Universidad de Chile
Facultad de Filosofía y Humanidades Departamento de Ciencias Históricas
Seminario de Grado: Arte y Cultura en Asia Oriental
Informes Finales de Seminario de Grado
Relaciones bilaterales entre Chile y China-Japón: Perspectivas históricas para el siglo XX
Seminario para optar al Grado de Licenciatura en Historia
Integrantes: Marlene Daniella Contreras Conteras
Romina Andrea Rivera Zamora
Profesor Guía: Sergio Carrasco Álvarez.
Santiago, Chile Enero, 2007
Índice
Introducción General............................................................................................3
Primer Informe: Relaciones bilaterales entre Chile y China (1970-1990).........11
Introducción...............................................................................................12 Capítulo I: Guerra Fría...............................................................................16 1. 1945 a 1991: Estados Unidos v/s Unión Soviética....................16
2. Chile ante la Guerra Fría............................................................22 Capítulo II: China......................................................................................25
1. Reseña histórica: Revolución china..........................................25 2. La ayuda soviética.....................................................................29 3. Transformaciones sociales y políticas........................................31 4. Transformaciones económicas...................................................35 5. Comercio exterior.......................................................................36 6. China: ¿República Popular China o República Nacionalista
China?..................................................................................................... 38 Capítulo III: Chile....................................................................................42
1. La política internacional chilena................................................42 Capítulo IV: Chile – China.......................................................................46
1. Primeros contactos chino-chilenos............................................46 2. El comienzo de las relaciones con la República Popular
China........................................................................................................47 3. El problema de Taipei: ¿podría Chile mantener el status de las dos
chinas? .........................................................................................53 4. Relaciones chino-chilenas 1970-1973.......................................57 5. 1973: ¿el fin de las relaciones con China?.................................58 6. ¿Por qué no se rompieron las relaciones entre Chile y China
Popular?....................................................................................................60 7. Los vaivenes de las nuevas relaciones.......................................63 8. El redireccionamiento de la política internacional chilena........65
Conclusiones............................................................................................73
Segundo Informe: Relaciones bilaterales entre Chile y Japón: consecuencias de la Segunda Guerra Mundial......................................................................................78 Introducción.............................................................................................79 Capítulo I: Chile-Japón: estado actual de las relaciones bilaterales........83
1. Relaciones Económicas............................................................85 2. Relaciones Políticas..................................................................87 3. Relaciones Culturales...............................................................88
Capítulo II: El encuentro de dos naciones: el inicio de las relaciones.....91 Capítulo III: Japón en la Segunda Guerra Mundial: las consecuencias de la
derrota......................................................................................................105 Conclusiones...........................................................................................117
Anexos.....................................................................................................121
Conclusiones Generales..........................................................................134 Bibliografía.............................................................................................136
2
Introducción General
Dentro del actual contexto de globalización y de una sociedad de mercado en la
cual la economía se presenta como el centro regidor de todos los ámbitos sociales, han
aumentado de manera considerable los acuerdos internacionales a nivel mundial.
Latinoamérica, y especialmente Chile, han puesto su mirada al otro lado del Pacífico, en
busca de nuevos mercados comerciales, tal como quedó planteado en la reunión de la
APEC realizada el año 2004 nuestro país. El extremo oriente representa actualmente para
Chile una vasta oportunidad comercial que, en la dinámica de la economía mundial, traería
enormes beneficios financieros en el mediano y largo plazo para nuestro país.
El Seminario de Grado Arte y Cultura en Asia Oriental se propuso, desde un
comienzo, ampliar esta imagen que en nuestros días se tiene de Oriente, específicamente de
China y Japón, mediante el conocimiento de los elementos culturales que conforman su
historia. El motivo de cambiar la mirada que tradicionalmente se da a estos países tiene que
ver básicamente con la certeza que nos embarga respecto a la inseparabilidad de los
procesos históricos, artísticos y culturales de los pueblos respecto a su desenvolvimiento
internacional, lo que desde una óptica funcional nos lleva a pensar que el actual desarrollo
de relaciones diplomáticas y comerciales entre países distintos conlleva una lógica de
conocimiento mutuo que, en la práctica, se traduce en constantes búsquedas de vías de
acercamiento entre estas naciones.
Las presentes investigaciones se enmarcan también en los objetivos que se ha
planteado este Seminario de Grado, pues entendemos que las relaciones diplomáticas y
comerciales que Chile ha logrado con países asiáticos, no han surgido de la nada. Existen
tras ellas una serie de relaciones históricas que han posibilitado el desarrollo de dichas
alianzas, entendiendo con esto además, la existencia de pactos de confianza entre las
distintas naciones. Es por este motivo que hemos puesto nuestra atención en las relaciones
bilaterales entre Chile y China-Japón, especialmente porque es un tema de contingencia, en
tanto nuestro país acaba de firmar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China en
noviembre del 2005, y se prepara hoy para firmar otro con Japón.
3
Sin embargo, nuestra preocupación no radica sólo en el desarrollo y contexto en el
cual se dieron estas relaciones bilaterales, sino más bien en la manera en la cual nuestro
país se acerca a culturas e historias tan lejanas y desconocidas como la japonesa y la china.
El conocimiento que se tiene actualmente de los asiáticos es escaso y sólo hace referencia a
algunos elementos característicos, como por ejemplo, la contextura física (ojos rasgados,
pequeña estatura, etc.), las artes marciales que llegan a través de las películas; la
meditación, técnicas de relajación que actualmente están de moda; imágenes a través de la
televisión, donde pueden distinguirse “kimonos”, “pagodas”, la muralla china, las
bicicletas, etc.; conocimientos generales que aluden a la gran población que poseen dichos
países, a su alimentación a base de arroz, a su gran economía, de tal forma, que pueden
reconocerse más marcas comerciales (Toyota, Suzuki, Sony) que nombres de personas
reales. En suma, se puede decir que el conocimiento sobre Asia esta mediatizado
principalmente por los medios de comunicación y no se ha realizado un estudio profundo
sobre el tema. Compartimos lo que señala Manfred Wilhelmy al respecto: “se llama ‘chino’
a cualquier asiático chino, coreano o japonés. Hay que derribar la etapa exótica que nos
acerca al Asia”1. El desconocimiento cultural es grande y lo es mucho más el
desconocimiento histórico2.
Las presentes investigaciones poseen tres marcos teóricos esenciales para el
desarrollo de las relaciones bilaterales: cultural, político y económico. La conjunción de
estos aspectos son los que nos permiten acceder al contexto histórico, inviolable, que rige el
desarrollo de la diplomacia durante el siglo XX.
Como ya hemos observado, el conocimiento cultural de Oriente y la búsqueda de un
entendimiento que supere las instancias económicas es lo que motiva de manera inmediata
estas investigaciones, y por tanto, es necesario comprender bajo qué términos abordaremos
tal concepto. Cultura será entendida como conjuntos mixtos de elementos provenientes
desde distintas partes de la sociedad, abarcando, además de todos los elementos materiales
1 Wilhelmy, Manfred; “Chile y el Este del Asia: a la búsqueda de una aproximación”, En: Revista Universitaria nº 48, Santiago: Pontificia Universidad Católica, 1995, p. 51 2 Quizás hoy haya un aumento de este conocimiento debido al ingreso masivo de la animación japonesa en televisión abierta, animes, videojuegos, etc., pero la que tampoco puede comprenderse sino dentro de un marco económico de mercado.
4
que la componen, sus usos, significados e interpretaciones, cuya conjunción de distintas
influencias ideológicas le otorgan un carácter único e irrepetible, que no necesariamente es
homogéneo ni tampoco totalmente fragmentado. Por lo tanto, la influencia que se produzca
sobre unos u otros grupos no es unívoca ni unidireccional, “…las prácticas, las
representaciones o las producciones se cruzan y se imbrican distintas figuras culturales”3,
produciéndose mezclas culturales o intelectuales para luego llegar a la ‘cristalización
cultural’ que plantea Peter Burke, en la que los distintos elementos que componen el
‘espíritu de época’ en un espacio dado y en un tiempo determinado, se ‘cristalizan’ para
formar un corpus identitario cuya expresión social constituye las formas culturales que
envuelven y forman parte de la cultura. Esta situación hace que la Historia Cultural deba ser
pensada tanto en su generalidad contextual como en su particularidad creativa ya que, con
múltiples acepciones, la cultura mantiene entre ellas a los cimientos de la tradición. Aunque
esta idea se contradiga con la de ‘construcción social’, donde múltiples y variados
elementos se confluyen para hacer de ella un organismo vivo, capaz de crear sus propios
pensamientos a partir de los elementos que la constituyen. Es el estudio de la cultura de una
sociedad el que nos permite hallar diferencias y cercanías con otras, y de este modo
comprender también su desarrollo histórico.
En cuanto al marco político, ya que estas investigaciones se enmarcan también en
parte en la Historia Política, ameritan explicar bajo qué preceptos será entendido el
cuestionado término. Es cierto que política da mucho que decir: etimológicamente proviene
del griego polis, que significa ciudad, pero no por su constitución física, sino por sus
ciudadanos. Sin embargo, en este caso dejaremos de lado todo lo relacionado con la
participación y representación ciudadana (que también es política), y nos centraremos en la
actividad que se refiere a la dirección de los miembros de la sociedad que se vincula con el
poder; en otras palabras, la política como la práctica del gobierno. Desarrollada en las altas
esferas del poder, uno de sus hijos predilectos es la política exterior, la cual puede definirse
como “la expresión de los intereses permanentes de un país. En una simplificación extrema
se puede afirmar también que política exterior es la acción mediante la cual un Estado
busca apoyo internacional a sus intereses mediante el apoyo también de iniciativas de otros
3 Roger Chartier, El mundo como representación, Editorial Gedisa, 2002, Pág. 35.
5
actores de la comunidad internacional”4. Por tanto, se encuentra fuertemente vinculado con
los marcos de la diplomacia.
Por su lado, entenderemos el concepto de diplomacia como el conjunto de los
diversos medios, métodos y formas jurídicas a los que recurre el Estado durante el ejercicio
de sus funciones exteriores para realizar los objetivos y tareas planteados por la política
exterior. Eduardo Jara Roncati señala que “la Diplomacia constituye el medio tradicional a
través del cual los Estados se relacionan entre sí, ya sea directamente o mediante las
organizaciones internacionales. En consecuencia, debe ser orientada hacia la búsqueda de la
paz entre las naciones, en sus dimensiones regional y mundial”5, y por tal, es incluso
considerada como una ciencia, en cuanto al profesionalismo que ha adquirido en la
conducción de la política exterior: “la Diplomacia lleva implícita la idea de relaciones de
Estados entre sí con la comunidad internacional, la de negociar y la de orientar los intereses
de sus gobiernos en su vida de relación”6, es decir, la Diplomacia sólo es entendida en
cuanto su capacidad de relación y negociación con otros sujetos. De aquí deriva el término
de relaciones diplomáticas, la cual son los vínculos formales que mantienen entre sí los
Estados y otros sujetos de Derecho Internacional, “que se autorizan recíprocamente la
existencia de Misiones permanentes destinadas a cumplir funciones diplomáticas”7. Las
misiones son, por su lado, representaciones de carácter permanente que un Estado acredita
ante otro Estado, ante una organización internacional u otros sujetos, como es el caso de las
Embajadas. Para el correcto establecimiento de relaciones diplomáticas es necesario el
consentimiento mutuo: “cada Estado independiente tiene el derecho de enviar diplomáticos
para defender sus intereses y, recíprocamente, la obligación de recibir ese mismo tipo de
agentes”8. Esto es lo que se denomina como derecho de legación.
Podemos sin embargo, encontrar dos tipos de relaciones diplomáticas: bilateral y
multilateral. La diplomacia bilateral “es la forma tradicional de conducción de la política 4 Pinto-Bazurco, Ernesto; Diccionario de Relaciones Internacionales, Lima: Fondo de Desarrollo Editorial, 1997, p. 288 5 Jara, Eduardo; La función diplomática, PNUD/CEPAL, Proyecto de cooperación con los servicios exteriores de América Latina, Documento de trabajo nº 5, Santiago, 1989, p. 13 6 Op. Cit., p. 15 7 Op. Cit., p. 19 8 Op. Cit., p. 20
6
exterior mediante el desarrollo de un conjunto de acciones de un Estado frente a otro”9.
Para esto se establecen embajadas, enviados especiales u otro tipo de misiones
extraordinarias; un ejemplo de esto son los Tratados de Libre Comercio. La diplomacia
multilateral, en cambio, es el ejercicio diplomático entre varios estados. Este tipo de
relaciones son relativamente recientes, pues han modificado los métodos tradicionales de
diplomacia, y se desarrollan tanto en organismos internacionales como en grupos no
institucionalizados. Dentro de la categoría de relación multilateral está el Asia Pacific
Economic Cooperation (APEC).
Para comprender el marco económico desarrollaremos algunas definiciones
necesarias para las investigaciones. El término capitalismo tampoco es nada simple de
definir, especialmente cuando su utilización ha provocado grandes cambios y conflictos
históricos. El capitalismo evolucionó de manera paulatina en Europa, particularmente desde
Inglaterra entre los siglos XVIII-XIX, hasta que logró expandirse mundialmente, y siendo
Adam Smith su primer teórico en su ya clásica obra Investigación sobre la naturaleza y
causas de la riqueza de las naciones (1776). No obstante, de una manera sencilla será
entendido como el régimen económico basado en el predominio del capital como elemento
de producción y creador de riqueza, en el que individuos privados o empresas de negocios
llevan a cabo la producción y el intercambio de bienes y servicios mediante transacciones
en las que intervienen los precios y los mercados. Se asocia también a los términos de libre
empresa y economía de mercado.
La teoría marxista señala que cada periodo histórico está caracterizado por un modo
de producción relacionado con el sistema de poder imperante, lo que se traducía en una
clase dirigente en eterno conflicto con una clase oprimida (lucha de clases). El primer modo
de producción fue el sistema de esclavitud, donde los sujetos son apropiados de forma
involuntaria para ejercer trabajos, y su persona es considerada propiedad de su dueño, que
dispone de él a su voluntad como una mercancía más. Sigue luego el feudalismo, sistema
que dominó a la sociedad medieval europea, y que consistía en la concesión de feudos (casi
siempre en forma de tierras y trabajo) a cambio de una asistencia política y militar. El
9 Pinto-Bazurco, Ernesto; Op. Cit., p. 139
7
modelo de producción feudal permitía a la clase terrateniente obtener una plusvalía de la
población rural atada a la tierra. El capitalismo sería entonces el siguiente modo de
producción, en donde la relación entre los propietarios (capitalistas) y los trabajadores
(proletarios) está basada en el pago de un salario por horas de trabajo acordado. Sin
embargo esta relación es en total desigualdad, pues los capitalistas se apropian de lo
producido por los trabajadores y de sus medios de producción, apropiación que permite la
acumulación del capital y el control del desarrollo económico de la sociedad. Los
trabajadores, por su lado, quedan sin protección alguna, determinados por los vaivenes del
mercado (dirigido por sus propios patrones), y con salarios tan precarios que con suerte
permiten la subsistencia.
Las transiciones del sistema de esclavitud al feudalismo, y del feudalismo al
capitalismo se produjeron cuando las fuerzas productivas –es decir, los trabajadores y los
medios de producción como las máquinas– no podían seguir desarrollándose con las
relaciones de producción existentes, entre las distintas clases sociales. De esta manera, la
crisis que afectó al feudalismo cuando el capitalismo necesitaba una creciente clase
trabajadora conllevó la eliminación de las bases legales e ideológicas que ataban a los
siervos a la tierra. Tal como señala el historiador japonés H. Kohashiro Takahashi, “no cabe
duda de que la manera en que se formó el capitalismo en cada país concreto estaba
estrechamente vinculada a las estructuras sociales preexistentes, es decir, a la intensidad
interna y a la organización de la economía feudal en el mismo”10, y por tanto, no podemos
homologar el proceso en todo orbe, pues las circunstancias tanto históricas, como
económicas o sociales, pueden dar distintos énfasis o resultados según el país donde se
desarrolle el proceso de transición. No fue lo mismo en China o Japón, ni en Inglaterra o
Francia.
Para el marxismo, el capitalismo debe caer también en crisis, pues todo sistema está
amenazado por un posible conflicto surgido de una contradicción histórica, y además que
cada modo de producción tiene fallos que terminarán por destruirlo, ya sea por
10 Takahashi, H. Kohashiro; Del feudalismo al capitalismo. Problemas de la transición, Barcelona: Crítica, 1986, p. 57
8
autodesintegración o por una revolución animada por la clase oprimida. Marx y Engels en
el Manifiesto del Partido Comunista (1848) señalaban que mientras más productivo fuera el
sistema, más difícil sería su funcionamiento, pues cuantos más bienes fuera acumulando
menos utilidad marginal se obtendría de esos bienes, y terminarían ahogándose en su propia
riqueza. El colapso del sistema capitalista culminaría en una revolución en donde el
proletariado se rebelaría contra la clase opresora, acabando con la propiedad privada de los
medios de producción. La nueva economía, dirigida por y para el pueblo -luego de un
periodo de dictadura proletaria-, produciría no con fines de lucro y acumulación, sino por
las necesidades de la sociedad, las cuales una vez satisfechas, acabarían con las
desigualdades y cualquier tipo de gobierno coercitivo.
Durante el siglo XX, el comunismo afloró fuertemente. La Revolución Rusa en
1917 fue el primer gran paso hacia la concreción del nuevo sistema que pretendía
difundirse hacia el resto de Europa para colapsar al capitalismo, el que se vio en grandes
problemas durante la Gran Depresión de 1929, y durante la Segunda Guerra Mundial debió
aliarse con el comunismo para hacer frente a la avanzada del fascismo. Hobsbawm señala
que “una vez que el capitalismo liberal había conseguido sobrevivir –a duras penas- al
triple reto de la Depresión, el fascismo y la guerra, parecía tener que hacer frente al avance
global de la revolución, cuyas fuerzas podían agruparse en torno a la URSS, que había
emergido de la segunda guerra mundial como una superpotencia”11. El sistema del
capitalismo mundial tambaleó más de una vez, pero no cayó. Sí cayó la Unión Soviética, lo
que dio por terminada la Guerra Fría. Actualmente es la economía capitalista de mercado la
que rige la mayor parte del mundo, a través de un nuevo liberalismo, o incluso por un
neoimperialismo, que se define como la dominación indirecta que los modernos países
industrializados, bajo los efectos de su desarrollo técnico-económico ejercen sobre pueblos,
naciones y estados de menor desarrollo12.
Este es el panorama político-económico en donde se insertan las siguientes
investigaciones, y las relaciones de nuestro país con China y Japón, ya que éstos, a pesar de
11 Hobsbawm, Eric; Historia del siglo XX, Buenos Aires: Crítica, 2006, p. 17 12 Pinto-Bazurco, Ernesto; Op. Cit., p. 193
9
insertarse de manera tardía a estos juegos, por hoy son los mejores representantes a nivel
mundial de los acontecimientos del nuevo siglo.
10
Informe Final de Seminario de Grado
Relaciones bilaterales entre Chile y China (1970-1990)
Seminario para optar al Grado de Licenciatura en Historia
Marlene Daniella Contreras C.
Santiago, Chile.
11
Introducción
China es hoy en día un país que nos suena a grandes proyecciones comerciales que
redundan en amplios beneficios económicos para Chile. Tratados de Libre Comercio, y una
oleada de inmigrantes chinos han tapizado las calles de nuestro país con slogans, marcas
comerciales y restaurantes de comida china por doquier, donde basta sólo poner un paso
dentro para percatarse que las cortinas, las mesas, la decoración interior y los propios
meseros nada tienen que ver con Chile.
Una cultura milenaria nos es puesta frente a nuestros ojos como un ‘flashazo’ de
historia, donde cada exquisitez culinaria nos hace perdernos en un mar de tradiciones, que
quizás un ojo no adiestrado podría no percatar, pero sin duda no podría olvidar.
Una pregunta, me surge de inmediato, ¿habrán estado siempre los chinos tan cerca
de nosotros?, como la respuesta es obvia, me vuelvo a preguntar, ¿desde cuándo y por qué
razón China, siendo un país tan lejano y distinto al nuestro, se pasea con soltura por
nuestras calles?, ¿qué tienen en común ambos pueblos y cuáles han sido las coyunturas
históricas que han permitido que naciones tan disímiles entre sí se embarquen en un
proyecto social, cultural y económico común? La búsqueda de respuestas para estas
preguntas ha motivado una exhaustiva investigación que ha dado por resultado la presente
tesis.
La historia de las relaciones bilaterales entre Chile y China entre la década de 1970
y 1990 es el tema que me aboca en este momento. Si bien las relaciones entre ambos países
datan de inicios del siglo XIX, donde hubo de conjugarse una serie de variables para que
este acercamiento se produjera, entre ellas la coincidencia de la época de pleno auge del
salitre, durante la cual Chile se hallaba en búsqueda de mano de obra y mercados para
dicho mineral, con la emigración china producto de la sobrepoblación, la insuficiencia de
terrenos agrícolas para subsistir, los altos impuestos que afectaban a la población civil
masculina, para buscar mejores condiciones de vida en localidades donde se necesitaba de
mano de obra (Cuba, por sus plantaciones de azúcar; Perú, por la extracción de Guano;
Panamá, Australia y Sudáfrica por la extracción de oro, y Chile por la extracción de salitre,
12
entre otros), la razón de abarcar dos décadas, no es tentativa, responde a la inquietud que
me surge respecto a la siempre presente necesidad de Chile de establecer relaciones
bilaterales con China, y a la forma en que las llevará a cabo, teniendo en cuenta la especial
situación política interna de Chile antes y después del Golpe de Estado de 1973, y a la
coyuntura internacional de Guerra Fría en que estaba sumido el mundo entero, lo que
producto de la condición de procesos concatenados que asume la historia hoy en día, no es
posible analizarlas como fenómenos separados o causalmente unívocos.
La década de 1990 tampoco es tentativa, responde al fin de una etapa tanto a nivel
internacional, como nacional. Internacional, porque coincide con la caída de todo el bloque
soviético, que fue durante mucho tiempo el ‘segundo mundo’, modelo a seguir por varios
estados de ideologías socialistas y comunistas, y nacional, porque marca el fin de un país
sometido a un régimen militar que provocó grandes cambios a nivel político-económico, y
enormes traumas a nivel social.
La presente investigación está dividida en tres capítulos, cada uno de los cuales
responde a un objetivo general con sus respectivas especificidades. El primero de ellos está
destinado a situar al lector en el contexto histórico-social de las relaciones diplomáticas
entre Chile y China, en el que además, se hace una reseña histórica de China desde el
comienzo de la lucha intestina entre nacionalistas y comunistas que culmina con la
Revolución de 1949 y la instauración de una sociedad de tipo socialista. Este capítulo tiene
por objetivo otorgar un marco histórico a la tesis, y situarnos en el contexto histórico-social
de la nación con la que Chile entablará una duradera amistad.
El capítulo número dos tiene por objetivo principal determinar los intereses de
ambas naciones por desarrollar contactos diplomáticos, para lo cual se hace un análisis de
los conflictos de reconocimiento internacional que tuvo la República Popular China, de los
patrones de conducta que sigue la política internacional chilena y que promueve un
acercamiento a la China Popular en detrimento de la China Nacionalista.
Y el tercer capítulo se introduce plenamente en el desarrollo de las relaciones
bilaterales chino-chilenas entre 1970-1990. El objetivo primero de este capítulo es
13
establecer en qué medida las ideologías similares llevaron a ambas naciones a estrechar
lazos diplomáticos en la década de los setenta, y por qué éstas no concluyeron cuando Chile
dejó de ser un país socialista.
El motivo que me ha llevado a plantear dichos objetivos tiene que ver con la
inquietud que me embarga respecto a cómo se están desarrollando las relaciones
diplomáticas chino-chilenas en la actualidad. Creo que los lazos diplomáticos han estado
siempre supeditados a intereses económicos, y que el actual boom por las culturas asiáticas
tiene que ver más que nada con un interés interestatal por difundir sus culturas en función
de propiciar posibles entendimientos económicos a largo y mediano plazo. En este sentido,
creo que el paisaje que ha acompañado siempre las buenas intenciones sociales y culturales
chino-chilenas nunca ha podido alejarse de las cifras comerciales tanto de importaciones
como de exportaciones entre ambas naciones. Es por ello que las décadas de 1970-1990 son
tan importantes para reconocer dicho fenómeno, pues de no mediar dichas cifras, lo más
probable es que las relaciones entre Chile y China se hubiesen finalizado bruscamente a
partir de 1973.
Las fuentes a las que recurrí para comprobar dicha hipótesis fueron en su mayoría
de carácter secundario, pues la escasez de fuentes primarias en español me obligó a utilizar
material bibliográfico, el que se abastecía, muchas veces, de archivos y prensa de origen
chino como el libro de Diego Lin Chou, Chile y China: inmigración y relaciones
bilaterales (1845-1970), trabajo que demoró cerca de diez años en finalizar, y que por su
completa visión de los desarrollos iniciales de las relaciones diplomáticas chino-chilena me
ha proporcionado una orientación bastante clara sobre dicho proceso.
Sobre el mismo tema se han escrito algunas tesis en nuestra Universidad como la
de, Gabriel Esteffan Cam, Desde Mao al TLC, tesis para optar al título de periodista, que
por su gran extensión no es capaz de otorgar una análisis profundo al tema tratado, el que
tampoco proporciona cuestionamientos y problemáticas que orienten la investigación hacia
una tesis de trabajo concreta. Mejor suerte corre la tesis de Eduardo Moraga, Relaciones
entre Chile y La República Popular de China: 1984-1994, tesis también para optar al título
14
de periodista, mucho más acotada en el tiempo, pero que a pesar de abarcar sólo una
década, no profundiza en los temas de los que se ocupa, quedándose muchas veces sólo en
el ámbito meramente descriptivo.
Un trabajo mejor estructurado y riguroso resultó ser la tesis de Magíster de Javier
Matta, Las relaciones bilaterales entre Chile y la República Popular China, tesis a la que
llegué por una referencia bibliográfica en Lin Chou y que, en conjunto con numerosos
artículos sobre temas similares me proporcionaron un material vital para la construcción de
este trabajo.
Las pocas fuente primarias sobre las que trabajé consisten en documentos extraídos
de la biblioteca del Congreso Nacional, correspondientes a los Decretos y Decretos Ley que
dictaminaban o ratificaban acuerdos contraídos con la República Popular China entre 1970
y 1990. En estos documentos se determina la naturaleza de los intercambios comerciales,
artísticos y culturales llevados a cabo entre ambos países.
Lamentablemente la escasez de fuentes de este tipo hace que las investigaciones al
respecto sean escasas, parceladas y no muy profundas. Mi trabajo de tesis no se abstrae de
dichas dificultades, ante lo cual he intentado aprovechar al máximo las fuentes consultadas
y abocarme al desarrollo de los objetivos propuestos en función de la hipótesis ya
presentada.
En los capítulos que siguen pretendo presentar las dificultades que han debido
enfrentar dos países para conseguir insertarse al mundo mediante contactos diplomáticos
que se entienden, no sólo en la dinámica local, sino además en su inscripción en la órbita de
un mundo cada vez más globalizado y plenamente integrado a la economía mundial.
15
Capítulo I. Guerra Fría
1. 1945 a 1991: Estados Unidos v/s Unión Soviética
El período que abarca la presente investigación, coincide con una época en que el
mundo entero se hallaba convulsionado por los embates de la Guerra Fría. Dicho proceso,
que abarca el período de tiempo transcurrido entre el fin de la Segunda Guerra Mundial en
1945, y la caída de la Unión Soviética en 1991, se originó a causa del constante
enfrentamiento entre las dos superpotencias surgidas del mencionado conflicto
internacional. Fue producto de “…las diferencias entre los principios de los estados
comunistas y de los capitalistas o democráticos, que habían existido desde que los
comunistas establecieron un gobierno en Rusia en 1917”13.
Este período se caracterizó por un constante temor a una posible guerra nuclear,
como dice Hobsbawm, “Generaciones enteras crecieron bajo la amenaza de un conflicto
nuclear global que, tal como creían muchos, podía estallar en cualquier momento y arrasar
a la humanidad”14. Aunque esto nunca fue un peligro inminente, ya que, tanto
norteamericanos como soviéticos estuvieron de acuerdo en el reparto desequilibrado de
fuerzas tras la Segunda Guerra Mundial15,
En una primera etapa, que transcurre desde 1945 a 1953, la Guerra Fría se desarrolló
mediante un ataque propagandístico entre las potencias rivales, medidas económicas y una
política de no cooperación entre ellas, que se vio agravada porque a pesar que la URSS se
13 Norman Lowe, Guía Ilustrada de la Historia Moderna, FCE, México, 1989, pág. 311. 14 Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX. 1914-1991, ed: Crítica, Barcelona, 1996, pág. 230. 15 En febrero de 1945 se celebró en Crimea la Conferencia de Yalta, en la que se acordó un reparto de las naciones vencidas de las Segunda Guerra Mundial. En este reparto participaron los principales actores políticos internacionales del momento: Churchill (primer ministro británico), Roosvelt (presidente norteamericano) y Stalin (jefe supremo del Polit Buro), los que decidieron en conjunto que Alemania sería dividida entre Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética, y a las que más tarde se sumaría Francia. Lo mismo sucedería con Berlín, que había quedado en territorio soviético, hecho que a fines de la década de 1940 producirá serios conflictos entre las potencias occidentales y el bloque soviético, que comenzará con un bloqueo a dicha ciudad a fin de presionar una retirada de las tropas occidentales, y que terminará con la construcción del muro de Berlín en agosto de 1961.
16
incorporó a la guerra contra Japón16 como una aliada de occidente, no fue informada de la
tenencia de Estados Unidos de armas nucleares. Este hecho enfrió aún más las relaciones
entre EE.UU. y la URSS ya que, además, no le fue permitido a esta última participar de la
ocupación de Japón.
La política norteamericana se presentó, en esta época, con un grado de paranoia
impresionante. EE.UU. presentaba a la URSS como un ‘monstruo gigantesco’ que deseaba
apoderarse del mundo, sentía amenazado el capitalismo liberal y la democracia de la
sociedad occidental, y cómo no si el comunismo parecía ampliarse a gran velocidad. Para
1946, la influencia rusa se había extendido a Polonia, Hungría, Rumania, Bulgaria y
Albania, en los que se habían instalado gobiernos de coalición de tendencia comunista,
despertando el temor del primer ministro británico, W. Churchill, quien denunció en un
discurso pronunciado en Missouri en marzo de 1946, la presencia de una ‘cortina de hierro’
que dividía a la Europa oriental y occidental.
Los años que transcurrieron entre 1948 y 1975, presenciaron una estabilidad
europea que se evidenciaba en la aparición de un tercer bloque configurado por los países
tercer mundistas17 no alineados, que no se inmiscuían en los conflictos políticos europeos, y
al estancamiento de la influencia soviética en la Europa del este, “…el bando comunista no
16 El segundo gran conflicto mundial acabó en Europa a principios de 1945, pero continuó en el Extremo Oriente hasta agosto del mismo año, cuando Estados Unidos lanzó dos bombas atómicas contra Hiroshima (6 de agosto) y Nagasaki (9 de agosto), forzando la rendición Japonesa. Estos hechos fueron justificados por el presidente Truman con la excusa del gran costo de vidas que había ocasionado la Guerra, y la necesidad de concluir prontamente con ella, pero las verdaderas intenciones del presidente norteamericano eran ganar terreno a la URSS en sus áreas de influencia, ya que pocos meses antes del abrupto fin de este conflicto, Japón se encontraba negociando la paz por medio de la URSS. 17 Después de 1945 se vivió proceso de descolonización, en el que las antiguas colonias de los estados europeos alcanzaron su independencia a causa de la liberalización de ellas por parte de las metrópolis o, mediante la lucha armada en cu contra. Este proceso originó un gran número de naciones independientes que, pese a su heterogeneidad económica, cultural y política, desarrollaron conciencia de su estado político y, desde 1955 comenzaron a reconocerse entre ellos y a legitimar sus nacionalismos, constituyendo un bloque unificado frente a los bloques del este y del oeste. Eran el bloque de los ‘no alineados’ bajo la influencia soviética que había surgido producto del desprestigio en que habían incurrido los países europeos, especialmente Francia y Gran Bretaña por su incapacidad de defender sus colonias frente a los ataques e invasiones japonesas. De hecho, muchas de las guerrillas nacionalistas que lucharon por la liberalización de sus países, tenían su origen en la lucha contra el invasor japonés durante la Segunda Guerra Mundial.
17
presentó síntomas de expansión definitiva entre la revolución china y los años setenta,
cuando la China comunistas ya no formaba parte del mismo”18.
En esta época se evidenció más que nunca que ninguna de las dos potencias deseaba
entrar en un conflicto armado que arrastrara al mundo entero, sus amenazas de guerra se
quedaban sólo en eso y sus mejores armas eran el desprestigio político de su adversario y el
‘juego de espías’ que llevaban a cabo los distintos servicios secretos.
El historiador Eric Hobsbawm está convencido que las posibilidades reales de una
guerra mundial eran poco probables y que, quizás los momentos más álgidos de este
período habrían ocurrido, en marzo de 1947, con la proclamación de la doctrina Truman en
la que EE.UU. se comprometía a apoyar a los pueblos libres que se resistiesen a ser
subyugados por minorías armadas internas o externas; y, en abril de 1951, con la
destitución del General MacArthur, por parte del presidente norteamericano, a causa de sus
excesos durante la Guerra de Corea19.
Pero las amenazas de guerra fueron constantes entre ambas potencias hasta que la
URSS adquirió su propia bomba atómica en 1949. Ese mismo año, Gran Bretaña, Francia,
Holanda, Luxemburgo, Canadá, EE.UU., Portugal, Dinamarca, Irlanda, Italia y Noruega
firmaron un tratado de defensa mutua, conocido como Tratado del Atlántico Norte
(OTAN). Este hecho significaba la renuncia de EE.UU. a no formar parte de alianzas en
que se necesitase de la acción militar anticipada.
La URSS estaba conciente de lo débil de su posición ante EE.UU., por lo cual
utilizó frente a su rival una estrategia de intransigencia, mediante la cual aseguraba las
18 Hobsbawm, op. Cit., pág. 322. 19 Después de la Segunda Guerra Mundial, Corea fue dividida en dos mediante un acuerdo entre EE.UU. que quedaría a cargo de la parte sur del país, y la URSS que se encargaría del norte. El único fin de esta división era conseguir, de manera más eficiente, la rendición japonesa. Cuando se intentó la unificación de Corea fue imposible llegar a un acuerdo respecto al régimen político que regiría al país, por lo que este hecho se transformó en un punto más de rivalidades entre estas dos potencias durante la Guerra Fría. Importante fue en la Guerra de Corea que se inició en 1950 y finalizó en 1953, la participación del General McArthur, quien sorprendido por la eficacia del ejército chino (que defendía a norcorea), manifestaba su abierta intención de lanzar bombas atómicas sobre la Manchuria, lo que le significó ser depuesto de su cargo.
18
posiciones que Churchill y Roosvelt le habían ofrecido finalizada la Segunda Guerra
Mundial y por las cuales se hacía imprescindible en la derrota de Japón.
Con la muerte de Stalin en marzo de 1953, se produjo un ‘deshielo’ en la Guerra
Fría producto que los nuevos líderes de la URSS (Malenkov, Bulganin y Khrushchev)
deseaban mejorar las relaciones con los EE.UU., lo que tenía como principal motivo la
expansión del comunismo mediante vías pacíficas, esto es, cuando “…las potencias
occidentales apreciaran la superioridad del sistema económico soviético, no cuando fueran
derrotadas en guerra. De la misma manera esperaba atraer a los estados neutrales al
comunismo mediante una generosa ayuda económica”20.
Este deshielo de las relaciones se manifestó, principalmente, en los siguientes
hechos: la finalización de la Guerra de Corea en 1953; el término del conflicto en Indochina
en 1954; y, la visita de Khrushchev al mariscal Tito de Yugoslavia que, en 1948 había roto
sus relaciones con Stalin porque no estaba dispuesto a subordinar el comunismo21 y la
economía de su país al sistema ruso.
Pero este deshielo no significó en algún caso el relajamiento de los lazos que
mantenían unidos al bloque soviético. El Pacto de Varsovia firmado en 1955 fue un claro
ejemplo de ello, ya que este era un pacto de ayuda mutua entre los países de influencia
soviética que se concretaba como respuesta a la creación de la OTAN. Desde entonces, la
URSS aumentó su arsenal nuclear, y a partir de 1958 se incrementó la tensión en la ciudad
de Berlín que culminaría en la creación del muro de Berlín en 1961. Otro incidente de
importancia fue la crisis de los misiles en Cuba que en 1962 puso a prueba los nervios del
mundo entero que veía inminente el desarrollo de una guerra nuclear.
20 Lowe, op. Cit., pág. 324. 21 El comunismo yugoslavo se había implantado en dicho país sin ayuda rusa, fue el Mariscal Tito quien liberó a Yugoslavia de sus enemigos. La ruptura con Stalin, le significó la expulsión de la Cominform, organismo creado en 1947 con el fin de reunir a todos los partidos comunistas en una organización a fin de rehacerlos a semejanza del Partido Comunista ruso (PCUS), además de quitarle ayuda económica para conseguir la capitulación de Tito. Esta estrategia de Stalin no dio los resultados esperados ya que el comunismo reformado de Tito se basaba en la apertura comercial hacia Occidente y la aceptación de la ayuda económica del Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que le permitió seguir aplicando el comunismo a su manera.
19
La década del sesenta marcó la ruptura entre el comunismo soviético y el chino. La
razón de este ‘cisma’ fue el acercamiento que la URSS había profesado hacia EE.UU.
después de la muerte de Stalin, lo que despertó los recelos de la República Popular China,
quien acusó a los soviéticos de practicar un comunismo revisionista que traicionaba los
principios de Lenin respecto a la revolución. Esta situación no era de modo alguno
aceptable para la tradicionalista China, por lo que desde entonces rompió sus relaciones con
la URSS definitivamente, declarándose abiertamente antisoviética. Un dirigente chino
expresaba: “El Partido soviético nos acusa de divisionismo porque objetamos ciertas
resoluciones adoptadas por sus propios congresos. Pero los congresos soviéticos pueden
obligar solamente al partido soviético porque, ¿cómo puede haber igualdad entre los
partidos humanos si cuanto decide el partido soviético en sus propios congresos resulta
obligatorio para los demás partidos?”22.
La década del setenta dio inicio a la llamada ‘segunda Guerra Fría’. Este período
coincidió con cambios económicos a nivel mundial que, producto de la solidez económica
de EE.UU. y de la URSS, no fueron percibidos al instante, y se caracterizó por un
estancamiento de las relaciones internacionales, que fue conocida como la ‘détente’.
Este fenómeno fue consecuencia de la creencia norteamericana de que la mejor
forma de combatir al comunismo era la coexistencia pacífica, del deseo ruso de disminuir
sus gastos bélicos para preocuparse en mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos, y
de que China estaba más preocupada por su aislamiento y su rompimiento con la URSS que
de cualquier otra cosa.
Este período fue clave para las relaciones oficiales chino-norteamericanas, que
después de la Guerra de Corea se habían congelado. Aún cuando EE.UU. continuaba
apoyando al gobierno nacionalista de Taiwán, a partir de 1971 las relaciones con la
República Popular de China mejoraron al extremo que el gobierno norteamericano retiró el
22 En: Edward Crantshaw, La nueva Guerra Fría. Moscú contra Pekín, Ed. Poligrafía Argentina, Buenos Aires, 1963, pág. 111.
20
veto que impedía el ingreso de la China Popular a las Naciones Unidas y en octubre del
mismo año pasó a ser miembro activo de dicha organización.
El período de la détente no sólo sirvió para relajar tensiones en el mundo entero,
sino también ayudó a la difusión del comunismo. “…una serie de regímenes africanos,
asiáticos e incluso americanos se pasaron al bando soviético y, en concreto, facilitaron a la
URSS bases militares, sobre todo navales, fuera del territorio original de ésta, sin apenas
salida al mar. La coincidencia de esta segunda oleada de revoluciones mundiales con el
fracaso y derrota públicos de los norteamericanos fue lo que engendró la segunda guerra
fría. Pero también fue la coincidencia de ambos elementos con el optimismo y la
autosatisfacción de la URSS de Brezhnev en los años setenta lo que convirtió esta segunda
guerra fría en una realidad”23.
La Guerra Fría que, desde sus inicios, fue una lucha desigual, acabó cuando ambas
potencias entendieron lo absurdo de la lucha que estaban librando una contra la otra, y que
las había llevado a una acelerada carrera armamentista atómica. El dirigente ruso Mijail
Gorvachov dio el primer paso y convenció a EE.UU. de sus intenciones, aunque dice
Hobsbawm, “…no hay que menospreciar la aportación del presidente Reagan, cuyo
idealismo simplón pudo atravesar las tremendas barreras formadas por los ideólogos, los
fanáticos, los advenedizos, los desesperados y los guerreros profesionales que lo rodeaban,
para llegar a convencerse a sí mismo”24.
Así, las cumbres de Reykjavik en 1986 y de Washington en 1987, pusieron fin a
este largo período de Guerra Fría, aunque sus efectos se hicieron sentir hasta mucho tiempo
después. La distensión de la Guerra Fría, puso en evidencia lo precario de la economía
socialista en comparación a la economía capitalista, provocando el repentino y rápido
hundimiento del sistema soviético y de la misma URSS.
23 Hobsbawm, op. Cit., pág. 249. 24 Op. Cit., pág. 253.
21
2. Chile ante la Guerra Fría
Durante el período de tiempo en que la URSS y EE.UU. se encuentran disputando
entre sí el predominio y hegemonía mundial, nuestro país está concentrado en su desarrollo
económico y preocupado, principalmente, de mantener sus objetivos de supervivencia,
seguridad y bienestar nacional.
“Durante el período de Guerra Fría, Chile y el conjunto de los países
latinoamericanos se encuentran subordinados al diseño estratégico de Estados Unidos
correspondiente a la política de contención, en la estructura bipolar del mundo, el país se
encuentra al lado de la potencia estadounidense”25. Esta cita refleja claramente la postura
chilena ante la Guerra Fría, que se explica por el escaso peso que nuestro país tenía en la
escena mundial, ante lo cual no tenía más alternativa que subordinarse a las exigencias del
entorno internacional.
Hasta 1940, la diplomacia chilena era muy escasa, reduciéndose a Conferencias
Panamericanas con el resto de los países latinoamericanos. A partir de la Segunda Guerra
Mundial esta situación comenzó a cambiar, cuando el contexto internacional de post-guerra
puso sobre el tapete las consecuencias de los conflictos internacionales y se hizo evidente y
necesaria la pronta organización de la paz.
El año 1947, en la Conferencia Interamericana del Mantenimiento de la Paz y la
Seguridad Continental, se firmó el Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca (TIAR)
que significaba el ingreso en bloque de Latinoamérica a la Guerra Fría.
El principal objetivo latinoamericano era aumentar la ayuda económica que Estados
Unidos prestaba a este continente para enfrentar la crisis de post-guerra, lo que no dio los
resultados esperados. “…se negoció, sin éxito, apoyo político a EE.UU. por mayor
25 Gastón Rojas Ramírez, Formulación de la política exterior de Chile en el período de Guerra Fría, Tesis de
Magíster en Estudios Internacionales, Santiago, Universidad de Chile, Instituto de Estudios Internacionales,
1991, pág. 36.
22
cooperación económica a A. Latina, Estados Unidos presenta una baja respuesta a las
necesidades y requerimientos de la región”26.
Chile, durante este período, como aliado norteamericano, vive sumido en un clima
intensamente anticomunista. En las campañas presidenciales de 1942, “…se divulgan ideas
anticomunistas, se critica al comunismo como factor de disolución social y movimiento
dirigido desde el extranjero en contra de la nacionalidad”27. A esta postura adhería no
solamente la derecha, sino también los Partidos Radicales y Socialistas, con lo que
desaparecía la alianza existente entre el Partido Comunista y la centro izquierda.
Los presidentes que debieron afrontar los períodos más significativos de la primera
fase de la Guerra Fría fueron:
-Gabriel González Videla (1946-1952): Durante su campaña presidencial de 1946
no hace explícito el que en esa época era ‘el problema del comunismo’ pues, como
una manera de obtener el apoyo político de la izquierda, mantenía buenas relaciones
con el Partido Comunista.
-Carlos Ibáñez del Campo (1952-1958): Entre sus objetivos gubernamentales se
encontraban la confraternidad latinoamericana y la cooperación internacional con
una clara orientación americanista.
Respecto a la Guerra Fría mostraba un explícito alineamiento tras Estados Unidos,
respaldando la Carta de Organización de Estados Americanos (OEA) y el TIAR.
Ibáñez estaba convencido de la importancia de la unificación de Latinoamérica para
combatir el comunismo internacional. En su mensaje presidencial del 21 de mayo
de 1957 planteaba que el sistema interamericano debía constituirse en “…la más
firme barrera contra el avance del comunismo y el mejor baluarte para la defensa
de las instituciones republicanas del hemisferio”28.
26 Op. Cit., pág. 40. 27 Op. Cit., pág. 47. 28 Op. Cit., pág. 55.
23
-Jorge Alessandri Rodríguez (1958-1964): Su gobierno se basó en el firme respeto
al principio de no intervención en los asuntos internos y externos de los Estados, basándose
en el principio de autodeterminación de los pueblos. Adhirió a la fiel observancia de los
Tratados, a la solución pacífica de los problemas, al respeto de los Derechos Humanos, a la
defensa de la democracia representativa, a la cooperación económica internacional para el
progreso de los pueblos y, en su pronunciamiento oficial sobre la Guerra Fría, manifestó su
convencimiento de la obligatoriedad chilena y latinoamericana con los principios
democráticos occidentales. “…pertenecemos a occidente y, conforme a nuestras tradiciones
y creencias, nuestro destino está ligado al suyo en todas las alternativas”29.
29 En: Op. Cit., pág. 57.
24
Capítulo II. China
1. Reseña histórica: Revolución china
La revolución rusa de 1917 se constituyó en la fuente de inspiración para muchos
comunistas alrededor del mundo, y China no fue la excepción. Desde la fundación del
Partido Nacional Radical o Kuomintang30 en 1912, China luchó, junto a los comunistas,
contra la influencia extranjera, por la democracia y la reforma agraria.
Bajo la conducción del general Chiang Kai-shek, China se acercó a la Unión
Soviética, aún cuando su orientación política se acercaba más a la derecha. Su
anticomunismo lentamente comenzó a manifestarse: “Hacia abril de 1927 Chiang observó
que los comunistas se estaban haciendo demasiado poderosos; en las zonas donde estos
tenían fuerzas, los terratenientes eran atacados y les quitaban la tierra; había llegado la hora
de destruir a un aliado embarazoso”31. Desde entonces, comenzó una fuerte persecución
contra los comunistas, se les expulsó del Kuomintang (KMT) y muchos fueron asesinados.
El Partido Comunista Chino (PCC) que había sido creado en 1921, y su líder, Mao Tse-
tung32 formaron la resistencia y se concentraron en obtener el apoyo de las masas.
Desde 1931, China comenzó a desarrollar una fuerte política centralista basada en la
subordinación de los regímenes locales al gobierno central. Ante esto, el movimiento
comunista nacido entre proletarios e intelectuales de clase media, se vio obligado a
abandonar las ciudades y a buscar refugio entre los campesinos, sin cesar sus intenciones de
difundir y llevar a la práctica las ideas marxistas que habían rendido frutos a la revolución
rusa.
Este propósito necesitaba del apoyo de los campesinos, quienes ansiaban ser dueños
de la tierra que cultivaban, por lo que los comunistas tuvieron que dejar temporalmente de 30 Fue formado en 1912 por Sun Yat-sen, a cuya muerte, ocurrida en 1925, fue sucedido en su dirección por Chian Kai-shek (1887-1975), quien lo orientó, en un primer momento, hacia la unificación del país para resistir a la invasión japonesa, y luego contra la avanzada comunista. Con el traslado de los nacionalistas de Taiwán, pasó a constituirse en Partido político del gobierno nacionalista de Taipei. 31 Lowe, op. Cit., pág. 334. 32 Mao Tse-tung nació en 1893 en la provincia de Hunan. Hijo de un próspero hacendado, realizó estudios de maestro. En 1931fue electo presidente del Comité Central Ejecutivo del PCC.
25
lado el programa de estatización de la tierra. “Empezaron por hacer blanco de sus ataques al
control gubernamental de la propiedad privada de la tierra […] y, en algunos casos,
arrebataron las tierras a sus legítimos dueños para distribuirlas entre quienes no las
poseían”33. Frente a esta situación, el gobierno nacional arremetió fuertemente contra los
comunistas, demostrando que los conflictos entre nacionalistas y comunistas recién
comenzaban.
La guerra chino-japonesa (1937-1941)34 detuvo momentáneamente este conflicto
propiciando un Frente Unido Anti-japonés que ayudó al PCC a alcanzar una influyente
posición en el gobierno, constituyéndose como el único centro de resistencia armada contra
la invasión japonesa.
El Frente Unido terminó a consecuencia del pacto de no agresión nazi-soviético de
193935 que había dejado a la deriva a los partidos comunistas del mundo entero. Así, en
enero de 1941 vuelve a estallar en China la lucha entre nacionalistas y comunistas.
El desarrollo de la guerra civil y, paralelamente, la guerra contra el invasor japonés,
debilitó las fuerzas del pueblo chino. “La inflación era ya muy avanzada, escapó a todo
control, acrecentada por los bloqueos, la carestía, la producción insuficiente de todo tipo de
mercaderías y la incapacidad oficial de controlar los precios y salarios, salvo los de los
burócratas y militares. La situación perjudicó directamente a quienes dependían de su
33 David Nelson Rowe, Historia de la China Moderna, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1963, pág. 73. 34 Japón en sus intenciones de dominio sobre toda China, y la consolidación del Asia oriental como una región de ‘co-prosperidad’, planificó la invasión de las provincias chinas de Shanshi, Shiyuan, Chahar, Hopei y Shantung con el fin de evitar la unificación de China bajo los nacionalistas. Dicha estrategia no prosperó, ante lo cual en julio de 1937, Japón decide bloquear el cruce ferroviario de Peiping. La resistencia china no se hizo esperar y la guerra se extendió por todo el norte de China. Durante los años que duró la guerra, Japón sólo consiguió mantener a sus ejércitos bloqueando las principales vías de comunicación china, sin poder avanzar al interior. 35 El 23 de agosto de 1939, poco antes del desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi firma un pacto de no agresión con la Rusia comunista (pacto Molotov-Ribentropp). Hitler pretendía con esto resguardar su frente oriental para concentrarse en adelante sólo del occidental, y Stalin fue motivado por el aislamiento en que la URSS había quedado luego de la Conferencia de Munich del año anterior a la que no fue invitado, también lo movió el deseo de ganar tiempo para alcanzar a preparar al país contra una agresión nazi y, además lo pensó como una forma de restablecer el equilibrio europeo que estaba, en ese momento, a favor de occidente.
26
sueldo para vivir pero desmoralizó a la burocracia y a los intelectuales, dos grupos de los
que el gobierno dependía particularmente”36.
Esta situación desprestigió enormemente al gobierno de Chiang que, tras la derrota
de Japón en 1945, se concentró en acabar con los comunistas. El KMT recibió el apoyo
norteamericano y el PCC se vio respaldado por los rusos. Ya para 1948, el PCC estaba en
condiciones de enfrentar directamente a los ejércitos de Chiang, los que lentamente
comenzaron a desintegrarse.
La revolución china culminó el 1º de octubre de 1949 con el surgimiento de la
República Popular China (RPC) en Beijing, empujando al gobierno nacionalista de la
República Nacionalista de China (R de C) a la isla de Taiwán.
Los factores que explican la derrota del Gobierno Nacionalista, ligado ideológica y
económicamente a EE.UU., se encuentran en la pérdida de confianza de la administración
norteamericana en dicho gobierno a causa de las sucesivas derrotas militares de su general
Chiang Kai-shek, lo que sumado a la resistencia del KMT a realizar reformas políticas, a la
corrupción de sus líderes políticos y militares, y a la falta de talento administrativo de
Chiang, condujo a una fragmentación interna de la R de C. Esto habría debilitado sus
canales de comunicación con los altos mandos nacionales y norteamericanos,
produciéndose una falta de coordinación respecto a las medidas a tomar para controlar la
insurrección comunista.
El historiador Norman Lowe37 atribuye este fracaso a la popularidad que fueron
ganando los comunistas con sus programas de reforma agraria, y a su disciplinado ejército
y honesta administración que contrastaba con la ineficiencia y corrupción del gobierno del
KMT.
36 Rowe, op. Cit., pág. 86. 37 Lowe, op. Cit.
27
De este modo, la gran China quedó dividida en dos, geográfica, ideológica y
políticamente. La RPC ocupó los territorios continentales, mientras que la R de C ejercía
jurisdicción efectiva sobre Taiwán, conocida en occidente durante el siglo XVII como
Formosa, más las islas cercanas de Kinmen, Matsu y Penghu. Desde entonces China tuvo
dos gobiernos, el de Beijing y el de Taipei. No obstante, se entendía que a pesar de esta
pugna interna, heredera de la revolución, China continuaba siendo un solo país.
En la década de 1990, al morir el presidente Chiang, su sucesor Lee Teng-hui,
oriundo de la isla de Taiwán, comenzó a mostrar ánimos independentistas al cambiar el
nombre del gobierno de Taipei (capital del gobierno), por el de Taiwán (nombre de la
provincia), lo cual no era aceptable en Beijing, ya que, con este aparentemente inofensivo
cambio de nombre, se estaba creando, en realidad, un nuevo país, razón por la cual las
relaciones entre ambos gobiernos se fueron tensando cada vez más.
La diplomacia internacional de la R de C. recibió un duro golpe, ya que de las 135
misiones que tenía en el extranjero a principios de 1949, sólo mantenía 52 a fines del
mismo año, la mayoría de ellas ad honorem pues no recibían sueldo38. “…en diciembre de
1949, la R de C mantenía relaciones diplomáticas con cuarenta y siete naciones…Durante
1949, la Unión Soviética, la República Popular Democrática de Corea, la República
Popular de Mongolia, así como ocho países socialistas de Europa oriental reconocieron a
Beijing. En 1950, Birmania, Dinamarca, Finlandia, Gran Bretaña, India, Israel, Noruega,
Pakistán, Suecia, Suiza, y Vietnam reconocieron a Beijing…”39, todos países que habían
mantenido anteriormente estrechas relaciones con el gobierno de Taipei.
Por su parte, la República Popular China estrechó relaciones con la Unión Soviética
como parte de sus tres principios básicos y entre los que se encontraban, además, entablar
una nueva base de relaciones diplomáticas en que los países ‘amigos’ reconocieran el 38 Este tema está excelentemente tratado en los trabajos de David M. Finkelstein, “Washington's Taiwan Dilemma, 1949-1950: From Abandonment to Salvation”, y en Nancy Bernkopf Tucker, “Taiwan, Hong Kong, and the United States, 1945-1992”. Resúmenes de ambos se encuentran en Pacific Affairs, Vol. 68, No. 2 (Summer, 1995), págs. 268-269. 39 Diego Lin Chou. Chile y China: relaciones bilaterales (1945-1970), Eds. de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Pontificia Universidad Católica de Chile, Instituto de Historia, Centro de Investigación Barros Arana, Santiago, 2004, pág. 322
28
gobierno de Beijing, pero para lo cual debía antes consolidar plenamente el poder interno
de la RPC. Desde entonces, dicha nación congeló sus relaciones con los EE.UU., y pasó a
depender cada vez más de la ayuda soviética40.
Este acercamiento no sólo se debía a factores ideológicos comunes, sino también a
una cuestión estratégica, pues se necesitaba resguardar la seguridad nacional del norte del
país de un ataque de las tribus nómades y conflictivas del Asia interior.
El problema de la seguridad nacional cambió de escenario con el estallido de la
Guerra de Corea, concentrándose la atención ahora en la isla de Taiwán, la que tenía una
importancia geoestratégica fundamental en la influencia de China sobre Corea, además de
la ya mencionada rivalidad con EE.UU. por la administración de Taiwán.
De este conflicto, el gobierno de Taipei consiguió amplios beneficios en materia
diplomática en tanto pudo consolidar su seguridad nacional y evitar el riesgo de una
insurrección comunista en la isla mientras contara con la protección norteamericana. En
tanto, las relaciones diplomáticas del gobierno de Beijing se fueron complicando
progresivamente a causa de su acercamiento a los soviéticos y su desprecio hacia los
norteamericanos, situación que les acarreó graves consecuencias para su desarrollo
económico interno y para su comercio exterior41.
2. La ayuda soviética
La ayuda otorgada por los soviéticos a la China popular correspondió a préstamos
con muy bajos intereses y exportaciones de productos agrícolas y minerales, además de la
asesoría técnica para el inicio de la industrialización de China.
40 La enorme bibliografía sobre el conflicto y la tensión chino-soviética, se puede dimensionar en Sino-Soviet conflict: a historical bibliography; http://www.worldcatlibraries.org/wcpa/top3mset/3e5bae22eabcf74da19afeb4da09e526.html 41Harold P. Ford, Calling the Sino-Soviet Split (summary) en www.cia.gov/csi/studies/winter98_99/art05.html
29
En 1950 se firmó el ‘Tratado de Amistad, Alianza y Ayuda Mutua’ entre ambos
países, el cual se expresó en un convenio económico donde la Unión Soviética otorgó un
préstamo de 300 millones de dólares que debían ser devueltos en un plazo de 5 años con un
interés del 1% al año. Este préstamo estaba destinado a comprar materias primas y
maquinaria soviética.
En 1953 se implementó el ‘Primer Plan Quinquenal’, en el que la ayuda soviética se
expresó en el campo de la construcción o expansión de plantas eléctricas en China y en la
facilitación de equipos para el desarrollo de la agricultura, minería, química, electricidad y
del transporte.
Los préstamos de dinero se repitieron en 1954 (520 millones de dólares o 45
millones de libras esterlinas al tipo de cambio de la fecha), destinados a aumentar la
construcción de plantas eléctricas. En 1955, la Unión Soviética acordó con China
proporcionar planos para la construcción de hornos de fundición, y a la vez, capacitar a
científicos y técnicos chinos en las áreas de la industria textil, metalúrgica, carbonífera,
petrolera, de cultivos, y de otras áreas decisivas para el desarrollo chino.
En 1958 se volvió a firmar un convenio de ayuda, en el que los soviéticos
proporcionarían ayuda material para la construcción de 47 nuevos proyectos industriales,
aunque esta vez serían los propios chinos quienes los llevarían a cabo.
A cambio de todo esto, China le proporcionó metales no ferrosos y recursos
naturales producidos en Sinkiang, situación que provocó una influencia y un aprendizaje
mutuo que iba más allá de los intercambios materiales: “Los chinos han imitado algunos de
los métodos soviéticos en la administración gubernamental y organización económica; por
ejemplo, éste ha sido el caso en el sistema de gobierno local, el empleo del Plan
Quinquenal, el mecanismo de la planeación, los ministerios económicos especializados, y la
estructura y funciones del Partido Comunista”42.
42 Hughes. T. J.; Luard. D. E. T. La China popular y su economía, FCE, México, 1961, pág. 106.
30
A pesar de ello, en la década del sesenta, los chinos comenzaron a manifestar un
deseo de mayor independencia económica de la Unión Soviética, argumentando que sus
ingenieros se encontraban plenamente capacitados para construir ellos mismos los planos
de las fábricas y maquinarias que industrializarían el país. De hecho, se había anunciado
que para la finalización del Primer Plan Quinquenal, en 1962, “…China produciría por lo
menos el 70% de su propia maquinaria y no el 40% que se produjo durante el primer Plan
Quinquenal”43, esto significaba un aumento del 30% de la industria pesada en un lapso de 5
años. La principal razón de la política de aumentar la cantidad de industrias destinadas a
producir bienes manufacturados, era la creciente demanda china de ellos y que la ayuda
soviética no lograba satisfacer.
3. Transformaciones sociales y políticas
Antes de la revolución de 1949, China estaba sometida a un régimen semi-
colonialista y semi-feudal, donde gran parte de la economía del país se encontraba bajo el
dominio de grandes potencias como Inglaterra, Japón, EE.UU., Francia y Alemania, entre
otros, situación que se prolongó hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando Japón haría de
China su colonia, que luego pasaría a manos norteamericanas.
La transformación socialista que emprendió China en 1949, coincidió con la
campaña de resistencia ante la agresión de EE. UU., con la ayuda a Corea en el exterior, y
con la lucha contra los ‘tres males’ (corrupción, despilfarro y burocratismo de los
empleados estatales) y los ‘cinco males’ (soborno, ocultación del pago de los impuestos,
malversación de los recursos estatales, incumplimiento en los contratos contraídos con el
Estado, robo de información económica secreta estatal por parte de los capitalistas)
Hasta ese momento, la economía china, de acuerdo al gobierno revolucionario, se
encontraba manejada por capitalistas, quienes concentraban gran parte de los medios de
producción, dejando a los campesinos solo los rastrojos de su propio trabajo. “En el campo
chino los terratenientes y los campesinos ricos, quienes sumaban menos del 10 por ciento
43 Op. Cit., pág. 108.
31
de la población, poseían más del 70 por ciento de toda la tierra cultivada; pero los
campesinos medios, campesinos pobres y los asalariados agrícolas, que sobrepasaban el 90
por ciento de la población, poseían solo menos del 30 por ciento de la superficie total de la
tierra. Para poder arrendar y labrar un campo, los campesinos tenían que entregar a los
terratenientes, como terrazgo, más del 50 por ciento de lo que producían”44.
La economía china del siglo XIX estaba constituida, por un lado, por un capitalismo
nacional: pequeñas y medianas empresas capitalistas representadas por la burguesía
nacional que se encontraba muy debilitada política y económicamente. Y por otro, por un
capitalismo monopolista de Estado, un capitalismo burocrático compuesto por las cuatro
familias más grandes de China: Chiang Kai-shek, T.V. Soong, H.H. Kung y los hermanos
Chen Kuo-fu y Chen Li-fu. Este sistema económico dependía fuertemente del dominio
extranjero, pero conservaba aún fuertes vínculos con el sistema feudal de la China
tradicional.
Luego de la victoria sobre Japón, el gobierno del Kuomintang (KMT) nacionalizó
los bienes de los países que ocupaban China (Japón, Alemania e Italia), logrando el
capitalismo burocrático su máximo apogeo que, a pesar de ello, no logró desarrollar las
fuerzas productivas de la sociedad, ya que “Este capitalismo de Estado no sólo oprimió y
explotó a los obreros y a los campesinos, sino que también estranguló el crecimiento de la
industria nacional y perjudicó los intereses de la burguesía nacional”45.
Se abolieron los privilegios de los países imperialistas y se acabó con las relaciones
de producción compradoras y feudales, por lo que esta revolución democrático-burguesa se
configuró como una combinación entre una revolución nacional contra el imperialismo y,
una revolución democrática que buscaba acabar con el régimen feudal.
Esta situación se produjo en un contexto en que en el mundo entero se hallaba bajo
el manto de la revolución proletaria que buscaba la instauración del régimen socialista.
44 Mu-chiao, Süe ; Sing, Su ; Tsi-li, Lin. Transformación socialista de la economía nacional de China, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1964, pág. 3. 45 Op. Cit., pág. 4.
32
Como lo advirtió Mao Tse-tung, “La revolución democrática es la preparación necesaria
para la revolución socialista; y la revolución socialista es el resultado inevitable de la
revolución democrática. El objetivo final de todos los comunistas es luchar por la
edificación de la sociedad socialista y luego la comunista”46.
Pero que, a diferencia de las tradicionales revoluciones democráticas-burguesas, la
china fue una revolución democrática-popular dirigida por el proletariado y no por la
burguesía, pues como ya se mencionó, ésta carecía de la fuerza necesaria para llevar a cabo
tamaña empresa, de modo que tal responsabilidad recayó en el proletariado y el Partido
Comunista Chino (PCC), encargado no sólo de llevar a cabo la revolución democrática,
sino también, de encaminarla hacia la revolución social, que culminaría con la instauración
de una sociedad de tipo socialista.
Este objetivo fue finalmente concretado con la fundación de la Republica Popular
China gracias a la alianza entre el campesinado y las masas populares bajo la dirección del
PCC, instaurándose, de este modo, la dictadura del proletariado, donde “…se abolieron
todos los privilegios de que gozaban los imperialistas en China, fue confiscado el capital
burocrático y se formó un vigoroso sector estatal socialista de la economía nacional.
Mediante la reforma agraria, se suprimió el sistema feudal de posesión de la tierra
substituyéndolo por el de la distribución de ella entre el campesinado. Todo esto cambió
radicalmente la estructura social y económica de China”47.
Cinco sectores ocuparon la escena económica desde entonces: el sector estatal
socialista, representado por la debutante clase obrera; el sector de los campesinos y
artesanos, que conformaban la pequeña burguesía urbana; el sector capitalista, capitaneado
por la burguesía; el sector de las cooperativas semi-socialistas; y, el sector capitalista
estatal. Todos ellos tenían una única misión, a saber, realizar la revolución socialista.
46 Op. Cit., Pág 6-7. Citando a Mao Tse-tung. La revolución china y el partido comunista de China, Tercera Edición, pág. 38, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1962, Versión española. 47 Op. Cit., pág. 7-8.
33
Estas labores deberían realizarse siguiendo los principios básicos de una revolución
proletaria, las que se esbozaron en la Declaración de la Conferencia de Representantes de
los Partidos Comunistas y Obreros de los Países Socialistas, realizada en Moscú en
noviembre de 195448, pero cuidando siempre de adaptarlas a las realidades propias de cada
país, de manera de evitar los dogmatismos políticos mediante un diálogo fluido con las
masas sobre sus luchas, necesidades y aspiraciones. De este modo, se buscó “…combinar la
verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución china”49.
Políticamente, el Estado de China quedó bajo el poder de una dictadura
democrática-popular dirigida por la clase obrera en alianza con los obreros y el
campesinado, cuyas tareas serían “…doblegar a las clases y elementos reaccionarios, a los
explotadores que ofrecen resistencia a la revolución socialista dentro del país, así como a
los saboteadores de la construcción socialista […] defender al país de las actividades
subversivas y posibles agresiones llevadas a cabo por el enemigo del exterior”50.
Y a pesar que el modelo a seguir de China fue el de la Unión Soviética, después de
la Revolución Socialista de Octubre de 1917 se diferenció de ella a causa de la particular
situación de doble carácter que asumió la burguesía nacional china en ambas etapas de la
revolución: en la etapa democrático-burguesa donde, a pesar de presentar un ánimo
revolucionario, tuvo tendencia a estrechar lazos con el gobierno del KMT; y, en la etapa
socialista, donde se benefició de la explotación obrera al mismo tiempo que otorgó un
amplio apoyo a la Constitución, aceptando de buena gana las reformas socialistas. Por tal
motivo, se asumió que “…en tanto que la posición dirigente de la clase obrera esté
asegurada, es más beneficioso para el proletariado y para la revolución socialista preservar
los derechos políticos de la burguesía que privarla de ellos”51. Es decir, la burguesía
continuó siendo un actor importante en el concierto social de la China revolucionaria.
48 Para más información sobre este tema revisar Mue-chiao, et, al. Transformaciones…, op. Cit., pág. 9-10. 49 Op. Cit., pág. 12. 50 Op. Cit., pág. 12-13 51 Op. Cit., pág. 13-14.
34
4. Transformaciones económicas
En el plano económico, los cinco sectores que lo conformaban, se compenetraron de
tal modo que constituyeron un todo homogéneo, transformando en colectivista la anterior
economía privada.
La agricultura se mecanizó aún antes del comienzo de la industrialización del país,
al ser fundamental para el desarrollo nacional: “Es la agricultura la que proporciona los
cereales a la población urbana y rural y materias primas indispensables para la industria
ligera y una parte de la industria pesada; es la agricultura la que suministra, directa o
indirectamente, cuantiosos fondos para la edificación socialista; es la agricultura la que
facilita mano de obra para el desarrollo de la industria y de otras actividades económicas y
culturales; es el campo el que constituye el grueso del mercado interno”52. Aún así, esto no
cambió el hecho que existiese una gran distancia entre los países más desarrollados y la
incipiente tecnologización china.
En la industria y el comercio capitalista nacional se incorporó el principio de
‘marchar sobre las dos piernas’, aplicándose políticas tendientes a aprovechar y transformar
la economía tradicional por medio de un capitalismo de Estado. Aquí el acento estuvo
puesto sobre el desarrollo de la industria, respaldándose en la agricultura: “…a medida que
en la agricultura se realicen la gradual transformación técnica y la constante modernización,
se desarrollarán las ramas de producción que la sirven, como maquinaria agrícola, abonos,
obras hidráulicas, instalaciones de energía eléctrica y de transporte, combustible y
materiales de construcción para la población. Entonces comprenderá la gente más
fácilmente que la agricultura proporciona un importante mercado a la industria pesada”53,
de manera que la industria se constituyó en el pivote del desarrollo de la economía
nacional, tomando como base a la agricultura y teniendo también, como objetivo principal,
el progreso tecnológico del agro para desarrollar una industria alimenticia.
52 Op. Cit., pág. 267. 53 Mao Tse-tung en su informe “Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo” de 1957. Extraído de Mue-chiao, et, al. Transformaciones…, op. Cit., pág. 267-268.
35
5. Comercio exterior
Después de 1949, el estado monopolizó completamente el comercio internacional a
través del Ministerio de Comercio Exterior que administraba el comercio de ultramar a
través de 12 compañías estatales las que supervisaban los destinos y volúmenes de las
exportaciones. “En 1950, las agencias oficiales controlaban el 70% de las importaciones y
el 54% de las exportaciones; en 1953, el 92%; en 1954 el 97% y en 1955 el 99.2%”54.
Las relaciones comerciales entabladas con los países occidentales eran de dos tipos:
acuerdos oficiales con los países que reconocían al nuevo Gobierno, y acuerdos no
oficiales, firmados por el Comité Chino para la ‘Promoción de Comercio Internacional’,
organismo creado el 4 de Mayo de 1952 como resultado de la celebración de la Conferencia
Económica Internacional llevada a cabo en Moscú en Abril del mismo año.
Este comité confeccionaba las políticas económicas de acuerdo a lo estipulado en
los Planes Quinquenales. Por ejemplo, a partir de 1950 se implementaron aranceles
aduaneros altamente beneficiosos para la importación de productos industriales. “Se
concedieron tasas moderadas o exenciones de impuestos a la importación de equipo
industrial, materias primas y para aquellas importaciones consideradas esenciales al
programa económico del Gobierno, al mismo tiempo que se aplicaban barreras arancelarias
para proteger otras manufacturas, especialmente aquellas producidas al interior. También se
estableció una discriminación a favor de países que ya tenían convenios comerciales con
China”55.
Además de la Unión Soviética, China comerciaba con Alemania oriental,
Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Rumania y Bulgaria, entre otros, de los que obtenía
principalmente maquinarias, petróleo, metales como el hierro, acero y metales no ferrosos,
locomotoras, automóviles, fertilizantes artificiales, productos químicos y materias primas.
54 Hughes, op. Cit., pág. 161. 55 Op. Cit., pág. 163.
36
Hacia 1954 el universo de países que comerciaba con China había aumentado, al
incorporar países no comunistas, especialmente de Asia sur-oriental como Japón e
Indonesia, a los que vendía productos provenientes de la industria liviana a precios
inferiores a los producidos en estos mismos países. Esta situación correspondía a una
estrategia comercial destinada a obtener divisas extranjeras que financiaran los productos
que se compraban en occidente.
Entre las exportaciones, éstas corresponden principalmente a productos agrícolas,
mineros o artesanales56. Desde 1950, fueron considerados dentro de los bienes exportables:
bicicletas, textiles de algodón y equipos eléctricos. Posteriormente se incorporaron:
maquinaria y equipos para la industria textil, papel, cemento, herramientas industriales,
llantas de goma, equipos inalámbricos, máquinas de cocer y textiles de lana.
El comercio con los países occidentales estuvo, durante mucho tiempo, supeditado a
las decisiones del Grupo Consultivo del Comité Coordinador (GCCC) parisino, el que a
partir de 1957, a instancias británicas, liberó a China de algunas de las prohibiciones
comerciales que recaían sobre ella57, las que aumentaron a partir de julio de 195858,
logrando China ampliar su mercado al Reino Unido y a otros países occidentales.
Con esto, a partir de la década del sesenta China comenzó a cobrar mayor
independencia de la URSS, haciéndose del timón de su propia economía. Esto facilitaría no
sólo una industrialización más acorde a la propia realidad nacional, sino también, el tan
anhelado reconocimiento internacional del triunfo de su revolución popular y de la
República Popular China.
56 Hacia el bloque soviético se destinaban productos como el arroz, té, sedas, pieles, forrajes, productos del huevo, soya, aceite tung, tabaco, cerdas, plumas, productos animales, entre otras cosas. Hacia el occidente, forrajes, aceites de semillas y soya. 57 Ahora China podía comprar vehículos y tractores de motor, locomotoras, hierro, acero, aluminio, productos de cobre, generadores, llantas y algunos productos químicos. 58 Esta nueva liberalización le permitió acceder a productos industriales como aviones para usos no militares, al igual que vehículos de motor, equipos eléctricos, barcos y derivados del petróleo, maquinaria textil, alambres de cobres, entre otras cosas.
37
6. China: ¿República Popular China o República Nacionalista China?
Desde la división política y geográfica de la Gran China ocurrida en 1949, el tema
central que ha condicionado la configuración del escenario político y económico, tanto para
el gobierno de Beijing como para el de Taipei ha sido el problema del reconocimiento
internacional de su legítima soberanía nacional.
Esta pugna condujo a un alineamiento político alrededor de dos ejes tras ambos
gobiernos: la URSS, para Beijing, y Washington, para Taipei. De este modo, la política
internacional tanto de la República Popular China (RPC), como de la República de China
Nacionalista (R. de C.), respondió a factores ideológicos que determinaron los pasos a
seguir al momento de estrechar lazos con el resto de la comunidad internacional.
China Popular se concentró en la búsqueda del reconocimiento y respeto
internacional como nación independiente y de gran potencial económico, a la vez que
pretendía recuperar los territorios perdidos ante las potencias extranjeras. Para ello utilizó,
en un primer momento, la fuerza militar para obligar a Taipei a entregar la jurisdicción de
la isla. Pero como ese procedimiento no produjo los resultados esperado, la RPC intentó
cercar diplomáticamente a Taiwán mediante tres condiciones que los países que quisieran
entablar relaciones bilaterales con ella, debían aceptar:
1. Reconocer que sólo existe una China;
2. Reconocer al gobierno de la Republica Popular China como el único gobierno legal
de China;
3. Reconocer que Taiwán es parte inalienable del territorio de China59.
La totalidad de los países que han mantenido relaciones con la RPC, han suscrito los
dos primeros puntos, pero el reconocimiento del tercero ha sido más dificultoso ya que con
esa condición no sólo se desconocía la autonomía nacional de Taipei, sino también se
jugaba en contra de la autoridad de Washington quien apoyaba íntegramente a dicho
gobierno en su lucha contra el comunismo internacional.
59 Lin Chou, op. Cit., pág. 330.
38
Por este motivo, se vio forzada a reformular sus estrategias diplomáticas,
manteniendo siempre la idea de la reunificación china bajo el precepto de ‘un país, dos
sistemas’ que ofrecía cierto grado de autonomía a Taiwán, aunque siempre cuidándose de
cualquier intento independentista por parte de ésta, para lo que estaba dispuesta a usar la
fuerza si fuese necesario. Esta idea se basaba en la noción de la ‘Gran China’ que buscaba
la unificación económica, cultural y política de esa nación. “a) Económicamente: Involucra
la interacción comercial en expansión entre China continental, Taiwán y Hong Kong; b)
Culturalmente: Se refiera a la restauración de contactos personales, científicos, intelectuales
y artísticos entre descendientes de chinos alrededor del mundo; c) Políticamente: Se refiere
a la posibilidad del establecimiento de un Estado chino único, reuniendo una entidad
política que fue desintegrada por más de un siglo de presión extranjera y guerra civil”60.
La RPC para asegurar la cohesión interna de su régimen y la adhesión al Partido
Comunista Chino debió generar una identidad basada en la victimización, ya que sentían
que su país había sido maltratado y humillado por países agresores que les habían
despojado de gran parte de sus territorios. Por lo tanto, que los nacionalistas los despojasen
de la isla de Taiwán, era inaceptable.
Ahora bien, esta situación era un arma de doble filo para la China Popular pues, por
un lado, necesitaba mantener buenas relaciones con esa región para poder concentrarse en
su desarrollo interno y, por otro, la amenaza constante a Taiwán podía llevarla a un
conflicto armado en el que también se haría partícipe Estados Unidos, lo que alejaría
definitivamente su ideal de reunificación nacional que, en el fondo, fue y será el elemento
clave de legitimación del régimen dirigido por el PCC.
En este sentido lo que primó fue el interés nacional, poniendo énfasis en el
desarrollo tecnológico y económico. “…la política internacional está ahora caracterizada
por la búsqueda de ‘poder comprehensivo’ sobre un amplio rango de escenarios en las áreas
económica, política y tecnológica. Por lo tanto, en la actualidad las diferencias ideológicas
60 Agustín Toro Dávila, [et al], “La República Popular China y el conflicto con Taiwán: un estrecho margen de maniobra”, En: Revista de estudios internacionales, año XXXIV (enero-marzo 2001), Nº 133, pág. 77.
39
se han hecho menos importantes y los intereses nacionales, especialmente los económicos
han aumentado su importancia”61.
Este aspecto es el que la llevará a establecer contactos económicos y culturales con
distintos países del globo. Respecto a Latinoamérica, Beijing antes de la década del 60, no
se interesó mayormente en estrechar lazos con este continente, más bien lo hizo de manera
marginal y sólo con la intención de impedir el avance de la Unión Soviética y el
predominio de Taipei en él. “Beijing también creía que América Latina era una región que
podía ser utilizada para su lucha ‘antiimperialista’ y ‘anticolonialista’ contra los Estados
Unidos puesto que este país dependía de los recursos naturales latinoamericanos, y que esa
región guardaba sentimientos antiestadounidenses por la ‘Doctrina Monroe’”62.
La China Nacionalista, por su parte, se esforzó por representar al legítimo gobierno
de China, tratando de realizar la unificación nacional alrededor del Kuomitang y no del
PCC. “Esto se reflejó en hechos como la planificación para invadir territorio continental en
1962, luego del fracaso del plan económico denominado el ‘Gran Salto Adelante’, iniciado
a fines de la década de los 50’s. Durante la ‘Revolución Cultural’, en la década de los 60’s,
el gobierno de Taiwán hizo infructuosos llamados a crear una alianza anti-Mao entre
Taiwán y los sectores comunistas disidentes”63.
En el plano internacional, se esforzó en mantener intacto los Tratados y la Carta de
las Naciones Unidas con el fin de asegurar el bienestar de sus compatriotas en todo el
mundo y contribuir a la mantención de la paz mundial. Para ello, se estrecharon relaciones
con Estados Unidos, se hicieron todos los esfuerzos por seguir siendo miembro activo del
Consejo se Seguridad de la ONU, al tiempo que se trataba de impedir a toda costa el
ingreso de la RPC a dicho consejo.
61 Op. Cit., pág. 74. Otro libro clave para entender las relaciones chino-americanas, es el libro de Roy Werner, Sino-American Relations: a new turn : a trip report to the Committee on Foreign Relations, publicado en 1979 por el Gobierno de los Estados Unidos. 62 Lin Chou, op. Cit., pág. 332. 63 Toro, op. Cit., pág. 78.
40
Con el mismo objetivo se entablaron conversaciones con diversos países a fin de
mantener misiones diplomáticas en ellos y así ganar terreno a la China Popular. Aunque a
partir de la década de los setenta esta situación dio un vuelco por el reconocimiento por
parte de EE.UU., del status de una sola China mediante el ‘Comunicado de Shangai’, que lo
acercó lentamente a la RPC y aisló aún más a Taiwán, proceso que se venía desarrollando
desde su salida de la ONU en 1971.
Esta situación se explica porque Estados Unidos fue siempre el ‘sostenedor’ de la
vida política y económica taiwanesa, de modo que la firma del ‘Comunidado Conjunto
sobre el Establecimiento de Relaciones Diplomáticas’ entre EE.UU y la RPC en 1979,
obligó a la R. de C. a asumir una postura más flexible frente a la China popular, pues con
este comunicado se le quitaba el reconocimiento norteamericano como Estado soberano,
quedando en letra muerta el ‘Acuerdo de Defensa Mutua’ firmado entre ambos en 1954.
Aunque, a pesar de aquello, el gobierno de Taipei rechazó enérgicamente la
ofensiva de Beijing para lograr una negociación forzada en torno al tema de la unificación
nacional, así en 1981 estableció la política de los ‘tres no’: no negociación, no contacto y
no compromiso con el comunismo, demostrando su ferviente oposición a mantener el status
de ‘dos chinas’ a nivel internacional64.
Dicho discurso de carácter excluyente por parte de ambos gobiernos, será
fundamental en la instauración de relaciones diplomáticas en la mayoría de los países del
globo, pero especialmente en América Latina con Chile, que con su lógica de neutralidad y
principio de no intervención, conjugará dichos factores en función de su conveniencia
política y económica, lo que será determinante a la hora de reconocer a una de las dos
chinas.
64 Idea sostenida en el texto de Toro, op. Cit.
41
Capítulo III. Chile
1. La política internacional chilena
Para comprender los motivos y necesidades del gobierno chileno para entablar lazos
diplomáticos con la República Nacional China primero, y con la República Popular China
después, es necesario conocer los principales elementos que definen el carácter de la
política internacional chilena, que han sido forjados desde el inicio de su vida
constitucional.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que la valorización de la política
internacional está estrechamente asociada a la representación de un orden económico,
político y social interno, de modo que la forma en que Chile se relacione con la comunidad
internacional, debe constituir el reflejo de una estabilidad social conjugada armónicamente
con los aportes que las innovaciones diplomáticas requieran.
A partir de esta concepción de la política internacional, Mario Barros Van Buren
establece que “las grandes características de la diplomacia contemporánea, a partir de 1945,
pueden sintetizarse en el incremento de la acción política y económica multilateral, en la
internalización de la economía, en la masificación de las comunicaciones y de la
información, en la fluidez de la migración y en la redistribución de los grandes ejes de
influencia”65.
Ante ello, autores como Manfred Wilhelmy66 y Walter Sánchez67 coinciden en
señalar que la política internacional chilena se ha caracterizado por una fuerte valorización
del sistema democrático, por una marcada tendencia americanista que debe conciliarse con
un nacionalismo político, un exacerbado legalismo en el ámbito público y privado, y una 65 Mario Barros Van Buren, Historia Diplomática de Chile 1541-1938, Ed: Andrés Bello, Santiago, 1990 [1970], pág. 869. 66 Manfred Wilhelmy, “Hacia un análisis de la política exterior chilena contemporánea”, En: Revista de Estudios internacionales, año XII, Nº 48 (octubre-diciembre1979), passim, págs. 440-471. 67 Walter Sánchez, Las tendencias sobresalientes de la política exterior chilena, En: 150 años de política exterior chilena, Instituto de Estudios Internacionales, Universidad de Chile, Editorial Universitaria, Santiago, 1977, passim, págs. 374-411.
42
abierta identificación con Europa occidental, cuyos principales intereses en la arena
internacional se evidenciarían en un fuerte interés en la búsqueda del equilibrio
sudamericano y en una actitud cauta ante las decisiones tomadas en este continente.
De hecho, la unidad latinoamericana, un apreciado sueño bolivariano, ha marcado la
pauta en las relaciones diplomáticas nacionales, pues se ha intentado formar un frente
común con la región a fin de lograr la integración del continente. Este objetivo ha tenido
como fundamentos primordiales la valoración absoluta de la soberanía nacional, el respecto
a los compromisos pactados y el principio de no-intervención, entre otros.
Dichos elementos servirían a Chile no sólo para la defensa común del continente
frente países o a bloques internacionales más poderosos, sino también como un modo de
salvaguardar los intereses nacionales. “En coyunturas específicas y cuando las olas de los
imperialismos han puesto en jaque la posibilidad de maniobra y de autonomía nacional, el
escudo del americanismo ha resguardado el interés de Chile y lo ha orientado por la senda
de la solidaridad regional”68.
Esta actitud fue mucho más evidente durante los gobierno de los presidentes
Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende Gossens, pues debió, además, conjugarse con
un nacionalismo político que se desprendía de una identidad nacional resultante de una
fase de integración social. “El nacionalismo político fue el resultado de un proceso
mediante el cual la sociedad colonial se convirtió en una nación soberana y en una
comunidad política. El pueblo depositó su lealtad en un poder central, que a su vez [se]
constituiría en un árbitro superior de los conflictos entre grupos”69, así lentamente se fue
convirtiendo en un americanismo basado en los principios de orden y libertad que también
fueron la base del gobierno de Manuel Montt, y que se mantuvieron durante todo el siglo
XIX y XX.
68 Op. Cit., pág. 381. 69 Op. Cit., pág. 383.
43
De estos preceptos, de acuerdo a Sánchez, se deriva la estabilidad interna y el auge
económico que posibilitarán el desarrollo de una política exterior independiente, cuidando
celosamente de no caer bajo alguna dominación extranjera. En este sentido se comprende
una idea muy común en diplomacia internacional: “…el país que se somete, lo explotan; si
se retira, lo aíslan; si es intransigente, lo expulsan, y un país que no avanza, retrocede”70.
Por ello, la única alternativa viable por entonces era participar activamente en el juego
combinado de influencias en el ámbito internacional de manera realista y soberana a fin de
lograr la tan apreciada imagen de cohesión nacional y de solidaridad internacional.
Así, como protagonista de su propia historia, Chile más que nunca buscó que su
nacionalismo realista se aviniera con el americanismo del siglo XX y con un equilibrio
Sudamericano, que de romperse provocaría fuertes rivalidades que acabaría con la unidad
latinoamericana. Por ello Chile acentuó aún más su tendencia pacifista que explicará la
tardanza en la toma de decisiones en las que está en juego alguna ideología política o la
dignidad nacional de algún país.
Por esta misma razón, es que el fuerte legalismo nacional constituye una
característica importante en sus relaciones diplomáticas, pues el respeto al Derecho
Internacional está presente dentro de sus principios como una “…fuente de ciudadanos y
naciones virtuosas y solidarias”71.
Con ello se pretendía institucionalizar la igualdad en las relaciones internacionales
sin prejuicio de las diferencias ideológicas, motivo por el cual “…Chile no ha aceptado la
tesis de las fronteras ideológicas en su diplomacia y ha mantenido relaciones con países de
las más variadas ideologías políticas, aún durante períodos de crisis internas”72. De este
modo, la apertura internacional hacia Europa y el Asia, otorgarán al país la autonomía
suficiente para evitar el control de Estados Unidos y mejorar su capacidad negociadora con
el resto del mundo.
70 Op. Cit., pág. 379. 71 Op. Cit., pág. 387. 72 Op. Cit., pág. 390.
44
En síntesis, la política internacional chilena, basada en el pluralismo ideológico y en
la universalidad de los contactos diplomáticos, serán los principales factores que acercarán
a Chile hacia los países del Tercer Mundo, a países capitalistas y no capitalistas como la
URSS, Cuba y particularmente también a la China nacionalista y la China popular,
convirtiéndose en elementos cruciales, como se verá más delante, para el desarrollo de las
relaciones bilaterales chino-chilenas entre 1970 y 1980.
45
Capítulo IV. Chile – China
1. Primeros contactos chino-chilenos
Los primeros contactos entre Chile y China se inician a principios del siglo XIX,
cuando un fuerte contingente de inmigrantes chinos llegó al país para instalarse en las
faenas mineras del salitre. El presidente Manuel Bulnes, aprovechando la coyuntura de la
apertura de los puertos chinos por los ingleses que habían salido victoriosos en la Guerra
del Opio, nombró en el año 1845 a Gideón Nye Junior como cónsul honorario de Chile en
Cantón, cuya primera tarea fue establecer contactos comerciales con el imperio Celeste. En
1846, el Comisionado Imperial, Ke Ying, concedió a Chile derechos para comerciar con
dicha nación en igualdad de condiciones con otros países. Iniciando, así, las relaciones
comerciales entre ambos países.
La industria salitrera era una de las principales preocupaciones de la política exterior
chilena, por lo que se constituyó en el principal motivo del inicio de las relaciones con
China: contar con un mercado al cual exportar el salitre del que, a causa del fuerte impuesto
que agravaba las exportaciones, salía ampliamente beneficiado.
Los intereses chinos, en cambio, eran diametralmente opuestos, pues dicho gobierno
esperaba, al establecer relaciones diplomáticas con Chile, poder brindar una mayor
protección a los chinos que habitaban nuestro país, ya que las condiciones de vida que
llevaban desde principios de siglo eran penosas, lo que sumado a la sinofobia que provenía
desde Europa y EE.UU., era una fuente de preocupación para el gobierno asiático.
Si bien los primeros pasos para el encuentro diplomático entre ambos países ya
estaban dados, las dificultades no se hicieron esperar, ya que el salitre no fue considerado
por las autoridades chinas como un abono, sino como un ingrediente para la fabricación de
explosivos, por lo que se le aplicó un trato discriminatorio en las aduanas. Por otro lado, el
gobierno chileno continuó aplicando un fuerte control del flujo inmigratorio chino,
demorando la concreción de las relaciones bilaterales entre ambas naciones, a lo que se
46
sumaba la caída de la dinastía Manchú, el advenimiento de la república en China, y las
crisis salitreras de la década del 30 en Chile, que afectaron enormemente a la economía
nacional y la de los particulares, haciendo aún más dificultoso entablar un diálogo
permanente.
No fue sino hasta 1915 cuando dichas relaciones se formalizaron firmándose el
‘Tratado de Amistad Chino-chileno’, cuyo cambio de reconocimiento sólo acaecería hasta
el año 1970. En este intertanto, y producto de la Segunda Guerra Mundial, las relaciones
chino-chilenas se dilataron, situación que cambió cuando China recibió el título de gran
potencia internacional luego de concluido este conflicto.
Así, en 1948 se envió por primera vez un embajador chileno a China, pero este sólo
permaneció en dicho país hasta el año siguiente cuando fue proclamada en Beijing la
República Popular China, entonces los nacionalistas trasladaron su sede gobierno a Taiwán
y Chile debió retirar su embajada de aquella nación.
2. El comienzo de las relaciones con la República Popular China
La década de 1960 marcó el inicio de las relaciones chino-chilenas de una manera
más concreta. En 1959 se había restablecido en Hong-Kong el consulado general de Chile
con el fin de estrechar lazos económicos con Beijing y así posicionar el salitre en el vasto
mercado que representaba la gran nación china. Beijing, por su parte respondió
positivamente a esta iniciativa y en 1965 estableció oficialmente en Santiago la oficina
comercial de China Popular.
La iniciativa chilena de entablar relaciones bilaterales con China respondía a una
política de estado puesta en marcha por el presidente Jorge Alessandri Rodríguez (1958-
1964), tendiente a diversificar las relaciones diplomáticas internacionales, y aunque esta
iniciativa no prosperó por el recelo latinoamericano hacia los gobiernos comunistas, marcó
un precedente en la búsqueda de la autonomía chilena para la consecución de nuevos
mercados que ampliaban sus relaciones diplomáticas y comerciales.
47
Esta política se incrementó bajo la administración del presidente Eduardo Frei
Montalva (1964-1970), y ya para 1965 se exportó cobre y salitre hacia esa nación, lo que
significaba, además, del inicio de facto de las relaciones comerciales, los primeros pasos
independientes de la diplomacia nacional.
Hasta este momento, Chile mantenía relaciones con Taiwán, pero numerosos
políticos chilenos militantes del partido comunista y del partido socialista simpatizaban con
la China popular. Por su parte, la RPC estaba interesada en mantener relaciones bilaterales
con los países del Tercer Mundo como parte de los tres principios básicos de la ‘Nueva
China’, a saber, ‘construir otro fogón’, limpiar la casa antes de hacer invitación’, e
‘inclinarse hacia un lado’. ‘“Construir otro fogón’ significa romper completamente con la
humillante diplomacia de la Vieja China, no reconocer las relaciones diplomáticas
establecidas por ella con otros países y establecer tales relaciones bajo un nuevo tipo con
todos los países del mundo sobre una nueva base. ‘Limpiar la casa antes de hacer
invitación’ implica invitar a huéspedes a casa sólo después de eliminar todos los privilegios
en China y todas las fuerzas residuales del imperialismo heredados de la Vieja China, para
que los enemigos no puedan ‘filtrarse’ y provocar disturbios en China. Y por ‘inclinarse
hacia un lado’ se entiende inclinarse hacia el lado socialista, o sea, unirse a la Unión
Soviética, con todos los países de democracia popular y con los proletariados y los amplios
pueblos de otros países para formar un frente unido internacional y luchar contra las
políticas de agresión y de guerra de lo imperialistas”73.
Bajo estos principios la China popular esperaba lograr un mejor y mayor
entendimiento con los países del globo. En Chile esta política rindió sus frutos en 1970,
cuando el recién electo presidente Salvador Allende reconoció oficialmente a la República
Popular China, transformando a Chile en el primer país sudamericano en otorgar este
reconocimiento a dicho país.
73 Jiang Shixue, “Relaciones bilaterales chino-chilenas al umbral del nuevo siglo”, en: Revista de estudios internacionales, Nº 133, año XXXIV (enero-marzo 2001), pág. 15.
48
La razón de este reconocimiento residía en que Allende mantenía férreos lazos,
tanto afectivos como ideológicos, con esta república. En 1954 asumió la presidencia del
Instituto Chileno Chino de Cultura (ICCC), creado dos años antes, y desde ese momento
comenzó a manifestar abiertamente sus intenciones de establecer relaciones diplomáticas
con ella de ser elegido presidente. “Antes de tomar posesión de la presidencia, instruyó a
Clodomiro Almeyda, antiguo político del partido socialista de Chile que iba a ser nombrado
Ministro de Relaciones Exteriores según una decisión no anunciada aún, para entrevistarse
con Lin Ping, representante comercial de China en Chile. Almeyda le comunicó que una
vez formado el gobierno de Allende, tomaría en consideración lo más rápido posible el
establecimiento de relaciones diplomáticas en China”74.
Así, el nuevo presidente chileno, tomando la idea que “…el hecho que ningún país
ayude a China Popular provoca en ella un nacionalismo exacerbado, lo que podría traer
consecuencias peligrosas”75, instruyó al embajador chileno en Francia, Enrique Bernstein
para dialogar con su contraparte chino, el embajador Huan Chen sobre el establecimiento
de relaciones diplomáticas entre ambas naciones.
Dichas negociaciones se llevaron a cabo en París el 15 de diciembre de 1970 con el
apoyo político tanto de sectores de izquierda como de derecha, ambos en convencimiento
que un acercamiento hacia China por sobre las barreras ideológicas era lo más conveniente
para los intereses nacionales. “Es indudable que la exclusión de China continental
imposibilitaba a Chile para formular una política exterior genuinamente global y cerraba el
acceso a un mercado de vastas proporciones que ahora podía abrirse a los productos
nacionales”76.
Esta fue una de las principales razones por las cuales Chile reconoció a la RPC, y en
el comunicado conjunto entre ambas naciones se establecieron las bases de dicho
74 Op. Cit., pág. 17. 75 Ideas aparecidas en El Mercurio y El siglo el 9 de junio de 1965, en: Lin Chou, op. Cit., pág. 339. 76 El Mercurio, 14 de enero 1971, citado por Javier Matta Manzano, Las relaciones bilaterales entre Chile y la República popular china, tesis de magíster en relaciones internacionales, Santiago, Instituto de relaciones internacionales, Universidad de Chile, 1993, pág. 83.
49
acercamiento diplomático, en el que nuestro país debió aceptar el reconocimiento exclusivo
de la RPC en detrimento de la China nacionalista.
“El gobierno chino reafirma que Taiwán es parte inalienable del territorio de la
República Popular China. El Gobierno chileno toma nota de esta declaración del Gobierno
Chino. El Gobierno chileno reconoce al Gobierno de la República Popular China como el
único Gobierno legal de China”77.
Las intenciones de dicho establecimiento de relaciones diplomáticas, por parte de
Chile, responden al programa de la Unidad Popular (UP), que establecía principalmente la
necesidad de aumentar los mercados para sus materias primas, además de motivos
pragmáticos, ideológicos y externos. “…motivos pragmáticos: al tratarse de la nación más
poblada de la tierra a la cual se le desconocía su régimen de gobierno; consideraciones
ideológicas, por cuanto el desarrollo económico y social de ese país había alcanzado
significativos avances; motivos externos, dado que construir un esquema de paz y de
seguridad global en ausencia de este país sería imposible; y por último, razones
económicas, al tratarse de un mercado potencial de grandes dimensiones, cuya actuación en
el comercio internacional habría de tener grandes repercusiones y al cual Chile estaba
especialmente interesado en vincularse”78.
Las necesidades de China no se basaban en factores únicamente económicos,
aunque este elemento se transformará pronto en el centro gravitatorio de las relaciones
bilaterales entre ambos países. Más bien China, en un primer momento, deseaba ganar
terreno a las influencias soviéticas, en el continente latinoamericano.
77 Comunicado conjunto del gobierno de la República de Chile y del gobierno de la República Popular China sobre el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Chile y China, 1970. En: Manahi Pakarati Novoa, Relaciones Chile-Republica Popular China 1970-1975, Anexo 1, pág. 34. 78 Javier Matta, “Chile y la República Popular China 1970-1990”, en: Revista de estudios internacionales, año XXIV (julio-septiembre 1991) Nº 95, pág. 350. Confrontar con los argumentos que presenta la profesora Olga Ulianova, en su artículo La Unidad Popular y el golpe militar en Chile: percepción y análisis soviéticos, publicado en la Revista del Centro de Estudios Públicos Nº 79, págs. 84 - 171.
50
“A pesar del interés y simpatía de los líderes de China hacia la experiencia chilena,
estableciendo relaciones con la Moneda, Pekín [Beijing] estaba realizando una ofensiva
contra una mayor penetración soviética en la política latinoamericana que se observaba
luego del triunfo y consolidación de la revolución cubana. El apoyo chino al gobierno de la
Unidad Popular no era muy amplio, no entrando a tocar aspectos políticos esenciales de
ambos Estados. Al margen de intercambio de expresiones de solidaridad, las relaciones
entre ambos países se apreciaban muy concretas al estimarse que Allende vendería cobre a
China”79.
Dos puntos importantes se desprenden de esta cita, en primer lugar, “…no entrando
a tocar aspectos políticos esenciales de ambos Estados”, lo que revela la fuerte intención de
aplicar el principio de no-intervención de la política internacional de ambos estados. De
hecho, esta cláusula está expresamente manifestada en la Declaración Conjunta de 1970:
“Los Gobiernos de Chile y de la República Popular China, de acuerdo con los
principios de mutuo respeto de sus soberanías y de su integridad territorial, de NO
INTERVENCIÓN80 en los asuntos internos o externos, de la igualdad y reciprocidad, han
decidido establecer relaciones diplomáticas a contar desde esta fecha y proceder al
intercambio de Embajadores en el más breve plazo posible”81.
Y en segundo lugar, que “El apoyo chino al gobierno de la Unidad Popular no era
muy amplio…”. La razón de esta afirmación tiene relación con la forma en que China
miraba el proceso chileno de transición al socialismo, que auque valoraba la formulación de
juicios ideológicos y políticos antiimperialistas, consideraba aún muy joven al PC chileno
para llevar a cabo un programa de transformación social tan profundo como el acaecido en
China continental, que había demorado muchos años en consolidarse. “En relación a las
características del proceso chileno de transformación sociopolítica, los chinos lo ven con
desconfianza. Por un lado, les parece un proceso demasiado cauteloso y por el otro, poco
79 Matta, op. Cit., pág. 350. 80 Las mayúsculas son mías con el fin de resaltar este punto. 81 Comunicado conjunto…, op. Cit., pág. 34.
51
revolucionario82”. Esto se demuestra en una conversación entre el canciller chileno
Clodomiro Almeyda y Chou En-Lai, primer ministro de la RPC en 1973 en el Palacio del
Pueblo, China.
“[Chou]. Se dice que ustedes dan más alimentos a los niños de lo que damos nosotros, que
a los menores de quince años les dan medio litro de leche. ¿Es sin costo?
[Almeyda]. Si. A través del sistema escolar. Este año lo rebajamos por el mismo problema
de divisas, ya que la mayor parte de la leche es importada. Sólo se les dará a los niños más
chicos.
Ch. Tal vez ustedes han dado demasiadas comodidades al comienzo. Nosotros no nos
atrevimos a eso después de 23 años. Yo creo que ustedes en algunos pasos han ido muy
rápido.
A. Yo no creo que sea así; creo que en esencia la política que hemos adoptado es justa.
Ch. Yo no lo creo así. Como amigo lo digo con franqueza”83.
Esta cita denota ampliamente que China sentía que las acciones de carácter social
que el nuevo gobierno chileno tomaba, eran demasiado aceleradas para el proceso político
que se intentaba instalar. Se aprecia un cierto dejo de desconfianza hacia las reformas
nacionales y un claro sentimiento de orgullo, un tanto soberbio, en las palabras del canciller
chileno.
Los chinos pensaban, además, que la dependencia chilena de otras naciones
socialistas era perjudicial para la soberanía nacional. Chou En-Lai no consideraba este
proceso como auténticamente revolucionario e instaba a Allende a ser más autónomo en su
gobierno y a no depender tanto de la ayuda económica extranjera. En esta crítica a la UP se
advierte un claro tono paternalista, propio una nación con siglos de vida y años de
experiencia en la conducción de una nación socialista:
82 Matta, op. Cit., pág. 354. 83 Pakarati, op. Cit., pág. 29.
52
“…no quisiera que se descuidaran y que, un día cualquiera, al ver amanecer un
nuevo día, se encuentren con un nuevo gobierno instalado en el país, porque el
imperialismo está al acecho. Preparen, armen al pueblo. Las Fuerzas Armadas, aunque
profesionales, son de corte clasista,… tienen el gobierno, pero no el poder”84. El tiempo le
daría la razón.
3. El problema de Taipei: ¿podría Chile mantener el status de las dos chinas?
En el mismo momento en que se dio a conocer a la luz pública las intenciones del
gobierno de Allende de entablar relaciones diplomáticas con la RPC, el embajador de la R.
de C. en Chile, Ti-Sun Li, comenzó a realizar infructuosos esfuerzos para evitar la ruptura
de relaciones entre Santiago y Taipei. Para ello, intentó retrasar lo más posible las
relaciones entre Beijing y Santiago sirviéndose de las dificultades políticas internas de
Chile y de ciertas estrategias de reconocimiento.
“Taipei creía que, dada la pugna entre el PC y PS, y la renuencia del PDC hacia la
UP, el nuevo gobierno tendría bastante incertidumbre. Por otra parte, si Allende iba al
extremo, no se podía descartar la posibilidad de la intervención de los militares
‘nacionalistas’. Además, bastantes países latinoamericanos apoyaban la fórmula de las ‘dos
Chinas’, y conocían que tanto Pekín [Beijing] como Taipei se oponían a la fórmula, por lo
que, si Taipei tomara la iniciativa de romper relaciones con Chile, no simpatizarían con
Taipei; en cambio, si Taipei fuese obligado a cortar relaciones, se obtendría su apoyo”85.
Pero esta estrategia no contaba con la intención del gobierno chileno de mantener
relaciones diplomáticas tanto con Beijing como con Taipei. De hecho, la posición del
gobierno chileno era hacer todos los esfuerzos necesarios para mantener las relaciones con
la R. de C. si esta no rompía con Chile.
“…en caso de que el gobierno de Taipei prometiera al chileno no romper relaciones
en forma unilateral, el gobierno chileno haría, en la medida de lo posible, sus mayores
84 Canciller Chou En-Lai en una conversación con el diputado socialista Antonio Tavolari durante su visita a Beijing en 1970, citado en Matta, op. Cit., pág. 354. 85 Lin Chou, op. Cit., pág. 397.
53
esfuerzos para rechazar las supuestas presiones de Pekín [Beijing], pues el presidente
Allende no tenía intención de romper relaciones con su país, en virtud del principio de la
universalidad”86.
De este modo, las relaciones entre Santiago y Taipei se enfrentaban a un doble
juego de iniciativas y respuestas, en el que cada cual esperaba del otro la primera reacción
para estipular los pasos a seguir en adelante. Así, una semana antes de concretarse la
Declaración Conjunta entre Chile y la RPC, el embajador Ti-Sun Li fue comunicado que
Chile reconocería a Beijing como el único gobierno legítimo de China y, siguiendo una de
las políticas de su gobierno de no mantener relaciones con países socialistas, la misión
diplomática de la República Nacionalista de China se retiró de nuestro país el 5 de enero de
1971, el mismo día en que se dio a conocer a la luz pública el reconocimiento de la China
Popular y el establecimiento de relaciones diplomáticas con dicha nación.
En realidad, la verdadera razón por la cual el gobierno de Chile hizo creer al
gobierno de Taipei que tenía intenciones de mantener relaciones diplomáticas con esa
nación, era evitar a toda costa que la R. de C. rompiera lazos con Chile antes de que nuestro
país concretara las relaciones bilaterales con Beijing. De este modo, se esperanzó hasta el
último momento al embajador Li sobre las buenas intenciones chilenas. Pero esta estrategia
no se quedó sólo en eso, además se planeó la forma en que Taipei rompería relaciones con
Chile, forzándola a ello mediante la aceptación, por parte de Chile, de la fórmula de Canadá
e Italia87, lo que era inaceptable para Taipei.
Esta ruptura era necesaria pues Beijing no aceptaría bajo ninguna circunstancia el
‘reconocimiento dual’ de Beijing y Taipei, por lo tanto, la postura de Chile al respecto
comenzó a cambiar. Desde ahora nuestro país provocaba a Taipei para que tomara la
iniciativa, y sólo en caso de que esta no ocurriera, Chile lo haría.
86 Telegrama 197, 2 de diciembre de 1970, Embajada de la R.O.C. al MOFA, citado en Lin Chou, op. Cit., pág. 397. 87 Canadá reconoció al Gobierno de Beijing el 13 de octubre de 1970, e Italia el 6 de noviembre del mismo año. Esta fórmula consistía, además del reconocimiento de la RPC como el único gobierno legal de China, en ‘tomar nota’ de las reclamaciones territoriales de China continental sobre la isla de Taiwán.
54
Pero esto no fue necesario porque el 15 de diciembre de 1970 Taipei ponía fin a 55
años de relaciones diplomáticas con Chile, retirando su embajada y consulado de Santiago a
causa del establecimiento de relaciones diplomáticas, por parte de Chile, con la República
Popular de China, reconocimiento que era incompatible con el de la China Nacionalista en
función de sus propios principios. De manera que Chile no pudo ver satisfechos sus deseos
de mantener misiones diplomáticas en ambas naciones y debió, en adelante, enfocarse en
estrechar su amistad con la China Popular, que ocupaba ahora el papel protagónico en la
escena mundial.
4. Relaciones chino-chilenas 1970-1973
Luego del reconocimiento oficial de la República Popular China por parte de Chile,
el gobierno de Beijing permaneció siempre muy atento a la situación interna de nuestro
país, pues veía la experiencia chilena de transición al socialismo con cierto recelo,
curiosidad y desconfianza.
La razón de aquello estaba en que Salvador Allende fue el primer presidente de
corte marxista, en el mundo, en acceder al poder mediante vías constitucionales; y si bien,
durante su gobierno se desarrollaron una serie de reformas sociales parecidas a las
efectuadas en China después del triunfo de los comunistas como la redistribución de los
ingresos, la nacionalización de las industrias cupríferas, textiles y bancarias, y el
establecimiento de relaciones diplomáticas con otros estados socialistas, la instauración del
comunismo se haría de manera pacífica y legal según sus propias convicciones.
Esta situación era para China, por decir lo menos, desconcertante ya que para ella la
única manera de cambiar un régimen político, cualquiera que este fuese, por un sistema
socialista, debía hacerse mediante una revolución social. La China revolucionaria esperaba
salvar y proteger a la nación de los imperialismos y lograr la unidad nacional. Para lo cual
debía transformar a la nación “…tomando como modelo ese occidente industrial rechazado
e imitado al mismo tiempo. Para ello se necesitaba movilizar al pueblo-idea, práctica
inédita que incita a la ruptura revolucionaria, al cuestionamiento de los valores y
55
comportamientos tradicionales muy enraizados en las elites”88. Algo que sólo una
revolución era capaz de hacer.
De este modo, se comenzó a desarrollar en China un nacionalismo revolucionario
que se valía de los intelectuales de clases medias y altas, y de los sentimientos
antiimperialistas de las masas, nacionalismo revolucionario que los chinos no veían en la
izquierda chilena y que, por lo tanto, no se asemejaba ni un poco a la experiencia china en
la materia.
En febrero de 1973, el premier Chou en Lai escribió una carta al presidente
Salvador Allende para aconsejarle sobre las dificultades que podría enfrentar de tomarse a
la ligera las responsabilidades que conllevaba el dirigir un gobierno socialista.
“El objetivo de cambiar el atraso económico y mejorar la vida del pueblo sólo se
podrá materializar combinando las condiciones y las posibilidades reales y efectuándose
con planificación anticipada y a pasos progresivos. Esto es lo que hemos aprendido de las
propias experiencias chinas…Conocemos poco de la realidad de Chile, pero como antiguo
amigo y por preocupación, quisiera intercambiar francamente con su Excelencia opiniones
para que nos consultemos recíprocamente… Estoy convencido de que el gobierno y el
pueblo de Chile podrán superara las dificultades temporales actualmente enfrentadas para
lograr nuevas victorias y marchar hacia adelante siempre que fortalezcan su unidad,
persistan en su lucha y hagan suficientes preparaciones y deliberados planes antes de actuar
bajo la dirección de su Excelencia”89.
Este es un claro ejemplo de que China, además de algunos consejos políticos y de
algunas promesas de ayuda económica, no prestó mayor apoyo al gobierno chileno, más
bien su relación con Santiago fue moderada, pues el acercamiento de Chile hacia Cuba y la
URSS le hacían desconfiar de los comunistas chilenos. De modo que su aproximación a
88 Ignacio Ramonet, ‘China, megapotencia’, articulo publicado en el Nº 44 de la edición chilena de Le Monde Diplomatique, agosto, 2004. 89 Wang Taiping, Diplomacia de la Nueva China. Editorial de Beijing, septiembre-diciembre de 1999. Citado en Shixue, op. Cit., pág 19.
56
nuestro país respondió más bien al desarrollo de su política exterior que buscaba fomentar
cierto tipo de colaboración internacional con los países del tercer mundo, “…una
cooperación basada en la solidaridad económica y comercial frente a los países
desarrollados, más que basada en créditos externos”90.
Situación que se manifiesta concretamente el 20 de abril de 1971 con la firma de un
Convenio Comercial entre Chile y la República Popular de China que, entre otras cosas,
incrementó el volumen de salitre exportado por nuestro país a la nación china que, por su
parte, estaba interesada en acceder a algunas materias primas producidas en nuestro
territorio.
Estos contactos comerciales fueron seguidos de innumerables misiones económicas
por parte de ambos países, así durante 1972 se realizaron fructíferos esfuerzos para mejorar
el intercambio de productos agrícolas, siderometalúrgicos, metalmecánicos y, a fines del
mes de mayo del mismo año, se firmó un Convenio con el gobierno de la RPC en el cual se
estipulaba que esta nación realizaría un préstamo de 5.2 millones de libras esterlinas, sin
intereses, pagadas en cuotas a contar del año 1982 para ser utilizadas durante el año en
curso. Además se estableció un Acuerdo de Cooperación Económica y Técnica mediante
un crédito de 20 millones de libras esterlinas que favorecía a Chile. Nuestro país acordaba
exportar cobre, salitre, yodo, alambrón de cobre y otras manufacturas del mismo metal. Y
China exportaría hacia Chile: arroz, semillas de soya, carne de cerdo, conservas, láminas de
acero o estaño, medicamentos, papel, herramientas, maquinarias, lubricantes y té, entre
otras cosas provenientes de la industria liviana.
Hasta 1973 las relaciones entre ambos países siguieron la tónica del intercambio
económico. En el mes de enero de dicho año, el canciller Almeyda realizó su último viaje a
China como personero del gobierno. Ahí se entrevistó en privado con el premier En Lai con
el fin de conseguir ayuda para Chile, discutir la situación mundial y sacar lecciones de la
experiencia china, y aunque China prometió ayudar económicamente al gobierno chileno
90 Matta, op. Cit., pág. 353.
57
para solucionar sus problemas, esta se vio bruscamente interrumpida por el golpe de estado
del 11 de septiembre.
5. 1973: ¿el fin de las relaciones con China?
El golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 golpeó duramente las relaciones
bilaterales entre Chile y China, ya que las experiencias e ideologías que antes les unían,
fueron violentamente derrocadas en nuestro país. Esta noticia sacudió fuertemente a la
opinión pública china y su recepción siguió la siguiente tónica:
“Los comandantes en Jefe de las tres armas y el Jefe del Cuerpo de Carabineros de
Chile, montaron el 11 de septiembre un rebelde Golpe de Estado antigubernamental y
derrocaron el Gobierno del Presidente Salvador Allende…. Sosteniendo una determinada y
valiente lucha contra los golpistas, el Presidente Allende ofrendó la vida en su puesto de
trabajo en el Palacio Presidencial…. El Golpe de Estado estalló después de una serie de
incidentes maquinados por ciertas fuerzas reaccionarias dentro y fuera del país para
quebrantar la vida económica y el orden social de la nación…”91.
Desde entonces, un manto de dudas comenzó a extenderse en ambas cancillerías
respecto al futuro inmediato de las relaciones bilaterales. Lo más lógico habría sido la
inmediata ruptura de ellas, por la firme postura anticomunista del nuevo gobierno chileno y
la simpatía china hacia el presidente chileno.
La primera reacción del gobierno chino fue enviar sus más sinceras condolencias a
la familia del derrocado Presidente Allende. En una carta dirigida a su viuda Hortensia
Bussi, el Primer Ministro Chou En Lai expresaba: “Una profunda pena e indignación me
embarga al llegarme desde lejos la noticia de que el Presidente Allende ofrendó su vida en
su puesto de trabajo, quiero expresarle a usted mi más sentido pésame y simpatía.
El gran presidente Allende desplegó en vida positivos esfuerzos por la lucha del
pueblo chileno en defensa de su independencia nacional y soberanía estatal así como por
91 Diario oficial de Beijing, 13 de septiembre de 1973. En Pakarati, op. Cit., anexo Nº 2, pág. 35.
58
promover la amistad entre los pueblos chino y chileno y la causa de la solidaridad
antiimperialista de los países de Asia, África y América Latina, de los países del Tercer
Mundo. Su noble aspiración vivirá siempre en el corazón de la gente. Estoy seguro que el
pueblo chileno sacará lecciones de este doloroso suceso y seguirá marchando adelante”92.
La gran estima que el gobierno chino le profesaba al Presidente Allende y su visión
condenatoria de los sucesos acaecidos en Chile, hacían creer que la ruptura llegaría pronto,
pero a medida que pasaba el tiempo esta medida no se concretaba y ninguno de los dos
países parecía decidirse a dar el primer paso en esa dirección. A esta tensión se sumaba la
esperanza del gobierno de Taipei de restablecer relaciones con el nuevo gobierno chileno.
La República Nacionalista de China, tenía esperanzas de que la junta militar
decidiera romper relaciones con la China comunista de igual forma como había ocurrido
con Cuba y Corea del Norte, pero aunque los Estados Unidos reconocieran oficialmente al
gobierno de la Junta Militar, la ruptura por parte de la Unión Soviética y la República
Democrática de Alemania de sus relaciones con Chile, redujo los lazos diplomáticos
chilenos con muchos países del globo y se desestimó entonces una ruptura con la China
Popular, a pesar que este gobierno informara que no reconocería a la Junta mientras
continuara la lucha de resistencia del pueblo chileno.
A este respecto, el gobierno chileno esbozó ciertas intenciones de reanudar las
relaciones con Taiwán pero sin romper de facto con Beijing, a razón de las grandes sumas
de dinero prestadas a Chile durante el gobierno de Allende que, deberían devolverse de
inmediato en caso de romper relaciones con la China Popular.
Por este motivo, la Junta habría pedido una enorme suma de dinero al gobierno de
Taipei con el fin de cubrir los préstamos contraídos con Beijing. “Un contacto reveló que la
Junta Militar de Chile sólo quería conversar con sus similares castrenses taiwaneses y que
la Junta estaría dispuesta a restablecer relaciones diplomáticas si Taipei le hiciera un
préstamo por una gran suma con un plazo de quince años. En su defecto, Taipei podría
92 En: Pakarati, op. Cit., anexo Nº 3, pág. 35.
59
instalar un consulado general si le obsequiara 8.000 tons. de arroz y otra ayuda menor”93, a
lo que Taipei respondió negativamente, no mostrándose dispuesta a condicionar sus
relaciones diplomáticas bajo ningún punto de vista.
De modo que las relaciones internacionales chilenas con la China Popular siguieron
su curso y se normalizaron cuando el embajador de Beijing, Chung-Fu Hsu, visitó
oficialmente la cancillería chilena el 19 de octubre de 1973, lo que otorgaba el
reconocimiento que Chile estaba esperando de China, y alejaba las posibilidades de
restablecer lazos diplomáticos con la China Nacionalista, dando con ello, continuidad a la
política exterior chilena.
Pero las cosas no concluyeron ahí, el 14 de febrero de 1974 la Junta realizó una
reunión a instancias de Gustavo Leigh, General del Aire, Comandante en Jefe de la Fuerza
Aérea chilena, en la que se aprobó reanudar las relaciones con Taipei, el problema era que
no se desestimaba continuar las relaciones con Beijing, lo que producto de la política de
mutua exclusión de ambas Chinas, no era posible ni aceptable por ninguna de las dos.
Así, y producto del retiro de Taipei de la Organización de Naciones Unidas y del
papel cada vez más importante que la China Popular cobraba en ella, Chile se decidió por
esta última. “…la insistencia en que Chile eligiera sólo una de las ‘dos Chinas’, no ofreció
otra alternativa que optar por la más influyente en la arena internacional, con un potencial
de mercado apetecido por el mundo occidental”94.
6. ¿Por qué no se rompieron las relaciones entre Chile y China Popular?
Cabe recordar que en el contexto mundial de la Guerra Fría, en que dos grandes
bloques en torno a las dos potencias mundiales resultantes de la Segunda Guerra Mundial
habían dividido al globo, nuestro país se había mantenido bajo la lista de naciones aliadas
de EE.UU., especialmente durante el gobierno del Presidente Gabriel González Videla
93 Lin Chou, op. Cit., pág. 411. 94 Op. Cit., pág. 415.
60
(1946-1952) que proscribió el partido comunista mediante la Ley de Defensa Permanente
de la Democracia de 1948, conocida como la ‘Ley maldita’.
Con la abolición de la citada ley, el 31 de julio de 1958, se creó un clima ideal para
el desarrollo de una creciente tendencia izquierdista que culminaría con un presidente de
dicho color político. Así, el alineamiento chileno giró hacia la izquierda, y aunque indeciso
ante las opciones que le presentaban el comunismo soviético o el chino, no presentó
problemas para arreglárselas por mantener relaciones con ambos, cuyas relaciones entre sí
estaban rotas desde la década de 1960.
Esta situación hacía un tanto inestable la postura chilena respecto a su
posicionamiento frente uno u otro bloque. Pero ya desde 1973 Chile se inclinó hacia la
Unión Soviética, y el gobierno de la UP comenzó a depender cada vez más de ella,
situación que mantenía indecisa a la China Popular para prestar una mayor ayuda al
gobierno chileno.
Por este motivo, China jamás otorgó un firme apoyo político a Chile, ni el PCC
mantuvo contactos de ningún tipo con sus homólogos chilenos, tanto así que la Embajada
de la China Popular en Santiago fue instruida de no otorgar asilo político alguno durante la
gran agitación social que siguió al golpe de estado. “Un dirigente del PS nos reveló que la
embajada de Pekín [Beijing] decía por entonces a los izquierdistas chilenos que la
revolución popular de China se demoró varias generaciones para obtener su triunfo, por lo
cual Chile aún tendría que esperar más tiempo…”95, lo que evidenciaba la falta de
confianza hacia el proceso chileno y hacia la juventud de la izquierda nacional.
De manera que ante la clara postura anti-soviética de la Junta Militar, Chile se
presentaba como una plataforma perfecta al interior de América Latina para ocupar el
terreno que lentamente comenzaban a perder los soviéticos. “…la ruptura de relaciones
declarada por la Unión Soviética, representó un papel fundamental dado que Pekín
[Beijing] consideró que sería su interés conservar el espacio político dejado por Moscú tras
95 Lin Chou, op. Cit., pág. 410
61
el golpe. Además, Pekín apreció que el gobierno militar era ideológicamente
antisoviético”96.
Por lo tanto, el no compromiso chino con el proceso chileno, que aunque “…miraba
con simpatía la lucha antiimperialista que el gobierno sostenía por la soberanía estatal, la
salvaguardia por la independencia nacional y las 200 millas marinas… el gobierno chino
nunca usó el término Vía chilena al socialismo, ni otro que se le asemejara”97; sumado al
hecho que China nunca considerase a ningún partido político chileno como auténticamente
marxista; al anti-sovietísmo del nuevo gobierno chileno; al siempre firme principio
nacional de no intervención en los asuntos internos de los demás países, y al intento por
impedir que el gobierno de Taipei volviera a tener una presencia importante en la escena
latinoamericana, hicieron que China no rompiera sus relaciones con Chile, aunque tampoco
brindó un apoyó de facto al nuevo gobierno chileno.
Este último motivo fue un elemento importante que ayudaría al reconocimiento de
la Junta Militar por parte de China. “China Popular estaba muy consciente de que si no
hubiese reconocido y mantenido relaciones diplomáticas con la Junta Militar, China
Nacionalista lo habría hecho de todo agrado. Por lo anterior, Pekín [Beijing] decidió optar
por el mal menor y reconocer el gobierno militar chileno”98.
En consecuencia, China no rompió relaciones con Chile nada más que por razones
de Estado y Chile, por su parte, argumentó las mismas razones para no romper con China.
De hecho, uno de los principales motivos chilenos para no producir el quiebre fue que
China también practicó fuertemente el principio de no intervención en los asuntos internos
de Chile.
Esto se reflejó claramente frente a la cuestión de la violación de los Derechos
Humanos, ante los cuales China, aunque se manifestó disconforme, no ahondó en el tema.
96 Op. Cit., pág. 415. 97 Pakarati, op. Cit., pág. 31. 98 Lin Chou, op. Cit., pág. 415.
62
Sólo se limitó a realizar algunas gestiones para sacar de la prisión a algunos dirigentes del
MIR chileno y al ex-Canciller Clodomiro Almeyda.
Este silencio convenía a Chile no sólo por la fuerte condena que la ONU había
hecho a nuestro país respecto a esta materia, sino porque China era una de las naciones más
grandes del globo y no se podía dar lujo de perder, justo en el momento en que Chile se
encontraba más aislado del mundo, el vasto mercado que ella significaba. De modo, que los
interese nacionales primaron nuevamente por sobre las ideologías políticas, tal como lo
manifestaba la política internacional chilena.
Así, pese a las grandes diferencias ideológicas, políticas y económicas entre ambas
naciones, Chile y China siguieron manteniendo relaciones diplomáticas, aunque éstas se
mantuvieran más bien frías y distantes.
7. Los vaivenes de las nuevas relaciones
La primera misión diplomática enviada por el nuevo gobierno chileno a Beijing a
comienzos de 1973, estuvo al mando del Encargado de Negocios Alberto Yoacham. Esta
asignación, aunque temporal, no fue bien recibida por el gobierno chino ya que el rango de
Yoacham era demasiado bajo para iniciar las relaciones diplomáticas, y a medida que
pasaba el tiempo, las relaciones se enfriaban cada vez más.
Esta situación no cambió sino hasta que a principios de 1974 se nombró como
Embajador chileno en China a Hernán Hiriart Laval, cuyo cargo político le hacía digno de
iniciar relaciones con China. Hasta entonces, Chile por lo menos había conseguido sondear
el terreno de la opinión pública china, la que, para sorpresa chilena, no estaba plenamente
informada de lo que ocurría en nuestro país.
Así, el gobierno chileno decidió iniciar una campaña de propaganda a favor del
Gobierno Militar con el fin de limpiar la mala imagen que la Junta había adquirido a causa
del golpe y su posterior desenvolvimiento en el manejo interno del país. Para esta campaña
63
fueron enviados 2.000 dólares a China, los que no rindieron los frutos esperados debido a
que no se tomó en cuenta la idiosincrasia de dicho país, y los esfuerzos proselitistas no
encontraron canales de salida hacia el público general ni hacia las autoridades chinas. “…en
China no existe prensa, en el sentido que en Chile se le da. Sólo se cuenta con algunos
periódicos, todos del gobierno, en los que no se da cabida a remitidos, artículos, ni mucho
menos a espacios contratados”99.
Tampoco se pudo permear sus círculos mediante la creación de Institutos Culturales
como el ICCC creado en Chile en 1952, pues en China estaban prohibidos, además, sus
otros medios de comunicación como la televisión y la radio estaban fuertemente
controlados por el Estado y ni siquiera la repartición de folletos estaba permitida, por lo
cual el gobierno chileno debió recurrir a otras estrategias para acercarse a China.
Siguiendo esta lógica, en 1974 Chile invitó oficialmente a China para participar en
la Feria Internacional de Comercio (FISA 74), lo que no fue aceptado con la excusa que
China debía programar todas sus participaciones internacionales anualmente.
En octubre del año siguiente, Chile declaró que apoyaría a China en su candidatura
para la Junta de Desarrollo Industrial en la XXX Asamblea General de la ONU. Días más
tarde, se mostraría a favor de que China integrase el Consejo de la FAO en la sesión XVIII
de dicha organización.
Con esto Chile demostraba que, a pesar de las diferencias ideológicas que le
separaban de la China Popular, le interesaba enormemente mantener en buen pie sus, hasta
entonces, tensas y frías relaciones con China. Y no descansaría hasta conseguirlo.
Para ello utilizó una estrategia semántica que dio muy buenos resultados. A
comienzos de 1977 el gobierno chileno se dio cuenta que China Popular no respondía a los
estímulos que Chile le manifestaba porque se sentía identificada y atacada por las
99 Pakarati, op. Cit., pág. 32.
64
declaraciones oficiales respecto al comunismo internacional, ante lo cual el gobierno
chileno dejó de utilizar términos genéricos a este respecto.
Dicha decisión tuvo un carácter oficial en tanto se envió un instructivo a todas las
regiones en el que, en cuanto a las opiniones acerca del marxismo internacional, se
ordenaba que “…se omitiese referencia a éste sin hacer la debida diferencia entre Pekín
[Beijing] y Moscú. La ordenanza indicaba que dicho término debía ser reemplazado por
otros más específicos, tales como ‘social imperialismo soviético’, ‘marxismo soviético
cubano’ y otros similares”100.
Increíblemente esta estrategia dio resultados y, desde ese mismo año, la República
Popular de China cambió positivamente de actitud hacia Chile, aunque no sólo por este
motivo, sino también por las intenciones de Pinochet de pactar un tránsito hacia un sistema
democrático con las demás fuerzas políticas nacionales, y por la gran importancia que la
Cancillería chilena comenzaba a otorgarle a la RPC en política internacional. Estos hechos
cambiarían, sin duda, la dirección de la diplomacia nacional.
8. El redireccionamiento de la política internacional chilena
Una combinación de importantes factores geopolíticos, económicos y culturales,
llevaron a Chile a considerar a China como una nación muy significativa al interior de la
Cuenca del Pacífico.
El Océano Pacífico fue y será siempre el principal referente geográfico de Chile, ya
que conjuga una serie de conceptos histórico-culturales y político-económicos que, pese a
su variedad, apuntan a crear una comunidad de naciones, que “…está integrada por 42
países y por 11 territorios101, correspondiendo al Pacífico americano un total de 13
100 Javier Matta Manzano, Las relaciones bilaterales entre Chile y la República Popular China. Tesis de Magíster en Estudios Internacionales, Santiago, Universidad de Chile, Instituto de Estudios Internacionales, 1993. 101 Pacífico americano: Canadá, EE.UU., México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Chile. Asía-Pacífico: Unión Soviética, Japón, República Popular China, República Democrática de Corea, República de Corea, Vietnam, Kampuchea, Tailandia, Malasia, Singapur, Filipinas, Brunei, Indonesia, Australia, Nueva Zelanda, y los territorios de Hong-Kong, Macao y Taiwán. Pacífico insular: Estados federados de Micronesia, Isla Marshall, Palau, Papua Nueva Guinea, Islas Salomón,
65
naciones; a la región Asia-Pacífico, 15 países y 3 territorios; y al Pacífico insular, 14
naciones y 8 territorios”102.
Esta comunidad no siempre fue tal, y Chile, principalmente, no le tomó el peso
requerido debido al debilitamiento del poderío nacional producto de las crisis económicas
que trajo el cambio de siglo; de la polarización política, y de la pérdida de cohesión
nacional; a lo que se sumaba la pérdida de liderazgo y del espíritu emprendedor que deriva
en el aislacionismo; a la apertura del canal de Panamá en 1914 que redujo el peso
internacional de los puertos chilenos, y al desplazamiento del polo de desarrollo chileno de
los puertos hacia los sectores agrícola y minero.
La vinculación chilena con el Pacífico ha sido gradual, y para ello ha sido necesario
comprender, a nivel global, el papel que el país puede desempeñar en la región. De esta
manera, la participación activa dentro de la Cuenca del Pacífico, que conlleva a un
intercambio comercial dinámico entre dichos países, demostrando el interés por el
desarrollo de los organismos de cooperación regional con una actuación permanente y
responsables en ellas, comenzó a interesar fuertemente a Chile desde la incorporación de la
Isla de Pascua al territorio nacional en 1888.
Pero no fue sino hasta la década de 1940 cuando en nuestro país se hizo conciente la
idea de pertenecer a una Comunidad del pacífico, “Este período, que abarca hasta los años
sesenta, fue testigo de la delimitación del Territorio Antártico Chileno (1940), la
proclamación de la zona marítima de las 200 millas (1947), la firma de la Declaración de
Santiago junto a Ecuador y Perú (1952) y el consecuente establecimiento de la Comisión
Permanente del Pacífico Sur”103, y anheló, cada vez más, formar parte de dicha comunidad,
lo que implicaba estrechar las relaciones bilaterales con todos sus miembros en todo orden
de actividades, “…políticas, diplomáticas, culturales, económicas y comerciales, científicas
Nauru, Kiribati, Tuvalu, Fiji, Tonga, Samoa Occidental, Niue, Islas Cook, y los territorios de Marianas del Norte, Guam, Nueva Caledonia, Wallis y Fotuna, Tokelau, Samoa, Polinesia francesa, Islas Pitcairn. 102 Celso Moreno Laval, “América Latina y la Cuenca del Pacífico”. Una visión chilena, en: Revista de Estudios Internacionales, año XXIV (julio-septiembre 1991), Nº 95, pág. 369. 103 Moreno Laval, op. Cit., pág. 376.
66
y tecnológicas, etc. Pero, además, deberán cumplir un rol de participación activa en los
foros regionales que tratan la cooperación entre las naciones”104.
Desde entonces, se consideró al Océano Pacífico como una especie de ‘destino
manifiesto’. “Pareciera que el sino de los chilenos es la adversidad, una que marca nuestro
carácter y nuestras conductas. Las sequías y los terremotos, tanto climáticos como políticos,
son tan comunes a Chile que han forjado un alma nacional desconfiada y reactiva (a la
defensiva), que vive del pasado y no mira al futuro (…) Todo esto siempre me hizo pensar
que Chile merece tener un desafío, un sueño que aúne a todos sus hijos. Tal vez, ojalá, ese
destino sea el vasto Océano Pacífico y su preponderante gravitación en el tercer
milenio”105.
Y ya, a partir de 1974, se configuró un nuevo escenario en el que el Océano Pacífico
jugaba el rol principal. Dos elementos permitieron generar un impulso para considerarlo un
factor importante en el desarrollo económico nacional, estos fueron:
- El régimen militar de 1973: la proyección al Pacífico fue una respuesta al
aislamiento del gobierno militar; “Había que legitimar a Chile en un nuevo campo
de acción internacional y las emergentes naciones asiáticas (muchas de ellas con
liderazgos autoritarios) que no hacían cuestión de la falta de democracia en nuestro
país”106, además el proceso de cooperación transpacífica ponía énfasis en los temas
económicos más que en los políticos.
- La liberalización del sistema económico chileno: elemento aún más decisivo, por
cuanto, por un lado se comienza a considerar la necesidad de diversificar tanto los
productos como los mercados de exportación (viéndose la Cuenca del Pacífico
como objetivo primordial para el comercio exterior), y por otro, cobra importancia
104 Op. Cit., pág. 372. 105 Juan Salazar Sparks, Chile y la Comunidad del Pacífico, Editorial Universitaria, segunda edición, Santiago, 1999, pág. 13. 106 Op. Cit., pág. 19.
67
el crecimiento sostenido de economías asiáticas orientadas a la exportación, lo que
las hacía dependientes de materias primas extranjeras.
Es en este contexto, que China aparece como una nación con un enorme potencial
económico que podría ayudar a dinamizar la economía nacional, por su gran influencia en
la arena internacional y por no condicionar sus relaciones a principios ideológicos, lo que a
Chile le venía muy bien en una coyuntura de sometimiento militar en que se encontraba en
ese momento. “…esta reorientación enfocada a la Cuenca del Pacífico en general, pero
hacia la República Popular China en particular, surgía del hecho que se concebía al Pacífico
‘como el ámbito, más próximo y natural para la expansión y/o crecimiento geopolítico
chileno’ dentro de una connotación ideológica de la política exterior. También era ‘parte de
una estrategia tendiente a universalizar las relaciones diplomáticas bilaterales, (como) una
manera recontrarrestar el aislamiento que se versificaba en ámbitos multilaterales”107.
China y Chile, desde entonces redireccionaron su política internacional hacia la
arena económica y comercial con el fin de generar y mantener un mayor entendimiento
entre naciones tan disímiles entre sí, para lo cual se valieron de una gran cantidad de
acuerdos comerciales interestatales y privados.
Se estimuló la iniciativa privada, se implementó el libre acceso a los mercados, y el
Estado asumió un rol subsidiario en materia económica. “…el sector empresarial chileno se
ha constituido en la base del incremento comercial de Chile con el área, el que ha recibido
un apoyo institucional y permanente del gobierno. Ha realizado una vasta y primordial tarea
a través de la Sociedad de Fomento Fabril que ha promovido la creación de comités
empresariales binacionales, de las asociaciones de exportadores, de las cámaras de
comercio binacionales y otras instancias”108.
En este sentido, el sector privado tomó el control del desarrollo económico y el
Estado chileno sólo asumió labores normativas y fiscalizadoras, facilitándole las gestiones
107 Matta, “Chile y la República…”, op. Cit., pág. 357. 108Moreno Laval, op. Cit., págs. 377-378.
68
mediante acuerdos comerciales firmados con China, como el Convenio de Cooperación
Económica y Técnica suscrito en 1977 que ratificaba un convenio firmado con el mismo
nombre en Beijing el 8 de junio de 1972, en el que la República Popular de China concedía
un generoso préstamo a la nación chilena para la construcción de plantas que suministren
equipos y maquinarias para el desarrollo industrial chileno, además se comprometía a
enviar especialistas técnicos a Chile con el fin de instruir en dichos procesos a los
profesionales y técnicos chilenos.
El mismo año se ratificó un convenio de Créditos y Mercancías firmado también en
1972, el que nuevamente concedía un cuantioso préstamo al gobierno chileno para ser
utilizado en suministro de alimentos y medicamentos, para ser devueltos en 10 años a
contar del 1 de enero de 1982, en mercancías nacionales.
La ratificación de estos acuerdos, que se firmaron durante el gobierno de la Unidad
Popular, respondía a una estrategia política para reactivar las relaciones bilaterales, lo que
dio muy buenos resultados, en tanto las relaciones comerciales entre ambos países entraron
por muy buen camino, y se comenzó a vislumbrar un buen futuro para ellas.
Esta situación propició que la década de los ochenta estuviera marcada por los
esfuerzos de los gobiernos chino y chileno por mejorar la comunicación entre ambas
naciones. Se entendió que las relaciones bilaterales entre estos dos países no pasaban sólo
por los intercambios comerciales; éstos, más bien, deberían ser el resultado de una
interacción dinámica y cabal de las distintas expresiones sociales y culturales de ambos
pueblos, es decir, se pensó que un mayor conocimiento de la cultura de su contraparte al
otro extremo del Pacífico, mejoraría el entendimiento y ayudaría a incrementar los
volúmenes del intercambio comercial entre ambos países.
Así, se firmó un Acuerdos para el intercambio cultural el año 1981, el que fue
renovado para los años 1983 y 1984, 1985 y 1986, 1987 y 1989. Estos acuerdos constaban
de visitas mutuas de grupos artísticos para difundir las respectivas formas artísticas y
culturales de sus países de procedencia, se acordó también intercambios de artesanías,
69
literatos, becas de estudio, conjuntos folclóricos, intercambio de académicos, entre otras
cosas. Pero siempre teniendo en cuenta que dichos contactos pavimentarían el terreno para
futuros acuerdos comerciales de mayor envergadura y más grandes beneficios.
Estos contactos esperaban disminuir el aislamiento en que Chile se encontraba en
esos momentos, para lo que se valió de la gran plataforma económica que la colosal China
Popular representaba que ya para 1988 se encontraba en el lugar número 15 de los socios
nacionales.
Lo fundamental para el mantenimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales,
como ya he mencionado, fue siempre la fiel observancia del principio de ‘no intervención’
en los asuntos internos de cada país. Esto lo demostró desde siempre China al no
manifestarse abiertamente en contra de las violaciones a los derechos humanos ocurridas en
Chile durante el Régimen Militar, y lo puso a prueba también Chile cuando se registró en
China una gran matanza de manifestantes estudiantiles en la plaza de Tiananmen en junio
de 1989 en Beijing. “A raíz de este hecho, la Cancillería chilena optó por una línea
políticamente inocua y pragmática, carente de juicios rotundos que, de alguna manera
pudieran afectar el excelente nivel de relaciones entre ambas naciones”109. Es decir, no
intervención en su máxima expresión.
Del mismo modo, China se abstuvo de emitir comentarios frente al plebiscito
celebrado en Chile en 1988, considerando al año siguiente sólo como ‘auspiciosa’ para las
relaciones bilaterales, la próxima presidencia de Patricio Aylwin Azócar.
Este principio fue el que permitió que las relaciones económicas entre ambas
naciones se llevaran a cabo de una manera fluida y sin contratiempos. Se realizaron varias
visitas de personeros chinos a Chile, y chilenos a China con motivo de expandir el
intercambio comercial, discutir la cooperación técnica y los medios de transporte que se
utilizarían para dichas labores.
109 Matta, “Chile y la República…”, op. Cit., pág. 359.
70
En 1984 se acordó que Chile compraría 14 centrales hidroeléctricas a China, las que
serían instaladas por técnicos de dicha nacionalidad. Ese mismo año se informó también,
sobre una millonaria exportación de cobre hacia China que ascendía a unos 30 millones de
dólares y que serían utilizados para la expansión de la industria china, y de una venta de
petróleo chino a la ENAP, avaluada en unos 20 millones de dólares.
Un tema que se venía manifestando desde la década del 70, emergió con fuerza
durante los ochenta, este fue, la insistencia china de instalar bases científicas en la Antártica
a fin de realizar investigaciones sobre meteorología y recursos renovables. Chile apoyó
dichas solicitudes, y desde 1982 iniciaron trabajos conjuntos por medio del Instituto
Antártico Chileno, así ya para 1985 China contaba con su primera base en dicho territorio.
A la ‘Gran Muralla’, como se llamó a la base China, se le sumó más tarde ‘Sun Yat Sen’,
más austral aunque siempre dentro de los límites del territorio antártico chileno.
A pesar de estos esfuerzos científicos y culturales, los contactos chino-chilenos de
carácter extraeconómicos eran escasos, y se realizaban al margen de las maniobras
comerciales entre ambos países. Tanto en los negocios e inversiones intergubernamentales,
como entre capitales privados y empresas mixtas, se concentraba el interés político,
diplomático y, sobre todo, económico de la nación. Para 1985 “Chile exportaba cerca de
100 millones de dólares a China e importaba cerca de 20 millones [de dólares]”110.
Respecto a las novedades en este campo, llamó fuertemente la atención una
inversión conjunta entre las empresas chilenas CODELCO y MADECO, y una empresa
china. Dicha fusión, llamada Beijing-Santiago Copper Company Limited, estaría emplazada
en territorio chino y elaboraría tubos de cobre y otros productos del mismo material,
comenzando su funcionamiento en 1989. “La importancia de esta industria no reside hoy en
los volúmenes de su producción, ni en su venta o la inversión realizada en ella, sino en el
hecho de ser la única entidad establecida en China que haya sido formada con capitales e
inversiones de un país latinoamericano”111.
110 María Soledad Gómez, Relaciones de China con América Latina y el Caribe durante 1985, Documento de trabajo, Programa FLACSO, Nº 312, Santiago de Chile, Agosto de 1986, pág. 46. 111 Matta, “Chile y la República…”, op. Cit., pág. 364.
71
Es síntesis, este join venture significó el punto culmine de las relaciones chino-
chilenas a fines de la década de los ochenta, y representó el alto nivel de los intercambios
realizados entre ambas naciones, demostrando que la reorientación de las relaciones con
China hacia el plano económico había rendido sus frutos a muy corto plazo. Lo que nos
hace recordar que, para Chile, China nunca representó más que una gran posibilidad de
desarrollo económico, por lo que la consecución de dichos logros no sería más que el
primer paso para sus futuros objetivos comerciales.
72
Conclusiones
Si bien en un comienzo, el acercamiento de China hacia Chile fue producto de una
política proteccionista hacia los inmigrantes chinos en nuestro país, a poco andar, las
relaciones diplomáticas entre Chile Y China se vieron supeditadas al comercio bilateral. La
necesidad de China de materias primas, y la búsqueda chilena de un mercado donde
posicionar sus productos primarios, hizo de ambas naciones el socio ideal.
Esta situación permaneció estable durante todo el siglo XIX y la primera mitad del
siglo XX. La República Popular China debió sortear innumerables dificultades en el plano
internacional que le impidieron desarrollar su ‘vocación tercermundista’ y llevar a cabo una
política diplomática con una dirección clara. El problema de Taipei y el reconocimiento
internacional, su enemistad con la Unión Soviética y la siempre latente pugna con Estados
Unidos por los roces que ocasionaban Taiwán y Corea, mantenían a China más ocupada
de solucionar sus problemas internos antes que del desarrollo económico de su nación.
Durante 1970, con la llegada al gobierno del primer presidente socialista en Chile,
las relaciones con China alcanzaron su máximo entendimiento por tratarse de un
acercamiento entre países de ideologías políticas similares, lo que propició, no sólo
acuerdos de intercambios comerciales, artísticos y culturales en los tres años siguientes,
sino además, demostró ser un fuerte lazo de unión entre países que, aunque mantenían
contactos durante el período de la Guerra Fría, nunca antes éstos habían sido tan estrechos.
A pesar de la ya mencionada falta de compromiso del gobierno chino con el
socialismo chileno, la nula camaradería del PCC con su símil chileno, y la marcada
desconfianza por las simpatías chilenas hacia la URSS, la China Popular se mantuvo
siempre dispuesta a dialogar con el gobierno chileno en función del respecto irrestricto al
principio de no intervención practicado tanto por China como por Chile.
73
El principio de no intervención fue, de hecho, el núcleo central de las relaciones
entre ambas naciones, de lo contrario no se entiende que una vez derrocado el gobierno
socialista en Chile, China continuara manteniendo relaciones bilaterales con nuestro país.
En este sentido, 1973 marca el punto de inflexión en las relaciones diplomáticas
entre ambos países, y el hecho que la República Popular de China no condenara al
Gobierno Militar por las violaciones a los Derechos Humanos acaecidas en nuestro país,
fue visto de manera positiva por el nuevo gobierno, que lo atribuyó al respecto que China
manifestaba hacia la soberanía nacional chilena.
Esto se debió a que China, al igual que Chile aplicaron una política de respeto a las
soberanías territoriales de ambas naciones, de no agresión mutua, de igualdad y
coexistencia pacífica que garantizaba el desarrollo de una política autónoma e
independiente.
Frente a este punto, no debe olvidarse que China aún se cuenta entre los países en
vías de desarrollo y que, su apertura economía al exterior, se debió a la escasez de recursos
naturales que, en conjunto con su atraso en tecnología industrial, despertó la conciencia
acerca del hecho que la modernización no llegaría de continuar el aislamiento económico
en que se encontraba. De este modo, la dependencia de su industria de las importaciones de
bienes de primer orden, se sobrepuso a las diferencias ideológicas en sus relaciones con la
Junta Militar.
Del mismo modo Chile, desestimó todo tipo de diferencias y se esforzó por
mantener y mejorar sus relaciones con la China Popular a fin de cumplir con el ya
mencionado principio de no intervención, y alcanzar sus objetivos de mantener relaciones
con todos los países del globo sin prejuicio de sus ideologías, ¿cuál era su interés? Sin más
que el vasto mercado chino.
Esta situación es más que evidente al momento de recordar que Chile privilegió a la
China Popular antes que a la China Nacionalista, no tanto por una permanencia de vínculos
74
históricos –que de ser así habría continuado sus relaciones con la República de China
Nacionalista-, sino más bien por la gran influencia que estaba cobrando la China Popular a
nivel internacional por su ingreso a la ONU y la consecuente salida de la China
Nacionalista de dicha organización, al reconocimiento de Estados Unidos, aliado del
gobierno de Taipei y al crecimiento cada vez más acelerado de la economía de la China
continental.
Situación que se vio beneficiada por la postura china frente al Tercer Mundo,
dirigida a formar un frente común con los países en vías de desarrollo, contra el avance de
las superpotencias, propiciando la cooperación Sur-Sur a través del Océano Pacífico y la
consecuente formación de la Comunidad del Pacífico a la que Chile estaba interesado en
integrarse.
En síntesis, la relaciones bilaterales chino-chilenas se mantuvieron estables durante
los decenios de 1970 a 1990 producto la sobreposición de los intereses económicos por
sobre los ideológicos. E incluso los esfuerzos de difusión artística y cultural por parte de
ambos gobiernos no respondieron más que a estrategias de entendimiento para mejorar las
relaciones económicas.
El año 1973 fue la prueba de fuego para las relaciones diplomáticas entre estas dos
naciones, y si la sortearon con éxito fue precisamente porque los números siempre fueron
más importantes que cualquier otro elemento de unión, y cómo no, si en un mundo que
comenzaba su camino hacia la globalización, la cultura, las artes y hasta la comunicación se
encontraban mediatizadas por inventarios comerciales.
Ante esto sólo quedaba dejarse arrastrar por la vorágine del mundo moderno que, en
su desidia hacia las manifestaciones humanas individuales o colectivas, ha propiciado las
relaciones interestatales o de conglomerados privados internacionales que poco o nada
hacen por mantener una identidad cultural, y que continuarán su camino forjando redes
comerciales a pequeña escala pero de gran potencial económico.
75
Como manifestó Wang Guangya, actual embajador de China en la ONU, hace poco:
“China siempre se ve a sí misma como débil, pequeña y poco poderosa como país. Mi
sensación es que en los próximos 30 años, China se mantendrá así. A China le gusta
golpear bajo su peso…”112, un peso que claramente atrajo y atraerá a pequeñas naciones
que como Chile, buscan un espacio en la arena internacional aliadas de gigantes
comerciales como China.
112 Entrevista para la revista “El Sábado” de El Mercurio, 16 se septiembre de 2006, pág. 42.
76
77
Informe Final de Seminario de Grado
Relaciones bilaterales entre Chile y Japón: consecuencias de la Segunda Guerra Mundial
Seminario para optar al Grado de Licenciatura en Historia
Integrante: Romina Rivera Zamora.
Santiago, Chile
78
Introducción.
Las relaciones bilaterales entre Chile y Japón tienen más de un siglo de historia. Si
bien, éstas comenzaron y se desarrollaron bajo un contexto histórico determinado, es decir,
por una mutua necesidad de expansión comercial propia de los tiempos mundiales, no
podemos desmentir las particularidades existentes en ambos países. Japón es actualmente
una de las principales potencias económicas a nivel mundial, sin embargo, esto no fue
siempre así. Cuando Inglaterra y Alemania eran importantes potencias industriales, Japón
recién comenzaba abrirse a Occidente en busca de la modernización. Fue un proceso duro,
marcado fuertemente por los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, de la cual
logró recuperarse no sólo por la ayuda económica de los Estados Unidos, sino también, por
el ímpetu propio de un pueblo que durante toda su historia luchó por mantener su
personalidad, muchas veces enfrentando un clima y una geografía cruel, amenazados
constantemente por pueblos mucho más grandes que ellos. Hoy, Japón es conocido
principalmente por sus logros económicos alcanzados desde la década de los 70, por sus
marcas comerciales y automotrices, y en menor medida por algunas de sus tradiciones
culturales que llegaron a Occidente como un producto exótico del Asia: los samurai, las
geisha, el bonsai… Chile por su lado ha sido, desde la perspectiva económica, un país
exportador: primero fueron los productos agrícolas, algo de oro y plata, luego salitre en
grandes cantidades, y ahora el cobre ‘nos da’ grandes alegrías. Es llamado un país “en vías
de desarrollo”, de los mejores evaluados de Latinoamérica por la comunidad económica
internacional, un buen país donde invertir capitales. Pero Chile también tuvo su propio
trauma. Llegar a esto costó “sangre, sudor y lágrimas”, y un buen proyecto de
neoliberalización de la economía.
Tanto Chile como Japón tienen su propia historia. Sin embargo, en un momento
comienzan a enlazarse y necesitarse, creando de esta forma una nueva historia. Una historia
que pareciera ser sustentada sólo por factores económicos y comerciales –lo cual en cierta
medida es verdad –, pero que contiene importantes contenidos culturales, y sobre todo
históricos, que la han ido modelando con el tiempo y nos permiten observarla en su estado
actual. Este es uno de los motivos de la presente investigación: utilizar la Historia como
79
medio de conocimiento y acercamiento a Japón, y en este caso, en su relación con nuestro
país.
El presente informe invita a analizar la influencia de la Segunda Guerra Mundial en
las relaciones bilaterales entre Chile y Japón. He escogido este acontecimiento, pues sin
duda es el punto de inflexión más importante del Japón contemporáneo, ya que cambió de
forma violenta importantes tópicos políticos, económicos y culturales luego de ser
derrotado y ocupado por las fuerzas aliadas. Pero para identificar algún tipo de influencia
en las relaciones bilaterales, no es posible sólo atender este acontecimiento, sino extender el
plano y analizar el proceso completo, como larga duración, de lo que fue y lo que son
actualmente estas relaciones.
Para conseguir esto, desarrollaré en el primer capítulo el estado actual de las
relaciones bilaterales entre Chile y Japón, determinando sus aspectos económicos, políticos,
y culturales involucrados en el intercambio. Mi partida será ésta, pues considero que
observar en perspectiva el proceso permite comprender de mejor manera los resultados que
actualmente se gestan en torno a las relaciones Chile-Japón, y establecer diferencias
inmediatamente con el tema desarrollado en el segundo capítulo, en el cual se analiza el
inicio de las relaciones entre ambos países en 1897 y su desarrollo hasta los años 30,
elaborando además el contexto histórico de cada país a fines del siglo XIX y comienzos del
XX, con el fin de comprender los motivos y circunstancias en las cuales se desenvolvieron
las primeras relaciones bilaterales entre Chile y Japón. Finalmente, en el tercer capítulo, se
elabora de manera sucinta la participación de Japón y la postura diplomática de Chile
durante la Segunda Guerra Mundial, analizando los motivos de la suspensión de las
relaciones diplomáticas y su posterior restauración, además de analizar el significado de la
derrota del Japón en la medida que pudo afectar sus relaciones no sólo con Chile, sino con
el mundo.
Siendo la Segunda Guerra Mundial el único momento histórico en el cual se
suspenden las relaciones bilaterales entre Chile y Japón, creo que la derrota de los nipones
marcan, de manera lógica, un antes y un después en sus relaciones. La reconstrucción y la
80
industrialización acelerada del Japón, dentro del contexto mundial, respondió a una lógica
de mercado dirigida por los Estados Unidos, el país vencedor. Desde esta perspectiva, hubo
claramente una gran influencia de estas nuevas políticas en la postura e intereses planteados
en las relaciones Chile-Japón, diferencias que pueden contrastarse al observar bajo que
condiciones se iniciaron hace un siglo atrás, y cómo se desarrollan hoy.
El presente informe ha sido elaborado a través de una investigación bibliográfica, a
pesar del escaso y reiterativo material escrito existente sobre el tema. Las obras centrales
que he utilizado son tres: Chile y Japón, un siglo de amistad, preparado por la Comisión
Chilena de Celebración del Centenario de las Relaciones Chile-Japón, en la cual se exponen
variados artículos respecto a las relaciones diplomáticas entre ambos países, algunos con
una perspectiva histórica, otros apuntando hacia lo económico. Sin embargo, casi todos
concuerdan con el estado de “amistad” que ha existido en el desarrollo de estas relaciones,
lo cual –comprendiendo el contexto en el cual fue elaborado el libro y sin desconocer las
simpatías que han sentido los gobiernos mutuamente – no permite una crítica más profunda
respecto al tema otorgando sólo un acercamiento familiar. No obstante, es el libro más
completo sobre el tema. La segunda obra fue escrita por el historiador Mauricio Jara
Fernández quien realizó un acabado estudio titulado Chile y el Imperio del Japón, 1897-
1911: inicios de la expansión diplomática y salitrera en el Asia, donde desarrolla de
manera muy completa y con buen manejo de las fuentes el proceso sufrido por el gobierno
chileno en su acercamiento al Asia, con las distintas misiones diplomáticas en el Japón.
Esta obra es bastante descriptiva y carece, a mi parecer, de una mayor interpretación y
crítica de las fuentes utilizadas, sin embargo, es una investigación única y muy bien
lograda. La tercera obra pertenece a Mario Barros Van Buren, y se titula La Diplomacia
Chilena en la Segunda Guerra Mundial; es un libro de amena lectura que expone cómo se
manejó la diplomacia chilena, en su posición de neutralidad, frente al conflicto bélico y en
sus pactos continentales y alianzas bilaterales. Sus conclusiones son algo confusas, pero
igualmente interesantes de analizar.
No se han utilizado fuentes más que el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación
de 1897 entre Chile y Japón, y el Tratado de Paz de 1951, pues el resto de la información
81
ya se encuentra contenida en los trabajos recién citados, y en algunos casos, se vuelve a
reiterar en artículos más pequeños, por lo cual me decidí sólo a revisar el material
bibliográfico. Si bien, esta investigación es sobre las relaciones bilaterales entre Chile y
Japón, en esta instancia sólo será analizado desde una posición chilena, pues la evidente
falta de fuentes japonesas y la escasa bibliografía nipona disponible en nuestro país, hacen
imposible por ahora tener las dos caras de la moneda. Éstos son sólo ojos chilenos mirando
hacia Japón, esperando algún día que sean ojos rasgados quienes nos observen, dentro de
esta misma temática.
82
Capítulo I. Chile-Japón: estado actual de las relaciones bilaterales.
La actual situación diplomática entre Chile y Japón, se encuentra ad portas de la
consolidación de un Tratado de Libre Comercio con dicho país113. Este tipo de tratados son
la ‘última moda’ en cuanto relaciones bilaterales a nivel mundial. Y se debe,
principalmente, al contexto de la globalización, el cual nos permite (o nos obliga)
acercarnos al resto del mundo y a compartir experiencias. El actual sistema económico
imperante, el sistema neoliberal, es el que rige este fenómeno, y por tal, la ‘aldea global’ ha
aceptado seguir los cánones macroeconómicos y comerciales que dan pauta al desarrollo
del mismo sistema. ¿Y qué sucede con Japón? Japón posee una de las economías más
importantes a nivel mundial: ubicada por el Banco Mundial como la segunda economía del
mundo, detrás de Estados Unidos, posee un PIB de 4.6 billones de dólares. Su comercio
aumentó durante el año 2005: las exportaciones en un 5.9% y las importaciones un 14.1%,
lo cual traducido en dinero corresponde a 598.2 y 518.6 billones de dólares,
respectivamente. El superávit fue de más de 114 mil millones de dólares, y su índice de
crecimiento fue del 3.0%114. Como se observa, desde una perspectiva económica, no sería
perjudicial para la economía chilena tener alianzas comerciales a este nivel.
Juan Salazar Sparks señala que la historia diplomática chilena se define conforme al
desarrollo interno del país y a la situación externa imperante115, según lo cual, el país se
encontraría actualmente en una fase de ‘reinserción internacional’ que ha venido
desarrollándose desde 1990 con el regreso a la democracia, donde Chile se ha presentado
como una economía reestructurada siendo aprobada por la comunidad de naciones, dándole
más peso frente a los organismos regionales y mundiales, y en los mercados financieros, lo
que además le ha otorgado un mayor flujo de capitales, le ha permitido concretar acuerdos
de Libre Comercio; e incluso, ingresar al APEC. Esta liberalización del sistema económico
ha sido decisiva para el asentamiento de las perspectivas chilenas en función del Asia
113 Las negociaciones comerciales respecto a este TLC, fueron iniciadas en el marco de la Cumbre APEC 2005, el pasado 18 de noviembre en Corea. Han dirigido estas negociaciones desde el gobierno chileno la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales, Departamento Asia y Oceanía, del Ministerio de Relaciones Exteriores. 114 Fuente: Japan External Trade Organization (JETRO) 115 Juan Salazar Sparks, Chile y la comunidad del Pacífico. Santiago, Editorial Universitaria, 1999, pág. 176
83
Pacífico en dos aspectos: por la necesidad de diversificar tanto los productos como los
mercados de exportación, en donde la Cuenca del Pacífico es el objetivo primordial para el
comercio exterior; y por el crecimiento sostenido de las economías asiáticas cuyos
requerimientos las hacen dependientes de la exportación de materias primas extranjeras. Es
así como en este contexto, las actuales relaciones bilaterales de Chile, incluso las
entabladas con Japón, han adquirido un marcado acento económico y comercial.
Para conocer el estado actual de las relaciones bilaterales entre Chile y Japón, me he
remitido principalmente al capítulo chileno del Informe del Comité Siglo XXI para la
Cuenca del Pacífico entre Japón y América Latina, el cual fue acordado el año 1992,
década en la cual la situación entre Japón y América Latina entró en una relación de
cooperación más amplia, es decir, además de potenciar el comercio, la inversión y la
cooperación económica, se incentivan otras áreas, como la política, cultural y académica.
En el mencionado informe, se deja establecido que papel cumple cada país dentro de la
economía mundial: Japón se reconoce como “uno de los principales países que comparten
la responsabilidad para la prosperidad y estabilidad del mundo. Específicamente Japón
juega un rol central en la red de interdependencia económica construida en Asia del
Este”116. Chile por su parte, busca claramente ser el puente entre Asia y América Latina.
Este punto es bastante interesante, ya que establece desde un principio cuál es nuestra
situación y con quién estamos tratando. Japón se sabe, con justa razón, una potencia
mundial, y no desconoce sus intereses respecto a Chile, un país pequeño que le presagia
grandes oportunidades de expansión por el resto de Latinoamérica. No es de extrañar,
entonces, el interés del gobierno y los empresarios, tanto chilenos como japoneses, en
concretar finalmente un Tratado de Libre Comercio entre ambos países. Repasemos por
ahora cómo se han desarrollado en los últimos años las relaciones bilaterales entre Chile y
Japón y cuál es su situación actual.
116 Informe del Comité Siglo XXI para la Cuenca del Pacífico entre Japón y América Latina, pág. 3. El nombre simplificado de presente informe, y debido a que no se ha escrito otro capítulo, es Comité Siglo XXI Chile-Japón.
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1. Relaciones Económicas.
Las relaciones económicas entre Chile y Japón se basan principalmente en las
actividades comerciales, producto de la liberalización de la economía chilena en la década
de los 70117. Hacia el año 2005 Japón se ubica en el segundo lugar dentro de las
exportaciones chilenas, detrás de los Estados Unidos (17% del total), y en la misma
posición que China (11%), lo cual se traduce en 4.535 millones de dólares. Los principales
productos exportados a Japón son el cobre, el molibdeno, el salmón y la trucha, la madera y
sus productos derivados, la carne de cerdo, la fruta y el vino, estas últimas han aumentado
considerablemente en los últimos años. En cuanto a importaciones de Chile, Japón se ubica
en el noveno lugar junto a Corea del Sur y Perú con un 3% del total, es decir, 1.013
millones de dólares, siendo los principales productos importados los vehículos, las
maquinarias para la industria y los productos eléctricos. En suma, el intercambio comercial
entre ambos países durante el año 2005 fue de 5.548 millones de dólares118.
El Comité Siglo XXI ha señalado varias propuestas en materias económicas y
comerciales, las cuales pueden sintetizarse en:
- El aumento de las inversiones japonesas en los sectores en crecimiento en Chile,
como manufactura y telecomunicaciones, a pesar de considerar que gran parte de las
inversiones vuelven hacia el sector exportador, por ser la gran potencia de Chile;
- Inversión de las empresas japonesas para el mejoramiento de la infraestructura en
Chile, con apoyo gubernamental en el marco jurídico e institucional;
- El aumento de la presencia de empresas chilenas en Japón, pues las relaciones
económicas entre ambos países dependen actualmente sólo de las iniciativas de las
117 El plan económico neoliberal se desarrolla en Chile desde 1975 con los llamados “Chicago Boys”. Este modelo proponía la ‘desestatización’ del manejo de la economía para dejar su funcionamiento al Mercado. Los bancos y empresas públicas dependientes de la CORFO fueron puestas en licitación, luego, se elaboraron políticas abocadas al trabajo, previsión, educación y salud. Sin embargo el modelo era vulnerable a los ciclos recesivos del mercado, lo que conllevó grandes costos sociales, como cesantía, salarios muy bajos y desigualdad social. En 1982 la economía entró en un ciclo recesivo del que no se recuperó hasta 1985-86, inaugurando un nuevo periodo de privatizaciones y apertura comercial, logrando alcanzar un crecimiento económico entre 1986-89 del 7,2%. Gabriel Salazar y Julio Pinto, Historia contemporánea de Chile, vol. III, Santiago, LOM Ediciones, 2002. 118 Fuente: Banco Central de Chile.
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empresas japonesas. Con esto también se pretende que las empresas chilenas no
sólo actúen de forma activa en Japón, sino también en otros países del sector.
Al parecer el tema de las inversiones es de vital importancia para el desarrollo
económico en el marco de la globalización, por tanto, es donde radica la mayor
preocupación por parte de las autoridades. Sin embargo, las inversiones japonesas en
América Latina son reducidas en comparación con otras zonas económicas, ya sea por
motivos de distancias geográficas y culturales o porque las empresas niponas, al tener
mayor experiencia en cuanto a inversiones, no han visto con buenos ojos el sistema
productivo de Latinoamérica, por ser distinto al asiático y tan heterogéneo dentro de sí
mismo. El economista Akio Hosono señala que las empresas japonesas deben reconocer
estas diferencias, pues “si una empresa japonesa acostumbrada a invertir en los países
asiáticos viera a Latinoamérica con la misma mirada que Asia, pasaría por alto el
dinamismo de la región y sería incapaz de asociarse de manera apropiada con sus
empresas”119. Este autor manifiesta que Chile cuenta con las condiciones políticas y
económicas estables, con lo cual se sitúa dentro de una posición privilegiada dentro de
América Latina y entre muchos países del mundo, pues ha tenido una alta tasa de
crecimiento sostenido en las últimas décadas, con políticas económicas liberales, realistas y
pragmáticas que lo convierten en un país eficiente y con bajo riesgo país120, facilitándole su
posición como centro financiero de la zona. Y sin duda, lo más relevante, es la
trascendencia de Chile como plataforma de exportación dentro del continente, pues lo
convierte en “un centro de gran importancia para estrechar las relaciones entre Japón y
otros países asiáticos con los países del MERCOSUR y de la región andina”121. En suma,
las relaciones económicas entre Chile y Japón actualmente dependen de la capacidad de
inversión de las empresas japonesas, y las condiciones estratégicas de nuestro país.
119 Akio, Ozono, Nuevas relaciones Chile-Japón en el avance de la Globalización, en: Revista Diplomacia Nº 73, Santiago, Academia Diplomática de Chile, 1997, pág. 39 120 El Riesgo País es un índice denominado Emerging Markets Bond Index Plus (EMBI+) y mide el grado de ‘peligro’ que entraña un país para las inversiones extranjeras y su capacidad para hacer frente a las deudas que ha contraído. El riesgo de un país será bajo, por lo tanto, cuando éste muestre la solvencia necesaria para pagar oportunamente sus deudas contraídas; y será alto si existe la percepción de que tendrá dificultades para cumplir con sus compromisos internacionales. 121 Op. Cit., pág. 41
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Por otro lado, cabe destacar la participación japonesa en la ayuda financiera y en la
cooperación técnica que brinda hacia Latinoamérica. La ayuda financiera comenzó a
realizarse en los años 80 a través de la banca privada para hacer frente a la deuda externa.
Para Carlos J. Moneta la participación de Japón en esta ayuda se debe a que los nipones
observaron “que la deuda externa de Latinoamérica constituía una fuente de inestabilidad
para el sistema financiero internacional en su conjunto y que Japón, por su propio interés,
debía contribuir a la recuperación económica de la región y ayudar a los Estados Unidos
reforzando su presencia financiera, ante los evidentes límites de la superpotencia para hacer
frente a nuevos compromisos en ese ámbito, en virtud de sus enormes déficits”122. Con
estos intereses de por medio, Japón se integró al plan de Asistencia Oficial al Desarrollo en
1988 con un aporte de más de 50 mil millones de dólares. De esta manera, el país del sol
naciente se manifiesta al mundo como un país desarrollado, con la capacidad económica y
financiera para intervenir en los problemas económicos mundiales, no por simple
‘cooperación’ sino también por la necesidad de hacer transitar los flujos de capitales en
todo el orbe, algo ineludible dentro del sistema económico imperante. Desde 1978 al 2005,
en Chile se han aprobado más de 30 acuerdos de Cooperación Técnica con Japón, varios de
los cuales son derivados para el área de la investigación científica123. ¿Qué busca Japón?
Implementar tecnológicamente a Chile para aumentar la calidad y cantidad de la
producción que ellos mismos consumen.
2. Relaciones Políticas
Las relaciones a ‘alto nivel’ político son recientes. La primera visita oficial de un
Jefe de Estado chileno a tierras niponas fue en 1992, cuando el presidente Patricio Aylwin
visitó Japón con el fin de ampliar los contactos internacionales de Chile, tan necesarios en
el periodo post-dictadura. Fue en esta instancia donde se estableció la parte chilena del
Comité Siglo XXI para la Cuenca del Pacífico entre Japón y América Latina, que culminó
en la celebración del Centenario de las Relaciones Diplomáticas entre ambos países en
122 Carlos J Moneta, Situación y perspectivas recientes en las relaciones económicas entre Japón y América Latina, para el Coloquio internacional sobre prospectiva de la economía mundial y sus efectos sobre las economías de América Latina y el Caribe; CEPAL, Santiago, 15-18 de abril de 1991, pág. 48 123 Puede observarse cada acuerdo en la página Web de la Biblioteca del Congreso Nacional: www.bcn.cl
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1997. Durante este periodo se suman tres visitas del presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle a
dicho país, y la visita a Chile del primer ministro japonés Ryutaro Hashimoto en 1996. Para
la celebración del Centenario, Chile contó con la especial visita de Sus Altezas Imperiales
los príncipes Hitachi, quienes aprovecharon la oportunidad de inaugurar el Jardín Japonés
ubicado en el cerro San Cristóbal de la ciudad de Santiago124.
Siguiendo la propuesta del Comité Siglo XXI, en cuanto a intensificar los contactos
y las visitas entre Jefes de Estado de ambos países, y aprovechar todas las instancias para
potenciar el diálogo, es que se han mantenido las visitas y encuentros de altos mandatarios
durante la última década, no sólo por parte de los Jefes de Estado, sino también ministros,
parlamentarios y empresarios. En suma, las relaciones políticas se han desarrollado de
manera eficiente en las altas esferas de poder, considerando que de estas reuniones derivan
los acuerdos económicos y comerciales entre ambos países, por lo tanto, se observa que
sólo existe una delgada línea que separa lo político de lo económico, es decir, estas
relaciones son de carácter protocolar, pues su verdadera función concluye en lo comercial.
3. Relaciones Culturales
Las relaciones culturales entre Chile y Japón puede decirse que se inician en la
década de 1930 cuando se acordó la creación de Institutos Culturales en Santiago y Tokio,
con el fin de fomentar las relaciones de amistad entre ambos países mediante la
intensificación de la cultura. Es así como en 1940 se funda en Santiago el Instituto Cultural
Chileno-Japonés, el cual se ha encargado en dar a conocer la cultura japonesa a través de la
enseñanza del idioma japonés y de la realización de cursos de artes tradicionales, como
ikebana, bonsai, origami, go, manga, entre otros, y también con charlas, conferencias y
exposición de películas. Este instituto también ha traído conjuntos artísticos de baile, teatro
o artes marciales para presentaciones al público, además de apoyar a instituciones
educacionales y municipales de todo el país. Pero en general, la difusión cultural sigue
124 Toda la información respecto a las actividades organizadas por la comisión del Centenario Chile-Japón 1897-1997, puede hallarse en los boletines de distribución mensual de dicha comisión, las cuales tenían por finalidad promover la cultura japonesa, a través de artículos sobre teatro, arquitectura o diseño japonés, por ejemplo, y dar a conocer la situación económica-comercial entre ambos países.
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siendo muy baja, especialmente en Chile, y según lo señalado por el Informe del Comité
Siglo XXI, la escasa cobertura de la prensa tampoco facilita una mayor difusión. Sin
embargo, Japón se ha preocupado a nivel institucional en difundir su cultura no sólo en
Chile, sino a todo el mundo a través de la Japan Foundation, la cual se preocupa de
organizar, producir o auspiciar actividades culturales tales como exposiciones, espectáculos
y conferencias, y también se ha preocupado de la enseñanza del idioma japonés. En 1997,
con la celebración del Centenario de las Relaciones Bilaterales entre Chile y Japón, se
organizaron diversas actividades culturales, incluso se publicaron dos libros: Chile-Japón:
un siglo de amistad, coordinado por Oscar Pinochet de la Barra, y Opción de Chile, Opción
de Japón, resumen del Seminario organizado por el Comité del Centenario. Entre las
actividades más recientes se encuentran en el año 2004, debido a la reunión del APEC
celebrada en Santiago, una exposición de teatro Noh realizado en el Centro de Extensión de
la Pontificia Universidad Católica, además de una exposición de kimonos tradicionales
expuestos en el Museo de Bellas Artes de Santiago.
¿Cómo saber que sucede en Japón? Suena algo extraño pensar que se difunda parte
de la cultura chilena en tan alejado país, además que la información que se recibe por parte
de los medios es escasa. Pero efectivamente se han realizado variadas actividades sobre
nuestro país en la tierra del sol naciente. Desde la Exposición Mundial de Osaka en 1970,
Chile ha dejado una importante imagen como país, participando con una importante
muestra cultural que incluía obras de arte, literatura, música e historia, con una gran
difusión de las obras de Gabriela Mistral y Pablo Neruda. En la década de los 90, la
difusión sobre Chile aumentó. Se realizó una exposición llamada “Ramada Chile Today,
Contemporary Art from Chile”, con obras de dieciséis destacados artistas chilenos, la que
se presentó en el Museo Hara de la prefectura de Gunma en 1992, y luego en el Centro de
Arte Contemporáneo de Osaka en 1993. En 1995, con ocasión de la Cumbre de Líderes de
APEC celebrada en Osaka, Chile se hizo presente con una importante exhibición que
constaba de treinta y siete cuadros de connotados artistas nacionales, entre los que se
encontraban obras de Matta, Toral, Geisse, Lira, y Rojo. En el marco de la celebración del
Centenario de las Relaciones Bilaterales, se realizó la muestra “Artesanías de Chile”
montada en el Hall de acceso del edificio de la Universidad de las Naciones Unidas en
89
Tokio. Durante los últimos diez años, pueden enumerarse distintas actividades culturales,
gran parte organizadas por la Japan Foundation.
También se han creado acuerdos de cooperación entre universidades chilenas y
japonesas, entre las que destacan el acuerdo firmado por la Universidad de Chile (Instituto
de Estudios Internacionales) con la Universidad de Tsukuba, el Convenio de Intercambio
Académico entre la Universidad de Chile y la Universidad de Waseda, los acuerdos entre la
Universidad Católica de Santiago y la Universidad de Tokio, y el convenio académico entre
la Universidad Técnica Federico Santa Maria con la Universidad Dohto de Sapporo.
En general, las actividades culturales producto de las relaciones bilaterales entre
Chile y Japón, son diversas y masivas. Sin embargo, no poseen la difusión verdadera que
deberían tener. No sé cuál es la situación en Japón, pero en Chile poco se sabe sobre las
actividades culturales que se realizan allá a nuestro nombre, ni cuál es la recepción por
parte de los japoneses. Tampoco logran una gran difusión las actividades culturales sobre
Japón en nuestro país. Se mueven dentro de círculos cerrados, ya sea dentro de las
universidades, centros culturales o empresas. Quizá lo que más ha captado público son los
llamados mangas o ‘animación japonesa’, los cuales podrían servir como punto de entrada
al conocimiento de parte de la cultura oriental, siempre y cuando logre superar la barrera de
ser una simple moda.
Por otro lado se observa que la mayoría de las actividades se han realizado en
función de la celebración del Centenario de las Relaciones Bilaterales entre Chile y Japón,
o por las cumbres o reuniones de Jefes de Estado, como el APEC, las cuales, desde un frío
punto de vista, sólo sirven para embellecer un poco los posteriores acuerdos económicos y
tratados comerciales derivados de dichas reuniones. Sin embargo, quienes no pertenecemos
a ese mundo, disfrutamos con cada actividad cultural que se realiza.
Esto es, muy sucintamente, el estado actual de las relaciones bilaterales entre Chile
y Japón. Pero, ¿cómo fue que llegamos a esto? Es necesario que comencemos a hacer un
poco de historia.
90
Capítulo II. El encuentro de dos naciones: el inicio de las relaciones.
Antes de relatar y analizar el inicio de las relaciones bilaterales entre Chile y Japón,
es necesario conocer el contexto histórico de ambos países, especialmente de Japón, que
permite el acercamiento diplomático. Cuando Japón decide tomar contacto con otras
naciones se hallaba en un momento de su historia en el cual era de vital importancia
establecer vínculos diplomáticos y comerciales en beneficio del desarrollo del país. A
finales del siglo XVI, Japón vivía un periodo histórico turbulento producto de un proceso
de guerras civiles dirigidas por señores provinciales que luchaban por la supremacía de sus
clanes en el país, lo cual motivó al general Hideyoshi Toyotomi a restablecer el orden a
través de la pacificación y unificación del territorio hacia 1590125. Esta labor fue continuada
por Ieyasu Tokugawa, fundador del shogunato Tokugawa, clan que gobernó hasta
mediados del siglo XIX126. Entre las medidas políticas que asumió Ieyasu para preservar la
integridad de la estructura social y política, estuvo la decisión de cerrar las puertas del
Japón al mundo exterior en 1639127. Se creía por ese entonces que la influencia occidental,
que había llegado a la isla a través de comerciantes portugueses, ingleses y holandeses,
además de la presencia de misioneros jesuitas, podía ser perjudicial para la unidad interna
que se estaba forjando. El aislamiento fue efectivo hasta 1853, fecha en la cual el comodoro
Perry aparece en la bahía de Tokio exigiendo la reapertura del Japón.
Aquí es necesario considerar una serie de factores para comprender los motivos de
la caída del último shogunato Tokugawa y el resurgimiento del régimen imperial que
inaugura una nueva era denominada Meiji. Por un lado, podemos observar un
125 La unificación, o pacificación, en realidad tuvo tres protagonistas: Oda Nobunaga (1534-1582), Toyotomi Hideyoshi (1536-1598) y Tokugawa Ieyasu (1542-1616); cada uno pertenecía a un daimyo (clan), y sus actividades lograron una unidad militar por sobre los otros daimyo. Con Ieyasu “la hegemonía se consolidó firmemente y se legitimó mediante una nueva autoridad shogunal que logró mantener la paz durante más de dos siglos y medio”. John Whitney, El imperio japonés, México: Siglo XXI, 1992 [1968], pág. 129. 126 El shogunato es el sistema de gobierno dirigido por el shogun, el cual es un jefe militar líder de un clan. Esto provocaba grandes conflictos políticos y militares entre ellos. Will Durant, La civilización del Extremo Oriente, Buenos Aires: Sudamericana, 1956, pág. 253. 127 Respecto a la política aislacionista del shogunato Tokugawa, el antropólogo Shozo Masuda señala que ésta se centró mayormente en los aspectos culturales y humanísticos de la cultura occidental, no así a los conocimientos científicos que se habían transmitido desde Europa durante los siglos XVI-XVII y que habían sido asimilados por la sociedad japonesa. Shozo Masuda, Japón y el mundo hispánico: el comienzo de sus relaciones, en: Revista Universitaria Nº 48, Santiago, Pontificia Universidad Católica, 1995.
91
debilitamiento político y económico del gobierno Tokugawa. Desde los inicios del siglo
XIX existía una fuerte crisis entre los señores feudales y el shogunato que se manifestaba
con revueltas esporádicas o con el atraso del pago de los impuestos, medidas con las cuales
la hacienda del gobierno sufría duras carencias económicas que no le permitían solventar
las necesidades de seguridad y defensa nacional. Un segundo factor radica en el interés de
los intelectuales japoneses por el mundo externo y la creciente riqueza que había en Europa
y Norteamérica, además del desarrollo de un sentimiento imperialista, imbuido por los
señores feudales, para derrocar al shogunato. Por último, y quizás el factor más
considerable, es el referido a la economía. Puede ser recurrente pensar que la restauración
Meiji128 es un quiebre radical dentro del sistema económico japonés, pero no podemos dar
carácter de coyuntura a un fenómeno que fue en realidad un largo proceso de transición que
se gestó internamente y donde las presiones externas fueron sólo la gota que rebalsó el
vaso, pues “por sí solas y cualquiera que fuese su carácter, éstas fuerzas exteriores no
habrían conseguido modernizar una sociedad, si la evolución económica interna no hubiese
tendido al mismo resultado”129.
Ante las propuestas de estancamiento económico previo a la era Meiji, el
economista Takajusa Nakamura afirma que por lo menos en este plano, el periodo Edo130
no significó estancamiento. Para demostrar esto, el autor se remite a datos demográficos en
el cual se desvela que hubo un aumento considerable de la población –de 18 millones en el
inicio del periodo Edo, a 32 a finales de éste–. Esto significa que hubo un desarrollo
agrícola suficiente para alimentar a toda esa población, además de un incremento del
promedio de vida y el mejoramiento de sus condiciones, lo cual comprueba que las
poblaciones campesinas de Edo poseían una tendencia demográfica que es característica de
la sociedad moderna. Por otro lado, la educación era bastante masiva. En 1868, el 43% de
la población masculina y 10% de la femenina, sabían leer y escribir, datos sorprendentes a 128 Se utiliza el término de ‘restauración Meiji’ en el sentido político del restablecimiento del gobierno imperialista. Este proceso es denominado también como ‘renovación’, en cuanto a la transición económica que sufrió Japón. Sin embargo, puede hallarse en algunos autores el término de ‘revolución’ (Will Durant, H. Kohashiro Takahashi), término que ha sido omitido dentro de esta investigación, pues no corresponde a la situación histórico-social del Japón. 129 Takahashi, H. Kohashiro; Del feudalismo al capitalismo. Problemas de la transición, Barcelona: Crítica, 1986, p. 61 130 La capital del país fue Kioto, pero con los Tokugawa fue trasladada a Edo, la actual Tokio, lo cual sirvió para denominar de la misma manera al gobierno Tokugawa.
92
nivel mundial, considerando que en Inglaterra, en 1837, después de la revolución industrial,
de cada 4 o 5 habitantes, sólo uno había asistido a la escuela. Esto nos lleva a pensar que la
tradición educacional de la gente del pueblo está presente desde la época Edo, lo cual hace
más fácil, en la era Meiji, poder introducir la técnica, las ciencias y las artes del extranjero,
pues tenían la capacidad y disposición de entenderlas y aceptarlas.
Además, según este autor, la clase comerciante venía formándose con anterioridad a
la renovación Meiji, pues ya poseían un espíritu emprendedor que los llevó a adoptar de
manera correcta las medidas de las nuevas reformas desde la apertura, pues la sociedad, a lo
contrario de lo que se puede creer, no era estática, sino que internamente contenía las
premisas para el desarrollo: “No es posible aceptar que el desarrollo económico de la era
Meiji se originara solamente por presiones externas. La presión de fuera sólo promovió,
aceleró y modificó el cambio interno”131. Desde una perspectiva similar, G. C. Allen señala
que la ruptura del Japón antiguo y moderno no fue tan fuerte como suele pensarse: “la
concepción vulgar de un pueblo viviendo durante siglos bajo un sistema de pintoresco
feudalismo que despertó súbitamente a ambiciones políticas a causa de los cañones de
barcos de guerra extranjeros está muy lejos de la realidad (…) A lo largo de su historia
habían mostrado talento para asimilar rápidamente nuevas ideas y prácticas, audacia en la
ejecución de grandes proyectos y, sobre todo, una cualificada y frecuentemente ejercitada
capacidad para la organización”132.
En esta situación económica, política y social, es cuando hace su aparición en la
bahía de Tokio en 1853, junto a una escuadra norteamericana, el comodoro Matthew
Calbraith Perry, quien, sin previo permiso japonés, se dirige al shogun Ieyoshi,
demandando ‘pacíficamente’133 la apertura de algunos puertos japoneses al comercio
131 Takajusa Nakamura; Economía japonesa. Estructura y desarrollo, México D.F, El Colegio de México, 1990, pág. 78 132 G.C.Allen; Breve Historia Económica del Japón moderno, Madrid, Ed, Tecnos, 1980 [1971], pág. 27. Sobre esta capacidad de asimilación, Taichi Sakaiya señala que esto ha sido recurrente en la historia del Japón; puede apreciarse en el desarrollo del budismo, la fabricación de las armas de fuego, incluso en la adaptación del sistema capitalista. Sakaiya, Taichi; ¿Qué es Japón?, Santiago: Andrés Bello, 1995 133 Este ‘pacíficamente’ es bastante objetable. Como señala H. Gowen, si bien la misión consistía en persuadir a los japoneses, no cabe duda que estaban autorizados para emplear la fuerza si fuese necesario. No por nada se presentaron con dos fragatas y dos corbetas de guerra con 560 hombres. Gowen, Herbert, Historia del Japón, Santiago, Ed. Ercilla, 1942, p. 239
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norteamericano y la adopción de disposiciones para la protección de los marinos que
pudiesen naufragar cerca de sus costas. Estas demandas fueron aprobadas al año siguiente
por el nuevo shogun Iesada, a través de la firma del tratado de Kanagawa. Con este tratado
se abrieron al comercio exterior los grandes puertos del Japón, se determinaron y limitaron
las tarifas aduaneras, y Japón accedió a que los europeos y norteamericanos que eran
acusados por un delito en territorio japonés, fuesen juzgados por los tribunales consulares
correspondientes. En 1867, los señores feudales persuadieron al último shogun, Keiki, a
que abdicara en favor de una autoridad central. El emperador Meiji aceptó la propuesta de
devolver la autoridad administrativa a la Corte imperial, y el primero de enero de 1868
comenzó oficialmente la nueva Era Meiji. Entre las medidas que se adoptaron están la
revisión de la antigua religión shinto, y la propaganda de que el emperador pertenecía a una
ascendencia divina, por tanto sus edictos debían aceptarse como si proviniesen
directamente de los dioses. Es importante señalar que durante los primeros años de la era
Meiji se instauraron los principales fundamentos de un país moderno, adoptando medidas
de modernización económica que afectó principalmente a las políticas monetarias. Se
introdujo en principio la libertad de comercio; se devolvió la tierra y su gente al Tenno (el
emperador), con lo cual se abolieron los estratos de campesinos, artesanos y comerciantes,
y se creó el del hombre común, posibilitándose de este modo la movilidad ocupacional para
los campesinos; en 1889 se promulgó la primera Constitución, en la cual se establecía que
en la cumbre del edificio legal se hallaba el emperador, propietario de toda la tierra y con
dominio absoluto, dando al imperio la fuerza de la unidad, continuidad y prestigio real que
necesitaba. Bajo el emperador existía una Dieta dividida en dos cámaras, y bajo ésta un
cuerpo de electores bastante limitado, favorecidos según la posesión de bienes, pero que
con el tiempo fue aumentando. El nuevo sistema de leyes estaba basado en gran parte en el
Código Napoleónico, lo cual es considerado como un gran avance dentro de la legislación
que poseían.
También se aplicaron medidas respecto a las milicias: en 1873 se adoptó el sistema
de servicio militar obligatorio, y tanto el ejército como la marina se eximían de toda
autoridad superior que no fuera la del emperador. La necesidad de una fuerza armada llevó
a que en las escuelas de adiestramiento se incubara un fervor nacionalista que pudo
94
desahogarse en 1894, cuando el Japón se enfrentó a China, enfrentamiento del cual salió
victorioso, luego que ésta última enviara tropas a sofocar una insurrección en Corea,. Puede
decirse que comenzó de esta manera su entrenamiento para enfrentarse más tarde, en 1904,
contra Rusia, ya que ambos chocaban en sus ansias de expansión imperialista. Sin embargo,
Japón apoyado por ingleses y norteamericanos, venció estrepitosamente a los rusos en
mayo de 1905, en una batalla emblemática que puso fin a la expansión rusa en China, acabó
con el dominio de Europa en el oriente, y comenzó la resurrección del Asia.
En este panorama de modernización del Japón, el gobierno Meiji introdujo el
sistema de sociedades anónimas para emprender nuevas industrias (ya existían industrias
domésticas) a través de la promoción de éstas y el fomento de la producción. La
construcción de los ferrocarriles y la industria textil, la producción de hilo de seda, la
hilandería de algodón y otros productos, obtuvieron un respetable éxito en el desarrollo
económico del país. Sin embargo, el rápido desarrollo industrial de Japón le crea serios
problemas debido a la sobreproducción, por un lado; y por otro, por la falta de materias
primas. De esta manera, se necesita con urgencia de nuevos mercados en el extranjero para
poder exportar su producción, y para acceder a materias primas y otros productos que no
son generados dentro su territorio y que son necesarios para la mantención de la población
que crecía aceleradamente. Por tanto, la expansión japonesa se debe en gran medida a esta
urgencia económica, que según Anton Zischka, tenía la siguiente lógica: “Japón tiene que
exportar para pagar sus materias primas, y como cada año nacen un millón de nuevos
japoneses, tiene que exportar cada año más, tiene que vender mercaderías al mundo entero.
Y como este mundo es hostil, tiene que dar fuerzas a su comercio con armamentos y con la
flota más poderosa del mundo, con el ejército mejor entrenado. Para vivir, a Japón no le
queda otra cosa que exportar. Y para poder exportar tiene que estar bien armado. Para
poder pagar los gastos de estos armamentos, que ascienden hoy a más de la mitad del
presupuesto total, Japón tiene que volver a exportar artículos fabricados por su industria,
pues no tiene materias primas. Y así ad infinitum…”134. Esta cita pone en manifiesto la
tríada necesaria en los inicios del siglo XX para el crecimiento económico: materias primas,
134 Anton Zischka; Japón en el mundo: la expansión japonesa desde 1854. Santiago, Ed. Ercilla, 1938, pág. 402.
95
mercado, y desarrollo naval y armamentista. Japón puso la mira en China, como un
mercado destinado a absorber sus productos, y la Manchuria por sus recursos naturales, por
los terrenos aptos para la producción del trigo y por la abundante mano de obra disponible.
Sin embargo, aún era necesario ampliar más allá los horizontes, y las políticas diplomáticas
no fueron descartadas en el fortalecimiento de un diálogo con otras naciones que tenían
objetivos comunes. En este escenario entra Chile, que por su ubicación geográfica y la
disponibilidad de los principales puertos de la costa Pacífico Sudamericana, fue visto, tal
vez, como una interesante alternativa que les permitiría ampliar sus redes comerciales con
el resto del continente americano.
Chile, mientras tanto, en las últimas décadas del siglo XIX vivía importantes
procesos de consolidación política y económica. Por una parte, estaban los conflictos
limítrofes con Argentina, debido a la expansión chilena en el estrecho de Magallanes y en
la Patagonia; y por otro, estaban Perú y Bolivia, éste último con un caos político interno y
una actitud bastante hostil hacia Chile debido al tratado limítrofe de 1866. La situación
económica desde la década de 1830, producto de su ‘vocación exportadora’135, se
concentraba principalmente en el comercio exterior, y por tal, el crecimiento económico
nacional quedaba a disposición de factores y decisiones sobre los que no se podía ejercer
control alguno. La recesión mundial de la década de 1870 afectó duramente la economía
chilena, que no logró recuperarse sino hasta finalizada la Guerra del Pacífico en 1879. Más
allá de los motivos que originaron esta guerra, el resultado fue uno: la apropiación de
Tarapacá y Antofagasta, principales zonas de explotación del salitre, permitieron la
continuación del crecimiento económico en función del comercio exterior, lo cual
complejizaba aún más la situación, pues la dependencia de la producción exportable en un
solo artículo, no renovable además, dejaba la economía mucho más vulnerable a las
inclemencias del mercado externo. Y si bien Chile obtuvo importantes beneficios con la
explotación del salitre136, fueron las compañías inglesas, encabezadas por John Thomas
135 Desde los conquistadores españoles, Chile se ha dedicado a la exportación de productos agrícolas y mineros, situación que se mantuvo durante el periodo colonial, y se siguió fomentando durante la consolidación de la república. Gabriel Salazar y Julio Pinto, Op. Cit. 136 Beneficios que desde las arcas fiscales se invirtieron en obras públicas, y desde las privadas en lujo y ostentación. Mario Barros Van Buren, Historia Diplomática de Chile 1541-1938, Santiago, Ed. Andrés Bello, 1990 [1970], pág. 503.
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North, las que obtuvieron las mayores ventajas y riquezas. Lo interesante de este periodo
fue el papel que logró el Estado en materias económicas, pues concentró un poder y una
posición privilegiada que, según Salazar y Pinto, ostentaban los grupos de elite que habían
sido desplazados, por las políticas de Balmaceda, de los beneficios directos del comercio
exterior: “De allí se habrían derivado consecuencias tan funestas como la Guerra Civil de
1891, que a final de cuentas se libró para determinar quien controlaría el aparato estatal, o
la corrupción administrativa que caracterizó al periodo parlamentario”137.
Al término del siglo XIX, Chile estaba entre los primeros países de América Latina
en cuanto al comercio con Europa, producto de la exportación del salitre y el desarrollo de
la marina mercante: después de los Estados Unidos y las Indias Orientales, Chile era el país
que más comerciaba con Hamburgo, el puerto mas activo de Europa. La venta del salitre
mantuvo su ritmo hasta entrada la Primera Guerra Mundial, y se extendió entre 1899 y
1901 hasta Japón y China por el impulso que había tomado la marina mercante.
La participación de Chile en la Primera Guerra Mundial fue desde una posición
neutral, sin embargo, el bloqueo marítimo que se impuso a los países beligerantes obligó a
Alemania y Suecia a estudiar la fabricación del nitrato sintético, el cual salió al mercado en
1915, eliminando de golpe a los principales compradores europeos que prefirieron acceder
a este nuevo salitre, que si bien era menos absorbible, resultaba mucho más barato en
cuanto a la producción y los costos de transporte. De esta manera, cayó la economía
salitrera exportadora: si en 1910 se vendían 2.251.000 toneladas, cinco años más tarde
descendieron a 1.235.000 toneladas. Se cerraron numerosas oficinas en el norte del país, y
se redujeron las importaciones, con la consiguiente merma de materias primas para la
industria nacional. La restricción laboral que se generó dejó a muchos obreros sin trabajo, y
los proyectos de obras públicas que promovió el gobierno no lograron absorber la gran
masa cesante.
Fue durante el gobierno Meiji y el periodo de auge de la industria salitrera, cuando
Japón y Chile, respectivamente, deciden entrar en contacto para el establecimiento de
relaciones diplomáticas entre ambos países. Según relata Mauricio Jara, en 1875 el Cónsul
137 Gabriel Salazar y Julio Pinto, Op. Cit., pág. 32.
97
General de Chile en San Francisco de California, Francisco Segundo Casanueva, luego de
entrevistarse con el Cónsul japonés en dicha ciudad, sugirió al gobierno de Errázuriz
Zañartu establecer un consulado chileno en Japón, sugerencia que a pesar de ser reiterada al
año siguiente, el gobierno chileno no aceptó, quizás por falta de interés o simple
indiferencia. No obstante, la actitud del gobierno japonés fue distinta, pues luego de la
propuesta de establecer un consulado chileno en Japón, este país envió de regalo a Chile
una colección de semillas nativas más un catálogo de ellas. Durante el gobierno del
presidente Balmaceda (1886-1891), incluso por motivación propia, comenzó a gestarse
mayor interés por los territorios de Asia para promover el uso y consumo del salitre, que
como ya hemos visto, se encontraba en su periodo expansivo. Fue así como en 1890 se
dispuso la creación de un Consulado General de la República chilena en el Imperio del
Japón, nombrando como Cónsul a Alfredo Cocq-Port, el cual tenía como principal objetivo
estudiar y propagar el consumo del salitre en el Asia a través de un sistema de propaganda
que permitiera abrir los mercados asiáticos, pues la industria salitrera chilena vivía una
compleja situación en los años 1889-1890. De esta manera, fue “la propaganda salitrera a
regiones o países del mundo en los cuales el salitre todavía era desconocido o escasamente
difundido como abono agrícola, donde las futuras relaciones de Chile con el Imperio del
Japón tuvieron su primer y autentico antecedente”138.
Sin embargo, el gobierno japonés para reconocer en calidad de Cónsul a Alfredo
Cocq-Port, exigía el establecimiento de tratados previos entre ambos países: “el hecho de
llegar al país un representante extranjero, requería para ser admitido por la Cancillería
Imperial, y luego ser reconocido en calidad consular, el envío de una Carta Autógrafa del
Presidente de la República de Chile a S.M. el Emperador de Japón y de una segunda carta –
tipo Credencial– del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile al Ministerio de
Relaciones Exteriores del Gobierno Imperial, el Vizconde Aoki”139. Pero el gobierno
chileno no realizó estos trámites, y Cocq-Port no fue reconocido como Cónsul de Chile en
Japón, país que abandonó en 1892.
138 Mauricio Jara Fernández, Chile y el Imperio del Japón, 1897-1911: inicios de la expansión diplomática y salitrera en el Asia, Valparaíso, Ed. Universidad de Playa Ancha de Ciencias de la Educación, 1999, pág. 33. 139 Op. Cit, pág. 36.
98
Ya avanzada la década de 1890, y por la necesidad de emprender la campaña de
promoción del salitre, se comenzó a gestar por fin un tratado con Japón. Influenciado
quizás por el traspaso del crucero Esmeralda a la escuadra japonesa140, el Mikado (el
gobierno imperial) propuso celebrar un tratado con Chile y el establecimiento de relaciones
diplomáticas, con el propósito de ampliar tanto las relaciones políticas como las
comerciales, y encontrar de esta forma nuevos mercados compradores en Sudamérica, pues
“América era para los japoneses un continente joven que por imperativo geográfico estaba
llamado, en el futuro, a participar de grandes corrientes comerciales de incalculables
beneficios, en particular aquellos países bañados por el Pacífico”141. Y así fue como el 25
de septiembre de 1897 en Washington se firmó el Tratado de Amistad, Comercio y
Navegación entre Chile y Japón. El primer Ministro Plenipotenciario y Enviado
Extraordinario que el gobierno chileno acreditó ante el Emperador japonés fue Carlos
Morla Vicuña, quien tuvo como primera misión corregir “la incongruencia surgida entre
una las cláusulas del tratado chileno-japonés de 1897 y la política internacional que el
gobierno del Presidente Errázuriz estaba impulsando (…), y cuyos principales objetivos
eran procurar un mayor y mejor acercamiento con las repúblicas latinoamericanas y obtener
mediante ‘ventajas especiales’ mayores facilidades recíprocas en el intercambio
comercial”142. El tratado suscrito tiene por objetivo, además de una “sólida i perpetua paz i
amistad” como denuncia el artículo primero, establecer condiciones de igualdad en cuanto
las relaciones políticas, económicas y comerciales entre ambos países, y con los mismos
privilegios, condiciones o derechos que se le otorguen a cualquier nación europea o a los
Estados Unidos. Efectivamente, este último punto se reitera al final de cada artículo, lo cual
demuestra que tanto Chile como Japón, en conocimiento de su situación internacional, se
reconocen por fuera del núcleo de poder, pero dentro del canal de influencia que las
potencias europeas y los Estados Unidos ejercen sobre ellos. Es por tal razón que no sólo se
exige la igualdad de condiciones entre las partes contratantes, sino también los mismos
derechos que se concedieren a las potencias occidentales, con el fin de no verse relegados
del sistema establecido por los ‘más fuertes’. La incongruencia señalada más arriba se debe
140 El traspaso de la ‘Esmeralda’ generó bastantes controversias, pues se vieron involucrados terceros países. Ver en Mario Barros Van Buren, op. Cit., págs. 546-550. 141 Jara, op. Cit, pág. 55. Esta ‘premonición’, como diría hoy Juan Salazar Sparks, es lo que él denomina como el ‘destino manifiesto’ de Chile. Juan Salazar Sparks, op. Cit., pág. 13. 142 Op. Cit, pág. 85.
99
a que la política chilena establecía ventajas y privilegios a los países latinoamericanos que
no se estipulaban dentro del tratado, y para no faltar a ninguna de las partes, el gobierno
chileno, a través del Ministro Morla, consigue agregar un artículo adicional en el cual se
estipula que dentro de la igualdad de beneficios entre las Altas Partes Contratantes, quedan
exceptuados “todos los favores especiales, privilejios o inmunidades referentes al comercio
o navegación que Chile haya concedido o concediere a cualquiera República latino-
americana, como asimismo los favores especiales, privilejios o inmunidad de igual
naturaleza que el Japón haya concedido o concediere a cualquier nación independiente del
Asia”143. Es decir, mientras el gobierno chileno opte por otorgar privilegios a sus vecinos
latinoamericanos, el gobierno japonés puede de igual formar otorgar concesiones a sus
pares asiáticos. Esta actitud responde a una política diplomática de protección de las
relaciones con los países de la zona, considerando los tiempos bélicos que se acercaban.
Queda en manifiesto que los principales intereses chilenos como japoneses
responden a una situación económica coyuntural: Japón necesita destinar sus excedentes
industriales hacia otros mercados, y Chile necesita ampliar su comercio exterior a través de
la venta del salitre. Según Jara, el nombramiento de cónsules chilenos en Japón “no es más
que la puesta en marcha de un ‘acariciado’ proyecto de búsqueda de nuevos mercados para
el salitre; la materialización de una antigua aspiración gubernamental por lograr conquistar,
en una primera etapa, el mercado de abonos de ese país”144, y luego, a través de la
disposición geográfica de Japón en el continente asiático, dirigir la campaña del salitre
hacia China y demás países vecinos. Por otro lado, el mismo autor señala que la
proposición de Japón de establecer un tratado con Chile en 1897 no fue casual ni fortuita,
pues el gobierno japonés ya había negociado tratados con Perú, México y Brasil, siendo el
objetivo de estos acuerdos buscar mercados para el excedente de su producción industrial, y
países a los cuales dirigir mano de obra cesante de jornaleros japoneses. Pero analicemos
estos objetivos en la situación con Chile:
143 Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre Chile y el Imperio del Japón, 1897. En: Tratados de Chile. Santiago: Departamento Diplomático, Ministerio de Relaciones Exteriores, 1928. 144 Jara, op. Cit, pág. 131.
100
Comercio con Japón entre 1905-1940 (en dólares)145.
Importaciones Exportaciones
1905 13.076 429.8761910 50.267 433.0531915 157.944 803.2611920 735.578 2.613.2111925 405.196 742.8501930 1.370.593 954.4861935 122.395 s/i1940 850.381 950.210
Como se observa, entre 1905 a 1920 el comercio entre ambos países va en aumento,
aunque son notoriamente favorables para Chile; esto principalmente a que se presencia un
periodo en el cual la economía chilena crecía hacia el exterior, con los últimos tiempos de
auge del salitre, y también debemos considerar que la guerra ruso-japonesa (1904-1905)
dejó la economía nipona inestable, a pesar que resultaron victoriosos. Esto conllevó a que
su comercio exterior exhibiera una balanza deficitaria que sólo se recuperó con la llegada
de la Primera Guerra Mundial. Hacia 1925 hay un receso, pues luego de la recuperación
posguerra, Estados Unidos y Europa recobraron su capacidad de exportación, con lo cual
Japón debió aumentar sus importaciones, sin poder aumentar a su vez las exportaciones. La
balanza logró invertirse a favor de Japón en la década del 30, periodo de expansión de sus
industrias pesada, química y eléctrica, además de la reubicación de la mano de obra y la
urbanización. De esta forma, y luego de sobrellevar la crisis mundial, el comercio exterior
japonés fue en aumento hasta 1941, cuando entra en la Segunda Guerra Mundial146.
En cuanto a la inmigración japonesa en Latinoamérica se puede decir que si bien
hubo grandes movimientos, éstos no afectaron directamente a Chile:
145 Fuente: Basado en “Memorias de Ministerio de Hacienda de Chile”. En Ross, César; Chile y Japón: Balance de un siglo de RREE. 1897 – 1997, En: Revista Diplomacia nº 76, Santiago: Academia Diplomática de Chile Revista, Julio – Septiembre 1998. 146 En: Nakamura, Takajusa, op. Cit., págs. 121-126, 161
101
Principales destinos de emigrantes japoneses (1868-1941)147
País Inmigrantes
Brasil 188.985 Estados Unidos 107.253
Perú 33.070 México 14.667
Argentina 5.398 Chile 498
Si se observan éstos datos, se observa que la intención de dirigir mano de obra
cesante nipona hacia América fue efectiva, sin embargo los japoneses llegados a Chile
fueron muy escasos. María Teresa Ferrando señala que la mayor parte de la población
japonesa en Chile provenía del Perú, y se habían desplazado en busca de mejores
expectativas, atraídos por el auge de la minería; incluso eran muy pocos los que se
quedaban en nuestro país, la mayoría regresaba al Japón o volvían al Perú148. Es decir, el
tratado con Chile no significó cumplir con todos los objetivos e intereses que el gobierno
japonés buscaba en esta ‘alejada’ zona del mundo: si bien el comercio con el mercado
chileno era estable, no era en gran medida significativo para el total de la economía
japonesa –aunque si lo era en cierta medida para Chile–, pues dependía de manera más
directa del mercado europeo y de Estados Unidos. Y en cuanto a la inmigración, ya vemos
que no fue un factor importante. Si Japón no cumplía a cabalidad con sus objetivos de
expansión, ¿qué buscaba entonces en Chile?
Ya entrado el siglo XX, el gobierno chileno preocupado por sus problemas
económicos, decidió tomar el camino del proteccionismo y el nacionalismo, pues la
inestabilidad de los mercados externos desde la Primera Guerra Mundial obligaban a
desarrollar políticas de ‘sustitución de importaciones’, que serían las que reemplazarían el
llamado ‘crecimiento hacia fuera’ luego de la crisis del 29. Chile fue el país más afectado
del mundo con la Gran Depresión, lo cual demuestra su gran dependencia del comercio
exterior: “Una economía menos dependiente del sector externo podría haber absorbido un
147 Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores, Waga Kokumin no Kaigai hatten (1971), En: Tsunekawa, Keiichi; América Latina en la agenda política exterior de Japón; En: Chile y Japón, un Siglo de Amistad. 148 Mª Teresa Ferrando, Al otro lado del Pacífico: japoneses en Chile 1900-1960, Santiago, ed. Siglo XX, 2004, pág 63.
102
poco mejor el golpe connotado por estos indicadores, pero para una que había volcado
todas sus expectativas de crecimiento en esa dirección, su efecto no podía ser otra cosa que
demoledor”149. Los gobiernos se alejaron de la ortodoxia liberal, pues ya no era viable un
modelo que se sustentaba en la complementariedad económica entre países, por tal era
mejor cerrar las fronteras y optar por el proteccionismo. Esta política no permitió que se
concretaran otro tipo de iniciativas oficiales hacia Oriente, sin embargo, las ya establecidas
con Japón se mantuvieron a través de políticas legales y de respeto mutuo; sobre esto señala
Marisol Pérez que “en esta primera etapa de acercamiento vemos un esfuerzo serio de los
gobiernos chilenos por acercarse a Oriente empleando las herramientas que caracterizan a
la política exterior chilena y son el principio de la legalidad, el respeto a las costumbres y a
las normas de derecho internacional”150. En otras palabras, no se efectuaron mayores
cambios en los tratos con Japón durante este periodo. El conflicto de la Primera Guerra
Mundial tampoco opacó ni alteró las relaciones entre ambos países, ni siquiera por la tan
característica posición de neutralidad que asumió Chile. Durante el periodo de entreguerras,
los vínculos con Japón se incrementaron, pues fue el único país de Asia-Pacífico con el cual
se mantenían relaciones diplomáticas oficiales, pues los principales mercados de Chile en
ese entonces eran los Estados Unidos y Europa occidental, quedando Asia rezagada para el
establecimiento de nuevas relaciones diplomáticas en otros países de la zona.
Es evidente que el factor económico ha sido el motor en el desarrollo de las
relaciones bilaterales entre Chile y Japón; en comparación con lo que sucede hoy (capítulo
I), pareciera que no existe una gran diferencia. Sin embargo, la hay: en el periodo que
acabamos de ver, Japón aún no es una potencia mundial, y por tanto, las relaciones con
Chile carecen de la importancia económica y estratégica que hoy pueden tener. Los
vaivenes del mercado son dirigidos desde Occidente, y ni Japón ni Chile tienen gran
incidencia en ellos. Para Chile, todo mercado externo era importante, se comprende
entonces sus intereses en Japón; pero Chile no representaba un país de vital importancia
para el desarrollo japonés, pues el principal comercio lo realizaba con China. ¿Por qué
Japón mantenía sus relaciones con nuestro país? ¿Será acaso que Chile fue visto, frente a
149 Gabriel Salazar y Julio Pinto, op. Cit., pág. 36. 150Marisol Pérez, Política exterior de chile hacia el Asia pacífico, En: Oscar Pinochet de la Barra, op. Cit., pág. 52.
103
sus más de 4 mil kilómetros de costa, como un buen punto de entrada para ampliar sus
redes comerciales con el resto del continente? Es lo más seguro, pues Chile miró con los
mismos ojos a Japón. Sin embargo, estos proyectos no son a corto plazo, requieren de una
buena siembra y esperar el tiempo adecuado para cosechar.
El cambio de posición de Japón frente a sus relaciones exteriores, tiene un momento
clave: su participación en la Segunda Guerra Mundial y las devastadoras consecuencias de
su derrota, la ocupación de los Estados Unidos y las imposiciones del Tratado de Paz de
1951. Aquí se halla no sólo el punto de inflexión más importante de la historia del Japón
contemporáneo, sino también el inicio de su destino económico a nivel mundial.
104
Capítulo III. Japón en la Segunda Guerra Mundial: las consecuencias de la derrota.
La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto con movimientos rápidos y complejos
a su vez, pues su distribución geográfica abarcó gran parte del globo: más de 60 países de
todos los continentes, que involucran a más de 1.500 millones de habitantes. En un periodo
abarcado entre 1939 a 1945, se desarrollaron acontecimientos de tal importancia que
configuraron buena parte del mundo actual. Según Norman Lowe151, se pueden identificar
cuatro fases dentro del conflicto:
- Movimientos iniciales entre septiembre de 1939 a diciembre de 1940, cuando
alemanes y rusos ocuparon Polonia, luego Dinamarca y Noruega. Holanda, Bélgica
y Francia son atacadas y derrotadas, quedando sólo Gran Bretaña para defenderse
de las tropas de Mussolini y Hitler, éste último intentando someter al reino inglés,
pero de manera frustrada.
- Ampliación de la ofensiva del Eje desde 1941 a mediados de 1942, es el momento
cuando la guerra pasa a convertirse en un conflicto mundial. Hitler parte en
dirección a Rusia, rompiendo el pacto de no agresión, y los japoneses atacan la base
naval de Pearl Harbor en diciembre de 1941, ocupando además territorios del
sudeste asiático.
- Contención de las ofensivas desde 1942 a 1943, mediante tres batallas en las cuales
las fuerzas del Eje fueron derrotadas: la batalla de la isla Midway, donde fueron
repelidos los japoneses; la batalla en El Alamein, en Egipto, donde las tropas
alemanas fueron detenidas por los ingleses; y la dura resistencia de los rusos en
Stalingrado quienes lograron rendir a las tropas alemanas.
- Derrota del Eje entre 1943 a agosto de 1945, siendo Italia la primera eliminada,
continúa más tarde con el desembarco anglo-norteamericano en Normandía, con el
que fueron liberados Francia, Bélgica y Holanda; los rusos expulsaron a los
151 Norman Lowe, Guía Ilustrada de la Historia Moderna, México, Ed. FCE, México, 1986.
105
alemanes y avanzaron hacia Berlín, terminando con la rendición final de Alemania
en mayo de 1945, y en agosto la de Japón, luego de las nefastas bombas atómicas en
Hiroshima y Nagasaki.
Sin embargo, para efectos de esta investigación sólo me remitiré a la segunda y
cuarta etapas indicadas por Lowe, pues el objetivo presente es conocer las circunstancias y
motivos por los cuales Japón se involucra en el conflicto mundial, y la manera en la cual
fue derrotada y las consecuencias que esto produjo en las políticas niponas.
Es común escuchar que el motivo por el cual Estados Unidos ingresa al conflicto es
por causa del ataque sufrido a Pearl Harbor por parte de los japoneses el 7 de diciembre de
1941. Sin desconocer el hecho, es importante conocer los motivos de dicho ataque. Para
esto es meritorio remitirnos a la situación económica del Japón de la preguerra. Hobsbawm
señala que desde el proceso modernizador, la industrialización japonesa se había llevado a
cabo a marchas rápidas pero forzadas, y se mantenía hacia la década del veinte con una
modesta economía aún152. Sin duda que la mayor vulnerabilidad económica de Japón era la
escasez de materias primas, por lo cual era fácil adivinar su mirada en busca de otros
territorios que contaran con los recursos naturales necesarios para seguir el camino de la
industria moderna. Sus aspiraciones de obtener Malaya, Birmania y las Indias Orientales,
ricas en petróleo, hule y estaño, respondían a tales consideraciones. Por otra parte, se
encuentra el conflicto con China, la cual se encontraba dentro de los objetivos imperialistas
japoneses, objetivos logrados en 1941 con la dominación de la costa china y las ciudades de
Pekín, Shangai, Hankeu y Cantón. Japón tenía para ese entonces una relación de alianza
formal con las potencias del Eje, mientras que Estados Unidos simpatizaba con China153. A
la derrota de Francia, Japón aprovechó la oportunidad para tomar Indochina, pero los
Estados Unidos como muestra de reclamo ejerció fuertes presiones económicas sobre
Japón, cuya economía dependía por completo de las vías marítimas, exigiendo el embargo
de los suministros de petróleo a los nipones, y si bien se intentó por vía diplomática
152 Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, Buenos Aires, Ed. Crítica, 2006, pág. 44. 153 Luego de la ocupación japonesa de la Manchuria en 1931, Japón fue señalado como agresor por Gran Bretaña y Estados Unidos a través de la Sociedad de las Naciones, lo cual produjo tal disgusto en los japoneses que acaban por retirarse de dicha Sociedad en 1933, alejándose de las potencias aliadas y acercando sus relaciones con el Eje. John Whitney, op. Cit., pág. 309.
106
disuadir la situación154 para evitar el estrangulamiento total de su economía, la guerra entre
ambos países ya era inevitable: “el conflicto del Pacífico se planteó bastante antes que el
conflicto en Europa, y ya desde los años inmediatamente posteriores a la primera guerra
mundial se echaba de ver que tarde o temprano los imperialismos japonés y norteamericano
acabarían chocando”155. Y así sucedió: Japón, quien necesitaba con urgencia un gran
‘espacio’ para subsistir como potencia, chocó con los intereses de Estados Unidos en medio
del Pacífico, y se lanzó en un feroz ataque sorpresa –muy japonés por lo demás–, acabando
exitosamente casi por completo con la base naval de Pearl Harbor156. No es el momento de
emitir juicios valóricos o justificaciones al respecto, sin embargo desde el punto de vista
estratégico, si Japón no lanzaba tal ofensiva para obtener la ventaja inicial, sus
posibilidades de éxito eran escasas debido a su inferioridad armamentista y naval. Sin
embargo, fue un acto peligroso y suicida; según Hobsbawm, Japón aprovechó su única
oportunidad para establecer su imperio, “pero como eso exigía la inmovilización de la flota
estadounidense, única fuerza que podía intervenir, significó también que los Estados
Unidos, con sus recursos y sus fuerzas abrumadoramente superiores, entraron
inmediatamente en la guerra. Era imposible que Japón pudiera salir victorioso de este
conflicto”157. Luego del ataque a Pearl Harbor, y en poco tiempo, los japoneses invadieron
Filipinas, Hong-Kong, Singapur e Indonesia. Al año siguiente tomaron Nueva Guinea y
pretendían atacar Australia; más tarde llegaron a Birmania y se proyectaban hacia India.
Como se observa, y fuesen o no factibles todas sus pretensiones, la expansión era efectiva y
muy rápida, lo cual aceleró a la vez su próxima derrota, pues las acciones japonesas fueron
demasiado osadas para enfrentar a los Estados Unidos.
154 Estados Unidos exigía que Japón abandonase Indochina y China; Japón pedía que los Estados Unidos dejasen de apoyar a los chinos, reconociesen su hegemonía en el extremo oriente y abandonasen el embargo del petróleo. No se logró ningún acuerdo. John Whitney, pp. Cit., pág. 319. 155Jesús Pabón, [et. al]; Historia Contemporánea General, pág. 872. 156 Según Hellmuth G. Dahms, el gobierno norteamericano no fue sorprendido, pues sabían con anticipación del ataque, e incluso conocían la clave que lo desencadenaría, gracias a máquinas descifradoras y por el Servicio de Información con el que contaban. En: La Segunda Guerra Mundial, Barcelona, Ed. Bruguera, 1979, págs. 172-173. 157 Hobsbawm, op. Cit., pág. 49.
107
La derrota de Japón, como ya se ha mencionado, era previsible desde 1942158, y lo
único incierto, según Jesús Pabón “era la cantidad de tiempo que lograrían resistir los
japoneses, porque su moral combatiente no se doblegó nunca, y fue precisa una lucha
implacable, utilizando muchas veces técnicas de exterminio, para acabar con una defensa
aferrada al terreno, que ignoraba lo que era una retirada o una evacuación, hasta el punto de
que en las campañas del pacífico, los prisioneros japoneses no fueron más que 3.5 por 100
de los muertos”159, y el que no, simplemente se suicidaba haciéndose el harakiri. A pesar
de encontrarse militarmente vencido, Japón seguía negándose a aceptar la rendición exigida
por la Declaración de Postdam. Fue quizás esta tenaz actitud de resistencia la que colmó la
paciencia de los Estados Unidos, los que sin medir consecuencias hicieron uso de una de las
armas más letales que ha conocido la humanidad. El 6 de agosto de 1945 los
estadounidense arrojaron una bomba atómica de uranio sobre Hiroshima, la que aniquiló a
84 mil personas, y otra sobre Nagasaki, el 9 de agosto, la que dejó 40 mil víctimas más. De
estas ciudades y sus habitantes no quedó más que la sombra.
Japón respondió de manera silenciosa, a pesar que la rendición ya era evidente: el
10 de agosto fue solicitada la paz sólo con la condición de respetar la soberanía del
emperador Hirohito, quien por esos días, declaró a sus súbditos por una grabación radial las
razones de la rendición: “…la situación bélica no necesariamente se torna favorable, ni nos
resulta provechosa la coyuntura mundial; además, el enemigo nuevamente ha recurrido al
uso inhumano de bombas que han causado numerosos muertos y heridos entre la población
inocente y cuyos destrozos son incalculables; continuar esta guerra no sólo traería consigo
finalmente la aniquilación de nuestra raza, sino también la destrucción de la civilización del
género humano. Siendo así ¿cómo puedo proteger a los hijos de mi pueblo y disculparme
ante los espíritus de mis antepasados imperiales? Esta es la razón que me ha llevado a
ordenar al Gobierno Imperial que acceda a las demandas del comunicado conjunto [de
rendición]”160. Indistintamente de los orígenes del conflicto, el emperador en mucho tuvo
158 En junio de 1942, en la isla Midway en pleno Pacífico, los norteamericanos, con una notoria inferioridad armamentista, repelieron fuertemente un ataque japonés. Como esta isla era crucial para el dominio del Pacífico, los japoneses perdieron bastante ventaja. Lowe, op. Cit., págs. 291-293. 159 Pabón, [et. al], op. Cit., pág. 913. 160 Declaración del Tennou de terminación de guerra, En: Takabatake Michitoshi [et. al]; Política y pensamiento político en Japón 1926-1982, México, Ed. El Colegio de México, 1987, pág. 184.
108
razón: la finalización de la guerra abrió paso a un nuevo periodo –la Guerra Fría– y una era
nuclear que pudo haber puesto más de una vez en jaque la seguridad de la humanidad. La
utilización de las bombas nucleares puede tener distintas explicaciones, que no expondré en
esta investigación, pero quizás la auto-justificación estadounidense no sea tan errada: “Los
norteamericanos, con la conciencia algo exagerada de combatir una guerra desde una
posición de superioridad moral, no tuvieron miramientos en el uso de medios de
destrucción masiva, aunque, como vencedores en este tipo de contiendas, han mostrado una
magnanimidad singular. Por último, el empleo de la bomba se decidió según un argumento
difícilmente rebatible, que nadie resistiría: era obvio sacrificar vidas del adversario que las
propias”161. Fue sin duda una manera rápida de terminar con la guerra, y aunque parezca
‘obvia’ la decisión, no deja de ser en ninguna instancia un acto completamente irracional y
de una soberbia descontrolada162. De esta manera, el 15 de agosto de 1945 se anunció el
armisticio, y se dio por finalizada la Segunda Guerra Mundial.
La rendición de Japón conllevo a la ocupación de su territorio por parte de los
Estados Unidos, el cual realizó una serie de reformas políticas, sociales y económicas que
llevaron a los nipones a una recuperación muy rápida y completa. Esto se logró, porque las
fuerzas estadounidenses, dirigidas por el general Douglas McArthur, conservaron parte de
la estructura esencial del gobierno japonés sin abolir la posición del emperador, con lo cual
el pueblo nipón pudo conservar su sentido de disciplina tradicional; y también, porque el
periodo de modernización prebélica fue intensificado durante los años 20. John Whitney
comprende tres procesos en la política de ocupación: desmilitarización, democratización y
rehabilitación163. La desmilitarización implicó la destrucción de las fuerzas armadas
japonesas, la abolición de los ministerios del ejército y de la marina, y de todas las
industrias de guerra. A nivel político se estableció una nueva Constitución que creaba una
forma de gobierno representativa, donde el poder soberano no radicaba en la divinidad del
emperador, sino en el pueblo, y fue presentada como una enmienda de la anterior
161 Joaquin Fermandois, La sombra de Hiroshima, En: Revista Diplomacia Nº 49, Santiago, Ed. Pontificia Universidad Católica, 1995, pág. 20 (la cursiva es mía). 162 Hobsbawm señala que uno de los posibles argumentos de los Estados Unidos por el uso de las bombas pudo haber sido el deseo de impedir que la Unión Soviética, su aliado, reclamara un botín importante luego de la derrota de Japón. Hobsbawm, op. Cit., pág 35. 163 Whitney, op. Cit., pág. 324
109
Constitución Meiji. Las tenciones originadas por la Guerra Fría entre Estados Unidos y la
Unión Soviética más los comunistas chinos, acrecentaron la preocupación de los
norteamericanos, convirtiendo a Japón en su principal aliado en Asia. Así, los intereses
estratégicos de Estados Unidos pasaron a ser más importantes que la reconstrucción del
país nipón. Hobsbawm se cuestiona: “¿A qué ritmo se habría recuperado la economía
japonesa, si los Estados Unidos no se hubieran encontrado reconstruyendo Japón como
base industrial para la guerra de Corea y otra vez durante la guerra de Vietnam después de
1965? Los norteamericanos financiaron la duplicación de la producción industrial japonesa
entre 1949 y 1953, y no es ninguna casualidad que 1966-1970 fuese para Japón el periodo
de máximo crecimiento: no menos de un 14.6 por 100 anual”164. Es decir, el crecimiento
económico japonés se vio claramente beneficiado por los intereses de Estados Unidos
dentro del marco de la Guerra Fría. En 1951 se firmó el Tratado de Paz con Japón (que será
analizado más adelante), y la ocupación terminó formalmente en 1952. Sin embargo, la
influencia norteamericana permaneció en la isla.
¿Qué posición asumió Chile frente a estos acontecimientos? Retomando su tradición
diplomática, manifestada en los eventos de la Primera Guerra Mundial, Chile se declaró
neutral. De esta manera, el 8 de septiembre de 1939, se informaba a los países en conflicto,
a los neutrales y a todo el continente americano, que “Chile, de acuerdo con el sentimiento
público y con la ideología del actual gobierno que aspira por sobre todo al sostenimiento de
la paz y cordialidad de todas las naciones, declara que se mantendrá neutral en el actual
conflicto y con esta fecha ordena a todas las autoridades y recomienda a todos los
particulares que guarden la más estricta neutralidad en todos los actos públicos y privados
que puedan afectar las amistosas relaciones que el país ha mantenido y quiere continuar
manteniendo con las naciones beligerantes”165. Pero esta disposición del gobierno chileno
se mantuvo hasta comienzos de 1943, fecha en la cual se suspendieron las relaciones
bilaterales de Chile con los países del Eje.
164 Hobsbawm, op. Cit., pág. 278. 165 Decreto Supremo Nº 1547 del 8 de septiembre de 1939, En: Mario Barros Van Buren, La Diplomacia Chilena en la Segunda Guerra Mundial, Santiago, Ed. Arquén, 1998, pág. 33.
110
Dos días después del ataque a Pearl Harbor, Estados Unidos comunicó al gobierno
chileno su declaración de guerra a Japón, con lo cual Chile debía cumplir con los
compromisos adquiridos en el Acta de Neutralidad Americana aprobada el 3 de octubre de
1939, que se encargaba de anunciar la solidaridad continental y la neutralidad de los países
americanos. El compromiso que debía asumir Chile en esta ocasión era el siguiente: “…
todo atentado de un Estado no-americano contra la integridad o la inviolabilidad del
territorio, contra la soberanía o independencia política de un Estado americano, será
considerado como un acto de agresión contra los Estados que firman esta declaración…”166,
y además se declaraba como no-beligerante a cualquier nación americana que se viera
afectada por ataques exteriores. Chile intentó por todos los medios mantener su neutralidad,
pero ya al conceder un estatus de no-beligerante sólo a un bando, estaba alejándose de su
inicial posición neutral. Según señala Barros Van Buren, mantener una posición
nacionalista, a estas alturas, era algo muy complejo, por lo cual la política exterior del
gobierno chileno respondía más a directrices internacionales y a principios de solidaridad
continental que a las necesidades nacionales.
La respuesta del gobierno japonés fue conciliadora y comprendió la disposición de
los países americanos. A finales de 1941 llegó una comunicación de la Cancillería Imperial
de Japón firmada por el ministro Togo, quien señalaba que el imperio japonés “quiere
contribuir de esta manera [declarando la guerra a las fuerzas aliadas] a la creación de la paz
mundial, sin que tenga, por consiguiente, ninguna pretensión hacia los países
sudamericanos”167. Esta carta conciliadora fue cambiando de tono luego que algunos
gobiernos americanos comenzaran a romper relaciones y declararle la guerra a Japón, como
el caso de México y Brasil quienes, debido al hundimiento de barcos mercantes y de
pasajeros, a los cuales el Eje no realizó ninguna pronunciación, terminaron por declarar la
guerra a favor de los aliados. Prácticamente toda América se hallaba en estado de guerra,
menos Chile y Argentina, cuya posición neutral se hacía más difícil de mantener. Al
respecto coincido con Barros Van Buren en cuanto Chile no fue neutral, pues la aceptación
de los preceptos de solidaridad continental en la cual los países americanos debían dar el
166 Resolución XV de la VI Conferencia de la Habana, julio 1940, En: Marisol Pérez, Política exterior de Chile hacia el Asia Pacífico, En: Oscar Pinochet de la Barra, op. Cit., pág. 57. 167 En: Mario Barros Van Buren, op. Cit., pág. 115.
111
trato de no-beligerantes a cualquiera de ellos que declarara la guerra a las potencias del Eje,
significaba “asumir una actitud de ‘neutralidad sesgada’, como la llamó un
internacionalista, puesto que se concedía a un bando facilidades y franquicias que no se
concedían al otro”168. El autor afirma además que la presión de Estados Unidos no fue tan
asfixiante como para forzar la decisión de la ruptura de las relaciones con el Eje, y que ésta
fue una determinación libre del gobierno chileno; sin embargo, y en esto se contradice, el
gobierno estadounidense quería presentar ante la comunidad internacional la imagen de la
unidad continental americana, y además manifestar el control que mantenía en esta ‘área de
influencia’ y que deseaba manejar durante la guerra y acabado el conflicto. “Dos países
disidentes [Chile y Argentina] dentro de este cuadro de unidad –cooperaran o no con el
Eje– eran de una discordancia que ensombrecía el cuadro armónico que Estados Unidos
anhelaba presentar ante el mundo. Y esta disidencia, de alguna manera, debilitaba su
imagen hegemónica en América”169. Creo que no se puede desmentir ni mitigar la gran
influencia y presión que ejerció Estados Unidos en las decisiones de los Estados
americanos en el rompimiento de las relaciones con el Eje; más aún, como podrá
observarse luego, el requisito para ingresar a las Naciones Unidas como nación fundacional
era haberle declarado la guerra a Japón. Y sabemos también cuál es el país que posee la
mayor gravitación dentro de esta organización.
En enero de 1943, cuando ya podía apostarse por el triunfo de las potencias aliadas,
Chile declaró “suspendidas las Relaciones diplomáticas y consulares del Gobierno de la
República con los Gobiernos de Alemania, Italia y Japón”170. Si bien hubo un juego de
términos, en cuanto se ocupó tanto la palabra ‘ruptura’ como ‘suspensión’171, el hecho es el
mismo. Sin embargo, debió esperarse dos años y tres meses para que Chile le declarara la
guerra a Japón: el 13 de abril de 1945 el gobierno chileno, a través del Decreto nº 303,
cumple con el último requisito estipulado en Washington para ingresar a la organización de 168 Op. Cit., pág. 256. 169 Op. Cit., págs. 408-409. 170 Decreto nº 182, promulgado en Chile el 20 de enero de 1943 171 Chile se señaló en posición de “ruptura” con el Eje frente a los aliados y a la opinión pública chilena, mientras que las declaraciones al mismo Eje fueron de “suspensión de relaciones”. Entre ambas palabras hay bastante diferencia: “La ‘ruptura’ implicaba un cierto grado de violencia y odiosidad; la ‘suspensión’ era una resolución transitoria que podía deberse a una obligación moral, a un compromiso de solidaridad hemisférica o un estado político o bélico en que las relaciones se habían hecho imposibles, pero que no afectaban ni la amistad ni el futuro”. Así sucedió con Japón. Barros Van Buren, op. Cit., pág. 264.
112
las Naciones Unidas, trámite que Chile realizó sólo meses antes de la rendición de Japón –
muy chileno por lo demás, “a última hora”–.
El 8 de septiembre de 1951, y en medio de la ocupación aliada, se formula el
Tratado de Paz con Japón, suscrito en la ciudad de San Francisco en Estados Unidos. Dicho
tratado, aprobado en Chile en 1954172, estipula en rasgos generales la ya citada rendición
del imperio japonés, aceptando los términos y condiciones establecidos por las Potencias
Aliadas que conforman la organización de las Naciones Unidas, entre los cuales se halla
Chile. El Tratado consta de siete capítulos y 27 artículos que remiten al cese del estado de
guerra, la renuncia de Japón a los territorios adquiridos antes y durante la guerra, temas de
seguridad nacional e internacional, cláusulas político-económicas, reparaciones y
reubicación de bienes, entre otros aspectos.
La posición de Japón dentro del Tratado es de plena disposición a las
determinaciones de las Potencias Aliadas, en especial a los Estados Unidos, tal como lo
señala el artículo 3º respecto a la administración de las posesiones territoriales japonesas:
“El Japón dará su aprobación a cualquiera proposición que presenten los Estados Unidos a
las Naciones Unidas para colocar bajo régimen de administración fiduciaria, y designar a
los Estados Unidos como única autoridad encargada de dicha administración (…) Mientras
se presenta y se aprueba esta proposición, los Estados Unidos tendrán el derecho de ejercer
todas y cada una de las facultades de administración, legislación y jurisdicción sobre el
territorio y los habitantes de estas islas, inclusive sus aguas territoriales”. Esto es muy
importante destacar, pues puede observarse que a pesar que la ocupación norteamericana
finalizó formalmente en 1952 –luego de la ratificación del Tratado de Paz–, los tratados de
seguridad y éstos acuerdos administrativos firmados entre Japón y Estados Unidos,
anunciaban la continuación de bases militares de éste último en territorios japoneses,
comprometiéndose a proteger a los nipones en caso de guerra173, casi como una suerte de
‘protectorado’ que serviría de base americana en el Extremo Oriente. En cuanto a los
172 Decreto nº 176, de 29 de abril de 1954, “Ordena cumplir como ley de la República el Tratado de Paz con el Japón, suscrito en San Francisco, Estados Unidos de Norteamérica, el 8 de septiembre de 1951”. En seguida, se transcribe el Tratado. 173 Whitney, op. Cit., pág. 327
113
asuntos económicos y comerciales, el artículo 12º determina que Japón “se declara
dispuesto a entablar a la mayor brevedad negociaciones con objeto de concertar con cada
una de las Potencias Aliadas tratados o convenios que coloquen sus relaciones mercantiles,
marítimas y demás relaciones de carácter comercial sobre una base firme y amistosa”,
concediendo a los países aliados el tratamiento de la ‘nación más favorecida’, es decir,
beneficios en derechos de aduana, restricciones, impuestos, y en la importación y
exportación de productos. Se supone que estos beneficios deben ser recíprocos entre las
naciones, sin embargo se da la posibilidad de una medida ‘preferencial’, una excepción que
puede tomarse si es que una de las Partes lo previó en los tratados para salvaguardar su
posición financiera exterior, su balanza de pagos, o para mantener sus intereses de
seguridad. Creo que uno de los más interesados en este tema fue Estados Unidos, pues tal
como lo señala Hobsbawm, la economía capitalista mundial de posguerra se desarrolló en
torno a los Estados Unidos, debido a las ayudas financieras otorgadas a los países que
debían recuperarse de los desastres del conflicto bélico, en pleno marco de la Guerra
Fría174.
Dentro del Tratado, Chile es considerado como parte de los aliados, según la
definición del mismo documento: “Para los fines del presente Tratado las Potencias Aliadas
serán los Estados en guerra con el Japón o cualquier Estado que anteriormente formaba
parte del territorio de un Estado mencionado en el artículo 23º…”. Como ya sabemos, Chile
le declaró la guerra a Japón meses antes de su rendición, por lo cual cabe dentro de esta
categoría; además, de esta forma se comprende que el Tratado de Paz haya debido ser
ratificado en nuestro país.
Para el restablecimiento de las relaciones bilaterales o multilaterales de Japón con
las Potencias Aliadas, el ya citado tratado señala en su Capítulo IV que “cada una de las
Potencias Aliadas notificará al Japón, en el plazo de un año, a contar de la fecha en que
entre en vigor el presente Tratado entre ella y el Japón, cuáles de sus tratados bilaterales o
convenciones bilaterales con el Japón anteriores a la guerra desea mantener o volver a
poner en vigor…”, para que luego sean notificados y registrados en la Secretaría de las
174 Ver en Hobsbawm, Eric; Op. Cit., pp. 278-279.
114
Naciones Unidas. En otras palabras, si bien se restablecen relaciones bilaterales, el ojo
‘protector’ de las Naciones Unidas –y por qué no decir, de los Estados Unidos– permanece
atento a cada movimiento.
Dentro de este ámbito, la situación diplomática entre Chile y Japón se solucionó
formal y legalmente en 1954, y destaco esto pues hay evidencias que con anterioridad a la
ratificación del Tratado de Paz en nuestro país, ya habían acercamientos informales entre
los ministros designados de ambas naciones. Es así como Marisol Pérez cuenta que el
representante de Chile en San Francisco, Félix Nieto del Río, intercedió para que Japón no
recibiera gravosas compensaciones de guerra, lo cual fue bien visto por el embajador de
Japón en Washington, Eikichi Araki, quien se acercó al embajador chileno para expresarle
que su gobierno vería con agrado que se restablecieran las relaciones diplomáticas aún
cuando el Tratado de Paz no había sido ratificado por Chile175. Por estos motivos, el 7 de
octubre de 1952 el embajador Nieto del Río escribe a su par japonés: “En consideración al
mutuo deseo de nuestros respectivos Gobiernos de restablecer la normalidad de sus
relaciones diplomáticas y consulares, aun antes que haya entrado en vigencia entre ellos el
Tratado de Paz de 8 de septiembre de 1951, propósito que ha quedado de manifiesto en las
conversaciones sostenidas entre esta Misión y esa Embajada, tengo el honor de manifestar a
Vuestra Excelencia, en cumplimiento a instrucciones recibidas de mi Gobierno, que el
Gobierno de Chile tendrá el mayor placer en recibir desde luego a los representantes
diplomáticos y consulares del gobierno del Japón (…) De este modo mi Gobierno considera
restauradas, a partir de esta fecha, las relaciones oficiales entre Chile y el Japón, de las que
habrán de derivarse los beneficios recíprocos que aseguren una leal y estrecha amistad entre
ambos pueblos”176. A lo que el embajador Araki respondió: “…tengo el honor de expresar,
por instrucciones de mi Gobierno, que el Gobierno del Japón acepta cordialmente restaurar
relaciones diplomáticas normales entre nuestros dos países, desde la fecha, y que tendrá el
mayor agrado en recibir a los representantes diplomáticos y consulares del Gobierno de
Chile”177. Lo que aquí se observa manifiesta la gran cordialidad y las buenas intenciones
175 Marisol Pérez, op. Cit., pág. 56. 176 En: Álvaro Castellón y José Miguel Pozo, Historia de las Relaciones Bilaterales Chile y Japón, En: Op. Cit, págs. 150-151. 177 Ibíd.
115
que hubo por parte de ambos gobiernos en acelerar el restablecimiento de las relaciones
diplomáticas, sin embargo cabe preguntar necesariamente el porqué. ¿Por qué ambos países
buscan el acercamiento previo? ¿Cuáles eran las intenciones del gobierno japonés por
retomar las relaciones bilaterales con Chile? ¿Qué buscaba el gobierno chileno? ¿Fue
solamente buena voluntad? ¿O es que acaso no hubo un cese total de las relaciones?
En realidad, ninguno de los autores le asigna gran importancia al cese de las
relaciones con Japón, quizás por el conocimiento previo de que éstas se retoman con
tranquilidad unos años más tarde, y siguen prosperando. Me sumo a ellos, pues la política
internacional de ambos países no se vio afectada por esta situación, seguramente al
considerar que hubo otra nación de por medio, con más poder e influencia. Respecto al
restablecimiento de las relaciones, los autores apelan a la ‘amistad’, empatía y buenas
disposiciones de ambos gobiernos. Puede ser una opción, ya que no podemos conocer
realmente los sentimientos humanos involucrados por los agentes diplomáticos. Sin
embargo, no es permisible quedarnos sólo con esta mirada. El acercamiento previo de los
embajadores pudo ser significativo para la diplomacia chilena, pero las intenciones del
gobierno japonés sólo responden a una necesidad lógica de un país en recuperación,
señalada por la comunidad internacional, trastocada hasta sus entrañas no sólo por la
humillación de la derrota y la fatalidad de las bombas atómicas, sino también por la
ocupación de una nación extranjera y todos los cambios tanto políticos como sociales que
derivaron de ésta. Su nueva economía, dirigida por los Estados Unidos, cambió mucho el
sistema económico de preguerra, y la modernización e industrialización llevó tal ritmo de
crecimiento acelerado, que en 20 años Japón ya estaba prácticamente industrializado, con
un crecimiento anual que superaba el 10%, y se encontraba en condiciones de competir por
sí mismo con los mercados europeos y los Estados Unidos.
Si pudiésemos modificar aquel dicho y decir, “para ser potencia hay que ver
estrellas”, Japón sin duda las vio todas. Hoy es un grande de la economía, y esto, a
nosotros, nos debe importar.
116
Conclusiones.
Las relaciones bilaterales entre Chile y Japón pueden dividirse en dos etapas: la
primera que transcurre desde el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación de 1897 hasta
la Segunda Guerra Mundial; y la segunda desde la rendición de Japón en 1945 hasta
nuestros días. En la primera etapa las relaciones eran más escasas, pero estables, tanto por
el contexto japonés como el chileno, y se hallaban en buenas disposiciones a nivel
diplomático; si bien el comercio entre ambos países no era del todo significativo ni
indispensable para el buen funcionamiento de la economía de cada país, pues la gravitación
económica aún se hallaba en Occidente, cada uno sabía que era lo que necesitaba del otro:
Japón buscaba donde instalar los productos de su incipiente industria en otros mercados y
trasladar población cesante a otras zonas, y Chile era una buena opción como puerto de
entrada al continente Latinoamericano. Chile por su parte buscaba mercados para la venta
del salitre, y Japón, ante sus ojos, además de lo exótico que podía parecer, fue una buena
alternativa como mercado comprador y consumidor, y a su vez, también otorgaba la
posibilidad de insertarse dentro del apetecible mercado asiático. Es decir, las necesidades
entre ambos países eran mutuas y se correspondían unas a otras.
La Segunda Guerra pudo haber sido una prueba de fuego en las relaciones
bilaterales entre Chile y Japón, pero no lo fue. La neutralidad de Chile fue agradecida por el
gobierno japonés, pero era bien sabido que su posición en realidad no tenía gran incidencia
en los resultados finales. Era Estados Unidos quien imperaba en ese entonces, y fue en gran
parte por ellos que Chile termina suspendiendo sus relaciones con Japón, y sólo por un
trámite burocrático le declara la guerra más tarde. Con esto no pretendo desmentir la
influencia de las posiciones políticas internas de nuestro país, pero creo que pesaron mucho
más las presiones norteamericanas en las decisiones finales de la política exterior chilena, la
cual debió dejar de lado su tradicional posición de consenso y su política de ‘no quedar mal
con nadie’, para velar en esta ocasión por sus intereses futuros. Japón, como país derrotado
y ocupado, contó con la dirección norteamericana por casi siete años, y con una influencia
que hasta hoy puede advertirse. ¿Qué significó la derrota y la ocupación de Japón? John
Whitney señala que “los años de ocupación –el ‘Intermedio americano del Japón’- y los
117
años de adaptación inmediatamente siguientes constituyeron, desde luego, un importante
giro en la historia del Japón. Casi tan importante como la Restauración Meiji, en cuanto
periodo de cambios fundamentales hacia la modernización, ha sido considerado por algunos
como el momento que señala la ruptura definitiva con la tradición y la aceptación de
instituciones y valores ajenos a las ideas feudales o confucianas”178. Si esto fue así, si gran
parte de las tradiciones fueron modificadas por una nueva cultura, ¿en qué códigos se
desarrollarían ahora sus relaciones diplomáticas? ¿Cómo sería la segunda etapa de
relaciones bilaterales con Chile?
Aquí radica la importancia del Tratado de Paz de 1951, pues se determinan las
líneas políticas que el Japón debía seguir para reintegrarse a la comunidad internacional.
Estados Unidos estableció inmediatamente sus lazos con los nipones, pero no fueron esos
lazos que unen amigos, sino los que cogen y dirigen, tal como un jinete con su caballo.
Estados Unidos había entrado en la Guerra Fría, y su arma más poderosa fue el mercado.
Japón, su nuevo aliado, seguía su ejemplo a pasos agigantados. ¿Cómo no podía cambiar la
relación con Chile? Desde ese entonces, la bandera guía de las relaciones bilaterales, no
sólo entre Chile y Japón, sino las de la mayor parte del orbe, ha sido el capitalismo de
mercado, o el neoliberalismo, como también se le ha llamado. Whitney agrega luego: “No
es fácil saber, naturalmente, en qué medida las privaciones de la guerra y la impresión de la
derrota influyeron en la profundidad alcanzada por las reformas sociales y económicas. La
ocupación fue más que un catalizador, pero no fue la única fuerza actuante en el Japón de la
posguerra. Digamos, entonces, que fue la fuerza combinada de los sufrimientos de la
guerra, de la derrota, de la decepción y de la ocupación la que impulso al Japón a
emprender su segundo importante avance hacia la modernización”179. Y concuerdo, pues
los logros alcanzados por los japoneses bien pudieron haberlos concretado solos, ya que era
la tendencia económica que venía dándose en el país, pero no hubiesen tenido la misma
fuerza y rapidez sin la mano norteamericana que pedía rápidos resultados.
178 Whitney, John; Op. Cit., p. 327 179 Ibid.
118
Entonces, sí hubo un cambio en las relaciones entre Chile y Japón. Pero, ¿dónde
radican estos cambios? El mercado norteamericano no sólo afectó a Japón sino también a
Chile y a gran parte del mundo, por lo que la respuesta es obvia. Pero los cambios que
importan en esta ocasión no son esos que atañen a la economía mundial, sino el cambio de
posición, y por tanto de necesidades, de Japón frente a sus relaciones con Chile.
El Tratado de Amistad, Comercio y Navegación de 1897 velaba por la igualdad de
condiciones, derechos y privilegios que ambos países contratantes pudiesen otorgar a las
naciones europeas o a los Estados Unidos, pues tanto Chile como Japón se veían en notoria
desventaja frente a estas potencias. Sus necesidades eran las mismas: expansión de los
mercados; sus intereses, utilizar al otro como puerto de entrada al resto del continente. Para
ese entonces Japón aún se hallaba lejos de ser una verdadera potencia industrial y
económica, por tanto las relaciones con Chile –que nunca ha sido ni será una potencia
industrial ni económica–, eran directas, frente a frente, sin alzar la vista. Eran unos iguales
en busca del mismo objetivo: el desarrollo de su país.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, la posición de Japón comenzó a modificarse;
desde los años 70, el país feudal que fue hace un siglo, se convirtió en una gran potencia
industrial apoyado por los Estados Unidos. Chile ya no trataba con su antiguo igual, pues
las necesidades de Japón eran otras o más imperiosas aún, y nuestro país quedó relegado.
¿Significa que el Tratado se rompió? Si lo seguimos al pie de la letra, puede que sí, pero
esto ya no era lo que importaba. Importaba ahora que esta potencia emergente, asumiendo
su rol, intensificó su ayuda financiera y cooperación técnica a los países en desarrollo –
incluidos nosotros– y en la década de los 80 se integró al plan de Asistencia Oficial al
Desarrollo, a la par con Estados Unidos. Esto fue como un programa estelar: Japón se hacía
presente y se anunciaba como nuevo y permanente panelista en el show del capitalismo
mundial. Aquél viejo amigo con el que conversábamos el mismo idioma, ascendió, a
niveles tan altos que no podíamos ya alcanzar. Ahora, miramos hacia arriba y con respeto a
este permanente aliado, jactándonos que somos amigos por más de un siglo, pero sin
entender el por qué.
119
Japón con sus nuevas ropas puede hablar frente a frente con Estados Unidos, China
o la Unión Europea, sin embargo mantiene el diálogo con Latinoamérica. Chile sigue
siendo un punto estratégico para su economía, al igual cuando comenzaron sus relaciones,
pero la situación ahora es distinta. Hoy firmarán un TLC una potencia mundial con un país
‘en desarrollo’. Ayer firmaron un Tratado de Amistad dos países que querían y necesitaban
surgir. ¿Qué es lo que sucederá mañana?
120
Anexos
1. Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, 1897
Pedro Montt, Presidente de la república de Chile
Por cuanto entre la República de Chile i el Imperio del Japon se negoció, concluyó i firmó el día
25 de septiembre de 1897, por medio de los Plenipotenciarios respectivos, debidamente autorizados, un Tratado de Amistad, Comercio Navegación i con fecha 16 de octubre de 1899 un Protocolo complementario del mismo Tratado, los cuales son literalmente como sigue:
<< Su excelencia el Presidente de la República de Chile i Su Majestad el Emperador del Japón, igualmente animados del deseo de establecer sobre base firme i duradera relaciones de amistad i comercio entre sus respectivos Estados, ciudadanos i súbditos, han resuelto ajustar un Tratado de Amistad, Comercio i Navegación i, al efecto, han nombrado a sus Plenipotenciarios, a saber:
Su excelencia el Presidente de la República de Chile, al señor Domingo Gana, Enviado Extraordinario i Ministro Plenipotenciario de la República de Chile ante el Gobierno de los Estados Unidos de América, i Su Majestad el emperador del Japon al Jushü Toruhoshi, de la orden del Sol Naciente, de tercera clase, su enviado Extraordinario i Ministro Plenipotenciario ante el Gobierno de los Estados Unidos de América, quienes, habiéndose comunicado sus respectivos Plenos Poderes i hallándolos en buena i debida forma, han convenido en los artículos siguientes:
Artículo Primero Habrá sólida i perpetua paz i amistad entre la República de Chile i el Imperio del Japon, sus
respectivos ciudadanos i súbditos.
Artículo II Su Excelencia el Presidente de la República de Chile puede acreditar, si así lo estimare
conveniente, un Ajente Diplomático ante la Corte de Tokio i, de igual manera, Su Majestad el Emperador del Japon puede acreditar, si así lo estimare oportuno, un Ajente Diplomático ante el Gobierno de la República de Chile; i cada una de las Altas Partes Contratantes tendrá el derecho de nombrar, en interés del comercio, cónsules jenerales, cónsules, vice-cónsules i ajentes jenerales para que residan en todos los puertos i plazas de los territorios de la otra Parte Contratante que sea permitida la residencia de iguales funcionarios consulares de otras Naciones; pero ántes de que cualquier Cónsul Jeneral, Cónsul, vice-Cónsul o Ajente Consular pueda obrar como tal deberá ser aceptado i admitido en la forma acostumbrada por el gobierno ante el cual fuere constituido.
Los funcionarios diplomáticos i consulares de cada una de las dos Altas Partes Contratantes gozarán en los territorios de la otra, con sujecion a las estipulaciones de este Tratado, de los derechos, privilejios, exenciones e inmunidades que se conceden o concedieren a funcionarios de igual categoría de cualquier Nacion Europea o de los Estados Unidos de América.
Artículo III
Habrá recíproca libertad de comercio i navegación entre los territorios i posesiones de las dos
Altas Partes Contratantes.
121
Los ciudadanos i súbditos de las dos Altas Partes Contratantes, respectivamente, tendrán el derecho de entrar con seguridad i libremente con sus buques i cargamentos en todos los lugares, puertos, rios i estrechos de los territorios y posesiones de la otra en que la entrada fuere permitida a todos los ciudadanos i súbditos de otras naciones; pueden permanecer i residir en todos los lugares i puertos en que se consiente residir i permanecer a ciudadanos i súbditos de otras naciones, i puedan allí arrendar i ocupar casas i almacenes, i traficar por mayor i menor en todo jénero de productos, manufacturas i mercaderías de lícito comercio.
Artículo IV
Las dos Altas Partes Contratantes convienen en que todo favor, privilejio o inmunidad referente
al comercio, navegación, tránsito o residencia de sus territorios o posesiones de cualquier Parte Contratante concediere actualmente o mas tarde a súbditos o ciudadanos de alguna nacion europea o de los Estados Unidos de América, se hará estensivo a la otra Parte Contratante; gratuitamente, si la si la concesión a favor de la nacion europea o de los Estados Unidos de América hubiere sido gratuita, i en las mismas o equivalentes condiciones, si la concesión hubiera sido condicional.
Artículo V
No se impondrán otros o mas altos derechos a la importación en la República de Chile de
cualquier artículo natural, producción o manufactura del Japon, i no se impondrá otros o mas altos derechos a la importación el Japon de cualquier artículo natural, producción o manufactura de la República de Chile, sea que tal importación sea destinada al consumo, almacenaje, reesportacion o tránsito, que los que se pagan o pagaren por la importación para idénticos fines de artículos naturales, producción o manufactura de cualquier pais europeo o de los Estado Unidos de América.
Ni se impondrá otros o mas altos derechos o gravámenes en los territorios o posesiones de cualquiera de las dos Partes Contratantes a la exportacion de cualquier artículo para los territorios o posesiones de la otra, que los que se pagan o pagaren por la esportacion del mismo artículo para cualquier pais europeo o de los Estados Unidos de América.
No se prohibirá la esportacion o tránsito de cualquier artículo natural, producción o manufactura de los territorios de cada una de las Partes Contratantes en o a traves de los territorios o posesiones de la otra, si tal prohibicion no se estendiere igualmente a los mismos artículos naturales, producción o manufactura de cualquier pais europeo o de los Estados Unidos de América.
Ni se prohibirá en modo alguno la esportacion de cualquier artículo de los territorios de cada una de las Partes Contratantes para los territorios o posesiones de la otra, si tal prohibicion no se estendiere igualmente a la esportacion del mismo artículo para los territorios de las naciones europeas o de los Estados Unidos de América.
Artículo VI
En todo lo concerniente al derecho de tránsito, almacenaje, primas, facilidades, devoluciones i
reesportaciones, los ciudadanos, súbditos, mercaderías i embarcaciones de cada una de las Parte Contratantes, serán, bajo todos respectos, colocados en los territorios i posesiones de la otra en el mismo pié que los ciudadanos, súbditos, mercaderías i embarcaciones de naciones europeas o de los Estados Unidos de América.
Artículo VII
No se impondrá en los puertos, rios o estrechos de la República de Chile a los buques del Japon,
ni en los puertos, rios o estrechos del Japon a los buques de la República de Chile, otros o mas altos derechos o gravámenes, por razon de tonelaje, faros, puerto, pilotaje, cuarentena, salvamento en
122
caso de averías u otros derechos o gravámenes semejantes o correspondientes, de cualquiera naturaleza o denominacion, sea que se demanden a nombre o en beneficio del Gobierno o de funcionarios públicos, individuos privados, corporaciones o establecimientos, que los que pagan o pagaren en lo sucesivo en iguales casos los buques de naciones europeas o de los Estados Unidos de América en los mismos puertos, rios i estrechos.
Artículo VIII
Se esceptúa de las disposiciones del presente Tratado el comercio de cabotaje de las dos Altas
Partes Contratantes, el cual será reglado de conformidad con las leyes de Chile i Japon, respectivamente.
Artículo IX
Todos los buques que de acuerdo con las leyes i reglamentos de Chile deben considerarse
buques chilenos, i todos los buques que de acuerdo con las leyes i reglamentos del Japon deben considerarse buques japoneses, se reputarán para los fines de este Tratado, buques chilenos i japoneses, respectivamente.
Artículo X
Los ciudadanos i naves mercantes de la República de Chile que se trasladen al Japon o
permanezcan en sus aguas territoriales estarán sometidos, mientras queden allí, a las leyes del Japon i a la jurisdiccion de sus tribunales de justicia; i de la misma manera los súbditos i las naves mercantes de Su Majestad Imperial que se trasladen a Chile o permanezcan en sus aguas territoriales, estarán sometidos, mientras queden allí, a las leyes i jurisdicciones de Chile. Queda, sin embargo, entendido que la estipulacion de este artículo no se estiende a materias relacionadas esclusivamente con la disciplina interna de las naves de cualquiera de las Partes Contratantes en los puertos o aguas territoriales de la otra.
Artículo XI
Los ciudadanos i súbditos de cada una de las Altas Partes Contratantes en los territorios o
posesion de la otra, recibirán i disfrutarán recíprocamente en sus personas i propiedades la misma amplia i perfecta proteccion que se disponen a los ciudadanos i súbditos naturales; tendrán libre i abierto acceso a los tribunales de justicia para la prosecucion i defensa de sus derechos, i podrán, de la misma manera que los ciudadanos i súbditos naturales, emplear abogados, procuradores o ajentes que les representen ante dichos tribunales de justicia.
Gozarán tambien entera libertad de conciencia i gozarán, en cuanto lo permitan las leyes que estuvieren en vigor, el derecho de ejercer privada o públicamente su culto, como asimismo el derecho de enterrar a sus respectivos compatriotas, de acuerdo con los reglamentos en vijencia, en lugares adecuados i convenientes que con tal objeto se establezcan i sostengan.
Artículo XII
Respecto de alojamiento militar, servicio militar obligatorio, sea en tierra o en mar,
contribuciones de guerra requisiciones militares o empréstitos forzosos, los ciudadanos i súbditos de las dos Altas Partes Contratantes (…) privilejios, inmunidades i exenciones que se conceden o concedieran a los súbditos o ciudadanos de naciones europeas o de los Estados Unidos de América.
123
Artículo XIII
El presente Tratado principiará a rejir inmediatamente después del canje de las ratificaciones i continuará en vigor hasta seis meses después que una de las Altas Partes Contratantes haya notificado a la otra su intencion de ponerle termino.
Artículo XIV
El presente Tratado será firmado por duplicado i en los idiomas español, japones e inglés; i en
caso de que llegara a encontrarse alguna discrepancia entre los testos español i japones, será decidida de conformidad con el testo inglés, que será obligatorio para los dos Gobiernos.
Artículo XV
El presente Tratado será ratificado por las dos Altas Partes Contratantes i las ratificaciones
serán canjeadas en Washington a la brevedad posible. En fe de lo cual, los respectivos Plenipotenciarios firman este Tratado i les ponen sus
respectivos sellos. Hecho por sestuplicado en Washington el dia veinticinco del mes de septiembre del año mil
ochocientos noventa i siete, correspondiente al veinticinco del noveno mes del año treinta del Meiji. - (L. S.) Firmado: Domingo Gana. - (L. S.)- Firmado Furohoshi.
---------------
PROTOCOLO
Su Excelencia el Presidente de la República de Chile i Su Majestad el Emperador del Japon,
deseando esplicar con toda claridad al alcance de las estipulaciones relativas el tratamiento de la Nacion mas favorecidas consignadas en el Tratado de Amistad, Comercio i Navegacion suscrito en Washington el dia 25 de septiembre de 1897, correspondiente al vijésimo quinto dia del noveno mes del trijésimo año de Meiji, han designado i autorizado con este objeto, a saber Su Excelencia el Presidente de la República de Chile a Don Cárlos Morla Vicuña, Enviado Estraordinario i Ministro Plenipotenciario de Chile en la Corte de Su Majestad el Emperador del Japon, i Su Majestad el Emperador del Japon al Visconde Aoki Siuzo, Ministro de Relaciones Esteriores de Su Majestad Imperial, quienes han convenido en el siguiente
Artículo Adicional
Las Altas Partes Contratantes convienen en que, salvo la reserva que se establece en seguida,
todo favor especial, privilejio o inmunidades que en materia de comercio o navegacion haya concedido o concediere una de ellas a los ciudadanos o súbditos o a las naves o productos de cualquier otra nacion, será concedido en los mismos términos i condiciones a los ciudadanos o súbditos o a las naves o productos de la otra Parte Contratante. En consecuencia, i salvo la reserva mencionada, los ciudadanos, naves i productos de Chile en el Japon, i los súbditos, naves i productos del Japon en Chile, gozarán respectivamente de todos los favores, privilejios o inmunidades concedidas a ciudadanos o súbditos o a naves o productos de cualquiera otra nacion.
Quedan, sin embargo, exceptuados de la estipulacion que precede todos los favores especiales, privilejios o inmunidades referentes al comercio o navegacion que Chile haya concedido o concediere a cualquier República latino-americana, como asimismo los favores especiales,
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privilejios o inmunidad de igual naturaleza que el Japon haya concedido o concediera a cualquier nacion independiente del Asia.
El presente artículo será considerado como parte integrante del Tratado de Amistad, Comercio i Navegacion firmado en Washington el dia 25 de septiembre de 1897, correspondiente al vijésimo quinto dia del noveno mes del trijésimo año de Meiji, de la misma manera como si a la letra se hallase incorporado en él; será sometido a la ratificacion de las Altas Partes Contratantes, de conformidad con sus respectivas formas constitucionales i las ratificaciones serán canjeadas conjuntamente con el Tratado de que forma parte.
En fe de lo cual, los respectivos Plenipotenciarios firman este Artículo Adicional i le ponen sus respectivos sellos.
Hecho por sestuplicado en Tokio el dia 16 de octubre de 1899, correspondiente al décimo-sesto dia del décimo mes del trijésimosegundo año de Meiji. – (L. S.) – Firmado.- Cárlos Morla Vicuña.- (L. S) – Firmado.- Viconde Aoki >>
I por cuanto el Tratado i el Protocolo preinsertos han sido ratificados previa la aprobacion del
Congreso Nacional i las ratificaciones respectivas fueron canjeadas en la ciudad de Washington el dia 24 de septiembre de 1906 por los representantes autorizados de ambos Gobiernos;
Por tanto, i en uso de la facultad que me confiere el artículo 73, parte 19 de la Constitucion Política, dispongo i mando que se cumplan i lleven a efecto todas sus partes como lei de la República.
Santiago, treinta i uno de marzo de mil novecientos siete.- Pedro Montt- Ricardo Salas Edwards.
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2. Suspensión de relaciones con Alemania, Italia y Japón. Biblioteca del Congreso Nacional Identificación de la Norma: DTO-182 Fecha de Publicación: 21.01.1943 Fecha de Promulgación: 20.01.1943 DECLARA SUSPENDIDAS LAS RELACIONES DIPLOMÁTICAS Y CONSULARES DEL GOBIERNO DE LA REPÚBLICA CON LOS GOBIERNOS DE ALEMANIA, ITALIA Y JAPÓN. No. 182.
En ejercicio de las atribuciones que me confiere El Artículo 72, No. 16 de la Constitución Política del Estado, y de conformidad a los acuerdos existentes sobre Solidaridad interamericana y defensa continental,
Decreto: Declárense suspendidas a contar desde esta fecha, las Relaciones diplomáticas y consulares
del Gobierno de la República con los Gobiernos de Alemania, Italia y Japón. El Ministerio de Relaciones Exteriores tomará las medidas y disposiciones consiguientes a
la indicada ruptura de relaciones. El Ministerio del Interior, de acuerdo con el Ministerio de Relaciones Exteriores, dictará las
providencias que requiera el debido resguardo de las personas y propiedades de los agentes diplomáticos y cónsules de los mencionados países extranjeros y de sus nacionales que no contraríen los propósitos que se han tenido en cuenta al resolver la suspensión de las relaciones diplomáticas con los mismos países.
Tómese razón, comuníquese, publíquese e insértese en el Boletín de las Leyes y Decretos
del Gobierno.— J. A. RIOS M.— Joaquín Fernández.
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3. Tratado de Paz con Japón, 1951 (extracto).
DECRETO N. º 176, DE 29 DE ABRIL DE 1954
Ordena cumplir como ley de la República el Tratado de Paz con el Japón, suscrito en San Francisco, Estados Unidos de Norteamérica, el 8 de septiembre de 1951 (1).
(Publicado en el “Diario Oficial” N. º 23.283, de 27 de octubre de 1955) Núm. 176. – Santiago, 29 de abril de 1954.- CARLOS IBAÑEZ DEL CAMPO, Presidente de
la República de Chile. Por cuanto, la República de Chile suscribió con fecha ocho de septiembre de mil novecientos
cincuenta y uno el Tratado de Paz con el Japón. Y por cuanto el mencionado Tratado ha sido ratificado por mí, previa aprobación del
Congreso Nacional, comunicada por oficio del H. Senado N.º 299, de fecha 29 de julio de 1952, y el Instrumento de Ratificación ha sido depositado en el Departamento de Estado de los Estados Unidos de América, el veintiocho de abril de mil novecientos cincuenta y cuatro.
Por tanto, y en uso de la facultad que me confiere la parte 16.ª del artículo 72.º de la Constitución Política del Estado, dispongo y mando que se cumpla y lleve a efecto en todas sus partes como ley de la República, publicándose copia autorizada de su texto en el “Diario Oficial”.
Dado en la Sala de mi Despacho y refrendado por el Ministro de Estado en el Departamento de Relaciones Exteriores, en Santiago de Chile, a los veintinueve días del mes de abril del año mil novecientos cincuenta y cuatro.-CARLOS IBAÑEZ DEL CAMPO.- Tobías Barros.
---------------------------------------------------------
TRATADO DE PAZ CON JAPÓN
Suscrito en San Francisco, Estados Unidos de América,
el 8 de septiembre de 1951.
Considerando que las Potencias Aliadas y el Japón han resuelto que en lo futuro sus relaciones serán las de naciones que, sobre el principio de igualdad soberana, cooperen en amistosa relación para promover su bienestar común y para mantener la paz y la seguridad internacionales, y se hallan, por tanto, deseosas de concertar un tratado de paz que arreglen las cuestiones pendientes derivadas de la existencia de un estado de guerra entre ellas;
Considerando que el Japón, por su parte, declara su propósito de solicitar su ingreso a la Organización de las Naciones Unidas, y de conformarse, en todas las circunstancias, a los principios de la Carta de las Naciones Unidas; de empeñarse en alcanzar los objetivos de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre; de esforzarse por crear dentro de su territorio las condiciones de estabilidad y de bienestar que se definen en los artículos 55.º y 56.º de la Carta de las Naciones Unidas, iniciadas ya con la legislación japonesa promulgada después de la rendición del Japón y de ajustarse en su comercio público y privado a las prácticas de lealtad aceptadas internacionalmente;
Considerando que las Potencias Aliadas acogen favorablemente los propósitos del Japón que se expresan en el párrafo procedente;
Las Potencias Aliadas y el Japón han resuelto, por los motivos anteriores, concertar el presente Tratado de Paz, y a ese fin, han designados a los infrascritos Plenipotenciarios, quienes, después de haber mostrado sus Plenos Poderes, que fueron encontrados en buena y debida forma, han convenido en las siguientes estipulaciones:
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CAPITULO I
Paz Artículo 1. º a) El estado de guerra entre el Japón y cada una de las Potencias Aliadas cesará
en la fecha en que el presente Tratado comience a regir entre Japón y la potencia interesada, de manera prevista en el artículo 23.º.
b) Las Potencias Aliadas reconocen la plena soberanía del pueblo japonés sobre el Japón y sus aguas territoriales.
CAPITULO II
Territorio
Articulo 2. º a) El Japón, reconociendo la independencia de Corea, renuncia todo derecho,
título y reclamación sobre Corea, inclusive sobre las Islas de Quelpart, Port Hamilton y Dagelet. b) El Japón renuncia todo derecho, título y reclamación sobre Formosa y las Pescadores. c) El Japón renuncia todo derecho, título y reclamación sobre las Islas Kuriles, así como sobre
la parte de la Isla de Sakaline y las islas adyacentes sobre las cuales el Japón adquirió soberanía en virtud del Tratado de Portsmouth, subscrito el 5 de septiembre de 1905.
d) El Japón renuncia todo derecho, título y reclamación relacionado con el régimen de mandatos de la Sociedad de Naciones y acepta la acción del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el 2 de abril de 1947, que extiende el régimen de administración fiduciaria a las islas del Pacífico anteriormente bajo mandato del Japón.
e) El Japón renuncia toda pretensión a cualquier derecho, título o interés sobre cualquier parte de la región antártica, ya sea que se derive de actividades de nacionales japoneses o de cualquier otro origen.
f) El Japón renuncia todo derecho, título y reclamación sobre las Islas Spratly y sobre las Islas Paracels.
Artículo 3. º El Japón dará su aprobación a cualquier proposición que presenten los Estados Unidos a las Naciones Unidas para colocar bajo el régimen de administración fiduciaria, y designar a los Estados Unidos como única autoridad encargada de dicha administración, a Nansei Shoto al sur del 29º de latitud norte (inclusive de las Islas Riu-Kiu y las Islas Daito), a Nanpo Shoto al sur de Sofu Gan (inclusive las Islas Bonin, la Isla del Rosario y las Islas Volcano), la Isla de Parece Vela y la Isla de Marcus. Mientras se presenta y se aprueba esta proposición, los Estados Unidos tendrán el derecho de ejercer todas y cada una de las facultades de administración, legislación y jurisdicción sobre el territorio y los habitantes de estas islas, inclusive sus aguas territoriales.
CAPÍTULO IV
Cláusulas políticas y económicas
Artículo 7. º a) Cada una de las Potencias Aliadas notificará al Japón, en el plazo de un año, a contar de la fecha en que entre en vigor el presente Tratado entre ella y el Japón, cuáles de sus tratados bilaterales o convenciones bilaterales con el Japón anteriores a la guerra desea mantener o volver a poner en vigor y todos los tratados o convenciones que fueren objeto de esta notificación continuarán en vigor o volverán a ser puestos en vigor con sujeción solamente a las enmiendas que puedan ser necesarias para asegurar su conformidad con el presente Tratado. Los tratados y convenciones que hubieren sido objeto de tal notificación se considerarán como que han continuado en vigor o que han sido puestos de nuevo en vigor tres meses después de la fecha de notificación y
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serán registrados en la Secretaría de las Naciones Unidas. Todos los tratados y convenciones de esta naturaleza que no hubieren sido objeto de tal notificación al Japón se tendrán por abrogados.
b) Toda notificación hecha en virtud de las disposiciones del párrafo a) de este artículo podrá exceptuar de la aplicación o nueva vigencia de un tratado o convención todo territorio cuyas relaciones internacionales incumben a la Potencia que hace la notificación, hasta tres meses después de la fecha en que se notifique al Japón que tal excepción cesa de ser aplicable.
Artículo 8. º a) El Japón reconoce el pleno valor de todos los tratados que han sido concertados hasta ahora o que en adelante concierten las Potencias Aliadas para poner fin al estado de guerra existente desde el día 1. º de septiembre de 1939, así como el de todo otro arreglo concertado por las Potencias Aliadas con el objeto de restablecer la paz o en razón de su restablecimiento. El Japón acepta igualmente los arreglos que han sido concertados para la liquidación de la Sociedad de Naciones y de la Corte Permanente de Justicia Internacional. Artículo 9. º El Japón se compromete a entablar, sin demora, con las Potencias Aliadas que lo deseen, negociaciones para la concertación de convenios bilaterales y multilaterales que dispongan la reglamentación o limitación de la pesca y la conservación y explotación de las pesquerías en alta mar. Artículo 10. º El Japón renuncia todos los derechos e intereses especiales en China, con inclusión de todos los beneficios y privilegios emanados de las disposiciones del Protocolo final subscrito en Pekín el 7 de septiembre de 1901 y todo sus anexos, notas y documentos complementarios, y conviene en la abrogación, en lo que respecta a Japón, de dicho Protocolo, anexos, notas y documentos. Artículo 11. º El Japón acepta las sentencias del Tribunal Militar Internacional del Extremo Oriente y de otros Tribunales Aliados de Crímenes de Guerra, tanto dentro como fuera del Japón, y ejecutará las sentencias pronunciadas por ellos contra nacionales japoneses encarcelados en el Japón. La facultad de conceder clemencia, de conmutar sentencias y de conceder libertad condicional en relación con dichos reos, no se podrá ejercer como no sea por resolución del Gobierno o Gobiernos que hayan pronunciado la sentencia en cada caso, y a recomendación del Japón. En el caso de personas sentenciadas por el Tribunal Militar Internacional del Extremo Oriente, dicha facultad no podrá ser ejercida sino por resolución de una mayoría de los Gobiernos representados en el Tribunal, y a recomendación del Japón. Artículo 12. º a) El Japón se declara dispuesto a entablar a la mayor brevedad negociaciones con objeto de concertar con cada una de las Potencias Aliadas tratados o convenios que coloquen sus relaciones mercantiles, marítimas y demás relaciones de carácter comercial sobre una base firme y amistosa. b) Entre tanto se concierta el tratado o convenio pertinente, el Japón deberá, durante un periodo de cuatro años a contar de la fecha en que inicialmente entre en vigor el presente Tratado: 1) Otorgar a cada una de las Potencias Aliadas, a sus nacionales, a sus productos y a sus naves: i) El tratamiento de la nación más favorecida en cuanto a derechos de aduana, gravámenes, restricciones y demás disposiciones relativas a la importación y exportación de mercancías o en relación con ellas; ii) El tratamiento nacional en cuanto a las naves, la navegación y los artículos importados, y respecto a las personas naturales y jurídicas y a sus intereses; este tratamiento debe comprender todos los asuntos relacionados con la imposición y recaudación de impuestos, accesos ante tribunales, la celebración y ejecución de contratos, derecho de propiedad (tangible e intangible), participación en entidades jurídicas constituidas conforme a la legislación japonesa y, en general, la prosecución de todo género de negocios comerciales y de actividades profesionales; 2) Garantizar que las compras y las ventas hechas en el exterior por las empresas comerciales del estado japonés se basarán exclusivamente en consideraciones de orden comercial. c) Sin embargo, en relación con cualquier asunto, el Japón estará obligado a otorgar a una Potencia Aliada el tratamiento nacional o el de la nación más favorecida, solamente en la medida en
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que la Potencia Aliada interesada dispense al Japón el tratamiento nacional o el de la nación más favorecida, según sea el caso, en relación con el mismo asunto. La reciprocidad que se prevé en la oración que antecede se determinará, en el caso de productos, de naves y de entidades jurídicas de algún territorio no metropolitano de una Potencia Aliada y de las personas que tengan su domicilio en él o en ella recibirán el tratamiento otorgado al Japón en ese territorio, estado o provincia. d) En la aplicación de este artículo una medida preferencial no será considerada como una derogación del principio del tratamiento nacional y el de la nación más favorecida, según sea el caso, si la dicha medida se funda en una excepción generalmente prevista en los tratados de comercio de la Parte que la aplique o en la necesidad de salvaguardar la posición financiera exterior o la balanza de pagos de dicha Parte (salvo en lo que concierne a las naves y a la navegación) o en la necesidad de mantener sus intereses esenciales de seguridad y a condición de que tal medida sea apropiada a las circunstancias y no se aplique de manera arbitraria o sin razón. e) Las obligaciones que para el Japón resulten de las disposiciones de este artículo no serán afectadas por el ejercicio de cualesquiera derechos de las Potencias Aliadas de conformidad con el artículo 14. º del presente Tratado; como tampoco se interpretarán las disposiciones de este artículo en el sentido de que limitan las obligaciones asumidas por el Japón en virtud del artículo 15. º de este Tratado.
CAPÍTULO V
Reclamaciones y bienes
Artículo 14. ° a) Se reconoce que el Japón debería pagar reparaciones a las potencias
Aliadas por los daños y sufrimientos causados por él durante la guerra. Sin embargo, se reconoce, también, que el Japón, si ha de mantener una economía viable, no dispone actualmente de recursos suficientes para reparar por completo tales daños y sufrimientos y hace frente al mismo tiempo sus otras obligaciones. En consecuencia: 1.- El Japón entablará prontamente negociaciones con las Potencia Aliadas que lo deseen y cuyos territorios actuales fueron ocupados por las fuerzas japonesas y perjudicados por el Japón, con la mira de ayudar a resarcir a esos países el costo de las reparaciones de los daños causados poniendo a su disposición los servicios del pueblo japonés para los trabajos de producción, de recuperación y otra naturaleza que deban presentarse a las Potencias Aliadas en cuestión. Estos arreglos evitarán la imposición de cargas adicionales a otras Potencias Aliadas y, cada vez que sea necesario el empleo de materias primas, para fines de producción, estas serán suministradas por las Potencias Aliadas en cuestión a fin de no imponer al Japón la obligación de procurarse divisas extranjeras.
2.- I) Con sujeción a las disposiciones del inicio II), que aparece a continuación, cada una de las Potencias Aliadas tendrá el derecho de ocupar, retener, liquidar o disponer de otra manera de todos los bienes, derechos e intereses: a) Del Japón y de los nacionales japoneses; b) De las personas que actúen por cuenta o en nombre del Japón o de nacionales japoneses, y c) De las entidades de propiedad o bajo el interés predominante del Japón o de nacionales japoneses que en la fecha en que inicialmente entre en vigor el presente tratado se encuentren sometidos a su jurisdicción. Los bienes, derechos e intereses especificados en este párrafo comprenderán los que estén actualmente bloqueados, ocupados, o en posesión o bajo la jurisdicción de las autoridades de las Potencias Aliadas encargadas de bienes de enemigos que pertenecían, o estaban retenidos o administrados a nombre de cualquiera de las personas o entidades mencionadas en los incisos a), b) o c), precedentes, en la época en que tales bienes quedaron bajo al jurisdicción de dichas autoridades.
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Artículo 18. ° a) Se reconoce que la intervención del estado de guerra no ha afectado la obligación de pagar las deudas pecuniarias derivadas de obligaciones y contratos (incluye las relacionadas con bonos) que existían, así como los derechos que fueron adquiridos antes de la existencia de un estado de guerra, que deba el Gobierno o nacionales del Japón al Gobierno o nacionales de una de las potencias Aliadas, o que deba el Gobierno o nacionales de una de las Potencias Aliadas al Gobierno o nacionales del Japón. Se considera igualmente que la intervención del estado de guerra tampoco afecta la obligación de examinar, según sus meritos, las reclamaciones por perdidas o por daños a la propiedad o por lesiones personales o muertes, ocurridas antes de la existencia de un estado de guerra, que presente o que pueda presentar nuevamente el Gobierno de algunas de las Potencias Aliadas al Gobierno del Japón, o el Gobierno del Japón al Gobierno de alguna de las Potencias Aliadas. Las disposiciones de este párrafo son aplicables sin perjuicio de los derechos conferidos por el artículo 14°.
b) El Japón confirma su obligación con respecto a la deuda externa del Estado Japonés anterior a la guerra y a las deudas de personas morales posteriormente declaradas como obligaciones del Estado Japonés, y expresa su intención de entablar negociaciones en una fecha próxima con sus acreedores para reanudar los pagos de estas deudas; para promover negociaciones en relación con otras reclamaciones y obligaciones anteriores a la guerra, y para facilitar el traslado de las sumas correspondientes.
Artículo 19. ° a) El Japón y sus nacionales renuncian toda reclamación contra las Potencias Aliadas y sus nacionales originada por la guerra o a causa de medidas adoptadas con motivo de la existencia de un estado de guerra, y renuncia a toda reclamación motivada por la presencia, operaciones o actos de las fuerzas armadas o autoridades de cualquiera de las Potencias Aliadas en territorio japonés antes de que entre en vigor el presente Tratado.
d) El Japón reconoce la validez de todos los actos y omisiones efectuadas durante el periodo de ocupación de conformidad con las órdenes de las autoridades de ocupación o en virtud de ellas, o autorizadas en ese periodo por la legislación japonesa, y no tomará ninguna medida de carácter civil o criminal contra los nacionales aliados en razón de tales actos u omisiones.
CAPÍTULO VII
Cláusulas finales
Artículo 25. º Para los fines del presente Tratado las Potencias Aliadas serán los Estados en guerra con el Japón o cualquier Estado que anteriormente formaba parte del territorio de un Estado mencionado en el artículo 23º, a condición de que en cada caso el Estado interesado haya suscrito y ratificado el presente Tratado. Con sujeción a las disposiciones del artículo 21º, el presente Tratado no conferirá ningún derecho, título o beneficio a ningún Estado que no sea una Potencia Aliada según se define en el presente Tratado, y ningún derecho, título o interés del Japón se considerará que ha disminuido o ha sido perjudicado en virtud de alguna disposición del presente Tratado a favor de un Estado que no sea una Potencia Aliada de la manera como aquí se define.
Artículo 26. º El Japón estará dispuesto a concertar con cualquier Estado que haya subscrito la Declaración de las Naciones Unidas del 1º de enero de 1942, o que se haya adherido a ella, y que esté en guerra con el Japón, o con cualquier Estado que anteriormente formaba parte de un territorio de un Estado mencionado en el artículo 23º, que no sea signatario del presente Tratado, un Tratado de Paz bilateral en los mismos términos o substancialmente en los mismos términos del presente Tratado; pero esta obligación por parte del Japón expirará tres años después de que inicialmente entre en vigencia el presente Tratado. En caso de que el Japón hiciera arreglos de paz o celebrase arreglos de reclamaciones de guerra con cualquier Estado conforme a los cuales se otorguen a tal Estado ventajas mayores de las que se concedan en el presente Tratado, esas mismas ventajas serán otorgadas a las Partes del presente Tratado.
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Artículo 27. º El presente Tratado será depositado en los Archivos del Gobierno de los Estados Unidos de América, el cual suministrará a cada uno de los Estados signatarios una copia certificada del mismo.
----------------------------------------------- En fe de lo cual, los infrascritos Plenipotenciarios firman el presente Tratado. Hecho en la ciudad de San Francisco, el 8 de septiembre de 1951, en los idiomas inglés, francés y español, todos de igual autenticidad, y en el idioma japonés.
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4. Intercambio de Notas Oficiales entre los representantes de los gobiernos de Chile y Japón en Estados Unidos, 1952 De Félix Nieto del Río, embajador extraordinario y Plenipotenciario de Chile en Washington. Washington, 7 de octubre de 1952. “Excelencia: En consideración al mutuo deseo de nuestros respectivos Gobiernos de restablecer la normalidad de sus relaciones diplomáticas y consulares, aun antes que haya entrado en vigencia entre ellos el Tratado de Paz de 8 de septiembre de 1951, propósito que ha quedado de manifiesto en las conversaciones sostenidas entre esta Misión y esa Embajada, tengo el honor de manifestar a Vuestra Excelencia, en cumplimiento a instrucciones recibidas de mi Gobierno, que el Gobierno de Chile tendrá el mayor placer en recibir desde luego a los representantes diplomáticos y consulares del gobierno del Japón (…) De este modo mi Gobierno considera restauradas, a partir de esta fecha, las relaciones oficiales entre Chile y el Japón, de las que habrán de derivarse los beneficios recíprocos que aseguren una leal y estrecha amistad entre ambos pueblos. Aprovechando esta oportunidad para presentar a Vuestra Excelencia las seguridades de mi más alta consideración”. Félix Nieto del Río. Al Excelentísimo señor Eikichi Araki, Embajador Extraordinario y Plenipotenciario del Japón” De Eikichi Araki, Embajador Extraordinario y Plenipotenciario del Japón en Washington. Washington, 7 de octubre de 1952. “Excelencia: Tengo el honor de acusar recibo de la nota de Vuestra Excelencia, de esta fecha, informándome lo que sigue: “En consideración al mutuo deseo de nuestros respectivos Gobiernos de restablecer la normalidad de sus relaciones diplomáticas y consulares, aun antes que haya entrado en vigencia entre ellos el Tratado de Paz de 8 de septiembre de 1951, propósito que ha quedado de manifiesto en las conversaciones sostenidas entre esta Misión y esa Embajada, tengo el honor de manifestar a Vuestra Excelencia, en cumplimiento a instrucciones recibidas de mi Gobierno, que el Gobierno de Chile tendrá el mayor placer en recibir desde luego a los representantes diplomáticos y consulares del gobierno del Japón (…) De este modo mi Gobierno considera restauradas, a partir de esta fecha, las relaciones oficiales entre Chile y el Japón, de las que habrán de derivarse los beneficios recíprocos que aseguren una leal y estrecha amistad entre ambos pueblos”. En respuesta tengo el honor de expresar, por instrucciones de mi Gobierno, que el Gobierno del Japón acepta cordialmente restaurar relaciones diplomáticas normales entre nuestros dos países, desde la fecha, y que tendrá el mayor agrado en recibir a los representantes diplomáticos y consulares del Gobierno de Chile”. (Fdo) Eikichi Araki. Al Excmo. Señor Félix Nieto del Río, Embajador Extraordinario y plenipotenciario de Chile. Washington D.C.
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Conclusiones Generales
El acercamiento a Oriente no deja de ser complejo en ningún aspecto. Separa
nuestros territorios no sólo un gran océano, sino también la diferencia de idiomas, de
idiosincrasias, de modos de vida, de identidades, de pensamientos, en suma, hay
importantes diferencias culturales que nos alejan aún más de estos países. A lo que se puede
sumar algo de la ignorancia propia de una sociedad como la nuestra acostumbrada a mirar y
admirar Occidente.
En estos días, sin embargo, el comercio y los índices económicos de Japón y China,
han llamado la atención de todo el orbe. La mirada se ha centrado en Oriente y en lo que la
Cuenca del Pacífico puede producir. Chile, inserto dentro de esta macroestructura
geográfica y económica, ha ampliado sus redes en Asia y ha potenciado las ya establecidas.
Todo se ve próspero para estas alejadas naciones, pero ¿cómo podemos acercarnos
culturalmente? Es la pregunta que nos hemos planteado en nuestro Seminario y a la que
hemos querido responder desde una óptica histórica de contactos entre Chile y China-
Japón.
La cultura, que ha sido definida en la Introducción General, nos plantea una serie de
interrogantes respecto a la forma en que ésta debe ser abordada para llegar a ella desde una
orilla cultural distinta. En el caso de Oriente, la orilla que nos descubre se hermana con la
nuestra a y través del vasto Océano Pacífico y nos revela una simbología cultural no sólo
diferente, sino también muchas veces incomprensible, ante lo cual, la única alternativa
posible es el conocimiento histórico de dichos países.
Nuestra hipótesis siempre fue la inseparabilidad de los procesos históricos de los
culturales, por lo cual, el acercamiento de Chile a naciones como China y Japón, que
actualmente se introduce en la arena económica internacional, no puede realizarse obviando
las diferencias culturales, religiosas, ideológicas y lingüísticas que le separan de ellos, éstas
últimas de suma importancia por cuanto su naturaleza ideográfica traslada conceptos de las
antiguas civilizaciones china y japonesa al mundo moderno.
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No es posible, a pesar de lo estudiosos que algunos sean, aprender idiomas tan
complejos, sino es conociendo sus formas de pensar, sentir y actuar. Lo mismo sucede en
las relaciones diplomáticas y comerciales, pues estas deben reconocer cierto tipo de
protocolos que, de no mediar un conocimiento histórico, jamás podrían desarrollarse.
No obstante aún queda mucho por hacer. El actual boom asiático no deja de ser más
que una moda de adolescentes, lo que no está mal siempre y cuando ese fenómeno se
desarrolle a fin de potenciar un conocimiento integral de estas culturas, que el actual
encauzamiento de las relaciones diplomáticas hacia los intereses económicos no ayuda a
propiciar.
Nuestro objetivo era otorgar una visión histórica acerca de los acercamientos entre
Chile y China-Japón, como una especie de ‘estado de la cuestión’. Los informes de nuestros
otros compañeros de seminario se encargarán de entregar nuevos conocimientos sobre la
cultura china y japonesa, nuestra labor acaba con esto y nos damos por satisfechas con el
resultado obtenido.
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