Curso 2012-2013
HISTORIA Y GESTIÓN DEL PATRIMONIO ARTÍSTICO | ANA FLORES
SALVADOR
DALÍ LA APOTEOSIS DEL DÓLAR.
LA APOTEOSIS DEL DÓLAR.
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ÍNDICE
o Introducción. ___________________________________________3
o Dalí y su producción. ____________________________________3
o Descripción de La apoteosis del dólar, e influencias en términos
artísticos.______________________________________________6
o Contexto de la obra. _____________________________________8
o Significación de la obra (intención). _________________________8
o Crítica. _______________________________________________9
o Restauración y conservación. _____________________________10
o Bibliografía.
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Lo que se ha pretendido conseguir en este trabajo es una investigación
en los cambios de valoración de una obra y el análisis de esta, en este caso
sobre La apoteosis del dólar de Salvador Dalí.
Nuestro trabajo ha consistido básicamente en reunir toda la información
posible: de diferentes bibliotecas, en las que hemos consultado libros
relacionados con el tema, así como también hemos consultado algunas
páginas webs, todo ello lo detallaremos en la bibliografía.
Comenzaremos tratando de manera general vida y obra de Salvador
Dalí, continuaremos con la descripción de la obra elegida: La apoteosis del
dólar, y en este mismo apartado se tratarán las influencias en términos
artísticos. Además, trataremos de manera concisa el contexto de la obra y con
ello, cuál era la posible intención de Salvador Dalí al producir La apoteosis del
dólar. También, hemos creído conveniente plasmar algunas de las opiniones
que hemos leído acerca de la obra. Y para finalizar nuestra exposición, se
abarcará la restauración y conservación de La apoteosis del dólar.
Salvador Dalí es una de las personalidades más controvertidas del
mundo del arte. Vida y obra se confunden y complementan en Dalí aún antes
de nacer el 11 de Mayo de 1904 en Figueres. El nombre de Salvador es el
mismo que llevaba su hermano, fallecido pocos años antes. Este hecho tendría
importancia en su vida, fomentando con su excentricidad una personalidad ya
de por sí inestable.
Dalí se inició en la pintura a los diez años, cuando conoció la obra de
Ramón Pitxot, pintor influido por el Impresionismo y Postimpresionismo
(franceses) y amigo de la familia. De 1917 datan sus primeras obras (como, La
abuela Ana cosiendo), que delatan esta influencia y la maestría de Dalí cuando
todavía era un niño.
Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Madrid donde obtuvo una
formación clásica. En esta etapa madrileña, se alojó en la residencia de
estudiantes donde convivió con destacadas personalidades como Federico
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García Lorca, Alberti o Luis Buñuel (1922) con los que entabló una gran
amistad. En 1925 pintó La joven de espaldas y La joven de la ventana. Fue
expulsado de la escuela en 1926 por afirmar que no había nadie en
condiciones para examinarle, él sabía más que los profesores.
La primera gran aportación de Dalí a la pintura la encontramos en el año
1926 cuando abandonó el Cubismo. Recurrió al registro de la pintura
tradicional, a la vez que sintió el gusto por las imágenes dobles o invisibles, es
decir, aquellas que pueden leerse de manera distinta según como se las mire.
Su pintura integra las influencias de muchos estilos artísticos, desde el
academicismo clásico a las vanguardias más rompedoras. Sus influencias
clásicas van desde Rafael, Zurbarán, Vermeer a Velázquez.
Dalí fue el primer artista que entendió que para triunfar además de
pintar, necesitaba ser popular y crear elementos identificativos propios. Un
ejemplo de ello es su extravagante bigote que se convirtió en un icono de sí
mismo.
En 1929 viajó a París convirtiéndose en el miembro más escandaloso
del grupo de los surrealistas. El grupo exigía a sus miembros renunciar
públicamente a su pasado, amigos y familia, lo que Dalí hizo artísticamente en
un dibujo de un “sagrado corazón de Jesucristo” expuesto en París, que
mostraba una inscripción en la que se leía: “en ocasiones, escupo en el retrato
de mi madre para entretenerme”; lo que evidentemente le ganó la aceptación
del grupo y el rechazo absoluto de su familia al mismo tiempo.
El 1929 fue su mejor año, en el que pintó La primavera y El gran
masturbador. Es una obra en las que podemos observar las obsesiones
persistentes (de acuerdo con Freud) en la vida del pintor, como el sexo, la
muerte, el amor, el tiempo y la opresión de la vida moral tradicional. Sus
cuadros son limpios, ordenados, luminosos y divertidos, como el propio Dalí.
En 1934 André Bretón expulsó a Dalí del grupo de los surrealistas por su
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interés por el dinero y por la posición incierta en la cuestión de las relaciones
entre el arte y el activismo político, acusándolo de defender lo “nuevo” e
“irracional” del fenómeno hitleriano. A lo que Dalí respondió: “no pueden
expulsarme; el surrealismo soy yo”. Él insistía en que el surrealismo podía
existir en un contexto apolítico. En 1939 Bretón hizo un anagrama con su
nombre AVIDA DOLLARS mofándose de su interés por el dinero. Por su parte,
Dalí no dudaba en escandalizar tanto a la burguesía como a la izquierda
intelectual.
Dalí creó el método paranoico-crítico con el fin de potenciar la
imaginación y despertar las facultades alucinatorias del espíritu. Él lo definiría
como “un medio espontáneo de conocimiento irracional basado en la
asociación crítico-interpretativa de fenómenos delirantes”.
Bajo el personaje irritable y excéntrico construido por Dalí, hay que
aprender a encontrar a un artista de inteligencia brillante y extensa cultura, que
siempre concibió su pintura como un modo de conocimiento.
En este proceso de creación y consolidación de su genio, tendría mucho
que ver su esposa Gala cuya relación comenzó en 1928, en Cadaqués, cuando
todavía ella estaba casada con el poeta Paul Eluard. Gala será su permanente
compañera, modelo y musa a la manera obsesiva que era propia de Dalí.
En París Dalí participó con Luis Buñuel en dos filmes surrealistas: El
perro andaluz (1928) y La edad de oro (1930), un reflejo de lo más profundo y
oscuro del inconsciente de ambos.
Su estilo es absolutamente figurativo. Dalí era un gran dibujante y poseía
una extraordinaria habilidad para llevar al lienzo las formas más extrañas con
una gran técnica y habilidad.
En 1937 viajó a Italia donde estudió el arte del Renacimiento y del
Barroco. Este viaje acabó en 1939 y dio lugar al comienzo de su etapa católica.
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Poco después, en 1940 Dalí cambió el registro francés por el
norteamericano. Triunfó y ganó dinero en este país vendiendo cuadros. El
mundo de la propaganda era habitual en los Estados Unidos y Dalí supo
aprovecharlo dando rienda suelta a su imaginación. Allí diseñó anuncios (por
ej. Vogue) e incluso colaboró con Walt Disney para una película surrealista.
En 1948 volvió a Cataluña cuando España estaba bajo el dominio
franquista y se convirtió al catolicismo, llevándolo hasta el extremo,
convirtiéndolo así en "catolicismo surrealista". Desde ese momento comenzó a
interesarse por temas religiosos y austeros manteniéndose en su línea
surrealista.
Encontramos obras como la Madonna de Port Lligat, Cristo de San Juan
de la Cruz, La última cena y El sueño de Cristóbal Colón.
El logro más importante de Salvador Dalí fue convencer a todos de que
estaba realmente loco. Una de sus mejores obras fue la imagen que daba de sí
mismo a la sociedad, que lo admiraba con una paradójica relación de
aceptación y rechazo. No veía a los demás como sus iguales y se divertía
manipulando sus emociones.
El vínculo con Gala iba más allá de lo humano, y Salvador no pudo
soportar su pérdida en 1982 y desde entonces simplemente se dedicó a morir.
En 1983 pintó su último cuadro La cola de la golondrina. Finalmente, el 23 de
Enero de 1989, oyendo su disco favorito Tritán e Isolda, de Wagner, murió.
Nosotros nos vamos a centrar en la obra La apoteosis del dólar, obra
que nos interesa por las influencias artísticas que presenta, la intencionalidad
de Dalí con dicha obra, y su restauración aún siendo una obra "joven", así
como su conservación.
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Como ya sabemos, La Apoteosis del dólar, es una obra de Salvador
Dalí, obra que se realizó en el año 1965. Se trata de un óleo sobre tela, de 300
x 400 cm, y que actualmente se encuentra en el Teatro-Museo Dalí.
Esta obra acoge sistemáticamente algunas de las experiencias artísticas
de obras anteriores. No es necesario señalar que lo clásico en esta obra está
muy presente, así es en el perfil de la figura de la escultura situada en la parte
izquierda del cuadro, donde también algunos historiadores del arte sitúan la
figura de Marcel Duchamp disfrazado de Luis XIV (figura que se esconde
detrás de dos líneas curvas), en la figura de Mercurio o Hermes (parecido al de
Praxíteles) que se esconde entre las curvas del centro, que a su vez recuerdan
al símbolo del dólar. En los últimos planos del lienzo, se puede observar
escenas bélicas o de batalla, aquí es donde podemos señalar la influencia de
Meissonnier, quien se especializó en las grandes composiciones bélicas.
Al mismo tiempo, Dalí muestra su conocimiento de la pintura
contemporánea de su tiempo. Para ello, aplica algunos recursos del Op-art,
sobre todo en la parte central del cuadro, donde se suceden las curvas
barrocas del signo del dólar, que pueden llegar a confundir al espectador,
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haciéndole dudar de la dirección de esas líneas.
Además, queremos añadir esa doble manera de tratar los grupos
pictóricos, es decir, hay grupos más definidos por el dibujo, los cuales llegan a
un grado de conclusión importante, en cambio, en la misma obra también
encontramos grupos vaporosos (como los ejércitos), que incluso parecen
apariciones espectrales.
No podemos olvidarnos de la presencia de la propia consciencia como
pintor. Y es que en la parte derecha del cuadro, Dalí aparece autorretratado de
espaldas disfrazado de Velázquez (hace alusión al cuadro de Las meninas),
pintando a Gala, a una Gala convertida en Venus.
Antoni Pitxot, artista surrealista y amigo de Dalí, definió la obra como: “la
plenitud y al mismo tiempo la recopilación de toda una vida de artista”.
Como ya hemos dicho más arriba, en 1939, Bretón acuñó el anagrama
despectivo Avida Dollars, para criticar la pasión de Dalí por el dinero. En
aquellos tiempos sonaba a crítica, y es que Dalí acaparó grandes sumas de
dinero, hasta el final de su vida. Esta obra, La apoteosis del dólar, aunque más
tardía (1965), parece ser una respuesta a dicho anagrama.
Dalí se inició en 1939 en la etapa católica (mismo año en el que Bretón
le dedica dicho anagrama) y que cambió de registro en 1948, cuando volvió a
una Cataluña bajo el dominio franquista, etapa a la que nosotros hemos
denominado a su pintura como “catolicismo surrealista”; pero La apoteosis del
dólar no formaría parte de este tipo de pinturas, sino sería más bien, una
recopilación de técnicas e influencias artísticas asimiladas con el paso de los
años. Y es quizás, y a nuestro juicio, una respuesta clara a André Breton: y es
que a pesar de su pasión por el dinero, Dalí era un hombre culto y muy virtuoso
a la hora de plasmar sus ideas racionales y oníricas, esta podría ser la
intención de Dalí al realizar La apoteosis del dólar.
En las siguientes líneas plasmaremos algunas de las opiniones acerca
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de La apoteosis del dólar:
Se dice de Salvador Dalí que tenía una pasión apropiacionista o
citacionista, es decir, que toma como modelo la “cita bibliográfica”, y
posiblemente esta obra sea una muestra de ello, y es que, como ya se ha
indicado, surge como respuesta a las palabras de Bretón hacia Dalí1.
Craig Owens nos dice que esta obra tiene una estructura alegórica: un
texto se lee a través de otro, por fragmentaria, intermitente o caótica que pueda
ser su relación, y eso es lo que ocurre en esta pintura de Dalí. Además, añade
que la imaginería alegórica es siempre una imaginería usurpada: el alegorista
no inventa las imágenes, las confisca. Y en sus manos la imagen se transforma
en otra cosa. Y en lugar de establecer su significado original, el cual pudiera
haberse extraviado u oscurecido (la alegoría no es hermenéutica), más bien lo
que hace es añadir otro significado a la imagen, suplantando el significado
antecedente. En esta obra Dalí mira atrás, glorifica el Clasicismo, el Barroco, el
Pompier y Duchamp, en un intento de reorganizar la pintura a partir de la
historia del arte pre-moderno.
Angel Rodriguez Kauth opinó lo siguiente:
Gestos y conductas que le servían a Dalí “(…) para ganar espacio entre el
público, a la vez que con el objetivo nada secreto de acrecentar sus faltriqueras
siempre ávidas de ganar más y mayores cantidades de dinero. Estas posturas
escandalosamente materialistas condujeron a sus ex amigos surrealistas a
definirlo más que como a un pintor -lo cual era inexacto, ya que sin dudas era
un pintor- como a una empresa de publicidad puesta a su servicio.
Posiblemente haya sido en su enorme lienzo “La apoteosis del dólar” (1965) en
donde se encuentra una de sus contradicciones ideológicas más notables, ya
que por un lado puede vérselo como una apología del capitalismo, a la par que
en muchos nos ha permitido observarlo como algo semejante a una crítica sutil
y mordaz al sistema capitalista”.
Y Jaime Repollés con motivo del centenario del nacimiento de Dalí
revisó la relación del surrealista catalán con Duchamp: “Salvador Dalí en el
1 CIRLOT, L. et al. (2005),
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acto de pintar a Gala en la apoteosis del dólar, en el cual se puede percibir
también a la izquierda a Marcel Duchamp disfrazado de Luis XIV, detrás de una
cortina estilo Vermeer que no es sino el rostro invisible aunque monumental del
Hermes de Praxíteles es todo un manifiesto de su relación con la historia, la
crítica y el dinero. Salvador Dalí o Avida Dollars, mote puesto por Bretón tras su
expulsión del Surrealismo, combinó siempre la ironía nihilista de la vanguardia
con el saber aristócrata de la pintura. Un pintor de caballete, un asalariado de
la pintura, que no siente en absoluto los arrebatos místicos, las apoteosis de
sus anacrónicas representaciones, pinta al pomposo emperador de lo banal
Marcel Duchamp -genialmente asociado a Luis XIV- con la maestría de
Vermeer. Toda la obra de Dalí, seguramente motivado por la codicia de Gala,
es una apoteosis del dólar, un guiño duchampiano a la banalización del arte
casi tan destructivo como el urinario. Si además toda esta cínica demostración
de habilidad narrativa y desplante estético tiene la forma de un Hermes
praxiteliano, la cumbre del clasicismo, entonces se trata de una obra de arte,
de un lingote de oro, o de un cheque en blanco...”
Pero no todas las críticas son negativas, Alberto Cousté plasmó esto:
“La polémica sobre Salvador Dalí, de todos modos, le sobrevive y le
sobrevivirá. Aunque no hiciesen intervenir en ella los argumentos éticos que
con frecuencia la desnaturalizan, la agresiva propuesta de su obra y su vida
seguirá siendo una provocación perdurable”
Según hemos podido leer en el artículo “La conservación de la Obra de
Salvador Dalí: problemas y soluciones” publicado por la Fundación Gala-
Salvador Dalí, donde la conservadora-restauradora Georgina Berini exponía
algunas de las ideas que se tratan a continuación antes de adentrarnos en la
restauración particular de la obra La apoteosis del dólar, así como su
conservación.
“La conservación de la obra de Salvador Dalí, que es una de las más
variadas, intensas y extensas del siglo XX, presenta unos problemas peculiares
derivados de la multiplicidad de los recursos de expresión del artista así como
de la influencia de ciertos factores de degradación que afectan a los materiales
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que la componen”.
Es frecuente asociar conservación y restauración con las antigüedades,
con el arte del pasado, y es complicado entender que una obra de un artista,
relativamente actual, como Dalí, necesite restauración. Y es que las
vanguardias también envejecen.
“El Departamento de Conservación y Restauración (DCR) de la
Fundación Gala-Salvador Dalí, que comenzó a funcionar en 1985 con una sola
restauradora dedicada exclusivamente a la pintura de Salvador Dalí, ha ido
creciendo durante estos años hasta la formación de un equipo de cinco
profesionales cuya actividad se despliega principalmente en cuatro ámbitos: la
conservación, la restauración, la investigación y las exposiciones”.
¿En qué consisten los trabajos de conservación? En el seguimiento
periódico y en el mantenimiento general de los museos, limpiando las obras de
arte y revisando su óptima protección con marcos apropiados, vigilando el
clima y la iluminación de las salas de exposiciones y controlando las posibles
plagas (por ej. La carcoma).
Es reconfortante leer que la filosofía de estos restauradores se puede
resumir en el siguiente lema «Conservar al máximo para tener que restaurar lo
mínimo», equivalente al conocido «más vale prevenir que curar» de los
restauradores de personas, que son los médicos. Los restauradores han ido
perfilando una política de prevención para intentar proteger las obras.
Estas obras de arte se desgastan por el uso y por el tiempo. Y la política
de prevención identifica las causas de la degradación, y además transmite a los
órganos directivos de la Fundación, a través de informes técnicos, cual es el
estado de las obras, que en la mayor parte de los casos han propiciado las
medidas que tomar para la mejora de las condiciones de conservación de la
obra de Dalí.
No es exactamente restauración el término que debemos utilizar, sino el
de “reparación”, y es que en la mayoría de los casos se han podido reducir a
tratamientos menores en cuadros de las reservar de la Fundación para poder
exhibirlos en condiciones óptimas.
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Esta investigación científica que realizan los restauradores se
complementa con la recopilación de información sobre temas técnicos
procedente de los textos y libros que pertenecían al mismo Dalí, y que
afortunadamente gestiona el Centro de Estudios Dalinianos.
¿Por qué se deteriora el arte contemporáneo?, en este caso de Dalí. El
principal factor de degradación en la obra de Dalí, es consecuencia de la
situación geográfica en el que se encuentra situado el Teatro-Museo, la llanura
de Empordà, un territorio de origen pantanoso, lo que favorece el índice de
humedad, hasta que comienza a soplar la tramontana, que reseca de golpe y
drásticamente el ambiente. Las variaciones de humedad relativa afectan a la
estabilidad de ciertos materiales de nuestra vida cotidiana, como la madera, el
papel, los tejidos, etc., que, casualmente, también forman parte de las obras de
arte: los cuadros, de hecho, no son más que pintura sobre telas tensadas en
bastidores de madera, sobre tableros de madera, sobre cartón o también sobre
papel, como en el caso de las acuarelas y los dibujos, por citar sólo algunos
ejemplos. Estos materiales, llamados higroscópicos, son especialmente
sensibles a las variaciones de humedad: tienen la capacidad de absorber
(hinchándose) o de expulsar (encogiendo) agua para permanecer en equilibrio
con la humedad ambiental, lo que, al alterarse su volumen, acaba por afectar a
su estructura. Así, es fácil imaginar que la sucesión de estos movimientos en el
tiempo tiende a fragilizar estos materiales y que su conservación dependerá,
entonces, de la estabilidad climática de su entorno.
“Para luchar de forma eficaz contra la «lenta-pero- segura» degradación
de las obras de arte por causa de un clima desfavorable, en 1994 se instaló en
el Teatro-Museo Dalí un sistema de climatización general dirigido y controlado
desde un ordenador central y cuyos efectos beneficiosos han repercutido tanto
en las obras de arte como en el público, gracias a que la temperatura y la
humedad relativa se mantienen estables en el interior sean cuales sean las
condiciones en el exterior”.
Otro factor de degradación de la obra de Salvador Dalí viene dado por
su popularidad, es decir, su obra propicia el público: un número constante de
visitantes acceden al Teatro-Museo, Giorgina Berini añade que es algo positivo
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para las cuentas de la Fundación Gala-Salvador Dalí, pero viendo más allá, hay
que conocer los efectos secundarios para la conservación de las obras. Y es
que en algunos casos, se altera la temperatura y la humedad, de la que antes
hablábamos, en un espacio cerrado a medida que este mismo espacio se va
llenando de gente. Al parecer, el Teatro-Museo abre sus puertas en horarios
dilatados, y esto multiplica las posibilidades de roces y golpes, sean
accidentales o no. Aunque también debemos tener en cuenta los efectos
positivos, que derivan en beneficios económicos y permiten las posibilidades
del museo para poder invertir en productos y sistemas de prevención,
restauración y conservación.
Hay que tener en cuenta que desde su primera exposición en Barcelona,
en el año 1925, hasta la inauguración del Teatro-Museo, en 1974, las obras de
Dalí viajaron por toda Europa y por Estados Unidos, participando en 124
exposiciones individuales y 148 colectivas.
Es importante pararse a pensar en cómo eran los traslados, desde los
años 30 hasta hace bien poco, cuando aún no era tan común encontrar
compañías de transportes especializadas en el movimiento de las obras de
arte. Además, tampoco existían los materiales modernos, en especial los de
amortiguación y aislamiento, materiales con los que a día de hoy se preparan
los embalajes.
Cada una de las pinturas de Salvador Dalí posee una ficha de estado de
conservación, una especie de currículum vitae de cada pintura. En cada una de
estas fichas consta: imagen fotográfica nítida de la obra, datos técnicos,
exposiciones en las que ha participado y la valoración de su estado, así como
su disponibilidad en función de la fragilidad que muestra. Y en la actualidad,
existe una gran demanda de exposiciones y la Fundación Gala-Salvador Dalí,
en caso de traslado, supervisa el objeto, mediante un técnico de la Fundación,
desde su salida hasta el lugar de exposición, para comprobar si se cumplen las
normas de conservación.
“El objetivo de cualquier restauración es solucionar problemas concretos
alterando lo mínimo el aspecto original y característico de cada obra. Un cuadro
de Dalí no se puede tratar como si fuera un cuadro antiguo, y tampoco como el
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de otro artista de su tiempo; sus acabados, por poner sólo un ejemplo, son muy
peculiares, pues el artista jugaba combinando efectos mates y brillantes para
dar énfasis a la luz”.
Y llegando al punto que más nos interesa, en el caso de La apoteosis del
dólar, hemos conocido que la Fundación compró el cuadro en 1991, y como
contaba la restauradora Georgina Berini estaban salvándolo, sin saberlo, de
toda una historia de maltratos, y es que había acabado en un almacén, con la
tela mal doblada para ocupar menos espacio, con todas las marcas (también
en la pintura) de los golpes fortuitos recibidos durante años de manipulaciones
por manos no profesionales para poder mover esta obra de grandes
dimensiones de exposición en exposición.
Su restauración duró cerca de un año, y para conseguirla no
escatimaron recursos, entre los que cabe destacar la construcción de unas
tablas especiales de baja presión con las que se pudieron dominar todas las
deformaciones de la tela. El cuadro tiene ahora un nuevo bastidor de aluminio
con un sistema de tensión continua que impide que la tela se deforme. Por otro
lado, este lienzo en lugar de estar clavado al bastidor, está fijado al mismo con
tornillos, para facilitar el desmontaje en caso de traslado.
La gran suerte de La apoteosis del dólar, es que ha entrado a formar
parte del grupo de obras “no disponibles” y se encuentra expuesta
permanentemente desde 1992 en el Teatro-Museo.
Como podemos ver, la conservación del arte contemporáneo ha tenido
que adaptarse a los cambios de la práctica artística en los últimos tiempos:
nuevos materiales, nuevos procedimientos y nuevas intenciones y significados.
Y es reconfortante saber, que en este caso, la obra de Salvador Dalí parece
estar en “buenas manos” y es que la Fundación Gala-Salvador Dalí y gracias al
equipo de Restauradores, la obra daliniana disfruta de la “mínima intervención”
para así garantizar al público la verdadera obra de Salvador Dalí.
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BIBLIOGRAFÍA
LIBROS:
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