Con frecuencia podemos escuchar que se habla de ganar el
jubileo. Pero en realidad se trata de celebrar, ms que de ganar:
celebrar que deseamos ser mejores, que vamos a poner medios, siendo
menos egostas y ms generosos, menos tibios y ms ardientes en la fe,
que vamos a restaurar nuestra mente y nuestro corazn, la familia,
nuestra Ciudad, nuestra Dicesis, de modo que vamos a hacer un mundo
mejor y por qu no! Un corazn con una buena confesin.
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Camino, conversin, eucarista y oracin por el Papa son cuatro
piedras de este AO SANTO QUE NOS LLEVAR AL ENCUENTRO CON NUESTRA
SEORA DE LA SOLEDAD y, por lo tanto, hacia SU HIJO JESUS, SALVADOR
Y SEOR NUESTRO.
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Esto es muy difcil conseguirlo individualmente. Por eso
necesitamos la ayuda de Dios, acercarnos a l; el Ao Jubilar es una
buena ocasin para tratar a Dios de t a t, como deca Santa
Teresa.
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Necesitamos tambin la ayuda de los dems. Por eso es un medio
muy favorable y eficaz en todo Ao Jubilar, la peregrinacin en grupo
o comunidad al lugar sagrado de cada Ao Jubilar, marcado de modo
especial e institucionalizado por la Iglesia diocesana; en este
caso el templo de Nuestra Seora de la Soledad en Irapuato tiene su
altar.
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Suele acostumbrarse hacer la peregrinacin a pie al lugar de
referencia jubilar. Afrontar dificultades enriquece la experiencia
de la llegada y compartirlas con otros peregrinos todava mucho ms.
El caminar es una experiencia de encuentro consigo mismo, tanto si
es en silencio como si es en compaa. Al fin y al cabo, peregrinos
somos y en el camino nos encontramos. Tiene su encanto y una
significacin propia nica para quien lo realiza.
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Seguramente hemos o do la palabra indulgencias, entendiendo por
tal una especie de gracia o favor que se vincula al cumplimiento de
una acci n piadosa: el rezo de alguna oraci n, la visita a un
santuario o a otro lugar sagrado, etc.
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Tambi n al o r la palabra indulgencias vienen a nuestra memoria
las disputas entre Lutero y la Iglesia de Roma, y las cr ticas
subsiguientes de los otros reformadores del siglo XVI.
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La indulgencia es, pues, algo que se nos concede, benignamente,
en nuestro favor. El verbo indulgeo significa ser indulgente y
tambin conceder. La etimologa latina de la palabra puede ayudarnos
a situarnos en una pista correcta. PERO, QU SON LAS
INDULGENCIAS?
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El Catecismo de la Iglesia Cat lica nos proporciona, con
palabras de Pablo VI, una definici n m s precisa: La indulgencia es
la remisi n ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya
perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y
cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediaci n de la
Iglesia, la cual, como administradora de la redenci n, distribuye y
aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de
los santos (CEC 1471).
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La definici n, exacta y densa, relaciona tres realidades: la
remisi n o el perd n, el pecado, y la Iglesia. La indulgencia
consiste en una forma de perd n que el fiel obtiene en relaci n con
sus pecados por la mediaci n de la Iglesia.
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QU ES LO QUE SE PERDONA CON LA INDULGENCIA? Pero, seg n la
doctrina cat lica, el pecado entra a una doble consecuencia: lleva
consigo una pena eterna y una pena temporal . No se perdonan los
pecados, ya que el medio ordinario mediante el cual el fiel recibe
de Dios el perd n de sus pecados es el sacramento de la penitencia
(cf Catecismo, 1486).
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QU ES LA PENA ETERNA? Es la privaci n de la comuni n con Dios.
El que peca mortalmente pierde la amistad con Dios, priv ndose, si
no se arrepiente y acude al sacramento de la penitencia, de la uni
n con l para siempre.
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Pero aunque el perd n del pecado por el sacramento de la
Penitencia entra a la remisi n de la pena eterna, subsiste a n la
llamada pena temporal . Esta pena ha de purgarse en esta vida o en
la otra (en el purgatorio), para que el fiel cristiano quede libre
de los rastros que el pecado ha dejado en su vida. La pena temporal
es el sufrimiento que comporta la purificaci n del desorden
introducido en el hombre por el pecado.
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Podemos poner una comparaci n. Imaginemos una intervenci n quir
rgica: un trasplante de coraz n, por ejemplo. Pero, cuando ya la
operaci n ha concluido exitosamente, e incluso cuando est ya fuera
de peligro, subsiste la necesidad de una total recuperaci n. El
nuevo coraz n salva la vida del paciente. Se ve as liberado el
enfermo de una muerte segura.
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Pues de igual modo, el pecador que ha sido perdonado de sus
culpas, aunque est salvado; es decir, liberado de la pena eterna
merecida por sus pecados, tiene a n que reestablecerse por
completo, sanando las consecuencias del pecado; es decir,
purificando las penas temporales merecidas por l. Es preciso sanar
las heridas que el mal funcionamiento del coraz n anterior y la
misma intervenci n han causado en el organismo.
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La indulgencia es como un indulto, un perd n gratuito, de estas
penas temporales. Es como si, tras la intervenci n quir rgica y el
trasplante del nuevo coraz n, se cerrasen de pronto todas las
heridas y el paciente se recuperase de una manera r pida y
sencilla, ayudado por el cari o de quienes lo cuidan, la atenci n
esmerada que recibe y la eficacia curativa de las medicinas.
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La Iglesia no es la autora, pero s la mediadora del perd n. Del
perd n de los pecados y del perd n de las penas temporales que
entra an los pecados. Con la concesi n de indulgencias, la Iglesia
reparte entre los fieles la medicina eficaz de los m ritos de
Cristo nuestro Se or, ofrecidos por la humanidad. Por el sacramento
de la Penitencia, la Iglesia sirve de mediadora a Cristo el Se or
que dice al penitente: Yo te absuelvo de tus pecados .
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Y en ese tesoro precioso de los m ritos de Cristo est n
incluidos tambi n, porque el Se or los posibilita y hace suyos, las
buenas obras de la Virgen Sant sima y de los santos. Ellos, los
santos, son los enfermeros que vuelcan sus cuidados en el hombre da
ado por el pecado, para que pueda recuperarse pronto de las marcas
dejadas por las heridas.
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TIENE SENTIDO HABLAR HOY DE LAS INDULGENCIAS? l no s lo perdona
nuestras culpas, sino que tambi n, a trav s de su Iglesia, difunde
sobre nuestras heridas el b lsamo curativo de sus m ritos infinitos
y la desbordante caridad de los santos. Claro que s , porque tiene
sentido proclamar las maravillas del amor de Dios manifestado en
Cristo que acoge a cada hombre, por el ministerio de la Iglesia,
para decirle, como le dijo al paral tico: Tus pecados est n
perdonados, coge tu camilla y echa a andar .