ENTREVISTA CON:
BALDEMAR VELASCO GARCÍA
RESTAURANTE ―OTRO ROLLO‖,
DE LA INDEPENDENCIA
EN ESTE NÚMERO ESCRIBEN:
SARELLY MARTÍNEZ MENDOZA
HÉCTOR CORTÉS MANDUJANO
ENRIQUE ROBLES SOLÍS
DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos.
Contenido 3.– CHICA DE DIEZ: ÚRSULA
6- EDITORIAL:
Para antes y después del café.
7.– ZAGUÁN:
ARENILLA: Mario Pinto Pérez: del agua,
del cielo.
14– PATIO:
Galería: Las fotos de la quincena.
20.– CHICA DE DIEZ: ÚRSULA
23.– BALCONES:
Casa de Citas
Indecencias de la luna.
Autor: Héctor Cortés Mandujano.
35.– CORREDORES:
Yo también me llamo Vincent, una nueva
tendencia en la literatura chiapaneca.
Autor: Sarely Martínez Mendoza.
40.– SITIO:
ENTREVISTA:
Con Baldemar Velasco García
Dueño del Restaurante ―Otro Rollo‖.
Entrevistadora: Patricia Espinosa V.
51.– TAPANCO
Los Policías Nórdicos
Autor: Enrique Robles Solís.
57.– ACTUALIDADES.
60.– MOJOL.
64.– CHICA DE DIEZ: ÚRSULA
Revista catorcenal, hecha en la tierra de los cositías con la bendición de Tata Lampo.
Editor responsable: Alejandro Benito Molinari Torres
Contacto: [email protected]
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Comitán, ciudad que habla de vos
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―¿Dónde puedo conseguir tus libros?‖, es una pregunta frecuente que los lectores
hacen a los autores. En este país, donde las librerías son escasas y laberínticos los
sistemas de distribución, es una tarea casi imposible conseguir libros. ¡Ya no se di-
ga en Comitán! En nuestro pueblo, la posibilidad de lectura estuvo durante mu-
cho tiempo encapsulada, como en los años cincuenta cuando la carretera interna-
cional aún no existía.
Conseguir los libros de Marirrós Bonifaz fue tarea ardua, hasta el día de ayer (es
una manera de decirlo). A partir de este instante, su obra poética publicada está a
disposición de todo mundo en el Internet. Basta teclear:
http://marirros-trilogia.blogspot.com/
para acceder a tres de sus libros: Preludio y flama para un amanecer; Rebeca junto
al pozo y Compás.
La autora cumple con poner su obra a disposición de los lectores. Ahora éstos de-
ben cerrar el maravilloso círculo que abre ventanas y propicia la luz.
Marirrós Bonifaz y Patricia Díaz
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Mario Pinto Pérez pinta desde hace más de treinta años. Desde pequeño
supo que la pintura era su don. Tal vez el mismo apellido ya lo señalaba.
Cuando, en el aula llena de niños en pupitres de madera y mapas colga-
dos en las paredes, el maestro pasaba lista: ―Pinto Pérez, Mario‖, él res-
pondía: ―¡Pinto, presente!‖. Mario pintó en el pasado, en el presente y
pintará en el futuro, porque su destino es la acuarela,
¿Por qué la acuarela? Mario dice que la acuarela es una técnica espi-
ritual. Basta un poco de agua con pigmentos para formar universos. ¿Hay
alguna forma más sencilla? Tal vez Dios, sólo tal vez, empleó este método
para crear el universo. Por esto los cuerpos de los hombres están confor-
mados con un alto porcentaje de agua; por esto los mares cubren la ma-
yor parte de la superficie de la tierra; por esto los científicos buscan con
ahínco huellas del agua en los otros planetas. ¡El agua es vida y la vida
está en el pincel de Mario!
Años y años de práctica, más el ingrediente del don, han conformado
la maestría de Mario. Él, de manera muy sencilla, como si enumerara los
peldaños de una escalera, dice que el secreto consiste en
―controlar la corriente del agua‖. Compara su arte
con el acto amoroso, dice que a la amada se le
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El artista y su hijo Mario
abraza con cariño y poco a poco ―se deja que caiga el cuerpo‖. Así, Mario, en el
aire, advierte cómo el papel húmedo (con la humedad exacta) espera el trazo de
luz y de sombra.
La desesperación no funciona en el arte, dice Mario. Lo dice como si com-
partiera un conocimiento ancestral, como si diera una cátedra a los jóvenes. La
paciencia es elemento sustancial de su quehacer. Por esto ¡no tiene prisa! Si al-
guien le dice que le faltan peldaños para subir a donde puede llegar, gracias a su
talento, él, sin prisa, dice que no le apura. Está en el peldaño que le corresponde
y no se preocupa por el siguiente paso, porque en este instante disfruta la altura
donde está.
¿De dónde pepenó la luz? Mucho de la luz que iluminan sus acuarelas la re-
cogió del patio de la casa que habitó de niño. Mario vivió en el barrio de La Pila,
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en la casa de sus abuelos. Cre-
ció en medio de patios y corre-
dores vestidos con ladrillos y pi-
lares de madera.
―Los cuartos -dice Mario-
tenían cielos pintados a mano.
Poco a poco, la humedad lavó esos
dibujos. Los adultos lamentaban
la pérdida del color y del trazo, yo,
¡sorprendido, maravillado!, veía
aparecer nuevas formas. El goteo
incesante formaba nuevas figuras.
Como en un juego de nubes, yo ima-
ginaba qué formas tenían esas man-
chas. Creo que ahí nació mi vocación
por la acuarela‖.
Parece que su elemento más cerca-
no es el agua. Con el agua moja la tierra e invoca el
fuego que sopla sobre el aire del espíritu.
La obra de Mario se encuentra en muchas colecciones particulares de
todo México y de otros países. Pinta sin que lo ate alguna disciplina. Desde
siempre ha odiado la rutina y la presión. En el estudio de su casa, un espa-
cio breve lleno de luz, tiene un restirador-caballete que él creó. Su estudio
está en la planta alta de su casa, desde ahí ve los atardeceres, la calle, las fa-
chadas de las casas vecinas y la línea del horizonte.
Dice: ―me doy el lujo de pintar cuando quiero y a la hora que quiero‖.
Como todo verdadero artista se siente más libre cuando él elige el tema, pe-
ro no se niega cuando algún cliente le solicita un trabajo especial (en mu-
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chas casas comitecas existen retratos que él ha pintado).
Es solitario. A pesar de que tiene muchos amigos no gusta de
las tertulias. Le gusta caminar. A veces lo hace por lugares extra-
ños y solitarios. Su táctica es saludar a todas las personas que
encuentra en el camino. Dice que lo hace una y otra vez. Después
de varias caminatas por ese lugar ―ya me conocen. Me convierto
en parte del espacio, en parte de ellos y así puedo caminar con
confianza‖. Cuenta que esta táctica la comenzó a emplear en la
ciudad de México, cuando caminaba por lugares desconocidos
en intento de pintar acuarelas al natural: ―en la ciudad de Méxi-
co me faltaba saliva para saludar a tanta gente‖.
El pintor que más admira es Durero, por su meticulosidad y
por su tendencia realista.
Mario dice que nunca se ha acercado al Internet, pero, con-
fiesa, que está inscrito en un curso de computación. Tal vez le
convenga abrir una página electrónica donde gente de todo el
mundo tenga acceso a su obra. Pero lo dice sin mucha fuerza, tal
vez convencido de que todo llegará a su tiempo, sin mover mu-
cho ese hilo que se llama destino, porque cuando alguien lo esti-
ra mucho ¡se rompe!
Mientras tanto, Mario pinta como si el acto no fuese otra co-
sa que dejar que el cuerpo de la amada caiga lento, poco a poco.
Cuando una mujer se tiende ¡se hace la luz en el cuarto y en el
corazón del hombre! Lo mismo sucede con el arte.
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Las cajitas de Molinari
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Es una metáfora de aquéllos que salen del clóset y se muestran a ¡la luz!
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¡Pucha! Como que al anuncito le hace falta aclarar.
Todo mundo tira basura, lo que no se vale es tirarlo fuera del basurero.
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¡Hay algunos liberales que confunden la libertad con el libertinaje!
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Cortesía: Mario Escobar.
¡Ojetes!
Nos tuvieron miedo, por
eso no nos aceptaron en el
hipódromo.
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¡Chin, se enojó el patrón!
Pero, pues el manchón de los
calcetines se dio a la hora del
gol del Guadalajara.
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En literatura no hay nada escrito, escribió
irónicamente Augusto Monterroso en su
célebre ―Decálogo‖. Y así, hay escritores
que aseguran que todas las ideas que nos
lleguen a la mente deben ser escritas pa-
ra que no se nos olviden y hay, por el
contrario, los que afirman que el recuer-
do es el mejor filtro: si una idea se te ol-
vidó es que no valía la pena.
Julio Torri, en sus ―Prosas disper-
sas‖ (Tres libros, FCE, 1964) dice que (p.
166) “De Stendhal se cuenta que apunta-
ba los pensamientos que le ocurrían, aun
en las mangas de la camisa, cuando no
tenía a mano un pedazo de papel‖.
Alfonso Reyes, sigue Torri, no estaba
de acuerdo: ―Esta tarea de ir apuntando
cada uno de nuestros fugaces pensamien-
tos ofrece el riesgo de todos los
‗narcisismos‘, conduce a la desesperación
y a la muerte. Quien a toda hora escribe
lo que dice o lo que piensa decir, acaba
por considerar la ‗nota‘ como el objetivo
supremo de su vida y por enamorarse de
todas sus ideas‖. No era tan sincero don
Alfonso, porque, dice Torri (p. 167)
―alguna vez me mostró un baúl mundo
que usaba en sus viajes, lleno de peque-
ños compartimientos para guardar y cla-
sificar las apuntaciones que fuera regis-
trando su continuo e intenso pensar‖.
Cuento esto porque hace poco, en
una libretita vieja que revisé antes de ti-
rar, me hallé con un montón de apuntes
que, se supone, me servirían para escri-
bir algo. Nunca más los consulté ni recor-
daba haberlos escrito. Sin embargo, aho-
ra que los leo me doy cuenta que perma-
necieron en mi memoria o me saltaron
mientras escribía algunas de mis novelas
y un cuento: a Aún corre sangre por las
avenidas pertenecen las ideas una y dos;
a una novela inédita (pero ya escrita)
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pertenece la idea cinco; a Vanterros per-
tenece la idea seis; la siete es la génesis de
mi cuento ―Fábula sin final feliz‖. La tres
y la cuatro permanecen sin desarrollar.
1. Un carnicero drogado o borracho cor-
ta la carne y se rebana un dedo. Su san-
gre se confunde con la sangre de la carne
que vende.
2. En un lugar improbable, en las afueras
de una ciudad, en noche cerrada, un mu-
chacho se siente perdido. Alcohol y dro-
gas. Hasta ese lugar llega un taxi, de él
descienden dos personas que se
pierden en el zacatal. El joven
aborda.
3. Una chava ha tenido largos pe-
riodos de depresión. Sale después
de mucho a la calle y la asalta un
tipo con una navaja. Ella llora si-
lenciosamente mientras le entrega
su bolsa. Tiene ganas de tocarlo,
de hablar con él.
4. El asesino ve pasar el cortejo
fúnebre de su víctima.
5. Un hombre es asaltado, alcanza
a ver el rostro del ladrón; presenta
su denuncia; luego, con gozo feliz,
identifica el cadáver del maleante
cuando lo llaman de la policía.
6. Lugar común: un hombre panzón, bo-
rracho, con una casucha pegada al mar,
se enamoró de una sirena, que queda em-
barazada (casi una canción de Rigo To-
var). Ella llega a la casa un día que él no
está y toma un libro. Por él se entera de
que las sirenas no existen. Se enferma y
muere en el parto. Él deja a su hija en-
cargada con sus abuelos y se va en busca
del paraíso de sirenas muertas. Recorre
varios mundos.
7. Un joven admira muchísimo a un es-
critor famoso. Trata de buscarlo, después
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de leer y leer libros suyos. Cuando logra
verlo —el escritor es viejo— ya está en-
fermo. Muere. Se hace amigo de la viuda
(aunque madura, joven) y empieza con
ella una relación que tiene siempre en la
cama, en las conversaciones, en el beso,
la imagen del viejo muerto. Él y ella lo
amaron, lo aman.
***
Samuel Beckett fue no sólo secretario de
James Joyce, sino también su yerno
(anduvo con su hija). Cuando en 1969 le
entregaron el Premio Nobel de Literatu-
ra a Beckett su ex jefe y ex suegro hizo
un famoso comentario de mala leche.
Molloy (publicada originalmente en
1951) es el inicio de un tríptico novelísti-
co al que le siguen Malone muere (1952) y
El innombrable (1953).
En Molloy (Ediciones Altaya, 1995),
Beckett usa como estrategia narrativa el
flujo de conciencia inventado por Joyce,
cuya cúspide puede hallarse en el monó-
logo de Molly Bloom (Molloy y Molly,
por cierto, son nombres casi idénticos),
capítulo 18 del Ulises.
La novela está dividida en dos partes
y, como la creación de Joyce, no rehúye
la escatología. En la primera parte entra-
mos sin aviso a la mente caótica de Mo-
lloy, un hombre loco dentro de los pará-
metros con que la gente acostumbra
nombrar a los que hacen, dicen y piensan
las cosas sin sujetarse a las normas socia-
les, como casi todos los demás que siguen
(seguimos) sin chistar el “Buenos días”,
―Te quiero, mamita‖, ―Tengo que pagar
la luz, el agua‖, ―Voy a votar‖, ―Estoy
enamorado‖ y las mil zarandajas que tie-
ne la cordura. La segunda nos la cuenta
un hombre relativamente normal, de
pensamiento más o menos lógico: Jac-
ques Moran.
Las ideas de Molloy sin duda fueron
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más explosivas en su tiempo de lo que
aún siguen siendo. Dice (p. 22): ―No le
guardo demasiado rencor a mi madre, Sé
que hizo todo lo posible para que yo no
naciera‖.
―Un día conté mis gases. Trescientos
quince en diecinueve horas, lo que da
una media de más de dieciséis pedos por
hora. Total, nada. Ni un pedo cada cuatro
minutos. Es increíble. Vaya, vaya, soy un
pedorrero de pacotilla‖ (p. 36).
―¡Qué difícil es hablar comedida-
mente de la luna! ¡Es tan puta! Debe ser
su culo lo que nos está exhibiendo todo el
rato. Como pueden ver, hubo un tiempo
en que me interesó la astronomía‖ (p.
48).
Estas son sus reflexiones sobre el
amor (p. 70): ―Nuestro idilio fue breve.
Pobre Edith, quizá yo apresuré el desen-
lace. En fin, fue ella quien tomó la inicia-
tiva en el solar, pasándome la mano por
la bragueta. […] Después de cada sesión
me daba dinero, cuando yo habría acep-
tado graciosamente conocer el amor y
profundizar en él. No era una mujer con
mucho sentido práctico. Creo que yo
hubiera preferido un orificio menos seco
y menos amplio. Me hubiera dado una
idea más elevada del amor. […] Y quizás
el verdadero amor no nace y alza el vuelo
muy por encima de las viles minucias
cuando uno se encuentra cómodo, sino
cuando el miembro enloquecido busca
una pared en que apoyarse y la unción de
un poco de mucosa‖.
Esto piensa del ano (p. 98): ―Soy de
la opinión de que se tiene un conocimien-
to defectuoso de este agujero, y preferi-
mos despreciarlo. Pero ¿y si fuese el
pórtico del ser, y la célebre boca tan sólo
la entrada de servicio? Casi nada puede
entrar en él sin ser rechazado al instante
o poco menos. Casi todo lo que proviene
del exterior le repugna y tampoco parece
sentir mucho aprecio por lo que viene del
interior. ¿No son rasgos significativos?
La historia lo juzgará‖.
Jacques Moran cuenta con orden so-
bre su trabajo (ocuparse de Molloy) y so-
bre su vida. Nos comparte sus ―escasos
pensamientos‖ y ―algunos problemas de
orden teológico‖ en un numeral que llega
hasta el 17. El primero propone (p. 207):
―¿Qué valor debe otorgarse a la teoría de
que Eva salió, no de la costilla de Adán,
sino de un tumor donde la espalda pierde
su honesto nombre (es decir, en el culo)?‖
En el 13 se pregunta (p. 208): ―¿Qué
diantre hacía Dios antes de la creación?‖
***
—¿Qué tienen en común su madre, su
hermana, su esposa y su hija?
—Todas me rompen las pelotas.
Diálogo entre la psiquiatra y Tony Sopra-
no
Veo por la noche el capítulo cinco,
―College‖, de Los Soprano (mi amiga Na-
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dia Villafuerte me regaló los cuatro dis-
cos de la primera temporada; ya me los
eché) y en él cae una lluvia de truenos y
torrentes. Me embebo en la trama y llega
el momento en que me parece que los
efectos son tan reales y tan fuertes que
tapan las conversaciones y la música.
Subo el volumen. Sigue sin oírse bien.
Pongo atención y descubro que, lo mismo
que en el programa, cae en mi alrededor
una lluvia apretada, pertinaz; que los
truenos son reales y que el constante
flash que ilumina el salón desde donde
veo los sinsabores en la vida de esta fami-
lia televisiva no es el parpadeo de la pan-
talla, sino la consecuencia natural del
aguacero que me rodea. No cabe duda:
ando depre, como Tony. Cuando el capí-
tulo termina, ya sólo hay lánguidas gotas
especiadas y oscuridad total fuera del
círculo de focos.
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***
A la segunda función del Liteatro núme-
ro uno, Miseria , Dios y el Diablo, que
presento en La Puerta Abierta, llegan ca-
da cual por su lado mi amiga Hilda Jimé-
nez y mi hija Nadia Carolina. Las dos, al
final, me felicitan con mucha efusividad.
Se divirtieron tanto, me dicen, que hasta
ganas les dan de subirse conmigo al esce-
nario.
—Pos pa‘ luego es tarde, les digo.
Lo que se necesita para acompañarme en
un Liteatro sólo es voluntad y cierto co-
nocimiento teatral. Ustedes están que ni
pintadas. Si se animan, serán bienveni-
das.
En el segundo Liteatro, El tesoro del
duende, ya son mis gozosas acompañan-
tes. Nuestra primera función juntos ge-
neró tal cantidad de risas y aplausos que
esa noche, supongo que los tres, dormi-
mos con el corazón alegre. Regalar felici-
dad es siempre un privilegio, como más o
menos dice Babette, cuando se gasta todo
el dinero que ganó en la lotería en prepa-
rar una cena magnífica para una docena
de comensales (El festín de Babette,
Babette’s Feast, 1987, dirigida por Ga-
briel Axel).
***
Luis Eduardo Aute tiene varios versos
que me gustan, éstos como ejemplo
(“Aleluya número 7”, del CD Aire, 1998):
Si aún crece alguna marea que no
vomite alquitrán,/ si aún iluminan luciér-
nagas el sueño de Peter Pan,/ si aún canta
alguna sirena bajo el mar del Leviatán,/
si aún gesta alguna crisálida la sepultura
de Adán,/ Amor, es porque existes…
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De Alejandro Molinari admiro su pulcritud
y elegancia en la escritura, pero sobre todo,
su buen humor. Si tuviera que buscar un pa-
recido, diría que me divierte tanto como su
tocayo Baricco.
Acabo de leer Yo también me llamo Vin-
cent y, pese a que cuenta una historia triste,
disfruté aquí una anécdota, allá una buena
frase, que dan, en conjunto, un libro ligerito,
sabroso, para disfrutarlo entre cervezas y
botanas comitecas.
Es difícil, enormemente difícil, saber
manejar el humor. Molinari lo hace con ele-
gancia y destreza. La única arenilla que
pondría sería ese constante recordatorio de
Comitán: de los apodos, que ya sabemos que
son variados e ingeniosos pero reiterativos,
de la gente moldeada con plastilina y que a
fuerza de repetirlo se ha hecho eterna y pro-
totípica.
Aunque a partir de lo local se expande el universo, preferiría
que no hubiese tanta referencia a Balún-Canán. Se cae, a veces, en el
lugar de siempre, solo con algunas anécdotas nuevas, propios de una
Rial Academia de los Cuchumatanes. Ese sería el único asuntillo que
objetaría y sólo por objetar, pero yo sé que una de las muchas cosas
que a Alejandro le da aliento, ánimos y gozo de escribir, es precisa-
mente la referencia a esa tierra inasible, amada y cósmica.
Yo también me llamo Vicent me llegó por la generosidad de Ale-
jandro. Sin conocerme me envió su novela –o no sé si la remitió tras-
papelada entre el montón de correos de sus amigos–. Como sea. Eso
habla de su corazón ancho y abierto, para la botana, para el traguito
y comentarios como el mío.
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Y ese teclazo generoso ha marcado, sin duda, una nueva tendencia
de la literatura chiapaneca: tirar palabras por la red a mansalva,
para regar con frases alegres, renovadas o marchitas a los escasos
lectores.
Los quejitas, que se dicen víctimas de las políticas culturales
y de la red asfixiante de amigos escritores –con sus clubes exquisi-
tos– ya no tienen más pretextos: que den un teclazo a su obra, que
no la guarden para el próximo siglo, que reciban nuestros amar-
gosos comentarios ya, ahora, en esta tierra y no en la venidera.
¿Por qué a fuerzas se debe ver impresa una obra, muchas ve-
ces soporífera, pestilente y mala? ¿Cuántos árboles, esfuerzos y
dinero se necesita para ver concretadas sus cien, doscientas pági-
nas? Basta, digo, darle el teclazo final para sacar al autor de su
oscuro anonimato al más reluciente parnaso literario.
Stephen King puso en marcha el experimento de distribuir
sus libros en internet con The Plant. Sus lectores debían pagar
un dólar y baste decir que fue un éxito. Incluso muchos lo acusa-
ron de querer hacerse rico (¿más?) a través de este nuevo meca-
nismo.
Pero en Chiapas, en donde nadie vive de vender palabras,
mucho menos las literarias, lo que podemos ver en la distribu-
ción de obras en internet no es sino mero altruismo y el afán
verdadero y desinteresado del autor por entablar una comunica-
ción rápida, eficaz y económica con la esmirriada clase lectora
En realidad me estoy metiendo en un tema que no deja más
que sinsabores y que ya se gastarán hartos caracteres cuando se
haga práctica común y el estado decida, entonces, entregar be-
cas en función del número de descargas de libros que presente
un autor. Pero esos serán otros tiempos.
Volvamos a Yo también me llamo Vincent. Y volvamos al
humor, porque en ese contar la historia con candidez, casi con
inocencia, se dispara la ironía.
Es imposible no encontrar en Molinari la presencia de un maes-
tro del buen ánimo, como lo es Óscar Bonifaz, un personaje que ha
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escondido su obra para exaltar la de su amiga eterna, Rosario Castellanos.
La diferencia más notable que percibo entre Molinari y Bonifaz, sin em-
bargo, es que el primero pone la anécdota al servicio de la obra. Bonifaz es di-
ferente: busca la anécdota, la persigue, la atosiga, y una vez decapitada
persigue otra, otra y otra hasta enlazar una obra anecdótica de,
por supuesto, Comitán.
Aparte de ese regusto, de esa alegría que me dejó Yo
también me llamo Vincent, me atrapó el ritmo agradable,
con sorpresas por aquí y fauleos por allá; con el alter ego de
Molinari, ansioso por regresar al ombligo del mundo, por-
que en otro lugar se siente atrapado, lleno de nostalgia y
deseos de retornar mas que por la casa, por la gente a
quien extraña, y por ese clima que debe ser el más
agradable del planeta moribundo.
¿Qué hacer en una tierra así? ¿Convertirse en
cantinero, fabricador de aguardiente, finquero,
transportista, tratador de blancas? Su alter ego no
tiene dudas: no importa a qué pero desea es-
tar de vuelta con su gente. Y el oficio viene
añadido: ser actor en el lugar más insólito
de la tierra.
El lector asume que el alter ego se
enfundó en la piel de un actor disloca-
do, pero creíble. El cuento, como
decía el título de algún libro, está
precisamente en creérselo, y a Ale-
jandro Molinari no le cuesta nada
mentirnos tan descarada ni tan
alegremente.
*Dr. Sarelly Martínez: Doctor en Ciencias de la Información, por la Universidad
Complutense de Madrid y Profesor de Tiempo Completo de la UNACH.
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Baldemar Velasco García, mejor conocido como “El chino”, debido a sus rasgos orienta-
les, es un hombre emprendedor. Actualmente, dueño del restaurante Otro Rollo, ubicado
en su tierra de origen, la Independencia, Chiapas. Baldemar inició con la idea de crear un
negocio para sostener a su familia, pero pronto se convirtió en todo un éxito y una fuente
de empleo para más de catorce personas. Con la misma simpatía y sencillez que lo distin-
guen contestó las siguientes preguntas:
¿Cómo empezó “El Chino” en el arte culinario?
Debido a la falta de oportunidades de trabajo aquí en mi pueblo, tuve que emigrar
a los catorce años a la Ciudad de México. Empecé con el trabajo de mozo; lavando
platos, trapeando pisos y después como mesero. En México estuve dieciocho años,
trabajando en varias cocinas españolas, italianas, mexicanas y francesas. En
Cancún, en un restaurante que se llama Carlos’n Charlie’s. Todo esto fue una gran
escuela para mí, fue donde aprendí todo lo que sé.
¿Por qué un restaurante en La Independencia?
Bueno, surge de la necesidad, porque no tenía los recursos para instalarlo en Co-
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mitán. Puse un negocio de jugos y licuados. Aquí no pagaba renta y podía atender a
mi familia y el negocio al mismo tiempo. En el 2006 puse una fonda que tenía cuatro
mesas, a mi esposa se le ocurrió vender costillitas, tacos con nopales y papas a la
francesa, y después decidimos incluir todo lo que habíamos aprendido de comida in-
ternacional. A través del tiempo la gente me ha pedido que no me cambie a Comitán,
venir a Otro Rollo lo toman como un paseo y una distracción, regresan relajaditos y
bien comidos.
¿Por qué Otro Rollo?
Primero por la foto que tengo con Adal Ramones; trabajé en el restaurante La Va-
lentina; cerca del Auditorio Nacional, ahí llegaban ellos. Tuve trato con él mucho
tiempo, le encantaba que yo lo atendiera porque le gustaba que no le preguntaran lo
que quería; el que lo iba atender ya debía saber lo que le gustaba y no interrumpir-
lo. En segundo por el tipo de comida que preparamos aquí, el menú es ―otro rollo‖,
no es lo típico de los restaurantes de la región.
¿Cuál es el principal secreto del éxito del Otro Rollo?
La cocina, que es arte. El cliente, desde la presentación de un platillo se olvida de to-
do lo demás; nos esmeramos en que lleve un sazón elegante, cocinamos con higiene y
lo más saludable posible, lo menos grasoso, lo más nutritivo y yo no me despego de
la cocina. Además, el servicio que damos es un nuevo rollo, los meseros están capaci-
tados y con todos los sentidos despiertos, ¡son nuestra presentación e imagen!
¿De dónde surge la idea de tapizar las paredes con fotos de los clientes?
Tengo más de 60 fotos con artistas, consideré que sería una buena forma de decorar.
Pero un día me dijo un cliente: ―oye, puro artista tienes aquí ¿y nosotros que no va-
lemos?‖. Fue entonces que surgió la idea de las fotos. Sin mis clientes no sería nada,
y ésta es una manera de agradecer la visita de la gente. Claro, la condición para que
una foto esté ahí estampada, es que tiene que ser cliente frecuente.
¿Cuál es la especialidad de la casa?
Yo creo que nuestra especialidad es apapachar y hacer sentir importantes a los clien-
tes. En platillos, pues, todo está buenísimo. Inventé un platillo para representar a la
región y me dio muy buen resultado: filete de robalo en salsa de tzitzim, es un plati-
llo afrodisiaco y exótico. La clientela misma es quien recomienda ese platillo. Yo al-
maceno el tzitzim.
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Baldemar, agradece mucho a Dios por concederle
la oportunidad de trabajar en su pueblo, por prepa-
rar a su familia y enseñar a sus hijos el amor al tra-
bajo; y a sus clientes por su preferencia y por ser el
corazón de su negocio.
Nota: Nuestro entrevistado escribe su nombre con
B. Así lo respetamos.
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―El Amuleto‖
Actores: Elvira Hernández, Ángel Medina,
Neri Cancino y Ángel Gómez.
Dirección: Neri Salvador Cancino.
Monólogo original de:
Nadia Carolina Cortés Vázquez.
(basado en un cuento de H. P. Lovecraft.
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Estamos llenos de cultura.
¿Cuándo venís a
Comitán a
llenarte de luz?
Consejo Ciudadano de Cultura Municipal
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Honorable Ayuntamiento
de Comitán
y
Universidad
Mariano N. Ruiz
¿Te gusta escribir? El Centro Comiteco de Creación Literaria es
¡para vos! Ser parte del Centro no tiene algún costo económico. Lo
auspicia el Honorable Ayuntamiento de Comitán 2011-2012.
Sesionamos los miércoles en la sede del Centro, frente al Santuario del
Niñito Fundador.
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Hace algunos años tuve la fortuna de co-
nocer Copenhague (KOBE) y, después de
un par de días, advertí lo que de entrada
se aprecia al llegar a ese país: seguridad,
mucha gente, alegría, luz y color, excelen-
te nivel de vida y una anfitrionía verda-
deramente inusitada. Mi destino fue un
pueblo parecido a un nacimiento, con ex-
tensos bosques, lagos y gastronomía, cos-
tumbres, tradiciones e idiosincrasia fuera
de lo común. Un pueblo llamado Haders-
lev, cuyo nombre y recuerdo llevo en el
corazón, porque fue la residencia, por un
largo año y medio, de mi hija María.
En el país de los vikingos y de las si-
renas se respira armonía, alegría por vi-
vir y trabajar, por aprender, por educar-
se, por sobresalir y triunfar en la vida. Es
casi obligatoria la bicicleta como medio
de transporte, lo que proporciona un to-
que especial al lugar, pero también es
obligatorio el carnet de salud que el pro-
pio gobierno proporciona gratuitamente
a sus habitantes, residentes o no, todos
tienen ese derecho a la seguridad social.
El nivel de vida de los daneses es de los
primeros del mundo, con un alto y distin-
guido ingreso per cápita, industrias, cen-
tros turísticos, gastronomía y todo lo que
un ser terrenal aspira para una vida dig-
na y decorosa.
Mi amigo Fin, hombre de entusias-
mo desbordado y de un extraño amor
por México, me llevó de paseo a los gran-
des y extensos bosques de coníferas en
donde habitan venados que son protegi-
dos por la autoridad y distinguen el pai-
saje. Ahí, en ese lugar, contuve, desde
luego, mis ansias de macho autocompla-
ciente.
Los thrillers y las novelas policiacas,
en opinión de una gran mayoría de lecto-
res y aficionados a este tipo de literatura,
son propias de los escritores americanos
o extranjeros avecindados en ese país,
con temas inspirados en sucesos, bien -
reales y auténticos o imaginados en la
mente de los escritores.
En estos tiempos, los policías nórdi-
cos han entrado en acción, no puedo ima-
ginar que en ese país haya un lugar sin
luz, un callejón oscuro o una taberna
donde se gestan maldades, una mente
perversa o mal agradecida con la vida,
producto de una familia disfuncional, de
un padre borracho o una madre prostitu-
ta. Esos escenarios suceden en otro lugar
del mundo, en otras latitudes, donde el
hambre, la falta de valores, la falta de
cultura, la corrupción y la mentira, son
pan de todos los días.
Sin embargo, los novelistas policia-
cos nórdicos han hecho su aparición.
Últimamente, Escandinavia se ha conver-
tido en la nueva meca de los thrillers y
las novelas policiacas. El sueco Stieg
Larsson, con su trilogía ―Millennium‖,
accedió al éxito total, poniendo de moda
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en los países nórdicos novedosas historias
de detectives y asesinos en serie. En con-
secuencia, los también suecos Henning
Mankell, Asa Larson y Lisa Marklund y
los noruegos Jo Nesbo y Karin Fossum,
son ahora populares escritores en estos
temas.
Los hermanos Lotte y Soren Ham-
mer, daneses evidentemente, se agregan a
esta lista y nos regalan el best seller ―El
lado oscuro‖, de Roca Editorial. En la
novela todo comienza cuando unos niños
descubren cinco cadáveres mutilados en
el gimnasio de su colegio. El país entero
queda consternado y la gente espera que
el investigador Konrad Simonsen, en su
calidad de Inspector Jefe de la Policía de
Copenhague y su equipo de colaborado-
res aclare el enigma. La cosa se pone
buena porque los detectives no sólo tie-
nen que lidiar con un asesino, sino con la
prensa sensacionalista que sabotea su la-
bor de investigación. De ninguna mane-
ra, los famosos daneses que ahora refiero
¡han vivido en México!
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CRÓNICAS DE ADOBE
Francisco Nucamendi Pulido eligió el programa radiofónico
―Crónicas de Adobe‖ para presentar la primicia mundial del proyecto
―Las campanas de Comitán, tan, tan…‖.
Francisco obtuvo la beca de PECDA 2011 para la realización de dicho proyecto.
En la fotografía: Paty, Francisco, Alejandra, Genaro, Itzel
y Emiliano.
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Presentación Mákina de Turing—Danza y música contemporánea.
Teatro de la Ciudad.
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Ópera Bufa ―Marimba, la gran arrecha‖
Música de Federico Álvarez del Toro
Guión literario de: Dolores Montoya.
Teatro de la Ciudad.
Con teatro casi lleno, la obra se presentó con gran éxito.
Obra didáctica, juguetona y mágica que reflexiona acerca de la importancia de la
marimba en la identidad de los chiapanecos.
Los espectadores la disfrutaron y rieron con los diálogos picantes e ingeniosos,
producto de la mente fecunda de la Lola Montoya.
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Las condiciones serán ¡excelentes!, pero la redacción es pésima.
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Trilogía
Preludio y flama para un amanecer
Rebeca junto al pozo
Compás
La obra de Marirrós Bonifaz
en línea ¡para todo el mundo!
http://marirros-trilogia.blogspot.com/
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El Consejo de Redacción de DIEZ envía una
felicitación a Jorge Antonio Pérez Velasco, quien, en
días pasados, celebró su cumpleaños.
En la fotografía: Enrique Robles, Alejandro
Molinari, Jorge Pérez, Javier Aguilar y Guillermo
Del Castillo.
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