Date post: | 25-Dec-2015 |
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UNIVERSIDAD ESTATAL DE MILAGRO
LA HIGIENE EN EL ADULTO MAYOR
LA HIGIENE en la persona anciana
constituye una norma de vida muy
importante, ya sea para la prevención
de enfermedades, ya sea para la
recuperación de un buen estado de
salud o como estímulo al mantenimiento
de los hábitos característicos de un
estilo de vida.
La posibilidad de mantener el interés por la higiene personal incluso en
condiciones físicas afectadas se halla vinculada a diversos factores y de forma
especial al estado de autosuficiencia y a la vivacidad psíquica. Se trata de
factores que, de existir, son el resorte para vivir con la voluntad de conservar
inalterado el ‘estilo” de vida, pero que si no existen o se dan de forma precaria
pueden dar lugar a un cambio de intereses y de estímulos.
La higiene personal de la persona condicionada por una minusvalía requiere un
ritual y un ambiente adecuados y servicios estructurados de forma apropiada y en
número suficiente. Desgraciadamente no es fácil encontrar dichos requisitos en
las viejas viviendas.
En el primer caso, teóricamente, no deberían existir dificultades, salvo las
ocasionadas por actitudes personales.
En los demás casos, en cambio, las operaciones de higiene personal requieren la
ayuda y la intervención de alguna persona (familiares o extraños).
El cuidado de la higiene personal ha de ser diario e incluso repetirse varias veces
al día, por la facilidad con la que algunos ancianos tienden a ensuciarse.
Estas labores de higiene han de ser escrupulosas, afectar a las partes
descubiertas (cara, manos, boca y cabellos) y de forma especial a las partes
cubiertas (región púbica, región genital, mamaria para las muje res, anal, etc.).
LIMPIEZA DE LA CARA
Si la persona es autosuficiente, las operaciones de higiene de la cara no plantean
dificultades, salvo el riesgo de vértigos al flexionarse hacia delante. En tal caso
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bastará con facilitar el equilibrio y proporcionar la máxima seguridad para evitar
caídas o traumatismos (apoyos laterales al lavabo o una butaca o una silla frente
al lavabo para que el paciente se siente en ella).
En caso de pacientes obligados a guardar cama, habrá que aplicar las técnicas
habituales en enfermería para evitar que se mojen o que mojen la cama. Se
coloca para ello a modo de gran babero una pieza de tela impermeable que cubra
el tórax del paciente y la cama y encima una toalla o un empapador.
La limpieza de la boca ha de realizarse
con suma atención, ya que, aparte de
favorecer el acercamiento de otras
personas al anciano, constituye una
medida de prevención de
manifestaciones inflamatorias y facilita la
actividad digestiva. Dado que la
presencia de caries, de enfermedades
paradentales o de focos sépticos puede alterar de forma a veces muy grave el
estado de la boca, dicha práctica ha de seguírse con especial atención y repetidas
veces a lo largo del día.
Es necesario lavarse los dientes con cepillo y dentífrico. Los aparatos de prótesis
han de ser retirados y lavados por lo menos una vez al día, y siempre después de
las comidas.
La higiene ha de ser especialmente cuidadosa en el curso de tratamientos
antibióticos o con inmunodepresores, porque dichos fármacos pueden inducir una
modificación de la flora saprófita o
facilitar la implantación de hongos
responsables del conocido muguet, de
las estomatitis aftosas, de alteraciones
cromáticas de los dientes y costrosas de
la cavidad oral y de la lengua.
Cuidado del cabello
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Es necesario mantener el cabello en orden, bien peinado,
limpio y con una longitud que no se convierta en motivo
de molestia para el paciente. Dichas medidas tienen,
sobre todo en la mujer, un importante efecto psicológico,
por lo que deben respetarse y sugerirse, recurriendo
periódicamente a la peluquería.
Hay que cepillar el pelo al menos dos veces al día y
siempre que surja la necesidad, y debería lavarse por lo
menos una vez cada quince días. En los ancianos
autosuficientes esta operación no requiere la aplicación de ningún método
especial. Los instrumentos son los de uso corriente. Hay que prestar atención a la
temperatura del agua; el secado debe realizarse primero con un toalla y luego
completarse con el secador de mano. A veces se observa reticencia por parte del
anciano a realizar estas operaciones, al temer que el lavado pueda reagudizar
ciertos dolores articulares (en las cervicales). En tal caso es necesario tranquilizar
al anciano y convencerle de la necesidad de esta medida de higiene personal.
No hay que excederse en el corte del cabello, sobre todo en las mujeres, para no
faltar a la vanidad personal. El “rapado” no es necesario, sino que suele resultar
psicológicamente perjudicial.
Los hombres con calvicies pronunciadas requieren también el cuidado del poco
pelo que tengan y del cuero cabelludo.
En la fase de peinado, es necesario proteger con una toalla la espalda del
anciano, así como la almohada si el paciente está en la cama. Hay que peinar al
anciano con mano ligera, con peines que no produzcan arañazos. Si padeciera
alguna parasitosis, será imprescindible recurrir a un champú medicamentoso.
Los hombres deben afeitarse todos los días o mantener bien limpios y cuidados la
barba y el bigote. Sin embargo, si éstos llegaran a representar una dificultad para
ingerir alimentos, será conveniente proceder a su afeitado, naturalmente con el
permiso del paciente. Si la barba es demasiado espesa, ha de ser lavada, secada,
peinada y cepillada, teniendo en cuenta que la ingestión de alimentos o bebidas
tiende a ensuciarla, haciendo que no resulte muy agradable a la vista.
LIMPIEZA DE LOS OJOS
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Debe realizarse con torundas de algodón
embebidas en ácido bórico o incluso solamente
en agua templada. A veces es necesario eliminar
secreciones o impurezas que se acumulan en las
comisuras de los ojos, en cuyo caso se procede
desde la comisura interna hacia la externa y
utilizando unas gotas de colirio. Después de dichas operaciones, se seca la zona
con una gasa.
LIMPIEZA DE OÍDOS
Debe ser cuidadosa, sobre todo por cuanto se refiere
a la parte posterior del pabellón, donde pueden
registrarse con facilidad alteraciones de la piel y donde
la caspa puede producir cierta irritación local.
La limpieza del conducto auditivo debe realizarse con
cuidado, evitando el uso de instrumentos u objetos
puntiagudos que puedan ocasionar lesiones y
eliminando eventuales residuos de jabón, que pueden llegar a formar tapones
compactos.
CUIDADO DE LAS UÑAS
Debe realizarse al menos una vez a la semana. Hay
que prestar especial atención a las uñas de los pies en
pacientes que presenten insuficiencia circulatoria o
ciertos síndromes patológicos, ya que incluso
pequeñas heridas ocasionadas durante la realización
del corte pueden infectarse y dar lugar a ulceraciones,
con gravísimas consecuencias. Las uñas de los pies deben cortarse en sentido
horizontal.
A veces es conveniente, antes del corte, suavizar las uñas con baños de agua
(inmersión en un barreñito).
HIGIENE DE LOS PEZONES
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La permanencia de residuos de suciedad o de
sudor en la areola o en la zona del pezón
mamario puede provocar grietas o incrustaciones
molestas y peligrosas. En tal caso hay que
proceder a un cuidadoso lavado de la parte
afectada con agua templada y a la eliminación de
las eventuales incrustaciones, previa aplicación de una sustancia emoliente. En
caso de existir grietas, es conveniente recurrir a pomadas medicamentosas.
HIGIENE DEL OMBLIGO
También aquí pueden producirse incrustaciones y
acumulación de suciedad, que puede eliminarse con
lavados de agua jabonosa templada tras la aplicación
de sustancias emolientes. La limpieza debe realizarse
de forma sistemática.
HIGIENE DE LOS PIES
El cuidado de los pies posee para el anciano
una importancia prioritaria, aunque no siempre
se respeta como debiera para no agravar
situaciones de sufrimiento ya instauradas y para
prevenir condiciones de invalidez. Precisamente
las alteraciones de los pies, a veces sin
importancia, pueden constituir el comienzo de
alteraciones que más tarde, tras un periodo de
inmovilidad, provocarán anquilosis de las extremidades y síndrome de
inmovilización completa (los callos no eliminados a tiempo o de modo correcto, al
inducir un sedentarismo habitual para evitar dolores en la deambulación, pueden
originar dicho inconveniente).
HIGIENE DE LOS GENITALES
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Los órganos genitales han de ser objeto de una escrupulosa y repetida higiene, ya
que, debido a su función, pueden con facilidad convertirse en puntos de
estancamiento de excrementos, causa de irritación, infecciones y desagradables
(característicos) olores y sensaciones tanto para el paciente como para el
ambiente.
Si la limpieza no puede llevarse a cabo en el
bidet, es necesario que se realice en la cama,
utilizando para ello palanganas, jarras o botellas.
En este caso el lavado debe realizarse con
abundante agua corriente, mediante enjabonado
incluso repetido y secando a continuación toda la
zona con una toalla, de forma lenta, suave, no
irritante, sin fricciones violentas.
Para la limpieza de los genitales femeninos hay que proceder de la zona vaginal
anterior hacia la zona posterior, evitando movimientos en dirección contraria, ya
que podrían transportarse gérmenes del ano a la vagina y a la uretra.
En el hombre hay que prestar especial atención a la limpieza del escroto, que a
veces puede ensuciarse mucho por el estancamiento de excrementos que deben
ser eliminados con abundantes abluciones de agua y jabón y, si se hubieran
consolidado, aplicando antes del lavado pomadas emolientes o bien un poco de
aceite.
El pene ha de lavarse varias veces al día y siempre después de cada micción,
descubriendo el prepucio para eliminar eventuales secreciones y lavando con
cuidado el surco balanoprepucial para evitar irritaciones.
HIGIENE DE LAS PARTES DEL CUERPO PREDISPUESTAS A LAS LLAGAS
En los pacientes obligados a guardar cama durante largo tiempo o a permanecer
sentados en una silla para siempre, la limpieza de las partes del cuerpo sometidas
a compresión debe realizarse con agua y jabón. El secado debe realizarse sin
frotar enérgicamente, sino tamponando por zonas y aplicando luego en caso
necesario polvos absorbentes o pomadas hidratantes. Dichas actuaciones
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mejoran la circulación, favorecen el trofismo cutáneo
y proporcionan una sensación de bienestar general.
Las zonas afectadas en mayor medida son los
glúteos, la zona sacra, la espalda, el tronco y
cualquier parte que sea objeto de sudoración
abundante.
Estas normas higiénicas deben ser observadas
especialmente en los pacientes obesos o en los que
estén predispuestos al riesgo de sufrir ulceraciones
por otras causas.
El baño puede realizarse, en función de las condiciones físicas en que se
encuentre el paciente, mediante inmersión total o parcial del cuerpo.
A la hora de bañar al paciente hay que tener en cuenta la eventual disminución de
eficiencia física y la necesidad de ofrecer a la persona en los distintos momentos
la máxima seguridad. Estos elementos requieren una adecuada organización del
cuarto de baño y la utilización de simples pero útiles aparatos higiénicos.
La temperatura del local (cuarto de baño o habitación del paciente) debe evitar
sensaciones de frío y tiriteras, mientras que la del agua, en el momento de la
inmersión, debe ser soportada agradablemente por el pie del paciente (que suele
ser una de las partes más frías del cuerpo humano).
El secado debe realizarse fuera de la bañera, porque el suelo ofrece mayores
posibilidades de equilibrio, porque el fondo de la bañera después del baño puede
estar resbaladizo y porque se puede impedir mejor una eventual caída de la toalla
al agua.
Las distintas zonas del cuerpo deben ser lavadas y secadas rápidamente,
empezando por la cara y avanzando luego hacia el cuello, las orejas, los brazos,
el tórax, el abdomen, las regiones púbicas y los pies.
Una vez seco el cuerpo, es conveniente aplicar polvos de talco o una crema, cuya
composición variará en función de las necesidades de la epidermis.