) La desaparición es lo oculto tanto en la historia ligada a la dictadura como en el contenido
61
de nuestra novela, y también en la forma realmente se esconde a través del recurso de la
elipsis. Metafóricamente, el método de la desaparición es desaparecido en toda la novela por
el autor, subrayando así el silencio que le rodea pero al mismo tiempo indica su gran
importancia: a través del no decir, López pone más énfasis.
En las culturas occidentales, se creía que el tiempo pasaba de manera lineal o
“teleológicamente”, es decir: empezando en un cierto punto en la historia hasta el momento
final cuando todo terminará. (Fabry et al, 12) Un día, el mundo antiguo como lo conocemos
será destruido y se revelará las verdades esenciales del mundo y del hombre. (Fabry et al, 12)
Finalmente, Dios se revela como “el Señor de todo”, puesto que él es “Rey de reyes y Señor
de los señores” (Ap. 19, 16): Dios y los suyos triunfarán19.
El apocalipsis predice un acontecimiento destructor para la humanidad que inaugura el fin de
tiempos. Enseguida, la destrucción es seguida por un nuevo mundo, que desgraciadamente es
una felicidad negada dentro de la novela. En paralelo, encontraremos en nuestra escena la
lluvia como presagio del mal, es decir el acontecimiento destructor de la desaparición de la
madre por el régimen totalitario que inaugura simbólicamente el fin del mundo para el niño,
puesto que la pérdida de la madre le convierte en un hombre quebrado para siempre. En el
apocalipsis, en paralelo con en el contexto histórico-político del establecimiento de una
dictadura en Argentina, las fuerzas del mal – el régimen totalitario – vencen a las del bien, en
el Nuevo Testamento descrito como un “gran cataclismo cósmico.” (Fabry et al, 13) En la
novela, este gran cataclismo cósmico es representado por una inundación.
Después de la elipsis de la desaparición, el lector está metido en un mundo “post
apocalíptico”, provocado por la catástrofe de la pérdida de la madre. En el Nuevo Testamento,
el apocalipsis lleva en sí una profecía básica y constante, siendo así que “siempre habrá
persecuciones de los buenos por parte del Mal. Pero el Mal será castigado y los buenos
triunfarán al final. Dios vencerá el Mal.20” Los creyentes del cristianismo tienen el consuelo
que Dios solucionará todo al final si rinden culto al Señor. En el caso de la madre y el niño en
la novela, es imposible tener este apoyo. Una escena central de la novela se dedica a la
celebración de Navidad, pero es más como una distracción del mal que realmente una
conmemoración del nacimiento de Jesucristo. El niño llama a Navidad repetidamente “La
mentira más escandalosa de Occidente” (118) y dice “Ya somos dos contra la Iglesia, mami
19 http://www.homilia.org/preguntash/qapocalipsis.htm 20 http://www.homilia.org/preguntash/qapocalipsis.htm
62
[…] (118) Como en Pequeños combatientes, es obvio por qué los padres no veneran a la
religión católica, visto que la iglesia católica es una de los dos aliados del régimen totalitario.
Es imposible apoyar a la religión de la iglesia católica que ayuda a la dictadura y como
consecuencia ni la madre ni el niño – o el adulto más tarde – pueden usar la religión y Dios
como consuelo para el dolor.
En el mundo moderno del siglo XX – en especial por la posibilidad de catástrofes de la
magnitud de Auschwitz y, más tarde, por la aplicación de otros métodos violentos como la
desaparición en Argentina y la violencia extrema como fenómeno universal – es como si Dios
estuviera ausente. Parece que el final de la civilización ha llegado, lo que es simbolizado en la
novela por la desaparición de la madre que representa la civilización como mujer culta y
educada. La novela cierra con un adulto quebrado y parece que no hay esperanza ni un Dios
en este mundo violento contemporáneo. En la cita siguiente, López muestra tanto su
desaprobación de la religión católica como la permanencia de la ausencia omnipresente
dejada por los desaparecidos en los familiares y, por extensión, una sociedad traumatizada:
No hay ningún hombre nuevo volviendo de entre los muertos. Ni entonces ni hace dos
mil años. Hay una muchacha bella perdida para siempre en el espanto y un quebrado
que se ahoga y no puede distinguir cuál es su recuerdo. (150)
Volvamos ahora a la escena en la que se sitúa lo apocalíptico – la inundación o el diluvio en
términos bíblicos - que indica la desaparición futura de la madre. La lluvia funciona como un
presagio del mal y ya se anuncia al inicio: “Llegamos al camping al mismo tiempo que la
lluvia. Primero fue un olor fuerte que subió desde el piso y después fueron las gotas más
gordas que recuerdo.” (124) Entretanto, la madre está repitiendo constantemente “Que no
llueva”, casi como una súplica para detener la lluvia, aparentemente sabiendo que es un
presagio del mal que desea detener. La lluvia se convierte en una inundación total que
terminará las últimas vacaciones pasadas conjuntamente por la madre y el niño. La lluvia no
hace más que empeorar:
Nos metimos en el quincho, que era un griterío de gente jugando a las cartas, al lado, a
la generala, y nos quedamos solos frente a una de las ventanas, mirando las burbujas
que hacía la lluvia sobre la superficie del río. (124)
63
Al asociar al tío Rodolfo con el río, López indica indirectamente que, este personaje, que
anteriormente ha protagonizado la escena con los ñandúes, ya ha desaparecido – “Yo miraba
la corriente y pensaba en mi tío Rodolfo.” (125) – puede ser que su cuerpo haya sido arrojado
al Río de la Plata durante uno de los vuelos de la muerte ejecutados por el régimen totalitario.
Con la lluvia, López refiere de nuevo a la limpieza21 - práctica que se relaciona con el método
de la desaparición ya que de este modo se “limpia” a la sociedad del mal – y aquí la
inundación “limpia” también:
Y sí, va a llover largo; que llueva de una buena vez y que limpie todo - […] (125)
La fuerza de la inundación destruye tanto la tierra – tiene efectos secundarios para el ambiente
en general – como estropea las vacaciones de la madre y niño: “Creo que nuestras vacaciones
terminaron antes de lo previsto porque apenas se corrían un poco las nubes y aparecía un rato
de sol, una contraofensiva indestructible volvía a llenar el aire de gotas.” (125)
López señala el miedo de la madre ante la “oscuridad” del cielo, metafóricamente hablando
ante la oscuridad que se equivale con el régimen totalitario y su método de la desaparición:
Creo que mi mayor temor era que la lluvia empapara a mi madre, que la hiciera lágrima:
las muchachas muy bellas suelen apesadumbrarse mucho ante un horizonte oscuro.
(125)
Este recuerdo termina con la vuelta a casa y el niño cuenta: “Supongo que con el correr de los
días el otoño nos acostumbró a la normalidad y por eso no recuerdo nada más hasta una tarde
de principios de junio.” (127) Aquí, se encuentra una elipsis de cierto tiempo y también la
elipsis de la desaparición debe situarse aquí, puesto que lo que sigue trata los efectos
secundarios de la violencia de la desaparición que ya hemos discutido en 7.2.
Con la desaparición de la madre en la novela, tratada en sintonía con el apocalipsis en el
Nuevo Testamento, el narrador se distancia del mundo antiguo – es un paraíso perdido. En el
caso del niño, el paraíso perdido son los momentos amorosos entre su madre y él mismo: ella
que le envía postales ficticias del extranjero para educarle, tomar el té y comer budín inglés, el
amor compartido por los libros, sus paseos en Buenos Aires - “[…] Y me llevaba a almorzar a
Bambi o al cine y después tomar el té a Steinhauser o a la Casa Suiza.”(18) o “mi madre me
llevaba bastante seguido al Jardín Botánico.” (21) La constante glorificación de la madre por
21 Ya hemos discutido el tema de limpiar más arriba en cuanto a la obsesión de la madre por la
limpieza.
64
el hijo - “¿Dije ya que mi madre era una muchacha muy bella?” (10) – muestra que para el
niño, la pérdida de la madre equivale al fin del mundo que bíblicamente es efectuado por el
apocalipsis.
El agua como señal de la violencia de la desaparición vuelve a aparecer en la segunda parte de
la novela, pero ahora con referencia al buceo. Podemos interpretar la afición del protagonista
adulto al buceo como un intenso anhelo de encontrar a la madre, de la que se deja entender
que probablemente fue echada al Río de la Plata como método violento para desaparecerla.
Con el buceo, el protagonista quizá pueda volver a encontrar su cuerpo y, por lo tanto, cerrar
el duelo22. En el agua, el protagonista se siente unido con la madre perdida a quien desea
encontrar o quizá incluso salvar:
Adoro bucear, en ese universo todo parece unido. (151)
En el agua - “ese mundo sumergido” (151) – el protagonista se muestra fascinado por
“suspenderse ante el abismo.” (151) La metáfora del abismo se relaciona de nuevo con el fin
del mundo, el apocalipsis en el Nuevo Testamento, que es representado por la muerte de la
madre. Al mismo tiempo, puede referir al abismo interior del protagonista, es decir su
subconsciencia: los sentimientos contradictorios por la ausencia omnipresente de la madre que
le llevan al punto de una depresión. Se siente traumatizado por la pérdida y lo que le duele
sobre todo como adulto es la conciencia de que la madre murió más joven que él: “No puedo
ser el hijo de esa mujer menor que yo ante ese abismo.” (151-152)
Otra metáfora empleada por López, y que se sitúa en la continuación del campo semántico del
agua, es la comparación que se establece entre las sirenas y la madre perdida. La criatura
fabulosa de la sirena es un ser híbrido entre mujer y pez que vive en el mar y engaña a los
navegantes con su gran belleza y la bondad de su canto. La madre, la muchacha muy bella que
también incorpora una hermosura infinita y cuyo cuerpo probablemente se sitúa ahora en el
Río de la Plata23, se equivale con estas figuras legendarias que residen asimismo en el abismo
del mar. En los sueños del niño, recordados por este niño adulto, las sirenas aparecen para
hablar indirectamente sobre la madre.
22 Como hemos visto en 2.2. : una manifestación clave de la violencia estatal: la desaparición;
los familiares del desaparecido no pueden estar de luto por la ausencia del cuerpo que deja al
desaparecido en un estado entre vida y muerte puesto que no hay seguridad sobre su destino
ni evidencia de su muerte. 23 Como ya hemos mencionado, el régimen totalitario organizó los vuelos de la muerte para
desaparecer a los cuerpos de los subversivos en el Río de la Plata.
65
Me despertaron las sirenas de los buques en el agua de la noche. (53)
Las sirenas despiertan al niño durante la noche como el recuerdo de la madre despierta al
adulto en sus pesadillas. López sitúa la elipsis de la desaparición en el momento en que refiere
al tío Rodolfo24 - “Sí el tío se mudó tan lejos que hace tanto que no viene.” (127) – y cuando
remite a la ausencia de las sirenas: “Supongo que hacía mucho tiempo que no escuchaba a las
sirenas en el alta mar de la noche.” (127) Cuenta indirectamente sobre la desaparición de la
madre con una referencia a la ausencia del tío en el plano de la realidad y la ausencia de las
sirenas en los sueños del niño, para que el lector entienda lo que ocurre durante esta elipsis.
De esta manera, López indica que el tío probablemente era también un militante de la
izquierda.
Una última referencia que haremos a la muerte futura de la madre se observa indirecta pues
metafóricamente, cuando madre e hijo visitan el Jardín Botánico en Buenos Aires. El autor
menciona que aquí se sitúan estatuas que “A mi madre se le llenaban los ojos de lágrimas ante
la vista de cada escultura.” (22) La madre es una mujer muy culta que se interesa por el arte
europeo. El niño, rodeado por las esculturas y afectado por la admiración que la madre
profesa hacia ellas, dice que “En medio de tantas Venus me encendía” (23) Dentro del niño,
un deseo sexual se despierta. Desea “Que me eligieran por sobre su belleza eterna. Que me
miraran y volvieran a la vida.” (23) El autor hace un paralelo entre Venus, la diosa del amor y
de la belleza, y la madre amada descrita por el niño como una entidad casi “divina.” Venus es
una metáfora para hablar de la madre puesto que ambas comparten su belleza eterna y un
amor infinito. Además, Venus y la madre comparten un vínculo con el agua: según la
mitología griega, la diosa Venus nació del mar, creciente de la espuma producido por los
genitales del castrado Urano. Como ya hemos señalado repetidamente, la madre - como era el
destino de muchos desaparecidos - probablemente fue echada al Río de la Plata25. De este
modo, el cuerpo de la madre está en el mismo lugar donde el cuerpo de Venus apareció por
primera vez, por lo que se conecta intensamente a las dos figuras. Desgraciadamente, Venus
es una figura mitológica que se encuentra en el Jardín Botánico como estatua, una
reproducción del original europeo. El niño desea que Venus cobre vida, del mismo modo en
que desea que esto suceda con la madre: el narrador adulto que habla sobre la propia infancia
en retro-perspectiva revela su fuerte anhelo de tener una madre todavía viva.
24 Hemos hablado del tío Rodolfo con relación al presagio de las aves y los parásitos. 25 Los vuelos de muerte que fueron organizados por el régimen totalitario para desaparecer a
los subversivos, véase más arriba también.
66
Desafortunadamente, sabemos que la madre está muerta cuando él habla, es decir que la
desaparición ya sucedió. Como la estatua de Venus, la madre está tampoco “ni muerta ni
viva” como el estado de los desaparecidos en general. Terminaremos con una cita que muestra
metafóricamente el deseo de que vuelva la madre expresado por el protagonista a través de
una escena en la que el niño está en la playa con su madre que “desaparece” en el mar:
Ella se daba vuelta o se desvanecía, dejaba de mirarme y desaparecía en el mar, pero al
rato su cabeza de Venus volvía a emerger casi en el mismo lugar, una secuencia que me
convertía en un decidor de salmos, en un rabí ahogado en su murmuración sicótica: que
aparezca, que aparezca, que aparezca. (81)
7.4. El trauma del abandono maternal
La desaparición de la madre provoca un vacío perpetuo en la vida del niño que se extiende
hasta la edad adulta – se instala el trauma de una ausencia omnipresente: la pérdida de la
madre. No obstante, ya antes del trauma del abandono maternal el niño perdió a un pariente,
es decir la ‘desaparición’ del padre quien abandonó su familia. El niño cuenta con respecto a
esta problemática:
Mi madre era una muchacha muy bella y me amaba. Pero no es difícil suponer que de
ser una muchacha bella, enamorada de un hombre increíblemente apuesto que le
proponía romance perpetuo, a convertirse en una madre abandonada hay un largo
trecho. (16)
El padre es la primera ausencia omnipresente en la vida del niño pero a través de la apariencia
se encuentra una conexión entre los dos: “Al contrario de ella yo soy pelirrojo. Mi pelo es una
cantidad infinita y desbocada de esquelas que recuerdan a mi progenitor.” (17) Como la niña
en Pequeños combatientes, el protagonista es pelirrojo. De este modo, el niño se distancia de
la apariencia de la madre y recuerda constantemente al padre perdido. La madre es su
contrario total:
Mi madre era una muchacha bella. Tenía la piel pálida y opaca, hasta podría
aventurarme a decir que azulina, un destello que la hacía única y de una aristocracia
natural, lejana de toda trivialidad mundana. Tenía el piel negro; claro, ya dije que era
67
una muchacha bella, lacio pero pesado y con un diseño de caballera como no creo haber
visto. (9)
De la cita previa podemos deducir fácilmente que este niño adora a la madre, descrita como
un ser casi sobrenatural. No obstante, lo que extraña es que un niño de solo siete años la
describa como “una muchacha muy bella”, al mismo tiempo el título de la novela. Aunque, si
se considera que el niño es una construcción del mismo adulto que todavía tiene veinticinco
años en la segunda parte, parece menos sorprendente: muy probablemente, el adulto ha
sobrepasado la edad de la propia madre cuando murió. Otra explicación se relaciona al hecho
que - debido a la soledad a la que condujo la militancia de la madre y el abandono por el
padre – el niño ha desarrollado un complejo de tipo “Edipo”: está constantemente y casi
solamente en la presencia de su madre. Según este complejo, un hijo siente un amor intenso y
casi incestuoso por la madre y un odio frente al padre26. La presencia de la madre despierta
una atracción sexual:
Sentado en el hueco de mi madre, abrazado por las piernas de esa muchacha bella,
acariciado por sus manos de piel de habas, a merced del aroma dulce y lábil de su pelo
negro, tan cerca de la piel pavorosamente húmeda y sugerente de su cuello […] (115)
Este momento le provoca una erección:
De eso no creo recordar nada, pero el momento tengo una memoria única acerca de la
calidez, la liviandad y la cercanía de un cuerpo palpitante. (115)
A partir de la segunda parte, cuando el niño todavía adulto toma la palabra en el presente, las
consecuencias del estrés postraumático (“post-traumatic stress disorder”), causado por el
trauma del abandono maternal, salen a la superficie. El narrador adulto está convencido que
“No voy a tener hijos.” (133) Dadas las circunstancias personales, no es de sorprender que
teme el papel de padre: nunca tuvo un ejemplo y perdió a la madre amada, un dolor que le
destruye y quizá desee evitar el mismo destino para los propios descendientes27. Al mismo
tiempo, puede ser una manera de llegar a una fase de perlaboración (“working through”) a
través del distanciamiento a la madre:
26 Según la definición de Freud, el complejo de Edipo es “un interés sexual o un amor intenso
del hijo para la madre combinado con odio hacia el padre.”
http://www.woorden.org/woord/oedipuscomplex 27 La pérdida por muerte civil u otra causa que también instala un gran dolor casi insuperable
68
No voy a tener hijos. No sé cómo lo sé, no sé que lo supe tanto, y tal vez el comienzo
del té fue el final de esa certeza: cambio descendencia por rito propio. (133)
Como veremos más adelante en 7.5. , donde explicaremos también la importancia del té que
se menciona en esta cita, el protagonista adulto desea alejarse del dolor de la pérdida y, sobre
todo, crear un espacio propio. No quiere ser un pariente como sus padres actualmente
ausentes. Su vida siempre ha estado dominada por el duelo de la pérdida de los padres y para
diferenciarse de ellos, debe romper la cadena generacional: no será un pariente y como
consecuencia el duelo terminará con su muerte. A pesar de que el protagonista no desea tener
hijos, tiene una relación amorosa con Fabiana. No obstante, veremos que la relación no
funciona muy bien, han descubierto su propia manera de convivir:
Fabiana salió del cuarto lastimada. Era nuestra costumbre, nuestra manera de seguir
juntos. Ella me pescaba y hacía referencia a mi silencio. Yo me enfurecía y nunca le
decía nada. (134)
El protagonista está traumatizado y su reacción durante la fase de “acting out” es el silencio.
Prefiere la soledad de su escritorio en vez de en compaña de su novia. La quiere de verdad -
“No me imagino sin Fabiana. Cogemos bien y resuelve todo.” (134) – pero añade también:
“Pero no la extraño, nunca la extraño.” (135) Reduce la relación a una que es casi solamente
basado al sexo, al instinto bestial sin sentimientos. No se encariña con Fabiana como la
pérdida de la madre ya le ha hecho sufrir tanto que no puede soportar una pérdida más, por
eso ha inventado su propia manera de amar. Para manejar su trauma huye también en libros
ficcionales para “olvidar”:
Me gusta leer porque es un ejercicio brutal de desmemoria: cada frase tacha la anterior,
inscripción tras inscripción tras inscripción. Todas las letras son una letra, un borrón en
el abecedario de manchones. Cada vez que cierro un libro lo olvido. (137)
Por otro lado, la afición a los libros se liga de nuevo a la memoria de la madre. Como
podemos observar durante nuestra lectura, la madre era una mujer culta quien se dedicaba a la
lectura. De este modo, el protagonista imita una costumbre de la madre para conmemorarla.
Relacionaremos este asunto más adelante al ritual del té en 7.5.
Para volver al pasado, el protagonista visita frecuentemente a Elvira, la vecina que tuvieron la
madre y él en su infancia. Es la única persona que conoció también a su madre y con quien
mantiene una relación igual de intensa y afectuosa. Hay más intimidad entre el protagonista y
69
Elvira que entre él y Fabiana. Se puede explicar por el intento desesperado del protagonista de
encontrar a un sustituto de la madre y una conexión con el pasado. También compartieron
mucho tiempo durante la infancia del protagonista, lo que provoca una adoración recíproca.
En el geriátrico, el trauma de la pérdida domina el ambiente entre el protagonista y Elvira:
No hablamos. Supongo que ninguno de los dos quiere echarse a llorar. (139)
El geriátrico también evoca otro recuerdo, un secreto que el protagonista guarda como “Ese
secreto es otra cosa mía” (139), algo de sí mismo. No obstante, de nuevo se encuentra un
enlace entre este recuerdo “secreto” y la memoria de la madre que domina su existencia e
identidad. Un día Desiré, la hermana de Elvira, estaba también en el geriátrico para visitarla.
Ya en la infancia, el niño sentía cierta atracción física por esa mujer de edad parecida a la
madre. Cuando celebraron la Navidad juntos, Elvira invitó a su hermana Desiré en Buenos
Aires y el niño cuenta:
Desiré me sorprendió: no sabía por qué, comparada con las mujeres que yo conocía, esa
mujerona casi rústica me parecía extraordinariamente hermosa. [..] Desiré me parecía
hermosa, una matrona con la geografía estampada, la geografía de un mapamundi que
yo desconocía. (119)
Sigue una larga descripción de Desiré, en la cual el niño expresa su fascinación por ella. De
nuevo, como antes tuvo con la madre, el niño siente un deseo sexual y tiene una erección:
Me tuve que esconder, la tela del pantalón de mi pijama era poco telón para ocultar la
fanfarria que Desiré había desatado en mi entrepierna. [..] Toda la sangre de mi cuerpo
se la disputaban las mejillas y el pito duro, parado, ansioso por salir a mostrarse ante esa
preciosura de hembra navideña. (120)
En la segunda parte; cuando el niño ya es adulto, se vuelve a encontrar con Desiré como ya
hemos dicho y los sentimientos sexuales de la infancia se vuelven a despertar:
Yo vi a la misma mujer, tal vez más vieja, pero era esa misma redondez impertinente.
[..] En todo caso el pudor me tomó a mí, también colorado y con la pija dura al instante.
(140)
70
El protagonista y Desiré toman el té juntos y el deseo sólo aumenta – “Estaba caliente como
nunca. Caliente como esa sola vez, completamente enamorado.” (140) Finalmente, los dos se
acuestan. El deseo sexual del protagonista por Desiré se considera como un gesto que forma
parte del “acting out”: muestra de nuevo el anhelo de volver por la madre a través del
establecimiento de un “amor” con una mujer de edad parecida a ella. Desgraciadamente,
termina en un fracaso, ya que después del acto sexual, el protagonista no se siente mejor en
absoluto: “Una vez en la vereda ya no había nada entre nosotros, nada. Una tristeza enorme,
tal vez.” (142) Su intención desesperada de encontrar de nuevo a un sustituto de la madre ha
fracasado – “No nos vimos más. Desde esa mañana y tras la noche entera del amor más puro
que guardé desde la infancia todo terminó. Haberme aventurado a la selva me dejó más
dolorido de lo que podía recordar.” (143) El protagonista todavía no puede manejar y procesar
la pérdida de la madre, el vacío en su vida, la “muchacha muy bella” a la que nadie puede
reemplazar.
7.5. El recuerdo a la infancia del protagonista adulto
López presenta al narrador adulto como un hombre quebrado, alguien que se siente destruido
por la violencia del Estado, sobre todo por la desaparición de la madre, y como consecuencia
del dolor es atormentado por la imposibilidad de construir una vida “normal”. A través de la
memoria, el adulto de la segunda parte reconstruye fragmentos de la propia infancia que se
ofrece en la primera parte. La pérdida de la madre incita al adulto a volver nostálgicamente al
pasado compartido con ella para revivir el amor incondicional.
Como ya hemos mencionado en 4.3.28 , los hijos de desaparecidos se sirven de objetos
mediadores para establecer una conexión afectiva con los padres desaparecidos. Hemos
señalado la gran importancia de la fotografía. El adulto emplea una foto para regresar al
pasado: “Una foto en la que el viento vuela el espeso pelo negro de esa muchacha de piel
pálida y hace de su cara un gesto difícil de entrever.” (152) En la foto el adulto contempla a sí
mismo como niño pero, lo que es aún más importante, la foto refleja la hermosura de la madre
perdida. Recuerda en detalle el tiempo y el espacio, o sea las circunstancias en las que se sacó
esta foto pero sobre todo estimula el resurgimiento del amor para la madre. La foto es un
medio que posibilita recordar con más facilidad el pasado y la aparición de esta muchacha 28 4.3.: la crisis de memoria
71
muy bella. A través de la foto, se estimula de nuevo la conexión íntima entre una madre y su
hijo, perdida para siempre.
La foto se encuentra en el escritorio del adulto donde se refugia casi todo el tiempo. Al lado
de esta foto enmarcada, “hay poca cosa y el té heredado.” (149) El té también se relaciona
afectivamente con la conmemoración de la madre desaparecida:
En el platito de la taza había un saquito de té usado y esa imagen, las manos de Elvira,
la taza, las galletitas, el mismo saquito, me trajeron la película completa: recordé que a
mi madre, cuando estaba en casa, le gustaba tomar su té oscuro, casi hirviendo, con
azúcar, cortado con leche fría. Mi té no era mío, mi té nunca fue mío. Yo era solamente
un hijo, nada más, un hijo. (145)
La segunda parte, que empieza después de una elipsis de unos dieciocho años, abre con una
referencia directa al té y a la manera de tomarlo: “En mi escritorio hay poca cosa y al lado una
taza de té. Hebras de una lata “earl grey” cuando es posible. Negro.” (131)
Inconscientemente, el adulto bebe su té de la misma manera que la madre y de este modo no
puede considerarlo como una costumbre suya, no es un atributo original de su personalidad.
En la primera parte durante la infancia, el niño nos cuenta que: “Si estábamos en casa a mi
madre le encantaba el té bien negro, con el agua bien caliente pero no hirviendo, con una
cucharada gorda de azúcar, con un chorrito de leche cruda y fría.” (109) En realidad, la
primera parte está llena de referencias a la afición de la madre por el té negro y,
paralelamente, en la segunda parte se encuentran muchas alusiones a la imitación por el adulto
de la madre en su preferencia del té, quizá como una manera de mantener viva su memoria.
A eso se añade que se observa un fenómeno similar con respecto a la lectura y el amor por los
libros, de nuevo una afición compartida entre madre e hijo como manera de conmemoración,
un hecho que ya hemos mencionado en 7.4. Del pasaje antes citado en la página 145 se ha
desprendido el fuerte anhelo del adulto por encontrar un espacio propio, una costumbre suya,
una manera para alejarse de cierta manera de la madre. Desea construir su propia identidad en
la que se sitúan elementos propios y originales que le convierten en una persona quien es más
que “[...] solamente un hijo, nada más, un hijo.” (145) En la cita que sigue, se refiere también
al dolor de los familiares con respecto a sus sentimientos de inseguridad acerca del estado del
desaparecido, ni vivo ni muerto, hecho al que hemos aludido en 2.2. :
72
No quiero ser el hijo de ese cuerpo en los días entre el secuestro y el final. No lo
aguanto, no lo puedo llevar en mí, no puedo haber sobrevivido a esa muchacha bella y
saber todo lo que no sé. (151)
Con el recuerdo a la infancia del protagonista adulto, se revalúa la conexión íntima entre
madre e hijo, pero al mismo tiempo el adulto se da cuenta de que la ausencia omnipresente de
la madre no debe dominar su vida para siempre. Además, su identidad no debe limitarse a la
condición de ser solo un hijo de una madre desaparecida por el régimen totalitario en
Argentina en los años setenta, ser solo alguien que pertenece a la colectividad de los hijos de
padres desaparecidos en la sociedad en general. Por lo tanto, para construir un marco propio y
para alejarse de la madre perdida, como método de “working through”, el protagonista se
dedica a la actividad de la escritura.
73
8. Conclusión
En esta tesina, hemos intentado responder dos grandes preguntas de investigación: por una
parte, hemos discutido la figura retórica de la elipsis y la (no) representación de la violencia
que efectúa en el discurso de dos novelas postdictatoriales argentinas, Pequeños combatientes
de Raquel Robles y Una muchacha muy bella de Julián López. A continuación, hemos
señalado dónde y cómo se encuentran estrategias de compensación de la elipsis de la
desaparición dentro de la ficción. Por otra parte, hemos hablado de las múltiples crisis de los
hijos de desaparecidos, es decir el trauma, la crisis de la identidad y la crisis de la memoria,
que los afecta en la vida real y también en la ficción donde toman protagonismo.
En suma, hemos tratado el tema de la violencia y sus efectos tanto en la realidad, en la historia
de Argentina y en la vida de los hijos de desaparecidos, como en la ficción de autores
contemporáneos argentinos pertenecientes a la segunda generación. Resulta que la expresión
de la violencia es imposible y que los autores insertan una elipsis para tratar la escena más
violenta: el secuestro de los padres.
De nuestra investigación podemos concluir que el pasado colectivo de Argentina, es decir la
última dictadura militar de 1976-1983, ha dejado heridas profundas en sus ciudadanos tanto al
nivel colectivo como personal. Hemos visto que en el período postdictatorial la tarea de
recordar el pasado y castigar a los culpables ha resultado ser un proceso largo y difícil.
La segunda generación, aquellos que solo eran niños o aquellos que no han vivido la dictadura
en carne propia, sufren las consecuencias dolorosas en el presente: el trauma, la crisis de
identidad y la crisis de memoria marcan su existencia. La literatura en la que estos hijos de
desaparecidos toman protagonismo se ve dominada por estas problemáticas, lo que se refleja
tanto en el contenido como en la forma, también en las dos novelas que han constituido
nuestro corpus.
Tanto en el caso de Pequeños combatientes como en el de Una muchacha muy bella, se trata
de niños protagonistas/narradores que han perdido a los padres militantes (o a una pariente) de
orientación izquierdista por causa de la desaparición efectuada por los militares de una
dictadura derechista. En el caso de Robles, al contrario de López, se trata de una obra
autoficcional porque mezcla elementos autobiográficos con la ficción. López solo es hijo de
una madre que murió de muerte civil pero comparte con Robles el hecho de que ha vivido su
infancia en dictadura. Por eso, ambos autores toman la época de la última dictadura militar en
Argentina como proscenio pero presentan una perspectiva de “puertas adentro” o sea, son
74
historias personales e íntimas dedicadas a la narración de lo cotidiano, lo banal en vez de la
militancia de los padres y la violencia en general. Evoca la infancia vivida en dictadura y, lo
que es aún más importante, la relación afectiva perdida entre (una) pariente(s) y un(a) hijo/a
toma protagonismo desde la construcción de una voz infantil por un autor adulto.
En Pequeños combatientes, Robles nos presenta una niña parcialmente basada en su propia
persona. La desaparición de sus padres no se cuenta – es la elipsis – pero al mismo tiempo la
historia es dominada por la desaparición en todas sus formas posibles: la despedida, la
pérdida, la muerte o su actitud como “pequeña combatiente” que impide la “aparición” de
nuevas personas en su vida. La estrategia textual compensatoria principal para llenar la elipsis
es el uso de la figura retórica de la metonimia, que descansa en el principio de contigüidad.
Robles evita hablar de la violencia pero resulta inevitable: la niña es confrontada con la
violencia por causa de su identidad: en primer lugar su actitud extraña como pequeña
combatiente pero también por el hecho de que no tiene religión y por su apariencia distinta.
Este conjunto de factores conduce la niña a la soledad. A lo largo de la novela, la niña
enfrenta también problemas con la memoria puesto que se trata de una memoria traumática.
Aunque no admite la pérdida de los padres, sufre las consecuencias de su ausencia. Es solo al
final del libro que reconoce su muerte pero entretanto intenta reprimir su trauma, lo que
resulta imposible visto que casi todo recuerda la niña a los padres perdidos. A través de
relatos de terceros – la amiga de los padres – objetos mediadores – el libro de cuentos – y la
imaginación, mantiene una relación afectuosa con los padres ausentes.
En conclusión, la omnipresencia de la desaparición, la violencia contra la niña en general por
su identidad y los efectos de la violencia como es el trauma reprimido de la muerte de los
padres, muestran la imposibilidad de escapar en la ficción que es dominada por ellas. La
literatura es un medio que normalmente ofrece segundas oportunidades pero en este caso ha
fracasado. Tal como en la realidad, los hijos de desaparecidos deben confrontar la violencia y
sus efectos. La única oportunidad que la escritura de esta novela para la autora puede ofrecer
es que ayuda a procesar el trauma personal.
En Una muchacha muy bella, López presenta también al lector un hijo de una desaparecida
aunque no es un elemento autobiográfico. La elipsis de la desaparición se encuentra entre el
pasado y el presente o el niño y el adulto. Del mismo modo que en Pequeños combatientes, se
muestra la imposibilidad de evadir la desaparición a través de la figura retórica de la elipsis
puesto que el libro está lleno de referencias al evento. Observamos que los términos
empleados por el régimen totalitario para describir a los militantes de la izquierda surgen en el
75
discurso. De este modo, López establece una conexión entre el vocabulario del régimen
totalitario y los personajes que aparecen en la ficción. Hemos señalado también la dimensión
bíblica-apocalíptica escondida en el discurso para relacionar la pérdida de la madre con el fin
del mundo, el amor entre madre e hijo como un paraíso perdido. La madre incorpora una
dimensión mitológica a través de las comparaciones metafóricas hechas por el narrador, con
Venus y las sirenas.
Puesto que se trata de una novela en la que un hijo de una desaparecida toma protagonismo,
volvemos a encontrar temas como la crisis de identidad, la crisis de memoria y el trauma del
abandono maternal. En especial la relación íntima entre la madre perdida y el niño recibe
mucha atención, lo que indica que el trauma dejado por la violencia es muy profundo y casi
insuperable. La búsqueda del protagonista adulto por un sustituto de madre controla la
narración a partir de la segunda parte, a través de la conexión íntima que guarda con su
antigua vecina Elvira y la unión sexual establecida con Desiré. Tanto la crisis de memoria
como la crisis de identidad se establecen a causa del vacío que ha dejado la madre. El uso de
la foto familiar, la afición por la lectura y la costumbre de tomar el té “bien negro” despiertan
sentimientos nostálgicos en el protagonista puesto que todos remiten a la madre perdida. La
memoria de la infancia con la madre amada atormenta su existencia y marca la identidad para
siempre como “hijo de una madre desaparecida.” Lucha contra la restricción de ser solamente
este hijo y establece para sí mismo un lugar propio a través de la escritura, en donde su
identidad puede ser completamente suya y original. Podemos concluir que su intento de
distanciarse de la memoria de la madre y escapar de la influencia del pasado traumático en su
identidad del presente son ambas tareas problemáticas que fracasan.
De nuevo, tal como en Pequeños combatientes, la ficción tampoco puede escaparse de la
violencia, ni en el contenido ni en la forma. La expresión de la violencia a través de la elipsis
no impide la omnipresencia de referencias a la desaparición y tampoco “desaparecen” de esta
manera sus efectos como el trauma, la crisis de identidad y la crisis de memoria.
Al contrario, son las temáticas que dominan la narración por completo en ambas novelas.
76
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