LOS 38 ASESINATOS Y MEDIO DEL CASTILLO DE HULL [Novsimas aventuras de Sherlock Holmes]
Enrique Jardiel Poncela
BREVIARIOS DE REY LEAR [3]
Primera Edicin en Rey Lear, Febrero de 2007
(Basada en la publicada en EXCESO DE EQUIPAJE por Biblioteca Nueva en 1943)
Edita: REY LEAR, S.L.
www.reylear.com
Herederos de Enrique Jardiel Poncela
Derechos exclusivos de esta edicin en lengua espaola
Rey Lear, s.l.
Ilustracin de portada basada en una vieta de Gus Mager, 1912
Ilustraciones interiores: Enrique Jardiel Poncela, publicadas en El Libro del Convaleciente,
Biblioteca Nueva, 1930
ISBN-10: 84-935245-5-7
ISBN-13: 978-84-935245-5-5
Depsito Legal: M 51296 2006
Diseo y edicin tcnica: Jess Egido
Correccin de pruebas: J. A. Belmonte
Produccin: Rey Lear
Impreso en la Unin Europea
Printed in E.U.
De acuerdo con la legislacin vigente, queda prohibida, sin la autorizacin expresa y por
escrito de los titulares del Copyright, la reproduccin total o parcial, sea cual sea el medio
tcnico utilizado para ello, as como la distribucin de esta obra mediante alquiler o prstamo
pblico.
INDICE
RESEA Y AUTOR ................................................................................................................................ 4
NOTA PREVIA ........................................................................................................................................ 5
LOS 38 ASESINATOS Y MEDIO DEL CASTILLO DE HULL....................................................... 18
PRLOGO: ME ENCUENTRO CON HOLMES ............................................................................. 19
I. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
UNA CARTA Y UN PONCHE ............................................................................................................ 35
LO QUE CONT EL CABALLERO DE LOS SESENTA AOS DOS MESES Y UN DA ........... 37
II. CAEN NUEVAS BRUMAS SOBRE EL PROBLEMA
CAMINO DE ESCOCIA ....................................................................................................................... 41
LAS MARAVILLAS DEDUCTIVAS Y REFLEXIVAS DE SHERLOCK HOLMES ........................ 41
EL TELEGRAMA INESPERADO........................................................................................................ 43
III. EL PROBLEMA SE PONE TODAVA MS OSCURO
ENCUENTRO CON LORD CARDDIGAN ........................................................................................ 46
EL CASTILLO DE HULL EN LAS TROSSACHS .............................................................................. 47
IV. DE TAN OSCURO, EL PROBLEMA SE PONE YA INTRANSITABLE
INDAGATORIA ENTRE LOS INVITADOS ...................................................................................... 49
LAS TREMENDAS CONFESIONES DE SHERLOCK HOLMES EN LA NOCHE FATAL .......... 51
ELIJO YO LAS PRXIMAS VCTIMAS ............................................................................................ 52
DOS MUERTOS FUERA DE PROGRAMA ...................................................................................... 53
EL MISTERIO DE LA GALERA ALTA ............................................................................................. 54
BALANCE DE LA NOCHE FATAL .................................................................................................... 54
V. SITUACIN ANGUSTIOSA
EN OBSERVACIN ............................................................................................................................. 65
CAIGO YO TAMBIN.......................................................................................................................... 66
VI. SHERLOCK RESUELVE EL PROBLEMA DEL MODO MS INESPERTADO DEL
MUNDO
EN EL HUECO DE LA ESCALERA .................................................................................................... 71
EL LTIMO ESFUERZO DE SHERLOCK ........................................................................................ 71
LA LTIMA NOCHE ........................................................................................................................... 72
EL ASESINO DEL CASTILLO DE HULL........................................................................................... 73
RESEA Y AUTOR
Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull
De los numerosos textos apcrifos protagonizados por Sherlock Holmes, ninguno se
equipara en imaginacin y humor delirante a los escritos por Enrique Jardiel Poncela.
Entre ellos sobresale Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull, donde el detective ingls,
que todos creen muerto en las cataratas del Nigara, convence al propio Jardiel para sustituir
al Doctor Watson. Holmes, con su caracterstico poder deductivo, emprende la resolucin de
una serie de misteriosos asesinatos perpetrados en un castillo de Escocia, que ponen a prueba
sus mtodos de anlisis. El final de esta parodia policaca es an ms sorprendente que el de
los relatos firmados por el verdadero padre literario de Holmes, Arthur Conan Doyle.
Enrique Jardiel Poncela (Madrid, 1901 1952) es uno de los grandes renovadores de la
novela y el teatro de humor. Abandon la carrera de Filosofa y Letras para comenzar a
colaborar en peridicos y revistas y, tras publicar Amor se escribe sin hache (1929), viaj a
Hollywood como guionista de la Fox. Miembro del grupo literario bautizado por Jos Lpez
Rubio como La otra generacin del 27, del que tambin forman parte Edgar Neville y Miguel
Mihura, es autor de novelas como Esprame en Siberia, vida ma! (1930), Pero... hubo alguna vez
once mil vrgenes? (1931) y La tourne de Dios (1932), aunque su mayor popularidad la obtuvo
en el teatro con comedias que suscitaron fuertes polmicas en el momento de su estreno:
Usted tiene ojos de mujer fatal (1933), Cuatro corazones con freno y marcha atrs (1936), Elosa est
debajo de un almendro (1940), Los ladrones somos gente honrada (1941)... Hoy es considerado un
maestro de la literatura de humor, lo que contrasta con las penurias econmicas que sufri
antes de morir. Imaginativo, complejo, pesimista y desigual, en su nicho mand grabar el
epitafio Si queris los mayores elogios, morios.
NOTA PREVIA
A LO LARGO DE 1928, Enrique Jardiel Poncela (Madrid, 19011952) public en revistas
semanales siete episodios y un prlogo parodiando al popular detective creado por Arthur
Conan Doyle. Los titul globalmente Novsimas aventuras de Sherlock Holmes. Todas ellas
fueron recopiladas en 1930 dentro del volumen de miscelnea El libro del convaleciente, editado
por Biblioteca Nueva.
El xito de esta serie, en la que el propio Jardiel suplanta a Watson como narrador y
ayudante del detective, le llev a desarrollar en 1936 una novela corta, utilizando para ello la
trama del sptimo episodio, al que aadi partes del primero que escribiera a modo de pr-
logo. La titul Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Rock y apareci de forma independiente
en un par de colecciones, entre ellas La Novela Corta.
Posteriormente, ya rebautizada como Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull, Biblioteca
Nueva volvi a recopilarla junto a otras novelas de pequeo tamao en el segundo gran libro
de miscelnea que edit a Jardiel, Exceso de equipaje, fechado en 1943.
Para realizar esta nueva edicin en REY LEAR se han cotejado la mayora de las anteriores
y respetado el texto fijado en Exceso de equipaje, que presenta ligeras modificaciones respecto a
las versiones precedentes; adems, se ha utilizado el tomito de la popular Coleccin Pulga 7
novsimas aventuras de Sherlock Holmes. Las ilustraciones, tambin debidas a la pluma de Jardiel
Poncela, han sido entresacadas de El libro del convaleciente.
El Editor
LOS 38 ASESINATOS Y MEDIO DEL CASTILLO DE HULL
[Novsimas aventuras de Sherlock Holmes]
Happy new yean (el tiempo es oro).
Lema de Sherlock Holmes
PRLOGO: ME ENCUENTRO CON HOLMES
En LA PRIMAVERA de 1925 haba ido a Londres a que me plancharan un sombrero
flexible.
El sombrerero me advirti que tena que esperar cuatro horas, porque acababa de recibir
de la Cmara de los Lores el encargo de reformar veintids chisteras de seis reflejos, lo que
haca un total de ciento treinta y dos reflejos reformables; y en vista de ello, y como en aquella
poca no saba de Londres sino que el Tmesis lo atraviesa, decid darme un paseo por la
ciudad.
Y para ofrecer la sensacin de que tambin yo era ingls, me compr un monculo. Trat
de colocrmelo en la rbita derecha, pero el monculo se me caa de un modo fulminante;
entonces ide un truco original: me puse el monculo y me lo sujet al crneo con una venda.
Y ya, satisfecho y tropezando de vez en cuando con los transentes, tom la direccin de
Hyde Park.
Como en Londres no se mide por kilmetros, sino por yardas, las distancias resultan
mucho ms cortas. De manera que cubrir el recorrido hasta Hyde Park slo me cost dos
horas de caminata.
Al cabo de las dos horas entr en Hyde Park por el sendero de la derecha: el que
desemboca en la glorieta de las begonias. (Vanse planos).
Y como estaba fatigadsimo, tanto de andar cuanto de mirar por un solo ojo, porque con el
ojo en el que llevaba el monculo no vea lo ms mnimo, busqu un banco para sentarme.
Pronto descubr varios muy confortables. Eleg uno orientado a medioda y que tena un ni-
co ocupante abismado en la digestin de la ltima edicin del Times. Murmur un saludo
marcadamente anglosajn y me sent.
Pasaron cinco minutos y dos aeroplanos.
Gozaba con la quietud del ambiente, cuando el compaero del banco que lea el Times me
hizo esta pregunta de Carnaval:
Caballero, no me conoce?
Alc la vista y me afront con un rostro noble y con dos ojos verdes colocados a los lados
de una nariz recta, que comenzaba en un entrecejo fruncido y acababa en dos agujeritos
ovalados situados sobre una boca de labios finos, entre los cuales brillaban varios dientes
blancos que sujetaban una pipa negra, al extremo de la cual arda cierta cantidad de tabaco
rubio, del que brotaba una humareda azul que se perda en el espacio gris. Todo esto as, del
primer golpe.
A ambos lados del rostro, descrito con tanto colorido, se rizaba suavemente una aleacin
de cabellos y canas.
Lo mir con fijeza durante unos segundos.
Aquel hombre...
Aquel hombre era...
Y lo reconoc al punto.
Usted es Pacheco le dije, el estanciero de Entre Ros, que...
Pero l me interrumpi negando con la cabeza: para lo cual la agit de un lado a otro. Volv
a tomar la palabra:
No? Entonces... Ah, s! Es usted Nogales, aquel teniente de navo, que cierta noche, en
Copenhague...
Segunda interrupcin con segunda negativa.
Ya caigo! Es usted Peporro Lacovisa, el secretario de...
El desconocido porque, por ms que yo me haca la ilusin de conocerle, era un
desconocido neg nuevamente y aclaro con acento suave:
Soy Sherlock Holmes. No recuerda?
Y efectivamente: era Sherlock Holmes. Pero nada de particular tena que yo no le hubiera
reconocido, pues aquel hombre genial se caracterizaba por lo bien que se caracterizaba, hasta
el punto de que, cuando se vea obligado a disfrazarse, tena que echarse al bolsillo un
puado de tarjetas de visita para poder reconocerse a s mismo.
Qued estupefacto. Algo invisible recorri mis nervios y sent el fro de los momentos
cumbres de la vida, pues me constaba de sobra que Sherlock Holmes haba muerto aos antes
en las cataratas del Nigara.
El ley en mis ojos.
Fue un falso rumorme explic lacnico. Ca, en efecto, en las cataratas del Nigara,
pero no me ahogu; no hice ms que mojarme.
Y cmo sali usted del agua?
Chorreando. Ya se lo puede usted figurar.
Pero luego?
Luego me sequ.
Excelente idea.
Y cmo, adems, me encontraba ya agotadsimo y haba en el mundo varios individuos
decididos a impedir que yo siguiera respirando oxgeno, resolv conformarme con parecer
muerto, como se me crea, y he vivido varios aos retirado en una aldea de Sudamrica. La
vida del campo y el acento argentino me han devuelto nuevamente las energas; mis
enemigos ms rencorosos yacen ya bajo tierra, con una lpida en la que se lee la inscripcin
clsica de R. I. P. Se venden fosfatos, y, en suma, me encuentro dispuesto otra vez a
afrontar los azares de mi gloriosa profesin. Ayer mismo llegu a Londres disfrazado de
perro vagabundo...
Disfrazado de perro vagabundo! no pude por menos de repetir, exhortado por el
asombro.
S replic l, con aquella sencillez que le era propia. De perro vagabundo.
De forma indagu que sus aventuras comienzan de nuevo?
La vida comienza maana contesto Holmes, que en su retiro sudamericano haba ledo
contumazmente a Guido de Verona. Pero hay algo que me impide ponerme al trabajo sobre
la marcha...
Y es?
La falta de un ayudante. Necesito imprescindiblemente un ayudante.
Alz la ceja derecha, baj la izquierda y, cuando logr ponerlas de acuerdo, me dispar
una pregunta calibre 6.35:
Quiere usted ser ese ayudante que necesito?Yo?
Y reflexion, por espacio de unos instantes, la imprevista proposicin. Realmente mi vida
no tena objeto. Por qu no intentar la aventura?
Ea, rpido!le o apremiar a Sherlock Holmes. Decdase! Hemos hablado demasiado
y urge ya hacer algo serio. Tiene usted tres minutos para resolver.
Ya he resuelto contest con firmeza.
No importa que haya usted resuelto replic el detective. Yo acostumbro a conceder
siempre tres minutos para resolver. Tiene usted, pues, tres minutos. Tres nicos minutos.
Resuelva! I love you!1
Me qued mirando al cielo, como si reflexionase, por no contrariar al gran polica; pero
como ya antes haba reflexionado lo suficiente y no me gusta gastar mi cerebro en esfuerzos
intiles, invert aquellos tres minutos concedidos en calcular cunto tiempo tardara en llegar
de Madrid a Varsovia un hombre que anduviese a gatas a razn de dos kilmetros por hora,
descansando un da por cada catorce leguas y tres horas cada seiscientas yardas. Cuando iba
a saber exactamente en qu punto de Europa caa enfermo el individuo del problema, me
interrumpi la voz cortante de Holmes, que deca:
Han pasado los tres minutos. Decide usted ser mi ayudante?
Pues bien, yes!declar al detective.
Y l respondi:
All right! (Porque todava no he dicho que Holmes repeta all right una frase s y otra no.)
Despus agreg, cogindome por la solapa:
Separmonos. Vivo en el 57, Baker Street, como usted sabr de antiguo. Est usted all
maana, a las seis de la tarde. Entre sin llamar, abriendo con la llave, que se halla siempre
puesta en la cerradura, con objeto de despistar a los que quieran entrar en mi casa por
sorpresa.
Mi criada, la seora Hudson, es absolutamente sorda, tan sorda como una tapia de treinta
metros; de suerte que no la pregunte usted nada, porque acabaran por hacerse usted y ella
un lo tremendo. Pase directamente a mi despacho y aguarde all. Nada ms. Esto es todo.
Hasta maana!
Y Sherlock se levant en tres veces, pues de una vez no se lo permita hacerlo su alta
estatura; passe una mano por la despejada frente y, con la cabeza inclinada, en aquel gesto
suyo tan personal que le daba un decidido aire de paraltico del lado izquierdo, ech a andar
y no tard en desaparecer al final de la avenida de los rododendros. (Vanse planos
nuevamente)
Eran las siete y veinticinco, meridiano Greenwich, ms Greenwich que nunca.
1 Lo cual, como se sabe, quiere decir el tiempo es oro.
I. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
UNA CARTA Y UN PONCHE
Al DA SIGUIENTE, muy de maana, me diriga a casa de Sherlock Holmes cuando
advert dos cosas singulares: que me haba puesto una corbata repugnante y que los tran-
sentes con que me topaba al paso devoraban ansiosamente los peridicos de la maana.
Mirando con atencin y serenidad crtica mi corbata pens: Algo gordo sucede! Pues si no
ocurriera algo gordo, los transentes no devoraran los peridicos de la maana ansiosamen-
te, sino que se dedicaran a contemplarme la corbata entre carcajadas salvajes. Porque, en
efecto, mi corbata era la tira de tela ms intolerable que saliera del establecimiento de E. T.
Burns (Altkinsons Royal Irish Poplin Made in Dublin-Ireland), fabricante de corbatas. Y, de
otra parte, de no suceder algo gordo, por qu iba a haberme escrito Sherlock Holmes?
Sherlock me haba enviado una carta inesperada e incomprensible:
Querido Harry: Anticipe usted la hora de venir a verme, acudiendo inmediatamente a mi
casa. Ha surgido un problema que merece nuestra atencin ms concentrada. Traiga consigo
dos pesas de setenta libras cada una; es imprescindible que haga usted el camino a pie y a una
velocidad media de veintiocho toesas por hora. S. H.
Mi primera decisin al recibir aquellas extraas lneas fue arrojarme del lecho, pues me
sorprendieron en un resuelto decbito supino; en seguida me agarr a un tratado de medidas
internacionales para averiguar el tamao de la toesa francesa y saber a qu velocidad deba
ponerme en marcha hacia el domicilio de Sherlock; luego telefone a la Real Sociedad
Gimnstica Britnica, pidiendo las dos pesas de setenta libras y, por ltimo, me afeit
denodadamente y me vest de un modo vertiginoso, lo que explica el que me pusiese aquella
corbata infecta.
Sera ocioso aadir que, cumpliendo fielmente las rdenes de Sherlock Holmes, recorr las
veintisis toesas que me separaban de la casa del detective, las cuales resultaron ser
exactamente veintisiete kilmetros y medio; y, como las recorr a pie y provisto de las dos
pesas, an ser ocioso aadir que llegu jadeando a 57, Baker Street.
Al entrar en el piso del maestro, hall a ste conversando con un caballero de sesenta aos
dos meses y un da. Pero yo no estaba para fijarme en detalles: iba tan rendido, que tir las
pesas y me derrumb en un divn, donde dorm por espacio de seis horas. Ni Sherlock ni su
visitante interrumpieron mi sueo, porque, segn supe ms tarde, las pesas que tir al entrar
fueron a parar a sus respectivas cabezas, lo que provoc en ambos ese divertido estado de
inconsciencia, conocido deportivamente por K. O. tcnico, en el que persistieron durante cinco
horas y cincuenta y ocho minutos. Al cabo de este tiempo, Sherlock me despert, me tante el
bceps de los brazos y habl as:
All right! Veo, Harry, que est usted fuerte. Quiz necesitemos pronto del vigor de sus
brazos, y si le he hecho venir a pie, de prisa y trayendo una pesa de setenta libras en cada
mano ha sido, precisamente, para que usted se robusteciera lo ms rpidamente posible.
Y agreg, a guisa de resumen:
To be or not to be!2
A continuacin seal una mesita enana que se hallaba junto al divn, y concluy:
Conseguido mi objeto, tmese ese ponche que ha preparado especialmente para usted la
seora Hudson, y aydeme a escuchar a este caballero.
Y me indic al seor de los sesenta aos dos meses y un da.
Qu tengo que hacer para ayudarle a usted a escuchar a este caballero, maestro?
Nada.
Entonces ver usted qu bien lo hago.
Y para escuchar a aquel caballero me dispuse a no hacer nada. En cambio, para tomarme el
ponche tuve que apretarme la nariz con los dedos y echrmelo al coleto de un golpe, porque
la verdad es que el ponche me da asco desde tres semanas antes de nacer Juan Sin Tierra.
2 El tiempo es oro; ya se ha dicho.
LO QUE CONT EL CABALLERO DE LOS SESENTA AOS DOS MESES Y
UN DA
Yo, SEOR HOLMES empez diciendo aquel individuo, tengo una granja en el Pas
de Gales y un hijo oficial en el Ejrcito colonial de la India. A la granja hace siglos que no la
ocurre nada, pero a mi hijo le han asesinado misteriosamente la noche pasada en el despacho
de lord Carddigan, situado en el primer piso del Castillo de Hull, en las Trossachs, en Escocia.
Y agreg, bajando la voz y con acento angustiado:
Mi pobre hijo es la cuarta persona que muere asesinada en el Castillo de Hull en los ltimos
ocho das...
Los ojos de Sherlock Holmes lanzaron un destello de satisfaccin.
(En realidad, y como ya el lector sabe, para aquel gran hombre lo criminal era un acicate; lo
misterioso, un revulsivo, lo sangriento, un estmulo, lo canallesco, un excitante, y lo infame,
un paraso artificial. Comnmente, Sherlock era serio, grave, melanclico y, lo dir de una
vez: ms aburrido que un drama rural. Viva siempre solo, levantndose de un silln para
tumbarse en otro; chupeteando su pipa de madera de Cardiff; tocando el violn, lo
suficientemente mal para que, al orle tocar el violn, nadie creyera que estaba tocando el
violn; inyectndose morfina en cantidad bastante para tirar de bruces un caballo, y
permaneciendo a veces das y das encerrado en casa sin hablar, sin comer y sin dormir, en
esa especie de letargo de los caimanes de las islas Marquesas, cuando se hallan haciendo la
digestin de un misionero holands. Pero as que el misterio o el crimen se le alzaban al paso,
agitando ante l sus sangrientos peplos [figura retrica tomada del segundo acto de Las aves,
de Aristfanes], Sherlock se galvanizaba: tiraba el violn; le daba un puntapi al silln; se
coma la pipa; regalaba su stock de morfina al Londons Hospital, sala de amputaciones; pona
a la orden del da los roastbeef de Palm Market, y las botellas de Burdeos extrafino, y se
volva activo como un agente de seguros.)
Aquella maana, las primeras palabras de mister Molkestone porque el caballero de los
sesenta aos dos meses y un da tena el cinismo de llamarse Molkestone haban vivificado,
segn costumbre, a Sherlock Holmes, y le vi transfigurarse literalmente cuando le dijo a su
visitante:
Hable usted, caballero. Deme todos los datos posibles de su hijo, de lord Carddigan, del
Castillo de Hull y de cuanto pueda tener relacin con lo sucedido all en los ltimos ocho
das. Tampoco estar de ms que me informe acerca de qu clase de tipo es usted mismo.
Mister Molkestone se inclin dispuesto a la obediencia, se enjug una lgrima y habl de
esta suerte:
Le considero a usted, seor Holmes, suficientemente impuesto en geografa interior para
no explicarle cmo es la Trossachs, en Escocia, donde se halla enclavado el Castillo de Hull.
Es una regin llena de lagos y de barro; cruzada por algunos ros; provista de arboledas,
carreteras, vacas, tiendas de tabaco, tartamudos, glaciares, gallos y repartidores de leche a
domicilio, como tantas otras regiones inglesas. Cerca del lago Katrine se alza el Castillo de
Hull, edificado en 1186 por un sobrino de Enrique II Plantagenet y que se sostiene en pie en la
actualidad por una verdadera chamba: (Lo que en el pas se llama werk). All vive hoy, desde
que se retir de la poltica, que le produjo popularidad y nuseas a partes iguales, lord
Carddigan, llamado sir Arthur Wooslesley, hombre recto, alto, rubio, que bizquea algo del
izquierdo, defecto que slo se le nota cuando se le mira a los ojos. Lord Carddigan tiene tres
hijos: Silvia, Leticia y John. La primera cuenta treinta aos menos que su padre, la segunda,
doble edad que su hermano pequeo, y ste, es decir, John, la cuarta parte de aos que Silvia.
Entonces dijo Holmes, lord Carddigan acaba de cumplir los setenta aos.
Justamente, en marzo.
Y John tiene diez aos; Leticia, veinte, y Silvia, cuarenta. ..
Eso es aprob Molkestone, aterrado de la velocidad mental para el clculo que
denotaba Sherlock Holmes. Cmo lo ha deducido tan pronto?
Era fcil. Bastaba multiplicar tres, que son los hijos, por el logaritmo de pi, que son tres
catorce diecisis, dividiendo el resultado por el nmero de aos que hace que lady Carddigan
muri de parto. Sumando la edad de la muerta al total y deducido el tiempo que lord
Carddigan se dedic a la poltica, he obtenido la edad de John. Para saber la edad de Leticia
he doblado la del hermano; y para saber la de Silvia, he restado la suma de los aos que
tienen Leticia y John de la fecha en que se cas lord Carddigan, que, si no recuerdo mal, fue el
13 de julio de 1885. Cmo ve usted, el clculo no era demasiado complicado. Tenga usted en
cuenta que yo, una vez, por distraerme, calcul la edad de los cien mil hijos de San Luis y solo
me equivoqu tres meses en el ms pequeo...
Y sin darle mayor importancia al asunto, Sherlock inst a seguir a mister Molkestone. Este
prosigui:
Lord Carddigan vive con sus hijos en el Castillo de Hull, sin otra compaa,
comnmente, que la de la servidumbre: nueve mujeres y diecisis hombres, en total, entre
doncellas, criados, personal de las cocinas, de los garajes y la jardinera. Hay, adems, un
administrador: mster Fly; un mayordomo: Evans, y yo...
Y cul es su cargo en el Castillo?
Yo vivo all gracias a la bondad de lord Carddigan, porque he resuelto no pagar al
casero. Y me dedico a correr y descorrer las cortinas del saln grande.
Adelante. Siga usted sin nuevas detenciones. Y have not bananas3.
Hace dos semanas, para celebrar la muerte en Londres de su abuela, vieja repugnante
que haba prometido morirse en 1912 y que no lo ha hecho hasta el da 23 del pasado, lord
Carddigan organiz un programa de fiestas en el Castillo e invit a ellas a algunas de sus
amistades. Aceptando gustosos la idea de pasar unos das en Hull Castle, llegaron de
diferentes puntos de Inglaterra hasta quince personas: el doctor Eduardo Brown, su delgada
hija Diana y el marido de sta, Horacio Warren; miss Penkhurst, la famosa conferenciante de
temas bblicos; el arquitecto Penha; su madre, mistress Olegarda Belfast; la noble dama
francesa Lucille Letourneur; su amante, monsieur Ren, conocido por el bello marsells; el
novelista irlands Mc. Gregor y su suegro Richard Bell; cuatro hermanas hurfanas de
Birmingham, Lully, Polly, Dolly y Molly Hearts, y el violinista rumano Patrik Chulesko.
Finalmente, y merced a una desdichada generosidad de lord Carddigan, fue invitado tambin
mi hijo Peter, de m mismo apellido...
Entre los invitados no haba ninguno que se llamase William? interrumpi Sherlock
Holmes, mirando fijamente a Molkestone.
3 Qu quiere decir: el tiempo es oro, naturalmente.
No. Ninguno repuso ste con voz temblorosa. Es raro... articul Sherlock.
Vi palidecer a Molkestone, el cual indag:
Por qu es raro, seor Holmes? Es que tiene usted alguna pista, que...?
No. Digo que es raro que en un grupo de quince ingleses no haya ninguno que se llame
William, porque ya sabe usted que William es un nombre muy frecuente en Inglaterra. Pero
siga usted, Molkestone; necesito saberlo todo.
Y mister Molkestone lleg a la parte verdaderamente impresionante de su relato, diciendo:
Los habitantes del Castillo y los recin llegados se llevaban divinamente y vivan en la
armona ms perfecta, jugando al tennis, al golf, al bridge y al whist, cazando zorros,
consumiendo whisky, comiendo, charlando, diciendo incongruencias astronmicas las noches
de luna y haciendo, en fin, todas las bobadas que suelen hacer al cabo del da los habitantes
de los castillos de Escocia. Pero, de pronto, a partir del martes pasado, la tragedia se ha
cernido sobre el Castillo, y desde entonces... desde entonces cada da muere misteriosamente una
persona. Haban fallecido ya mster Fly, el arquitecto Penha y mademoiselle Letorneur,
cuando...
Y de qu han muerto? interrumpi Sherlock Holmes extendiendo bruscamente la
mano derecha, gesto con el que me ech en el pantaln los restos del ponche.
De muy diferentes e incomprensibles maneras, seor Holmes. El arquitecto Penha ha
perecido asfixiado y con un manual titulado La arquitectura al alcance de los arquitectos en las
manos; mademoiselle Letorneur falleci en el instante en que aspiraba el perfume de unas
violetas, de un estacazo en la nuca. Y el mayordomo Fly muri de un calambre.
Dnde le dio el calambre?
En el vestbulo del Castillo. Y anoche!, anoche, seor Holmes y los ojos de Molkestone
volvieron a inundarse de lgrimas, muri tambin mi pobre hijo, mi Peter!...
Llore usted, pero no llore ms de seis minutos; se lo suplico. God Save the Kingi4
replic Sherlock Holmes.
Y pasados los seis minutos volvi a interrogar:
Ha dicho usted que su hijo falleci en el despacho de lord Carddigan?
S, seor; en el primer piso. Al lado de la caja de caudales, que apareci abierta.
Pero no faltara de ella ni un penique...
Ni uno solo, seor Holmes...
Hubo una pausa. Holmes entorn los prpados y se enzarz con Molkestone en un
4 El tiempo es oro, claro.
vertiginoso interrogatorio. Sabe usted si su hijo tena algn enemigo?
Su sastre le odiaba.
Deme las seas del sastre.
Grueso, bajo, de Liverpool.
El cadver de su hijo ofreca alguna seal?
S. En el brazo izquierdo: las vacunas.
Le haban prendido alguna vez?
Las vacunas?
La Polica.
Molkestone emiti un juramento muy usual entre los bateleros del Tmesis, y barbot:
Mi hijo era un hombre decente!
Pero Holmes sigui imperturbable:
Estaba casado?
Era soltero de nacimiento.
Se le conoca alguna amante?
No se le conocan las cosas as como as.
Tomaba el vermut seco o son seltz?
En vaso.
Es todo lo que necesitaba saber, seor Molkestone.
Y el maestro se levant, dando por terminada la visita. Puso una mano sobre un hombro
de Molkestone, lo que dej a ste un poco torcido, y le aconsej:
Vulvase al Castillo de Hull, seor Molkestone. Maana, mi ayudante y yo nos
pondremos tambin en marcha hacia all. Supongo que los asesinatos continuarn inexorables a
diario...
Eh?
Pero est tranquilo, porque si tiene usted la suerte de que no le maten antes de llegar
nosotros, podremos presenciar su muerte, y esto quiz nos aclare bastante el misterio.
Molkestone se emocion visiblemente:
Muchas gracias, seor Holmes! Muchas gracias!
Y le apret con fuerza las manos.
Y ahora, djenos dijo el detective.
Pero Molkestone no nos dejaba y continuaba dndole las gracias a Sherlock, el cual le cogi
inesperadamente del cuello de la americana y del fondo del pantaln y, llevndolo en
volandas a la escalera, lo tir por el hueco.
Desde aquel momento dejamos de ver a mister Molkestone.
II. CAEN NUEVAS BRUMAS SOBRE EL PROBLEMA
CAMINO DE ESCOCIA
En EL TREN, bordeando el Clyde, que corre entre lamos blancos y postes telegrficos, yo
contemplaba a Sherlock y Sherlock meditaba en silencio. No habamos cruzado una palabra
desde que desapareciera de nuestra vista el seor Molkestone, y las dos o tres veces que
intent indagar cules eran los pensamientos del gran detective, ste me haba contestado
invariablemente:
No sea imbcil y djeme meditar, Harry.
En vista de lo cual le dej meditar.
Aquella maana, a las siete en punto, Sherlock me haba despertado; me hizo vestir
rpidamente y salt conmigo a un taxi, que, despus de volcar tres veces, nos dej
rpidamente en la estacin de Charing Cross. Luego subimos al tren, y yo, contemplando a
Sherlock y Sherlock meditando en silencio, llegamos Sherlock, tren y yo a las orillas del
Clyde.
De sbito Holmes exclam:
Hum!
Y yo dije:
Qu?
A lo que l replic:
Nada.
Y ya no volvimos a hablar.
LAS MARAVILLAS DEDUCTIVAS Y REFLEXIVAS DE SHERLOCK
HOLMES
Pero en plena Escocia, en las proximidades de Glasgow, all donde el paisaje se vuelve
ligeramente ceniciento, Sherlock, que haba venido todo el viaje echado en el divn y con la
cabeza colgando fuera: en la postura usual en l cuando reflexionaba, pues la sangre,
afluyndole al cerebro, robusteca sus facultades mentales, se enderez, sentndose
normalmente y habl como si lo hiciera consigo mismo, pero en voz alta:
Cuando lleguemos a Hull Castle, ese seor Molkestone, que no se llama Molkestone y
que es un hombre muy sagaz, vivir todava, as como la totalidad de los habitantes del
Castillo, y dentro de veinticuatro horas habremos triunfado.
Que habremos triunfado, maestro? Que el seor Molkestone es un hombre muy sagaz
y no se llama Molkestone? Tendra usted inconveniente en aclarar sus palabras, Holmes?
me lanc a murmurar.
Ninguno. Desde que mster Molkestone entr en mi casa, Harry, comprend que se
presentaba a nosotros con un nombre supuesto. No se fij usted en los gemelos de su
camisa? Yo no poda apartar los ojos de ellos. Eran de plata sobredorada y tenan dos iniciales
enlazadas, una W y una F. Ninguna de ellas corresponda al apellido Molkestone, pero la F s
corresponda a Folkestone... Esto me hizo pensar que ste era el verdadero apellido de aquel
hombre, lo que revelaba una gran sagacidad, pues cambiando solamente la inicial, se cubra
la retirada en caso de ser descubierta la superchera, para lo cual le bastara achacarla a una
confusin auditiva, explicando que l siempre haba dicho Folkestone y que los dems
entendamos Molkestone.
Abr la boca seis centmetros. Holmes sigui:
En cuanto al nombre de pila, recuerde usted que lo call, pero los gemelos me
denunciaban que ese nombre empezaba con W. Por qu no haba de ser William? Entonces
fue cuando, para comprobarlo, le pregunt si no haba en Hull Castle nadie que se llamase
William. Le lanc la pregunta inesperadamente, y acus el certero golpe, como observara
usted, palideciendo y negando con voz temblorosa.
Abr la boca dos centmetros ms. Holmes continu:
En ningn momento olvid cmo haba dicho, ligeramente y sin insistir ms sobre ello,
que su hijo era oficial del Ejrcito colonial de la India. Ahora bien: ha habido un Folkestone,
cajero del tercer Bandern de Lanceros de Benars, que a los dos meses de llegar a la India se
fug con la Caja y por lo cual fue expulsado del Ejrcito. En el acto pens que fuera l el hijo
de Molkestone, es decir, de Folkestone, y para persuadirme pregunt a ste si su hijo tomaba
el vermut seco o con seltz.
Y l contest que en vaso, para despistar...
Pero no me despist, pues si el hijo tomaba todava vermut era seal de que haba vivido
en la India escassimo tiempo, ya que, segn se sabe, basta un ao de estancia all para
aficionarse a beber t de Ceyln. Esto acab de convencerme del todo de que se trataba del
cajero del tercer Bandern de Lanceros fugado con la caja del regimiento de Benars y
expulsado del Ejrcito.
Abr la boca un centmetro ms an. Holmes concluy:
Soltero por tozudez, segn declara el propio padre; hombre a quien no se le conocan las
cosas as como as; bebedor de vermut en vaso; odiado por su sastre, lo que prueba que no le
pagaba, y cajero fugado, no prueba todo esto que el hijo de Folkestone era capaz de todo? Y
Folkestone padre, granjero en el Pas de Gales. Y protegido de lord Carddigan hasta el punto
de tenerle viviendo gratis en el Castillo, es, indudablemente, un hombre honrado. Pues no
est claro, entonces, que el hijo asesin para robarles, al arquitecto Penha y a madeimoselle
Letorneur, que asesin tambin al administrador Fly, que probablemente le haba descubierto, y que, a
su vez, fue muerto por su propio padre cuando se dispona a vaciar la caja de lord Carddigan?
Entonces, por qu le dijo usted al seor Folkestone, maestro, que esperaba que los
asesinatos continuaran a diario?
Decrselo era esencial para que l no comprendiera que yo tena ya los hilos de la trama
aclar Sherlock sonriendo.
Abr la boca tres centmetros ms todava.
En suma, Harry resumi Holmes, ste es asunto resuelto. Inspeccionaremos el
Castillo. Hallaremos las pruebas de que todo ha sucedido tal como yo lo he supuesto,
detendremos a Folkestone para que los tribunales le absuelvan de su disculpable crimen y
nos volveremos a Londres.
EL TELEGRAMA INESPERADO
En aquel INSTANTE un empleado entr en nuestro departamento trayendo un telegrama
fechado en el Castillo de Hull y firmado por lord Carddigan, cuyo texto, que echaba por tierra
todos los razonamientos de Sherlock Holmes, deca al pie de la letra:
Apresrese. Molkestone ha sido asesinado la noche pasada. Estamos todos hechos polvo.
Carddigan.
Abr tanto la boca que se me desarticul la mandbula.
Por su parte, Sherlock arrug el telegrama. Su rostro se ensombreci extraordinariamente.
Despus, dominando la terrible impresin que la noticia le produca, sonri y dijo:
All right! Investigaremos en Hull Castle. Prepare las maletas, Harry, que estamos
llegando a Glasgow. Vamos, de prisa! Home svueet home5.
5 El tiempo es oro, segn se advirti ya.
III. EL PROBLEMA SE PONE TODAVA MS OSCURO
ENCUENTRO CON LORD CARDDIGAN
De Glasgow A las orillas del lago Katrine fuimos en auto. Un Reynolds diecisis cilindros,
cuyo motor sonaba como una meloda de Schubert, propiedad de lord Carddigan. Al volante
iba el propio lord pisando el embrague doble nmero de veces que las necesarias, como hacen
todos los lores en tales casos. Al lado de sir Arthur, Sherlock; y detrs, las maletas y yo.
Describira el paisaje con mucho gusto, pero la verdad es que las maletas no me lo
permitieron ver ni un instante.
Lord Carddigan apareca deprimidsimo y se haba abrazado a Sherlock en la Estacin
Meridional de Glasgow como el borracho se abraza al farol que le garantiza la verticalidad.
Seor Holmes, si usted no remedia este estado de cosas, le juro a usted que...
Pero a Holmes no le gustaba perder el tiempo en palabras intiles.
Cmo ha muerto Folkestone? indag.
Folkestone?
S. Folkestone. No oculte vuestra excelencia cuanto afecte a William, porque no ignoro
nada de este asunto. S que era un hombre honrado, que vuestra excelencia le protega, y s la
clase de bicho que fue siempre su hijo. S tambin que el hijo mat a Penha y a Lentourneur
para robarles, y al administrador de vuestra excelencia porque le descubri; y s que el padre
mat al hijo cuando ste se dispona a robar la Caja de vuestra excelencia. Ahora bien..., el
primer asesinato incomprensible para m es ste del propio Folkestone. Cmo ha muerto?
Apualado por la espalda, anoche, alrededor de las nueve, en el campo de tennis del
Castillo.
Qu haca all a aquellas horas?
Haba ido un momento a recoger un libro que olvid por la tarde mi hija Leticia.
Y por qu fue l y no un criado?
Eso es lo que todos lamentamos ahora, seor Holmes.
A quin perteneca el pual que lo mat?
Era un cuchillo de postre de mis vajillas.
Lo tiene vuestra excelencia?
Lo tena anoche. Pero esta maana me lo robaron de mi propia alcoba, de una bandejita
con un pudding que me entregaron por la noche.
Estuvo alguien en la alcoba antes de notar la falta?
Slo mi hijo John, de diez aos.
Pues apriete usted el acelerador, que ya tengo ansia de llegar a Hull Castle.
Y el coche dio una arrancada, dos maletas se me cayeron encima y ya no pude or ni una
slaba ms del dilogo.
EL CASTILLO DE HULL EN LAS TROSSACHS
A LAS CINCO de la tarde llegamos al lago Katrine, bordeado de montaas, alojado en lo
hondo de un valle, en las fisuras de las rocas profundizadas por los glaciares, y en cierto
modo muy semejante al lago de Lucerna.
El Reynolds lo borde dirigindose hacia el Este, donde aparecieron sbitamente las
Trossachs emergiendo de los brezos y las rgomas verdes de las mrgenes del Katrine.
Minutos despus nos hallamos ante la mole azulada del Castillo de Hull. Era tan
marcadamente medieval que casi haca dao a la vista. Lo componan dos cuerpos limitados
por cuatro torres cuadradas provistas de arcos romanos; troneras verticales, tapadas con
cristales emplomados, festoneaban las partes altas de la edificacin. La yedra jugaba con los
lquenes a los escalatorres. Delante del Castillo alternaban los prados con los bosques de tejos;
y a la izquierda se abra el campo de tennis donde haba muerto Folkestone.
Sabe alguien en el Castillo que nosotros venamos? indag de lord Carddigan
Sherlock Holmes.
Nadie. Y en este momento, como todos se hallan reunidos en el gran saln tomando el t,
puede usted, si lo desea, inspeccionar el Castillo.
Estoy impaciente por hacerlo. Luego me presentar vuestra excelencia a todo el mundo
como mdico: el doctor Holmes.
Perfectamente.
Lord Carddigan salt a tierra, le seguimos y por espacio de una hora visitamos el Castillo
desde las torres a las mazmorras.
Yo no vi ms que polvo de tres generaciones, pero Holmes debi de ver algo ms, puesto
que a menudo dej escapar los gruidos que eran en l caractersticos cuando tropezaba con
algo inusitado. De sbito, en el instante en que bajbamos del tercero al segundo piso,
Sherlock se volvi hacia lord Carddigan para preguntarle con el ceo fruncido:
Por qu me ha ocultado vuestra excelencia que la hija menor de vuestra excelencia era
amante del hijo de Folkestone?
Tres asesinatos nuevos
Vi a lord Carddigan ponerse tan plido como una cuartilla. Se aferr al barandado de la
escalera para no caer y rugi sordamente:
Qu dice usted? La prueba! La prueba!
Por toda respuesta, Sherlock mostr a Carddigan una docena de billetes de cien francos
que haba recogido de un secrtaire al inspeccionar el gabinete de miss Leticia Wooslesley, la
segunda hija del lord, mientras murmuraba: Estos billetes pertenecieron a madeimoselle
Lucille Letourneur, la primera vctima del hijo de Folkestone. Y los guardaba la hija menor de
vuestra excelencia, sir Arthur; como tambin guardaba estas coronas suecas, que fueron
propiedad del arquitecto Penha, el otro asesinado en el Castillo...
Y mostr un puado de billetes suecos hallados igualmente en el secretaire de Leticia, al
tiempo que agregaba como en un reproche:
Es mala cosa hacer heredera a la hija mayor y desheredar a la segunda, lord Carddigan!
Eh? borbot el lord.
Porque hacindolo sigui Sherlock, cuando la hija menor se enamora de un hombre
sin dinero, ste se siente empujado a robar y a matar para poder huir con su elegida...
Lord Carddigan se cubri el rostro con las dos manos y con la otra mano sac un pauelo
para enjugar sus lgrimas.
Holmes concluy:
En cuanto a Folkestone, siento manifestar a vuestra excelencia que muri a manos de
Leticia, la cual le oblig a ir al campo de tennis anoche con el pretexto de haber olvidado un
libro; porque, sin duda, tema que Folkestone descubriese a vuestra excelencia el secreto.
Lord Carddigan, al or esto, se sent en un peldao de la escalera, incapaz de sostenerse en
pie. Sherlock agreg:
Si examinsemos el cuchillo de postre homicida, que el pequeo John rob de la alcoba
de vuestra excelencia esta maana por splica de su hermana, veramos en l, sir Arthur, las
huellas digitales de Leticia Wooslesley.
E iba a aadir algo, y quiz lord Carddigan iba a desmayarse de vergenza y de dolor,
cuando son un gritero en el piso bajo, en el saln donde a la sazn tomaban el t los
invitados.
Holmes se salt a la torera el barandado y cay en el vestbulo; yo le segu. Al llegar abajo
omos distintamente tres tiros.
Corrimos hacia el saln y, al entrar, vimos tendida en la alfombra, muerta, a Leticia Wooslesley.
A su lado se hallaba el cadver de su hermano John y ms all, en un divn, agonizaba
elegantemente Ren, el bello marsells, amante de la difunta Lucille.
Pero no era aquello, con ser tan terrible, lo ms terrible...
Lo ms terrible era que el saln estaba absolutamente vaco.
IV. DE TAN OSCURO, EL PROBLEMA SE PONE YA
INTRANSITABLE
INDAGATORIA ENTRE LOS INVITADOS
Sin embargo, el saln estaba lleno, indudablemente, al ocurrir las muertes de Leticia, de
John y de Rene.
Cmo puede usted explicar que estuviera vaco al entrar mi ayudante y yo? fue la
primera pregunta que Sherlock le dirigi al mayordomo Evans, dos horas despus de
sucedidos los tres ltimos crmenes.
Porque al liarse a tiros el seor Ren, todos salimos pitando replic Evans, con su
desenvoltura tan tpicamente irlandesa.
Ah! Salieron ustedes pitando... replic Holmes al tiempo que extenda una mirada
circular por la servidumbre y la totalidad de invitados de lord Carddigan, reunidos por el
detective en la biblioteca.
Y aquellas treinta y ocho personas, incapaces de resistir el fulgor de su mirada, bajaron la
cabeza.
Entonces sigui Holmes encarndose con Evans usted vio cmo se desarrollaba el
suceso?
S
Explquelo brevemente y sin rodeos. No olvide que five oclock tea...6
Sencillamente: el seor Rene sac de pronto un revlver, apunt a la seorita Leticia y
dispar; luego apunt al pequeo seorito John y volvi a disparar; por ltimo, se apunt a s
mismo y se arre un tercer balazo.
Se arre?...
As decimos en Dubln, seor.
Dnde est el revlver?
Aqu, seor.
Y Evans le tendi a Sherlock un Colt, calibre 7.65, muy mono. Sherlock abri el carro, del
que faltaban tres cpsulas, y alz nuevamente los ojos hacia el mayordomo.
Conoca usted algn detalle particular que explique la conducta de el bello marsells?
Ninguno, seor.
Alguien de la servidumbre puede aportar algn detalle aclaratorio?
6 El tiempo es oro, como se sabe.
Las veinticinco personas de la servidumbre negaron a coro:
NO
Holmes se volvi entonces a los invitados en busca de datos. Pero su pesquisa fue intil. El
doctor Brown y su hija Diana eran sordomudos, detalle que no he tenido tiempo de expresar
hasta ahora, y el marido de Diana jams hablaba mientras no lo hiciera su suegro. Mistress
Penkurst, la famosa conferenciante de temas bblicos, tom la palabra para referir como slo
ella saba hacerlo, el episodio de Jons devorado por la ballena, pero Sherlock la hizo callar de
un silletazo cuando empezaba a describir el Mar Rojo. La madre del arquitecto Penha no
poda pronunciar slaba de la pena que tena por la muerte de su hijo. El novelista Me. Gregor
se limit a decir:
Yo no soy orador... Soy novelista.
Y su suegro aleg que l no era ni novelista siquiera. Lully, Polly, Dolly y Molly hablaron
largamente, pero de modas; y el violinista rumano Chulesko se limit a decir que tena ganas
de un Stradivarius. Esto fue todo.
En vista de lo cual, Holmes dio por terminada la indagatoria y orden secamente:
Bueno, entonces, vyanse a la cama, que son las ocho de la noche.
Y los invitados y la servidumbre desfilaron en silencio.
LAS TREMENDAS CONFESIONES DE SHERLOCK HOLMES EN LA
NOCHE FATAL
Al QUEDAR SOLOS, Sherlock me agarr por un brazo, me llev al primer piso y, despus
de escuchar detrs de la puerta de las habitaciones del lord, para convencerse de que sir
Arthur y su hija Silvia estaban all rezando y llorando por Leticia y por John, me condujo a la
estancia que le haba sido destinada en el tercer piso del castillo. Cerr por dentro, corri los
cerrojos y se dej caer sobre su lecho, murmurando con una expresin que no corresponda a
sus palabras:
Harry... Nunca me he sentido ms desorientado ni ms aterrado...
Aterrado, Holmes?
Aterrado, Harry, como lo estara usted si hubiera llegado, igual que yo, al
convencimiento de que nada ha sucedido en el castillo como yo he credo hasta ahora qu haba
sucedido.
Maestro! susurr desconcertado.
l torci la boca con una sonrisa amarga.
Maestro?... dijo con desdn. Maestro, y, despus de una larga vida dedicada a este
oficio, cada vez me veo ms envuelto por las tinieblas?
Mi asombro, al verle en aquel estado, era tal, que apenas poda construir una frase.
Sherlock sigui:
Maestro, ahora que s que alrededor de nosotros, en el castillo, opera una fuerza desconocida y
me encuentro incapaz de descubrirla para luchar contra ella?
Pero qu dice usted?
Lo que usted oye, Harry. Que una fuerza desconocida opera en el castillo y nos pone en
peligro de muerte incluso a nosotros, y que esa fuerza desconocida es la que ha cometido
todos los crmenes, desde el del arquitecto Penha al de Ren. Porque nada ha ocurrido, repito,
como yo he credo hasta ahora que haba ocurrido. Ni el hijo de Folkestone asesin a nadie, ni
muri asesinado por su padre; ni a ste lo mat Leticia; ni a Leticia y a John los ha matado
esta tarde Ren; ni, en fin, Ren se ha suicidado...
Pero, maestro... protest de nuevo.
Todo habra ocurrido as, porque todos han tenido intencin de asesinar. Todo habra
ocurrido as; pero no ha ocurrido, porque el asesino desconocido se adelant siempre a los
acontecimientos, y, antes de que matasen los otros, mat l; de igual modo, Ren no lleg a
suicidarse: lo asesin, cuando l mismo iba a hacerlo, esa fuerza desconocida.
Pero cmo ha llegado usted a semejante conclusin?
Holmes se retorci los dedos maquinalmente y contest:
Lo primero que me ha llevado a sospechar que algo extrao haba en esta serie de muertes,
ha sido el hecho comprobado de que ni a Leticia, ni a John, ni a Ren les alcanzaron las balas
disparadas.
Qu no? Pues no estn muertos?
Estn muertos, pero no de bala: he observado atentamente los cadveres y las paredes
del saln, y las balas del Colt dieron en las paredes, se lo aseguro.
Las tres?
Las tres, Harry. Leticia, John y Rene han muerto de un modo que an no he descubierto,
a manos de esa fuerza desconocida. Todos los asesinados en el castillo han perecido as; una
brusca reflexin, que me he hecho hace una hora, me ha persuadido de ello, como le
persuadir a usted cuando yo se la traslade...
Y qu reflexin es sa? inquir temblando.
A lo que Holmes replic esta frase extraordinaria:
Que de ninguno de los cadveres ha brotado sangre.
ELIJO YO LAS PRXIMAS VCTIMAS
ENTONCES exclam cuando la emocin me permiti hablar, cree usted ahora
firmemente que los asesinatos continuarn?
Estoy seguro de ello. Y creo ms. Creo que las prximas vctimas somos usted y yo...
Se me puso el pelo tan de punta que tuve que correr al tocador de Sherlock y peinarme con
fijador. Holmes me sigui hasta all dicindome:
Por eso he cerrado la puerta. Pero an no nos tienen, Harry!
Estas palabras fueron pronunciadas tan enrgicamente que me devolvieron en gran parte
la tranquilidad.
Tiene usted alguna idea?
S. Pasaremos la noche fuera del castillo y haremos que se instalen en este cuarto dos de
los invitados: que son los que morirn en nuestro lugar.
Y bajando la voz dos tonos, me interrog:
Qu individuos de todos los que habitan en el castillo se le han hecho a usted ms
antipticos? Recapacit cuidadosamente y repuse:
El novelista Me. Gregor y Warren, el marido de Diana Brown.
Pues ellos sern los primeros asesinados en el Castillo de Hull, Harry sentenci Sherlock
Holmes.
DOS MUERTOS FUERA DE PROGRAMA
Media HORA ms tarde, a las nueve y cuarto de la noche (siempre meridiano de
Greenwich), Me. Gregor y Warren, llevados a las habitaciones de Holmes con el pretexto de
un inminente eclipse de luna que desde all arriba se vea a la perfeccin, aguardaban, sin
sospecharla, su prxima muerte.
Sherlock y yo bajamos al parque cautelosamente. La noche era todo lo serena que puede
ser una noche en las Trossachs. La luna brillaba tenuemente. Y el cielo ofreca ese aspecto
luminoso y oscuro, a cuadros, tan genuinamente escocs.
A nuestro alrededor todo dorma, como se dice siempre en estos casos.
Sherlock abra marcha, pegado a los muros hmedos del castillo, pisando los macizos de
evnimos, de los que pareca brotar la edificacin, y con un dedo en la boca para
recomendarme silencio. Yo le segua como la sombra al cuerpo cuando el cuerpo proyecta
sombra. As dimos una vuelta completa alrededor del castillo. Entonces Holmes se detuvo,
me seal una ventana del tercer piso que irradiaba la luz del interior y me susurr al odo:
Aquella ventana es la de mi cuarto. Atencin, Harry, que no tardaremos en or dos gritos
de angustia...
Apenas haba acabado de hablar cuando dos gritos de angustia resonaron all arriba, en la
ventana iluminada. Yo me pegu, estremecido, al cuerpo de Sherlock.
Ahora se apagar la luz y dos cuerpos caern pesadamente a tierra anunci ste con su
frialdad habitual.
Y en el acto la luz de la ventana se apag y el ruido de un cuerpo que caa pesadamente a
tierra se oy de un modo preciso.
Uno! cont Holmes.
Se oy el ruido de otro cuerpo que caa:
Y dos ! dije yo.
Pero entonces son un tercer ruido de otro cuerpo que se desplomaba.
Tres? exclam Holmes con acento indescriptible.
Y un cuarto ruido de otro cuerpo cayendo al suelo retumb en el tercer piso.
Cuatro!! rug yo, tartamudeando.
Corramos! orden Sherlock Holmes.
No corrimos, volamos hacia el interior del castillo. Subimos las escaleras fulminantemente
y, ya en el tercer piso, Sherlock sac el ejemplar de El paraso perdido, de Milton, que llevaba
siempre para defenderse y, enarbolndolo, se precipit en su habitacin. Yo le segu, pistola
en mano.
A la claridad lunar distinguimos los cadveres de tres hombres y una mujer.
Me. Gregor, Warren y el doctor Brown eran los hombres.
La mujer era Silvia Wooslesley, la hija primognita de lord Carddigan.
EL MISTERIO DE LA GALERA ALTA
Fui A GRITAR, fui a pedir auxilio; no s qu iba a hacer, realmente, empujado por el
desequilibrio nervioso que me dominaba. Pero Sherlock, que no perda su sangre fra ni un
momento, me caz en la puerta, me sujet con increble fuerza por una mueca y murmur
rudamente:
Quieto! No salga a la galera... si no quiere usted morir tambin.
Morir?
Fjese!
Se tumb en el suelo, en el umbral; hizo que me tendiese a su lado y, al enfilar con las
miradas la perspectiva de la galera, vi avanzar una forma blanca. Un destello lunar me hizo
reconocer los cabellos rojos de Diana Brown, que se diriga hacia nosotros sin vernos. La voz
de Sherlock sopl tenuemente en mi odo:
Esa mujer, a quien apenas le quedan unos segundos de vida, va quiz a descubrirnos la
clave de todo. No pierda detalle, Harry. Mistress Brown caer muerta al llegar al tercer ventanal.
Observe cmo muere y...
Pero ya no habl ms. Vi claramente a Diana Brown detenerse al llegar al tercer ventanal,
extender los brazos en cruz y caer exnime con un gemido prolongado. Pero la verdad es que
no distingu nada ms, ni hubiera podido decir qu clase de agente extrao haba provocado el
hecho.
BALANCE DE LA NOCHE FATAL
No OBSTANTE, no acab todo all en aquella noche inolvidable. La luz del sol del nuevo
da, que amaneci nubladsimo, alumbr otros seis asesinatos imposibles de explicar: los de
cinco criados y el de Oldegarda Belfast, la madre del que haba sido en vida arquitecto sueco,
Penha.
Los cinco criados aparecieron muertos en montn. En cuanto a Oldegarda Belfast, se la
descubri dentro de un armario, junto a un par de guantes usados.
A las diez de la maana, el resto de la servidumbre, a excepcin de Evans, el mayordomo,
huy a campo traviesa y, segn se supo despus, no par en su fuga hasta los alrededores del
lago Tanganika (Africa Oriental Inglesa). Y el caso no era para menos, pues en aquella fecha
se haba registrado en el Castillo de Hull un total de diecinueve asesinatos, y slo lo
habitbamos ya lord Carddigan, que, abrumado por la muerte de sus tres hijos, era como una
sombra viviente que no vea, ni oa, ni entenda; el mayordomo Evans, leal como un setter,
miss Penkhurst, la conferenciante de temas bblicos, que se empeaba en que los asesinatos
del castillo eran una plaga procedente de Palestina; las cuatro hermanas Hearts, que con-
tinuaban hablando de modas; el suegro de Me. Gregor, senador vitalicio, y que confiaba en
esto para no morirse nunca; Sherlock Holmes y yo, que estbamos decididos a la muerte si
era imprescindible, y Chulesko, el violinista rumano, a quien, fuera de los Stradivarius y de
alguna czarda de Monti, le daba todo igual.
V. SITUACIN ANGUSTIOSA
EN OBSERVACIN
PERO LA SITUACIN para Sherlock y para m, que nos hallbamos en posesin del
espantoso secreto del Castillo de Hull, no poda ser ms angustiosa.
En posesin del secreto?
Realmente, ni nosotros ni nadie estaba en posesin de ese secreto. Sabamos, s, que una
fuerza desconocida actuaba a nuestro alrededor, pero ni logrbamos precisar qu fuerza era
aqulla ni, mucho menos, cmo actuaba.
Sherlock, con los nervios en tensin y todas sus facultades mentales a veinte atmsferas, se
haca preguntas sobre preguntas. Por qu Alicia haba subido aquella noche, en unin del
doctor Brown, a la habitacin de Holmes, donde se hallaban Me. Gregor y Warren? Por qu
se haba dirigido all, asimismo, mistress Diana? Y cmo haban muerto los cinco criados y
Oldegarda Belfast?
Hasta entonces todo haba tenido una justificacin: la cadena de crmenes, que conclua en
la muerte de Ren, poda explicarse y cada asesinato era, lgicamente, consecuente de los
anteriores. Slo la extraordinaria sagacidad de un Sherlock Holmes hubiera podido descubrir
un agente ajeno a todo, que asesinaba por su cuenta, en medio de aquel caamazo de muertes que
se justificaban entre s. Pero los crmenes posteriores a la muerte de Ren ya no tenan
justificacin posible y entraban francamente en la rbita de lo misterioso. Con ello se
confirmaba la existencia de la fuerza desconocida, y nada ms.
Holmes y yo permanecamos las horas muertas escondidos en sendas armaduras que se
alzaban en el gran vestbulo.
Hay que buscar un sitio desde donde observar sin ser observados haba dicho
Sherlock, porque nuestras vidas dependen no sbenos de quin y en cualquier momento
podemos caer para siempre.
Y nada ms podemos hacer? repliqu yo.
Nada, Harry. Salvarse de la muerte ya es un triunfo estupendo en el Castillo de Hull. No
nos queda sino vivir, si podemos, y observar.
Y agreg tenuemente, como hablando consigo mismo, una frase que se vio obligado a
repetir tres veces, en voz progresivamente alta porque, de armadura a armadura, no se oa:
Nunca me han faltado menos milmetros para el fracaso...
Otros dos an
Aquel DA murieron dos personas ms: el violinista Chulesko y el suegro de Me. Gregor.
Desde nuestras armaduras, a las tres de la tarde, omos el doble horrible grito con que se
despidieron de la vida ambos honrados ciudadanos. Cmo murieron es cosa que no puedo
decir, pues, cuando intent salir de la armadura para averiguarlo, me lo impidi Sherlock
Holmes. Supimos que se trataba de ellos porque sus ltimas palabras fueron,
respectivamente:
Ya no soy senador vitalicio!
Stradivarius!
Pero no supimos ms. Saber ms nos habra costado la vida.
Y resultaba caro.
CAIGO YO TAMBIN
La TARDE pas lenta y angustiosa.
Por la noche, a eso de las once, cayeron, para no levantarse nunca, las hermanas Hearts:
Polly, Dolly, Molly y Lully, bajo el poder infernal de aquel asesino misterioso.
Una hora despus de aquellas muertes o que la armadura de al lado roncaba, de donde
deduje que Sherlock se haba dormido.
Entonces, cautelosamente, sal de la ma, que haba pertenecido a un to de Ricardo
Corazn de Len.
Todo era silencio en el castillo, lo que no extraar a nadie si se tiene en cuenta que en Hull
ya slo quedbamos cinco supervivientes.
Avanc a tientas por el gran vestbulo, con nimo de dirigirme a la puerta de poniente, que
daba directamente a las cocinas, pues mi hambre era ya irresistible, pero apenas pude llegar a
tocar el picaporte. Me faltaba un paso para franquearla cuando sent un golpe en la nuca;
seguido de un vivsimo dolor; la oscuridad se llen para m de puntos rojos; luego percib una
claridad inexplicable, como un fogonazo, y despus no sent nada.
Sin duda, estaba muerto. O, por lo menos, yo crea estarlo, pues recuerdo que al caer sin
sentido pronunci unas palabras, que eran como el resumen de toda mi vida que conclua.
Dije:
Es un film Paramount.
Y el Castillo de Hull, lord Cardigan y el mismo Sherlock Holmes, dejaron de existir para
m.
VI. SHERLOCK RESUELVE EL PROBLEMA DEL MODO MS
INESPERTADO DEL MUNDO
EN EL HUECO DE LA ESCALERA
S. Tambin yo haba cado vctima de la fuerza desconocida que sospechara Sherlock
Holmes. Pero, afortunadamente para m y para mis lectores, no haba muerto. Era el nico ser
vivo que resista aquel terrible y funesto contacto.
Al abrir los ojos, no s cunto tiempo despus, me hall acostado sobre una colchoneta
situada en el hueco de la escalera del gran vestbulo. A mi lado haba un jarro con agua y un
plato de fiambres. Apoyado en el jarro, un papel, escrito de puo y letra de Sherlock, que
deca:
No se mueva ni salga de aqu para nada si quiere conservar las migajas de vida que le
quedan. Vendr a verle tres veces diarias. El fin est prximo y espero triunfar, despus de
todo. nimo!
S. H.
Por espacio de dos horas, inmvil en mi colchoneta, reflexion acerca del optimismo
inesperado de Sherlock. A qu poda obedecer? Y le admir ms que nunca. Le admir por la
serie de esfuerzos que deban de haberle llevado a aquella situacin animosa, y le admir an
ms por el valor que significaba andar, como l andaba de un lado a otro, por el siniestro
Castillo de Hull, en lucha abierta con el asesino misterioso, de cuya ferocidad implacable era
testigo fehaciente mi nuca, ahora vendada y revendada por Sherlock Holmes.
EL LTIMO ESFUERZO DE SHERLOCK
A ESO DE LAS SIETE de la tarde distingu claramente un pavoroso ruido de hierros que se
acercaba por instantes. Incapaz de defenderme, ni de intentarlo siquiera, aguard,
conteniendo la respiracin, el nuevo peligro.
Pero cuando ya el ruido sonaba a mi lado, comprob que no se trataba de un peligro, sino
de Sherlock Holmes, siempre encerrado en su armadura, que vena en mi busca.
Se inclin sobre m, se llev un dedo a la visera del casco y la levant con un gesto sobrio y
elegante, mientras murmuraba:
Harry! Vive usted an?
An contest para convencerle de ello.
Me alegro, amigo mo.
El rostro le resplandeca de felicidad y sus siguientes palabras me lo justificaron:
Tengo los hilos del asunto, Harry. Ya falta poco para llegar a la solucin final. Its long a
way to Tipperary!7. Al medioda ha muerto mistress Penkhurst, la conferenciante bblica. Ha
sido el asesinato que ms feliz me ha hecho en mi larga existencia.
Feliz? susurr estupefacto.
Claro! Herido usted y muerta mistress Penkhurst, ya no quedan ms que dos personas
en el castillo, que pueden ser el asesino misterioso: lord Carddigan o el mayordomo Evans, y
esta noche habr descorrido los velos del enigma.
Pero...
Fui a hablar, pero vi a Sherlock bajarse la visera de un golpe, dar un salto y desaparecer, y
cerr la boca nuevamente. Qu ocurra?
LA LTIMA NOCHE
Por el momento no lo supe.
Atardeci, lleg la noche: la noche ms tremenda que recuerdo haber vivido nunca; una
noche poblada de conjeturas, embadurnada de misterios y teida de interrogantes.
Amaneci, como siempre, y fueron pasando las horas de la maana sin que llegara hasta
m la menor noticia de Sherlock.
A las once mi angustia, mi temor y mi impaciencia haban llegado a su cnit.
Resolv salir de mi encierro.
Quin haba muerto en aquella ltima noche? Qu haba sido de Sherlock? Quin era, al
fin, el desconocido autor de los asesinatos del Castillo de Hull? Habra muerto lord
Carddigan? En ese caso el asesino era Evans...
Habra muerto Evans, lo que probaba que el asesino era lord Carddigan? O habra
muerto el propio Holmes, y entonces segua en pie la incgnita entre sir Arthur y el
mayordomo?
7 El tiempo es oro, como se recordar probablemente.
EL ASESINO DEL CASTILLO DE HULL
Preguntndome esto y resbalndome en el parquet, llegu hasta las puertas del gran saln.
Y all, sentado en un silln, con la barbilla hundida en el pecho, hall a Sherlock Holmes. Mi
miedo de que hubiera muerto era tal que, al verle, me invadi una alegra frentica.
Maestro! grit tendiendo hacia l las manos.
El, al orme, se levant lentamente. En sus ojos titilaban dos lgrimas.
Harry musit con voz profunda. Ya no tiene usted nada que temer en el Castillo de
Hull. El enigma de las Trossachs ha dejado de ser enigma. Ya s quin es el asesino feroz que tan
en jaque nos ha tenido.
Evans, verdad?
No, no es Evans...
Entonces?...
Y fui a pronunciar el nombre del lord, pero el maestro me interrumpi con un gesto breve:
Tampoco es lord Carddigan. Esta noche han muerto lord Carddigan y Evans casi al mismo
tiempo, Harry...
Eh? barbot angustiado.
Harry... La muerte del lord y del mayordomo, nicos supervivientes, me demuestran que
el asesino soy yo, y nadie ms que yo. Hay que someterse a la fuerza de la lgica y de la deduccin,
por muy espantosos que stas sean. Voy a entregarme a la Polica.
Avanz unos pasos, descolg un telfono y murmur:
Hello? White Hall 1212, Scotland Yard, haga el favor.
Y, cuando hubo obtenido la comunicacin, orden framente:
Enven dos agentes a Hull Castle, en las Trossachs, en Escocia, para detener el asesino
misterioso que preocupa a toda Inglaterra. Dense prisa. An pueden coger el tren de las doce
y dieciocho. Merry chrystmas!8.
8El tiempo es oro, segn queda dicho varias veces.
Despus se volvi hacia m, sonri amargamente y agreg:
Harry, hay que saber perder.
Lo que ocurri despus no lo vi, porque incapaz de soportar el final del misterio de Hull,
me desmay en brazos del asesino, el cual me acogi amorosamente, por cierto.
8 El tiempo es oro, segn queda dicho varias veces.
Esta primera edicin en Rey Lear de LOS 38 ASESINATOS Y MEDIO DEL CASTILLO DE
HULL se acab de imprimir en el invierno de 2006