Date post: | 21-Jul-2015 |
Category: |
Education |
Upload: | angela-cabrera |
View: | 353 times |
Download: | 0 times |
Reflexión bíblica a partir del Buen
Samaritano (Lucas 10,25-37)
Iglesia Dominicana, 2015.
Instituto Nacional de Pastoral
Haciendo nuestras
las necesidades de
los demás
1
ITINERARIO
Tema: Iluminación y liturgia: reflexión bíblica a partir de Lucas 10,25-37
Motivación
1. Parábola del buen samaritano: observaciones literarias sobre el texto
de Lucas 10,25-37.
1.2. El texto: Lc 10,25-37.
1.3. Delimitación y organización.
2. Temas de contenido.
2.1. El contexto.
2.2. Los personajes.
2.3. Quién es mi prójimo.
2.4. El prójimo está en mi camino.
2.5. La compasión nace del encuentro.
3. Resonancia ante lo reflexionado.
4. Hablemos de compromiso.
Anexo:
Sugerencias para preparar una Lectio Divina sobre la parábola.
2
MOTIVACIÓN
El año 2015 es un tiempo de
gracia para la Iglesia Dominicana
pues, conforme al itinerario de su
Plan Nacional de Pastoral,
estaremos reflexionando en torno
al desafío de: “hacer nuestras las
necesidades de los demás”.
Nada mejor que introducirnos en
esta atmósfera solidaria
mediante el estudio
contemplativo de la parábola del
buen samaritano (Lc 10,25-37).
Nos encontramos ante una de las
parábolas del Evangelio según
Lucas. Los temas que desarrolla
el texto están relacionados con el
amor y la caridad en los vínculos interpersonales teniendo como principio la práctica
testimonial de Jesús.
La parábola nos sitúa ante los rasgos esenciales de la compasión frente a la dignidad
humana afectada por los más diversos embates cotidianos, la cual nos exige sacrificio,
tiempo y disponibilidad.
Conforme al sentir del Papa Benedicto XVI, la parábola del buen samaritano debe
introducirnos a transformar nuestra mentalidad según la lógica de Cristo, que es la
lógica de la caridad, pues Dios es amor, y darle culto significa servir a los hermanos
con amor sincero y generoso. Este relato bíblico ofrece “el criterio de medida”, o sea, la
universalidad del amor que se dirige al necesitado encontrado “casualmente”. Junto a
esta regla universal existe una exigencia específicamente eclesial: que en la Iglesia
misma como familia, ninguno de sus miembros sufra por encontrarse en necesidad; es
en este aspecto, que el programa del cristiano, aprendido de la enseñanza de Jesús,
es “un corazón que ve donde se necesita amor y actúa en consecuencia”.1
1 Benedicto XVI, en Ángelus.Palacio Apostólico de Castelgandolfo. Domingo 11 de julio de 2010.
Referencia a la Carta Encíclica Deus Caritas Est, n.25.
3
Nos recuerda el Documento de Puebla que si la Iglesia se hace presente en la defensa
o en la promoción de la dignidad del ser humano, lo hace en la línea de su misión, que
aun siendo de carácter religioso y no social o político, no puede menos de considerar al
hombre en la integridad de su ser. El Señor delineó en la parábola del buen samaritano
el modelo de atención a todas las necesidades humanas (cf. Lc 10,30), y declaró que
en último término se identificará con los desheredados —enfermos, encarcelados,
hambrientos, solitarios—, a quienes se haya tendido la mano (cf. Mt 25,31ss). La
Iglesia ha aprendido en éstas y otras páginas del Evangelio (cf. Mc 6,35-44) que su
misión evangelizadora tiene como parte indispensable la acción por la justicia y las
tareas de promoción de la persona, y que entre evangelización y promoción humana
hay lazos muy fuertes de orden antropológico, teológico y de caridad (cf.Evangelii
Nuntiandi 31); de manera que la evangelización no sería completa si no tuviera en
cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el
Evangelio y la vida concreta personal y social del ser humano.2
Que la Palabra del Señor, esta vez plasmada en el Evangelio según Lucas, salga a
nuestro encuentro y que nosotros nos dejemos encontrar por Ella en una dinámica de
contemplar y dar lo contemplado.
2 Documento de Puebla (III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano), n.III2.
4
En este primer momento nos detenemos a leer el texto y a rescatar detalles
importantes para su comprensión. Lo primero es:
1.1. El texto (Lc 10,25-37)
(Narrador) 25. Se levantó un maestro de la Ley, y dijo para ponerle a prueba:
(Coro derecha) «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?»
(Narrador) 26. Él le dijo:
(Izquierda)«¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?»
(Narrador) 27. Respondió:
(Derecha)«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus
fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.»
(Narrador) 28.Díjole entonces:
(Izquierda)«Bien has respondido. Haz eso y vivirás.»
Guía de lectura
Narrador: lee letras negras Indicador de lectura (coro de la derecha) Indicador de lectura (coro de la izquierda)
1. PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO:
OBSERVACIONES SOBRE EL TEXTO DE LUCAS 10,25-37
5
(Narrador) 29. Pero él, queriendo
justificarse, dijo a Jesús:
(Derecha, lee tres veces)«Y ¿quién es mi
prójimo?»
Silencio. Observar el video de la
parábola.3
(Narrador) 30. «Bajaba un hombre de
Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de
salteadores, que, después de despojarle
y golpearle, se fueron dejándole medio
muerto.
(Izquierda) 31. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un
rodeo.
(Derecha) 32. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo.
(Izquierda: lee tres veces) 33. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al
verle tuvo compasión;
(Derecha) 34.y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y
montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él.
(Izquierda) 35. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo:
"Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva."
Silencio
(Narrador) 36. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en
manos de los salteadores?»
(Derecha) 37.«El que practicó la misericordia con él.»
(Todos juntos) «Vete y haz tú lo mismo.»
3 Parábola: Buen Samaritano: http://www.youtube.com/watch?v=PnDIR_cEoKQ
6
1.2. Delimitación y organización
2.1. El contexto
Lucas es considerado el Evangelio de la misericordia de Dios, y bajo tales rasgos nos
presenta a Jesús, ellos determinan su vida cotidiana en contacto con la humanidad
doliente. La parábola del buen samaritano, no encontrada en otro pasaje del Nuevo
Testamento, parece ser original de Lucas, sin embargo, los numerosos detalles de la
vida palestina, poco familiar para el evangelista, hacen pensar en una tradición más
antigua que el propio autor del tercer evangelio.
Nuestro relato parece haber nacido independiente, o sea, da la impresión de haber sido
retomado por Lucas, de alguna fuente, para inserirlo en un lugar oportuno, como
estrategia narrativa. Casos como estos pueden ser considerados como habilidad
literaria, donde una memoria sobre las enseñanzas de Jesús viene a ilustrar
Delimitación
La parábola se halla enmarcada entre textos que nos hablan de la Revelación a
gente sencilla (Lc 10,21-24) y la narración concerniente a Marta y María, que ofrece
criterios para quien pretenda tornarse discípulo (Lc 10,38-41).
Organización interna del texto
Un maestro de la Ley pregunta a Jesús sobre la identidad del prójimo…..v.25-29
Parábola sobre el buen samaritano……….……………………………………v.30-35
La parábola responde a los cuestionamientos del maestro de la Ley……..v.36-37
2. TEMAS DE CONTENIDO
7
confusiones existentes en las comunidades a la que el evangelista se dirige, o bien, en
los entornos externos a dichas comunidades marcadas intensamente por la tradición
judía. Lucas escribe en torno al año 80 y 90 d.C.
El lugar que ocupa el texto en el Evangelio de Lucas se sitúa en un ambiente de
discusiones y disputas capciosas entre Jesús y las autoridades religiosas de la época.
La narración va precedida de una discusión entre Jesús y un maestro de la Ley.
Controversia también localizada en otros evangelistas donde los fariseos reunidos, en
grupo, intentan poner trampa a Jesús quien había tapado la boca de los saduceos.
Para dicho propósito también le cuestionan sobre cuál es el mayor de los
mandamientos (Mt 22,34-40), pregunta que se formula en Marcos 12,28-31 por
intervención de un escriba. Las respuestas de Jesús dejaban en desconcierto a sus
destinatarios hasta tal punto que nadie se atrevía a formular nuevas preguntas.
Estas interrogantes formuladas en el escenario histórico de Jesús remiten al Antiguo
Testamento, especialmente al Pentateuco donde se localiza el mandamiento de amar a
Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la fuerza (Dt 6,5); y donde se
prohíbe la venganza y el rencor contra los hijos del mismo pueblo. Los hijos del mismo
pueblo debían ser considerados prójimos y la tradición profesaba amarlos como a si
mismo (Lv 19,18). El corazón de la Ley judía sostiene que quien cumpla los
mandamientos vivirá.
En la Carta Encíclica Evangelium Vitae del Papa Juan Pablo II se nos recuerda que las
exigencias relacionadas a la saludable convivencia entre los hermanos se encuentran
plasmadas desde el Antiguo Testamento mediante los mandamientos, cuya legislación
se preocupaba de garantizar y salvaguardar a las personas en situaciones de vida débil
y amenazada: el extranjero, la viuda, el huérfano, el enfermo, el pobre en general, la
vida misma antes del nacimiento (cf. Ex 21, 22; 22, 20-26). Sin embargo, con Jesús,
tales exigencias adquieren nuevo vigor e impulso…4
2.2. Los personajes
El relato de Lc 10,25-37 nos presenta a varios personajes, entre ellos: aquel por quien
se introduce la parábola, un maestro de la Ley. Para responder a las dos preguntas
que le hace a Jesús, surge la parábola. Estas preguntas son: ¿Qué he de hacer para
tener herencia en la vida eterna? (v.25), y ¿quién es mi prójimo? (v.29).
4 Carta Encíclica Evangelium Vitae, Papa Juan Pablo II, n.41.
8
La expresión “maestro de la Ley” procede del
griego nomikós, también “significando “jurista”
o “maestro según la Ley”. Se dedicaban a la
enseñanza de la religión judía contenida en la
Escritura y la transmitida por la tradición oral.
Además juzgaba y discernía la mejor manera
de aplicar la Ley a cada circunstancia concreta
de la vida.
Estos maestros tendían a conocer bien la Ley,
pero conforme a algunas discusiones
localizadas en el Nuevo Testamento, parece
que practicaban de ésta pasajes
seleccionados. Pues, también la Ley insiste en
dar atención privilegiada a los débiles: cuando
coseches la mies de su tierra, no siegues
hasta el borde del campo… los dejarás para el
pobre y el forastero. No oprimas a tu prójimo. No retendrás el salario del jornalero. No
maldecirás a un mudo… (Lv 19,9-14).
En Lc 7,30 los maestros de la Ley son presentados como aquellos que rechazan el
mensaje y el bautismo de Juan, y, por tanto, negándose al llamado de Dios. Conforme
Mt 21,31, forman parte de las autoridades del templo. En varias ocasiones se
muestran, como mencionamos, cuestionando las palabras y las obras de Jesús,
queriendo ponerlo a prueba, pero al mismo tiempo, deslumbrados con la sabiduría de
sus respuestas.
Dentro de la parábola se presentan a los salteadores (v.30), quienes ejecutan
violencia contra la víctima. Esta persona, objeto de delincuencia, no está identificada;
pero sí definida como un ser humano que bajaba de Jerusalén a Jericó, quien había
sido dejada “golpeada”, “despojada”, “medio muerta”.
El camino entre Jerusalén y Jericó, en tiempos de Jesús, era muy inseguro: con
pequeñas cuevas, aspecto desértico, árido, solitario, pero con peregrinos en dirección a
la Ciudad Santa, así como esporádicas caravanas comerciales gracias a sus vías de
comunicación. Puede decirse que era una ciudad próspera, a pocos kilómetros de
Jerusalén, situada en una zona fronteriza. Con este abanico de posibilidades no
extraña que bandoleros estuviesen al asecho de los caminantes que debían
desplazarse por diferentes motivos.
9
La parábola nos habla que un sacerdote estaba haciendo el trayecto y visualizó el
peregrino asaltado, despojado, golpeado y medio muerto (v.30). Pero, al verlo, dio un
rodeo y siguió su camino.
En tiempos de Jesús un hombre era sacerdote no por vocación, sino por nacimiento. O
sea, había que nacer en determinadas familias de Judea para serlo. Para participar en
la liturgia del templo de Jerusalén se requería de ellos un elevado estado de pureza
exterior. Por eso, antes de oficiar, no podían haber tocado sangre ni haber estado en
contacto con enfermos, menos aún haber tenido contacto con algún muerto. Debían
evitar la relación con cosas sucias y con determinados animales.
Para un sacerdote, mantener un estricto estado exterior de pureza no era fácil. En este
aspecto la tradición judía, registrada en Antiguo Testamento (Lv 11-16) y otras leyes
especiales, establecían complejas normas para salvaguardar el estado de “pureza”, por
ejemplo: lavarse continuamente las manos, mantener la mirada en dirección al suelo,
etc. Marcos cita un ejemplo referido a los fariseos para ilustrar esta situación (Mc 7,3-
4).
Para la tradición judía los sacerdotes eran los mediadores y los responsables de la
unión de Dios con su pueblo. Estaban llamados a la solidaridad con la humanidad para
poder atraerlas hacia Dios. Por tal motivo contaban con muchos privilegios; los mismos,
bajo la óptica de Jesús, debían sucumbir ante las más diversas necesidades humanas.
En los Evangelios Jesús recuerda la acción de David que, cuando él y su gente
sintieron hambre, comieron los panes sagrados reservados a los sacerdotes (Mt 12,4;
Mc 2,26; Lc 6,4).
Jesús no aplica el título de sacerdote ni a si mismo ni a sus discípulos, pero la idea de
un sacerdocio cristiano está implícita en el Nuevo Testamento. El antiguo culto
sacrificial, que era imperfecto, fue perfeccionado en el sacrificio de Jesús. Él posee la
solidaridad con la humanidad que debe tener el sacerdote como mediador. Ese Jesús
que experimentó la fragilidad antropológica, menos en el pecado, es quien aboga, en la
parábola, por un hombre, medio muerto, que no tiene fuerza para socorrerse.
La actuación del sacerdote respecto al necesitado del camino, nos la presenta el texto
mediante la utilización de dos expresiones: causalmente bajaba por aquel camino un
sacerdote y, “al verle”, “dio un rodeo”. “Al verlo”: el sacerdote vio con sus ojos, es decir,
se dio cuenta del estado en que se encontraba aquel hombre, pero decide seguir su
camino. Por la forma gramatical en la lengua griega se deja notar que el sacerdote se
le acercó y lo ha observado por delante y por los lados. Pero, a pesar de haberlo
observado, lo abandona y se marcha. Pudo haber recordado algunos aspectos de su
Ley, o apresurarse a algún acto litúrgico.
10
Otro de los personajes de Lc 10,25-37 es un levita (v.32). La figura del levita equivale,
más o menos, a la de un sacristán. La palabra “levita” procede del nombre “Levi”, uno
de los 12 hijos de Jacob, y una de las 12 tribus de Israel. En el Éxodo aparece como
tribu vinculada al sacerdote, sin embargo, existe distinción entre ambos. Los levitas son
como ministros “inferiores” que asisten a los sacerdotes y desempeñan funciones
sagradas, no sacerdotales.
La actuación de los levitas era bien activa en el santuario de Jerusalén: purificar los
objetos sagrados, preparar el pan, cantar oraciones, velar por el templo (1Cr 23,28-32),
recoger el décimo (Ne 10,37-40), cuidar la portería (1 Cr 9,14), el arca y el tabernáculo
(Nm 1,49-53), proporcionar música vocal e instrumental, y actuar como profetas
cultuales (1 Cr 25,1-8), dirigir las oraciones (Ne 9,4-5), instruir a las personas a respeto
de la Ley (Ne 8,7-9). Hay alusiones a coros levitas (1Cr 9,11; 1 Sm 16,23; 2 Cr 5,12).
Para los levitas participar en el culto del templo, al igual que los sacerdotes, era
necesario hallarse en estado de pureza externa. Por tanto, para ejercer con dignidad el
oficio de levita, no podían haber tocado sangre, ni ninguna otra cosa que fuera sucia o
pareciese contaminada. Podemos considerar que estaban bastantes ocupados en los
trabajos del templo y en los actos litúrgicos. Es posible que el levita de la parábola no
pudiera detenerse ante el ser humano caído, porque muchas ocupaciones lo
aguardaban, y otras tantas normas lo preocupaban. Así que él también, como el
sacerdote, vio, y dio un rodeo.
El otro personaje, de quien se hace alusión en la parábola es un samaritano (v.33),
también él andaba por aquellos alrededores y se encontró con el mismo hombre herido
y maltratado. Detrás de él podemos localizar a todos los samaritanos y la relación que
éstos tenían con las personas de tradición judía, abrazadas a la Ley. La diferencia en el
origen racial y en la compresión religiosa de la vida provocaba frecuentes tensiones y
conflictos entre ambos pueblos.
Se les llama samaritano a las personas que vivían en el territorio de Samaria, en el
Norte. Para los judíos, los samaritanos eran, por
así decir, herejes y cismáticos, señalados como
personas que adoraban dioses falsos. La
división entre judíos y samaritanos se encuentra
en la historia primitiva de Israel y se acentúa
luego del retorno del exilio en el tiempo del rey
Ciro (538 a.C.) cuando no consideraron la
comunidad que habitaba en Samaria como
verdaderos israelitas. Los samaritanos eran
vistos como descendientes de una población mixta, a causa del dominio asirio.
11
En el momento de la reconstrucción del templo en el posexilio, los samaritanos
quisieron ayudarles, pero no lo permitieron (Esd 4,1-6). Tiempo después los
samaritanos construyeron su propio templo dedicado a Yavé en el Monte Corazaín.
Esto acentuó aún más la división entre ambos pueblos. Los judíos enfatizan, en este
contexto, las genealogías, buscando fundamentar la pureza de su sangre.
La hostilidad o rechazo entre judíos y samaritanos aparece con frecuencia en la Biblia.
Veamos un ejemplo localizado en Eclesiástico 50, 25-26, ahí se refleja el prejuicio entre
ambos pueblos: Hay dos naciones que me exasperan y una tercera que ni siquiera
merece llamarse tal. Son los que moran en la montaña de Seir, los filisteos, y también
ese estúpido pueblo que vive en Siquem. Otro ejemplo que nos ilustra es localizado en
el capítulo 4 de Juan que nos informa sobre la conversación de Jesús con la mujer
samaritana: ¿Cómo tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer
samaritana? (v.9). La frase alusiva a Jesús: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? (Jn
1,46), podría valer para cualquier referente a los samaritanos: ¿Qué cosa buena puede
salir de Samaria? No existía ruptura más profunda de relacionamiento humano que la
rivalidad entre un judío y un samaritano.
El Evangelio de Lucas, en este sentido, nos muestra a Jesús enfrentando un muro de
prejuicio de varios siglos antes de su nacimiento. Además del ejemplo del samaritano
de nuestra parábola, él lo dignifica en el episodio de la curación de los diez leprosos,
donde uno solo, samaritano, se devolvió para dar las gracias echando el rostro en
tierra. Ante el gesto del samaritano Jesús cuestiona: ¿Dónde están los otros nueve?
¿Así que ninguno volvió a glorificar a Dios fuera de este extranjero? (Lc 17,16-19).
La amplitud y profundidad de la doctrina del amor de Jesús no podía exigir acto mayor
que un judío aceptar un samaritano como hermano. Con este recorrido queremos dejar
dicho que la parábola reflexionada, en su contexto, es un escándalo de amor, ternura y
solidaridad.
2.3. Quién es mi prójimo
Para aproximarnos en busca de
respuesta a esta importante cuestión
haremos referencia al concepto
“prójimo” en la lengua hebrea,
conforme se registra en el Antiguo
Testamento. Aquí encontramos la
terminología: reac, que puede
12
traducirse por “asociarse con alguien”. Esta palabra designa la relación entre personas
de trato mutuo, diversas formas de relacionamiento humano y, al mismo tiempo,
alguien vinculado mediante parentesco familiar.
También en el Antiguo Testamento la palabra reac “prójimo” es utilizada para abordar
las relaciones en la vida social comunitaria. Esto se ilustra en la legislación que se
ocupa especialmente con los derechos de los forasteros, extranjeros, pobres: No te
vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo
como a ti mismo; yo soy el Señor (Lv 19,18). Para la mentalidad judía, la comunidad
nacional y religiosa es una. El “prójimo” es el mismo hermano del judaísmo, en
contraste con el extraño que vivía en la tierra sin pertenecer al pueblo de Dios.
Para el ambiente del Nuevo Testamento la palabra “prójimo” proviene del griego
plesion, pudiendo ser entendida como “aquel que queda cerca”, “el más próximo”. En
este sentido, la propuesta de Jesús consiste en extender los límites del amor más allá
del círculo en torno al relacionamiento físico o espiritual. En la parábola del buen
samaritano Jesús ultrapasó la tradición judía, exigiendo incluso el amor a los enemigos
(Mt 5,43-48).
Nos recuerda el Papa Benedicto XVI que: “mientras el concepto “prójimo” hasta
entonces (A.T.) se refería esencialmente a los conciudadanos y a los extranjeros que
se establecían en la tierra de Israel, y por tanto a la comunidad compacta de un país o
de un pueblo, ahora este límite desaparece. Mi prójimo es cualquiera que tenga
necesidad de mí y que yo pueda ayudar. Se universaliza el concepto de prójimo, pero
permaneciendo concreto. Aunque se extienda a todos los hombres, el amor al prójimo
no se reduce a una actitud genérica y abstracta, poco exigente en sí misma, sino que
requiere mi compromiso práctico aquí y ahora”.5
Conforme la parábola, Jesús, en la conversación con el maestro (v.25), evita dar una
definición, pues la definición puede dejar fuera algo o a alguien. Jesús no excluye a
nadie y utiliza una perfecta pedagogía en la cual, quien hace la pregunta, se formula su
propia respuesta: ¿quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en
manos de los salteadores? Él le dijo: El que practicó la misericordia con él” (v.36-37).
La resolución del conflicto complicó al maestro de la Ley en su comprensión del antiguo
mandamiento. La intervención de Jesús lo desafía para una renovación de su fe.
En el parecer de Juan Pablo II, el mandamiento “no matarás” pasa a estar incluido y
profundizado en el concepto positivo enunciado por Jesús sobre el amor al prójimo. El
Papa también hace alusión a la pregunta que un día le hiciera a Jesús el “joven rico”:
“Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?”, responde: “Si
5 Benedicto XVI: Carta Encíclica Deus Caritas Est, n.15.
13
quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt 19, 16.17). Y cita, como
primero, el “no matarás” (v. 18). Juan Pablo II menciona que, en el Sermón de la
Montaña, Jesús exige de los discípulos una justicia superior a la de los escribas y
fariseos en cuanto al respeto de la vida: “Han oído que se dijo a los antepasados: no
matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo les digo: Todo aquel que
se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal” (Mt 5, 21-22).6
En la Carta Encíclica Evangelium Vitae se afirma que Jesús explicita posteriormente
con su palabra y sus obras las exigencias positivas del mandamiento sobre el carácter
inviolable de la vida. Estas estaban ya presentes en el Antiguo Testamento, cuya
legislación se preocupaba de garantizar y salvaguardar a las personas en situaciones
de vida débil y amenazada (cf. Ex 21, 22; 22, 20-26). Con Jesús estas exigencias
positivas adquieren vigor e impulso nuevos y se manifiestan en toda su amplitud y
profundidad: van desde cuidar la vida del hermano (familiar, perteneciente al mismo
pueblo, extranjero que vive en la tierra de Israel), a hacerse cargo del forastero, hasta
amar al enemigo.7
2.4. El prójimo está en mi camino
En la parábola se nos dice: bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos
de salteadores que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio
muerto (v.30). La escena nos remite al
camino y, al mismo tiempo, a los
episodios que suceden en el trayecto:
unos que pasan de largo ante lo que ven,
y otro que se detiene. Unos que siguen y
otro que se preocupa. Unos que no
quieren complicaciones y otro que se
involucra. ¿Será que el samaritano no
tenía muchas ocupaciones?
Dos de los que pasaban por el camino lo vieron, pero seguramente tenían
justificaciones “válidas” para no detenerse. El contacto con un cuerpo ensangrentado
ensucia, vuelve impuro y perjudica el culto en el templo. En este aspecto, no solamente
los salteadores hacen triste el camino, sino la indiferencia del ver e ignorar.
Es interesante el empeño de Jesús y su nueva teología que busca mostrar que Dios no
solo está en el templo, sino en el camino. Observemos que del hombre extendido en el
suelo, no se revela su identidad. Eso no es lo importante. Lo que se necesita saber es
6 Juan Pablo II: Carta Encíclica Evangelium Vitae, n.41.
7 Juan Pablo II: Carta Encíclica Evangelium Vitae, n.41.
14
que se trata de un ser humano, esa es su cédula de identidad. Esa conciencia es lo
que le hace al samaritano postergar su agenda de viaje.
En el camino, el samaritano se ha manifestado como improvisador movido por aquello
que contempla. Por tal sensibilidad se distingue de la postura adoptada por el
sacerdote y por el levita. Él no duda, no demora ante la situación, se compromete. La
“velocidad” del sacerdote y del levita hizo que perdieran la ocasión de mirar como Dios
mira. La prontitud también atropelló la solidaridad espontanea, de la misma manera que
la organización sin humanidad sofoca la vida.
No puede pasar desapercibido, en este momento, la importancia que recae sobre el
verbo “ver”. Podemos afirmar, que el “prójimo” es también la persona en quien detengo
la mirada. En el relato, el verbo aparece de manera significativa: un sacerdote vio y dio
un rodeo, un levita vio y dio un rodeo, un samaritano vio, y tuvo compasión (v.31-33).
En la teología del Nuevo Testamento, el “ver” está relacionado con experimentar, entender, reconocer, considerar, aparecer, tornar visible. Ese tipo de observación está relacionado con descubrir la verdad. Lo que se esconde detrás de la apariencia. Este órgano de la percepción también presenta funciones intelectuales como: “atender a”, “prestar atención a”. Algunas veces el verbo equivale a “hallar”, “encontrar”. Percatémonos de todo el sentido y las implicaciones que conlleva ver, pues quien ve, según los criterios bíblicos, no queda indiferente. No por un acaso encontramos una continua repetición de súplicas dirigidas a Jesús cuando él pregunta al necesitado ¿qué quieres que haga por ti? La gente responde: ¡Señor que vea! (Mt 20,29; Mc 10,41).
El prójimo, en este caso, el hombre herido, estaba en los márgenes del camino. Fue
descubierto en su necesidad. El samaritano lo hizo cercano, próximo, familiar, aún sin
conocerle. Quien ama no elige al prójimo, sino que lo hace prójimo. Con el prójimo
puede o no haber compatibilidad. Puede hasta ser catalogado como “intruso”, pues
algunas veces aparece en el momento menos oportuno. No se hace anunciar. Pero lo
más importante es que ese hombre caído espabiló cualquier tipo de distracción que
tuviera el samaritano. Al verlo, sintió compasión y fue generoso con sus pertenencias.
El prójimo es quien se encuentra
necesitado en el camino de la vida y hace,
a fuerza de compasión, que el peregrino
baje de su cabalgadura.
2.5. La compasión nace del
encuentro
En la propuesta de la parábola, amar
significa “cortar distancia”, “estrechar las
brechas divisorias”, “favorecer el
15
encuentro”. El samaritano es capaz de salir fuera de si para ir al encuentro. Abolió las
distancias interiores, marcadas por los prejuicios y la carga ideológica tradicional.
Rompe el caparazón de la indiferencia, del egoísmo, de su propia comodidad y
bienestar. Sale de su esquema, de su horario, de lo que había aprendido. Él hace
cercano al que estaba lejos. No elige al prójimo, sino que lo hace prójimo. Con ese
prójimo, que llega sin ser esperado, el samaritano “pierde su tiempo” y gana la
eternidad.
El encuentro con el prójimo, esta vez, no acontece en el santuario, sino en el camino.
Allí nace la compasión: el samaritano puede ver, tocar, sentir, consolar… En la frase de
la parábola se lee: pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo
compasión (v.33). Lo que nuestra Biblia traduce por “compasión”, procede del griego
splagchnizomai “compadecerse”, “tener misericordia”. En su raíz verbal manifiesta “las
entrañas”, “el corazón”, o sea, “el lugar de las emociones”, donde brota el impulso para
el amor dispuesto y caritativo.
El verbo splagchnizomai “compadecerse” aparece en los evangelios sinópticos doce
veces; de las cuales, tres son utilizadas en parábolas. Se emplea en Mt 18,23 de forma
opuesta para referirse al amo del criado incompasivo. También en Lc 15,11 para indicar
la actitud del padre que aguarda el retorno del hijo pródigo, y en nuestra parábola, que
manifiesta al samaritano como persona cuyas acciones justas se acogen a la
misericordia divina.
La actitud del samaritano no se limita a tener un simple sentimiento de lástima. Su
corazón se conmueve a la vista de la miseria o la desgracia de aquel que encuentra en
el camino. Por su amor, la realidad del que estaba sufriendo se transforma. En vez de
sentimiento de rechazo, hay una actitud de aposta por la vida hasta las últimas
consecuencias.
En el encuentro, el samaritano pone los medios necesarios para darle un giro a la
situación de aquel que hizo prójimo: tiempo, esfuerzo, delicadeza, venda sus heridas,
les echa aceite y vino, le monta en su cabalgadura, le lleva a una posada y cuida de él.
Dos veces, en el texto, se repite el verbo “cuidar”. El samaritano no entrega al hombre
cosas maravillosas o extraordinarias. Le ayuda, sencillamente con aquellas cosas que
dispone. Le da algo de lo que él tiene, no de lo que quisiera tener. Le ayuda con su
propia persona, se acerca a su lado.
La parábola narra que, al día siguiente de estar en la posada, el samaritano saca dos
denarios y se los entrega al posadero afirmando: cuida de él y, si gastas algo más, te lo
pagaré cuando vuelva (v. 34-35). Observamos que entrega un dinero equivalente al
jornal de dos días de trabajo. No lo deja desprotegido.
16
Jesús, mediante la parábola, revela la identidad del prójimo: cualquier persona
necesitada. Aquella que es objeto de observación y compasión. Pero, al mismo tiempo,
mi prójimo es quien me mira en la vulnerabilidad que me pueda suceder y se
compromete con mi liberación. El samaritano, que antes era enemigo, se convierte en
el prójimo al tratar con compasión.
La parábola que hemos elegido fundamenta que Jesús representa, con su vida y sus
enseñanzas, la compasión de Dios. Cuando el texto dice que el samaritano, al verle,
tuvo compasión, habla de que se le “conmovieron las entrañas”, indicando lo que
sucede a la madre cuando va a dar a luz a un
hijo. El Antiguo Testamento cuando nos habla
de la forma como Dios ama a los seres
humanos, usa la misma expresión. A Dios
también se le conmueven las entrañas ante el
padecimiento de sus hijos y sus hijas, que son
todos los habitantes de nuestra tierra.
En el Nuevo Testamento, Jesús nos invita a
dar nuestra propia respuesta. Él sale a nuestro encuentro y debemos preguntarnos si
nosotros nos dejamos encontrar por Él, como la mujer samaritana que, deshidratada
salió con su cántaro al pozo. Jesús no se hace esperar, aprovecha la sed que la
mueve. Tuvo compasión de esa mujer que andaba sin rumbo por un poco de agua.
Jesús inicia un diálogo paciente, cercano, respetuoso y profundo hasta que ella misma
dice: dame de beber (Jn 4,15).
A ejemplo de esta mujer, nosotros podemos conversar con Jesús en transparencia
sobre nuestras heridas y los bálsamos que nos alivian, sobre los rasguños históricos
que nos han marcado y que aún no cicatrizan, aguardando ser sanados, porque
lastiman e interrumpen el crecimiento del alma que desea volar hacia Dios.
La parábola también nos hace meditar con la pregunta: ¿dónde está mi hermano?
¿dónde está mi hermana? El Papa Juan Pablo II nos recuerda que no existe el
forastero para quien debe hacerse prójimo del necesitado, incluso asumiendo la
responsabilidad de su vida, como enseña de modo elocuente e incisivo la parábola del
buen samaritano (cf. Lc 10, 25-37). También el enemigo deja de serlo para quien está
obligado a amarlo (cf. Mt 5, 38-48; Lc 6, 27-35) y «hacerle el bien» (cf. Lc 6, 27.33.35),
socorriendo las necesidades de su vida con prontitud y sentido de gratuidad (cf. Lc 6,
3. RESONANCIA ANTE LO REFLEXIONADO
17
34-35). Culmen de este amor es la oración por el enemigo, mediante la cual
sintonizamos con el amor providente de Dios: «Pues yo les digo: Amen a sus enemigos
y rueguen por quienes les persigan, para que sean hijos de su Padre celestial, que
hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos » (Mt 5, 44-45;
cf. Lc 6, 28.35).8
Con la parábola del buen samaritano el Señor nos hace comprender que la compasión
es la actitud opuesta a la lástima. La compasión es la capacidad de dar algo nuestro, o
mejor dicho, la capacidad de entregarnos nosotros mismos buscando remediar el
sufrimiento o el padecimiento de nuestros hermanos. Y, si en caso no podemos
remediar, por lo menos, nos hacemos solidarios.
Con la pregunta que el maestro de la Ley hace a Jesús le complicó no solo su teología,
sino su vida. Y nosotros también, podemos preguntarnos si nos dejamos sorprender
por Dios.
Oremos con las exigencias del Evangelio, un terreno de ternura.
Es la hora donde intentamos actualizar el mensaje que hasta ahora hemos venido
rumiando, nada mejor que dejarnos orientar por una de las homilías del Papa
Francisco, apropiada para el momento.
“El Papa Francisco, en el Ángelus reflexiona sobre la perfección del amor cristiano: un
amor cuya única medida es no tener medida: el amor a Dios a través del amor al
prójimo”.9
8 Juan Pablo II: Carta Encíclica Evangelium Vitae, n.41.
9 Radio Vaticana: Palabras del Santo Padre en su alocución en italiano. Fecha: 2014-02-16
4. HABLEMOS DE COMPROMISO
18
Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de este domingo forma parte del llamado
"Sermón de la Montaña", la primera gran predicación
de Jesús. Hoy el tema es la actitud de Jesús con
respecto a la Ley judía. Él dice: "No piensen que vine
para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a
abolir, sino a dar cumplimiento” (Mateo 5,17). Así que
Jesús no quiere cancelar los mandamientos que el
Señor dio por medio de Moisés, sino que quiere
llevarlos a su plenitud. E inmediatamente después
añade que este "cumplimiento" de la Ley requiere una
justicia superior, una observancia más auténtica. Y de
hecho dice a sus discípulos: “Les aseguro que si la
justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y
fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos " (Mt
05,20).
¿Pero qué significa este "pleno cumplimiento" de la ley? ¿Y en qué consiste esta
justicia superior? El mismo Jesús nos responde con algunos ejemplos. Porque Jesús
era un hombre práctico, hablaba siempre con ejemplos para hacerse entender.
Comienza desde el quinto mandamiento del Decálogo: “Ustedes han oído que se dijo a
los antepasados: "No matarás"; pero yo les digo que todo aquel que se enoja contra su
hermano, merece ser condenado por un tribunal". (v. 21-22). Con esto, Jesús nos
recuerda que ¡también las palabras pueden matar, eh? Cuando se dice que una
persona tiene la lengua de serpiente, ¿qué quiere decir? Que sus palabras matan. Por
lo tanto, no sólo no se debe atentar contra la vida de los demás, sino tampoco derramar
sobre él el veneno de la ira y golpearlo con la calumnia. Ni hablar mal de él porque
llegamos a las habladurías: los chismes también pueden matar, ¡porque matan la
reputación de las personas! ¡Es muy feo chismear! Al principio puede, incluso, ser una
cosa agradable, divertida, como si fuera un caramelo. Pero al final, nos llena el corazón
de amargura, nos envenena también a nosotros. Pero les digo la verdad, ¿eh?
Estoy convencido de que si cada uno de nosotros hiciera el propósito de evitar los
chismes, ¡con el tiempo se convertiría en un santo! Éste es un hermoso camino.
¿Queremos llegar a ser santos, si o no? (Síiiiii), ¿Queremos vivir “cantaleteando” como
de costumbre, si o no? (Noooo). Entonces estamos de acuerdo: ¡basta con los
chismes!
Jesús propone a los que siguen la perfección del amor: un amor cuya única medida es
no tener medida, ir más allá de todo cálculo. El amor al prójimo es una actitud tan
fundamental que Jesús llega a afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser
19
sincera si no queremos hacer la paz con el prójimo. Y dice así: “Por lo tanto, si al
presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja
contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, y ve antes a reconciliarte con tu hermano”. (v.23-
24). Por esto estamos llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos antes de
mostrar nuestra devoción al Señor en la oración.
De todo esto queda claro que Jesús no da importancia sólo a la observancia disciplinar
y a la conducta externa. Él va a la raíz de la Ley, centrándose especialmente en la
intención y por tanto en el corazón humano, donde se originan nuestras acciones
buenas o malas. Para obtener un comportamiento bueno y honesto no son suficientes
las normas jurídicas, sino que son necesarias motivaciones profundas, expresión de
una sabiduría oculta, la Sabiduría de Dios, que se pueden recibir gracias al Espíritu
Santo. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del
Espíritu, que nos permite vivir el amor divino.
A la luz de esta enseñanza, todos los mandamientos revelan su pleno significado como
una exigencia de amor, y todos se reúnen en el gran mandamiento: amar a Dios con
todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo. (Luego de la oración mariana el Santo
Padre dice):
Saludo con afecto a todos los romanos y los peregrinos presentes, las familias, las
parroquias, los jóvenes de tantos países del mundo.
Cada uno de nosotros hacemos la parábola. Cuando Jesús menciona “salteadores”,
“sacerdote”, “levita”, “herido”, “samaritano”, también está pronunciando el nombre de
cada uno de nosotros. Mi nombre y mi vida están escritos en el evangelio.
El mismo Jesús nos dice a cada uno: “Vete y haz tú lo mismo”. Jesús usa dos verbos
que indican movimiento: vete y haz. Andar y hacer. El maestro que cuestiona a Jesús
solo demuestra que quiere saber. Al final se encuentra con que hay algo por hacer.
Conjugar el verbo “hacer” es una encomienda exigente. El conocimiento es inseparable
de la praxis.
Jesús le dice al maestro: vete y haz tú lo mismo. No le dice: vete enseña a la gente lo
que yo te he enseñado. Sino que lo invita a la acción que antes hiciera el samaritano.
Hábilmente Jesús ha cambiado la pregunta de su interlocutor. No se ha limitado a
responder ¿quién es mi prójimo?, sino que ha insistido en enseñar ¿qué debo hacer
para ser prójimo de los demás? El Evangelio no se lee solo para conocer a Jesús, sino
para seguirle. No por casualidad dice san Agustín: Predica el día entero y de vez en
cuando di alguna cosa.
El prójimo se hace próximo. Amar quiere decir abolir las distancias, incluyendo las
interiores. Para acercarse hay que salir fuera de nosotros mismos. Romper el
20
caparazón del propio egoísmo, ir contra nuestro bienestar particular. El único título del
prójimo es la necesidad.
En algunas ocasiones desaprovechamos oportunidades maravillosas para acercarnos,
y no vuelven. Podemos preguntarnos: ¿qué me distrae? ¿Cuántas esperas he
defraudado? ¿Qué necesito para empezar a ser diferente?
El comportamiento con relación al otro está determinado por mi modo de verlo. Cuando
miro, cómo lo hago: ¿con la mirada de Dios? El sufrimiento o la necesidad de las
demás personas ¿me impulsan a bajar de la cabalgadura. De Dios no se habla
directamente en la parábola, mas está hecho COMPASIÓN. Es la presencia de Dios en
el corazón humano quien mueve a la acción solidaria.
“Ve y haz lo mismo”. La parábola define la vocación del ser humano para amar a Dios
con la totalidad de su ser y amar al prójimo como a sí.
Como consideraciones finales queremos resumir toda esta experiencia con las
palabras del Papa Francisco en la Exhortación Apostólica EvangeliiGaudium, n.179:
Esta inseparable conexión entre la recepción del anuncio salvífico y un efectivo amor
fraterno está expresada en algunos textos de las Escrituras que conviene considerar y
meditar detenidamente para extraer de ellos todas sus consecuencias. Es un mensaje
al cual frecuentemente nos acostumbramos, lo repetimos casi mecánicamente, pero no
nos aseguramos de que tenga una real incidencia en nuestras vidas y en nuestras
comunidades. ¡Qué peligroso y qué dañino es este acostumbramiento que nos lleva a
perder el asombro, la cautivación, el entusiasmo por vivir el Evangelio de la fraternidad
y la justicia! La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente
prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros: «Lo que hicisteis a uno de
estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a mí» (Mt 25,40). Lo que hagamos
con los demás tiene una dimensión trascendente: «Con la medida con que midáis, se
os medirá» (Mt 7,2); y responde a la misericordia divina con nosotros: «Sed
compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados; no
condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará
[…] Con la medida con que midáis, se os medirá» (Lc 6,36-38). Lo que expresan estos
textos es la absoluta prioridad de la «salida de sí hacia el hermano» como uno de los
dos mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro
para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual.
21
Anexo:
Punto de partida
Preparamos un ambiente adecuado con ilustraciones familiarizadas con la
parábola.
MOTIVACIÓN
Iniciemos, a la Luz del Espíritu Santo, este camino orante mediante una Lectio Divina,
que nos lleve a una aproximación sincera y transparente con texto bíblico, de manera
que nos revele caminos de salvación. Dicha lectura cuenta con 4 pasos:
I. Lectura: ¿qué dice el texto? (Lc 10,25-37), II. Meditación: ¿qué nos dice el texto?, III. Oración: ¿qué nos hace decir el texto, IV. Contemplación: ¿qué nos hace vivir el texto?
Iniciamos con una oración y luego una canción
ORACIÓN: Salmo 30 (29).
Antífona: te ensalzaré, Señor, porque me has librado (bis).
Acción de gracias después de un peligro de muerte
2 Yo te ensalzo, Yahveh, porque me has levantado;
no dejaste reírse de mí a mis enemigos.
3 Yahveh, Dios mío, clamé a ti y me sanaste.
4 Tú has sacado, Yahveh, mi alma del seol,
me has recobrado de entre los que bajan a la fosa.
5 Salmodiad a Yahveh los que le amáis,
alabad su memoria sagrada.
6 De un instante es su cólera,
de toda una vida su favor;
por la tarde visita de lágrimas,
por la mañana gritos de alborozo.
Sugerencias para preparar una Lectio Divina sobre la parábola
22
7 Y yo en mi paz decía: «Jamás vacilaré.»
8 Yahveh, tu favor me afianzaba sobre fuertes montañas;
más retiras tu rostro y ya estoy conturbado.
9 A tí clamo, Yahveh, a mi Dios piedad imploro:
10 ¿Qué ganancia en mi sangre, en que baje a la fosa?
¿Puede alabarte el polvo, anunciar tu verdad?
11 ¡Escucha, Yahveh, y ten piedad de mí!
¡Sé tú, Yahveh, mi auxilio!
12 Has trocado mi lamento en una danza,
me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría
13 mi corazón por eso te salmodiará sin tregua;
Yahveh, Dios mío, te alabaré por siempre.
CANTO
Cuando el pobre nada tiene y aún reparte, cuando alguien pasa sed y agua nos da, cuando el débil a su hermano fortalece, va Dios mismo en nuestro mismo caminar, va Dios mismo en nuestro mismo caminar.
Cuando alguien sufre y logra su consuelo, cuando espera y no se cansa de esperar, cuando amamos aunque el odio nos rodee, va Dios mismo en nuestro mismo caminar, va Dios mismo en nuestro mismo caminar.
Cuando crece la alegría y nos inunda, cuando dicen nuestros labios la verdad, cuando amamos el sentir de los sencillos, va Dios mismo en nuestro mismo caminar, va Dios mismo en nuestro mismo caminar.
Cuando abunda el bien y llena los hogares, cuando alguien donde hay guerra pone paz,
23
cuando «hermano» le llamamos al extraño, va Dios mismo en nuestro mismo caminar, va Dios mismo en nuestro mismo caminar.
Para el primer paso de la Lectio Divina, la lectura, se sugiere tener en cuenta:
Hacer una lectura del texto reposada, minuciosa, repetidas veces. Enterarnos de lo que dice el texto. Observar la composición del texto: partes, temas, estilo, personajes,
símbolos, roles, palabras, acciones, verbos, contrastes... Identificar el lugar o lugares donde ocurre la escena, situarla en una
sociedad específica. Señalar el contexto y destinatarios del texto. Considerar los objetivos del autor y el género literario que utiliza.
Luego de una lectura atenta sobre nuestro objeto de atención (Lc 10,25-37), pasamos a
un segundo momento, la meditación.
I. LECTURA: ¿QUÉ DICE EL TEXTO?
Para compartir:
1. ¿En qué situación narra Jesús esta parábola? 2. ¿Cuáles escenas se distinguen en el texto? 3. ¿Cuáles son los verbos que se destacan? ¿Cuál llama más mi
atención? 4. ¿Cuál es la frase más significativa para mí?
24
En la meditación consideramos los siguientes elementos:
Reflexionar sobre los valores contenidos en el texto para cada lector. Extraer y apropiarse del mensaje. Experimentar los diversos sentimientos que provoca la parábola. Situarse ante esos sentimientos y valores: ¿me veo reflejado? Rumiar, dialogar con el mensaje aplicándolo a la propia vida. Practicar la meditación hasta llegar a la oración.
Después de la meditación nos aproximamos al momento de la oración.
Ofrecemos algunas pautas:
La oración es la primera plegaria que nace de la meditación. Es la respuesta particular que cada lector da al mensaje que ha emanado de la
Sagrada Escritura. La oración establece el diálogo con Dios. Es resonancia a lo que se ha leído y meditado.
Para compartir:
Conversar sobre la actitud del sacerdote, del levita y del samaritano. ¿Cómo reaccionan ante la persona herida? ¿Por qué actúan así? ¿En cuáles momentos yo mismo actúo como sacerdote o como levita y
cuándo soy samaritano? ¿A quién tengo que tratar como prójimo? ¿Dónde está el límite de mi compasión? ¿Estás dispuesto a dejarte socorrer por algún enemigo? ¿Qué significa: ponerse en camino y hacerse prójimo de los demás?
II. MEDITACIÓN: ¿QUÉ NOS DICE EL TEXTO?
III. ORACIÓN: ¿QUÉ NOS HACE DECIR EL TEXTO?
25
Entra en juego el corazón, los sentimientos y el llamado fuerte a la humildad.
Después de los pasos anteriores, llega el momento del puente hermenéutico o de la
actualización.
En este paso se destaca:
Silencio interior. Dejar que Dios nos hable y envíe. Identificar como todo lo anterior me lleva a una transformación cada vez más
fructífera en mi vida. Se trata del compromiso cristiano.
IV. CONTEMPLACIÓN: ¿QUÉ NOS HACE VIVIR EL TEXTO?
Para compartir:
¿Puedo orar desde mis heridas? ¿Cómo me acerco a las heridas de los demás? ¿Pierdo el ritmo de oración al bajar de la cabalgadura ante alguna
necesidad? ¿En qué utilizo mi vino y mi aceite? ¿En qué gasto los jornales de mi existencia? ¿En qué se consumen mi tiempo y mis energías? ¿Mis manos están lista para cuidad? ¿Me dejo cuidar?
Para compartir:
¿Cuáles son los elementos que constituyen la esencia de la
caridad cristiana y eclesial?
¿Qué se ha quedado conmigo, para hacerlo vida, a partir de esta
reflexión?
¿Qué descubierto de mí mismo para dar a los demás?
¿Cuáles son las preguntas que me quedan para hacerle a Jesús y
a mis hermanos?
26
Concluir de forma creativa según lo amerite la realidad comunitaria.
Bibliografía consultada y utilizada:
ACEBO, Isabel, Lucas, Navarra, Verbo Divino, 2008.
BALZ, Horst y SCHNEIDER, Gerhard, Diccionario exegético del Nuevo Testamento,
vol.1-2, Salamanca, Sígueme, 2005.
COENEN, L., BEYREUTHER, E. Y BIETENHARD, H., Diccionario teológico del Nuevo
Testamento, vol.1-2, Salamanca, Sígueme, 2012.
CROSSAN, John Dominic, El poder de las parábolas, Madrid, PPC Editorial, 2014.
DARDER, Francesc, Lucas, Evangelista de la ternura de Dios, Navarra, Verbo Divino,
1999.
GALARRETA, José Enrique, Para leer el Reino en Parábolas, Navarra, Verbo Divino,
2007.
HULTGREN, Arland, The parables of Jesus: a commentary, Michigan, B. Eerdmans
Publishing Co., 2000.
McKENZIE, John, Dicionário bíblico, São Paulo, Paulus, 2005.
PRONZATO, Alessandro, Las parábolas de Jesús en el Evangelio de Lucas,
Salamanca, Sígueme, 2003.
SCHOLZ, Vilson, Novo Testamento interlinear Grego-Portugues, São Paulo, Sociedade
Bíblica do Brasil, 2004.
Documentos de La Iglesia
Carta Encíclica Deus Caritas Est, Papa Benedicto XVI. Carta Encíclica Evangelium Vitae, Papa Juan Pablo II. Carta Encíclica Veritatis Splendor, Papa Juan Pablo II. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, Papa Francisco. Documento de Puebla (III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano).