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Los Nuevos Movimientos Sociales an Los Limites de La

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    LOS NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES CUESTIONAN LOS LIMITES DE LAPOLTICA INSTITUCIONAL

    Claus Offe

    Tomado del libro: Partidos Polticos y nuevos movimientos sociales. Autor: ClausOffe. Editorial Sistema. Madrid, Espaa, 1996. Pginas 163-239.

    Por sus extensos comentarios y por sus crticas he de dar las gracias a John Keane,Herbert Kitschelt, Peter Lange, Dieter Rucht, Bart von Steenberge y HelmutWiesenthal. Se redact la mayor parte de este estudio en 1982/83 mientras estabatrabajando el autor como miembro del Netherlands Institute for Advanced Study,

    en Wassebaar.

    En los aos setenta ha sido corriente que los politlogos y los expertos ensociologa poltica constaten la fusin de las esferas poltica y no poltica de la vidasocial al analizar el cambio de estructuras y la dinmica en las polticas de EuropaOccidental. Se est cuestionando la utilidad analtica constante de la dicotomaconvencional entre el Estado y la sociedad civil. Se observan procesos de fusinentre ambas esferas, no slo a nivel de manifestaciones globales sociopolticas, sinotambin al nivel de los ciudadanos como los actores polticos primarios. Es estdesdibujando la lnea divisoria que deslinda los asuntos y comportamientos

    polticos de los privados (por ejemplo, econmicos o morales).

    Este diagnstico podr apoyarse por loo menos en tres fenmenosdistintos:

    a) El aumento de ideologas y de actitudes participativas que llevan a la gente aservirse cada vez ms del repertorio de los derechos democrticos existentes. b) Eluso creciente de formas no institucionales o no convencionales de participacinpoltica, tales como protestas, manifestaciones, huelgas salvajes. Y c) lasexigencias polticas y los conflictos polticos relacionados con cuestiones que sesolan considerar temas morales (p.e., el aborto) o temas econmicos (p.e., lahumanizacin del trabajo) ms que estrictamente polticos.

    No solamente se estn usando con mayor frecuencia y mayor intensidad, por unnmero creciente de ciudadanos y para una serie cada vez ms larga de temas, loscanales de comunicacin entre los ciudadanos y el Estado; se cuestiona, adems, siestos mismos canales institucionales constituyen una va adecuada y suficiente decomunicacin poltica. Se recurre con mayor intensidad que nunca a los canales decomunicacin institucionales (como las elecciones o la representacinparlamentaria), sospechndose al mismo tiempo que sean insuficientes comomedios de comunicacin poltica.

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    De esta forma, se perfila un modelo bastante dramtico de desarrollo poltico de lassociedades occidentales avanzadas: en la medida en que la poltica pblica afecta alos ciudadanos de manera ms directa y visible, tratan los ciudadanos por su partede lograr un control ms inmediato y amplio sobre las lites polticas poniendo enaccin medios que frecuentemente se estima que son incompatibles con elmantenimiento del orden institucional de la poltica. Desde mediados de lossetenta, toda una serie de analistas en su mayor parte conservadores han calificadoeste ciclo como extremadamente viciado y peligroso, que tiene que producir, a su

    juicio, una erosin acumulativa de la autoridad poltica e incluso de la capacidad degobernar (Huntington 1975), a no ser que se tomen medidas eficaces que liberen laeconoma de una intervencin poltica excesivamente detallada y ambiciosa, y quehagan inmunes a las lites polticas de las presiones, inquietudes y acciones de losciudadanos. Con otras palabras, la solucin propuesta consiste en una redefinicinrestrictiva de lo que puede y debe ser considerado poltico, con la correspondienteeliminacin del temario de los gobiernos de todas las cuestiones, prcticas,

    exigencias y responsabilidades definidas como exteriores a la esfera de laverdadera poltica. Este es el proyecto neoconservador de aislamiento de lo polticofrente a lo no-poltico.

    Clave central de este proyecto es la idea de un colapso o implosin de laautonoma y autoridad de las esferas institucionales no polticas, con elconsiguiente aumento de su dependencia de la regulacin y del apoyo polticos.Puede aducirse de hecho, en este sentido, que estn en tal grado erosionados ycuestionados los fundamentos culturales y estructurales autnomos de laproduccin esttica, de la ciencia y la tecnologa, de la familia, de la religin y del

    mercado de trabajo, que nicamente pueden mantenerse vivos todos estossubsistemas de la sociedad civil por medio de la aportacin poltica de recursos yreglas. Sin embargo, segn el anlisis neoconservador, la extensin de la polticapblica de la regulacin, apoyo y control estatales a reas de la vida socialanteriormente ms independientes, supone, bastante paradjicamente, tanto unavance como una prdida de la autoridad del Estdo: un avance en la medida en quepueden y tienen que manipularse ms variables y parmetros de la sociedad civil;pero tambin una prdida porque quedan cada vez manos bases no-polticas y,por consiguiente, incuestionable e incontrovertibles- de accin de las que puedanderivarse axiomas metapolticos (en el sentido de lo natural o de lo dado) de lapoltica, o a las que puedan referirse ciertas pautas. Al extenderse las funciones yresponsabilidades del estado, se degrada su autoridad (es decir, su capacidad detomar decisiones de obligado cumplimiento); la autoridad poltica slo puede serestable en la medida en que es limitada y, por tanto, complementada por esferasde accin no-polticas y autosustentadas que sirven tanto para exonerar a laautoridad poltica, como para equipararla con fuentes de legitimidad.

    Puede ilustrarse este dilema haciendo referencia a esferas institucionalesno polticas del tipo de la familia, el mercado o la ciencia. En cuanto talesinstituciones pierden su independencia frente a la polpitica y se ponen a funcionarde acuerdo con un esquema determinado polticamente, las repercusiones de talpolitizacin afectan, sobre todo, a la misma autoridad poltica. Ms que fortalecersepor esta mayor amplitud, la autoridad poltica subvierte sus apuntalamientos no-polticos, que aparecen cada vez ms como meros artefactos del mismo procesopoltico. Precisamente el proyecto neoconservador lo que trata es de subvertir esta

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    evaporacin de premisas incuestionadas y no-contingentes (tanto estructurales,como valorativas) de la poltica, buscando a veces desesperadamente fundamentosno-polticos del orden y de la estabilidad. Por tanto, lo que hace falta, segn elproyecto neoconservador, es la restauracin de unas pautas incontestables denaturaleza econmica, moral o cognoscitiva. Como consecuencia de ello, se vuelvereflexivo el concepto de poltica, centrndose la poltica en la cuestin de qu es loque trata y de qu es lo que queda excluido-. El proyecto plantea una redefinicinrestrictiva de la poltica, cuyo contrapeso se sita en el mercado, la familia o laciencia. Se espera que la bsqueda de lo apoltico d pie a un concepto msestrecho y ms viable de poltica, que reprivatice los conflictos y tensiones que nose pueden manejar bien con los medios de la autoridad pblica.

    Pese a su evidente oposicin poltica al contenido del proyectoneoconservador, el enfoque poltico de los nuevos movimientos sociales compartecon los mantenedores de tal proyecto un planteamiento analtico importante.Ambos parten de que no pueden seguirse resolviendo con una perspectiva

    prometedora y coherente los conflictos y las contradicciones de la sociedadindustrial avanzada por medio del estatismo, la regulacin poltica e incluyendo msy ms exigencias y cuestiones en el temario de las autoridades burocrticas. Slopartiendo de la base de este planteamiento analtico compartido, divergen lapoltica neoconservadora y el enfoque poltico de los movimientos tomandodirecciones polticas opuestas. El proyecto neoconservador trata de restaurar losfundamentos no-polticos, no-contingentes e incontestables de la sociedad civil(como la propiedad, el mercado, la tica de trabajo, la familia, la verdad cientfica)con el objetivo de salvaguardar una esfera de autoridad estatal ms restringida ypor consiguiente ms slida- e instituciones polticas menos sobrecargadas. Encontraste con ello, tratan los nuevos movimientos sociales de politizar lasinstituciones de la sociedad civil de forma no restringida por los canales de las

    instituciones polticas representativas-burocrticas, reconstituyendo as, por tanto,una sociedad civil que ya no depende de una regulacin, control e intervencincada vez mayores. Para poderse emancipar del Estado, ha de politizarse la mismasociedad civil sus instituciones de trabajo, produccin, distribucin, relacionesfamiliares, relaciones con la naturaleza, sus criterios de racionalidad y progreso-por medio de prcticas que se sitan en una esfera intermedia entre el quehacer ylas preocupaciones privadas, por un lado, y las actuaciones polticasinstitucionales, sancionadas por el Estado, por otro lado.

    Cabe analizar la nueva poltica de los nuevos movimientos sociales, comocualquier otra poltica, considerando su base social, sus planteamientos, contenidosy valores, adems de su forma de accin. Al hacerlo, voy a emplear el trmino de

    paradigma poltico.

    Por s slo esto ya sugiere cmo ordenar el anlisis; primero, la descripcindel viejo paradigma, dominante durante la posguerra de la II Guerra Mundial,centrndose en sus cuatro componentes principales (valores, temas, actores,prcticas institucionales). Segundo, discusin del nuevo paradigma, partiendo delas mismas categoras. Tercero, planteamiento de la cuestin de cmo explicar laaparicin y vigencia del nuevo paradigma, y de qu peso tiene la argumentacin delos distintos analistas que han formulado explicaciones que en parte se contradicen.Habr que considerar aqu tambin qu es lo que justifica la afirmacin de que hay

    nuevas pautas polticas (ms que a las pautas viejas revividas). Para terminar, se

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    ofrecen algunas especulaciones relativas a las formas que pueden concebirse sobrecmo resolver este conflicto acerca del lugar, del espacio y del enfoque idneos delo poltico y a los posibles resultados de cada opcin.

    La mayor parte de los materiales sobre los que se apoya esta discusin serefieren al caso de Alemania Occidental, aunque de cuando en cuando se hacencomparaciones con otros pases de Europa Occidental. Aunque esto se debe sobretodo el hecho de que este caso es el que mejor conocer el autor, tambin puedepresentar algn inters sistemtico.

    En la sociedad moderna el problema central de la poltica democrtica es elde mantener la diversidad en el interior de la sociedad civil, tratando al tiempo deconseguir en cierta medida unidad, o ligazn desde la autoridad poltica: Expluribus unum.

    Tal problema encuentra una solucin ms fcil en sistemas polticos en losque la diversidad de fondo a resolver es una diversidad de intereses; la solucin es,sin embargo, ms difcil en sistemas con el problema adicional de lograr unamediacin entre valores o modelos culturales diversos. En el primer caso,comparten los actores polticos colectivos e individuales un marco comn valorativode referencia desde el que definir su conflicto de intereses y grado en queconsiguen satisfacer su inters por medios privados o polticos. Difieren en susintereses, pero estn de acuerdo en los valores (p.e., control sobre los recursoseconmicos) desde los que se definen sus intereses. En contraste con ello, crea una

    situacin ms compleja el conflicto sobre valores: ya no surge solamente elconflicto acerca del tamao justo de las recompensas, sino tambin ante la cuestinms fundamental de si las recompensas atribuidas han de considerarse vlidas yapropiadas. Evidentemente aqu nos encontramos con un conflicto de segundoorden que, recurriendo a una metfora econmica, no se refiere al precio, sino a lamoneda con que pagar un cierto precio.

    Este desacuerdo de segundo orden o valorativo, que es, pues, un conflictosobre los criterios de bondad de la poltica ms que sobre la satisfaccin de ciertosintereses predefinidos, constituye, como tratar de argumentar con ms detalle, laclave para la comprensin del conflicto acerca del espacio propio y de los lmites dela poltica que se observa actualmente en varios pases de Europa Occidental. Alimplicar este conflicto de segundo orden, adems de una diversidad de intereses,una diversidad de los criterios de valoracin por medio de los que se definen losintereses como tales, cabe partir de que plantea nuevas amenazas y retos almtodo democrtico establecido de mediar entre diversidad y unidad.

    EL VIEJO PARADIGMA

    Mientras que es probablemente correcto insistir, siguiendo a Mex Weber, en que nopuede darse una definicin sustantiva y esencialista del campo de la poltica, y que

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    todo intento de definir en general lo que designamos como lo poltico conducenecesariamente a un concepto instrumental formal (tal como regulacin colectivacoercitiva, o soberana territorial, o asignacin autoritaria de valores), es posible,sin embargo, especificar qu cuestiones sustanciales estn politizadas en cualquiercoyuntura dada. Mientras que todo puede ser objeto de transaccin poltica, notodo puede ser poltico al mismo tiempo. En cualquier poltica dada hay siempre unmarco valorativo compartido relativamente estable y relativamente dominante pormedio del que los intereses se reconocen como tales. En cualquier momento y encualquier sociedad dada, hay siempre una configuracin hegemnica de los temasque, en general, se considera que merecen tener prioridad y ser tratados comocentrales, y respecto a los que se mide ante todo el xito y el progreso poltico,mientras que otros quedan marginados o se consideran como completamente

    extraos a la poltica. La teora de la modernizacin ha tratado de construirsecuencias de desarrollo en las que aparecen temas como construccin de lanacin, ciudadana, participacin o redistribucin, afirmndose que se desplazan delcentro hacia fuera y de fuera hacia el centro de lo poltico ocn una cierta secuenciatemporal.

    En tal sentido, los temas claves hoy en el orden de la poltica en EuropaOccidental, durante el perodo que se extiende desde los primeros aos de laposguerra hasta el inicio de los setenta, se han referido al crecimiento econmico,la distribucin y la seguridad. En el plano de las encuestas se reflejan estos asuntoscentrales de la vieja poltica (Baker y otros 1981, pgs., 136 y ss.) en lasrespuestas a la pregunta sobre lo que la gente cree que son las cuestiones msimportantes que se plantean a la sociedad. En la poltica alemana siguieron

    jugando un papel subordinado cuestiones referentes ala construccin del Estado yde la nacin en conexin con exigencias de reunificacin y con varios conflictosEste-Oeste relacionados con el status de Berln Occidental, que han de considerarse

    como residuos de un orden poltico anterior y como algo especial de la polticaalemana en el perodo anterior y como algo especial de la poltica alemana en elperodo de la posguerra, de la misma manera que jugaron un papel cuestiones dedescolonizacin en la poltica francesa y britnica. Mientras que en estos pases

    jugaban un papel secundario las cuestiones referentes a la unidad, los lmites y laredefinicin de la soberana nacional y del territorio nacional, brillaban an ms porsu ausencia los conflictos sobre el orden constitucional y legal de las sociedadesnacionales. El orden social, econmico y poltico adoptado al final de los aoscuarenta y principios de los cincuenta, se basaba en un consenso extremadamenteamplio sobre el Estado de Bienestar liberal democrtico, que no consiguicuestionar ninguna fuerza poltica significativa ni de la derecha ni de la izquierda.No solamente se asentaba este acuerdo constitucional firmemente sobre un amplioconsenso pos-totalitario, sino que estaba adems activamente respaldado ysancionado por la configuracin internacional de fuerzas que haba emergido tras laSegunda Guerra Mundial.

    Es cierto esto al menos en lo que concierne a tres elementos centrales delos acuerdos constitucionales de la posguerra, aceptados todos ellos, justificados ydefendidos por su contribucin al crecimiento y ala seguridad. En primer lugar ydejando de lado algunos elementos marginales como consultas, planificacinindicativa, codeterminacin y nacionalizacin-, se institucionalizaron las decisionesacerca de las inversiones como terreno de actuacin de los propietarios y gerentesde empresa operando en mercados libres segn criterios de rentabilidad. Sepropugn y justific esta libertad de la propiedad y de la inversin no con undiscurso de filosofa moral y de derecho natural, sino abrumadoramente con un

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    discurso funcional centrado en el crecimiento y la eficacia, partiendo de que no seconceba un esquema alternativo capaz de lograr nada comparable. En segundolugar, se complement al capitalismo como mquina del crecimiento con laorganizacin de los trabajadores como mquina de la distribucin y de seguridadsocial. Slo sobre la base de un empeo preferente por el crecimiento y lasganancias reales, se explica tanto la disposicin de los trabajadores organizados adejar de lado proyectos de transformacin social de mayor envergadura a cambiode un status firmemente consolidado en el proceso de la distribucin de lasganancias, como la disposicin por parte de los inversores a garantizar tal status alos trabajadores organizados. En ambas partes subyaca la concepcin de lasociedad como una suma positiva, en la que el crecimiento continuo es posible(hasta llegar a hacer tolerable para el capital la fuerte posicin de los sindicatos enlos conflictos relacionados con la distribucin), y adems se considera en generaldeseable y satisfactorio (hasta el punto en que se hacen leales al sistema lossindicatos y los partidos socialistas especializndose en la tarea de canalizar losdividendos del crecimiento hacia los trabajadores en vez de fijarse objetivos decambio del modo de produccin- aceptables para los trabajadores).

    En tercer lugar, el elemento ms importante del esquema constitucional delperodo de la posguerra (adoptado, en el caso alemn, como los dos anteriores, dela Repblica de Weimar) era una forma de democracia poltica de tiporepresentativo y mediatizada por competencia entre partidos. Era muy apropiadoun esquema as para limitar el alcance de los conflictos desde la esfera de lasociedad civil al terreno de la poltica, especialmente al darse, como ocurra en elcaso alemn, una disyuncin organizativa profunda entre los actores colectivos ylos portadores de intereses societales (tales como sindicatos, patronos, iglesias,etc.) y los partidos polticos concentrados en su objetivo de conseguir votos yobtener asientos en el parlamento y en el gobierno en consonancia con el modelo

    del catch-all-party (partido atrapalotodo) (O. Kirshheimer).

    El supuesto sociolgico implcito subyacente al esquema constitucional delEstado de Bienestar liberal era el de que lo privatizado, el estilo de vida centradoen la familia, el trabajo y el consumo, absorbera las aspiraciones y energas de lamayor parte de la poblacin, con lo que la participacin en la poltica y en losconflictos polticos tendra en la vida de la gran mayora de los ciudadanos unsignificado solamente marginal. Esta definicin constitucional de los espaciosrespectivos de accin del capital y del trabajo, se corresponda a la posicin centralde los valores de crecimiento, prosperidad y distribucin. La fuerza dinmica delsistema poltico-econmico era la produccin industrial y la innovacin que elevabala productividad, quedando para la poltica la tarea de crear la seguridad y con ellalas condiciones en las que este proceso dinmico pudiera seguir operando.

    Desde los aos cincuenta, seguridad ha sido el trmino empleado msfrecuentemente en campaas electorales y consignas por los dos partidos mayoresde Alemania Occidental. Tiene este trmino tres aspectos importantes: en primerlugar, se refiere la seguridad al Estado de Bienestar, es decir, al mantenimiento deunas ganancias adecuadas y de un estndar de vida para todos los ciudadanos, conproteccin en casos de enfermedad o desempleo, vejez y otras situaciones denecesidad. En segundo lugar, se refiere a la estrategia militar y a la defensa, esdecir, al mantenimiento de la paz en el contexto internacional y evitacin de unacrisis militar por medio de organismos internacionales, polticas referidas al Tercer

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    Mundo y modernizacin constante del aparato de la defensa. En tercer lugar,solapndose en parte con el primer y el segundo aspectos, seguridad significatambin control social, puesto que tiene que ver con el tratamiento y la prevencinde cualquier tipo de comportamiento desviado (incluyendo la enfermedad comodesviacin del propio cuerpo), especialmente en la medida en que susconsecuencias puedan afectar la viabilidad de la familia y del orden legal,econmico y poltico y la capacidad de cada cual de participar en estasinstituciones.

    Las dos dcadas de la posguerra en las que el paradigma de la viejapoltica, o el paradigma de una amplia alianza del crecimiento-seguridad, fuedominante, no constituyeron evidentemente un perodo carente de conflictospolticos y sociales. Pero fue, sin embargo, un perodo en el cual un acuerdo apenascuestionado envolva a la sociedad acerca de los intereses y, en consecuencia, delos temas, actores y formas institucionales de resolucin de conflictos. Lapreocupacin central era el crecimiento econmico en todos sus aspectos, mejoras

    en las posiciones individuales y colectivas ante la distribucin, y la proteccin legaldel status social.

    Los actores colectivos dominantes eran grupos de intereses particulares,amplios altamente institucionalizados, y partidos polticos. Los mecanismos deresolucin de conflictos sociales y polticos eran, prctica y exclusivamente, lanegociacin colectiva, la competencia entre partidos y un gobierno representativode partido. Todo esto se encontraba respaldado por una cultura cvica queresaltaba los valores de movilidad social, vida privada, consumo, razninstrumental, autoridad y orden, y que minusvaloraba la participacin poltica. La

    ausencia o, mejor dicho, la rpida eliminacin durante los aos cincuenta de temassesgados, formas alternativas de resolucin de conflictos y de actores colectivossituados fuera del marco de crecimiento-seguridad, ilustra la dominacin de lostemas, actores y formas institucionales de resolucin de conflictos ya citados. Afinales de los cincuenta haba pasado a ser insignificante la influencia de temascomo socialismo, neutralismo, unidad nacional, ciudadana y economa democrticay de quienes los planteaban. Se aclamaban ampliamente como interpretacionessociolgicas plausibles de la realidad sociopoltica, no solamente la tesis acerca del

    fin de las ideologas importadas de la sociologa americana, sino inclusodiagnsticos que apuntaban a un fin del conflicto poltico (Shelski 1961, Forsthoff 1968). Y la crtica intelectual, en parte reaccionaria y en parte progresiva, de losvalores de la sociedad de consumo no consegua hacer el menos impacto en losslidos fundamentos culturales del capitalismo de bienestar postotalitario de laposguerra.

    EL NUEVO PARADIGMA

    Este breve resumen de la configuracin de valores, actores, temas e institucionesde la vieja poltica puede servirnos de referencia con la que comparar el nuevoparadigma ahora. Raschke (1980) es uno de los pocos que ha intentado formularun concepto sustancial de este nuevo paradigma, designndolo como un

    paradigma del modo de vida que est surgiendo. La mayor parte de la literaturasociolgica que se ocupa de los nuevos planteamientos y movimientos se limita aresaltar la rotura y la discontinuidad recurriendo a trminos como nuevos

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    movimientos de protesta (K:W: Brand), nuevas polticas (Hildebrandt/Dalton), nuevo populismo (Habermas, Marin), comportamiento poltico no ortodoxo y poltica de alboroto (Marsh), o a describir como inconvencionales (Kaase) losmtodos tpicos con los que la poltica del nuevo paradigma aborda los conflictos. Elttulo ms amplio, aunque no abarque todo, con que los mismos activistas de estosmovimientos designan a la nueva poltica, es el de movimientos alternativos falto tambin de todo contenido positivo, como los trminos relacionados de contraeconoma, contrainstituciones y contraopinin pblica (Gegenffentlichkeit).

    La vaguedad de tales conceptos negativos, que, dicho sea de paso, esparalela a recientes denominaciones macrosociolgicas de las sociedadesoccidentales contemporneas como sociedades posindustriales, dificulta ladeterminacin de temas y actitudes que pueden subsumirse bajo esta categora.Incluso en la literatura raramente se encuentran enumeraciones que traten de sercompletas. Una de estas listas se debe a Melucci (1981, pg. 98): El movimiento

    estudiantil, el feminismo, la liberacin sexual, los movimientos ciudadanos, lasluchas ecolgicas, la movilizacin de los consumidores y usuarios de servicios, deminoras tnicas y lingsticas, de movimientos de comunidad y contraculturales,las luchas por cuestiones de sanidad y salud y otras. En esta lista faltan algunosmovimientos sobre todo, evidentemente, el movimiento por la paz.

    Estos movimientos politizan cuestiones que no pueden ser fcilmente codificadas con el cdigo binario del universo de accin social que subyace a lateora liberal. Con otras palabras, mientras que la teora liberal parte de que puedecategorizarse cualquier accin como privada o pblica (siendo, en este caso,

    propiamente poltica), se sitan los nuevos movimientos en una tercera categoraintermedia. Reivindican para s mismos un tipo de contenidos que no son ni privados (en el sentido de que se les reconozca como objeto legtimo de lasinstituciones y actores polticos oficiales), sino que son los resultados y los efectoscolaterales colectivamente relevantes de actuaciones privadas o poltico-institucionales de las que, sin embargo, no pueden hacerse responsables ni pedircuentas por medios institucionales o legales disponibles a sus actores. El campo deaccin de los nuevos movimientos es un espacio de poltica no institucional, cuyaexistencia no est prevista en las doctrinas ni en la prctica de la democracia liberaly del Estado de Bienestar.

    Esto plantea un problema de conceptos: qu entendemos por poltica no-institucional en contraste con formas de accin privadas? La precisin en estepunto tiene particular importancia, ya que a menudo se emplea el trmino nuevosmovimientos sociales incluyendo tambin cuestiones privadas como, por ejemplo,de tipo religioso o econmico. Una exigencia mnima para poder calificar de

    poltico un modo cualquiera de actuar es la de que su autor pretenda de algunaforma explcitamente que se reconozcan como legtimos sus medios de accin y quelos objetivos de la accin sean asumidos por la comunidad amplia. Solamente losmovimientos sociales que cuentan con ambas caractersticas tienen calidad polticay nos interesan, por tanto, aqu. No es ste el caso en lo que respecta a dosinteresantes casos lmite, representados por las nuevas sectas religiosas y por elterrorismo, respectivamente. Por lo que a los medios respecta, los movimientosmeramente sociales (trtese de sectas, de movimientos que propagan estilosespecficos culturales, tradicionales y de prctica de vida) recurren a formas de

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    accin perfectamente legitimadas y reconocidas, tales como el uso de la libertadcultual o de la libertad de practicar una religin reconocidas legalmente. En lo que aobjetivos respecta, no pretenden conseguir que la comunidad amplia asuma comopropios sus valores y planteamientos especficos, sino que simplemente pretendenque se les permita disfrutar de sus libertades y derechos. Incluso en el caso dedarse una oposicin diametral entre sus valores culturales y formas de vida y los dela comunidad que les rodea, no tratan de trastocarla, sino que se retiran a espaciosprivados en los que pueden vivir a su estilo, como es el caso en muchas comunasrurales. No se intenta usar esos derechos con el propsito de ganarse a alcolectividad.

    En los grupos terroristas encontramos el esquema opuesto. En ningnsentido cabe esperar que la comunidad amplia en que se mueven pueda reconocercomo legtimos y correctos los medios violentos a que recurren. Al menos tal es elcaso en lo que respecta a grupos como la Rote Armee Fraktion (RAF), en AlemaniaOccidental, y las Brigate Rosse (BR), en Italia, que, lo que es muy interesante,

    exceptuando posiblemente sus fases iniciales, han abandonado todo intento deconstituirse ellos mismos como actores polticos y de conseguir as elreconocimiento de sus formas de accin como legtimas por parte de la ampliacomunidad. Sus objetivos son, por otro lado, polticamente muy convencionales(aunque absurdos e irreales), puesto que consisten, en los casos mencionados, enla victoria en la guerra revolucionaria antiimperialista, cuyas consecuenciasafectaran evidentemente y de forma muy elemental al conjunto de la comunidad.

    En contradiccin con estos dos fenmenos, la retirada no poltica encuestiones privadas y la guerra privada, pueden definirse los nuevos movimientos

    sociales polticamente relevantes como los movimientos que reivindican serreconocidos como actores polticos por la comunidad amplia aunque sus formas deaccin no disfruten de una legitimacin conferida por instituciones socialesestablecidas-, y que apuntan a objetivos cuya consecucin tendra efectos queafectaran a la sociedad en su conjunto ms que al mismo grupo solamente.

    Este esquema conceptual pretende servir al doble propsito de situar afenmenos que se confunden a menudo y de demarcar reas grises, en las que esdiscutible si un fenmeno corresponde a una o a otra categora. (Por ejemplo,pertenece la Mafia a la casilla 1 2, el IRA a la 2 a la 4, ciertas sectas religiosasa la 3 a la 1,, o ciertos aspectos de la cultura juvenil a la 3 a la 4?).

    En lo que sigue, me centrar en cuatro de estos movimientos que parecenser los ms importantes teniendo en cuenta, tanto sus xitos cuantitativos demovilizacin, como su evidente impacto poltico. Se trata de los movimientosecologistas o de proteccin del medio ambiente, incluyendo aspectos que no slotienen que ver con el entorno natural, sino tambin con el entorno construido(urbano); movimientos pro derechos humanos, con el movimiento feminista comoel ms importante, en lucha por la proteccin de la identidad, dignidad y por eltratamiento equitativo de quienes se definen por su sexo, edad, raza, lengua yregin; el pacifismo y los movimientos por la paz; y movimientos que propugnan ose empean en formas alternativas o comunitarias de produccin y distribucinde bienes y servicios. Empecemos por explorar algunas de las caractersticas

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    comunes tpicas-ideales de estos movimientos. Tales caractersticas se evidencianen los contenidos, valores, formas de accin y actores de los movimientos.

    Los contenidos dominantes en los nuevos movimientos sociales son elinters por un territorio (fsico), un espacio de actividades o mundo de vida, comoel cuerpo, la salud e identidad sexual; vecindad, la ciudad y el entorno fsico; laherencia y la identidad cultural, tnica, nacional y lingsticas; las condicionesfsicas de vida y la supervivencia de la humanidad en general.

    Por incoherentes que puedan parecer estos contenidos e intereses, tienenuna raz comn en ciertos valores que, como ms abajo argumentar, no son

    nuevos en s mismos, pero que cobran un nfasis y una urgencia nuevos en elcontexto de los nuevos movimientos sociales. De entre estos valores, los mspreeminentes son la autonoma y la identidad (con sus correlatos organizativos,

    tales como la descentralizacin, el autogobierno y la autodependencia), enoposicin a la manipulacin, el control, la dependencia, burocratizacin, regulacin,etc. Para describir la diferencia entre los valores nuevos y viejos, se los sueleclasificar (aunque de forma problemtica, como argir despus), por medio decriterios, como preocupacin por la escasez frente a preocupacin por la alineacin,

    juegos de suma-cero frente a juegos de suma-no-cero, reivindicacionescuantitativas contra reivindicaciones cualitativas, el empeo por los interesesfrente al empeo por la identidad, tener frente a ser, igualdad material frente alibertad.

    Un tercer elemento del nuevo paradigma es el modo de actuar de losnuevos movimientos sociales. Esto comprende dos aspectos tpicos, el modo deactuar en conjunto varios individuos para formar una colectividad (modo internode actuar), y los mtodos con que se encaran al mundo exterior y a sus opositorespolticos (modo externo de accin). Al primero ya se refiere el mismo trmino denuevos movimientos sociales; la manera por la que multitudes de individuos pasana ser actores colectivos es extremadamente informal, ad hoc, discontinua, consensibilidad hacia el contexto e igualitaria. Con otras palabras mientras que, por unlado, sus miembros oficiales, programas, plataformas, representantes, oficiales,empleados y cuotas, existen todo lo ms de forma rudimentaria, consisten losnuevos movimientos sociales en participantes, campaas, gente que toma lapalabra, redes, ayudantes voluntarios y donaciones. Es tpico que en su modointerno de actura, los nuevos movimientos sociales, en conraste con formastradicionales de organizacin poltica, no se rijan por el principio organizativo de ladiferenciacin ni en la dimensin horizontal (el de dentro frente al de fuera), ni enla dimensin vertical (dirigentes frente a gente comn). Parece confiarse, alcontrario, mucho en la des-diferenciacin, por ejemplo, en la fusin de los papelesprivados y pblicos, del comportamiento instrumental y expresivo, de la comunidady la organizacin, y en particular en que la lnea de deslinde entre los papeles delos lderes formales y de los dems miembros est desdibujada y todo lo mssea transitoria.

    Por lo que se refiere al modo de actuar externo, vemos que las tcticas delas manifestaciones y de otras formas de accin recurren a la presencia fsica de(grandes masas de) gente. Estas tcticas de protesta tratan de movilizar la opinin

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    pblica y de atraer su atencin con mtodos legales (las ms de las veces), aunqueno convencionales. Van acompaadas por reivindicaciones de protesta cuyosaspectos positivos se articulan casi siempre en formas lgicas y gramaticalesnegativas, como indican palabras clave como nunca, en ningn lado, fin,

    cierre, fuera, parar, congelar (freeze), prohibicin, etc. Las tcticas y lasreivindicaciones de la protesta indican que el grupo de actores movilizado (real opotencialmente) se conciben a s mismo como una alianza de veto, ad hoc, y amenudo monotemtica (ms que como un grupo integrado organizativamente y nisiquiera ideolgicamente), que deja un amplio espacio para una amplia diversidadde legitimaciones y creencias entre los que protestan. Este modo de actuar enfatizaadems el planteamiento de sus exigencias como de principio y no negociables, loque puede considerarse que es una virtud, o una necesidad dada la debilidad de lasprimitivas estructuras organizativas involucradas.

    Los movimientos sociales no se refieren a otros actores y oponentes polticos entrminos de negociaciones, compromisos, reformas, mejoras o progresos graduales

    a conseguir por tcticas y presiones organizadas, sino ms bien en trminos defuertes antinomias tales como s/no, ellos/nosotros, lo deseable y lo intolerable,victoria y derrota, ahora o nunca, etc. Esta lgica de deslinde de campos,evidentemente, apenas permite desarrollar prcticas de negociacin poltica nitcticas gradualistas.

    Esta insistencia en rechazar el compromiso al afirmar que no son negociables lasexigencias planteadas, provoca frecuentemente crticas y acusaciones por parte delas fuerzas polticas que operan en el marco del viejo paradigma. A menudo venlos crticos las acciones de los nuevos movimientos sociales como algo debido a

    actitudes irracionales, afectivas, estrechas, cortas, inmaduras, incompetentes eirresponsables polticamente; y consideran como contraproducentes sus tcticas,aun cuando reconocen que son legtimas algunas delas reivindicaciones de losmovimientos. La objecin principal es que los movimientos son incapaces denegociar y elaborar compromisos y que no tienen voluntad de ello. En parte tienenrazn estas acusaciones, al menos si se formulan en un plano ms estructural quepsicolgico. Los movimientos son incapaces de negociar porque no tienen nada queofrecer como contrapartida a las concesiones que se les puedan hacer a susexigencias. No pueden prometer, por ejemplo, un consumo ms bajo de energa acambio de la interrupcin de los proyectos de construccin de centrales de la formaen que los sindicatos pueden prometer (o al menos practicar) moderacin en susexigencias salariales a cambio de garantas de empleo.

    Se debe esto a que a los movimientos les faltan varias propiedades de lasorganizaciones formales, sobre todo la ciencia interna de las decisiones de susrepresentantes, gracias a lo que las organizaciones formales pueden asegurar encierta medida el cumplimiento de los acuerdos de una negociacin poltica. Estambin tpica la falta de un armazn coherente de principios ideolgicos y deinterpretaciones del mundo de la que poder derivar la imagen de una estructuradeseable de la sociedad y deducir los pasos a dar para su transformacin. Slo enel caso de contar los movimientos con una teora as acerca del mundo y de supropio papel en el cambio del mundo-, podra esperarse de estos actores polticosque desarrollasen una tctica de admitir renuncias a corto plazo a cambio de logrosa largo plazo, una prctica de racionalidad tctica y de creacin de alianzas. Losmovimientos son tambin reacios a la negociacin porque atribuyen a menudo una

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    prioridad tan alta y universal a sus exigencias centrales que no tiene sentido elsacrificar una parte de ellas (p.e., tratndose de cuestiones relacionadas con losvalores de supervivencia o de identidad) pues ello anulara la misma exigencia.Estas limitaciones estructurales de los movimientos sociales no justifican, sinembargo, necesariamente las acusaciones de ceguera, provincianismo y de

    tica de sentido (Gesinnungsethik) acusaciones que, tpica e irnicamente secruzan en ambos sentidos- puesto que, desde el punto de vista de los movimientossociales, las mismas formas institucionales de racionalidad poltica y de tomacolectiva de decisiones (negociaciones, compromisos, representacin, la regla de lamayora, las organizaciones formalizadas, etc.) implican selectividades y no-decisiones que tienden a filtrar las reivindicaciones centrales del nuevo paradigma.

    Finalmente, en lo que respecta a los actores de los nuevos movimientos sociales, loque ms llama la atencin es que en su autoidentificacin no se refieren al cdigopoltico establecido (izquierda/derecha, liberal/conservador, etc.) ni a los cdigos

    socioeconmicos parcialmente correspondientes (tales como clase obrera/clasemedia, pobre/adinerado, poblacin rural/urbana, etc.). Se codifica ms bien elcdigo del universo poltico en caterogas provenientes de los planteamientos delmovimiento, como sexo, edad, lugar, etc., o en el caso de movimientos ecologistasy pacifistas, el gnero humano en conjunto. La insistencia sobre la irrelevancia decdigos socioeconmicos (como la clase) y de cdigos polticos (como lasideologas) que encontramos al nivel de la autoidentificacin de los nuevosmovimientos sociales (y a menudo de sus oponentes), y que constituyen parte desu verdadera novedad (y les distingue de los viejos movimientos sociales), nosignifica, sin embargo, en modo alguno que de hecho la base social y la prcticapoltica de tales movimientos sean tan amorfas y heterogneas en trminos declase y de ideologa. Por lo que a su base social respecta, se componen, como

    argumentar con ms detalle posteriormente, de tres segmentos de la estructurasocial bastante claramente delimitados: 1. La nueva clase media, especialmenteaquellos elementos que trabajan en profesiones de servicios humanos y/o en elsector pblico; 2. Elementos de la vieja clase media, y 3. Una categora de lapoblacin formada por gente al margen del mercado de trabajo o en una posicinperifrica respecto a l (tal como obreros en paro, estudiantes, amas de casa,

    jubilados, etc.).

    La lnea de argumentacin ha sido hasta ahora que la compresin general de lo queconstituye el contenido de la poltica y las instituciones y prcticas polticas que sederivan de esta compresin, pueden describirse como el viejo paradigma delEstado de Bienestar liberal-democrtico. Est marcado tal paradigma por unadicotoma en la concepcin de la naturaleza de la accin social (lo privado frente alo pblico/poltico), refirindose los conflictos al espacio propio de la poltica, todolo ms a la demarcacin exacta de la lnea divisoria de esta dicotoma. En cambio,el nuevo paradigma divide en tres esferas el universo de accin (privada/frente apoltica no institucional/frente a poltica institucional) y reivindica la esfera de

    accin poltica en el interior de la sociedad civil como su espacio propio desde elque cuestionar lasprcticas e instituciones tanto privadas como polticas-institucionales. Habiendo definido el concepto de paradigma como unaconfiguracin de actores, contenidos, valores y modos de actuar en conflictospoltico-sociales, pueden contrastarse esquemticamente el paradigma viejo y elnuevo.

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    En manera alguna es evidente por s mismo cul puede ser la variable tericasubyacente que origina la formacin de estos dos grupos de caractersticas quehemos denominado los paradigmas viejos y nuevo. Sin tratar por ello deanticipar la discusin subsiguiente entre las distintas explicaciones sociolgicas delsurgimiento del nuevo paradigma, cabe especular que existe una relacin causalentre ambos grupos de caractersticas y una direccin principal de cambio de lasestructuras sociales. Intuitivamente parece que tiene cierto sentido relacionarambos paradigmas con dos fases de la transformacin societal, y su coexistenciacon un perodo de transicin de una fase a la otra. De este modo, correspondera elviejo paradigma a una estructura social compuesta de colectividades relativamenteduraderas y relativamente diferenciadas, tales como clases, agrupaciones segn elstatus social, profesin, inters econmico, comunidades culturales y familias. Porotro lado, correspondera el nuevo paradigma a un grado ms alto de individuaciny diferenciacin, es decir, a un tipo de estructura social en el que talescolectividades se han vuelto a la vez menos diferenciadoras y menos duraderascomo puntos de referencia orientativos. Es tpico que el ciudadano de lassociedades posindustriales emigre en el transcurso de su biografa a travs de

    una serie de profesiones, ocupaciones y puestos de trabajo, incluyendo perodos deaprendizaje y desempleo; que forme parte en el curso de su vida de ms de las dosfamilias normales y pase cada vez ms frecuentemente por perodos en los queno forma parte de ninguna familia en absoluto; y que adems forme parte (o tengaal menos la opcin de formar parte) de toda una serie de sucesivas comunidadesculturales, estilos estticos y estilos de vida y consumo que no slo cambian msrpidamente de lo que cambian las generaciones, sino que estn cada vez msestratificadas segn grupos de edades distintas (p.e., las culturas de la juventud).Parece todo esto sugerir que, mientras siguen indudablemente existiendo colectividades funcionales e institucionales, lo hacen de formas menos fcilmenteperceptibles por poblaciones de alta movilidad, que, por consiguiente, socavan los

    lazos subjetivos que parten del hecho de que (por el momento) uno pertenece

    a una colectividad de tipo econmico, cultural o institucional.

    De las muchas consecuencias que puede traer consigo un tal cambioestructural, aqu slo nos interesa una: el modo de autocategorizacin que resulta,o la identificacin que surge en las condiciones de una crisis de adolescencia virtualmente permanente, es decir, de un desligamiento continuo de los lazos queconectan los individuos con colectividades estructurales o culturales. En talescondiciones, la subjetividad ms duradera y los parmetros distintivos de laidentidad social ya no son la propia identidad como capataz, o mdico, o ama decasa, o negociante o protestante, sino la propia identidad en trminos de edad ysexo, quiz tambin la lengua, de origen regional o tnico o del lugar actual deresidencia y, naturalmente, la propia identidad como un ser humano viviente consus ansiedades y vulnerabilidades. Esto sugerira que cuanto mayor es laexperiencia de contingencia, incertidumbre y movilidad (a menudo involuntaria eimpredecible), mayor es la propensin a escoger parmetros permanentes de laidentidad social (tales como los que se acaban de mencionar) como focos degestacin de empeos polticos y de accin colectiva. Esta hiptesis no slo tienesentido en la dimensin intertemporal o evolucionista, sino tambin en lacomparacin sincrnica entre los distintos segmentos de que se componen lasestructuras sociales, dentro de las que estn distribuidas desigualmente, junto conla riqueza y la pobreza, tambin las experiencias de la contingencia.

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    Pero incluso esta interpretacin muy general y altamente especulativa nonos da ninguna pauta acerca de por qu ha de haber una relacin antagonista entreambos paradigmas. En teora cabra esperar exactamente igual de bien unacoexistencia ms o menos confortable entre ambos paradigmas: los mismosindividuos podran asumir ambos valores e intereses materialistas y

    posmaterialistas (recurriendo a la terminologa de Inglehart), pudiendo fcilmentecorrerse una y otra vez del viejo paradigma al nuevo y viceversa, con susrespectivos valores y modos de actuar, segn el tipo de cuestin que se planteecomo ms importante o ms destacada en cada situacin. Este diagnstico seacerca mucho, de hecho, al ofrecido por Marsh (1977) y por Kaase y Marsh(captulos 2-6, en Barnes y Kasse 1979).

    Estos autores constatan, en vez de un antagonismo entre las dosinterpretaciones de lo poltico, una modesta correlacin positiva en sus encuestasentre lo que definen como disposicin a la participacin convencional y lainclinacin de los encuestados hacia un comportamiento de protesta (pg. 93).

    Sobre la base de estos resultados, llegaron a su conclusin del repertorioampliado; observan una tendencia hacia una versatilidad poltica moderna;destacan una ampliacin del repertorio de accin poltica del ciudadano )pags.134/5); tienen cuidado en no conceptuar el comportamiento poltico noconvencional como algo opuesto al comportamiento poltico ortodoxo oconvencional (pg. 149); y, finalmente, perciven cmo surge una mezcla demtodos polticos (pg. 150). Partiendo de esta perspectiva, parecera por lomenos, prematura cualquier interpretacin de los dos modos de participacinpoltica como antagonistas. Esta tesis, sin embargo, no es del todo convincente ypor toda una serie de razones hay que sospechar que resulta de un artilugiometdico en el enfoque dado a la encuesta. En primer lugar, es ms plausibleinterpretar la modesta correlacin positiva que encuentran como un fenmeno de

    transicin, como la relacin que se obtiene entre el comportamiento pasadoconstatado (es decir, la intensidad de la participacinconvencional), e inclinacioneshacia el comportamiento potencial (protesta). En segundo lugar, vara segn lasdiferentes categoras sociales el grado de tal correlacin positiva, pasando a sernegativa la correlacin entre mujeres jvenes (pgs. 134, 184). En tercer lugar,hay que cuestionar la idea de los autores de una ampliacin general de losparmetros de permisividad hacia la protesta porque sus propios resultadossugieren que ambos modos de participacin poltica tienen sus respectivas basesespecficas en la estructura social, compuestas por grupos definidos por la edad, elsexo, la educacin y, en cierto grado, el empleo (pg. 100. Finalmente, el nivelsubjetivo de anlisis desde el que se plasman los datos de la encuesta dejainevitablemente de tener en cuenta incompatibilidades objetivas potenciales entredistintos tipos de planteamientos (p.e., cuestiones referentes a la distribucinfrente a cuestiones referentes a la autonoma) y sus manifestaciones polticasrespectivas. De existir realmente una tal incompatibilidad entre las soluciones enuna sociedad industrial avanzada, como bien puede suponerse y como ciertamenteplantea la perspectiva de los nuevos movimientos sociales, queda an msdebilitada la confortable hiptesis del repertorio ampliado a favor de una hiptesisde profundizacin de la zanja en lo que respecta a la relacin entre ambosparadigmas.

    AFINIDADES CON OTRAS FORMACIONES IDEOLGICO-POLITICAS

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    Aunque probablemente no se den en la historia poltica de sociedades capitalistasindustriales analogas estrictas a esta configuracin de cuestiones, valores, actoresy modos de acturar, llama poderosamente la atencin un cierto paralelo con ideas eideologas polticas del pasado. A menudo se ha hecho referencia a ellas comoclaves para la interpretacin de la poltica de los nuevos movimientos sociales. Ental sentido, el uso del trmino neo-populismo en relacin con los nuevosmovimientos sociales sugiere una afinidad con movimientos populistas (Boyte1977). Se acaba, sin embargo, este paralelismo en cuanto se entra en loscontenidos (que se refieren sobre todo a la situacin econmica y a la viabilidad delos pequeos productores, gracias a la intervencin estatal y a la regulacinprotectora en el caso del populismo tradicional).

    Hay dos tipos de movimientos que a veces se incluyen (cf. Marin 1980,pgs. 160 y ss.) en un concepto demasiado extenso de los nuevos movimientossociales aunque no estn realmente dentro del nuevo paradigma: se trata demovimientos de protesta y de protestas colectivas orientadas exclusivamente haciala proteccin econmica (tales como revueltas contra los impuestos o actividadesde protesta de los campesinos, tenderos, armadores y otros segmentos de la vieja

    clase media en Europa), sin reivindicar autonoma ni identidad; y tambin demovimientos que propugnan la restauracin de un cierto orden moral que sepercibe como amenazado pretendiendo recurrir al poder del Estado para sancionary para proteger privilegios simblicos, culturales y religiosos entre estosmovimientos estn los que abogan por la prohibicin del alcohol, del aborto, de laentrada libre de trabajadores extranjeros, de la pornografa, etc.

    Hay tambin una clara afinidad, aunque de nuevo limitada, entre el paradigma dela nueva poltica y las tradiciones polticas liberales y libertarias. El paralelismo esobvio en lo que se refiere a la limitacin del poder del Estado fortaleciendo los

    derechos y las libertades civiles. Sin embargo, la diferencia principal es que, en elcaso de los nuevos movimientos sociales, la exigencia de autonoma no se centraen libertades econmicas (libertad de produccin, consumo y contratacin), sino enla proteccin y preservacin de valores, identidades y formas de vida frente a laimposicin poltica y burocrtica de un cierto tipo de orden racional.

    Se dan tambin analogas parciales junto con diferencias cruciales en relacin conideologas y partidos conservadores. Un dilema del conservadurismo muchasveces descrito como el dilema de los partidos y las ideologas conservadoras- esque, para poder oponer una resistencia eficaz al debilitamiento de los valoresconservadores (como propiedad, autoridad, familia y cultura tradicional) hay quesoportar la modernizacin de las estructuras econmicas y polticas: la continuidadpresupone el cambio. Esta difcil ecuacin de modernizacin conservativa es rotapor los nuevos movimientos sociales y no necesariamente por el mismo impulsoconservador. A menudo ponen estos movimientos mucho nfasis en la preservacinde las comunidades e identidades tradicionales y de los entornos, tanto fsicoscomo sociales, considerndose esto como incompatible con la modernizacintcnica, poltica, econmica y militar. Slo tiene sentido designar como

    conservadores a los nuevos movimientos sociales (cf. Offe 1983), si se atribuyencalificativos importantes al concepto conservador. Es cierto que la defensa,proteccin y mantenimiento de condiciones vlidas constituyen un impulso bsicode los movimientos, que, sin embargo, difieren de los conservadores al considerarlos procesos de modernizacin (econmica, poltica, militar y tecnolgica) no comomedios de preservacin, sino de destruccin de tales condiciones.

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    Hay que resear finalmente tanto las convergencias como las divergenciascon relacin a la tradicin y a las ideas polticas socialistas. El paralelo evidente seda en la visin que comparten del impacto destructivo, anrquico, irracional ydeshumanizador de la industrializacin capitalista sobre todos los aspectos de lavida humana. La divergencia arranca de la crtica radicalizada, que ya no esdialctica, de las fuerzas productivas y de su continuo desarrollo, y del giroconsiguiente hacia planteamientos antiproductivistas de la tecnologa y de laindustria. Contina con el rechazo de todo papel privilegiado de la clase obreraindustrial en el proceso de transformacin social, de la que a veces se expresa lasospecha de ser la clase en la que el sistema cuenta con su apoyo ms firmeeconmico, social e ideolgico. Sigue an ms all la Europa Oriental como enEuropa Occidental- de forma extremadamente negativa.

    El nuevo paradigma cuestiona una concepcin comn a todas las

    ideologas polticas que se acaban de mencionar, de que la poltica evoluciona en ladimensin del progreso hacia la realizacin ms plena de ciertos valores como, porejemplo, el reconocimiento de derechos y libertades, el aumento de la riqueza, laigualdad, el acercamiento de la vida social a un cierto orden moral- y de que estarealizacin se debe a un cierto esquema de instituciones y papeles especficamentepolticos. La prctica poltica de los nuevos movimientos sociales cuestiona, sinembargo, en dos formas distintas esta concepcin subyacente. En primer lugar, susplanteamientos no cuadran con la nocin de progreso hacia un orden socialidealizado, ni de mejora, reforma o perfeccin. Para ser ms precisos, lo quecalificara de progreso no es la continuacin de trayectorias de modernizacin yaconocidas desde antes, sino ms bien la introduccin de esquemas sociales menosdependientes de tal modernizacin tcnico burocrtica, y ms capaces de sobrevivir

    sin ella. Lo que se trata de mantener y de conseguir son valores e identidades, queparecen verse gravemente amenazados por las fuerzas polticas y sociales queofrecen una versin engaosa del progreso. Las reivindicaciones se formulan enun discurso ms de reconocimiento de las identidades existentes que de ganancias,de mantener lo que hay (o de restaurar del todo lo que an no se ha perdido deltodo, tal como los equilibrios ecolgicos, el entorno urbano, la salud, los smbolosculturales que crean identidades colectivas), ms que de buscar lo que es deseableque llegue por medio de la dinmica experimentada en el pasado. Esta concepcinantiprogresista y defensiva de los motivos y contenidos queda muy bien expresadaen la anttesis de progreso con supervivencia. Debido a esta lgicaantiprogresista, ocupan un lugar central trminos como El Principio Vida(Kelly/Leinen 1982). Mundo de vida (Habermas 1981). Modo de vida (Raschke),tanto en las autointerpretaciones polticas, como en los anlisis filosficos ysociolgicos del paradigma de la nueva poltica. El abandono de la idea de

    progreso y perfeccionamiento a favor de la defensa tenaz de los valores eidentidades presentes constituye un modelo de poltica que puede vivir, como dehecho hace, sin un proyecto construido tericamente. De aqu proviene lanaturaleza, muy a menudo comentada, fragmentaria, ad hoc, pluralista, y selectivade los enfoques y reivindicaciones de los nuevos movimientos sociales, as como surechazo explcito de ideologas totalizadoras.

    Sigue adems, en segundo lugar, de este cuestionamiento de las concepcionesconvencionales del progreso (es decir, de las que subyacen al viejo paradigma)que, si han de cambiar los criterios del progreso (su valoracin positiva y sudireccin), no es probable que ello ocurra dentro de las formas y procedimientos

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    institucionales ajustados para la promocin de tal progreso y especializados en esesentido. Para que ocurra tal cambio, la esfera poltica ha de ser reapropiada delas instituciones que han llegado a monopolizarla y devuelta a las fuerzas socialescon su actividad no refrenada institucionalmente. De esta manera, al rechazo delanocin de progreso y de las ideologas totalizantes se aade un desafo a lasformas institucionales en que se ha canalizado el progreso en el pasado.

    EVALUACIN DE LA FUERZA DEL NUEVO PARADIGMA

    Tras haber descrito algunos de los rasgos ms destacables del nuevo paradigmapoltico, y tambin el modo ambiguo en que se sita en la matriz social e ideolgicade la poltica en Europa Occidental, tenemos ahora que preguntarnos qu fuerzatienen las fuerzas sociales y polticas que han hecho suyo el nuevo paradigma.Cualquier intento de resolver cuestiones acerca de la fuerza absoluta o relativa, ode hacer comparaciones sincrnicas o diacrnicas entre tales fuerzas ha de superar

    dificultades metdicas sustanciales, ya que, en contraste con los actores polticosdel viejo paradigma, los actores del nuevo paradigma no cuentan con formasinstitucionalizadas de medir su fuerza, xito, logros o crecimiento, por lo que, enconsecuencia, cualquier medida que aplique el observador conlleva el peligro dedistorsionar gravemente en uno y otro sentido la fuerza de su potencialsociopoltico. Los valores dominantes siempre son tambin dominantes en elsentido de que es fcilmente demostrable, mensurable y visible su dominacin,existiendo todo un sistema de contabilidad social para los valores dominantes,como las estadsticas sobre los ingresos individuales y estatales, resultadoselectorales, balances de la seguridad militar y social; en cambio, siempre es difcildeterminar de forma no ambigua en qu medida se realizan valores no reconocidosinstitucionalmente, tanto en absoluto, como en comparacin con otros sistemas

    sociales o con el propio pasado del sistema. Cualquier afirmacin acerca delasituacin y del grado de desarrollo de fuerzas polticas extra-institucionales escuestionable debido a la ausencia de procedimientos oficiales de autodeteccin o deautoobservacin. Puede tomarse, como ejemplo, el caso de confrontacionesviolentas entre manifestantes y la polica: debido a una mezcla incierta de razones

    tcnicas y sociales, parece que el nmero de policas heridos en tales conflictosse registra con mucha mayor rapidez y facilidad, con ms garantas y msvisiblemente que el nmero de manifestantes heridos. Las instituciones de lacultura cognitiva, comenzando por los departamentos de estadstica del gobierno yno terminando por sectores de la sociologa emprica, discriminan a menudo losvalores opuestos al no medirlos con mtodos estandarizados y fcilmente visibles.

    Teniendo en cuenta estas dificultades, puede distinguirse cuatro mtodosde estimacin del potencial de las fuerzas y de la base social de los nuevosmovimientos sociales, y por consiguiente del calibre del desafo que plantean al

    viejo paradigma. Tales mtodos aplicados para valorar el potencial poltico de losnuevos movimientos sociales son los siguientes:

    a) Mediciones de actitudes y valores individuales como se realizan en lasencuestas; tales mediciones dan indicadores de la disposicin o del grado depreparacin individual para actuar de forma no-convencional.

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    b) Mediciones de acciones colectivas no-institucionales [no

    convencionales, como el nmero de asociaciones de vecinos (Brgerinitiativen), oel nmero dela gente que participa en tales iniciativas, en protestas,manifestaciones, boicots, etc.], de la frecuencia de tales acciones y de la diversidadde temas en que se centran.

    c) Mediciones de las acciones institucionales colectivas que son elresultado, la consecuencia directa, de acciones previas no institucionales. Puedeesto ocurrir al formarse agrupaciones formales (grupos de presin) o partidospolticos (como los partidos verdes y alternativos en Alemania). Tambin entranaqu los casos en que canales institucionales del sistema poltico se abren a lasexigencias de los nuevos movimientos sociales, o bien convocando referndums, obien respaldando el Estado campaas de informacin (en el caso de la energanuclear est el ejemplo de Nowotny en Austria, 1979, y de SOMSO en Holanda,1983), o bien penetrando o siendo cooptados individuos y reivindicaciones en los

    partidos polticos, o asumidos y propagados por los medios de comunicacin demasas.

    d) Finalmente mediciones de los resultados e impactos, importantesconsecuencias de las acciones o de los potenciales de accin medidos segn a), b)y c). Tales resultados incluyen la rapidez y eficacia con las que se respondepositivamente a las reivindicaciones expresadas por los nuevos movimientossociales, por medio de decisiones legislativas y actuaciones administrativas.

    Pueden plantearse numerosas objeciones y dudas metdicas respecto aestos cuatro procedimientos de medida de la fuerza o del potencial de los nuevosmovimientos sociales y de su evolucin en el tiempo, de manera que los datoscuantitativos parecen ser impresionistas en el mejor de los casos y engaosos en elpeor de los casos. En cada uno de los cuatro procedimientos de medida sonprobables los errores en ambos sentidos.

    Mientras que las alternativas c) y d) se refieren ms claramente a daatosgenerados por el propio mecanismo de autocontrol del sistema, las medicioneshechas en los casos a) y b) son, a menudo, muy distorsionadas o cuestionables enlo que respecta a su validez para un diagnstico o pronstico. Para ser msprecisos, en lo que se refiere a las mediciones de tipo a) necesitaramos al menosuna buena teora que aclare en qu medida y en qu circunstancias talesindicadores de actitud y de conciencia tienen consecuencias en el plano de la accinindividual o colectiva detectable. (Una discusin equilibrada de este espinosoproblema en relacin con la medicin del potencial de protesta se encuentra enBarnes y Kasse 1979, pgs. 61 y ss.) Hara falta tambin conocer en qu medidapuede suponerse que esta disposicin individual a la accin sea inmune, tanto antelas amenazas de represin percibidas, como ante la posibilidad percibidas desolucin empleando formas convencionales de participacin.

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    La alternativa b) parece intuitivamente constituir un indicador ms fiel de la fuerza o del potencial poltico. Pero aqu tambin cabe plantear la objecin deque la accin colectiva inconvencional est condicionada en gran medida porfactores externos y por los procesos muy visibles que la ocasionan y provocanconstituyendo el foco concreto que provoca la accin de respuesta. Enconsecuencia, lo que reflejan la envergadura y el ritmo de extensin de la accincolectiva, no slo es la (creciente) inclinacin a emprender tal accin, sino laincidencia de sucesos y decisiones provocadores y su distribucin en el espacio yel tiempo. Tales acontecimientos pueden no solamente pinchar la disposicinpreexistente a actuar con medios heterodoxos, sino tambin afectar el mismogrado de preparacin. De darse este caso tendra poco valor para la evaluacin deltamao del potencial de protesta el conocimiento de las normas comunitarias queMarsh (1977) ha denominado parmetros de licencia para la protesta, ya queestos mismos parmetros seran modificados por los acontecimientos que ocasionanla protesta.

    Hay que tomar en cuenta, por otro lado, la hiptesis, en cierta medidacnica, de que el grado a que llega una accin colectiva manifiesta no reflejecorrectamente la urgencia objetiva o sinceramente percibida de los temas,sucesos y exigencias que constituyen el foco de tal accin. Tendra validez estaobjecin su pudiese mostrarse que los actores estn ms interesados en los valoresintrnsecos de tal accin (expresividad, agrsin, militancia) que en la mismasolucin de las cuestiones manifiestas (cf. Parkin 1968), o que solamente recurrena las prcticas de la nueva poltica para dramatizar ciertos intereses de status enel marco de la vieja poltica (como a menudo puede sospecharse en el caso delactivismo de la vieja clase media en el contexto de nuevos movimientos sociales).

    Tambin puede sospecharse del tercer tipo de medicin arriba mencionado(accin colectiva reconocida institucionalmente) que minusvalora gravemente elpotencial de la nueva poltica, debido en primer lugar a la extendida actitudescptica entre la base de los nuevos movimientos sociales en lo que respecta alvalor potencial de la poltica institucionalizada y representativa; y, en segundolugar, a la razn opuesta en el sentido de que personas fuertemente motivadas porlas razones de los nuevos movimientos sociales pueden, sin embargo, preferir

    invertir sus recursos polticos en polticas de partido o en otras formasinstitucionales de accin colectiva, romo, por ejemplo, en partidos socialistas osocialdemcratas o incluso liberales que parecen haberse beneficiado en algunospases europeos del avance del feminismo y de la preocupacin ecologista, pacifistay de los derechos humanos y civiles. De esta manera, las mediciones del volumen de la poltica institucional frente a la no-institucional daran unas medidas falseadasde la fuerza de esta ltima, debido tanto a la amplia resistencia que hay a emplearmedios institucionales por parte de los movimientos (ya que temen que estosmedios institucionales den lugar necesariamente a corrupcin, cooptacin ydesmovilizacin), como a que tambin hay, en sentido opuesto pero igualmenteextendida, la esperanza en que por s mismos los mtodos polticos institucionalessean un vehculo suficientemente eficaz para los planteamientos y valores del

    nuevo paradigma de forma que no haga alta o sea incluso contraproducente elapoyarse en acciones previas no convencionales.

    Finalmente, la medicin de) del impacto y de los resultados legislativospuede ser un indicador muy falseante de la fuerza de los nuevos movimientos

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    sociales. En primer lugar, no queda claro al aplicar este tipo de indicador deimpacto si uno est midiendo la fuerza de los nuevos movimientos, o la apertura ycapacidad de respuesta de las instituciones polticas que pueden jugar un papeldecisivo viabilizando los xitos del movimiento. En segundo lugar, es en s mismaambigua la nocin de xito o de impacto, puesto que puede significar, o bienrespuestas sustanciales a las exigencias del movimiento pero sin reconocimientoalguno del propio movimiento (es decir, un prevaciado; cf. Gamson 1975), o alrevs, reconocimiento del movimiento sin respuestas sustantivas a sus exigencias(cooptacin), o bien ambas cosas, reconocimiento y respuesta positiva. En tercerlugar, hay que hacer unas suposiciones bastante arbitrarias en lo que se refiere alespacio de tiempo que se admite que pueda transcurrir entre la causa y el

    efecto. Habra tambin que asegurarse de que no se intercalen en el anlisiscausas falsas. As, por ejemplo, puede interrumpirse la construccin de centralesnucleares como consecuencia de las protestas del movimiento antinuclear, perotambin debido a que los pronsticos originales de demanda de energa hanresultado ser desproporcionadamente altos.

    En resumen, lo que parece confirmarse al pasar brevemente revista aalgunas de las mediciones ms evidentes y a las dificultades metodolgicas queconllevan, es que hace falta contar con una buena teora poltica para derivar deella instrumentos de medida vlidos con los que obtener datos que, a su vez,permitan construir una buena teora poltica para derivar de ella instrumentos demedida vlidos con los que obtener datos que, a su vez, permitan construir unabuena teora poltica. Pese al dilema de que esto sea un movimiento circular, nocabe prcticamente la menor duda de que los valores, actores, temas y modos deactuar que componen el nuevo paradigma han expandido tanto su base socialcomo su impacto poltico, tanto si se mide su fuerza en el plano individual ocolectivo, en el de modos de actuar institucionales o no-institucionales, o en el de

    impactos y resultados polticos. Por distintos que sean sus enfoques tericos y juicios de valor, parece que desde finales de los sesenta reina extraamente unamplio acuerdo entre los socilogos en que en los pases de Europa Occidental seha extendido en la comunidad poltica amplia la idea de que la participacin polticaamplia la idea de que la participacin poltica no-convencional es un recursolegtimo de la ciudadana democrtica; de que hoy existe un consensoampliamente compartido a favor de la accin poltica radial, y de que hoy lapoltica est llena de mujeres y hombres jvenes y bien formados que no aceptanque su eficacia poltica quede recortada por los canales de la democraciarepresentativa oficialmente sancionados (Barnes y Kaase 1979, pgs. 59, 106,135). Este potencial de accin no ha ido creciendo simplemente como un merohecho, sino que este hecho se ha ido reconociendo ampliamente como legtimo (odefendible moralmente) pese a la ausencia de instituciones capaces de acomodartal potencial.

    ESTRUCURAS SOCIALES Y PLANTEAMIENTOS EN PROCESO DE CAMBIO

    Partiendo de este consenso sobre el diagnstico que parece haber surgido en elmarco de las ciencias sociales sera posible lograr una evaluacin ms fiable de lafuerza y potencial de la base social del nuevo paradigma combinando datos acercade su situacin socioestructrual en la sociedad con teoras acerca de las previsiblestransformaciones y cambios futuros de la estructura social. Con este mtodopodramos obtener una respuesta a la cuestin de si la base socio-estructural de los

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    nuevos movimientos sociales se ensanchar o no previsiblemente en el curso deldesarrollo posterior de las sociedad pos-industriales.

    Mucho de lo que se sabe acerca de la composicin socioestructural de losnuevos movimientos sociales como portadores del paradigma de la nueva poltica sugiere que se encuentran enraizados en segmentos importantes de la nueva clasemedia. Una caracterstica principal de esta clase es que, de acuerdo con AnthonyGiddens (1973), no tiene conciencia de clase, sino que se reconoce como clase.Es decir: parece haber determinantes estructurales relativamente claros sobrequin es previsible que haga suyas las causas y se empee en la prctica de la

    nueva poltica (habiendo, pues, una fuerte determinacin de los agentes),mientras que, en cambio las exigencias (y tambin los beneficiarios de talesexigencias) carecen en gran medida de especificidad de clase, son dispersas y, obien son de naturaleza universalistas (p.e., planteamientos ecologistas, de paz yde defensa de los derechos humanos), o bien se concentran en alto grado engrupos particulares (definidos, por ejemplo, por el lugar, edad o por verse

    afectados situacionalmente por ciertas prcticas, leyes o instituciones del Estado).En contraste con la poltica usual de la clase obrera y tambin con la poltica de lavieja clase media, la poltica de la nueva clase media es tpicamente una poltica declase, pero no en nombre o a favor de una clase.

    Las caractersticas estructurales del ncleo de activistas y simpatizantesde los nuevos movimientos sociales provenientes de la nueva clase media consistenen un alto nivel de formacin, una seguridad econmica relativa [y, especialmente,una experiencia de esta seguridad en sus aos de formacin (Inglehart) y empleoen el sector de servicios personales. Est bien documentada la preponderancia de

    gente que cumple con estas caracersticas, tanto en los distintos movimientosmonotemticos, como en el movimiento por al paz (Parkin, 1968), de proteccin delmedio ambiente (Cotgrove y Duff), feminista y de defensa de distintos derechosciviles (Schenk 1980, pgs. 108-118), de asociaciones de vecinos, como en lascoaliciones verdes de estos movimientos en general. Es, sin embargo, tambincierto en la mayora de los casos que los nuevos movimientos sociales no secomponen exclusivamente de radicales de la clase media, sino que, adems,cuentan con elementos de otros grupos y estratos con los que tienden a formar unaalianza ms o menos estable. Entre estos otros grupos, los ms importantes son:a) los grupos perifricos o desmercantilizados y b) elementos de la vieja clasemedia.

    Por grupos desmercantilizados entiendo categoras sociales cuyosmiembros en lo que respecta a su situacin social no se definen (en ese momento)directamente por el mercado de trabajo y cuya disponibilidad de tiempo, porconsiguiente, es ms flexible; entre ellos se encuentran las amas de casa de clasemedia, estudiantes de enseanza media y universitarios, pensionistas y jvenes enparo total o parcial. Una caracterstica comn de estas categoras sociales es quesus condiciones y oportunidades de vida estn marcadas por mecanismos desupervisin, exclusin y control social directos, bien visibles y a menudoextremadamente autoritarios y restrictivos, y tambin por ser inalcanzable inclusoformalmente cualquiera otra opcin que permita escaparse de esta situacin.Estn en este sentido, atrapados, lo que les ha llevado a menudo a participar enrevueltas contra el rgimen burocrtico o patriarcal de estas instituciones.

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    Otra caracterstica de estos grupos perifricos (p.e., estudiantes, mujeresde casa de la clase media, los parados y jubilados) es que pueden permitirsededicar cantidades considerables de tiempo en actividades polticas, lo que tambines el caso de los profesionales de la clase media que muchas veces tienen unhorario de trabajo muy flexible. Comparten adems a veces stos y aquellos elmismo entorno institucional, como es el caso de enseantes y sus estudiantes, deasistentes sociales y sus clientes, etc.

    El tercer elemento que se suele incluir en la base social de los nuevosmovimientos sociales es la vieja clase media (es decir, independientes yautoempleados tales como campesinos, tenderos y artesanos) cuyos intereseseconmicos inmediatos coinciden a menudo (o difieren menos) con las exigenciasexpresadas por la poltica de protesta de los nuevos movimientos sociales.

    Por otro lado, las clases, estratos y grupos ms reacios a asumir losplanteamientos, reivindicaciones y modos de actuar del nuevo paradigma, sonprecisamente las clases principales de las sociedades capitalistas, es decir, laclase obrera industrial y los detentores y agentes del poder econmico yadministrativo.

    Cabe, por tanto, afirmar en varios sentidos que el esquema de conflictosocial y poltico que se expresa con los nuevos movimientos sociales es el

    contrapolo opuesto al modelo de conflicto de clase. En primer lugar, el conflicto noes escenificado por una clase, sino por una alianza social compuesta por elementosque vienen, en distintas proporciones, de diferentes clases y de no clases. Ensegundo lugar, no se trata de un conflicto entre los agentes econmicos principalesdel modo de produccin, sino de una alianza que engloba virtualmente a cualquierelemento menos a estas clases principales. En tercer lugar, las exigencias no sonalgo especfico de una clase, sino que tienen un fuerte tinte universalista o, alcontrario, muy particularista, siendo, por consiguiente, o ms o menos envolventeso categricas que las reivindicaciones de clase.

    Puede interpretarse esta configuracin de las fuerzas de clase y de lapoltica de clase como el resultado de un largo proceso de diferenciacin y dedivergencia entre lo que Parkin ha llamado conservadurismo de la clase obrera y

    radicalismo de la clase media. Esta diferenciacin constituye el reverso deldesarrollo del Estado de Bienestar, en el que se garantiza representacin poltica yeconmica institucionalizada a la clase obrera en su conjunto adems de algnderecho legal de seguridad y proteccin. El precio, sin embargo, que hubo depagarse para conseguir este xito (que no pasa de ser limitado, frgil y reversible)ha sido, en general, la limitacin de los objetivos polticos de los movimientos de laclase obrera y la especializacin de sus formas organizativas. Formulndolo ms enconcreto, las batallas dadas y los xitos logrados en nombre de la gente en sucalidad de trabajadores, empleados o receptores de las prestaciones de laseguridad social, iban acompaados por una disminucin del nfasis en losintereses de la gente en su calidad de ciudadanos, consumidores, clientes deservicios dados por el Estado, y seres humanos en general. Debido a una cierta

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    lgica de compromiso poltico y de acuerdo entre clases, la ampliacin de lo incluido bajo el Estado de Bienestar no se daba sin la exclusin de importantesdimensiones del conflicto de clases con el correspondiente estrechamiento de sutemtica.

    Por otra parte, el terreno de las reivindicaciones que han abandonadodesde hace tiempo las organizaciones de la clase obrera (sindicatos, partidossocialistas, socialdemcratas y comunistas), y que se han visto a menudo forzadasa abandonar en inters de sus luchas por el reconocimiento institucional y la mejoramaterial de las condiciones econmicas y sociales del ncleo de su base, tiendeahora a ser ocupado por radicales de la clase media, que, tambin debido en partea los logros del Estado de Bienestar plenamente desarrollado, son suficientementenumerosos y suficientemente seguros econmicamente como para permitirseactualizar y enfatizar de nuevo algunas cuestiones del orden del da olvidado delmovimiento de la clase obrera, revitalizando algunas de las formas no-institucionales de la poltica que caracterizaron los primeros perodos del mismo

    movimiento de la clase obrera.

    Prcticamente todos los pronsticos y especulaciones sobre el futuroprobable de la estructura social de los Estados de Bienestar democrticos de Europaoccidental parecen sugerir que al menos dos (y posiblemente tres) componentes dela base social del nuevo paradigma, es decir, la nueva clase media y los segmentos

    perifricos o desmercantilizados de la poblacin es muy probable que aumentende nmero en vez de desaparecer. Aunque tienen inters algunas dudas que hansurgido respecto a la continuacin del crecimiento de los servicios personales ysociales y de la cantidad de personas de la clase media que los vaya a desempear

    (Gershuny 1978), parece muy poco probable an que las principales funcionessociales en que se ocupa la nueva clase media (tales como enseanza y distribucinde informacin, servicios de salud, control social y administracin) puedan y dehecho sean reemplazadas de la misma forma que los servicios de lavado yplanchado han sido reemplazados por mquinas automticas servidas por losusuarios. Que ocurra algo de este estilo no es probable tanto por la complejidad delos servicios que suministra la nueva clase media, como tambin por el volumen dedemanda de tales servicios. Este volumen depende a su vez en gran medida delacapacidad cada vez ms baja del mercado de trabajo de organizar y absorber todoel contingente de fuerza de trabajo. Especialmente en situaciones de crisiseconmicas, ms y ms gente se transforma por perodos ms y ms largos detiempo de trabajadores en clientes. De esta manera, el crecimiento relativo delsegmento desmercantilizado de la poblacin garantiza la existencia social de unagran parte de la nueva clase media, preparando posiblemente el terreno paranuevas formas de alianzas polticas entre estos dos elementos.

    Quiz sea menos plausible la expectativa de que el tercer elemento vaya amantenerse tambin estable al seguirse desarrollando las estructuras sociales. Esteelemento, que constituy en su da la base social de los viejos movimientossociales (populistas, p.e.), goza, sin embargo, del inters y de la proteccin defuerzas tan diversas como los gestores de la poltica econmica conservadora (quese dan cuenta del hecho de que la vieja clase media y las pequeas empresasconstituyen los nicos sitios en que parece que pueden crearse empleos en elfuturo), y de los modelos alternativos o dualistas de organizacin econmica

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    que dicen adis al proletariado (Gorz 1981) y ven con buenos ojos el incremento denuevas formas de auto-ocupacin.

    En resumen, no cabe apenas duda de que por lo menos dos de los treselementos que componen la base social tpica sobre la que se sustenta el nuevoparadigma poltico, tanto en nmero, como en recursos estratgicos, estncreciendo y no disminuyendo. Esto constituye una gran diferencia entre los

    nuevos movimientos sociales y los viejos, que normalmente se componan defuerzas con pocas probabilidades de sobrevivir ante el impacto de la modernizacincultural y econmica, ante la que trataban de resistir desesperadamente. Se darams bien un paralelo con los primeros perodos del movimiento de la clase obrera,inspirado por su profeca bien fundamentada de que tanto su nmero, como sufuerza, vendran incrementados y promovidos por el mismo sistema contra el queosaba luchar.

    Sin embargo, naturalmente, los nmeros solos no cuentan. La segunda delas dos cuestiones anteriormente formuladas se refiere a los temas y conflictosalrededor de los que se activan y movilizan los nmeros. Si hubiese razones paraesperar que estos temas sean de fcil solucin y, por consiguiente, de naturalezatransitoria (o que puedan relegarse a un segundo plano en el orden del dapoltico), no habra apenas razones para suponer que vayan a dar pie a conflictospolticos duraderos ni a alianzas. Lo contrario sera, sin embargo, el caso econmicoe internacional de las democracias capitalistas de Europa occidental si los

    planteamientos de no-clases politizados por los nuevos movimientos socialesfuesen el resultado intrnseco y reproducido incesantemente de las formasestablecidas de racionalidad de la produccin y de dominacin en el marco

    institucional. Tenemos, por tanto, que entrar ahora en un debate sobre el tipo detemas y exigencias que plantean los nuevos movimientos sociales y sobre larelevancia que pueden cobrar estos temas en el futuro en la temtica de lassociedad avanzadas.

    LOS TEMAS BSICOS DE LOS NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES

    Las teoras sobre comportamientos polticos no-convencionales, de masas o desviados, que contaron con una amplia aceptacin en los aos cincuenta y aprincipios de los sesenta (Kornhauser 1959, Smelser 1963), mantenan que lamovilizacin para actuaciones polticas no institucionales era consecuencia de lasprdidas infligidas por la modernizacin econmica, poltica y cultural a ciertaspartes de la poblacin, que reaccionaban ante este impacto recurriendo a modos deactuacin poltica desviados. Segn tales teoras, estas prdidas se referan alstatus econmico, acceso al poder poltico, integracin en formas intermediarias dela organizacin social y al reconocimiento de valores culturales tradicionales. Si lamodernizacin de la sociedad ante todo significa la diferenciacin y desarticulacinde esferas de accin (tales como las esferas privada y pblica), estosmovimientos anti-modernistas insistiran en preservar una unidad tradicional de lavida (cf. B. Berger y otros 1973). El desarraigo social de los marginados yalienados constitua en estas teoras la idea clave de la explicacin. Se deca que elcomportamiento en masa constitua la tpica forma de responder por parte dequienes sufran los costes de la racionalizacin societal sin beneficiarse (an) de suslogros. Se consideraba adems esta revuelta contra la modernizacin como

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    irracional en s misma, sacudida por ansiedades y necesidades de expresin yabocada, por consiguiente, al fracaso. El comportamiento colectivo, de acuerdo conSmelser, es una respuesta irracional, histrica, que confunde el deseo con larealidad, y en cualquier caso inadecuada cognitivamente a las coaccionesestructurales que genera el proceso de modernizacin. Se deca que esta respuestase basaba en mitos negativos y/o positivos o en interpretaciones extremadamentesimplistas de la tensin. Es patente el contenido implcito de las teorizaciones deeste tipo que muestran a menudo su preocupacin por y su empeo en prevenirun posible surgimiento de movimientos de masas fascista y autoritario-, y suactitud muchas veces autosuficiente: en primer lugar, la base de la poltica no-institucional est formada por elementos retrgrados, marginados y alienados yno por el ncleo ni las lites. En segundo lugar, esta resistencia expresiva frente ala modernizacin es irracional en s misma y pro lo tanto condenada al fracaso encuando las lites modernizantes no se vean asfixiadas por ella y estn biendefendidas las instituciones por (entre otros mecanismos) medios represivos decontrol social. Se trata, en tercer lugar, de un fenmeno transitorio, puesto que elproceso de modernizacin puesto en marcha acabar por hacer partcipes a todosde sus beneficios, debilitando as la resistencia a la modernizacin.

    Prcticamente nada queda en pie de este tipo de teorizacin de losmovimientos sociales ante la evidencia que muestran los anlisis de los nuevosmovimientos sociales de hoy. No puede decirse que est desarraigada la nuevaclase media que constituye la parte ms importante de estos movimientos, sino quecuenta con experiencia y est estrechamente relacionada con la prctica deinstituciones econmicas y polticas establecidas. Los participantes en movimientosde protesta tales como el movimiento por la paz de la CND (campaa por eldesarme nuclear) en Gran Bretaa a finales de los aos sesenta muestran estarbien integrados en un amplio abanico de actividades e instituciones sociales

    (Parkin 1968, pg. 16), Ha quedado demostrado, como ya he mencionado antes,que los ms dispuestos a empearse en modos no convencionales de actuacinpoltica, lo hacen estando adems probablemente metidos en esquemas polticosortodoxos. No hay correlacin entre grados altos de potencial de protesta y undistanciamiento de la poltica ortodoxa, sino que ambos son componentes de unaactitud dual, paralela, frente al recurso a la actividad poltica (Marsh 1973, pg.87; cf. Olsen 1983, cap. I). Las capas sociales sobre las que ms se apoya lapoltica de protesta, no son ni de lejos pobres y discriminadas, sino quegeneralmente gozan de seguridad econmica, estando algunos de ellos, como losestudiantes, escribe Marsh (1977, pag. 165), frecuentemente entre los miembrosms favorecidos de la comunidad. Tampoco abogan, como pretende lainterpretacin romanticista, por esquemas pre-modernos, pre-cientficos,indiferenciados de organizacin social, sino que ms bien propugnan esquemas quepermitiran una realizacin ms plena de valores especficamente modernos (como la libertad individual, los principios humanistas y universalistas) que lo queparecen ser capaces de lograr las formas de organizacin centralizadas,burocratizadas y de tecnologa intensiva. Por lo general no se han recogido losmodelos de tales esquemas societales de un pasado contemplado con actitudromntica, sino que, normalmente, se conciben y proponen pragmticamente,haciendo a menudo un uso selectivo de los logros tcnicos, econmicos y polticosde la modernizacin. As, por ejemplo, el llamamiento a la descentralizacin no sederiva de un ansia irracional hacia las pequeas comunidades, sino de la concienciade los efectos laterales destructivos de la centralizacin y del potencial dedescentralizacin que existe debido, entre otras cosas, a las tecnologaselectrnicas avanzadas de informacin y comunicacin.

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    Tampoco pueden tacharse plausiblemente de irracionales estos

    movimientos, ya que su base social participa en un nivel muy por encima del medioen la cultura cognitiva de la sociedad (es decir, en el conocimiento y la informacindisponibles en la sociedad), como indican las altas cotas de formacin educativa.Como consecuencia de la participacin del movimiento de la cultura cognitiva

    moderna, encontram


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