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LAS MANIFESTACIONES RUPESTRES CANARIAS: CLAVES
PARA UNA COMPRENSIÓN DE SU PROCEDENCIA
Renata Ana Springer Bunk
E-mail: renataspringer@yahoo.es
Introducción
Al iniciarse el poblamiento de las Islas Canarias, se instalan en estas tierras
grupos humanos obligados a adaptarse a las condiciones naturales de su nuevo
territorio, valiéndose para ello de los conocimientos adquiridos en sus lugares de origen.
En este contexto, el bagaje cultural, como se define el complejo mundo de acciones
sociales construidas conforme a diversas experiencias y capacidades, tendrá
consecuencias directas en múltiples facetas. Para nosotros, a unos veinte siglos de
distancia, estos elementos se han convertido en una valiosa parcela que nos permite
descubrir algunos hechos de cómo fue la vida en el archipiélago en épocas anteriores a
la conquista, pero también para identificar la procedencia de los antiguos habitantes.
Un interés destacado tienen la lengua y la escritura, así como las convenciones
iconográficas empleadas. Vinculadas estrechamente entre sí, han encontrado en las
manifestaciones rupestres un canal de transmisión prácticamente inalterado hasta
nuestros días. Por añadidura, resulta sorprendente constatar que entre los bereberes,
pueblos que se identifican con los aborígenes de las islas, estas convenciones resultaron
ser relativamente estables, pudiendo encontrarse imágenes de gran parecido en zonas
muy distantes de su hábitat. A través de ellas es posible leer múltiples aspectos de
tiempos pasados, no obstante, debemos entender dicho término en un sentido diferente
y, desde luego, mucho más amplio de lo que supone el desciframiento de los mensajes
escritos, puesto que se impone comprender la naturaleza de los diferentes códigos que
subyacen a su comunicación y percibir las situaciones en las cuales fueron empleados.
Hallándose los orígenes de nuestros grabados en determinados lugares del norte
África y Sahara, solemos dirigir la mirada a estos lugares, a fin de contrastar las
representaciones pictográficas que comparten rasgos similares. En consecuencia, y para
situar las manifestaciones rupestres isleñas en un marco espacial y cronológico, resulta
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necesario abarcar un amplio radio: ubicar la presencia de expresiones morfológicamente
parecidas y, al mismo tiempo, analizar cómo y cuándo éstas se generaron y cuál ha sido
la distribución en aquellas regiones tan extensas del continente africano. No se trata de
una simple comparación de los motivos entre sí y de forma aislada, sino de estudiar las
convenciones existentes en el seno de estas sociedades. En este sentido abogamos por
una investigación de la comunicación y producción simbólica en la que las
composiciones sobre las rocas se corresponden con una realización concreta, en la que
fueron seleccionados determinados elementos entre múltiples posibilidades del
potencial iconográfico, como cuando nosotros, al hablar, elegimos ciertas palabras de
un amplísimo léxico de nuestro propio lenguaje.
La investigación del arte rupestre del norte de África y Sahara cuenta ya con un
largo camino recorrido y, en relación a la secuenciación de determinados conjuntos
iconográficos en el tiempo –visibles gracias al estilo y elementos taxonómicos
predominantes en cada momento-, ha sido capaz de separar diversos grupos o periodos,
lo que nos va a servir para situar nuestras manifestaciones en un punto cronológico
determinado, como primer paso para su investigación. No sería descabellado mantener
que las imágenes del Tassili y del vecino Acacus son el exponente del primer libro de
la historia, seguido en todo caso por las de los altiplanos argelinos. Gran parte de las
pinturas y de los grabados, de tendencia figurativa y de un marcado naturalismo con
gran abundancia de detalles, ofrecen efectivamente un seguimiento de la evolución
humana, desvelando diferentes estructuras sociales y económicas desde el momento en
que los grupos humanos sobrevivían como cazadores-recolectores, mostrando cómo se
convertían después en pastores y agricultores, reflejando la incorporación de útiles e
instrumentos diversos, sus creencias, retratos de la fauna existente en unas tierras
marcadas por su transformación en un desierto. Comparativamente con estos grandes
conjuntos del arte africano, decir que las manifestaciones rupestres canarias se
corresponden con el desarrollo de uno de los capítulos de este libro, sería la síntesis más
acertada que de ellas podríamos aportar. La iconografía del ámbito bereber, a la que se
adscribe mayoritariamente la isleña, no es otra cosa que una parte de la que se ha
producido a lo largo del tiempo, de hecho, está incluida fundamentalmente en los
periodos del caballo y del camello, que constituyen las últimas etapas de un largo
recorrido en el que el hombre ha plasmado sobre la roca diversas imágenes de su vida
cotidiana y de su creación simbólica.
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El Archipiélago Canario es una región conocida fundamentalmente en razón a
los motivos geométrics, acompañados por numerosos textos alfabéticos, así como por
algunas representaciones figurativas y simbólicas, exhibiendo gran riqueza en la
variedad de estas formas. No obstante, dichas figuraciones vienen al mismo tiempo
lastradas por una escasa o nula capacidad informativa, circunstancia que exige
referentes en el espacio y el tiempo para que nosotros podamos intuir su significado. Es
por ello que se impone la necesidad de estudiar cuáles son los prototipos, al mismo
tiempo que analizar los hechos sincrónicos y diacrónicos que se presentan en los
grabados y pinturas de un ámbito cultural y, en concreto, en el bereber.
Si nos posicionamos en la escritura líbico-bereber como principal elemento
pancanario, disponemos de un referente inequívoco para su ámbito cultural y las
representaciones tan variadas del archipiélago son susceptibles de un enfoque que nos
lleva a comprobar la adscripción de los grabados a las inscripciones alfabéticas. Se sabe
que en El Hierro la escritura tiene por compañeras prácticamente inseparables a las
formas geométricas, generalmente de pequeñas dimensiones y de tendencia curvilínea,
lo mismo que en Gran Canaria, donde habría que sumar numerosos antropomorfos
esquemáticos, aunque también han sido documentados motivos incisos rectilíneos. No
obstante, las principales islas en las que se registra una asociación entre los textos y
figuraciones incisas de tendencia rectilíneas son Tenerife, La Gomera, Fuerteventura y
Lanzarote, además de las huellas de pies y sandalias, así como otra escritura
denominada “de tipo latino”, hasta el momento sólo hallada en las dos últimas. Algo
más difícil resulta pronunciarse en el caso de la Gomera, que fue la última isla en la que
se han incorporado inscripciones alfabéticas líbico-bereberes y, si bien contamos en
estas fechas con un mínimo de tres hallazgos (comunicación verbal de Juan Carlos
Hernández Marrero), siempre se trata de un tema único o absolutamente mayoritario
sobre el panel, no obstante, los grabados allí existentes comparten muchos de los rasgos
con Tenerife. En La Palma, las líneas escriturarias de la hasta ahora única estación
encontrada vienen acompañadas de nuevo por formas geométricas curvilíneas de
dimensiones reducidas: óvalo segmentado, espiral, círculos concéntricos, etc.,
tratándose de representaciones que son similares a las de Gran Canaria y El Hierro, pero
morfológicamente muy distintas a las más llamativas de la propia isla: formas
geométricas complejas de grandes dimensiones, realizadas con profundos surcos,
apreciándose en muchos de ellos un picado con posterior pulido o abrasión.
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Como podrá comprobarse, la estrecha relación entre la escritura y los demás
grabados isleños es la que convierte dicha grafía en un componente estructural
destacado que, como ya mencionamos, hay que ver como indicador cronológico y
cultural, además de cómo elemento unificador para la mayor parte de las
manifestaciones isleñas entre sí. Teniendo en cuenta además que no ha podido
demostrarse la introducción de testimonios que podrían tener su origen en otros pueblos,
es por lo que disponemos de una base sólida para hablar de una asociación entre los
componentes mencionados, vinculados con toda probabilidad a una relativa estabilidad
poblacional en la época anterior a la conquista.
La investigación del arte rupestre del Sahara y del Norte de África; un repaso
obligatorio
Como en toda investigación, la del arte rupestre se nutre forzosamente de los
trabajos que han sido realizados con anterioridad y de los resultados obtenidos en ellos.
Para las Islas Canarias, ello significa que, aunque las aportaciones habidas en el tema de
las pinturas y grabados del Sahara y Norte de África pueden sonar a lejanos, no es
menos cierto, que necesitamos acudir a ellas, ya que inciden directamente sobre
nuestras manifestaciones rupestres. En relación a un marco cronológico, no podemos
pasar por alto los indicadores existentes para los primeros momentos de las
inscripciones rupestres y de los grabados asociados a ellos.
Hemos considerado conveniente extendernos a lugares distantes de nuestras islas
y comenzar con las pinturas del Sahara Central, en concreto, las del Tassili, Acacus, y
los grabados de los altiplanos argelinos, lo que se justifica no solamente por los
numerosos estudios que existen sobre ellos, sino además, porque es de interés examinar
los elementos que han intervenido en su análisis y que condujeron a las clasificaciones.
Obvia decir que, para separar diferentes grupos de imágenes en razón al momento
cronológico o para determinar los autores responsables de su realización, se necesita
más información que el simple conocimiento de los motivos que han predominado en
cada época y sociedad; una importancia similar aportan la técnica, coloración de los
surcos, tamaño, frecuencia de los temas, la distribución espacial, así como, hecho que
ha sido olvidado en muchas ocasiones, las combinaciones que se han establecido entre
los diferentes temas o el rechazo que algunos de ellos muestran tener entre sí. Un
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ejemplo de ello lo podemos ver en el carro esquemático que, aunque adscrito en
ocasiones a la escritura líbico-bereber, se presenta solo en contadísimos casos junto al
guerrero libio a camello o caballo y armado de escudo y lanza, un tema igualmente muy
frecuente al lado de los textos escriturarios. Al mismo tiempo, en el periodo del caballo,
si bien éste se convierte en rey de las representaciones, no es menos cierto, que dicho
cuadrúpedo sigue ocupando su lugar entre las imágenes del siguiente periodo, el del
camello; lo mismo ocurre con el buey, que lo veremos mucho tiempo después de haber
concluido el periodo de los bóvidos. Tampoco resulta nada excepcional encontrarse en
un yacimiento o, incluso sobre un panel, manifestaciones de diferentes momentos o
pertenecientes a distintos ámbitos culturales.
Las imágenes del Sahara han transmitido valiosas informaciones, ayudado en
buena medida por un naturalismo y unos motivos reconocibles con todo lujo de detalles,
además de por el hecho de que ejemplifican de forma excepcional la evolución humana
y la del medio ambiente. De hecho, los grupos sociales se han retratado desde la
prehistoria hasta prácticamente la actualidad, junto al entorno que les rodeaba, como fiel
reflejo de cada instante. Así es como fue posible distinguir la fauna salvaje de la sabana,
cuya vegetación y recursos hídricos desaparecían en el proceso de desertización casi al
mismo ritmo que las especies faunísticas más dependientes de ellos. El hombre, debido
a su gran capacidad para inventar y armarse de objetos adecuados para hacer frente a las
adversidades, ha sido el más preparado a la hora de adaptarse a los cambios climáticos,
plasmando al mismo tiempo las instantáneas que eligiera como más significativas. No
es de extrañar por tanto que las clasificaciones realizadas del arte rupestre fueron
bautizadas con una síntesis muy ilustrativa de estas transformaciones en tierras
africanas, con un acertado “seguir las huellas de los animales”. Dichas clasificaciones
han logrado diferenciar los periodos del búbalo, bóvido, caballo y camello, en este
orden, siendo en el periodo del caballo y, según parecen estar de acuerdo la mayor parte
de los investigadores, hacia finales de éste, cuando se insertan las inscripciones líbico-
bereberes entre las manifestaciones rupestres. Con especial abundancia las veremos
después en el siguiente periodo, en el del camello, cuando esta escritura ha terminado
por propagarse a prácticamente todos los rincones de estos enormes territorios.
Sabiendo aproximadamente las fechas de su inicio y de su expansión geográfica, dicha
grafía se ha convertido de este modo en un indicador cronológico, sobre todo, para
señalarnos las fechas más antiguas de su empleo.
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Aportaciones locales: el caso de Marruecos
Mientras que las clasificaciones del arte rupestre del Sahara han resuelto, de
forma bastante satisfactoria, la preocupación por una cronología relativa, no sería lícito
pensar que la sucesión y contenido de los diferentes grupos de representaciones es
homogénea en todo el territorio africano. La policromía que ostentan las pinturas del
Tassili y las del vecino Acacus en Libia en la época de los bóvidos, así como la
“descripción” minuciosa que han realizado los autores de sí mismo y de los elementos
que les rodean, se proclama en exclusiva para este enclave geográfico y se buscará en
vano, al menos de esta forma, en cuanto nos alejamos de estos lugares. Tampoco parece
confirmarse que las diferentes etapas cuenten con fechas exactas, además de idénticas
composiciones, en todos los rincones de la geografía africana, por lo que debemos
recordar las variaciones que se han producido en los distintos puntos de estos territorios.
Entre los grabados situados en territorios al norte y oeste de este continente se detectan
probablemente mayores similitudes con los de las Islas Canarias, como lo puede ser
Marruecos, país que hemos elegido para un análisis más pormenorizado en el presente
trabajo. De hecho, rastrear las manifestaciones ligadas a zonas geográficas específicas,
de entre las múltiples variaciones o aportaciones locales que se presentan en
determinadas regiones, permite ahondar en la contextualización de nuestros grabados, lo
que nos facilitará analizar en qué conjuntos iconográficos debemos apoyarnos de un
modo más general o estructural, y no por coincidencias aisladas.
Por lo general, las manifestaciones de nuestro vecino país han sido estudiadas
agrupándolos en varios bloques, atendiendo no solamente a los momentos de su
producción, sino también a la distribución geográfica. Es conocido el hecho de que
ciertos grabados marroquíes traspasan largamente sus límites y los testimonios pueden
encontrarse en enclaves lejanos; otros, sin embargo, están estrechamente ligados a una
zona en concreto.
Hemos dejado de lado las manifestaciones que pertenecen a las etapas iniciales
del arte rupestre, las del búbalo y bóvido, al carecer obviamente de toda relevancia para
una relación con los grabados de las Islas Canarias. El siguiente grupo de
manifestaciones rupestres, entre los que con toda probabilidad existan motivos muy
antiguos, incluyendo el propio búbalo, se halla en Marruecos entre los grabados
pertenecientes al “estilo de Tazina”, y que han sido encontrados en numerosos
yacimientos ubicados en el sur de aquel país, con gran abundancia en las orillas del
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Draa, además de otros lugares en África. El Alto Atlas, por otra parte, ha llamado la
atención por la presencia de algunas figuraciones “peculiares” y exclusivos de este
lugar, por lo que los estudios generalmente los han tratado buscando asociaciones al
margen de los periodos establecidos en las clasificaciones del Sahara. Finalmente, los
grabados asociados a las inscripciones líbico-bereberes, básicamente los guerreros a
caballo y camello, armados con lanzas y escudos redondos, han sido hallados en
yacimientos que acusan igualmente una enorme dispersión geográfica, tanto dentro
como fuera de los límites de aquel país. También han sido documentados, en este
contexto, motivos geométricos rectilíneos y curvilíneos, con grandes similitudes a los de
las Islas Canarias. Estos grabados nos interesan de forma especial, ya que entre ellos se
encuentran las mayores analogías con los nuestros.
El estilo de Tazina, entre las representaciones de mayor antigüedad en Marruecos
Las imponentes imágenes de la gran fauna salvaje, pertenecientes al periodo del
búbalo –también época de los cazadores-, el más antiguo de entre los que han sido
establecidos en las clasificaciones del Tassili y Acacus, así como del Atlas sahariano,
escasean, incluso desaparecen en ciertos territorios distantes de aquellas regiones. No
obstante, hay testimonios de un búbalo con características netamente distintas al que
acabamos de referir, el búbalo naturalista de grandes dimensiones, que a diferencia de
éstos tiene un tamaño considerablemente menor, y que ha sido trazado con una
morfología peculiar. Este pequeño búbalo comparte por lo demás afinidades técnicas
con otras especies de la fauna salvaje, entre las que figuran rinocerontes, elefantes,
gacelas, antílopes, avestruces, jirafas, caballos, etc., conformando así un grupo que ha
sido denominado “estilo de Tazina”, y del que se encuentran numerosísimas testimonios
en el sur de Marruecos. Los rasgos específicos de este estilo (se trata de un estilo, no de
un periodo del arte rupestre) radican en el modesto tamaño de los motivos (siempre en
comparación con el búbalo naturalista), realizados mediante profundas incisiones con
posterior pulido en la mayoría de los casos y que describen el contorno de los cuerpos,
en perfil, con miembros algo desproporcionados, teniendo en cuenta el largo exagerado
de sus cornamentas y patas, frecuentemente acabadas en puntas, a veces sin concluir
siquiera. Los humanos aparecen raras veces entre estas imágenes, aunque sí ciertos
objeto de su uso, determinadas armas, posibles trampas y hay que sumar algunos
motivos que se resisten a ser identificados, además de la presencia de múltiples
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figuraciones geométricas. En cuanto a la distribución geográfica de estas
manifestaciones se sabe que son especialmente abundantes en un vasto territorio que
podría describirse como un enorme triángulo, del que dos puntas se ubicarían cerca al
Océano Atlántico (sur de Marruecos y las proximidades de Rió de Oro
aproximadamente), mientras que la más oriental se aproximaría al macizo del Tassili; en
el interior de estas regiones se encuentra el Atlas sahariano, zona con abundantes
representaciones, donde además se comenzó a describir las características de este estilo
(Tazina, en el suroranesado). A. Muzzolini (1995:104) apunta igualmente pequeños
islotes en el centro del Sahara: en el Wadi Mathendous en Libia, pero también el Djado
y los bordes del Tibesti, con lo cual estamos frente una convención artística expandida
en múltiples zonas geográficas, y en cuya consecuencia resulta difícil excluir la
posibilidad que los autores de estos retratos pertenezcan a diferentes sociedades. En
cuanto a la estimación de su cronología –siempre relativa-, y en razón a la presencia de
los animales salvajes, así como la técnica empleada, los investigadores sitúan las
imágenes más antiguas de este estilo entre la época de los cazadores y la de los pastores
de los bóvidos, mientras que las más recientes podrían ser coetáneas del periodo del
caballo (Muzzolini, 1995:161) . No obstante, aunque probablemente procedan de épocas
próximas, los testimonios del periodo del caballo y los mismos cuadrúpedos del estilo
de Tazina no comparten por lo general yacimientos rupestres o, cuando en alguno
existen grabados realizados por “diferentes manos”, éstas aparentemente rehúsan
compartir vecindad sobre el mismo panel.
En gran parte de los yacimientos conocidos por el estilo de Tazina existen
figuraciones geométricas que no permiten ser asociadas a dicho estilo, ya que fueron
realizados por otra técnica y también acusan aspectos morfológicos distintos. Son por
tanto diferentes a aquéllos y, si buscáramos analogías con los grabados canarios,
debemos reconocer que poseen grandes similitudes con los más emblemáticos de La
Palma, lo que puede ser indicativo de convenciones iconográficas compartidas. Hasta la
fecha en ningún caso ha podido demostrarse, en esta isla, una relación evidente entre los
motivos geométricos de grandes dimensiones y las inscripciones líbico-bereberes, y el
texto de la única inscripción alfabética, ubicado en Tajodeque, aparece en un panel
junto a motivos geométricos de menores dimensiones, que se relacionarían en todo caso
con los que forman el contexto de la grafía en El Hierro o en Gran Canaria. Esta
circunstancia parece reproducirse igualmente en el vecino continente, pues a nuestro
conocimiento, y siempre en base a los escasos estudios existentes en este tema, una
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supuesta adscripción entre los grandes motivos geométricos de esta tipología (La
Palma) y las inscripciones líbico-bereberes, presentaría serios problemas.
Sí es verdad que se encuentran con cierta frecuencia inscripciones líbico-
bereberes en yacimientos del estilo de Tazina, pero éstas se corresponden generalmente
con una técnica y contexto iconográfico distinto a las restantes representaciones. Valga
recordar como ejemplo las tres inscripciones halladas en Tarna, Aït Ouazik, cuyos
textos alfabéticos vienen acompañados por pequeñas formas geométricas, o la de
Tiganne, que fue realizada en base a una incisión muy fina y forma un conjunto con una
palmera y algún animal indeterminado. En estos casos, que podrían ampliarse con otros
ejemplos, las pocas figuraciones al lado de estas inscripciones permitirían por el
contrario ser contextualizadas en los ámbitos líbico-bereberes conocidos, pero desde
luego no con los de Tazina, ni con los motivos geométricos complejos.
El Alto Atlas
El Alto Atlas exhibe ciertos grabados peculiares que introducen temas nuevos,
algunos de ellos con carácter prácticamente exclusivo para dicha cadena montañosa. Tal
vez sea por esta razón que sus manifestaciones hayan tenido un tratamiento particular en
la literatura especializada, donde se constata que los autores han evitado encasillarlas en
los diferentes periodos establecidos para el arte rupestre del Sahara. Por el contrario,
abundan las descripciones de los motivos allí presentes, las técnicas empleadas en su
realización y se observa una preocupación articulada en torno al intento de su
interpretación, así como de su datación.
Entre los motivos singulares hay que mencionar de este modo ciertos
antropomorfos de formas originales, algunos de ellos denominados en la literatura
francesa como “idoles de violon”; también con el mismo carácter excepcional (siempre
en relación a los restantes grabados del norte de África y Sahara) hay que destacar la
presencia de numerosas armas, como cuchillos, hachas, alabardas, escudos, algunas
puntas (sin poderse precisar para la mayoría de ellas si se trata de puntas de lanza o de
flecha), etc. En reiteradas ocasiones se presenta una vinculación entre estos dos temas,
estando los cuerpos rodeados por algunas de dichas armas, lo que ha hecho pensar en
escenas de sacrificio, como ha sido declarado frecuentemente. En el Yagour ha llamado
la atención un enorme disco con ornamentación interior, barajándose la significación de
un disco solar. Diversas especies faunísticas son igualmente relevantes, entre ellas, los
felinos, elefantes, bueyes, équidos, lagartos, alguna hiena y posiblemente también el
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perro, mientras que ciertas huellas de sus patas indican su paso por la zona. La
abundancia de motivos geométricos es igualmente de gran interés y, finalmente,
conviene contemplar algunas, aunque escasas, inscripciones líbico-bereberes, siendo los
textos más conocidos los de Oukaïmeden y Azib n´Ikkis,Yagour.
Para una cronología relativa de los grabados se ha destacado a las armas, puesto
que muestran similitudes formales con las que fueron empleadas en la cultura de El
Argar, España. Ello ha inducido a ciertos autores hacer extensiva la misma datación de
aquéllas (Edad de Bronce) a las de Marruecos (J. Malhomme, 1959-1961:13, G. Camps,
1995:202), que acusarían por tanto una gran antigüedad. No obstante, y en contra de
esta suposición, otros investigadores han proclamado que los yacimientos del Alto Atlas
se corresponden con una fase reciente de las manifestaciones rupestres saharianas, como
lo ha argumentado A. Muzzolini:
« Les stations rupestres du Haut Atlas ne correspondent d´ailleurs, chronologiquement, qu´à une
phase récente des manifestations rupestres sahariennes. Les poignards, les « hallebardes », les
boucliers, les peltes, les pointes de lance foliacées, les chars schématiques du Yagour et du Rat,
et surtout la fameuse inscription en caractères libyques d´Azib-n-Ikkis, parlent tous en ce sens » .
(Muzzolini, 1995:379)
Al margen de determinadas imágenes peculiares y reiterativas, existen otras que
no están en absoluto restringidas a esta zona, pues a pesar de que aparecen
entremezcladas con aquéllas, se localizan en diferentes regiones, y muchas acusan una
distribución geográfica amplia. Para comenzar, incluso algunos temas considerados
propios, como lo son las armas, se encuentran ocasionalmente a cierta distancia de allí;
nombremos a tales efectos un hacha hallado en Aït Ouazik (Tazarine, Marruecos), pero
también algunas puntas de lanza o de flecha fueron localizadas en diversos yacimientos
del estilo de Tazina. Otros motivos han sido documentados en zonas más lejanas
todavía, lo que es el caso de grabados zoomorfos o el carro esquemático, que ha sido
descrito en las zonas más occidentales, desde el sur de Marruecos hasta Mauritania,
siendo igualmente posible verlo en el Atlas sahariano en Argelia, e incluso en el Sahara
central (A. Muzzolini, 1995:143). Esta representación constituye al mismo tiempo un
indicador cronológico, incluido en el periodo del caballo, cuyas primeras imágenes lo
retratan enganchados a un carro, pero que se transforma posteriormente en una
figuración esquemática, consistente exclusivamente en dos ruedas más el eje, sobre el
que descansa un semicírculo o rectángulo a modo de plataforma, así como el yugo y la
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barra donde se enganchaban los animales, siendo solo con este aspecto, con el que
adquiere la difusión tan amplia como la que acabamos de reseñar. Al insertarse las
inscripciones líbico-bereberes en el periodo del caballo, se le supone el ámbito cultural
bereber, lo que viene confirmado por la presencia conjunta de carros e inscripciones
líbico-bereberes en algunos yacimientos, entre ellos, también en Marruecos
(Ouaremdaz, Igherm). A ellos habrá que añadir igualmente otras figuraciones, como lo
son con toda probabilidad los motivos geométricos, generalmente de formas curvas y de
pequeñas o medianas dimensiones. Algunos paneles con cuadrúpedos montados por
jinetes armados con las típicas lanzas y escudos circulares (la gran batalla, Tizi
n´Tighiyst), nos sitúan ya definitivamente en la iconografía más conocida de estas
sociedades, testimoniando las representaciones del guerrero libio montado a caballo,
como las que conocemos en los yacimientos ubicados no demasiado lejos de allí y
abundantes –en Marruecos- sobre todo en el Antiatlas y el sur. No obstante, conviene
matizar que este yacimiento en concreto (Tizi n´Tighiyst), ostenta rasgos que no se
corresponden con el conjunto de los de esta cadena montañosa, por lo que desde luego
no es el más representativo de los que allí se encuentran.
Las escasas inscripciones líbico-bereberes descubiertas allí –no sobrepasan la
media docena de textos- presentan ciertas dificultadas para determinar su asociación a
otros motivos. En al menos dos casos, los signos alfabéticos se superponen a las
representaciones iconográficas del mismo panel, como ocurre en Azib n´Ikkis y
Oukaïmeden; incluso los dos tipos de representaciones obedecen a distintas técnicas de
ejecución. Reconocer en ellas el origen de la escritura líbico-bereber sería más
problemático todavía, y mucho más aún afirmar que allí se encuentra el origen de esta
grafia en las Islas Canarias, como han pretendido los autores de diversos artículos sobre
este tema (J. Farrujia, W.Pichler, A. Rodrigue, 2009:83-100; R. Springer, 2010:141-
163).
El Alto Atlas constituye de este modo un importante centro del arte rupestre, en
el que se registra una variedad de aportaciones, entre ellos varias con cierto sello propio,
junto a otras, que han tenido una difusión geográfica mucho mayor. A efectos de una
búsqueda de su ámbito cultural tenemos que insistir lógicamente en aquellas
representaciones que son emblemáticas y conocidas en otras regiones, destacando entre
ellas las bereberes que, como se comprueba, han tenido cierta importancia en este lugar,
aunque desde luego no todos los grabados pertenezcan a este grupo. Si deseamos hallar
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una relación con el Archipiélago Canario, nos interesan fundamentalmente las
inscripciones de esta grafía, pero también ciertas figuraciones geométricas, muchas de
ellas tipológicamente similares a las nuestras.
Las manifestaciones rupestres del periodo del caballo y del camello, grabados y
pinturas líbico-bereberes
Estos dos periodos, el del caballo y del camello, denominados así por el “fósil-
director” de las especies faunísticas referidas, son los que ocupan cronológicamente, en
razón a la tardía llegada de dichos cuadrúpedos al Sahara (1.500 a.C. y los años
próximos al cambio de la Era respectivamente), el eslabón más reciente en el arte
rupestre del norte de África y Sahara. Para ver su presencia en tierras más occidentales,
habrá que esperar obviamente a fechas algo posteriores de su introducción en el Sahara
central, pero cuando ya se han difundido por el norte de África y alcanzaron finalmente
la zona atlántica, sus imágenes ocupan prácticamente todas las regiones donde alguna
de las modalidades de la lengua y escritura líbico-bereber han estado vigentes.
Hay que tener en cuenta que dicha época viene acuñada igualmente por el
término “líbico-bereber”, en clara referencia al ámbito cultural, y que fue empleado en
la investigación en fechas muy remotas como por H. Obermaier (1931) o de T. Monod
(1932:100), pero que también sigue empleándose aún hoy día, cuando ciertas
características de los grabados así lo requieren (A. Salih y R. Heckendorf, 2002; A.
Bravin, 2009). No obstante, hay que matizar que, aunque ambas denominaciones se
refieren a las manifestaciones rupestres más recientes, los términos empleados no
resultan tener alcances idénticos.
Si quisiéramos buscar en Marruecos un yacimiento que ejemplifique de forma
extraordinaria los grabados del guerrero libio, o de los grabados pertenecientes a estos
periodos mencionados, tendríamos que pensar forzosamente en el de Foum Chenna,
Tinezouline, donde se encuentra la mayor parte de los motivos conocidos para dichas
épocas, además de un número extraordinario de inscripciones líbico-bereberes;
probablemente se trata de la mayor concentración de textos de esta grafía en aquel país.
Además del caballo y del camello también reconocemos las características
composiciones en las que éstos se exhiben montados por jinetes, frecuentemente
armados con lanza y escudo redondo (ambas armas son definitorias para estos
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momentos y han suplantado al arco y flecha de periodos anteriores). El camello, aunque
poco a poco ha ido sustituyendo al équido en el desierto, puede ir, no obstante, junto a
aquél, como sucede en muchos lugares, ya que cada uno tiene ventajas e inconvenientes
para las diferentes exigencias de sus dueños. Es por ello que el caballo, al seguir
presente en tiempos posteriores al periodo que lleva su nombre, solo puede ser valorado
como indicador cronológico de los momentos de su mayor antigüedad, pero constituye
un elemento de poco valor para determinar una fecha entre las representaciones más
recientes de este cuadrúpedo. Otros animales no son siempre fáciles de reconocer en
razón a su pronunciado esquematismo, en todo caso se trata de especies que han
subsistido hasta casi nuestros días, entre ellos, muflones, leones (el último debió de
morir hacia mediados del s. XX en el Alto Atlas), avestruces, gacelas y, naturalmente,
los rebaños de cabras y ovejas, sustento principal de las sociedades que se reconocen
como autoras de estas imágenes y que han retratado a muchos de los elementos que les
rodeaban. En ciertos casos se identifica un ambiente pastoral sobre la roca, cuando un
personaje con un bastón se halla rodeado de su rebaño, al que aparenta estar vigilando.
Se ha descrito a las batallas como uno de los temas más relevantes para esta
época de manifestaciones rupestres, síntesis de una sociedad en época de frecuentes
enfrentamientos, considerada por muchos como sociedad guerrera, y de las que tampoco
faltan buenos ejemplos en Tinezouline. De hecho, los grabados muestran múltiples
jinetes armados y enfrentados unos a otros, dirigiendo la lanza a sus opositores; además,
la elección del lugar para concentrar estas imágenes insinúan por si solo el tema del
combate, ya que están ubicadas en un oued (barranco) que se estrecha en un lugar, un
sitio idóneo si nos pusiéramos a pensar dónde preparar una emboscada. No sorprende
por tanto que es justo en este punto donde se multiplica el número de guerreros
armados; incluso aparece un motivo con forma de escorpión, animal que ha sido
identificado como símbolo de venganza y que han sido hallados también en otro
yacimiento de similar tipología, por lo que no sería el primer caso de su empleo en
dicho contexto (R. Springer, 1998:85-101, R. Heckendorf, 2002:75). Algunas, aunque
muy escasas figuraciones geométricas completan el cómputo de grabados de Foum
Chenna, además de los numerosos textos líbico-bereberes, que ya habíamos
mencionado. La gran dimensión de este yacimiento –los paneles se suceden en los
bordes del barranco durante un trayecto de aproximadamente un kilómetro- permite que
sea posible admirar allí la mayor parte de los elementos taxonómicos conocidos del
periodo del caballo y del camello que comparten un porcentaje muy elevado de temas.
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Completando la lista con las escenas más relevantes de dichos periodos,
debemos de reseñar igualmente las instantáneas de caza que se siguen representando
todavía, algunos reflejos de la vida en sociedad, y también la aparición de la palmera,
emblema de la introducción de una economía nueva, la de los cultivos de los oasis. Al
margen de estas imágenes no podemos dejar sin mencionar otros importantes grupos,
algunos cargados de un arraigado valor simbólico –cuando sabemos que pertenecen a
este grupo, porque disponemos de interpretaciones obtenidas en algún momento- ; entre
ellos hay que destacar en primer lugar a los podomorfos (es posible que unas formas
casi rectangulares en Foum Chenna también sean huellas de pies). La lista de formas
empleadas debe incluir asimismo a los motivos geométricos de pequeñas y medianas
dimensiones, ya sea de tendencia curvilínea o rectilínea, y entre los que no puede
descartarse que hayan tenido un significado concreto para los grupos en cuya sociedad
forma parte de la convención iconográfica vigente, pero que en Foum Chenna están
escasamente presentados, en todo caso en un porcentaje inferior a un 1% del total de los
grabados.
El estilo característico de estos dos periodos radica en la esquematización de los
objetos retratados, una tendencia que acabará por representar muchas de las formas, los
animales o antropomorfos, p.ej., con simples líneas y algunos círculos o semicírculos,
como resultado de haber eliminado todos aquellos elementos que no son absolutamente
necesarios para el reconocimiento del tema y que deben de ser identificados
principalmente por la situación del contexto. Ya habíamos visto el caso de los carros
esquemáticos, cuando las imágenes más “naturalistas” quedaron en el Sahara, mientras
que su variante esquemática se difundió en vastos territorios ocupando enclaves mucho
más extensos. Pero no se trata del único ejemplo de este mecanismo; ya habíamos
llamado la atención acerca de la tipología de los personajes humanos, y del
convencionalismo existente para su representación, que podemos encontrar en forma
bitriangular, sobre todo en zonas saharianas, pero también reseñados como una simple
cruz sobre un caballo o con morfología similar a la “z” tifinagh. En algunas formas
geométricas se conoce su origen en retratos más figurativos, lo que puede ser indicativo
de que ciertas manifestaciones geométricas sean en realidad resultado del proceso de
esquematización que experimentaron las imágenes más recientes.
15
Los motivos geométricos en el contexto de las inscripciones líbico-bereberes
Los motivos geométricos han tenido, por lo general, un trato muy marginal en la
literatura especializada del arte rupestre del norte de África y Sahara lo que, hasta cierto
punto, puede resultar bastante comprensible. Por una parte, resulta que los más simples
entre ellos, como lo son los círculos, semicírculos, círculos encajados etc., son limitados
en relación a su variedad, además de que resulta posible hallarlos en casi todos los
lugares del mundo, al constituir formas universales en la creación humana, que cumplen
además con un espectro cronológico muy largo. Ello implica que, como elementos
aislados, difícilmente permiten ser relacionados con un ámbito en concreto a no ser que
contemos, como en nuestro caso, con composiciones y contextos determinados en los
que se reconoce una adscripción debido a que forman conjuntos recurrentes y
conocidos. Aunque en ciertas regiones, como en el Sahara central –en el Tassili, por
mencionar un ejemplo- resultan ser poco usuales, constituyen no obstante un elemento
iconográfico presente con desigual intensidad en diferentes puntos de los territorios de
las manifestaciones rupestres bereberes. Teniendo en cuenta estas razones, se intuye el
porqué han sido tan frecuentemente omitidos a la hora de incluirlos en un estudio
taxonómico de los temas presentes en los grabados y pinturas de este ámbito cultural.
También conviene recordar, en relación a las manifestaciones geométricas, que
éstas han sido utilizados con gran asiduidad en ambientes muy distintos a los bereberes,
y que se les conoce desde épocas anteriores a éstos, especialmente junto a
representaciones de bóvidos, también en yacimientos del estilo de Tazina, aunque con
una tipología diferente a los de nuestro estudio. Nosotros hemos optado por dejar de
lado a estas figuraciones más antiguas, para centrarnos exclusivamente en los motivos
geométricos en los que se les reconoce una adscripción a los textos líbico-bereberes o a
su ámbito cultural.
Estos motivos geométricos permiten una primera separación en dos tipos
morfológicamente distintos, lo que en gran medida se relaciona con la técnica realizada:
el picado y la incisión (los motivos realizados mediante pinturas como en la Cabilia o
algunos en el sur de Marruecos suelen ser más parecidos a los hechos mediante el
picado). Los primeros muestran una tendencia por formas más curvas, prevaleciendo
círculos, círculos con división interior, semicírculos, dobles círculos, círculos encajados,
óvalos, espirales, composiciones en base a ellos y, aunque con menor número de
ejemplos, barras paralelas o composiciones en base a líneas rectas, algunos cuadrados o
16
rectángulos y composiciones de estas formas. Los geométricos incisos acusan, por el
contrario, un predominio absoluto por figuras mucho más lineales, predominando líneas
paralelas y entrecruzadas; suelen ser muy frecuentes los paneles con líneas de diversas
longitudes y aparentando un caos sin orden aparente, pero entre las que se identifican
diversas figuraciones, algunas en “V”, cuadrados, formas ajedrezadas, etc. Entre los
geométricos curvilíneos, así como los rectilíneos, no es raro que aparezcan igualmente
formas complejas, motivos con múltiples divisiones en su interior o como resultado de
composiciones de varias formas entre sí, que son númericamente inferior a los motivos
más simples, por lo que a primera vista se corresponden a inventarios más limitados que
los anteriores, por tanto, son también menos repetitivos. En más de una ocasión se han
visto geométricos complejos realizados mediante las dos técnicas de ejecución, teniendo
uno formas más curvas, y la otra, más rectas pero, sin embargo, asombrosamente
similares. Cuando se trata de signos alfabéticos, se reproduce un efecto análogo, ya que,
muchas veces, las formas curvas como el círculo o semicírculo han sido reemplazadas
por cuadrados o medio cuadrado, en los caracteres realizados mediante la incisión.
Además de las inscripciones líbico-bereberes, se ha mostrado la presencia recurrente de
ciertos motivos figurativos conocidos en esta iconografía, como lo son el podomorfo,
los antropomorfos, etc., que se hallan muchas veces entre estos conjuntos de formas
geométricas, incluso puede encontrarse algún jinete montando a caballo o camello. No
obstante, lo más común es que en los yacimientos se observa una desproporción
acusada en cuanto al número de cada uno de estas figuraciones, siendo lo normal que
una de ellas tenga predominio absoluto sobre el otro tipo (geométricos o figurativos del
tipo de jinetes y animales), mientras que muy raras veces se observa un equilibrio en los
yacimientos.
Finalmente, otro dato de gran interés es que entre los motivos geométricos
simples, ya sean incisos o picados, se repiten formas idénticas a los signos alfabéticos
líbico-bereberes, formando híbridos, para los que resulta difícil precisar el significado
que hay que atribuirles, siendo el del ideograma una de las hipótesis posibles.
En cuanto a la distribución geográfica (en el estado de investigación actual pocas
veces han sido reseñadas) los motivos geométricos se presentan en muchos de los
lugares donde existen grabados e inscripciones líbico-bereberes; no obstante se registran
al mismo tiempo intervalos y espacios en los que su presencia no ha sido documentada
todavía; aparentemente son poco frecuentes en la zona del Tassili y Acacus,
17
convirtiéndose en mucho más abundantes (en el contexto de las inscripciones líbico-
bereberes) en las zonas occidentales o del norte de África.
En relación a las incisiones geométricas como contexto de las inscripciones
líbico-bereberes, y siempre a título de casos comprobados durante visitas realizadas “in
situ”, éstas han sido documentadas en el Sahara central, en Libia, en el Djebel Zinchecra
(en las inmediaciones de la que fuera la capital de los garamantes) junto a inscripciones,
podomorfos, figuras incisas, una inscripción griega, etc., así mismo existen varios
ejemplos más en el Acacus, entre los que de nuevo las siluetas de pies acaban por
imponerse como compañeros, y también están presentes en el propio Tassili. En el Atlas
sahariano, encontramos un excelente exponente en Rocher des Pigeons (Argelia), donde
coexisten igualmente estos conjuntos descritos, consistentes en inscripciones,
podomorfos, incisiones geométricas, así como algunos jinetes y otros antropomorfos
esquemáticos.
Siguiendo la línea hacia el oeste y entrando ya en Marruecos, comprobamos que
el número de inscripciones líbico-bereberes incisas ocupan un puesto muy importante,
teniendo por contexto incisiones lineales, pero también otras figuraciones como los ya
vistos anteriormente. Un exponente de gran importancia es el yacimiento de Taouz,
donde algunas de estas manifestaciones y textos alfabéticos se superponen a
representaciones del carro esquemático. También hallamos la conjunción de motivos
geométricos incisos e inscripciones en algunos yacimientos conocidos por los grabados
del estilo de Tazina, entre ellos los de Tarna, donde han sido encontrados, hasta ahora,
unos tres paneles con textos alfabéticos, pero que están lejos de ser excepcionales, como
lo demuestran los que se encuentran en algunos yacimientos en los que dominan los
grabados del estilo de Tazina (Aït Ouazik, Meskaou, etc.). El tema podría ampliarse
aún más, creemos no obstante, que con estos ejemplos queda más que evidente que se
trata de un conjunto de grabados absolutamente recurrentes, con especial incidencia
entre los conocidos en el norte y oeste del continente africano, como en Marruecos, pero
no exclusivamente allí, como se ha visto.
Por otra parte, los motivos geométricos picados y curvilíneos también han sido
hallados en múltiples zonas. Sin salirnos de los límites de nuestro país vecino,
Marruecos, encontramos en Ouaremdaz (Ighrem), el yacimiento quizás más
representativo y, al mismo tiempo, con mayores similitudes con los canarios, para ser
relacionado, fundamentalmente, con los grabados de El Hierro o Gran Canaria. Entre
los componentes de estos yacimientos figuran, en un lugar destacado, los círculos y
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motivos compuestos por círculos, círculos concéntricos, espirales, conjuntos de círculos
y motivos geométricos complejos. En Ighrem existen igualmente –debemos matizar que
no todos los motivos fueron realizados al mismo tiempo- algunos jinetes a caballo, así
como numerosos podomorfos y carros, todos ellos realizados con la misma técnica. Al
tratarse de un yacimiento de tamaño considerable, entre las formas que se detectan en
él, muchas son idénticas a las existentes en las Islas Canarias, y acusan la misma
tipología.
No hemos querido finalizar este capítulo sin mencionar otras representaciones
geométricas que han sido realizadas en pintura, en este caso habrá que mencionar un
lugar bastante lejano como lo es la Cabilia (Argelia), una zona de la que provienen
inscripciones líbicas rupestres (al margen de otras sobre estelas), y entre cuyas
manifestaciones no escriturarias se cuentan numerosos motivos geométricos, algunos
antropomorfos esquemáticos, además de cuadrúpedos. En Marruecos también se han
encontrado inscripciones líbico-bereberes pintadas, como en Wadi Rehris donde de
nuevo han aparecido algunos antropomorfos junto a varias inscripciones líbico-
bereberes, no obstante, las pinturas rupestres constituyen en este país una franca minoría
comparativamente con los grabados. Como se verá, esta escritura aparece de forma
recurrente en relación a su contexto iconográfico, repitiendo formas características yque
se pueden contrastar en un gran ámbito geográfico del norte de África y Sahara.
Las manifestaciones rupestres canarias en el contexto de las existentes en el norte de
África y Sahara
Si se admite que el lenguaje hablado en el Archipiélago Canario se relaciona con
una de las antiguas modalidades del bereber y que los numerosos textos alfabéticos
encontrados se corresponden igualmente con dicha escritura, poseemos dos elementos
claves para determinar el ámbito cultural de las poblaciones que vivieron en estas islas
en fechas anteriores a la conquista. Si, por añadidura, podemos demostrar además que
las imágenes existentes en los yacimientos rupestres se hallan asociadas a esta grafía,
disponemos de una sólida base para comprobar que los grabados isleños reproducen
convenciones iconográficas y testimonios de producción simbólica comprobadas en las
zonas en las que dichas sociedades han tenido o aún tienen establecido su hábitat.
Queda entonces por analizar cómo y de que modo estos conjuntos de manifestaciones
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rupestres se han producido en el norte de África y Sahara, qué dispersión geográfica han
mostrado tener, y de qué forma se combinan entre sí los distintos temas. Para
determinar estos hechos debemos tener en cuenta los siguientes datos:
1) En la actualidad ya ha podido ser demostrada la presencia de inscripciones
líbico-bereberes en todas las islas que, de forma mayoritaria, se encuentran
junto a otro tipo de manifestaciones rupestres con los que forman conjuntos que
fueron diseñados en el marco del mismo ámbito cultural. Entre ellos destacan los
motivos geométricos de tendencia curvilínea o rectilínea, algunos grabados
figurativos, como los antropomorfos, o con contenido simbólico, como las
huellas de pie. Podemos asignarles por tanto a los textos alfabéticos el
significado de un elemento pancanario que vincula además los restantes
elementos iconográficos entre sí.
2) Las islas han aportado diferentes tipos de grabados, que están geográficamente
ligados a determinados enclaves. No obstante, aunque en estos lugares
constituyen una manifestación predominante, muchas de ellas también vuelven a
aparecer de forma excepcional en otras zonas. Un hecho que hay que tener en
cuenta en relación a esta irregular distribución de temas y rasgos morfológicos,
es que ésta radica fundamentalmente en el aspecto numérico, al presentarse con
distinta incidencia en cada isla. En un trabajo anterior (R. Springer, 2010) se ha
tratado de explicar que los grabados del archipiélago presentan rasgos mucho
más homogéneos de lo que se ha pretendido en múltiples ocasiones, y que la
mayor parte de los motivos están representados en todo el archipiélago.
3) En relación con los grabados asociados a las inscripciones líbico-bereberes en el
norte de África y Sáhara, se describen en primer lugar las escenas de guerreros,
caballos y camellos, no obstante, los motivos geométricos no están ausentes y se
encuentran en múltiples yacimientos, algunos a gran distancia entre sí. En el
continente africano, la distribución geográfica de los motivos geométricos
adscritos a inscripciones es irregular, existiendo en múltiples yacimientos en este
vasto territorio, aunque también hay amplias zonas, donde la presencia de estos
motivos no ha podido ser demostrada.
4) Por lo general, los yacimiento se definen por la presencia de uno u otro de estos
tipos de manifestaciones: los grabados geométricos o los caballos y camellos
montados por jinetes armados con escudo redondo y lanza. En cuanto a lo que se
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conoce hoy día, no es raro que ambos temas se documenten conjuntamente en
un yacimiento, no obstante, suele haber un gran predominio de uno sobre otro,
como los guerreros libios en Foum Chenna, o los motivos geométricos en
Igherm, por nombrar solo algunos de ellos.
5) Mientras que en el Sahara central los grabados geométricos junto a inscripciones
tienen un carácter más bien excepcional, en el norte y zonas más occidentales
del continente se convierten en más abundantes, encontrándose ampliamente
representado en Marruecos, como hemos podido comprobar con el ejemplo de
ciertos yacimientos.
6) En este país se ha visto que las inscripciones y los motivos geométricos pueden
hallarse en yacimientos del ámbito líbico-bereber, pero también pueden
encontrarse en yacimientos mezclados con manifestaciones de otra tipología,
con grabados mucho más antiguos, en estaciones, en los la mayor parte de los
grabados pertenecen al “estilo de Tazina”. Por otra parte, los grabados del Alto
Atlas, han revelado problemas a la hora de establecer una adscripción para
determinar cuáles son los temas que están vinculados a las inscripciones.
Algunas de estas escasas inscripciones líbico-bereberes presentan
superposiciones sobre otros en el mismo panel, mientras que determinados
motivos geométricos similares a los conocidos para este ámbito, no están
necesariamente junto a textos líbico-bereberes que, como ya habíamos
mencionado, son poco frecuentes en esta cadena montañosa.
7) En este sentido, las clasificaciones del arte rupestre realizadas para el Sahara
central y Atlas sahariano no siempre ha sido de gran utilidad a la hora de separar
las manifestaciones rupestres que pertenecen al ámbito cultural bereber. En los
yacimientos en los que la práctica mayoría de los grabados son geométricos, se
hace difícil determinar si dichos grabados pertenecen al periodo del caballo o al
periodo del camello.
Después de constatar estos hechos, la afirmación de que los grabados canarios
constituyen el desarrollo de uno de los capítulos de esta inmensa obra pictográfica
que el hombre ha plasmado sobre las rocas del desierto y de las montañas africanas,
resulta ser efectivamente una síntesis que describe su principal esencia. Mientras
que en el norte de África y Sahara, las primeras y últimas épocas del arte rupestre
se distribuyen en un tiempo cronológicamente mucho más largo, en el Archipiélago
21
Canario, cuyo poblamiento es relativamente reciente, se ha producido en épocas
anteriores a la conquista un conjunto de manifestaciones rupestres bereberes
bastante homogéneo, siendo las aportaciones de sociedades ajenas a las de estos
pueblos –en caso de que su presencia pudiera demostrarse- absolutamente
irrelevantes. Resulta un dato de gran interés constatar que disponemos de unas
manifestaciones rupestres muy ricas en cuanto a la variedad inherente a ellas, que
están asociadas a las inscripciones líbico-bereberes, y que se corresponden con las
convenciones iconográficas que dichas sociedades han ido creando en algún
momento de su historia.
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