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Mauricio Archila

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    LA CLASE OBRERA COLOMBIANA(1886-1930)IMauricio Archila

    El 13 de febrero de 1920 algo inusitado suceda en la pequea poblacin de Bello, distante 10 km. deMedelln. Las trabajadoras de la fbrica de tejidos de Bello, en nmero aproximadode 350, estabanapostadas enlas puertas de la fbrica para impedir que el resto de los trabajadores, unos 150 (en sumayora varones), ingresaran al sitio de trabajo. Encaramada en un taburete, Betsab Espinosa, laconductora de tan sorprendente movimiento, diriga un incendiario discurso a sus compaeras. Nopodemos soportar ms la situacin que vivimos, les deca: Estamos trabajando once horas diarias y senos, paga en promedio 1,50 pesos por semana, cuando cualquier pen de construccin gana entre 3 y3,60 pesos semanales, o cualquier empleado de la industria textil gana 1,35 pesos diarios, eso para nohablar de los sueldos de los gerentes o de los gobernantes y como si esto fuera poco -agregaba la lder -se nos imponen multas constantes que a veces abarcan el total de nuestro salario semanal. Cuando nopodemos trabajar por enfermedad, no se nos reconoce nada. Adems, por absurdos motivos, no se nosdeja entrar calzadas a la fbrica y para colmo de males los vigilantes nos dan un trato denigrante. Bastaya, esto no puede seguir as. A la huelga!.

    Efectivamente la actividad se paraliz totalmente en la fbrica de tejidos de Bello por ms de veinticincodas. Era sta una de las treinta y dos huelgas que el pas presenci en el ao 1920. Como la granmayora de ellas la huelga de Bello estall sin gran preparacin, de un da para otro.

    Lo sorprendente del suceso radicaba no tanto en el estallido de una huelga -pues sta, mal que bien, yase conoca en Colombia desde 1910 o incluso antes - sino en lo que significaba la irrupcin en elescenario nacional la clase obrera. Ella estaba formada por un pequeo porcentaje de poblacin (noms del 5 %) que, sin embargo, estaba ubicado en las reas estratgicas de la economa (vascomunicacin, industria manufacturera, actividades extractivas y agricultura moderna). En estas pginasintentaremos, por tanto, describir la formacin de esa nueva clase y sealar el impacto que ella tuvo enla vida del pas en el perodo llamado de Hegemona Conservadora (1886-1930).

    Formacin de la clase obrera (1886-1920)

    A pesar de la sorpresa que causaba la irrupcin de la clase obrera en los aos veinte, en realidad sugestacin se vena preparando desde muchos aos antes. No slo nos referimos a los procesoseconmicos que objetivamente la crean, o a los proyectos polticos de estabilizacin de la dominacin.Estamos hablando tambin del conjunto de tradiciones y valores que van a contribuir a la formacin dela nueva clase cuando los factores econmicos y polticos hagan posible su existencia. Lo que se quieremostrar es que la clase obrera no es el mero resultado de Ia combinacin de tcnicas y formas polticas

    externas, sino que tambin su cultura juega un papel destacado en su formacin.

    Con el desarrollo incipiente del modelo exportador a mediados del siglo pasado, los artesanosneogranadinos se vieron obligados a defender sus intereses en contra del librecambismo defendido porgran parte de las lites criollas. Surgieron as las primeras asociaciones de defensa de los trabajadoresmanuales: las sociedades democrticas. Aunque en un principio tenan un carcter marcadamentecultural, lentamente fueron asumiendo posiciones polticas proteccionistas, hasta desembocar en unapoyo militante a la corta dictadura del general Jos Mara Melo. El fracaso de esta revolucin de 1854

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    significara tambin la derrota poltica de los ncleos, artesanales militantes. Aunque muy golpeadas,las sociedades de defensa de artesanos y trabajadores manuales no desaparecieron del pas, como loatestigua la participacin de artesanos en el levantamiento urbano contra los ricos, principalmentecomerciantes alemanes, sucedido en Bucaramanga en 1879. En otra revuelta, la del pueblo bogotano el15 y 16 de enero de 1893, una organizacin, llamada Sociedad de Artesanos, estuvo al frente de la

    movilizacin. Los hechos en Bogot se produjeron en protesta contra algunas acusaciones deinmoralidad de los artesanos. Segn se dijo en el momento, el movimiento haba sido inspirado porideales anarquistas, lo cual fue expresado por la multitud que enarbol banderas negras anarquistasy agit la consigna de Viva la comuna!. Sin embargo, estas expresiones polticas del artesanado nofueron lo predominante de su actividad a fines del siglo pasado. La actividad reivindicativa tendr queesperar unos aos ms para poder resurgir con fuerza.

    Los trabajadores manuales de fines del siglo pasado, sin embargo, buscarn mitigar sus condiciones deexistencia a traves de la ayuda mutua. En ese sentido comienzan a desarrollarse en el pas, a finalesdel siglo XIX, sociedades de mutuo auxilio. Los estatutos de la Sociedad de Socorros Mutuos deManizales en 1889, por ejemplo, sealaban que sta se haba creado con el objetivo de dade ayuda alos trabajadores que enfrentaban calamidades como enfermedad, exilio, prisin o muerte. A travs deuna contribucin semanal de 10 centavos se creaba un fondo para atender esos riesgos. Como estasociedad surgieron otras similares en las principales ciudades del pas.Aunque en ella poda participarcualquier persona, independientemente de su actividad econmica, en realidad predominaron losartesanos en su composicin. Muchas de ellas Fueron promovidas por la Iglesia, y cumplan ademsfunciones de control moralsobrelos afiliados. Esto no obstaba para que el gobierno de regeneracinmirara con recelo a algunas de ellas. Tal fue el caso de la Sociedad de MutuoAuxilio de Bucaramangaque seliquid en 1890por sospecharse que Haba sido convertida en un club poltico. En 1892 volvera areconstruirse con la previa aprobacin del gobernador y del cura prroco.

    A raz de la separacin de Panam, 3 de noviembre de 1903, se form espontneamente unmovimiento de protesta contra la intervencin norteamericana. Numerosas organizaciones mutuales,juntas de vecinos y personalidades exigieron del gobierno del presidente Jos Manuel Marroqun laadopcin de medidas en defensa de la integridad nacional. Paralelamente se organizaron recolectas dedinero y movilizaciones de protesta. Sin embargo, fueron vanos estos esfuerzos pues ya el hechoestaba consumado y las lites colombianas, aunque molestas, buscaban acomodarse a la nuevasituacin.

    La tradicin anti imperialista sigui viva en los sectores populares urbanos que nuevamente seexpresaron en marzo de 1909 en el rechazo al pacto trpartito firmado por representantes de Colombia,Panam y los Estados Unidos. Colombia, por medio de este tratado, reconoca a la Repblica dePanam, y a cambio reciba una pequea compensacin por parte de los Estados Unidos. Las protestasurbanas de febrero y marzo del mismo ao expresaron tanto el descontento con el tratado como con la

    dictadura del general Rafael Reyes (1904-1909). La cada del general Reyes aplacara temporalmentela movilizacin popular. Pero unao despus el pueblo bogotano declarara unboicot total a la empresanorteamericana que manejaba el tranva. Durante casi seis meses los bogotanos se movilizaron a sussitios de trabajo o bien a pie o bien utilizando algunas carretas de bueyes prestadas por hacendados dela Sabana de Bogot. Finalmente se solucion e1conflicto con la municipalizacin deI tranva, aunqueel gobierno pag una exorbitada suma de dinero en compensacin a la compaa americana.

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    A pesar de que las anteriores movilizaciones no fueron promovidas exclusivamente por los artesanos olos aislados ncleos obreros que comenzaban a surgir en el pas, se da por descontada su activaparticipacin. Al abrigo del desarrollo del transporte, especialmente fluvial, y del surgimiento de algunosestablecimientos industriales en ramas como alimentos, bebidas, velas y jabones, y ms recientemente,textiles, comenzaron a formarse pequeas concentraciones de trabajadores manuales asalariados.

    Es en este contexto en el cual aparece explcitamente el fenmeno de la huelga en el pais. Aunque hayevidencia histrica de que la huelga haba sido ya utilizada por aislados grupos asalariados en el siglopasado - en el ferrocarril del Pacfico en noviembre de 1878 y en el entonces estado de Panam, enfebrero de 1884, por parte de los trabajadores del Canal - fue la huelga de braceros de Barranquilla, defebrero de 1910, la primera que se conoci ampliamente en el pas. El conflicto naci como protestacontra la larga jornada de trabajo (diez horas) y los bajos salarios. Rpidamente se generaliz a otrosbraceros y dems sectores asalariados del puerto. Ante el intento de esquirolaje, los obrerosrespondieron violentamente impidiendo el acceso al trabajo. Era un pequeo microcosmos de lo quesucedera diez aos ms tarde. Despus de cuatro das, el conflicto se solucion, previa intervencindel gobernador del Atlntico: las empresas navieras reconocieron un sustancial aumento salarial, peronada se dijo sobre la jornada de trabajo.

    Paralelamente los trabajadores manuales comenzaron a dotarse de formas organizativas acordes a susnecesidades. En 1909 el gobierno reconoci el primer sindicato: la Sociedad de Artesanos de Sonsn.Esta sociedad, promovida tambin por la Iglesia, estaba conformada por sastres, zapateros y otrosartesanos.

    El cansancio con los partidos tradicionales llev a los trabajadores al organizar grupos polticosindependientes. En 1911, algunos ncleos artesanales hablaron de la urgencia de organizar un partidoobrero para elevar su voz unificadamente ante los poderes pblicos. La iniciativa cuajara unos cincoanos ms tarde. Algunos peridicos obreros comenzaron a hablar de la emancipacin de los hijos deltrabajo.

    En 1913 surgi en Bogot una organizacin que pretenda aglutinar a los distintos gremios obrerosexistentes. Se llam la Unin Obrera>. En tres meses de actividad logr congregar a 15 gremios concerca de 3.500 afiliados. Su plataforma de accin rechazaba la accin poltica tradicional y propugnabapor la alfabetizacin, la batalla contra el alcoholismo, el estomulo al ahorro, etc. El ejemplo de Bogotfue seguido por otras poblaciones con concentracin obrera como Honda en donde se cre, en 1915, laUnin Obrera Local.

    El primero de mayo comenz a celebrarse pblicamente en Colombia en 1914. Aunque se hacanmodestos desfiles y pomposos actos culturales en recintos cerrados, se observa claramente la intencinde vincularse al movimiento obrero mundial. En enero de 1915, cerca de seiscientos obreros firmaron

    en Bogot un manifiesto que convocaba a la fundacin de un partido obrero. Como primer paso sepublic un peridico del mismo nombre. Los objetivos programticos eran similares a los de lasmutuales del siglo XIX. Lo novedoso radicaba en la abierta ruptura con los partidos tradicionales. Elproyecto tuvo corta existencia.

    Bogot ser sede de la reunin obrera ms resonante de todo el decenio de los diez. En mayo de 1919distintas organizaciones obreras y artesanales convocaron a una asamblea obrera, la primera decarcter nacional. La principal y casi nica labor de ese congreso fue la creacin del Partido Socialista,

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    desarrolladas por las primeras comunidades cristianas. En este sentido se intentaba rescatar uncristianismo puro, distante de las prcticas de la Iglesia y del partido conservador, que se decadefensorde la catolicidad.El cristianismo de los primeros ncleos obreros era un cristianismo de larebelda, ms parecido al de los esclavos en su resistencia al Imperio Romano, que al de las opulentascortes cardenalicias. Por ello, participando los obreros de la ms poderosa tradicin de Occidente,

    estaban alejadas tanto de la Iglesia catlica como de las otras iglesias y sectas protestantes.En el fondo lo que se buscaba era entroncar el socialismo enarbolado porlos primeros ncleos obreros,con tan poderosa tradicion. Se supona que el socialismo era el producto ms elaborado de los anhelosliberadores de las religiones del pasado. Por ello no es de extraar que los obreros colombianos de losaos veinte, como antes lo haban hecho los radicales del siglo pasado, a ttulo de rescatar uncristianismo puro, se hubieran convertido en anticlericales. Aunque seguan manejando un lenguajereligioso - a la actividad poltica se la llamaba apostolado, al lder obrero mrtir, a la solidaridadhostia comn, y se escribieran catecismos socialistas - su contenido era secular.

    El anticlericalismo, y por esa va un cierto atesmo, va a flotar en el ambiente cultural obrero de los aosveinte. Aqu no se puede desconocer la influencia tanto del liberalismo, en calidad de corrienteideolgica, como deI espiritismo, teosofismo y la masonera, que contribuyen a desmitificar la laboreclesistica en el naciente movimiento obrero.

    Ahora bien, el liberalismo ideolgico contribuye no slo a desligar los obreros de la prctica eclesial,sino que aporta una especie de nueva divinidad: la Razn. Los obreros de los aos veinte pondrn todasu confianza en la razn como principio organizador del comportamiento social. En este sentido lanaciente clase obrera colombiana bebi primero de las fuentes de la Ilustracin que del socialismo, seadhiri antes a la Revolucin francesa del siglo XVIII que a la rusa de 1917, Y cant primero LaMarsellesa que La Internacional. Ello no es de extraar puesto que no solamente esas son lastradiciones que encuentra el Movimiento Obrero cuando surge, sino porque aun las ideologas radicalescomo el socialismo o el anarquismo, en las versiones vulgarizadas que arribaron a nuestra patria,compartan esa confianza en la razn.

    Se crea, por tanto, en la razn como principio organizador de la comunidad. El progreso, que era unade las caras de la razn, conducira inexorablemente a la humanidad hacia un futuro mejor. La ciencia,entendida en un marco positivista, era el instrumento de la razn contra todos los fanatismosirracionales. La tcnica era la rueda definitiva del progreso. La clase obrera naci, por tanto, con elconvencimiento optimista de que la razn sera el principio redentor de la humanidad, y de que ella, laclase obrera, era su ltima y ms perfecta herramienta. Era una visin optimista de su papel histrico.Desde esa perspctiva, los primeros ncleos obreros del pas conceban a la ciencia y a la tcnicacomo procesos neutros. Por ello dedicaran innumerables pginas de sus peridicos a la alabanza de laciencia y a la difusin de los hallazgos tcnicos. En lo que s se apartaba la naciente clase obrera de la

    tradicin racionalista liberal, era en el culto al individualismo.

    Desde sus orgenes, la clase obrera se inclinaba ms por valores como la cooperacin y la solidaridad,que por las secuelas del individualismo. En este sentido se entiende la inclinacin obrera al socalismoan definido vagamente, desde los tempranos aos de su gestacin. Se trataba de un socialismoamplio que representaba la sntesis intuitiva y las aspiraciones obreras. Por socialismo, nuestranaciente clase obrera entenda un proyecto de bienestar social para las clases menos favorecidas. Erala conclusin lgica de un proceso histrico de luchas sociales, que comenzaba con las gestas del

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    esclavo Espartaco, y pasaba por las revoluciones campesinas y la Revolucin francesa, hasta llegar ala Comuna de Pars y la Revolucin rusa. De esta ltima, a principios de los veinte, se saba poco, perose la admiraba entraablemente.

    Digamos que las condiciones de explotacin econmica y dominacin poltica que analizaremos ms

    adelante, hacan de nuestros obreros receptores de cualquier mensaje que les brindara la semilla de lalibertad. Por eso, ellos no se cerraban a ninguna idea nueva que ofreciera la posibilidad de redencin.Aunque no eran gentes muy ledas -en realidad el nivel de analfabetismo entre nuestra clase obrera eraalto en esos aos- estaban atentos a la palabra de los nuevos predicadores sociales. As llegaron anuestro pas las ideologas polticas ms definidas como el marxismo o el anarquismo. Para mediadosdel decenio de los veinte, algunos inmigrantes internacionalistas jugaron un papel destacado en ladifusin de estas ideologas. Aunque sus vidas estn cubiertas con un cierto halo de misterio,alimentado en parte por la cruda persecucin oficial, algo se ha investigado recientemente sobre ellas.Se dice, por ejemplo, que el marino ruso Silvestre Savitsky lleg procedente del Japn, junto con suesposa. Instalado en una vieja vivienda del centro de Bogot, reuna por las noches a un selecto grupode jvenes intelectuales y obreros y con palabras sencillas les describa, tal vez exagerando un poco,las maravillas de la construccin del socialismo en Rusia. Vicente Adamo, un italiano llegado aColombia en 1904, se radicara en la aislada poblacin de Montera. Desde all pacientemente ayudaraa la formacin de diversas organizaciones obreras. Socialista convencido, Vicente Adamo alcanzara ungran prestigio entre los vecinos de la poblacin costea. El peruano Nicols Gutarra, de inclinacionesanarquistas, se instalara a comienzos de los aos veinte en Barranquilla. All colaborara en laformacin de la poderosa Liga de Inquilinos que puso en jaque a los terratenientes urbanos ypresionara con xito la disminucin de los arriendos.

    Como ellos hay un buen nmero de inmigrantes de distintas nacionalidades que contribuyeron a difundirideologas revolucionarias en nuestro medio. Ahora bien, sera injusto y antihistrico atribuirles a ellos laresponsabilidad del proceso de agitacin social que presenci el pas en esos aos. Por un lado, esclaro que sin las condiciones materiales, las ideas rebeldes no encontraran acogida en nuestroterritorio. Por otro lado, encontramos a un gran nmero de intelectuales y lderes obreros colombianos,que se interesaron por los problemas sociales. Sin tocar todava a los socialistas, de los quehablaremos ms adelante, sealemos a prestigiosos intelectuales, muchos de ascendencia liberal,como Luis Tejada, Jos Mar, Armando Solano y el mismo Jorge Elicer Gaitn, quien por esos aospresent su brillante tesis Las ideas socialistas en Colombia.

    Otros, ms prcticos, como Bifilo Panclasta, difundan su mensaje en cualquier camino, o bajo lasombra prdigade un rbol, o aun en sitios vedadospara la sociedad del momento como tabernas ybares. Los peridicos obrerosy socialistas, cuyo nmero era cercano a 80 en 1925, contribuyerontambin grandemente a la difusin de las ideologas revolucionarias.

    El marxismo, en la versin de la Internacional Comunista, y el anarquismo, especialmente elanarcosindicalismo, contribuirn a la cristalizacin de .proyectos polticos obreros. Al mismo tiempo quecolaboraron en la definicin poltica, irn dando origen a crudos enfrentamientos ideolgicos queculminaronen rupturas organizativas, como veremos ms adelante. Con ello disminuye sensiblemente latradicin pluralista que caracterizaba al movimiento obrero en sus primeros aos. Si a comienzos de losaos veinte, los obreros oan y lean, a veces, indiscriminadamente las prdicas socialistas, anarquistaso marxistas, con el correr de los aos esa apertura a lo nuevo, viniera de donde viniera, va dando pasoa la selectividad poltica acorde con la influencia ideolgica predomnante en cada ncleo obrero. Sin

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    embargo, aunque disminuida la tradicin pluralista, no desaparecer del todo en la clase obrera, almenos en la de los aos veinte.

    Podemos decir, para redondear esta seccin, que con estas tradiciones aparentemente contradictorias -nos referimos a la cristiana, racionalista, liberal y socialista en trminos amplios- la clase obrera

    desarrollar su resistencia. Ahora bien, en ese proceso la clase va generando valores que la identificancon una comunidad social distinta obviamente de las clases dominantes y aun de otras subordinadas.Veamos, aunque sea de una forma breve, este conjunto de valores adoptados por la clase obrera ensus aos de gestacin, antes de considerar sus luchas en concreto.

    Los valores y las expresiones culturales de la nueva clase

    Como en el caso de las tradiciones, la clase obrera colombiana no nace en el vaco. De hecho muchosde los valores de la naciente clase obrera, lo eran tambin de la sociedad colombiana en su conjunto.Es la forma como la clase se apropia de ellos y los desarrolla en sus luchas, lo que les da la fisonomapropia. Ante todo digamos que el obrero de los aos veinte se vea a s mismo como un ser honrado,responsable con su trabajo, diligente y creativo. El trabajo lo haca digno y lo enalteca. Su carcter denueva clase valientemente lo proclamaban cuando decan que no eran ni siervos ni esclavos y exiganun trato justo, acorde con su dignidad obrera.

    Uno de los valores ms codiciados por la naciente clase obrera era la educacin, que se entroncaba enla tradicin racionalista de la que ya hablbamos. La funcin de la prensa obrera va a ser precisamentepromover esa anhelada educacin. La educacin hara acceder a los trabajadores a la razn, a laciencia y al progreso. La tarea educativa era, por tanto, una tarea liberadora para los primeros ncleosobreros. Como se desprende de lo anterior, la educacin era concebida como instruccin poltica,aunque tambin se hacan llamados a la superacin del analfabetismo y al acceso del saber comn dela sociedad. La ausencia de esa educacin poltica era concebida como una gran traba para laconsecucin de la libertad.

    En algunos crculos obreros, influenciados por la iglesia catlica, la educacin prestaba, adems de unafuncin moralizadora, otra de promocin personal y de ascenso social. Sin embargo, sta no fue lavisin predominante en la naciente clase obrera colombiana.

    Acompaando a la labor educativa, los primeros ncleos obreros de distintas orientaciones ideolgicasempredieron una verdadera batalla contra los vicios entendidos como manifestaciones irracionales delos trabajadores. Entre estos vicios descollaba el problema del alcoholismo. El consumo exagerado debebidas embriagantes (en especial chicha, cerveza y aguardiente) era visto como un gran obstculopara que la clase obrera adquiriera un papel de protagonista en la transformacin social que el pas

    necesitaba.

    Aunque la campaa antialcohlica era una cruzada apoyada por distintos estamentos sociales, losobreros le daran su sello propio. En general dicha campaa se enmarcaba en el debate, por eseentonces en boga, sobre la degeneracin de las razas. Durante los aos veinte no faltaron las vocesque postularon que nuestras razas tropicales -entindase por stas las clases bajas- no se podranadaptar a la modernizacin creciente de la sociedad. Estas voces encontraban en el alcoholismo unargumento para justificar sus sospechas de que s existan razas degeneradas en nuestro medio.

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    Los sectores empresariales colombianos, aunque sin acoger todo el argumento racista, opinaban que elalcoholismo significaba una disminucin en la productividad del trabajo. La Iglesia por su parte, entendael alcoholismo como una degeneracin ms moral que racial y con igual ahnco lo combati.

    En este panorama cultural, cul fue la posicin obrera ante el problemadel alcoholismo? Ciertamenteno se comparta la teora de la degeneracin de las razas. Por el contrario, ya veamos cmo elobrero se conceba como un ser humano con valor. Adems la tradicin socialista, alimentada por elracionalismo, sealaba a la clase obrera como el ltimo y ms elaborado fruto de la evolucin social. Elanarquismo y el marxismo predicaban que la clase obrera era la clase portadora de la bandera de laliberacin para toda la humanidad, Por ello, la clase obrera no se consideraba una raza degenerada.Sin embargo, tambin le preocupaba el problema del alcoholismo. Este, entonces, era un obstculo asuperar; una traba que ciertamente poda degenerar a algunos de sus miembros, pero no a la claseen conjunto.

    Ahora bien, no se necesita mucha malicia para descubrir que por detrs del debate sobre el alcoholismoestaba el problema del control del tiempo libre de los trabajadores. Era comn que los obreros a lasalida del trabajo y en los dominicales, se reunieran en tabernas o bares a consumir alcohol.

    Esto era mal visto por los empresarios y el clero, por las razones arriba anotadas. Para los activistasobreros tambin esta prctica popular era criticable pues se perda un tiempo que se podra aprovecharen el estudio poltico y la organizacin. Sin embargo, a pesar de las campaas de lado y lado, lossectores populares urbanos, y en particular los obreros, siguieron acudiendo a la cita casi diaria en lataberna o en el bar. Pero, podemos preguntamos antes de condenar, qu representaba esta prctica?Parece ser que por detrs del consumo del alcohol exista la necesidad de reunirse, de sentirse encomunidad despus de una jornada de trabajo despersonalizadora, de comunicarse, de intercambiaropiniones.

    De hecho, contra el querer de muchos sectores sociales y aun de dirigentes obreros, los bares ytabernas jugaron un papel cohesionador en la naciente clase obrera. Esto es ms claro an para lasconcentraciones obreras en aquellas actividades extractivas de propiedad del capital norteamericano(especialmente en la zona bananera de la Costa Atlntica y en la petrolera del Magdalena medio). All,por tratarse de una tpica economa de enclave, los obreros, que vivan en hacinamientos humanos dereciente formacin, no tenan ms diversin que acudir a dichos sitios. Como se ve, la lucha contra elalcoholismo, aunque tiene su matiz entre los obreros, no es un valor contradictorio, como en ltimastodos los valores lo son.

    La clase obrera colombiana, especialmente sus sectores ms politizados, trat adems de desarrollartodo un comportamiento tico que, sin negar el predominante en la sociedad, le diera una identidad

    como nueva comunidad social. Es as cmo en apartados municipios del territorio nacional, al mismotiempo que surgieron distintas organizaciones de resistencia obrera (cooperativas, clubes culturales osindicatos) stas se iban dotando de un cdigo de comportamiento moral propio.

    En esto influyeron indudablemente las prcticas ticas tanto de sociedades mutuales y cooperativas,como de sociedades teosficas, logias masnicas y sociedades secretas que en algunos municipioshaban florecido desde fines del siglo XIX. Los ncleos obreros ms militantes practicaron, por tanto,distintos ritos de iniciacin que iban desde juramentos a la bandera de la asociacin obrera, hasta

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    bautismos y matrimonios socialistas. En Lbano, Tolima, artesanos y obreros se casaron en los aosveinte segn un rito que era el mismo de las sociedades secretas que all funcionaban desde muchoantes, con un nuevo lenguaje socialista. Lo mismo sucedi, aunque en forma aislada, en distintossitios como Dagua (Valle), Barrancabermeja y la zona bananera.

    Ahora bien, explcitamente se deca en las actas que se levantaban de tan singulares ceremonias, queestos ritos no excluan las prcticas religiosas tradicionales del pueblo colombiano, que seguramenteseguiran siendo las de la mayora de los trabajadores.

    Paralelamente a estas prcticas de identificacin de la nueva comunidad social, la clase obrera,desde su nacimiento, va desarrollando valores nuevos y propios de ella. Nos referimos principalmente alespritu de cooperacin, a la solidaridad y a cierto radicalismo social.

    Aunque el espritu de cooperacin se remonta a las sociedades democrticas y a las sociedadesmutuales, es en el siglo xx cuando se llega a su mejor expresin a travs de las cooperativas deproduccin y consumo, y de las cajas comunales de ahorro. Es por ello que en los aos veintecomienzan a desarrollarse dichas organizaciones, que no son exclusivamente impulsadas por la Iglesia.Aunque tal vez las ms exitosas seran las de influencia clerical, y dentro de stas, las establecidas porel padre Jos M. Campoamor, los sectores socialistas y aun anarquistas tambin las impulsaron.La solidaridad de clase es tal vez la expresin ms ntida de la naciente clase obrera. Las continuasllamadas al apoyo de otros sectores en conflicto, que aparecen en la prensa obrera de los aos veinte,muestran cmo la clase va identificando lo que la une ms all de la diversidad de actividades y depatrones que ella enfrenta. La huelga de apoyo y la huelga general, que se presentan tenuemente enesos aos, sern la mejor expresin de dicha solidaridad.

    El desarrollo de un radicalismo social en los aos veinte, puede ser considerado tambin como otrovalor propio de la clase obrera en gestacin. Este radicalismo social, que ampliaremos en el siguientepunto, se manifest en la impresionante actividad huelgustica, en la tendencia a la generalizacin de laprotesta social y en la militancia poltica bien en las toldas socialistas o en las anarquistas.

    Ahora bien, el discurso tico y cultural obrero de los aos veinte no fue homogneo y totalmentecoherente. Por ejemplo, a los campesinos se les trata a veces como aliados, a veces como potencialesenemigos, o a veces se les ignora simplemente. A la mujer se le dedican algunas pginas de denunciade la opresin patriarcal y contradictoriamente, al mismo tiempo en otras pginas, se realimenta laancestral tradicin machista inscrita en la cultura popular.

    Pero estas contradicciones son explicables no slo por el momento social que viva el pas, sino porquela contradiccin era inherente a las mismas tradiciones y valores adoptados por los obreros en susluchas de resistencia.

    Contexto socioeconmico de la formacin de la clase obrera en los aos veinte

    Ha llegado el momento de abordar el accionar concreto de la clase obrera en el ltimo decenioestudiado. Sin embargo, ste no se puede entender si no lo relacionamos mnimamente con el contextosocioeconmico y poltico del pas en el cual surge la clase obrera, interesndonos destacar lo relativo ala explotacin, a las formas de dominacin y de comportamiento del Estado y los partidos tradicionalesante la naciente clase.

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    La economa colombiana de los aos veinte, que ha sido desarrollada en otros captulos, vive unmomento de transicin de un modelo orientado al sector externo, a uno que pone ms nfasis en laampliacin de un mercado interior y en el desarrollo de una industria nacional. La primera guerramundial haba mostrado la debilidad de una economa que dependa de los productos manufacturados

    del exterior. Lentamente se haban establecido en el pas algunas industrias de bienes de consumocomo textiles, bebidas, prendas de vestir, calzado, jabones, etc. Al mismo tiempo el flujo de crditosnorteamericanos, acompaados de los veinticinco millones de dlares de la indemnizacin por Panam,van a significar un gran impulso a las obras pblicas, en especial las vas de comunicacin. Estasltimas concentraron un significativo nmero de trabajadores.

    La naciente clase obrera, ubicada en esos sectores dinmicos, va a enfrentar dos lgicas deexplotacin derivadas del momento de transicin que viva la economa colombiana en los aos veinte.La lgica exportadora, apoyada en diversas formas de coaccin extraeconmica, har que los primerosobreros tengan que luchar contra forma de contratacin indirecta (como los contratistas, por ejemplo),el pago de abultadas deudas y le multas, el monopolio comercial de los productos de subsistencia porparte de algunas empresas (especialmente de economa de enclave) y, en general, lo que lostrabajadores llamaron un trato injusto. La lucha contra las extensas jornadas de trabajo (sepresentabancasos de doce y hasta quince horasdiarias de trabajo), el empleo a destajo (que disfrazabalargas jornadas de trabajo) y el descenso del salario nominal, haca parte tambin de la resistenciaobrera contra esta lgica de explotacin anclada en el tradicional modelo agroexportador.

    Al mismo tiempo, con la transicin nacia una economa ms integrada internamente y con incipienteindustrializacin, se insinuaba una nueva lgica de explotacin de la fuerza de trabajo. Una lgica mscapitalista, en donde el nfasis se pona en el aumento de la productividad del trabajo a travs, bien demtodos de racionalizacin odel trabajo o bien de nueva tecnologa y maquinaria ms eficiente. En estesentido, interesaba a los empresarios tener una mano de obra ms libre y ms motivada al trabajo. Aquse inscriben las abundantes luchas obreras de los aos veinte por un mejor salario, estabilidad laboral,condiciones higinicas y ciertas comodidades en el sitio de trabajo, prestaciones sociales y ampliacino cumplimiento de la escasa legislacin laboral. Con esta ltima reivindicacin a tocamos al aspectoclave de las formas de dominacin poltica que enfrent el movimiento obrero del decenio de los veinte.La misma coyuntura de transicin estaba obligando al Estado, en manos conservadoras en todo elperodo estudiado (1886-1930), a abandonar en la prctica el dogma del laissezfaire y adoptar medidasinterventoras tanto en materia econmica, como en aspectos sociales. Sin embargo, la evidenciaencontrada hace pensar que los ltimos gobiernos de la Hegemona Conservadora tuvieron ms xitoen la intervencin en economa, que en lo social propiamente dicho.

    En material laboral no se avanzgran cosa. Aunque desde 1907 exista una ley sobre descansodominical para empleados pblicos, fue en 1915 cuando se inici la legislacin laboral en el pas.El

    proyecto de ley sobre accidentes de trabajo, presentado el ao anterior por el general Rafael UribeUribe, se convirti en la ley 57 de 1915. En 1918, la ley 46 exiga la construccin de habitacioneshiginicas para los trabajadores. Las primeras leyes sobre huelgas, la 78 de 1919 y la 21 de 1920, seelaboraron al calor del primer movimiento de protesta obrera de vasta magnitud. Ambas leyes trataronde legalizar, y por tanto controlar, el fenmeno huelgustico. Se establecieron etapas previas a ladeclaratoria de la huelga, se permiti el squirolaje y se prohibi la huelga en los sectores catalogadoscomo servicios pblicos. Las leyes 37 de 1921 y 32 de 1922 hablaban de un seguro colectivo yobligatorio para todos los trabajadores de una empresa. La ley 57 de 1925 versaba sobre accidentes de

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    trabajo. La ley 15 de 1925 estableca las condiciones de higiene social y asistencia. La ley 57 de 1926estipulara el descanso dominical para todos los trabajadores. Aparte de estas leyes, y delestablecimiento de la Oficina del Trabajo como dependencia del Ministerio de Industrias, en 1924, nohay ms legislacin laboral en el perodo estudiado. Por el contrario, el Estado har an continuospronunciamientos de no intervencin en los conflictos sociales, y ms bien acudir a la cruda represin,

    como sucedi especialmente a partir de la Ley Heroica del 30 de octubre de 1928.Por ello se puede decir que para la Hegemona Conservadora, la cuestin social fue ms unacuestin de orden pblico. Ampliemos este punto. Para la lite conservadora en el poder, ancladaan en el laissefaire econmico, el Estado deba dejar que las fuerzas del mercado librementesolucionaran los diferendos salariales. En este caso concreto las fuerzas del mercado eran el capital yel trabajo. Ahora bien, si el conflicto sala de los marcos econmicos, entonces ya era cuestin de ordenpblico. Como el Estado no deba inmiscuirse en la negociacin econmica, su funcin no deba ir msall de promulgar unas pocas leyes laborales y mantener una Oficina del Trabajo dedicada ms ainformar al ejecutivo que a presionar la negociacin. Lo dems corresponda al Ministerio de Gobierno oa las Fuerzas Armadas. Estos ltimos eran los que aparecan ante el obrero como la imagen del Estado.En este sentido, la clase obrera era objetivamente excluida como clase del juego democrtico. El obrero,aunque poda participar en el sistema poltico como ciudadano, no poda hacerlo como clase.

    El Estado bajo la Hegemona Conservadora por tanto, no daba cobertura a todos los sectores sociales.De ah se concluye que estos sectores sociales no vieran como legtima la dominacin de ese Estado.La adhesin obrera a ideologas evolucionarias es una consecuencia a esta ausencia de consensoentorno al Estado. Para los liberales colombianos, por el contrario, la existencia de la clase obrera erainevitable. Ms an, la contradiccin capital-trabajo, en el plano econmico, era vista como algo naturaly propio del desarrollo econmico. El Estado, en consecuencia, deba trabajar por la coexistenciapacfica de las clases. Al no entender los gobiernos conservadores, las peticiones econmicas obreras,producan una radicalizacin poltica de estas ltimas, radicalizacin que el liberalismo tampoco veacon buenos ojos. Sin embargo, los liberales acusaban a los gobiernos conservadores, en especial al deMiguel Abada Mndez, de exagerar el peligro revolucionario colocado por la clase obrera, para justificarpolticas regresivas. Los revolucionarios, deca la prensa liberal, eran exticos para el pas y nopasaban de ser un pequeo puado.

    La respuesta sugerida por los liberales a los conflictos laborales era la combinacin de una oportunaintervencin del Estado en los conflictos laborales -enviando tropas para prevenir disturbios ypresionando a las dos partes a negociar- con la aplicacin de una serie de polticas laborales y debienestar que hicieran que los obreros se sintieran tambin representados y atendidos por el Estado.

    Esta ser la lgica que el liberalismo pondr en ejecucin una vez acceda al poder. Para el movimientoobrero, la lgica de dominacin que debi enfrentar fue la conservadora. Muchas veces sucedi que

    cuando se adelantaba un pacfico movimiento de protesta laboral, el gobierno conservador de turnoconsideraba, instigado por los empresarios (especialmente extranjeros), que se haba salido del marcoeconmico y por lo tanto dejaba en la polica o el ejrcito la solucin del conflicto. Por supuesto quelos obreros, que se sentan amenazados, se lanzaban a una respuesta tambin violenta. De ah que lahistoria sindical de los aos 20 est plagada de enfrentamientos sangrientos, teniendo en la masacredel 5 de diciembre de 1928, en Cinaga (Magdalena), el evento ms luctuoso de toda la historia de ladase obrera colombiana.

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    El accionar huelgustico(1919-1930)La huelga, fenmeno que impactaba a la sociedad colombiana de los aos veinte hacindola temblar,va a ser la forma de resistencia ms importante del movimiento obrero en estos aos. Sin embargo, lahuelga en ese entonces era bien distinta de la contempornea.

    Comencemos por decir que a veces era ms una asonada o un motn que una huelga entendidacomo un movimiento relativamente preparado y organizado. La huelga de los aos veinte era laexpresin de la protesta que estallaba espontneamente, en la mayora de los casos. observando elmovimiento huelgustico en el decenio de los veinte salta a la vista el impresionante accionar iniciado en1919 y que se prolongar hasta el primer semestre de 1920. Fueron los artesanos de Bogot los queabrieron la puerta a este vasto movimiento. En julio de 1919 los lderes artesanales y obrerosconvocaron a manifestaciones de protesta contra la contratacin, por parte del Ministerio de Guerra, dela confeccin de ocho mil uniformes del ejrcito con firmas extranjeras. El gobierno del presidenteMarco Fidel Surez respondi con el fuego de las armas, dejando un saldo de varios muertos y heridosy cerca de trescientos prisioneros. Luego vendran las huelgas de mineros de la compaa inglesa deSegovia, Antioquia (agosto de 1919), y la de trabajadores del ferrocarril de la Dorada (diciembre 1919enero 1920). Paralelamente se produjo una gran movilizacin campesina en la regin del Sin, dirigidapor los centros socialistas de Montera en donde actuaba el ya mencionado Vicente Adamo, a quien,como premio por su actividad, le esperara la crcel.

    En 1920 encontramos treinta y dos huelgas; cifra excepcional para el momento dada la limitadacobertura de la clase obrera. Dentro de este movimiento huelgustico sobresalieron los ferroviarios (dela Dorada, Antioquia, la Sabana de Bogot, Valle del Cauca y de Atlntico), los sastres y zapateros (deMedelln, Caldas, Manizales y Bucaramanga) y los trabajadores textileros de Bello, BarranquiUa yCartagena. La dura crisis fiscal que vivi el pas a comienzos de los aos veinte presion a lostrabajadores del Estado a una permanente movilizacin eligiendoel pago oportupo de sus salarios.Enello estuvieron presentes aun los jueces y algunas guarniciones de la polica.

    Entre 1921 y 1923 hay un leve descenso en la actividad huelgustica. En 1921 se presenciaron nuevehuelgas cuatro en 1922 y ocho en 1923. Ser en 1924 cuando se presente un nuevo repunte delmovimiento de protesta laboral. Parece que al abrigo de las reformas econmicas sugeridas por laMisin Kemmerer, el pas se recuperaba fiscalmente e iniciaba su apertura al flujo del crdito externo.La inflacin se dej sentir con dureza en esos aos de prosperidad econmica. Las dieciocho huelgasrealizadas en 1924 as lo indican. Entre el 20 y el 22 de abril de 1924 los trabajadores de la empresamunicipal del tranva de Bogot se lanzaron al paro exigiendo estabilidad laboral y aumento salarial. Elconflicto se agrav cuando el superintendente de la empresa dio muerte a un trabajador. Finalmente elconcejo municipal accedi a subir salarios, destituir al superintendente y estudiar las otras peticionesobreras. En los meses siguientes, ferroviarios, mineros y trabajadores textiles adelantarn movimientos

    reivindicativos de gran radicalidad. Para fines de 1924 se gestaba un movimiento de protesta en cercade catorce empresas de Bogot, lo que hubiera podido derivar en una huelga general, de no ser por laexcepcional intervencin del ejecutivo presionando la negociacin.

    Sin embargo, en Barrancabermeja el 8 de octubre del mismo ao, estall la primera de las grandeshuelgas petroleras. La direccin del movimiento se cay en la Sociedad Unin Obrera dirigida por RalE. Mahecha. Los trabajadores aducan incumplimientode lo negociado a principios de ao. A pesar de lapresencia en el puerto del Ministerio de Industrias, la Tropical Oil Company se neg a la negociacin. A

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    los trabajadores no les qued ms recurso que radicalizar el movimiento, lo cual provoc el terror de losempresarios y el gobierno. Ilegalizada la huelga, la Troco procede a la expulsin de ms de mildoscientos trabajadores, que en su mayora son deportados de la zona por el gobierno.

    La derrota obrera la justific el gobierno al catalogar la huelga como un movimiento subversivo.

    En diciembre del mismo 1924, los trabajadores de la United Fruit Company lanzaron un paro paradenunciar el incumplimiento de la legislacin laboral por parte de la compaa norteamericana y parapresionar estabilidad y aumento salarial. La divisin entre los mismos trabajadores y la rotunda negativadel gerente en negociar dieron al traste con el movimiento, que ser la semilla del lanzado cuatro aosms tarde.

    De las catorce huelgas de 1925 merecen ser mencionadas las de los trabajadores del ferrocarril de laDorada (en enero) y los tranviarios de Bogot (en diciembre). En ambas, la dura respuesta oficialtermin con cientos de huelguistas encarcelados, otros tantos licenciados y la negativa empresarial acualquier negociacin. Parecera que se quera aniquilar a la clase obrera ms que ser aceptada en elconcierto nacional.

    En contraste con el movimiento huelgustico previo, el de 1926, ao de cambio de gobierno del generalPedro Nel Ospina al doctor Miguel Abada M., mostr algunos triunfos obreros. Primero fueron losbraceros de Girardot y luego los trabajadores del ferrocarril delPacifico. La clave del xito radic en laamplia solidaridad obrera y ciudadana conseguida. En el caso del ferrocarril del Pacfico (1-3 deseptiembre), se logr paralizar al occidente colombiano. As se entiende que la gerencia de la empresahaya aceptado inmediatamente los puntos centrales del pliego petitorio (aumentos salariales,establecimiento de la jornada laboral de ocho horas, condiciones higinicas y otras reivindicaciones).Esta huelga fue durante aos la huelga modelo para el movimiento obrero. Sin embargo, la euforiaobrera no durara por mucho tiempo.

    En enero de 1927, de una forma un poco apresurada, los petroleros de Barranca lanzaron su segundahuelga. De la justeza de sus peticiones dio testimonio el alcalde Luna Gmez que tuvo que renunciarante ladivergencia de intereses con el ejecutivo. A pesar de ser pacfica la huelga, el gobierno entr asuprimirla por la fuerza. En un tranquilo banquete de homenaje obrero al saliente alcalde, irrumpi lapolica violentamente dejando un nmero impreciso de muertos. El gobierno dict una ley marcial parala regin, ilegaliz el movimiento y procedi a los conocidos encarcelamientos, mientras la empresaaprovechaba la situacin para producir expulsiones masivas. As muri por asfixia la segunda huelgapetrolera; Ral E. Mahecha, su lder indiscutible, sera de nuevo encarcelado junto con otros dirigentes.

    Esta nueva tnica se prolongara en los siguientes aos. Hacia el 13 de noviembre de 1928, lostrabajadores de la United Fruit Company presentaron un pliego de peticiones que, si se analizacuidadosamente, no era sino el resumen de la escasa legislacin laboral existente. Se peda seguro

    colectivo, cumplimiento de ley sobre accidentes de trabajo, habitaciones higinicas, descanso dominical,aumento salarial del 50 %, cesacin de los comisariatos, anulacin de los pagos por medio de vales,pago no por quincenas sino semanal, contratacin colectiva y establecimiento de hospitales. A pesar delo prudente del pliego y de la pacfica organizacin de los trabajadores, el Estado, alimentado portelegramas alarmistas de las directivas de la UFC, vio con temor la huelga. Envi en consecuencia, ungran contingente de ejrcito. El general Carlos Corts Vargas fue nombrado jefe militar y civil de la zona.En el primer decreto firmado por Corts Vargas se prohiba la reunin de ms de tres personas y se

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    autorizaba al ejrcito a disparar cuando lo creyera conveniente. El decreto 4, ledo en la fatdica nochedel 5 al 6 de diciembre, declaraba cuadrilla de malhechores a los huelguistas.

    Con el seuelo de una posible reunin con el gobernador de Magdalena, miles de trabajadoresconvergieron en la plaza de Cinaga el 5 de diciembre. Las horas fueron pasando y no arribaba el alto

    funcionario. Hacia medianoche, el general Corts Vargas orden el desalojo de la plaza. Los obreros senegaron a ello y, por el contrario, renovaron su ardor con gritos de Viva Colombia libre, Viva elejrcito colombiano y uno que otro Viva la revolucin social. La masacre, cuyas reales estadsticastal vez nunca se conocern con certeza, se consum esa fatdica noche. Los obreros, despus de lamasacre, trataron vanamente de armarse y responder con la misma moneda. Por supuesto, la huelgafinaliz unos das ms tarde, sin haber conseguido los obreros ninguna de sus peticiones, y teniendopor el contrario que aceptar un sueldo menor del que reciban cuando se inici el conflicto.

    Ante esta violenta respuesta del Estado, la clase obrera tendra que replegarse temporalmente,acudiendo a otras formas de resistencia distintas de la huelga. En la zona bananera, por ejemplo, con elcan de los fusiles an humeando, los trabajadores en medio de sus faenas comenzaban a componercoplas en las que se recordaban los sucesos, que el Estado quera olvidar, y se generaban mitos comoel de Ral Eduardo Mahecha como hombre indestructible. Comenzaron a circular leyendas sobreMahecha de quien se deca que el ejrcito no lo poda matar. Que le haban disparado mil tiros yapenas le rozaron un pie. Se deca, en fin, que en el forro de los dientes esconda el secreto. Estosmitos devolvan cierta fe a los trabajadores abrumados por tan violenta respuesta del Estado. As comoestos ejemplos de resistencia cuftural, existieron muchos otros cuya enumeracin sera de nuncaacabar.

    La resistencia obrera de los aos veinte abarc formas que iban desdela solidaridad econmica familiaro comunitaria,hasta la mitologa y el folklore;desde el saboteo oculto a la produccincon la destruccinde las mquinas,hasta la insurreccin organizadapasando por la huelga. Este es un tema que hastaahora est abordando, la investigacin histrica en nuestropas.

    Volviendo sobre la huelga, la forma de resistencia mejor estudiada, podemos decir que en general ellapredomin en dos sectores econmicos: transportes e industria manufacturera, siendo el peso delprimer sector abrumadoramente mayoritario. Adems, aunque hay una serie de huelgas lanzadas porsectores tpicamente artesanales, fueron los trabajadores asalariados los que ms contingentes dehuelguistas aportaran. Por ltimo, hay dos caractersticas propias de las huelgas de los aos veinte quevan a disminuir en decenios posteriores. Nos referimos a la solidaridad de clase y ciudadana quelograron convocar, y a la radicalidad de muchas de ellas. Ambas caractersticas son las dos caras deuna misma moneda: la rgida actitud del Estado ante la cuestin social. La clase obrera deba resistirbien invocando a la solidaridad amplia, o bien radicalizndose. sta fue la tnica predominante en lasrelaciones entre el movimiento obrero y el Estado, relaciones que fueron ms de exclusin que de

    mutua aceptacin.

    Las formas de organizacin obrera

    El carcter espontneo de muchos de los conflictos laborales explica el porqu muchas veces ellanzamiento de la huelga precedi o se dio simultneamente con la formacin de una organizacinobrera, generalmenfe un sindicato. Se puede decir que por detrs de cada peridico exista un proyectoorganizativo. La difusin de la prensa obrera es, en parte, una difusin de las organizaciones obreras.

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    En 1910, en Tumaco, se haba fundado El Camarada y en Cartagena ElComunista. Para 1916 surgien Bogot el peridico El Partido Obrero.En 1919 nacieron El Obrero Modernode Girardot, El Luchadorde Medelln, El Taller de Manizales, y la OlaRoja fundada por Ignacio Torres Giralda en Popayn. En1920 nace ElSocialista, que se mantendra en pie por lo menos hasta mediados de los treinta. Para

    1924 se publica en Barrancabermeja el peridico dirigido por Ral E. Mahecha, VanguardiaObrera. Poresa misma fecha salen a la luz pblica los peridicos anarquistas La Antorcha, El Sindicalista, la VozPopular, y Pensamiento y Voluntad en Bogot, y Va Libre en Barranquilla. El Partido SocialistaRevolucionario (PSR) tendr tambin sus rganos de expresin como La Humanidadde Cali, dirigidapor Torres Giralda, y La Nueva Era, rgano del Comit Central. Para 1928 tenemos otros peridicosobreros de importancia como Claridad de Erasmo Valencia, El Libertador del mencionado BifiloPanclasta, Sancin Liberal de LJ. Correa, todos ellos en Bogot, Vox Populi en Bucaramanga y ElMoscovita en Ambalema. Hasta los obreros conservadores tendrn su semanario, Unin ColombianaObrera,publicado en Bogot. Esto para mencionar slo los ms destacados.

    Aunque ya hemos dicho "que la clase obrera contaba con una amplia gama de organizaciones (desdesociedades mutuales y cooperativas, hasta clubes culturales y asociaciones secretas), va ser elsindicato la forma privilegiada por la clase en su resistencia. El Estado, consecuente con la visinlaboral que hemos expuesto, no slo no propici esa forma organizativa, sino que se opuso a ella pordistintos medios.

    Hasta 1919 existan slo veintisiete organizaciones obreras legalmente reconocidas. Es bueno anotarque algunas eran ms asociaciones obreropatronales, que sindicatos propiamente Dichos. En eldecenio de los veinte, el Estado reconoci cuarenta organizaciones obreras, nueve de ellas desegundo grado. Predominaban las organizaciones por oficio o gremiales. El sindicalismo de base no eramuv comn, y el de industria era prcticamente desconocido. En las actividades econmicas,predomin el sindicalismo en transportes y en industria manufacturera, los mismos sectores que habanaportado ms al movimiento huelgustico.

    En general, la impresin que se tiene al observar los sindicatos existentes en los aos veinte es questos eran de vida coyuntural (generalmente se creaban a raz de un conflicto y desaparecan cuandoste se terminaba). Adems, como no existan marcos institucionales para el sindicalismo, lostrabajadores tuvieron que echar mano a sus tradiciones para organizarse. En este sentido parece quelos antiguos clubes culturales y polticos obreros que florecieron en los sitios de concentracintrabajadora, asuman la responsabilidad organizativa en los momentos de conflicto. As se explica queen muchos casos la direccin de la huelga estuviese en manos de activistas obreros o lderes polticosque no rabajaban directamente en la empresa en conflicto. Ello permiti la mayor politizacin de lasorganizaciones de resistencia, aunque tambin las hizo lo ms vulnerables al ataque de un Estado y deunos patrones que en cualquier organizacin obrera vean una amenaza subversiva.

    Como los sindicatos no se circunscriban a una empresa, podan tener una visin ms de conjuntosobre las formas de explotacin y dominacin, imperante en el pas. Pero al mismo tiempo, esta ventajaorganizativa se poda convertir en docilidad, puesto que el Estado y los patronos, especialmente losextranjeros, se negaban sistemticamente a reconocer la legitimidad de estos sindicatos, aduciendoque estaban conformados por elementos externos a las empresas en conflicto.

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    Hacia finales del decenio comienza a observarse, sin embargo, el surgimiento de algunos sindicatospermanentes inscritos en empresas especficas, que buscan la legalidad. Es decir, hay un desarrolloincipiente y minoritario en trminos cuantitativos, de un tipo de sindicalismo cercano al que hoyllamamos de base.Las formas organizativas quedaran truncadas si no hacemos aunque sea una breveconsideracin sobre los proyectos polticos que agit la clase obrera en el decenio de los veinte.

    Implicaciones polticas de la lucha de la clase obrera en los aos veinte

    Anteriormente sealbamos que en mayo de 1919 se haba constituido el Partido Socialista. Susadherentes iniciales eran nueve asociaciones artesanales, dos sociedades de beneficencia y tresagrupaciones sindicales obreras.

    Como se ve, predominaba el artesanado en su constitucin. Adems, ntese que el nivel propiamentereivindicativo va a estar muy mezclado con el poltico, lo cual es una constante del naciente movimientoobrero, por lo menos hasta bien entrado el decenio.

    En realidad, el Partido Socialista represent ms que un partido organizado, una agrupacin poltica deopinin..En este sentido tendremos tanto una participacin socialista en los conflictos sindicales (enel caso de las textileras de Bello fue claro), como una inusitada actividad poltica electoral, que seintensific en 1921. En las elecciones a la Cmara (marzo), y a los concejos (octubre), los socialistasobtuvieron resonantes triunfos. En Medelln, las listas socialistas superaron a las liberales. En Girardot,los socialistas fueron mayora en el concejo. En otras poblaciones con concentracin obrera, lossocialistas consiguieron importantes avances: Honda, La Dorada, Palmira, Dagua, Segovia, PuertoWilches, Remedios, Puerto Berro y Dabeiba. Estos xitos electorales pusieron en alerta alliberalismo,que en sus congresos de Ibagu y Medelln, decidi incorporar algunas reivindicacionesobreras y socialistas en su programa. La adhesin, en 1922, de importantes personajes socialistas a lacandidatura liberal del general Benjamn Herrera, hizo que prcticamente el Partido Socialistadesaparecieracomo fuerza poltica independiente.

    Por esos aos algunas voces obreras comienzan a plantear la necesidad de proyecto polticoindependiente de la clase. En un principio, no se pensaba en la construccin de un partido propiamentedicho. Se deca que con la ruptura del bipartidismo y con el ejercicio real de la democracia por parte delproletariado, ya se habra avanzado bastante. La presencia, cada vez ms fuerte en el pas, deideologas internacionalistas como el marxismo y el anarquismo, redundar en la concrecin deproyectos polticos ms articulados.

    En 1923 surgen ciertos crculos de intelectuales y obreros llamados comunistas. Aunque elinmigrante ruso Silvestre Savitsky era su cabeza visible, jvenes intelectuales como Luis Tejada,Moiss Prieto y Gabriel Turbay fueron el alma de estos ncleos.

    All participaban tambin trabajadores de ferrocarril, tranva y construccin. Las relaciones entreintelectuales y obreros eran cordiales. Savitsky y Vidales, por ejemplo, redactaron los estatutos delsindicato de albailes y similares. Las simpatas de estos ncleos por la Internacional Comunista eranevidentes. Merece destacarse la labor literaria de Luis Tejada, que sin lugar a dudas pudo ser msdefinitiva en la vida poltica del pas, de no haber muerto el escritor repentinamente en 1924. En mayode 1924 se celebraron simultneamente dos eventos importantes para la clase obrera colombiana: elPrimer Congreso Obrero y la Conferencia Socialista Nacional. Aunque muchos de los participantes del

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    congreso, lo fueron tambin de la asamblea, hay matices diferenciadores de los dos eventos. En elcongreso se discutieron aspectos reivindicativos como la lucha por la jornada de ocho horas; laexigencia de mayor legislacin y cumplimiento de la poca existente; el problema de la vivienda obrera;el incremento de las fuentes de trabajo, etc. En materia poltica, a pesar del ardor con que las distintascorrientes ideolgicas expusieron sus planteamientos, ninguna logr un consenso mayoritario y por

    tanto el congreso se disolvi sin aclarar mucho en este plano. Sin embargo, ya flotaba un ciertoambiente propio para la ruptura con el bipartidismo.

    En las horas de la noche, muchos de los delegados al congreso obrero se reunan con otros colegassocialistas en el marco de la Asamblea Nacional Socialista. All se avanz un poco ms en materiapoltica. Se acord rendirle un homenaje al dirigente ruso Vladimir I. Lenin, recientemente fallecido. Dasms tarde se aprob por mayora abrumadora la adhesin de la asmblea a la Internacional Comunista,aceptando las condiciones por sta impuestas. Se vea ya el predominio delas corrientes marxistas, ensu versinde la IC, y anarcosindicalista, que enparte simpatizaba tambin con aspectos de la IC y laInternacional Sindical Roja. De hecho, si la fraseologa que dominaba a estos crculos era marxista, laprctica era ms parecida a la deseada por los anarcosindicalistas. Precisamente 1924 y 1925 seranlos aos de oro del anarcosindicalismo en Colombia. En Bogot, en 1924, funcionaba un grupoclaramente anarco-sindicalista: la sociedad Antorcha Iibertaria del cual haca parte el tipgrafo Carlos F.Len" Este grupo public el peridico La Voz Popular. En 1925, un grupo libertario de Santa Martapublic el semanario Organizacin. Este grupo tendra incidencia en la huelga bananera del 28. En1925 tambin, en Barranquilla, funcion por breve tiempo otro grupo anarquista que publicaba elperidico Va Libre. Este mismo ncleo impuls, aunque sin grandes resultados, la creacin de unaFederacin Obrera del Litoral Atlntico.

    Sin embargo, el mejor momento del anarcosindicalismo se plasm en el Segundo Congreso Obrero dejulio de 1925. De all surgi el primer intento de confederacin de las organizaciones de resistenciaobrera existentes: la Confederacin Obrera Nacional (CON). Se pretenda que los sindicatos no slolucharan por las reivindicaciones econmicas, sino que enfrentaron polticamente al Estado y lospatronos. La presencia marxista en el Congreso se evidenci en la adhesin que hizo ste a la lC.

    El proyecto anarcosindicalista fue rpidamente criticado por distintos sectores obreros e intelectualesque se haban adherido inicialmente a la CON. En ese ambiente comienza a surgir nuevamente la ideade la construccin, de un partido indepeneliente de la clase obrera.

    Al calor de resonantes xitos huelgusticos como los habidos a fines de1925 y a lo largo de 1926(recurdense las huelgas de tranviarios y ferroviarios), se reuni en Bogot, el21 de noviembre de esteltimo ao, el Tercer Congreso Obrero. Despus de discutir aspectos generales (jornada laboral deocho horas, por ejemplo) y sindicales (fortalecimiento de la CON y creacin de federaciones detrabajadores de transportes), el debate gir en torno a la fundacin del partido de los obreros. Mientras

    la minora desconoca la necesidad de dicho partido, la mayora, intluenciada por el marxismo, vot porsu construccin. La minora, en la cual convergirn sectores reformistas y anarquistas (Juan D. Romero,L.J. Correa, Carlos F. Len, Bifilo Panclasta y Erasmo Valt;ncia), se opondr al nuevo partido. staconformar en 1928 un Comit de unidad y Accin Proletaria, que disputar la representacin delproletariado en los eventos internacionales. La ruptura estaba consumada.

    Por su parte, la mayora crear el Partido Socialista Revolucionario (PSR). Las disputas de mayora yminora del Tercer Congreso Obrero de 1926, redundaran en cierto endurecimiento de los proyectos

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    polticos obreros y con ello se perder un poco la tradicin pluralista del naciente proletariadocolombiano. A pesar del endurecimiento poltico del ncleo ms proclive al marxismo, no se puededesconocer en el PSR el mantenimiento de importantes tradiciones obreras.Por un lado, se quisoformar no un partido cerrado de cuadros, sino uno amplio de masas. Si se le design SocialistaRevolucionario y no comunista, fue precisamente para atraer ms adherentes. Por otro lado, el PSR

    mantuvo cierta autonoma en su elaboracin poltica, con respecto a los centros directivos de la IC. Elhecho de que tozudamente conservara un criterio de organizacin no muy leninista, es muestra de ello.EI PSR recogi cierto pluralismo ideolgico, aunque esto dio paso al eclecticismo y a la imprecisin delas diferencias ideolgicas con el liberalismo.

    El PSR cont con caractersticas figuras que le dieron un gran prestigio entre los ncleos trabajadoresdel pas. La constante actividad de Ral E. Mahecha siempre ser recordada por trabajadorespetroleros y bananeros. Con una imprenta porttil, este infatigable tipgrafo predicara la liberacinobrera haciendo uso de heterodoxos mtodos como aquellas charlas informales sobre hadas yaparecidos, charlas en las cuales meta el veneno de las ideas socialistas, como l las llamaba.Las giras de Mara Cano llenaran las plazas pblicas y constituiran los antecedentes de las grandesmovilizaciones de masas urbanas de los aos 40. Con lenguaje sencillo, entre potico, religioso ypoltico, Mara Cano llegara con su mensaje al corazn del obrero colombiano de los aos 20. La labortesonera de Ignacio Torres G., Toms Uribe Mrquez y Alberto Castrilln, merecen tambin serdestacadas.

    El tratamiento de la cuestin social por parte de los ltimos gobiernos conservadores, hizo que elmovimiento obrero en su conjunto se alejara del Estado. Esta situacin objetiva hizo pensar a losdirigentes del PSR que el fin de la Hegemona Conservadora estaba pronto, pero que haba quecorregirlo. Desde 1927, el PSR en su convencin de la Dorada, decidi apoyar un plan insurreccionalque tambin vena calentando las mentes de algunos dirigentes liberales guerreristas. Para este finse cre un organismo clandestino, el Comit Central Conspirativo Colombiano(CCC). La actividadgeneral y poltica se releg a un segundo plano, para privilegiar el plan insurreccional. Despusdeintentos frustrados por lanzar una insurreccin que coincidiera con alguna de las grandes huelgas delro Magdalena o de la zona bananera, se decidi que el 28 de julio sera el gran da. La fecha fueescogida en concordancia con el general rebelde venezolano Arvalo Cedeo. A ltima hora stepospuso su levantamiento y el CCC se vio obligado a aplazar el golpe en Colombia. Pero la noticiadesafortunadamente no lleg hasta apartados sitios como Lbano, San Vicente y La Gmez. Allaislados ncleos obreros y artesanos una vez lanzados a la insurreccin se enteraron de la ausenciade un movimiento nacional, vindose obligados a pasar a una difcil resistencia. Con estos eventos sesellaba la suerte futura no slo del PSR, sino de la clase obrera misma, si se tiene en cuenta que stecristalizaba muchas de las tradiciones y anhelos de la clase. El movimiento obrero que, como loreconocera posteriormente el presidente Alfonso Lpez P., contribuy decididamente a la cada delrgimen conservador, no pudo cosechar como mereca los frutos de su infatigable actividad.

    Bibliografa ARCHILA,MAURICIO.De la revolucin social a la conciliacin? Hiptesis sobre la

    transformacin de la clase obrera, 1919-1935. Anuario Colombiano de Historia Social y delaCultura, N.o 12, 1984.

    'La Humanidad': un peridico obrero de los aos veinte. Boletn Cultural y Bibliogrfico delBanco de la Repblica, Vol. XXII, N.o 3, 1985.

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    BEJARANO, JESSA. El fin de la economa exportadora y los orgenes del problema agrario,Cuadernos Colombianos, n.o 6-8, 1975.

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    LA CLASE OBRERA COLOMBIANA (1930-1945)

    Mauricio Archila

    El 10 de diciembre de 1934, seis aos despus de la masacre de Cinaga, los trabajadores de la zonabananera se lanzaron nuevamente a la huelga. Tenan el temor de que el recin instalado gobierno deAlfonso Lpez Pumarejo (1934-38) respondiera tan crudamente como lo haba hecho el gobiernoconservador de Miguel Abada Mndez. El temor no era gratuito, pues la zona bananera haba sidoprcticamente zona de guerra por lo menos hasta 1932. No slo se haba reforzado el pie de fuerzamilitar, sino que cualquier intento de organizacin era reprimido, aun bajo el gobierno de Enrique OlayaHerrera (1930-1934). Por ello los trabajadores se haban preparado arduamente para el nuevo conflictolaboral, creando una vasta red de sindicatos por toda la zona, incluyendo tanto los trabajadores de laUnited Fruit Company como los de los productores criollos. El pliego de peticiones presentado conanterioridad a la huelga giraba en torno a tres puntos fundamentales: 50 % de aumento salarial,medicinas gratuitas y servicio mdico y hospitalario para todos los trabajadores bananeros ymejoramiento de los campamentos. La peticin de reconocimiento de las posesiones de loscampesinos-colonos, entre los que se contaban muchos trabajadores asalariados desempleados,tambin afloraba. La respuesta del gobierno, para tranquilidad de los huelguistas, no fue represiva. Porel contrario el ministro de Guerra, Marco Antonio Aul, se desplaz a la zona y presidi las reuniones denegociacin. Los trabajadores y la empresa lo eligieron como rbitro. En calidad de tal firm el pactoque puso fin a la huelga el 23 de diciembre, consiguiendo los trabajadores sus reivindicaciones.

    Posteriormente, en noviembre de 1937, el gobierno arrestara al gerente y al abogado de la compaabananera al descubrirles comprometedoras pruebas de intento de soborno. El contraste con lo sucedidoen el 28 se haca evidente. Se haban producido cambios importantes en seis aos. No se tratabasolamente de la crisis ms evidente de la United Fruit, afectada tanto por fenmenos naturales(huracanes y agotamiento de suelos), como por la gran depresin econmica que rebaj los precios delbanano. En esascircunstancias, la empresa estaba en condiciones ms dbiles para enfrentar unconflicto laboral. De hecho, ya se estaba produciendo el desmonte de la explotacin bananera, factorque aprovecharon muchos trabajadores desempleados para apoderarse de baldos reclamados por la

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    multinacional. Por otro lado, los trabajadores estaban mejor preparados para el conflicto a travs de unared de sindicatos por fincas. Finalmente, el Estado, ahora en manos liberales, haba comenzado aimplementar una nueva concepcin en el manejo de la cuestin social. El contexto de las luchaslaborales, por tanto, se haba modificado. Ello exiga de los obreros nuevas formas de lucha en suresistencia contra el capital y el Estado que mostraba el rostro conciliador-. Ahora bien, el liberalismo

    no podra satisfacer totalmente los anhelos de la clase obrera colombiana, as como tampoco de otrossectores populares, con lo que se aumentara el sentimiento de frustracin con la Repblica Liberal(1930-46). El estudio del nuevo contexto laboral y las luchas obreras en este perodo ser el tema delpresente ensayo.

    Resistencia obrera en un nuevo contexto poltico

    La clase obrera que llega a los aos treinta est centrada fundamentalmente en los servicios pblicos, yms en particular en transportes. El peso del sector industrial manufacturo tiende a aumentar en lamedida en que se consolida el proceso de industrializacin, generando un tipo de obrero y sindicalismodiferente. Cuantitativamente, este sector no pasar ,de unos 450.000 integrantes, segn datos delcenso de 1938, de los cuales el 80 % estaba enmarcado en la produccin artesanal.

    A partir de 1929, Colombia vena afrontando problemas econmicos a raz del descenso en los preciosdel caf y del cierre del crdito externo, tendencias que se reforzaran con el estallido de la gran crisismundial, a fines de ese ao. La respuesta inicial del gobierno, mantenida hasta 1932 por laadministracin Olaya Herrera, fue ortodoxa o contraccionista. Por evitar una devaluacin del peso secontrajo la oferta monetaria. Ello se tradujo en una disminucin del gasto pblico, lo que signific elcierre de muchas obras pblicas y el licenciamiento de trabajadores vinculados a este sector. A partir de1932, el gobierno de Olaya Herrera, apoyado en la crisis del sistema monetario internacional, decidipracticar una eficaz poltica anticclica centrada en un aumento de la oferta monetaria, que junto con elaumento del crdito externo y la declaratoria de la moratoria en la deuda externa, contribuyeron a ello.La recuperacin econmica no se hizo esperar y el Estado reemprendi nuevamente su actividadpblica, superndose parcialmente la crisis.

    La gran depresin mundial impact desigualmente a los distintos sectores de la economa. Las reasms afectadas fueron las de obras pblicas, construccin y transporte interno. En la actividadexportadora, la crisis de los productosde enclave (banano y petrleo), se compens en parte con lasalida del oro y el aumento en la cantidad exportada de caf, a pesar del descenso en el precio de esteltimo. El sector agrario, a pesar de la crisis de algunos productos, en trminos generales aument suproduccin durante los duros aos de la depresin mundial. La revocacin, en 1931, de la ley deemergencia de 1926 que permita la libre importacin de productos agrcolas, fue til para el sectoragrario. En la industria manufacturera, la crisis mundial impactara negativamente a las ramas cuyosproductos no eran comercializados internacionalmente: cervezas, gaseosas, vidrio, tejas y ladrillos. En

    las otras ramas, especialmente en textiles, la crisis, por el contrario, permiti su despegue. Laconjuncin de polticas oficiales, favorables condiciones de demanda interna y necesidad de sustituirimportaciones, estimulara un desarrollo industrial que marcara definitivamente el perodo abarcado eneste trabajo. Se trata obviamente de una industria de bienes de consumo y algunos productosintermedios, especialmente qumicos y derivados. Todo ello hace pensar que los efectos de ladepresin mundial, si bien fueron fuertes especialmente en la actividad de infraestructura, no fueron tanseveros como la literatura tradicional lo sugera.

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    El manejo decidido d polticas anticclicas a partir de 1932, signific adems una lenta transformacinen la concepcin estatal. El viejo dogma liberal del Estado no interventor se iba superando en laprctica. Ante los rigores de la crisis, el ejecutivo se dot de poderes especiales para enfrentarla. Elconflicto surgido por la invasin de un grupo de peruanos a Leticia, agosto de 1932, reforzara lospoderes interventores del ejecutivo. En un clima de guerra por la defensa de las

    fronteras, el gobierno de Olaya Herrera recibi el apoyo de casi toda la poblacin, exceptundose losncleos ms radicales de la clase obrera y la intelectualidad revolucionaria. En estas condiciones, elprimer gobierno de la Repblica Liberal pudo implementar a sus anchas el criterio que su partido habalevantado en los aos veinte ante la llamada cuestin social.

    Desde antes de producirse el ascenso al poder del candidato liberal electo a principios de 1930, seprodujo el empalme en la Oficina del Trabajo con el nombramiento de Jos Mar, uno de los liberalessimpatizantes del socialismo. En 1931 vendran dos actos jurdicos que cristalizaran la aproximacinliberal a la cuestin social: las leyes 83 y 129. La primera intentava encauzar las luchasreivindicativas y daba legitimidad al sindicalismo. El otorgamiento de, personeras jurdicas a lossindicatos les permita su existencia legal, pero implicaba tambin un control estatal sobre lasorganizaciones obreras La huelga nuevamente se regulaba, estableciendo las condiciones para quefuera considerada legal por el Estado. La ley 83 no dijo nada sobre el esquirolaje, lo que dej a loshuelguistas en una situacin de debilidad, mxime en un momento de desempleo como el que se viva.La ley 129 acoga, para el territorio nacional, la disposicin internacional sobre la jornada de trabajo deocho horas. Esta ley, sin embargo, entrar en vigenciaslo hasta 1934 a travs del decreto 895. A pesarde estas vacilaciones, el Estado mostraba un rostro ms conciliador ante los obreros. Adems se vioms decidido a una mayor intervencin en los conflictos laborales, en el control de precios y en elconjunto de la actividad econmica. Este ltimo aspecto sera el elemento central en la reformaconstitucional de 36.

    Se superaban, de este modo, los lmites que la gestin conservadora haba colocado en el manejo de lacuestin social. La accin autnoma de la clase obrera se haca ahora ms difcil, aunque no imposible,como veremos a continuacin.

    A pesar de notarse un reflujo en la accin huelgustica que vena desde fines del 28 y se proyectarahasta 1933, la clase obrera en articulacin con los movimientos agrarios y urbanos, segua sus luchasde resistencia. Las condiciones no eran fciles. A la dura represin aplicada por el ltimo gobiernoconservador, que no desapareci del todo en los primeros aos de la Repblica Liberal, haba queagregar las condiciones de desempleo en el sector pblico. Los conflictos agrarios en las regiones delSumapaz y Tequendama (Cundinamarca) y de las comunidades indgenas del Tolima, ocuparonpginas destacadas en la prensa del momento. El 2 de mayo de 1931 se produjo una insurreccinindgena en Coyaima, que dej como saldo cien presos.

    Pocos meses despus se iniciaron las manifestaciones de desempleados en las principales ciudadesdel pas, manifestaciones que se radicalizaran con las marchas de hambre promovidas en 1932 por elPartido Comunista de Colombia recientemente reestructurado. La agitacin en las zonas cafeterastendra como punto mximo la convocatoria por parte de los comunistas de una huelga cafetera paraagosto de 1934. Aunque la huelga nunca lleg a realizarse, en parte debido a la represin a susdirigentes, la propuesta canaliz el descontento de muchos trabajadores de las haciendas cafeteras ylas trilladoras.

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    Adems de estas formas abiertas de resistencia, la clase obrera y los sectores populares sobrevivierona los rigores de la crisis econmica a travs de distintas estrategias que incluan desde la protestaviolenta hasta el regreso a las parcelas para mitigar el desempleo. A mediados de 1933, una vezapaciguado el furor nacionalista generado por el conflicto con el Per, el movimiento obrero articul unanueva ofensiva huelgustica de proporciones parecidas a las de mediados de ls aos veinte. La

    proliferacin de huelgas en 1933 y 1934 (diecinueve y treinta y cinco, respectivamente) as como laamplia solidaridad que provocaron, hablan por s mismas del renacimiento de la agitacin obrera. Lahuelga iniciada por los braceros de Barranquilla en octubre de 1933, se extendi a la mayora de lasfbricas y establecimientos comerciales de la ciudad y de Puerto Colombia. Los ferroviarios de Cali, ennoviembre del mismo ao, lograron el apoyo total de la poblacin del valle del Cauca. El paro delferrocarril de Antioquia, junio de1934, fue un verdadero paro general en Medelln. La huelga de los taxisrojos de Bogot, agosto de 1934, se convirti en paro de transportes en la capital del pas. Lasolidaridad observada en los conflictos, as como la radical movilizacin de los huelguistas, ponancontra la pared las prcticas integradoras del rgimen de concentracin nacional de Olaya Herrera.Urga para el Estado, por tanto, desarrollar mecanismos ms giles de contencin de los conflictos, bienfuera a travs de una represin preventiva o bien a travs de una oportuna intervencin negociadora.Las pautas iniciadas en la huelga de Tejidos Monserrate (mayo de 1934) se reprodjeron en otrosconflictos: mientras el Estado declaraba apresuradamente la ilegalidad del movimiento, los huelguistasbuscaban la solidaridad de otros sectores sociales y el respaldo de la base.

    Aunque a veces se consegua algo de ello, no siempre sucedi as. El caso de los trabajadores delferrocarril del Pacfico fue diciente en este sentido: despus de haber ganado una huelga en 1933,como ya hemos sealado, en un segundo conflicto (en septiembre del 34), los huelguistas seencontraban aislados del resto de la poblacin y sin respaldo de los mismos trabajadores de la empresaque haban votado el paro. Al contrario de lo sucedido hastael 33, muchas de las huelgas del '34culminaron en estruendosos fracasos. Qu haba sucedido en tan corto plazo? Ciertamente elendurecimiento coyuntural del Estado ante el auge huelgustico influye, pero no explica todo. Otro tantose puede decir de la actitud intransigente de la patronal. En varias huelgas del 34 (Cervecera Germania,Zapateras de Medelln, Minas de Canoas y de Suesca y Sesquil), los patrones recurrieron al lock-outpara presionar en su favor la solucin del conflicto.

    Tal vez lo ms importante haba sido el impacto sobre la clase obrera de la nueva actitud del Estado. Noes por azar que los observadores de los del fenmenos sociales del momento desde funcionariosoficiales y diplomticos extranjeros hasta activistas comunistas y dirigentes sindicales, sealan unaparente sometimiento de la clase obrera al marco jurdico elaborado por el liberalismo en el poder.Pareca que el fermento revolucionario hubiese desaparecido. La crisis poltica del PSR y delanarcosindicalismo, a fines de los aos veinte, en parte ayudaba a la generacin de este sentimiento.Sin embargo, sa era la apariencia.La clase obrera seguira luchando, as no triunfara siempre. Fuebien simblico lo hecho por lo s ferroviarios de Cali ante el fracaso de la huelga del 34: se reunieron en

    el patio grande de la estacin principal del ferrocarril del Pacfico y all encendieron una hoguera en lacual quemaron el acta que otorg, el ao anterior, la personera jurdica al flamante Centro ObreroFerroviario. Era un acto que no poda reversar las polticas oficiales, las cuales tenan acogida entreotros sectores obreros, pero s ilustraba cmo el movimiento obrero no se someta pasivamente alnuevo orden. La bsqueda de la personera jurdica y su mantenimiento, la fe en los pliegos de peticinbien elaborados y en el abogado negociador, y la nueva actitud interventora del Estado, modificabanla forma cmo la clase obrera enfrentaba el conflicto social.

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    Aunque los obreros entendieron lo que estaba pasando en el plano jurdico, no se sentan losuficientemente fuertes como para cambiar la situacin. Cuando intentaron hacerlo, el Estado y lapatronal, que tambin aprendan de las experiencias pasadas, lanzaron un proyecto ms definido, queser desarrollado por Alfonso Lpez Pumarejo con la Revolucin en Marcha. Antes de considerar estanueva fase de las relaciones entre clase obrera y Estado, veamos en qu medida influyeron las

    organizaciones polticas de izquierda en todo el proceso descrito.Como se sealaba en el estudio anterior, el Partido Socialista Revolusionario (PSR) haba entrado enuna profunda crisis a finales del decenio de los veinte. Ante la sensacin de fracaso por lo sucedido conla frustrada insurreccin de julio de 1929, y presionados por la Internacional Comunista (lC), un puadode dirigentes socialistas decidieron reestructurar el PSR.

    En julio de 1930 naci el PartidoComunista de Colombia (PCC) una organizacin poltica enmarcadams ortodoxamente en los moldes de la lC. A pesar de la infatigable labor de los activistas comunistas,tanto entre los trabajadores del campo (cafeteros e indgenas), como entre los de la ciudad, incluyendoa los desempleados, el naciente partido no logr superar el aislamiento en que haba cado el PSR ensus ltimos das. A ello contribuy la rigidez doctrinaria de sus pronunciamientos; la lucha intestina quellev a marginamientos y expulsiones de prestigiosos lderes socialistas como Toms Oribe M. o Ral E.Mahecha; y finalmente, la actitud pacifista ante la guerra con Per. En este ltimo caso, los comunistasdenunciaron la posible finalidad distractiva del conflicto as como las supuestas rivalidadesinterimperialistas all comprometidas. Sin embargo, el nacionalismo que se desarroll en el pas a razdel enfrentamiento internacional de esos aos conden a los comunistas al ostracismo. Por ltimo, laconsigna de la IC de construir una alianza slo con elementos obreros y revolucionarios (la poltica delFrente Unico) fue aplicadapor los comunistas con un criterio tan cerrado que en la prctica eran ellos losexclusivos integrantes de ese frente.

    Fue en dicho contexto que el PCC libr batallas ideolgicas no slo contra los partidos tradicionales,sino contra socialistas moderados y la Unin Nacional de Izquierda Revolucionaria (UNIR) dirigida porJorge Elicer Gaitn. Esta situacin de aislamiento se expreso en el plano electoral en los escasos1.974 votos obtenidos por el candidato comunista en 1934, en contraste con los 938.608 obtenidos porel candidato liberal. Sinembargo, la influencia comunista no era despreciable en los sindicatos obreros yen numerosas ligas campesinas. El PCC sigui aferrado a la poltica de Frente unico durante losprimeros meses de la Revolucin en Marcha, simbolizando la actitud intransigente de ciertaintelectualidad revolucionaria ante la nueva gestin liberal.

    Por su parte, la UNIR, nacida en 1933, jug el papel de aglutinadora de sectores sociales inconformescon el rgimen de concentracin nacional y que no queran militar en el comunismo. El programa dela UNIR, no siempre bien definido, hablaba de una mayor intervencin del Estado en la vida econmicay social en favor de las clases desfavorecidas, de una reforma agraria que atacara el latifundio

    improductivo, un mayor control a los intereses extranjeros, y unas medidas sociales y laboralesorientadas a las clases trabajadoras. Se trataba, por tanto, de un programa democrtico con graninspiracin en el APRA peruano. Gaitn y los uniristas, entre los que se contaban algunos socialistasmarginados del PCC se lanzaron a una accin tanto entre trabajadores rurales como urbanos,chocando no pocas veces con los comunistas. En el trabajo rural se destac el apoyo al movimiento decolonos-arrendatarios de la regin del Sumapaz, especialmente los de la famosa hacienda El Chocho(en lo que hoy es Silvania). El fuerte de la UNIR, sin embargo, estuvo entre los trabajadores urbanos.Ella controlaba la Federacin Local del Trabajo de Bogot y la naciente Federacin Nacional de

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    Transportes, con sede en Cali. Esta ltima organizacin, que pretenda reunir los trabajadoresvinculados a los transportes, brind efectiva asesora y solidaridad a las grandes huelgas de ferroviariosy braceros del 33 y 34. De hecho Gaitn directamente asesor nueve huelgas entre 1933 y 1934.

    Las relaciones entre el PCC y la UNIR no fueron cordiales unos por apoyarse en la rigidez doctrinaria y

    los otros en una retrica anticomunista lo cual contribuy a desconcertar ms a la clase obrera y a lossectores populares. Parece que ante la imposibilidad de rescatar a los trabajadores de las ilusionescreadas por el gobierno de Revolucin en Marcha de Lpez Pumarejo, Gaitn abruptamente abandonlas toldas del proyecto independiente para sumarse nuevamente al oficialismo liberal. Aunque la UNIRhaba proclamado la abstencin electoral en las elecciones de 1935, como lo haba hecho en 1934 paralas vipresidenciales, Gaitn flamantemente sali elegido como representante a la Cmara por elliberalismo. Mora as, en los brazos del oficialismo liberal, un proyecto democrtico e independiente delos partidos tradicionales. Veamos con detenimiento cul era la razn de esta fuerte atraccin queAlfonso Lpez ejerci sobre los trabajadores y sus organizaciones polticas.

    El reformismo liberal. Surgimiento de la CTC

    La coyuntura internacional para 1934 marcaba una lenta recuperacin de la economa mundial a travsde la aplicacin de polticas de sabor keynesiano; como sucedi en Colombia despus de 1932,muchos gobiernos lograron estimular la demanda agregada de las economas. Las clases popularesencontraban peso econmico para plantear sus demandas, producindose amplias movilizaciones demasas. Los estados latinoamericanos, al ver debilitados coyunturalrnente los lazos de dependencia conlos pases metropolitanos, y al contar con instrumentos ms adecuados para la intervencin econmica,actuaron con una relativa autonoma. De ese modo se explican las movilizaciones populistas y lasmedidas reformistas adoptadas por gobiernos como el de Snchez Cerro en el Per; el movimiento delos tenientes y el ascenso de Getulio Vargas en el Brasil; la corta existencia de la Repblica socialistay el posterior ascenso del Frente Popular al gobierno en Chile; la revolucin contra Machado en Cuba; yespecialmente el gobierno del general Lzaro Crdenas en Mxico (1934-1940), quien llev larevolucin a su mayor grado de radicalizacin. Colombia, como veremos a continuacin, no estuvoexenta de estos vientos renovadores.

    El gobierno de Alfonso Lpez (1934-1938) estuvo marcado desde el principio por dos fenmenosinternos que determinaron en gran parte su rumbo: 1) el renacimiento de la movilizacin obrera ycampesina; 2) la oposicin total del conservatismo y su marginamiento de la gestin estatal.Como habamos sealado anteriormente, el movimiento obrero haba iniciado una ofensiva huelgusticadesde mediados del 33. Slo en 1934, contabilizamos treinta y cinco huelgas, muchas de ellas lanzadassin gran preparacin. La agitacin en los campos no se quedaba atrs. Si bien la movilizacincampesina no tena una cobertura nacional (ms bien se limitaba a las regiones cafeteras y a ciertascomunidades indgenas), ejerca efectiva presin por la transformacin de las estructuras agrarias. La

    movilizacin popular exiga nuevas polticas de contencin. Por otro lado, el conservatismo, despus dehaber participado tmidamente en el gobierno de Concentracin Nacional de Enrique OIaya Herrera,decidi marginarse de la gestin pblica. Conducido frreamente por el ingeniero Laureano Gmez, elconservatismo se abstuvo en las elecciones presidenciales, primero, y luego en las parlamentarias. Alliberalismo le quedaba el camino despejado para cristalizar las reformas que vena agitando desde losaos veinte. Para 1934 los ndices econmicos mostraban recuperacin, aunque an quedabapendiente la consecucin de una mayor estabilidad cafetera a travs de un pacto internacional que secelebrara en 1940.

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    En los inicios del gobierno de Lpez, que se designar como la Revolucin en Marcha, se aplic unaambigua poltica ante los intereses extranjeros, especialmente norteamericanos, lo que dara un margende denuncia a los partidos de izquierda. De una parte, el gobierno de la Revolucin en Marcha desdesus primeros das no aceptara ninguna presin para suprimir la moratoria de la deuda externa

    decretada por Olaya Herrera. Adems, amenaz con mayor control de las actividades extractivas enmanos de las multinacionales, especialmente en el caso de la explotacin petrolera. Sin embargo, lafirma de un tratado comercial colombo-americano, por medio del cual se haca una exencin deimpuestos de importacin a algunos artculos que competan con la incipiente industria nacional,mostraba las ambigedades del gobierno liberal en materia externa. Tambin era cada vez msevidente el alineamiento internacional con los Estados Unidos en los conflictos internacionales queprecedieron el estallido d


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