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Tapa deTres paises, tres rios, tres historias de una...

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La familia Gassmann cuenta en su haber valiosos testimonios escritos por el abuelo Nicolás. Entusiasta, como pocos, dejó su tierra natal para buscar un mejor porvenir para los suyos. En sus Crónicas se revelan las motivaciones del largo viaje y el coraje, en sus decisiones de líder, para emprender la aventura hacia el Plata.

Su hijo Nicolás nos ha legado en sus páginas sus sentimientos en los momentos que dejaban sus más cálidos afectos allá en el lejano Volga:

"Quien nunca abandonó su vieja patria, quien por última vez estrecha las manos de sus padres, de sus abuelos, de sus queridos hermanos, siente que el corazón se le desgarra sin poder contener las lágrimas. Quien no ha tenido esa experiencia no sabe lo que significa semejante despedida".

Nuestra única intención es dar vida a estas historias, impregnarlas de sentimiento y hacerlas conocer. Si logramos algunos de estos objetivos estaremos muy satisfechos.

Mario Gassmann s.c. INDICE

1. A modo de prólogo --------------------------------------------------------- Pág. 3 2. Primera parte : “Historia del peregrinar de un pueblo” --------------- Pág. 4 3. Segunda parte: “Valle María tu nombre, Mariental tu espíritu”----- Pág. 35 4. Tercera parte: “Historias para no olvidar” ----------------------------- Pág. 47 5. ANEXOS: 1. “Un viaje cultural al lejano Chaco” -------------------- Pág. 56 2.. “Una calle para Nicolás” -------------------------------- Pág. 76

6. Despedida: “Plantemos un árbol” ------------------------------------------ Pág. 86

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A MODO DE PRÓLOGO

1762 - ALEMANIA La guerra todo lo ha destruido. Ya no te ata el agitado RHIN.

Los bosques y prados no te detienen. Abandonaste tu historia, tu patria por una promesa.

1765 - RUSIA.

Las aguas de la Madre VOLGA te llevaron corriente abajo hasta un desierto de estepa.

Clavaste con ahínco el arado y se convirtió en pradera y el rubio trigo se transformó en rico pan en tu mesa.

La soledad, el frío y los salvajes no te asustaron. En Cristo y María siempre confiaste.

Tu familia fue bendecida con creciente generosidad. Han pasado ya cien años y el dolor te jugó una nueva partida.

Viendo que el peligro se cernía sobre tu familia, nuevamente decidiste partir.

El tren hizo desandar el centenario camino y Alemania te recibió extraña, indiferente.

No te detuviste.

1878 - ARGENTINA: Cruzaste mares y océanos hacia el sur, hacia América

La Providencia sorteó el Brasil y el Plata te abrazó como a tantos inmigrantes.

Un viejo barco remontó por el grandioso PARANÁ; nuevamente clavaste con ahínco el arado

y el rubio trigo se transformó en rico pan en tu mesa.

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PRIMERA PARTE

HISTORIA DEL PEREGRINAR DE UN PUEBLO

1. VÍSPERAS DE UN LARGO VIAJE

La torre de la Iglesia de Ulm se alzaba imponente en ese atardecer de invierno de 1765. Los parroquianos, reunidos de distintas aldeas de la comarca, cuando el reloj del campanario señalaba las siete de la tarde, empezaron a marcharse sigilosamente, desde el templo, a sus respectivas granjas.

Juan Gassmann, joven de 25 años, no tardó mucho en llegar a casa. Su esposa, Ana María, lo esperaba con un plato caliente. En el rostro del marido se adivinaba la decisión tomada entre todos: abandonar la patria.

No quedaba otra solución. La región del centro y sur de Alemania se encontraba destruida por la guerra. Las tropas de cada uno de los pequeños reinos que la rodeaban les arrebataban a los campesinos sus magras cosechas. El forzoso reclutamiento de hombres para la guerra les dejaba a su suerte para que el hambre y la miseria consumiera los despojos de sus seres más queridos.

El sacerdote, en secreto, los había reunido para darles a conocer un «Manifiesto» que llegaba de la lejana Rusia con formales promesas de paz y prosperidad.

El Imperio Ruso era gobernado por la Zarina alemana, Catalina II «La Grande». Había subido al trono ante la muerte de su esposo, el Zar Pedro III.

En los comienzos de su reinado tuvo la visión de civilizar las dilatadas regiones del sur ruso, surcadas por el río Volga. Esas tierras vírgenes y deshabitadas, resultaban ser un refugio de desertores del ejército, siervos, fugitivos y tribus nómadas.

Era preciso poblarlas y frenar el avance de las hordas del centro asiático. Con el fin de conseguir colonos lanzó ese Manifiesto, en secreto, en la Europa central. En el mismo se describían enormes ventajas para emigrar: respeto por la religión, por el idioma y la educación; excepción del servicio militar; entrega de tierras y herramientas.

Juan y sus compañeros escuchaban con atención al cura. Este buen sacerdote consideraba que debían partir para buscar paz y trabajo y un mejor futuro para sus hijos. Confiaba en estos hombres de iniciativa y coraje para emprender semejante empresa.

Ana María estaba decidida a buscar nuevos horizontes. Sabía lo difícil que resultaba un adiós definitivo pero no conocía otro camino mejor: el Volga los esperaba. Juan y Paulina, de 3 y 2 años respectivamente, eran muy chicos para comprender lo que estaba sucediendo a su alrededor y su madre no sabía explicárselos.

Los preparativos, en cada hogar, se hicieron con suma rapidez. Era poco lo que tenían. La pobreza se había comido hasta los últimos ahorros y en los baúles sólo cabían ilusiones y esperanzas de un futuro mejor.

En una pequeña gruta de la Virgen Marienthal, en las afueras de Ulm, se reunieron los viajeros con sus respectivas familias.

El sacerdote les dio la bendición y, con lágrimas en los ojos, abrazó a cada uno de sus aventureros y los dejó partir, en silencio, hacia el norte, en busca del Mar Báltico.

Según las Crónicas de la familia Gassmann, Juan (Johann), nuestro ancestro, se reúne con los

aldeanos en Ulm (Wüttenberg) y parten hacia Rusia en el año 1765. Juan, según el árbol genealógico de la familia, habría nacido hacia 1739. Podemos imaginar a Juan, con 25 años de edad, y a su joven

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esposa, Ana María, partir hacia las dilatadas tierras del Volga soñando con una nueva patria para ellos y sus hijos. El campanario de la Iglesia protestante de Ulm es el más alto del mundo (161,60 m) y fue terminado en 1890.

2. RUMBO AL VOLGA Hacían diez largos meses que habían partido de su patria. Era un día de intenso calor. Desnutridos y agotados, los viajeros ven pasar las

horas, mientras el lanchón desciende por las agitadas aguas del Volga. El celeste cielo se corta en las colinas circundantes.

Ya están próximos a Saratov, para iniciar el último tramo de un viaje interminable. El silencio se hace sentir. En la retina de todos se ha grabado a fuego cada momento vivido.

¡Cómo no recordar la llegada al puerto de Oranienbarum (Lomonosov), en las mismas puertas de la capital rusa, San Petersburgo, después de un agotador viaje desde Ulm!.

Semanas después, en rústicos e incómodos carretones, formando largas columnas devoraron enormes distancias de camino.

En verano la temperatura fue sofocante. El largo, cruel e insoportable invierno, los obligaba a detenerse en las aldeas rurales de los hospitalarios y desaliñados rusos y convivir con ellos y sus animales domésticos, en grandes habitaciones.

Los dramas y las tristezas se notaban en sus rostros mientras el tiempo transcurría. Unos vieron perder a sus ancianos padres. Otros, la muerte de uno de sus pequeños hijos. El clima y la falta de alimentos había calado muy hondo en todos. El sufrimiento de este pueblo quedó marcado por las silenciosas cruces que quedaron en el camino, a través de la inmensidad rusa.

Junto a un vetusto tonel del barco, los niños Juan y Paulina, dormitan plácidamente mientras son observados por su madre. El viaje los ha cambiado mucho. Ya no son esos chicos lozanos y alegres que los abuelos despidieron con gran dolor en Ulm. A pesar de todo, están bien y es un consuelo para Juan y Ana María.

Ir al Lejano Volga, ante la enorme distancia (3.000 Km), debió ser muy doloroso y muchos, especialmente ancianos y niños, quedaron en el camino como testigos mudos de tanto sacrificio. Más de 30.000 personas, desde 1763, llegaron al Volga.

3. ESTEPA Y DESOLACIÓN

El lanchón se detuvo por unos momentos en el muelle de Saratov y cruzó

después a la orilla izquierda. Allí todos descendieron. "Nuevamente otros viejos carros avanzaban por una región desértico e inhóspito,

sin árboles, sin pastos, sin flores. Sólo, ante sus ojos incrédulos, veían un cielo azul que se recortaba en un horizonte de estepa"1.

Todos se miraron. ¡Habían llegado! Pero ¿dónde?. Junto al arroyo Carman y frente a unas pequeñas lomas, que se alzaban hacia el este, la caravana se detuvo.

De inmediato plantaron una cruz y, elevando los ojos a Dios, le confiaron suplicantes su porvenir.

1 Pop – Dening Pág. 8

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Pfannenstiel, fue el primer nombre de la aldea. Era el 25 de mayo de 1766. Marienthal se llamó después. Con ayuda de unos alemanes llegados a la primera hora pusieron manos a la

obra. No había mucho tiempo y el invierno, largo y cruel, los apuraba. Ante la falta de madera, los más, para construir sus casas buscaron el calor del vientre de la tierra, como muchos lugareños.

La presencia de nuestros alemanes se denotaba en los montículos de tierra y en algunos ranchos en la desolada región, durante ese primer y cruel invierno.

Aquellos valientes hombres y mujeres, con trabajos y también con lágrimas, abrieron los surcos del progreso en esos parajes alejados de toda civilización.

4. DRAMA DE UN DESHIELO Habían pasado ya unos meses en el Volga. Formaban parte de los primeros habitantes de esas lejanas tierras y debían pagar

el derecho de piso frente a un clima y un país muy distinto y desconocido. El largo y cruel invierno se fue alejando y la suave primavera hizo su lenta

aparición. La nieve se fue derritiendo y fluía hacia el arroyo. Cada día sus aguas crecían

más y más. Los aldeanos comenzaron a preocuparse. Sin embargo nada hacía prever de un peligro inmediato. Estamos a fines de abril.

La cueva que albergaba a Juan y a su familia era muy amplia: una sola habitación de seis por cuatro y tres de profundidad. El techo, sostenido por tirantes y ramas, estaba cubierto por la tierra extraída y, como puerta, unos maderos.

Oscureció rápidamente. Después de una cena frugal, se fueron a dormir. Para mantener caldeado el ambiente, el hombre dispuso unos leños en el horno. Ana acostaba a los niños haciéndoles rezar previamente y entonando algunas canciones de cuna.

Ya acostados, en el silencio de la noche, el matrimonio susurraba ambiciosos planes y soñaba con un primer hijo en la nueva patria.

De repente la noche se transformó en un horror. Las gélidas aguas del arroyo salieron de su cauce inundando las cuevas que albergaban a los desprevenidos habitantes y la desesperación por salvarse se transformó en un infierno.

Juan y Ana apenas tuvieron tiempo para alzar a sus aterrados hijos y salir con titánico esfuerzo, arrastrándose, hacia la superficie, a través del lodo y las frías aguas en un mar oscuro. Atrás dejaban sepultados los pocos lazos de su Alemania muy lejana.

Las primeras y únicas lágrimas de un hombre curtido por tantos sacrificios, abrazando a su familia, fueron conmovedores. Una vez más continuaban unidos, pero ¿hasta cuándo habrían de seguir las desventuras?

Muchos pudieron salvar sus vidas esa noche perdiendo sus enseres y hasta sus objetos más preciados traídos desde el Rhin. Otros, la muerte los encontró durmiendo y jamás despertaron.

En la mañana del nuevo día, a pesar de la desolación y el dolor, el pueblo enfrentó su destino. En lo alto de la loma, rodeado de las turbulentas aguas del arroyo, todos, con lágrimas en los ojos, imploraron a María su protección.

Esta historia no corresponde con las Crónicas de la Familia Gassmann. Varias familias sufrieron la inundación de sus viviendas .Los habitantes de Marienthal debieron experimentar el vivir bajo tierra. Un siglo después aplicaron el mismo sistema de construcción presionando a las autoridades argentinas

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para que se les permitiera vivir en aldeas. Debido a este comportamiento, durante mucho tiempo, los vecinos denominaron a la aldea Valle María (Entre Ríos) “vizcachera”.

5. BUEN COMIENZO Muy pronto un nuevo espíritu empezó a reinar en la colonia. El buen tiempo

permitió organizar el poblado en un lugar más alto, siempre cerca del arroyo Carman. Se trazó una avenida principal ancha y varias calles transversales más estrechas.

Sobre la calle mayor se emplazó la futura iglesia y la escuela. Con mucho esfuerzo se construyeron las casas de familia. Ana denotaba felicidad viendo su pequeño ranchito de adobe de blanca cal,

recién pintado por sus manos, mientras sus hijos corren en el patio con otras criaturas y juegan con huesos de animales o con muñecas de trapo. Ya habrá tiempo para lograr mayores comodidades. Su familia ahora estaba bien y esperaban pacientes a su tercer hijo con el que sellarían su estada definitiva en estas latitudes.

La aldea, en poco tiempo, adquirió su propia fisonomía en la inhóspita estepa rusa.

Era el momento de arar las tierras vírgenes y conseguir el alimento antes del siguiente invierno.

Muy pocos eran labradores de profesión. Pero con la colaboración de los más experimentados, lentamente todos fueron adquiriendo, con voluntad y sacrificio, el manejo en la tarea rural.

Hacia mitad de abril comenzaron arando los campos cercanos a sus viviendas con el único medio de tracción: el caballo. De inmediato se sembró el trigo; luego, maíz y centeno. Y varios lotes con cebada para los animales.

La siembra llevaba todo el día, de sol a sol durante un mes. Era el trabajo de los hombres.

A mediados de mayo cada familia preparaba su quinta. A la par de Juan podemos ver a Ana, encinta, sembrando papas, cebollas y

verduras. Conocían muy bien el oficio. Contaban con poco tiempo. El lote no era más grande que las ilusiones, después de un día de trabajo en la tierra y en la espera de unos frutos lozanos.

La aldea se vio adornada con las primeras flores que aparecieron en los jardines de los frentes de cada casa.

Al llegar el atardecer, el descanso reparador era un bálsamo para nuestros sacrificados antepasados.

Pero... las noches, en ese primer verano, más bien eran cortas. Mientras, muy de madrugada, Ana ordeñaba las tres vacas lecheras, alimentaba una chancha preñada y algunas gallinas, Juan levantaba un pequeño establo cubierto, junto a la casa, con el fin de preservar del futuro frío invernal a un par de vacas, cabras y cerdos. Necesitaba de un espacio cerrado para esos animales.

Al mismo tiempo debió construir un depósito para guardar los granos, los fardos de pasto y hortalizas, y un galpón contiguo para reparar sus herramientas en invierno.

En esos primeros y difíciles años las tareas se llevaban a cabo ayudándose entre los vecinos. Gracias a la solidaridad entre los alemanes, salió el pueblo adelante.

Para completar la casa, Juan construyó, como sus vecinos, un sótano, junto a la cocina, con el objeto de almacenar los alimentos.

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Dicen las Crónicas que Juan, nuestro ancestro, estaba feliz. Vivía en una casa de campo con jardín y era amante de la caza. Pronto cultivó una quinta con verdura y algunos árboles frutales, en especial, una parra traída personalmente de Ulm.

6. ACONTECIMIENTOS FELICES

Otoño de 1767. Hacía muy poco tiempo que se habían radicado en el Volga.

Los signos del progreso llegaban a paso seguro. La cosecha pasada satisfizo a los aldeanos. Lentamente fueron acostumbrándose a la nueva vida emprendida en las praderas. Juan, amante de la caza, gozaba de paz y tranquilidad y trabajaba duramente.

Marienthal vivía un día especial. En la casa de la familia Gassmann reinaba un ambiente de fiesta. Varias de sus vecinas concurrieron a media mañana a participar de la alegría del nacimiento del cuarto hijo, el segundo nacido en el Volga. La tarea de la partera de la aldea había sido excelente.

Hacía unas horas que las campanas de la iglesia comunicaban la feliz noticia a la comunidad, especialmente los que estaban en el campo trabajando. Allí precisamente se encontraba Juan, quien concurrió, de inmediato, para compartir la alegría junto a su familia.

Juan Miguel, el niño recién nacido, dormía en el regazo de su madre mientras que Santiago, de sólo dos años, contemplaba a su hermanito desde su andador.

Aún faltaban Juan y Paulina. Eran muy chicos para ir a la escuela pero el maestro se había ofrecido a enseñar las primeras letras con los otros niños. Los resultados eran sorprendentes y el novel sacristán, muy piadoso y dedicado, gozaba en la colonia de un merecido prestigio.

Allí, en la Iglesia, fue la vecina a buscar a los niños, pues los reclamaba su madre.

Como era costumbre bautizar antes de los tres días a la nueva criatura, Juan aprovechó la oportunidad para pedir nuevamente a la familia Bernhardt, sus vecinos más cercanos, aceptaran ser los padrinos del recién nacido. Providencialmente, ambos, gustosos, se comprometieron a acompañarlo en sus necesidades futuras.

Cuando Juan y Ana María llegan al Volga tenían dos hijos pequeños: Juan y Paulina. En Rusia nacen dos hijos más: Santiago en 1765 y Juan Miguel en 1767. En las Crónicas se menciona a Santiago como ahijado de la familia Bernhardt.

7. LUGAR DE PAZ Y ORACIÓN

Los aldeanos, después del primer difícil año de permanencia en aquellas tierras ignotas, tenían como principal preocupación levantar la Iglesia del pueblo y ofrecer a Dios y a María, por esta causa, sus mejores esfuerzos.

El Padre Juan, polaco de nacimiento, era el principal animador y el más entusiasta ante un pueblo admirablemente emprendedor y religioso. Las paredes del templo comenzaron muy pronto a levantarse con el aporte y el esfuerzo de todos.

La Iglesia, más bien pequeña, lucía hermosa con su torre central. Sus campanas, allá en lo alto, eran el latido del corazón de esos aldeanos, que sabían distinguir desde muy lejos, según su tañido, los acontecimientos, tristes o alegres, de la colonia.

Era costumbre, en los primeros tiempos, convertir la sacristía en escuela con el fin de enseñar las primeras letras. El maestro - sacristán cumplía tan delicado y reconocido oficio.

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El bautismo de Juan Miguel congregó en la iglesia a los piadosos feligreses, que acompañaron a los padrinos en su compromiso de fidelidad y guía.

Para este pueblo el bautismo era una buena oportunidad de celebración. Cada familia aportó unos ricos platos tradicionales. Y, al finalizar, los clásicos

cantos traídos del lejano Rhin pusieron su sello de alegría.

8. MALONES ASIÁTICOS Tras ardua tarea, Ana María ha preparado con lo mejor que tiene a sus cuatro

hijos para participar del oficio religioso. La niña lucía un largo vestido de color marrón claro, con ruedo, y un pañuelo bordado con adornos y flecos que apenas cubría sus largas trenzas. Los niños, una camisa sin cuello y un saco, largo y abrigado, con piel de oveja, todo cerrado. Así era en las fiestas.

Ese domingo amaneció hermoso y desde temprano se vio a la gente caminando hacia la Iglesia.

La religiosidad de las aldeas volguenses se respetaba con suma rigidez, especialmente la observancia del domingo y las fiestas. En la vida cotidiana nunca faltaba la oración de la mañana, de la noche, antes y después de comer y el rezo del Ángelus con el toque de las campanas, deteniendo las faenas del campo.

Estamos en primavera, a principios de abril de 1774. Al fondo de la calle, cruzando el puente del arroyo Caraman, llegaban varias familias en carro. Eran de una aldea vecina, que desde muy temprano venían a Misa.

Más atrás, por entre las suaves lomas del naciente, se levantaba una tenue polvareda, como si se acercaran unos jinetes al galope. Nadie les prestó atención.

El Padre Juan dio comienzo a la Santa Misa con el toque de las campanas. Todos estaban presentes.

Muy pronto el templo se llenó de la suave música religiosa que este pueblo labriego supo cultivar en todas las colonias del Volga.

Mientras tanto, afuera, se preparaba una pesadilla terrorífica que jamás nuestros alemanes soñarían. Eran los Quirguises, tártaros del Asia Central, sobrevivientes de las hordas de mongoles, sanguinarios, ladrones y vengativos.

En el momento en que el sacerdote iniciaba su sermón desde el púlpito, estos hombres primitivos, lanzando gritos salvajes, hicieron su aparición violenta desde el fondo de la Iglesia. Unos se dedicaron al saqueo; los más comenzaron a enlazar del cuello a los hombres. El buen Padre, habiendo permanecido atónito junto al altar, también fue cruelmente enlazado.

Los arrastraron como animales fuera del templo y, atados con cuerdas a los caballos, se alejaron del pueblo entre los gritos y el polvo.

Ana María corrió hacia la calle en busca de su marido. Sus hijos, aferrados a su larga pollera, corrían aterrados junto a su madre. Juan, como todos, no pudo ni supo intervenir en defensa de los prisioneros y los vio partir.

El miedo y la desesperación cundió en la aldea. Impotentes vieron cómo su sacerdote y un grupo de padres de familias, eran llevados brutalmente a lo desconocido, a la esclavitud. ¡Cuánto dolor y cuántos lamentos por la desaparición o la muerte del padre, de la madre o de un hijo!

Ese mismo día varias aldeas sufrieron el mismo azote. Los alemanes, que llegaron al Volga en busca de paz y trabajo, fueron

miserablemente engañados. Debieron frenar el avance de estas sanguinarias hordas de Quirguises, que, junto con las bandas de ladrones que asaltaban los caminos, se

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arrogaban la titularidad de las inmensas estepas rusas. Nuestra gente pagaba un duro derecho por esas tierras.

Sólo una raza que funda su esperanza en Dios, pudo salir adelante, acrisolada en el dolor y el sacrificio.

Marienthal fue invadida por los Quirguises en abril y agosto de 1774. Estos hechos marcaron

profundamente en el alma de nuestros aldeanos.

9. FIESTA DE LA ASUNCIÓN Entre las colonias se organizó, con mucho entusiasmo, un grupo de rescate. Se

reclutaron 150 hombres. Sin armas adecuadas, sin organización, sin experiencia partieron hacia el este. Pronto se produjo el encuentro. Los gritos de guerra y el aspecto salvaje de la horda los amedrentó. Derrotados los campesinos, los sanguinarios Quirguises se ensañaron con estos pobres aldeanos. Los atroces tormentos dejaron a muchos sin vida y los cadáveres quedaron esparcidos por la estepa para comida de las aves de rapiña.

No contentos con el botín, los salvajes siguieron merodeando, arrastrando tras sí a los cautivos que, atados con cuerdas, debieron sufrir el hambre y el frío en sus lacerados cuerpos.

Era el día 15 de agosto de 1774. Madrugada en las estepas. Hay una pequeña brisa, en esa fría mañana, proveniente del oeste. Los

prisioneros, atados de pies y manos, ven pasar su triste y dolorosa noche iluminados por las estrellas. Nada pueden hacer, sólo sufrir.

Al amanecer reinician la marcha. El velo de la noche daba lento paso a la tenue luz del nuevo día. Era muy temprano y sólo se ve a unos pocos pasos. Una densa neblina comenzó a cubrir la tierra. Los salvajes acechan. El Kan, jefe del grupo, para llegarse a las aldeas se dirige a los prisioneros pidiendo la correcta orientación. Ellos, por no querer delatar a sus hermanos de Marienthal, la aldea más próxima, señalaron la dirección contraria.

Lamentablemente en ese momento se echan a vuelo las campanas de la iglesia para anunciar la Misa. Era la fiesta de la Asunción de María.

Los salvajes, dándose cuenta del engaño, tomaron cruel venganza de los prisioneros. Martirizaron hasta dejar sin vida a los responsables. De inmediato irrumpieron violentamente en la aldea. Los forajidos, con gritos amedrentadores, destruyeron o incendiaron lo que encontraban a su paso. Niños y ancianos caían decapitados. Todo lo consumía el fuego.

Nuevamente muchos hombres y mujeres fueron arrastrados y llevados prisioneros.

Los esposos Gassmann, con sus cuatro hijos, ingresaban al templo cuando las campanas anunciaban el comienzo de la Misa.

Los gritos salvajes que llegaban del exterior provocaron el desbande general. Juan, como muchos otros, inició la retirada de la familia. Abrazados por el

pánico llegaron a la puerta. En ese preciso instante un grupo de jinetes se interpuso, atropellándolos y enlazando hábilmente a la madre y a sus dos hijos mayores. Los más pequeños, desesperados, escaparon milagrosamente y desaparecieron en la oscuridad.

Juan, mientras tanto, intentó seguirlos. Era inútil. Desistió. Corrió en busca de una escopeta que tenía escondida bajo un arbusto en el jardín de su casa. Unos salvajes lo siguieron muy de cerca. No pudo llegar. Sus perseguidores pisaban sus talones. En

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alocada carrera penetró en el granero y subió a un altillo para esconderse entre la paja de trigo. Los salvajes, al no encontrarlo, perforaron con sus lanzas el pajar y se marcharon.

Al día siguiente, sus vecinos, hallaron en el establo una gran mancha de sangre que había caído del altillo. Juan, con tan solo 35 años, había muerto. Terminó su vida ofrendándola para mantener unida a su familia. No pudo lograrlo.

Marienthal, en una sola voz acongojada, elevó la Salve a María al final de la triste jornada: “a Ti suspirarnos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”

La presencia de los Quirquises dejó una huella muy profunda en nuestro pueblo y el horror tocó muy de cerca a muchas familias que guardaron en la memoria, por un largo tiempo, los nombres de sus seres queridos llegados a la esclavitud y que nunca más volvieron.

10. QUINCE AÑOS DESPUÉS

Estamos muy cerca de las fiestas de Navidad de 1789. Reina una profunda

calma en esa mañana invernal. La nieve cubre de color blanco el horizonte. Es muy temprano. La silueta de

dos personas se pierde en la distancia. Van en un trineo tirado por un caballo. En un bosquecito de cipreses se detienen. Un joven desciende y abre con fuerza

la puerta de hierro para ingresar al predio. El silencio del camposanto se interrumpe por un instante.

La dama marcha adelante adivinando el sendero cubierto de nieve. Su rostro está triste. Lleva un vestido largo de color negro, hecha, como era costumbre, por sus propias manos. Un chal del mismo tono cubre su cabeza y sus hombros. El color delata su reciente viudez.

Cruzan la gran Cruz central del cementerio y se desvían hacia la izquierda. Finalmente se detienen ante dos tumbas gemelas.

Hace frío. Una gorra de piel de oveja cubre la cabeza del muchacho. Un saco de lana, largo y grueso y abrochado hasta el cuello, lo defiende del frío. Viste, además, altas botas de cuero.

Con el paso del tiempo apenas se pueden leer en las rústicas cruces los nombres de los difuntos: «Ana María y Juan Gassmann».

En un momento se rompe el silencio. El apuesto muchacho, con visible congoja, pide a su madrina le recuerde la historia de sus progenitores. Ella no se hace rogar:

«Ana María era una buena mamá. Los quería muchísimo. Pero un día vinieron los salvajes de la estepa, a la salida de la iglesia. La tomaron prisionera, maltratándola cruelmente. También a dos de sus hijos, tus hermanos mayores. Juan, tu padre, quiso salvarlos pero lo mataron con una lanza».

El relato de esta buena dama se interrumpió un instante. En las mejillas del joven se deslizaban unas gruesas gotas, lágrimas de dolor.

Ya no sentían frío. Abrazando a su ahijado, prosiguió con su relato: “Poco después, un mayor alemán, con un pequeño y efectivo cuerpo de

soldados, redujo a los salvajes y Ana María fue salvada de la esclavitud y regresó al pueblo. Aquí supo que su esposo había muerto. Juan y Paulina, muy chicos e indefensos, nunca más regresaron. La profunda pena de tu madre aceleró el camino hacia el Padre».

Juan Miguel, abrazando a su madre adoptiva, con gran esfuerzo silabeó una oración ante la tumba de sus queridos padres y les prometió que su descendencia jamás

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olvidaría sus nombres, pues ambos supieron dar con su sangre el testimonio de amor de familia.

De inmediato regresaron a la aldea. Santiago, su hermano de sangre no pudo ir, estaba enfermo desde hacía unos días. Con la muerte de sus padres y la desaparición de sus hermanos mayores debieron crecer huérfanos, siempre bajo la protección de sus vecinos, padrinos de bautismo.

Sólo la Providencia sabrá la historia que escribieron en la esclavitud nuestros queridos antepasados: Juan y Paulina. El destierro fue su triste final.

En las Crónicas los relatos son dramáticos...< la persecución y los hechos abominables no

habían tenido fin>. Ana María de vuelta a la aldea, fallece poco después sin poder recuperarse del horror vivido al ver el trato que daban a sus hijos cautivos y a su esposo, muerto trágicamente. Santiago a los 27 años se casó con una viuda y tuvo tres hijos. Juan Miguel es nuestro ancestro.

11. HISTORIA DE AMOR

El verano es implacable. Falta el aire en ese mediodía de julio. El lento

revolotear de las mariposas multicolores acompaña al abrasador viento de las estepas. Un jinete que avanza al trote sobre un soberbio caballo blanco, corta el paisaje

ondulado. Absorto en sus pensamientos no distingue las negras columnas de humo que se alzan en el horizonte cercano.

Juan Miguel, joven de unos veinte años, regresa a la aldea Louis después de pasar unos días en su Marienthal natal. Con el permiso estatal, necesario en la época para desplazarse, ha podido participar de las largas fiestas celebradas con motivo del casamiento de su hermano Santiago.

Los rubios trigales anuncian tiempo de cosechas. Los segadores, inclinados sobre las maduras espigas, realizan su labor silenciosa. Los campos deben estar trillados antes de que lo impidan las tempraneras lluvias de otoño.

Mientras sus pensamientos juegan recordando los buenos momentos vividos en el casamiento, no puede dejar de pensar en la fatigosa tarea que le espera esa misma tarde, agregándose a los otros aldeanos, en los campos conocidos con el nombre de "la viuda Obholz".

La buena señora, ante la trágica muerte de Juan Obholz, su marido, en los primeros ataques de los Quirguises, heredó su riqueza floreciente en ganado, campos y galpones. Esto le permitía tener un buen pasar y educar con dedicación, a sus tres hijos ya adolescentes. Juan Miguel, hace dos años que está al frente de la próspera hacienda, desde su casamiento con la señora.

En un momento los pensamientos del joven se interrumpen; densas nubes de humo se desplazan en todo el frente y el fuego invade la aldea. Los campesinos abandonan la tarea, suben a sus carros y se lanzan en auxilio de sus familias.

Juan Miguel sujeta las riendas de su fogoso animal y observa, sólo un instante, desde lo alto de la loma, el dantesco espectáculo: el pueblo arrasado y todo reducido a cenizas. A lo lejos, el precipitado arreo de vacas, ovejas y caballos, es lo poco que algunos aldeanos, con coraje, intentan salvar.

Pensando en su mujer y en sus hijos, afloja las riendas del animal y desanda el camino en bajada. Al cruzar el puente del río Carman vuelve a detenerse. Allí encuentra a su señora sentada a la vera del camino, llorando sin consuelo. Los tres hijos, abrazados a su madre, muestran rostros de temor y desesperación. Ya nada tienen. Todo lo han perdido y sólo un par de bultos son los mudos testigos de tan cruel destino.

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Apeado, el muchacho se hace cargo de la escena de espanto, de amargura. Esa misma tarde con la mujer y los niños se marcha a Marienthal.

Vende su casa paterna y se asienta junto al arroyo en una pequeña loma. La humilde casa cobijará a sus hijos adoptivos hasta que se hiciesen hombres.

Su esposa le dio tres hermosos hijos más: Santiago, como su hermano, Juan Miguel, como él y Pedro, el más pequeño.

El Señor lo llevó a los 34 años. Sus seis hijos nunca olvidaron sus ejemplos como las flores no se olvidan de aparecer en cada primavera en la campiña volguense, aún hoy día.

Juan Miguel nació en 1767 y murió a los 34 años en 1801. Se casó a los veinte años con una viuda apellidada Obhols. De su matrimonio nacieron tres hijos: Santiago, Juan Miguel II y Pedro. Juan Miguel II es nuestro ancestro.

12. LA FAMILIA ANTE TODO

Estamos a orillas del arroyo. La primavera va lentamente apareciendo. Las flores silvestres, a fines de mayo, brotan por todas partes. Un suave perfume acompaña el día que culmina.

Una joven pareja, sentada en la verde pradera, contempla en silencio el atardecer. No hacen falta las palabras cuando las miradas se cruzan, cuando el amor es grande.

Un día antes el «casamentero» había logrado la aprobación de los padres para que se unieran en matrimonio.

Bárbara y Juan Miguel se prometen eterna fidelidad y un beso sincero ilumina las lomas del paisaje ruso y las aguas del arroyo se truecan en color azul, se hacen cielo.

Es la mañanita de un sábado de 1818. Las calles de Marienthal vibran en sones de fiesta, en cada carro adornado, en

las guirnaldas y las flores, en las coloridas prendas de las mujeres, en los jóvenes responsables de hacer ruido con la pólvora, en los habitantes que esperan frente a la Iglesia la llegada de la novia ataviada con su blanco vestido y perfume de rosa.

Unas horas después, los nuevos esposos son llevados a la fiesta, entre el ruido de pólvora y la algarabía general. Allí se congregan los aldeanos para expresar su alegría en las comidas, los bailes y los cantos. El acontecimiento se prolonga por días atendiendo las visitas.

Siempre el casamiento significó unos momentos de máximo regocijo. Todos colaboraban en la larga preparación. Era una necesidad participar. Las ricas comidas y los postres más surtidos endulzaban la larga fiesta.

Juan Werbach, el suegro, ha ampliado la casa para recibir a los recién casados. Así debía ser. Un nuevo “hijo” ha llegado al hogar. Y hasta que no se independicen formarán parte de la familia.

La vivienda es grande y aún hay lugar para los hijos que llegarán, si Dios lo permite. Y, como la mayor parte de las familias, siempre se esperan muchos descendientes.

La unidad de las familias, bendecidas con muchos hijos, y la confianza en Dios fueron los pilares que les permitieron crecer en la paz y consolidarla en el trabajo.

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Juan Miguel II - mismo nombre que su padre, nació en 1797. En 1818 se casó con Bárbara Werbach nacida en 1800 y se fue a vivir a la casa de su suegro.

13. PIEDRAS EN EL CAMINO

Es el día 6 de mayo de 1829. La comunidad de Marienthal vive una fiesta

especial. Se inicia la construcción de una nueva iglesia, más grande y el pueblo está presente. La que tienen actualmente es muy pequeña para tantos feligreses.

La construcción avanzó hasta que se amuraron las primeras ventanas. Una circunstancia hizo que la obra se detuviera.

Juan Miguel II, agricultor como su padre, casado con Bárbara desde 1818, se había ido a vivir a la casa de su suegro, Adam Werbach. Generoso en el trabajo, realizaba las tareas en el campo. Era padre de tres hijos: Elisabeth, Nicolás y Susana.

Cierta noche de verano de 1831 se escucharon unas fuertes palmadas en la oscuridad del patio de la familia Werbach. Silencio y preocupación había en el rostro de todos por las noticias que corrían en el pueblo. Estaban por sentarse a la mesa para saborear una rica sopa que Bárbara retiraba del fuego.

-¡Mala hora para visitas! - sentenció don Adam, sentado a la cabecera de la mesa, como debía ser, mientras se secaba sus gruesos bigotes amarillentos con la servilleta que le cubría el pecho y apartaba de su lado un sabroso chorizo casero, el último de la temporada.

Se levantó Juan Miguel II, abrió la puerta y a la luz tenue del candil descubrió la presencia del sacerdote del pueblo.

-¡Buenas noches, Padre! ¿Qué lo trae por aquí a estas horas? - saludó con una respetuosa reverencia, como era tradición en las aldeas.

-¡Buenos noches, amigo! - contestó el señor cura. Con pocas palabras invitó al joven a acompañarlo a la casa parroquial.

-¡Qué Dios los bendiga! - saludó el sacerdote a los moradores que se habían puesto respetuosamente de pie.

En el despacho se encontraron con el médico y algunos hombres del pueblo. Se había confirmado la noticia. Muchos ancianos y niños habían amanecido enfermos con los mismos síntomas y con el mismo grado de gravedad. Dos acababan de fallecer recién iniciada la noche. La epidemia, como temían, comenzaba a hacer sus estragos.

Pronto se pusieron de acuerdo para colaborar con el médico: unos visitando a las familias, previendo contagios, manteniendo el orden en la aldea y otros, con la penosa tarea de enterrar, de inmediato, a las víctimas.

En la agenda del Padre se leía: 18 de junio de 1831. La terrible epidemia destruía los hogares. Hubo días que fallecían 12, 14 y hasta

17 personas mayores, que fueron diariamente inhumadas. Frente a la grave situación de la epidemia la gente estaba desesperada; temían

morir todos. El equipo de voluntarios debió desarrollar una actividad muy intensa. Bárbara no podía disimular su preocupación. Sus hijos, pequeños, lo percibían. El día 4 de julio Juan Miguel II amaneció con una fiebre muy alta. Su suegro,

presuroso, se llegó hasta la iglesia en busca del señor cura. Rodeado de los suyos, fallecía a los 34 años. Dejaba en la soledad a su joven esposa con tres pequeños hijos.

El Padre Tulselwischz, un hombre de mucha fe, ante la desesperación de la gente, expuso el Santísimo Sacramento sobre el altar durante tres días y tres noches. Fueron días de vigilia y de oración en la que todos participaron. Al cabo de ellos cesó completamente la peste que asolaba el lugar.

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La epidemia duró en Marienthal 18 días. En este lapso murieron 87 personas. Cuando ya la cruel enfermedad hubo cesado, se derrumbó la vieja iglesia,

porque las paredes de la nueva ya estaban muy altas y circundaban a la vieja. Así, con los restos de la vieja iglesia, se construyó una pequeña ermita en la otra margen del río Carman, sobre una loma, en el monte, como recuerdo de las víctimas de la peste y que serviría de Iglesia hasta que la nueva se terminara.

El pueblo fue nuevamente convocado. Entre la multitud de aldeanos una dama de negro estaba de pie y abrazaba a tres pequeñas criaturas. Bárbara era su nombre. Bañada en lágrimas oraba en silencio por su fiel esposo fallecido.

Bárbara, desde el primer momento, impone un gran respeto, una profunda moral y un sincero amor a Dios en cada uno de sus tres hijos.

El día 14 de setiembre de 1834 se inauguraba la nueva iglesia. La advocación patronal se consagró a la “Asunción de María” que se conmemora el 15 de agosto.

El 6 de enero de 1833 se volvió a casar Bárbara con Juan Gross quien, como buen padre, supo querer a sus hijos adoptivos como propios.

Juan Miguel II, nuestro ancestro, muere a los 34 años. Bárbara fallece en 1872, es decir, antes

que su hijo Nicolás se marchara hacia América.De los siete hijos, sólo tres llegaron a grandes: Elisabeth, Nicolás, nuestro ancestro, y Susana.

Elisabeth se casó con Juan Ortmann y fue parte de la expedición hacia América. Susana se quedó en Rusia, se casó con Juan Hoffmann en la aldea Roleder.

Alguno de estos datos fueron extraídos de nuestra historia familiar. Juan Miguel II, murió muy joven. Su muerte coincidió con la peste que azotó la aldea. En las Crónicas no se habla de los motivos de su muerte.

14. AIRES DE PARTIDA

Desde hacía un tiempo llegaban a Marienthal voces de «adelantados» que traían

noticias con horizontes de bonanzas desde los Estados Unidos, Canadá y Brasil. “Era el 15 de octubre de 1877. El sol de otoño irradiaba sus últimos rayos sobre las aguas del río Carman e

iluminaba a la sobre poblada aldea de Marienthal. Un grupo de colonos entraba en la taberna de Josepf Feiz. Entre estos hombres

estaba Nicolás Gassmann y Juan Dening. Los animados comentarios sobre la marcha de los acontecimientos migratorios se sucedían en todos los ámbitos. Todos, o casi todos, estaban involucrados en ese tema y el riguroso invierno se les aproximaba. Entre copa y copa desmenuzaban el problema los héroes del día.

A eso de la medianoche entró en el local Pedro Salzmann. Juan Dening al verlo se le adelantó a todos con la pregunta:

- ¿De dónde vienes a esta hora? Algo importante debe haber ocurrido para que estés a estas horas aquí.

- ¡Claro que sí! - respondió Salzmann. - Sepan ustedes que esta noche regresó nuestro comisionado Maier desde Brasil…Ni bien me enteré fui a su casa y la encontré colmada de gente curiosa, incluso en el patio había tanta gente que perdí la esperanza de entrevistarlo o escuchar lo que decía. Por suerte el Señor Maier logró calmar a la gente y, subiéndose a un banco para que lo pudieran ver, logró imponer silencio y poder así hablar.

- “¡Mi querida gente! El gran Reino brasileño es un país muy fértil, muy apto para la agricultura… El gobierno brasileño nos ofrece los mejores campos de la provincia en las cercanías de la ciudad de Porto Alegre. Para el inicio, el gobierno nos facilita las semillas necesarias, la maquinaria agraria, los caballos, la necesaria

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manutención y nos da la vivienda. Naturalmente el colono deberá restituir estos adelantos en cómodas cuotas anuales… Entonces, mi querida gente, si estas condiciones les gustan y quieren viajar con nosotros, les diré que se apuren en transformar sus bienes en dinero para organizar el viaje… Por indecisos podemos llegar tarde. Piensen rápidamente qué les parece lo mejor”.

- ¡Viva Brasil! - aclamaban los presentes. Todos se fueron retirando para comunicar lo recién oído a los familiares y vecinos.

-¡Por Dios, Pedro! - dijo Gassmann. - Te mandaste esta noche un discurso de abogado. - ¡Tabernero, sírvale al orador otra copa! ¡Se lo ganó! Por eso camaradas, choquemos las copas por la salud y el bienestar de Peter Salzmann.

- ¡Salud y bienestar! - retumbaba en la ronda. - Mira - prosiguió Gassmann dirigiéndose a Salzmann, - ese ofrecimiento de

campos de parte del gobierno brasileño me viene “al pelo”, como para que lo desperdicie. Muchas veces medité sobre cómo podría dar las espaldas a esta Rusia, pero nunca encontré la oportunidad como la que nos ofrece ahora el gobierno brasileño con condiciones tan favorables”2

Muchos factores se unen para que el desánimo se manifieste visiblemente en las aldeas y coincidían con lo que Nicolás explicaba esa noche.

Últimamente las cosechas eran muy malas. La escasez de lluvias fue un castigo para los sufridos campesinos.

La obligación del servicio militar, una política de rusificación, especialmente en la cultura, impulsó a muchos a emigrar.

Los campos se habían subdividido en demasía, producto de un asombroso crecimiento de población. Hay una falta de planificación del gobierno impidiendo la expansión de territorios.

-“Entonces, escúchenme; - continúa Gassmann. - Si emigramos eludimos nosotros y nuestros hijos esta tragedia y de paso le hacemos un gran favor a los que se quedan. Nos lo agradecerán ellos, sus hijos, sus nietos.

-¡Nosotros emigraremos! ¡Viajaremos! - retumbaban en el espacio. ¡Gassmann tiene razón!

- ¡Choque esas copas y brindemos por la nueva patria!. - concluyó Nicolás ¡Viva Brasil!

- ¡¡¡Viva!!! - Repetían todos - Bueno, ahora déjennos ir a casa, - opinaba Dening. - El entusiasmo por Brasil

es otro motivo que nos induce hacia fines más elevados. Se estrecharon las manos en son de despedida, en la seguridad de haber vivido

una noche alegre e importante. En el camino a casa la luna llena les hizo una mirada “esquiva”… bueno... sí, en Brasil la verán desde otro ángulo”3

En muchas familias de Marienthal comenzó a fortalecerse la ilusión de una partida hacia una nueva patria.

Nicolás, fruto de la estricta educación de su madre Bárbara, ha sabido ganarse un profundo respeto entre sus hijos, yernos y nietos que conviven bajo un mismo techo. Es una familia numerosa, como tantas otras,

El 21 de junio de 1871 su quinto hijo, Pedro, de sólo dieciséis años, abandonó la aldea natal hacia los Estados Unidos, con el deseo de suerte y la bendición de sus padres.

Cinco años después, Nicolás ha tomado un camino similar. Reúne a sus hijos mayores y les anuncia la decisión de partir hacia el Brasil. Todos están de acuerdo. 2 Remembranzas págs. 9 al 11. 3 Remembranzas págs. 11 al 13.

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Convencido de las promesas de los «emisarios» llegados de Sudamérica, se dispone, junto a sus hijos, a vender los bienes y partir.

Estamos en 1877. La partida se fija para noviembre. La Providencia de Dios, con ayuda de los enviados del gobierno argentino bajo

la presidencia de Avellaneda, dispuso que el destino final de este grupo de inmigrantes no llegara a Brasil sino a Argentina.

Nicolás es nuestro ancestro. Nació en Marienthal el 8 de mayo de 1826. Quedó huérfano de

padre a los 5 años. A los 20 se casó - 3 de octubre de 1844 - con Ana María Kinderknecht nacida el 8 de setiembre de 1827. Se casaron y se fueron a vivir a la casa del suegro, don Pedro Kinderknecht durante siete años. Tuvieron doce hijos, todos nacidos en Rusia: Bárbara, Juan, Nicolás, Matías, José I, Pedro, Adán, Verónica, José, Elisabeth, Catalina y María Luisa. Bárbara y José I fallecieron niños. Matías es nuestro ancestro.

15. ADIÓS DEFINITIVO

La aldea natal ejerce sobre el hombre una atracción enorme. Si, además, lo que

se conoce es el trabajo del campo, la iglesia y las colonias vecinas, no es de extrañar lo afectivamente traumático que significaba abandonar la aldea para ir a remotas y desconocidas tierras.

Sólo un pueblo fuertemente unido podía enfrentar un nuevo desafío como lo había hecho sus abuelos de antaño.

Se viven en Marienthal momentos de partida, momentos muy tristes y pintorescos, a la vez.

“En veinte sitios distintos se remataban moblaje y herramientas. Ya en los primeros días los colonos más pudientes de las aldeas habían comprado para sus hijos las casas y predios de los emigrantes y, como aún quedaban muchos compradores más, los precios se mantenían altos. Los que compraban, en los remates: ropa de cama, muebles, maquinaria, herramienta, etc… los llevaban inmediatamente a sus domicilios; esto hacía que las calles de las aldeas asemejaran a una feria ambulante en plena acción comercial. Se veían muchachos rodando tambores, carros transportando grandes cerdos, una señora arreando una vaca lechera, con un ternerito, hacia su corral…” 4

Nicolás, con el constante apoyo de su esposa Ana María y de sus hijos, ha comenzado a vender los carros, arados, animales, campos heredados y otros comprados cerca de la aldea, los establos, galpones y herramientas. No era sólo vender sino desprenderse de lo más caro de la familia, de lo que costó sacrificios conseguirlo. Sencillamente era malvender.

Por último, le tocó a la preciada casa. Era una «gran casa» de 40 metros de largo. Con lágrimas en los ojos debieron desprenderse del hogar de sus antepasados en el que todos habían crecido.

¡Qué recuerdos debían encerrar sus paredes, sus habitaciones, su cocina y qué difícil resultó dejarla!. Era necesario hacerlo.

¡Qué dolor debió sufrir el niño regalando su perrito, el joven malvendiendo su caballo, la madre o el padre entregando la mesa o la cocina con todos sus recuerdos de comidas y sobremesas!.

Para el 10 de Noviembre todo estaba listo. Nicolás ha recaudado por la venta unos 3575 rublos. Es poco por todo lo entregado pero suficiente para el viaje de los diecisiete miembros de la familia Gassmann. 4 Gruter pág.46

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“Pocos días mas tarde las casas de los emigrantes estaban completamente vacías. A los que partían sólo les quedaba su equipaje como sitio donde sentarse o en casa de sus parientes, mientras sus casas vendidas iban siendo ocupadas por los nuevos dueños”. 5

El lunes 14 por la mañana toda la familia se reúne por última vez en la iglesia. El 13 se habían confesado. Participan de la Santa Misa para implorar al buen Dios y a su Santísima Madre su protección y la ayuda en tan largo y peligroso viaje.

Todo el pueblo está presente y se hace un nudo en la garganta de los aldeanos ante las palabras de despedida del sacerdote: «Viajen hermanos y hermanas, en nombre de Dios y que el santo arcángel Rafael sea el guía y protector durante el viaje. En la Patria Celestial esperamos vemos reunidos nuevamente».

"Cuántas madres de familia se arrodillaban por última vez ante el cuadro de la Madre Dolorosa y lentamente salían sin abandonar con la mirada la querida casa de Dios". 6

A la salida de la Iglesia el sacerdote bendijo a cada viajero, como hacía 100 años en Ulm, mientras el coro del templo entonaba canciones tan queridas que hacían vibrar sus recuerdos profundos. Un llanto general afloraba entre los que se iban y los que se quedaban. Era un adiós definitivo. AAssíí eerraa MMaarriieenntthhaall

Toda la familia, catorce mayores y cuatro niños, se trasladan a la casa de don Pedro Kinderknecht, suegro de Nicolás. Allí se sirve el último desayuno.

Mientras tanto Antonio, Juan, Pedro y José, todos hermanos de la abuela Ana María e hijos de don Pedro, han preparado los cuatro grandes carros con el equipaje.

Todo era tristeza, sollozos y silencio. Nadie se animaba a dar el primer paso en la despedida.

¡Cuántos interminables abrazos! ¡Cuántas lágrimas derramadas! Era un adiós para siempre. Y llegó la despedida final de lo que les era valioso y amado en el Volga, para

marchar hacia el Oeste, hacia América:

« Adiós, queridos hermanos y hermanas. Adiós, querida madre y amigos.

Adiós, querida y maravillosa iglesia. Por última vez te veo, Santísima Cruz sobre la torre.

Adiós, hermosa Marienthal.

Adiós, seres queridos que descansan bajo tierra. En vuestras tumbas ya no podremos rezar.

5 Gruter pág. 47. 6 Gruter pág.47

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Adiós, querida cruz, junto al camino. Tú eres la última cruz que veremos entre los prados.

Alabado sea Jesucristo. Amen.». “Entonces nuestro anciano padre hizo la señal de la cruz y rezó tres

Padrenuestros, tres Avemarías y tres Glorias" 7 VViiaajjee ddee ddeessppeeddiiddaa hhaacciiaa ee ll VVoollggaa…… ppaarraa ss iieemmpprree

Todos acompañaron en el rezo, con sus ojos llenos de lágrimas.

Los carros avanzaron

lentamente, mientras tanto, por las polvorientas estepas sólo el silencio amargo les acompañaba en esta aventura.

Al atardecer, la

caravana se detuvo junto al Volga. Los cansados peregrinos descendieron y las sombras de la noche cubrieron en silencio la última noche en la estepa. En una posada encuentran comida y hospedaje. Pronto el sueño invadió la noche.

16. VUELTA A CASA Nicolás es un joven inquieto. Tiene 27 años. Cuarto hijo del jefe de familia y

padre de dos criaturas. Le ha impresionado mucho la partida. Hay en su mente una rara mezcla de nostalgia y de aventura. Tanto es así que una pequeña libreta siempre lo acompaña y va anotando fechas y lugares que más le llaman la atención.

En esa primera noche fuera de casa, le cuesta conciliar el sueño. Repasa cada momento vivido en ese día y con el corazón sangrando de nostalgia escribe:

"Quien nunca abandonó su vieja patria, quien por última vez estrecha las manos de sus padres, de sus abuelos, de sus queridos hermanos, siente que el corazón se le desgarra sin poder contener las lágrimas. Quien no ha tenido esa experiencia no sabe lo que significa semejante despedida". 8 El amanecer lo sorprende aún despierto.

Es muy temprano y la orden de levantarse lo encuentra vestido. El sol no ha salido, el frío es intenso. Toma un ligero desayuno y mientras su esposa Gertrudis prepara a los niños, parte hacia el embarcadero. Ha querido ser de los primeros en ver el gran río que identifica a su pueblo. Queda, como todos, perplejo ante la vista del Volga en ese mes de noviembre. Es inmensamente grande, desbordado e impacta por el rápido avance de los bloques de hielo, flotando en sus aguas. Temor y silencio se confunden.

7 Gruter pág.50 8 Gruter pág.27

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Lentamente los grupos de aldeanos se concentran en el muelle, dispuestas para un largo viaje. Son familias numerosas, provenientes de distintas aldeas. En todos está la misma inquietud de partir hacia lo muy lejano, lo desconocido. Allí están abuelos, padres, hijos y nietos. Se ha juntado un millar.

Mientras tanto, atracan pequeñas, rústicas e indefensas embarcaciones. Los viajeros las observan incrédulos y se preguntan: ¿es posible que puedan cruzar semejante río?

Llega la orden de partida. Hombres, mujeres y niños se acomodan con lentitud. Pocos hablan.

Se sueltan las amarras y uno de los lanchones comienza a avanzar. La corriente aumenta a medida que penetra en el río y los hielos son más

grandes. Cada bloque que golpea contra la barcaza provoca la angustia entre los pasajeros. La pericia del capataz y sus hombres no los tranquiliza.

Uno de los niños, ajeno por completo a lo que se vivía a su alrededor, señala la costa de enfrente que comienza a dibujarse en el horizonte.

Las mujeres, encomendándose a la Virgen María, van desgranado las cuentas del rosario entre sus manos.

Hay tensión. De repente un grito se escuchó en el pasaje señalando a estribor. Todos giran

sus cabezas. Un témpano se aproxima con rapidez. En los ojos de los peregrinos se dibuja el miedo.

La plataforma sigue avanzando. Ahora está más cerca. Los marineros, curtidos en estos peligros, esperan.

Cuando ya está próximo, sus largos remos se apoyan sobre el gigante y con firmeza logran desviarlo, pero no pueden evitar que toque la popa del lanchón provocando un fuerte estremecimiento. El pánico asoma en los rostros y los niños prorrumpen en llanto.

Después del mediodía, la nave atraca en el puerto de Saratov. La zozobra ha pasado y un ¡gracias a Dios! surge en las gargantas de los recién llegados.

Mientras disfrutan de un merecido almuerzo, comparten con otros viajeros sus experiencias.

Nicolás, junto a otros jóvenes, ha decidido explorar. Encerrados en su pequeña aldea no habían tenido la oportunidad de salir. Todo era nuevo. Al llegar a la estación del ferrocarril el asombro es mayor. Jamás habían visto un «tren». Quedan estupefactos ante la presencia de la locomotora y de sus numerosos vagones, las ruedas de hierro sobre rieles, el fuego de sus calderas, la nube de humo y el estridente ruido de la máquina.

Regresan al grupo a contar los resultados de sus exploraciones. Todos se apresuran a juntar sus muchas pertenencias para trasladarse a la

estación. Las puertas corredizas de los vagones se abren. Lentamente, con cara de asombro y ansiedad, ingresan a los mismos.

Naturalmente se ordenan en grupos homogéneos de aproximadamente cien personas, de la misma aldea y de la misma religión, si es posible.

Los vagones eran cerrados, con bancos de madera dispuestos en ronda y unos pocos cruzados. En el centro ya estaba encendido un horno grande que mitigaba el intenso frío de la época. No tardaron mucho las abuelas en colocar una gran olla y, según costumbre del Volga, se sirvió permanentemente el té entre los viajeros.

El agudo silbato de la locomotora fue la orden de partida y, ahora sí, el tren comenzó a desandar el centenario camino de sus antepasados.

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Durante los ocho días que duró el viaje los volguenses debieron ingeniarse para hacer más entretenido el viaje. Rezaban el rosario y las letanías diariamente, recordaban a los parientes que habían dejado en Rusia, imaginaban el futuro en América, cantaban y jugaban a las cartas.

Cuando la locomotora se detenía en las estaciones, los viajeros descendían para aflojar sus huesos entumecidos y cambiar el aire enrarecido por tanto encierro.

El ingreso en Alemania, al séptimo día, se expresó con cánticos tradicionales para mostrar su alegría. Habían pasado 114 años de aquella partida de Juan y Ana María. Sus descendientes jamás habían soñado regresar a la tierra de sus mayores.

Alemania no era su destino. Un continente, allende los mares, los esperaba y en él cifraban sus esperanzas.

Finalmente llegan al puerto de Bremen, norte de Alemania. Son recibidos cordialmente por la compañía que los trasladarían a América. El día previo a la partida los viajeros participan de la Eucaristía y piden a María

un feliz viaje hacia el Brasil. Estamos a mediados de diciembre de 1877.

En el puerto de Bremen (Alemania) parten dos buques con 1006 pasajeros del Volga. La familia de Nicolás Gassmann estaba compuesta por 17 personas y se embarcó en el buque más grande: el SALIER.

BBuuqquuee SSaall iieerr 9

17. POR EL MAR

Hacía largos días que el

navío "SALIER", abarrotado de campesinos alemanes, surcaba el Atlántico hacia el sur. Aquel inmenso mar, siempre igual, confundía los sentimientos de tristeza y soledad de aquella gente

con la ilusión de cada mañana de llegar finalmente a destino. Hubo días de mal tiempo, especialmente los primeros, durante los cuales

permanecían encerrados mientras todo rodaba o se sacudía en medio de un coro de lloros y lamentos. Hubo otros de absoluta calma, mar sereno, en que los días se sucedían interminables y donde mar y cielo y cielo y mar no acababan.

Como todas las tardes, un grupo de hombres conversaba animadamente en cubierta. Apoyados en la borda disfrutaban ese día de un excepcional buen tiempo. El tema se reiteraba a diario: ¿Cuál debía ser su destino final? Habían partido del Volga hacia el Brasil y ahora, desde la salida del puerto de Bremen en Alemania, crecían los rumores de que el barco había puesto proa hacia la Argentina. Tenían datos precisos y una fundada intranquilidad.

- No me cabe la menor duda que nuestro futuro está en Brasil - afirmaba Nicolás Gassmann, clavando su vista en el horizonte. Los mayores asentían con la cabeza.

En los días previos, allá en el ya lejano Volga, los emisarios habían prometido un Brasil rico con un clima propicio para el trigo, su fuerte. Don Nicolás no podía aceptar un cambio tan repentino. 9 Como dato anecdótico el buque SALIER naufraga en el Atlántico el día 8 de diciembre de 1896. Perecen 113 colonos del Volga que navegaban hacia nuestra patria

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Este hombre, de buen porte, lucía una avanzada calvicie a sus cincuenta años, tal vez más. Había sido uno de los promotores de la partida de Rusia hacia el Brasil y por eso su palabra era escuchada con respeto.

- Lo que me llama mucho la atención son los destinos de nuestros pasajes - indicaba don Juan Dening, maestro y sacristán de Marienthal, mientras mostraba nerviosamente, entre sus apuntes de viaje, unos papeles poco legibles. -¡Cómo es posible que la agencia nos haya dado estos pasajes a Buenos Aires y no al Brasil como correspondía!-.

- Es que en Río de Janeiro hay una epidemia de cólera - respondió inocentemente don Pedro Salzmann, acomodando su larga pipa en la boca.

- Ese argumento es precisamente lo que me llena de duda - terció don Juan, el maestro, ya más nervioso. - Brasil, ¿no tiene otros puertos en el mar? ¡Estoy seguro que es una maniobra para dejamos en la Argentina! - y se separó por un instante del grupo.

Los más jóvenes, más maleables a un cambio de rumbo, si era necesario y conveniente, participaban también en el ruedo.

Matías, joven de 25 años, era uno de ellos. Hijo de Nicolás y padre de Santiago, niño de un año, había escuchado con atención y creía oportuno participar:

- Yo no sé si ustedes recuerdan aquel hombre que nos saludó en la estación de tren cuando llegamos a Alemania.

- ¡Claro que lo recuerdo!- interrumpió su joven y memorioso hermano Nicolás con la infaltable libreta en mano. - Fue en Egdtkuhnen, la primera estación de ferrocarril en Alemania. Recuerdo aquella gran alegría que teníamos al pisar la tierra de nuestros antepasados. ¡Cómo sonaban los acordes del acordeón y las canciones que entonábamos entre grandes y chicos! -

Hubo un instante de silencio, sorprendidos por sus vibrantes palabras. Pero el tema no daba para nostalgias.

- Ese Señor - rompió el silencio Matías - nos dijo que conocía Sudamérica y nos aconsejaba que debíamos ir a Argentina.- Y con mirada suplicante se dirigió al sacristán para lograr su apoyo: -¿no es así, maestro?

- Efectivamente - participó el maestro, orgulloso por poder demostrar sus conocimientos de geografía. - "La Argentina es un país llano y con un clima templado, mientras que el Brasil es caluroso y selvático. Nos recordó además que Brasil es tierra de porotos, no de trigo"10. - prosiguió el maestro, apoyado en la borda, mientras mantenía sus manos en los bolsillos de su largo saco negro, vestimenta que ordinariamente lucían esos hombres. A pesar de todo, en su intimidad, don Juan soñaba con Brasil y con un guiño se lo hizo saber a don Nicolás.

Hess, capitán del barco, hombre muy amable y conversador con todos los pasajeros, se integró al grupo silenciosamente en el momento en que el maestro exponía sus saberes geográficos.

- Buenas tardes, señores, - interrumpió educadamente el capitán con una ligera inclinación de cabeza.

- Buenas tardes - respondieron a coro los aldeanos, muchos de ellos con la sorpresa de su repentina presencia, honrosa al fin.

Estos rudos campesinos estaban muy agradecidos al Capitán. La comida a bordo había sido buena y abundante como la atención deferente de toda la tripulación. Siempre se había prestado gustoso a entrar en conversación con los de mayor edad para hacerse contar sus historias de un largo peregrinaje por Rusia o se había deleitado con la alegre música de estos humildes aldeanos.

10 Gruter pág. 31

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Tenía, a su vez, mucha simpatía hacia ellos y una gran admiración por la conducta y espíritu religioso de todo este pueblo, demostrado en estas cuatro semanas de travesía. Sin muchos rodeos, el Capitán les quería dar una noticia:

- En la madrugada del día de mañana el barco estará anclado en el Río de la Plata.- Y ante la agradable sorpresa de la noticia prosiguió:

- "A la salida del sol, un pequeño vapor se arrimará y los llevará al puerto; luego, unas carretas tiradas por bueyes, los dejará con todos sus equipajes en tierra firme".11

- Señor Capitán, queremos expresarle nuestro eterno agradecimiento por habernos traído sanos y salvos. Que Dios lo bendiga.- expresó emocionado don Nicolás y todos esos hombres apoyaron sus palabras.

- El agradecido soy yo, señores.- dijo el Capitán y con amabilidad se despidió de todos, afirmando haber aprendido a quererlos y a respetarlos, y agregó: - "Deseo felicitar a la Argentina por acoger a un noble grupo familiar para integrarlo a su futura población, y que el cielo los bendiga a ustedes y sus descendientes". - Y antes de que lo interrumpieran, solemnemente, agregó: -"Cuando ustedes se hayan habituado a su nueva patria y se sientan felices, acuérdense también del capitán que los trajo hasta aquí"12. - Y se despidió con un gesto sonriente.

Todos se retiraron a comentar las novedades a sus respectivas familias. Sólo quedó allí, por unos instantes, el joven Nicolás estampando en su libreta de viaje las últimas palabras del capitán Hess.

.La ilusión de llegar definitivamente a Brasil y encontrarse inesperadamente Buenos Aires significó un duro desengaño pues este puerto que no estaba en los planes de los alemanes.

18. PUERTO DE BUENOS AIRES

Tarde de enero de 1878. El calor es sofocante. Apenas una suave brisa del río refresca los curtidos rostros

de marineros, inmigrantes y changarines que se mezclan en el pequeño y agitado puerto de Buenos Aires. Una multitud de barcazas, vapores de ríos, pesadas carretas anfibias y caballos juegan al suave ritmo de la siesta.

Las lavanderas de la ciudad, mujeres de color y algunas gringas, concurren con sus canastos y utilizan los pozos naturales y las orillas de tosca para sus quehaceres. Niños y no tan niños se refrescan en sus turbias aguas.

Un pequeño grupo de hombres, después de abandonar un endeble muelle de madera, va subiendo la pendiente hacia el norte, en medio de un lodazal, bordeando la redonda silueta de la Aduana, en busca del Hotel de los Inmigrantes. Por sus trajes largos y oscuros y su andar pausado son forasteros. Han ido a despedir a don Nicolás Gassmann que marchó hacia Brasil, patria que soñaron desde el Volga, como delegado de los mil pasajeros recientemente llegados a fin de solicitar la intervención de su gobierno.

Apenas pisaron tierra, el gobierno de Avellaneda, dispuso su traslado hacia el interior pero se encontró con la firme y terca oposición de los alemanes venidos de Rusia a radicarse en Argentina. Confiaban en una posible intervención carioca y hacia allí fue enviado uno de sus hombres. Emisarios del gobierno y ocasionales hombres de la ciudad, no pudieron convencerlos. Entre los ocasionales estaba Nast, un enigmático

11 Gruter, pág. 32 12 Gruter pág. 32

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personaje. Ahora había que esperar noticias mientras se sucedían encuentros, visitas y propuestas de radicación en el litoral.

Ya habían pasado diez días desde la llegada. Un enjambre de inmigrantes pululaba por todas partes del hotel. Razas, lenguas y religiones se confundían en un reducido espacio poco propicio para convivir. La higiene, el descanso, la cocina y otras muchas necesidades mínimas, de cada grupo familiar, numeroso por cierto, eran insalvables, a pesar de la buena disposición del gobierno.

Una mañana, muy temprano, corrió la triste noticia de la muerte de una niña. Grande fue la conmoción en todo este grupo de alemanes. El luto, el silencio, la tristeza y la nostalgia llena de sombras los rostros.

Juliana, de sólo dos años fallecía. Nicolás Gassmann, aquel joven entusiasta con su libreta de viajes, era su padre. Nada pudo hacer cuando aquella criaturita se despedía en sus brazos. La improvisada habitación se llenó de sollozos, prolongados abrazos y la oración hacia Jesús y María fortaleció la fe de estos humildes aldeanos en la voluntad de Dios, como una prueba más de su llegada a la América que soñaron.

En la mañana del domingo una reducida comitiva se dirigía, en carro, hacia el camposanto para dar cristiana sepultura a Julianita. Sus padres no perdían de vista esa pequeña caja blanca mientras guardaban su triste silencio. Poco importaban los bruscos movimientos del carro en esos malos caminos de tierra, ni los gritos de los mercaderes tan abundantes en plazas y calles de ese Buenos Aires. Sólo la oración fortalecía sus corazones destrozados. En un momento, Gertrudis rompió el silencio, dirigiéndose a su afligido esposo:

-"Nicolás, la Argentina será nuestra nueva patria. Aquí, Jesús quiso que descansase nuestra hija, aquí descansaremos también nosotros".

Nicolás no respondió. Compartió el sentimiento y se lo prometió a su hija. Mientras tanto en el Hotel de los Inmigrantes las voces de partida se

acrecentaban. Se decía que el gobierno argentino, alertado, había intervenido la correspondencia con respuesta favorable enviada desde el Brasil por don Nicolás. Todo eran rumores, cosas que se decían, nada más.

Cuando las campanas de la Iglesia de San Ignacio comenzaron a repicar, un numeroso grupo de hombres, mujeres y niños, se encaminó al centro de la ciudad para asistir a la Santa Misa, como acostumbraban hacerlo diariamente.

La caravana empezó a subir la cuesta en dirección hacia la Aduana y el antiguo Fuerte.

Cruzaron por un corredor que separa los dos cuerpos de edificio: Casa de Gobierno y Casa de Correos y Telégrafos e ingresaron a la plaza 25 de Mayo, antiguo mercado y ahora adornada con jardines y calles de árboles. Los bajos y viejos edificios que rodean la plaza están atestados de almacenes y agencias marítimas, caballerizas, sastrerías.

El Teatro Colón, próximo al fuerte, es lo más llamativo. Todo es novedad para ellos.

Cruzando la Recova, un edificio con un arco central y doce arcadas en cada lado, se ingresa a la Plaza de la Victoria. La presencia de los inmigrantes, con sus típicas vestimentas, corta, por un momento, el bullicio de mercaderes y forasteros agolpados bajo las galerías de la Recova para vender sus productos o protegerse del fuerte sol del verano.

Al ingresar a la Plaza de la Victoria, la nota sobresaliente es el majestuoso frontis y las columnatas de la Catedral. Por un instante se detienen a saludar al grupo de aldeanos protestantes, mucho más reducido que ellos, que regresaban al hotel después de haber participado de un oficio religioso en un templo cercano.

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Junto al Cabildo, un monumento con arcadas e historia, la caravana dobla hacia el sur internándose en una de las pocas calles adoquinadas de la ciudad para ingresar al templo de San Ignacio. Por un instante unos jóvenes se atrasan un poco contemplando esa bandera celeste y blanca en lo alto de un edificio. Las rubias miradas se fraguan con aires de patria.

El rito en latín, practicado en todo el universo católico, rompía la barrera del idioma, de la comunicación. Su participación en la liturgia era entusiasta y una gran devoción penetraba en sus fibras más íntimas. Era el consuelo de un sufrido pueblo que se sentía sin patria y con valentía ponía toda su confianza en Dios.

De regreso al Hotel se vieron sorprendidos con la orden del gobierno de prepararse en un tiempo perentorio para partir. Entre Ríos era su destino. No se opusieron mayormente.

El cansancio había minado la voluntad de los campesinos y la necesidad de un hogar definitivo pedía a gritos un final feliz en el largo peregrinaje de este pueblo.

Nicolás Gassmann parte hacia Brasil como delegado de los volguenses. Si bien sus tratativas fueron exitosas la delegación prefirió permanecer en Entre Ríos cansados de tanto peregrinar. A su llegada a Entre Ríos recibe la triste noticia de la muerte de su esposa ocurrida en Diamante.

19. ENTRE RÍOS: NUEVA HISTORIA

En un atardecer de invierno entrerriano. La oscuridad va invadiendo

implacablemente el paisaje, extensión sin límites. Ha llovido muy lentamente y los zorzales rompen el letargo con sus trinos. Calandrias y benteveos juegan con sus silbos mientras persiguen hormigas voladoras. Allá, en la loma, se escucha un relincho sonoro de un bagual que se despereza. A cada paso un arroyo de cuyas aguas bajan tonos de suavidad y melancolía.

Hacía ya largos meses que se habían instalado los alemanes del Volga en la Colonia Alvear, al sur de Paraná, capital de la Provincia. Ubicados en incómodos galpones y carpas provisorias esperan una solución definitiva para radicarse en aldeas, como en el Volga. El Administrador se opone. Cada grupo familiar debe construir su casa en su chacra sorteada previamente. La propuesta no es aceptada. La solución no llega. El invierno avanza y la tierra virgen debe ser trabajada prontamente.

Un galpón cobija a un grupo de hombres que conversan animadamente mientras el humo de sus largas pipas juega sobre sus cabezas. Don Nicolás Gassmann, recientemente llegado del Brasil, está entre ellos. Una profunda pena lo embarga. En su ausencia ha fallecido su amada esposa. Todos sus hijos presentes comprenden y respetan su dolor. Mientras tanto se interesa por los acontecimientos vividos desde su separación. Habla en ese instante su hijo Matías: - Sus telegramas, padre, enviados desde el Brasil, jamás llegaron a nuestras manos.

- Efectivamente, - interrumpió Nicolás, hijo -. Es previsible que el gobierno los haya interceptado y ante la respuesta favorable del gobierno brasileño hayan decidido traemos prontamente aquí.

- La sorpresa fue muy grande - continuó Matías - Regresábamos de la iglesia cuando se nos presentó la policía con la orden de abandonar el Hotel - concluyó.

Por un instante se interrumpió la conversación. Un grupo de mujeres hizo su ingreso ofreciendo un humeante té acompañado con Riwwel kuche, torta típica, recién sacada del horno de barro.

Algunos jóvenes pidieron mate, dispuestos a integrarse lentamente al folklore lugareño. A los más maduros tal decisión no les cayó de sorpresa.

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En son de anécdota, su hijo Nicolás, prosiguió con el tema mientras saboreaba la rica torta:

- ¡No puede usted imaginar aquel barco que nos trajo!. Era un viejo vapor que tardó más de tres días en llegar a Diamante.- Y, para sentirse más seguro, concluyó: - ¡Cruzar el Volga no fue tan peligroso!.

- Aún no he podido olvidar cuántas penurias han debido sufrir los niños, las madres y los ancianos viendo pasar las horas, con hambre y sed, en ese vetusto barco - intervino Juan, el hijo mayor, que hasta ese momento había permanecido en silencio.

Así, paso a paso, don Nicolás, fue informándose de los acontecimientos hasta la misma llegada, en larga caravana de carretas con más de mil volguenses, hacia la tierra prometida: Colonia Alvear.

Lo demás es historia reciente. Estamos a principios de junio. Todos esperan una respuesta definitiva del

gobierno. La multitud sigue viviendo en carpas y galpones de chapa o paja. La impaciencia colma a un aldeano y cava en el suelo una habitación de dos metros de profundidad y de cuatro metros por cuatro. Otros lo imitan. Esta originalidad preocupa al Administrador.

A pesar de tanta incomodidad, mientras se realizaban los trabajos finales de agrimensura, se organizan para encontrar leña, construir sus hornos de cocina y los más ingeniosos, inventan, ante su ausencia, medios de transporte y herramientas útiles para desplazarse y trabajar la tierra virgen. Los más optimistas sueñan ya con verdes praderas y campos florecientes de alfalfa y lino, maíz y trigo.

De un tronco un campesino construyó una cruz y con una campana de la Administración, se lanzaron a los aires por vez primera esos sonidos, voz de los ángeles, para congregar a los aldeanos a rezar el rosario y una Hora Santa.

Ya se han sorteado las chacras. Los grupos se han formado según su región de origen y religión. Cuatro comunidades católicas, una protestante.

Fines de junio. Es necesario roturar la tierra y sembrar el maíz. La tensión crece. No hay

cambios de postura en los aldeanos. El Administrador amenaza con la policía montada de Diamante. El temor invade

a los humildes aldeanos. Mujeres y niños lloran y se encierran en sus carpas. Reunidos en asamblea los colonos se mantienen firmes. Nicolás Gassmann

oficia de vocero. “Cuando el Juez hubo terminado de explicar lo dicho por el Administrador, yo

hablé y le dije: dígale al señor Navarro que si no nos permite estar juntos en aldeas e insiste en obligamos a ir por la fuerza cada uno a su chacra, ningún alemán venido de la zona del Volga se quedará aquí en el país.

El señor Navarro preguntó al Juez qué es lo que yo había dicho, y este se lo tradujo todo al español. El señor Navarro contestó que por el momento las cosas quedan como están, lo que vendrá más adelante él no lo sabe, pues su obligación es ahora comunicar esta novedad al gobierno en Buenos Aires, que él no tiene autoridad para permitir lo que está sucediendo”13

Catorce días después llega la respuesta: el gobierno les permite a los colonos fundar sus "propias aldeas".

Gran triunfo. La tensión da paso al júbilo. Día 21 de julio de 1878: nacen, a orillas del Paraná, las siguientes aldeas: Valle

María (Marienthal), Spatzenkutter, San Francisco (Pfelfer), Salto (Kehler) y Protestante.

13 Memorias de Nicolás Gassmann (1826-1900)

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Han triunfado porque las profundas raíces de la fe y la unidad producen frutos admirables de progreso y crecimiento. Tanto es así que muy pronto las aldeas florecieron y los hijos buscaron más tierras vírgenes para fundar nuevas comunidades.

La aldea de Valle María estaba compuesta por 32 familias distribuidas en 64 chacras. En sus comienzos estaba muy unida. Como Director de la aldea fue designado Nicolás Gassmann; secundado por Pedro Hoffsteter y Nicolás Becker como vocales.

20. SAN MIGUEL: PAGO CHICO Por los caminos polvorientos de Entre Ríos avanza, muy lentamente, una

caravana de carros. Numerosas familias han partido de su colonia: Valle María. En la aldea San Juan

se agregan dos más. Van hacia el interior de la Provincia. Los alegres cantos de esperanza se unen a los trinos de los pájaros que los

contemplan sorprendidos a la vera del camino. Hombres, mujeres y niños se marchan hacia un nuevo destino llevando en sus

baúles las mismas ilusiones de sus antepasados cruzando mares. Otoño de finales de siglo. Las praderas, aún, se visten de fiesta y miles de

flores acompañan el paso de los alemanes del Volga. Campos vírgenes se cortan en lo alto de las lomas y lo ondulado del terreno alegra la vista de los inmigrantes.

La suave brisa del campo mece los rubios cabellos de los niños y en sus ojos se refleja un cielo azul sin nubes. ¡Cuántos sueños en la frente del campesino! ¡Cuántas esperanzas de una madre con hijos pequeños! ¡Cuántas alegrías de los niños por el largo viaje en carro!

A orillas de un arroyo la caravana se detiene. El canto del Ángelus puso su nota sagrada para que una cruz en la curva del camino marcara para siempre la presencia de una nueva aldea.

San Miguel, la bautizaron. Era el día 21 de mayo de 1899. Todos miraron al cielo para que el santo Ángel los bendijera. Allí estaban de pie

las familias en pleno: hombres y mujeres, niños y ancianos, en el camino de entrada; juntos, todos sus fundadores grabaron sus nombres para el recuerdo: Felipe Derfler - Andrés Krapp - Nicolás Kessler - José Dreher - Federico Schweigert - Pedro Schunk - Conrado Krapp - Pedro Neiff - Eduardo Oberling - José Gerstner - Matías Gassmann - Antonio Boos - Miguel Neiff - Adán Gassmann - Antonio Seib.

Matías, nuestro ancestro, hijo de Nicolás, junto a su hermano Adán fundan, entre muchos, la aldea San Miguel. Nace en Marienthal el 4 de diciembre de 1852. Catalina Herrmann nace en la misma Colonia en 1856. Se casan en Marienthal el 28 de octubre de 1874. Ingresan al país en 1878 con un hijo: Santiago, de dos años. Se instalan en la aldea Valle María (E.R.) Fueron bendecidos con once hijos: Santiago, Margarita, José, Bárbara, Juan, Ana (Hna. Julia, Sp.Santo), Nicolás, Catalina, Miguel, Agata, Matías.

Bárbara fallece a los 18 años.

21. LA PARTERA DE MI ALDEA

PPaauull iinnaa GGeerrssttnneerr ,, llaa ppaarrtteerraa

Corre el año 1943 en la aldea San Miguel (Entre

Ríos).

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Sentado en su reposera, don Santiago Gassmann deja pasar las horas. Se ha aflojado la faja negra de su cintura y se ha desprendido sus tiradores; es más cómodo. Hombre de unos 65 años, alto y delgado; está fumando su pipa mientras juega con las bocanadas de humo haciendo círculos sobre su cabeza.

Las flores violetas del alfalfar cercano llenan el amplio patio de un rico perfume. La calle, con sus azulados cardos que se levantan en sus orillas, se va dejando envolver por la apacible noche. En la cocina, a la luz de una lámpara, las mujeres han culminado la limpieza y se han retirado a descansar.

Los grillos anuncian su presencia con el canto. Todo es tranquilidad. De pronto los ladridos de los perros cortan el silencio de las cuchillas. Un carro se aproxima por la larga calle, en la oscuridad, del lado de la iglesia. A una orden los caballos se detienen frente a la casa. Los perros reconocen al recién llegado; es de la familia. Don Santiago se ha puesto de pie. En la pieza una luz se enciende.

La arboleda de la casa es ya un macizo de sombras. El recién llegado, Lucas, es un muchacho de 18 años; el primogénito de tantos

nietos que tiene don Santiago. En la casa esperaban de un momento a otro al visitante. Su madre está con

síntomas de tener familia. Ha venido a buscar a la infatigable partera, su abuela Paulina, esposa de don Santiago.

Paulina, que escuchaba desde el interior, no tardó en ascender al carro. Un breve saludo y el joven Lucas espoleó los caballos y el carro verde se perdió en las tinieblas, hacia Villa Crespo.

1926. Cuatro generaciones: Lucas (1 año), Antonio (27), Santiago (50), Matías (76) Media hora después llegaron al establecimiento "Los Ceibos" donde los

esperaba Antonio visiblemente nervioso. Saludó cariñosamente a su madre, agradeció a su hijo Lucas el recado, y ambos cruzaron el patio hacia la casa. Las hijas mayores esperaban en la cocina. Los demás se quedaron hablando afuera, junto al carro.

Don Antonio caminaba nerviosamente bajo la galería. En el interior, Paulina, hacía su paciente trabajo ayudando a la madre a traer un niño al mundo.

Una hora después se escucharon gritos de alegría; las mujeres se apresuraron a anunciar a todos el nacimiento de un niño. La casa se llenó de rostros alegres.

A los pocos días, durante el bautismo del nuevo nieto, la abuela Paulina se sintió nuevamente feliz.

San Miguel y la comarca, gozó por mucho tiempo de sus servicios; un verdadero apostolado. No importaba ni el tiempo ni la hora ni las condiciones

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climáticas. Allí siempre estaba Paulina para ayudar, a una madre, en esos momentos tan importantes de la vida: el nacimiento de un hijo.

Hoy, muchos hombres y mujeres, que andan por el país y, peinan canas, le deben a doña Paulina Gerstner de Gassmann un eterno agradecimiento porque ella fue la primera persona que los recibió con tanto cariño en este mundo, antes que su misma madre. Santiago Gassmann, nuestro ancestro, nace el Marienthal (Rusia) el 2 de febrero de 1876. A los dos años de edad viene a Argentina acompañando a su padre Matías. Paulina Gerstner nace en la misma aldea el 10 de enero de 1880. Se casan en Valle María el 1º de marzo de 1897. Participan en la fundación de San Miguel en 1899. Son bendecidos con 16 hijos (cuatro fallecidos de pequeños): Antonio, Verónica, Esteban, María, Wilibald (Hno. Godofredo, Marista), Agustín, Silvestre, Vicente, Decla, José, Eulalia y Ana (Hna. Anita). Antonio es nuestro ancestro. Fallecen en San Miguel; Paulina el 15 de mayo de 1961 y Santiago el 10 de diciembre de 1962. Esta historia fue relatada por mi padre, Lucas. Esa noche nacía su hermano menor: Carlos Oscar.

22. SAN MIGUEL Y SU MAESTRO RURAL Don Antonio Gassmann. Nacido en Valle María (E.R.) el 9 de setiembre de

1899. Vive en San Miguel y desde niño aprende nuestra lengua y el alemán en Valle María y Santa Anita. En 1925 se hizo cargo de la dirección de la escuela particular de

su pequeña aldea. En esa época funcionaba en la misma Iglesia.

Con singular entusiasmo y acierto también preparó a los niños de la comunidad a la 1ra. Comunión y a la Confirmación. En 1928 y en 1929 interrumpe por un tiempo la docencia. DDoonnAAnnttoonniioo,, mmaaeessttrroo eenn llaa

vviiee jjaa IIgglleess iiaa.. Regresa en 1930 y continúa hasta 194l. En febrero de 1934 obtiene el

Certificado de Enseñanza Particular del Consejo de Educación de la Provincia. Durante la 2da. Guerra Mundial cunde en el Ministerio de Educación de Entre Ríos una profunda "germanofobia" y es destituido injustamente y sin ninguna explicación, como ocurrió en tantas colonias de los alemanes del Volga.

Integró, como ciudadano público, trascendiendo más allá de su aldea, varios "consejos" de la Cooperativa L.A.R. de Crespo y el Directorio del Frigorífico Crespo S.A. Hombre eminentemente intelectual se apoyó en su esposa: Paulina Seib (Col. Alvear, 18 de setiembre de 1901- Crespo, 4 de octubre de 1984) y en sus 9 hijos para llevar adelante las tareas rurales del Establecimiento "Los Ceibos".

Amante de la lectura y apasionado por la historia de nuestros antepasados, supo legar en sus descendientes, ese mismo entusiasmo y cariño.

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23. AUTOBIOGRAFÍA DE ANTONIO GASSMANN

Nací en Valle María, Entre Ríos, el 9 de

setiembre de 1899. Fui bautizado el mismo día por el Padre Wilhelm Glocke. José Gassmann, mi tío, fue padrino y Matilde Straupener, la madrina.

Más adelante mi madrina se hizo Religiosa en las Hijas de San José con el nombre de Octavia.

PPaauull iinnaa yy AAnnttoonniioo

Monseñor Abel Bazán y Bustos me confirmó en Valle María. Mi padrino fue Jakob Sokolowsky. La Primera Comunión la tomé en Valle María el 18 de junio de 1911 con el Padre Johannes Vosen.

A los siete años regresé a la aldea natal, desde San Miguel, para concurrir a la escuela. Fue en 1907. Cada año regresaba. En 1913 egresé con buenas notas. La excepción fue en 1912 donde concurrí a la escuela parroquial de Santa Anita.

Al egresar de la escuela trabajé en la construcción. Debo mencionar un paso muy importante en mi vida. El 12 de abril de 1921

cerré el pacto de por vida y entré en el santo estado del matrimonio con Paulina Seib, hija de Miguel Seib y Katharina Begler. Fuimos casados, en San Miguel, por el Padre Peter Webwe, S.V.D., cura párroco de Crespo, Entre Ríos. El Padre atendía espiritualmente nuestra comunidad de San Miguel. Testigos fueron: José Gassmann, mi padrino de bautismo, y Johannes Unrein, padrino de bautismo de mi esposa.

En 1925 tomé la dirección de la escuela privada en nuestra aldea de San Miguel. Asumí y ejercí la docencia entre 1925 y 1927.

Volví después al trabajo en construcción. En 1930 tomé nuevamente la dirección de la escuela. A partir de la fecha me

independicé de mis padres, pues la docencia, me servía como medio de vida. Dirigí la escuela hasta 1941. El Consejo Escolar de Paraná clausuró en abril de ese año la escuela. No me dieron las causas pero era la germanofobia, especialmente intensa en nuestra Provincia, durante la Guerra Mundial (1939 -1945).

Debí pensar cómo seguir económicamente con nuestra familia que contaba ya con diez personas. Hacía uno o dos años que habíamos comenzado con un pequeño criadero de pollos, cuidada por mi esposa y los hijos mayores. Con eso debimos mantenernos.

En noviembre de 1941 compramos 13,50 hectáreas de tierra que estaban a la venta entre San Miguel y Crespo. El precio era de $180 por hectárea. Dado que los ahorros para esta compra no alcanzaban, mi cuñado y su hermana: Alejandro y María Nierenberger, me prestaron lo faltante. Así pudimos instalarnos, de a poco, sobre nuestra propiedad.

Con el criadero de pollos trabajamos algunos años. Los chicos se hicieron grandes, se casaron y se independizaron.

Con los años vendimos todo y nos trasladamos a la ciudad de Crespo.

Antonio es nuestro ancestro. Los trece hijos de Antonio y Paulina son: Juan Lino, Celestino Wenelino, Lucas Arturo (se casó con Rosa Bernhardt), Irma (se casó con Juan Bernhardt), Cecilio Bruno, Nélida Bernardita (se casó con Santiago Göette), Benito Bruno (se casó con Emma Blanca

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Kranewitter), Lucio Sebatián María (se casó con Érica Derfler de San Miguel), Tecla Imelda (se casó con Cornelio Simón Gaier), Catalina Beatriz (se casó con Ricardo Gervacio Wendler), Adela María, Josefa Antonia Inés (se casó con Celestino Rothar) y Carlos Oscar (se casó con Felisa Esnarriaga) Fallecieron cuatro niños: Juan, Celestino, Cecilio, y Adela María.

24. UNA CAPILLA PARA EL BARRIO14

La tarde es la continuación del triste gris con que arrancó ese sábado de otoño, un tanto frío y bastante húmedo, como para marcar mejor el avance de la noche sobre las horas de claridad.

Luego de una corta siesta, Doña Rosa, con balde y escoba en mano, comienza a impartir indicaciones entre sus hijas:

- ¡A ver chicas, que hay que levantar todo del "garash" porque ya baldeo, y ustedes, los varones, vengan a ayudar con lo más pesado!

- Pero mamá, si falta mucho para la Misa - protesta su hija mientras mira la televisión.

RRoossaa yy LLuuccaass ppaaddrriinnooss ddee llaa nnuueevvaa IIgglleess iiaa SSaannttaa RRiittaa ((CCaasstteellaarr )) - Pero con esta humedad no se va a secar el piso

y todo va a ser un “enchastre”. - replicó Doña Rosa - y ya me estás trayendo el secador y el trapo de piso del lavadero que estoy apurada. - terminó dando por tierra con tan pobre argumento de sus hijas.

Lentamente, la desordenada cochera queda vacía y limpia, para luego ubicar una mesa mediana cubierta con un blanquísimo paño bordado, que hace las veces de mantel mientras se van juntando todas las sillas y bancos de la casa y se los acomoda por hileras mirando hacia el fondo. Y cada uno que llega va reacomodando las sillas por formato y estado, en un vano intento por dar algo de simetría a tanta variedad y tamaño. Y para peor, varias de esas sillas son de plástico y un color naranja llamativo, que en nada ayuda a crear ese ámbito de solemnidad, muy deseado por los anfitriones.

A todo esto, Don Lucas, con uno de los varones, está instalando en el techo de la Ranchera un altavoz metálico en forma de cono, con el que debe propalar por las calles del barrio el repetido estribillo:

"Señores vecinos: Hoy, a partir de las 18hs. se celebrará la Santa Misa en la casa de la Familia Gassmann, en la calle Enrique Larreta cuatro mil trescientos cuarenta y seis, entre Santos Vega y Segundo Sombra. Se ruega llegar a horario."

Y luego, una hora antes de la ceremonia, parte Don Lucas hacia al Colegio del Lourdes para traer al anciano Padre David Menapache, quien quiere realizar la ceremonia, y aprovechar para hacer público un sueño muy esperado.

Falta media hora para la misa y ya se va acercando el público. Los primeros lo constituyen un pequeño grupo de seis jóvenes: dos seminaristas y cuatro chicos de Acción Católica. Vienen a acompañar al Padre David con sus guitarras para que con su entusiasmo animen a los buenos vecinos a participar de la Eucaristía.

14 Escrito por Carlos Gassmann

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De todas formas los vecinos ya están acostumbrados a que se celebren misas en la casa de "Los Gassmann" pues estas se repetían desde hacía varios años, a veces con breves interrupciones. La falta de una capilla en el barrio generaba el éxodo de los chicos en su preparación para recibir de la catequesis de Primera Comunión.

Pero la decisión de los esposos Rosa y Lucas Gassmann de no dejar al vecindario sin misas siempre se mantuvo firme, y es por eso que siempre brindaron su hogar y el esfuerzo de ellos y sus hijos para este fin.

La ceremonia, en realidad, no comenzaba a las seis de la tarde. Y no era por impuntualidad, sino por pequeños pasos previos que el sacerdote debía realizar: recibir los afectuosos saludos y brindar un poco de atención personalizada, tanto al comienzo como al final, y que predisponen positivamente a los feligreses. Luego, en un rincón algo alejado, realizar algunas confesiones, normalmente muy pocas, un poco por timidez ante la falta de anonimato que genera normalmente una iglesia mayor.

Don Lucas, ya ejerciendo funciones de sacristán, prepara todos los elementos y designa a los voluntarios para las lecturas e instruye a los monaguillos. Mientras tanto Doña Rosa y sus hijos van invitando a todos a ocupar su lugar a fin de dar comienzo a la liturgia. Todos van acallando sus charlas y los rostros van adquiriendo la seriedad y sumisión que genera el lugar. El sacerdote se va revistiendo parsimoniosamente frente al altar. Con la señal de la cruz da comienzo la ceremonia.

Al llegar al sermón, y sin muchos rodeos, explica a los vecinos que se va a cumplir con el proyecto del matrimonio Gassmann, y que cumple con el sueño de ellos y del Padre en especial: construir un templo en unos terrenos sobre la calle Segundo Sombra. El mismo Padre David pide que el nombre de "Santa Rita" sea designado para esta obra.

Luego continúa la misa pero les cuesta a Rosa y Lucas sustraerse de pensar en el trabajo que tenían por delante. Al final, y luego de la bendición, todos se quedan para comentar este acontecimiento. Se tiran ideas, se imaginan obras, se sueña....

Los anhelos, tantos años guardados en el corazón de estos dos pioneros llegados hace muchos años a un naciente barrio, hoy comienzan a ser realidad.

Y ... el tiempo pasó... Hoy todo visitante que pasa por sus calles verá el fruto del esfuerzo solidario de

Rosa y Lucas en los sueños de una capilla para el barrio.

La piedra fundacional de la Capilla Santa Rita fue colocada el día 22 de mayo de 1983 en la confluencia de las calles Segundo Sombra y Carlos Reyles, en la localidad de Ituzaingó. Hoy, una gruta con la figura de Santa Rita recuerda este lugar. Ambos apadrinaron la inauguración del templo. Si bien para su construcción el Padre David Menapache destinó un dinero producto de su herencia familiar esto fue un comienzo y se debieron recaudar fondos haciendo kermeses, asados, locros, especialmente en las festividades religiosas. Los vecinos fueron aunando fuerzas con Rosa y Lucas lo que conllevó a un acercamiento entre todos que se mantiene aún hoy. Cuando Rosa falleció la Iglesia resultó chica por la participación del barrio y sus amigos en la Capilla Viviente.

25. PAPÁ EN EL HIMALAYA

Un día, como tantos, llegó visita en casa. Querían ver a papá y proponerle una

difícil empresa: “organizar un criadero de conejos angora en la India”. Al principio reinó la incredulidad, más adelante, la incertidumbre y, finalmente, la posibilidad económica los animó a tan duro desafío: el desarraigo de un padre y el desamparo de la familia por dos años,...

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El día 15 de mayo de 1966 papá partía, primero hacia Nueva Delhi (India)- vía Alemania- y, más adelante, al destino final: Kulú (Punjab), al pie del inmenso Himalaya.

El idioma y las costumbres tan distintas, no fueron un obstáculo insalvable para nuestro emprendedor y sacrificado papá y con el apoyo del gobierno Indú y los aldeanos confiados a su cuidado, salió airoso de la empresa y el criadero fue una realidad que entusiasmaba hasta el más incrédulo.

El contrato era por dos años pero papá regresó al cabo de un año; extrañaba mucho a su esposa, a sus hijos, a su patria. A pesar de lo mucho que conoció en tan lejano país y el excelente trabajo realizado, la India, por la larga separación, fue una experiencia difícil en nuestra historia familiar y, el tiempo lo fue borrando como el tan

lejano Himalaya. LLuuccaass yy uunnaa nniiññaa ddee KKuullúú..

Lucas estuvo trabajando en el criadero de conejos angora en un pequeño pueblo del norte de la India (Kulú). Entre sus recuerdos más valiosos fue su lucha por la causa de sus obreros y sus familias. El emocionante reconocimiento final fue el broche de oro que mereció papá cuando una caravana de niños, mujeres y hombres lo acompañó, arrojando flores, hasta las afueras

de la aldea manifestando, con lágrimas en los ojos, todo su afecto y su reconocimiento por lo que había hecho por ellos, mientras el coche lo iba llevando de regreso a casa, a la Argentina.

Lucas, el hijo primogénito, es nuestro padre. Se casa en la Iglesia de Ntra. Señora del Rosario (Crespo) con Rosa Bernhardt el 22 de abril de 1947. Rosa había nacido en Campo García el 26 de mayo de 1926. Viven poco tiempo en Mar del Plata y Munro. Finalmente se radican en Ituzaingó. Rosa fallece el 23 de octubre de 1988 en Ituzaingó (Bs.As.). El 22 de enero de 2004 fallece Lucas en Castelar. Del matrimonio nacieron: Ana María, Mario Arturo, Marta Paulina, Beatriz Carmen, Carlos Raúl, Miguel Angel, Eduardo Roberto, Rosa Cándida, Nancy Mabel, Daniel Lucas, Patricia Alejandra, Mariana Elizabeth y Diego Martín. Mario Arturo y Carlos Raúl escribieron estas historias. Sólo esperan que otros tomen la posta en este desafío.

BIBLIOGRAFÍA LOS ALEMANES DEL VOLGA. V Popp - N. Dening. Buenos Aires. 1977 EL ÚLTIMO PUERTO 0. Weyne. De. Tesis. Buenos Aires. 1987 ALEMANES DEL VOLGA, El pueblo que emigró dos veces. Orlando Britos, Entre Ríos 1996. HISTORIA DE LA ARGENTINA F.Luna. Ed. Hyspanoamérica. Buenos Aires. 1992. Libros: de 1880 – 1890. CUADERNOS DE BUENOS AIRES (M.C.B.A) Los barrios de Buenos Aires. 1975 EL EXPOSITOR RURAL (Crespo). E. R.) N° 14 4° Trimestre de1985 (pág. 36). REVISTA TIME. Marzo 14 de 1986. "In West Germany... " PETIT SOMME MARIALE Dubois. Tome II. 1961.

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ANTIGUAS TRADICIONES DE LOS ALEMANES DEL VOLGA. H. Maier S. - J.C. Melchior. Coronel Suárez, 1998. DE ALEMANIA A RUSIA. DE RUSIA A AMÉRICA. Dr. Alejandro Guinder. Santa Rosa. 1998. DEL VOLGA A LA PAMPA. Dr. Alejandro Guinder. Santa Rosa. 1999. SANTA ANITA. Olga Honeker, María Jacob. C. de U. 2000 “LA LUZ Y EL FUEGO” Juan Alberto Mierez TRADUCCIONES: “CONMEMORACION DE LOS 50 AÑOS DE LOS ALEMANES DEL VOLGA” P. Lubger Gruter S. VD. 1928. Traducción: Vicente Kranewitter (V. María. 1992) CRONICAS DE LA FAMILIA DE NICOLAS GASSMANN. Transcripción: Antonio Gassmann. Traducción: Juan Weinhold CRONICAS DE LA FAMILIA DE NICOLAS GASSMANN (padre). Traducción: Vicente Kranewitter y equipo: Pbro. Silvestre Gassmann, J.N. Gassmann, A. B. Gassmann, T V Gassmann, Juan B. Gassmann,...

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SEGUNDA PARTE

VALLE MARÍA TU NOMBRE, MARIENTAL TU ESPÍRITU

La familia Gassmann cuenta en su haber valiosos testimonios escritos por

nuestro abuelo Nicolás. Entusiasta, como pocos, dejó su tierra natal para buscar un mejor porvenir para los suyos. En sus Crónicas se revelan las motivaciones del largo viaje y el coraje, en sus decisiones de líder, para emprender la aventura hacia el Plata.

Por qué no dejar correr la imaginación para animarse a una aventura: adentrarse en los escritos de nuestros abuelos.

Es un apasionante juego de preguntas entre Nast, periodista imaginario de un medio tan importante hoy día como el de prensa; en un tiempo: a fines de siglo XIX, exactamente a cien años; en un lugar: Valle María, la naciente Marienthal, un nombre tan caro como la aldea madre en el Volga; un ambiente, pueblerino, que crece y que experimenta cómo sus hijos nuevamente parten en busca de nuevos horizontes; y, finalmente, el personaje central: don Nicolás, de muy avanzada edad, todo un patriarca.

1. EN CAMINO

Campos azules de lino se amalgaman con los

colores del cielo, perdiéndose más allá de las

cuchillas. La brisa mece los trigales, sueño

hecho realidad de hombres rubios que han

clavado con esfuerzo el arado, por primera

vez, en el generoso suelo argentino.

Año 1898. Está cayendo el telón del siglo XIX. Por las turbias aguas del Paraná va remontando un moderno vapor de

pasajeros. Después de un largo viaje, atraca en un muelle de madera. El paisaje se corta bruscamente hacia el este por unas altas barrancas. Arriba se encuentra Diamante. Hacia el oeste las verdes islas salpican un ancho río amarronado y se pierden en el horizonte.

Descienden algunos pocos pasajeros. Uno de ellos, Rast, hombre ya mayor, periodista de un importante diario de Buenos Aires. Comienzan a

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ascender el empinado camino en zigzag. Diamante los espera. El silencio pueblerino de la siesta se rompe con el canto de un cardenal orgulloso de su rojo copete. Una bandada de loros se levanta sobre la barranca. El barco zarpa hacia el norte. Unos pescadores detienen su marcha respetando el paso de los viajeros que ascienden lentamente. El sudor y la agitación invaden sus cuerpos.

En lo alto divisan la torre de la iglesia. Están a unas pocas cuadras. En la plaza se separan. González, un anciano lugareño, ofrece hospedaje al visitante porteño. Vive en el ángulo NO de la plaza central. Como hace veinte años, supo ganarse el afecto y el respeto del contingente volguense; hoy es su portavoz. "No hay alemán que se llegue a Diamante y no pase a saludar al viejo criollo", sentenció un vecino. Rast se alegra de la elección y, como reportero gráfico, está interesado en conocer sus progresos.

Primeras luces de la mañana. Afuera, Matías Gassmann lo aguarda; adentro, el viajero se dispone a partir hacia una colonia. Por su semblante se deduce que ha debido acostarse muy tarde. Historias y más historias prolongaron la velada. Rast ha conocido a los alemanes en su llegada a Buenos Aires, más aún, les aconsejó que partieran a Entre Ríos; González los recibió en Diamante y colaboró durante su estadía.

Don Matías Gassmann ha venido con su hermano Adán. Ambos han aprovechado el viaje para acordar algunos detalles de una próxima emigración. Junto con otros campesinos fundarán una nueva colonia. Esperan en su "carro ruso" pintado de verde, como todos. Dos mansos caballos están atados a su lanza.

Pronto tres siluetas se pierden en lo alto de la loma, a las afueras del poblado.

Después de un largo camino llegan al arroyo Ensenada, de escarpadas orillas. Cruzan el puente, obra arquitectónica, construido hace cinco anos y es el orgullo de la Provincia.

Por unos momentos se han detenido. Los caballos merecen un descanso. Unas alforjas generosas surgen bajo el asiento delantero del carro. No hay brisas. Sólo silencio. El ambiente salvaje se recorta en las suaves lomadas que caen en el Paraná. Todas tierras vírgenes, hambrientas de trabajo.

Avanzado hacia el norte por los caminos de toscas crecen aisladas islas de florecidos alfalfares y campos, cambiando la monotonía del paisaje. Lentamente la mano del gringo hace su aparición en el agreste ambiente.

Al atravesar el arroyo Crespo, las suaves lomas se han convertido en ricas tierras de cultivo. Campos azules de lino se amalgaman con los colores del cielo, perdiéndose más allá de las cuchillas. La brisa mece los trigales, sueño hecho realidad de hombres rubios que han clavado con esfuerzo el arado, por primera vez, en el generoso suelo argentino.

2. AÑORANZAS DEL VOLGA.

“Nuestro querido Dios nos preserve a todos de

renegar de nuestra fe, que perder bienes y

dinero es perder mucho; pero perder salud y

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buen nombre es perder más, pero perdida la fe,

todo se perdió".

El carro hace su ingreso, a paso cansino de los caballos, por la calle ancha de la aldea. Valle María es su nombre, Marienthal su espíritu.

Las blancas casas lucen por su limpieza. Son bajas. Techos de caña y paja. Amplios patios, bien cercados con pequeños canteros de flores. Paraísos y cítricos prodigan su sombra. Las gallinas y otras aves de corral se despiojan en la tierra.

Han llegado. Don Nicolás Gassmann los espera. Recién levantado de la siesta se ha dispuesto su mecedora de mimbre a la sombra de una enredadera azulada, como lo hacía todas las tardes.

Por la calle un enjambre de niños salen de la escuela de las Hermanas del Espíritu Santo, toda una bendición desde su llegada hace tres años. Una pequeña campana de la Iglesia de enfrente ha dado las

cuatro. "El año que viene, si Dios quiere, llegan desde Francia tres grandes campanas". - se adelantó José, el hijo menor.

Con gran esfuerzo, el anciano se ha levantado para recibir al visitante. Bien valía la pena cuando hay tanto para contar; y si enfrente hay buen interlocutor, mejor. Primero debe espantar a los perros, alborotados por la visita.

El saludo es generoso. La conversación se centra por unos instantes en el tiempo, las cosechas, luego en los acontecimientos de Buenos Aires y del mundo. Un visitante de la gran ciudad siempre trae noticias frescas para una pequeña aldea. A pesar de ello un agricultor puede tener una visión muy aguda de la realidad. "¡Qué profundidad logra el hombre en el silencio del campo!." - pensó el visitante escuchando al viejo agricultor.

Rast ha quedado observando la figura señera de Don Nicolás. De mirada profunda, ojos claros y vivaces, rectas las cejas. Los cabellos, blancos y lacios, a ambos lados de su profunda calva. Viste totalmente de negro, sacón largo y grueso. Altas botas de cuero. Manos pequeñas y arrugadas por el tiempo, sosteniendo un bastón. Lo definió como buen observador y agudo crítico. Interiormente pensó: ¡Todo un patriarca!

El visitarte lo llevó a su terreno: un vuelo hasta el mismo Volga. - Abandonar el país, la tierra donde uno nace, debe ser muy difícil y

poderosas razones hay que tener para emigrar, Señor Gassmann, ¿podría usted señalarlas?

Nicolás Gassmann

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- Bien - dijo el anciano, y se acomodó en el sillón. Tomándose todo el tiempo, comenzó: - Un día, allá en la aldea natal, ante claros ofrecimientos del Brasil, nos reunimos los padres de familia y recuerdo que cuando me dieron la palabra les dije: "Muchas veces he analizado cómo podría yo dar la espalda a esta cambiada Rusia, pero no podía encontrar ni el lugar ni la oportunidad de condiciones tan favorables como las que nos ofrece ahora el gobierno brasileño. Me quiero ir porque de aquí en más no tenemos garantía de libertad religiosa. Vean, después de haberse apoderado de nuestros "derechos alemanes" nos quieren quitar nuestras escuelas y en su lugar poner escuelas - distritos en las que la religión católica, la religión de nuestros padres y de nuestros hijos ya no tendrán cabida. Este es el principio de la propaganda de los borrachos papas de la ortodoxia rusa en las colonias alemanas católicas, que fundaron nuestros padres con esfuerzo y sudor y defendieron con su sangre, donde por más de cien años florecieron genuinas costumbres alemanas católicas. Yo temo, y con fundamento, que aquí ocurra dentro de unos años lo que ocurrió en Polonia, donde numerosos católicos fueron golpeados y maltratados a causa de su fe. A nuestros eclesiásticos les espera el destierro en Siberia o cosas peores. Nuestro querido Dios nos preserve a todos de renegar de nuestra fe, que perder bienes y dinero es perder mucho; pero perder salud y buen nombre es perder más, pero perdida la fe, todo se perdió".

Por un instante se hizo silencio. Rast ha quedado impresionado por la claridad meridiana de este anciano campesino tan comprometido con su fe y con su gente.

Sin mucho esfuerzo prende Don Nicolás su larga pipa y al compás de las bocanadas recuerda: "¿Qué más podremos extrañar en la tierra donde nacieron nuestros padres, nosotros y nuestros hijos, pero qué podemos hacer contra la realidad, si en cada redistribución de tierras se achican los predios y el gobierno no tiene disponibles en esta zona?".

Ha terminado. Se toma un respiro y mira a su alrededor. Un pequeño perrito duerme bajo el sillón de mimbre; más lejos, los

demás. La calle se ha vuelto nuevamente transitada. Es que hay un gran número de aldeanos dispuestos a emigrar. El tema de los colonos después de regresar del campo: - Discuten precios de tierras en distintas comarcas de la Provincia - afirma Nicolás hijo. Su padre sabe que Matías y Adán están a punto de emigrar. Hay buenas perspectivas para el próximo año, según testimonio de Felipe Derfler, proveniente de la aldea San Juan. Hasta piensan ponerle a la nueva aldea el nombre de San Miguel.

-¿Hubo algún otro motivo para dejar Rusia? - retomó Rast la conversación.

- Sí lo hubo: la incorporación al ejército, cinco años de servicio, a partir del lº de mayo de 1880. Diez años antes los alemanes tenían el derecho de abandonar libremente Rusia; si se quedaban, debían formarse a las normas y disposiciones que regían para el resto de los ciudadanos, Esto se hizo conocer en todo el país y fue leído en todas partes. Para mí ya fue suficiente razón para emigrar.

-¿Recuerda usted la partida? - preguntó Rast sin perder tiempo. - ¡Cómo para olvidarlo! - contestó el anciano, y en el brillo de sus ojos se

reflejó la nostalgia de su patria tan lejana. Sorprendido y temiendo que unas lágrimas empañaran la entrevista, el

visitante quiso cambiar la conversación. Con el ingreso de Juan y Adán, sus otros

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hijos, se dio la oportunidad. Cuando ya todos presentes dieron paso a las damas con sus sabrosas masitas y el mate, incorporado a las costumbres germanas.

El abuelo no quiso esperar mucho y continuó con sus ideas: - El 21 de junio de 1876 envié a mi hijo Pedro a Norteamérica y con el

consentimiento de mi familia vendí todas mis pertenencias, es decir, casa, terreno, corral, galpones y cercos. ¡Todo por 700 rublos! - ¡qué poca cosa! - pensó -, pero no lo dijo, no hacía falta. Todos lo entendieron.

- El 10 de noviembre de 1877 teníamos todo listo para emigrar. Nuestro capital se componía de 3.575 rublos. Sin detenerse y con una memoria prodigiosa, para su edad, concluyó: - El 14 de noviembre dejamos la hermosa Marienthal y el 15 cruzamos el río Volga en bote de remos.

La emoción contagió a todos los presentes. Ante una comunidad tan sensibilizada, pensó Rast, mejor es acercarse más al tiempo.

3. EMBAJADOR DE SU PUEBLO La buena gente no cedió en su pedido e insistió en que hiciera el viaje, hasta que finalmente accedí y decidí dejar a mi familia e ir a Brasil para exponer a su gobierno nuestro problema Juntaron solamente 40 marcos pero juraron que a mi regreso me pagarían todos los gastos que hiciera.

- Recuerdo la llegada de ustedes al puerto de Buenos Aires.- se expresa el periodista mirando al anciano. Ese mismo día estaba en el puerto observándoles. Había recibido comentarios en el mismo gobierno - cosa que era cierta - sobre el arribo de un numeroso contingente.

- Sí. Eramos 1006 personas en total - intervino Nicolás, hijo. - Vinimos en dos buques. El nuestro era el "SALIER", - y recordó en ese momento una noticia que llegó a la aldea: ¿Sabía usted que el barco naufragó hace dos años, más precisamente el 8 de diciembre de 1896?. En el barco venían 113 colonos del Volga.

- Sí. Se divulgó en todos los medios de Buenos Aires - respondió el periodista, mientras observaba con detenimiento la destreza de estos hombres comiendo semillas de girasol, en esa tarde tan apacible.

Don Nicolás, ansioso de ser escuchado, permaneció en el tema dejado hace unos instantes:

- Nosotros no queríamos venir aquí. El agente en Bremen (Alemania) nos prometió que desembarcaríamos en Río de Janeiro donde ni siquiera hizo escala. Simplemente el capitán nos trajo a Buenos Aires. Al principio no quisimos desembarcar - concluyó el anciano.

- ¿Qué es lo que intentaron hacer entonces? - Me dirigí al consulado alemán El principal me escuchaba y trataba de

calmarme, quería hacerme razonar, según sus puntos de vista... tratando de convencerme para que nos quedáramos aquí y conociéramos el país.

- ¿Cuál fue la actitud de sus conciudadanos recién llegados?- preguntó Rast.

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- Cuando llegué de vuelta con mi gente y les conté todo lo que había pasado, no había nadie que hiciera algo al respecto, solamente yo me movía y hablaba, - y en su semblante afloraba un dejo de dolor por la actitud pasiva de su gente. - Me dirigí al cónsul ruso, pero no se ocupó para nada de nuestro problema Fue entonces cuando me convencí que no podía contar con nadie.

- ¿Cuál fue el paso siguiente? - se interesó el interlocutor. - Aquí fue cuando la gente me pidió, por amor de Dios, que fuera

personalmente a Brasil, que me dirigiera al gobierno para que se ocupara de nuestra situación. Eso me costó mucho. La buena gente no cedió en su pedido e insistió en que hiciera el viaje, hasta que finalmente accedí y decidí dejar a mi familia e ir a Brasil para exponer a su gobierno nuestro problema Juntaron solamente 40 marcos pero juraron que a mi regreso me pagarían todos los gastos que hiciera. Su rostro se ensombreció por un instante.

Caía lentamente el atardecer. El abuelo se retiró, por un instante al interior de la casa. Rast, viendo a los chicos muy entretenidos, se acercó y los vio jugando con unos simples huesos, algunos pintados y colocados en pequeños corrales, simulando ser caballos de tiro, de carrera,... ¿Con tan poco se entretienen?, pensó.

Apenas regresado, el anciano prolongó, sin esfuerzo, su relato: - Dos semanas tardo para llegar a Río. Al día siguiente me recibieron las

autoridades para que yo expusiera los motivos de mi presencia y lo que pretendía. Tuve que hacer un escrito historiando toda nuestra trayectoria Un empleado hizo la traducción al portugués; dos días después una autoridad ministerial mandó un telegrama a Buenos Aires para que el cónsul de Brasil, sin demora alguna, obviara todo trámite para que el agricultor que quisiera ir a Brasil lo pudiera hacer con todos los gastos pagos.

Lentamente prendió la pipa y continuó: - Cuando el telegrama llegó a Buenos Aires, ese domingo antes del mediodía, nuestra gente estaba asistiendo a Misa. De todo eso me enteré luego, a mi regreso.

Rast debió ser representante del gobierno en esa oportunidad, esto lo sabía, aunque su complicidad supo disimularla cambiando rápidamente de tema.

Por un instante se hizo silencio. Reinaba una temperatura agradable. El sol desaparecía lentamente tras el río Paraná. En esa dirección podía aún verse un carro que marchaba allá a lo lejos.

- Son parientes nuestros - comentó el joven Santiago.

4. CHOQUE DE CULTURAS Le teníamos temor porque a más de uno de los nuestros lo puso de plantón junto a un poste y no le permitía moverse pero tuvimos que salir y nos obligaron a poner en ronda.

- Regreso del Brasil a fines de junio. - comentó el anciano muy compenetrado en el tema.

- Me reencuentro con mi familia, que está ubicada en el monte, cubierta por un techo provisorio que compartía con otras en la misma situación que la mía. Con voz entrecortada siguió: - En mi ausencia había fallecido mi amada esposa, así llegué yo, con el corazón triste y resignado, aceptando mansamente la voluntad de Dios, que cuanto hace siempre está bien.

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María Elisa, su hija menor, recién llegada de la cocina y escuchando sus últimas palabras acarició a su anciano padre ayudándole a superar su dolor. Con entereza, el anciano dirige su mirada al cielo: - ¡Oh Señor, dale el descanso eterno! ; y todos agregan al unísono: - Y que la luz brille siempre para ella. Amén

En esa hora de la tarde puso una nota alegre el canto del chingolo. - Mañana habrá viento -, sentenció Juan, que recién llegaba del campo. Rast, hombre de ciudad, no comprendió esos dichos.

- Tras mi llegada, la gente viene a preguntar cómo están las cosas en Brasil. Hasta donde llegué y lo que he visto, no me gustó nada. Pero Brasil es muy grande y es posible que puedan encontrarse lugares mejores. ¡No!, contestó la mayoría, si a usted no le gustó, ni siquiera intentaremos ir.

-¿Recuerda usted, Señor Gassmann, lo que ocurrió después? Se acomoda por un instante sus botas, deja a un costado su pipa y alarga

ceremoniosamente la conversación: - A mediados de julio me traslado con mi familia al terreno que nos

corresponde en la aldea y enseguida levantamos un galpón grande donde podíamos vivir todos los de mi familia, hasta poder construir una vivienda con las dependencias necesarias. La mayoría no tuvo otra salida que cavar un hueco en el suelo y cubrirlo con lo que podía, hacer una escalera para bajar y subir mientras rogaban a Dios poder superar pronto esta situación, pues no había dinero para comprar nada.

Rast, admirado por la claridad en los conceptos de su interlocutor no quiso dejar temas en el tintero:

- Es muy posible que la situación fuera tirante con el administrador Navarro debido a la oposición de ustedes a vivir en las chacras. ¿Cómo concluyó ese enfrentamiento?

- El administrador retornó un día domingo acompañado por diez soldados del ejército y el nuevo juez, dirigiéndose directamente hacia donde vivíamos nosotros que estábamos encerrados en nuestras casas, sintiendo cierto temor, … Le teníamos temor porque a más de uno de los nuestros lo puso de plantón junto a un poste y no le permitía moverse. Tuvimos que salir y nos obligaron a poner en ronda. El señor Navarro se puso en el centro y todos debíamos escucharlo en silencio. Nadie entendió una sola palabra del idioma castellano. El nuevo Juez nos habló en alemán. Comenzó diciendo que el señor Navarro nos hace saber que desde este momento en adelante nadie debe construir algo más en estos terrenos, que cada colono debe ir a su chacra y levantar allí su vivienda y no aquí todos juntos, bajo tierra, como las vizcachas.- Don Nicolás se calla por un instante como queriendo recordar algo.

Desde ese momento a nuestra aldea le dicen "Vizcachera" - comentó Adán, dándole tiempo al abuelo a pensar lo que iba a decir:

- Cuando el Juez hubo terminado de explicar lo dicho por el administrador, yo hablé y le dije: Dígale al señor Navarro que si no nos permite estar juntos en aldeas e insiste en obligamos a ir por la fuerza cada uno a su chacra, ningún alemán venido de la zona del Volga se quedará aquí en el país. El señor Navarro contestó que por el momento las cosas quedan como están, lo que vendrá más adelante él no lo sabe, pues su obligación es ahora comunicar esta novedad al gobierno en Buenos Aires, que él no tiene autoridad para permitir lo que está sucediendo.

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5. ABRIENDO SURCOS Miles de palabras bondadosas, de consuelo y de aliento surgieron de nosotros tres para que nuestra pobre gente se mantuviera firme y unida.

La actitud y la firmeza de sus palabras no dejaban margen de dudas. Era

todo un desafío para el periodista conocer el nacimiento de una aldea de inmigrantes tan peculiares.

-¿Cómo estaba compuesta la comunidad de Valle María en sus inicios?, preguntó.

Don Nicolás no se hizo esperar: - Nuestra comunidad estaba compuesta por 32 familias distribuidas en 64 chacras. La comunidad estaba muy unida. Fui nombrado Director junto con los vocales Pedro Hoffsteter y Nicolás Becker para encauzar las inquietudes y deseos de la comunidad.

El Director o Vorsteher o intendente de la aldea era nombrado por el consejo de ancianos. Lo secundaban dos vocales. Su autoridad moral no se cuestionaba en las aldeas.

- He llegado a las mismas fuentes - pensó el visitante que no sabía de tal nombramiento en los inicios. -¿Qué es lo que primero hizo esa comisión?.

- Lo primero que hicimos fue levantar un oratorio; cada familia debía aportar 200 ladrillos y de cada chacra se debían traer 10 gavillas de pasto. Haciendo todo muy precario compramos tacuaras y cueros de caballo para impermeabilizar el techo, también compramos algunas maderas para las aberturas. Todos contribuyeron en forma pareja, sin embargo había algunos que estaban en mejor posición para ser generosos y no lo fueron. - lamentaba el anciano y en sus palabras no había ningún reproche pero sí una sentencia en ese atardecer entrerriano: ¡Oh, cuántos había entre nosotros que no tenían un centavo en el bolsillo!, pero no se quisieron forzar las posiciones de nadie... ¡Oh Dios misericordioso, tú sabes todo mejor!. Miles de palabras bondadosas, de consuelo y de aliento surgieron de nosotros tres para que nuestra pobre gente se mantuviera firme y unida.

Los ladridos de los perros interrumpieron, por un instante. Una persona, junto al cerco de flores, golpeó las manos. Juan, el hermano mayor, se levantó. Todos se detuvieron a mirar con curiosidad. Era el carpintero que traía unos baúles. Juan y Matías los habían encargado para la futura mudanza de sus familias a unas ocho leguas al interior, hacia nuevos horizontes.

El periodista se animó a preguntar ante la mirada ansiosa del anciano campesino: - Y ¿qué pasó con el oratorio?.

-A principios de setiembre comenzamos a techar nuestro pobre oratorio. Con mucho esfuerzo y sacrificio lo pudimos terminar a fines de noviembre de 1878. ¡Por fin todos pudimos reunimos y realizar juntos nuestras oraciones!. ¡Cuántas Santas Misas fueron celebradas allí!, por eso agradecemos y decimos: ¡Mil gracias a Dios, mientras vivamos en esta tierra!.

¡Qué hombres de fe! - pensó el agnóstico porteño. -¿Tenían algún acuerdo con el gobierno?

- Sí. El gobierno se había comprometido a darnos la manutención alimentaria durante un año, pero como ese primer año no fue bueno en cuanto a

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frutos de las cosechas, el gobierno nos amplió la ración otro año más. Las familias recibieron, para cada chacra: 2 caballos y una yegua; 2 vacas y 2 toros; un arado, una pala, un hacha, Todo esto lo tenían que pagar en un lapso de 20 años.

- Una vez que les entregaron las tierras ¿cómo fueron las primeras jornadas de trabajo?.

Don Nicolás se tomó de la cabeza y quedó un instante pensativo, sin responder.

Ante esta reacción el visitante pensó: ¿Habré hecho mal la pregunta? El anciano guardó silencio, miró fijamente al interlocutor, pensó bien lo

que iba a decir y, finalmente se decidió hablar: - Eso es algo difícil de describir y explicar a alguien que haya estado

ajeno a nuestra situación y quiera hacer un relato verdadero de cómo acontecieron los hechos. Desde luego nos referimos a los inicios de los trabajos rurales.

Los hijos presentes, todos agricultores, se sonrieron. - Fíjese un detalle, señor Rast: aquí en América cuando uno mira un

caballo ve que tienen la misma textura que los que teníamos en Rusia, pero su fortaleza no es la misma, aunque sean gordos Cuando va con ellos a Diamante o a Paraná, ya sea tirando de un carro o montando, se debe parar dos o tres veces a la vera del camino y dejar que se alimenten porque siempre están cansados.

- ¡Qué notable!. Es posible que el tipo de alimento sea distinto y beneficie su fortaleza. - se expresó el hombre de ciudad ajeno por completo a las cosas del campo.

El anciano, gesticulando con sus manos, profundizó el tema: - Cuando hubo que arar clamábamos al cielo. Se tenían que juntar dos o

tres familias con todos sus caballos para roturar la tierra con un solo arado. Cuando habían dado tres o cuatro vueltas, ya estaban cansados, casi no podían avanzar, gordos como estaban no resistían ningún esfuerzo. ¡Los de afuera reían, nosotros llorábamos!.

- Realmente, señor Gassmann, estoy sorprendido de lo que me cuenta. - Vea señor, no se puede describir la angustia que sentíamos por la

miseria que teníamos que padecer en ese tiempo. Quien sea labrador se puede imaginar lo mal que nos fue a los inicios - concluyó con resignación mientras jugaba con el bastón en sus manos.

- Me contaba su nieto Santiago, hace un instante, que los primeros carros los hicieron de rueda maciza?

- ¡Efectivamente!. Estaban cortados de una sola pieza. Cuando el señor Navarro vio lo que habíamos hecho se asombró e hizo venir un fotógrafo porque le pareció una obra maravillosa. Nos hizo reunir y nos pidió que nos sentáramos en los carros, nos hizo poner a todos en fila para fotografiarnos con carros y animales, todos en la misma foto; luego la envió a Buenos Aires.

- ¡Por supuesto que nunca vimos esa foto! - comentó, con una sonrisa irónica, Matías.

6. PIEDRAS EN EL CAMINO Viendo la ubérrima tierra que les había tocado, de un día para otro estos tres individuos dijeron: ¡Todo esto es nuestro!. Y se apropiaron todo. Cuando vendieron parte del fruto del esfuerzo de todos, se lo

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guardaron injustamente en sus bolsillos y se fueron con sus bolsos llenos de plata.

La tarde iba cayendo lentamente. Rast continuaba preguntando. El abuelo, interesado en contar sus historias, no demostraba cansancio. El sol rojizo del horizonte se dibujaba molesto en el rostro del interlocutor. Mientras se corría disimuladamente continuó con sus preguntas:

- Dado que las familias eran tantas ¿cómo era el ambiente en la comunidad?.

El anciano se apresuró a contestar: - Al principio se hicieron acuerdos y convenios entre sí para compartir en

forma colectiva los campos, a veces para la crianza y engorde de animales y otras para el sembrado en común, de diferentes tipos de granos y forrajes. El 14 de octubre de 1879 llegan inmigrantes del pueblo ruso de Obennunschuer, desde Brasil a nuestra aldea. Así nuestra comunidad creció. La componen ahora 97 familias. A partir de ese día la armonía y la unidad que había antes se fue destruyendo.

- A simple vista concluyo que han debido tener un mal recuerdo de esos los hombres. ¿No es así don Nicolás?.

- Cristo, Nuestro Señor, entre sus doce apóstoles también tenía un Judas. En nuestra comunidad teníamos tres Judas...

En ese instante el anciano se expresa con mucho dolor. Sus hijos aprueban cada palabra con leves inclinaciones de cabeza.

- Ellos tenían sus chacras junto a nuestra aldea. Luego de los hechos sucedidos nos dimos cuenta de que habían elegido quedarse cerca de nosotros con la aviesa intención de fastidiamos intensamente y atemorizamos. Debido a que el gobierno seguía presionando para que fuéramos a vivir al campo, estos tres individuos se soliviantaron entre sí poniéndose de acuerdo, amenazándonos con ponerse de parte del gobierno yendo a vivir a sus chacras, que estaban a la vista de la aldea. Eran las más cercanas.

- ¡Cuánta injusticia cometieron estos tres hombres! - Por el sistema colectivo que aplicaban es muy difícil tener armonía -

comentó el visitante. - Efectivamente. Desde el principio de nuestras tareas rurales, y hasta

que adquiriéramos experiencia del lugar y nos surtiéramos de los implementos necesarios, nos habíamos puesto todos de acuerdo en trabajar los campos en conjunto, compartiendo también en conjunto los beneficios que se obtuvieran. Las chacras de estas tres personas estaban muy bien ubicadas, casi junto a la aldea. Un arroyo las cruzaba brindando agua adicional cuando fuera necesario. Esos lugares fueron destinados para hacer huertas, todo bien cercado y plantado. Cada familia hizo lo suyo; había, sectores con alfalfa, con repollo, papas, batatas, y sabe Dios qué mas plantado en ese hermoso sector. La comunidad había estimado, en general, el valor de lo allí plantado entre tres y cuatro mil patacones. Viendo la ubérrima tierra que les había tocado, de un día para otro estos tres individuos dijeron: ¡Todo esto es nuestro!. Y se apropiaron todo. Cuando vendieron parte del fruto del esfuerzo de todos, se lo guardaron injustamente en sus bolsillos y se fueron con sus bolsos llenos de plata.

-¡Dios, qué injusticia! - afirmó, con un gesto de rebeldía, el joven Santiago.

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Juan, en ese momento, se levantó para espantar unas gallinas que se habían pasado a un cajón de verdura. Uno de los niños se hizo presente con un balde lleno de huevos. - Como hay mucho maíz las gallinas tienen buen rinde - comentó Matías.

- ¿Cuál es su sentimiento, después de esta injusticia cometida con esa comunidad?

Con un dejo amargo, sin rencor, pensó su respuesta: - Lo dijo San Agustín y eso se cumplió muchas veces: "todo aquel que se adueña de los bienes ajenos, éstos no llegan a la tercera generación." - y con notable tranquilidad concluyó: Desde lo más profundo de mi corazón yo les deseo lo mejor, especialmente para sus almas. Nosotros, pobres hombres agobiados, debemos pensar en Daniel cuando estaba en la cueva de los leones y el Angel del Señor llevó a Habacuc para que le entregase el alimento que éste había preparado y Daniel exclamó: "Oh Señor, tú nunca abandonas a los tuyos". Así decimos nosotros ahora, y lo diremos en todos los tiempos: Gracias a Dios Todopoderoso y Bondadoso que nunca nos abandonas.

Ya la tarde caía rápidamente. Varias mujeres, junto al pozo central, estaban lavando a sus hijos, con la ayuda de grandes palanganas. Suciedad y rebeldía se mezclaban con gritos, lloros y algunos merecidos “chirlos”. El jabón hizo lo suyo. La premisa de las santas mujeres era: ¡limpieza a fondo antes que el día termine!. Todo concluyó cuando los niños estuvieron lavados y peinados.

7. UN SUEÑO: AYER Y HOY

Sentía una felicidad muy grande por haber conocido a Nicolás... Sí, el de la foto que había en el comedor de la casa y que tanto me había hablado el abuelo Antonio...

El Señor Rast creía conveniente concluir con la siguiente pregunta: -

¿Después de dejar, junto a los suyos, la patria donde nació cuál es su mejor recuerdo de esta su aldea Valle María?

Como buen conocedor de las Sagradas Escrituras, Don Nicolás se tomó de ellas para responder: - En el Libro lº de los Reyes, cap. Vlll, vers. 18 dice: "Dentro de tu corazón proyectaste construir un templo a mi nombre, y has hecho muy bien en pensar así" - y con satisfacción, que no podía disimular a pesar de su cansancio, continuó: - El 22 de junio de 1885 estábamos todos los jefes de familia, de nuestra comunidad de Valle María, reunidos en la escuela, todos muy unidos y, de común acuerdo, arreglarnos que cada jefe debía aportar en dinero cinco nacionales, por chacra, para comenzar la construcción de la nueva iglesia. El 19 de diciembre de 1886, en cl nombre del Señor, fue bendecida nuestra iglesia por el Padre Tewes. Fue durante el último domingo de Adviento.

Con el rostro de un hombre satisfecho y orgulloso de su iglesia, concluyó:

- Nuestra iglesia fue bendecida bajo el amparo y la advocación de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María. Amén.

Se hizo silencio y la noche pintó sin estrellas el espacio. A lo lejos, muy lejos, se oía repetir un coro: ¡Amén! ¡Amén! ¡Amén! No

podía comprender nada. ¿Dónde estaba?. No lo sabía. El abuelo había

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desaparecido y sus hijos... los niños... ¡todos se habían ido!. . ¡hasta el periodista! … Era un silencio sin respuesta.

Cuando me desperté sentí una sensación de paz y felicidad. Es que había conocido aquel anciano de nombre Nicolás. Sí, el de la foto que había en el comedor de la casa y que tanto me había hablado el abuelo Antonio….

¡No! ¡Era distinto! … De repente me senté en la cama y comprendí: …había soñado con sus

Crónicas. Sólo pude atinar a mirar el cuadro del Buen Dios que había en mi habitación y agradecerle.

De las Crónicas de Nicolás Gassmann (padre) se han extraído las respuestas. La excelente traducción y redacción de las Crónicas es del equipo de Vicente Kranewitter (Valle María en la Pcia. de Entre. Ríos).

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TERCERA PARTE

HISTORIAS PARA NO OLVIDAR

HISTORIA DEL PEREGRINAR DE UN PUEBLO

1. FRANCISCO EL MENTIROSOFRANCISCO EL MENTIROSO

El servicio militar significaba la separación más dolorosa de un joven, separación de la aldea y de la familia para partir a regiones desconocidas, gentes desconocidas, lengua y religión desconocida.

Entre las historias surgidas de esta experiencia, está la de un muchacho llamado Francisco. El pobre fue uno de los primeros afectados al cumplimiento y por consiguiente, al traslado hacia una remota región rusa, posiblemente los Urales o, quizá más allá: Siberia. Una de tantas experiencias, en su larga ausencia de 5 a 7 años, fue el descubrimiento del "tren".

Su regreso a la aldea debió ser conmovedor. Había crecido, madurado, era todo un hombre. Todos querían conocer sus aventuras y nuestro soldado se sentía dichoso de ser protagonista ante un auditorio tan selecto, ser centro de atracción de hombres y mujeres, mejor dicho, de mujeres y de hombres.

Todo iba bien hasta que describe un coche motor gigante que corría sobre rieles y llevaba, además de una máquina a vapor, varios vagones para trasladar a "todos" los soldados del regimiento al que había pertenecía.

Allí terminó sus aventuras y empezó su calvario. Sólo conocían los marienthalistas el caballo, el trineo y el carro. El tren era una invención del recluta impostor. Desde aquel día sufrió el pobre Francisco el epíteto de "mentiroso".

Con el tiempo muchos jóvenes regresaron y, si bien confirmaron la existencia del tren, el sobrenombre le acompañó hasta la tumba.

Desde pequeño lo oí de mis abuelos en la aldea San Miguel (E.R.).

2. RECONCILIACIÓN Y DESPEDIDARECONCILIACIÓN Y DESPEDIDA Los preparativos eran intensos antes de la partida para América. Marienthal

vivía un clima muy especial. En la mente de todos la despedida era para siempre, hasta la eternidad.

El día 14 de noviembre de 1877 se celebraba la última Santa Misa en la aldea. Había lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta en los que se iban y en los que se quedaban. El sacerdote los despedía - "En la Patria Celestial esperamos vernos reunidos nuevamente".

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Una dama, que se quedaba en la aldea, al terminar la ceremonia religiosa, se acerca a una señora, su vecina que va a partir. Viene a suplicarle perdón. Hacía tiempo atrás que su niño le había vaciado un ojo a un hijo de esta familia que partía. Dichas circunstancias las había callado esta buena señora para evitar posibles conflictos. Ella, en ese día de partida quería reconciliarse con Dios y con su conciencia y hermanarse con sus vecinos. El abrazo de perdón puso su nota alegre en la tristeza de la despedida.

Historia de la familia Bernhardt que me contó mi madre Rosa. 3. UN MATE PARA EL RECIÉN LLEGADO15 En Diamante nos esperaban con carros los colonos de Valle María y San

Francisco y nos condujeron a estas dos aldeas donde teníamos todos los parientes. En Valle María me convidaron con el primer mate. Yo creía que esto era

tabaco y que debía fumarse en una pipa bastante diferente de la que usábamos. Chupé fuerte, como es natural. Las consecuencias eran una formidable neblina que produje con mi resoplido al sentir la quemazón. La gente se moría de risa. Para ellos el mate ya había desalojado el té de China que tomábamos en Rusia.

Ahora soy un gran amigo del mate y me siento muy argentino al tomarlo. Don Pedro Goette. Salió de Rusia en 1886 con otras 800 personas para fundar la Aldea San

José, hoy Crespo. 4. POR UN VESTIDO DE NOVIA Cae la tarde lentamente detrás de las sierras. La sombra de la noche va

invadiendo el paisaje y aparecen las primeras estrellas en el cielo. Un hombre rubio, de unos cincuenta años, detiene la marcha de la carreta junto

al camino. Sus bueyes necesitan un reparador descanso después de una agotadora jornada. Es Juan Shtok, que ha heredado de su padre, un viejo alemán radicado de niño en Brasil, el oficio de carretero.

Dos veces al año se llega hasta la gran ciudad de Porto Alegre con su carreta tirada por cuatro bueyes. Compra en el mercado toda clase de productos y transforma la carreta en una tienda ambulante: bolsas de azúcar, arroz, café, té, dulces…junto a telas, ropa, hilados, agujas, medicinas… Una vez hecho el negocio se marcha hacia el interior, hasta la misma frontera argentina, vendiendo la mercadería en el camino.

Los campesinos lo conocen, saben de su honradez y esperan su paso. El largo camino de retorno dura mas de tres meses.

Esta vez no viaja sólo. Una pareja de recién casados lo acompaña. Son Miguel Seib y Catalina Begler. Han venido del Volga, en ese año 1888, para radicarse en Brasil junto a un contingente de alemanes. Esperaban encontrarse con sus parientes que habían salido antes desde Rusia. Apenas llegados, supieron del abandono de Brasil y que se habían radicado en Entre Ríos, Argentina. No esperaron y, desatendiendo los consejos 15 Conmemoración de los ciento quince años de Valle María (E.R.) pág. 113.

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de sus compatriotas, se marcharon. Don Juan, conociendo su historia, se ofreció a conducirlos hasta la frontera. Después quedarían a merced de sus esfuerzos.

Al paso lento de los animales, la curiosidad de los jóvenes aldeanos se detenía en contemplar el paisaje de selvas y campos ondulados, montañas cubiertas de una densa vegetación, anchos ríos de fuerte color marrón.

Los días transcurrían lentamente. La nostalgia llevaba a Catalina a extrañar el lejano Volga. Su mirada se

entristecía y las lágrimas caían de sus mejillas recordando aquella última despedida, con sus padres, cuando el carro se fue alejando de la calle principal de la aldea natal. En ese momento abrazaba en silencio su pequeño equipaje de nostalgias que contenía, entre otras pocas, un regalo muy apreciado por una mujer. Miguel, más distendido, colaboraba con don Juan subiendo y bajando mercadería.

Cada parada en la noche era una buena oportunidad para alimentarse, pues sus estómagos siempre estaban hambrientos. MMiigguueell yy CCaattaall iinnaa

Así fueron pasando los días y los meses hasta que, por fin, llegaron al majestuoso río Uruguay. Allí se despidieron y un barquero los cruzó a la otra orilla.

Ahora quedaban a merced de su propio destino, solos y en un suelo nunca soñado desde las lejanas estepas.

Muy de mañana iniciaron la marcha. Unas pocas alforjas llevaban para el camino. Dejaron el pueblo y se internaron en el campo correntino siempre hacia el sur. El sol implacable caía sobre estos jóvenes inmigrantes. Un árbol junto al camino les daba un nuevo aliento pero la llegada de los tábanos y los mosquitos hacía imposible permanecer quietos, debiendo reanudar la cada vez más pesada marcha, sin quejarse.

A la tardecita se detuvieron a la sombra de un gigantesco ombú. Sus rostros, marcados por el agotamiento, eran un vivo reflejo del polvo del

camino, amasados por la misma transpiración. Miguel comenzó a sentir remordimientos viendo a su joven esposa tan demacrada. Comprendió que había que buscar otra forma de viajar. Caminar bajo los rayos ardientes era temerario. La noche, sin luna, constituía un peligro. Volver atrás, imposible.

Tenían hambre y sed. Muy entrada la noche observaron un rancho; hacia allí se encaminaron,

encomendándose a Dios. Un gaucho, comprendiendo su condición de gringos, con señales amigables los hizo pasar. A la luz de un candil gozaron de una rica sopa de gallina. La buena señora les hizo un lugar en la pequeña habitación y, sin más trámite, se dieron a un reparador descanso. Una breve oración de agradecimiento a Jesús, por la

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generosa hospitalidad de esta familia, cerró la primera noche de estos jóvenes alemanes en suelo argentino.

El canto de los pájaros despertó a Miguel. Catalina permaneció dormida. El criollo lo esperó sentado en el patio. Miguel aceptó unos amargos.

Desacostumbrado, al agua tan caliente, en su garganta quedó el ardor por un largo tiempo.

Era una mañana fresca y hermosa. Un cardenal amarillo, encaramado en un jacarandá florido, cantaba con estridencia. Miguel, observando distraídamente, detuvo su vista en un hermoso caballo criollo, entre muchos, de reluciente pelaje tobiano y... quedó prendado del animal.

Cuando el sol comenzó a elevarse sobre el paisaje, unas duras galletas y una buena taza de mate cocido, animó a los viajeros a continuar su camino. Con gestos amigables agradecieron la hospitalidad de la familia y emprendieron el camino.

A los quinientos metros Miguel se detuvo. Expuso a Catalina su preocupación: -¡Necesitamos de un caballo para seguir! Catalina, en silencio, recordó lo que llevaba entre su equipaje y decididamente

volvió sobre sus pasos. Miguel la siguió sin comprender. Los lugareños, que aún permanecían junto al camino, los vieron regresar.

Sorpresa y silencio eran una misma cosa. Catalina, cuando estuvo frente a ellos, abrió lentamente unos de los pequeños

bultos y apareció ante la vista de todos con un hermoso vestido de novia que su madre bordó para ella y que ofreció a cambio de un caballo.

La dueña de casa no tardó mucho en convencer a su marido del intercambio y Miguel, sin vueltas, se acomodó sobre la montura del caballo tobiano; ayudó a montar a su joven señora y pronto dos siluetas se recortaban en un paisaje de esteros.

Una semana después aparecieron en tierras de sus asombrados parientes. Felices a pesar del agotamiento. El reencuentro con sus familiares les hizo olvidar tantos sufrimientos y, en la memoria de Catalina quedó para siempre grabado su “vestido de novia”…

Hay muchos testigos, aún hoy día, de esta historia en la que “debieron cambiar el vestido de

novia por un caballo tobiano para llegar a destino”; historia relatada por don Miguel y escuchada, entre otros, por mi padre. Importante: Hay personajes y hechos novelados.

En Valle María se cuenta que Catalina y Miguel llegaron a la aldea en busca de la familia Kranewitter. La casa, como todas las de su época, carecía de puerta al exterior. Había que entrar por un costado. Cuentan que Miguel se arrimó al tapial para ver el interior del patio y los Kranewitter se sorprendieron de su presencia, pues se conocían de la aldea Obermontschou. Cuando descendieron a Catalina del caballo se sorprendieron verla embarazada y sus “ropas” totalmente desgarradas por el sol y las lluvias en ese largo peregrinaje.. “Su llegada semejaba a José y María, embarazada, entrando pobremente a Belén”16. Esta historia no la podemos olvidar.

Miguel Seib nace el 16 de febrero de 1858 en Colonia Obermontschou en el Volga. Es uno de los primeros aldeanos que debió hacer el servicio militar en Siberia durante varios años. Por esa razón hablaba muy bien el ruso. A su regreso le habían elegido una esposa. Su negativa originó un serio conflicto familiar17 y se casó con su novia. Catalina Begler nace en la misma Colonia el 8 de abril de 1870. Ambos se casan en su aldea natal el 17 de febrero de 1886 y eligen Brasil como futura patria y hacia allí se encaminan en 1887. Viven en Campo García (Crespo) y Federal (Km. 113). Fueron

16 Lo cuenta Ema Kranewitter de Gassmann en la misma casa de sus abuelos. Testigos de este relato de Ema fueron Beatriz Gassmann de Wendler y el autor del artículo un día de mayo de 2009. 17 En la puerta de la Iglesia, arroja su sombrero al piso (era un grave gesto para su época) en señal de protesta. Recibió un castigo ejemplar y público por parte del sacerdote que cumplió al pie de la letra, pero se casó con la mujer que quería. Lo recuerda con emoción, de la misma boca de su abuelo Miguel, la Sra. Beatriz Gassmann de Wendler.

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bendecidos con 16 hijos. Dos hijas (Catalina y Paulina) se casan con dilectos hijos (Miguel y Antonio) de la aldea San Miguel. El 18 de febrero de 1936 fallece Catalina en Federal.

Miguel vive sus últimos tiempos en Campo García, en casa de su yerno Antonio, el primer maestro de la aldea. Fallece allí el 1º de noviembre de 1951.

5. SACERDOTE MISIONERO EN FILIPINAS18. Luego del ataque japonés a Pearl Harbor, el 7 de Diciembre de 1941, se produce

el 22 del mismo mes el desembarco nipón en territorio filipino. El 3 de enero de 1942 Manila, la capital, cae en su poder.

Desde esos días aciagos el Padre Alfonso Gassmann, sacerdote católico argentino, misionero en esa ciudad, perdió todo contacto con su familia.

El 4 de marzo de 1945, luego de incontables días de enfrentamientos cruentos, casi casa por casa, la lucha cesa en Manila con la victoria de los soldados norteamericanos.

Esta carta que llegó a Argentina, desde Filipinas, hizo llorar de alegría a toda una familia. Decía así:

¡Viva Dios Uno y Trino en nuestros corazones!

Manila, 15 de marzo de 1945

Mis queridos padres y hermanos: Rápidamente unas líneas para decirles que aún estoy con vida. Lo mismo

espero que todos ustedes se encuentren bien. Todos los argentinos que aquí lo hemos pasado, gracias a Dios, estamos con vida. Que estemos con vida sólo es por un milagro de Dios. Tengo que terminar pronto esta carta porque un sacerdote norteamericano, liberado por el ejército de su país, regresa a su patria y yo aprovecho la oportunidad para mandar la carta que él desde Norteamérica enviará a ustedes; por lo menos tendrán noticias mías.

Lo que los japoneses han hecho aquí es imposible de describir. No son realmente seres humanos, peores que fieras.

Tras largos años hemos padecido preocupaciones y angustias No hemos olido ni probado en estos años pan, leche, ni manteca. No hemos

visto ni cebollas ni arroz. La gente comía pasto hervido. Muchos murieron de hambre. Crueldades que cometieron los japoneses no registra la historia de la humanidad. Mucho más de la mitad de la ciudad de Manila fue quemada y destruida. La intención de los japoneses era destruir toda la ciudad y matar a sus habitantes. Por lo menos asesinaron a 85 sacerdotes. En nuestra Iglesia habían colocado 39 minas para hacerla volar por el aire; por eso dije que solamente por milagro nos encontramos con vida.

No puedo ponderar lo suficiente a los americanos como soldados enviados del cielo, verdaderos hombres, valientes soldados. Hombres de corazón y juicio recto que vinieron para salvarnos.

Ahora tengo que terminar. Mi dirección es la de antes: “Parroquia del Espíritu Santo. Manila”.

Los mejores saludos para todos. En el amor vuestro hijo y hermano.

18 Padre Alfonso Gassmann. SVD.

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6. MARIENTHAL La Virgen de Marienthal, Madre Dolorosa, se venera desde 1350 en toda la

región del Alto Rhin. Desde la Edad Media era un centro de peregrinación en Alsacia y Lorena, territorios siempre disputados entre Alemania y Francia. La Basílica está próxima a la ciudad de Strasbourg (Haguenau). La región hoy pertenece a Francia pero otrora fue un reino alemán.

Estevâo Müller19, Hno. Marista que nació en Marienthal – Municipio de Lapa, Paraná, Brasil -, asegura que el nombre de Marienthal (Valle María) nace en el Santuario de Nuestra Señora de los Dolores de Marienthal, en la aldea de Bischofsheim, en Renania a tres Km del Rhin, cerca de la ciudad de Mainz. Es un lugar de peregrinación que se remonta del siglo XII y se venera a la Virgen “negra” (ennegrecida por las velas durante siglos)

Es muy posible que el nombre de la aldea tenga su origen en la devoción mariana que se extendía entre esos dos santuarios marianos del Rhin.

El nombre Marienthal fue llevado desde Rusia a Estados Unidos, Canadá, Brasil y Argentina.

7. EXPERIENCIA DE UN INMIGRANTE

PPeetteerr yy MMaarrggaarreett yy ffaammii ll iiaa

Nicolás, el único hijo (varón) de Miguel, nació en Marienthal, Rusia, el 8 de mayo de 1826. Contaba con 6 años de edad cuando murió su padre y fue dejado sólo con su madre. En 1833 su madre se casó con John Gross, un viudo que tenía tres hijos. Nicolás vivió con su madre y su padrastro hasta la edad de 15 años. Después se inscribió como aprendiz, pues, era muy inteligente y ambicioso. A la edad de 18 años, Nicolás se casó con una joven y

hermosa señorita, llamada Ana María Kinderknecht; era el día 3 de octubre de 1844. Seis hijos y cuatro hijas nacieron de esa unión: John, Nicolás, Matías, PETER, Adam, Verónica, José, Elizabeth, Katherine, y María Elizabeth. Todos oriundos de Marienthal. El abuelo era un experto carpintero; sin embargo, también, disfrutaba trabajar en la granja. Supo mantener bien a su familia, y como todos los aldeanos de su comunidad, disfrutó de años de paz y prosperidad, una recompensa a su duro y honesto trabajo. Este bienestar, sin embargo, duró poco. Los años habían pasado sobre ellos cuando se dieron cuenta de que un cambio era inevitable.

19 “Além dos Mares a Libertade” paggs. 107-108. 1998. San Pablo, Brasil.

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Habían expirado cien años de independencia. Un siglo duró la promesa. Estas personas que establecieron sus colonias alemanas en la región del Volga, hacía un siglo, iban a ser incorporadas como ciudadanas de Rusia, y como consecuencia, sujetas a sus leyes. Por esto los hombres jóvenes, a la edad de 21 años, serían seleccionados para la armada rusa. Tal selección ocurriría cada tres años. Para escapar de ese diabólico futuro, muchas familias decidieron abandonar Rusia. El éxodo masivo comenzó en los tempranos años de 1870. Muchas familias regresaron a Alemania, otras cruzaron el océano hacia América y a otros lugares. Peter, cuarto hijo del abuelo Nicolás Gassmann, con anuencia de sus padres, decidió partir antes que los otros miembros de su familia, con apenas 20 años; sólo le faltaban dos meses para alcanzar sus 21 años. En junio de 1876 Peter se despidió de su hogar y junto con muchos otros jóvenes de su misma edad navegaron hasta América, constituyendo las primeras oleadas de emigrantes. Muchas familias de Marienthal, niños y grandes, también partieron; entre ellos se encontraba la familia de Peter Seitz. La primogénita de la familia Seitz, la bonita y tímida Margaret, con tan sólo 12 años, estaría destinada, seis años más adelante, a convertirse en la esposa de Peter. Los aldeanos de este barco de inmigrantes se asentaron en el oeste medio de EEUU, muchos en Kansas. Peter estaba entre los que llegaron al pueblo de la Misión de St. Mary, Kansas. Había pueblerinos, precursores, instalados como empleados o granjeros. Peter tuvo dificultades para asentarse, porque estaba esperando ansiosamente la llegada de su amada familia. La mayoría de sus acompañantes se ofrecían como ayudantes de granjeros, pero a Peter ese trabajo no le agradaba. Trató de conseguir empleo en el pueblo, con poco éxito, debido a sus dificultades de lengua y costumbres. Sin embargo, apenas conoció el oficio de zapatero, logró conseguir empleo, en la escuela de la Misión Jesuita, localizada en el final este del pueblo, recientemente abierta. Peter mantuvo este puesto por muchos años y adquirió buena experiencia, constituyendo un medio de sostenimiento de su familia. Había pasado más de un año desde la llegada de Peter a Kansas. La nostalgia lo invadía porque no había oído nada sobre sus padres, ni de la fecha de su llegada. Cuando por fin tuvo noticias, se enteró que habían partido de su tierra natal y habían embarcado hacia los EEUU. Era el 14 de noviembre de 1877. Pero nunca alcanzaron el tan deseado destino. Lo que sucedió fue que, junto con sus compatriotas inmigrantes que alcanzaban más de 200 familias, fueron, desafortunadamente conducidos por promotores de tierras, a un barco que tenía como destino América del Sur. Recién descubrieron el fraude cuando desembarcaron en el puerto de Buenos Aires. Sus líderes intentaron cambiar el rumbo. Pero debido a dificultades en la lengua y encontrarse en una tierra extraña, sin consejeros, fueron dejados a la merced de los mentirosos promotores. Finalmente, aceptaron las tierras que les fueron ofrecidas en la provincia de Entre Ríos, Argentina. No mucho tiempo después de la llegada del abuelo a la Argentina, la abuela Ana María Gassmann murió, con el corazón destruido, porque ansiaba ver a su amado Peter en el lejano Norteamérica. El solitario chico, en Kansas, cuando supo de la muerte de su querida madre sufrió, también, ese triste desengaño, agregándose la impensada y prolongada separación de su familia. Peter, de ahí en más, resolvió trabajar hasta obtener los medios necesarios que le permitirían viajar a Sudamérica, para estar cerca de su familia y acompañar a su padre en la ancianidad. Esta oportunidad llegó muchos años después que se casara con

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su corazoncito de 18 años, Margaret Seitz, hija del señor Peter Seitz, su compatriota de viaje. Peter y Margaret se unieron en santo Matrimonio, en la Iglesia de la Misión de Santa Mary’s, por el reverendo William P. Vander Heyden, S. J. Esto ocurrió el 30 junio de 1880. En ese tiempo Peter era el director de esa sección de la escuela y el negocio marchaba muy bien. Fruto del duro trabajo y el ahorro, Peter supo comprar una linda cabaña, no muy lejos de la escuela. Recién en 1888 pudo cumplir con su gran deseo de viajar. Peter y Margaret tenían tres hijos: Nicolás de seis años, Ana María de tres y Katherine que acababa de cumplir un año. Peter y su querida esposa decidieron vender la casa para ir a vivir a Sudamérica. Fue difícil, para la joven y cariñosa madre, despedirse de sus queridos padres y familiares. En mayo de 1888, Peter y su pequeña familia se encaminaron hacia Argentina. Un mes duró el viaje, en tren y en barco, para llegar a destino. Dos hermanos de Peter les salieron al encuentro para llevarlos hasta la aldea Valle María, donde el abuelo Nicolás y familia residían. El reencuentro fue emocionante para todos mientras el viejo padre y su hijo, no dejaban de abrazarse. Valle María, tenía una bella iglesia, y una cómoda escuela donde asistían alemanes y españoles. Mientras estos aldeanos se apegaban al habla alemán, conservándolo en sus hogares, el español era la lengua oficial y se enseñaba en las escuelas. Peter esperando residir definitivamente en Valle María, se asoció con uno de sus hermanos y compraron una buena ración de alimentos deshidratados e instalaron un almacén de variedades. Hizo muchas pruebas e inversiones pero el negocio aventurero no prosperaba y era causa de pesares y preocupaciones. El 15 de octubre de 1888 nació María Elizabeth, la cuarta hija del matrimonio. Después de este feliz evento, Margaret, entró en una profunda depresión, extrañando a su lejana Kansas y a sus padres. Peter, cada vez más insatisfecho y desilusionado, no sólo en lo que a negocios se refería, sino también a la falta de progreso del país, al clima, al idioma y sus costumbres, decidió regresar a Kansas, llevando consigo a su afligida esposa y a sus pequeños hijos. En mayo de 1889, justo un año después de su llegada a Valle María soportaron, con mucho dolor otra triste despedida. Fue difícil para Peter alejarse de su amado padre. El abuelo Nicolás murió el 4 de febrero de 1900 a la edad de 74 años. Sus restos descansan en el Valle María, Entre Ríos, Argentina. El viaje de regreso a los Estado Unidos fue largo y con muchas contrariedades. El barco Southerland que partió de Buenos Aires, se encontró con una terrible tormenta en el mar, debió dirigirse hacia Southampton, Inglaterra. Allí el barco quedó amarrado muchos días y, finalmente, partió para Nueva York. Con mucha algarabía fueron recibidos en St. Mary’s, Kansas. La reciente aventura resultó muy onerosa hasta el punto de ver Peter consumidos sus ahorros, no sólo por los costos del viaje sino también las pérdidas sufridas en su negocio en Argentina. Además, el trabajo en la misión había sido ocupado por otro hombre. Peter, nuestro padre, abrió un negocio de su propiedad en la sección comercial del pueblo. Eran años difíciles, pocos compraban porque los trabajos eran mal pagos. Nuestro padre sufrió muchos años de frustración, pero con imaginación, sacrificio y ahorros de ambos, supieron mantener una adorable familia de seis hijos y cinco hijas, felices y saludables. Uno de los niños, William, murió en la infancia. En mi libro “MEMORIAS DE CASA” describo la vida y el estilo de hogar que Peter y Margaret supieron legar a su gran familia. Lo escribí una vez que todos los

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chicos partieron. Para ese entonces quedé sola, a cargo de mi anciano padre Peter, quien murió calladamente en su viejo hogar, el día 30 de julio de 1940, a la edad de 85 años. Mamá había muerto quince años antes a la edad de 62 años. Era el 7 de abril en 1925.

El “RECORD of the PETER GASSMANN (1855 -1940) ANCESTRY” es parte de una

hermosa historia familiar escrita por su hija Ana María Gassmann (1885-1977) en enero de1973. En la misma nos dice que “los hechos pertenecientes a los registros de generaciones más viejas en América y de nuestros abuelos maternales fueron recopilados en conversaciones que recuerdo haber tenido con mis padres y por notas en mi diario personal. Por esto considero que todos los datos son bastantes auténticos”. Finalmente expresa que “en mis 88 años de edad he escrito y recopilado estos datos para quien sea amante de ellos”.

Agradezco el envío de este documento desde Kansas, Estados Unidos, por parte de Denis Grau Gassmann y a la paciente tarea de traducción, en colaboración, de Nadia Soledad Gassmann.

8. HACIENDO PATRIA (Buenos Aires, 2000) En el verano de 1878, Buenos Aires dio la bienvenida a las primeras oleadas

de alemanes del Volga, inmigrantes campesinos provenientes de aquella remota región rusa. Con esfuerzo esos hombres rubios clavaron por primera vez el arado en el generoso suelo argentino y las brisas del campo mecieron sus lozanos frutos: los trigales.

Después de cien años es difícil hallar una región de nuestra patria en donde no se encuentren radicados descendientes de aquellos aldeanos.

Podemos mencionar un ejemplo, como muchos otros, en la lejana Tierra del Fuego.

Un joven matrimonio llegó a orillas del lago Fagnano el 1º de junio de 1980, provenientes del Gran Buenos Aires: Silvia y Roberto Gassmann. Roberto estrenaba su título de meteorólogo de la Fuerza Aérea. Ya había participado en una misión en la Antártida, que repetirá otra vez, más adelante y prolongando la estadía en más de un año.

Allí en la isla, en donde el crudo invierno cubría todo de nieve y el fuerte viento penetraba en cada rincón del “Eolo”, un solitario e imponente edificio, nacieron sus cuatro hijos. En esa época, desde las ventanas, podían completar cómo se desplazaban libremente familias de cauquenes, avutardas, conejos, zorros y guanacos, rodeados de un hermoso paisaje de montañas y lagos.

Siete años después se trasladan a una corta distancia; a Tohuin, un pequeño poblado fundado en 1972. En idioma ona significa “corazón de la isla”. Allí echaron sus raíces definitivamente. Hoy participan activamente en el crecimiento y desarrollo del pueblo. Silvia reelecta Concejal por su gente invierte muchos de sus esfuerzos como Presidenta del Concejo Deliberante y Roberto, Jefe de la Estación Meteorológica, es referencia importante como veterano conocedor de esos sitios.

Uno de sus hijos, Eric Eduardo Gassmann, nacido el 29 de noviembre de 1982 (conflicto de Malvinas) es el 1er. inscripto en los registros de nacimientos de Tolhuin, un descendiente de aquellos alemanes llegados del Volga a nuestro país.

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ANEXOS

1. UN VIAJE CULTURAL AL LEJANO CHACO

.

CCrruuzz ffuunnddaacciioonnaall ddee llaa CCoolloonniiaa SSaann AAnnttoonniioo

RRaanncchhoo cceenntteennaarriioo qquuee ppeerrtteenneecciieerraa aa JJuuaann DDrreehheerr

eenn SSaann AAnnttoonniioo

11 . ETERNO VIAJERO SIN RETORNO . ETERNO VIAJERO SIN RETORNO -- JOSÉ GAJOSÉ GA SSMANN SSMANN (1862(1862 -- 1935)1935)

Que las gambetas del olvido no le jueguen una mala pasada a la memoria.

Buenos Aires, marzo de 2005

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INTRODUCCIÓN Se define a la genealogía como “la ciencia que tiene por objeto la búsqueda

del origen y de la filiación de las personas y de las familias”. El genealogista es el que realiza esa búsqueda. En realidad es el

“incomprendido” de la familia, un personaje extraño para otros; un buceador de información e infatigable visitador de iglesias, baúles, archivos y cementerios con la titánica misión de buscar el eslabón perdido, armador de rompecabezas uniendo nombres, desde arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba, para formar el árbol genealógico familiar.

Deberíamos saber que con su tarea preserva una rica historia y evita que el tiempo y la indiferencia proyecten su implacable poder destructivo enterrando el pasado con sus ricas tradiciones y lucha contra un nuevo mundo sin identidad, sin valores, sin personas, sin familias, sin futuro.

El genealogista observa cómo han ido cambiando los nombres cristianos con el tiempo: de Juan, Pedro, Santiago, Ana María, Mariana y Bárbara, pasamos a Ernesto, Guillermo, Antonio, Aurora, Yolanda y Marciana, luego a Carlos, Enrique, Lucas, Carmen, Amalia y Teresa y, finalmente a Jonathan, Franco, Nahuel, Analey, Marisa y Nadia. A su vez, con una entendible aparición en el árbol de apellidos italianos, españoles y criollos; pasando de familias numerosas con alta mortalidad infantil a familias con muy baja natalidad y mortalidad; desde pequeñas aldeas pasan diluidos y dispersos en grandes ciudades, desconociendo su origen y su historia. Finalmente, surge la aparición de uniones sin compromisos o divorcios en puerta, desconocidos en otras épocas y que dificultan el sistemático seguimiento de personas.

Pero entre tantas reflexiones, un genealogista descubre personas, que por su meritoria vida merecen un párrafo especial y no es bueno que queden en el olvido: unos por ser padres ejemplares, otros destacados en su profesión, en su vocación, y otros… “eternos viajeros”, como la persona que intento descubrir y comprender y cuyo título espero sea el más parecido reflejo de la realidad. ¡Descubramos, entonces y de una vez, a este caballero!

PARTIDA PARA AMÉRICA

Mariental es una aldea que se encuentra en las praderas orientales del Volga, allí

en la lejana Rusia. La familia Gassmann, como todos sus vecinos, son humildes campesinos. Han llegado a esas tierras hace más de cien años y conservan fuertemente las costumbres y el idioma traído por sus antepasados desde Alemania. Las aldeas son prósperas y tranquilas, y las familias, muy numerosas por cierto.

Nicolás, un hombre de unos cuarenta y cinco años, con la ayuda de sus hijos mayores, cultiva las tierras y tiene una pequeña carpintería en la casa. Su abuelo Juan había llegado desde Ulm (Alemania) y dejó en heredad el oficio.

Nicolás es un hombre culto, gusta de la lectura y transmite esa afición a sus hijos. Ana María tiene, como toda madre, una especial dedicación a los quehaceres de la casa y el cuidado de sus hijos.

El día lunes 17 de septiembre de 1862 un nuevo retoño llega a la familia: José, el 6° hijo varón.

Como es costumbre, al día siguiente el niño es bautizado en la hermosa iglesia de Mariental. Son sus padrinos José Weigel y Ana María Gross de Becker.

El 21 de setiembre de 1868 es confirmado siendo su padrino Juan Herrmann. Más adelante llegarán tres hermanas más.

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Es en ese clima pueblerino donde José creció junto a otros muchos niños de su edad.

El ambiente pacífico cambia desde 1870. Se anuncian desde el gobierno ruso quitas de privilegios en las colonias alemanas, participación obligatoria del servicio militar…

Numerosos campesinos ante el temor de perder sus derechos y teniendo la autorización de emigrar, optan por marcharse en búsqueda de nuevos horizontes. Los primeros grupos migratorios van hacia los Estados Unidos. En uno de ellos viaja Pedro, el 4° hijo varón de la familia, un 21 de junio de 1876. Tenía 21 años. Lo envía su padre a Kansas para evitar hacer el servicio militar, obligatorio a partir del próximo año.

Los pobladores de las aldeas están alborotados. Muchos desean emigrar. Los emisarios prometen buenas ofertas del Brasil y hacia allí don Nicolás hizo su opción.

Unos se quedan. Otros muchos, con gran dolor en el alma, deben dejar sus cosas más queridas, sus afectos, sus amigos, su familia y marchar, hombres y mujeres, niños y abuelos a tierras lejanas y desconocidas quedando marcado a fuego en el alma de esos aldeanos esa triste despedida.

Nicolás, hijo, nos ha legado en sus páginas la profundidad del sufrimiento interior, en la odisea de desprenderse de sus más cálidos afectos allá en el lejano Volga:

"Quien nunca abandonó su vieja patria, quien por última vez estrecha las manos de sus padres, de sus abuelos, de sus queridos hermanos, siente que el corazón se le desgarra sin poder contener las lágrimas. Quien no ha tenido esa experiencia no sabe lo que significa semejante despedida"20

José contaba a la sazón 15 años, no debió ser la excepción, tampoco sus hermanos. Sufrir ese “desarraigo” a una edad temprana, tal vez, facilite el camino a nuevos desprendimientos. Al menos nos ayuda a la comprensión de sus historias personales.

El día 14 de noviembre de 1877, después de una emotiva despedida en la Iglesia, despedida “hasta la eternidad”, la caravana emprende el camino hacia el Volga. Al día siguiente cruzan el peligroso río y, en la estación de Saratov, toman el tren que los llevará al norte de Alemania.

“El ingreso en Alemania, al séptimo día, se expresó con cánticos tradicionales para mostrar su alegría. Habían pasado 114 años de aquella partida de Juan y Ana María. Sus descendientes jamás habían soñado regresar a la tierra de sus mayores. Alemania no era su destino. Un continente, allende los mares, los esperaba y en él cifraban sus esperanzas. Finalmente llegan al puerto de Bremen, norte de Alemania”21

Dieciocho personas componen el grupo familiar: Nicolás y Ana María; Juan, el mayor, con su esposa e hija; Nicolás, la señora y dos hijos; Matías, su esposa y un hijo pequeño. Se agregan los hijos solteros: Adán, Verónica, José, nuestro protagonista, Elizabeth, Catalina y María Elisa.

Corrían los primeros días de enero de 1878. En un día húmedo y caluroso de verano, después de la travesía por el Atlántico, llegan al puerto de Buenos Aires. Los Alemanes del Volga son alojados en el antiguo Hotel de los Inmigrantes. Allí la familia Gassmann sufre la pérdida de Julianita, una pequeña niña de dos años, hija de Nicolás, hijo, y Gertrudis, su madre.

El destino debía ser Brasil pero llegan engañados a Buenos Aires. Nicolás se encuentra en un dilema: “Aquí fue cuando la gente me pidió, por amor de Dios, que fuera personalmente a Brasil, que me dirigiera al gobierno para que se ocupara de

20 “Tres países, tres ríos, tres historias de una familia”. Mario Gassmann. Buenos Aires. 2000 pág. 38 21 Tres países… pág. 39

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nuestra situación…hasta que finalmente accedí y decidí dejar a mi familia e ir a Brasil para exponer a su gobierno nuestro problema”22

Mientras tanto el gobierno argentino, sordo a los reclamos, fleta un viejo vapor que tardó más de tres días en llegar a Diamante. ¡Cruzar el Volga no fue tan peligroso!, comentaban. De allí el numeroso contingente de unas mil personas, es trasladado en carretas hacia unas pocas leguas al norte. Un nuevo golpe recibe la familia Gassmann. Ana María, la mamá, a los 51 años de edad fallece el 29 de abril de 1878 y deja huérfano a José, a sus hermanos y hermanas.

Al regresar Nicolás de su viaje de Brasil encuentra a su gente deseosa de quedarse, vencida por el cansancio. “Me reencuentro con mi familia, que está ubicada en el monte, cubierta por un techo provisorio que compartía con otras en la misma situación que la mía. En mi ausencia había fallecido mi amada esposa, así llegué yo, con el corazón triste y resignado, aceptando mansamente la voluntad de Dios, que cuanto hace siempre está bien”23

En julio de 1878 se fundan cinco aldeas, entre ellas Valle María, centro de nuestro relato.

Don Nicolás Gassmann debe hacerse fuerte en la adversidad y emprende con bríos la organización de una nueva vida. “A mediados de julio me traslado con mi familia al terreno que nos corresponde en la aldea y enseguida levantamos un galpón grande donde podíamos vivir todos los de mi familia, hasta poder construir una vivienda con las dependencias necesarias” 24

Este “galpón” sirvió de albergue a la familia de Nicolás. Construyen a la par una pequeña carpintería, como en el Volga, y allí sus hijos aprenden rudimentariamente el oficio.25

Junto a los demás aldeanos roturan la tierra y hacen sus primeros cultivos de trigo, maíz,...

“Fui nombrado Director junto con los vocales Pedro Hoffsteter y Nicolás Becker para encauzar las inquietudes y deseos de la comunidad. Lo primero que hicimos fue levantar un oratorio… Miles de palabras bondadosas, de consuelo y de aliento surgieron de nosotros tres para que nuestra pobre gente se mantuviera firme y unida. ¡Por fin todos pudimos reunimos y realizar juntos nuestras oraciones! ¡Mil gracias a Dios, mientras vivamos en esta tierra!26

La familia sigue creciendo. Hijos, nueras y nietos comparten el mismo techo. Nicolás vuelve a casarse a sus 53 años, un 1° de mayo de 1879, eligiendo por compañera a Ana Delwa y Obbolz, nacida el 10 de setiembre de 1825.

El 30 de diciembre de 1879 “llamo a toda mi familia a una reunión en mi casa, realizamos en común una oración y les di una bendición paternal. A partir de esa fecha, trabajan mis tres hijos cada uno por su cuenta: Juan, Nicolás, Matías,… A partir de ahora cada uno administrará por su cuenta, y en nombre de Dios, con su bendición, que su voluntad se cumpla”27

Pocos días después se casa Verónica con Guillermo Herrmann y se marchan al tiempo, en 1887, a Estados Unidos. 22 Tres países… pág. 71 23 Memorias de Nicolás Gassmann. Pág.91 24 Memorias … pág. 93 25 El historiador de Valle María, don Vicente Kranewitter, ubicó la casa de Nicolás en el actual baldío entre Jansen y San Martín (Valle María); hoy una casuarina señala el lugar. Otros señalan la propiedad a la derecha de la Iglesia (familia de Nicolás, hijo) 26 Tres países… pág. 73 27 Memorias… pág. 259

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“Guillermo, en la noche del 25 de marzo de 1882, estaba cuidando el pastoreo de una tropilla de caballos en la zona. Apareció un nativo,28 de nombre Luján, que se dirigió directamente hacia nuestro campo.

Llegó de noche pretextando que nuestros animales habían invadido su campo y su monte. Era un enemigo declarado de Guillermo. Pretendió una indemnización que no fue aceptada. Amenazó matarlo esgrimiendo un gran cuchillo. Entonces Guillermo lo amenazó con un revólver. El nativo se abalanzó tres veces sobre él con el cuchillo en la mano. En el último intento tomó el cuchillo por el lado de la hoja para lanzárselo al cuerpo. Cuando vio esto quiso asustarlo y Guillermo disparó su arma hacia el suelo. El nativo subió a su caballo y huyó.

Hermann no sabía si lo había herido. Se quedó con su caballada hasta las ocho de la mañana. Cuando vio que el nativo no volvía a insistir, comenzó a preocuparse y pensó que podía haberlo herido. Fue a su casa y le contó lo sucedido a su mujer. Ella le aconsejó que desapareciera un tiempo hasta que se aclarara si el criollo estaba herido.

Y así se alejó el 25 de marzo de 1882 a las ocho de la mañana”29. En el hogar quedaron la mamá y la pequeña hija de un año. “Y así pasaron desgraciadamente cinco años y un mes hasta que, con la ayuda de Dios, se reencontraron otra vez el 25 de abril de 1887 en la ciudad de Buenos Aires, desde donde juntos, viajaron a Norteamérica con su pequeña hija Gertrudis que ya tenía seis años de edad. Allá los esperaba Pedro Gassmann, hermano de Verónica, el 11 de junio de 1887, en la ciudad de Kansas”.30 En aquel país nacieron sus otros hijos: Enrique, Pedro, Juan, Ana, Nicolás y María.

José ha cumplido sus 21 años y el 24 de febrero de 1884 se casa con una joven de 16 años, Mariana Asselborn.

“El sistema patriarcal, imperante entre los Alemanes del Volga, hacía que los recién casados se incorporaran al clan familiar del esposo…La nuera era liberada de todo lo tradicional en su familia a fin de adoptar todo el costumbrismo de su esposo.”31

Van a permanecer en la casa de sus padres hasta 1900. Allí nacen sus hijos: Santiago, Ana María, Enrique, Juan, José, Nicolás, Silvestre, Simón, Rosa, María y Alfonso. Tres de ellos fallecen muy pequeños: Santiago, Enrique y Nicolás.

VVeerróónniiccaa yy GGuuii ll lleerrmmoo eenn EEssttaaddooss UUnniiddooss El 16 de agosto de 1884 “trabaja mi hijo Adán también por su cuenta. De

común acuerdo con él y toda su familia, mi bendición paternal, reparto con él lo mejor que puedo y deseo que Dios lo bendiga en cuerpo y alma.”32

En 1888, llega desde los Estados Unidos, Pedro y se incorpora a la familia de Valle María. Junto a su mujer, Margarita Seitz, y sus tres hijos venden su casa en Kansas y vienen a vivir a Valle María.

“Recién en 1888 pudo cumplir con su gran deseo de viajar. Peter y Margaret tenían tres hijos: Nicolás de seis años, Ana María de tres y Katherine que acababa de cumplir un año. Peter y su querida esposa decidieron vender la casa para ir a vivir a

28 En la terminología actual sería un “criollo”. 29 Memorias … pág. 229 30 Memorias… pág. 231 31 Antiguas tradiciones de los Alemanes del Volga. H. Maier y J. Melchior. T.A. 1998 pág. 109 32 Memorias… pág. 261

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Sudamérica. Fue difícil, para la joven y cariñosa madre, despedirse de sus queridos padres y familiares.

En mayo de 1888, Peter y su pequeña familia se encaminaron hacia Argentina, Sudamérica. Un mes duró el viaje, en tren y en barco, para llegar a destino. Dos hermanos de Peter les salieron al encuentro para llevarlos hasta la aldea Valle María, donde el abuelo Nicolás y familia residían. El reencuentro fue emocionante para todos mientras el viejo padre y su hijo, no dejaban de abrazarse.

Valle María, tenía una bella iglesia, y una cómoda escuela donde asistían alemanes y españoles. Mientras estos aldeanos se apegaban al habla alemán, conservándolo en sus hogares, el español era la lengua oficial y se enseñaba en las escuelas.

Peter confiando residir en forma definitiva en Valle María, se asoció con uno de sus hermanos y compraron una buena ración de alimentos deshidratados e instalaron un almacén de variedades. Hizo muchas pruebas e inversiones pero el negocio aventurero no prosperaba y era causa de pesares y preocupaciones.

El 15 de octubre de 1888 nació María Elizabeth, la cuarta hija del matrimonio. Después de este feliz evento, Margaret, entró en una profunda depresión, extrañando a su lejana Kansas y a sus padres. Peter, cada vez más insatisfecho y desilusionado, no sólo en lo que a negocios se refería, sino también a la falta de progreso del país, al clima, al idioma y sus costumbres, decidió regresar a Kansas, llevando consigo a su afligida esposa y a sus pequeños hijos33”.

En mayo de 1889, justo un año después de su llegada a Valle María soportaron, con mucho dolor otra triste despedida.

Mientras tanto, José participa en las tareas de campo, en las cosechas y fabrica en la carpintería de su padre ruecas para hilar, cunitas, baúles, mangos de herramientas, mesas, sillas y bancos,... En 1892 el Padre L. Gruter, de la Congregación Verbita, le encomienda a José la fabricación del púlpito de la Iglesia de Valle María.34 En 1896 es contratado como sacristán de Valle María con un sueldo de $450 anuales.35 Su cultura le permite llevar adelante los libros de la parroquia, colaborar con el sacerdote en la liturgia, en los cantos,...

En 1897 José e Ignacio Seib hacen construir la “pequeña y hermosa torre de nuestra iglesia. Pagaron por ello 25 nacionales”36

Entre el campo, la carpintería, y el oficio de sacristán apenas sostiene a su numerosa familia. Con el comienzo del nuevo siglo el abuelo Nicolás cae enfermo. En el lecho de su dolor hace entrega a José, el hijo varón que aún permanece con su padre, el “libro de la familia”. José estampa en el libro el siguiente escrito: “El presente libro me fue entregado por ser el hijo menor. Así lo dispuso mi padre Nicolás antes de morir. Yo no me voy a desprender nunca de esta propiedad, mientras viva”37 Fue verdad, en todo su peregrinaje lo llevó consigo, y en el lecho de su muerte se lo entregó a su hijo Juan.38

33 El “RECORD of the PETER GASSMANN (1855 -1940) es parte de una hermosa historia familiar escrita por su hija Ana María Gassmann (1885-1977) en enero de1973. 34 Memorias… pág. 129 35 Memorias… pág. 129 36 Memoria… pág.117 37 Memorias… pág. 135 Las “Memorias de Nicolás Gassmann constituyen el principal testimonio de los Alemanes Volga desde la partida del Volga hacia el Plata. 38 Memorias… pág. 135 Juan escribió después: “Recibí este valioso libro después de la muerte de mi padre y por disposición de mi abuelo siguiendo la línea masculina en el árbol genealógico. Lo guardaré en mis manos como algo sagrado, mientras viva. Diamante, enero 1936. Juan Gassmann”

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El 24 de febrero de 1900 fallece mi padre Nicolás después de estar cinco meses enfermo de la terrible fiebre amarilla. El reloj marcaba la una de la mañana.” 39

La muerte de Nicolás pudo significar un cambio profundo en la tranquila vida de José y el de toda su familia. En Navidad de 1900 nuestro protagonista inicia una vida de “andariego” por los polvorientos caminos de la patria y del exterior, siempre en permanente búsqueda de un destino mejor. José y su familia pagaron el duro precio del desarraigo. Sólo con la muerte concluirá semejante odisea.

En aquellos tiempos el Padre Enrique Becker, un entusiasta sacerdote de la Congregación del Verbo Divino, recorre las aldeas con la intención de ofrecer a aquellas familias más pobres y con muchas dificultades económicas, sin tierras y sin porvenir, adquirir con grandes facilidades una propiedad en el interior de Entre Ríos, en el Departamento de Uruguay.

Al pasar por Valle María, José no debió dudar mucho y se anota de inmediato. Un 26 de diciembre de 1900, junto a toda su familia, parte, posiblemente en tren, hacia el centro de la Provincia de Entre Ríos y participa de la fundación de Santa Anita.40

El Padre Becker, desde los comienzos fue buen organizador. “Sin la ayuda de créditos, es imposible fundar una aldea…yo andaba con gente pobre que no tenían campo, ni ropa, solamente sabían cómo manejar bien el arado y con ellos fundé la aldea”41

José y familia forman parte de los primeros colonos. Se destinaron algunas hectáreas para fundar el pueblo y unas 100 hectáreas para cada colono. Como trabajo previo hubo que lotear y mensurar las tierras.

“El colono debía pagar su chacra para ser propietario con un porcentaje de la cosecha anual: no era un “regalo” sí “debieron pagarlo con el esfuerzo y el trabajo de muchos años”42

En el incipiente pueblo se necesitó de un pozo colectivo. Después se inició la tarea de desmontar la zona, quitar árboles y pastizales e introducir el arado en una tierra dura que jamás fue trabajada. Con las primeras cosechas se logró el sustento, la reivindicación del trabajo y el paulatino pago de las deudas.

“El Padre Becker supo inculcar a sus colonos el amor al trabajo y la economía”43

Los Gassmann hicieron su rancho en la nueva aldea y la familia siguió creciendo. Nacen nuevos hijos: Apolonia, Bárbara y Guillermo. Guillermo sólo vivió unos días. El 10 de noviembre de 1903 su hija mayor, Ana María, se casa con Santiago Schön.

Han pasado cinco años. José sueña con ir a los Estados Unidos. Allí viven sus hermanos José y Verónica. ¿Buscó nuevos horizontes para su familia? ¿Recibió una propuesta concreta para viajar tan lejos? No sabemos la razón de su viaje. En abril de 1905 suben al tren y llegan a Buenos Aires. Unos días después se embarcan hacia Estados Unidos.

Ana María, la hija mayor, no va a ser de la partida, pues, después del casamiento, se integró a la familia de su esposo, en Santa Anita. Para ese entonces tenían dos hijos.

39 Memorias… pág. 295 40 Apuntes de Juan Gassmann. Su padre formó parte de los fundadores de la aldea. En la lista de fundadores de Santa Anita (Santa Anita o/c pág. 73) es posible que José Gassmann aparezca como José Glassmann. 41 Santa Anita. Olga Honeker, María Jacob. C. de U. 2000 pág. 62 42 Santa Anita. Pág. 66 43 Santa Anita… pág. 74

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Juan, el hijo mayor, escribe: “En Norteamérica estuvimos en el año 1905. Salimos de aquí el 25 de abril, volvimos en julio de 1905. Nuestro barco era inglés (Tespis). El viaje de Buenos Aires a Nueva York duró 35 días. El regreso 32 días a bordo de un barco alemán de nombre Gabriel. Nuestra familia era numerosa, 11 personas. Nuestro padre José y nuestra madre Mariana Gassmann y nosotros, 9 hijos”.

”Nuestro viaje a Norteamérica costó, más o menos, 5500 pesos. El pasaje de Buenos Aires a Nueva York costó, por persona, 140 pesos. En ferrocarril en Norteamérica viajamos tres días pasando por las principales ciudades hasta nuestro punto terminal, Gorham Russel Co, Kansas. New York, Filadelfia, Washington, San Luis, Luisville, Chicago, Kansas. En Nueva York estuvimos 10 días hospedados en el hotel Leo Hause en Fisco Park”44

No sabemos los motivos del viaje hacia tierras tan lejanas. En Kansas viven Pedro y Verónica, hermanos de José. ¿Por qué regresaron tan pronto a la Argentina? ¿Fracasó el proyecto que tenían? Creemos que sí.

Regresaron en julio de 1905. Subieron al tren y se establecieron en Guaminí (Provincia de Buenos Aires). ¿Por qué fueron allí? Muy probablemente tendrían algún contacto con conocidos, algún pariente… ¡A empezar por tercera vez!

Nos imaginamos a José trabajando en las cosechas con alguno de sus hijos, haciendo trabajos sencillos como carpintero,...

El día 23 de abril de 1907 su segundo hijo, Juan, contrae matrimonio con María Ana Schön45.

La vida dura del campo daba a los colonos pocos momentos festivos. El casamiento como la fiesta del santo patrono era la excepción. “Una fiesta de casamiento siempre fue la expresión de la alegría, el canto y las buenas relaciones entre los invitados”46

Las fiestas podían durar tres días, de acuerdo a las posibilidades económicas de los padres de ambos contrayentes. “Los preparativos se hacían con mucha antelación para ofrecer lo mejor de cuanto podía disponerse para los convidados a la fiesta, era un acontecimiento de gran relevancia social, donde se vertían muchas lágrimas de emoción y también de alegría”47

Las bodas se hacían por la mañana. Con las primeras luces, la banda de música escoltaba a los novios camino al templo, ya sea a pie o en carro. “Los carros y caballos eran elegantemente adornados con guirnaldas, cencerros, campanillas de bronce y flores de vistosos colores que significaban la primavera de la nueva vida que nacía de cada matrimonio. Una vez sellada la unión, con la bendición de la Iglesia, comenzaba el festejo con pompas y tiros al aire y el son de los mágicos instrumentos de viento… Los casamientos eran un evento que reunía a la comunidad, ¡todo el pueblo estaba de fiesta!”

MMaarriiaannaa AAsssseellbboorrnn ddee GGaassssmmaannnn “La fiesta se hacía en la casa del novio donde desde ese momento quedaría

viviendo la pareja de contrayentes”48

44 Apuntes…Obra citada. 45 Schön o Schóen. 46 Antiguas tradiciones… pág. 107 47 Antiguas tradiciones… pág. 108 48 Santa Anita… págs. 273 y 274

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Ana María será, por un tiempo, una nueva integrante de la familia hasta que el padre de familia autorizara a la pareja y sus hijos, que iban a llegar, a que se independizaran definitivamente.

Una situación difícil sobreviene a la familia estando en Guaminí, pues, la joven mamá, Mariana, se enferma gravemente. Debe marcharse a Buenos Aires para ser mejor atendida. La acompañará su marido.

Mariana sabe que nunca va a volver. Con ojos llorosos se despide de sus hijos. Los niños intuyen la realidad y escondidos entre las viejas paredes ven cómo el carro se aleja lentamente hacia la estación de tren y sus húmedos ojos de cielo y de inocencia empañan el atardecer de aquella jornada.

Mariana tenía apenas 38 años cuando falleció, alejada de sus queridos hijos que, seguramente, la siguieron esperando en silencioso dolor durante mucho tiempo.

En el libro de la familia, José escribe: “El 12 de agosto de 1907 falleció nuestra querida madre y esposa, a los 38 años, 3 meses y cuatro días, enferma de los pulmones y el hígado, en el Hospital Rivadavia. Expiró serena y tranquilamente.. Fue sepultada en el cementerio de la Chacarita” 49

José tiene en estos momentos 45 años. Se lo ve dolorido y preocupado. ¿Cómo seguir sosteniendo su numerosa familia? ¿Cómo enfrentar el desafío de la educación de sus hijos sin su esposa?

Un día, en uno de sus viajes por Buenos Aires, conoce a Ana María Rudolf Sacks.50

Esta buena mujer había nacido en el Volga el 15 de agosto de 1873. Debió crecer en una familia de buena posición.51 Del primer matrimonio nació Bárbara Kruger y ante la muerte de su esposo volvió a casarse y nació su segunda hija, Catalina Haberkorn. No sabemos los nombres y las procedencias de sus dos maridos ni dónde vivieron.52 Viuda por 2° vez y desamparada en Buenos Aires, consigue, por compasión, un trabajo de limpieza en un hotel.53

Venida a menos, la pobre Ana María, demuestra su poca habilidad para los trabajos de hogar.54 Es en esa situación que se produce el encuentro con José y el 12 de marzo de 1908 se casan y marchan al encuentro de la familia del esposo en la Provincia de Buenos Aires.

Allí supo Ana María toda la verdad sobre el número de sus nuevos hijos adoptivos, en esos momentos, dispersos entre los familiares.55

En la Colonia San Miguel (Provincia de Buenos Aires), un 23 de noviembre de 1908 nace el primer hijo de ambos: Clemente.

José , hijo, el 5 de abril de 1910 se casa con Ana María Helwing y permanece unos años con su padre.

49 Memorias… pág. 299 50 Poco conocemos de Ana María. Entrevisté a Olga Gassmann (Pinedo), Clementina Gassmann Roth (Charata) y Agustín Dreher, un memorioso anciano (Colonia San Antonio). Clementina agrega en un manuscrito el apellido Sacks, dictado por su padre Andrés Gassmann. 51 Testimonio de Olga Gassmann. Ana María falleció cuando tenía 15 años y recuerda muy bien las historias que su abuela contaba. 52 Amalia Rosa Gassmann (hija de José) nos cuenta que cuando era pequeña gustaba escuchar los relatos de la abuela Ana María. Recuerda que el primer marido falleció de peritonitis y el segundo esposo falleció al caerse de un caballo. 53 Amalia Rosa nos cuenta que la abuela quedó muy sola en Buenos Aires o el Gran Buenos Aires. Como empleada le ocupaba todo el día y sus hijas pequeñas la necesitaban. Tanto es así que recordaba lo mal que se sentía cuando sus hijas se enfermaron de pediculosis y no las podía atender convenientemente. 54 Testimonio de Olga Gassmann 55 Testimonio de Olga Gassmann y Agustín Dreher.

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“La pobreza de aquellos tiempos obligaba a la familia a mudarse a otros horizontes con la esperanza de mejorar la situación familiar y encontrar la tranquilidad y el bienestar. Es que el hombre para su realización necesita un trabajo digno, tierras para cultivar y un lugar donde reunirse para continuar sus costumbres y practicar su religión”56

José, padre, vive esta realidad. Es por ello que, en 1910, la familia inicia, con esperanza de un futuro mejor, su cuarta mudanza: Pampa Central (Guatraché) en la Provincia de La Pampa.

Juan, con su familia, es autorizado por su padre a independizarse y permanecerá un tiempo en Guaminí.

Esta vez, dada su pobreza, debieron utilizar el carro ruso con toldo como el medio para llegar a La Pampa. Al paso cansino de los caballos recorren el camino de tierra de unos 100 Km entre Guaminí – Carhué – Guatraché.

Y allí nuevamente a empezar, a acomodarse como colonos experimentados en nuevas tierras vírgenes, a buscar la manera de sostener la familia. Una vez adjudicado las tierras, viene el trabajo de la limpieza, la construcción de la vivienda.

La vivienda era muy modesta, fruto del sacrificio y del trabajo. Las paredes eran de adobe y el techo de paja o zinc doble agua. La paja protegía la casa de los calores del verano y los fríos del invierno. Las paredes interiores se revocaban con barro y los pisos se cubrían con el mismo material y con cierto espesor. Al regarlos se hacían parejos y firmes. Luego se pintaba todo a la cal o carburo y, como adorno en el interior, se dibujaban guardas de azul con ovillos de lana estampadas en azul de la ropa.

A los alrededores de la casa debía haber buena sombra y en una de las ramas de los árboles colgaba la fiambrera. En muchas regiones se plantaba el paraíso, un árbol de rápido crecimiento y que la langosta no atacaba.

Junto a la cocina, por supuesto de leña, se encontraba el lavadero o la pieza de hornear, el horno de barro y la despensa en un subsuelo. Se colocaba una pequeña ventana como ventilación. La temperatura se mantenía uniforme todo el año y permitía guardar allí los embutidos, las bolsas de papa, de cebollas, de azúcar, las botellas de aceite, dulces, grasas …

Lejos de la casa se encontraba el baño (nuschnik). No podían faltar los frutales, las flores y una pequeña huerta con hortalizas:

repollos, papas, batatas, zapallos y verduras. Las gallinas deambulaban por el patio y aportaban su alimento. Unas vaquitas y algunas ovejas completaban la granja familiar.

Los alemanes del Volga sabían que con trabajo e ingenio, con paciencia y perseverancia podían sostenerse.

En aquellas épocas, el cultivo principal de nuestros aldeanos era el trigo. Con mucho esfuerzo y con la ayuda de hombres y mujeres clavaron en esas tierras vírgenes, con abundantes pastos y saturada de raíces, el arado de mancera tirada por un caballo; se sembraba a mano. Las lluvias renovaban lentamente el paisaje y, cuando la mies maduraba, un canto de esperanza y gratitud a Dios surgía de las entrañas de nuestros aldeanos. Luego venía la trilla para el trigo o la juntada a mano del maíz

Varios inconvenientes encontraron los que vivían del campo. Además de los factores climáticos que muchas veces dejaron a los colonos al borde la miseria estaba el flagelo de las langostas que nada dejaban a su paso y las vacas y caballos morían de hambre.

De acuerdo a los registros, un nuevo hijo se agrega a la familia Gassmann; en el Km 49, Campo Anasagasti de Guatraché, nace Andrés, un 30 de enero de 1911.

56 Santa Anita… pág. 78

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Don José sueña nuevamente en mudarse. En el sistema del patriarcado un padre o el más anciano es el que tiene la última palabra.

El padre reunía a sus hijos, casados o no, informaba de una decisión e independizaba, cuando lo creía oportuno y necesario, a algunos de sus hijos.

En la mesa, el padre se sentaba en la punta y decidía el inicio de la oración o la comida. Normalmente los niños comían aparte.

En 1912 José, patriarca de la familia, decide partir al extranjero. La familia viaja nuevamente a Buenos Aires y se embarca nada menos que a Brasil.57

Sus hijos mayores no son de la partida. Ana María sigue viviendo en Entre Ríos, lo mismo Juan en Guaminí y José, padre, independiza a José, hijo, que permanecerá un tiempo en Pampa Central.

Los demás embarcan en Buenos Aires y en dirección a Río Grande do Sud. ¿Ingresaron a Brasil por Porto Alegre? Es posible. Desde allí se habrían trasladado a alguna de las tantas aldeas que los Alemanes del Volga han sabido fundar en aquel Estado. No contamos con ningún escrito que pueda asegurarnos ese itinerario.

Los testimonios hablan de una época muy difícil, de hambre. “Sólo tenían porotos negros, café y batatas”58

La falta de adaptación, las privaciones y la pobreza mellan en el ánimo de la familia. El niño Andrés está muy mal de salud.59

Todas estas dificultades son menores si tenemos en cuenta el duro golpe que sufre la familia.

El toque de las campanas es el anuncio de un deceso. El día 10 de agosto de 1912 Alfonso, un niño de 12 años, fallecía. La costumbre es velarlo en casa, en una cama.

Horas más tarde, después del funeral en el templo, el cortejo fúnebre marcha en silencio al cementerio. Niños de su edad transportan el féretro.

Las mujeres y las niñas visten de negro; los hombres llevan un brazalete del mismo color. Una fosa está preparada en el sector de niños del campo santo. Allí se detienen. Las primeras paladas conmueven en lo más profundo, quiebra el llanto en todos los presentes y brotan melodías de los aldeanos con el “Das Schicksal”.

En los días sucesivos los niños, ante la ausencia de su hermanito, lloran en la soledad y un velo de dolor ensombrece por largo tiempo el alma de su padre.

Frente a la encrucijada, José decide partir por sexta vez y regresar a su patria. Es posible que hayan viajado nuevamente en carretas, en dirección a Uruguayana. Cruzan el río Uruguay y llegan a Paso de los Libres.60

Muy cerca se encuentra Curuzú Cuatiá, en tierras de la Provincia de Corrientes. La casa se ubica detrás de la Rural. José inaugura un hospedaje para aquellas familias que llegaban de Entre Ríos o de la Provincia de Buenos Aires para establecerse en las tierras fiscales que se ofrecían a buen precio en la Provincia de Corrientes, en esos tiempos.

Juan, más interesado en el negocio de su padre que en el trabajo de colono, con su esposa e hijos, abandona Guaminí (Pcia. de Bs.As.) y se incorpora a la familia. Deja 57 Apuntes… O.c. Agustín Dreher interpreta que la razón principal de su partida fue su mala relación con el sacerdote del lugar. 58 Coinciden plenamente Olga Gassmann, Clementina Gassmann y Agustín Dreher. 59 Clementina Gassmann se refiere a una foto (se perdió) en donde se veía el mal estado físico de los niños en Brasil. Además recuerda el testimonio de su padre Andrés. 60 Apuntes… O.c. Durante la entrevista, Agustín Dreher, sin la ayuda de un mapa describe muy bien el viaje de regreso de José y su familia: “Cruzan a caballo, a la altura de Paso de los Libres, en una de las bajantes poco comunes del río Uruguay”. Se instalan detrás de la Rural. Este relato se lo escuchó a Sivestre Gassmann y a su hermana Berta.

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este testimonio: “Muchos de los grupos llegados de La Pampa y Entre Ríos los albergamos en Curuzú Cuatiá. Eran 28 familias de colonos en busca de tierras en Corrientes. En total eran 72 personas. Una familia estuvo 45 días, la mayoría uno a tres días albergado”61

Aquí nace Berta un 4 de julio de 1913. ¿Qué vida social llevaban nuestros aldeanos? El trabajo fue siempre una

obligación principal pero, a su vez, estaba muy prendido en sus costumbres “ir de visitas” por la noche. Se hacía una visita al vecino para cantar sus canciones tradicionales, jugar a los naipes, para pasar un rato agradable y se esperaba que éste devolviera la visita. Los domingos a la mañana, después de misa, se acostumbraba visitar parientes y quedarse a almorzar.

La solidaridad obligaba al colono acompañar a parientes y vecinos enfermos. Era una costumbre también muy típica traída del Volga comer semillas de

girasol. En nuestra tierra aprendieron a tomar mate. Se convirtió en costumbre levantarse

a la mañana o después de la siesta y tomarse unos mates amargos con un terrón de azúcar, los que lo deseaban, acompañados de unos sabrosos Kreppel o alguna galletita casera.

En 1915, José Gassmann y toda la familia, dejan el negocio e inician la séptima mudanza. Se radicarán en Corrientes (Capital).62 Aquí nacen Nicolás el 5 de setiembre de 1915 y Clementina el 25 de noviembre de 1917.

Se casa Rosa con Santiago Schunk el 30 de octubre de 1916 y se marchan a La Pampa

También se casa Silvestre el 27 de noviembre de 1917 con su hermanastra Catalina Haberkorn Rudolf.

Entre 1916 y 1919 la abuela Ana María ha debido sufrir cuatro operaciones en Corrientes y Paraná; en 1926 dos operaciones más: Diamante y Buenos Aires (Sanatorio Palermo).

A esta altura de la vida de José podríamos enumerar las personas que formaban la gran familia Gassmann en esos años de 1918 en Corrientes. Estaba el abuelo José con sus 56 años y la abuela Ana María de 45 años; Ana María,63 la mayor, con su esposo y sus hijos; el hijo Juan (N°84) con 30, su esposa María y sus hijos: María, Yolanda, Águeda, Elena, Victoria64 y Guillermo65; José (N°85) y Rosa con sus respectivas familias no se encuentran en la comitiva; Silvestre con 25 años, su esposa Catalina y sus hijos Luis y Guillermo; Simón, posiblemente casado, con 23 años; después los hijos menores: María de 19 años, Apolonia tenía 16, Bárbara unos 15, Clemente tenía 10, Andrés 7, Berta con 5, Nicolás tenía 3 y la menor de un año: Clementina. Haciendo las cuentas podemos hablar de unas 25 personas.

En el sistema patriarcal se necesitaba una familia numerosa para realizar las múltiples tareas en el campo y en el hogar. Las mujeres (madre, esposa, hija y nuera) llevaban una vida muy activa, pues, madrugaban muy temprano para ordeñar, preparaban el desayuno y la comida, lavaban, confeccionaban todas las vestimentas, hilaban la lana, tejían los abrigos. Además criaban los hijos, bordaban, pintaban,

61 Memorias… pág. 329 62 Apuntes… O.c. 63 Tres hijas de Ana María: Rosa, Ludvina y Amalia nacen en la ciudad de Corrientes. Se deduce que también Ana María con su esposo y sus nueve hijos se encontraban próximos al grupo familiar. 64 Apuntes… OC Victoria se recibe en Paraná de Tenedora de Libros (1935). 65 Apuntes… OC. Guillermo estudia en Esperanza (1930) y Concepción del Uruguay (1934)

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atendían el jardín y la huerta, a los animales y aves de corral y en épocas de la cosecha ayudaban a recoger el maíz…

Los niños al nacer se bautizaban de inmediato y era una tradición la elección de los padrinos entre los familiares confiando en una moral a toda prueba. La madre cuidaba mucho de su educación en la fe y en respeto y en las rodillas del padre aprendían a balbucear la señal de la cruz. “Todos debían realizar pequeños menesteres en la casa y los varones antes de los diez años comenzaban a ayudar en el cultivo del campo y en la cosecha. Las niñas se quedaban con su madre y aprendían su futuro papel de mujer”66

En los juegos, los niños se entretenían haciendo corrales y con los huesos representaban caballos, se divertían jugando a la escondida, la búsqueda de huevos en los nidos sobre los árboles, corrían con aros de hierro guiados por un alambre y otros muchos entretenimientos que el campo brindaba, muy especialmente a la hora de la siesta.

Seguimos en Corrientes. Ya no están en el contingente los hijos mayores: Ana María en Entre Ríos y José en La Pampa. Juan a los 30 años se separa definitivamente y viaja el 15 de mayo de 1918 con María Ana y sus seis hijos a Diamante - “Todo nuestro dinero alcanzaba a los 1600 pesos” -67 y Silvestre se muda al Chaco abriendo la brecha para que, dentro de muy poco tiempo, siguiera la historia hacia allí.

“Yo, Silvestre con mi esposa y 2 hijos salimos en 1918 de la casa de mis padres, con las manos vacías, hacia el Chaco y me inicié en Charata con herrería y carpintería.

Y así, en este duro oficio, con mi familia trabajo hasta hoy, año 1935. Aquí tengo mi propiedad, terreno, casa-habitación, galpones con las máquinas y 3 electromotores”68 Durante 3 años trabaja duramente en Laguna Blanca (Chaco) y consolida una posición que le permitirá entre 1921 o 1923 trasladarse a Charata e instalar una importante carpintería. Desde esos años, Silvestre se convirtió en principal referente para quienes llegaran al Chaco.

Un año después, 1919, llega a Laguna Blanca José con la comitiva familiar y muy pronto los encontramos con una nueva mudanza en Sáenz Peña. Podemos reconocer a María, Apolonia, Bárbara, Clemente, Andrés, Berta, Nicolás y Clementina. Aquí nace Alfonso 5 de noviembre de 1920, el número 20 y último de la familia.

En Laguna Blanca se independiza Simón y allí se queda. Tiempo después se sabrá de su muerte69. “Ya casado y con varios hijos falleció alcanzado por un rayo, el 4 de febrero de 1932, cuando tenía apenas 36 años cumplidos. Esto le sucedió mientras recorría el campo montado a caballo. Quienes lo hallaron, lo enterraron a la vera del camino, dejando una cruz que señalara el lugar y dieron aviso a sus deudos que lo estaban buscando, sin saber lo que había sucedido”70

66 Antiguas tradiciones… pág. 73 67 Apuntes… 68 Memorias… pág. 281 69 A partir de 1932 no hemos sabido nada de los hijos de Simón. Sin embargo, en marzo de 2005, una de sus hijas, Rosa, telefónicamente me confirma la existencia de diez hijos (seis varones y cuatro mujeres). 70 Memorias… Sección Genealogía. Apuntes… Juan escribe: “Mi hermano Simón Ha sido matado por un rayo el 4 de febrero de 1932, a las 8 de la mañana. Estaba cabalgando a 7 leguas de Resistencia (Chaco). Fue enterrado junto al camino. Tenía 36 años, 2 meses y 3 días de edad. Dejó a su mujer con 9 hijos”. Dreher recuerda que Simón tuvo dos hijos varones y que uno de ellos, desde Buenos Aires, visitó en una oportunidad la Colonia San Antonio acompañado por Silvestre pero no pudo hacer memoria de su nombre.

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“Al hablar de mi papá Simón debo recordar los dichos de mi mamá y de mis hermanos mayores, testimonios muy anteriores a mi nacimiento71.

Mamá72, según me contó, nació en el año 1899 y papá73 nació en 189674. Se casaron en 1916 en la Iglesia de Santa Anita (Entre Ríos). Papá tenía 20

años y mamá 16. Fueron a la Estación Urquiza y trabajaron en la herrería del Señor Honneker Poco tiempo después se independizó y en la Estación Líbaros instaló un taller en un pequeño galpón de chapa que llegué a conocer, pues, subsistió hasta 1967, aproximadamente.

El abuelo Schön tenía un campo muy cerca de la Est. Líbaros; pero sus hijos, muchos por cierto75, vivieron y crecieron en la aldea Santa Anita. Tres de estos hijos se casaron con tres hermanos, hijos de José Gassmann, mi abuelo paterno76.

Muy pronto papá y mamá partieron hacia el norte y se radicaron en el Chaco. Sé que tuvieron varias mudanzas: Concordia, Juan Pujol, Mocoretá (Corrientes),… Desconozco las fechas y los lugares.

Mi familia estuvo compuesta por Alfonso, Mónica, Domingo, Pedro, Humberto, Elena, Adolfo, Ema y Rosa77 y Simón, quien escribe. Desconozco cuándo y dónde nacieron mis hermanos.

Mamá siempre hablaba del abuelo José Gassmann y de la abuela Asselborn y que los Asselborn de Santa Anita eran sus parientes. También hablaba de los tíos: Silvestre y Alfonso Gassmann78. Jamás tuvimos contacto con ellos. Mi hermano Alfonso algo sabía de ellos, pero era muy poco. JJoosséé yy ffaammiill iiaa eenn CChhaarraattaa

Sobre la muerte

de mi padre había muchas habladurías,79 lamentables rumores surgidos en Santa Anita. Esto lo decía siempre Bárbara Kippes y el tío Matías Schöen. Tía Mariana Schöen aseguraba, en palabras de Juan Gassmann, hermano de Simón, que un rayo lo había matado cuando iba a caballo

71 Testimonio escrito por parte de Simón Gassmann, el hijo menor de Simón (Angélica – Santa Fe – junio de 2005) 72 Ana María Schön 73 Simón Gassmann 74 En realidad Simón nació en Valle María (ER) un 1° de diciembre de 1895. 75 Hermanos de mi mamá: Santiago Schön casado con Ana María Gassmann; Juan se casó con Alejandra Herrmann; Matías casado con Bárbara Kippes; Margarita casada con Andrés Becker; Mariana con Juan Gassmann; Catalina con José Scharnescki, Pedro que falleció muy joven; Enrique casado con Elisa Sacks, Ana (mi mamá) casada con Simón Gasssmann; Rosa falleció, creo, recién casada; Antonio casado con Elisa Guvint. 76 Ana María Gassmann se casa con Santiago Schön, Mariana Schön con Juan Gassmann y Ana Schön con Simón Gassmann. 77 Eran mellizas. 78 Sabía que estaba casada con Dreher. 79 Que no había muerto y que había hecho abandono del hogar,…

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por un camino del monte chaqueño80, a unas cinco o seis leguas adentro. Quien lo encontró avisó a la policía y ellos ubicaron a un gringo, amigo de mi padre, de apellido Wasinger. Ante la premura del caso y la distancia, él avisó a mamá y dio cristiana sepultura al difunto evitando que ella, por el estado del cadáver, participara del entierro. Mis hermanos, Alfonso y Domingo, atestiguan del hecho. Los hermanos de papá vivían muy lejos (Charata) y no vinieron.

En esas épocas Alfonso y Domingo trabajaban para un señor llamado Domingo Carballo81.

Mamá y mis hermanos82, trabajaban en el tambo, juntaban la hacienda,… Era una gran ayuda la tarea que realizaban mis hermanos y por ello, este Señor, que no tenía hijos, los apreciaba mucho.

Cuando mamá dejó el Chaco y se fue a Entre Ríos, tanto Alfonso como Domingo se quedaron. Carballo les daba un pequeño sueldo y dos o tres vaquillonas por año y la ropa. Ellos cuando vendían algún animal, ahorraban dinero y se lo giraban a mamá.

Alfonso, que contaba unos 17 años y Domingo unos 15 marcharon, más adelante, a casa de mamá. Siempre recordaron y extrañaron su Chaco, conservando el oficio de camperos y muy buenos domadores. 83

Mientras tanto, hacia 1922 o 1923, en un amplio rancho de paja y barro, en Charata (Chaco), lo encontramos a José con su familia en la parte opuesta del pueblo, cerca de las vías, visto desde la carpintería de Silvestre.84

Es la décima mudanza de los Gassmann. Aquí debieron quedarse unos cinco o seis años. Se casan María y Apolonia85 con los hermanos F. y G. Micunda 86 y se agregan al grupo familiar mientras permanecen en Charata.

Es precisamente en esos años que un contingente de alemanes del Volga, provenientes directamente de Valle María, llegan al Chaco y fundan la Colonia San Antonio, muy cerca de Gral. Pinedo. Es el año 1921.87

Silvestre desde Charata los acompañará en esta patriada durante esos primeros difíciles años cuando fracasaron las primeras cosechas y el desaliento general ayudó a que dos familias regresaran a Entre Ríos.

Nuestra historia, a partir de esta última fundación, empieza a mezclarse entre las localidades de Charata y Gral. Pinedo y una Colonia próxima que es San Antonio. Es que la familia de José Gassmann se radicará definitivamente en el Chaco, más precisamente en la Colonia San Antonio. Así la familia pagó el duro precio del desarraigo con la 11ª. mudanza… la última … en el final del camino…

En el año 1926 el abuelo José, con la excusa que las cosechas de esos años no era muy buena sueña nuevamente con mudarse a Entre Ríos. En una carta a su hija Bárbara y fechada el 15 de junio de 1926 y desde Charata le escribe:

80 Recuerdo que se hablaba que la jurisdicción era Sáenz Peña. 81 Este hombre era padrino de mis hermanas Rosa y Ema. 82 Desconozco el nombre del pueblo en el que vivían 83 Era una constante, en las conversaciones ese berretín de la libertad que mamaron en el monte chaqueño desde muy chicos. 84 Clmentina Gassmann aporta la foto y la ubicación del rancho en Charata allá por 1924. 85 La foto de casamiento de Apolonia con Guillermo Micunda fue sacada en Corrientes. No tenemos la fecha precisa de ese acto. Por lo tanto es posible que los hermanos Micunda hayan estado en la partida al Chaco desde la ciudad de Corrientes. 86 Aparece escrito: Mikunda y Micunda 87 Juan Alberto Mierez en “La luz y el fuego” y Santiago Dreher en “Fundación de la Colonia San Antonio” señalan que Silvestre Gassmann formó parte del grupo de familias fundadoras de la Aldea San Antonio (año1921). Silvestre ingresó en 1918 a Laguna Blanca (1918) desde Corrientes y después se muda a Charata. Nunca vivió en la Colonia San Antonio, menos pudo ser uno de los fundadores. Esta afirmación me la hizo notar Agustín Dreher y se corrobora en los apuntes de Juan Gassmann (hijo).

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“… Nuestra cosecha es mala. Tenemos poco algodón, y el precio es bajo… El maíz se secó todo por los golpes de calor... Parece que este invierno pasa como ya hemos pasado dos sin lluvia ninguna y así vendrá la cosecha venidera, mal nomás. Muy poca esperanza tenemos de adelantar en este paraje….Pero el gobierno mismo no tiene fe en estas tierras o clima, y ofertó que buscaran mejores tierras en otra Provincia, que él la hace trasladar con todos sus elementos y familias, gratis.

Y así se van mañana tres colonos a ver un campo de una Estancia en Concordia, Entre Ríos, y si agrada éste, está grabado en la Hipoteca, se coloniza los tres primeros años en arrendamiento a 25 por ciento del producto de cosecha y después a 240$ la hectárea, a 30 años de plazo. Así es el primer Estanciero que le sacan el campo y lo dan al colono si el campo agrada. Nosotros también nos vamos allí, avisaremos unos días mas tarde, cual va a ser el día que pasamos en tren por Sáenz Peña. En esta ocasión nosotros podemos salir del Chaco a Entre Ríos que produce allí mejor, y gratis.

Podemos llevar carro, sulky, arado, caballos, lecheras y todo. Una vez allí, se busca, si no es este mismo Estanciero, algún otro campo bueno, la cuestión es salir del Chaco. Y luego todos los Colonos Alemanes se van”.

Si sus sueños se hubieran cumplido, tal vez la historia los hubiera alejado definitivamente del Chaco. Pero Dios tenía otro plan para los Gassmann.

Aprovechando uno de tantos viajes del abuelo José, posiblemente a Buenos Aires, un familiar, don Nicolás Becker casado con Catalina Gassmann (hija de Adán de la aldea San Miguel – E. R.), radicado en la Colonia San Antonio, compadecido por la situación de pobreza en la que se encontraba doña Ana María Rudolf y familia, consigue un campo fiscal en la Colonia y con la ayuda de Silvestre, los mudan allí. Era el año 1928, aproximadamente. Al regreso de su viaje, allí los encontrará José.88

Aquí sus hijos menores crecen con más libertad, y podrán aquerenciarse de una vez, amarán su Chaco y se identificarán con el algodón y el quebracho colorado.

Clemente se casa en esos días con Eugenia Schuamberger (2/7/1929) y así, sigue aumentando la familia. Lo mismo hace Bárbara con Jordán. Más tarde Andrés se casa con Laura Roth y Berta con Alejandro Bohon (7/6/1933).

José, hijo, desde la Pampa Central (La Pampa) se traslada hacia 1930 a Charata y se une, por un tiempo, a la empresa de Silvestre en la carpintería. Por 1932 se radica en Campo Los Guayco (cerca de Las Piedritas). Será agricultor. Sus numerosos hijos se criarán allí. En la colonia había muchos descendientes de nuestros alemanes. José emprende la construcción de una hermosa Capilla, un centro de encuentro entre los colonos. Los años pasaron y nuestros colonos se fueron mudando hacia Hermoso Campo. Definitivamente, en Santa Silvina, José encontrará la muerte el 27 de julio de 1948.

También Rosa y su familia los atrae el Chaco y abandonan La Pampa y van a vivir un tiempo en Tres Mojones (Chaco) y se mudarán definitivamente a Valle María, Entre Ríos.

Juan, con su familia permanecerá en Diamante. Comprará un Hotel, un negocio de ramos generales,… Del 5 de junio al 25 de octubre de 1936 realiza con su esposa un viaje a Alemania89.

Posteriormente, por problemas económicos se mudará hacia la ciudad de Gualeguay. Fallecerá el 13 de enero de 1960 a los 71 años. 88 Testimonio de Agustín Dreher. Clementina Gassmann y Olga Gassmann ven en esta partida a la Colonia una iniciativa que impidiera a José pensar en una nueva mudanza. A su regreso el mismo Silvestre llevó a su padre a la Colonia, comenta Agustín. 89 Memorias… OC. Juan describe con todo lujo de detalles su viaje a Alemania.

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Ana María, la hija mayor, también permanecerá hasta su muerte en Entre Ríos90. “Ana María vino en busca de trabajo a Valle María; en ese tiempo se alojó en

la casa de su hermana Rosa y Santiago Schunk. Más tarde llegó toda la familia a la aldea. Vivieron en una propiedad de una familia Ortmann hasta comprar su propia casa.

En Valle María fue partera. Uno de los primeros nacimientos que ella atendió fue el de Máximo Unrein en el año 1933. Prestó ese servicio hasta el año 1960.

El marido, Santiago Schön había nacido en Santa Anita el 14 de noviembre de 1903 y falleció en Valle María el 20 de julio de 1957.

Años posteriores, al enfermar Ana María, junto a su hija Victoria fue llevada a la ciudad de Córdoba por su hija Ana Margarita (casada con Gette). Allí falleció. Sus restos fueron traídos a Valle María y descansan en el cementerio local junto con los de su esposo.

Tuvo 15 hijos (5 varones y 10 mujeres) --esto es lo que recuerda mi abuela-- uno falleció haciendo el servicio militar y 3 fallecieron de pequeños. José, Juan, Pedro, Sofía, Rosa, Catalina, Amalia (casada con Volanté), Ana Margarita, Mónica, Victoria.

Encontré el acta (Nº 564) de matrimonio de Mónica en la parroquia de Valle María. El 11 de mayo de 1948 contrajeron enlace Ernesto Alfredo Janosch, 27 años, alemán, hijo de Ernesto Janosch y Aub Thielmann, domiciliados en Federal (E.R.), con Mónica Schön, 18 años, de San Isidro, hija de Santiago Schön y Ana María Gassmann”.91

Volvamos al Chaco. La Colonia San Antonio, recién fundada, fue adquiriendo fisonomía propia. Después de algunos años que tardaron en desmontar, cada familia fue a su chacra hacia el año 1927 y no se formará una aldea tradicional. Las dificultades iniciales fueron lentamente superadas. Se adaptaron al clima y la comunidad empezó a tener esperanzas. El Chaco fue el nuevo hogar y la profunda espiritualidad del pueblo lo quiso expresar con la construcción de una capilla.

“Siempre hallaron en la religión el sostén espiritual y el consuelo ante tantas adversidades e injusticias. La Iglesia fue el refugio de nuestro pueblo, el lugar dónde acudían para encontrar la paz y el descanso. Por esa fe y entrega total a Dios lucharon sin bajar los brazos convencidos que las generaciones futuras vivirían un poco mejor”92

Con la ayuda de los colonos se construye una pequeña capilla. José se ofrece a fabricar el altar y algunos bancos.93 Más tarde la Colonia tendrá su escuela. La Misa de los domingos y las fiestas patronales de San Antonio congregaron muchas familias, en aquellos años. Quedará siempre en el recuerdo ese ambiente religioso y festivo.

En aquellos años un poco más tranquilos, cuando el trabajo rompía las largas siestas del verano, el abuelo José se accidenta. Un toro bravío ataca al anciano y lo deja bastante maltrecho. Es llevado primero a Añatuya (Santiago del Estero) y después a Santa Fe en el Hospital de la Caridad. Era el 11 de marzo de 1931.94

Ya nunca recuperó su buena salud. Los problemas estomacales acompañaron a José durante un largo tiempo. Para Navidad del año 1934 su salud decae con rapidez. La vida agitada, de muchas privaciones, hicieron mella en su cuerpo. Tenía 72 años de edad. 90 Los tres últimos hijos de Ana María, de quince en total, nacen en Federal (norte de Entre Ríos). 91 Cintia Wendler (Valle María, 6 de mayo de 2006) 92 Santa Anita… pág.78 93 Testimonio de Agustín Dreher y Nicolás Becker (Colonia S. Antonio). 94 Apuntes… O.c. “Nuestro padre José fue llevado al Hospital Caridad de Santa fe el 11 de marzo de 1931 por fratura de pierna”. Coincide con el testimonio de Agustín Dreher.

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Para una mejor atención, a pesar del largo viaje, se va a Buenos Aires y se interna en el Hospital Alemán. Lo acompañan sus hijos: Silvestre desde Charata y desde Diamante (Entre Ríos) se une Juan.

Rodeado de sus dos fieles hijos, en los comienzos de 1935, entrega su alma al Señor. “Nuestro padre José el 11 de enero de 1935 por trastornos estomacales, después de dos meses de sufrimiento y después de 6 días internado en el Hospital Alemán falleció a las 09,15. Fue sepultado en el cementerio Alemán. Con mi hermano Silvestre lo acompañamos”....95 En su lápida se escribió: “Aquí descansa quien se durmió en el Señor Joseph Gassmann, nacido el 17 de setiembre de 1982 y fallecido el 11 de enero de 1935”.

La noticia de la muerte del abuelo llegó al lejano Chaco. Sus hijos y sus nietos lo extrañaron largo tiempo pero el abuelo nunca regresó.

Es Clemente, en los primeros tiempos, luego Andrés quienes llevaron la parte más difícil del trabajo en el campo. Fueron Berta y Bárbara, las hijas, quienes pusieron el alma en el hogar junto a su madre Ana María.

Más tarde Andrés instala una carpintería y llega a tener merecida fama. Aún hoy se dice: “las ruedas de carro ruso fabricadas por Andrés son las más perfectas y duraderas de todo Chaco”96

Pasando el tiempo, los hijos menores se hicieron grandes y cada uno se fue volando del hogar: Nicolás se casa con Catalina Dreher, Clementina con Francisco Detleing y Alfonso con Genoveva Dreher.

La casa fue quedando vacía, las voces se fueron acallando y sólo las máquinas de la carpintería de Andrés siguieron luchando contra la dureza del quebracho.

Alfonso, el más pequeño de la familia, después de trabajar un tiempo en San Antonio de Areco, se hace de un capital, regresa con su familia a Pinedo, compra una chacra y trae consigo a su madre Ana María Rudolf97 que estaba en Charata, en casa de Silvestre y, con mucha paciencia soportará su carácter difícil y, con cariño, acompañará a la abuela en sus últimos años.

Ya muy anciana, recordando aquellos años jóvenes del hotel, le dirá a su nieta Olga: ¡Cómo hubiese querido regresar al Volga en aquellos días y no lo pude hacer!

Finalmente, Ana María, fallece en Pinedo el 16 de octubre de 1958.98 CONCLUSIÓN He podido describir, con algunas dificultades, el itinerario recorrido por Don

José Gassmann. Su vida empezó en el Volga y la paradoja del destino hizo que culminara en Buenos Aires, nada menos que a mil kilómetros de donde se encontraba su familia, en una pampita del monte chaqueño.

95 Memorias… pág. 303. Apuntes… O.c. El 28 de diciembre de 2004 visité el Cementerio Alemán para ubicar su tumba. Ya no estaba, habían pasado muchos años. Supe después, en boca de Alejandro Gassmann (Pinedo), que muchos años antes su padre Alfonso Gassmann también había querido visitar su tumba y ya la habían levantado. 96 Testimonio de Agustín Dreher, Alejandro Gassmann (Gral. Pinedo),… (varios más). Hoy en día ha quedado una tapera de lo quera fue el último hogar de la familia de José Gassmann. El bosque irá cubriendo lentamente la carpintería del difunto Andrés como mudo testigo de las historias y más historias de unos protagonistas que ya no están y el tiempo las irá borrando irremediablemente. 97 Amalia Gassmann, hija de José, recuerda que cuando niña sus padres visitaban la carpintería de Silvestre en Charatay allí se encontraba la abuela Ana María. 98 Testimonio de Olga Gassmann. Olga, fruto de sus afirmaciones, sus recuerdos y sus preguntas, me impulsó a escribir sobre su abuelo José. En un momento lo describió como carpintero, maestro y detective internacional. “Ahora lo podemos decir porque de aquel entonces ya nadie vive”. Entre los familiares del Chaco nadie pudo corroborar esta afirmación pero sentí, a partir de allí, un halo de misterio en la figura de Don José Gassmann.

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¿Por qué esa vida tan agitada deambulando de un lugar a otro con toda su familia? ¿Tuvo siempre la esperanza que en cada traslado iba a encontrar la prosperidad de los suyos? ¿Era realmente un bohemio, un idealista? ¿Fue un detective internacional? ¿Fue un eterno viajero sin retorno o un buceador en búsqueda de luz en la oscuridad? Sus contemporáneos ya no viven, tal vez el tiempo permita encontrar algunas de esas respuestas.

Dejando de lado las anécdotas, hay gestos importantes que no podemos obviar: Don José formó una hermosa familia, numerosa por cierto y a pesar de las adversidades y de las privaciones, se fundamentó en la unidad; conservó las tradiciones, preparó a los hijos para luchar en la vida; fue un hombre cristiano y en el calor del hogar su fe la heredaron sus descendientes.

Sus hijos, ya grandes, si bien buscaron su independencia, en cada vuelta del camino, volvían a encontrarse con su padre.

“Nuestro querido Dios nos preserve a todos de renegar de nuestra fe, que perder bienes y dinero es perder mucho; pero perder salud y buen nombre es perder más, pero perdida la fe, todo se perdió”(Nicolás Gassmann ).99

Cuando el sol comienza a perderse detrás del monte, en el lejano Chaco, y las sombras invaden el patio, el anciano se sienta en su mecedora y empieza a desgranar sus vivencias, a rescatar su pasado, a desempolvar la “memoria” sobre la heroica historia que supieron escribir los mayores “con esfuerzo y sudor y hasta con su sangre”. Sepamos que todo abuelo tiene una profunda necesidad de ser escuchado, para que esas historias no se mueran de la misma manera que, por la implacable excusa del hacha de la modernidad, se precipitan al suelo los quebrachos colorados, últimos exponentes del orgullo chaqueño.

“Mientras exista memoria, seguiremos andando una y otra vez el camino de aquellos gringos. Sus nombres, sus sombras, sus voces, retornarán siempre bajo el sol, la lluvia o el viento, porque no se fueron. Siguen fundando aldeas en la soledad de la noche y en el corazón, eternamente”100

22 . . CARTA A LOS FAMILIARES GASSMANN DEL CHACO,

DESCEDIENTES DE JOSÉ

Buenos Aires, 4 de marzo de 2005

Estimados amigos del lejano, querido y caluroso Chaco: Me he permitido escribir sobre la vida de José, el abuelo trotamundo. Y

quiero explicarles por qué me permití escribir sobre su vida. No ha sido por simple coincidencia, sino por circunstancias especiales.

En el primer viaje que hicimos al Chaco, en un almuerzo en la casa de Alex, Olga Gassmann me hizo una serie de comentarios y preguntas sobre su abuelo y realmente no supe contestar. En mi segunda visita al Chaco me acompañó un pequeño grabador he inicié una serie de reportajes a familiares de aquellas tierras.

Luego fui leyendo algunos comentarios de familia y por último un manuscrito de Juan Gassmann (hijo de José) encontrado en Ituzaingó (Corrientes), me ayudó

99 Tres países… pág. 68 100 100 “La luz y el fuego” de Juan Alberto Mierez, pág. 35

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mucho a recorrer el camino seguido por este hombre. Olga, espero que en este escrito encuentres algunas respuestas, no todas.

En segundo lugar debo agradecer a Alex que me ha ayudado a descubrir esos polvorientos caminos y conocer y visitar parientes. Los recordé a todos escribiendo la biografía de José. ¡Lástima el calor del verano!

Debo señalar también el entusiasmo de Clementina Gassmann cuando habla de su padre Andrés. Gracias por la foto que supo prestarme y que me ha permitido conocer los rostros de los principales protagonistas. No olvidaré su acto de generosidad y confianza hacia un desconocido.

Hay personas que también me han ayudado como Silvestre y Raúl Gassmann desde Charata. He debido remarcar la figura de su abuelo Silvestre, un adelantado en el Chaco y en esa región precisa. Los Gassmann de Hermoso Campo, descendientes de José, hijo, a quien también señalo en esa historia tienen también mucho que decir. Tal vez nos ayuden a encontrar personas descendientes de Bárbara, María, Apolonia… mujeres de las que tenemos muy poca información pero que han vivido y muerto en esos pagos.

Debo agradecer a Juan Alberto Mierez la amistad que me ha sabido prodigar y el espacio en la radio Mocobí para saludar a su audiencia tan numerosa, por cierto. Además sus escritos hablan a las claras de su interés por nuestros gringos llegados de muy lejos.

Por último debo hablar de Agustín Dreher. Un abuelo sabio que ha demostrado una buena memoria. Puedo confirmar sus conocimientos con estos dos hechos fortuitos: a) sin un mapa ha sabido describir el itinerario en la vida de José. b) cuando hablamos de un antepasado de nombre Simón, seguramente fallecido en forma trágica, comentó Don Dreher que un hijo de Simón visitó la aldea San Antonio por la década del 60 y que sólo estuvo una tarde, creía que era militar y tenía un hermano. En estos días por casualidad me comuniqué, gracias a un teléfono que me dio Raúl, con una hija de Simón de nombre Rosa y sí tiene un hermano militar (muy pronto nos encontraremos y recibiremos información después de más de 50 años sin tener noticias de ellos). Gracias Agustín por su sabiduría. Sepa que no me cansaré de hablar de usted y espero tener nuevamente la gracia de volver a visitarlo para escuchar sus relatos y los cantos tradiciones.

Debí visitar en esos días de enero y, antes de marcharme del Chaco, las localidades de Tres Isletas y Castelli, más al norte, para encontrarme con un grupo de misioneros de mi congregación llegados desde Buenos Aires. Al regresar, era mi idea pasar por Misiones y visitar un amigo.

Viajando solitario en el auto desde Corrientes a Posadas, veo en la ruta un cartel que señalaba la localidad de Ituzaingo. Enseguida me llegó a la memoria la figura de nuestro pariente, el Padre Silvestre Gassmann, fallecido unos tres o cuatro años antes; decido entrar.

Me llego hasta la Iglesia parroquial, estaba cerrada. Pregunto a una persona por el frente y me dice que hable con una persona muy cercana al fallecido sacerdote. Me dieron la dirección del barrio y lo encontré. El hombre, Osvaldo González, fue criado y educado por el Padre Silvestre. Ha sabido formar una familia y tiene un recuerdo muy especial por su padre adoptivo, como le gusta señalar.

Muy generoso con su tiempo, expuso a mi vista los libros que heredó y entre ellos descubro un manuscrito de Juan Gassmann (2° hijo de José). Como no lo conocía me acompañó amablemente a sacar copia del mismo. Le agradecí y nos despedimos.

Al llegar a Misiones descubrí en esas fotocopias un verdadero tesoro. Después de la genealogía de la familia, al final del mismo describe sintéticamente el itinerario de

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su padre (José) señalando años y lugares. Fue providencial. Eso me permitió ir uniendo los eslabones de sus 11 mudanzas por el país y el extranjero. Comprobé que tanto Clementina como Olga y Agustín estaban en el buen camino de la información.

Espero que el escrito sea del agrado de ustedes. Un abrazo en Jesús. Mario Gassmann s.c.

2. UNA CALLE PARA NICOLÁS

ENCUENTRO DE LA FAMILIA GASSMANN VALLE MARÍA, 12 DE SEPTIEMBRE DE 2009

INTRODUCCIÓN

Hno. Mario Gassmann sc. Pasaron los años y un acontecimiento a idea de encontrarnos. “Recordar es volver a pasar por el corazón aquello que tenemos atesorado en la memoria: personas, acontecimientos, sensaciones, sentimientos… Gracias al recuerdo de acontecimientos pasados, vemos la mano de Dios en nuestra vida; su Providencia se hace evidente y nos muestra que su voluntad siempre fue lo mejor para nosotros”101. Mirando a la distancia este lapso de tiempo transcurrido (1878 / 2009), nos surgen dos vigorosos sentimientos: por un lado un sentimiento de gratitud a Dios por el ejemplo de vida de todos los que nos han precedido; y por otro, un deseo irrefrenable de celebrar. La gratitud la expresaremos participando de la Eucaristía y los distintos actos organizados para tal fin: nombre de una calle, placa en el Cementerio, Santa Misa, cena de homenaje, foto del recuerdo, encuentro… pertenencia a la gran familia Gassmann. Esos recuerdos que nos embargan tienen nombre, tienen rostro, tienen corazón, tienen espíritu. Son los que nos movieron a llegar a Valle María… porque queríamos compartirlo con un corazón la esperanza. Nuestros abuelos hace mucho se separaron con gran dolor en el alma: salida de Alemania, salida del Volga, salida de Valle María,… y, lo más trascendente de este encuentro, los que llegamos a Valle María hemos cerrado con nuestras manos un círculo de fraternidad.

Nuestras palabras no alcanzan a expresar todo lo que se ha vivido en 131 años; nuestras palabras no alcanzan para reflejar la gratitud manifestada en esta celebración; por eso recurro a las palabras de Nicolás cuando se terminó de construir la iglesia de Valle María, sueños felices hecho realidad: “Por fin todos pudimos reunimos y realizar juntos nuestras oraciones; cuántas Santas Misas fueron celebradas allí, por eso agradecemos y decimos: Mil gracias a Dios, mientras vivamos en esta tierra”.

------------------------------------------------------- ¿Cuántas veces habré escuchado entre nuestra gente el deseo de un encuentro de la familia Gassmann?

101 Hno. Roberto De Luca .s.c.

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Más de uno me sugirió que tomara la iniciativa. Era todo un desafío me que superaba su convocatoria. No podía responder algunas preguntas: ¿Cómo, por qué y dónde hacerlo? ¿Con qué autoridad lo podía hacer? Debieron pasar algunos años y hechos, que paso a relatarlos, para encontrar providencialmente una razón de peso y lanzarme a hacer una invitación de tamaña magnitud. La respuesta superó todos mis pronósticos. Hace unos años tuve oportunidad de conocer a nuestros familiares de “Pinedo”, de “Charata”, localidades que siempre oí hablar a mi abuelo Antonio cuando era muy pequeño. Realicé dos o tres viajes al lejano Chaco acompañado por algunos familiares y gente del Centro Cultural Wolgadeusch. Fueron momentos muy fuertes… un reencuentro de los Gassmann de Entre Ríos y del Chaco. Se armó un vínculo que nos llevó a una búsqueda de sus raíces, de su idntidad. En agosto de 2008, frente a una feliz iniciativa del Centro Cultural Wolgadeusch, participo de un concurso de historia de los Alemanes del Volga entre alumnos de las escuelas de las aldeas madres: Valle María, Protestante, Salto, Brasilera, Salto,... Un sábado, por la tarde, decidí hacer una visita por las calles de Valle María. Pasé por la Iglesia, admiré las viejas casonas alemanas que aún se mantienen en pie - casas sin puertas al exterior y ventanas muy pequeñas - unas con techo de doble agua, otras con cuatro caídas,… Seguí caminando. Ingresé al Cementerio para visitar la tumba de Nicolás Gassmann quien falleció en 1900. Todo era silencio. Allí, mientras dejaba correr la imaginación me surgió una pregunta: ¿Por qué Nicolás, el hombre que lideró el numeroso grupo que abandonó el Volga no tiene una calle que lleve su nombre? ¿No será un acto de justicia proponerlo”? ¿No es acaso la oportunidad de invitar a la gran familia Gassmann para hacer un acto de homenaje a Nicolás? Decidido, visité al Sr. Juan Carlos Klein, Intendente. Gentilmente me recibió en su domicilio. Estuve acompañado por Celso Unrein del Centro Cultural. El Intendente escuchó con atención mis argumentos, le interesó la propuesta y me sugirió que escribiese una carta. A los pocos días desde Lomas de Zamora salió la correspondencia hacia Valle María sabiendo interiormente que de su aprobación podría surgir una gran movida, metería en un gran lío a mucha gente y… no me equivoqué.

Unos meses después el jefe comunal, Juan Carlos Klein, aceptaba la iniciativa y ofrecía llevarla adelante. La carta llegó al Concejo y con un Decreto se promulgaba que una calle llevase el nombre de Nicolás Gassmann.

Posteriormente se inició la invitación de algunos referentes de las aldeas y de la gran ciudad para hacer un equipo. Aparecieron nombres. Todos contestaron que sí, con entusiasmo. Se formó un equipo con representación de distintas aldeas…

En marzo de 2009 se realizó la primera reunión en Valle María, en mayo la segunda, en julio la última. Llamadas telefónicas, correos electrónicos,… entusiasmo, adhesiones, ofrecimientos,… todo “por una calle para Nicolás”.

¡Qué extraordinaria disposición y voluntad de trabajo que encontré para formar un equipo tan unido a pesar de encontrarnos tan lejos unos de otros!

No puedo olvidar sus nombres: Albino y Gabriela (Ramírez), Puby, Victoria, María y Ernesto (Crespo),

Edgar (Viale), Inés y Ariel (Paraná), Marcelo, Orlando, Daniel, María de los Ángeles, Amando (Buenos Aires), Beatriz, Walter, Oscar, Griselda, Yolanda y Cintia (Valle María). Más la colaboración de: Norma (Rafaela), Alejandro e Isabel (Gral. Pinedo), Carmen, Nadia, Miguel, Mariana y Diego (Buenos Aires), P.

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Ervino (Mendoza). Además del coro dirigido por Carina y los actores dirigidos por Ana, ambas de Valle María. ¡Perdón si me olvido de algunos!

A todos mis felicitaciones. Ha sido un verdadero placer trabajar con todos ellos. Y, gracias a Dios, la fiesta fue todo un éxito. F. De. Su

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FIESTA DE LA FAMILIA GASSMANN

“Los pueblos con memoria guardan recuerdo de sus abuelos”

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PROGRAMA:PROGRAMA: 16,00.

*Acto de apertura del nombre de una calle “Nicolás Gassmann”. Participación del grupo de Teatro de Valle María.

* Foto familiar (480 personas) * Acto en el Cementerio. Bendición de una placa. Participación del Coro de

Valle María. 19,00.

* Santa Misa pidiendo por todos los descendientes Gassmann difuntos. Celebra en Arzobispo de Paraná. Participación del Coro de Valle María.

* Fuegos artificiales. * Presentación del Árbol Genealógico (Marcelo Kralik )

20,30: * Gran Cena de homenaje. Participación del grupo de baile de Valle María y la orquesta “Maravillas alemanas” (participaron 700 personas).

VOCES QUE ACOMPAÑARON LA PATRIADA

1. ¿Qué recuerdos te han quedado? Los mejores, desde la primera reunión hasta aquella última. Personalmente fue

una experiencia única. Creo que se dio con un grupo de gente maravilloso, de los cuales tengo los mejores recuerdos, especialmente como grupo o equipo de trabajo. ¿Y el encuentro? ¿Qué puedo decir?

Me siento orgullosa de lo que se logró. Imagino que nuestros abuelos desde donde están sentirán mucho más que lo que siento yo y todos los que fuimos parte. Le agradezco a Dios y a usted Mario por haberme tenido en cuenta y haberme permitido ser parte del grupo, del que indudablemente aprendí y llevo entre mis mejores recuerdos.

Personalmente, mi amor por la historia de los Alemanes del Volga sigue, y sigo trabajando en actividades. Sólo espero que nos volvamos a juntar, y que este encuentro sirva de ejemplo para que otros tomen la iniciativa e intenten lo mismo. Vale la pena!!!!

Cintia Wendler Valle María (Entre Ríos)

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!!!Cómo no voy a recordar esta fecha!!!.

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Cuántos nervios, dudas, alegrías, preparativos. Me acuerdo que cuando sonaba el teléfono en casa me tomaba la cabeza porque

seguro era mi primo que algo mas se le ocurría. Realmente me traen hermosos recuerdos, tanta gente conocida y que nunca nos

relacionábamos, y tanta otra gente que nunca imaginábamos y ahora son grandes amigos.

Creo que comenzamos a valorarnos y enorgullecernos de pertenecer a esta gran familia, llena de historia. Aún hoy me encuentro contando detalles de la fiesta y de todo el encuentro en distintas charlas.

No dudaría en ningún momento repetir la experiencia.

María Gaier Crespo (Entre Ríos)

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El recuerdo de uno de los mejores días de mi vida, puedo sentirlo cada vez que pienso en cada detalle vivido en la aldea Valle María, la emoción de ver tanta fuerza puesta para un mismo fin, el de conmemorar a alguien tan importante como puede ser el fundador de un pueblo, el iniciador de un asentamiento de personas llenas de sueños que eligieron quedarse en un lugar… Sueño con que se vuelva a repetir ese encuentro, con que nuestro libro sea uno de los tesoros que pase de generación en generación, porque no hay nada mas lindo que saber de adonde uno viene, ese cosquilleo que genera las cosas que tienen que ver con uno y las desconoce, y cuando uno toma contacto con esa parte adormecida, se convierte un momento en algo muy importante, y lo años vuelven para quedarse. Gracias a todos los que participaron y pusieron su corazón en todo esto, para que después de un año aun me sienta tan feliz. Sonia Noelia Gassmann.

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Es un acontecimiento que ayer recordábamos con mis hermanos, que hoy haría un año de tan grato momento, una producción hecha por ustedes que nunca olvidaremos Espero que Dios nos de otra oportunidad. Vergüenza me da que no pueda ofrecerles algo similar pero Dios nos envía con diferentes misiones y yo respeto su voluntad aunque no todas las veces esté de acuerdo. Gracias mil gracias son los deseos de

Raúl Armando Gassmann Charata (Chaco)

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Hermosos recuerdos, hoy en la mesa nos acordábamos de ese momento tan lindo que nos has hecho pasar, por que sin vos esto no se hubiese realizado jamás....si como te lo digo jamás se hubiese realizado. En mi retina quedo grabado toda esa fiesta maravillosa.

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Cómo me hubiese gustado estar nuevamente en ese lugar, y en el mismo momento. Es un sueño que me gustaría revivirlo. Sólo me queda decirles, lo que dije ya unas cuantas veces: gracias por llenarme el corazón de tanta alegría....

Carlos Alberto Gassmann

Glew. Buenos Aires

---------------------------------------------- Mi abuelo, Agustín, fue muy importante en mi vida, charlábamos mucho y me transmitió ese orgullo que sentía por sus antepasados. Sus historias de la aldea San Miguel y de su infancia me transportaban hacia esa época con mi imaginación. Gracias a Dios pude visitar todos esos lugares con él y ese recuerdo lo llevo muy presente. Siento ese pedazo de Entre Ríos de una forma muy especial. Ahora, el lazo que me une a “mi gente” es la charla telefónica muy esporádica con Raquel, Walter o Beatriz, pero es más o menos suficiente para sentirme en contacto.

Eduardo Neil Gassmann Moreno. Pcia. Bs. As.

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Ya un año de aquel hermoso día lleno de emociones. Nos quedan muchos recuerdos, pero el más importante fue que gracias a esta reunión encontramos a familiares que ni imaginábamos. Seguimos conectados.

Además, gracias al árbol genealógico, supe que aquel conocido terminó siendo de la familia.

Uno de mis sueños sería que mis hijos tengan la oportunidad de vivir esto y además que lo sientan de corazón como lo sentí yo.

Lástima que no pude compartirlo con mis padres, ya no los tengo, pero sé que desde donde están, nos vieron.

Espero que se repita pronto esa gran fiesta. Sandra Gassmann

Becar. Pcia. Bs. As.

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Gracias, por tu esfuerzo y ganas de unir a la familia, siempre agradecidos. Un abrazo y les recordamos siempre

Norma y Ernesto Gassmann

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Nos quedó un recuerdo imborrable. Fue para nosotros lo más hermoso que nos pudo ocurrir a esta altura de nuestras

vidas.

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Nuestros sueños serían encontrarnos nuevamente en una reunión con nuestra gente. Ojala se haga. Por todo, pero por todo, quedamos eternamente agradecidos, y siempre festejaremos el 12 de septiembre, porque nosotros tenemos recuerdos y memoria de nuestros Abuelos.

Miguel A. Gassmann

Buenos Aires

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Y pensar que el tiempo transcurre tan rápido que a veces pienso cuando iré a reencontrarme con tanta de esa gente que nos juntamos previo al evento para lograr esa hermosa reunión y la verdad en mi corazón siempre hay una lucecita que brilla y se ilusiona de poder volver a estar una vez mas juntos así sea los pocos que estuvimos preparando esa fiesta divina.

María de los Ángeles Gassmann Buenos Aires

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¡Cómo me gustaría volver a pasar tan lindo y emotivo momento! Reunirnos con tantas familias, desconocida hasta ese momento,

Ojala se pueda repetir. Con cariño.

Elisa Gassmann Buenos Aires

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Soy Carina la hija menor de Victoria y Pubi. Gassmann.

Jamás nos vamos a olvidar, mis hermanos (Elba, Gladis, Darío, Humberto y Damián) y yo, a igual que mis padres, de ese gran día.

Agradezco a Dios y a mi Virgen amada haber podido vivir eso. Desde los homenajes, esa calle con mi apellido!... Haber conocido el cementerio, la misa que fue tan emotiva.... y esa gran fiesta donde nos divertimos tanto!

Fueron muchos días de comentarios. Todo salió muy bien. Amo a mis padres, a mis hermanos y toda mi familia, pero esto demostró que ese

sentimiento los tenemos todos los que llevamos ese gran apellido; apellido que lo digo muy honrada y con el orgullo a flor de pie. Todos somos una gran, gran familia.

Jamás se borrará de nuestra memoria a Nicolás Gassmann...

Carina Gassmann Crespo. Entre Ríos

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Estamos orgullosos de haber podido participar del encuentro de los Gassmann aquel 12 de septiembre del 2.009.

Nunca no nos vamos a olvidar de ese día – noche. Es algo muy lindo ver tanto trabajo para ustedes y una fiesta para nosotros imposible de olvidar. Nos encontramos con parientes de varios lugares.

¡Una verdadera fiesta! .Muchas gracias. Un abrazo enorme de parte de mi familia, en especial de

Amalia; nos veremos pronto Inés Burgart de Gassmann Garín – Pcia. de Bs. As.

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VOCES CERCANAS QUE LLEGAN AL CORAZÓN Cuando emprendimos el desafío de unir a toda la familia Gassmann en Entre Ríos, nada menos, y con la intención de homenajear a nuestros ancestros, una de las gratas sorpresas que sentí en esos días fue el acompañamiento de todos mis hermanos, mi familia más cercana, allí en Valle María.

Fue una emoción muy grande y recuerdo que en esa mañana tan especial visitando los lugares más importantes en que se iban a desarrollar los actos, entré en la Iglesia acompañado por Diego. Allí, en silencio, le expresé mi inmensa gratitud a la Virgen María, nuestra Madre, porque con la presencia de toda mi familia hacíamos el mejor homenaje a Rosa y Lucas, nuestros padres, porque nos trajeron al mundo y nos enseñaron que en la pobreza y en las dificultades también podíamos crecer en unidad.

Creo que tres de mis hermanos, a quienes agradezco sus testimonios que me emocionan en el alma, sintetizan esa vivencia, ese encuentro que no olvidaremos.

---------------------------------------------- Querido Mario: El día del primer aniversario me trajo muchos recuerdos de lo que ocurrió ese día… A lo largo de estos 12 meses se ha despertado en mi un reconocimiento de todos los dones heredados desde la familia Gassmann, he dado gracias por ellos, he reconocido muchos de esos talentos en cada uno de mis 12 hermanos, de mis padres, tíos, primos y en mi, proponiéndome transmitirlo a través de mi hija….

Realmente me cuesta poner en palabras escritas todo lo que he vivido antes, durante y ahora después del encuentro del 2009.

Doy gracias a todos y en especial a Mario por haberme permitido tener un poco de protagonismo en la realización de lo seguramente fue un sueño de Nicolás Gassmann que entre todos hicimos realidad.

Daniel Gassmann Buenos Aires

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… Este es el cumplimiento de un sueño que no sólo es tuyo sino que es el de

nuestros padres, tíos, abuelos… sueño alimentado con fotos ajadas y amarillentas que tu esfuerzo hizo que vieran la luz luego de décadas de olvido.

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Todos esos Gassmann fueron Lázaros que tu empeño logró resucitar en estos días al pasar de boca en boca sus nombres y sus recuerdos.

Un fuerte abrazo Carlos Raúl Gassmann Ituzaingó – Pcia. de Bs. As.

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Quiero compartir la sensación de entusiasmo que sentía cuando viajaba hacia Buenos Aires.

Aquellos que amamos a nuestra familia y nos encontramos tan lejos de todo sufrimos esa distancia pero saboreamos de una forma especial el reencuentro. Increíblemente me llegué a sentir como en casa cuando compartía en Valle María los preparativos del encuentro.

El acompañarte en ese sueño tan noble de encontrarnos con los nuestros, haciéndolo desde los recorridos previos hasta el disfrutar de la música y los bailes de madrugada. El poder ver a la distancia de tiempos los recorridos de nuestros antepasados y sentirme parte de esa historia que nos atrapa dentro de ella con este ENCUENTRO ESPECIAL de tantos Gassmann.

Mis sueños se viven cuando mis reencuentros se concretan en el abrazo con los míos sintiendo que uno ama a su familia de una manera especial.

El haber tenido la oportunidad de volver a recorrer los paisajes de Valle María este verano pasado fue la oportunidad concretada de mostrarle a mis hijos y mi esposa lo lindo y especial de ese lugar cargado de mi historia. El compartir con mi madrina y mis primos el reencuentro y el cariño que no se pierde con el tiempo y la distancia, sino que aumenta. Sólo puedo tener palabras de agradecimiento a los que lo hicieron posible que ese encuentro se haya concretado.

Diego Gassmann Río Grande - Tierra del Fuego

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ÁRBOL GENEALÓGICO “GASSMANN”

De acuerdo a los testimonios que fuimos heredando debemos empezar por recordar que

NICOLÁS GASSMANN (1826-1900) abrió el camino de los genealogistas de nuestra familia y de nuestro pueblo: “Yo Nicolás Gassmann tengo que mencionar a mis ascendientes. Mi bisabuelo se llamaba Johan Gassmann. Vino del estado alemán de Wütemberg habiendo iniciado su emigración desde la ciudad de Ulm….”102

Quien continuó con la tarea y en forma sistemástica fue JUAN NICOLÁS GASSMANN Nº 195. Debemos reconocer que fue el genealogista de la familia Gassmann. De los más de 600 antepasados que registró, a cada uno le fue poniendo un Nº para su identificación103. A Johan Gassmann, quien fue de la partida de Alemania al Volga, recibió el Nº 0 – punto de partida de su obra –.

102 Crónicas de Nicolás Gassmann - CD Reencuentro de los abuelos. Libro 2. Pág. 14. 103 Juan Nicolás nos explica las razones de los números: “Los números, si bien son progresivos, no indican la cantidad de personas, así como los que están puestos en la puerta de la calle, no indican cantidad de casas. Son sólo un medio seguro de identificación”.

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El 12 de setiembre de 2009 se llevó a cabo un encuentro de la Familia Gassmann en Valle María: “Por una calle”. Fue una oportunidad para continuar con el árbol genealógico organizado por Juan Nicolás. Desde los más diversos rincones del país fueron llegando sus pequeños árboles genealógicos y en algunos pocos meses teníamos una información muy importante y disímil.

Junto con MARCELO KRALIK GASSMANN, un joven genalogista, emprendimos la paciente tarea de ordenar nuestro árbol. El trabajo fue arduo. Para la fiesta habíamos llegado a la bonita suma de más de 2500 miembros.

Continuamos la tarea y hemos podido elaborar el “árbol de la familia Gassmann” con más de 3600 descendientes. Aún esperamos más información y confiamos enviárselos a los interesados como recuerdo de familia.

Queremos agradecer de corazón a todos aquellos que colaboraron con entusiasmo enviando información. Fueron muchos, sería muy largo nombrarlos y la obra que presentamos es fruto de la información recibida. Hemos recibido informaciones de casi todas las Provincias de Argentina y de otros países como Bélgica, Suiza, España, Estados Unidos, Uruguay, Brasil, Paraguay, Chile, Perú,… todos descendientes de Nicolás.

Confiamos que puedan disfrutarlo sabiendo que cada uno de los que aparecen en el árbol tiene nombre, tiene rostro, tiene corazón, tiene espíritu. Que con su lectura podamos decir con Nicolás viendo crecer su familia como las arenas del mar: “Mil gracias a Dios, mientras vivamos en esta tierra”104.

“Que las gambetas del olvido no le jueguen una mala pasada a la memoria”.

104 Crónicas de Nicolás Gassmann - CD Reencuentro de los abuelos. Libro 2. Pág.. 29

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DESPEDIDA

“PLANTEMOS UN ÁRBOL”

El Timbó plantado por papá Un día me propuse llegar a un

rincón olvidado donde pasé lindos años de mi niñez. Era una pequeña chacra en Campo García, cerca de Crespo, Entre Ríos.

Hacía muchos años que mi abuelo Antonio había esa propiedad y se había mudado con su familia desde la cercana aldea San Miguel para iniciar un pequeño emprendimiento.

Allí Lucas, mi papá, vivió su juventud y siempre nos recordó que desde su llegada sintió la necesidad de plantar árboles. Debieron ser varios.

Mi primo Ernesto Bernhardt Gassmann, hoy propietario del campo, mientras paseábamos por el amplio patio se detuvo un instante frente a un árbol y me dijo: - Este árbol lo plantó tu papá.

Era un árbol gigantesco, imponente que brinda una fresca sombra a la familia y en sus ramas las aves encuentran protección, hogar.

Al contemplar el timbó, mi sensación, fue sentir cerca a papá. Era su obra. Desde el cielo, junto al buen Dios, la protegía, la mimaba. Sentía fluir la generosa savia de la planta y me recordaba a los míos, a mis abuelos, a mis ancestros. Y pensaba en las frondosas ramas que había tejido, en su árbol familiar y en su historia. Porque cada familia tiene su historia. Aquellos que nos precedieron nos gritan: ¡cuenten nuestra historia!

Todos lo estamos haciendo. Estamos redescubriendo nuestro frondoso y gigantesco “árbol familiar”, porque cuando hacemos genealogía hablamos de personas, damos el cálido soplo de vida a todos aquellos que se han ido antes.

Recordarlos es decir a nuestros abuelos que tienen en nosotros una maravillosa familia de la que pueden estar orgullosos. Que sus esfuerzos contribuyeron a lo que somos hoy.

¡Y… debemos ser agradecidos! Por eso hace unos años escribí: “Cuando el sol comienza a perderse detrás del

horizonte y las sombras invaden el patio, el anciano se sienta en su mecedora y empieza a desgranar sus vivencias, a rescatar su pasado, a desempolvar la memoria sobre la heroica historia que supieron escribir ellos y sus mayores con esfuerzo y sudor y hasta con su sangre. Las arrugas de su frente son un signo de sus luchas. Sus ojos, profundos

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y azules, nos miran con afecto mientras titilan como estrellas. Sus manos arrugadas buscan asirse al tiempo que pasa.

Sepamos que todo abuelo tiene una profunda necesidad de ser escuchado, para que esas historias no se mueran y el olvido, la indiferencia ganen la partida”. Hoy contamos la historia de la familia. Confiamos que en la próxima generación otros responderán al llamado con mayor generosidad y con más medios, tal vez, y tomarán el lugar en la larga fila de los cuentistas de la familia y continuarán plantando árboles.

Esta es la razón por la que hacemos la genealogía de nuestra familia Gassmann. Porque “un pueblo que tiene memoria también tiene esperanza”.

Mario Gassmann s.c. Lomas de Zamora, 20 de mayo de 2010 En el Año del Bicentenario de la Revolución de Mayo


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