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La Semana

Date post: 01-Apr-2016
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semana la
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semanala

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ras el reencuentro con Anya me marché de la pastelería con mil cosas en mente; directo a mi más que humilde morada... Por mucho que me hubiese dicho Shion, no podía dejar de lado la idea de que lo sucedido había sido, de algún modo, culpa mía.

A mi alrededor pronto la oscuridad de la noche fue apagando las ca-lles y tan sólo las luces del barrio medio empezaban a encenderse; una zona que poco a poco y sin darme cuenta iba dejando atrás...

El amigo de Luar, Kerel, me había ofrecido trabajo para la Guardia de Arkángel. Un trabajo que estaba decidido a aceptar con el fin de salir lo antes posible del barrio de mala muerte en el que me halla-ba. Además... de ese modo, podría proteger mejor a Anya... —la cual prefirió la compañía de aquél chico... ¿Corey?—, además de optar a una mayor calidad de vida. Ahora se me planteaba otro problema...; tendría que buscarme otro lugar en el que vivir; un lugar apartado del núcleo de maleantes. Pero, ¿cuál sería ese lugar...? En cualquier caso, ya tendría tiempo para preocuparme de eso en otro momento... ¡¡¡Ke-rel!!!... su vida estuvo a punto de desvanecerse ante la atónita mirada

el reencuentro Lunes

3 de Junio

T

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de todos y cuántos nos encontrábamos allí... De no haber sido por aquél médico... —el cual no recuerdo si llegó a presentarse... aunque lo cierto es que estuvo muy hábil a la hora de tratarlo—.

Pronto regresé de mis pensamientos... El olor a podredumbre me gol-peó en la cara, devolviéndome a la realidad de los bajos fondos —ha-bía vuelto a mi lugar—. Debía estar pendiente, ahora más que nunca, de mis espaldas; ya que al parecer aquellos que nos acababan de asal-tar venían a por mi... Me deslicé entre las calles —como lo hacen las hojas de los árboles a través del viento en otoño—, pendiente en todo momento de la gente de mi alrededor. Finalmente llegué a casa... Todo parecía en orden... Me estiré en la cama pensativo, durante unos largo minutos; y finalmente me dejé llevar por el cansancio.

Tan sólo deseaba que los sueños que tuve la pasada noche no se repi-tieran... Tras el reencuentro con Anya, no podía quitarme de la cabe-za como iba a explicarle todo lo sucedido —de hecho no sabía si me iba a atrever tan siquiera a decírselo—.

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brí los ojos y permanecí unos instantes contemplando el roído techo de madera. De pronto sentí una enorme sensación de vacío en mi in-terior, dí un respingo y me acurruqué en el borde del colchón, todavía pensativo.

Había tenido unos sueños muy intensos —y esta vez no se trataba de la señora Rose, sino de Anya...—. Todo empezaba con un sueño idílico en el que Anya estaba junto a mi y vivíamos en una preciosa casa digna de una persona tan bella como ella..., pero de pronto ese sueño empezó a mostrar tintes de una amarga pesadilla dónde veía como Anya era arrebatada de mi lado. Entonces empezaba a ver como iba perdiéndolo todo hasta quedarme en una situación peor de la que estaba ahora. Lo último que recuerdo de ese desasosiego es la imagen de mi cuerpo tirando en un callejón sin nadie allí que se preocupase. Aquella pesadilla me dejó meditabundo durante unos largos minu-tos. Pero finalmente me decidí a levantarme de la cama. Eché un vis-tazo por la ventana; la luz que entraba por ella me dio a entender que ya debía ser mediodía.

soledad e incertidumbreMartes

4 de Junio

A

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La imagen de Anya regresó de nuevo a mi mente, ¿había pasado la noche con Corey?; eso era algo que no podría saber —a menos que se lo preguntase directamente a ella y eso era algo que obviamente no iba a hacer—. De una cosa sí estaba seguro; y es que la simple idea de imaginarlo me quemaba por dentro.

De todas las relaciones que había tenido hasta el momento —siempre por trabajo—, ninguna había conseguido llenar el vacío existencial que sólo ella es capaz de satisfacer con su sola presencia. Es curio-so como a pesar de las experiencias que había podido tener con otras mujeres, nunca había sentido con ninguna esas punzadas interiores que noto cada vez que imagino a Anya en brazos de otro hombre que no sea yo... ¿Celos? Es posible.

Fuese como fuese, ella ahora parecía feliz con Corey...; al fin y al cabo él habría estado ahí en los momentos más difíciles... —algo con lo que no puedo competir por más que me duela—. Eso me planteaba otras dudas: ¿Qué sentimientos guardaba Anya para conmigo?, ¿me odia-ba?, ¿quería que estuviese con ella y recuperar el tiempo perdido...?

Ahora mismo eran preguntas de las cuales desconocía su respuesta; y me encontraba demasiado decaído como para acudir a preguntarle —quizá también se debiera a que, en el fondo, sabía que yo también tendría que darle una serie de explicaciones; las cuales todavía no es-taba preparado para dar...—.

Por primera vez, no iba a salir de casa a menos que fuese estrictamen-te necesario —ni siquiera para ir a verla ya que si le ofreció a Corey quedarse a dormir, era posible que éste todavía se encontrase allí...—.

Necesitaba tiempo para mí. Para poner en orden todas las ideas y pensamientos que bombardeaban mi cabeza.

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acían ya dos días desde el reencuentro con Anya y el incidente con Kerel. Mi cabeza estaba ahora algo más ordenada. El tiempo de re-flexión que me había tomado durante el día anterior me había venido bien para calmar mis ánimos y darme fuerzas para salir de nuevo a la calle. Estaba decidido a retomar parte de mi vida anterior...

Salí a media mañana en busca de alguna dama despistada en la zona del barrio medio. El resultado no estuvo nada mal, aunque tampoco fue algo escandaloso —no sólo me refiero al hecho de no armar al-tercados entre la guardia—. Lo cierto es que, poco a poco, sentía que cada vez empezaba a motivarme menos eso de robar; por el contrario la idea de formar parte de la Guardia estaba cobrando cada vez más protagonismo en mi cabeza.

Pero de vuelta a la realidad, aquello todavía no había sucedido —pen-sándolo bien, tampoco tenía la certeza de que aquello fuese a ocu-rrir; y de ser cierto tampoco sabía cuándo, ya que tampoco me había encontrado con Luar para hablar del tema— y yo tenía que seguir adelante. ¿Y qué mejor forma que la que conocía hasta el momento?

viejas costumbresMiércoles5 de Junio

H

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Anduve distraído durante el resto de la mañana por las calles de Ar-kángel; hasta que el sonido de mi estómago me hizo saber que había llegado el mediodía.

Así que decidí comer algo en alguna cantina de aquella zona. No me tomó demasiado tiempo toparme con una; tomé asiento en una mesa que había junto a una ventana y pedí algo sencillo para comer. Cuan-do hube terminado salí nuevamente a la calle para inhalar aire fresco y fue justo en ese instante cuándo pude notar en mi paladar el olor a pastel recién hecho; de pronto algo vino a mi cabeza... ¡Era Miércoles!

Tras pensar eso, me armé de valor y me dispuse a hacer algo que ha-bía dejado de hacer yo mismo hace unos años... ir hacía la pastelería Abbey Cake’s —obviamente para pedir mi pastel favorito, ¿pastel de Anya?—, dónde me encontraría de nuevo con ella… Como solía ha-cerlo anteriormente; cada Miércoles a primera hora de la tarde. En unos pocos minutos me encontraba en la puerta de la pastelería. Toda la seguridad que había adoptado durante el camino hacia la paste-lería, ahora parecía tambalearse como pendiente de un fino hilo de dudas e inseguridad.

Antes de abrir la puerta, tomé aire, dibujé la más tímida y sincera de mis sonrisas y entré haciendo sonar esas campanillas que me llevaron a tiempos pasados durante unos breves instantes. Unas campanillas que al parecer no tenían ningún efecto sobre Anya —estaba tan liada preparando pasteles, que ni se percató de mi presencia—, que se en-contraba de espaldas a la entrada.

-Buenas tardes señorita... —dije dirigiendo mi tímida mirada hacia ella— disculpe que la moleste, pero… —hice una larga pausa, espe-rando a que Anya se diese la vuelta, mientras observaba con deteni-miento los pasteles que estaban a la vista; como quien busca algo muy concreto—.

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Anya se giró con su tan usual sonrisa; la que ponía delante de todos sus clientes.

-Dígame señor, en que puedo ayu... ¿!Chris?! —su cara de asombro lo decía todo—.-¡Correcto, ese es mi nombre! —añadí con una dulce sonrisa—.-Vaya no esperaba verte tan pronto... —hizo ademán de recogerse un poco el pelo para arreglarse y quitarse el polvo del delantal, un tanto nerviosa— ehm esto... ¿Necesitavas algo?

La necesitaba a ella junto a mi… Me distraje en mis pensamientos durante unos segundos —probablemente en aquel instante debía te-ner cara de estúpido—.

-Em… sí, bueno… lo cierto es que me preguntaba si todavía… —sin saber muy bien cómo, de pronto empecé a ponerme muy nervioso...— E-eh… bueno… si te queda algún… —me acerqué a ella para decirle lo siguiente en voz baja, como si se tratase de un secreto inconfesa-ble— pastel de cereza…

Me aparté de ella tras susurrarle esas palabras… Ahora podía con-templarla nuevamente… Estaba adorable con esas manchas de hari-na por todas partes… Cómo cuándo éramos niños… No pude hacer más que sonreír de forma estúpida.

-¡Pues claro! Venga, ¡ven que te traigo uno!

Cavilando y un tanto patosa se abrió paso a través de las sillas para ir directa hacia el mostrador; donde aún quedaban un montoncito de pasteles de cereza.

-No hay tanta gente a la que le guste el de cereza. Les gusta más el chocolate y la nata... Así que no te preocupes, que siempre tendrás

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pastel de... —hizo una breve pausa que me pareció extrañamente irresistible— cereza.

La seguí del mismo modo que los patitos siguen a su madre para no perderse, en busca del calor de su madre… y de su cariño… Al llegar me dí cuenta de que, en efecto, todavía quedaban bastantes pasteles de cereza...

-La gente no aprecia las mismas cosas que aprecio yo de un pastel… No todo es su sabor… —añadí bajando la mirada, pues sentía como mis mejillas empezaban a ruborizarse—.-Supongo que tendría que darte las gracias, si empecé a hacer este pastel con más ganas fue por ti —confesó guiándome un ojo mientras sonreía de forma encantadora—.

Aquel guiño terminó de desmoronar mis defensas por completo. Era tan dulce y encantadora… ¿Quién podía resistir a sus encantos? ¡Va-mos, hombre!

-Bueno lo cierto es que si yo empecé a venir a por el pastel fue por ti… —durante una fracción de segundo deseé no haber dicho lo que aca-baba de decir...— Eh… mmh… e-esto… —nuevamente mis mejillas se sonrojaron con una rapidez asombrosa y no pude hacer más que desviar rápidamente la mirada, deseando que el suelo me tragase...—.

Cogió una de sus típicas cajitas y dispuso una de las tartas dentro. Noté como vaciló durante unos instantes... Finalmente cogió las ce-rezas, para lanzarme una pregunta con expresión expectante.

-Ehm bueno, esto.. ¿te las pongo?

Me mantuve embelesado viendo con qué cariño metía la tarta dentro de la cajita. Tras oír su pregunta volví a dirigir mi mirada hacía su

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rostro. Sus ojos señalaban dos cerezas… Igual que cuando éramos jó-venes… ¿sería posible que ella también...? No pude evitar morderme el labio inferior tras plantearme esa idea…

-¿Podría pedir algo más con la tarta…? —no estaba seguro de cómo iba a reaccionar ella tras mi pregunta, pero quería despejar mis du-das...—.-¡Sí, claro! Dime —añadió con una sonrisa encantadora—.

De nuevo su sonrisa pudo con todas mis defensas.

- ¿Podría pedirte a ti...? —añadí con una sonrisa pícara mientras mordía mi labio inferior—.

Me mantuve a la espera de su reacción… Me había dejado llevar por las emociones del momento. Dije lo que sentía, sin pensarlo dos ve-ces. Ahora quizá sabría la opinión que tenía ella de mí y si sentía lo mismo que yo.

-¿A mí? No estoy hecha de azúcar, probablemente no sería tan dulce. Además creo que tu y yo...aún tenemos cosas de las que hablar... ¿no crees? —replicó enarcando una ceja—.

Ante su respuesta me encogí de hombros y negué con la cabeza en señal de rendición.

- Bueno… tenía que intentarlo, ¿no? —le sonreí nuevamente y suspiré profundamente— En fin… ¿de qué quieres hablar? —añadí rendi-do—.- Creo que es obvio, después de tantos años de tu ‘’desaparición’’, creo que me merezco una buena explicación de lo que sucedió, además... No sé si has venido temporalmente o si ya no vives aquí... No se nada de ti ya...

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En ese instante hizo un gesto que yo reconocía perfectamente. Cogió las cerezas y se llevó una a la boca, haciéndome un cómplice guiño y seguidamente me ofreció la otra a mí. Tras este gesto, prosiguió. La pastelería estaba empezando a llenarse de gente que venía con la idea de merendar.

-Ahora está empezando a venir más gente y Corey no puede aten-derles; le estoy enseñando para que me ayude y tengo que hacer de camarera hasta que ya sepa hacer lo más básico. Si quieres... podemos quedar otro dia y... hablamos. ¡Eso sí! —añadió como si de pronto hubiera recordado algo—, ¡no desaparezcas o me enfadaré! —en un gesto divertido frunció el ceño mientras me apuntaba con el dedo—.

-Está bien, te prometo que te lo explicaré todo… —eché un vistazo a mi alrededor; la tienda se estaba llenando por momentos— ¡Pero, serà en otro momento! —tomé la otra cereza que me había dado y me la comí, devolviéndole el guiño—.

Me marché de la tienda tan rápido como pude, abriéndome paso en-tre la gente que iba entrando… Antes de salir por la puerta eché un último vistazo a Anya… parecía feliz y sus palabras me habían dado a entender que por lo menos, seguía preocupándose por mí…

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a conversación que había tenido con Anya el día anterior, me había motivado a interesarme nuevamente por mi trabajo como guardia de Arkángel. Al parecer a Anya le preocupaba lo que pudiera pasarme —unas palabras que sin duda dieron un vuelco a mi corazón cuándo las escuché salir de sus labios—. De manera que si quería dejar tran-quila a la persona más importante en mi vida, debía conseguir ese puesto cuánto antes. Por lo que me dispuse a quedar con Luar para tener una charla sobre el tema y preguntarle ya de paso por el estado de salud de Kerel.

Supuse que el médico de la Guardia habría dado algún tipo de parte informativo sobre la evolución de Kerel a la propia Guardia; con lo que el resto de los guardias, por tontos que fueran, estarían al tanto de las últimas noticias sobre el estado de salud de su compañero.

Debían ser las 11 de la noche cuando quedamos para profundizar en esas dos cuestiones que me inquietaban. Nos reunimos en una calle-juela que había cerca del cuartel de la Guardia. Llegué puntual como un reloj debido al interés que me suscitaba aquella conversación.

una charla significativaJueves

6 de Junio

L

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Allí se encontraba, distraído, Luar —el cual al verme me hizo un ges-to con la mano a modo de saludo—.

-¡Buenas de nuevo Chris! -Hola Luar...¿Cómo va? —pregunté por cortesía—.-Pues mira chico, ¡con unos tremendos quebraderos de cabeza! ¡Y todo por tu culpa! —a pesar de la riña, no se percibía ningún tono de seriedad o rencor en sus palabras—.-¿Por mi... por mi culpa, dices? —en aquel instante imaginé de que podría tratarse; de ser cierto lo que estaba pensado, podía estar más cerca de mi nueva vida...— ¿A qué te refieres?-¿Ya no te acuerdas? —espetó— Kerel te ofreció un puesto como guardia de Arkángel... ¡¿Ese tipo de cosas no se hacen solas sabes?! Necesitan de un idiota que se mueva y vaya hablando bien de ti a sus superiores... ¡Y claro el idiota es siempre Luar! ¡¿Quién sino?!

Tras soltar ese discurso, se me quedó mirando como si esperase algo parecido a unas disculpas por mi parte. Yo permanecí atento a sus pa-labras, con una clara expresión de sorpresa... Les había hablado bien de mí a sus superiores... ¿Sería realmente cierto?

Seguimos charlando y me comentó que todavía tenía que reunirse con varios superiores, pero que todo apuntaba a que muy pronto podría incorporarme a la Guardia. Una notícia que me puso más contento de lo que esperaba... Después seguimos una conversación sobre cosas banales, durante unos minutos; hasta que le pregunté por el estado de salud de Kerel... Me dijo que el médico les había informado de que su evolución estaba siendo favorable y que en pocos días podría reincor-porarse junto a sus compañeros.

A pesar de la poca relación que había podido tener con Kerel, me ali-vió escuchar esas palabras...

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racias a la confirmación que dio a entender Luar sobre mi presencia en la Guardia de Arkángel, me planteé más seriamente el hecho de buscar otro lugar en el que vivir.

Sólo había un problema... Todavía no contaba con el dinero suficiente para poder pagarme una casa en una zona que no fuesen los barrios bajos —un lugar de cual quería alejarme tanto como fuera posible; tras conocer que probablemente querían mi cabeza—. Si quería cam-biar de vida, debía empezar por alejarme lo máximo posible de aque-lla zona.

A pesar de no contar con el dinero suficiente para comprar-me una casa en la zona media o alta de la ciudad, nada me impidió dar un pa-seo en busca de casas que estuvieran a la venta o de alquiler... A fin de cuentas, a simple vista no podrían saber mi situación económica... Y encima para más tranquilidad, decidí interpretar el papel de un joven de clase media-alta que busca independencia.

Cuándo llegué rendido a casa, imaginé un hogar junto a Anya y sonreí...

hogar dulce hogarViernes

7 de Junio

G

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l luto teñía ya las calles de Arkángel... La gente andaba de aquí para allá preparando las horas previas al gran día. Pues mañana, era el día de Lacryma.

El día en el que la gente preparaba actuaciones sobre la muerte glorio-sa. Otros contaban historias sobre la señalada fecha y además se ce-lebraban misas especiales. Los días previos a mañana no habían sido más que un ir y venir de gente con velas, vestidos de luto y oscuridad en los corazones.

Ese día, decidí escaparme durante la noche —mi momento favori-to durante aquellos días—, para contemplar la ciudad desde lo alto de los tejados. Me gustaba la sensación que me producia el esti-rarme en las azoteas y contemplar la paz que se respiraba durante aquellos días grises.

víspera de lacrymaSábado8 de Junio

E

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inalmente el día de Lacryma había llegado. Hoy era el día en el que la gente se reuniría en la gran catedral de Arkángel para celebrar la misa en honor a aquel hecho. También era el día perfecto para dejarme caer por allí para buscar bellas e incautas nobles, que llevasen sus joyas más preciadas.

Así pues decidí llegar temprano a la catedral. Llegué a tiempo para ob-servar como se llenaba por momentos. Un hecho que me facilitaba la faena, ya que el roce era más común debido a la cantidad de gente que se agolpaba en aquel espacio que pronto se haría pequeño. Me tomé mi tiempo en buscar a mis “víctimas”. Ninguna llama especialmente mi atención.

De pronto una presencia cautivó por completo mi atención... Una bella damisela, ataviada con un hermoso vestido negro largo que hacía justicia con su encanto, atravesaba la puerta de la catedral, haciéndose hueco en-tre tanta nobleza. La estuve observando; ella, por su parte, no dejaba de sonreír, saludar, adular o rechazar a la gente cortésmente.

encuentro fortuitoDómingo9 de Junio

F

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Permanecí observándola incluso después de la misa. Cuando me aseguré de captar su atención, le sonreí para retener su interés. Me acerqué a ella, evitando la multitud, con la idea de desplegar todos mis encantos. Cuan-do estuvo a mi alcance, tomé su mano para besarle el dorso. Pero para mi sorpresa, la aportó al instante.

-¿Qué demonios haces? –espetó tajante—.

Tras escuchar sus palabras, me quedé mirándola boquiabierto y con el ceño fruncido, sin comprender nada; aquella mujer desconocida para mí, me estaba hablando con una confianza que no entendía.

-Chris, ¡soy Shion!

No podía creer lo que mis oídos acababan de escuchar... La bella dami-sela a la que estaba intentando sustraer la pulsera que había llamado mi atención, era en realidad... ¿Shion? Durante unos instante dejé de lado lo que tenía entre manos y alcé la vista con la intención de prestar especial atención a su rostro.

-¡...! ¿¡Sh-Shi-Shion?! —mis ojos comprobaron que, efectivamente, se trataba de ella...—.

Casi de forma impulsiva, retiré la mano con la que estaba desabrochando la pulsera; provocando que esta cayese al suelo. Había perdido el control de la situación... Tan sólo era capaz de mirar al suelo... Cuando alcé la mirada me encontré con los ojos de Shion clavados en mí. Entonces me agaché para recoger su pulsera —yo estaba claramente ruborizado— y abrochársela nuevamente.

-Tendrías que tener cuidado, podrías perderla... —comenté negando con la cabeza, con la esperanza de acabar con aquella incómoda situación—.Había intentado ocultar mi nerviosismo con una forzada sonrisa, pero

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en el fondo sabía que ella se había dado cuenta de todo. Había cometido un terrible fallo. Ella me miraba con gesto serio.

- Intercedí en tu favor para darte un trabajo y una vida decente. No des-perdicies la oportunidad.

Mi falsa sonrisa se borró automáticamente de mi rostro, tras oír esas pa-labras... Bajé la mirada permitiendo que mi pelo cubriese casi por com-pleto mi cara.

- Lo...Lo siento —susurré—.

Tras añadir esto, me levanté nuevamente, incapaz de sostener la mirada a Shion. Me sentía tan avergonzado...

- Supongo que es difícil deshacerse de las viejas costumbres —añadió ella con una sonrisa mientras se encogía de hombros—. ¿Tenías algún otro motivo para venir a misa o sólo buscabas presas lujosas?- Lo cierto es que... bueno..., todavía no me he incorporado al nuevo tra-bajo... y digamos que tenía que seguir con mi objetivo...- ¿Objetivo?- ¿Recuerdas lo que os comenté sobre conseguir dinero por una causa...?-Lo recuerdo, sí.-Pues bien...digamos que hay alguien... —me resultó especialmente di-fícil articular aquella última palabra...—.

Shion permaneció callada, atenta a mis explicaciones. Su rostro mos-traba cierto interés por mi historia. Una historia que no estaba del todo preparado para contar...

En ese instante sonó mi salvación. Una nueva campanada que anuncia-ba las 12 del mediodía. Aproveché esa oportunidad para zanjar nuestra conversación sobre mi objetivo.

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-¡...! Oh vaya..., ya son las 12... Debería irme... Hablaremos de mi obje-tivo más adelante si lo des...Me detuve un instante para dar un último repaso al atuendo de Shion. Entonces continué mi frase con una pícara sonrisa.

- Si lo desea... Señorita Shion —añadí finalmente sonriéndole de forma simpática, mientras le ofrecía la palma de mi mano en un gesto cortés de reverencia—.- Para ti soy Lady —corrigió con una media sonrisa, ofreciéndome su mano para que la despidiera adecuadamente—, Lady Leazhar cuando nos encontremos... debidamente vestidos — me informó, guiñándome un ojo—.

Me sorprendí tras oír las palabras de Shion... “Para ti soy Lady” —lle-vé mi mirada al rostro de Shion y pude contemplar su amplia belleza—. “Lady Leazhar cuando nos encontremos...debidamente vestidos”. ¿Lady Leazhar...? Shion acababa de decir que se llamaba... ¿Lady Leazhar...? Eso demostraba que ella era en realidad...¡Una noble!

Me quedé atónito por sus palabras y tras su encantador guiño olvidé por un instante mis pensamientos y me despedí de ella. Tras despedirnos, ambos abandonamos la iglesia; yo en la dirección contraria por la que se había marchado Shion... Debía apresurarme si quería pasarme a ver a Anya.

Durante el camino, me distraje pensando varias cosas. Las palabras de Shion..., la reacción de Anya al verme de nuevo..., la conversación que tendríamos..., cuáles podrían ser las preguntas que tuviera que hacerme Anya... Cuando llegué a la altura de la tienda, me di cuenta de que estaba cerra-da… ¿Cómo no había caído en eso antes? ¡Hoy todas la tiendas cerraban! Suspiré desanimado y me dí la vuelta deseando ver aparecer a Anya por

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una de las calles adyacentes a la de la pastelería.

Entonces, noté una presencia a mis espaldas… Casi instintivamente, me di la vuelta para ver de quién se trataba… ¿Anya? No estaba del todo se-guro, ya que su aspecto no era el que solía llevar normalmente… Y auto-máticamente pensé que se trataba de una ladrona que intentaba entrar a robarle. Así que sin pensarlo dos veces, me abalancé sobre la malhechora.

La pillé por la espalda y la rodeé con mis brazos para que no pudiera es-capar. Cuando estuve cerca de ella, me aproxime a su oreja, sin verle to-davía la cara y le solté unas palabras.

-¿Qué pretendes jovencita? ¿Acaso no sabes que entrar en las propieda-des ajenas está muy mal? —pregunté un tanto alterado, pues temía por el negocio de Anya...—.-¡¿Q-qu-qué?! ¡¿Chris?! ¡Soy yo! ¡Anya!

Me había abalanzado sobre ella dejándola arrinconada contra la puerta del establecimiento. Sin darle opción a moverse. Acerqué mi cuerpo con-tra el suyo y al oír aquellas palabras… aquella voz… Tomé distancia casi de inmediato.

-¡A-An-Anya…! —dije sorprendido y avergonzado a la vez...— Pe-per-dona… Yo… Bueno… Tú… Creí que… —suspiré y bajé la cabeza ren-dido, acababa de meter la pata por segunda vez en un mismo día...—.

Se giró despacio, aún sorprendida por la reciente situación.

-Chris... —dijo riendo aliviada—, ¿por qué me das estos sustos...? —hizo una breve pausa— Pff... Ehm... bueno, no pasa nada tranquilo, mis pintas no son las mejores —añadió con una tímida carcajada—.

Tras oír sus palabras, tomé unos segundos para volver a mirarla deteni-

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damente… Pude observar su ropa húmeda, manchas de barro y algo que dio un vuelco a mi corazón… ¡manchas de sangre!

-¡Anya! ¡¿Te encuentras bien?! Tienes manchas de sangre… ¿Qué ha pasado?, ¿quién ha sido? —estaba empezando a estar visiblemente ner-vioso—.- ¿Esto? ¡Ah, nada tranquilo! Es de los conejos —se agachó para reco-ger los conejos que se habían caído al suelo y me los enseñó—, ¿ves? He aprovechado el día libre para ir a cazar —aclaró—. Ehm... Esto..., pasa adentro no quiero que me vea nadie así... —miró hacia los lados de la calle y abrió la puerta—.

Me quedé estupefacto tras escuchar la explicación y ver a los conejos… No sabía dónde meterme… Había hecho el ridículo mostrando mi preo-cupación por ella tan claramente…

-A-ahh… Sí… los… conejos. Hm, ya veo… —dije desviando la mirada; pues me moría de vergüenza—.

Tras oír su invitación, miré yo también a los lados deseando que nadie más me hubiese visto abalanzarme sobre la propietaria de Abbey Cake’s. Bajé la mirada y la seguí al interior sin pronunciar una sola palabra. Es-taba claramente avergonzado.

Noté como su mano buscaba la mía, para indicarme que subiera con ella a la parte superior de la casa. Me gustó sentir el tacto de su piel con la mía.

- Esto... Chris, voy a ducharme rápido y a cambiarme de ropa. No estoy muy presentable y se me haría incómodo hablar contigo así.. ¿Te impor-ta? Puedes esperar aquí si quieres —me propuso sonriendo mientras de-jaba los conejos sobre la mesa—.

En ese instante sentí un impulso irrefrenable de unirme junto a ella a

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esa ducha… El simple hecho de imaginar nuestros cuerpos desnudos…, tan cerca… Me puse… especialmente… “nervioso”. En ese instante lu-ché por quitarme esa idea de la cabeza. Tenía que refrenar mis instintos. Posiblemente ella ahora estaba con ese… Corey…; y por lo tanto, única-mente querría hablar conmigo, nada más.

-Ah… bueno… ¡vale! —añadí sonriéndole—.

Eché un vistazo a la sala en la que nos encontrábamos. Todo el conjunto de muebles y decoración, daba una agradable sensación, muy acogedora. Mi mirada fue a posarse sobre unos sillones que quedaban justo en una esquina de la sala.

-Te puedo esperar aquí si quieres... —pregunté de forma educada, espe-rando recibir su aprobación—.-¡Claro! Ponte cómodo, ahora vuelvo.

Tras decir eso, la ví desaparecer tras una puerta. Supuse que sería la de su habitación. Yo no podía dejar de pensar en qué hubiera pasado si la hu-biese seguido hasta la ducha... Y permanecí absorto en mis pensamien-tos, mirando la chimenea que harmonizaba a la perfección con aquél ambiente tan cálido.

-¡Uff, qué bien! Ahora podemos hablar. Espero no haber tardado mu-cho... —el tiempo se me pasó volando, podrían haber pasado 10 minutos perfectamente sin que yo me diese cuenta—.

La vi aparecer por dónde se había marchado momentos antes y no pude evitar sonreír como un idiota.

-No te preocupes —respondí—, al fin y al cabo este tiempo me ha venido bien para… arrepentirme de las cosas que no he hecho —añadí en un tono taciturno mientras regresaba mi mirada a la vieja chimenea—.

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-¿Cómo...? ¿De las cosas que no has hecho? ¿A qué te refieres? —cogió los conejos que había dejado momentos antes, sobre la mesa—. Por cier-to, ¿te apetece quedarte a comer? Creo que he cojido demasiados —aña-dió divertida, alzando los conejos para mostrarmelos—.

Aproveché el cambio de tema, para dejar a un lado “Las cosas que no ha-bía hecho”. Miré sorprendido los conejos que me estaba enseñando. No eran precisamente pequeños. En cierto modo me enorgullecía que Anya hubiese sido capaz de cazarlos ella sola…

-Pues…, si no te importa… Me encantaría quedarme a comer contigo —respondí de forma tímida—. ¡Así de paso probamos esos magníficos ejemplares! —añadí con expresión simpática—.

Fuimos a la cocina para preparar todo lo necesario y dejamos la olla hir-viendo para que se fuera haciendo el estofado; después regresamos al co-medor.

-Es extraño..., te veo aquí en mi casa, ayudándome a cocinar, sentado conmigo en el sofà y me da la sensación de que siempre hemos estado así, como... —hizo una breve pausa apuntando hacia el suelo con su mira-da—, como si nada hubiera pasado.

Me acerqué a ella y posé mis manos sobre sus rodillas, mientras buscaba su mirada con la mía.

-Anya… ahora ya poco importa lo que pasara… —hice una breve pau-sa—, lo que importa ahora es el presente… Lo único que quiero, es dis-frutar de tu compañía…, recuperar cada momento contigo..., dejando atrás el pasado —confesé con total sinceridad—.- A mi también me gustaría disfrutar otra vez de tu compañía como an-tes; pero como ya te dije, me gustaria saber porque te fuiste... Fue bastan-te difícil lidiar con todo lo que se me venía encima… sin ti.

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-No serviría de nada que te lo contase… —suspiré—, jamás me cree-rías… —dije apartandome de nuevo y volviendo a mi sitio cabizbajo—.-Me dijiste que me lo explicarías.Y sabes que no dejaré que te vayas hasta que me lo digas... Oh, espera... ¡Quizá es eso lo que quieres! ¿Y si no vuel-vo a hablar contigo?—sacándole la lengua a modo de niña pequeña—.-Disculpe señorita, pero no debería darse tantos aires… —bromeé en un tono impostado para después mirarla de reojo y mostrarle nuevamente mi sonrisa—.- ¡Vaya! ¿Ahora soy una señorita? Interesante... No pensabas igual cuan-do me has visto en la entrada... ¡Que descortés empujarme contra la puerta! No será…. que lo que querías hacer... era, BE-SAR-ME?—se acercó a mí sinuosamente—.

Me mordí el labio inferior tras oírla pronunciar aquella palabra… Era como si pudiera leerme la mente. Realmente me moría de ganas por be-sarla en aquel preciso momento… Y tras lanzar un sonoro suspiro le res-pondí mirándola directamente a los ojos.

-No tienes ni idea… —suspiré nuevamente—. Desde el instante en el que me marché que deseo besar tus labios… No ha habido día en el que no me fuese a dormir sin anhelar tus labios… —noté como mi voz empe-zaba a quebrarse y aparté la mirada para evitar que pudiera ver como mis ojos empezaban a empañar-se de impotencia...—.-Mira, yo tengo muchas preguntas que hacerte… Si de verdad tanto has deseado besarme todo este tiempo, podríamos hacer un trato; un beso por cada respuesta… Con la condición de que me digas la verdad.Noté como sus dedos acariciaban mi mejilla y entonce añadió algo más mirándome a los ojos...

-Yo también he deseado volver a besarte…, volver a verte cada miérco-les…; y miles de veces he soñado con encontrarme contigo en ese río y tenerte tan cerca como esa vez… Todo depende de tí, necesito que me seas sincero.

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Miré totalmente indefenso a Anya… Aquella propuesta me había desar-mado por completo. Suspiré profundamente y bajé mi mirada mientras me encogía de hombros con la palma de mis manos hacia arriba, a modo de rendición.

-¡Dispara...! Aquí me tienes...-De acuerdo… Te pregunto lo mismo de antes, ¿por qué te fuiste?-Para no hacerte daño… Ya te lo he dicho antes… —hice una intensa pausa y entonces me arranqué a confesarle...la verdad—. Me discutí con mi padre…, me sentí completamente inútil. Mi padre me demostró que mi vida ya no tenía ningún sentido. Por eso pensé que merecerías a al-guien mejor. Yo no te merecía… Por eso me marché…, por eso acabé metido en el mundo de las calles… —mi voz tembló en varios instantes mientras relataba aquellos dolorosos recuerdos—.-Debiste venir a verme, hubiera agradecido al menos un adiós. Igual-mente, nadie debe decirte si eres digno de mi o no. Yo queria estar conti-go y eso era lo único que deberías tener en mente.-Lo sé… y no sabes cuántas veces me llegué a arrepentir de no haberte dicho nada… Pero me sentía tan deprimido que llegué a pensar que no te merecía. Después de aquel día mi vida no hizo más que meterme más y más en un pozo del que cada vez era más difícil salir…

Le expliqué entonces cómo conocí a Luar. Le dije que me enseñó a ro-bar utilizando mi encanto natural con las chicas… —intenté pasar esa parte lo más rápido posible, pues temía que le pudiera molestar de algún modo...— Le dije que jamás usé la violencia contra nadie para conseguir mis objetivos. Que no era un vulgar ladrón que fuese agrediendo a la gente, que no debía temerme.

-¿Encanto con las chicas? Hmm... Algo me dice que tu forma de robar era un tanto, peculiar... ¿Flirteabas para robarles?-Sí…, pero jamás llegué a sentir nada por ninguna. Sólo tenía, tengo y

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tendré ojos para ti. Siempre me venía tu imagen a la cabeza… Un hecho que me ponía las cosas más difíciles todavía...

Anya bajó la mirada decepcionada y se alejó de mí. Sentí que algo moría en mi interior.

-Hasta que punto llegabas con ellas?, ¿llegabas a… eso? —parecía inse-gura, como si en el fondo no quisiera saber la respuesta—.

Miré arrepentido a Anya…

-¿De verdad quieres que te responda a eso…? —indiqué en un tono tris-te—.- Supongo que eso es un sí… —tras una incómoda pausa, se levantó y prosiguió— Vamos a por las cosas, la comida ya debe estar hecha.

Sentí a Anya especialmente molesta con ese tema… Realmente le había afectado más de lo que esperaba. Durante unos instantes no supe como reaccionar… Cuando llegamos a la cocina, busqué su cintura con mis manos… Tan sólo sentía que debía abrazarla. Estar junto a ella y no se-pararme nunca de su lado. Ella me devolvió el abrazo.

-¿Qué quiere decir todo esto? ¿Vas a quedarte? ¿O has venido para vol-verte a ir? No soportaría verte marchar de nuevo.-Esto quiere decir que lo siento —respondí en un susurro— Y si me de-jas, mi intención es no volver a separarme de tu lado. Ahora que he vuelto a recordar que se siente tras tenerte entre mis brazos, no estoy dispuesto a dejarte ir. Así que si quieres que me quede o no, es sólo decisión tuya… —añadí separándome nuevamente de ella para poder mirar directamen-te a sus ojos—.-Como ya te he dicho me dolería que volvieras a irte; pero no quiero mentiras, no quiero verte rodeado de ese tipo de gente, ni que puedas salir herido por ese “trabajo’’. Porque tu, si que no te mereces eso.

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-En ese caso… te alegrará oír algo más…; hace un par de días estuve buscando un lugar lejos de los bajos fondos —más bien por la zona me-dia-alta de Arkángel—, dónde mudarme a vivir. Pero todavía no dis-pongo de los ingresos suficientes como para poder permitirme ninguna de las opciones que visité… Por otro lado, mañana empiezo mi primer día como guardia de la ciudad, por lo que no tendrás que preocuparte por que puedan herirme en mitad de un callejón… ¡Aunque siga viviendo en los bajos fondos, al menos ahora tendré armadura! —bromeé a fin de quitar hierro al asunto—.-Pero todos esos maleantes seguirán buscándote y seguramente sea más peligroso si te quedas a vivir en un sitio como ese... —se detuvo un ins-tante como si tuviera que pensar bien lo que iba a decir— Y si... ¿vinieras aquí a vivir? Tengo la habitación que usaba antes libre, o al menos hasta que encuentres algo que te convenza.

No podía creerme lo que me estaba diciendo… Me quedé pasmado, bo-quiabierto. Sin perder detalle de todas y cada una de sus palabras.

-¿M-me… me lo estás diciendo en serio? ¡Nada me haría más feliz que compartir mi vida contigo! —entonces pensé algo e hice una intensa pausa...— Pero… no puedo aceptarlo —añadí en un tono solemne—. ¿Y si por mi culpa te sucediera algo a ti? Jamás me lo perdonaría… Mira lo que le pasó a Kerel… —en aquel momento sentí que todo cuanto tocaba acababa destruido y no podía aceptar la idea de perder a Anya o de que la hirieran por mi culpa—.-¡No digas tonterías! Yo también puedo defenderme por mi misma. Ade-más esta casa suele estar frecuentada, al menos la parte de abajo. Y dudo mucho que vengan a hacerte daño si ahora formas parte de la guardia de Arkangel. Tu vigilarás por mi y yo vigilaré por ti.

Sonreí ante aquella idea… por disparatada que pudiera ser, me encanta-ba. Sentía que por fin iba a poder empezar de cero. Una vida nueva, como desde hace años soñé tener. Una vida donde ella estuviera conmigo.

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-¡...! ¡A-acepto! —respondí finalmente llevando mi mano derecha al co-razón sin dejar de mantener mis ojos clavados en los suyos—.-¡HECHO! —exclamó eufórica mientras se lanzaba a mis brazos visi-blemente ilusionada y riéndo a carcajada limpia, como una chiquilla— ¡¡No sabes la ilusion que me hace!! Esta tarde podríamos ir a recoger tus cosas; y ya hablaré con Corey mañana, para que no se lo encuentre tan de sopetón. ¡De momento vamos a comer que esto se enfría! ¡Vamos!

La cogí entre mis brazos. Estaba visiblemente eufórica e ilusionada con la idea de que me viniera a vivir con ella. Pero… ¿Cómo iba a permitir que se viniera conmigo por aquellos callejones?, ¿no estaba siendo todo muy precipitado? La verdad es que eso poco importaba ahora. Estaba con ella y era lo único que necesitaba para ser feliz. Pero entonces men-cionó algo sobre… Co-rey…

Mientras comíamos, decidí hacerle una pregunta que me estaba inquie-tando y necesitaba formularle.

-Em… esto… Anya… —hice una pausa para coger fuerzas y se lo pre-gunté sin tapujos—, ¿qué relación tienes con Corey? —pregunté inten-tando no hacer visibles mis celos hacia él—.

Dejé de comer y me mantuve a la espera de sus respuesta durante lo que para mí fueron unos minutos eternos. Anya se puso visiblemente nervio-sa tras mi pregunta y entonces algo se le atravesó en la garganta haciendo que empezase a toser hasta que se recuperó del sobresalto.-¿¡Cómo!? Ehm... ¿por qué me preguntas eso? —se limpió con una ser-villeta la mancha de su camisa—. Es un amigo, aunque bueno si te soy sincera… Corey para mí ha sido uno de mis grandes apoyos y hasta no hace mucho empecé a... a... sentir cosas por él, después de que se me de-clarase —intentó arreglarlo quitándole importancia, aunque consiguió el efecto contrario...—. Él... siempre está ahi, y siempre me apoya. Ya

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tuve una charla con él sobre algo parecido el otro día. Es difícil para mi, sentir cosas parecidas por dos chicos distintos…

Aquellas palabras me sentaron como un jarro de agua fría. Corey se le había declarado. Y encima decía que estaba sintiendo cosas parecidas por los dos…

-¿Sentir… cosas parecidas…? —pregunté mientras ladeaba la cabeza en-tristecido, esperando su respuesta—.- Parecidas que no iguales, yo estaba enamorada de tí, bien lo sabes, pero desapareciste..., Corey...-¿Estabas...?—la interrumpí—.- Bueno y... lo estoy. Y lo estoy, pero no puedo evitar pensar en Corey como en algo más después de todo lo que ha hecho por mí. No es lo mis-mo lo que siento por ti que por el, con el me siento bien y empiezo a sentir esas mariposillas de cuando empiezas a enamorarte y a ilusionarte de al-guien; pero de ti estoy enamorada completamente y mi corazon no sabia a quien seguir, si a lo nuevo que de momento no me ha decepcionado pero que mis sentimientos no se han incrustado del todo en mi, o si se-guirte a ti que aunque esté completamente enamorada puedes volver a hacerme daño como la otra vez… Por eso de momento no puedo decidir, y menos cuando justo acabas de llegar.

Mi expresión debía reflejar que me molestaba escuchar esas palabras. Aunque lo que más me dolía era que en el fondo sabía que ella tenía ra-zón… No podía echárselo en cara.

Yo no estuve allí del mismo modo que estuvo Corey en los momentos más difíciles para ella. Por más que lo hubiese deseado. Así que decidí adoptar una decisión justa…

-Está bien Anya. No tienes por qué darme más explicaciones… —hice una breve pasua para tomar aire—. Entiendo que puedas sentirte agobia-

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da por la situación que estás viviendo actualmente. Así que sólo quiero decirte, que esperaré el tiempo que consideres necesario hasta que puedas despejar tus dudas. Y que pase lo que pase, estaré junto a ti durante todo ese tiempo, si así lo deseas. No voy a presionarte, te lo prometo —confesé tomando su mano y acariciándole con mi pulgar de forma cariñosa—.

Tras decir estas palabras desvié mi mirada de sus ojos y la llevé de forma inconsciente a mi plato de comida —que todavía tenía a medias—. Me quedé unos instantes absorto en las patatas que flotaban en el estofado y finalmente seguí comiendo.

Después de comer, Anya volvió a proponerme ir a recoger mis cosas aquella misma tarde. Tras discutir inútilmente durante aproximada-mente media hora, acabó saliéndose con la suya y en pocos minutos nos encontrábamos de camino a los barrios bajos. No era una zona que me gustase frecuentar. No me sentía cómodo allí con todas aquellas miradas clavadas en mí constantemente. Pero ahora me sentía muchísimo más incómodo por el simple hecho de pensar que podía pasarle algo a Anya…

Cuando llegamos a mi casucha, recogí todo lo que tenía de valor allí y le propuse a Anya salir antes de que empezase a oscurecer… Aceptó mi consejo y salimos a escape a través de la ruta más rápida que conocía. De regreso a su casa, le expliqué que si algo bueno había sacado de criarme en la calle, era que tenía un conocimiento muy bueno sobre todas y cada una de las calles, callejones y atajos de la ciudad. ¡Conocía las calles como a la palma de mi mano!

Al llegar a su… nuestra…, a la pastelería, colocamos mi baúl en la habi-tación que antes pertenecía a ella. Dónde me instalaría de ahora en ade-lante. Cenamos el resto del estofado que había sobrado del mediodía y nos fuimos a dormir. Cada uno en su habitación…

Sin embargo, a media noche… sentí el impulso de levantarme e ir a tum-

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barme junto a ella… Ya había refrenado un instinto aquel día, al no se-guirla a la ducha. Así que no estaba dispuesto a reprimir las órdenes de mi corazón una vez más. Cedí a la tentación y me colé en su habitación, la cual se encontraba justo enfrente de la mía. Sin hacer ruido me fusioné entre las sombras de su cuarto. Tan sólo la luz de la luna iluminaba parte de aquel espacio mágico dónde se encontraba ella… Miré hacia la cama y allí estaba tumbada, durmiendo placidamente con una sonrisa dibujada en sus labios. Procuré que no notase mi presencia y con sumo cuidado me coloqué junto a ella en el borde del colchón. Deslicé mis manos por aquella cintura tan cálida y aproximé mis labios a su cuello. Tras besarla, le susurré un tierno “Te amo” al oído; con la esperanza de que al menos mis palabras estuviesen presentes en sus sueños.

Permanecí allí el resto de la noche, acurrucado junto a ella. Pero ella no notó mi presencia en toda la noche; a primera hora de la mañana, justo antes de que se despertase, regresé a mi cama como si nada hubiese suce-dido. En aquel preciso instante decidí que convertiría ese impulso en mi rutina noctura, hasta que se diera cuenta.

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or fin había llegado mi gran día! El día en el que podría empezar una nueva vida; desde cero, lejos de los bajos fondos. Me preocupaba la opinión que pudieran tener de mi los guardias que tanto tiempo ha-bían estado detrás de mí. En cierto modo, temía no ser aceptado por ellos y tener que bregar por hacerme un sitio entre ellos sin que se me echasen a la yugular.

Pronto me reuní con los que de ahora en adelante serían mis nue-vos compañeros. Sentí que mis días en las calles como ladrón, quedaban cada vez más lejos, a medida que iba avanzando. Pude reconocer algunos rostros familiares como el de Luar y sorpren-dentemente el de Kerel —no esperaba encontrármelo tan pronto allí; pero entonces recordé lo que me dijo Luar unos días atrás y entonces no le dí la mayor importancia, pues supuse que ya se ha-bría recuperado del todo—.

Para mi sorpresa, recibí muy buena acogida entre todos los allí pre-sentes. Nadie me echó en cara mi pasado, e incluso me hicieron bro-mas del estilo: “¡Joder!, ¿te has hecho de rogar eh?” o, “¡vaya, era di-

iniciación a la guardiaLunes

10 de Junio

¡P

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fícil dar contigo!” y cosas así. Otros por su parte me ofrecían mucha más confianza con comentarios como: “Ayúdame a ligar, tío. Tuviera yo a la mitad de chicas y...”.

Tras un primer día de trabajo de lo más tranquilo —en el que bási-camente me explicaron las funciones, el reglamento y el código de conducta de la Guardia de Arkángel—, llegó mi momento favorito del día. El momento en el que regresaba a casa y me encontraba con Anya. Sentía curiosidad por saber cuál habría sido su reacción tras leer la nota que le dejé... Me moría de ganas de llegar y preguntarle por cómo le había ido el día y pasarme horas y horas escuchándola. Me encantaba la forma en que decía las cosas que la ilusionaban. Eso fue algo de lo que pude darme cuenta ayer, cuándo descubrí una faceta impulsiva que me enamoró todavía más.

El único problema es que tendría que esperar a que el turno de Corey terminase, para no agobiarla ni crear situaciones incómodas. A fin de cuentas había prometido que le daría tiempo y que no la iba a presionar.

Al llegar la noche cenamos juntos y entonces aproveché para pre-guntarle por la nota. Quise saber que le había parecido y le pedí que fuese sincera.

- ¡¿Cómo me iba a molestar?! Me ha animado mucho la verdad; al principio me había puesto un poco triste al ver que no estabas. Pero... ¿me has visto durmiendo?, ¿cómo?-Muy fácil cerecita, verás… existe una cosa que se llaman puertas y que si dejas entreabiertas permiten a los mirones como yo ver a la persona que le importa dormir de forma dulce…

Tras bromear un poco más sobre el tema, terminamos de cenar y nos fuimos a dormir. Yo repetiría mi escapada nocturna, convir-tiéndolo ya en una rutina nocturna.

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