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LA PALMA ACEITERA Y SUS IMPLICACIONES EN …€¦ · consumo de energía, junto con políticas que...

Date post: 22-Sep-2018
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LA PALMA ACEITERA Y SUS IMPLICACIONES EN LOS PAÍSES DEL SUR Puerto Maldonado setiembre del 2009
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LA PALMA ACEITERA Y SUS IMPLICACIONES EN LOS PAÍSES

DEL SUR

Puerto Maldonado setiembre del 2009

LA PALMA ACEITERA Y SUS IMPLICACIONES

Introducción tomada de la Red de Alternativas a la impunidad y la Globalización

La industria de producción de aceites vegetales tiene importantes implicaciones ambientales (cambio climático, impactos locales, deforestación, pérdida de biodiversidad, etc.), sociales (presencia de grupos paramilitares, violaciones sistemáticas de los derechos humanos, trabajo esclavo, enfermedades, desplazamiento, militarización, pobreza, etc.) y económicos (destrucción de la agricultura de subsistencia y del tejido económico local, dependencia, concentración de tierras, latifundismo, etc.). Dado que los grandes consumidores del Norte no se plantean seriamente reducir su consumo desmedido de combustibles fósiles y de otros recursos naturales a costa de los demás países (generando así una enorme Deuda Ecológica no reconocida), y dado el creciente consumo de aceites vegetales en una población cada vez más urbana (por el modelo global de metropolitización y las grandes migraciones del campo a la ciudad), así como por la no disponibilidad en los países altamente industrializados, en la mayoría de los casos, de tierras agrícolas suficientes para autoabastecerse de materia prima para producir sus propios alimentos y –ahora- los mal llamados biocombustibles, sus gobiernos y empresas transnacionales planean promover cultivos energéticos para “biodiesel” y etanol fundamentalmente en los países del Sur. La palma aceitera, más del 52% de los aceites vegetales comercializados mundialmente, se presenta como uno de los insumos más “beneficiosos” para producir los agrocombustibles lo que incrementará considerablemente la demanda para este producto. Por ello se hace necesario plantear una campaña internacional contra los monocultivos agro-industriales de palma aceitera.

En el análisis de los impactos socio-ambientales del monocultivo de la palma aceitera (llamada también palma africana) así como en la campaña internacional contra los agro-negocios de la Palma Aceitera y para resistir el avance “a sangre y fuego” de este “desierto verde” en países como Colombia, Nicaragua, Honduras, Malasia e Indonesia debemos tener en cuenta los antecedentes de la implantación violenta de este monocultivo en los países asiáticos (como por ejemplo bajo el régimen dictatorial de Suharto en Indonesia), así como las graves consecuencias del avance de la frontera agrícola en muchos ecosistemas del mundo a causa de los monocultivos de soja y plantaciones de árboles -como en el

caso del eucalipto-. Esta campaña parte de las comunidades locales afectadas por los agro-negocios y tiene como eje fundamental sus resistencias en medio de graves violaciones de los derechos humanos.

Es importante resaltar que en las áreas boscosas del Sur, tal política no implicará ningún cambio en materia de explotación petrolera o gasífera, que no solo continuará sino que se seguirá ampliando, puesto que los combustibles fósiles seguirán siendo el principal componente de la matriz energética de los países del Norte. Sin embargo, el negocio de los “biocarburantes” agregará nuevos impactos a los ya existentes en los bosques. Como prueba de lo anterior alcanza con mencionar la soja y la palma aceitera, que aparecen como las principales candidatas para la producción de “biodiesel” a gran escala. La primera se ha constituido en la principal causa de deforestación en la Amazonía brasileña, en Argentina y en Paraguay, aun antes de que se la haya comenzado a producir con fines energéticos. La segunda es también la principal causa de deforestación en Indonesia y Malasia y está impactando en bosques de muchos otros países de África, Asia y América Latina. En Europa, el biodiesel se usa en Alemania, Francia y Austria en distinta medida. En Alemania hay más de mil estaciones de servicio que venden biodiesel. La primera bio-refinería alemana se construirá en Emden con financiación de una asociación holandesa. El objetivo de la fábrica es convertir 430.000 toneladas de aceite de palma, probablemente de origen indonesio, en más de 400 millones de litros de biodiesel anuales. En los Países Bajos la demanda de aceite de palma crudo para generación de electricidad aumentó este año 400.000 toneladas, de las cuales se importarán 250.000 toneladas. Según se informa, la compañía de energía eléctrica BIOX Bb. piensa construir cuatro nuevos generadores a aceite de palma. La empresa pretende vender esta electricidad a base de aceite de palma a varios países de la Unión Europea.

Desde diferentes organizaciones se insta a la UE a rechazar la adopción de objetivos de “bio”combustibles para transporte y a paralizar cualquier incentivo a su producción susceptible de fomentar una utilización de estos productos que provoque los problemas descritos. Por el contrario, los esfuerzos deberían centrarse en una reducción drástica del consumo energético y en el apoyo a energías renovables verdaderamente sostenibles. Europa, EEUU y el mundo en general necesitan medidas enérgicas que disminuyan realmente las emisiones de gases de efecto invernadero: objetivos de mejora de la eficiencia energética, una reducción drástica del transporte motorizado, y reducciones significativas en el

consumo de energía, junto con políticas que favorezcan las energías limpias, descentralizadas y renovables, como la eólica y la solar.

En definitiva, la agricultura industrial y el sistema agroalimentario actual son totalmente insostenibles. Es fundamental encaminar todos los esfuerzos para garantizar la soberanía alimentaría de todas las personas del planeta. Para ello es urgente encaminar todas las políticas públicas hacía modelos que reconcilien una productividad aceptable con prácticas ambiental y socialmente sostenibles. Para conseguirlo es necesario cambiar los patrones del actual modelo económico que se basan en el crecimiento indefinido.

El escándalo de los agrocarburantes en los países del Sur

Los agrocarburantes son producidos bajo la forma de monocultivos, destruyendo

la biodiversidad y contaminando los suelos y el agua.

François Houtart [09.09.2009 23:10]

La idea de extender el cultivo de los agrocarburantes en el mundo y

particularmente en los países del Sur es desastrosa. Ella forma parte de una

perspectiva global de solución a la crisis energética. En los próximos 50 años

tendremos que cambiar de ciclo energético, pasando de la energía fósil, que es

cada vez más rara, a otras fuentes de energía. En el corto plazo es más fácil de

utilizar lo que es inmediatamente rentable, es decir los agrocarburantes. Esta

solución, al reducirse las posibilidades de inversión y al esperar ganancias rápidas,

parece la más requerida a medida que se desarrolla la crisis financiera y

económica.

Como siempre, en un proyecto capitalista, se ignora, lo que los economistas

llaman, las externalidades, es decir, lo que no entra dentro del cálculo del

mercado, para el caso que nos preocupa, los daños ecológicos y sociales. Para

contribuir con un porcentaje entre el 25 a 30% de la demanda, a la solución de la

crisis energética, se tendrá que utilizar centenas de millones de hectáreas de

tierras cultivables para la producción de agroenergía en su mayor parte en el Sur,

ya que el Norte no dispone suficientemente de superficie cultivable. Se tendrá,

igualmente según ciertas estimaciones, que expulsar de sus tierras al menos 60

millones de campesinos. El precio de estas « externalidades » no pagado por el

capital sino por la comunidad y por los individuos, es espantoso.

Los agrocarburantes son producidos bajo la forma de monocultivos, destruyendo

la biodiversidad y contaminando los suelos y el agua. Personalmente, he

caminado kilómetros en las plantaciones del Choco, en Colombia, y no he visto ni

una ave, ni una mariposa, ni un pez en los ríos, a causa del uso de grandes

cantidades de productos químicos, como fertilizantes y plaguicidas. Frente a la

crisis hídrica que afecta al planeta, la utilización del agua para producir etanol es

irracional. En efecto, para obtener un litro de etanol, a partir del maíz, se utiliza

entre 1200 y 3400 litros de agua. La caña de azúcar también necesita enormes

cantidades de agua. La contaminación de los suelos y el agua llega a niveles hasta

ahora nunca conocidos, creando el fenómeno de « mar muerto » en las

desembocaduras de los ríos (20 Km² en las desembocadura del Missippi, en gran

medida causado por la extensión del monocultivo de maíz destinado al etanol). La

extensión de estas culturas acarrea una destrucción directa o indirecta (por el

desplazamiento de otras actividades agrícolas y ganaderas) de los bosques y

selvas que son como pozos de carbono por su capacidad de absorción.

El impacto de los agrocarburantes sobre la crisis alimentaria ha sido comprobado.

No solamente su producción entra en conflicto con la producción de alimentos,

en un mundo donde, según la FAO, mas de mil millones de personas sufren de

hambre, sino que también ha sido un elemento importante de la especulación

sobre la producción alimentaria de los años 2007 y 2008. Un informe del Banco

mundial afirma que en dos años, el 85% del aumento de los precios de los

alimentos que precipitó a mas de 100 millones de personas por debajo de la línea

de pobreza (lo que significa hambre), fue influenciado por el desarrollo de la

agroenergía. Por esta razón, Jean Ziegler, durante su mandato de Relator Especial

de las Naciones unidas por el Derecho a la Alimentación calificó los

agrocarburantes de “crimen contra la humanidad” y su sucesor, el belga Olivier

De Schutter ha pedido una moratoria de 5 años para su producción.

La extensión del monocultivo significa también la expulsión de muchos

campesinos de sus tierras. En la mayoría de los casos, aquello se realiza por la

estafa o la violencia. En países como Colombia e Indonesia, se recurre a las

Fuerzas armadas y a los paramilitares, quienes no dudan en masacrar a los

defensores recalcitrantes de sus tierras. Miles de comunidades autóctonas, en

América latina, en Africa y en Asia, son desposeídas de su territorio ancestral.

Decenas de millones de campesinos ya han sido desplazados, sobre todo en el

Sur, en función del desarrollo de un modo productivista de la producción agrícola

y de la concentración de la propiedad de la tierra. El resultado de todo esto es una

urbanización salvaje y una presión migratoria tanto interna como internacional.

Es necesario igualmente anotar que el salario de los trabajadores es bien bajo y

las condiciones de trabajo generalmente infrahumanas a causa de las exigencias

de productividad. La salud de los trabajadores es también afectada gravemente.

Durante la sesión del Tribunal Permanente de los Pueblos sobre las empresas

multinacionales europeas en América latina, realizada paralelamente a la Cumbre

europea-latinoamericana, en mayo del 2008, en Lima, fueron presentados

muchos casos de niños con mal formación, debido a la utilización de productos

químicos en el monocultivo de plátano, soya, caña de azúcar y de palmeras.

Decir que los agrocarburantes son una solución para el clima, está igualmente a la

moda. Es verdad que la combustión de los motores emite menos anhidrido

carbónico en la atmósfera, pero cuando se considera el ciclo completo de la

producción, de la transformación y de la distribución del producto, el balance es

más atenuado. En ciertos casos, se convierte en negativo en relación a la energía

fósil.

Si los agrocarburantes no son una solución para el clima, si no lo son que de una

manera marginal, para mitigar la crisis energética, y si ellos acarrean importantes

consecuencias negativas, tanto sociales como medio ambientales, tenemos el

derecho de preguntarnos por qué ellos tienen tanta preferencia. La razón es que a

corto y mediano plazo ellos aumentan de manera considerable y rápidamente la

tasa de ganancia del capital. Es por esto que las empresas multinacionales del

petróleo, del automóvil, de la química y del agronegocio, se interesan al sector.

Ellos tienen como socios al capital financiero ( George Soros, por ejemplo), los

empresarios y los latifundistas locales, herederos de la oligarquía rural. Entonces

la función real de la agroenergía, es en efecto ayudar a una parte del capital a salir

de la crisis y a mantener o eventualmente aumentar su capacidad de

acumulación. En efecto, el proceso agroenergético se caracteriza por una

sobreexplotación del trabajo, la ignorancia de las externalidades, las

transferencias de fondos públicos hacia el privado, todo aquello permitiendo

ganancias rápidas, pero también una hegemonía de las compañías

multinacionales y una nueva forma de dependencia del Sur con respecto al Norte,

todo aquello presentado con la imagen de benefactores de la humanidad ya que

producen "energía verde". En lo que concierne a los gobiernos del Sur, ellos ven

ahí una fuente de divisas útiles de mantener, entre otros, el nivel de consumo de

las clases privilegiadas.

Por lo tanto, la solución es de reducir el consumo, sobretodo del Norte y de

invertir en nuevas tecnologías (solar especialmente). La agroenergía no es un mal

en sí y puede aportar soluciones interesantes a nivel local, a condición de respetar

la biodiversidad, la calidad de los suelos y del agua, la soberanía alimentaria y la

agricultura campesina, es decir, lo contrario de la lógica del capital. En Ecuador, el

Presidente Correa ha tenido el coraje de detener la explotación del petróleo de la

reserva natural del Yasuni. Esperemos que los gobiernos progresistas de América

latina, del África y del Asia, tengan la misma firmeza. Resisitir en el Norte como en

el Sur, a la presión de los poderes económicos es un problema político y ético. Por

lo tanto, denunciar el escándalo de los agrocarburantes en el Sur se constituye en

un deber.

François Houtart

Ex-catedrático de la Universidad Católica de Lovaina, fundador del Centro

Tricontinental y autor del libro : La Agroenergía - Solución para el clima o salida

de crisis para el capital ? Ruth Casa editorial y Ediciones Sociales La Habana, 2009

Palma aceitera: la expansión de otro monocultivo destructivo Ricardo Carrere Durante las últimas décadas, el cultivo de la palma aceitera –también llamada palma africana– se ha venido expandiendo en forma acelerada en un número creciente de países del Sur. Estas plantaciones están causando graves problemas para las poblaciones y el medio ambiente locales, llegando en muchos casos a desembocar en conflictos sociales y violaciones de los derechos humanos. A pesar de ello, un número de actores nacionales e internacionales continúan promoviendo activamente este cultivo, bajo un trasfondo de creciente oposición a nivel local. Datos básicos sobre la palma aceitera La palma aceitera (Elaeis guineensis) es originaria de Africa Occidental, donde las poblaciones locales la utilizan para los más diversos usos, desde los alimenticios a los medicinales, incluyendo también el uso de sus fibras, así como de su savia para la fabricación de vino de palma. Sin embargo, la promoción de los actuales monocultivos a gran escala tiene dos objetivos centrales. El objetivo que ha predominado hasta ahora es la extracción del aceite de palma (a partir de la parte carnosa de su fruto) y del aceite de palmiste (obtenido de la semilla) para la producción de aceites comestibles e industriales. Más recientemente, se ha sumado un segundo objetivo: la producción de biodiesel a partir del aceite crudo de palma. Las plantaciones de palma comienzan a producir frutos a los 4-5 años de implantadas – mediante el uso de variedades seleccionadas y clonadas – y alcanzan su mayor producción entre los 20 y 25 años. Los racimos, que pesan unos 15-25 kilos, están conformados por unos 1000 a 4000 frutos de forma ovalada, de 3 a 5 cms. de largo. Una vez cosechados, la parte carnosa de los frutos es transformada mediante diversos procesos en aceite, en tanto que de la nuez se extrae el aceite de palmiste. El procesamiento del aceite crudo resulta en tres usos diferentes: 1) Productos comestibles (aceite para cocinar, margarinas, cremas, confitería); 2) Productos industriales (cosméticos, jabones, detergentes, velas, grasas lubricantes) y 3) Combustible (biodiesel).

Plantaciones de palma en el mundo Las plantaciones de palma aceitera se están implantando principalmente en las regiones tropicales, donde en 1997 ocupaban 6,5 millones de hectáreas, en las que se producían 17,5 millones de toneladas de aceite de palma y 2,1 millones de toneladas de aceite de palmiste. En 2005 el área plantada era de 12 millones de hectáreas, llegando la producción 30 millones de toneladas de aceite. Es decir, que en menos de 10 años casi se han duplicado tanto el área plantada como la producción de aceite. En Asia descollan Malasia con algo más de 4 millones hectáreas en 2005 e Indonesia con 5,3 millones de hectáreas en 2005, que se han constituido en los principales productores de aceite de palma. Entre ambos países producen el 85% del aceite de palma del mundo. Sin embargo, otros países se están sumando a la producción a gran escala de esta oleaginosa y entre ellos se destacan Papúa Nueva Guinea y Tailandia. Cuando en 2001 el WRM publicó el libro “El amargo fruto de la palma aceitera. Despojo y deforestación”, Tailandia tenía 200.000 hectáreas plantadas. En 2005, la cifra había aumentado a 280.000 hectáreas. A su vez, en el 2005 Papúa - Nueva Guinea tenía una superficie de 88.000 hectáreas plantadas, constituyéndose en el tercer mayor exportador mundial de aceite de palma. Existen además ambiciosos planes de promoción de este cultivo en Filipinas, Vietnam, Camboya e India, hasta ahora importador neto de aceite de palma. En Africa resulta difícil obtener cifras precisas acerca del área ocupada por plantaciones industriales, debido a que esta palma es nativa de muchos países del Africa Occidental. Por ejemplo, la producción de Nigeria es obtenida de un área de tres millones de hectáreas de palma aceitera, entre las que se cuentan unas 370.000 hectáreas de plantaciones industriales. En Ghana se pasó de 125.000 hectáreas plantadas a 304.000 en 2002 y Costa de Marfil tiene 160.000 hectáreas. También existen importantes áreas sembradas de esta palma en Congo, Guinea (310.000 has.), República Democrática de Congo (ex Zaire) (220.000 has.), Camerún (80.000 has.), Sierra Leona (29.000 has.) y áreas más pequeñas en Benin, Burundi, República Centroafricana, Gabón, Gambia, Guinea Bissau, Guinea Ecuatorial, Liberia, Senegal, Tanzania, Togo y Uganda.

En América Latina, Ecuador pasó de 153.623 en 2000 a 207.285 has. en 2005 y Colombia de 145.027 en 1998 a 275.317 hectáreas de área sembrada en 2005, experimentando una ocupación creciente de su territorio por esta palma. Este cultivo continúa extendiéndose en numerosos países como Honduras, que pasó de 33.000 en 1998 a 71.000 hectáreas en 2004, Costa Rica de 29.000 en 1998 pasó a 41.000 hectáreas en 2003, Venezuela de 3.410 has. en 1988 a 50.000 hectáreas en 2003. A estos países se suman Brasil que tenía un área sembrada de 34.000 has. en 1998 y en 2003 contaba con 51.000 has. y países como Perú (con 14.667 has. sembradas en 2005), Guatemala, República Dominicana, Nicaragua, México (con más de 40.000 has. en 2003), a los que se suman Panamá, Suriname y Guyana, que si bien tienen superficies menores, actualmente están desarrollando diversos proyectos de ampliación del área sembrada de palma aceitera. Los impactos socioambientales A medida que el área plantada aumenta, se incrementan en igual medida los impactos ambientales y sociales que el cultivo provoca. Es que, al igual que en el caso de los monocultivos forestales de pinos y eucaliptos, el problema no es el árbol, sino el modelo en el que se lo implanta. Pese a la constatación de impactos, sus promotores insisten en presentarlo como la solución al problema del desempleo y hasta intentan mostrarlo como beneficioso para el ambiente. Es así que la Federación Colombiana de Palmicultores dice que “los cultivos de palma de aceite son bosques protectores de los ecosistemas”. A su vez, un director de la Corporación Financiera Internacional (el brazo de préstamos al sector privado del Banco Mundial), sostuvo que la plantación de palma aceitera en Costa de Marfil –financiada por la CFI– “daría lugar a mayor empleo y superiores niveles de vida y que promovería exportaciones generadoras de divisas, al mismo tiempo que apoyaría la producción agrícola con el máximo de cuidado hacia el medio ambiente” (Africa News Online). Un ministro de Malasia llegó a afirmar que las plantaciones de palma son más eficientes como sumideros de carbono que los pinos de los países desarrollados (Lohmann 1999). Un promotor de la palma en Perú (Sáenz Vértiz 2005) afirma que las 21.200 hectáreas de palma en ese país ¡generan 4.200 empleos directos y 21.000 empleos indirectos!. Sin embargo, como se verá en los numerosos casos presentados en este libro, el cultivo de esta palma conlleva una serie de impactos negativos, que afectan a la gente y al ambiente donde se instalan.

Uno de los principales impactos es la apropiación de amplias áreas de tierras hasta entonces en posesión de poblaciones indígenas o campesinas, que de ellas obtenían sus medios de vida. Es común que esto genere procesos de resistencia ante ese despojo, normalmente enfrentados a través del aparato represivo del Estado y de las propias empresas palmicultoras. A la violación del derecho a la tierra se suma entonces la violación de una larga cadena de derechos humanos, inclusive el del derecho a la vida. A la pérdida de las fuentes tradicionales de trabajo se suman las malas condiciones de trabajo en las plantaciones, donde a la peligrosidad de la tarea de cosecha se suma el uso generalizado de agrotóxicos, que impacta en primer lugar sobre los trabajadores (en su mayoría mujeres), contratadas para realizar esa tarea. En un mundo crecientemente preocupado por la rápida desaparición de los bosques tropicales, es de destacar que en casi todos los casos los monocultivos industriales de palma aceitera se instalan en áreas boscosas. Detrás de los gigantescos incendios en Indonesia que conmovieron al mundo en 1997 estaban las grandes empresas plantadoras de palma, que hallaron más barato “limpiar” el área a ser plantada mediante el uso del fuego. Pero sin llegar a ese extremo, se puede generalizar que detrás de toda plantación industrial de palma aceitera hay un proceso de deforestación más o menos importante. Esos bosques tropicales eliminados por este cultivo son a su vez el hábitat de una enorme biodiversidad. Estudios de caso en Malasia e Indonesia han demostrado que el 80 -100 % de las especies de la fauna que habitan los bosques tropicales no pueden sobrevivir en monocultivos de palma (Wakker 2000). Sin embargo, algunas pocas especies logran adaptarse y se convierten en “plagas”, dado que, al no encontrar suficiente alimento por la desaparición de su hábitat natural, pasan a alimentarse de las plantas jóvenes de palma, provocando graves daños a las plantaciones. Esto a su vez resulta en la aplicación de métodos de “control”, que incluyen plaguicidas químicos que afectan aún más a la biodiversidad, así como a las aguas, suelos y salud de las poblaciones locales. Además, estos monocultivos generan procesos erosivos a consecuencia del desbroce del terreno antes ocupado por bosques, que deja el suelo desnudo y

expuesto a las fuertes lluvias tropicales. Estos procesos erosivos a su vez afectan a los cursos de agua provocando contaminación y sedimentación, lo cual tiene además consecuencias sobre las especies acuáticas que allí habitan y por ende sobre las poblaciones locales que se abastecen de agua y alimentos de la misma. Adicionalmente, las industrias procesadoras impactan sobre la calidad de las aguas por la liberación de grandes cantidades de efluentes –por cada tonelada de aceite se generan 2,5 toneladas de efluentes– que en muchos casos contaminan los cursos de agua por no cumplir con los requisitos legales en cuanto a su tratamiento. A pesar de todo ello, los propulsores de la implantación del cultivo de palma insisten en presentar este cultivo como la solución a todos los problemas sociales de la región en la que pretenden instalarse, asegurando que generará empleo, riqueza, infraestructura, educación, etc., con el objetivo de lograr el apoyo de la población local. Las razones de la expansión Pese a todos los impactos constatados, el cultivo de palma aceitera continúa expandiéndose en más y más países. La razón que explica esta aparente sinrazón, es que, en primer lugar, constituye una inversión muy rentable para el sector empresarial –nacional o extranjero– que invierte en esa actividad. La rentabilidad surge de la combinación de mano de obra barata, tierra a bajo precio, inexistencia de controles laborales y ambientales efectivos, disponibilidad de financiamiento y apoyos, el corto período que media entre la plantación y el inicio de la cosecha y un mercado en expansión, en particular en los países del Norte. En este último sentido, cabe señalar que el aceite de palma es el aceite vegetal más comercializado del mundo, ocupando un 56% del comercio global de todos los oleaginosos. Es mucho más importante que la soja, que cubre el 23% del comercio global (FAS Online 2005). A ello se suma el hecho de que se trata de un cultivo orientado a la exportación, por lo que gobiernos agobiados por el peso de la deuda externa lo ven como una solución a ese problema, mediante el ingreso de divisas provenientes de su venta a mercado extranjeros. Pero a su vez, existen otros actores externos que lo promueven activamente (tales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) o que se

benefician económicamente, tales como los bancos internacionales que lo financian. En referencia a esto último, un estudio (Wakker 2000), comprobó que los principales bancos de Holanda (ABN-AMRO Bank, ING Bank, Rabobank y Mees Pierson) mantienen estrechos vínculos financieros con las principales empresas palmicultoras de Indonesia. Otro actor, menos visible, son las empresas extranjeras que se benefician del comercio internacional del aceite de palma. Su objetivo no es nada novedoso y se ha repetido tantas veces, que ya debería ser obvio: la promoción masiva del cultivo para lograr la baja mundial de los precios, el incremento del consumo y de las ganancias derivadas de su comercialización y posterior reprocesamiento. En este sentido, un informe de mercado sobre palma aceitera elaborado por ARAB (una institución de investigación y consultoría de Malasia), señala que “los precios del aceite de palma son generalmente más bajos que los del aceite de soya, que constituye el aceite dominante y su precio es la referencia para el comercio en aceites vegetales”. El informe continúa diciendo que la razón que explica el más bajo precio del aceite de palma es el “gran incremento de la oferta de aceite de palma durante las dos últimas décadas y la necesidad de los comerciantes de ofrecer ese producto a un precio menor a fin de poder competir con el aceite de soya en los mercados existentes y emergentes”. El motivo del incremento en la oferta de aceite de palma es muy sencillo: la palma aceitera está ahora siendo plantada a gran escala en los trópicos. Este proceso ha sido una constante histórica y numerosos países y pueblos del Sur lo han sufrido en carne propia en los casos del café, el cacao, el banano, la caña de azúcar y tantos otros cultivos cuyos precios bajaron tanto que llevaron a la ruina a incontables productores ... para beneficio del comercio y el consumo en los países industrializados. Una razón más reciente: el negocio de los biocombustibles A los destinos tradicionales de la palma aceitera se ha sumado recientemente el del uso de su aceite como biocombustible bajo la forma de biodiesel. Esto ha significado un nuevo aliciente a la expansión de plantaciones, ahora bajo un manto “ecológico”.

En efecto, los combustibles fósiles son una de las principales causas del cambio climático, por lo que su sustitución por otras fuentes de energía parecería ser parte de la solución. Entre estas nuevas fuentes, una de las más promocionadas es la palma aceitera, con cuyo aceite ya se está produciendo biodiesel. Sin embargo, ésta es una de las peores opciones posibles. Por un lado, porque con los niveles actuales de consumo de combustible por parte de los países industrializados, la promoción de los biocombustibles (que van desde la palma aceitera hasta la caña de azúcar y los eucaliptos) significará la sustitución de la producción de alimentos por cultivos destinados a la producción de energía. En el caso de la palma aceitera, se trataría de millones de hectáreas en los países tropicales, por la sencilla razón de que es sólo allí donde puede crecer. En esas regiones ya hay escasez de alimentos, por lo que la “solución” para los países del Norte significaría más hambre en los países del Sur. Por otro lado, la plantación de palma aceitera ni siquiera tiene sentido desde el punto de vista climático. En efecto, las zonas donde se desarrolla se caracterizan por ser ecosistemas de bosques que, desde el punto de vista estrictamente climático constituyen enormes reservorios de carbono. La ocupación de esas áreas por las empresas palmicultoras implica la destrucción del bosque (normalmente a través de incendios), por lo que resulta en la emisión de enormes cantidades de gases de efecto invernadero que agravan el cambio climático. En realidad el discurso pseudo-ambiental intenta esconder el verdadero problema: el encarecimiento de los combustibles fósiles y la búsqueda de alternativas más baratas. El Presidente colombiano Uribe –quien no se destaca por sus preocupaciones ambientales– explicó claramente por qué mira “con mucho entusiasmo el cultivo de palma” diciendo: “En un país con declinación en petróleo, el biodiesel se convierte en una alternativa necesaria”. Lo mismo es aplicable en particular a Europa, que desea romper su dependencia del petróleo importado y que consume muchísimo más que Colombia. En ese sentido, la palma aceitera es uno de los candidatos favoritos, dado que su producción por hectárea es muy alta y sus costos de producción muy bajos. Por esas razones se espera que pueda competir exitosamente con el petróleo. Pero el hecho es que esos “bajos” costos son en realidad altísimos a nivel local, dado que se basan en: expulsión de población rural, explotación del trabajo, represión de las comunidades locales, corrupción en la adjudicación de tierras y destrucción ambiental.

Tratando de mejorar la imagen La situación que acabamos de describir es moneda corriente en los países productores de aceite de palma y ha venido siendo denunciada a nivel nacional e internacional desde hace muchos años. Dichas denuncias generaron preocupación entre las grandes empresas y los inversionistas vinculados al sector, puesto que estaban resultando en cuestionamientos por parte de los consumidores y en la posible pérdida de mercados. Es así que la gran industria ha liderado un proceso denominado Mesa Redonda sobre Aceite de Palma Sustentable (Roundtable on Sustainable Oil Palm - RSOP), que acaba de aprobar recientemente una serie de Principios y Criterios para asegurar una producción supuestamente “sustentable”. La RSOP, creada en el año 2003 está organizada en siete sectores que incluyen a: 1) palmicultores 2) procesadores y/o comerciantes de aceite 3) productores de bienes de consumo a partir del aceite de palma 4) comerciantes minoristas 5) bancos e inversionistas 6) ONG ambientalistas / conservacionistas 7) ONG sociales o de desarrollo. Entre sus miembros y asociados aparecen nombres muy conocidos, normalmente asociados a impactos sociales y ambientales negativos: Cargill, Unilever, Cognis, Corporación Financiera Internacional, British Petroleum, Syngenta, Bayer. Dicho proceso ha generado divisiones entre las ONG, dado que mientras algunas entienden que se trata de una buena oportunidad para lograr mejoras sociales y ambientales en el sector, otras consideran que la participación en el mismo solo sirve para avalar una industria esencialmente destructiva. Necesidad de fortalecer las luchas Más allá de las buenas intenciones de los representantes de las ONG –e incluso de los demás actores– que participan en ese proceso, la pregunta es si los monocultivos industriales de palma aceitera pueden ser social y ambientalmente sustentables. Resulta claro que la mayoría de los miembros y afiliados de la RSOP no cuestionan la expansión de los monocultivos de palma; al contrario, buscan aumentar la

producción y el consumo. Si bien es cierto que se pueden mejorar muchos aspectos en el proceso productivo, también es cierto que el modelo en su conjunto –aun con esas mejoras– sigue siendo insustentable. En efecto, la producción industrial de aceite de palma está ligada a monocultivos a gran escala, que requieren el uso de grandes cantidades de insumos externos tales como fertilizantes, herbicidas y plaguicidas, con la consiguiente contaminación que impacta sobre trabajadores, pobladores locales y medio ambiente. Por otro lado, dicha producción requiere de amplias extensiones de tierra en áreas boscosas tropicales, cuya conversión en monocultivos de palma conlleva graves impactos sociales y ambientales. El escenario más probable resultante del proceso de la RSOP será que en el futuro habrá dos sectores de producción abasteciendo diferentes mercados. Por un lado, habrá un conjunto de empresas certificadas –que en mayor o menor medida intentarán cumplir con los principios y criterios adoptados por la RSOP– y por otro lado habrá un segundo grupo de empresas no certificadas. Las primeras abastecerán mercados –como el europeo– donde los consumidores exigen el cumplimiento de determinados estándares sociales y ambientales, en tanto que las segundas abastecerán a todos los demás mercados. Al igual que en el caso de los monocultivos de pino y eucalipto –donde también se han establecido principios y criterios para su certificación– el resultado final será que el cultivo continuará expandiéndose y que los impactos acumulados –de las plantaciones “sustentables” y de las otras– seguirán afectando gravemente a la gente y su ambiente. Más allá de los intentos de los distintos actores vinculados a la producción, comercialización e industrialización del aceite de palma, importa destacar que el proceso iniciado por ellos no se dio por arte de magia, sino que fue el resultado de las numerosas luchas locales de resistencia y de las campañas nacionales e internacionales desarrolladas para denunciar la situación. Más que apoyar u oponerse al proceso de la RSOP, lo que importa entonces es fortalecer esas luchas y campañas para frenar el avance de este sector

esencialmente destructivo. El tema central no radica en mejorar los grandes monocultivos sino en detener su expansión, para lo cual resulta esencial cambiar las condiciones que hoy los hacen posibles. Los numerosos casos documentados en este libro muestran que los monocultivos de palma aceitera, lejos de servir para mejorar las condiciones de vida de las poblaciones locales, resultan en el incremento de la injusticia social y en la degradación ambiental. ARTICULOS GENERALES Palma aceitera y soja: dos cultivos comerciales paradigmáticos de la deforestación La deforestación de los bosques tropicales ha tenido lugar a razón de 10-16 millones de hectáreas por año durante las dos últimas décadas, y ese ritmo no da señales de disminuir. Ya ha desaparecido el 16% de la totalidad de la selva Amazónica y cada día se pierden otras 7.000 hectáreas de bosque –una superficie de 10 por 7 kilómetros. Las causas son complejas y a menudo están interrelacionadas, pero entre ellas juega un papel la agricultura comercial en gran escala. En años recientes, entre los cultivos de más rápida expansión en los trópicos ha figurado la palma aceitera y la soja, plantados principalmente como monocultivos en gran escala destinados a la exportación. En el ámbito mundial, el área de palma aceitera aumentó en un 43% (10,7 millones de hectáreas) y el área de soja en un 26% (77,1 millones de hectáreas) durante el período 1990-2002. Las políticas gubernamentales han facilitado esta expansión que ha ocurrido principalmente en Indonesia y Malasia (en el caso de la palma aceitera), y en Argentina, EE.UU. y Brasil (en el caso de la soja). En Brasil, en 1940 había sólo 704 hectáreas de plantaciones de soja, cifra que para el año 2003 aumentó a 18 millones de hectáreas. El impacto más directo de este proceso ha sido la deforestación de aproximadamente 2 millones de hectáreas de bosque tropical en el caso de Indonesia ya en 1999, y la pérdida de vastas áreas de bosques en la región centro-oeste de Brasil para dar lugar a las plantaciones de palma aceitera y soja respectivamente. Los plaguicidas y herbicidas inherentes a estos monocultivos

terminan de exterminar los últimos vestigios de biodiversidad capaz de coexistir con las plantaciones, y disminuyen significativamente la posibilidad de restauración del hábitat. En Indonesia y Brasil, las compañías de palma aceitera y soja han estado relacionadas con incendios devastadores en los bosques, que sólo entre 1997 y 1998 destruyeron más de 11,7 millones de hectáreas de bosque y otros tipos de vegetación en Indonesia, y 3,3 millones de hectáreas de bosque y otros tipos de vegetación en el estado de Roraima, en el norte amazónico de Brasil. La soja es un cultivo muy apropiado para una producción basada en el uso intensivo de capital y en la siembra a gran escala. Los principales productos derivados de la soja son la harina de soja (la principal harina oleaginosa del mundo para ración animal) y el aceite de soja (el aceite vegetal de mayor consumo mundial). Sólo una pequeña parte de la cosecha mundial es procesada como porotos de soja enteros para consumo humano, principalmente en Asia. La producción de soja se ha desarrollado al impulso de una creciente demanda de ración para ganado en Europa, aunque últimamente también como consecuencia del crecimiento del mercado chino para la producción de aceite. Brasil es el segundo productor mundial de soja (50 millones de toneladas o 26% de la producción en 2003), detrás de los EE.UU., (38%). Argentina, Paraguay y Bolivia tienen una participación en el mercado del 18%, 2% y 1% respectivamente. Otros grandes productores son China e India (8% y 2% respectivamente). La soja tradicionalmente se cultiva en las regiones templadas y subtropicales de todo el mundo, pero ahora se está expandiendo hacia regiones tropicales. La región amazónica está siendo directamente afectada, ya que se han desarrollado nuevas variedades tropicales de soja de alto rendimiento, específicamente para la expansión del cultivo en esta región. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil, la tasa de pérdida anual de bosques en la Amazonia aumentó en un 40% en el año 2002, principalmente como resultado de la presión para reemplazar zonas de bosque por cultivos de soja y producción de ganado. Argentina adoptó la producción de soja transgénica. Se calcula que hasta 2003 la expansión del área plantada con soja se produjo a expensas de otros cultivos agrícolas; hoy, en cambio, el 75% del aumento del área de plantaciones de soja

tiene lugar en las partes húmedas de la región del Chaco y el restante 25% en la Mata Atlántica de la Provincia de Misiones. En Bolivia, la soja se expandirá a expensas de zonas del Bosque (seco) Chiquitano, mientras que en Paraguay lo hará a costa de la Mata Atlántica. Aunque en Paraguay la soja transgénica es formalmente ilegal o está severamente restringida, está siendo plantada igualmente en forma creciente, un proceso que también ha ocurrido en el sur de Brasil. El comercio y la molienda de soja en los cuatro países sojeros de América del Sur son dominados por un reducido número de grandes compañías internacionales que manejan el comercio exterior de productos básicos: Archer Daniels Midland (ADM), Bunge, Cargill (las tres con base en los EE.UU. y con el control del 80% de la industria de molienda de soja en Europa), y Louis Dreyfus, de Francia. Aunque estas compañías habitualmente no invierten en el cultivo de soja como tal, su influencia en la expansión del sector es muy importante. Los plantadores de soja a veces dependen de estas compañías de comercio exterior para obtener semillas, créditos y otros insumos. Los accionistas financieros de las cuatro compañías de comercio y molienda antes mencionadas son ABN AMRO Bank (Países Bajos), Bank of America (EE.UU.), BNP Paribas (Francia), Citigroup (EE.UU.), Commerzbank (Alemania), Crédit Agricole (Francia), Crédit Lyonnais (Francia), Crédit Suisse (Suiza), Deutsche Bank (Alemania), HSBC Bank (Reino Unido), ING Bank (Países Bajos), IntesaBci (Italia), J.P. Morgan Chase & Co (EE.UU.), Rabobank (Países Bajos), Société Générale (Francia). La palma aceitera es originaria de África Central, donde su cultivo como producto básico es central para el sustento de millones de pequeños agricultores. Pero en cualquier otra parte del mundo se ha transformado en un gran negocio, y es cultivada principalmente en plantaciones de gran escala. El aceite de palma es un aceite vegetal derivado de la palma aceitera. Su consumo a nivel mundial es segundo entre los aceites comestibles (detrás del de soja), y tiene una gran variedad de usos –desde champú a papas fritas, pasando por comidas congeladas y cosméticos.

Las plantaciones comerciales de palma aceitera se han expandido a través de los trópicos, teniendo mayor presencia en el sureste de Asia, particularmente Malasia, Indonesia y Papúa Nueva Guinea, donde constituyen la causa principal de destrucción de los bosques tropicales. Los índices de la industria muestran que casi la mitad (48%) de las plantaciones del sureste de Asia se han establecido en tierras de algún tipo de bosque primario o secundario. El uso del fuego para despejar las zonas de plantación también fue una de las causas principales de los incendios que en 1997 devastaron los bosques indonesios y dejaron una nube de smog devastadora sobre toda la región. Las plantaciones de palma aceitera también han provocado un enorme sufrimiento humano y la destrucción de bosques de los que dependen las comunidades. En Indonesia, las plantaciones de palma aceitera están asociadas con el desalojo de pueblos de los bosques de sus territorios. Existe un desequilibrio de poder entre estas comunidades –que no tienen ningún derecho formal sobre sus tierras tradicionales– y las compañías a las que el Gobierno otorga la libertad de convertir los bosques en plantaciones. De acuerdo con la FAO, la cobertura de bosque en Indonesia y Malasia disminuyó 12% en la década de 1990. En el pasado, buena parte de la culpa de esta pérdida se atribuía a que las comunidades utilizaban la práctica denominada “de roza y quema” y a la explotación de los bosques por las compañías madereras para obtener madera para industria y para celulosa. El rol de las plantaciones de palma aceitera ha pasado relativamente desapercibido también porque las fuentes de la industria sostienen que sus operaciones involucran muy poca destrucción “directa” en los bosques ya que habitualmente las plantaciones de palma aceitera se ubican en áreas que ya han sido taladas previamente. Ciertamente, gran parte de las tierras de bosque que se talan para dar lugar a las plantaciones de palma aceitera han sido cortadas previamente y pueden ser consideradas como “degradadas”, y por tanto “de poco valor”, por quienes no son de la zona. Sin embargo, esta conclusión no toma en cuenta que esos bosques “degradados” suelen proporcionar todavía hábitat para un conjunto de especies, que son destruidas cuando se sustituye el bosque por la palma aceitera. La investigación ha demostrado que las plantaciones de palma aceitera pueden mantener sólo entre 0 – 20 % de las especies de mamíferos, reptiles y aves que habitan en los bosques tropicales primarios. Aquellas especies que son capaces de

sobrevivir no pueden encontrar fuentes de alimento en el nuevo entorno de la plantación y frecuentemente entran en conflicto con los humanos en las plantaciones y sus alrededores. Durante un tiempo después de talada una zona de bosque, trabajadores y habitantes de poblaciones aledañas se encuentran con elefantes, orangutanes, tigres, puercoespines y jabalíes salvajes expulsados de su hábitat. Los resultados a menudo son graves y a veces fatales. No debe subestimarse la importancia mundial de la destrucción de los bosques en términos de biodiversidad y cambio climático, pero son las comunidades locales las que inmediatamente sienten el impacto de su destrucción. Estas comunidades dependen de los bosques, cuyo manejo se realiza a menudo de acuerdo con las leyes tradicionales de la comunidad, para su subsistencia y el ingreso de dinero en efectivo, así como para la realización de sus prácticas culturales y religiosas. La deforestación trae aparejados cambios radicales en el estilo de vida de estas comunidades. Las economías de escala requieren que una plantación de palma aceitera tenga por lo menos 4.000 hectáreas de superficie de forma de poder operar de manera factible un molino de aceite crudo de palma que procese racimos de fruta fresca de las grandes plantaciones. En el sudeste de Asia, cada empresa palmicultora maneja en promedio una superficie de 10.000 a 25.000 hectáreas. Estas compañías son mayoritariamente parte de holdings agrícolas, con grandes plantaciones cuya extensión varía entre 100.000 y 600.000 hectáreas diseminadas en distintas provincias y países. Además de Malasia, Indonesia y Papúa Nueva Guinea, hay proyectos de palma aceitera en muchos otros países, entre ellos Filipinas, Vietnam, Camboya, Tailandia, Birmania, India, Islas Salomón, Kenia, Tanzania, Congo, Camerún, Nigeria, Liberia, Guinea, Ghana, Costa de Marfil, Guyana, Brasil, Colombia, Ecuador, Nicaragua, Costa Rica y México. Las preocupaciones sobre los impactos sociales y ambientales de las plantaciones de soja y palma aceitera hoy están acentuadas porque se prevé un mayor crecimiento en ambos cultivos en esos y otros países. (Boletín del WRM, nº 85, agosto 2004).

- Monocultivos: el símbolo de un modelo perimido Si hay algo que ese otro mundo posible que reclamamos debe contener es diversidad biológica. La vida nos lo dice a cada paso, y a gritos. El mensaje rompe los ojos. Cuanta mayor es la diversidad de un ecosistema, mayor es su riqueza, mayor es su belleza. He ahí los preciados bosques tropicales, receptáculo de innumerables especies animales y vegetales, de colores, matices y sonidos, cuna de cascadas y riachuelos, matriz de poblaciones humanas. Son valiosos tanto estética como funcionalmente para el ser humano, proveyéndole de alimento, abrigo, materiales de construcción, de ornamento, de utensilios. No se trata de no utilizarlos, sino de hacerlo con prudencia, solidaridad y respeto, “sustentablemente” para decirlo de una manera actual. Sólo esta modernidad que ha roto todo vínculo con el mundo natural puede haber olvidado la lección. El acelerado desarrollo tecnológico y de las comunicaciones fue el vehículo que permitió a gigantescos grupos económicos y financieros tomar la naturaleza por asalto e intentar apoderarse del mundo, esta vez de una manera aplastante. La lógica propia de las empresas, de lograr cada vez mayores ganancias, les lleva a recrear el mundo para lograr esos fines de la manera más eficiente. Surge así el paradigma de la escala –la gran escala– y dentro de ella el monocultivo, que se manifiesta ferozmente en la agricultura, separándola dramáticamente de la naturaleza. Los monocultivos de árboles son una de sus expresiones. Los intereses que los imponen quieren a toda costa disfrazarlos de bosques, pero están tan lejos de serlo como de ser considerados praderas. Tan es así que destruyen ambos ecosistemas. Millones de hectáreas en todo el mundo –en algunos casos antes ocupadas por bosques y en otros por praderas– están plantadas con interminables filas uniformes de eucaliptos destinados a ser reducidos a pasta de papel –celulosa– con la cual producir millones de toneladas de papel que alimentan un consumo dilapidador, principalmente para empaque y propaganda. Los mayores índices de consumo se registran, claro, en los países del Norte. Otro destino que últimamente se procura dar a las plantaciones comerciales de monocultivos de eucaliptos es la de “sumideros de carbono”, o basureros de

carbono. El Protocolo de Kyoto de la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático habilitó un mecanismo que supuestamente compensaría las emisiones de dióxido de carbono, responsables del efecto invernadero y de sus graves consecuencias sobre el cambio del clima. Se trata de plantar árboles que absorberían carbono mientras crecen. Como los eucaliptos son de rápido crecimiento, se deduce que son ideales –eso sí, que no se vayan a incendiar, o a pudrir, o a ser cubiertos por inundaciones, ¡porque devolverían a la atmósfera todo el carbono tomado! Los mismos países que emiten son los que además plantan, generalmente en el Sur, y así, plantando y plantando pueden seguir emitiendo. Eso dio lugar, además, a otro gran negocio: el mercado del carbono. ¿Y el clima? Mal, gracias. ¿Y el suelo, la flora, la fauna, los ecosistemas, las diversas formas de sustento? Mal, gracias. Las plantaciones de palma aceitera se extienden cada vez más en los países del Sur por la gran rentabilidad resultante de combinar mano de obra barata, tierra a bajo precio, abundante apoyo financiero del Banco Mundial, el FMI y el PNUD, corto periodo entre la plantación y el inicio de la cosecha, y un mercado en expansión en los países del Norte. La colonización, la desigualdad social, el desmantelamiento de los Estados es campo fértil para hacer grandes negocios con las plantaciones. La rica naturaleza del Sur es violada una y otra vez. Y, como la moña del paquete, la última novedad en plantaciones de árboles la constituye los árboles transgénicos. Profundizando el proceso de selección genética que con fines comerciales se centró en ciertos rasgos genéticos de los árboles como el crecimiento rápido, la altura, el diámetro, la calidad de la madera y los troncos rectos con pocas ramas, ahora la ingeniería genética produce los árboles modificados genéticamente (transgénicos) para adecuarlos aún más a las necesidades de la industria forestal. Eso, a costa de los graves peligros que traen consigo. Si aumenta la velocidad de crecimiento de los árboles, el agua se agotaría más rápidamente y se aceleraría la destrucción de la biodiversidad dando paso a desiertos biológicos poblados de árboles transgénicos resistentes a insectos, sin flores, frutos ni semillas; el suelo se destruiría a un ritmo aún mayor a raíz del aumento en la extracción de biomasa, la mecanización intensiva y el mayor uso de agroquímicos. Todos estos distintos tipos de plantaciones tienen en común los problemas que causan: lesionan los ancestrales derechos territoriales y de utilización de los

bienes naturales de comunidades indígenas y de campesinos, erosionan el suelo, alteran el ciclo del agua, eliminan otros ecosistemas y otras formas de producción, reducen la biodiversidad. En definitiva los monocultivos –ya sea de árboles, de plantas o de la mente– simbolizan un modelo perimido que debe ser sustituido por uno que permita la diversidad biológica y cultural para hacer posible ese otro mundo al que aspiramos. (Por: Raquel Núñez, Boletín del WRM, nº 91, febrero 2005). - Plantaciones de palma aceitera: no hay sustentabilidad con Paraquat Iniciada en el año 2003 por WWF conjuntamente con socios empresariales –un grupo de productores de soja, compradores y empresas de venta al público, e instituciones financieras– la iniciativa llamada Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma Sustentable (RSPO, por su sigla en inglés) realizó su tercera reunión en Singapur en noviembre, en ocasión de la cual adoptó 8 Principios y 39 Criterios. La Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación y Agrícolas (UITA) y la Declaración de Berna habían reclamado cambios fundamentales a los “Principios y Criterios para la Producción Sustentable del Aceite de Palma” propuestos, que finalmente fueron adoptados sin cambio alguno. Los Principios y Criterios permiten el uso de plaguicidas muy tóxicos, que son extremadamente perjudiciales para la salud humana y ambiental. En su forma actual, los criterios sirven a los intereses de la industria de los plaguicidas –co-auspiciantes de la iniciativa– y no a la salud de los trabajadores de las plantaciones de palma aceitera. Los Principios, si bien exigen que los productores busquen alternativas a los plaguicidas designados como tóxicos clase 1, en definitiva no prohíben el uso de estas sustancias. También permiten el uso continuado de Paraquat, un potente herbicida utilizado ampliamente en las plantaciones de palma aceitera y que se sabe envenena cada año a miles de trabajadores/as de plantaciones y pequeños agricultores/as. El Paraquat es responsable de una proporción importante de las decenas de miles de muertes anuales relacionadas con los plaguicidas. Una vez absorbido a través de la piel o los pulmones o ingerido oralmente, sus efectos son irreversibles. Varios países ya han prohibido la sustancia, siendo la última prohibición la que entrará en vigor en Malasia en el año 2007. La Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación y Agrícolas (UITA) y organizaciones sindicales de trabajadores agrícolas de todo el mundo han

reclamado durante años la prohibición del Paraquat. “No hay espacio para el Paraquat en una agricultura social y ambientalmente sustentable”, declaró el Secretario General de la UITA, Ron Oswald. Hay una tendencia en los sistemas de certificación de la producción sustentable del sector agrícola a negar explícitamente el uso de los plaguicidas más tóxicos, entre los que figura el Paraquat. Como expresan la UITA y la Declaración de Berna: “No obstante, los criterios para el aceite de palma sustentable no reflejan en forma alguna estas preocupaciones acerca del Paraquat. Ningún rótulo es tan complaciente respecto a los criterios sobre los plaguicidas como los nuevos Principios y Criterios para el Aceite de Palma. Una razón para esto podría ser el vínculo de la reunión de la RSPO con la industria agroquímica. Después de todo, la cena oficial de la reunión de la RSPO en Singapur es auspiciada nada menos que por la empresa Syngenta, principal fabricante de Paraquat del mundo”. Son diversas las consideraciones que se están discutiendo en torno a si es posible o no producir aceite de palma de manera sustentable. Por cierto, no con Paraquat. (Boletín del WRM, nº 100, noviembre 2005). - El cultivo que más destruye la tierra no es la solución para la crisis energética Durante los últimos dos años hice un descubrimiento desagradable. Como la mayoría de los ambientalistas, estuve tan ciego respecto a los problemas que afectan nuestra provisión de energía como mis oponentes respecto al cambio climático. Ahora entiendo que creí en la magia. En el año 2003, el biólogo Jeffrey Dukes calculó que los combustibles fósiles que quemamos en un año estaban formados por materia orgánica “que contenía 44 x 1018 gramos de carbono, lo cual es más de 400 veces la productividad primaria neta de la biota actual del planeta”. Para decirlo claramente, significa que cada año utilizamos el equivalente a cuatro siglos de plantas y animales. La idea de que podemos simplemente reemplazar la herencia fósil –y la extraordinaria densidad energética que nos da– por energía ambiente, es cosa de ciencia ficción. Sencillamente no hay substitutos, pero se los sigue buscando por todas partes. Hoy en día son promovidos por los Estados, como el nuestro [Reino Unido], en las conversaciones sobre el clima en Montreal, buscando evitar las

duras decisiones que el cambio climático requiere. Y al menos uno de los substitutos es peor que la quema de combustible fósil que éste reemplazaría. La última vez que señalé los peligros de fabricar combustible diesel a partir de aceites vegetales recibí tantos insultos como cuando planteé mi posición sobre la guerra de Irak. Descubrí que los misioneros del biodiesel son tan estridentes en su negación como los ejecutivos de Exxon. Ahora estoy preparado para admitir que estaba equivocado en mi artículo anterior, pero a ellos no les va a gustar. Estaba equivocado porque subestimé el impacto destructivo de este combustible. Antes de continuar debo aclarar que es bueno convertir aceite de cocina usado en combustible para motores. Las personas que pasan el día hurgando en contenedores de basura están prestando un servicio a la sociedad. Pero el aceite de cocina usado en el Reino Unido alcanzaría para cubrir 1/380 de la demanda de combustible para el transporte. Cuando escribí sobre el tema el año pasado, pensé que el mayor problema causado por el biodiesel era que generaba una competencia por el uso de los suelos. La tierra arable que de otra forma hubiera sido utilizada para cultivar alimentos, sería usada para cultivar combustible. Pero ahora descubro que algo aún peor está sucediendo: la industria del biodiesel ha inventado accidentalmente el combustible que libera mayor cantidad de carbono del mundo. Al promover el biodiesel –como lo hacen los gobiernos de la Unión Europea, del Reino Unido y de los Estados Unidos y miles de ambientalistas– podríamos imaginar que estamos creando un mercado para el aceite de cocina usado, el aceite de colza o el aceite de algas cultivadas en estanques en el desierto. En realidad estamos creando un mercado para el cultivo más destructivo de la tierra. La semana pasada, el presidente de la autoridad federal malaya de desarrollo territorial anunció que construiría una nueva fábrica de biodiesel. Era la novena vez en cuatro meses que tomaba una decisión de este tipo. Cuatro nuevas refinerías se están construyendo en la península malaya, una en Sarawak y dos en Rotterdam. Dos consorcios extranjeros –uno alemán y otro norteamericano– están estableciendo plantas rivales en Singapur. Todas ellas fabricarán biodiesel de la misma fuente: aceite de palma.

Según informa el Malaysian Star, “la demanda de biodiesel provendrá de la Comunidad Europea… Esta nueva demanda … absorbería como mínimo la mayor parte de las existencias de aceite de palma crudo de Malasia”. ¿Por qué? Porque es más barato que el biodiesel obtenido de cualquier otro cultivo. En setiembre, Amigos de la Tierra publicó un informe sobre el impacto de la producción de aceite de palma. Según dicho informe, “entre 1985 y 2000, el desarrollo de las plantaciones de palma aceitera fue responsable de alrededor del 87% de la deforestación en Malasia”. En Sumatra y Borneo, unos 4 millones de hectáreas de bosques fueron convertidos en plantaciones de palma aceitera. Ahora está prevista la tala de otros 6 millones de hectáreas en Malasia, y de 16,5 millones en Indonesia. Casi todo el bosque que queda está en peligro. Incluso el famoso parque nacional Tajung Puting en Kalimantan está siendo destrozado por los cultivadores de palma aceitera. El orangután probablemente desaparezca del bosque. Los rinocerontes, tigres, gibones, tapires, monos narigudos y miles de otras especies de Sumatra podrían correr la misma suerte. Miles de indígenas han sido expulsados de sus tierras y unos 500 indonesios fueron torturados cuando trataron de resistir. Los incendios forestales que tan a menudo sofocan la región con la humareda son en general provocados por los cultivadores de palma. La región entera se está transformando en un gigantesco campo de aceite vegetal. Antes de plantar las palmas aceiteras, que son pequeñas y achaparradas, los enormes árboles del bosque, que contienen una cantidad de carbono mucho mayor, deben ser derribados y quemados. Habiendo agotado las tierras más secas, las plantaciones se están desplazando hacia los bosques pantanosos que crecen sobre la turba. Una vez que cortan los árboles, los cultivadores drenan el suelo. Cuando la turba se seca, se oxida, liberando aún más dióxido de carbono que los árboles. En lo que refiere a su impacto sobre el medio ambiente tanto local como mundial, el biodiesel de palma aceitera es más destructivo que el petróleo crudo de Nigeria. El gobierno británico lo sabe muy bien. En un informe publicado el mes pasado, donde anunció que obedecería a la Unión Europea y que se aseguraría de que, para el año 2010, el 5,75% del combustible para el transporte fuera de origen

vegetal, admitió que “los mayores riesgos ambientales son probablemente aquéllos que implican cualquier gran expansión en la producción de materia prima para el biocombustible, particularmente en Brasil (la caña de azúcar) y en el sudeste asiático (las plantaciones de palma aceitera). El informe sugería que la mejor forma de manejar el problema era evitar las importaciones de combustibles que dañan el medio ambiente. El gobierno consultó a sus asesores para saber si una prohibición infringiría las reglas del comercio mundial. La respuesta fue afirmativa: “*establecer+ criterios ambientales obligatorios…aumentaría en gran medida el riesgo de una acción judicial internacional contra la política en su conjunto”. Así, descartó la idea de prohibir las importaciones y en su lugar se volcó hacia “alguna forma de iniciativa voluntaria”. Aun sabiendo que la creación de este mercado llevará a una oleada masiva de importaciones de palma aceitera, que no hay ninguna forma eficaz de evitarlo y que en lugar de reducir el cambio climático lo agravará, el gobierno decidió seguir adelante de todas maneras. En otros momentos desafía alegremente a la Unión Europea. Pero de hecho, lo que la Unión Europea quiere y lo que el gobierno quiere son la misma cosa. Según dice el informe del Gobierno, “es esencial que equilibremos la creciente demanda de transporte con nuestros objetivos de protección del medio ambiente”. Hasta hace poco, nuestra política era reducir dicha demanda. Ahora, si bien no se han hecho anuncios al respecto, tal política ha desaparecido. Al igual que los conservadores a comienzos de los años 90, la administración laborista intenta satisfacer la demanda, por grande que sea. Las cifras obtenidas la semana pasada por el grupo activista Road Block muestran que solo en el ensanchamiento de la autopista M1 el gobierno pagará 3.600 millones de libras, más de lo que está gastando en la totalidad del programa contra el cambio climático. En lugar de tratar de reducir la demanda, está tratando de alterar la oferta. Está dispuesto a sacrificar los bosques tropicales del sudeste asiático con tal de mostrar que está haciendo algo y para que los automovilistas se sientan mejor consigo mismos. Todo esto ilustra la futilidad de los arreglos tecnológicos discutidos en Montreal. Tratar de satisfacer una demanda creciente de combustible es una locura, sea cual sea la fuente. Las decisiones difíciles han sido evitadas, y otra porción de la biosfera se está yendo en humo. (Por: George Monbiot, Boletín del WRM, nº 102, enero 2006).

"El amargo fruto de la palma aceitera" El negocio de los aceites de palma es considerado como uno de los más rentables económicamente a escala mundial, empero, su implantación suscita inquietud merced al serio impacto ecológico y a las violaciones a los derechos humanos que ha generado. "Los grandes cultivadores de palma (como Indonesia, Malasia y Nigeria, por ejemplo) comparten características que no son puramente edafo -climáticas. Son países con historias democráticas complicadas, donde se han alternado gobiernos autoritarios (...) y el fenómeno de la corrupción es importante". En su estudio El Cultivo de la Palma Africana en el Chocó, la Diócesis de Quibdó y la organización Human Rigths Everywhere (Derechos Humanos para Todos) advierten lo anterior y añaden que los países con cultivos de la palma africana comparten también el hecho de poseer vastas extensiones de terrenos... "...baldíos o forestales poco protegidos por la legalidad ecológica o territorial (en la teoría o en la práctica) y a menudo pertenecientes a grupos étnicos minoritarios con poca posibilidad de defender sus derechos y sobre los que hay interés político en su opresión". Informar y crear conciencia El estudio, publicado con el apoyo del Programa Suizo para la Promoción de la Paz en Colombia (SUIPPCOL), pretende proporcionar a las comunidades del Chocó y a sus organizaciones acompañantes (nacionales e internacionales) la posibilidad de entender las implicaciones del cultivo de la palma africana. Además de crear conciencia entre las comunidades concernidas, el texto busca hacer lo propio con los gobernantes para que "tomen decisiones informadas" y "protejan el derecho de las comunidades", y con los empresarios "para que impulsen un desarrollo más ético". Ganancias inestables El documento subraya la rentabilidad económica de la palma africana como resultado de las características de la planta, tales como la longevidad y la tecnología accesible, o merced al incremento constante de la demanda en el mercado internacional.

Precisa que en los últimos años el precio mundial del aceite de palma ha oscilado entre 250 dólares (enero 2001) y 504 dólares (mayo 2004) con una tendencia general al alza (22% entre diciembre 2003 y mayo 2004). Sin embargo, destaca igualmente que la evolución del precio del aceite de palma desde el inicio de su comercialización en 1950 muestra un desplome desde un precio de más de 1.800 a menos de 300 dólares por tonelada métrica, como consecuencia, entre otras, del aumento de la oferta provocada por el incremento de la producción en toda la faja de países subtropicales y tropicales. El estudio, entre cuya bibliografía se encuentra El amargo fruto de la palma aceitera del World Rainforest Movement (Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales), añade que ante eventuales caídas de los precios, los cultivadores de la palma africana - planta perenne - no pueden pasar a otros cultivos. Impacto ecológico De acuerdo con el estudio sobre la palma africana, el cultivo intensivo de esa planta implica la creación de nuevos ecosistemas: La palma no se integra al ambiente existente y lo reemplaza con el suyo, lo que significa que destruye las especies de fauna y flora que no son compatibles con ella o las transforma. Es decir, no tolera la biodiversidad. La investigación alude al uso de fertilizantes altamente nocivos para el medio ambiente en algunos países productores de palma africana pero también da cuenta de la creciente presión mundial para el respeto a la naturaleza, que ha incidido en una reducción del empleo de tales productos. Se refiere específicamente a la organización ecologista suiza World Wildlife Found (WWF), merced a cuya iniciativa se creó un movimiento de empresas (nacionales y trasnacionales) y organizaciones (gubernamentales y no gubernamentales) involucradas en el negocio, bajo condiciones social y ambientalmente saludables, de la palma africana.

« Ilógico sustituir bosque tropical por monocultivo »

Sumideros de carbono Las empresas presentan también los cultivos de la palma africana como sumideros de carbono, lo que "puede ser un argumento en cuanto la palma no sea utilizada para reemplazar bosques y florestas tropicales", subraya el libro. En ese tenor, advierte, con base en las investigaciones del científico alemán Ernst-Detlef Schulze, que si se corta un bosque viejo para reforestar, el balance de absorción de carbono es negativo en un principio y se necesitarán décadas para obtener realmente el resultado que se espera, mientras que un bosque viejo ya es activo en el retiro de CO2. "Es claro que la palma puede ser un estupendo sumidero de carbono si sustituye una zona desforestada, un potrero u otro cultivo agrícola. Pero pretender cortar una zona de bosque hidrófilo ecuatorial para sustituirla por un monocultivo de palma y encima reclamar los incentivos económicos por fijar carbono atmosférico, parece un argumento que muy poco tiene de lógica ecológica", subraya la investigación. El estudio asienta, que aunque el cultivo de la palma africana tiene una rentabilidad económica de corto plazo interesante para Colombia, asegurando ingresos en divisas muy útiles en el marco de las políticas neolibeales, no ha sido "ese cultivo milagroso que tanto han publicitado los gobiernos". Ningún milagro Por una parte, la reducción constante del precio internacional del aceite frente al aumento de la producción, ha obligado a incrementar constantemente las áreas cultivadas para mantener sus beneficios. Por la otra, los impactos ecológicos de los cultivos industriales han provocado la destrucción de bosques y la pérdida de biodiversidad que a largo plazo causan la erosión del suelo y facilitan el cambio climático. Y, desde el punto de vista humano, las plantaciones de la palma africana enmarcan una situación caracterizada por la falta de respeto a la legalidad que ha llevado a muertes, desplazamientos y ataques a la identidad cultural.

Por todo ello, los autores del libro El Cultivo de la Palma Africana en el Chocó, piden al gobierno del presidente Álvaro Uribe que suspenda las plantaciones de ese producto hasta que se esclarezcan todas las irregularidades denunciadas. swissinfo, Marcela Águila Rubín

Colombia: el biodiesel de la palma aceitera El mundo occidental, en especial los países del norte, se rindió a la adicción por los energéticos provenientes de los fósiles. Ese rumbo ha provocado algo que hoy ya nadie pone en duda: el cambio climático. Muchas soluciones se han propuesto para enfrentarlo, pero la mayoría de ellas deja que siga con fuerza la carrera suicida de la humanidad. Los megaproyectos de biocombustibles son unas de las soluciones propuestas. ¿Acaso quienes las presentaron como alternativa midieron las consecuencias que podría tener su creación en importantes ecosistemas, pueblos y culturas? Este artículo delimita en primer lugar los pasos dados para abrir campo a estos proyectos y se centra especialmente en las implicaciones que ha tenido la siembra de la palma africana, de la que se deriva uno de los biocombustibles que se proyecta producir. Los biocombustibles tienen su historia. De manera rápida, diremos que durante la crisis energética de 1973, Brasil reconvirtió parte de sus ingenios azucareros para producir etanol y se convirtió en la primera potencia exportadora. Hoy Colombia quiere seguir su ejemplo y convertirse en potencia productora, particularmente de bioetanol y biodiesel. En 2001, se expidió la ley 693, que se articula con la ley 939 de 2004, con lo que se abrió el camino a la producción de biocombustibles. La ley 693 estipula que la gasolina colombiana deberá tener 10 por ciento de etanol en 2009 y que en un periodo entre 15 y 20 años deberá alcanzar gradualmente una proporción del 25 por ciento. Mientras que la ley 939 de 2004, estimula la producción y comercialización de biodiesel en motores diesel, con un 5% de porcentaje. Desde finales de 2005, la producción de los ingenios azucareros Cauca, Providencia, Manuelita y Mayagüez (todos localizados en el departamento del Valle del Cauca), además del ingenio Risaralda, es cercana a un millón de litros

diarios de bioetanol, destinados a satisfacer la demanda del Occidente del país y la Sabana de Bogotá. Aún más, se habla del montaje de otras 27 plantas, esparcidas en 17 departamentos del país, para extender la mezcla del 10% con la gasolina a todo el territorio colombiano. De acuerdo con las proyecciones de la Federación Nacional de Combustibles, para 2010 se podría duplicar el consumo interno con sólo elevar el porcentaje de la mezcla al 15%. Colombia, para entonces, tendrá una capacidad de exportación cifrada en 2.300.000 litros diarios de etanol. Una legislación similar a la referida en párrafos anteriores se prepara en relación con el biodiesel, derivado de la palma africana. De esta planta se tiene ya un derivado con fines alimentarios, que es lo que más se conoce de ella hasta hoy: un aceite del que se producen 600 mil toneladas. Pero en realidad es el biodiesel el que nos interesa en este artículo. Antes de mencionar cifras, es importante decir que los grandes beneficiarios de las legislaciones del bioetanol y la que se prepara para el biodiesel son precisamente los agroindustriales de la caña de azúcar del Valle del Cauca, departamento situado en el Occidente del país, cuyos ingenios se mencionaron al hablar del etanol, y en el caso del biodiesel los agroindustriales de la palma. Ahora bien, el consumo del diesel en el país para el transporte automotor crece a una tasa mayor que la del consumo de gasolina; supera la capacidad de refinación de Ecopetrol (la empresa nacional petrolera), de manera que el país importa el 5% del consumo interno de diesel. Se abre así una oportunidad para los agroindustriales de la palma africana, que han incrementado año a año las extensiones de sus cultivos. En Colombia, la expansión de este cultivo ha mantenido un crecimiento sostenido. A mediados de la década del 60 existían 18 mil hectáreas en producción. En 2003, había más de 188 mil hectáreas y actualmente hay sembradas alrededor de 300 mil. Además, se están montando siete plantas en diferentes regiones palmeras del país, que tienen un costo aproximado de 100 millones de dólares. Según el gremio colombiano de los palmeros, Fedepalma, desde el año 2001 Colombia era el principal productor de aceite de palma en América y el cuarto a nivel mundial, luego de Indonesia, Malasia y Nigeria. Del total de la producción de aceite, el 35% se exporta.

No obstante, varios estudios económicos consideran muy inciertos los mercados internacionales de la palma de aceite, en la medida que la producción mundial se incrementa día a día y los precios siguen bajos. Sin embargo, los proyectos agroindustriales de palma han sido una prioridad para el actual gobierno y se impulsan principalmente en regiones como el Pacífico colombiano, las llanuras del oriente y la región Caribe, por las características de esas regiones que las hacen óptimas para el desarrollo de estos cultivos. La meta es alcanzar en unos años el millón de hectáreas. Estudiosos de este desarrollo agroindustrial han denunciado que estos cultivos se han utilizado para el lavado de dinero del narcotráfico y como mecanismo de los paramilitares para desplazar de manera forzada a la población, pues su propósito es apropiarse de importantes y ricas regiones. Su estrategia ha consistido en desplazar a la gente y una vez abandonadas las tierras, las ocupan las empresas palmicultoras. Jiguamiandó y Curvaradó, municipios del Pacífico, son ejemplos estruendosos de esa estrategia: la empresa Urapalma ocupó de manera ilegal esos territorios afrocolombianos. Estas comunidades del Chocó recibieron la titulación de sus tierras en noviembre de 2000, luego de años de reiteradas violaciones a sus derechos humanos, nueve años después de que la Constitución Nacional reconociera los derechos territoriales de comunidades negras e indígenas. La titulación se recibió en momentos en que las comunidades estaban desplazadas. Al retornar, encontraron su territorio ocupado con cultivos de palma. Comenzó entonces un largo proceso jurídico y de denuncia de su parte para recuperar sus territorios, teñido de grandes irregularidades para favorecer las empresas de la palma aceitera. Algo similar sucede en la región de Tumaco (al sur de Colombia, en los límites con el vecino país del Ecuador). Las comunidades han vivido también el desplazamiento forzado y las amenazas y es así como las empresas o el propio Estado proponen a los miembros de los consejos comunitarios como alternativa para permanecer en su territorio convertirse en “empresarios del sector rural”. Dicho de otra manera, se los fuerza a involucrarse en las alianzas o cadenas productivas con empresarios de la palma. De esta manera, los territorios que antes eran selvas húmedas se han ido convirtiendo en monocultivos de palma, de

modo que se despoja a las comunidades negras de su cultura y de su territorio y se destruyen regiones que son de las más diversas del Planeta. En el pasado junio, el presidente Uribe expresó en el Congreso de Fedepalma, en Villavicencio lo siguiente: “*…+ Rogaría que haga *…+ *el ministro de Agricultura+ una cuarentena de los empresarios de Tumaco y los compatriotas afrodescendientes y no los deje levantar de la oficina, donde los encierre hasta que lleguen a un acuerdo. Tiene que ser así… Enciérrelos allí y entonces propóngales como case *sic+, que el Estado aporta, que lleguen ellos a unos acuerdos sobre uso de esas tierras y el gobierno aporta recursos de capital de riesgo. Y propóngales una fecha y les dice: señores, nos declaramos en cónclave y de aquí no salimos hasta que tengamos un acuerdo *…+ Porque aquí hay que reconocer lo bueno y lo malo, en este Meta y en el Casanare y en lo que empieza a dar en el Guaviare, unos crecimientos formidables de palma, en Tumaco, no. Y Tumaco que tiene la carretera, váyanse un poquito al norte, esa área del Guapi, El Charco con excelentes condiciones y sin una mata de palma y llena de coca que tenemos que erradicar*…+”. Estas declaraciones generaron la ira de las comunidades negras que respondieron con fuerza al presidente de la República “Si esta palma aceitera señor presidente es su megaproyecto piloto, en nuestros territorios étnicos no lo es. Peor aún: si lo fuese, conllevaría a gravísimos daños ambientales, sociales y culturales. Esto lo afirmamos con base en lo que hemos vivenciado con este monocultivo desde fines de la década del sesenta hasta el presente, o sea desde hace más de treinta y cinco años, padeciendo los impactos de más de veinte mil hectáreas de siembra forzosa de esta ‘Plantación adentro camará’(*), pues incluso, sigue expandiéndose de manera violenta en nuestros territorios colectivos.” (Carta al presidente de la República de las autoridades étnico territoriales y representantes legales de los Consejos Comunitarios de Comunidades Negras del territorio étnico del Kurrulao (Pacífico sur colombiano). Los empresarios de la palma y los promotores de esas empresas tienen ahora con las propuestas de producción de biodiesel nuevos motivos para seguir creciendo. Y sin embargo, las historias de las plantaciones son dolorosas. Están manchadas de la sangre y las lágrimas de las comunidades negras y campesinas del Pacífico, del Magdalena Medio, del Caribe colombiano. Es la historia silenciosa de los

bosques desaparecidos para transformarse en plantación. Es la historia de las culturas ancestrales transformadas en proletariados palmícolas. Son esas voces las que reclaman detener la destrucción que nos proponen los defensores del biodiesel. (*) Verso de la canción popular “Plantación Adentro” (Autor: Tite Curet Alonso) (Canta: Ruben Blades) Por: Tatiana Roa Avendaño, Censat Agua Viva, correo electrónico: [email protected]; http://www.censat.org/. Fuentes: Defensoría del Pueblo. Resolución Defensorial. N° 39 de 2005; El Espectador. “Ley de tierras podría prestarse al lavado de activos”, octubre 21 de 2006; Gestión del Instituto Colombiano de Desarrollo Rural – Incoder”, agosto de 2006; Salinas, Yamile, los vericuetos de la palma aceitera, Abdala, 10 de noviembre de 2006; Procuraduría General de la Nación. “Análisis de la ejecución de la Reforma Agraria y la la Gestión del Instituto Colombiano de Desarrollo Rural – Incoder”, agosto de 2006.Webs visitadas: Revista Semillas, http://www.semillas.org.co/; Fedepalma. http://www.fedepalma.org/

Acciones de resistencia frente a los agrocombustibles

Palma aceitera en los territorios de las comunidades negras del pacífico surcolombiano

David López Rodríguez - PCN - Colombia, 02/04/2008 Se ha publicado en diversos medios sobre la problemática de la palma aceitera principalmente del norte del Pacífico colombiano pero muy poco y solo algunas referencias puntuales sobre este caso en el sur de esta región y específicamente, del municipio de Tumaco en el departamento de Nariño, fronterizo con la República del Ecuador y también ocupada mayoritariamente por comunidades negras o afrodescendientes quienes desde inicios de los noventa, su proceso étnico organizativo fue un bastión muy importante en la gestación del PCN. Hoy, aunque el panorama organizativo afro se ha diversificado y enriquecido mucho más en el Pacífico surcolombiano, el PCN sigue teniendo allí una presencia o expresión significativa a través de varias organizaciones y militantes.

Desde el PCN reivindicamos la denominación palma aceitera en lugar de palma africana y aunque este último es uno de los nombres más reconocidos internacional y nacionalmente para esta palma, oriunda del golfo de Guinea en el África centro occidental. La razón es de carácter étnico político pues nuestro proceso enfatiza también en una resignificación positiva del África y dado que, la invasión del monocultivo de ésta palma ha implicado y acarreado situaciones y circunstancias tan negativas y traumáticas para las comunidades negras en Colombia desde hace cincuenta años, optamos mejor por la denominación de palma aceitera que es también reconocida en la literatura internacional y nacional y a sabiendas que aunque no es la única palma aceitera, sí es una de las más prolíficas en esta materia. Las Palmas en el Pacífico colombiano La palma aceitera (Elaeis guineensis) fue trasladada e implantada en el Pacífico colombiano desde mediados de los cuarenta y fines de los cincuenta en el siglo XX, región ésta con antecedentes biogeográficos y culturales riquísimos en palmas. Es importante la precedente consideración intentando identificar razones de diverso tipo que contribuyan a contextualizar la presencia de ésta palma desde hace más de medio siglo en el pacífico sur colombiano en particular. Otra especie promisoria, la cual ilustra el uso irracional que en Colombia se hace de los recursos, la constituye la palma real de Tumaco (Attalea colenda). Esta palma, endémica de las tierras bajas del Pacífico en Ecuador y el sur de Colombia, ha sido reconocida como una especie oleaginosa comparable a la palma africana, no solo en cuanto al tipo de aceite, sino también por su potencial de producción. En efecto: los primeros registros de producción de la palma africana, en 1922, en los inicios de su domesticación, fueron de 1.8 a 2.6 toneladas de aceite por hectárea. La palma real de Tumaco, en condiciones silvestres y sin ningún tipo de mejoramiento genético, produce entre 0.32 y 3.2 toneladas de aceite por hectárea (Blicher-Mathiesen & Balslev, 1990). Su mismo nombre científico, colenda literalmente significa “que debe cultivarse”. Pero en Colombia, lejos de pensar en cultivarla, esta especie ha sido arrasada por millares, a tal punto, que en la actualidad se encuentra en peligro de extinción. ¡Lo insólito del caso es que ha sido arrasada para establecer plantaciones de palma africana! [2]. “La tagua de Tumaco (Phytelephas tumacana), que antiguamente fue muy abundante y constituyó la base de la economía local, ha sido arrasada para

establecer plantaciones de palma aceitera, y se encuentra al borde de la extinción (Bernal,1989)” *3+. Desde el punto de vista de la importancia en la composición de los bosques, las palmas se encuentran entre las siete familias de plantas leñosas con mayor número de especies en los bosques bajos del Pacífico (Gentry, 1990). Además, los muestreos realizados revelan que, en esta región se encuentra un mayor número de individuos de palmas por área que en cualquier otro lugar del mundo (Gentry, 1986) [4]. “El papel de las palmas en los ecosistemas del Pacífico se refleja también en la maraña de interrelaciones aún no bien comprendidas, que ocurren entre las palmas y la fauna. Las palmas proveen de alimento y albergue a una gran cantidad de animales, muchos de los cuales, actúan a su vez como polinizadores y dispersores de las semillas…” *5+. Una gran parte de la vida del hombre del Pacífico está ligada a las palmas. Al igual que en otras áreas del neotrópico, las palmas cubren numerosas necesidades de la vida diaria, que incluyen alimento, vivienda, herramientas, utensilios, juguetes y adornos. Otras especies están ligadas a las ceremonias y otras más hacen parte de la mitología. Por lo menos 46 de las 106 especies de Palmas del Pacífico tienen algún uso reconocido y algunas de ellas tienen gran potencial económico. Ningún otro grupo de plantas presta al hombre tantos y tan diversos servicios como las palmas [6]. La invasión del monocultivo de palma aceitera La evolución e intensidad de las acciones violentas en esta región, han estado muy ligadas entre otros aspectos, con la invasión del monocultivo de la palma aceitera en Tumaco, que cobró tan solo entre 1992 y el 2004, lo que en la región calificamos como cinco afro magnicidios con todas las secuelas que esto conlleva sobre un proceso social organizativo en tan corto lapso: Rafael Valencia Camacho; Francisco Hurtado; Hermana Yolanda Cerón Delgado; José Aristides Rivera y, Luciano Castillo. Todos aún en la impunidad como los más de trescientos asesinatos en nuestra zona rural en 1994, así como los millares de homicidios desde aquella fecha y que siguen sucediéndose, también los desplazamientos forzados, las desapariciones y un deterioro cada vez mayor de la situación socioeconómica en general en la región.

Según el Plan de Desarrollo 2004-2007 del municipio de Tumaco, el área de “cultivos de palma” aceitera se extiende a 34.862 hectáreas. Según éste mismo Plan, el área de “Propiedad privada y solicitudes de titulación individual” es de 59.757 hectáreas. Algunos compañeros afrodescendientes de la región, conocedores de ésta problemática, afirman que la mayoría de ésta área también se encuentra sembrada por palma aceitera y por ello, estiman que en realidad el área sembrada en Tumaco, se extiende entre las 70 y 80 mil hectáreas. Esto último a su vez, nos revela una desconfianza hacia los datos gubernamentales y gremiales sobre la real extensión de éste monocultivo. La inexistencia de datos confiables y de cartografía al respecto, demuestra también la carencia o el ocultamiento de una información básica o elemental, sobre un fenómeno concatenado con múltiples implicaciones e impactos gravísimos. Según Fedepalma (Federación de Empresas de Palma Aceitera en Colombia), en Tumaco en el año de 1999, habían unas 18.153 hectáreas sembradas que constituían un 47.6% del total de la superficie en uso del municipio. Se afirma que para esa ocasión, aproximadamente el 60% de dicha extensión, se realizó a expensas del bosque primario [7]. Un líder afro de la región denuncia que en el 2003 en parajes de la vereda Jagua del río Mira, por orden y pago de una empresa palmera, se talaron 80 hectáreas de bosque de “guanul” (especie maderable fina) y luego de extraer la madera, incendiaron esa área. Después se recogieron casi 80 bultos de tortugas quemadas, especie faunística que no alcanzó a huir. Según la Resolución 0525 del Incoder (Instituto Colombiano de Desarrollo Rural) del 2 de marzo de 2006, sobre el Título del Consejo Comunitario del Alto Mira y Frontera, se denuncia que pese al compromiso de las empresas palmeras Salamanca S.A. y Palmeiras S.A., de no continuar tumbando o talando más bosque primario, estas empresas siguieron realizando la tala, como lo constató una “Inspección Ocular” de una autoridad gubernamental competente. “La llegada de las empresas palmeras a la región… *de Tumaco+… ocasionó… *además de…+ la tala de selva… el drenaje de los suelos en áreas… que luego fueron tituladas a las comunidades negras. Según explican los propios palmeros, “para sembrar 456 hectáreas de palma…, se tuvieron que hacer 86 kilómetros de

drenajes y 11 kilómetros de carreteras” de altísimo impacto ambiental negativo en suelos de vocación forestal [8]. “Toda esta deforestación… *en Tumaco+… dio lugar a la explotación ilegal de la madera sacada sin ningún tipo de control estatal. La apertura de las mencionadas carreteras atrajo la atención de otros colonizadores y otras actividades económicas, entre las cuales se destacan los actuales cultivos de coca” *9+. La relación social del capital en el monocultivo palmero … mientras la palma se mueve necesariamente al ritmo del capital, los afrocolombianos locales han configurado sus propios ritmos de producción que habían sido distintos a esa racionalidad. Esto no quiere decir que ellos no han estado articulados a la reproducción del capital, pero ha sido en la minería artesanal, en la extracción de madera, en el cultivo de cacao o en la pesca en los esteros o en la mar, logrando unos márgenes de autonomía con respecto a la ordenación del tiempo y de la producción que con el cultivo de la palma parecen imposibles. Incluso si se siembra en la finca, mezclada con otros cultivos y respondiendo a la estrategia del policultivo y de la seguridad alimentaria del grupo doméstico, la palma impone sus condiciones en sintonía con la demanda de ‘cuerpos dóciles’ claramente capitalistas. … Mientras que… *el salario con contrato+… se establece predominantemente no solo para aquellas actividades consideradas “calificadas”, sino también para la gente que viene de otras regiones; las segundas (esto es el destajo, la sociedad, el endeude, el jornal donde aparece generalmente el contratista, operan mas en labores “no calificadas” predominantemente asociadas al cultivo-cosecha-transporte así como con la gente de la región… se puede concluir que en la industria de la palma existe una racialización de las actividades y relaciones laborales. … *O mejor o de modo más directo, de racismo laboral]. Si se consideran las dos conclusiones arriba esbozadas (la palma que demanda cuerpos dóciles y la amalgama de relaciones laborales), se puede llegar a una tercera conclusión: es indispensable problematizar las lecturas dicotómicas que suponen de un lado al capital representado en los cultivos industriales y, del otro, las fincas de los afrocolombianos como no-capitalistas. Nos encontramos, más bien, ante una situación que amerita explorarse en términos de una dinámica de subsumisión parcial a la reproducción ampliada del capital de disímiles amalgamas de relaciones y prácticas, localizadas tanto en el espacio disciplinado

de los cultivos industriales como en la finca que responde a los modelos locales de manejo y representación del espacio. En este proceso eso que se denomina “el capital” deja de existir como un abstracto y antropologizado sujeto para inscribirse en lo local, de acuerdo con las específicas condiciones culturales y racionalidades productivas de los afrocolombianos; de la cual demanda no solo su fuerza de trabajo, sino su inserción en la producción para el mercado local del fruto. Desde la perspectiva de los modelos productivos y ritmos de productividad de los afrocolombianos, el resultado de dicha inscripción es un re-alindamiento hacia una creciente dependencia de los mercados altamente monetizados para la reproducción del grupo doméstico [10]. (Subrayado nuestro). Violenta usurpación territorial “… la palma… *en Tumaco+… ha significado una transformación de la geografía humana (debido a los desplazamientos hacia el área urbana…) y natural (el predominio del monocultivo que ha reemplazado a los bosques y policultivos), así como ha devenido en el principal rubro de la economía del municipio y en el más recurrente referente del imaginario de “progreso” *11+. … *En Tumaco+… A… *la+… ocupación de la tierra declarada como baldíos de la nación les siguió la compra… *en el mejor de los casos+… de tierras a pequeños propietarios y últimamente la invasión de territorios colectivos… Según cuentan los campesinos de la zona, los palmicultores propiciaron la llegada a la zona del grupo de los “vanván” en los años setenta, grupo de sicarios de Medellín, contratados para presionar a los campesinos (vender sus tierras o morir)… Los hechos de violencia… *tuvieron un hito+… con el asesinato de Francisco Hurtado (1998), representante legal… *del Consejo Comunitario del Alto Mira y Frontera+… que estaba haciendo un censo para implementar la Ley 70. Tras las denuncias provocadas por este hecho y por el desplazamiento de campesinos negros, las palmeras cambiaron de táctica y comenzaron la modalidad de ‘cultivo cautivo’ con los campesinos… Los palmeros impulsaron Cordeagropaz… *Corporación para el Desarrollo Agroempresarial de Tumaco, entidad mixta creada en 1999+… que a su vez promovió lo que llamaron ‘alianza estratégica’ (ustedes tienen la tierra y nosotros el capital). Para solucionar el problema de la afectación legal de los predios –ya que la ley 70 dice que son inalienables, imprescriptibles e inembargables– potenciaron los títulos individuales, dándoles a estos campesinos el crédito necesario para cultivar la palma y como la gente no podía devolver los préstamos, les acabaron quitando sus tierras… Otras empresas como Salamanca y

Palmeiras han invadido… *aproximadamente 1500 hectáreas+… de territorio colectivo en zona de titulación colectiva… *Consejo Comunitario del Alto Mira y Frontera+… declarada como forestal y, aunque han sido acusados como poseedores de mala fe… *luego, declarados formalmente como tales por Resolución 0525 del Incoder, del 2 de marzo de 2006+… están amparados por el Plan Colombia y la erradicación de los cultivos ilícitos. Ninguna institución estatal, incluida Corponariño, ha actuado al respecto. Estas… *aproximadamente 1.500 hectáreas+… fueron las que ocasionaron el asesinato de Francisco Hurtado… Los paramilitares han cooptado líderes bajo amenazas de muerte (lo que significa también su ‘muerte política’: por poner un ejemplo, las personas que antes defendían la conservación de los bosques, los están tratando ahora bajo amenaza de muerte), han secuestrado o coartado la libertad de elección de los consejos comunitarios y sus líderes, así como han impulsado la desintegración de los consejos y de las comunidades [12]. Posturas neo esclavistas de Uribe Vélez El Presidente Álvaro Uribe Vélez en su discurso del último Congreso de Fedepalma el 7 de junio del 2006 en la ciudad de Villavicencio [13], reiterando su propuesta y anuncio de expansión del monocultivo de la palma aceitera en el Pacífico sur colombiano, se refirió a los “compatriotas afrodescendientes” de ésta región en un contexto abiertamente neoesclavizador. A nuestro juicio, lo formulado por el Jefe del Estado-Nación colombiano es una manifestación de racismo y discriminación racial que denunciamos también ante los organismos internacionales de Derechos Humanos. El Presidente Álvaro Uribe Vélez no ha dado respuesta a la misiva que “Autoridades étnico territoriales y representantes legales de los consejos comunitarios de comunidades negras del territorio étnico del Kurrulao (Pacífico sur colombiano)” hiciesen *14+, en rechazo de su gravísima agresión a las comunidades afrodescendientes en el último Congreso de Fedepalma y en la que fijan su posición, respecto a la ampliación de la invasión del monocultivo de la palma aceitera en el Pacífico surcolombiano, reivindicando su derecho étnico a la Consulta Previa, amparada tanto por la normatividad nacional como por el Convenio 169 de 1989 de la OIT, ratificado por el Estado colombiano a través de la Ley 21 de 1991. El Consejo Comunitario del Bajo Mira y Frontera del municipio de Tumaco y el

Consejo Comunitario del río Patía Grande, sus Brazos y la Ensenada - ACAPA del municipio de Salahonda limítrofe con Tumaco, suscribieron una Declaración [15] en conjunto con otras organizaciones afro y de Pueblos Indígenas de Colombia, en la que reivindicamos “Nuestro Derecho a la Objeción Cultural sobre el Derecho a la Consulta Previa”, reformulando o precisando de mejor manera entonces, la posición y propuesta expresada al presidente Uribe Vélez en la misiva del 16 de julio del 2006. Alto Mira y Frontera: prototipo del monocultivo palmero y de resistencia afro El gerente general del Incoder expidió la resolución 0525 del 2 de marzo de 2006 en la que resolvió que “La ocupación que se adelanta por parte de las empresas palmicultoras Palmas Oleaginosas Salamanca y Palmeiras S.A., en los territorios colectivos de las comunidades negras agrupadas en el Consejo Comunitario de Alto Mira y Frontera, que por la presente providencia se adjudican, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 15 de la Ley 70 de 1993, es una ocupación indebida y de mala fe y no da lugar al reconocimiento de las mejoras establecidas”. (Resaltado nuestro) Tal ocupación indebida es de un área en extensión aproximada a 800 hectáreas, todas sembradas con palma aceitera y de las cuales 400 hectáreas se encuentran en producción y las otras 400 hectáreas también se encuentran sembradas pero aún sin producción. La citada resolución del Incoder para el caso del Alto Mira y Frontera se constituye en uno de los hitos jurídico - políticos más recientes del Estado en defensa y protección de los territorios colectivos y ancestrales de las comunidades negras del Pacífico surcolombiano, ante la interrumpida invasión y agresión soportada desde las últimas décadas por las dinámicas de la relación social del Capital, a través de sus industrias mono-extractivistas maderables, pesqueras, camaricultoras, coqueras y palmeras. Correspondió en esta ocasión la contención jurídico - política a un caso que calificamos de prototípico, sobre lo que se ha venido desencadenando de modo generalizado por la invasión del monocultivo de la palma aceitera en nuestra región el cual adquiere trascendencia al poder ser reconocido, señalado y definido por el Estado-Nación como un monocultivo e inversión estratégica, el cual considera necesario ampliar aún más de lo hecho hasta ahora. Es importante resaltar entonces que lo acontecido en el Alto Mira y Frontera se ha venido presentando en muchos otros Territorios colectivos y ancestrales de

nuestra región y, como la misma resolución mencionada lo reconoce y señala que está pendiente por resolver o dirimir los otros casos. La mencionada resolución es proferida en un contexto en el que, el actual Jefe del Estado-Nación colombiano ratifica con agresión verbal y psíquico-sociocultural hacia las comunidades negras del Pacífico surcolombiano, su política de expansión aparentemente incuestionable de este monocultivo o modelo de plantación, que riñe totalmente con los presupuestos étnicos y culturales rubricados por el mismo Estado-Nación a los territorios colectivos de las comunidades negras. También esta resolución involucra a una empresa palmera cuestionada por el homicidio de un líder afrodescendiente, según las denuncias al respecto como la expuesta por el estudio y publicación de la Diócesis de Quibdó y la Human Rights Everywhere y por tanto además, este caso del Alto Mira y Frontera revela desde un micro lugar, lo que también ha venido aconteciendo como conducta de las empresas palmeras durante las últimas décadas en la región. Pero la citada resolución también nos hace explícito la percepción y posición desde los abogados apoderados de las empresas palmeras, e incluso, de órganos institucionales en momentos determinados, en donde se evidencia su desconocimiento o abierto rechazo, tanto de la legislación especial étnica de nuestra Carta Magna como del espíritu mismo (elevado como Principio) del carácter o naturaleza diversa y cultural del Estado-Nación colombiano. Además nos revela la citada resolución a través de significativas actas de concertación y de las prácticas de compraventa de predios y/o mejoras en territorio colectivo y ancestral, el desconocimiento de nuestros derechos étnicos culturales entre sectores de los titulares mismos afrodescendientes de aquellos Territorios. Pero además está revelando la inconsecuencia del mismo Estado-Nación hacia la protección de dichos derechos pues, como lo señala el estudio de la Diócesis de Quibdó y la Human Rigths Everywhere, desde las mismas empresas palmeras, sus ejércitos privados y la estrategia político paramilitar del Estado, se han forzado tales actas y prácticas. Todo esto no es puntual para el caso del Alto Mira y Frontera, sino generalizado para toda nuestra región. Del mismo modo se revela la incoherencia del mismo Estado-Nación hacia la protección de los derechos étnicos y culturales pues, conocemos que la

insurgencia armada ha propiciado o apoyado también la ocupación de territorios colectivos y ancestrales, por personas que no se autoidentifican como afrodescendientes y a través de prácticas culturales que también riñen totalmente con los presupuestos étnicos y culturales formalizados por el Estado-Nación mismo a los territorios colectivos de las comunidades negras. Al reconocer la crítica situación en el que ha sido colocado el territorio colectivo del Alto Mira y Frontera y además, su carácter modelo de lo que viene aconteciendo en general con los territorios colectivos y ancestrales en el Pacífico surcolombiano, damos cuenta también que este caso en la actual coyuntura lo podemos calificar de micro laboratorio sobre la invasión del monocultivo de la palma aceitera en el Pacífico surcolombiano, puesto que se nos presentan y revelan la totalidad de los actores e insumos incluidos los jurídico-políticos, que nos permite el abordaje y la superación de dicha problemática, y además, nos señalan sus potencialidades para revelarnos de pistas tanto para los ejercicios del derecho a la objeción cultural como del derecho a la consulta previa, en una situación como éstas. La resolución del Incoder sobre el caso del Alto Mira y Frontera y se constituye a su vez, en soporte de un modelo pedagógico y didáctico para las comunidades afrodescendientes de nuestra región como para los titulares de los Consejos Comunitarios y Representantes Legales, sobre las características y naturaleza de la invasión del monocultivo de la palma aceitera y acerca de las diversas opciones para contenerlo y superarlo.

Perú: la Amazonía amenazada por proyectos de plantaciones de palma aceitera Las plantaciones de palma aceitera se expanden en América del Sur: Colombia, Ecuador, Venezuela y ahora Perú, que se suma al impulso comercial. Las empresas encuentran lucrativas oportunidades a costa de la invalorable selva amazónica y de la vida de los campesinos, quienes se ven desplazados de las tierras que trabajan para obtener su sustento. En el año 2000 el Ministerio de Agricultura elaboró el Plan Nacional de Promoción de la Palma Aceitera 2000 – 2010. Con un enfoque de mercado, el plan busca

promover “núcleos” productivos o “clusters” en los departamentos de San Martín y Loreto, hasta consolidar 50.000 hectáreas a establecerse en la región amazónica, la cual –según anunciaba el proyecto de Ley 9271-- “cuenta con extensas y ricas tierras para desarrollar la industria del aceite de palma”. En este contexto, llegan denuncias de que en plena llanura amazónica y parte de la ceja de la selva, 30.000 hectáreas de bosques tropicales comprendidos en los valles de la subcuenca de los ríos de Caynarachi y Shanusi, en el distrito de Yurimaguas, región Loreto, serán destinados al cultivo e industrialización de la palma aceitera por el grupo Romero, un poderoso conglomerado mixto al que pertenecen las empresas Industrias del Espino S.A. (INDESA) y Palmas del Espino y Subsidiarias (PALMESA). Antes de darse a conocer los resultados del estudio de impacto ambiental del proyecto, se informa que ya se ha iniciado la deforestación de 2.000 hectáreas en la zona de Shanusi. Las autoridades estatales (el Concejo Nacional del Ambiente-Perú/CONAM y el Instituto Nacional de Recursos Naturales/INRENA), no han puesto objeciones a este proyecto, que no solamente degradará el hábitat de miles de especies silvestres, sino que se lleva a cabo a expensas de los derechos territoriales de numerosas comunidades campesinas. Se da la situación de que, en muchos casos, comunidades que ocupan la zona de influencia del proyecto desde 1941 o 1961, no han podido realizar la titulación de sus tierras comunales por los costos que conlleva el proceso. Pero, además, la titulación, que a una comunidad campesina o nativa le insume de uno a tres años, al Grupo Romero le requirió tan sólo tres meses y hoy en día la empresa logró apropiarse de tierras de familias campesinas. Más de 40 familias en terrenos que ocupan desde hace seis años se sienten burladas por los organismos encargados de su titulación, ya que en un inicio les prometieron titular sus parcelas, pero ahora les argumentan que como los terrenos se encuentran dentro del área que ha solicitado la empresa del Grupo Romero, no es posible continuar con los trámites. La Asociación de Productores Agrarios “Centro San Isidro” del Alto Shanusi indica que sus integrantes iniciaron los trámites legales en 2005 y que el PETT (Proyecto Especial de Titulación de Tierras) realizó las mediciones de los terrenos, por lo que la decisión les causa gran sorpresa y malestar.

Los campesinos de la zona son conocedores de que proyectos similares de monocultivos de palma aceitera llevados a cabo en Colombia y Ecuador no solamente han implicado la destrucción del ambiente, sobre todo por el uso de agroquímicos y sus impactos en el agua, el suelo, la flora y la fauna, sino que también han desplazado a miles de campesinos. Los aspectos sociales tampoco son buenos, dicen, ya que afectarán actividades como la leña, la caza, la pesca, entre otras. Por su parte, la Directiva de la Asociación de Productores Agropecuarios “Centro San Isidro” – APACSI del bajo Shanusi – Yurimaguas, frente a la invasión de las plantaciones de palma emitió una declaración en la que denuncian a las autoridades por haber guardado silencio ante la negativa del PETT a otorgarles los títulos de propiedad de las tierras que han ocupado y trabajado durante más de seis años, cuidando a la vez la selva virgen del sector San Isidro bajo Shanusi. Lamentan también que un amplio sector de la prensa “no está dando cobertura a este problema que se viene agigantando día tras día y que seguramente desembocará en graves y funestas consecuencias para nuestra ecología, con la deforestación de un amplio territorio ... y con ello el aniquilamiento de miles de especies de flora y fauna, sólo con el miserable objetivo de sembrar palma aceitera para el negocio lucrativo del aceite vegetal para los nuevos motores ‘ecológicos’ que seguramente la firma Romero estará pensando vender en nuestra patria. Cabe señalar que dicha palma tan solamente crece con sol y agua; es decir, toda la vegetación que para ellos no sirva será destruida y con ello los seres que la habitan; además, que no es cierto que esta inversión traerá desarrollo para la población del sector, la cual viene siendo obligada a vender sus tierras para poner en marcha este ecologicida proyecto que tan solamente es un paliativo temporal al hambre y miseria de nuestros tan sufridos pueblos” (ver la declaración completa en: http://www.wrm.org.uy/paises/Peru/Declaracion_Yurimaguas.html). Artículo basado en información obtenida de: “Arbitrario posesionamiento del grupo económico Romero en tierras protegidas de selva virgen de Yurimaguas”, declaración del 9 de Junio de 2006 del Comité Directivo - APACSI del bajo Shanusi; “Paralizan titulación de tierras de más de cuarenta comuneros del Alto Shanusi”, Giovanni Acate, Radio Oriente,


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