Date post: | 17-Mar-2016 |
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Universidad Nacional Autónoma
de México Colegio de Ciencias y Humanidades
La historia explica el presente, nunca
determina el futuro.
Introducción
Todas las personas se ven enfrentadas en algún momento
de su vida a situaciones críticas o dolorosas en aspectos
familiares, económicos, personales, de salud y otros. Los
jóvenes adolescentes, debido a las inquietudes naturales
de la edad, pueden con mayor facilidad verse involucrados
en situaciones de riesgo, más aún cuando su ambiente
familiar es inestable o problemático, y no cuentan con
otros vínculos significativos.
Sin embargo, hay personas, niños, jóvenes o adultos, que
logran superar las adversidades en mejor forma y con
menos daños que otros, y que incluso pueden resultar
fortalecidos al final. Los expertos hablan en esos casos de
personas resilientes.
¿Qué es la resiliencia?
El término resiliencia proviene del latín “resilio” que
significa saltar hacia atrás, rebotar, volver atrás, es un
término tomado de la ciencia física que lo describe como:
“la capacidad que tiene un material de regresar a su
estado original, después de haber estado sometido a altas
presiones”.
Las investigaciones sobre la resiliencia en el campo de la
psicología, suelen identificar como precursores los trabajos
realizados por la psicóloga Ema Werner (1989), quien
observó en Hawái durante 30 años, a personas que desde
los dos años de edad, mostraban indicadores de riesgos
elevados de desarrollar perturbaciones en el
comportamiento, de 201 niños observados, 72
evolucionaron favorablemente sin intervención terapéutica.
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Se citan también las descripciones del psiquiatra inglés
John Bowlby (1992), quien observó grupos de niños en
instituciones hospitalarias, y reconoció en ellos algo que él
denominó “resorte moral”, definiéndolo como la cualidad
de una persona que “no se descorazona, ni se deja abatir”
El concepto de resiliencia se ha ido modificando a través
del tiempo, en un primer momento se le consideró una
característica individual, de origen fundamentalmente
genético; años después, se le otorga un sentido más
dinámico, al relacionarla con aspectos personales influidos
por los vínculos familiares, sociales y comunitarios. En la
actualidad, ha desaparecido la idea de resiliencia como
algo absoluto y global, se ha relativizado al considerar que
depende del equilibrio dinámico de factores familiares,
sociales y personales, entre los que se encuentra la edad y
el área de vida afectada. Se considera además, que toda
persona cuenta con elementos resilientes que pueden ser
fortalecidos y multiplicados.
Así entonces, la resiliencia es un constructo
psicológico definido como la capacidad para:
Soportar las crisis y adversidades en forma positiva.
Afrontar de manera efectiva situaciones de estrés,
ansiedad y duelo.
Adaptarse de manera eficiente e inteligente a los
cambios.
Resistir y sobrellevar los obstáculos en situaciones
de incertidumbre.
Crear procesos individuales, grupales, familiares y
comunitarios en circunstancias críticas.
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¿Qué características tienen las personas resilientes?
Si bien no existe un acuerdo definitivo sobre las
características personales de los individuos resilientes,
gran parte de los autores coinciden en señalar
características como:
Visión positiva acerca de su proyecto de vida y sus
metas, mayor tolerancia a la frustración, menor
tendencia al fatalismo y a la desesperanza.
Menor tendencia a la evitación de problemas,
mayores habilidades para su resolución.
Capacidad de relacionarse, actitudes prosociales,
asertividad, empatía, sentido del humor, vínculos significativos y confiables (familiares, amigos,
maestros etc.)
Autoestima consistente, mayor autoconocimiento,
disposición para reconocer los propios límites y
valorar los logros, menor tendencia a compararse
con otros.
Manejo emocional, expresión de afectos, manejo de
sentimientos depresivos y estrategias para
enfrentar el estrés.
Creatividad, iniciativa y capacidad de pensamiento
crítico, disposición al cambio y a las nuevas
experiencias.
Idealmente las capacidades resilientes se van
desarrollando desde la infancia, sin embargo actualmente
se reconoce, que es posible que se genere en otras
etapas de la vida: La historia personal puede ser una
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fuente de explicación del presente, nunca una
condicionante absoluta para el desarrollo futuro.
¿Es posible promover la resiliencia?
Por muy grave que sea el sufrimiento que haya vivido una
persona, la psique se revela tan flexible, que con los
ingredientes del contacto humano, el entendimiento, la
palabra, es posible resignificar las experiencias dolorosas,
problemáticas y ubicarlas en un relato positivo de su vida.
Por ello hay quienes afirman que la resiliencia no es algo
que “exista en el interior de una persona ni en su entorno,
es más bien una trama que se teje: entre los dos, porque
anuda constantemente un proceso íntimo con el entorno
social.
La resiliencia constituye un proceso de entramado entre lo
que una persona es en un momento dado, con los
recursos afectivos presentes en el medio ecológico social,
la carencia de esos recursos puede dificultar mucho la
recuperación de una persona, pero si existe aunque sea
un punto de apoyo, la construcción del proceso resiliente
puede realizarse.
La adolescencia es un buen momento para afinar algunas
características personales, pues la mayor parte de los
jóvenes, a diferencia de los adultos, están más abiertos a
revisar sus creencias y ajustar sus formas de actuar.
Una clave importante para responder positivamente a
situaciones adversas y utilizar las propias experiencias
para potenciar las fortalezas, reside en los afectos, en la
solidaridad, y éstos a su vez en las redes sociales de
apoyo, en los vínculos significativos.
Por ello, las relaciones significativas que un chico logre
establecer durante la etapa del bachillerato, pueden
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convertirse en una red de apoyo importante para enfrentar
con éxito los retos y dificultades a que este expuesto.
¿Qué acciones pueden realizarse para promover la resiliencia en la escuela?
En la relación profesor- alumno; el profesor, como adulto y
líder del grupo es una guía, un facilitador de aprendizajes,
tanto académicos como de vida. En este sentido, la
relación puede ser de gran provecho cuando se logra
establecer un vínculo cercano de confianza y respeto.
Si bien son muchas las posibilidades que pueden
considerarse sobre las actividades para contribuir al
desarrollo de actitudes resilientes, en este trabajo se
presenta únicamente una propuesta acerca de la
participación del profesor en ese sentido, que toma como
eje el Proyecto de vida para incluirlo como un elemento
transversal a lo largo de un semestre, de forma que no
implique la suspensión de varias sesiones de clase para su
tratamiento particular.
Cuando se habla de proyecto de vida, para algunas
personas se implica la elaboración de un “documento” en
el que se incluyan los objetivos, metas y planes de una
persona sobre diferentes aspectos o rubros de su vida, con
diferentes grados de precisión.
En este trabajo no se pretende la elaboración puntual de
un documento con esas características, sino de retomar
elementos estratégicos que faciliten el desarrollo de
algunas habilidades importantes para la resiliencia.
Al revisar las características de las personas resilientes
mencionadas párrafos atrás, es observable que la
confianza es el elemento primordial, confianza entendida
como fe racional.
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De acuerdo con Erich Fromm, la fe racional puede
definirse como una convicción arraigada en la propia
experiencia mental o afectiva, no es primariamente una
creencia en algo, sino la cualidad de certeza y firmeza que
poseen nuestras convicciones. En contraparte, la fe
irracional es la aceptación de algo como verdadero sólo
porque así lo afirma una autoridad o la mayoría.
Tener fe en sí mismo, implica la visión de una finalidad
racionalmente válida que alcanzar, confianza en el propio
poder de pensamiento, observación y juicio. Esta fe, es
una condicionante de la capacidad de prometer, de
comprometerse consigo mismo, con los demás, es
necesario tener la convicción de que la esencia del ser
permanecerá pese a las vicisitudes.
En la esfera de las relaciones humanas, la fe es una
cualidad indispensable de cualquier amistad o amor
significativos, es confiar en que las actitudes básicas del
otro no cambiaran. Es observable cuando alguien afirma
sobre otra persona algo como: “sí, sé que está enojado,
pero de todas formas sé que me va a apoyar”.
La fe, se aprehende desde los primeros años en las
relaciones más cercanas, sin embargo, no se adopta de
una vez y para siempre, puede fortalecerse o debilitarse a
lo largo de la vida.
Elaborar metas hacia el futuro es sin duda un acto de fe, al
hacerlo una persona refleja su fe en la vida, en los demás
y por supuesto en sí misma, quienes sufren desesperanza,
difícilmente podrán elaborar metas significativas.
La desesperanza puede ser descrita como derrotismo,
abatimiento, tendencia a orientarse hacia las experiencias
dolorosas del pasado y suponer que se repetirán en el
futuro.
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Por el contrario, quienes logran identificar los elementos
positivos aún en acontecimientos difíciles, es más probable
que generen expectativas positivas, es decir sentimientos
de esperanza.
La influencia de personas significativas puede contribuir a
que un joven logre enriquecer la fe en sus potencialidades,
en la vida y en los demás.
Cuando un alumno, gracias a la guía de un profesor, logra
identificar sus logros pasados, (concluir la secundaria,
haber ingresado al Colegio), y reconocer que dichos logros
no son fortuitos, que son producto de su esfuerzo, de su
trabajo y de sus capacidades, ello contribuye a fortalecer
su autoestima, su confianza en sí mismo y a mirar
posibilidades hacia el futuro.
Aún en los casos de alumnos que van mal, si logran
identificar que las causas más importantes de su situación
académica están bajo su control, (faltar a clases, no
entregar trabajos, poco esfuerzo, etc.) y que pese a las
circunstancias negativas y fuera de su control (un mal
profesor, falta de un libro, poca comprensión de la
asignatura, etc.) pueden hacer algo para obtener mejores
resultados (comprometerse con la asignatura, solicitar
asesorías, ir a la biblioteca, etc.) será más probable que
puedan generarse expectativas positivas sobre su futuro.
La esperanza o desesperanza están vinculadas
comúnmente con las atribuciones causales, es decir a las
causas que una persona atribuye a un suceso. Como se
describe en el siguiente cuadro:
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Algo importante de tomar en cuenta es que si bien es muy
ventajoso que el alumno se identifique como responsable,
como participante activo de los resultados que obtiene en
la vida, es aún más importante que no lo viva como culpa.
La culpa suele poner los problemas en el presente y las
posibilidades de logro en el pasado:
“Soy muy torpe, si me hubiera fijado podría haber resuelto
el problema.”
Si la persona ES TORPE, implica que es una condición
intrínseca de la persona, además SI HUBIERA implica que
ya paso la oportunidad, ambos son indicadores de que no
hay nada que hacer.
La responsabilidad reconoce los desaciertos cometidos en
el pasado y propone posibles cambios para reparar el
daño y/o evitarlo en el futuro.
“Actué con torpeza, perdí esa oportunidad, de aquí en
adelante voy a cuidar esos detalles”.
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Puede haber tristeza y malestar al perder UNA oportunidad
por ACTUAR (no ser) con torpeza, aunque también se
vislumbra la posibilidad de CAMBIAR y SER mejor. A
continuación se describen algunos pasos para el trabajo
con metas:
Cada profesor al iniciar un curso puede solicitar a los
alumnos definir una o dos metas sobre su asignatura, para
el semestre y enmarcadas en la perspectiva de concluir el
bachillerato. (Se puede mencionar lo ventajoso de contar
también con metas para otras áreas de vida: la sexualidad,
la familia, la salud, la economía, etc., subrayando el hecho
de que en la práctica todo está conectado.)
Es importante que las metas sean elegidas por el alumno y
que vislumbre su importancia, es decir que las metas estén
conectadas con sus intereses, sus sueños y ambiciones,
por eso en ocasiones resulta útil identificar qué pasaría si
no terminan el bachillerato, si se tardan más de tres años,
si terminan con bajo promedio y al contrario si lo logran en
las mejores condiciones elaborar “fotografías” del
momento, la familia, lo que sienten, etc. Ayuda a
involucrarse emocionalmente con las propias metas.
Condiciones que deben cumplir las metas:
Estar redactadas en infinitivo, en un enunciado
afirmativo en sentido positivo (lo que SÍ se quiere,
en lugar de lo que hay que evitar)
Ser susceptibles de ser observables, cuantificables
o medibles. (qué, cuándo, cuánto, dónde, cómo,
etc.)
Su logro debe depender de las acciones del propio
alumno.
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Ejemplos de metas:
Confusas Precisas
En este semestre:
Echarle ganas Intentar hacer las tareas
Salir bien Portarme mejor
Hacer lo posible para no reprobar
Tratar de no faltar
Llegar a tiempo todos los días a clases.
Revisar los apuntes por lo menos una vez a la
semana. Entregar en tiempo y
forma todas las tareas del semestre.
1. Definir un Plan de Acción para alcanzar las metas.
Implica resolver algunas cuestiones como: ¿qué acciones
requiero realizar?, ¿qué debo dejar de hacer?, ¿cómo voy
a organizar el tiempo? y otras que ayuden a determinar
cómo alcanzar las metas propuestas, el equilibrio del plan
es básico, deben considerarse las necesidades,
descanso, alimentación, esparcimiento, costos y tiempos
de traslado; entre otras cosas.
2. Identificar los retos, debilidades y fortalezas. Es una
acción ventajosa, los retos y debilidades permiten
delimitar las “áreas de riesgo” mientras que las fortalezas
son herramientas de apoyo que pueden facilitar salir o
atravesar las zonas de riesgo.
3. Evaluación y ajustes. Muchas personas hacen
buenos propósitos al principio del año, al iniciar un ciclo o
en otros momentos clave, sin embargo en ocasiones, al
pasar el tiempo se va perdiendo la energía inicial y los
propósitos quedan en el olvido, las razones pueden ser
muy diversas, una muy importante es el desanimo que se
produce cuando las cosas no están saliendo como se
previeron.
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El monitorear periódicamente los avances, permite
reconocer obstáculos (personales o del contexto),
identificar la necesidad de ajustes, proponerse nuevas
alternativas.
Esta actividad es conveniente que se propicie en el salón
de clases, con la guía del profesor, puede discutirse por
equipos o realizarse una lluvia de ideas con los alumnos,
sobre lo que han hecho, qué cosas les están costando
trabajo, como lo han resuelto, de qué se dan cuenta, etc.
Es muy importante que se proponga también un momento
de reflexión personal, que permita a cada alumno hacer un
balance y decidir como continuar. En este punto, el apoyo
del profesor puede hacer la diferencia con los alumnos,
entre quien abandona la empresa y quien, pese a las
contrariedades, busca alternativas para continuar.
Las palabras y actitudes del profesor pueden tener un
impacto importante en los alumnos, por ello es
conveniente evitar las descalificaciones, aún cuando se
justifiquen como “necesarias” para corregir errores y
mostrar al alumno sus fallas o faltas de responsabilidad.
Al corregir, es conveniente poner el foco en las
potencialidades, favorecer la valoración de los aciertos
alcanzados, buscar que el alumno se reconozca con
posibilidades y por tanto se asuma en condición de poder
“hacer algo” para resolver o reducir los errores.
No se trata de regalar elogios, los reconocimientos tienen
que ser reales, basados en evidencias de forma que los
errores se reconozcan como útiles para aprender y
descartar un camino.
Al finalizar el semestre, es pertinente realizar una
evaluación de cierre, los alumnos pueden revisar en qué
grado alcanzaron sus metas, cuáles fueron los obstáculos
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que encontraron y que acciones realizaron para
enfrentarlos
Con esos elementos el alumno puede identificar nuevas
metas o formas de mantener las ya previstas, en ese
sentido, escuchar a los demás compañeros resulta útil
para darse cuenta que los problemas no son exclusivos y
que las alternativas de solución aplicadas por otros,
pueden ajustarse a la propia realidad y ayudar a resolver
los obstáculos y retos personales.
Elaboración: Lic. María Elena Varela Fregoso Marzo 2012
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Fuentes Bibliográficas: González Arratia López Fuentes, Norma Ivonne; Valdez Medina, José Luis; Oudhof Van Barneveld, Hans Y González Escobar, Sergio. Resiliencia y salud en niños y adolescentes.Ciencia Ergo Sum [en línea] 2009, vol. 16 [citado 2011-11-8]. Disponible en Internet: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=10412057004 ISSN 1405-0269. Obando, Olga Lucía; Villalobos, María Eugenia Y Lorena Arango, Sandra. Resiliencia en niños con experiencias de abandono.Acta Colombiana de Psicología [en línea] 2010, vol. 13 [citado 2012-02-28]. Disponible en Internet: http://www.redalyc.org/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=79819279013 ISSN 0123-9155. Valdebenito, Erika; Loizo, Juana Mercedes Y García, Olga. Resiliencia: una mirada cualitativa.Fundamentos en Humanidades [en línea] 2009, vol. 19 [citado 2011-11-8]. Disponible en Internet: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=18411965012 ISSN 1515-4467. Aldo Melillo. El pensamiento de Boris Cyrulnik. Perspectivas Sistémicas No. 85 marzo- abril [en línea] 2005 [citado 2011-11-8]. Disponible en Internet www.redsistemica.com.ar/sumarios17.htm FROMM, Erich, El arte de amar. Una investigación acerca de la naturaleza del amor, Paidós, México 1994, 128 p
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